Reseña descriptiva goria bernal- guia de escritura
Relatoria rousseau
1. PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
Maestría en Educación
Seminario .Modelos Pedagógicos
Docente: Rafael Reyes
Estudiantes: Nadia Flores, Alfredo Pachón,
Ángela Vargas y Catalina Roa.
Emilio
Libro Primero
“Todo está bien al salir de manos del autor de la naturaleza; todo degenera en manos del
hombre” (Rousseau, 1762:8)
El epígrafe recoge la reflexión inicial del autor en este primer libro. Rousseau resalta con insistencia
la inconformidad del hombre frente a lo creado por la naturaleza y su impulso por adiestrarse a sí
mismo, a sus semejantes y a todo cuanto le rodea. “(…) nada le place tal como fue formado por la
naturaleza; nada, ni aun el hombre, que necesita adiestrarle a su antojo como a los árboles de su
jardín” (Rousseau. 1762 p:8). Sin embargo, ese adiestramiento resulta necesario pues poco
provechoso sería que el hombre se mantuviera en el estado en el que nace. En el caso del hombre,
ese adiestramiento o enderezamiento –porque se busca darle la posición correcta- tiene lugar en la
educación1. “Nacemos débiles y necesitamos fuerzas; desprovistos nacemos de todo y necesitamos
asistencia; nacemos sin luces y necesitamos de inteligencia. Todo cuanto nos falta al nacer, y cuanto
necesitamos siendo adultos, se nos da por la educación”. (Rousseau, 1762:8).
En la línea de lo anterior Rousseau enuncia tres tipos de educación a los que es sometido el hombre.
En primer lugar, habla de la educación de la naturaleza haciendo referencia al desarrollo de las
facultades y órganos. En segundo lugar, se refiere a la educación de los hombres que tiene que ver con el
uso que aprendemos a hacer del desarrollo anterior. En tercer lugar, el autor menciona la educación
de las cosas relacionada con lo que nuestra propia experiencia nos permite conocer sobre los objetos.
Estas tres educaciones dan constantes lecciones al hombre, quien es bien educado sólo si pone en
armonía lo que cada una de éstas aporta para un mismo fin.
De las tres educaciones la única que está someramente dentro del control de los hombres es la
segunda, pues la de la naturaleza y la de las cosas se escapan a su dominio (aunque está última entra
en parte dentro de su control). En esta línea, Rousseau continua afirmando que la educación
siempre se acerca a un propósito, pero dado que ésta es arte, es claro que finalmente nunca lo
alcanza en su totalidad. Dicho propósito, en el que deben converger necesariamente las tres
educaciones para alcanzar la perfección, tiene que ver con el mismo de la naturaleza pues la
educación de ésta está totalmente fuera del control del hombre, de manera que éste centra su
dominio en alinear las otras de alguna manera con la educación de la naturaleza para evitar
contradicciones que desencadenan en mala educación.
1
La educación, al menos la primera que es la más importante, compete a las mujeres. Son éstas quienes más
interés tienen en la formación del hombre y además, quienes más influencia tienen.
2. El fin de la educación de la naturaleza es, en pocas palabras, el hábito. Las disposiciones de antipatía
y simpatía de los sujetos con respecto a los objetos aumentan proporcionalmente con nuestra
sensibilidad y nuestra inteligencia, pero mantenidas al margen por nuestros hábitos y modificadas
por nuestras opiniones.
Aunque el propósito podría ser reducir todo a las disposiciones primitivas, esto no es posible, pues
como hemos visto, las tres educaciones son opuestas: entre la educación para uno mismo y la
educación para la sociedad, ¿formar a un hombre o a un ciudadano? No es posible perseguir de
manera coherente los dos propósitos. En este sentido, es claro que las instituciones sociales son
precisamente aquellas que propenden por hacer invisible la naturaleza del hombre, logrando que en
lo particular no tenga sentido, sino que tenga lugar sólo en tanto parte de una unidad.
En el marco de lo anterior, surgen dos formas de institución: la pública - común y la particular -
doméstica. Sin embargo, Rousseau reflexiona sobre la imposibilidad de que en los tiempos actuales
existan instituciones públicas en tanto el sentido de patria y ciudadano se ha desdibujado. Con
respecto a la escuela, plantea su posición frente a la no consideración de ésta como institución
pública en la medida en que busca dos fines, que como vimos, son contrarios: formar hombres y
formar ciudadanos. En esta línea, sólo es posible pensar en formar para la vida, no
sobreprotegiendo de la realidad a los sujetos, sino permitiéndoles vivir su vida, sólo así es posible que
definan su oficio y disfruten de lo que implica vivir, no en la sencillez y la diversión, sino en la
complejidad que esto implica.
