AFICHE EL MANIERISMO HISTORIA DE LA ARQUITECTURA II
Las 7 regiones[1]
1. del estado de Guerrero se encuentra integrada por cuatro grupos étnicos: mixtecos, tlapanecos,
nahuas y amuzgos, así como la población mestiza y en menor medida el grupo afromestizo.
Debido a la heterogeneidad de su población, Guerrero tiene tradiciones muy diferentes en
cada región. La música y la
Centro.
Limita con la región Norte, los municipios costeros, La Montaña y Tierra Caliente. Está
formada por 13 municipios: Ahuacuotzingo, Chilapa de Álvarez, Chilpancingo de los
Bravo, Eduardo Neri, General Heliodoro Castillo, José Joaquín de Herrera, Juan R.
Escudero, Leonardo Bravo, Mártir de Cuilapan, Mochitlán, Quechultenango, Tixtla de
Guerrero y Zitlala. Tiene una extensión territorial de 9908 km² y una población de 593 850
habitantes, según el II Conteo de Población y Vivienda 2005, INEGI.
Región Centro.
En esa área, el macizo montañoso de la Sierra Madre del Sur sufre un estrangulamiento,
donde su altitud media no llega a los 2000 m. Montañas y mesetas, de mediana altura,
separan los fértiles valles y cañadas que dan vida a las poblaciones de Chilpancingo,
Tixtla, Chilapa, Colotlipa, Mochitlán y Quechultenango. Los valles, con altitudes de 600 a
1200 m, tienen climas cálidos; más húmedos los de la vertiente costera que los de la
interior, por la influencia oceánica. En Quechultenango, las lluvias aumentan hasta los
1400 mm anuales; las laderas y cañones hacia la cuenca del Balsas son pobres en
precipitación anual, la que fluctúa entre los 600 y 900 mm. Las lluvias se formalizan a
mediados del mes de junio, y perduran julio, agosto y septiembre.
Los recursos hidrológicos de la región se constituyen con los ríos: Papagayo, Omitlán,
Nexapan, Apango, El Naranjo, Tecomapa, Yextla, San Miguel, Petatlán, Mitlancingo,
Pochoapa, Zopilote, y las lagunas: Tixtla, Huitziltepec, Almolonga, Omeapa.
En cuanto a la explotación minera, es en la alta zona de la sierra donde se localizan varios
yacimientos, que en opinión de muchos especialistas constituye una de sus muchas
reservas naturales.
2. Cuenta con buena infraestructura carretera, como es la autopista del sol y la carretera
federal 95, y otras de menor extensión que intercomunican a la región con los demás
puntos.
Desde la cima del Yaualtépec, en el municipio de Leonardo Bravo, se observa, al este, el
valle alto de Chilapa, rodeado de lomas, mesetas y cerros carentes de vegetación; es
centro comercial de los habitantes nahuas de las localidades y rancherías de los
alrededores y de la parte norte de La Montaña, donde venden y truecan todo tipo de
artículos que se clasifican primeramente por secciones, a la usanza de la época
prehispánica. Los tecolpetes o canastas se ven cargados de frijol, chile, maíz, plátanos,
piñas, otros frutos variados, y mercancías como: productos de palma, carrizo, barro,
madera, hojas de maíz, lana, y los hermosos trajes bordados por hábiles manos de
Acatlán.
Chilapa, en su momento, fue considerada la Atenas del Sur, debido a la profusión de
manifestaciones culturales, formas de vida y costumbres que ahí se entrelazaron, a la
solidez y prestigio de sus instituciones educativas, y a que en ella se concentraron por
cientos de años los poderes eclesiásticos, y, por ende, su iglesia tenía el rango de
Catedral. El Diccionario enciclopédico del estado de Guerrero consigna que la diócesis
de Chilapa fue elegida por la bula “Universi gregis” del papa Pío VII, la cual no se
concretó por motivo de la Guerra de Independencia. Es hasta el 26 de enero de 1862
cuando el Vaticano expidió otra cuyo nombre era el de “Grave nimis”; ésta se ejecutó el
8 de marzo de 1866 por el cura de Izúcar de Matamoros, Francisco Álvarez.
En Chilapa se encuentra el parteaguas de los ríos Mezcala –que también se denomina
Balsas– y el Papagayo. Hacia el sur se ubican los valles en forma escalonada que
descubren las poblaciones de Colotlipa, Quechultenango, Mochitlán y Las Petaquillas. A
lo largo del municipio de Quechultenango está la cañada del mismo nombre, en cuyo
seno corre el río Azul que se une al Omitlán y después al Papagayo, con aguas cargadas
de mineral de cinabrio (azufre y mercurio).
En el pequeño valle de Colotlipa hay varios manantiales que riegan los sembradíos de
caña y árboles frutales. Cerca de esta población se encuentra la entrada a las grutas de
Juxtlahuaca, que destacan por las vistosas formaciones pétreas que contienen en el
interior junto con las pinturas rupestres olmecas.
Tixtla, asentada en un valle lacustre, ubicado 500 m más alto que Mochitlán, es la cuna de
Vicente Guerrero y de Ignacio Manuel Altamirano. La abundancia de los árboles frutales
en la ciudad contrasta con las montañas áridas que la rodean. El agua de la laguna es
aprovechada en los cultivos de hortalizas y cítricos, durante las secas. En las lluvias, la
laguna vuelve a llenarse y desagua, en vía subterránea, en el río Azul.
Tixtla fue sede de los poderes del estado desde 1851 hasta 1870, generándose en ella una
importante vida política y cultural. La ciudad ha sido una gran receptora de música
venida de diversos lugares, en virtud de que hasta 1930, aproximadamente, sus habitantes
se dedicaban al comercio mediante la práctica de la arriería. De aquellos lugares que
recorrían, llegaron a Tixtla tradiciones musicales provenientes de ferias y fiestas regionales
de Costa Grande, Costa Chica e incluso de los estados más cercanos, tales como sones,
palomos, chilenas, patadas, jarabes, zapateados, chamarreados, arrancazacates, gustos,
cantadillas, bolas, papaquis y otros géneros musicales, a los que los lugareños les han
impuesto su muy particular estilo y gusto personal, por lo que han sufrido modificaciones
importantes tanto en la manera de cantarlos como de bailarlos.
3. Se cree que los “sones de artesa” fueron introducidos a Tixtla por los comerciantes que
iban a la Costa Chica o por los mismos costeños que visitaban la ciudad en las
festividades de septiembre dedicadas a la Virgen de la Natividad; llevaban desde su
tierra la artesa, la colocaban en el atrio de la iglesia y bailaban durante varias noches.
Posteriormente, los tixtlecos adoptaron este baile imponiéndole su propio estilo.
Es a mediados del Siglo XIX, o un poco después, cuando los sones de artesa cambian su
nombre por “sones de tarima”, toda vez que al no existir en estas tierras la práctica de la
pesca y tampoco canoas, éstas fueron sustituidas por tarimas que producían un sonido
similar al bailar sobre ellas.
En la actualidad los sones de tarima se ejecutan en el interior de las casas cuando se trata
de una fiesta familiar, tanto en bodas, como en bautizos, cumpleaños y onomásticos. En
estas ocasiones, los invitados cantan las mañanitas guerrerenses y los papaquis; llevan
cuelgas, regalos regionales y cadenas de cempasúchil que colocan en el cuello del
festejado; las puertas de las casas se adornan con flores y tiras de papel de china y crepé,
de los colores más brillantes. El “dueño del festejo” les obsequia con tragos de mezcal,
servido en carrizo, jarrito o copa, y comienza entonces el fandango; los músicos tocan y
las parejas, turnándose, suben a la tarima a mostrar sus mejores pasos.
En las festividades religiosas de la Virgen de la Natividad, de San Isidro Labrador, del Señor
Santiago, de San Lucas, y el 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe, en las calles
aledañas y barrios el pueblo participa en los fandangos como espectador o bailando
sobre las tarimas que se colocan en las plazas y atrios de las iglesias. También se bailan los
sones de tarima en los eventos cívicos y escolares, en donde se lucen los bailarines.
El sones género musical que predomina en todo el estado; y el de Tixtla es música alegre,
mestiza, ligado al baile de pareja, que muestra el coqueteo entre el hombre y la mujer.
También combina partes instrumentales con partes cantadas. Empieza con una música
llamada “paseo” a la que le sigue una copla, mientras la pareja baila realizando cruces,
vueltas, medias vueltas y giros, durante los cuales el hombre redobla y la mujer zapatea.
Otras veces, la pareja sólo zapatea y se desplaza lateralmente o de frente a lo largo de la
tarima.
Las coplas que se cantan tienen de seis a diez versos, con número variable de sílabas,
generalmente octosílabas, de tipo amoroso, descriptivo y frecuentemente lleno de
picardía. Los sones se cantan con estribillo que se va repitiendo entre copla y copla.
