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Para todas aquellas personas que lean esta historia, ya sea ahora, durante su
producción o en el futuro.
Nunca sabes lo mucho que tus actos pueden influir en la vida de las personas.
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ÍNDICE
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
SOBRE LA AUTORA
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SINOPSIS
No tenías nada que yo buscase. De hecho, eras lo contrario a mi tipo. Estoy
completamente seguro de que en la vida me hubiera fijado en una chica como tú,
nunca. Y ahora, mírame. Soy como un perro vagabundo y hambriento, pero en vez de
buscar un hueso que morder, busco la más mínima y mísera de tus miradas. Estoy
rendido ante ti, y ya no se qué hacer para tratar con esta jodida mierda.
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CAPITULO 1
Narra Carina
Las luces de la discoteca Benidorm me estaban abrumando. Rocky y yo
llevábamos como una hora ahí metidas, y ella ni siquiera me había dejado sentarme en
un taburete a tomar un Dr. Pepper. Bueno, esa era una de sus reglas: “de fiesta, solo
alcohol y baile”. Aun siendo tan diferentes, de verdad que no sé cómo podíamos ser
amigas.
—Estoy agotada, Rocky, necesito sentarme o salir a tomar el aire.
—¡Vamos Cari! ¡Que la noche es joven!
Rodé los ojos mientras me daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia la barra.
Ella me agarró de la muñeca y fue conmigo hacia uno de los taburetes.
—Dos vodkas con cola —pidió al camarero.
—¡Que sea solo uno! —Me apresuré a corregir—. Para mí un Dr. Pepper.
Rocky me lanzó una mirada envenenada. Esa era la segunda de sus reglas de
oro de salir de fiesta que rompía, ¡y en menos de cinco minutos!
—Sabes que mañana tengo que ir a cuidar al hijo de la señora Moore. No es
bueno presentarse con resaca el primer día de trabajo.
—Aburrida —farfulló mi amiga mientras el camarero la traía su bebida—.
Dentro de poco cumplirás los diecisiete, y entonces no te escaparás. Te emborracharé
como una cuba y no llegarás viva a casa.
—Te tomo la palabra —me reí mientras tomaba el primer sorbo de mi bebida
con sabor a cereza.
—Dios, ¿has visto esos bombones de ahí? Señor, como adoro esta discoteca.
Dirigí mi vista hacia donde ella señalaba, en la pista, a un grupo de tres chicos.
Dos rubios y uno moreno. Todos demasiado cliché para mí. Altos, fuertes y bien
vestidos. Y para completar con lo estadístico, una chica también alta, rubia y con tetas
enormes (vamos, todo lo que yo querría ser), se acercó al moreno. Visto y no visto, a
los dos segundos ya debía tener la lengua metida hasta dentro de su campanilla,
mientras sus otros dos amigos vitoreaban como locos.
Rocky resopló a mi lado.
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—Caso perdido, si ese son el tipo de chicas que están en su liga, no hay nada
que podamos hacer.
Sonreí suavemente. Sinceramente, ella sí tendría alguna posibilidad, al menos
más que yo. Sin embargo no podía decírselo, estaba segura de que jamás me daría la
razón y no quería iniciar ninguna discusión. Rocky era preciosa. Su pelo negro, liso y
brillante. Sus ojos verdes oscuros con mirada felina, como la decía mi hermano Jake
para tomarla el pelo. Tal vez pesase un kilo o dos de más, pero en eso se quedaba. No
se podía considerar siquiera “rellena”, y mucho menos gorda. Aunque tenía una insana
obsesión con su culo, yo mataría por tener sus tetas. De verdad. Pero, ¿quién querría
ser como yo? Yo, el tipo de nadie. Mi pelo no era negro brillante, sino esa combinación
entre castaño y oscuro, demasiado soso. Mis ojos oscuros no podían llamar la
atención, y era tan baja y tan plana que no tenía ningún atractivo físico. Aun no
entendía como mi carnet falso funcionaba conmigo… ¡Ni siquiera tenía culo!
—¡Santa madre! ¿No es ese Dan Watson? —Gritó Rocky tan alto, que me
extrañó que el susodicho no se girase—. ¿Qué demonios está haciendo aquí?
Reí por lo bajo mientras mis ojos se posaban sobre él. Hacía unos años era el
chico que mejor me conocía del mundo. Algo así como mi mejor amigo, pero lo fastidió
todo. ¿Y cómo lo hizo? Pretendiendo ser algo más que eso, amigos. Pero ya había
cruzado la frontera hacia la amistad hacía tanto tiempo que se me hacía imposible
mirarle de otra forma. Cuando le rechacé él simplemente dejó de quedar conmigo, se
alejó y ahora solo hablamos de vez en cuando.
—Oh, Dios, no, se está acercando —susurró por lo bajo Rocky con voz
dramática.
Rodé los ojos mientras, efectivamente, Dan caminaba hacia nosotras.
No es que fuese feo, sino… Es difícil de explicar. Podría pasar por un chico
estándar. Ojos marrones, pelo castaño, estatura media, tal vez tirando a delgado… Y
además era muy agradable, aunque un poco pesado. El problema era que estar en el
equipo de matemáticas y física del instituto le quitaba todo el encanto. Y más cuando
se ponía hablar de formulas químicas, como si fuesen algo alucinante que tú deberías
saber por el mero hecho de existir. Vamos, que terminaba aburriéndote.
—¡Carina! —Me saludo.
Oh, señor, ya empezamos. Sólo mi madre y él me llaman por mi nombre
completo. Cuando éramos amigos acabé por desistir en mis intentos.
—¿Cómo tú por aquí? —Preguntó Rocky con voz falsa.
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Dan la ignoró. Me mordí la lengua tratando de no reírme. Ellos dos no se
aguantaban. Francamente, creo que él la tenía algo de celos ya que se convirtió en mi
amiga cuando se alejó de mí porque le rechacé. Y en cuanto a ella… No sé, pero
comentaba algo de malas vibraciones sobre él.
—Cuanto tiempo, Dan —le saludé dando otro sorbo a mi bebida—. ¿Tomas
algo?
—No, he venido solo un rato —contestó negando con la cabeza—. Además un
exceso de alcohol puede hacer que las neuronas se quemen porque los
neurotransmisores…
—Oh, Dios, yo sí que necesito otro vodka —le cortó Rocky llevándose las manos
a la cabeza con un ademán exagerado—. Con esas palabras tú sí que conseguirás
quemar las mías.
—No es de extrañar que esa afirmación venga de tu parte, Lane.
Y ya empezaban. Me lo estaba viendo venir. Mis ojos volaron de nuevo a la
pista. La gente seguía bailando, bebiendo, y podía decir acertadamente que más de la
mitad de los presentes éramos menores de edad con carnet falso. Entonces vislumbré
al grupo de chicos de antes. Pero en aquel momento eran menos. Sólo quedaban los
dos rubios, hablando con una chica parecida a la anterior. El moreno seguramente
habría ido a hacer cosas que no quería saber con la otra a algún lugar apartado. Nota
mental: solo por precaución, no poner un pie en los baños de este local.
—Cari, creo que ya es hora de irse —interrumpió Rocky mis pensamientos—.
Tu madre quería que estuviésemos pronto en casa.
—¿Queréis que os lleve? Mi coche está aparcado ahí fuera.
Miré a Dan y su cara de cachorrito. Detrás de él, Rocky me hacía señas
negativas con las manos. Una de ellas era meterse un dedo a la boca como si
pretendiera vomitar.
—No, Dan, no hace falta. Mi madre nos dejó el coche y debemos llevarle.
Muchas gracias de todos modos.
—¿Y ya te vas? ¿Tan pronto?
—Oh Dios mío —bufó Rocky—. Dame las llaves, que te espero en el coche.
Le pasé mi bolso entero a mi amiga y desapareció escaleras arriba. Ahora me
dejaba con Dan. Solo rezaba para que no se pusiese en plan…
—Entonces, ¿todavía vienes aquí con tus amigas?
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Me mordí el labio inferior, sabiendo lo que eso significaba.
—Sí, Dan. Vengo aquí con Rocky y no con un chico, porque todavía no he
encontrado al indicado.
—Eres demasiado exigente.
Elevé una ceja divertida. Sólo pensaba que era exigente porque le había dicho
que no. Y no pensaba tratar ese tema en ese momento. Además, Rocky tenía razón y
ya era hora de irme a casa.
—Ha sido un placer hablar contigo, Dan —comencé a despedirme,
levantándome de la silla—. Pásatelo bien, ya nos veremos otra noche.
—¿Te acompaño hasta la puerta?
—No, no hace falta, gracias —le grité alejándome a grandes zancadas de él.
La verdad, llegaba un momento en el que se podía poner incluso pesado.
Caminaba hacia la salida tan rápido que no me di cuenta de que tropecé contra alguien
hasta que la bebida de ese “alguien” quedó esparcida por todo mi pelo y ropa. Sí,
contras de ser tan baja, las bebidas van primero a la cabeza y luego a la ropa. En otras
circunstancias seguramente me habría disculpado y salido de esa situación lo más
rápido posible, pero hablar con Dan me había alterado, y mi capacidad de paciencia y
estrés había mermado desde que Rocky me había hecho pasar más de una hora dentro
de ese antro. Por eso, y mil disculpas más que ahora no tengo cabeza para pensar,
acabé gritando:
—¿Es que no puedes siquiera sostener bien tu bebida?
Y cuando alcé los ojos hacia la persona, me di cuenta de que era un chico, pero
no uno cualquiera. Uno cuyos ojos azules consiguieron instalarme en ellos, paralizarme
momentáneamente, y olvidarme del resto del mundo. Oh, bueno, eso hasta que la
chica rubia que llevaba de la mano me lanzó también su copa directa a mi pelo. Sí,
exactamente, era el moreno del grupo de chicos.
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CAPÍTULO 2
Narra Luca
—¿Vendrá esta noche Amy?
Me giré hacia Shawn mientras tomaba un trago de mi cerveza. ¿Y por qué
demonios le importaba a él si vendría o no Amy? Que yo supiera, la chica solo estaba
interesada en ligar conmigo, no con ellos. Además, no era mi novia, así que no había
razón alguna para que yo lo supiese. Opté por encogerme de hombros.
—Me da a mí que la respuesta viene hacia aquí —contestó entonces Alan, su
hermano.
Me giré justo a tiempo para verla. Amy, con su pelo rubio, opaco por las luces
de la discoteca. Sus piernas de modelo largas y esa camiseta que dejaba el alma al
descubierto. La clase de chica que era mi estilo. La clase de chica que me besaría sin
decirme ni un “hola”. Y eso era lo que Amy Randle estaba haciendo. Ciertamente, yo
tenía unos cánones muy establecidos: guapas, altas y rubias. Bueno, lo último podía
variar un poco. Especialmente a pelirroja.
—¿Vamos al baño, Luca? —Me susurró ella, después de separarse de mí.
Torcí el gesto. El baño no era buena opción. Aparte de ser sucio y levemente
asqueroso, por mucho que me gustasen las chicas, yo desde luego no era del tipo que
se enrollaba con una en el baño.
—Mejor fuera, dulzura.
Les di un guiño a mis amigos, quienes vitorearon mientras me la llevaba hacia la
salida del antro. Sin embargo nada más salimos fuera unas amigas de Amy nos
rodearon. Comenzaba ya a aburrirme de la situación y aquello parecía extenderse, por
lo que agarré a Amy del brazo y la dije que volvería dentro.
—Espera, Luca, voy contigo.
Así, Amy agarró uno de los vasos de sus amigas y me siguió al local. Fui a beber
un sorbo de mi cerveza cuando un cuerpo colisionó contra el mío, provocando que mi
cerveza se callera sobre él. Iba a decir algo cuando reparé en que era una chica. O una
cría, por su estatura. No tenía ni idea de cómo la habían dejado entrar, pero de todos
tenía otra regla y esa era no pelear nunca con mujeres. Y entonces ella habló.
—¿Es que no puedes siquiera sostener bien tu bebida?
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Unos ojos negros y avispados me miraron fijamente. Sus mejillas sonrosadas y
su cara redonda le daban un aspecto lamentablemente infantil. Debía de tener quince
años o algo así. Pero no pude decir nada, porque entonces Amy tiró con ganas su
bebida contra aquella chica.
—Un poco más de respeto a tus mayores, mocosa —le dijo, dándome la
sensación de querer iniciar una pelea de gatas.
Las mejillas de la chica se encendieron más aun. Parecía que se iba a poner
interesante, cuando uno de los tíos fuertes de la puerta se dio cuenta de lo que pasaba
y se acercó a nosotros.
—Vosotros, los carnet.
Maldición. No era que me importase mucho, tenía 18 años y esa ya era la edad
legal para entrar al bar, pero no para sostener la bebida que llevaba en la mano.
—No hay problema, tío —traté de tranquilizar la situación levantando una
mano en son de paz—. Ella ya se iba.
Dirigí mi mirada a la chica. Sus ojos eran realmente oscuros, pero de una
manera que la hacía bonita. Ella me miró momentáneamente, rodó los ojos como si
aquella situación la molestase, y asintió con la cabeza. Me lanzó una última mirada
antes de irse, de esas que podrían atravesarme de lado a lado y deshacer mis órganos
por el camino, y desapareció fuera del local.
Amy me agarró de la mano y me llevó de nuevo dentro a continuar la noche.
Acabé mi cerveza, pedí otra, besé a Amy más veces, muchas más veces de hecho, y
bebí aun más. Así que cuando me desperté en mi habitación a la mañana siguiente, el
dolor de mi cabeza y la necesidad de agua de mi organismo eran inaguantables.
Miré el reloj. Eran las dos del mediodía. Mi madre ya se debía de haber ido a
trabajar. Sin molestarme en ponerme más encima salí en mis bóxers y descalzo a la
cocina, dispuesto a agarrar un bote de zumo, bebérmelo lo más rápido que pudiera, y
salir un rato a correr. Me eché el jugo de naranja en un vaso de esos de medio litro.
Bostezando, me deslicé hacia el salón para comprobar que decía el periódico. Y
entonces colisioné, como la noche anterior, contra alguien. Y tiré mi todo mi zumo
sobre esa persona. Pensando que se trataba de Sarah, mi hermana pequeña, estaba a
punto de lanzar un grito, cuando mis ojos descubrieron unos negros y oscuros. Negros
y oscuros como…
¡Santa mierda! ¡Era la cría de ayer!
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CAPITULO 3
Narra Carina
Me levanté somnolienta a las nueve de la mañana y perdí al menos quince
minutos de mi tiempo tratando de despertar a Rocky, quien dormía en la cama
supletoria del suelo de mi cuarto. Mamá nos esperaba con el desayuno preparado, de
forma que no perdiera mucho tiempo. Aprovechó para darme la típica charla mientras
desayunábamos.
—Si hay algún problema, no dudes en llamarme. O llamar a Clare. Dylan tiene
ya siete años y los niños son muy revoltosos.
—Recuérdame de nuevo por qué hago esto —resoplé apurando mis cereales.
—Porque Clare es amiga de tu padre, tenía una cosa urgente que hacer hoy…
—… hoy domingo, que quede dicho.
—… y no se fía de ninguno de sus hijos.
Rodé los ojos mientras Rocky reía por lo bajo. Claro, como ella no tenía que
hacer de canguro gratis… Además, no sé qué tenía que ver que fuese amiga de papa.
Mis padres llevan divorciados como ocho años, y casi ni se hablan. Yo tampoco le veía
mucho. Lo único que le agradecemos es que esté pagando la universidad de Jake y
luego me la vaya a pagar a mí.
—¿No tenía un hijo de mi edad? —Suspiré, llevando mi taza al fregadero.
—Un año mayor, pero tengo entendido que no es muy responsable. Y Sarah
tiene quince años.
—Lo que sea…
Bufé. Vale, el mayor no era responsable. ¿Pero y la de quince años? Ya tenía
edad para cuidar de un niño…
Rocky y yo montamos en el coche de mi madre. La dejé primero a ella en casa y
se despidió suerte con el día de hoy. La tenía envidia de poder pasar el domingo tirada
en la cama. Me dirigí pesarosa a la dirección que mi madre me había dicho.
Era una casa bonita, con un pequeño jardín y las paredes color pastel. El porche
amplio tal vez fuese lo que más me gustó. Aparqué el coche y caminé hacia la puerta.
Una chica morena de mi edad, Sarah supuse, me abrió la puerta.
—¡Mamá! —Gritó cuando me vio—. ¡Ya llegó la niñera!
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Se apartó hacia un lado dejándome espacio para entrar y pasé el umbral de la
casa. Dentro olía a ambientador de vainilla.
—Me llamo Cari —me presenté mientras Sarah cerraba la puerta.
—Lo que sea —torció el gesto la chica, desapareciendo por el pasillo.
Me quedé sola en el salón mientras esperaba. Era una habitación amplia y muy
bien iluminado, con un sofá que tenía toda la pinta de ser muy cómodo.
—¡Oh! ¡Tú debes ser la hija de Jason! Yo soy Clare, y este pequeño es Dylan.
No les había visto llegar, así que me quedé sorprendida al ver a aquel niño
pequeño y rubio, con cara de que iba a darme muchos problemas, cogido de la mano
de una mujer igualmente rubia.
—Un placer, señora Moore.
—Te pareces tanto a tu padre… —suspiró ella, como si hiciera falta
recordármelo.
Parecerme a mi padre era un horror. ¿De quién había sacado yo el ser baja? Sí
señor, de él. Jake, por el contrario, se llevó lo mejor de ambos padres. El pelo rubio y
los ojos azules de él, y la altura de mama. A veces le odiaba solo por eso.
—Tengo algo de prisa, pero supongo que puedas arreglártelas bien. Volveré por
la noche. Sarah va a salir a comer a casa de una amiga y Luca está durmiendo. No sé
cuando despertará. Si tienes algún problema no dudes en llamarme.
¿Luca? ¿Eso era un nombre? ¿No le faltaba…? No sé, ¿una “s” final? La señora
Moore se despidió de su hijo apresuradamente con un beso en la mejilla, agarró las
llaves del coche y salió de lugar. Me dejó preguntándome a dónde se dirigiría con tanta
prisa. Sacudí mi cabeza. De todos modos no era de mi incumbencia.
Miré a Dylan barajeando las posibilidades que tenía de salir viva de ese día.
Parecía que él también estaba observando lo mismo.
—¿Quieres jugar conmigo a los coches?
Una sonrisa se escapó de mis labios. Así que este niño jugaba a los coches.
Coches de juguete en miniatura, como descubrí cuando trajo al salón una caja llena de
ellos. Nada de videojuegos o consolas. Eso me gustó. Y tal vez fue por aquella buena
impresión que tuve de él que en poco tiempo el crío parecía haberme cogido cariño.
Tanto, que cuando su hermana Sarah salió de la casa la riñó por no haberme dicho
adiós.
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A la hora de la comida le preparé unos macarrones con queso, mi especialidad.
Comimos en la mesa del salón, y él se las arregló para poner todo pringado de salsa.
—Voy a por una servilleta, no te muevas.
Y estaba entrando en la cocina cuando una figura llamó mi atención. Pero lo
hizo demasiado tarde. Un cuerpo de chico semidesnudo y adormilado chocó contra mí.
Y de pasó me bañó derramando el zumo de naranja que llevaba en el vaso. ¿Dos veces
en menos de veinticuatro horas? ¡Aquello tenía que ser una broma! E iba a decirle
algo, cualquier cosa, cuando sus ojos azules se encontraron con los míos. Y no tarde en
reconocerle.
—¡Tiene que ser una jodida broma! —Dijimos los dos a la vez.
¿El chico de ayer? ¿El imbécil, inmaduro, ególatra y estúpido de anoche? Oh, y
como no, me tiraba otra bebida encima.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Me preguntó parpadeando, incapaz
de ocultar su asombro.
—Primero se dice “disculpa”, ¿no crees? Lástima que no esté tu novia para
rematarlo y tirarme zumo ella también.
Me pasé una mano por el pelo empapado. Dios, en breves estaría pegajosa
entera. Justo como ayer. Al menos esto no era cerveza.
—Amy no es mi novia.
Bufé. Aquello era de esperar. Seguro era uno de esos gigolós que se enrollan
con cualquier chica rubia que tenga dos tetas bien puestas. Y entonces llegó Dylan con
la cara cubierta de más salsa aún. Lanzó sus brazos hacia mí, abrazando una de mis
piernas.
—Cari es mi canguro —regañó a su hermano—. Y ella es mía, así que no la
trates mal.
No pude evitar reírme ante aquello. Mientras el niño parecía haberme cogido
cariño, su hermano abrió los ojos, mirándonos sorprendido. Y entonces me di cuenta.
¡Madre del amor hermoso! ¿Cómo no lo pude ver antes? ¡Pero si solo llevaba unos
bóxers!
—Que, ¿unas vistas bonitas?
Estoy segura de que mi tez se volvió tan roja como la mitad de la manzana de
Blanca Nieves. No estaba acostumbrada a tales placajes… Pero tampoco me iba a
amedrentar por aquel chico, que destilaba aires de superioridad por sus poros.
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—Las he visto mejores —apunté tratando de aparentar aburrimiento mientras
rozaba su pecho desnudo con el dedo índice—. Me parece a mí que necesitas más
horas de gimnasio.
Sentí mi mano temblar ligeramente. No estaba acostumbrada a acortar tanto la
distancia con los chicos. Sí, vale, lo admito: casi diecisiete años y mi experiencia en el
sector era tirando a nula. ¿Qué le iba a hacer? Tenía un hermano muy excesivamente
protector. Y a pesar de estar en la universidad, Jake se había asegurado de que su
estela de miedo quedase impregnada sobre muchos de los chicos que quisieran
acercarse a mí, que lamentablemente tampoco eran un exceso. Lástima que no
surgiera efecto sobre Dan…
—Lo que sea… Yo me voy a largar en breves y…
¿Qué iba a hacer qué? Mi camiseta estaba prácticamente nadando en jugo de
naranja, no me iba a dejar así. Ayer ya me tragué mi orgullo cuando su amiguita me
armo el cisco tirando ella también su copa. Hoy no iba a pasar lo mismo.
—¿Y piensas dejarlo así? —Le amenacé, subiendo mi dedo índice de su pecho a
su barbilla—. ¡Esta es la segunda vez que me mojas! ¡Y ni siquiera te has disculpado
aun!
Él rodo los ojos, moviendo lentamente la cabeza, de forma que su naciente y
corta barba hizo cosquillas en mi yema. Aparté rápidamente la mano, confusa por
aquella sensación.
—Vale, lo siento. Ahora me…
—Ahora me das algo para que me cambie. No quiero enfermar porque algún
idiota me tiró el zumo de naranja mientras cuidaba de su hermano pequeño.
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CAPÍTULO 4
Narra Luca
¿De dónde demonios ha salido esta jodida cría? Primero se pone en mi camino
haciendo que, por segunda vez, se me caiga la bebida encima de ella. Y ahora me
insulta. Hay que tener un poco más de respeto, ¿no?
—¿Me acabas de llamar idiota?
—¿En serio tienes que preguntarlo? —Resopló, pero no me dio tiempo a
replicarla—. Entonces, ¿podrías darme alguna camiseta para poder cambiarme?
Bufó mientras me daba la vuelta y hacía un movimiento con la mano para que
me siguiese. Tenía ganas de salir de allí, ir a correr y acercarme donde Alan y Shawn a
pillar algo de hierba para que se me pasase la resaca. Lo último que quería era perder
el tiempo. Sentía como me seguía mientras yo la guiaba hasta mi cuarto. Por su parte,
parecía que Dylan había optado por volver al salón. Chico listo. Le aprecio a pesar de
ser un chaquetero que me cambió por una niñera nueva.
Ella, a quien Dylan llamó Cari, se quedó parada en puerta, indecisa. Me
encontré a mi mismo sonriendo tontamente ante su timidez mientras sacaba del
armario la primera camiseta limpia que encontré. Nunca salía con chicas como ella, por
lo que no estaba acostumbrado a esa clase de pudor.
—Toma —la dije mientras la lanzaba la camiseta—. Hay un baño al fondo del
pasillo para que puedas cambiarte.
Asintió con la cabeza. Sus ojos oscuros desaparecieron cuando se giró, haciendo
volar su pelo castaño alrededor de su cuerpo. Volví al salón dándola tiempo para
cambiarse. Encontré a Dylan inmerso en el intento de comer un plato de pasta.
Desechando la idea de correr, agarré mi móvil y envié un texto a Alan. Al poco tiempo
ya había recibido una contestación: en media hora, en la parte trasera del pabellón del
instituto. Por fin algo que fumar para relajarme.
Me volvía a dirigir a mi habitación para cambiarme cuando ella volvió a
aparecer. Bueno, para ser una cría no estaba tan mal. Seguro que algo de mi hermana
Sarah le hubiese valido, pero ella me mataría si dejara su ropa a alguien. No me dí
cuenta de que Cari llevaba mi camiseta favorita, de tonos grises y con el emblema de
los Beatles en ella, hasta que se la vi puesta. La verdad la quedaba enorme, casi de
vestido. Y sus diminutos brazos colgaban inertes a los lados. Además aquella tela
conseguía esconder sus shorts vaqueros, haciendo parecer sus piernas más largas. Sin
embargo no lo suficiente.
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—Gracias —me dijo.
No la contesté. Mi mente se había convertido en un trabalenguas ilegible.
Estaba pensando cosas que no debería estar pensando. Abandoné el salón decidido,
yendo a mi cuarto. En menos de media hora estuve reunido con mis amigos, fumando
la hierba que empezaba a necesitar con desesperación, y tratando de olvidar sus ojos
negros enfadados, sus ojos negros diciendo aquel gracias, sus ojos negros tan
expresivos y diferentes a los que acostumbraba a ver. Cuando regresé por la noche,
ella ya se había ido. Sin embargo, algo me decía que la volvería a ver de nuevo, cuando
Dylan requiriese de otra niñera.
El lunes llegué tarde a clase, cosa no extraña en mí. De hecho, lo extraño era
que apareciese. Esta era la segunda semana de clase y el primer día que asistía a
primera hora. También el primer día que asistía a esa asignatura: literatura II. Como
estaba repitiendo era una de las pocas que me obligaban a cursar de nuevo, y el señor
Skitter ya me conocía del año anterior, por lo que apenas me lanzó una mirada
reprobadora mientras me deslizaba hacia un asiento libre al fondo de la clase.
