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Suplemento Cultural del Centro
Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María Miércoles 15 de enero de 2020 . Año 20 N° 886
El Corredor Mediterráneo
humorsolini
POR HERALDO MUSSOLINI
PÁG. 8
El poeta y estudioso juanramoniano Alfonso Alegre Heitzmann acaba de publicar la
segunda edición de Lírica de una Atlántida, reunión de la poesía que el español Juan
Ramón Jiménez escribió en su exilio americano. Con este motivo concedió una entrevista
exclusiva para ECM.
PÁG. 2-3
Conversación con
Alfonso Alegre Heitzman
LA COLUMNA
LUNARIO, háblase de
locos, poetas, dráculas
y hombres lobos
POR ALBERTO HERNÁNDEZ
PÁG. 8
Ética erótica. Política,
tecnología y gestión
de los placeres
DE A. BARRA RUATTA
POR NICOLÁS VALVERDE
PÁG. 7
HISTORIA DE
LOS QUILMES
POR HUGO MORALES SOLÁ
PÁG. 4-5
ESCUELA PROFESIONAL
DE MUJERES
“M. S. DE THOMPSON”
POR ANA BELÉN MITRE
Y LILIANA CASTRO
PÁG. 6
Acordamos con Alfonso Alegre
Heitzmannunencuentroenlosaltosdela
librería Laie de Barcelona y allí mantuvi-
mos un diálogo intenso y rico principal-
mente alrededor de la obra y la figura de
Juan Ramón Jiménez.
- Lírica de una Atlántida se editó por pri-
mera vez en 1999 (Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores). ¿Qué
supuso para la obra de Juan Ramón
Jiménez (JRJ) y para la poesía española
en general? ¿Por qué es tan importante
esa edición?
Porque hasta ese momento no estaba
recogida la poesía última de Juan Ramón
en un solo volumen, la que escribió en el
exilio[Enelotrocostado,Unacolinameri-
diana, Dios deseado y deseante, De ríos
que se van (1936-1954)]. Los cuatro últi-
mos libros de Juan Ramón, que, paradóji-
camente, siendo lo mejor de su poesía, en
cambio habían circulado muy poco en
España: de hecho, los cuatro libros son
póstumos. Publicó parte de esos libros,
por ejemplo Animal de fondo en el año 49
(por cierto, ahora se cumplen setenta
añosdeesapublicación),yesunlibrofun-
damental; él quería ampliarlo en un libro
mayor que se iba a titular Dios deseado y
deseante, del cual pude reconstruir la
ordenación consultando los manuscritos
y los originales de Juan Ramón. Lo mismo
Espacio, la única obra poética importante
delúltimoJuanRamónquesehabíapubli-
cadoenEspaña,nocomolibro,sinocomo
poema,enlarevistaPoesíaespañolaenel
año 54. Espacio y Animal de fondo son
dos de los textos fundamentales de Lírica
de una Atlántida. Todo eso, por tanto,
habíallegadotardeymalaEspaña,excep-
tuando lo que se publicó en vida de Juan
Ramón,quealmenoslospoetasdeberían
conocer y que no parece que conociesen
bien. Por lo tanto, como señaló José
Ángel Valente, la poesía de Juan Ramón,
por circunstancias muy diversas, entre las
cuales está lógicamente su exilio, no gra-
vitó sobre la poesía española de posgue-
rra, lo cual fue nefasto para la evolución
de esa poesía, ya que, de algún modo,
Juan Ramón estaba culminando una tra-
yectoria poética que empieza en 1900,
cuando él llegó a Madrid para conocer a
Rubén,yqueterminóprecisamentecuan-
do se recuperó su obra última, con la edi-
ción de Lirica de una Atlántida.
- ¿Por qué esta segunda edición, cuando
se cumplen los veinte años de la primera,
y además se publica en otra editorial
(Tusquets)?
Se publicó hace veinte años en Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores, que
entonces estaba en su pleno apogeo: una
colecciónmagnífica,cuyaalmaatodoslos
efectos era Nicanor Vélez Ortiz, el poeta y
editor colombiano que coordinaba, y de
qué manera, todo lo que tenía que ver
con ella. Ahora, en esta nueva edición, se
trataba de editar Lírica con los cambios
necesarios,quesonmínimos,peroqueen
cuanto al prólogo son muy importantes, y
cabe indicarlo en una colección de poesía
que tuviera entidad y distribución, ade-
más de fuerza.
- Según ha escrito Juan Marqués en La
esfera de papel, esta nueva edición de
LíricadeunaAtlántidademuestraque“la
poesía no es una utopía sino una reali-
dad”.