Algunos versos se repiten para uniformar la estructura musical.
Originalmente los sones se tocaban con jarana, vihuela y un arpa. Luego desapareció el
arpa. En la actualidad se toca con dos vihuelas y un cajón de madera llamado “cajón de
tapeo”, que, llevado a contratiempo por el tapeador, le da un sonido muy especial y
característico a la música. El ritmo es de 6/8, y entre los sones más famosos están: El Pato,
El Zopilote, La Zambachucha y La Iguana.
Al norte de Tixtla se localiza Zumpango del Río, seccionado por el río Zopilote, que corre
encajonado y forma el cañón del mismo nombre. La Sierra Madre del Sur separa la Costa
Grande de la región de los Valles Centrales. Su parte más elevada es la montaña de
Teotepec (3705 m), que sirve de límite entre los municipios de Heliodoro Castillo y Atoyac.
En el municipio, que hace honor al revolucionario zapatista, cuya cabecera (municipal) es
Tlacotepec, se da la explotación de pinos y ocotes, que mediante brechas primero, y
después por carretera, bajan hasta Chilpancingo. Esta ciudad alcanzó ese rango a
principios de septiembre de 1813 cuando el general José María Morelos y Pavón emitió el
bando respectivo. Chilpancingo pudo así albergar a los miembros de lo que sería el
4. Congreso Constituyente. El bando en cuestión le daba, a la entonces villa, el nombre de
Santa María de la Asunción.
Por esta razón, más que una ciudad perteneciente a sus habitantes y más que la capital
de nuestro estado, es la ciudad libertaria de las y los mexicanos. En ella se llevó a cabo la
instalación del Primer Congreso de Anáhuac, y el general José María Morelos y Pavón
leyó los Sentimientos de la Nación, base ideológica del Constitucionalismo en México.
Chilpancingo fue fundado por las familias Adame, Guevara, Alarcón y Leyva. Inicialmente
fueron cuatro los barrios que lo conformaron: San Mateo, San Francisco, San Antonio y
Santa Cruz, cada uno con costumbres y tradiciones propias, pero unidos en las
celebraciones mayores. El quinto barrio, de reciente formación, es el de Tequicorral,
ubicado al sur de la ciudad.
Por la importante participación en la lucha independentista de nuestro paí s, y por ser
escenario y cuna de hombres ilustres como los Bravo –propietarios en aquellos años de la
hacienda de Chichihualco y cuya residencia era el actual Palacio Municipal– el primer
cuadro de la capital fue declarado Centro Histórico. A partir de 2009, en honor al general
Nicolás Bravo, el edificio sede de los poderes municipales lleva su nombre y la Sala de
Recepciones, en honor también de un distinguido chilpancingueño, fue nombrada Sala
Doctor Alberto Saavedra.
Los pueblos de los Valles Centrales viven intensamente sus fiestas y tradiciones. En las
religiosas, los barrios y comunidades se alegran con música, cohetes, adornos de papel,
flores, comida y mezcal. Nunca faltan las danzas y bailes autóctonos, como Los
Tlacololeros, Los Diablos, Los Moros Cabezones, entre otros. También anima el fandango la
banda de música de viento o “chile frito”.
Costa Chica.
Es una larga llanura que se inicia al este de Acapulco y llega hasta el estado de Oaxaca.
Al sur, limita con el océano Pacífico, y, al norte, con la Sierra Madre del Sur.
Integran la región 15 municipios: Ayutla de los Libres, Azoyú, Copala, Cuajinicuilapa,
Cuautepec, Florencio Villarreal, Igualapa, Juchitán, Marquelia, Ometepec, San Luis
Acatlán, San Marcos, Tecoanapa, Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca. Su extensión
territorial es de 8089.7 km2, y cuenta con una población de 394 455 habitantes (INEGI,
2005). Está habitada por individuos de origen negro, indígenas y mestizos.
5. Región Costa Chica.
Económicamente es una de las regiones más importantes del estado. La anchura de la
faja costera, hasta una altitud de 500 m de las estribaciones de la Sierra Madre del Sur,
oscila entre 30 y 40 km.
Después de los acantilados del cerro Diamante y al final de la bahía de Puerto Marqués,
se inicia una ininterrumpida franja de tierras planas que se ensanchan al llegar a la laguna
de San Marcos y los municipios de Copala y Azoyú. La llanura se cubre de palmas de
coco, guayabos y árboles de mango, en contraste con las cimas de las lomas semiáridas
donde sobreviven raquíticos pinos.
La carretera va paralela a la costa; valles y cañadas, originados por los ríos y arroyos que
llegan hasta el mar, reciben al viajero con el verdor y la frescura de los cultivos frutales.
Sobresalen los ríos de la Sabana, Papagayo, Nexpa o Ayutla, Copala, Marquelia y
Quetzala.
La superficie de las tierras planas de la región casi duplica a las de la Costa Grande,
aunque la longitud del litoral es mayor en ésta.
La precipitación anual que recibe la Costa Chica oscila entre 1000 y 1300 mm; es menos
húmeda que la Costa Grande, y tiene una época extremadamente seca de noviembre a
abril. El periodo de lluvias es corto, por lo que el sol y el cielo azul predominan durante
muchos días del año; lo que sumado a sus cálidos inviernos, constituye un atractivo
turístico importante.
En la región se localizan varias lagunas costeras, como Tres Palos, Tecomate y Chautengo,
en donde se pesca robalo, bagre y mojarra. En sus manglares habitan diversas clases de
aves acuáticas y en la laguna de Nuxco se explotan las salinas, complementando la
actividad económica de los habitantes.
En el territorio de la Costa Chica vive el conjunto de elementos étnicos más heterogéneo,
comparado con las otras regiones del estado. En ninguna de éstas figuran juntos los
cuatro grupos aborígenes existentes: amuzgos, nahuas, mixtecos y tlapanecos, ni cuentan
6. con la presencia de gran población negra, como grupo racial diferenciado. Además, las
condiciones de aislamiento y marginación de esta parte de Guerrero han contribuido a
mantener una cultura mestiza, aunque de vida atrasada, muy singular por sus valores. El
afromestizo y el indígena, cada cual desde su lado, hicieron sus aportes culturales a la
vida cotidiana del costachiquense actual. Junto al legado hispano, que es predominante
desde cualquier punto de vista, están las costumbres y tradiciones nativas, tanto como las
de ascendencia africana.
El aporte indígena a la cultura mestiza abarca todos los ámbitos de la sociedad,
empezando por la lengua, que es uno de los rasgos más vigorosos de su presencia diaria.
Expresiones nativas perduran y continúan designando objetos (petate, tenate, huipil,
papalote), animales (cacomixtle, guajolote, cenzontle, coyote), costumbres (tocayo,
tianguis, chicle) y voces familiares (coco, chicha, nana, pilmama, nene, tata). Igual
sucede con los nombres de la flora y los locativos. De los 15 municipios de la Costa Chica,
12 responden a la toponimia náhuatl, y casi el 12% del total de las 630 comunidades que
los integran se designan con vocablos de origen indígena.
El acervo afromestizo no es muy rico en el campo del lenguaje, si bien no hay que
menospreciar la gran cantidad de modismos propios del habla. Ejemplos de algunos de
ellos son: ñaco, ñero, ñagual y arrecho, posiblemente voces adulteradas provenientes del
castellano o de algún idioma aborigen.
Existen ciertos topónimos africanos que pudieran ser más bien traslaciones de términos a
través del español. Así, tenemos una playa llamada Costa de Oro, un pueblo de nombre
Rhodesia, un cerro Bantú, en Cuajinicuilapa. En Acapulco hay un barrio de la Guinea y
una comunidad llamada Carabalí, en el territorio de este municipio.
Pero lo más peculiar de la herencia negroide se halla en los modismos, cuentos (recogidos
en libros), objetos (entre otros, instrumentos musicales) y en la construcción de la vivienda.
Sus jacales redondos han sido tomados en préstamo, desde siglos atrás, por amuzgos y
mixtecos de la región.
Ciertamente comulga en la religión católica, pero tiene su propia manera de concebir la
vida y la muerte, ambas inseparables de las prácticas supersticiosas: hechicería y magia.
En sus altares, además de los de la iglesia, venera a una deidad primitiva: San Nicolás
Tolentino, aún sin canonizar. A diferencia del entendimiento occidental–cristiano, el
afromestizo guerrerense cree que la persona tiene, no dos, sino cuatro partes: cuerpo,
alma, sombra y tono. Muchas de esas creencias las comparten otros grupos.