No le presté demasiada atención. Mi mirada vagaba entre la ventana y mi
mesa, cansado. Aún así logré enterarme de pequeñas cosas. Este año la nota se iba a
basar en… Un trabajo de literatura, sobre algún autor. Me pareció entender que él
escogería el libro. Y también las parejas. Oh, genial, por parejas. La clase entera se
revolucionó cuando dijo que serían al azar por papelitos. Original, ¿cierto?
Me incorporé en mi asiento mientras los emparejamientos empezaban.
Macbeth… Clare Simpson con Derrik Stuart. Madame Bobary, Sarah Swan con Erik
McMillan… Sueño de una noche de verano…
Bostecé hasta que de pronto oí mi nombre, y mi vista se clavó en el señor
Skitter, cuya mano llevaba un papel sacado de una urna, el cual suponía tenía escrito
mi nombre.
—Luca Moore, tu estudiarás Romeo y Julieta —qué típico, pensé mientras él
volvía a hundir sus dedos en la urna y sacaba otro papelito—… Con Carina Anderson.
Parpadeé confundido. Aquel nombre me sonaba. Aquel nombre… Un segundo,
¿no se llamaba Cari la niñera de Dylan? Pero no podía estar en esta clase. Seguramente
no se trataba de ella. Esa cría debía tener como tres o cuatro años menos que yo, no
podía estar en mi clase.
Sintiendo una acorazonada mi vista paseó alrededor del resto de compañeros
que miraban atentos como el señor Skitter sacaba otro papel. Todos menos uno, o más
bien una. Un par de ojos negros consternados colisionaron con los míos. Ella parecía
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enfadada, desolada, enfurecida y… ¡Santa mierda! De nuevo debo decir… ¡Era la cría
de ayer!
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CAPITULO 5
Narra Carina
Luca Moore. Estaba emparejada con Luca Moore. Aquello tenía que ser una
broma. Una gran y horrenda broma. Pero no, ahí estaba él, mirándome como si no
debiera encontrarme en esa clase. ¡Pero si el que la repetía era él! Aparté la vista
rabiosa. ¡Luca Moore era una de las personas más vagas que jamás había conocido!
Estaba segura de que si fuera por él suspendería de nuevo. Y yo no quería hacer sola el
trabajo. Por eso mismo me i en la obligación de correr tras él al acabar la clase. Como
si el universo se hubiese puesto en mi contra, cosa que comenzaba a dudar cada vez
menos, Luca se escabulló como alma que lleva el demonio por la puerta, y Rocky vino
en mi búsqueda, impidiéndome seguirle.
Lo volví a intentar de nuevo a la salida, y esta vez tuve más suerte. Estaba
apoyado contra su moto fumando un cigarrillo. ¿Por qué los chicos como ellos
siempre, recalco, siempre, tienen moto? Remangué las mangas de mi sudadera,
nerviosa. Cuando estuve a dos pasos de él, elevó su cabeza repentinamente, casi
asustándome. Sus ojos azules se clavaron en los míos tal como había sucedido
momentos antes en clase, y sus cejas se alzaron.
—Vaya, vaya… —Musitó a la par que expulsaba el aire del tabaco de sus
pulmones—. Así que asistes al instituto…
Fruncí el ceño sin entender a qué venía esa pregunta.
—Claro que vengo al instituto, ¿dónde iba a estudiar sino?
Tiró el cigarrillo al sueño y alzó una ceja en mi dirección.
—¿Pero tú tienes edad para dar clase aquí?
Sentí mis mejillas encenderse al mismo tiempo que una sensación de rabia e
impotencia me inundaba por dentro. ¿Qué si tengo edad? ¿Qué si tengo edad? Sé que
esa pregunta no debería ofenderme en esos momentos… Es decir, aunque tuviese casi
diecisiete años, no es el primero en pensar que no debo pasar de los quince. Es
horrible ser tan bajita. Y estar tan plana. Y tener cara aniñada. Pero hubo algo en el
tono y la expresión en el que me lo preguntó, como asombro mezclado con arrogancia
que… Simplemente me sacó de mis casillas.
—¡Tengo sólo un año menos que tú, capullo!
Sus ojos se abrieron ampliamente, sorprendido, pero no tardo en recuperar su
pose brabucona y presuntuosa.
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—Vaya, parece que la adolescencia no ha dejado mucho paso en ti.
Y eso ya era demasiado, ya no aguanté más. Vale, sí, era la niñera de su
hermano. Sí, casi no le conocía. Sí, él me sacaba casi dos cabezas. Sí, estábamos en el
aparcamiento lleno de estudiantes. Pero…
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CAPÍTULO 6
Narra Luca
Aquello juro que no me lo esperaba. Con la cara de niña buena que tiene, que
me pegara tal monumental tortazo… Increíble. Anonadado me llevé una mano al
lateral izquierdo de mi cara. En cualquier otra situación la hubiera pedido explicaciones
o exigirla que rogara perdón. Sin embargo, todo cuanto salió de mi boca fue:
—Buen gancho.
Unos tacones resonaron a mi lado, y poco después unas manos tocaron mi
rostro con delicadeza. El pelo rubio de Amy me hizo cosquillas en la nariz. No me dio
tiempo a asimilar bien lo que estaba pasando cuando ella se apartó de mí y apuntó con
su dedo índice a Carina, gritándola.
—¡Tú! ¡Asquerosa zorra! ¿Quién te crees que eres para pegar a Luca?
Contrario a lo que Amy esperaba, Carina alzó las cejas con aire divertido. Miró a
la chica rubia que tenía delante y luego a mí. Me daba la sensación de que estaba a
punto de echarse a reír, y eso descolocó completamente a Amy.
—¿Asquerosa zorra? —Se burló finalmente la chica—. Para estar en último año
de instituto, tienes un repertorio muy poco variado de vocabulario.
Reí por lo bajo, pero no pude ocultarlo y Amy se percató de ello. Supe en ese
momento que acababa de cometer un grave error. Como si de una gata en celo se
tratase, Amy saltó sobre Cari tirándola del pelo con tanta fuerza que, de haber llevado
extensiones, se las hubiese arrancado.
Estaba preparado para separarlas, apartándome de mi moto, cuando me fijé en
que no hacía falta. Contrariamente a lo que pudiera parecer, a pesar de que la rubia
era mucho más alta y fuerte que Cari, ésta se defendía bastante bien. Consiguió soltar
su cabello de Amy, y cada vez que esta contraatacaba se agachaba o se apartaba a un
lado con una gran agilidad. Ser tan baja debía de tener sus ventajas. Pero el
aparcamiento estaba empezando a llenarse de gente, y en breves podría aparecer el
director.
Divisé a Shawn y Alan, y les hice un aspaviento, animándoles a acercarse. Alan
no tardó ni medio segundo en comprender y, con un gran alarde de su fuerza, separó a
Amy, agarrándola por la cintura.
—Ya la acerco yo a casa en coche —me susurró, mientras la rubia gritaba
blasfemias.
21
Poco a poco la gente se fue disipando, hasta que solo quedamos Cari y yo, que
me miraba con los brazos en jarras.
—¿Y ahora qué? —Pregunté divertido.
—Tenemos que hablar —elevé una ceja, esa era conversación de rupturas—.
Del trabajo de literatura.
Sonreí ante la aclaración. Luego pensé en el libro. Romeo y Julieta. Lo había
leído. Sí, increíblemente, yo lo había leído. Y algo me decía que ella también.
—No te vas a escabullir de hacer el trabajo —continuó—. Vamos a pactar unos
horarios, y deberás leer el libro y…
—Ya lo he leído —la corté—. Y si tú también lo has hecho, que me da la
sensación que es así, podemos empezar cualquier día.
Cari parpadeó. La había sorprendido. ¡Punto para Luca! Entonces, por el rabillo
del ojo, vi pasar el autobús amarillo. Y ella también, pero no dijo nada. Le había
perdido, estaba seguro.
—Sube, te llevo a casa —la ofrecí entregándola mi casco de la moto.
Dudó. Y no pude evitarlo, tenía que hacerla rabiar. Algo en mí me obligaba a
ello.
—¿Qué pasa? ¿La niñita pequeña tiene miedo de subir a una moto? Apuesto a
que nunca lo has hecho antes. Correr riesgos, tomar decisiones prematuras…
Y eso bastó para que arrancara el casco de mis manos y se le amarrara. Sonreí
malicioso al verla. Se veía graciosa, con sus pantalones cortos, la sudadera verde y el
casco cubriendo su cabeza. Me dijo su dirección y la ayudé a subirse a la parte trasera
de la moto. Sus manos se posaron indecisas sobre mis caderas.
—Tienes que agarrarte más fuerte —la avisé, encendiendo la moto—, o no
tardarás nada en caerte.
Y bastó la primera curva para que ella me hiciera caso. Sus brazos me rodearon
fuertemente, casi uniendo las manos por mi estómago. Sentía contra mi espalda su
cuerpo diminuto usándome como escudo para protegerse del viento. Cuando llegamos
a su casa, frené delante del camino hacia la puerta.
Ella se bajó rápidamente en cuanto saqué las llaves de la moto. Demasiado
rápido. Se tambaleó fuertemente, casi cayendo al suelo, por lo que alargué una mano
para ayudarla. Se sostuvo a ella fuertemente, juraría que sin percatarse que era mía.
22
Cuando recuperó el equilibrio la miró horrorizada, soltándola como si fuera una rata
mutante. Eso certificaba mi teoría.
—Gracias por traerme —susurró, notablemente incómoda, mientras me
devolvía el caso—. Ahora si no te importa, yo ya me voy y…
Así que yo la ponía incómoda. Eso no podía dejarlo pasar así como así.
Actuando como si realmente no fuese yo mismo, y he de admitir que incluso
sorprendiéndome, me bajé de la moto, siguiéndola hacia la puerta de la casa.
—¿Qué estás haciendo? —Exigió mirándome recelosa.
—Pensaba que estaba bastante claro: seguirte.
Rodó los ojos. No me soportaba.
—Tenemos que hacer un trabajo sobre Romeo y Julieta, ¿verdad? Entonces,
¿qué mejor momento que ahora? Yo no tengo nada que hacer, y algo me dice que tú
tampoco.
Me miró dubitativa. No quería, lo notaba en sus ojos.
—En algún momento habrá que hacerlo, ¿no? Además, no puedes huir de mí
para siempre, y menos si cuidas de mi hermano.
Para rematarlo la guiñé un ojo. Eso la sacaría más de quicio, y efectivamente así
sucedió. Su cara se volvió roja, e iba a hablar cuando la puerta de la casa se abrió. Una
mujer salió de ella, y supuse que sería su madre.
—¡Carina! —Exclamó al vernos—. ¿Has traído un amigo?
—Es Luca, mamá, el hermano de…
—Ya me lo explicarás después, ahora tengo mucha prisa —habló ella muy
precipitadamente, mientras salía corriendo hacia un coche aparcado en la acera—. Hay
mucho trabajo en la oficia y te he dejado cena en la nevera, pero… Si se queda a cenar
él también, pide una pizza.
—¡Mamá! —Protestó Cari—. ¡Él no…!
—Invítale a algo de beber, ¡y toma protecciones, cariño!
Si las personas pudieran echar humo por los oídos, Carina se hubiese
convertido en una chimenea en ese momento. Sus mejillas subieron a un tono rojizo
nada natural, pero en cierto modo lo entendía. ¡Su madre había gritado eso en medio
de la calle a todo volumen! Que diera gracias a que vivíamos en un pueblo y no había
mucha gente por la calle.
23
—Ni sueñes que te voy a invitar a algo de beber —dijo finalmente Carina,
abriendo la puerta para que entrase en su casa—. No quiero terminar con Dr. Pepper,
cerveza o cualquier cosa líquida en la cabeza.
24
CAPÍTULO 7
Narra Carina
Aun seguía escandalizada. ¿Qué no olvidara las precauciones? ¿¡Que no
olvidara las precauciones!? “Asghghslfkdkls”, pensé mentalmente contra mi madre.
—Te chirrían los dientes —comentó Mr. Idiota, dando un sorbo a su Dr. Pepper.
Sí, efectivamente, a pesar del alto riesgo a acabar siendo regada por su bebida,
acabé dándole un Dr. Pepper. Y sí, también le había apodado como Mr. Idiota, pero es
que eso era él: un idiota compulsivo.
—Muy bien, tú dirás, ¿alguna idea para el trabajo? —Pregunté, cruzando mis
brazos.
Él se llevó una mano a la barbilla fingiendo estar pensativo. Debía de admitir
que en esa pose resultaba condenadamente sexy. Pero por muy atractivo que fuese,
no estaba aportando ninguna idea. Suspirando, decidí empezar yo.
—Elijamos un tema a tratar del libro. Tenemos la del destino y el azar, como en
la serie de eventos desafortunados que les suceden. O el tiempo y como transcurría en
aquella época. O la luz y…
—Tratemos el amor —me cortó de pronto, interrumpiéndome—. Sé que está
muy visto, pero es el principal de la historia, y se puede sacar mucho de él.
Rodé los ojos. El amor era demasiado típico en el libro, y se veía que él no tenía
muchas ganas de trabajar. Pero si eso le motivaba y no era un vago todo el tiempo,
habría que hacerle caso.
Durante un tiempo estuvimos discutiendo como plantear el trabajo. Por escrito,
un vídeo, una obra, pintura… Todo muy convencional, según Mr. Idiota.
—Bueno, si tan creativo eres, da una idea —acabé soltando, desesperada.
Y entonces me sorprendió.
—Hay que vivirlo —dijo convencido—. La única forma de hacer un buen
trabajo, es vivirlo.
Rodé los ojos.
25
—¿Y bien? ¿Cómo se supone que vamos a vivir Romeo y Julieta? Por si no te
has dado cuenta, estamos hablando de una época en la que dos familias no dejaban
enamorarse a sus hijos por estúpidas rivalidades.
—Abre un poco más la mente, Carina —susurró Luca.
Le miré confundida. ¡Yo era una persona de mente abierta! Sin embargo, lo que
más me sorprendió fue oírle llamarme por mi nombre completo. Generalmente eso no
me gustaba. Sólo lo hacían Daniel y mi madre, pero… En él sonaba… distinto…
—Iremos a una fiesta —dijo de pronto.
—¿Qué? —Le miré anonadada. ¿De dónde sacaba esas ideas?
—Romeo y Julieta se conocieron en una fiesta, ¿verdad? —Empezó a
explicarme—. Eso haremos. Hay una fiesta el sábado que viene. Iremos y viviremos la
noche lo más parecido a como Romeo y Julieta lo hicieron.
¿Viviremos? ¿Nosotros? ¿Los dos? No pude evitar torcer el gesto, y entonces él
se echó a reír.
—¡No me refiero a nosotros dos! Seguro que habrá algún chico que te interese
con el que quieras hablar y tener tu propio cuento. Tienes pinta de ser una de esas
chicas romanticonas que habitan su propio cuento de hadas.
Si las miradas matasen, Luca Moore sería el zombie más sexy del mundo. No,
espera, yo no dije eso. Nada de usar calificativos como sexy seguido del nombre de
Luca. Nunca. Jamás.
—Pasaré a recogerte a tu casa a las once —dijo poniéndose de pies—. Si hay
algún cambio de planes me llamas. Ahora tengo que irme.
—¡Oye! —Protesté—. ¡No he accedido a ir!
Luca se giró hacia mí, mirándome con una sonrisa torcida en el rostro.
—Oh, sí que lo has hecho.
¿Cómo? Tan solo estuve cinco segundos tratando de descifrar que significaba
aquello, cuando Luca se acercó y agarró mi teléfono móvil de mi bolsillo delantero.
—¡Ey! —Grité, tratando de atraparle.
Él me esquivó con facilidad y luego se llevó el teléfono al oído. De su chaqueta
salió música.
—Me he llamado para guardar tu número —me comunicó—. Ya tienes el mío.
26
Me devolvió el móvil y luego le acompañé hasta la salida, con los labios
apretados, consternada.
—Y… Carina —Me llamó antes de que cerrase la puerta.
—¿Qué…?
Pero no pude acabar la frase. Un líquido con sabor a cereza impactó contra mi
pelo, escurriéndose por la cara y llegando a mi ropa. Mis ojos se abrieron con sorpresa
mirando directamente a Luca. La botella de Dr. Pepper que había estado tomando
antes se encontraba ahora en su mano, vacía. ¡Lo había vuelto hacer! ¡El maldito
condenado lo había vuelto a hacer! ¡Y encima a posta!
—Es para no perder las costumbres, ya sabes…
Y se fue. Corrió hacia su moto y salió huyendo, dejándome mojada y pegajosa
en la puerta de casa. Ni siquiera había salido del shock cuando su moto desapareció de
mi vista. ¡Maldito “ashjgfhjjkjsñnfioelsnlwe”!
Me di una ducha larga tratando de sacar la sustancia de mi pelo. Mr. Idiota no
se merecía ser Mr. Idiota. Aquello en verdad se quedaba corto ante tal nivel de
“payasería” suprema.
Por la noche, a eso de las diez, mi madre llegó a casa.
—¡Hola mamá! ¿Qué tal en el trabajo?
Pero ella no contestó. En vez de eso, me miró con los ojos sombreados y el
rostro torcido. Oh, no. Eso no podía ser bueno.
—Carina —me dijo, sujetando mi mano y llevándome al sofá con ella—.
Tenemos que hablar.
Montones de cosas se me pasaron por la cabeza. Sin embargo, solo se me
ocurrió decir:
—Luca y yo solo estábamos haciendo un trabajo de clase. ¡Jamás tendría que
hacer nada!
Pero ella negó con la cabeza. ¿Qué pasaba? ¿No me creía?
—No se trata de… Luca —me dijo ella mirándome con recelo, pero luego su
expresión cambió a una que llegó a preocuparme—. Ha pasado algo.
Me mordí el labio, nerviosa. ¿Algo malo?
—Tu abuela ha enfermado, y debo ir a cuidarla a la ciudad.
27
¡Oh, Dios! Eso era horrible. No es que estuviese muy unida a la abuela.
Tampoco la veía mucho, pero sabía que mamá sí. ¿Qué significaba aquello? ¿Me iba a
dejar sola en casa? No, eso no se le pasaría jamás por la cabeza. Y tampoco podía
llevarme con ella, perdería tiempo de instituto. Y hacer volver a Jake de la universidad
tampoco era una buena idea. Y entonces lo comprendí. Aparté mis manos de las de
ella con rapidez, negando con la cabeza. No podía ser cierto.
—Él vendrá el sábado. Cenaremos todos juntos, solo una hora. Yo me iré al día
siguiente, así que se quedará aquí, cuidándote.
—¡No puedes estar hablando en serio!
No podía ser real. Tenía que tratarse de una pesadilla. ¡Él! No me gustaba nada,
apenas tenía una relación estable con él desde que nos abandonó por su trabajo,
aunque pagase la universidad de Jake. No podía sobrevivir a más de un día conviviendo
con él. Era un completo extraño para mí. Pero así era la verdad: Mi padre, o más bien
la persona que facilitó el esperma para mi nacimiento, se iba a mudar a mi casa.
28
CAPITULO 8
Narra Carina
Llegué a pensar que Luca se había olvidado del trabajo y de mí. Bueno, supongo
que lo último no era muy difícil… No le volví a ver por el instituto en todo lo que
quedaba de semana. Ni siquiera se dignó a aparecer en nuestra clase de literatura. En
serio, me veía haciendo el trabajo de Romeo y Julieta yo sola… De no ser porque el
sábado por la mañana, al despertarme, vi ese mensaje de texto en el teléfono móvil, le
hubiera dado por muerto.
“¿Lista para una fiesta rememorando a Shakespeare? Llámame cuando quieras
que te vaya a buscar, princesa. Luca”.
¿Princesa? Estaba comenzando a plantearme seriamente los problemas
patológicos que podría estar sufriendo ese chico. Pero no me paré por mucho tiempo a
pensar en ello. Hoy era sábado, y un día clave: el día de la cena con mi padre. Maldecía
el momento en que mi madre decidió que fuera él quien viniese a vigilarme mientras
ella estaba con la abuela. Sinceramente, yo misma podía ser auto suficiente por mi
cuenta. Con el aquí solo sería una boca más que alimentar. Y podría parecer que estoy
exagerando, pero…
¿Sabes de esas personas que llegan a los cincuenta años y se sienten como
adolescentes de dieciocho? Bien, ese es mi padre. Pero la cosa no acababa allí. Era
muy… místico. Del tipo hippie pero no tan hippie… Raro de explicar… De hecho, se
ganaba la vida como escritor, tras abandonar su último trabajo. No es que sea muy
centrado tampoco. Una vez leí una de sus obras. Sin comentarios. Digamos que no era
recomendada para mi edad. Y sí, fue él quien me regalo el libro.
Me pasé el resto del día de la televisión al ordenador y del ordenador a la
televisión. No fue hasta que mi madre me obligó a tomar una ducha y vestirme
decentemente que me forcé a mi misma a salir de mi aislamiento. No estaba contenta.
No quería a mi padre aquí, para nada, y quería que lo notaran. Me vestí con unos
simples pantalones vaqueros cortos y un polo azul, atando mi pelo en una trenza. No
maquillaje, no ropa bonita. Pero cuando llegó mi padre, eso no pareció importarle…
—¡Carina! ¡Cuánto has crecido!
Vestido con unos viejos pantalones vaqueros y una camiseta oscura, un hombre
de baja estatura y robusto, con barba crecida de dos semanas y el cabello despeinado
caminó hacia mí. Me abrazo cuando llegó a mi lado, rodeándome fuertemente.
¿Cuánto había crecido? Se sentía como una broma pesada. Yo era una de las cosas más
enanas del mundo, tenía que estar bromeando.
29
—Hola papa —me obligué a saludarle, sintiéndome bastante extraña con su
presencia—. ¿Está bien el hotel?
Allí estaba mi padre, frente a mí, después de tanto tiempo sin verle. En cierta
parte estaba feliz por ello. Es decir, era mi padre, me gustaba verle. Pero también era
una especie de extraño, un recuerdo de mi niñez.
El torció el gesto. Por el día de hoy se quedaba en un hotel cerca de casa, hasta
mañana que mama se fuera. Pero yo sabía que él detestaba los hoteles. Decía que
todo estaba demasiado ordenado y limpio.
—Demasiado sacado de revista —anunció separándose y caminando hacia
dentro de la casa—. ¿Eso qué huelo es pollo al horno?
—¡Josh! —Le saludó mamá apareciendo en el pasillo—. Cuanto me alegro de
que hayas podido venir hoy.
Y el resto de la cena pasó sin mucho más que contar. En efecto, era pollo al
horno. Seguramente mi última comida saludable para lo que me quedaba de vida.
Moriría antes de que mi madre regresara. Adiós, vida cruel.
Casi no participé en la conversación de la sobremesa. Ellos hablaban y yo
asentía. Mamá le daba órdenes absurdas que ambas sabíamos perfectamente no
obedecería. Pero el desastre llegó cuando mencionaron a Jake…
—Entonces, ¿vendrá el pequeño Jake a visitarnos?
Elevé la vista de mis manos, las cuales tenía entrelazadas. Mi hermano estaba
estudiando en la universidad. De hecho se encontraba en una bastante lejos de casa, y
que yo supiera no tenía vacaciones hasta dentro de mucho, mucho tiempo.
—Sí, dijo que se pasaría a vigilar —admitió mamá—. Pero mándale pronto a la
facultad, no quiero que pierda muchas clases.
—Oh, vamos, la universidad es tiempo de fiesta, el mejor momento de la vida
—negó mi padre, como si aquello fuese una verdad absoluta—. Deja que el pobre
chico descanse, no se puede estar estudiando todo el día.
—Es su futuro, Josh —contraatacó ella de nuevo—. Para él sería muy
beneficioso conseguir una carrera.
—Por favor, mujer, no le metas presión. Es joven. Deja que disfrute. ¿Crees que
toma drogas? ¿Tú las tomas, Carina?
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Me atraganté con mi propia saliva. ¿Cómo de desequilibrado podía estar el
mundo para que me tocaran unos padres como esos? No, no las tomaba, y además…
¡Eso no se pregunta! Y mi madre parecía pensar lo mismo.
—Por el amor de Dios, ¿cómo le preguntas eso a la niña? ¡Ten más tacto, Josh!
Y aquel comentario pareció ofenderle.
—Oh, y eso lo dice la mujer que piensa que hablar abiertamente de sexo a los
hijos es bueno. Me sorprende no haberte encontrando rociando a nuestra hija con
preservativos antes de irte…
Y fue en ese momento cuando recordé otra de las razones por las que su
relación no había funcionado. Comenzaron a pelear, y una cosa llegó a la otra y, no sé
cómo, acabaron voceando a gritos si yo era una ninfómana drogadicta. Y fue
demasiado.
—¡Ya está bien! —Grité poniéndome de pies—. ¿Podéis dejar de comportaros
como dos críos pequeños! Ninguno de los dos sabéis lo suficiente de mí como para…
sacar esas malditas conclusiones. Y tú menos, que te has pasado ausente los últimos
años de mi vida.
Aquello se lo dije a mi padre, mirándole directamente. Sé que más tarde me
arrepentiría, pero no en ese momento. Estaba furiosa. Salí del salón, agarré una
chaqueta y me fui a la calle. Caminé por cinco minutos sin saber dónde ir hasta que un
coche con la música a todo volumen pasó a mi lado. En él iba Amy, la rubia que
siempre estaba Luca. Y entonces me acordé de Luca. Y de la fiesta. Saqué mi móvil del
bolsillo delantero de los pantalones y le escribí.
31
CAPÍTULO 9
Narra Luca.
“Estoy esperándote en las pistas de fútbol. Mueve tu culo y ven rápido antes de
que me arrepienta y cambie de idea. Carina”.
Sonreí estúpidamente cuando leí aquel mensaje. Al darme cuenta de lo que
hacía borré la sonrisa de mi cara y guardé el móvil en el bolsillo. Tiré el cigarrillo a la
gravilla, aplastándolo con la bota, y recogí el casco del suelo.
—¿Te vas ya?
Miré a los gemelos, todavía fumándose un porro de maría entre los dos. Asentí,
no queriendo dar muchas explicaciones. Seguramente les vería en la fiesta de esa
noche. Ellos nunca se perdían una. Y seriamente, no quería darla. Ni yo sabía que me
motivaba a hacer esto.
Había pasado toda la semana sin ir a la clase de literatura y procurando no ver a
Carina por los pasillos. Sé que era una actitud irracional… Por extraño que parezca,
estar a su lado me hacía sentir… Como si yo fuese un desperdicio de la sociedad. Una
escoria. Puede que en parte así fuera, pero me daba rabia. Ella era tan… Niña bien. Y
que mi hermano pequeño la adorase no ayudaba. Estúpido Dylan.