La imagen literaria y personal de Juan
Ramón empezó a cambiar merced a la
incontestable calidad de su corpus poéti-
co, que apenas tiene paralelo en la histo-
ria de nuestra poesía. La gran obra de
referencia pasó de Diario de un poeta
reciencasado (1916) a Animal de fondo
(1948) o Espacio (1954). El Juan Ramón
que había influido en la generación del 50
no era el último, sino el de Segunda anto-
lojíapoética.Inclusoenelámbitouniversi-
tario el único Juan Ramón que se estudia-
ba era el que llegaba hasta 1918 o 1919, en
que se edita Piedra y cielo, incluido en
Segunda antolojía.... Faltan ahí, por lo
tanto, cuarenta años de su obra. Para que
nos hagamos una idea del desinterés en
España por uno de los grandes poetas del
siglo XX, La estación total, uno de los
libroscapitalesdelaépoca,quesepublicó
en Buenos Aires en 1946, no se editó en
nuestro país hasta 1993, precisamente en
Tusquets.
- ¿Qué tiene esa poesía última, a la que
constantemente se refiere usted, para
ser considerada la mejor poesía de JRJ?
Sí, es la mejor poesía de Juan Ramón y
uno de los mejores corpus poéticos de la
poesía contemporánea en lengua espa-
ñola. Son cuatro libros en los que pode-
mos encontrar poemas absolutamente
fundamentales para cualquiera que ahon-
de en el sentido profundo de la palabra
poética en nuestra lengua. Espacio -ya lo
dijo en su día Octavio Paz, y otros tam-
bién, pero él fue de los primeros- es uno
de los monumentos de la poesía en len-
gua española del siglo XX. Marca un antes
y un después: es un poema extenso que
nació en verso y que Juan Ramón luego
prosificó y que para Paz, entre otros, fue
fundamental, pero no para los españoles,
que no supieron ver la grandeza de ese
poema. Entre las excepciones, Gerardo
Diego, que enseguida se dio cuenta de la
magnituddelpoema,ylodijo,peronofue
esa la tónica general en España.
El atlante de la joven poesía
- JRJ enlazó el pasado con el futuro, que
podríamos llamar las vanguardias. ¿Pero
llegó a superarlas?
La evolución de Juan Ramón coincidió
con la de la poesía de su época. Estaba
atento a la poesía española, hispanoame-
ricana y universal. En los años 30 tradujo a
Eliot así como a William Butler Yeats. Se
carteó con Pound, quien le publicó en
Rapallo, en el periódico Il Mare...
- ...se carteaba con todo el mundo, como
bien demuestra usted en Epistolario I y
II…
...él iba viendo la evolución de la poesía al
mismo tiempo que su poesía evoluciona.
Cuando se dio el fenómeno inicial de las
vanguardias, él no lo vio mal, sino como
algo lógico, pues los poetas jóvenes tení-
El Corredor Mediterráneo / Página 2
Conversacióncon
AlfonsoAlegre
Heitzman
(1ºparte)
Por Jorge Rodríguez Hidalgo
an que ser revolucionarios, buscar su pro-
pio camino. Y él incluso colaboraba con
algunas de las revistas del ultraísmo y del
creacionismo. Pero progresivamente se
fue distanciando, no porque él no com-
prendiera el porqué de las vanguardias,
sino porque a él le parecía que dedicarse
exclusivamente a una óptica de cualquie-
ra de los vanguardismos -aunque segura-
mente él sabía diferenciar muy bien qué
vanguardismos realmente habían tenido
más incidencia en la evolución de la poe-
sía contemporánea en el mundo- era inci-
dir en un solo aspecto de la poesía como
totalidad. Y se lo dijo claramente a los
poetas que impulsaron la revista Ultra.
Cuando nació ésta, que tipográficamente
era muy bonita, Juan Ramón reconoció
ese espíritu de cambio. Reconoció que a
él le parecía muy bien, pero que la poesía
como totalidad era lo importante; es
decir, el compromiso del poeta con sus
propias trayectorias humana y poética,
que van íntimamente entrelazadas. De
modo que la evolución, la metamorfosis
que se produjo en la poesía de Juan
Ramón, de algún modo asumió esas van-
guardias. Como también el surrealismo, si
pensamos, por ejemplo, en Espacio, que
es una fuga raudal de cabo a fin. Lo que
pasa es que no se puede decir que
Espacio sea surrealista, aunque sí, de
algún modo, puede asegurarse que Juan
Ramón está al tanto, no solo del surrealis-
mo, sino también de lo que puede ser el
monólogo interior joyceano -él admiraba
mucho a Joyce.
- Algunos poetas jóvenes, como Salinas,
por ejemplo, empezaron a distanciarse
de él a partir del homenaje a Góngora.