Para Rousseau la vida en familia - el atractivo de la vida doméstica - se constituye en un antídoto
contra las malas costumbres, pues la presencia de los hijos se hace grata, los padres estrechan sus
lazos conyugales; y las tareas del hogar son la labor más preciada para las mujeres y la tranquilidad
para los hombres. Esto lleva a que las mujeres sean madres y los hombres padres y esposos. Así
pues, aunque la mayoría de las mujeres dejaron de lado su rol de madres, existen algunas que, más
allá de la moda y los clamores de su sexo, desempeñan su labor con valentía. Para éstas está
asegurado el amor de sus hijos y esposo.
La labor de la madre es central en el planteamiento de Rousseau, ya que “sin madre no hay hijo;
son recíprocas las obligaciones entre ambos, y si se desempeñan mal por una parte, serán
desatendidas por la otra” (Rousseau, 1762:23). De este modo, la madre que no cuida de su hijo lleva
a que el amor de éste por ella desfallezca. No obstante, Rousseau critica no sólo a las madres que
descuidan a sus hijos, también a aquellas que se exceden en cuidados y protección. Ellas, que evitan
que sus hijos sientan las penas, el dolor y los peligros de la vida, están obviando que las
contrariedades ejercitan a los niños, endurecen su temperamento y les enseñan a soportar la pena y
el dolor. Pero dicha ejercitación se debe dar en los primeros años de éstos, puesto que no se expone
su salud y su vida, sin embargo, el adulto que de niños no se ha enfrentado al hambre, al dolor, a la
inclemencia del clima, etcétera; no lo resistirá.
Por otra parte, advierte Rousseau de los peligros que tiene dejar en manos de un preceptor al niño
que ha sido criado atendiendo a sus caprichos y a los de su madre, ya que luego de haber llenado su
mente de conceptos, “este niño esclavo y tirano lleno de ciencia y falto de razón, tan flaco de cuerpo
como de espíritu, es lanzado al mundo descubriendo su ineptitud, su soberbia y sus vicios todos,
hace que se compadezca la humana miseria y perversidad” (Rousseau, 1762:26). Es así como, el
3. autor aconseja que sea la madre la nodriza del niño y el padre el preceptor, en razón que mejor
educa un padre juicioso, que un maestro muy hábil. Además, no basta con mantener a los hijos
para hacer de ellos hombre sociables, debe educarlos. Pero, si va a encargar esa noble labor en
manos de otro, este ayo no puede ser un hombre vendible, a causa de que la labor del institutor es
tan noble que no se puede ejercitar por dinero, de igual forma, éste debería ser bien educado, pues
no es posible que una persona mal educada pueda educar bien a otra. No obstante, Rousseau es tan
consiente de las grandes obligaciones que tiene un preceptor, que nunca aceptaría este cargo, en
cambio, crea a un alumno imaginario, Emilio, para mostrar cómo se podrían poner en práctica los
principios de educación dados por él.
Es así como plantea que el ayo debería ser un hombre joven, que acompañe a aquel que está
educando por aproximadamente 25 años (incluso desde antes de nacer), no debe llamarse preceptor
en la medida que no da preceptos, sino debe permitir que su alumno los halle. De igual forma, la
educación brindada por el ayo debe lograr que el hombre se forme apto para todas las
circunstancias de la vida y, como condición, el alumno debe obedecerle y no pueden ser separados
sin sus consentimientos. Además, deben amarse mutuamente y el alumno debe ser sano, así que,
Emilio no necesitará de un médico a no ser que su vida esté en inminente peligro. “Los dos médicos
eficaces del hombre, son la templanza y el trabajo; este agudiza el apetito y aquella le impide los
abusos” (Rousseau, 1762:37).