Aun así ahí estaba, conduciendo mi moto hasta el lugar de encuentro lo más
rápido posible. Me había pasado toda la semana evitándola para nada. ¿Para qué
demonios la enviaría aquel mensaje de texto? La culpa la tuvo la mierda de maría,
estoy seguro. Además, seguramente me esperase con algún vestido o falda, o algo de
eso que usan las chicas para ir a las fiestas. Acabaría enfadándose porque yo iba en
moto y no la podría llevar. Y de nuevo, me sentiría como una mierda.
Estuve tentado a dar media vuelta, cuando me encontré en las pistas de futbol.
Una figura estaba sentada en el bordillo de la acera. Se levantó cuando me vio llegar.
Frené justo frente a Carina. Y maldición, me sorprendió. No llevaba ninguna ropa
aparatosa, sino una simple camiseta y unos pantalones cortos. A decir verdad, aquello
la hacía parecer más joven aun, pero preferí callármelo. No creo que la gustase saber
aquella información.
—¿Por qué será que no me sorprende que hayas venido en moto? —Inquirió,
elevando una ceja.
—Oh, mi dulce Julieta, no creo que esa sea forma de comenzar una fiesta —La
devolví el saludo, quitándome el casco de la cabeza y pasándoselo a ella.
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Arrancó el casco de mis manos y se lo ató con más destreza que la última vez.
Apreté mis manos en el manillar cuando la sentí moverse hasta colocarse detrás de mí.
Sus dedos se agarraron a la tela de mi camiseta con cuidado, como si tuviera miedo de
tocarme.
—Oh, Carina, me parece que no has aprendido nada de nuestro último viaje en
moto —Me burlé—. Si no te agarras con más fuerza, te caerás.
Casi pude verla rodar los ojos a mi espalda, pero sus manos se agarraron con
más fuerza a mí. Apreté los labios y pise el acelerador. Tuve que reprimir una carcajada
cuando ella soltó un grito, y más al notar como sus brazos se deslizaban por mi cadera
profundizando el agarre. El frío plástico del casco me daba en el cuello, y su pecho se
apretaba contra mi espalda. Extrañamente, aquello no estaba tan mal.
—Fin del viaje —Anuncié.
Habíamos llegado a la casa de la fiesta. Dentro se oía gente y música bastante
alta. Algún que otro adolescente borracho caminaba por el césped haciendo eses o
vomitando en las esquinas. Sí señor, se lo estaban pasando muy bien.
—Ya puedes soltarte —la avisé al ver que no se movía.
Contuve otra sonrisa ante su exagerada reacción. Se había sobresaltado,
apartándose de mí y tambaleándose hasta bajar de la moto, como la otra vez. No
entiendo como pude querer evitarla, con lo graciosa que era. No recuerdo haberme
reído tanto con una chica… en la vida.
Sus mejillas estaban cubiertas por un delicado tono rosado cuando se quitó el
casco. No sabría decir si por vergüenza o por frío. Lo dejé en la moto y comenzamos a
caminar hacia la casa. Antes de llegar a la puerta la paré. Quería hacer aquello más
interesante.
—Oye Carina, Julieta de esta fiesta. Cuando encuentres a tu Romeo, no estaría
de más que me le presentases.
Ella arrugó la nariz y algo en mi estómago se revolvió. Vaya, aquel gesto
extrañamente la quedaba bien…
—De hecho, encuentro esa parte incoherente —Me dijo—. Nadie puede
conocer a alguien en una fiesta y automáticamente enamorarse de esa persona.
—Para mí eso no es lo incoherente —Rebatí—. Lo es entrar en una fiesta y solo
salir con una cita.
33
La vi bufar y continuar hacia delante. Justo antes de entrar por la puerta, di dos
zancadas hasta pasar a su lado, susurrando.
—Así, dulce Julieta, veremos quién de los dos encuentra más Romeos o Julietas
esta noche. Es un reto.
Y estaba dispuesto a divertirme. A estar en esa fiesta como en todas las demás.
A ser el Luca de siempre. Y puede que durante una parte de ella lo fuese… Hasta que
dos horas más tarde acabé en el cuarto de Carina, sin camisa, y con su madre dormida
en la habitación de al lado.
34
CAPITULO 10
Narra Carina
No sé por qué acepté el trato. De verdad, juro que no sé la razón. Desde el
primer instante en que entramos en la casa Luca consiguió, por lo menos, atraer la
atención de un tercio de las chicas que había en la sala. El otro cuarto lo formábamos
yo y el resto de cegatas. No se salvaron ni las que tenían novio. Así que no fue de
extrañar que media hora más tarde, mientras él estaba hablando con la adolescente
rubia y de largas piernas número... ¿doce?, yo estuviese aburrida, apoyada contra una
pared, viendo pasar el tiempo.
—¿Una bebida?
Contrariada me giré hacia el chico que acababa de hablarme. Pelo rubio corto,
ojos oscuros, bajo para ser chico pero perfecto para mi estatura. Le reconocí de mi
clase de química: Jaden Mason. Le sonreí tratando de parecer amigable. ¿Podría ser
este mi Romeo? Tal vez para Luca ligar con una sola persona fuese poca cosa, pero
para mí eso acababa convirtiéndose en el mayor milagro en una noche de fiesta.
—Claro, ¿sabes dónde puedo conseguir una?
—Tan solo sígueme, preciosa.
Jaden me guiñó un ojo y caminó hacia donde debía estar la cocina. Allí
continuaba habiendo un montón de adolescentes, cada vez más borrachos. Apoyada
sobre una nevera una muchacha pelirroja que minutos antes había visto bailando con
sus amigas, luchaba por mantenerse en pie.
—Lisa, creo que deberías irte a casa —dijo Jaden acercándose a ella y
apartándola de la nevera—. ¿Has venido con Ryan?
—No, con mis amigas —Quiso decir ella, pero estaba demasiado ebria para
poder vocalizar—. Él es muy estirado para venir aquí... Universitarios.
Ví a Jason apretar los labios, nervioso. Iba a intervenir, no sabiendo muy bien
qué hacer, cuando él agarró por banda a un chico que pasaba. Éste al verle le dio un
apretón amistoso en el hombro. Debían de conocerse, y yo empezaba a sentirme un
poco como una intrusa.
—Ey, Trev, déjame pedirte un favor. ¿Crees que podrías llevar a Lisa con sus
amigas? Está demasiado... mareada.
35
El tal "Trev" miró a la chica, cuyos ojos vagaban perdidos por la habitación, y
luego a su amigo. Éste me lanzó una mirada rápido y luego espero ansioso la respuesta
del otro.
—Oh... Ya veo —Sonrió, como si comprendiera algo que el resto no—. Te veo
luego, Jade. ¡Ey, Lisa! Ven, busquemos a tus amigos.
Trev se acercó a la chica, quien le miró contrariada. La pasó el brazo por la
cadera y la arrastró fuera de la cocina. Al hacerlo pasó a mi lado. No pude evitar
observar cómo me evaluaba con la mirada para luego levantar el dedo pulgar en señal
aprobadora a su amigo. Todo esto nada disimulado. Alcé las cejas y me acerqué a
Jaden.
—Lo siento por eso —me sonrió, revolviéndose el pelo—. Trev no puede evitar
comportarse de forma tan... descarada. Pero es un buen tipo, solo por eso le he dejado
ir con Lisa.
—¿Es tu amiga? —Pregunté complacida por lo que acababa de presenciar.
Parecía un buen tipo.
—Algo así —afirmó, arrugando la nariz—. Nuestros padres son muy amigos, por
lo que es como una prima que nunca tuve.
Sonreí. Ese chico me transmitía buenas vibraciones. ¿La verdad? No me
importaría que él se convirtiese en mi Romeo. Y evaluándole bien, tal como había
hecho anteriormente su amigo conmigo, era bastante guapo. No podía compararse
con el sex-appeal que desprendía Luca, pero... Un segundo... ¿Luca? ¿Y él qué
demonios tenía que ver en esto? Sacudí la cabeza tratando de apartar los
pensamientos de mi cabeza. Era escalofriante la forma en que ese chico tenía de
aparecerse en mi mente. Aunque me estaba preguntando... ¿qué tal le iría a él? ¿Se
habría decidido por alguna chica? ¿Tal vez se estuviese montando una orgía
improvisada con todas ellas?
—¿Coca-cola? ¿Cerveza? ¿Vodka? Tienes pinta de una chica Dr. Pepper. Tú
eliges.
Miré a Jaden. Había abierto la nevera y, dentro de ella, una multitud de botellas
alcohólicas se cernía. He de decir que él tenía razón. Yo era una chica Dr. Pepper, pero
también era una chica que no asistía a una fiesta un sábado cualquiera porque sí. Ni
menos una chica que se sube a la moto de un chico potencialmente peligroso. Así
que... ¿por qué no dejar de ser también, por un día, una chica Dr. Pepper?
—Creo que me declinaré por el vodka —dije finalmente—. Pero no muy
cargado.
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No sé que me llevó a decir aquello, pero quise que la tierra me tragase en ese
mismo instante. ¿No muy cargado? ¿Quién demonios pide eso? Lo normal es lo
contrario: ¡cárgame la bebida de alcohol! Estuve esperando a oír a Jaden riéndose de
mí, pero en su lugar solo asintió con la cabeza. Le observé sacar la botella de vodka, un
vaso, y otra de Dr. Pepper. Primero vertió el contenido alcohólico transparente y luego
el líquido oscuro y burbujeante de mi bebida favorita. Lo removió con una pajita que
agarró del mostrador y me lo pasó.
—Eres distinta a las otras chicas, ellas hubieses pedido algo lo suficientemente
fuerte como para estar borrachas a los diez minutos —mierda, la había cagado—. Me
gusta eso.
Abrí los ojos sorprendida, llevándome la pajita a la boca. ¿Acababa de
alagarme? Bueno, espera, creo que ni siquiera me había dado tiempo a presentarme.
—Eh... Por cierto, me llamo...
—Carina, lo sé. Estamos juntos en química.
Vaya, este chico era toda una caja de sorpresas. ¿Me había reconocido? Yo
pensé que solía pasar desapercibida para la mayoría de las personas. Veo que no es
así. De pronto me vi iniciando una entretenida conversación con Jaden. ¿No es un
nombre bonito? "Jaden". No intentó nada raro. De hecho, ni siquiera hubiese parecido
que estaba ligando de no ser por el coqueteo y las sonrisas. Estábamos tan
entretenidos que ninguno la vio llegar.
—Vaya, Jaden. ¿Qué se supone que haces con esta perdedora?
Lamenté reconocer aquella voz a pesar de estar dándola la espalda. Pude ver a
Jaden torcer el rostro. Él tampoco parecía muy alegre al verla.
—Hola Amy. Ya veo que te dejaron venir.
—¿Qué esperabas? Es una fiesta, y es mi deber estar aquí.
Miré con temor a Amy, la chica con la que me había peleado en el instituto. La
chica que amaba tener sus piernas alrededor de Luca. A propósito de eso, ¿no debería
estar en estos momentos con él? Lamentablemente la atención de aquella largarta
rubia de piernas largas volvió a recaer en mí.
—Ahora en serio, ¿qué haces hablando con esta niña? Tú puedes conseguir
cosas mejores.
Noté cómo la sangre me hervía y se colocaba en mi rostro haciéndome
enrojecer. Sorprendentemente fue Jaden quien me defendió.
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—No creo recordar haberte pedido tu opinión, Amy.
Y más increíblemente fue cuando la rubia cerró la boca, mirando al chico como
si le acabara de pegar una bofetada.
—Está bien, ya veo que no estás de humor. Ya nos veremos luego...
—No tan rápido, le debes una disculpa a Carina —añadió Jaden, provocando
que mi respiración se cortase.
—¿Quién? —Preguntó Amy, como si no hubiese entendido.
—Ella —dijo el chico mordazmente, señalándome—, se llama Carina.
Amy me miró por encima de su hombro. Bufó, puso los ojos en blanco y se fue.
Esa debió de ser una de las veces que mejor me sentí en toda la noche. Aquella chica
me caía peor que un balde de agua congelada. De agua congelada con detergente. De
agua congelada con detergente que cae directamente en los ojos. ¿Me he explicado
bien?
—De nuevo... Lo siento por eso.
Me giré hacia Jaden, quien me miraba aprensivo. De verdad parecía lamentar lo
sucedido.
—Da igual, creo que estoy empezando a acostumbrarme a ella —quise
sonreírle, pero me había quedado un muy mal sabor de boca después de aquella
escena—. Parece que la conoces muy bien.
Para mi sorpresa, él rió. Fue una risa tranquila y dejada, como si aquello le
resultara pesado.
—Ni te lo imaginas. Como que es mi hermana.
—¿Tu hermana?
No quería soltarlo así, tan de sopetón, pero... ¿Su hermana? ¿Era en serio? Es
que no se parecían en nada... Sí, ambos era rubios, pero... El color de pelo de Jaden era
algo más oscuro. Además de la diferencia más obvia: Amy medía por lo menos una
cabeza más que él. ¿Se había llevado todos los genes buenos acaso? De nuevo, Jaden
rió. Esta vez más fuerte, debido a mi cara de incomprensión.
—Sí, ya sé, no nos parecemos en nada. En especial por... ya sabes...
Elevó el brazo, llevando su mano hacia arriba y simulando que estaba midiendo
algo. Yo también reí. Era muy lindo, pudiendo incluso hacer chistes acerca de su propia
altura.
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—En realidad no somos hermanos de sangre. Más bien hermanastros. Mi padre
y su madre se casaron hace dos años y... De regalo vino una hermanastra como ella.
—Lo siento —le sonreí sintiendo empatía.
Jaden se encogió de hombros.
—Bueno, en realidad no es soportable. Sé que va a sonar mucho a cliché,
pero... No es tan mala cuando la conoces. No ha tenido una vida fácil. A todo esto...
¿tú de que la conoces? Sé que suele ser... irritante con la gente, pero... Chica, contigo
ha sido un poco más de lo normal.
Y estaba abriendo la boca para contestarle cuando sentí una mano posarse
sobre mi hombro. Y de seguido el brazo al completo de un chico. No me hizo falta girar
para reconocerle, su simple presencia, la fragancia que desprendía, me alertaba de
quien estaba junto a mí.
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CAPÍTULO 11
Narra Luca.
Estaba siendo una buena noche. Sí señor. Mucho mejor de lo esperado. De
hecho ya tenía en el bolsillo el número de ocho chicas con las que había hablado. Era
divertido ver cómo trataban de colarlo de forma descarada con una sonrisa seductora
en los labios. No me imaginaba a Carina haciendo algo por el estilo... ¿Cómo la iría con
los chicos? Sacudí mi cabeza. Esto tenía que parar ya.
—¿A dónde vas?
Sonreí a la chica que tenía al lado. Era guapa. ¿Qué digo? Estaba como un tren.
Alta, piernas largas, dos tetas bien puestas, pelo rojo electrizante... Bien, bien, parece
que volvía a encarrilarme por la buena dirección.
—Necesito algo que me ponga a tono, nena.
La guiñé el ojo y salí hacia la cocina. Sin pensarlo agarré una botella de vodka de
entre todas las que había y me serví un chupito. Escocía un poco en la garganta. No
estaba demasiado acostumbrado a ello. Entonces vi a Amy, tomando una cerveza
mientras hablaba con un chico. Ella recayó en mi presencia y se acercó, obviando por
completo al pringado ese.
—Hola Luca. Por lo que veo te has decidido a pasar por la fiesta.
—Eso parece —La sonreí coquetamente. ¿Ella también me daría su número?
Bueno, aunque ya le tenía—. Pero esto está siendo un poco muermo, creo que
necesito algo más que el vodka.
Sabiendo lo que pasaría después, ella miró a todos lados y luego,
disimuladamente, metió una mano dentro de su diminuto bolso de cuentas negro. De
él sacó un cigarrillo, o eso quería aparentar, pero yo sabía perfectamente que era un
porro.
—Ya me lo agradecerás.
Y se fue de la cocina caminando sensualmente. Me quedé mirando el porro en
mi mano. Algo es algo, ¿no? Caminando hacia la salida me tropecé con una chica que
iba demasiado borracha. Sus amigas parecían llamarla pero ella no hizo caso.
Suspirando, la agarré de la muñeca. Se tambaleó, pero no perdió el equilibrio.
Rápidamente, una de sus amigas se acercó.
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—Muchas gracias, está muy borracha y no sabe lo que hace —me sonrió ella y
luego se dirigió a su amiga—. Vamos Lisa, te llevaré a la cocina a tomar algo de agua.
Salí a la calle y fumé el porro con tranquilidad. La mierda esa debía de tener
algo realmente fuerte porque me dejó Kao en poco tiempo. Me quedé por lo menos
media hora ahí fuera, sentado en la entrada, viendo a la gente caminar de un lado a
otro. En especial a los borrachos. Esos sí que eran graciosos.
—Vaya, veo que te hizo efecto.
Amy había vuelto a aparecer, luciendo un vestido azul eléctrico. Se sentó a mi
lado y miró al cielo.
—Se me hace extraño verte aquí solo. ¿No deberías estar ligando con alguna
chica?
Torcí el gesto. Tenía razón.
—Hoy no parece mi noche —argumenté.
—¿En serio? Entonces puede que no te interese saber que tu mosquita muerta
está ahí dentro hablando con un chico.
De pronto mi mente se aclaró.
—¿Carina?
Amy torció el gesto. Me pregunté por qué. Ella sabía su nombre, ¿no?
—La misma. Si te interesa saberlo, está en las cocinas. Si no... Bueno, habrás
más noches después de esta.
Sin más se levantó y volvió a entrar dentro de la casa. Y yo debí quedarme allí.
Debí de ver cómo los borrachos iban en aumento y seguir riéndome un rato, pero no
pude. En su lugar me incorporé. Y una fuerza misteriosa tiró de mí, arrastrándome
hacia dentro de la casa, hacia la cocina, y ahí la vi. Estaba dándome la espalda, pero
reconocería aquellos pantalones vaqueros cortos en cualquier lugar: ninguna chica allí
estaba vestida de forma tan informal. Y algo más calló en mis ojos. ¿Jaden Mason?
¿Estaba hablando con Jaden Mason? Oh, en serio, ¿había algo más cliché? El típico
jugador de rugby, rubio, buen estudiante que no fuma ni toma drogas. Demasiado
mediocre. De hecho, ¿sabría ella siquiera que Jaden jugaba al rugby?
No pudiendo evitarlo caminé hacia ellos. Jaden acababa de preguntarla algo
cuando me vio. Sus ojos se abrieron y se achicaron en seguida. Sabía que no le caía
bien. No comprendía demasiado su odio anti natural hacia mí, pero oye, cada uno es
libre de elegir a quien quiere caerle bien y a quien no... Pasé un brazo por los hombros
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de Carina y la sentí estremecerse. ¿Eso era bueno o malo? Bueno, me daba igual. No
iba a pararme a comprobarlo.
—¡Carina! ¡Hasta que por fin te encuentro!
—Hola Luca —me saludó con tono cansado—. ¿Una buena noche?
—Ni te lo imaginas. ¿Lista para ir a casa?
—¿Ya? ¿Tan pronto?
Carina me miró con incomprensión. Pues sí, quería irme a casa. Y esto no tenía
nada que ver con ella hablando con Jaden Mason. Nada. Además, ¿qué nombre era
ese? "Jaden". Sus padres no le debieron de querer...
—¿Le conoces? —Hablando del rey de Roma—. ¿Acaso vosotros dos...?
Me reí ante aquella situación tan graciosa. Mason nos estaba señalando a
ambos a la vez y mirando mi brazo aun posado sobre el hombro de Carina.
Rápidamente ella me apartó de su lado de un empujón. Para ser tan pequeña, siempre
me sorprendía con su fuerza.
—No, no. Para nada. Jamás. Él... Es mi compañero de literatura. Y mi transporte
esta noche.
Reí más fuerte al notar cómo la chica se azoraba. Estaba claro que Jaden no
terminaba de creerla. ¿Estaba mal que me sintiera bien al fastidiarla el ligue? Bueno,
más tarde pensaría sobre ello... Creo.
—Y como transporte oficial, repito, ¿lista para ir a casa?
Carina bufó, pero pude tomarme aquello como un sí. Sin pensar en qué estaba
haciendo, la tomé de la mano y tiré de ella.
—Nos vemos en química, Jaden —se despidió rápidamente.
Me pareció escuchar un adiós por parte del chico. Bien por él. Seguí tirando de
Carina hasta la moto. Cuando llegamos agarré el casco y se lo pasé. Ella me miró con
mala cara.
—¿Y ahora qué?
—¿A qué ha venido eso? —Me espetó—. Tú dijiste que tenía que ser una noche
para... buscar un Romeo. Bueno, puede que tú hayas encontrado a una Julieta, pero a
mí no me ha dado tiempo ni al beso de despedida.
Alcé las cejas. No debería haber dicho aquello.
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—Así que... ¿Eso es lo que te molesta? ¿El beso? —Una idea corrió fugaz por mi
cabeza cuando ella junto las cejas en una mueca molesta. No podía ser cierto—. Me
pregunto... ¿alguna vez te han besado, Carina?
Su rostro palideció y al mismo tiempo se sonrojó. Apretó los labios y me miró
enfadada.
—Cla... ¡Claro que sí! ¿A qué viene esa pregunta? Además, no te interesa.
Venga, vayámonos ya.
No la habían besado. Nadie nunca había besado a Carina. Tarde unos serios
segundos en reciclar esa información mientras ella me arrancaba con ímpetu el casco
de las manos y se lo ponía. Simplemente no podía ser posible. Sabía que hasta mi
hermana Sarah había besado ya algún chico. Cuando conseguí reaccionar me subí a la
moto y ella lo hizo detrás de mí, esta vez no dudando en rodearme para no caerse.
Sonreí. ¿Por qué sonreí? Estaba a punto de arrancar la moto cuando habló de nuevo.
—Un momento... ¿cuánto has bebido esta noche? ¿Puedes conducir?
Sonreí de nuevo, pero no contesté. Apreté el acelerador y salimos disparados.
Ella soltó un grito agarrándose más fuerte a mí. Empezaba a encantarme esta moto.
El camino a su casa fue rápido. Y disfruté de él, de sus brazos rodeándome y su
pecho contra mi espalda. Realmente disfruté.
Cuando llegamos todas las luces estaban apagadas. Aparqué la moto en la
acera de enfrente, detrás de un coche negro, y bajé a la vez que ella.
—Muchas gracias por el viaje. Nos vemos... Cuando te dignes a aparecer por
clase.
Sin más me pasó el caso y se alejó hacia su casa. Yo le posé en el manillar y la
seguí. Cuando llegó a la puerta pareció darse cuenta de que me encontraba a unos
pasos de ella.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —Preguntó en un susurro sacando las
llaves del bolsillo.
—Te estoy siguiendo —me encogí de hombros—. Aun no he tenido
oportunidad de tirarte algo encima, y no me iré sin conseguirlo.
Ella rodó los ojos, visiblemente prefiriendo pasar de mí. Encontró las llaves y
abrió la puerta. Y de nuevo, no sé por qué hice eso. No me lo esperaba. Por lo visto ella
tampoco, porque cuando la empujé dentro de la casa, conmigo pegado a su culo, y
cerré la puerta tras de mí, se quedó paralizada. Tardó unos treinta segundos en
recuperar la compostura.
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—¿Qué demonios se supone que estás haciendo?
Quiso gritarme, pero en realidad fue apenas un susurro. No quería despertar a
sus padres. Podía usar eso a mi favor. Sin pararme a pensar en mis actos, la cogí,
literalmente, en brazos. La cargué como si fuese un bebe, acunándola. Soltó otro
pequeño grito, que rápidamente sofocó con las manos.
—¡Luca! ¡Bájame ahora mismo!
—Primero dime dónde está tu cuarto, y yo lo haré.
Abrió los ojos de manera antinatural. Aquellos ojos negros que desde un inicio
me habían encantado. Y comenzó a patalear. Vaya, para ser tan pequeña, se revolvía
demasiado. Tratando de mantener el equilibrio, caminé hacia las escaleras y las subí
con ella en brazos. Llegamos a un pasillo. Me pareció ver una puerta de pintura blanca
con un rótulo de flores y su nombre escrito en ella, por lo que caminé hacia allí. La bajé
antes de entrar y, nada más hice aquello, me pegó un tortazo en la cara.
—¡Lárgate ahora mismo!
¿Qué demonios? ¡Jodida ostia que me había pegado! Pero no me dio tiempo a
protestar, ni a ella a echarme, porque una luz se encendió dentro de una de las
habitaciones, lanzando una rendija iluminada al pasillo.
—¿Carina?
Aquella era voz de mujer. Alarmada, Carina miró a todos lados. Viéndolo como
la única solución posible maldijo por lo bajo, abrió la puerta de su cuarto y me coló
dentro, cerrando tras de mí. Le dio apenas tiempo a susurrarme un "esta me las
pagarás".
—Hola mama, ¿qué haces despierta?
Comenzó a hablar con su madre, pero no era lo suficientemente cotilla como
para quedarme a escuchar. En su lugar me dediqué a inspeccionar la habitación. Era
blanca y malva claro. La cama pequeña a una esquina. Por la ventana se filtraba la luz
de la luna, iluminando todo. Una balda llamó mi intención y, cómo no, ahí sí que era lo
suficientemente cotilla como para acercarme a inspeccionar...
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CAPÍTULO 12
Narra Carina
Afortunadamente mi madre no sospechaba nada. Estaba más preocupada por
saber que había regresado sana y salva después de haber huido de casa sin mediar
palabra ni avisar a dónde iba. Por lo visto me habían estado llamando pero nunca
escuché el teléfono. Había estado tan preocupada que pude librarme de un castigo por
mis acciones. También me informó de que había tratado de hacer una tregua con mi
padre. Sinceramente, en aquellos momentos tenía cosas que me preocupaban más.
Como el hecho de que Luca estuviese en aquellos momentos escondido en mi
habitación. ¿Cómo demonios se le había ocurrido colarse en mi casa? Esperé a que mi
madre volviera a su cuarto y entré dentro del mío. Me sorprendió encontrar a Luca
observando mi balda.
—Ahora entiendo por qué tienes tanta fuerza —comentó al oírme entrar.
Achiqué los ojos en su dirección sin saber muy bien de qué hablaba, pero
estaba completamente segura de que yo no tenía la fuerza de la que él hablaba.