...Juan Ramón ordenó, compuso y llevó a
imprenta el primer libro de Salinas,
Presagios. El propio Salinas confesó que
solo por eso había que considerarlo “el
atlante de la joven poesía”. Y es verdad,
porque cuando Lorca llegó a Madrid, con
unacartaderecomendacióndeFernando
de los Ríos, Juan Ramón le acogió y publi-
có. Luego les publicó a todos en la revista
Índice, de la que salieron cuatro números,
yquefueelorigendelageneracióndel27,
conocida como la generación de las revis-
tas. Todos iban buscando los tipos de
letra que utilizaba Juan Ramón, el
papel…, hasta en eso le seguían.
Entonces, eso que aceptaron todos ellos
durante los años 20, empezó a desmoro-
narse desde el año 1927 y del homenaje a
Góngora. Después, Juan Ramón se fue
separandodelageneración,quizáporque
vio en casi todos ellos una paulatina
influencia de los vanguardismos.
-Aesepropósito,JRJ mostraba una liber-
tad creativa sin ningún tipo de límite que
parecía intolerable e insoportable para
sus coetáneos y para los que vinieron
después. ¿Radica ahí la aversión que esa
posteridad se ha encargado de seguir
aumentando sobre su imagen?
Precisamente, esa idiosincrasia singular
tan ligada a la relación con su obra, y que
se ha unido a la idea absurda del poeta en
su torre de marfil, le ha perjudicado
muchísimo. Porque ¿qué torre de marfil?,
no hay ninguna torre de marfil, primero
porqueélestuvosiempreatentoatodo,y
después porque los últimos años de su
vida, aunque su entrega a la poesía fue
igualmente abismada y total, escribió en
unas condiciones terribles, de exilio y de
pérdida de todo. Y sin embargo, él nunca
renuncióaesaentrega.Claro,eso apenas
sedaenlahistoriadelapoesíacontempo-
ránea, y muy pocos lo supieron compren-
der. La calidad de su obra no se ha com-
prendido porque muchas veces la crítica
se ha quedado en la figura, en el persona-
je, y de este se ha querido dar una imagen
antipática.
- Quizá por eso, a la luz de la dedicatoria
delpoemaEspacioaGerardoDiego,cabe
preguntarse si, en realidad, tanto como
un agradecimiento personal a Gerardo
Diego, fue una invectiva contra quienes
lehabíanignorado,puesenesadedicato-
ria se habla de “justedad disciplinar” y
“agradecimiento lírico”, casi marcando
por contraste...
Claro, se lo dedicó a Diego, enseguida se
dio cuenta de la valía. Otros también salu-
daronlaaparicióndelpoema,perodeuna
manera mucho más personal. No hay que
olvidar que los primeros fragmentos de
Espacio se publicaron en la revista mexi-
cana Cuadernos americanos (1943-1944),
cuyo secretario de redacción era nada
más y nada menos que Juan Larrea, otro
de los poetas del 27 que habría que tener
muy en cuenta. Y Juan Larrea lo recibió
con gran entusiasmo, lo mismo que
Emilio Prados, que vivía en México, y que
tan admirado se quedó que se lo explicó
por carta a Juan Ramón. Y ahí estaba
Octavio Paz, que era jovencísimo, y que
me imagino la cara de asombro que pon-
dría cuando viese ese poema, el primer
fragmento de Espacio en el año 1943 -
véase cómo influyó después en la poesía
dePaz.PeroesonoocurrióenEspaña.De
los pocos que lo vieron y lo dijeron fue
Gerardo Diego. Y es curioso, porque yo
diría que fue uno de los primeros poetas
de la generación del 27 en distanciarse de
JuanRamón,oJuanRamóndeél,precisa-
mente cuando el homenaje a Góngora,
porque el principal organizador fue
Diego. Juan Ramón le escribió a Alberti
que a Diego se le estaba yendo eso de las
manos. Por tanto, es curioso que aquel
quefuecasieldetonantedeesedistancia-
miento después tuviera la categoría de
darse cuenta de la calidad de esa poesía.
El Corredor Mediterráneo / Página 3
Veinteañosdespuésdelaprimeraedición,querescatódelolvidopatriosupoesía
última,laobradelpoetaandaluzpuedeconsiderarseyaresarcida.Laencomiable
yminuciosatareadelensayistaespañolhoysuponeunasuertederestituciónpoé-
ticadeJuanRamónJiménez,unodelosmásgrandespoetasenlenguacastellana
de todos los tiempos.
El Corredor Mediterráneo / Página 4
II. La convivencia
La Pachamama, por supuesto, fue -es- la
divinidad mayor entre sus creencias.