Rousseau, a través del Emilio, nos deja ver cómo las necesidades del ser humano comienzan con su
vida, siendo las primeras instancias del estado del hombre la debilidad y la miseria. Propone un
modelo de educación para el niño en el cual la propia naturaleza debe ser el todo, con el fin de
formar individuos libres y autónomos que sean capaces de desarrollarse y valerse por si mismos en
su medio social. La construcción de ese hombre natural y de bien, depende, de un lado, de la
naturaleza cubierta de bondad, de bien físico y espiritual y, de otro, de la crianza directa por parte
de una persona de bien. Por el contrario la variación de personas que cría el niño hace que
disminuya su estimación y la autoridad sobre él. De manera que, lo ideal es que el niño reconozca a
sus seres superiores. Además, el autor señala con insistencia la importancia de la libertad del cuerpo
del niño, permitiendo su movimiento y reconocimiento. La atención física ayuda al niño a que viva
y evita que se enferme.
Con la vida empieza la educación y desde ese entonces el niños es discípulo de la naturaleza. El
hombre es el único ser que nace con la capacidad de aprender, pero sin saber ni conocer nada;
teniendo reacciones mecánicas, sin voluntad, ni inteligencia. De manera que, la educación del
hombre empieza desde su nacimiento, desde antes de percibir con sus sentidos. El niño desde sus
inicios tiene sensaciones únicamente afectivas y en él sólo discrepan placer o dolor; luego pasa a las
sensaciones representativas de los objetos. Después, el adulto lo acostumbra a horarios e intervalos,
transformando las necesidades en hábitos, volviendo lo natural costumbre (degeneración de lo
natural). Por el contrario, el autor expone que la única costumbre que el niño debe tener es la
libertad: debe ser dueño de si mismo y hacer su voluntad.
Cuando el niños nace, no tiene activas la imaginación y la memoria, sólo está atento a lo que
impresiona sus sentidos. Es necesario dar rienda suelta a su inquietud, por medio de ésta aprenderá
y, a través del movimiento reconocerá el mundo después del yo. Entonces, la debilidad y la miseria
son las primeras instancias de estado del hombre, siendo sus primeras voces quejidos y llantos.
4. En la parte final del primer libro, Rousseau presenta sus apreciaciones sobre los inicios de algunos
conceptos en la infancia y de cómo no saber atender las acciones propias de esta edad conlleva a la
formación de niños con modales inadecuados y concepciones de mundo erradas, lo que no facilitará
sus procesos venideros, sean éstos experiencias y/o aprendizajes.
Considera el autor que el llanto, primera forma de comunicación, es el eslabón inicial en la cadena
que constituirá su orden social. Ceder al llanto, en cualquiera de sus presentaciones, causaría
hábitos inadecuados, ya que si el adulto no logra entender los gestos del niño, ni interpretar sus
necesidades, generará una conciencia de dependencia o espíritu de dominación. Evitar que el llanto
continúe genera servilismo en el adulto, en la medida que cada vez que el niño recurra a este gesto
conseguirá lo que desea, sin entender lo que realmente es necesario. De esto dependerá que se
acostumbre “a no mandar ni a los hombres, porque no es su amo, ni a las cosas, porque no le oyen”
(Rousseau, 1762:54).
La concepción de bueno y malo está dada por el adulto, ya que las acciones del niño no van
acompañadas de razón, por eso no hay moralidad, ni conciencia de lo que está haciendo mal;
cuando destruye está probando su superioridad: lo malo es débil, lo bueno es fuerte, lo malo
siempre será inferior a lo bueno. Cuando el adulto conoce los gestos del niño, y actúa en
consecuencia, permite que aprenda a hacer las cosas por sí mismo y exija menos de los demás. En
relación con esto, el autor planeta que las condiciones sociales determinan el nivel de dependencia:
es menos dependiente un niño de familia pobre, pues tiene que aprender a acceder por si mismo a
las cosas.
A manera de cierre…
La lectura del primer libro del Emilio de Rousseau nos permite ver desde otro ángulo la educación y
concebir de manera diferente al niño como sujeto de la misma. En la tensión entre la tiranía de la
infancia y la formación pensada en términos de servir a la sociedad, surge la pregunta por el lugar
de los modelos pedagógicos en función del sujeto que se quiere formar, y en reconocimiento de la
complejidad de educar. Así, la respuesta, aunque inacabada, nos lleva pensar en la necesidad
imperativa de propender por una formación, una educación total, que permita al sujeto tener
control de sí mismo, autonomía, encontrar un sentido a su existencia y a su vida, concebirse como
miembro de una sociedad que piensa por sí mismo reconociendo la razón de otros, capaz de
inquietarse a si mismo e interrogar lo que es, entre otras.