—¿Desde hace cuanto que bailas? —Preguntó, señalando uno de mis trofeos.
Torcí el gesto. Ah, eso.
—Ya no bailo —admití, queriendo cambiar de tema—. Oye, vas a tener que
esperar a que mi madre se duerma y luego moverás tu culo lo más lejos de mi casa
posible.
—Oh, preciosa, sabes que darías todo el oro del mundo por tener mi culo en tu
cuarto para siempre —dijo de forma coqueta guiñándome un ojo—. Hay muchos
trofeos, ¿cómo es que ya no bailas?
Bien, por lo visto no tenía ganas de olvidar el tema. Tal vez si contestaba con la
verdad me dejaría en paz antes.
—Lo dejé cuando mi padre se fue.
La expresión de Luca cambió.
—Oh, vaya... Lo siento...
—No lo sientas- —Me encogí de hombros tratando de quitarle importancia al
asunto—. A él le gustaba, por eso dejé de hacerlo.
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No entendía muy bien por qué estaba dándole tantas explicaciones a Luca. No
había hablado con nadie sobre por qué dejé el baile, o por qué no quería escribir. Ni
siquiera con Jake. Él había tenido suerte de escapar de aquí e irse a la universidad...
Me senté en el suelo apoyando la espalda en la cama. Luca se acercó a mí.
—¿Y a ti te gustaba?—-Preguntó de nuevo, sentándose a mi lado—. Parecías
realmente buena, o debías serlo para tener todos esos trofeos.
—Se me daba bien —Admití paseando mi mirada por mis viejos trofeos y
medallas. No comprendía por qué no los había sacado de mi cuarto todavía. Supongo
que costaba desprenderse del pasado—. Aunque, sinceramente, prefiero escribir.
Llámame rata de biblioteca, o bicho raro, pero escribir y leer son las cosas que más me
ayudan a evadirme del mundo.
—¿Escribes? —Inquirió, para mi asombro sorprendido.
Me mordí el labio inferior.
—A que adivino... ¿ya no?
Luca me dio un codazo. ¿Estábamos teniendo una conversación tranquila?
—¿Sabes? Yo antes tocaba la guitarra —no pude evitar mirarle con sorpresa.
No me esperaba aquello—. Sí, lo sé, increíble. Y para tu información se me daba
bastante bien. Tenía un amigo que... Bueno, él decía que yo debería dedicarme a la
música. Incluso me ayudó a componer alguna canción.
—¿Y son buenas?
Luca rió.
—Una basura. Algún día te cantaré alguna.
Durante un rato nos quedamos en silencio. Aquella situación era, cuanto
menos, extraña. Él rompió la atmósfera siguiendo con la conversación.
—Dejé de hacerlo hace algo menos de un año. Él... tuvo que irse. No había
nadie más que me animase a seguir, así que... Simplemente dejé de tocar.
—No es lo mismo —razoné ladeando la cabeza—. Yo no bailo ni escribo porque
quiero estar lo más alejada posible de mi padre.
—Pues no debería ser así —-Negó. Algo tiró de mi estómago ante la idea de él
preocupándose por mí.
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—De todos modos ya da igual —negué, riendo sin ganas—. Mi madre se irá
mañana a la ciudad a cuidar de mi abuela y... Mi padre se va a mudar aquí, a casa, a
vigilarme.
Durante otro rato también estuvimos en silencio, con la luz de la luna dando de
pleno en nuestros rostros. El cabello negro de Luca parecía un revuelto nido de
pájaros, pero le quedaba igualmente bien. Su perfil era bonito, y me pareció ver un
tatuaje en la parte inferior derecha de su cuello. Si alguien me lo hubiese dicho tan
solo horas antes no lo hubiera creído. ¿Yo hablando con Luca? ¿De una forma tan
tranquila y natural? Empezaba a pensar que tal vez no fuese tan malo como pensaba
después del todo.
—¿Dejas fumar en tu cuarto?
Adiós último pensamiento. Él no podía ser humano.
—Ni lo pienses.
En su mano sostenía un cigarrillo. En la otra un mechero. Me miró ladeando el
rostro, como si fuese un niño pequeño pidiendo un dulce.
—¿Ni siquiera uno? ¡Vamos Carina!
Instintivamente me incliné hacia él y traté de arrebatarle el tabaco. Por su parte
sonrió y me apartó hacia un lado. Pude comprobar que a pesar de parecer rudo, sus
manos y movimientos eran bastante cálidos.
—Como enciendas eso aquí te tiro por la ventana.
Él alzó las cejas y me sonrió socarronamente.
—¿Tú y cuantos más? —Sobra decir que le pegué un puñetazo—. Oh, vamos.
Sé que dije que eres fuerte, pero no es para tanto. Apostaría a que yo podría
derrumbarte solo con la fuerza de mi meñique.
Oh, no quería jugar conmigo. No quería.
—Dame ese cigarrillo ahora mismo —pedí.
—No.
—¡Que me lo des!
Y de nuevo volví a lanzarme sobre él. Pero me atrapó agarrándome por los
hombros. Forcejeé y lanzó el cigarrillo lejos. Nada más hacer eso cargó contra mí. Debo
admitir que tenía razón: era mucho más fuerte que yo. Del impulso me derribó y,
aunque estuviese sentada, caí contra el suelo, el dolor en mi espalda quedó
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amortiguado gracias a la alfombra. Él calló sobre mí, frenando a tiempo. Sus manos
quedaron a ambos lados de mi cara.
Aquello debía de ser una alucinación o algo así. Allí estaba yo, en mi habitación,
a las tantas de la noche, tirada en el suelo con un chico totalmente caliente pero
rematadamente imbécil encima de mí. El rostro de Luca estaba cerca del mío. Como
diría él "jodidamente cerca". Le miré a los ojos. Sus ojos azules. ¿Qué me estaba
pasando? Luego a sus labios, que resultaron ser más atrayentes de lo que pensaba. En
cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo volví a subirlos a sus ojos.
Y ahí fue cuando Luca me atrapó.
Suspiró negando con la mirada. Luego bajó también sus ojos a mis labios. Solo
por unos segundos, apenas un pequeño lapso de tiempo... Y me besó. Me besó como
si de verdad llevase tiempo esperando aquello. Me besó como si nuestros labios
estuviesen atraídos por polos magnéticos. Me besó como si fuese el último día de su
vida. Y yo le besé de vuelta.
Finalmente debía admitirlo: besaba jodidamente bien.
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CAPITULO 13
Narra Luca
No sé qué jodida mierda me llevó a hacer eso. Ella simplemente… Estaba ahí, su
cuerpo presionado entre el suelo y el mío, su rostro demasiado cerca… Y luego miró de
esa forma hacia mis labios… Así que simplemente no lo pude evitar y la tuve que besar.
¡Soy humano, joder!
Durante un rato pareció no resistirse. Me sorprendió comprobar que, para ser
un supuesto primer beso, no lo hacía tan mal. Sus labios en un primer momento se
notaron tensos contra los míos, pero fueron relajándose poco a poco. De hecho yo
diría que en el momento en que se abrieron dejándome paso estaba incluso
disfrutando de ello. Jodida mierda, yo sí que estaba disfrutando como un verdadero
gilipollas.
Carina sabía a cerezas. Besarla era como beber Dr. Pepper aromatizado al cien
por cien. No, más bien era como inyectarse Dr. Pepper directamente a las venas. Todo
mi cuerpo reaccionó involucrándose con ese beso. Mi cerebro se reseteó y apagó.
Pero aquella sensación duró poco tiempo. En el momento en que un gemido
involuntario se escapó del fondo de mi garganta ella pareció reaccionar. Puso ambas
manos en mi pecho y, de un empujón, me tiró de encima de ella. Pillándome por
sorpresa caí rodando hacia atrás. Habría sido una situación graciosa de no ser porque
yo la presenciaba. Y porque era yo quien caía.
Me quedé tirado en el suelo con la boca medio abierta y los ojos picando de
deseo. La realización de lo que acababa de pasar se fue filtrando dentro de mí, y las
ganas de pagarme una ostia aumentaron junto con ello. Necesitaba hacer algo para
salir de esa situación. Lo que fuese.
—Vaya, generalmente soy yo quien aparto a las chicas. Esta debe ser la primera
vez que una me aparta. Siéntete especial.
No sé por qué dije aquello. Soy imbécil. Un imbécil rematado. ¿Alguien puede
decirme que cojones tengo en la mente? Por su parte Carina me miró como si
estuviera decidiendo que hacer primero: pegarme una ostia o decididamente tirarme
por la ventana. Casi prefería quedarme con la primera opción, aunque verla intentarlo
otro sería divertido…
—No se te ocurra volver a besarme.
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Parece que eligió el camino tranquilo. Achicó sus ojos en apenas una rendija,
destilando odio intenso. Se había incorporado del suelo, sentada, y aunque trató de
ocultarlo, pude ver que estaba respirando con dificultad.
—Pero tendrás que admitirlo, princesa: te encantó el beso —Alzó las cejas, de
nuevo pensando en pegarme, seguro—. Vamos, has tenido el honor de recibir un
primer beso de Luca Moore, cualquier chica mataría por ello.
A pesar de la oscuridad pude notar sus mejillas sonrosarse. ¡Lo sabía! Aunque
me lo negó, yo tenía un radar en ese asunto. Una fiera rugió triunfante en mi pecho,
testosterona derrochando por cada poro de mi piel. Yo había obtenido su primer beso.
—No fue mi primer beso —insistió, pero ambos sabíamos que no era así—. Y tú
te vas a ir de aquí tan rápido como mi madre se duerma.
Bufé y me dejé caer al suelo. Al final ella se levantó y sacó ropa de su armario.
Luego salió de la habitación. Volvió poco después vestida para dormir. Cerró la puerta
con cuidado y se sentó en su cama. La observé frunciendo el ceño. Había algo ahí que…
—Esa camiseta es mía.
Cari me miró sin comprender, parpadeando. Bajé la mirada y sus ojos recayeron
en la camiseta a tonos grises con el nombre de los Beatles escrito en ella. Con sus
pequeñas manos la agarró por los bordes y la estiró. La quedaba gigante. Adivinaba
que debajo debía de llevar unos pantalones cortos de dormir, pero apenas se
apreciaba. Dios, eso era jodidamente sexy.
—Oh, lo siento. No me di cuenta. El próximo día que vaya a cuidar de Dylan te
la devolveré.
—¿Te gustan los Beatles?
Carina arrugó el entrecejo. Seguramente esperaba algún tipo de burla de mi
parte por llevar mi camiseta, pero la quedaba tan bien que no pude ser lo
suficientemente ingenioso para decir nada. Mi mente simplemente se había quedado
parada. Se encogió de hombros y se levantó de la cama. Caminó a través de la
habitación hasta una cadena de música y la encendió. Al tiempo que volvía hacia su
cama “Hey Jude” empezó a sonar.
—Eso me lo tomaré como sí —dije al tiempo que me incorporaba y me dejaba
caer en la cama, a su lado.
—¿Qué demonios haces? —Preguntó apartándose deliberadamente de mí.
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—El suelo esta frío —Me encogí de hombros—. Deja de quejarte y disfruta de
lo que tienes: música de los Beatles conmigo tumbado en tu cama, todo inicio de
fantasía sexual de cualquier chica del mundo.
La oí bufar y, de hecho, me dio un fuerte codazo en el costado, pero no
consiguió apartarme. La pregunta de por qué estaba haciendo aquello taladraba en mi
cabeza con fuerza. No quería pensar, no quería responder. Solo quería dejarme llevar.
Solo quería… Una palpitación fuerte de mi corazón me trajo la verdad. Solo quería… A
Carina. A mi lado.
—No te imaginaba escuchando esta clase de música —Me confesó
recostándose mejor en la cama y sacándome de mis pensamientos—. Oye, ¿qué
demonios estás haciendo ahora?
La miré cuando terminé de sacarme la camiseta, sus ojos oscuros abiertos y
desafiantes en mi dirección. Ajeno a sus protestas apoyé mi cabeza en la almohada, a
su lado. Tuve que tener cuidado para no caer sobre su pelo castaño, el cual se me
antojó alargar la mano para tocar. De verdad, tenía un serio problema.
—En este cuarto hace un calor del infierno, y prefiero tratar de pensar que tu
deseo más íntimo no es asesinarme. ¿Y por qué no me iba a gustar esta clase de
música?
—No, claro, en realidad mi mayor deseo es desnudarte y amarrarte a mi cama
para que no puedas huir nunca —bufó rodando los ojos.
¿Desnudarme? ¿Atarme a la cama? No sé por qué pero esas ideas se me
antojaban bastante discutibles y posibles de llevar a cabo. Ella debió de adivinar mis
pensamientos, porque su rostro se arrugó y me pegó un puñetazo en el hombro.
—Duh, eres asqueroso.
—Oye, tú lo dijiste, no yo —no pude evitar reír, Carina era tan… Carina—. Pero
ahora en serio, ¿por qué no me iba a gustar esta música?
Durante un momento se mantuvo en silencio como si estuviese pensando que
respuesta formular.
—Pensé que serías más del tipo que le gusta el rap o el metal.
Moví las comisuras de mis labios de forma coqueta.
—No dejo de sorprenderte, ¿verdad?
De nuevo ella me volvió a pegar, pero no dijo nada más. Nos quedamos en
silencio y la canción terminó para dar paso a Yesterday. Mientras dejaba que las letras
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se filtraran por mis oídos no pude evitar pensar en la extraña situación que estaba
viviendo.
Yo, Luca Moore, estaba tumbado, de noche, sin camiseta, en la habitación de
una chica. Una chica que no era alta, ni rubia, ni con dos pares de… Bueno, yo me
entendía. Una chica a la que, a pesar de estar totalmente fuera de mis cánones de
belleza, a pesar de ser todo lo contrario a mi tipo, acababa de besar. Y
sorprendentemente, me encontré a mi mismo deseando que aquello volviera a ocurrir.
Si Barrett estuviese aquí, al menos tendría alguien con quien hablar.
Seriamente, tenía un gran y jodido problema.
Pensé que solo había cerrado los ojos unos segundos, mas no debió de ser así
porque cuando los volví a abrir la claridad entraba por la ventana del cuarto de Carina.
Y no era de la Luna, sino del Sol. Me había quedado dormido. ¿Cómo demonios me
había quedado dormido? Traté de estirarme para despertar mis músculos cuando noté
un peso sobre mi brazo derecho.
Carina dormía todavía, y ¡Santa Mierda! ¡Estaba abrazándola! ¿Cuándo
habíamos adquirido esa postura? Porque ni siquiera la estaba abrazando de forma
normal. No, bueno, eso es exagerar, pero la realidad era que estaba entrando en
verdadero pánico. No es que me molestase, pero… ¿Qué carajos hacía si ella se
despertaba y me encontraba así? Me encontraba rodeándola con mis brazos y
atrayéndola hacia mi pecho. Encima no llevaba camiseta. Iba a morir antes de cumplir
los veintiuno. Y lo que es peor: por una ostia de una tía.
Traté de separarme de ella, pero parecía caso imposible sin despertarla
primero. Con mi brazo bajo su pecho podría morir en el intento. Que, por supuesto,
eso era lo que iba a pasar. Estaba completamente seguro. Desistiendo me limité a
observarla. Así, tranquila, ajena a lo que pasaba en el mundo exterior, estaba
realmente preciosa. Porque la chica no era fea. Nada fea de hecho. Apreté los ojos y
tragué saliva con fuerza. ¿Una noche y ya me cambia? Luca, tienes que ir al jodido
psicólogo.
De pronto unos golpes sonaron en la puerta fuertemente y Carina se removió
entre mis brazos.
—¡Carina! —Habló una voz femenina desde el pasillo—. ¿Estás despierta?
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Sus ojos oscuros se abrieron parpadeando a causa del insomnio. Me miraron
confundida, luego a la puerta. La mujer volvió a llamarla y entonces sí que se abrieron
de golpe, comprendiendo la situación.
—Carina, voy a entrar —avisó su madre.
—Mierda.
Al tiempo que decía aquello me empujó de la cama, haciéndome caer en el
suelo con un fuerte golpe. Ella saltó de la misma. Sin miramientos me agarró de la
mano y tiró de mí hasta un armario. Abrió la puerta de golpe y me coló ahí dentro,
junto con un montón de perchas y trajes de colores.
—No hagas ni un ruido —me susurró bajo tono de amenaza.
Cerró la puerta dejándome en la oscuridad al mismo tiempo que su madre abría
la del cuarto.
53
CAPÍULO 14
Narra Carina
Creo que no hay palabrota lo suficientemente fuerte para interpretar mis
pensamientos en aquel momento. ¡Luca seguía en mi cuarto! Oh, señor… No sé
cuando debió de pasar, pero nos quedamos dormidos… ¿Cómo me pude quedar
dormida a su lado? Y lo que era peor, estaba despierto cuando mi madre llamó a la
puerta, y mirándome. ¿Qué demonios observaba tan fijamente? Tuve el tiempo justo
para meterle en el armario de la ropa de baile antes de que mi madre abriese la
puerta. Era el único sitio con hueco para esconderse, lo sé de cuando jugaba con Jake
al escondite.
—¿Carina? ¿Qué haces? Pensé que estabas dormida?
Mi madre me miró elevando una ceja, claramente intuyendo que algo no iba
bien. ¡Bueno! ¡Hora de improvisar! ¿Qué podía distraer su atención?
—Estabas observando la ropa de baile, ¿verdad?
Suspiré aliviada y asentí. Ella misma había desviado el tema. Resultó
increíblemente fácil. Abrió sus brazos para recibirme en ellos e, indecisa, camine a su
lado. Ya estaba vestida y el olor del perfume que siempre usaba inundó todo a mí
alrededor. Iba a extrañar su olor el tiempo que me dejase sola. Y la realidad chocó
contra mí con fuerza. Había estado tan preocupada y enfadada por quedarme con mi
padre, tan absorta con Luca, que no me había dado cuenta de lo que realmente iba a
pasar: mi madre se iba a ir. Y no la vería en una larga temporada.
—Deberías pensar en volver a bailar. Ahora que tu padre estará aquí contigo tal
vez te ayuda a distraerse.
Arrugué la nariz. No tenía muy claro que eso me ayudase.
—Me lo pensaré —admití al cabo de un tiempo.
No me dio tiempo a decir nada más porque la cara de mi madre se iluminó. En
seguida sacó su teléfono móvil del bolsillo.
—Perfecto. Yo misma me ocuparé de llamar a la señora Doyle para ver que
puede encontrar para ti. Estoy segura de que estará encantada. Ella lamentó que te
fueras de la academia más que cualquier otra persona.
Torcí el gesto en una mueca desagradable cuando ella se giró para recorrer la
habitación con los ojos. La señora Doyle era la directora de la academia de danza a la
54
que había asistido desde los tres años. Cuando hace tres años dije que abandonaba se
le calló el alma a los pies. Prácticamente fui de sus primeras alumnas y la más joven. Y
ahora no podía impedir que mi madre la llamase.
—Carina, ¿no te tengo dicho que no robes las camisetas de tu hermano?
Volví a la realidad cuando mi madre caminó dentro del cuarto y sostuvo una
camiseta en lo alto. Estuve a punto de negar que yo hiciese eso cuando observé bien la
prenda que había agarrado. ¡Era la maldita camiseta de Luca! Yo acababa con su vida
en cuanto tuviera oportunidad, lo juro. Tragándome la regañina traté de poner cara de
arrepentimiento y arranqué la camisa de las manos de mi madre.
—Lo siento, yo me ocuparé de lavarla.
Ella me miró ladeando la cabeza. De nuevo me volvió a abrazar, y aunque no
sabía por qué lo hacía en ese momento, dejé que sus brazos me arroparan. La iba a
extrañar.
—Oh, Carina. Siento no tener más tiempo para despedirme, pero tengo que
irme ya.
Apreté los labios para contener la tristeza. No sabía que se iría tan pronto. La
devolví el abrazo con más fuerza y dejé que besase mi mejilla varias veces. Lo peor
estaba por llegar: me abandonaba a mi suerte con mi padre. Mirando el lado positivo,
al menos podía echar a Luca de mi casa sin que nadie le viese.
—Por cierto, tu padre está abajo. Acaba de llegar. ¿Te puedes creer que vino
solo con una maleta? ¡Yo me llevo como tres a casa de tu abuela!
Una mueca de horror se dibujó en mi rostro. ¿Qué mi padre estaba aquí? ¿Ya?
¿Tan pronto? Mierda. Mierda. Mierda. Las oportunidades de sacar a Luca de casa
descendieron a velocidad vertiginosa antes mis ojos. Afortunadamente mi madre
malinterpretó mi expresión de preocupación.
—Tranquila, me ha prometido esforzarse y no ser un desastre —Sus ojos se
clavaron en mi, preocupada, y su tono se suavizó—. Él te adora, solo dale tiempo. Y
aunque no te guste la idea… Hablamos con Jake anoche, después de que te fueras
enfada. Dijo que si tenías cualquier problema no dudases en llamarle.
Asentí un poco confusa, no tenía ni idea de cuándo había hablado con Jake. Yo
sabía que a mi hermano no debía de gustarle nada la idea de nuestro padre
quedándose en casa. Él, cuanto menos, no podía soportarle. Creo que nunca le
perdonaría que se fuera. Además, era demasiado protector conmigo. Y decir
demasiado quizás era quedarse corto. No me sorprendería que, a la mínima que le
llamase, se presentara en casa.
55
—Lo tendré en cuenta —asentí realmente deseando no tener que contactar
nunca con mi hermano.
Me dio otro gran abrazo y prometió llamarme siempre que tuviera ocasión.
Luego salió del cuarto y la escuché hablar unas últimas palabras con mi padre. Me
asomé a la ventana y la vi meterse al coche y conducir fuera del barrio. Mis ojos
escocieron y respiré hondo tratando de contener las lágrimas. Volvería, no era un
adiós para siempre.
—Y ahí desaparece mi última esperanza de vida y comida sana hasta dentro de
meses —suspiré abrumada, tal vez dramatizando.
—¿Se te va el gato, princesa?
Di un salto y poco me faltó para gritar. Luca se había acercado a mí tan sigiloso
que apenas lo noté hasta que habló. Me miró con una sonrisa divertida. Y además ahí
volvía, a llamarme princesa. Estaba confusa e intrigada de por qué me llamaba así. Cogí
aire para reprenderle cuando un horrible sonido de algo rompiéndose vino desde el
piso de abajo. Ambos nos giramos hacia la puerta la cual mi madre había dejado
abierta. Seguido del ruido, llegó un grito.
—¡Estoy bien! ¡Lo lamento por el jarrón tan feo de tu madre! —Chilló por mi
padre desde el recibidor.
Negué con la cabeza, centrándome en lo que era más importante. Tenía que
apañármelas para sacar a Luca de aquí lo más rápido posible. Le entregué su camiseta
que aun sostenía en mis manos. Él la recogió y se la puso sin que se lo tuviera que
pedir.
—Mira, mi madre se acaba de ir como te dije anoche que haría, pero mi padre
acaba de llegar también. Creo que vas a tener que salir por la ventana.
56
CAPÍTULO 15
Narra Luca
Por la ventana. No me estaba vacilando, ¿verdad? Pude deducir que no porque
no se rió cuando yo lo hice.
—Estás de coña, ¿no? —La espeté observando la altura que había hasta el
suelo—. Aunque no lo parezca, no soy un gran deportista de las alturas.
—Créeme, no lo pareces…
Pero no tuve tiempo de sentirme indignado porque unos pasos comenzaron a
subir por las escaleras. Con cara de pánico Carina volvió a tirar de mí para esconderme.
—Oh, no —Me negué—. Yo no vuelvo al jodido armario lleno de vestiditos y
brillos. Aquello creo que me dio alergia.
Antes de que me discutiera corrí y me metí detrás de la puerta. Segundos
después, los pasos se detuvieron a la entrada de la habitación.
—¿Carina? —Dijo una voz de hombre—. ¿Qué te parece si me ayudas a
organizar las cosas?
—Mamá me dijo que solo trajiste una maleta —contestó ella con tono mordaz.
—Oh, bueno… Es que… Como voy a estar viviendo aquí por un tiempo… Traje
unos adornos de mi cosecha.
Se hizo un silencio bastante tenso. Pude deducir que a Carina aquella idea no le
gustó. Y su padre también lo hizo.
—Bueno, yo… Seguiré con ello. Si te animas te espero abajo.
Sus pasos se alejaron fuera de la habitación y yo suspiré tranquilo. Salí de
detrás de mi escondite y miré a la chica. Sus puños estaban apretados y su rostro
crispado.
—Cambiar las cosas de sitio dice —murmuró prácticamente escupiendo las
palabras—. Va a cambiar toda la casa, esto es horrible.
—Pues baja a ayudarle y así lo impides.
Por lo visto mi idea no fue bien recibida porque me gane un puñetazo.
—¡Auch! Bueno, si estás cabreada no lo pagues conmigo.
57
—Si Jake estuviese aquí le patearía el culo, mi hermano odia a mi padre —
continuó, haciendo caso omiso a mí queja—. Bueno, y a ti también.
Rodé los ojos. ¿Ahora me amenazaba con un hermano mayor?
—Venga, tengo que sacarte de aquí.
De nuevo, me agarró de la mano sin miramientos. Creo que no se estaba dando
cuenta de eso. Me guió por toda la parte superior de la casa, con un dedo en los labios
pidiendo silencio. Abajo los pasos se dirigían a la cocina y bajamos por las escaleras.
—Carina, ¿quieres zumo?
Su padre parecía habernos oído y se aproximaba a nosotros, por lo que ella me
dio un empujón, metiéndome detrás de una horrible maceta alta.
—Oye, había pensado que para celebrar mi llegado, podríamos organizar una
fiesta la semana que viene —sentí el cuerpo de Carina tensarse ante las palabras de su
padre—. De hecho, tendríamos que hacer una cada fin de semana, ¿qué te parece?
Vaya, ya quisiera yo que mi madre me dejase hacer eso. ¿En serio se estaba
quejando de padre? Él se volvió a alejar y ella tiró de mí fuera del escondite.
Conseguimos llegar a la puerta y la abrió de un tirón, empujándome fuera. Y la estaba
a punto de cerrar cuando interpuse mi pie en medio. Me miró, claramente enfadada.
—¿Y ahora qué quieres?
—Bueno Carina. Entonces, ¿has sacado alguna conclusión de la noche de ayer
para el trabajo de Romeo y Julieta?