En cuanto a la música y el baile, no hay mejor en la costa que el afromestizo. Fue en la
región de la Costa Chica donde nacieron los sones de artesa, sobre todo en la población
de Cruz Grande, quizás a mediados del siglo antepasado, cuando los marineros chilenos y
peruanos trajeron las “cuecas” y las “marineras”, que dieron origen a las chilenas. Los
sones de artesa son el resultado de combinar estas chilenas con el son mexicano, danzas
y bailes de origen africano llevados por los esclavos negros que se refugiaron en las costas
guerrerenses en la época de la Colonia. De las danzas y bailes de los negros, los sones de
artesa tomaron el clásico redoble africano y el tapeo en el arpa por el que se sustituyó el
tambor original.
Las chilenas aportan el uso de los llamados descansos y paseos, y del paliacate; de ellas,
el son mexicano toma el zapateado, y, a su vez, pierde el uso de los instrumentos de
cuerda para su interpretación.
Derivado del son, existe el zapateado, que puede ser bailado con toda la planta o sólo
con la punta del pie. Otros géneros musicales que se cultivan en esta región son el corrido
7. (afromestizo), el palomo, el zapateado, el jarabe, el pasodoble y el bolero, además del
son y la chilena.
El conjunto tradicional para la chilena cantada está compuesto por un violín, una o dos
jaranas chicas de cinco órdenes, un arpa y el tapeo en la misma. Ahora, los instrumentos
han cambiado casi en su totalidad por una o dos guitarras sextas modernas y por un
requinto afinado al quinto traste de la guitarra. Para las chilenas bailables, se utiliza una
orquesta llamada banda de viento, compuesta por dos saxofones altos, un saxofón bajo,
dos clarinetes, dos trombones, contrabajo, tambora o tambor tipo militar, güiro y platillos.
Los sones de artesa deben su nombre a la canoa o artesa que se coloca bocabajo sobre
cuatro o seis soportes de madera y a la que se sube una pareja, descalza, ya que sus
dimensiones no permiten mayor número de bailadores.
En la actualidad, la canoa se ha sustituido por tarimas de madera, en su mayoría de pino,
de más o menos 2 m de largo, 1 m de ancho y 30 cm de altura, en cuya caja o base se
hacen perforaciones para ampliar el sonido que se produce al bailar y a la que se suben
dos parejas o más, si el espacio lo permite. El ritmo de 6/8 y el uso del tamboreo y del
pañuelo en el baile son, tal vez, los únicos elementos andinos que sobrevivieron en la
chilena costeña y que la distinguen del son. El pañuelo en la mano derecha del hombre,
girándolo sobre la cabeza, sirve para guiar a la pareja en las diferentes evoluciones y
representa, tal vez, la cresta, o las plumas de la cola del gallo al cortejar a la gallina o
“clueca” (cueca).
El son costeño y la chilena combinan partes cantadas con partes instrumentales. Estas
últimas se zapatean siguiendo su ritmo rápido, y se alternan con cantos cadenciosos que
son acompañados discretamente por los músicos; mientras que los bailarines ejecutan
paseos que sirven de descanso y les permiten escuchar la letra.
En la chilena se usa el canto de la copla picaresca, con temas líricos amorosos, como
elogio a las bellezas naturales de la costa. Ejemplo de ellas son: La
Sanmarqueña, Ometepec, El Toro Rabón, Costeña, Viborita de la Mar, y La Callejera.
El corrido, otro género musical de la región, nacido en la época de la Independencia, y
popular en todo el país, narra un hecho histórico, biográfico, militar o amoroso, como
expresión de protesta y medio de información. Ejemplos: El Charco Choco, La Mula
Bronca, y muchos otros muy característicos de esta región.
También, dentro de este contexto, encontramos las costumbres y tradiciones indígenas,
que atañen a la comida, danzas, cantos, el uso de la herbolaria e, inclusive, ritos
relacionados con la agricultura y la lluvia. En los poblados de municipios serranos subsisten
prácticas rituales para la “petición de lluvia”, solemnizadas durante los meses de abril y
mayo. Una de ellas, la Llorada, que, como su nombre lo dice, es una ceremonia de
llantos, se realiza ocho días después de la fiesta de San Miguel Arcángel (29 de
septiembre). A pesar de los cinco siglos de dominio católico, las etnias aún honran a
divinidades de épocas prehispánicas. He aquí a los tlapanecos que dan cuenta del culto
a dos deidades de la lluvia y la fertilidad: una buena, Akuun iya, la otra mala,Kunite. Entre
los amuzgos, se conservan, por el mismo estilo, prácticas del panteón nativo, dedicadas a
los seres sobrenaturales, a cuyas ceremonias concurre la población entera. Estos actos
están a cargo de rezanderos profesionales, los tzan ti, o bien bajo la responsabilidad de los
brujos o tzan klawa.
En el orden de las tradiciones y costumbres se hallan los sistemas de atención a las
enfermedades. Variadas técnicas curativas subsisten en los lugares donde falta la
medicina y la asistencia de doctores. Los sistemas curativos están asociados directamente
8. al uso de la herbolaria, aplicada mediante ingestiones o baños. Muchos de los males
tienen que ver con las supersticiones, ligadas a lo misterioso. Entre las enfermedades son
comunes elmal de espanto o pérdida de la sombra, el aire, de vergüenza, de ojo, y el mal
de amor. La terapia está mayormente en manos de brujos, hechiceros y curanderos de
oficio. Algunos ejemplos se mencionan a continuación:
Mal de aire (o aire tirado). Se trata del “mal” que hace un brujo, por encargo o iniciativa
propia, para “enfermar” a una persona. Se manifiesta por dolores graves en el sitio del
cuerpo donde “tocó” el “aire”. Un curandero (o brujo) sana el mal con rezos y frotando
huevos de gallina de rancho sobre la parte afectada. Necesita varias sesiones; en la
última echa a la lumbre sangre de una gallina, sacrificada para el efecto. Lo practican
los amuzgos y mixtecos.
Mal de coraje. Frecuente entre los bebés. Es transmitido (involuntariamente) por personas
mayores afligidas por algún pesar, ajenas a la familia. Una inquietud desacostumbrada
en el niño y falta de apetito, son algunos de los síntomas del mal; llora sin cesar y nada
lo contenta: tiene coraje. Se le somete a una limpia gástrica con aceite comestible o
algún té amargo, para que arroje toda la flema, origen del mal. La curación está a
cargo de la mamá o la abuela del niño. Es practicado por amuzgos, mixtecos y
afromestizos.
Mal de espanto (o pérdida de la sombra). Lo provoca un fuerte susto, y sus
manifestaciones son palidez, calenturas, vómitos y diarreas; en ocasiones, cuando no se
recibe el tratamiento a tiempo, la persona muere. Existen dos maneras de curar este
mal: la primera consiste en buscar un padrino al enfermo, que se encargue de llevarlo
con el párroco para que le rece los cuatro evangelios; la otra, es solicitar los servicios
del hechicero, quien acomoda al paciente en una silla situada en medio de la casa;
coloca en sus manos un ramo de flores y un cirio encendido; después, reza, gesticula y
sopla agua con sal; “limpia” al enfermo con huevos de gallina y con una vela
encendida que le pasa por todo el cuerpo. Este procedimiento se llama
“levantamiento de sombra”
Mal de vergüenza. Es frecuente, sobre todo entre la gente humilde, cuando una
muchacha o muchacho cree haber cometido una falta muy grave, de acuerdo al
concepto de moral que se le ha inculcado, y cae en un traumatizante sentimiento de
culpa. Se vuelve introvertido, deja de comer, busca la soledad y entra en un estado de
postración que puede provocarle la muerte por inanición. El padecimiento no puede
ser tratado con la medicina moderna, dada su índole psicológica. Los curanderos
atienden este mal a base de hierbas, sal y arena de mar.
El tono, aunque no es precisamente una enfermedad, se relaciona con las cosas de la
brujería.
En el ámbito de las ceremonias, destacan las danzas, medio de expresión popular,
muchas de ellas de carácter profano. Se presentan en fechas como Carnaval, Semana
Santa, Todos Santos y Navidad. Del acervo indígena cabe mencionar a Los Tlaminques, El
Tigre, Los Tecuanes y Los Tejones; de influencia afromestiza, El Macho Mula, El Toro de
Petate, La Tortuga y Los Negros; de afiliación hispano–europea, Los Diablos y Los 12 Pares
de Francia; y, por último, Los Chareos, de origen mestizo.
Rumbo a Ometepec son comunes las chozas redondas hechas con varas y techos
cónicos de zacate o palma (los redondos), que cobijan a la población de rasgos
negroides. Más adelante, en Ometepec, estos grupos conviven con los indígenas
amuzgos y los mestizos. Todos trabajan en armonía. Unos cultivan cocoteros, jamaica,
árboles frutales, frijol, calabaza y maíz; otros cuidan el ganado y se dedican a la apicult
ura.