Adoraban a la madre tierra porque de
ella venían los frutos y ella también les
prodigaba todos los recursos que sus
necesidades individuales y colectivas
demandaban. Pero además era este terri-
torio una región agreste y seca, cuyas llu-
vias escaseaban siempre. En esa tierra,
donde el agua era el oro incoloro, fue
precisamente que ellos, con la misma
obstinación que sus ancestros migrantes
se rebelaron al dominio incaico, decidie-
ron hacer de las faldas de esos cerros un
horizonte fértil que saciara el hambre.
Nada los desalentó. Ni los escasos tres-
cientos milímetros por año que caían -y
caen-, naturalmente en el verano, los
apartó de aquel presagio de una convi-
vencia segura. Presentían que allí podían
construir una vida entibiada por el mismo
sol de las rutinas de sus hombres y muje-
res entretejiendo las tareas de cada día
en años interminables de paz. No habría
ya otros soles que calentaran su presen-
cia nómada en otras montañas, en otros
valles del espinazo andino que habían
recorrido milimétricamente.
No: era este corredor ancho y profundo
del río Yocavil que habían elegido para el
resto de sus días y lo defenderían y lo tra-
bajarían laboriosa y abundantemente.
Sabían que era posible, además, porque
a los pies del cerro Alto del Rey habían
encontrado antiguos vestigios de fortale-
zas urbanas levantadas piedra sobre pie-
dra que tal vez habrían dejado los ante-
riores habitantes diaguitas de la zona,
hasta que se desplazaron hacia los otros
valles del sur de Catamarca, llevados qui-
zás por el deseo de escapar del asedio de
los pueblos vecinos.
Lo cierto fue que allí, al norte del valle
del río Santa María, sintieron la atracción
envolvente de la montaña que los abriga-
ba como el regazo tibio de las caderas
maternas donde crece el hijo que espera
nacer. Con un recorrido de algo más de
cien kilómetros desde la Punta de
Balasto, en el extremo sur, el río Yocavil
sube por el este catamarqueño para
internarse brevemente en la punta oeste
de Tucumán y seguir después hacia el sur
de Salta. Allí se encuentra con el valle y el
curso del río Calchaquí, que baja a su vez
desde el Abra del Acay, casi en la puna
salteña, muy cerca de San Antonio de los
Cobres. Ambos valles, en realidad, for-
man un cajón, recostado de norte a sur,
de unos 250 kilómetros de largo, con sus
aguas, una que baja y la otra que sube,
corriendo desbocadas al encuentro are-
noso, a la milenaria amalgama de las pie-
dras que entorpecen su camino.
La escasa humedad del río Santa María
sólo alcanza para regar pobremente sus
márgenes arenosas y sedientas. Este
cauce, en efecto, va adormeciéndose
tranquilo bajo el arenal desde que el río
El Cajón se desangra en su cuenca, des-
pués de humedecer el valle que lleva su
nombre hacia el poniente, y rodear en
Balasto los primeros estribos de las sie-
rras de Quilmes para transformarse
entonces en Yocavil. Se trata, pues, de un
mismo río que baja de norte a sur entre el
valle de El Cajón con ese nombre y gira
bruscamente en U en Punta de Balasto
para subir de sur a norte por el valle con-
tiguo de Yocavil y tomar sus aguas la
misma identidad.
La poca capacidad de mojar la tierra
seca, convertida casi en arena estéril,
apenas pudo rociar siempre el brote
tenaz de los chañares y mistoles, cuyo
frondoso ramaje fue el infaltable com-
bustible para cocinar en el fuego no sólo
los alimentos básicos de los quilmes sino
también la alfarería que creó inagotable-
mente la imaginación de sus manos. Esa
artesanía con la arcilla como con la meta-
lurgia dejó patentes muestras de su
fusión con la cultura santamariana, de la
que recibieron toda su influencia. Pero el
algarrobo fue el árbol al que revistieron
de santidad en reconocimiento de todos
sus frutos y provechos que les entregaba
generosamente. El taco, como también
lo llamaron, fue, en efecto, leña y el
fruto, su vaina, la semilla que fermentaba
hasta la embriaguez en la sangre de los
quilmeños. De su maceración silenciosa y
paciente se elevaban los vapores abun-
dantes de la chicha, la bebida alcohólica
que era a la vez una debilidad y el licor
que presidía todas las ceremonias religio-
sas.