Clavó sus ojos en mí, alzando las cejas, con una expresión que claramente
evaluaba mi nivel de locura. No podía reprochárselo, yo también estaba comenzando a
cuestionarme el psicólogo.
—¿Aparte de que eres un imbécil ególatra cuyo ego es tan grande que no cabe
en su cuerpo? —Inquirió, alzando una ceja—. No, creo nada.
—Así que te he llevado a una noche de fiesta y diversión, y la única conclusión
que sacas, ¿es sobre mí?
Mordí la lengua para no estallar en sonoras carcajadas cuando el rubor hizo
aparición en sus mejillas. Sus ojos se abrieron y empezó a balbucear. ¿Por qué
demonios aquello me parecía tan jodidamente dulce?
—No quise decir eso.
—Tan solo piensa en ello, princesa —añadí, guiñando un ojo.
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  • 1.
  • 2. 2 Para todas aquellas personas que lean esta historia, ya sea ahora, durante su producción o en el futuro. Nunca sabes lo mucho que tus actos pueden influir en la vida de las personas.
  • 3. 3 ÍNDICE CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2 CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 5 CAPÍTULO 6 CAPÍTULO 7 CAPÍTULO 8 CAPÍTULO 9 CAPÍTULO 10 CAPÍTULO 11 CAPÍTULO 12 CAPÍTULO 13 CAPÍTULO 14 CAPÍTULO 15 CAPÍTULO 16 CAPÍTULO 17 CAPÍTULO 18 CAPÍTULO 19 CAPÍTULO 20 CAPÍTULO 21 CAPÍTULO 22 CAPÍTULO 23 CAPÍTULO 24 CAPÍTULO 25 CAPÍTULO 26 CAPÍTULO 27 CAPÍTULO 28 CAPÍTULO 29 CAPÍTULO 30 CAPÍTULO 31 CAPÍTULO 32 CAPÍTULO 33 CAPÍTULO 34 CAPÍTULO 35 CAPÍTULO 36 CAPÍTULO 37 SOBRE LA AUTORA
  • 4. 4 SINOPSIS No tenías nada que yo buscase. De hecho, eras lo contrario a mi tipo. Estoy completamente seguro de que en la vida me hubiera fijado en una chica como tú, nunca. Y ahora, mírame. Soy como un perro vagabundo y hambriento, pero en vez de buscar un hueso que morder, busco la más mínima y mísera de tus miradas. Estoy rendido ante ti, y ya no se qué hacer para tratar con esta jodida mierda.
  • 5. 5 CAPITULO 1 Narra Carina Las luces de la discoteca Benidorm me estaban abrumando. Rocky y yo llevábamos como una hora ahí metidas, y ella ni siquiera me había dejado sentarme en un taburete a tomar un Dr. Pepper. Bueno, esa era una de sus reglas: “de fiesta, solo alcohol y baile”. Aun siendo tan diferentes, de verdad que no sé cómo podíamos ser amigas. —Estoy agotada, Rocky, necesito sentarme o salir a tomar el aire. —¡Vamos Cari! ¡Que la noche es joven! Rodé los ojos mientras me daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia la barra. Ella me agarró de la muñeca y fue conmigo hacia uno de los taburetes. —Dos vodkas con cola —pidió al camarero. —¡Que sea solo uno! —Me apresuré a corregir—. Para mí un Dr. Pepper. Rocky me lanzó una mirada envenenada. Esa era la segunda de sus reglas de oro de salir de fiesta que rompía, ¡y en menos de cinco minutos! —Sabes que mañana tengo que ir a cuidar al hijo de la señora Moore. No es bueno presentarse con resaca el primer día de trabajo. —Aburrida —farfulló mi amiga mientras el camarero la traía su bebida—. Dentro de poco cumplirás los diecisiete, y entonces no te escaparás. Te emborracharé como una cuba y no llegarás viva a casa. —Te tomo la palabra —me reí mientras tomaba el primer sorbo de mi bebida con sabor a cereza. —Dios, ¿has visto esos bombones de ahí? Señor, como adoro esta discoteca. Dirigí mi vista hacia donde ella señalaba, en la pista, a un grupo de tres chicos. Dos rubios y uno moreno. Todos demasiado cliché para mí. Altos, fuertes y bien vestidos. Y para completar con lo estadístico, una chica también alta, rubia y con tetas enormes (vamos, todo lo que yo querría ser), se acercó al moreno. Visto y no visto, a los dos segundos ya debía tener la lengua metida hasta dentro de su campanilla, mientras sus otros dos amigos vitoreaban como locos. Rocky resopló a mi lado.
  • 6. 6 —Caso perdido, si ese son el tipo de chicas que están en su liga, no hay nada que podamos hacer. Sonreí suavemente. Sinceramente, ella sí tendría alguna posibilidad, al menos más que yo. Sin embargo no podía decírselo, estaba segura de que jamás me daría la razón y no quería iniciar ninguna discusión. Rocky era preciosa. Su pelo negro, liso y brillante. Sus ojos verdes oscuros con mirada felina, como la decía mi hermano Jake para tomarla el pelo. Tal vez pesase un kilo o dos de más, pero en eso se quedaba. No se podía considerar siquiera “rellena”, y mucho menos gorda. Aunque tenía una insana obsesión con su culo, yo mataría por tener sus tetas. De verdad. Pero, ¿quién querría ser como yo? Yo, el tipo de nadie. Mi pelo no era negro brillante, sino esa combinación entre castaño y oscuro, demasiado soso. Mis ojos oscuros no podían llamar la atención, y era tan baja y tan plana que no tenía ningún atractivo físico. Aun no entendía como mi carnet falso funcionaba conmigo… ¡Ni siquiera tenía culo! —¡Santa madre! ¿No es ese Dan Watson? —Gritó Rocky tan alto, que me extrañó que el susodicho no se girase—. ¿Qué demonios está haciendo aquí? Reí por lo bajo mientras mis ojos se posaban sobre él. Hacía unos años era el chico que mejor me conocía del mundo. Algo así como mi mejor amigo, pero lo fastidió todo. ¿Y cómo lo hizo? Pretendiendo ser algo más que eso, amigos. Pero ya había cruzado la frontera hacia la amistad hacía tanto tiempo que se me hacía imposible mirarle de otra forma. Cuando le rechacé él simplemente dejó de quedar conmigo, se alejó y ahora solo hablamos de vez en cuando. —Oh, Dios, no, se está acercando —susurró por lo bajo Rocky con voz dramática. Rodé los ojos mientras, efectivamente, Dan caminaba hacia nosotras. No es que fuese feo, sino… Es difícil de explicar. Podría pasar por un chico estándar. Ojos marrones, pelo castaño, estatura media, tal vez tirando a delgado… Y además era muy agradable, aunque un poco pesado. El problema era que estar en el equipo de matemáticas y física del instituto le quitaba todo el encanto. Y más cuando se ponía hablar de formulas químicas, como si fuesen algo alucinante que tú deberías saber por el mero hecho de existir. Vamos, que terminaba aburriéndote. —¡Carina! —Me saludo. Oh, señor, ya empezamos. Sólo mi madre y él me llaman por mi nombre completo. Cuando éramos amigos acabé por desistir en mis intentos. —¿Cómo tú por aquí? —Preguntó Rocky con voz falsa.
  • 7. 7 Dan la ignoró. Me mordí la lengua tratando de no reírme. Ellos dos no se aguantaban. Francamente, creo que él la tenía algo de celos ya que se convirtió en mi amiga cuando se alejó de mí porque le rechacé. Y en cuanto a ella… No sé, pero comentaba algo de malas vibraciones sobre él. —Cuanto tiempo, Dan —le saludé dando otro sorbo a mi bebida—. ¿Tomas algo? —No, he venido solo un rato —contestó negando con la cabeza—. Además un exceso de alcohol puede hacer que las neuronas se quemen porque los neurotransmisores… —Oh, Dios, yo sí que necesito otro vodka —le cortó Rocky llevándose las manos a la cabeza con un ademán exagerado—. Con esas palabras tú sí que conseguirás quemar las mías. —No es de extrañar que esa afirmación venga de tu parte, Lane. Y ya empezaban. Me lo estaba viendo venir. Mis ojos volaron de nuevo a la pista. La gente seguía bailando, bebiendo, y podía decir acertadamente que más de la mitad de los presentes éramos menores de edad con carnet falso. Entonces vislumbré al grupo de chicos de antes. Pero en aquel momento eran menos. Sólo quedaban los dos rubios, hablando con una chica parecida a la anterior. El moreno seguramente habría ido a hacer cosas que no quería saber con la otra a algún lugar apartado. Nota mental: solo por precaución, no poner un pie en los baños de este local. —Cari, creo que ya es hora de irse —interrumpió Rocky mis pensamientos—. Tu madre quería que estuviésemos pronto en casa. —¿Queréis que os lleve? Mi coche está aparcado ahí fuera. Miré a Dan y su cara de cachorrito. Detrás de él, Rocky me hacía señas negativas con las manos. Una de ellas era meterse un dedo a la boca como si pretendiera vomitar. —No, Dan, no hace falta. Mi madre nos dejó el coche y debemos llevarle. Muchas gracias de todos modos. —¿Y ya te vas? ¿Tan pronto? —Oh Dios mío —bufó Rocky—. Dame las llaves, que te espero en el coche. Le pasé mi bolso entero a mi amiga y desapareció escaleras arriba. Ahora me dejaba con Dan. Solo rezaba para que no se pusiese en plan… —Entonces, ¿todavía vienes aquí con tus amigas?
  • 8. 8 Me mordí el labio inferior, sabiendo lo que eso significaba. —Sí, Dan. Vengo aquí con Rocky y no con un chico, porque todavía no he encontrado al indicado. —Eres demasiado exigente. Elevé una ceja divertida. Sólo pensaba que era exigente porque le había dicho que no. Y no pensaba tratar ese tema en ese momento. Además, Rocky tenía razón y ya era hora de irme a casa. —Ha sido un placer hablar contigo, Dan —comencé a despedirme, levantándome de la silla—. Pásatelo bien, ya nos veremos otra noche. —¿Te acompaño hasta la puerta? —No, no hace falta, gracias —le grité alejándome a grandes zancadas de él. La verdad, llegaba un momento en el que se podía poner incluso pesado. Caminaba hacia la salida tan rápido que no me di cuenta de que tropecé contra alguien hasta que la bebida de ese “alguien” quedó esparcida por todo mi pelo y ropa. Sí, contras de ser tan baja, las bebidas van primero a la cabeza y luego a la ropa. En otras circunstancias seguramente me habría disculpado y salido de esa situación lo más rápido posible, pero hablar con Dan me había alterado, y mi capacidad de paciencia y estrés había mermado desde que Rocky me había hecho pasar más de una hora dentro de ese antro. Por eso, y mil disculpas más que ahora no tengo cabeza para pensar, acabé gritando: —¿Es que no puedes siquiera sostener bien tu bebida? Y cuando alcé los ojos hacia la persona, me di cuenta de que era un chico, pero no uno cualquiera. Uno cuyos ojos azules consiguieron instalarme en ellos, paralizarme momentáneamente, y olvidarme del resto del mundo. Oh, bueno, eso hasta que la chica rubia que llevaba de la mano me lanzó también su copa directa a mi pelo. Sí, exactamente, era el moreno del grupo de chicos.
  • 9. 9 CAPÍTULO 2 Narra Luca —¿Vendrá esta noche Amy? Me giré hacia Shawn mientras tomaba un trago de mi cerveza. ¿Y por qué demonios le importaba a él si vendría o no Amy? Que yo supiera, la chica solo estaba interesada en ligar conmigo, no con ellos. Además, no era mi novia, así que no había razón alguna para que yo lo supiese. Opté por encogerme de hombros. —Me da a mí que la respuesta viene hacia aquí —contestó entonces Alan, su hermano. Me giré justo a tiempo para verla. Amy, con su pelo rubio, opaco por las luces de la discoteca. Sus piernas de modelo largas y esa camiseta que dejaba el alma al descubierto. La clase de chica que era mi estilo. La clase de chica que me besaría sin decirme ni un “hola”. Y eso era lo que Amy Randle estaba haciendo. Ciertamente, yo tenía unos cánones muy establecidos: guapas, altas y rubias. Bueno, lo último podía variar un poco. Especialmente a pelirroja. —¿Vamos al baño, Luca? —Me susurró ella, después de separarse de mí. Torcí el gesto. El baño no era buena opción. Aparte de ser sucio y levemente asqueroso, por mucho que me gustasen las chicas, yo desde luego no era del tipo que se enrollaba con una en el baño. —Mejor fuera, dulzura. Les di un guiño a mis amigos, quienes vitorearon mientras me la llevaba hacia la salida del antro. Sin embargo nada más salimos fuera unas amigas de Amy nos rodearon. Comenzaba ya a aburrirme de la situación y aquello parecía extenderse, por lo que agarré a Amy del brazo y la dije que volvería dentro. —Espera, Luca, voy contigo. Así, Amy agarró uno de los vasos de sus amigas y me siguió al local. Fui a beber un sorbo de mi cerveza cuando un cuerpo colisionó contra el mío, provocando que mi cerveza se callera sobre él. Iba a decir algo cuando reparé en que era una chica. O una cría, por su estatura. No tenía ni idea de cómo la habían dejado entrar, pero de todos tenía otra regla y esa era no pelear nunca con mujeres. Y entonces ella habló. —¿Es que no puedes siquiera sostener bien tu bebida?
  • 10. 10 Unos ojos negros y avispados me miraron fijamente. Sus mejillas sonrosadas y su cara redonda le daban un aspecto lamentablemente infantil. Debía de tener quince años o algo así. Pero no pude decir nada, porque entonces Amy tiró con ganas su bebida contra aquella chica. —Un poco más de respeto a tus mayores, mocosa —le dijo, dándome la sensación de querer iniciar una pelea de gatas. Las mejillas de la chica se encendieron más aun. Parecía que se iba a poner interesante, cuando uno de los tíos fuertes de la puerta se dio cuenta de lo que pasaba y se acercó a nosotros. —Vosotros, los carnet. Maldición. No era que me importase mucho, tenía 18 años y esa ya era la edad legal para entrar al bar, pero no para sostener la bebida que llevaba en la mano. —No hay problema, tío —traté de tranquilizar la situación levantando una mano en son de paz—. Ella ya se iba. Dirigí mi mirada a la chica. Sus ojos eran realmente oscuros, pero de una manera que la hacía bonita. Ella me miró momentáneamente, rodó los ojos como si aquella situación la molestase, y asintió con la cabeza. Me lanzó una última mirada antes de irse, de esas que podrían atravesarme de lado a lado y deshacer mis órganos por el camino, y desapareció fuera del local. Amy me agarró de la mano y me llevó de nuevo dentro a continuar la noche. Acabé mi cerveza, pedí otra, besé a Amy más veces, muchas más veces de hecho, y bebí aun más. Así que cuando me desperté en mi habitación a la mañana siguiente, el dolor de mi cabeza y la necesidad de agua de mi organismo eran inaguantables. Miré el reloj. Eran las dos del mediodía. Mi madre ya se debía de haber ido a trabajar. Sin molestarme en ponerme más encima salí en mis bóxers y descalzo a la cocina, dispuesto a agarrar un bote de zumo, bebérmelo lo más rápido que pudiera, y salir un rato a correr. Me eché el jugo de naranja en un vaso de esos de medio litro. Bostezando, me deslicé hacia el salón para comprobar que decía el periódico. Y entonces colisioné, como la noche anterior, contra alguien. Y tiré mi todo mi zumo sobre esa persona. Pensando que se trataba de Sarah, mi hermana pequeña, estaba a punto de lanzar un grito, cuando mis ojos descubrieron unos negros y oscuros. Negros y oscuros como… ¡Santa mierda! ¡Era la cría de ayer!
  • 11. 11 CAPITULO 3 Narra Carina Me levanté somnolienta a las nueve de la mañana y perdí al menos quince minutos de mi tiempo tratando de despertar a Rocky, quien dormía en la cama supletoria del suelo de mi cuarto. Mamá nos esperaba con el desayuno preparado, de forma que no perdiera mucho tiempo. Aprovechó para darme la típica charla mientras desayunábamos. —Si hay algún problema, no dudes en llamarme. O llamar a Clare. Dylan tiene ya siete años y los niños son muy revoltosos. —Recuérdame de nuevo por qué hago esto —resoplé apurando mis cereales. —Porque Clare es amiga de tu padre, tenía una cosa urgente que hacer hoy… —… hoy domingo, que quede dicho. —… y no se fía de ninguno de sus hijos. Rodé los ojos mientras Rocky reía por lo bajo. Claro, como ella no tenía que hacer de canguro gratis… Además, no sé qué tenía que ver que fuese amiga de papa. Mis padres llevan divorciados como ocho años, y casi ni se hablan. Yo tampoco le veía mucho. Lo único que le agradecemos es que esté pagando la universidad de Jake y luego me la vaya a pagar a mí. —¿No tenía un hijo de mi edad? —Suspiré, llevando mi taza al fregadero. —Un año mayor, pero tengo entendido que no es muy responsable. Y Sarah tiene quince años. —Lo que sea… Bufé. Vale, el mayor no era responsable. ¿Pero y la de quince años? Ya tenía edad para cuidar de un niño… Rocky y yo montamos en el coche de mi madre. La dejé primero a ella en casa y se despidió suerte con el día de hoy. La tenía envidia de poder pasar el domingo tirada en la cama. Me dirigí pesarosa a la dirección que mi madre me había dicho. Era una casa bonita, con un pequeño jardín y las paredes color pastel. El porche amplio tal vez fuese lo que más me gustó. Aparqué el coche y caminé hacia la puerta. Una chica morena de mi edad, Sarah supuse, me abrió la puerta. —¡Mamá! —Gritó cuando me vio—. ¡Ya llegó la niñera!
  • 12. 12 Se apartó hacia un lado dejándome espacio para entrar y pasé el umbral de la casa. Dentro olía a ambientador de vainilla. —Me llamo Cari —me presenté mientras Sarah cerraba la puerta. —Lo que sea —torció el gesto la chica, desapareciendo por el pasillo. Me quedé sola en el salón mientras esperaba. Era una habitación amplia y muy bien iluminado, con un sofá que tenía toda la pinta de ser muy cómodo. —¡Oh! ¡Tú debes ser la hija de Jason! Yo soy Clare, y este pequeño es Dylan. No les había visto llegar, así que me quedé sorprendida al ver a aquel niño pequeño y rubio, con cara de que iba a darme muchos problemas, cogido de la mano de una mujer igualmente rubia. —Un placer, señora Moore. —Te pareces tanto a tu padre… —suspiró ella, como si hiciera falta recordármelo. Parecerme a mi padre era un horror. ¿De quién había sacado yo el ser baja? Sí señor, de él. Jake, por el contrario, se llevó lo mejor de ambos padres. El pelo rubio y los ojos azules de él, y la altura de mama. A veces le odiaba solo por eso. —Tengo algo de prisa, pero supongo que puedas arreglártelas bien. Volveré por la noche. Sarah va a salir a comer a casa de una amiga y Luca está durmiendo. No sé cuando despertará. Si tienes algún problema no dudes en llamarme. ¿Luca? ¿Eso era un nombre? ¿No le faltaba…? No sé, ¿una “s” final? La señora Moore se despidió de su hijo apresuradamente con un beso en la mejilla, agarró las llaves del coche y salió de lugar. Me dejó preguntándome a dónde se dirigiría con tanta prisa. Sacudí mi cabeza. De todos modos no era de mi incumbencia. Miré a Dylan barajeando las posibilidades que tenía de salir viva de ese día. Parecía que él también estaba observando lo mismo. —¿Quieres jugar conmigo a los coches? Una sonrisa se escapó de mis labios. Así que este niño jugaba a los coches. Coches de juguete en miniatura, como descubrí cuando trajo al salón una caja llena de ellos. Nada de videojuegos o consolas. Eso me gustó. Y tal vez fue por aquella buena impresión que tuve de él que en poco tiempo el crío parecía haberme cogido cariño. Tanto, que cuando su hermana Sarah salió de la casa la riñó por no haberme dicho adiós.
  • 13. 13 A la hora de la comida le preparé unos macarrones con queso, mi especialidad. Comimos en la mesa del salón, y él se las arregló para poner todo pringado de salsa. —Voy a por una servilleta, no te muevas. Y estaba entrando en la cocina cuando una figura llamó mi atención. Pero lo hizo demasiado tarde. Un cuerpo de chico semidesnudo y adormilado chocó contra mí. Y de pasó me bañó derramando el zumo de naranja que llevaba en el vaso. ¿Dos veces en menos de veinticuatro horas? ¡Aquello tenía que ser una broma! E iba a decirle algo, cualquier cosa, cuando sus ojos azules se encontraron con los míos. Y no tarde en reconocerle. —¡Tiene que ser una jodida broma! —Dijimos los dos a la vez. ¿El chico de ayer? ¿El imbécil, inmaduro, ególatra y estúpido de anoche? Oh, y como no, me tiraba otra bebida encima. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Me preguntó parpadeando, incapaz de ocultar su asombro. —Primero se dice “disculpa”, ¿no crees? Lástima que no esté tu novia para rematarlo y tirarme zumo ella también. Me pasé una mano por el pelo empapado. Dios, en breves estaría pegajosa entera. Justo como ayer. Al menos esto no era cerveza. —Amy no es mi novia. Bufé. Aquello era de esperar. Seguro era uno de esos gigolós que se enrollan con cualquier chica rubia que tenga dos tetas bien puestas. Y entonces llegó Dylan con la cara cubierta de más salsa aún. Lanzó sus brazos hacia mí, abrazando una de mis piernas. —Cari es mi canguro —regañó a su hermano—. Y ella es mía, así que no la trates mal. No pude evitar reírme ante aquello. Mientras el niño parecía haberme cogido cariño, su hermano abrió los ojos, mirándonos sorprendido. Y entonces me di cuenta. ¡Madre del amor hermoso! ¿Cómo no lo pude ver antes? ¡Pero si solo llevaba unos bóxers! —Que, ¿unas vistas bonitas? Estoy segura de que mi tez se volvió tan roja como la mitad de la manzana de Blanca Nieves. No estaba acostumbrada a tales placajes… Pero tampoco me iba a amedrentar por aquel chico, que destilaba aires de superioridad por sus poros.
  • 14. 14 —Las he visto mejores —apunté tratando de aparentar aburrimiento mientras rozaba su pecho desnudo con el dedo índice—. Me parece a mí que necesitas más horas de gimnasio. Sentí mi mano temblar ligeramente. No estaba acostumbrada a acortar tanto la distancia con los chicos. Sí, vale, lo admito: casi diecisiete años y mi experiencia en el sector era tirando a nula. ¿Qué le iba a hacer? Tenía un hermano muy excesivamente protector. Y a pesar de estar en la universidad, Jake se había asegurado de que su estela de miedo quedase impregnada sobre muchos de los chicos que quisieran acercarse a mí, que lamentablemente tampoco eran un exceso. Lástima que no surgiera efecto sobre Dan… —Lo que sea… Yo me voy a largar en breves y… ¿Qué iba a hacer qué? Mi camiseta estaba prácticamente nadando en jugo de naranja, no me iba a dejar así. Ayer ya me tragué mi orgullo cuando su amiguita me armo el cisco tirando ella también su copa. Hoy no iba a pasar lo mismo. —¿Y piensas dejarlo así? —Le amenacé, subiendo mi dedo índice de su pecho a su barbilla—. ¡Esta es la segunda vez que me mojas! ¡Y ni siquiera te has disculpado aun! Él rodo los ojos, moviendo lentamente la cabeza, de forma que su naciente y corta barba hizo cosquillas en mi yema. Aparté rápidamente la mano, confusa por aquella sensación. —Vale, lo siento. Ahora me… —Ahora me das algo para que me cambie. No quiero enfermar porque algún idiota me tiró el zumo de naranja mientras cuidaba de su hermano pequeño.
  • 15. 15 CAPÍTULO 4 Narra Luca ¿De dónde demonios ha salido esta jodida cría? Primero se pone en mi camino haciendo que, por segunda vez, se me caiga la bebida encima de ella. Y ahora me insulta. Hay que tener un poco más de respeto, ¿no? —¿Me acabas de llamar idiota? —¿En serio tienes que preguntarlo? —Resopló, pero no me dio tiempo a replicarla—. Entonces, ¿podrías darme alguna camiseta para poder cambiarme? Bufó mientras me daba la vuelta y hacía un movimiento con la mano para que me siguiese. Tenía ganas de salir de allí, ir a correr y acercarme donde Alan y Shawn a pillar algo de hierba para que se me pasase la resaca. Lo último que quería era perder el tiempo. Sentía como me seguía mientras yo la guiaba hasta mi cuarto. Por su parte, parecía que Dylan había optado por volver al salón. Chico listo. Le aprecio a pesar de ser un chaquetero que me cambió por una niñera nueva. Ella, a quien Dylan llamó Cari, se quedó parada en puerta, indecisa. Me encontré a mi mismo sonriendo tontamente ante su timidez mientras sacaba del armario la primera camiseta limpia que encontré. Nunca salía con chicas como ella, por lo que no estaba acostumbrado a esa clase de pudor. —Toma —la dije mientras la lanzaba la camiseta—. Hay un baño al fondo del pasillo para que puedas cambiarte. Asintió con la cabeza. Sus ojos oscuros desaparecieron cuando se giró, haciendo volar su pelo castaño alrededor de su cuerpo. Volví al salón dándola tiempo para cambiarse. Encontré a Dylan inmerso en el intento de comer un plato de pasta. Desechando la idea de correr, agarré mi móvil y envié un texto a Alan. Al poco tiempo ya había recibido una contestación: en media hora, en la parte trasera del pabellón del instituto. Por fin algo que fumar para relajarme. Me volvía a dirigir a mi habitación para cambiarme cuando ella volvió a aparecer. Bueno, para ser una cría no estaba tan mal. Seguro que algo de mi hermana Sarah le hubiese valido, pero ella me mataría si dejara su ropa a alguien. No me dí cuenta de que Cari llevaba mi camiseta favorita, de tonos grises y con el emblema de los Beatles en ella, hasta que se la vi puesta. La verdad la quedaba enorme, casi de vestido. Y sus diminutos brazos colgaban inertes a los lados. Además aquella tela conseguía esconder sus shorts vaqueros, haciendo parecer sus piernas más largas. Sin embargo no lo suficiente.