9. Los domingos, los amuzgos bajan al mercado de Ometepec a intercambiar sus productos;
hacen los hermosos y coloridos huipiles bordados con hilaza roja.
La población indígena aumenta en las localidades que ocupan los lomeríos superiores,
como Ayutla, San Luis Acatlán, Azoyú, Igualapa, Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca. En
algunas de ellas conviven amuzgos, mixtecos y tlapanecos. Predominan árboles y arbustos
espinosos en los lomeríos erosionados, posiblemente por el desmonte llamado tlacolol. En
el lecho de los arroyos los chagües permiten las siembras de caña de azúcar, maíz, chile,
tomate, calabaza y frijol, junto a plantaciones de mango, plátano y cacao. Hay
pequeños y rudimentarios trapiches de donde se obtiene piloncillo o panela que los
comerciantes ofrecen en atados de bagazo de caña; también producen aguardiente.
En la región se siembran nueve variedades de maíz; el principal es el olotillo, de olote
delgado y semilla grande en forma de muela humana; en las buenas temporadas
produce hasta dos mazorcas por mata. Le sigue eltepecente (tepecentle), tardío, pero de
mucha resistencia a la hierba, con la que puede convivir mientras crece, ya que al ser
limpiado a media edad “se va en pura vara”. Es muy apreciado entre los campesinos el
maíztecomache, que en sesenta días ya está maduro. El camacheño, en dos meses y
medio. El xicarero también es de producción temprana; es de color amarillo y tiene olote
colorado, que desprende mucho tamo al desgranarse.
El maíz olopiche es de color blanco y de pronta cosecha, como eltecomache.
El zapalote también tarda dos meses en madurar, es negro y de grano pequeño “porque
la mata es zapa” (chaparra, chiquita). También está el sapo, de olote y grano gruesos.
El conejo es de planta y mazorca pequeña, pero de producción rápida, destinado a los
animales, porque se supone que no sirve para la alimentación humana.
En las laderas de la sierra se encuentran las poblaciones de Ayutla y San Luis Acatlán,
donde se fabrican los famosos machetes de cinta y los sombreros de trenza.
Dentro de su fauna hay aves costeras, tortuga, puerco espín, coyote, armadillo,
cacomixtle y liebre.
La apicultura permite producir cera y miel que se exportan.
La Encomienda fue el primer sistema administrativo, político y económico que
implantaron los conquistadores a su llegada a la Nueva España. Pedro de Alvarado,
lugarteniente de Hernán Cortés, fue uno de los primeros que recibió este beneficio,
encomendándosele los indios de Tututepec (Oaxaca) y de Jalapa (Costa Chica del hoy
estado de Guerrero), en 1522. El propio Cortés se adjudicó extensas zonas del sur de la
antigua México–Tenochtitlan, que llegaban hasta el Istmo de Tehuantepec, por lo que se
le llamó Marqués del Valle de Oaxaca.
En la región de la Costa Chica, como en todo el territorio conquistado, el repartimiento de
tierras y sus habitantes significó la absorción total de los indígenas y su explotación
absoluta. Desde Acapulco hasta Xochistlahuaca y Cuajinicuilapa, se constituyeron más
de veinte encomiendas (v. Encomienda indiana).
La región, con grandes bellezas naturales y recursos inexplorados, promete un fut uro mejor
a sus habitantes.
Costa Grande.
10. Está formada por bahías, tierras planas y laderas empinadas. Se extiende en sentido
noroeste–sureste desde el río Balsas hasta el municipio de Acapulco de Juárez, donde la
Sierra Madre del Sur forma imponentes acantilados.
Al norte, limita con las cumbres de la Sierra Madre del Sur, y, en el lado opuesto, con el
océano Pacífico; al oeste, con el estado de Michoacán, y, al este, con el municipio de
Acapulco de Juárez. Comprende ocho municipios: Atoyac de Álvarez, Benito Juárez,
Coahuayutla de José María Izazaga, Coyuca de Benítez, La Unión de Isidoro Montes de
Oca, Petatlán, Tecpan de Galeana y Zihuatanejo de Azueta. Ocupa una extensión
territorial de 14 710.7 km2; y la pueblan 387 423 habitantes (II Conteo de Población y
Vivienda, INEGI, 2005).
Región Costa Grande.
Sus municipios tienen pequeñas fracciones de tierras planas, áridas y rocosas, que se
alternan con vallecitos de suelos de aluvión acarreados por torrentes y arroyos que se
precipitan desde la montaña, y que, en su recorrido, forman rápidos y cascadas hasta
llegar al mar o a las lagunas costeras que se unen con los ríos La Unión, Ixtapa, San
Jeronimito, San Luis, Tecpan, Atoyac y Coyuca. Las aguas de estas corrientes se
aprovechan para la agricultura y ganadería.
Se produce coco, mango, plátano, papaya, maíz, cítricos, café y miel. En las tierras planas
hay grandes plantaciones de cocoteros, excepto de San Luís San Pedro, municipio de
Tecpan de Galeana, a Pie de la Cuesta, donde hay suaves playas arenosas ocupadas
por esteros y lagunas como las de Nuxco, Mitla y Coyuca.
Se disfruta un clima cálido subhúmedo, con temperaturas entre 25 y 26 ºC; conforme se
asciende a la sierra, la temperatura disminuye y las laderas, cubiertas de matorrales y
selva baja, se cubren de pinos y encinos, que son el hábitat de zorras, ocelotes, jabalíes,
ardillas, y gran variedad de aves de vistosos colores.
En las costas se ven pelícanos, golondrinas de mar, gaviotas y albatros, que hacen sus
nidos y se reproducen entre la vegetación de las lagunas y esteros.
11. Se pueden pescar robalo, bagre, lisa y camarón. Del mar se obtiene abundante captura
de almeja, mojarra, tiburón, y otras especies acuáticas para consumo local.
El turismo es importante. La carretera costera Acapulco–Zihuatanejo permite visitar la
mayor parte de las poblaciones, admirar las bellezas naturales, saborear la comida local y
regional y convivir con sus habitantes.
El comercio y la industria generan utilidades; destaca la siembra y cosecha de café, la
explotación maderera, la silvicultura y el desarrollo de la ganadería.
De Zacatula a Acapulco, la carretera no se separa más de 12 km de la costa, situación
que permite conocer: fondeaderos, puntas, peñascos; las bahías de Petacalco, de
Zihuatanejo, de Petatlán o del Potosí (con su laguna) y la del Cuajo; la ensenada y punta
de Ixtapa, y ricas salinas.
Entre palmeras, es posible recorrer las tierras planas de Petatlán a Papanoa. La playa se
transforma en costa rocosa, cuyos rompientes continúan hasta el morro de este último
lugar.
Papanoa es un lugar donde abundan los bosques en laderas y lomeríos; aquí se
encuentra instalado un importante centro maderero, siendo el único sitio de la Costa
Grande donde no ha dejado de explotarse el bosque en gran escala. Después sigue una
gran explanada que se prolonga hasta Pie de la Cuesta. Los ríos San Luis, Nuxco, Tecpan,
Atoyac y Coyuca han formado una planicie continua. Pequeños cerros aislados, lagunas
y llanuras húmedas cercanas al mar (marismas) cubiertas de tulares y manglares,
propician que aniden aves costeras, y la cría de peces y mariscos.
Frente a la planicie, sobre la ladera de la sierra, se ubican las ciudades de Tecpan de
Galeana y Atoyac de Álvarez, de gran trascendencia histórica. La segunda, también
notable por su zona cafetalera y en donde alguna vez se instaló una fábrica de hilados y
tejidos llamada El Progreso del Sur, en la localidad de El Ticuí, misma que a partir de 1905 y
durante varias décadas significó avance y bienestar social para los habitantes de la zona.
Al bordear las lagunas de Mitla y Coyuca (la región más rica en cocoteros) se llega a Pie
de la Cuesta y las estribaciones de la sierra, donde los acantilados y el mar abierto
ofrecen vistas inolvidables.
Junto a Acapulco, Ixtapa–Zihuatanejo es el otro centro turístico guerrerense localizado en
Costa Grande.
La Montaña.
Esta región tiene como vecinos a Puebla, en el norte, y a Oaxaca, en el este. Al sur
colinda con la Costa Chica, y, al oeste, con la región Centro.
Comprende 19 municipios: Acatepec, Alcozauca de Guerrero, Alpoyeca, Atlamajalcingo
del Monte, Atlixtac, Cochoapa El Grande, Copanatoyac, Cualac, Huamuxtitlán, Iliatenco,
Malinaltepec, Metlatónoc, Olinalá, Tlacoapa, Tlalixtaquilla de Maldonado, Tlapa de
Comonfort, Xalpatláhuac, Xochihuehuetlán y Zapotitlán Tablas. Tiene una extensión
territorial de 9007.8 km², y está poblado por 319 393 habitantes (II Conteo de Población y
Vivienda, INEGI, 2005).