La construcción de la represa a media
altura del cerro que abrazó literalmente
su ciudad, es una muestra patente de la
habilidad que tuvieron para sistematizar
el agua escasa que manaba de una ver-
tiente alejada, en un extraño brote líqui-
do de la montaña seca y rocosa ubicado
casi en la ladera trasera del cerro del
Alto. Desde allí, salió una red de canales y
acequias para rodearlo por la cara que da
al sur. Piedra sobre piedra, amuraron el
agua sobre la pared del monte y una
compleja trama de conductos permitía
almacenar cerca de siete mil metros cúbi-
cos de ese recurso tan escaso y distribuir-
la después entre las terrazas de cultivo
apuntaladas igualmente con pircas de
piedras. Esto explica de alguna manera
las motivaciones que determinaron el
emplazamiento de la zona de cultivos en
terrazas a esa altura de la ladera monta-
ñosa. Allí cosecharon los alimentos bási-
cos de la comunidad: zapallo, ají, papa,
maíz, quinoa y poroto.
Todo era de todos: las cosechas, esca-
sas o abundantes, la carne de sus gana-
dos, la recolección exuberante de los fru-
tos de los bosques naturales de algarro-
bos y chañares o los metales y las piedras
y demás recursos que brillaban a cielo
abierto. Todo estaba ahí para el gozo
igualitario de cada uno de ellos, aunque,
claro está, la sociedad debía organizarse
y dividir racionalmente el trabajo en tiem-
po de paz como en la guerra, que no fue
poca ni eventual. Había, desde luego, un
curaca o cacique que tenía la misión
natural, divina, de liderar la comunidad
en los asuntos de la economía y la admi-
nistración de los recursos de la comuni-
dad, así como en la decisión de defender
el territorio y la vida de sus gobernados y
declarar la guerra a los pueblos vecinos
que asolaban sus tierras, sus mujeres y
sus alimentos u otros que subían desde la
llanura, como los lules, temidos además
por sus inclinaciones antropofágicas.
Por Hugo Morales Solá
Historia de los Quilmes
HISTORIA
El Corredor Mediterráneo / Página 5
Fotografía: Jorge Luis Campos
Había también un grupo que entornaba
y asesoraba siempre al jefe aborigen: los
sacerdotes hechiceros y esa suerte de
consejo de ancianos, por ejemplo. Pero
el resto de la sociedad formaba un solo
cuerpo que compartía sin ninguna dife-
rencia las mismas gracias y desgracias
de todo el pueblo. En fin, el calor de la
igualdad se coronaba en las noches
ceremoniales, cuando los poderes de la
chicha los hermanaba horizontalmente
en el reposo de la sangre alcoholizada.
Desde la altura mayor del cerro, el
cacique dominaba la vida cotidiana de
su pueblo y decidía el destino de matar
y morir de sus guerreros. Allí, en efecto,
casi en la cima de la montaña, estaba
enclavada la vivienda del gran jefe quil-
meño. Hasta ahí -tal vez unos cuatro-
cientos metros de altura, desde el pede-
monte- debía escalar el cortejo que lo
trasladaba desde su residencia hasta el
llano del pueblo. Por eso, la corte de
gobierno que acompañaba todos los
días al curaca gobernante vivía cerca de
él, aunque un poco más abajo, pero por
encima, de todos modos, del ecuador
del cerro. A esa altura, quedan todavía
los restos de unas cincuenta viviendas
donde se distribuían el concejo de ancia-
nos, los hechiceros, sacerdotes y otras
autoridades que ungía el cacique, cuyo
linaje, por supuesto, le llegaba por la
sangre que heredaba de sus ancestros
elegidos igualmente por la voluntad de
sus dioses. Esta clara jerarquización del
cerro le valió justamente su nombre de
“Alto del Rey”, como una obvia explica-
ción arqueológica de la ubicación que
tuvo en el monte de esa comunidad el
jefe que conducía su existencia.
El resto de la sociedad de los quilmes,
cuya población ascendía hasta los cinco
mil habitantes en los siglos anteriores a
la irrupción de la conquista inca, prime-
ro, y española, después, vivió dispersa
en el territorio que habitaron alrededor
de su montaña sagrada. Es cierto que el
núcleo urbano de este asentamiento
aborigen se edificó a los pies del cerro
del Alto, que fue el que mejor resistió al
peso del tiempo y a la depredación de
los saqueadores de todos los siglos -y es
lo que todavía se puede ver como el
mayor yacimiento arqueológico argenti-
no-, pero alrededor de él se irradiaron
numerosas viviendas y campos de traba-
jo agrícola, silos de almacenamiento y
corrales de piedra para los rebaños que
se levantaron a lo ancho del espacio que
defendieron a sangre y punta de lanzas.
Desde una vista aérea, el tejido urbano
de los quilmes parece más bien un tejido
informe de venas que recorren la pared
oriental de la montaña, con claros ángu-
los rectos, sí, que asciende todo el fal-
deo anterior y una parte del posterior
de la colina y rodea al conjunto de rocas
sagradas que oficiaba de altar mayor
para sus ceremonias religiosas en el cen-
tro mismo de la cara de adelante del
cerro, justo a la mitad de su altura,
donde unos relieves importantes sobre-
salen con fuerza escabrosa y casi simé-
trica de un lado y del otro de la montaña
y abrazan a la ciudad como dos alas des-
plegadas sobre ella para protegerla de
todos los males.