  • 16. 16 —Gracias —me dijo. No la contesté. Mi mente se había convertido en un trabalenguas ilegible. Estaba pensando cosas que no debería estar pensando. Abandoné el salón decidido, yendo a mi cuarto. En menos de media hora estuve reunido con mis amigos, fumando la hierba que empezaba a necesitar con desesperación, y tratando de olvidar sus ojos negros enfadados, sus ojos negros diciendo aquel gracias, sus ojos negros tan expresivos y diferentes a los que acostumbraba a ver. Cuando regresé por la noche, ella ya se había ido. Sin embargo, algo me decía que la volvería a ver de nuevo, cuando Dylan requiriese de otra niñera. El lunes llegué tarde a clase, cosa no extraña en mí. De hecho, lo extraño era que apareciese. Esta era la segunda semana de clase y el primer día que asistía a primera hora. También el primer día que asistía a esa asignatura: literatura II. Como estaba repitiendo era una de las pocas que me obligaban a cursar de nuevo, y el señor Skitter ya me conocía del año anterior, por lo que apenas me lanzó una mirada reprobadora mientras me deslizaba hacia un asiento libre al fondo de la clase. No le presté demasiada atención. Mi mirada vagaba entre la ventana y mi mesa, cansado. Aún así logré enterarme de pequeñas cosas. Este año la nota se iba a basar en… Un trabajo de literatura, sobre algún autor. Me pareció entender que él escogería el libro. Y también las parejas. Oh, genial, por parejas. La clase entera se revolucionó cuando dijo que serían al azar por papelitos. Original, ¿cierto? Me incorporé en mi asiento mientras los emparejamientos empezaban. Macbeth… Clare Simpson con Derrik Stuart. Madame Bobary, Sarah Swan con Erik McMillan… Sueño de una noche de verano… Bostecé hasta que de pronto oí mi nombre, y mi vista se clavó en el señor Skitter, cuya mano llevaba un papel sacado de una urna, el cual suponía tenía escrito mi nombre. —Luca Moore, tu estudiarás Romeo y Julieta —qué típico, pensé mientras él volvía a hundir sus dedos en la urna y sacaba otro papelito—… Con Carina Anderson. Parpadeé confundido. Aquel nombre me sonaba. Aquel nombre… Un segundo, ¿no se llamaba Cari la niñera de Dylan? Pero no podía estar en esta clase. Seguramente no se trataba de ella. Esa cría debía tener como tres o cuatro años menos que yo, no podía estar en mi clase. Sintiendo una acorazonada mi vista paseó alrededor del resto de compañeros que miraban atentos como el señor Skitter sacaba otro papel. Todos menos uno, o más bien una. Un par de ojos negros consternados colisionaron con los míos. Ella parecía
  • 17. 17 enfadada, desolada, enfurecida y… ¡Santa mierda! De nuevo debo decir… ¡Era la cría de ayer!
  • 18. 18 CAPITULO 5 Narra Carina Luca Moore. Estaba emparejada con Luca Moore. Aquello tenía que ser una broma. Una gran y horrenda broma. Pero no, ahí estaba él, mirándome como si no debiera encontrarme en esa clase. ¡Pero si el que la repetía era él! Aparté la vista rabiosa. ¡Luca Moore era una de las personas más vagas que jamás había conocido! Estaba segura de que si fuera por él suspendería de nuevo. Y yo no quería hacer sola el trabajo. Por eso mismo me i en la obligación de correr tras él al acabar la clase. Como si el universo se hubiese puesto en mi contra, cosa que comenzaba a dudar cada vez menos, Luca se escabulló como alma que lleva el demonio por la puerta, y Rocky vino en mi búsqueda, impidiéndome seguirle. Lo volví a intentar de nuevo a la salida, y esta vez tuve más suerte. Estaba apoyado contra su moto fumando un cigarrillo. ¿Por qué los chicos como ellos siempre, recalco, siempre, tienen moto? Remangué las mangas de mi sudadera, nerviosa. Cuando estuve a dos pasos de él, elevó su cabeza repentinamente, casi asustándome. Sus ojos azules se clavaron en los míos tal como había sucedido momentos antes en clase, y sus cejas se alzaron. —Vaya, vaya… —Musitó a la par que expulsaba el aire del tabaco de sus pulmones—. Así que asistes al instituto… Fruncí el ceño sin entender a qué venía esa pregunta. —Claro que vengo al instituto, ¿dónde iba a estudiar sino? Tiró el cigarrillo al sueño y alzó una ceja en mi dirección. —¿Pero tú tienes edad para dar clase aquí? Sentí mis mejillas encenderse al mismo tiempo que una sensación de rabia e impotencia me inundaba por dentro. ¿Qué si tengo edad? ¿Qué si tengo edad? Sé que esa pregunta no debería ofenderme en esos momentos… Es decir, aunque tuviese casi diecisiete años, no es el primero en pensar que no debo pasar de los quince. Es horrible ser tan bajita. Y estar tan plana. Y tener cara aniñada. Pero hubo algo en el tono y la expresión en el que me lo preguntó, como asombro mezclado con arrogancia que… Simplemente me sacó de mis casillas. —¡Tengo sólo un año menos que tú, capullo! Sus ojos se abrieron ampliamente, sorprendido, pero no tardo en recuperar su pose brabucona y presuntuosa.
  • 19. 19 —Vaya, parece que la adolescencia no ha dejado mucho paso en ti. Y eso ya era demasiado, ya no aguanté más. Vale, sí, era la niñera de su hermano. Sí, casi no le conocía. Sí, él me sacaba casi dos cabezas. Sí, estábamos en el aparcamiento lleno de estudiantes. Pero…
  • 20. 20 CAPÍTULO 6 Narra Luca Aquello juro que no me lo esperaba. Con la cara de niña buena que tiene, que me pegara tal monumental tortazo… Increíble. Anonadado me llevé una mano al lateral izquierdo de mi cara. En cualquier otra situación la hubiera pedido explicaciones o exigirla que rogara perdón. Sin embargo, todo cuanto salió de mi boca fue: —Buen gancho. Unos tacones resonaron a mi lado, y poco después unas manos tocaron mi rostro con delicadeza. El pelo rubio de Amy me hizo cosquillas en la nariz. No me dio tiempo a asimilar bien lo que estaba pasando cuando ella se apartó de mí y apuntó con su dedo índice a Carina, gritándola. —¡Tú! ¡Asquerosa zorra! ¿Quién te crees que eres para pegar a Luca? Contrario a lo que Amy esperaba, Carina alzó las cejas con aire divertido. Miró a la chica rubia que tenía delante y luego a mí. Me daba la sensación de que estaba a punto de echarse a reír, y eso descolocó completamente a Amy. —¿Asquerosa zorra? —Se burló finalmente la chica—. Para estar en último año de instituto, tienes un repertorio muy poco variado de vocabulario. Reí por lo bajo, pero no pude ocultarlo y Amy se percató de ello. Supe en ese momento que acababa de cometer un grave error. Como si de una gata en celo se tratase, Amy saltó sobre Cari tirándola del pelo con tanta fuerza que, de haber llevado extensiones, se las hubiese arrancado. Estaba preparado para separarlas, apartándome de mi moto, cuando me fijé en que no hacía falta. Contrariamente a lo que pudiera parecer, a pesar de que la rubia era mucho más alta y fuerte que Cari, ésta se defendía bastante bien. Consiguió soltar su cabello de Amy, y cada vez que esta contraatacaba se agachaba o se apartaba a un lado con una gran agilidad. Ser tan baja debía de tener sus ventajas. Pero el aparcamiento estaba empezando a llenarse de gente, y en breves podría aparecer el director. Divisé a Shawn y Alan, y les hice un aspaviento, animándoles a acercarse. Alan no tardó ni medio segundo en comprender y, con un gran alarde de su fuerza, separó a Amy, agarrándola por la cintura. —Ya la acerco yo a casa en coche —me susurró, mientras la rubia gritaba blasfemias.
  • 21. 21 Poco a poco la gente se fue disipando, hasta que solo quedamos Cari y yo, que me miraba con los brazos en jarras. —¿Y ahora qué? —Pregunté divertido. —Tenemos que hablar —elevé una ceja, esa era conversación de rupturas—. Del trabajo de literatura. Sonreí ante la aclaración. Luego pensé en el libro. Romeo y Julieta. Lo había leído. Sí, increíblemente, yo lo había leído. Y algo me decía que ella también. —No te vas a escabullir de hacer el trabajo —continuó—. Vamos a pactar unos horarios, y deberás leer el libro y… —Ya lo he leído —la corté—. Y si tú también lo has hecho, que me da la sensación que es así, podemos empezar cualquier día. Cari parpadeó. La había sorprendido. ¡Punto para Luca! Entonces, por el rabillo del ojo, vi pasar el autobús amarillo. Y ella también, pero no dijo nada. Le había perdido, estaba seguro. —Sube, te llevo a casa —la ofrecí entregándola mi casco de la moto. Dudó. Y no pude evitarlo, tenía que hacerla rabiar. Algo en mí me obligaba a ello. —¿Qué pasa? ¿La niñita pequeña tiene miedo de subir a una moto? Apuesto a que nunca lo has hecho antes. Correr riesgos, tomar decisiones prematuras… Y eso bastó para que arrancara el casco de mis manos y se le amarrara. Sonreí malicioso al verla. Se veía graciosa, con sus pantalones cortos, la sudadera verde y el casco cubriendo su cabeza. Me dijo su dirección y la ayudé a subirse a la parte trasera de la moto. Sus manos se posaron indecisas sobre mis caderas. —Tienes que agarrarte más fuerte —la avisé, encendiendo la moto—, o no tardarás nada en caerte. Y bastó la primera curva para que ella me hiciera caso. Sus brazos me rodearon fuertemente, casi uniendo las manos por mi estómago. Sentía contra mi espalda su cuerpo diminuto usándome como escudo para protegerse del viento. Cuando llegamos a su casa, frené delante del camino hacia la puerta. Ella se bajó rápidamente en cuanto saqué las llaves de la moto. Demasiado rápido. Se tambaleó fuertemente, casi cayendo al suelo, por lo que alargué una mano para ayudarla. Se sostuvo a ella fuertemente, juraría que sin percatarse que era mía.
  • 22. 22 Cuando recuperó el equilibrio la miró horrorizada, soltándola como si fuera una rata mutante. Eso certificaba mi teoría. —Gracias por traerme —susurró, notablemente incómoda, mientras me devolvía el caso—. Ahora si no te importa, yo ya me voy y… Así que yo la ponía incómoda. Eso no podía dejarlo pasar así como así. Actuando como si realmente no fuese yo mismo, y he de admitir que incluso sorprendiéndome, me bajé de la moto, siguiéndola hacia la puerta de la casa. —¿Qué estás haciendo? —Exigió mirándome recelosa. —Pensaba que estaba bastante claro: seguirte. Rodó los ojos. No me soportaba. —Tenemos que hacer un trabajo sobre Romeo y Julieta, ¿verdad? Entonces, ¿qué mejor momento que ahora? Yo no tengo nada que hacer, y algo me dice que tú tampoco. Me miró dubitativa. No quería, lo notaba en sus ojos. —En algún momento habrá que hacerlo, ¿no? Además, no puedes huir de mí para siempre, y menos si cuidas de mi hermano. Para rematarlo la guiñé un ojo. Eso la sacaría más de quicio, y efectivamente así sucedió. Su cara se volvió roja, e iba a hablar cuando la puerta de la casa se abrió. Una mujer salió de ella, y supuse que sería su madre. —¡Carina! —Exclamó al vernos—. ¿Has traído un amigo? —Es Luca, mamá, el hermano de… —Ya me lo explicarás después, ahora tengo mucha prisa —habló ella muy precipitadamente, mientras salía corriendo hacia un coche aparcado en la acera—. Hay mucho trabajo en la oficia y te he dejado cena en la nevera, pero… Si se queda a cenar él también, pide una pizza. —¡Mamá! —Protestó Cari—. ¡Él no…! —Invítale a algo de beber, ¡y toma protecciones, cariño! Si las personas pudieran echar humo por los oídos, Carina se hubiese convertido en una chimenea en ese momento. Sus mejillas subieron a un tono rojizo nada natural, pero en cierto modo lo entendía. ¡Su madre había gritado eso en medio de la calle a todo volumen! Que diera gracias a que vivíamos en un pueblo y no había mucha gente por la calle.
  • 23. 23 —Ni sueñes que te voy a invitar a algo de beber —dijo finalmente Carina, abriendo la puerta para que entrase en su casa—. No quiero terminar con Dr. Pepper, cerveza o cualquier cosa líquida en la cabeza.
  • 24. 24 CAPÍTULO 7 Narra Carina Aun seguía escandalizada. ¿Qué no olvidara las precauciones? ¿¡Que no olvidara las precauciones!? “Asghghslfkdkls”, pensé mentalmente contra mi madre. —Te chirrían los dientes —comentó Mr. Idiota, dando un sorbo a su Dr. Pepper. Sí, efectivamente, a pesar del alto riesgo a acabar siendo regada por su bebida, acabé dándole un Dr. Pepper. Y sí, también le había apodado como Mr. Idiota, pero es que eso era él: un idiota compulsivo. —Muy bien, tú dirás, ¿alguna idea para el trabajo? —Pregunté, cruzando mis brazos. Él se llevó una mano a la barbilla fingiendo estar pensativo. Debía de admitir que en esa pose resultaba condenadamente sexy. Pero por muy atractivo que fuese, no estaba aportando ninguna idea. Suspirando, decidí empezar yo. —Elijamos un tema a tratar del libro. Tenemos la del destino y el azar, como en la serie de eventos desafortunados que les suceden. O el tiempo y como transcurría en aquella época. O la luz y… —Tratemos el amor —me cortó de pronto, interrumpiéndome—. Sé que está muy visto, pero es el principal de la historia, y se puede sacar mucho de él. Rodé los ojos. El amor era demasiado típico en el libro, y se veía que él no tenía muchas ganas de trabajar. Pero si eso le motivaba y no era un vago todo el tiempo, habría que hacerle caso. Durante un tiempo estuvimos discutiendo como plantear el trabajo. Por escrito, un vídeo, una obra, pintura… Todo muy convencional, según Mr. Idiota. —Bueno, si tan creativo eres, da una idea —acabé soltando, desesperada. Y entonces me sorprendió. —Hay que vivirlo —dijo convencido—. La única forma de hacer un buen trabajo, es vivirlo. Rodé los ojos.
  • 25. 25 —¿Y bien? ¿Cómo se supone que vamos a vivir Romeo y Julieta? Por si no te has dado cuenta, estamos hablando de una época en la que dos familias no dejaban enamorarse a sus hijos por estúpidas rivalidades. —Abre un poco más la mente, Carina —susurró Luca. Le miré confundida. ¡Yo era una persona de mente abierta! Sin embargo, lo que más me sorprendió fue oírle llamarme por mi nombre completo. Generalmente eso no me gustaba. Sólo lo hacían Daniel y mi madre, pero… En él sonaba… distinto… —Iremos a una fiesta —dijo de pronto. —¿Qué? —Le miré anonadada. ¿De dónde sacaba esas ideas? —Romeo y Julieta se conocieron en una fiesta, ¿verdad? —Empezó a explicarme—. Eso haremos. Hay una fiesta el sábado que viene. Iremos y viviremos la noche lo más parecido a como Romeo y Julieta lo hicieron. ¿Viviremos? ¿Nosotros? ¿Los dos? No pude evitar torcer el gesto, y entonces él se echó a reír. —¡No me refiero a nosotros dos! Seguro que habrá algún chico que te interese con el que quieras hablar y tener tu propio cuento. Tienes pinta de ser una de esas chicas romanticonas que habitan su propio cuento de hadas. Si las miradas matasen, Luca Moore sería el zombie más sexy del mundo. No, espera, yo no dije eso. Nada de usar calificativos como sexy seguido del nombre de Luca. Nunca. Jamás. —Pasaré a recogerte a tu casa a las once —dijo poniéndose de pies—. Si hay algún cambio de planes me llamas. Ahora tengo que irme. —¡Oye! —Protesté—. ¡No he accedido a ir! Luca se giró hacia mí, mirándome con una sonrisa torcida en el rostro. —Oh, sí que lo has hecho. ¿Cómo? Tan solo estuve cinco segundos tratando de descifrar que significaba aquello, cuando Luca se acercó y agarró mi teléfono móvil de mi bolsillo delantero. —¡Ey! —Grité, tratando de atraparle. Él me esquivó con facilidad y luego se llevó el teléfono al oído. De su chaqueta salió música. —Me he llamado para guardar tu número —me comunicó—. Ya tienes el mío.
  • 26. 26 Me devolvió el móvil y luego le acompañé hasta la salida, con los labios apretados, consternada. —Y… Carina —Me llamó antes de que cerrase la puerta. —¿Qué…? Pero no pude acabar la frase. Un líquido con sabor a cereza impactó contra mi pelo, escurriéndose por la cara y llegando a mi ropa. Mis ojos se abrieron con sorpresa mirando directamente a Luca. La botella de Dr. Pepper que había estado tomando antes se encontraba ahora en su mano, vacía. ¡Lo había vuelto hacer! ¡El maldito condenado lo había vuelto a hacer! ¡Y encima a posta! —Es para no perder las costumbres, ya sabes… Y se fue. Corrió hacia su moto y salió huyendo, dejándome mojada y pegajosa en la puerta de casa. Ni siquiera había salido del shock cuando su moto desapareció de mi vista. ¡Maldito “ashjgfhjjkjsñnfioelsnlwe”! Me di una ducha larga tratando de sacar la sustancia de mi pelo. Mr. Idiota no se merecía ser Mr. Idiota. Aquello en verdad se quedaba corto ante tal nivel de “payasería” suprema. Por la noche, a eso de las diez, mi madre llegó a casa. —¡Hola mamá! ¿Qué tal en el trabajo? Pero ella no contestó. En vez de eso, me miró con los ojos sombreados y el rostro torcido. Oh, no. Eso no podía ser bueno. —Carina —me dijo, sujetando mi mano y llevándome al sofá con ella—. Tenemos que hablar. Montones de cosas se me pasaron por la cabeza. Sin embargo, solo se me ocurrió decir: —Luca y yo solo estábamos haciendo un trabajo de clase. ¡Jamás tendría que hacer nada! Pero ella negó con la cabeza. ¿Qué pasaba? ¿No me creía? —No se trata de… Luca —me dijo ella mirándome con recelo, pero luego su expresión cambió a una que llegó a preocuparme—. Ha pasado algo. Me mordí el labio, nerviosa. ¿Algo malo? —Tu abuela ha enfermado, y debo ir a cuidarla a la ciudad.
  • 27. 27 ¡Oh, Dios! Eso era horrible. No es que estuviese muy unida a la abuela. Tampoco la veía mucho, pero sabía que mamá sí. ¿Qué significaba aquello? ¿Me iba a dejar sola en casa? No, eso no se le pasaría jamás por la cabeza. Y tampoco podía llevarme con ella, perdería tiempo de instituto. Y hacer volver a Jake de la universidad tampoco era una buena idea. Y entonces lo comprendí. Aparté mis manos de las de ella con rapidez, negando con la cabeza. No podía ser cierto. —Él vendrá el sábado. Cenaremos todos juntos, solo una hora. Yo me iré al día siguiente, así que se quedará aquí, cuidándote. —¡No puedes estar hablando en serio! No podía ser real. Tenía que tratarse de una pesadilla. ¡Él! No me gustaba nada, apenas tenía una relación estable con él desde que nos abandonó por su trabajo, aunque pagase la universidad de Jake. No podía sobrevivir a más de un día conviviendo con él. Era un completo extraño para mí. Pero así era la verdad: Mi padre, o más bien la persona que facilitó el esperma para mi nacimiento, se iba a mudar a mi casa.
  • 28. 28 CAPITULO 8 Narra Carina Llegué a pensar que Luca se había olvidado del trabajo y de mí. Bueno, supongo que lo último no era muy difícil… No le volví a ver por el instituto en todo lo que quedaba de semana. Ni siquiera se dignó a aparecer en nuestra clase de literatura. En serio, me veía haciendo el trabajo de Romeo y Julieta yo sola… De no ser porque el sábado por la mañana, al despertarme, vi ese mensaje de texto en el teléfono móvil, le hubiera dado por muerto. “¿Lista para una fiesta rememorando a Shakespeare? Llámame cuando quieras que te vaya a buscar, princesa. Luca”. ¿Princesa? Estaba comenzando a plantearme seriamente los problemas patológicos que podría estar sufriendo ese chico. Pero no me paré por mucho tiempo a pensar en ello. Hoy era sábado, y un día clave: el día de la cena con mi padre. Maldecía el momento en que mi madre decidió que fuera él quien viniese a vigilarme mientras ella estaba con la abuela. Sinceramente, yo misma podía ser auto suficiente por mi cuenta. Con el aquí solo sería una boca más que alimentar. Y podría parecer que estoy exagerando, pero… ¿Sabes de esas personas que llegan a los cincuenta años y se sienten como adolescentes de dieciocho? Bien, ese es mi padre. Pero la cosa no acababa allí. Era muy… místico. Del tipo hippie pero no tan hippie… Raro de explicar… De hecho, se ganaba la vida como escritor, tras abandonar su último trabajo. No es que sea muy centrado tampoco. Una vez leí una de sus obras. Sin comentarios. Digamos que no era recomendada para mi edad. Y sí, fue él quien me regalo el libro. Me pasé el resto del día de la televisión al ordenador y del ordenador a la televisión. No fue hasta que mi madre me obligó a tomar una ducha y vestirme decentemente que me forcé a mi misma a salir de mi aislamiento. No estaba contenta. No quería a mi padre aquí, para nada, y quería que lo notaran. Me vestí con unos simples pantalones vaqueros cortos y un polo azul, atando mi pelo en una trenza. No maquillaje, no ropa bonita. Pero cuando llegó mi padre, eso no pareció importarle… —¡Carina! ¡Cuánto has crecido! Vestido con unos viejos pantalones vaqueros y una camiseta oscura, un hombre de baja estatura y robusto, con barba crecida de dos semanas y el cabello despeinado caminó hacia mí. Me abrazo cuando llegó a mi lado, rodeándome fuertemente. ¿Cuánto había crecido? Se sentía como una broma pesada. Yo era una de las cosas más enanas del mundo, tenía que estar bromeando.
  • 29. 29 —Hola papa —me obligué a saludarle, sintiéndome bastante extraña con su presencia—. ¿Está bien el hotel? Allí estaba mi padre, frente a mí, después de tanto tiempo sin verle. En cierta parte estaba feliz por ello. Es decir, era mi padre, me gustaba verle. Pero también era una especie de extraño, un recuerdo de mi niñez. El torció el gesto. Por el día de hoy se quedaba en un hotel cerca de casa, hasta mañana que mama se fuera. Pero yo sabía que él detestaba los hoteles. Decía que todo estaba demasiado ordenado y limpio. —Demasiado sacado de revista —anunció separándose y caminando hacia dentro de la casa—. ¿Eso qué huelo es pollo al horno? —¡Josh! —Le saludó mamá apareciendo en el pasillo—. Cuanto me alegro de que hayas podido venir hoy. Y el resto de la cena pasó sin mucho más que contar. En efecto, era pollo al horno. Seguramente mi última comida saludable para lo que me quedaba de vida. Moriría antes de que mi madre regresara. Adiós, vida cruel. Casi no participé en la conversación de la sobremesa. Ellos hablaban y yo asentía. Mamá le daba órdenes absurdas que ambas sabíamos perfectamente no obedecería. Pero el desastre llegó cuando mencionaron a Jake… —Entonces, ¿vendrá el pequeño Jake a visitarnos? Elevé la vista de mis manos, las cuales tenía entrelazadas. Mi hermano estaba estudiando en la universidad. De hecho se encontraba en una bastante lejos de casa, y que yo supiera no tenía vacaciones hasta dentro de mucho, mucho tiempo. —Sí, dijo que se pasaría a vigilar —admitió mamá—. Pero mándale pronto a la facultad, no quiero que pierda muchas clases. —Oh, vamos, la universidad es tiempo de fiesta, el mejor momento de la vida —negó mi padre, como si aquello fuese una verdad absoluta—. Deja que el pobre chico descanse, no se puede estar estudiando todo el día. —Es su futuro, Josh —contraatacó ella de nuevo—. Para él sería muy beneficioso conseguir una carrera. —Por favor, mujer, no le metas presión. Es joven. Deja que disfrute. ¿Crees que toma drogas? ¿Tú las tomas, Carina?
  • 30. 30 Me atraganté con mi propia saliva. ¿Cómo de desequilibrado podía estar el mundo para que me tocaran unos padres como esos? No, no las tomaba, y además… ¡Eso no se pregunta! Y mi madre parecía pensar lo mismo. —Por el amor de Dios, ¿cómo le preguntas eso a la niña? ¡Ten más tacto, Josh! Y aquel comentario pareció ofenderle. —Oh, y eso lo dice la mujer que piensa que hablar abiertamente de sexo a los hijos es bueno. Me sorprende no haberte encontrando rociando a nuestra hija con preservativos antes de irte… Y fue en ese momento cuando recordé otra de las razones por las que su relación no había funcionado. Comenzaron a pelear, y una cosa llegó a la otra y, no sé cómo, acabaron voceando a gritos si yo era una ninfómana drogadicta. Y fue demasiado. —¡Ya está bien! —Grité poniéndome de pies—. ¿Podéis dejar de comportaros como dos críos pequeños! Ninguno de los dos sabéis lo suficiente de mí como para… sacar esas malditas conclusiones. Y tú menos, que te has pasado ausente los últimos años de mi vida. Aquello se lo dije a mi padre, mirándole directamente. Sé que más tarde me arrepentiría, pero no en ese momento. Estaba furiosa. Salí del salón, agarré una chaqueta y me fui a la calle. Caminé por cinco minutos sin saber dónde ir hasta que un coche con la música a todo volumen pasó a mi lado. En él iba Amy, la rubia que siempre estaba Luca. Y entonces me acordé de Luca. Y de la fiesta. Saqué mi móvil del bolsillo delantero de los pantalones y le escribí.