12. Región La Montaña.
Área de mixtecos, amuzgos, nahuas y tlapanecos, a la que se llega por la carretera
Chilapa–Tlapa, en la parte más escabrosa de la sierra, tan accidentada que muchos de
sus pobladores indígenas permanecen aún aislados.
La sierra, con una anchura media de 80 km, divide en dos la comarca; lomas abajo,
hacia la costa, la población es mestiza; al norte, noroeste y este, es predominantemente
indígena: el grupo náhuatl, al norte; tlapanecos, al centro; mixtecos y amuzgos, al este.
Las cimas de la sierra, cubiertas de pinos y vegetación menor, contrastan con lo árido de
su ladera interior, rocosa, empinada y de mala tierra.
Tienen montañas y mesetas con pendientes pronunciadas, algunas con más de 3000 m,
separadas por valles profundos y cañadas por donde corren los ríos y arroyos que bajan
directamente al Pacífico o a la cuenca del río Mezcala.
En el fondo de las cañadas, los sembradíos de maíz y cultivos de caña bordean los ríos
San Pedro y Santa Catarina, donde viven amuzgos y mixtecos, que se dedican, además,
a la crianza de animales domésticos.
En el centro, la región se vuelve más escabrosa, más seca y pobre. En la meseta de
Metlatónoc se localiza la parte más elevada de la región; allí, el río Quetzalán parte hacia
el Pacífico, y el Tlapaneco rumbo a Mezcala. Desde aquí se observan, hacia el norte, los
caminos que serpentean entre rocas y pastizales y se juntan en Tlapa. Este es el punto
comercial indígena y de acopio del tejido de palma para hacer sombreros, una de las
principales actividades de los pobladores.
En el paisaje del camino que desciende al cañón de Tlapa predominan los gigantescos
órganos, huamúchiles y amates. Cañada abajo, el río Tlapaneco baña las tierras de
Ixcateopan, Alpoyeca y Huamuxtitlán.
13. Hay trapiches que muelen caña, arrozales y árboles frutales, cuyos productos son llevados
principalmente a Puebla para su comercialización.
A corta distancia de Huamuxtitlán, al continuar por el río, se localiza el cerro de Tlacoapa,
todo de yeso cristalizado.
En las riberas del río Tlapaneco se ubican los municipios de Olinalá y Xochihuehuetlán. El
primero, de fama nacional e internacional por las artesanías de lacas y cajas de linaloé, y
el segundo por ser de los principales proveedores del tejido de sombreros y petates de
palma.
Es común ver a los hombres de La Montaña llevar al hombro los gabanes de lana tejidos
en Malinaltepec y Tlacoapa, que los protege del frío y la lluvia.
Las indígenas mixtecas bordan vistosos huipiles, que utilizan a diario y las engalanan en las
fiestas, donde predomina la música de viento.
En la región de La Montaña hay tres tipos de climas: el seco, en Huamuxtitlán y Tlapa, con
menos de 800 mm de precipitación anual y temperatura media de 26 °C; el templado
subhúmedo, en las partes altas de la sierra, con lluvias entre los 1000 y 1500 mm; y el cálido
subhúmedo en las cañadas. Lo anterior determina que la vegetación sea variada: palma
y maguey en las zonas secas; bosques de pino y encino en la sierra, y cultivos de frutales
(guayabos, aguacate, papaya, tamarindo y sandía) en las partes bajas.
Dentro de la fauna se cuentan el águila, el halcón y el gavilán; tlacuaches, tejones y
mapaches. En las laderas y pequeñas mesetas, pueden observarse rebaños borreguiles,
de gran importancia para el indígena, por la lana con que fabrican cotones, sarapes y
otras prendas para su uso personal y venta el día de plaza.
En la región habita la mayor parte de los grupos indígenas guerrerenses. Una población
que, pese a ser pobre y carecer de servicios, se empeña en el desarrollo y lucha por
conservar su identidad.
Norte.
Esta parte de la entidad es la puerta de entrada a Guerrero, para algunos estados con
que colinda: México, Morelos y Puebla. Al sur llega hasta las aguas del río Balsas; al este
comprende la sierra de Huitzuco, y al oeste la sierra de Teloloapan.
En su paisaje dominan las montañas de origen volcánico de la sierra de Taxco, cuyas
cimas planas y laderas muy inclinadas alternan con lomeríos bajos, angostas cañadas y
pequeños valles serranos. Los montes, en su mayoría, son de piedra caliza que tiene la
particularidad de ser soluble, por lo que se encuentran en la región varias grutas, como las
de Cacahuamilpa, Cuetzala, Lagunillas, La Estrella y San Miguel, entre otras. La integran
los municipios de Apaxtla, Atenango del Río, Buenavista de Cuéllar, Cocula, Copalillo,
Cuetzala del Progreso, General Canuto A. (Alejo) Neri, Huitzuco de los Figueroa, Iguala de
la Independencia, Ixcateopan de Cuauhtémoc, Pedro Ascencio Alquisiras, Pilcaya, Taxco
de Alarcón, Teloloapan, Tepecoacuilco de Trujano y Tetipac. Tiene una extensión territorial
de 8720.3 km², y 454 907 habitantes, según el II Conteo de Población y Vivienda, INEGI,
2005.
14. Región Norte.
Algunas características de esas localidades son: lo pedregoso de la superficie de los
municipios de Taxco, Tetipac, Pilcaya, Buenavista de Cuéllar, Ixcateopan y Teloloapan;
llama la atención la de Ixcapuzalco, por la blancura de la piedra de mármol proveniente
del cerro de San Pablito. Teloloapan debe su fama al cerro de La Tecampana (campana
de piedra), una elevación de granito que identifica y enorgullece a los tecampaneros,
que, además, tienen una sierra rica en minerales.
Las mayores altitudes de las sierras del Norte son el cerro de la Tentación, a 3199 m, y el
Huitzuco (Huixteco), con 2509 m, siendo este último área forestal; allí crecen pinos,
encinos, cedros, helechos, hongos y orquídeas. Se le considera zona de reserva
ecológica; se prohíbe la tala y la cacería. Es conocido también como cerro del Jumil,
porque en él abundan dichos insectos comestibles que han dado fama a Taxco.
En las cañadas y barrancos de la región Norte, corren varios ríos y arroyos; algunos llevan
agua sólo en época de lluvias; otros, como el Sultepec, el Cocula, el Tepecoacuilco y el
Amacuzac, tienen agua todo el año.
Las sierras del Norte disminuyen su altitud y la humedad ambiente en las áreas de
Tepecoacuilco, Huitzuco, Atenango del Río y Copalillo. La vegetación cambia a
huizaches, huamúchiles (pinzanes), zapotes, palmas y escasos árboles de linaloé y
cascalote.
La angosta franja por donde circula el río Mezcala muestra una zona de tierras secas,
sedientas por la escasez de lluvia; se aprovechan las aguas del río para irrigar los terrenos
bajos: se cosecha maíz, cacahuate, jitomate, aguacate, mango y sandía.
Al sur se unen Iguala, Apaxtla, Cocula y Cuetzala; las montañas bajas y separadas entre sí,
dan origen a valles anchos propicios como terrenos de labores agrícolas; se cultiva maíz,
frijol, caña de azúcar, ajonjolí, chile, garbanzo y frutales; entre ellos, los muy sabrosos
tamarindos de Iguala, que fueran inspiración de José Agustín Ramírez.
15. La fauna de la región es diversa; existen liebres, codornices, ardillas, coyotes, escorpiones,
iguanas, lagartijas, gato montés y serpientes (algunas en vías de extinción por la
despiadada cacería que el hombre ha hecho de ellas). Es posible todavía encontrar
cenzontles, jilgueros, aguilillas y zopilotes. En las cuevas, los murciélagos, insectos, peces y
reptiles comparten el espacio interior.
En los últimos años han sido descubiertas en la región importantes zonas arqueológicas.
Las artesanías de barro, madera, cuero, joyería de oro y plata, ixtle, cestería y pinturas en
papel ámate y cerámica, se efectúan en la mayoría de los municipios. Taxco de Alarcón
es el máximo exponente en la fabricación de objetos de arte en plata y piedras
semipreciosas, cuyo prestigio es internacional.