Hacia abajo, el caserío cae sobre la
falda del cerro y se va abriendo en aba-
nico por todo el pedemonte hasta per-
derse en los campos de cultivos. A
veces, las casas están unidas entre sí por
una suerte de pirca medianera, y en
otras están separadas por pequeños
pasillos que daban independencia y pri-
vacidad a cada una de las viviendas. En
algunas, incluso, puede verse pequeñas
dependencias circulares, sobre todo en
las que están ubicadas sobre el terreno
llano -que son, por cierto, las de mayo-
res dimensiones, ya que en la medida
que suben por la pendiente van redu-
ciendo sus medidas-, que servían de
silos domésticos donde almacenaban
las cosechas de maíz, poroto y ají, por
ejemplo, después de que el sol resecara
sus humedades.
El cerro Alto del Rey fue naturalmen-
te el centro de su existencia, pero los
terrenos que lo rodeaban, unos 30 kiló-
metros desde Fuerte Quemado, donde
los quilmes se mezclaban con los acalia-
nos, hasta la zona de Colalao del Valle
fueron intensamente trabajados y gana-
dos a la seca languidez de esa tierra.
¿Cómo fue posible domesticar casi 1300
hectáreas donde sólo crecían -y crecen-
entre el suelo yermo algunas matas
espinosas y los cardones, como testigos
abundantes del desierto implacable?
Los quilmes organizaron su vida, en
efecto, alrededor de su montaña sagra-
da y desde allí bajaban, en primer lugar,
las grandes terrazas de cultivo, apunta-
ladas en diferentes niveles con murallo-
nes de piedra pircada de unos dos
metros de altura, cuyo riego llegaba,
como se sabe, desde la represa construi-
da cerca de una vertiente hacia el sur de
la ciudad. Pero estos andenes formaban
parte, a la vez, de la fortaleza militar, los
pucarás, desde donde defendían a la
comunidad en tiempos de guerra y
especialmente de invasión de alguna
agresión de otro pueblo indígena que
embestía en contra de ellos. En el resto
de su territorio, aprovechaban la tierra
con la escasa humedad de los arroyos y
riachuelos que bajaban de los cerros
vecinos y naturalmente buscaron culti-
vos duros y aptos a la aridez del clima.
Tal vez el maíz y el zapallo eran los pro-
ductos de bajo mantenimiento que se
ajustaron mejor al rigor del suelo.
Después venía el secado de casi todos
los productos que cosechaban e incluso
de las carnes de sus animales, para cru-
zar justamente esos meses del invierno
que mata casi toda la vida en derredor.
Pero antes de que desapareciera el vera-
no, después de la mayoría de las cose-
chas, había que agradecer a la
Pachamama por los frutos que entrega-
ra de sus entrañas y a Inti, por la vida
que prodigó en la matriz de la madre tie-
rra. A ella volverán con sus rituales en la
agonía del próximo invierno, antes de
que el padre sol despierte en la primave-
ra el sueño de los cardones.
El Corredor Mediterráneo / Página 6
ESCUELAPROFESIONAL
DEMUJERES “MARIQUITA
SÁNCHEZDETHOMPSON”
DERÍOCUARTO
Por Ana Belén Mitre . Liliana Castro
HISTORIA ENTRE TODOS
Setenta y cinco comienzos de primavera
han pasado desde que un grupo de entu-
siastas jóvenes mujeres esperaban la
apertura de la puerta de la que sería la
Escuela Profesional de Mujeres situada al
frente de la legendaria Escuela Normal de
la ciudad de Río Cuarto.
Esta nueva escuela les brindaría a muchas
jóvenes riocuartenses y de la región vis-
lumbrar otros horizontes que las alejarían
de la soledad de sus hogares. Ese día, un
rayo de luz se filtraba en la hendija de sus
expectativas de vida. Tendrían, al fin, la
oportunidad de hacer realidad muchos
sueños e inquietudes que estaban un
poco dormidos. Eran tiempos de cambio,
de mirar hacia adelante. El mundo estaba
convulsionado por los avatares de la
segunda guerra mundial y nuestro país se
abría paso a nuevos desafíos de la econo-
mía mundial que requería avances técni-
cos y científicos, así como también mano
de obra especializada y calificada.
En este contexto, la provincia de Córdoba
se sumó a estos requerimientos y promul-
gó la creación de las escuelas técnicas. Así
es como en Río Cuarto, el 20 de octubre
de 1944 se inauguró la Escuela Profesional
Modelo, que propiciaba la por entonces
“educación femenina” en la búsqueda de
un lugar en el mundo laboral y el recono-
cimiento de los derechos de la mujer.