  • 31. 31 CAPÍTULO 9 Narra Luca. “Estoy esperándote en las pistas de fútbol. Mueve tu culo y ven rápido antes de que me arrepienta y cambie de idea. Carina”. Sonreí estúpidamente cuando leí aquel mensaje. Al darme cuenta de lo que hacía borré la sonrisa de mi cara y guardé el móvil en el bolsillo. Tiré el cigarrillo a la gravilla, aplastándolo con la bota, y recogí el casco del suelo. —¿Te vas ya? Miré a los gemelos, todavía fumándose un porro de maría entre los dos. Asentí, no queriendo dar muchas explicaciones. Seguramente les vería en la fiesta de esa noche. Ellos nunca se perdían una. Y seriamente, no quería darla. Ni yo sabía que me motivaba a hacer esto. Había pasado toda la semana sin ir a la clase de literatura y procurando no ver a Carina por los pasillos. Sé que era una actitud irracional… Por extraño que parezca, estar a su lado me hacía sentir… Como si yo fuese un desperdicio de la sociedad. Una escoria. Puede que en parte así fuera, pero me daba rabia. Ella era tan… Niña bien. Y que mi hermano pequeño la adorase no ayudaba. Estúpido Dylan. Aun así ahí estaba, conduciendo mi moto hasta el lugar de encuentro lo más rápido posible. Me había pasado toda la semana evitándola para nada. ¿Para qué demonios la enviaría aquel mensaje de texto? La culpa la tuvo la mierda de maría, estoy seguro. Además, seguramente me esperase con algún vestido o falda, o algo de eso que usan las chicas para ir a las fiestas. Acabaría enfadándose porque yo iba en moto y no la podría llevar. Y de nuevo, me sentiría como una mierda. Estuve tentado a dar media vuelta, cuando me encontré en las pistas de futbol. Una figura estaba sentada en el bordillo de la acera. Se levantó cuando me vio llegar. Frené justo frente a Carina. Y maldición, me sorprendió. No llevaba ninguna ropa aparatosa, sino una simple camiseta y unos pantalones cortos. A decir verdad, aquello la hacía parecer más joven aun, pero preferí callármelo. No creo que la gustase saber aquella información. —¿Por qué será que no me sorprende que hayas venido en moto? —Inquirió, elevando una ceja. —Oh, mi dulce Julieta, no creo que esa sea forma de comenzar una fiesta —La devolví el saludo, quitándome el casco de la cabeza y pasándoselo a ella.
  • 32. 32 Arrancó el casco de mis manos y se lo ató con más destreza que la última vez. Apreté mis manos en el manillar cuando la sentí moverse hasta colocarse detrás de mí. Sus dedos se agarraron a la tela de mi camiseta con cuidado, como si tuviera miedo de tocarme. —Oh, Carina, me parece que no has aprendido nada de nuestro último viaje en moto —Me burlé—. Si no te agarras con más fuerza, te caerás. Casi pude verla rodar los ojos a mi espalda, pero sus manos se agarraron con más fuerza a mí. Apreté los labios y pise el acelerador. Tuve que reprimir una carcajada cuando ella soltó un grito, y más al notar como sus brazos se deslizaban por mi cadera profundizando el agarre. El frío plástico del casco me daba en el cuello, y su pecho se apretaba contra mi espalda. Extrañamente, aquello no estaba tan mal. —Fin del viaje —Anuncié. Habíamos llegado a la casa de la fiesta. Dentro se oía gente y música bastante alta. Algún que otro adolescente borracho caminaba por el césped haciendo eses o vomitando en las esquinas. Sí señor, se lo estaban pasando muy bien. —Ya puedes soltarte —la avisé al ver que no se movía. Contuve otra sonrisa ante su exagerada reacción. Se había sobresaltado, apartándose de mí y tambaleándose hasta bajar de la moto, como la otra vez. No entiendo como pude querer evitarla, con lo graciosa que era. No recuerdo haberme reído tanto con una chica… en la vida. Sus mejillas estaban cubiertas por un delicado tono rosado cuando se quitó el casco. No sabría decir si por vergüenza o por frío. Lo dejé en la moto y comenzamos a caminar hacia la casa. Antes de llegar a la puerta la paré. Quería hacer aquello más interesante. —Oye Carina, Julieta de esta fiesta. Cuando encuentres a tu Romeo, no estaría de más que me le presentases. Ella arrugó la nariz y algo en mi estómago se revolvió. Vaya, aquel gesto extrañamente la quedaba bien… —De hecho, encuentro esa parte incoherente —Me dijo—. Nadie puede conocer a alguien en una fiesta y automáticamente enamorarse de esa persona. —Para mí eso no es lo incoherente —Rebatí—. Lo es entrar en una fiesta y solo salir con una cita.
  • 33. 33 La vi bufar y continuar hacia delante. Justo antes de entrar por la puerta, di dos zancadas hasta pasar a su lado, susurrando. —Así, dulce Julieta, veremos quién de los dos encuentra más Romeos o Julietas esta noche. Es un reto. Y estaba dispuesto a divertirme. A estar en esa fiesta como en todas las demás. A ser el Luca de siempre. Y puede que durante una parte de ella lo fuese… Hasta que dos horas más tarde acabé en el cuarto de Carina, sin camisa, y con su madre dormida en la habitación de al lado.
  • 34. 34 CAPITULO 10 Narra Carina No sé por qué acepté el trato. De verdad, juro que no sé la razón. Desde el primer instante en que entramos en la casa Luca consiguió, por lo menos, atraer la atención de un tercio de las chicas que había en la sala. El otro cuarto lo formábamos yo y el resto de cegatas. No se salvaron ni las que tenían novio. Así que no fue de extrañar que media hora más tarde, mientras él estaba hablando con la adolescente rubia y de largas piernas número... ¿doce?, yo estuviese aburrida, apoyada contra una pared, viendo pasar el tiempo. —¿Una bebida? Contrariada me giré hacia el chico que acababa de hablarme. Pelo rubio corto, ojos oscuros, bajo para ser chico pero perfecto para mi estatura. Le reconocí de mi clase de química: Jaden Mason. Le sonreí tratando de parecer amigable. ¿Podría ser este mi Romeo? Tal vez para Luca ligar con una sola persona fuese poca cosa, pero para mí eso acababa convirtiéndose en el mayor milagro en una noche de fiesta. —Claro, ¿sabes dónde puedo conseguir una? —Tan solo sígueme, preciosa. Jaden me guiñó un ojo y caminó hacia donde debía estar la cocina. Allí continuaba habiendo un montón de adolescentes, cada vez más borrachos. Apoyada sobre una nevera una muchacha pelirroja que minutos antes había visto bailando con sus amigas, luchaba por mantenerse en pie. —Lisa, creo que deberías irte a casa —dijo Jaden acercándose a ella y apartándola de la nevera—. ¿Has venido con Ryan? —No, con mis amigas —Quiso decir ella, pero estaba demasiado ebria para poder vocalizar—. Él es muy estirado para venir aquí... Universitarios. Ví a Jason apretar los labios, nervioso. Iba a intervenir, no sabiendo muy bien qué hacer, cuando él agarró por banda a un chico que pasaba. Éste al verle le dio un apretón amistoso en el hombro. Debían de conocerse, y yo empezaba a sentirme un poco como una intrusa. —Ey, Trev, déjame pedirte un favor. ¿Crees que podrías llevar a Lisa con sus amigas? Está demasiado... mareada.
  • 35. 35 El tal "Trev" miró a la chica, cuyos ojos vagaban perdidos por la habitación, y luego a su amigo. Éste me lanzó una mirada rápido y luego espero ansioso la respuesta del otro. —Oh... Ya veo —Sonrió, como si comprendiera algo que el resto no—. Te veo luego, Jade. ¡Ey, Lisa! Ven, busquemos a tus amigos. Trev se acercó a la chica, quien le miró contrariada. La pasó el brazo por la cadera y la arrastró fuera de la cocina. Al hacerlo pasó a mi lado. No pude evitar observar cómo me evaluaba con la mirada para luego levantar el dedo pulgar en señal aprobadora a su amigo. Todo esto nada disimulado. Alcé las cejas y me acerqué a Jaden. —Lo siento por eso —me sonrió, revolviéndose el pelo—. Trev no puede evitar comportarse de forma tan... descarada. Pero es un buen tipo, solo por eso le he dejado ir con Lisa. —¿Es tu amiga? —Pregunté complacida por lo que acababa de presenciar. Parecía un buen tipo. —Algo así —afirmó, arrugando la nariz—. Nuestros padres son muy amigos, por lo que es como una prima que nunca tuve. Sonreí. Ese chico me transmitía buenas vibraciones. ¿La verdad? No me importaría que él se convirtiese en mi Romeo. Y evaluándole bien, tal como había hecho anteriormente su amigo conmigo, era bastante guapo. No podía compararse con el sex-appeal que desprendía Luca, pero... Un segundo... ¿Luca? ¿Y él qué demonios tenía que ver en esto? Sacudí la cabeza tratando de apartar los pensamientos de mi cabeza. Era escalofriante la forma en que ese chico tenía de aparecerse en mi mente. Aunque me estaba preguntando... ¿qué tal le iría a él? ¿Se habría decidido por alguna chica? ¿Tal vez se estuviese montando una orgía improvisada con todas ellas? —¿Coca-cola? ¿Cerveza? ¿Vodka? Tienes pinta de una chica Dr. Pepper. Tú eliges. Miré a Jaden. Había abierto la nevera y, dentro de ella, una multitud de botellas alcohólicas se cernía. He de decir que él tenía razón. Yo era una chica Dr. Pepper, pero también era una chica que no asistía a una fiesta un sábado cualquiera porque sí. Ni menos una chica que se sube a la moto de un chico potencialmente peligroso. Así que... ¿por qué no dejar de ser también, por un día, una chica Dr. Pepper? —Creo que me declinaré por el vodka —dije finalmente—. Pero no muy cargado.
  • 36. 36 No sé que me llevó a decir aquello, pero quise que la tierra me tragase en ese mismo instante. ¿No muy cargado? ¿Quién demonios pide eso? Lo normal es lo contrario: ¡cárgame la bebida de alcohol! Estuve esperando a oír a Jaden riéndose de mí, pero en su lugar solo asintió con la cabeza. Le observé sacar la botella de vodka, un vaso, y otra de Dr. Pepper. Primero vertió el contenido alcohólico transparente y luego el líquido oscuro y burbujeante de mi bebida favorita. Lo removió con una pajita que agarró del mostrador y me lo pasó. —Eres distinta a las otras chicas, ellas hubieses pedido algo lo suficientemente fuerte como para estar borrachas a los diez minutos —mierda, la había cagado—. Me gusta eso. Abrí los ojos sorprendida, llevándome la pajita a la boca. ¿Acababa de alagarme? Bueno, espera, creo que ni siquiera me había dado tiempo a presentarme. —Eh... Por cierto, me llamo... —Carina, lo sé. Estamos juntos en química. Vaya, este chico era toda una caja de sorpresas. ¿Me había reconocido? Yo pensé que solía pasar desapercibida para la mayoría de las personas. Veo que no es así. De pronto me vi iniciando una entretenida conversación con Jaden. ¿No es un nombre bonito? "Jaden". No intentó nada raro. De hecho, ni siquiera hubiese parecido que estaba ligando de no ser por el coqueteo y las sonrisas. Estábamos tan entretenidos que ninguno la vio llegar. —Vaya, Jaden. ¿Qué se supone que haces con esta perdedora? Lamenté reconocer aquella voz a pesar de estar dándola la espalda. Pude ver a Jaden torcer el rostro. Él tampoco parecía muy alegre al verla. —Hola Amy. Ya veo que te dejaron venir. —¿Qué esperabas? Es una fiesta, y es mi deber estar aquí. Miré con temor a Amy, la chica con la que me había peleado en el instituto. La chica que amaba tener sus piernas alrededor de Luca. A propósito de eso, ¿no debería estar en estos momentos con él? Lamentablemente la atención de aquella largarta rubia de piernas largas volvió a recaer en mí. —Ahora en serio, ¿qué haces hablando con esta niña? Tú puedes conseguir cosas mejores. Noté cómo la sangre me hervía y se colocaba en mi rostro haciéndome enrojecer. Sorprendentemente fue Jaden quien me defendió.
  • 37. 37 —No creo recordar haberte pedido tu opinión, Amy. Y más increíblemente fue cuando la rubia cerró la boca, mirando al chico como si le acabara de pegar una bofetada. —Está bien, ya veo que no estás de humor. Ya nos veremos luego... —No tan rápido, le debes una disculpa a Carina —añadió Jaden, provocando que mi respiración se cortase. —¿Quién? —Preguntó Amy, como si no hubiese entendido. —Ella —dijo el chico mordazmente, señalándome—, se llama Carina. Amy me miró por encima de su hombro. Bufó, puso los ojos en blanco y se fue. Esa debió de ser una de las veces que mejor me sentí en toda la noche. Aquella chica me caía peor que un balde de agua congelada. De agua congelada con detergente. De agua congelada con detergente que cae directamente en los ojos. ¿Me he explicado bien? —De nuevo... Lo siento por eso. Me giré hacia Jaden, quien me miraba aprensivo. De verdad parecía lamentar lo sucedido. —Da igual, creo que estoy empezando a acostumbrarme a ella —quise sonreírle, pero me había quedado un muy mal sabor de boca después de aquella escena—. Parece que la conoces muy bien. Para mi sorpresa, él rió. Fue una risa tranquila y dejada, como si aquello le resultara pesado. —Ni te lo imaginas. Como que es mi hermana. —¿Tu hermana? No quería soltarlo así, tan de sopetón, pero... ¿Su hermana? ¿Era en serio? Es que no se parecían en nada... Sí, ambos era rubios, pero... El color de pelo de Jaden era algo más oscuro. Además de la diferencia más obvia: Amy medía por lo menos una cabeza más que él. ¿Se había llevado todos los genes buenos acaso? De nuevo, Jaden rió. Esta vez más fuerte, debido a mi cara de incomprensión. —Sí, ya sé, no nos parecemos en nada. En especial por... ya sabes... Elevó el brazo, llevando su mano hacia arriba y simulando que estaba midiendo algo. Yo también reí. Era muy lindo, pudiendo incluso hacer chistes acerca de su propia altura.
  • 38. 38 —En realidad no somos hermanos de sangre. Más bien hermanastros. Mi padre y su madre se casaron hace dos años y... De regalo vino una hermanastra como ella. —Lo siento —le sonreí sintiendo empatía. Jaden se encogió de hombros. —Bueno, en realidad no es soportable. Sé que va a sonar mucho a cliché, pero... No es tan mala cuando la conoces. No ha tenido una vida fácil. A todo esto... ¿tú de que la conoces? Sé que suele ser... irritante con la gente, pero... Chica, contigo ha sido un poco más de lo normal. Y estaba abriendo la boca para contestarle cuando sentí una mano posarse sobre mi hombro. Y de seguido el brazo al completo de un chico. No me hizo falta girar para reconocerle, su simple presencia, la fragancia que desprendía, me alertaba de quien estaba junto a mí.
  • 39. 39 CAPÍTULO 11 Narra Luca. Estaba siendo una buena noche. Sí señor. Mucho mejor de lo esperado. De hecho ya tenía en el bolsillo el número de ocho chicas con las que había hablado. Era divertido ver cómo trataban de colarlo de forma descarada con una sonrisa seductora en los labios. No me imaginaba a Carina haciendo algo por el estilo... ¿Cómo la iría con los chicos? Sacudí mi cabeza. Esto tenía que parar ya. —¿A dónde vas? Sonreí a la chica que tenía al lado. Era guapa. ¿Qué digo? Estaba como un tren. Alta, piernas largas, dos tetas bien puestas, pelo rojo electrizante... Bien, bien, parece que volvía a encarrilarme por la buena dirección. —Necesito algo que me ponga a tono, nena. La guiñé el ojo y salí hacia la cocina. Sin pensarlo agarré una botella de vodka de entre todas las que había y me serví un chupito. Escocía un poco en la garganta. No estaba demasiado acostumbrado a ello. Entonces vi a Amy, tomando una cerveza mientras hablaba con un chico. Ella recayó en mi presencia y se acercó, obviando por completo al pringado ese. —Hola Luca. Por lo que veo te has decidido a pasar por la fiesta. —Eso parece —La sonreí coquetamente. ¿Ella también me daría su número? Bueno, aunque ya le tenía—. Pero esto está siendo un poco muermo, creo que necesito algo más que el vodka. Sabiendo lo que pasaría después, ella miró a todos lados y luego, disimuladamente, metió una mano dentro de su diminuto bolso de cuentas negro. De él sacó un cigarrillo, o eso quería aparentar, pero yo sabía perfectamente que era un porro. —Ya me lo agradecerás. Y se fue de la cocina caminando sensualmente. Me quedé mirando el porro en mi mano. Algo es algo, ¿no? Caminando hacia la salida me tropecé con una chica que iba demasiado borracha. Sus amigas parecían llamarla pero ella no hizo caso. Suspirando, la agarré de la muñeca. Se tambaleó, pero no perdió el equilibrio. Rápidamente, una de sus amigas se acercó.
  • 40. 40 —Muchas gracias, está muy borracha y no sabe lo que hace —me sonrió ella y luego se dirigió a su amiga—. Vamos Lisa, te llevaré a la cocina a tomar algo de agua. Salí a la calle y fumé el porro con tranquilidad. La mierda esa debía de tener algo realmente fuerte porque me dejó Kao en poco tiempo. Me quedé por lo menos media hora ahí fuera, sentado en la entrada, viendo a la gente caminar de un lado a otro. En especial a los borrachos. Esos sí que eran graciosos. —Vaya, veo que te hizo efecto. Amy había vuelto a aparecer, luciendo un vestido azul eléctrico. Se sentó a mi lado y miró al cielo. —Se me hace extraño verte aquí solo. ¿No deberías estar ligando con alguna chica? Torcí el gesto. Tenía razón. —Hoy no parece mi noche —argumenté. —¿En serio? Entonces puede que no te interese saber que tu mosquita muerta está ahí dentro hablando con un chico. De pronto mi mente se aclaró. —¿Carina? Amy torció el gesto. Me pregunté por qué. Ella sabía su nombre, ¿no? —La misma. Si te interesa saberlo, está en las cocinas. Si no... Bueno, habrás más noches después de esta. Sin más se levantó y volvió a entrar dentro de la casa. Y yo debí quedarme allí. Debí de ver cómo los borrachos iban en aumento y seguir riéndome un rato, pero no pude. En su lugar me incorporé. Y una fuerza misteriosa tiró de mí, arrastrándome hacia dentro de la casa, hacia la cocina, y ahí la vi. Estaba dándome la espalda, pero reconocería aquellos pantalones vaqueros cortos en cualquier lugar: ninguna chica allí estaba vestida de forma tan informal. Y algo más calló en mis ojos. ¿Jaden Mason? ¿Estaba hablando con Jaden Mason? Oh, en serio, ¿había algo más cliché? El típico jugador de rugby, rubio, buen estudiante que no fuma ni toma drogas. Demasiado mediocre. De hecho, ¿sabría ella siquiera que Jaden jugaba al rugby? No pudiendo evitarlo caminé hacia ellos. Jaden acababa de preguntarla algo cuando me vio. Sus ojos se abrieron y se achicaron en seguida. Sabía que no le caía bien. No comprendía demasiado su odio anti natural hacia mí, pero oye, cada uno es libre de elegir a quien quiere caerle bien y a quien no... Pasé un brazo por los hombros
  • 41. 41 de Carina y la sentí estremecerse. ¿Eso era bueno o malo? Bueno, me daba igual. No iba a pararme a comprobarlo. —¡Carina! ¡Hasta que por fin te encuentro! —Hola Luca —me saludó con tono cansado—. ¿Una buena noche? —Ni te lo imaginas. ¿Lista para ir a casa? —¿Ya? ¿Tan pronto? Carina me miró con incomprensión. Pues sí, quería irme a casa. Y esto no tenía nada que ver con ella hablando con Jaden Mason. Nada. Además, ¿qué nombre era ese? "Jaden". Sus padres no le debieron de querer... —¿Le conoces? —Hablando del rey de Roma—. ¿Acaso vosotros dos...? Me reí ante aquella situación tan graciosa. Mason nos estaba señalando a ambos a la vez y mirando mi brazo aun posado sobre el hombro de Carina. Rápidamente ella me apartó de su lado de un empujón. Para ser tan pequeña, siempre me sorprendía con su fuerza. —No, no. Para nada. Jamás. Él... Es mi compañero de literatura. Y mi transporte esta noche. Reí más fuerte al notar cómo la chica se azoraba. Estaba claro que Jaden no terminaba de creerla. ¿Estaba mal que me sintiera bien al fastidiarla el ligue? Bueno, más tarde pensaría sobre ello... Creo. —Y como transporte oficial, repito, ¿lista para ir a casa? Carina bufó, pero pude tomarme aquello como un sí. Sin pensar en qué estaba haciendo, la tomé de la mano y tiré de ella. —Nos vemos en química, Jaden —se despidió rápidamente. Me pareció escuchar un adiós por parte del chico. Bien por él. Seguí tirando de Carina hasta la moto. Cuando llegamos agarré el casco y se lo pasé. Ella me miró con mala cara. —¿Y ahora qué? —¿A qué ha venido eso? —Me espetó—. Tú dijiste que tenía que ser una noche para... buscar un Romeo. Bueno, puede que tú hayas encontrado a una Julieta, pero a mí no me ha dado tiempo ni al beso de despedida. Alcé las cejas. No debería haber dicho aquello.
  • 42. 42 —Así que... ¿Eso es lo que te molesta? ¿El beso? —Una idea corrió fugaz por mi cabeza cuando ella junto las cejas en una mueca molesta. No podía ser cierto—. Me pregunto... ¿alguna vez te han besado, Carina? Su rostro palideció y al mismo tiempo se sonrojó. Apretó los labios y me miró enfadada. —Cla... ¡Claro que sí! ¿A qué viene esa pregunta? Además, no te interesa. Venga, vayámonos ya. No la habían besado. Nadie nunca había besado a Carina. Tarde unos serios segundos en reciclar esa información mientras ella me arrancaba con ímpetu el casco de las manos y se lo ponía. Simplemente no podía ser posible. Sabía que hasta mi hermana Sarah había besado ya algún chico. Cuando conseguí reaccionar me subí a la moto y ella lo hizo detrás de mí, esta vez no dudando en rodearme para no caerse. Sonreí. ¿Por qué sonreí? Estaba a punto de arrancar la moto cuando habló de nuevo. —Un momento... ¿cuánto has bebido esta noche? ¿Puedes conducir? Sonreí de nuevo, pero no contesté. Apreté el acelerador y salimos disparados. Ella soltó un grito agarrándose más fuerte a mí. Empezaba a encantarme esta moto. El camino a su casa fue rápido. Y disfruté de él, de sus brazos rodeándome y su pecho contra mi espalda. Realmente disfruté. Cuando llegamos todas las luces estaban apagadas. Aparqué la moto en la acera de enfrente, detrás de un coche negro, y bajé a la vez que ella. —Muchas gracias por el viaje. Nos vemos... Cuando te dignes a aparecer por clase. Sin más me pasó el caso y se alejó hacia su casa. Yo le posé en el manillar y la seguí. Cuando llegó a la puerta pareció darse cuenta de que me encontraba a unos pasos de ella. —¿Qué se supone que estás haciendo? —Preguntó en un susurro sacando las llaves del bolsillo. —Te estoy siguiendo —me encogí de hombros—. Aun no he tenido oportunidad de tirarte algo encima, y no me iré sin conseguirlo. Ella rodó los ojos, visiblemente prefiriendo pasar de mí. Encontró las llaves y abrió la puerta. Y de nuevo, no sé por qué hice eso. No me lo esperaba. Por lo visto ella tampoco, porque cuando la empujé dentro de la casa, conmigo pegado a su culo, y cerré la puerta tras de mí, se quedó paralizada. Tardó unos treinta segundos en recuperar la compostura.
  • 43. 43 —¿Qué demonios se supone que estás haciendo? Quiso gritarme, pero en realidad fue apenas un susurro. No quería despertar a sus padres. Podía usar eso a mi favor. Sin pararme a pensar en mis actos, la cogí, literalmente, en brazos. La cargué como si fuese un bebe, acunándola. Soltó otro pequeño grito, que rápidamente sofocó con las manos. —¡Luca! ¡Bájame ahora mismo! —Primero dime dónde está tu cuarto, y yo lo haré. Abrió los ojos de manera antinatural. Aquellos ojos negros que desde un inicio me habían encantado. Y comenzó a patalear. Vaya, para ser tan pequeña, se revolvía demasiado. Tratando de mantener el equilibrio, caminé hacia las escaleras y las subí con ella en brazos. Llegamos a un pasillo. Me pareció ver una puerta de pintura blanca con un rótulo de flores y su nombre escrito en ella, por lo que caminé hacia allí. La bajé antes de entrar y, nada más hice aquello, me pegó un tortazo en la cara. —¡Lárgate ahora mismo! ¿Qué demonios? ¡Jodida ostia que me había pegado! Pero no me dio tiempo a protestar, ni a ella a echarme, porque una luz se encendió dentro de una de las habitaciones, lanzando una rendija iluminada al pasillo. —¿Carina? Aquella era voz de mujer. Alarmada, Carina miró a todos lados. Viéndolo como la única solución posible maldijo por lo bajo, abrió la puerta de su cuarto y me coló dentro, cerrando tras de mí. Le dio apenas tiempo a susurrarme un "esta me las pagarás". —Hola mama, ¿qué haces despierta? Comenzó a hablar con su madre, pero no era lo suficientemente cotilla como para quedarme a escuchar. En su lugar me dediqué a inspeccionar la habitación. Era blanca y malva claro. La cama pequeña a una esquina. Por la ventana se filtraba la luz de la luna, iluminando todo. Una balda llamó mi intención y, cómo no, ahí sí que era lo suficientemente cotilla como para acercarme a inspeccionar...
  • 44. 44 CAPÍTULO 12 Narra Carina Afortunadamente mi madre no sospechaba nada. Estaba más preocupada por saber que había regresado sana y salva después de haber huido de casa sin mediar palabra ni avisar a dónde iba. Por lo visto me habían estado llamando pero nunca escuché el teléfono. Había estado tan preocupada que pude librarme de un castigo por mis acciones. También me informó de que había tratado de hacer una tregua con mi padre. Sinceramente, en aquellos momentos tenía cosas que me preocupaban más. Como el hecho de que Luca estuviese en aquellos momentos escondido en mi habitación. ¿Cómo demonios se le había ocurrido colarse en mi casa? Esperé a que mi madre volviera a su cuarto y entré dentro del mío. Me sorprendió encontrar a Luca observando mi balda. —Ahora entiendo por qué tienes tanta fuerza —comentó al oírme entrar. Achiqué los ojos en su dirección sin saber muy bien de qué hablaba, pero estaba completamente segura de que yo no tenía la fuerza de la que él hablaba. —¿Desde hace cuanto que bailas? —Preguntó, señalando uno de mis trofeos. Torcí el gesto. Ah, eso. —Ya no bailo —admití, queriendo cambiar de tema—. Oye, vas a tener que esperar a que mi madre se duerma y luego moverás tu culo lo más lejos de mi casa posible. —Oh, preciosa, sabes que darías todo el oro del mundo por tener mi culo en tu cuarto para siempre —dijo de forma coqueta guiñándome un ojo—. Hay muchos trofeos, ¿cómo es que ya no bailas? Bien, por lo visto no tenía ganas de olvidar el tema. Tal vez si contestaba con la verdad me dejaría en paz antes. —Lo dejé cuando mi padre se fue. La expresión de Luca cambió. —Oh, vaya... Lo siento... —No lo sientas- —Me encogí de hombros tratando de quitarle importancia al asunto—. A él le gustaba, por eso dejé de hacerlo.