Respecto al clima de la zona, Manuel Toussaint expresó: “Ha sido siempre muy elogiado
por todos los visitantes célebres. Ningún clima es más notable, más uniforme. En verano, a
mediodía, parece que quiere empezar a hacer calor. En la noche refresca, para que uno
pueda cubrirse con una sábana, todas las ventanas abiertas. Suelen soplar los vientos,
pero es con discreción y mesura. Los aguaceros son torrenciales, pero rápidos; otras
veces, nocturnos, con sólo un fin de limpia. Hay sus tormentas, nutridas de rayos a veces,
pero Santa Prisca los ha hecho inofensivos, los ha amaestrado, los ha vuelto de tigres,
corderos; de azotes, caricias; del más terrorífico de los meteoros ha obtenido bellas
decoraciones, bambalinas de fuego, sobre un cielo desgarrado de mal humor, como si
fuera del Greco”.
Tierra Caliente.
Al oeste de las sierras del Norte se encuentra la llamada Cuenca del Río Balsas; aquí se
localiza la región de Tierra Caliente. Colinda al norte con los estados de Michoacán y
México y el municipio de Canuto A. Neri; al sur, con los municipios de Atoyac de Álvarez,
Tecpan de Galeana y Petatlán; al este, con los municipios de General Canuto A. Neri,
General Heliodoro Castillo, Apaxtla y Teloloapan; al oeste, con Coahuayutla de José
María Izazaga; al suroeste, con Zihuatanejo de Azueta y parte de Coahuayutla de José
María Izazaga.
La constituyen nueve municipios: Ajuchitlán del Progreso, Arcelia, Coyuca de Catalán,
Cutzamala de Pinzón, Pungarabato, San Miguel Totolapan, Tlalchapa, Tlapehuala y
Zirándaro. Tiene una extensión territorial de 11 474.2 km2; representa el 17.8% de la
superficie tota del estado, y una población de 247 408 habitantes: 119 529 hombres y 127
879 mujeres (INEGI, 2005). La región está situada entre los paralelos 17º 28’ y 180º 56’ de
latitud norte y los meridianos 100º 02’ y 101º 30’ de longitud oeste.
16. Región Tierra Caliente.
Los municipios que destacan por su extensión territorial son: San Miguel Totolapan,
Zirándaro y Coyuca de Catalán, con 2649.1, 2475.6 y 2136.4 km2, respectivamente, los que
en conjunto integran el 63.3% de la superficie de la región.
El río Balsas es una línea divisoria con los estados de Michoacán y México, que une, al
mismo tiempo, los territorios de la margen izquierda con los de la derecha a través de los
puentes de Mezcala, Balsas, El Caracol, San Miguel Totolapan, Coyuca de Catalán,
Morelos de Infiernillo y Lázaro Cárdenas, que permiten el paso para las tres entidades.
Sus tierras son planas, bajas y laborables, entre los 200 y 300 m de altitud. Los cerros
muestran formas caprichosas, son agrestes y muy erosionados. Algunas lomas ganan
altura al acercarse a la Sierra Madre del Sur.
En la región se distinguen tres zonas: la primera es una prolongación de la Sierra Madre del
Sur; se ubica hacia el sur y de oeste a este, con elevaciones entre 2300 y 3000 msnm, que
se localizan en San Miguel Totolapan, Ajuchitlán, Coyuca de Catalán y Zirándaro. La
segunda se sitúa en la franja meridional del Balsas y tiene altitudes entre los 1000 y 2300
msnm, con pequeños valles. La tercera abarca en su totalidad los municipios de
Pungarabato, Tlalchapa, Tlapehuala y Arcelia, así como porciones del resto de los
municipios que están cerca del río Balsas. Cuenta con elevaciones que van desde los 250
hasta los 1000 msnm, predominando extensos valles y planicies en Cutzamala y a orillas del
río de este nombre. En Tlalchapa, estas planicies están en la cuenca del río Balsas y
también en los arroyos que llegan como afluentes.
Desde la cima de la montaña, la ladera norte desciende hacia el Balsas, sedienta y con
poca vegetación, aliviada por escasas corrientes de los ríos Otatlán, Oro y Guayameo, las
que son torrenciales sólo en época de lluvias; contrariamente, la ladera del Pacífico, más
húmeda, le da calor a los abundantes bosques.
La precipitación media en Tierra Caliente es de aproximadamente 860 mm, debido a que
la barrera montañosa no permite el paso de los vientos húmedos de la costa a la
depresión del Balsas. Las lluvias se manifiestan en un solo periodo del año (junio a
17. septiembre), con un promedio de 65 a 70 días, con breves aguaceros, generalmente de
noche; la humedad desaparece rápidamente por la gran evaporación.
Tierra Caliente se complementa con territorio del estado de México, aguas debajo de
Tejupilco, y del estado de Michoacán, destacando los municipios de San Lucas, Huetamo
y Tiquicheo; rumbo al norte del río Balsas se localiza también Churumuco de Morelos; Ario
de Rosales, con rumbo a Pátzcuaro; al norte de Huetamo de Núñez, se encuentra
Nocupétaro, Villa Madero, hacia Morelia; por el camino a Zitácuaro, a 48 km de éste, se
ubica Tiquicheo; con rumbo a Toluca, encontramos la población de Bejucos, Palmar
Grande y Temascaltepec y el nacimiento del río Alto Cutzamala, de donde se bombea
agua para la Ciudad de México.
De acuerdo con la Carta de Climas de SEDESOL, en esta región existen cuatro tipos de
climas: cálido subhúmedo, semicálido subhúmedo, templado subhúmedo y cálido
semiárido. El primero se encuentra en los municipios de Pungarabato, Tlapehuala,
Tlalchapa, zona centro de San Miguel Totolapan, Cutzamala y al norte de Zirándaro, con
lluvias en verano y temperatura media anual mayor a los 22 ºC. Hacia el suroeste de
Zirándaro, oeste de San Miguel Totolapan, sur de Ajuchitlán y Coyuca de Catalán, así
como Arcelia, el clima que predomina es el semicálido subhúmedo, con temperatura
media anual mayor a los 18 ºC. Este clima está clasificado como “el más cálido de los
templados”.
En el sur de Zirándaro y San Miguel Totolapan es común el clima templado subhúmedo o
el más húmedo de los templados. Su temperatura media anual está entre los 12 y 18 ºC,
variando entre 3 y 18 ºC la temperatura del mes más frío, mientras que la del mes más
caliente es mayor a los 22 ºC. El clima cálido semiárido se ubica en el área de
Aratichanguío del municipio de Zirándaro. La temperatura máxima que se presenta
anualmente es hasta 42.5 ºC, y la mínima de 24.3 ºC.
En lo alto de la montaña, las bajas temperaturas conservan humedad, presentando,
como excepción en todo Guerrero, una estación de secas bien marcada. En la
depresión, la temperatura alcanza los 45 ºC, sobre todo en Ajuchitlán, donde, para
contrarrestar el calor, los aleros de las casas son más amplios y sombrean las banquetas al
mediodía. Esta es la razón por la que los habitantes de la región usan el amplio sombrero
“calentano”, elaborado con palma que la población de Tlapehuala teje a toda hora en
calles y casas.
Para fines prácticos, los suelos de esta región se clasifican como bajiales, los que se
encuentran cerca de los ríos; los barriales, que son terrenos arcillosos; los polvillos, que son
tierras francas y en los lomeríos. Los terrenos con materia orgánica de las áreas boscosas
de la región están en la sierras.
Técnicamente están divididos en: Acrisol, que se caracterizan por tener acumulación de
arcilla en el subsuelo, por su color que va del amarillo claro con manchas, por ser
generalmente ácido y moderadamente susceptible a la erosión. Se localizan en el centro–
sureste de la región.
Foezem, los que presentan principalmente una capa superficial obscura, suave, rica en
materia orgánica y nutrientes. Se localizan en algunas áreas al norte y sur.
Litosol, de suelo poco profundo, constituido por material pétreo duro y resistente dentro de
los 25 cm de profundidad. Se distribuyen en la región centro–norte y centro–sur.
18. Regosol, formado por materiales no consolidados, exceptuando los depósitos aluviales y
las arenas ferráticas; frecuentemente susceptibles a la erosión. Éstos son abundantes y se
ubican principalmente al norte y sureste con algunos manchones al oeste.
Luvisol, tienen un subsuelo rico en arcilla, frecuentemente rojo claro, aunque presenta
también tonos pardos o grises, que no llegan a ser obscuros.
El río Balsas es la corriente más importante de la región; corre de este a oeste. Su cuenca,
que abarca ocho entidades, tiene una extensión total de 112 305 km 2, de los cuales 35
829 (el 32%) corresponden al estado de Guerrero y 12 515 a la Tierra Caliente. De las sierras
del sur y hacia el río Balsas, a la margen izquierda, se encuentran los arroyos de:
Cuatepequito, que desemboca cerca del Balsas norte; los Herreros y Calaquial, que más
abajo forman el Apizahutli o Tetela, San Miguel Totolapan, Ajuchitlán o Truchas, Coyuca
de Catalán o Cuirio y Zirándaro o río del Oro, Cujurán y San Antonio; en la margen
derecha encontramos al Oxtotitlán, Santo Niño, Sultepec o Poliutla y el Cutzamala, más las
aportaciones que bajan del estado de Michoacán.