Tras cumplir con un plan de estudios que
incluía materias básicas y aquellas orienta-
das a la formación específica elegida, a las
flamantes profesionales se les otorgaban
el los títulos de “Aptitud y Competencia
en Lencería”, “Corte y Confección”,
“Manualidades”, “Bordado a Máquina”
y/o “Cocina”.
La demanda social y las necesidades labo-
rales llevaron a la modificación del nom-
bre de esta institución, que en 1963 pasó a
denominarse Escuela Técnica de Mujeres
según el Decreto N° 261/63 el cual también
establecía un nuevo cambio en el plan de
estudios, que se extendió a cuatro años
con tres especialidades bien definidas:
“Corte y confección”, “Manualidades” y
“Lencería”, que sumadas a ocho materias
de formación general completaban el per-
fil para desarrollarse en los talleres texti-
les.
En 1964 la escuela adquiere un nombre
propio, “Mariquita Sánchez de
Thompson”, y en 1967 se agregan dos
años de estudio que incorporaron más
materias de formación general, con lo que
el plan curricular sumó los seis años nece-
sarios para poder acceder a una instancia
educativa superior. La afluencia de estu-
diantes y la necesidad de nuevos espacios
para el desarrollo de la propuesta educati-
va hacían inminente el traslado de la insti-
tución a un espacio más amplio.
Poco más de una década después, preci-
samente en 1979, se convirtió en el
“Bachillerato Técnico Especializado
Mariquita Sánchez de Thompson”. Con el
nombre de una empoderada mujer,
“Mariquita Sánchez”, quien había trans-
gredido los cánones de la élite colonial, se
erigía un nuevo horizonte para las muje-
res desafiaban al mundo laboral en una
búsqueda constante de nuevas posibilida-
des y reconocimiento en una sociedad
subsumida a los designios masculinos.
A comienzos de la década del ´80 una
nueva modificación del plan de estudios,
ahora de cinco años de duración, cambió
el perfil de sus egresadas que debían
optar por alguna de las tres orientaciones:
“Bachiller orientado en profesiones para
el hogar”, “Bachiller técnico en adminis-
tración” y “Bachiller experto en
Informática”.
Por aquel entonces las actividades educa-
tivas se desarrollaban en el segundo piso
de una tradicional esquina del microcen-
tro riocuartense. En el piso superior de
“La Barraca” sobre la calle Constitución al
900, con una imponente puerta de made-
ra colonial y coronada por una escalera de
mármol blanco, se encontraban las insta-
laciones áulicas del establecimiento edu-
cativo. Pisos de mosaicos y pinotea, mobi-
liario de estilo clásico y un piano decora-
ban las galerías de esta casona colonial.
Dos patios abiertos y un altillo que servía
de laboratorio de Biología daban fisono-
mía al bachillerato de mujeres.
La propuesta educativa generó la afluen-
cia de muchas jóvenes, lo que rápidamen-
te aumentó la matrícula y con ella la nece-
sidad acuciante de un nuevo espacio físico
acorde con los requerimientos de las estu-
diantes y de las nuevas directivas educa-
cionales.
Las gestiones para el logro de un nuevo
espacio educativo fueron arduas. A
comienzos de la década del ´90 comenza-
ron a avizorarse las esperanzas de un
nuevo edificio acorde con las necesidades
de una pujante ciudad y de un sistema
educativo ávido de nuevas propuestas de
formación.
En ese entonces el Barrio Banda Norte
comenzaba a ser una posibilidad viable
para construir la nueva sede escolar. En
1992 comienza funcionar el primer curso
anexo en la Vecinal de Banda Norte: 1”C”.
Sus alumnas pasaron a ser protagonistas
del primer eslabón de esta nueva historia
de la escuela.
En 1993 se produce la incorporación de
varones y además se concreta un nuevo
anhelo: el Bachillerato Técnico se convir-
tió en uno de los establecimientos educa-
tivos que cambió la fisonomía y las opor-
tunidades de los habitantes de Banda
Norte con la inauguración del polo educa-
tivo al frente del Parque Sarmiento.
Conjuntamente con el traslado hacia una
nueva sede educativa, vinieron transfor-
maciones para la institución convirtiéndo-
se en el Instituto Provincial de Educación
Media N° 95 “Mariquita Sánchez de
Thompson” y en el marco de la Ley
Federal de Educación, la Provincia de
Córdoba plantea distintas modalidades,
diferentes al resto del país. Por tal motivo
la escuela adquiere la Orientación
Humanidades con Suborientación en
Ciencias Naturales y Sociales.