  • 45. 45 No entendía muy bien por qué estaba dándole tantas explicaciones a Luca. No había hablado con nadie sobre por qué dejé el baile, o por qué no quería escribir. Ni siquiera con Jake. Él había tenido suerte de escapar de aquí e irse a la universidad... Me senté en el suelo apoyando la espalda en la cama. Luca se acercó a mí. —¿Y a ti te gustaba?—-Preguntó de nuevo, sentándose a mi lado—. Parecías realmente buena, o debías serlo para tener todos esos trofeos. —Se me daba bien —Admití paseando mi mirada por mis viejos trofeos y medallas. No comprendía por qué no los había sacado de mi cuarto todavía. Supongo que costaba desprenderse del pasado—. Aunque, sinceramente, prefiero escribir. Llámame rata de biblioteca, o bicho raro, pero escribir y leer son las cosas que más me ayudan a evadirme del mundo. —¿Escribes? —Inquirió, para mi asombro sorprendido. Me mordí el labio inferior. —A que adivino... ¿ya no? Luca me dio un codazo. ¿Estábamos teniendo una conversación tranquila? —¿Sabes? Yo antes tocaba la guitarra —no pude evitar mirarle con sorpresa. No me esperaba aquello—. Sí, lo sé, increíble. Y para tu información se me daba bastante bien. Tenía un amigo que... Bueno, él decía que yo debería dedicarme a la música. Incluso me ayudó a componer alguna canción. —¿Y son buenas? Luca rió. —Una basura. Algún día te cantaré alguna. Durante un rato nos quedamos en silencio. Aquella situación era, cuanto menos, extraña. Él rompió la atmósfera siguiendo con la conversación. —Dejé de hacerlo hace algo menos de un año. Él... tuvo que irse. No había nadie más que me animase a seguir, así que... Simplemente dejé de tocar. —No es lo mismo —razoné ladeando la cabeza—. Yo no bailo ni escribo porque quiero estar lo más alejada posible de mi padre. —Pues no debería ser así —-Negó. Algo tiró de mi estómago ante la idea de él preocupándose por mí.
  • 46. 46 —De todos modos ya da igual —negué, riendo sin ganas—. Mi madre se irá mañana a la ciudad a cuidar de mi abuela y... Mi padre se va a mudar aquí, a casa, a vigilarme. Durante otro rato también estuvimos en silencio, con la luz de la luna dando de pleno en nuestros rostros. El cabello negro de Luca parecía un revuelto nido de pájaros, pero le quedaba igualmente bien. Su perfil era bonito, y me pareció ver un tatuaje en la parte inferior derecha de su cuello. Si alguien me lo hubiese dicho tan solo horas antes no lo hubiera creído. ¿Yo hablando con Luca? ¿De una forma tan tranquila y natural? Empezaba a pensar que tal vez no fuese tan malo como pensaba después del todo. —¿Dejas fumar en tu cuarto? Adiós último pensamiento. Él no podía ser humano. —Ni lo pienses. En su mano sostenía un cigarrillo. En la otra un mechero. Me miró ladeando el rostro, como si fuese un niño pequeño pidiendo un dulce. —¿Ni siquiera uno? ¡Vamos Carina! Instintivamente me incliné hacia él y traté de arrebatarle el tabaco. Por su parte sonrió y me apartó hacia un lado. Pude comprobar que a pesar de parecer rudo, sus manos y movimientos eran bastante cálidos. —Como enciendas eso aquí te tiro por la ventana. Él alzó las cejas y me sonrió socarronamente. —¿Tú y cuantos más? —Sobra decir que le pegué un puñetazo—. Oh, vamos. Sé que dije que eres fuerte, pero no es para tanto. Apostaría a que yo podría derrumbarte solo con la fuerza de mi meñique. Oh, no quería jugar conmigo. No quería. —Dame ese cigarrillo ahora mismo —pedí. —No. —¡Que me lo des! Y de nuevo volví a lanzarme sobre él. Pero me atrapó agarrándome por los hombros. Forcejeé y lanzó el cigarrillo lejos. Nada más hacer eso cargó contra mí. Debo admitir que tenía razón: era mucho más fuerte que yo. Del impulso me derribó y, aunque estuviese sentada, caí contra el suelo, el dolor en mi espalda quedó
  • 47. 47 amortiguado gracias a la alfombra. Él calló sobre mí, frenando a tiempo. Sus manos quedaron a ambos lados de mi cara. Aquello debía de ser una alucinación o algo así. Allí estaba yo, en mi habitación, a las tantas de la noche, tirada en el suelo con un chico totalmente caliente pero rematadamente imbécil encima de mí. El rostro de Luca estaba cerca del mío. Como diría él "jodidamente cerca". Le miré a los ojos. Sus ojos azules. ¿Qué me estaba pasando? Luego a sus labios, que resultaron ser más atrayentes de lo que pensaba. En cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo volví a subirlos a sus ojos. Y ahí fue cuando Luca me atrapó. Suspiró negando con la mirada. Luego bajó también sus ojos a mis labios. Solo por unos segundos, apenas un pequeño lapso de tiempo... Y me besó. Me besó como si de verdad llevase tiempo esperando aquello. Me besó como si nuestros labios estuviesen atraídos por polos magnéticos. Me besó como si fuese el último día de su vida. Y yo le besé de vuelta. Finalmente debía admitirlo: besaba jodidamente bien.
  • 48. 48 CAPITULO 13 Narra Luca No sé qué jodida mierda me llevó a hacer eso. Ella simplemente… Estaba ahí, su cuerpo presionado entre el suelo y el mío, su rostro demasiado cerca… Y luego miró de esa forma hacia mis labios… Así que simplemente no lo pude evitar y la tuve que besar. ¡Soy humano, joder! Durante un rato pareció no resistirse. Me sorprendió comprobar que, para ser un supuesto primer beso, no lo hacía tan mal. Sus labios en un primer momento se notaron tensos contra los míos, pero fueron relajándose poco a poco. De hecho yo diría que en el momento en que se abrieron dejándome paso estaba incluso disfrutando de ello. Jodida mierda, yo sí que estaba disfrutando como un verdadero gilipollas. Carina sabía a cerezas. Besarla era como beber Dr. Pepper aromatizado al cien por cien. No, más bien era como inyectarse Dr. Pepper directamente a las venas. Todo mi cuerpo reaccionó involucrándose con ese beso. Mi cerebro se reseteó y apagó. Pero aquella sensación duró poco tiempo. En el momento en que un gemido involuntario se escapó del fondo de mi garganta ella pareció reaccionar. Puso ambas manos en mi pecho y, de un empujón, me tiró de encima de ella. Pillándome por sorpresa caí rodando hacia atrás. Habría sido una situación graciosa de no ser porque yo la presenciaba. Y porque era yo quien caía. Me quedé tirado en el suelo con la boca medio abierta y los ojos picando de deseo. La realización de lo que acababa de pasar se fue filtrando dentro de mí, y las ganas de pagarme una ostia aumentaron junto con ello. Necesitaba hacer algo para salir de esa situación. Lo que fuese. —Vaya, generalmente soy yo quien aparto a las chicas. Esta debe ser la primera vez que una me aparta. Siéntete especial. No sé por qué dije aquello. Soy imbécil. Un imbécil rematado. ¿Alguien puede decirme que cojones tengo en la mente? Por su parte Carina me miró como si estuviera decidiendo que hacer primero: pegarme una ostia o decididamente tirarme por la ventana. Casi prefería quedarme con la primera opción, aunque verla intentarlo otro sería divertido… —No se te ocurra volver a besarme.
  • 49. 49 Parece que eligió el camino tranquilo. Achicó sus ojos en apenas una rendija, destilando odio intenso. Se había incorporado del suelo, sentada, y aunque trató de ocultarlo, pude ver que estaba respirando con dificultad. —Pero tendrás que admitirlo, princesa: te encantó el beso —Alzó las cejas, de nuevo pensando en pegarme, seguro—. Vamos, has tenido el honor de recibir un primer beso de Luca Moore, cualquier chica mataría por ello. A pesar de la oscuridad pude notar sus mejillas sonrosarse. ¡Lo sabía! Aunque me lo negó, yo tenía un radar en ese asunto. Una fiera rugió triunfante en mi pecho, testosterona derrochando por cada poro de mi piel. Yo había obtenido su primer beso. —No fue mi primer beso —insistió, pero ambos sabíamos que no era así—. Y tú te vas a ir de aquí tan rápido como mi madre se duerma. Bufé y me dejé caer al suelo. Al final ella se levantó y sacó ropa de su armario. Luego salió de la habitación. Volvió poco después vestida para dormir. Cerró la puerta con cuidado y se sentó en su cama. La observé frunciendo el ceño. Había algo ahí que… —Esa camiseta es mía. Cari me miró sin comprender, parpadeando. Bajé la mirada y sus ojos recayeron en la camiseta a tonos grises con el nombre de los Beatles escrito en ella. Con sus pequeñas manos la agarró por los bordes y la estiró. La quedaba gigante. Adivinaba que debajo debía de llevar unos pantalones cortos de dormir, pero apenas se apreciaba. Dios, eso era jodidamente sexy. —Oh, lo siento. No me di cuenta. El próximo día que vaya a cuidar de Dylan te la devolveré. —¿Te gustan los Beatles? Carina arrugó el entrecejo. Seguramente esperaba algún tipo de burla de mi parte por llevar mi camiseta, pero la quedaba tan bien que no pude ser lo suficientemente ingenioso para decir nada. Mi mente simplemente se había quedado parada. Se encogió de hombros y se levantó de la cama. Caminó a través de la habitación hasta una cadena de música y la encendió. Al tiempo que volvía hacia su cama “Hey Jude” empezó a sonar. —Eso me lo tomaré como sí —dije al tiempo que me incorporaba y me dejaba caer en la cama, a su lado. —¿Qué demonios haces? —Preguntó apartándose deliberadamente de mí.
  • 50. 50 —El suelo esta frío —Me encogí de hombros—. Deja de quejarte y disfruta de lo que tienes: música de los Beatles conmigo tumbado en tu cama, todo inicio de fantasía sexual de cualquier chica del mundo. La oí bufar y, de hecho, me dio un fuerte codazo en el costado, pero no consiguió apartarme. La pregunta de por qué estaba haciendo aquello taladraba en mi cabeza con fuerza. No quería pensar, no quería responder. Solo quería dejarme llevar. Solo quería… Una palpitación fuerte de mi corazón me trajo la verdad. Solo quería… A Carina. A mi lado. —No te imaginaba escuchando esta clase de música —Me confesó recostándose mejor en la cama y sacándome de mis pensamientos—. Oye, ¿qué demonios estás haciendo ahora? La miré cuando terminé de sacarme la camiseta, sus ojos oscuros abiertos y desafiantes en mi dirección. Ajeno a sus protestas apoyé mi cabeza en la almohada, a su lado. Tuve que tener cuidado para no caer sobre su pelo castaño, el cual se me antojó alargar la mano para tocar. De verdad, tenía un serio problema. —En este cuarto hace un calor del infierno, y prefiero tratar de pensar que tu deseo más íntimo no es asesinarme. ¿Y por qué no me iba a gustar esta clase de música? —No, claro, en realidad mi mayor deseo es desnudarte y amarrarte a mi cama para que no puedas huir nunca —bufó rodando los ojos. ¿Desnudarme? ¿Atarme a la cama? No sé por qué pero esas ideas se me antojaban bastante discutibles y posibles de llevar a cabo. Ella debió de adivinar mis pensamientos, porque su rostro se arrugó y me pegó un puñetazo en el hombro. —Duh, eres asqueroso. —Oye, tú lo dijiste, no yo —no pude evitar reír, Carina era tan… Carina—. Pero ahora en serio, ¿por qué no me iba a gustar esta música? Durante un momento se mantuvo en silencio como si estuviese pensando que respuesta formular. —Pensé que serías más del tipo que le gusta el rap o el metal. Moví las comisuras de mis labios de forma coqueta. —No dejo de sorprenderte, ¿verdad? De nuevo ella me volvió a pegar, pero no dijo nada más. Nos quedamos en silencio y la canción terminó para dar paso a Yesterday. Mientras dejaba que las letras
  • 51. 51 se filtraran por mis oídos no pude evitar pensar en la extraña situación que estaba viviendo. Yo, Luca Moore, estaba tumbado, de noche, sin camiseta, en la habitación de una chica. Una chica que no era alta, ni rubia, ni con dos pares de… Bueno, yo me entendía. Una chica a la que, a pesar de estar totalmente fuera de mis cánones de belleza, a pesar de ser todo lo contrario a mi tipo, acababa de besar. Y sorprendentemente, me encontré a mi mismo deseando que aquello volviera a ocurrir. Si Barrett estuviese aquí, al menos tendría alguien con quien hablar. Seriamente, tenía un gran y jodido problema. Pensé que solo había cerrado los ojos unos segundos, mas no debió de ser así porque cuando los volví a abrir la claridad entraba por la ventana del cuarto de Carina. Y no era de la Luna, sino del Sol. Me había quedado dormido. ¿Cómo demonios me había quedado dormido? Traté de estirarme para despertar mis músculos cuando noté un peso sobre mi brazo derecho. Carina dormía todavía, y ¡Santa Mierda! ¡Estaba abrazándola! ¿Cuándo habíamos adquirido esa postura? Porque ni siquiera la estaba abrazando de forma normal. No, bueno, eso es exagerar, pero la realidad era que estaba entrando en verdadero pánico. No es que me molestase, pero… ¿Qué carajos hacía si ella se despertaba y me encontraba así? Me encontraba rodeándola con mis brazos y atrayéndola hacia mi pecho. Encima no llevaba camiseta. Iba a morir antes de cumplir los veintiuno. Y lo que es peor: por una ostia de una tía. Traté de separarme de ella, pero parecía caso imposible sin despertarla primero. Con mi brazo bajo su pecho podría morir en el intento. Que, por supuesto, eso era lo que iba a pasar. Estaba completamente seguro. Desistiendo me limité a observarla. Así, tranquila, ajena a lo que pasaba en el mundo exterior, estaba realmente preciosa. Porque la chica no era fea. Nada fea de hecho. Apreté los ojos y tragué saliva con fuerza. ¿Una noche y ya me cambia? Luca, tienes que ir al jodido psicólogo. De pronto unos golpes sonaron en la puerta fuertemente y Carina se removió entre mis brazos. —¡Carina! —Habló una voz femenina desde el pasillo—. ¿Estás despierta?
  • 52. 52 Sus ojos oscuros se abrieron parpadeando a causa del insomnio. Me miraron confundida, luego a la puerta. La mujer volvió a llamarla y entonces sí que se abrieron de golpe, comprendiendo la situación. —Carina, voy a entrar —avisó su madre. —Mierda. Al tiempo que decía aquello me empujó de la cama, haciéndome caer en el suelo con un fuerte golpe. Ella saltó de la misma. Sin miramientos me agarró de la mano y tiró de mí hasta un armario. Abrió la puerta de golpe y me coló ahí dentro, junto con un montón de perchas y trajes de colores. —No hagas ni un ruido —me susurró bajo tono de amenaza. Cerró la puerta dejándome en la oscuridad al mismo tiempo que su madre abría la del cuarto.
  • 53. 53 CAPÍULO 14 Narra Carina Creo que no hay palabrota lo suficientemente fuerte para interpretar mis pensamientos en aquel momento. ¡Luca seguía en mi cuarto! Oh, señor… No sé cuando debió de pasar, pero nos quedamos dormidos… ¿Cómo me pude quedar dormida a su lado? Y lo que era peor, estaba despierto cuando mi madre llamó a la puerta, y mirándome. ¿Qué demonios observaba tan fijamente? Tuve el tiempo justo para meterle en el armario de la ropa de baile antes de que mi madre abriese la puerta. Era el único sitio con hueco para esconderse, lo sé de cuando jugaba con Jake al escondite. —¿Carina? ¿Qué haces? Pensé que estabas dormida? Mi madre me miró elevando una ceja, claramente intuyendo que algo no iba bien. ¡Bueno! ¡Hora de improvisar! ¿Qué podía distraer su atención? —Estabas observando la ropa de baile, ¿verdad? Suspiré aliviada y asentí. Ella misma había desviado el tema. Resultó increíblemente fácil. Abrió sus brazos para recibirme en ellos e, indecisa, camine a su lado. Ya estaba vestida y el olor del perfume que siempre usaba inundó todo a mí alrededor. Iba a extrañar su olor el tiempo que me dejase sola. Y la realidad chocó contra mí con fuerza. Había estado tan preocupada y enfadada por quedarme con mi padre, tan absorta con Luca, que no me había dado cuenta de lo que realmente iba a pasar: mi madre se iba a ir. Y no la vería en una larga temporada. —Deberías pensar en volver a bailar. Ahora que tu padre estará aquí contigo tal vez te ayuda a distraerse. Arrugué la nariz. No tenía muy claro que eso me ayudase. —Me lo pensaré —admití al cabo de un tiempo. No me dio tiempo a decir nada más porque la cara de mi madre se iluminó. En seguida sacó su teléfono móvil del bolsillo. —Perfecto. Yo misma me ocuparé de llamar a la señora Doyle para ver que puede encontrar para ti. Estoy segura de que estará encantada. Ella lamentó que te fueras de la academia más que cualquier otra persona. Torcí el gesto en una mueca desagradable cuando ella se giró para recorrer la habitación con los ojos. La señora Doyle era la directora de la academia de danza a la
  • 54. 54 que había asistido desde los tres años. Cuando hace tres años dije que abandonaba se le calló el alma a los pies. Prácticamente fui de sus primeras alumnas y la más joven. Y ahora no podía impedir que mi madre la llamase. —Carina, ¿no te tengo dicho que no robes las camisetas de tu hermano? Volví a la realidad cuando mi madre caminó dentro del cuarto y sostuvo una camiseta en lo alto. Estuve a punto de negar que yo hiciese eso cuando observé bien la prenda que había agarrado. ¡Era la maldita camiseta de Luca! Yo acababa con su vida en cuanto tuviera oportunidad, lo juro. Tragándome la regañina traté de poner cara de arrepentimiento y arranqué la camisa de las manos de mi madre. —Lo siento, yo me ocuparé de lavarla. Ella me miró ladeando la cabeza. De nuevo me volvió a abrazar, y aunque no sabía por qué lo hacía en ese momento, dejé que sus brazos me arroparan. La iba a extrañar. —Oh, Carina. Siento no tener más tiempo para despedirme, pero tengo que irme ya. Apreté los labios para contener la tristeza. No sabía que se iría tan pronto. La devolví el abrazo con más fuerza y dejé que besase mi mejilla varias veces. Lo peor estaba por llegar: me abandonaba a mi suerte con mi padre. Mirando el lado positivo, al menos podía echar a Luca de mi casa sin que nadie le viese. —Por cierto, tu padre está abajo. Acaba de llegar. ¿Te puedes creer que vino solo con una maleta? ¡Yo me llevo como tres a casa de tu abuela! Una mueca de horror se dibujó en mi rostro. ¿Qué mi padre estaba aquí? ¿Ya? ¿Tan pronto? Mierda. Mierda. Mierda. Las oportunidades de sacar a Luca de casa descendieron a velocidad vertiginosa antes mis ojos. Afortunadamente mi madre malinterpretó mi expresión de preocupación. —Tranquila, me ha prometido esforzarse y no ser un desastre —Sus ojos se clavaron en mi, preocupada, y su tono se suavizó—. Él te adora, solo dale tiempo. Y aunque no te guste la idea… Hablamos con Jake anoche, después de que te fueras enfada. Dijo que si tenías cualquier problema no dudases en llamarle. Asentí un poco confusa, no tenía ni idea de cuándo había hablado con Jake. Yo sabía que a mi hermano no debía de gustarle nada la idea de nuestro padre quedándose en casa. Él, cuanto menos, no podía soportarle. Creo que nunca le perdonaría que se fuera. Además, era demasiado protector conmigo. Y decir demasiado quizás era quedarse corto. No me sorprendería que, a la mínima que le llamase, se presentara en casa.
  • 55. 55 —Lo tendré en cuenta —asentí realmente deseando no tener que contactar nunca con mi hermano. Me dio otro gran abrazo y prometió llamarme siempre que tuviera ocasión. Luego salió del cuarto y la escuché hablar unas últimas palabras con mi padre. Me asomé a la ventana y la vi meterse al coche y conducir fuera del barrio. Mis ojos escocieron y respiré hondo tratando de contener las lágrimas. Volvería, no era un adiós para siempre. —Y ahí desaparece mi última esperanza de vida y comida sana hasta dentro de meses —suspiré abrumada, tal vez dramatizando. —¿Se te va el gato, princesa? Di un salto y poco me faltó para gritar. Luca se había acercado a mí tan sigiloso que apenas lo noté hasta que habló. Me miró con una sonrisa divertida. Y además ahí volvía, a llamarme princesa. Estaba confusa e intrigada de por qué me llamaba así. Cogí aire para reprenderle cuando un horrible sonido de algo rompiéndose vino desde el piso de abajo. Ambos nos giramos hacia la puerta la cual mi madre había dejado abierta. Seguido del ruido, llegó un grito. —¡Estoy bien! ¡Lo lamento por el jarrón tan feo de tu madre! —Chilló por mi padre desde el recibidor. Negué con la cabeza, centrándome en lo que era más importante. Tenía que apañármelas para sacar a Luca de aquí lo más rápido posible. Le entregué su camiseta que aun sostenía en mis manos. Él la recogió y se la puso sin que se lo tuviera que pedir. —Mira, mi madre se acaba de ir como te dije anoche que haría, pero mi padre acaba de llegar también. Creo que vas a tener que salir por la ventana.
  • 56. 56 CAPÍTULO 15 Narra Luca Por la ventana. No me estaba vacilando, ¿verdad? Pude deducir que no porque no se rió cuando yo lo hice. —Estás de coña, ¿no? —La espeté observando la altura que había hasta el suelo—. Aunque no lo parezca, no soy un gran deportista de las alturas. —Créeme, no lo pareces… Pero no tuve tiempo de sentirme indignado porque unos pasos comenzaron a subir por las escaleras. Con cara de pánico Carina volvió a tirar de mí para esconderme. —Oh, no —Me negué—. Yo no vuelvo al jodido armario lleno de vestiditos y brillos. Aquello creo que me dio alergia. Antes de que me discutiera corrí y me metí detrás de la puerta. Segundos después, los pasos se detuvieron a la entrada de la habitación. —¿Carina? —Dijo una voz de hombre—. ¿Qué te parece si me ayudas a organizar las cosas? —Mamá me dijo que solo trajiste una maleta —contestó ella con tono mordaz. —Oh, bueno… Es que… Como voy a estar viviendo aquí por un tiempo… Traje unos adornos de mi cosecha. Se hizo un silencio bastante tenso. Pude deducir que a Carina aquella idea no le gustó. Y su padre también lo hizo. —Bueno, yo… Seguiré con ello. Si te animas te espero abajo. Sus pasos se alejaron fuera de la habitación y yo suspiré tranquilo. Salí de detrás de mi escondite y miré a la chica. Sus puños estaban apretados y su rostro crispado. —Cambiar las cosas de sitio dice —murmuró prácticamente escupiendo las palabras—. Va a cambiar toda la casa, esto es horrible. —Pues baja a ayudarle y así lo impides. Por lo visto mi idea no fue bien recibida porque me gane un puñetazo. —¡Auch! Bueno, si estás cabreada no lo pagues conmigo.
  • 57. 57 —Si Jake estuviese aquí le patearía el culo, mi hermano odia a mi padre — continuó, haciendo caso omiso a mí queja—. Bueno, y a ti también. Rodé los ojos. ¿Ahora me amenazaba con un hermano mayor? —Venga, tengo que sacarte de aquí. De nuevo, me agarró de la mano sin miramientos. Creo que no se estaba dando cuenta de eso. Me guió por toda la parte superior de la casa, con un dedo en los labios pidiendo silencio. Abajo los pasos se dirigían a la cocina y bajamos por las escaleras. —Carina, ¿quieres zumo? Su padre parecía habernos oído y se aproximaba a nosotros, por lo que ella me dio un empujón, metiéndome detrás de una horrible maceta alta. —Oye, había pensado que para celebrar mi llegado, podríamos organizar una fiesta la semana que viene —sentí el cuerpo de Carina tensarse ante las palabras de su padre—. De hecho, tendríamos que hacer una cada fin de semana, ¿qué te parece? Vaya, ya quisiera yo que mi madre me dejase hacer eso. ¿En serio se estaba quejando de padre? Él se volvió a alejar y ella tiró de mí fuera del escondite. Conseguimos llegar a la puerta y la abrió de un tirón, empujándome fuera. Y la estaba a punto de cerrar cuando interpuse mi pie en medio. Me miró, claramente enfadada. —¿Y ahora qué quieres? —Bueno Carina. Entonces, ¿has sacado alguna conclusión de la noche de ayer para el trabajo de Romeo y Julieta? Clavó sus ojos en mí, alzando las cejas, con una expresión que claramente evaluaba mi nivel de locura. No podía reprochárselo, yo también estaba comenzando a cuestionarme el psicólogo. —¿Aparte de que eres un imbécil ególatra cuyo ego es tan grande que no cabe en su cuerpo? —Inquirió, alzando una ceja—. No, creo nada. —Así que te he llevado a una noche de fiesta y diversión, y la única conclusión que sacas, ¿es sobre mí? Mordí la lengua para no estallar en sonoras carcajadas cuando el rubor hizo aparición en sus mejillas. Sus ojos se abrieron y empezó a balbucear. ¿Por qué demonios aquello me parecía tan jodidamente dulce? —No quise decir eso. —Tan solo piensa en ello, princesa —añadí, guiñando un ojo.