El camino paralelo al río Cutzamala conduce a cañadas y arroyos que forman parte de su
ancho valle, donde hay extensas playas de arena y piedra.
En esta región se ubica el distrito de riego número 57 y el IV de temporal. Cuando el río
Balsas entra a la región se aforan 7 021 000 m3/seg, y cuando recibe a los afluentes
mencionados, se incrementa al doble. En cuanto a la infraestructura hidráulica se refiere,
la primera extensión que se abre al riego es de 80 hectáreas. Con la construcción de la
presa derivadora de Amuco, se amplía a 500. En 1957 se instalaron dos sistemas de
bombeo: Las Brujas, en el municipio de San Lucas, Michoacán, y Las Querendas, en el
municipio de Pungarabato, para regar 2200 y 1200 hectáreas, respectivamente. Durante
el mismo periodo se construyó la presa de almacenamiento La Calera, con capacidad de
7.4 millones de m3, para irrigar 506 hectáreas. En 1968 se construyó la presa La
Comunidad, en el municipio de Ajuchitlán, para regar 2700 hectáreas. Entre 1970 y 1972 se
terminaron de construir dos de las presas con mayor capacidad de riego: la Vicente
Guerrero, en el municipio de Canuto A. Neri; la Hermenegildo Galeana, en Cutzamala, y
además, la presa Andrés Figueroa, en Ajuchitlán, lo que hace importante esta
región por sus presas de riego. En total, se benefician actualmente 27 000 hectáreas.
En épocas pasadas, el aprovechamiento del río Balsas se hacía por medio de norias
circulares, que permitían transportar el agua del río a los terrenos de bajial, en donde se
formaban hermosas parcelas con plantas de la región llamadas tamacuas.
La riqueza forestal maderable consiste en pino, cedro blanco, caoba, cedro rojo, encino y
oyamel, que se tienen en la Sierra Madre del Sur, San Miguel Totolapan. Ajuchitlán,
Coyuca de Catalán y Zirándaro. También hay plantas oleaginosas, como coyol, coquillo
de aceite, higuerilla, cacahuate, ajonjolí y cacahuananche. Del cascalote, la parota, el
timbre y el madroño se obtiene el aceite que se usa para el curtido de pieles que sirven
para la elaboración de huaraches, fuente económica de los pobladores de Tlapehuala y
Ciudad Altamirano. Las frutales son capulín, bonete, papaya, caimito, nanche, mango,
tamarindo, ilama, anona, almendro, árbol de pan, marañona, icaco, guayaba, huicón,
chucumpún (chucumpum), zapote, chicozapote, aguacate, ciruelo, limón y naranja.
En los llanos, los habitantes de la región cultivan maíz, sorgo, melón, sandía, pepino, frijol,
comba, y otras frutas y hortalizas. En las lomas y cerros, crían ganado bovino y caprino.
En las cimas de las sierras, las zonas áridas desaparecen, el clima se vuelve agradable y el
bosque tropical es denso. Abunda el bocote, el copal y el mezquite.
19. Dentro de la agricultura siempre ha figurado entre los principales cultivos el maíz, con el
62% de la superficie cultivada, el ajonjolí con el 22.83%, el sorgo de grano con el 6.6% y el
melón con el 1.27%; el resto de la superficie se ocupa en otros cultivos cuyo producto es
para consumo doméstico y comercio local.
La producción de maíz (en 2000) fue de 115 668 toneladas, con un rendimiento promedio
de 2450 kg por hectárea, bajo condición de riego, y de 1948 kg por hectárea, en áreas de
temporal. En el mismo periodo, la producción de ajonjolí fue de 12 920 toneladas, con un
rendimiento promedio de 588 kg por hectárea en terrenos de temporal. Este cultivo se ha
decrementado por falta de mercado.
La producción de melón se estima en 3461 hectáreas, con cosecha promedio de 69 200
toneladas por hectárea bajo condiciones de riego, y de 20 toneladas por hectárea en
áreas de temporal; representando el 32% de la producción agrícola regional en tierras de
riego. Este producto se exporta principalmente a EU y Japón, en sus variedades de
“chino” y “gota de miel”.
Las elevaciones principales son las siguientes: Ajuchitlán del Progreso: Cerro Azul, Águila y
San Lorenzo. Arcelia: El Verdel, La Bandera, El Gallo, Mesa del Gallo, El Aviluz, Las Flores,
San Miguelito y Campo Morado. Coyuca de Catalán: San Juan, Agua Zarca, El Chivo, El
Cigarrillo, La Caña, Cerro de Tejamanil o Cerro del Nudo, Santo Domingo de las Ánimas, y
La Víbora. Cutzamala de Pinzón: Tres Picos, Azul, Abadelista, La Guacamaya, Las Parotas,
Las Campanas, Cerro Prieto, El Salto, y Atotonilco. Tlalchapa: Otlaltepec, San Vicente y El
Guayabo, que provienen de la sierra de Sultepec. Tlapehuala: Cerro del Tinoco y El Mono.
San Miguel Totolapan: La Venta, El Gallo, El Frailillo, El Baule, San Jorge, San Pedro,
Tehuehuetla, Cerro Gordo, Cerro Azul, Otatlán, Coacoyul, Ventana, y Las Trincheras.
Pungarabato: Cerro de Chuperio, Tinoco y El Mono. Zirándaro: Cerro de Barrabás o del
Campo, Sierra de los Fresnos y Pico de Armenia.
Las principales comunicaciones que tiene la región son: la carretera de Iguala a
Zirándaro, que comunica con Teloloapan, Arcelia, Tlapehuala, Ciudad Altamirano y
Coyuca de Catalán; y la que la recorre de norte a sur, que viene de Toluca, pasando por
Temascaltepec, Tejupilco, Bejucos, Cutzamala, Ciudad Altamirano, Coyuca de Catalán y
Santa Teresa, Los Cundanes, Zihuaquio, Vallecito de Zaragoza y Zihuatanejo; y hacia el
estado de Michoacán, la carretera Zitácuaro–Huetamo–Altamirano. Con anterioridad a
1980 solamente había comunicación en Tierra Caliente por la margen derecha del río
Balsas; en la actualidad, el camino pavimentado de la margen izquierda comunica con
Coyuca, Ajuchitlán, San Miguel Totolapan y San José Poliutla. Además, cuenta con
ramales revestidos hacia Filo Mayor, que une a Coronillas, Tehuehuetla y El Espíritu. La
región cuenta con caminos y carreteras pavimentadas.
La actividad turística en la región es incipiente, sin relevancia com o actividad económica,
pues no se cuenta con atractivos turísticos de importancia. Sólo hay vestigios de culturas
antiguas en las yácatas de Itzimbaro, municipio de Pungarabato, y en el Cerro de los
Monos, en Tlalchapa.
El evento más trascendente fue el Maratón del río Balsas, cuya importancia internacional
concentraba a numerosos participantes y espectadores.
La infraestructura hotelera está representada por establecimientos ubicados
principalmente en Ciudad Altamirano, Coyuca de Catalán y Arcelia. Algunos se
consideran de tres estrellas.
El comercio ocupa un lugar predominante respecto a otras actividades económicas;
absorbe entre el 20% y 25% del total de la población económicamente activa, incluyendo
20. la prestación de servicios. Se desarrolla a partir de dos centros de abasto y distribución,
que son Ciudad Altamirano y Arcelia; tres subcentros, que son Tlapehuala, Ajuchitlán del
Progreso y Coyuca de Catalán. Se cuenta con 2587 establecimientos comerciales del
sector privado, de los cuales el 80% son comercios pequeños de corte tradicional y el 20%
restante pertenece al comercio mediano, localizado generalmente en las cabeceras
municipales. Por parte del sector público existen 70 tiendas: 15 urbanas y 55 rurales, así
como dos almacenes. Hay dos farmacias populares, dos tiendas de autoservicio del ISSSTE
y una de la SEDENA. (Los datos corresponden al año 2000).
La industria aurífera es muy importante para el desarrollo económico de la comarca que
comprende Paso de Arena, Guayameo y Zirándaro, distinguiéndose por la producción de
joyas de oro. El área tiene muchos otros minerales por explotar.
En el mercado de Ciudad Altamirano se venden vistosas joyas de oro macizo que van
desde el kilataje más bajo hasta el de 24; hay puestos del preciado metal, en
abundancia. Tendidos sobre pedazos de papel de china color rojo, acomodadas con
cierto orden, se aprecian fabulosas obras del orfebre calentano. Hoy son famosos los
centros joyeros de Ciudad Altamirano.
El sector oficial ha tratado de que se normen y racionalicen los agentes económicos que
participan de esta actividad, mediante el Sistema Nacional para el Abasto. Se ha
trabajado en programas tendientes a modernizar y eficientar la actividad comercial y
elevar el abasto de productos básicos de las familias de escasos recursos económicos; sin
embargo, poco se ha logrado para contrarrestar los efectos del intermediarismo y el
acaparamiento.
Ciudad Altamirano cuenta con un aeropuerto de mediano alcance, y aeropistas más
cortas en Guayameo, Zirándaro, Cutzamala de Pinzón, Tlalchapa, Ajuchitlán, Arcelia, San
Miguel Totolapan y Toro Muerto.
Las nueve cabeceras municipales cuentan con servicio telefónico de larga distancia,
concentrándose el mayor número de aparatos en Ciudad Altamirano, Arcelia, Coyuca de
Catalán (cabecera del distrito de Mina) y Tlapehuala. El correo tiene una oficina en cada
cabecera municipal y agencias diseminadas en las localidades más importantes.
Las poblaciones de Coyuca de Catalán, Ciudad Altamirano y Arcelia cuentan con la
mayor parte de la población urbana, así como de las actividades comerciales y de
servicios.
Las nueve cabeceras cuentan con sistema de drenaje, en su mayor parte incompleto. El
agua potable llega a la mayor parte de la población. La prestación del servicio de
energía eléctrica se dificulta por la lejanía y difícil acceso de las comunidades; Arcelia,
Coyuca de Catalán y Zirándaro son los municipios más rezagados en este aspecto.
En el rubro vivienda, el índice de hacinamiento asciende a 6.5 habitantes por vivienda, en
promedio. Situación que se acentúa en las áreas rurales y semiurbanas. Los municipios con
mayor problemática son: Zirándaro, San Miguel Totolapan, Tlalchapa y Tlapehuala.
En materia de daños ecológicos destacan la dispersión de desechos sólidos y la
contaminación de los ríos; al aumentar la superficie irrigable, aumentará la contaminación
de la tierra y el agua, derivado del mayor uso de pesticidas e insecticidas. Es necesario
limpiar el río Balsas y sus afluentes.
Los Servicios Estatales de Salud con que cuenta la región atienden a 157 820 personas; el
IMSS, 20 074; el ISSSTE, 38 173; la SEDENA, 1342, y las empresas médicas privadas, 24 231.
21. Estos servicios de salud constan de 53 unidades de primer nivel con 76 consultorios; 41
corresponden a los SES; el ISSSTE tiene 10 unidades médicas familiares y el IMSS dos. El
recurso humano lo integran 90 médicos, 115 enfermeras, 57 paramédicos y 88
administrativos, en el primer nivel; el segundo nivel en el IMSS está compuesto por 17
médicos, 20 enfermeras, 15 paramédicos y 12 administrativos. (Datos de 2000).
En Tierra Caliente habitan 12 916 niños de cuatro a cinco años de edad; 9650 son
atendidos por 407 educadoras en 256 jardines de niños, lo que equivale al 75% de la
demanda potencial. La educación primaria se imparte a 76 000 niños, atendidos por 2205
maestros en 540 escuelas. En educación secundaria la población es de 11 248 alumnos
que son atendidos por 698 maestros en 69 planteles. La cobertura alcanzada es del 66%.
En el nivel medio superior existe una demanda de 2964 aspirantes, de los cuales sólo el
48% es atendida, lo que representa el 6% del estudiantado estatal. En este nivel operan 10
planteles con 317 docentes, entre CBTA, CBTis y otros planteles, ubicados en distintos
lugares de la región. El nivel superior se imparte en la escuela veterinaria de la UAG. (Datos
de 2000).
La gastronomía de la región brinda a los visitantes platillos típicos variados con
características especiales en su elaboración y sazón.
Dentro de su fauna existen aves pequeñas de vivos colores, aguilillas y gavilancillos, y
carnívoros como puma, gato montés y coyote. En la zona cálida y seca abundan los
reptiles, y roedores como el cuinique, que se alimenta con las semillas e invade los t errenos
de cultivo en época de siembra; arácnidos como el escorpión, el alacrán y la tarántula.
Los calentanos son muy alegres y aprovechan diversos acontecimientos familiares y
sociales, como bautizos, cumpleaños, bodas, etc., para la celebración de fiestas donde
se tocan y bailan distintas melodías. En los velorios se interpreta música para la ocasión,
que refleja la tristeza de los acompañantes y dolientes. Hay corridos, marchas, boleros,
pero sobre todo se tocan sones y gustos que son interpretados por conjuntos musicales
que se forman por uno o dos violines, una o dos guitarras sextas y una tamborita de doble
parche de cuero de venado o chivo y aros de cinchete, del tipo del redoble militar.
Ocasionalmente se usa la guitarra panzona o “de golpe” de seis cuerdas o el guitarrón de
son abajeño.
Los instrumentos melódicos son los violines, y los armónicos o rítmicos, guitarra y tamborita.
El son proviene de cancioncillas españolas salpicadas del sabor local mexicano que junto
con los villancicos de los siglos XVI y XVII formaban el llamado “sonecito de la tierra”, y
dieron origen al género festivo llamado son, casi siempre lírico y con complicados
acompañamientos para un zapateado que es de gran dificultad, ya que incluye
numerosos redobles que se ejecutan con mucha rapidez.
En Tierra Caliente el son tomó carta de naturalización, con algunas características locales
que se conservan hasta la fecha. El gusto, por su parte, parece derivarse de los jarabes
antiguos llamados “gitanos” y “pan de jarabe”, que en su tiempo fueron prohibidos,
porque se consideraban licenciosos, lascivos y obscenos los movimientos que se
ejecutaban al bailarse. Los jarabes son algo más lentos que los sones; por ello el gusto
calentano es de melodía más lenta, cantando coplas líricas y picarescas, en tanto que el
son es más rápido y a veces no tiene letra.
Los gustos abordan, en sus coplas, temas que se relacionan a las actividades de las
haciendas y sus personajes, o hablan de las bellezas de la región. El son hace referencia a
la fauna, y los bailarines imitan los movimientos de los animales que se mencionan en las
coplas. En uno y en otro se trata de música alegre y típicamente mestiza, sin rasgos de la
22. música indígena. Son dos géneros musicales ligados al baile social por parejas que
expresa siempre el asedio y coqueteo entre el hombre y la mujer, pero sin que las parejas
se toquen. Ambos combinan partes instrumentales con partes cantadas. Las primeras se
zapatean vigorosamente, mientras que las segundas, acompañadas discretamente por
los instrumentos, sirven a los bailadores para realizar descansos o “paseos”. El ritmo es de
3/4 para los gustos y 6/8 para los sones. Las canciones están compuestas de coplas
amorosas llenas de picardía; abundan en doble sentido y con frecuencia los versos se
repiten en el canto. Para animarse a sí mismos, músicos y bailadores lanzan gritos o
exclamaciones al tocar y bailar.
El maestro Félix Manuel Villela Hernández, en su estudio sobre los glifos ytoponimias de las
cabeceras municipales de Tierra Caliente, señala: “El término glifo, es parte integral de la
palabra jeroglífico, del griego: hierós, sagrado; y glyphein, grabar. Son figuras que forman
parte de una escritura o de un alfabeto (ideográfico) de lenguas antiguas. En sus inicios
eran usados por los sectores cultos de la sociedad, principalmente la sacerdotal.
“Estos signos, solos o entrelazados, expresan palabras, frases, ideas y oraciones. Muchos
pueblos del mundo antiguo, los usaron. En México la escritura jeroglífica náhuatl, mixteca,
zapoteca, tlapaneca y maya, fue extensa y artística. Aparecen en códices, planos,
mapas, pinturas, cerámica, monumentos, estelas, frisos, altares, jambas, peldaños, muros,
esculturas, calendarios, tronos, tableros y objetos de adorno. Para su estudio se clasifican
en: 1.Figurativos o pictógráficos. 2. Ideográficos. 3. Fonéticos o silábicos, y 4.Iconomáticos.
“Antonio Peñafiel, hace relación de ellos en Nombres geográficos de México, 1885.
Nuestros pueblos conservan sus nombres precolombinos originales, y los manifiestan con
un símbolo del glifo que lo representa.
“El pueblo purépecha tiene como antecedentes, un tanto limitados, el Lienzo de
Jucutacato y la Relación de Michoacán. Poco se puede decir de sus representaciones en
glifos, para expresar toponimias. Pero por afinidad, se deducen algunos, y se aceptan
otros. Los principales códices aquí, son: el Mendoza, Azoyú I y II; el Humboldt, el Cualac,
Veinte Mazorcas. Los lienzos de Chiepetlán, de Aztectépec y Citlaltépec, de
Totomixtlahuacán, y la Matrícula de Tributos, por citar algunos.