Siempre pionero, el ahora I.P.E.M 95 sigue
demostrando su “Identidad” como lo dijo
la por entonces Directora María Emilia
Martín en el cumpleaños número 50: “La
escuela muestra su identidad en un que-
hacer continuo donde los proyectos inter-
nos y de conexión con la comunidad
expresan la constante preocupación de la
formación de jóvenes abiertos al cambio y
con la formación para responder a las exi-
gencias de una sociedad cambiante...
Una escuela que concreta diariamente los
ideales que plasmaron sus gestores; preo-
cuparse por la formación de los jóvenes y
prepararlos como personas éticas en una
sociedad que exige identidad y compro-
miso”.
En el devenir de sus 75 años, estas pala-
bras siguen resonando en los pasillos de la
escuela y conjuntamente con las propues-
tas de intervenciones sociales se han
constituido en ejes de trabajo de alumnos
y docentes que han transitado y transitan
las aulas y pasillos de este establecimien-
to educativo.
En la actualidad, esta institución tiene una
población educativa de casi 700 alumnos
dividida en dos turnos y en el mismo edifi-
cio coexisten en el turno noche el Centro
Educativo Nivel Medio Adultos (CENMA) y
la escuela primaria para adultos, que con-
juntamente con el PIT San Pantaleón
(Programa de Inclusión/Terminalidad de la
Educación) han logrado fortalecer a la
comunidad de la ribera norte del río
Cuarto como hacedores de ciudadanos
comprometidos con la comunidad.
Por sus aulas han pasado y siguen pasan-
do muchos alumnos, familias completas
de estudiantes que le han otorgado a la
institución un rasgo identitario propio.
También los docentes que se han desem-
peñado y se desempeñan día a día en las
aulas, han sabido hacer de los vínculos
afectivos, la solidaridad y el compañeris-
mo, la herramienta principal para el
aprendizaje en cada una de sus trayecto-
rias escolares.
El bullicio y la ansiedad de las Jóvenes
mujeres que esperaban oportunidades
laborales ha dejado lugar en estas 75 pri-
maveras a los sueños de adolescentes que
buscan sus primeros pasos en el mundo
laboral y en los estudios universitarios a
partir de la adquisición de las herramien-
tas educacionales necesarias para transi-
tar y apropiarse de un mundo globalizado
signado por las transformaciones vertigi-
nosas y atravesado por el desarrollo tec-
nológico.
*El programa Historia entre todos forma
parte del Proyecto de la Red Ciudades
Educadoras
Fachada inaugural del Bachillerato Técnico Especializado
“Mariquita Sánchez de Thompson” (1993)
El Corredor Mediterráneo / Página 7
reseña Éticaerótica.
Política,
tecnologíay
gestióndelos
placeres
Abelardo Barra Ruatta
Editorial Prometeo, Buenos Aires, 2019
Me propongo realizar unas consideracio-
nes a un destacado escritor y filósofo rio-
cuartense, su último libro Ética erótica es
una obra revolucionaria y plantea una
modificación de las percepciones del senti-
do común acerca del erotismo, al mismo
tiempo que devela ciertas tensiones ine-
xistentes entre distintas dimensiones de lo
humano, tensiones que son producto del
cuidadoso diseño del mecanismo de repro-
ducción ideológica que perturba el entre-
lazamiento de lo humano-erótico-econó-
mico y político, impidiendo que los sujetos
se conciban a sí mismos como un todo
desenvolvente y se vean (y vean a todos
los seres humanos como sujetos fragmen-
tados). Lo primero que quiero mencionar,
es que detrás de su atractivo título, no se
van a encontrar con una obra de difusión,
de recetas o técnicas para amar. Lo que se
encuentra dentro de estas páginas es un
tratado ético, articulado metodológica y
epistemológicamente.
Posicionar el fundamento del sistema en la
materialidad de la corporalidad, en una
explícita confrontación con los fundamen-
tos axiológicos abstractos de la razón
humana, así como con las categorías cen-
tro-periferia o hegemonía-subalternos, la
noción material de la otredad como funda-
mento ontológico de la ética, la contrapo-
sición a la lógica binaria del sentido
común, son algunos de los criterios por los
cuales esta obra podría ubicarse –errónea-
mente- dentro de las denominadas
Filosofías de la Liberación
Latinoamericana: yo hago una salvedad y
veo que esta obra contiene un empuje
superador de estas corrientes. No hay en
ella nada teológico, ni sacro en el cuerpo,
sino la búsqueda libre y anárquica (aunque
consensuada) del placer como fundamen-
to de la acción moral.
Es interesante señalar que la obra no se
estanca en la posición de denuncia.
Avanza valientemente en el terreno de la
propuesta, del desafío, del análisis reflexi-
vo; tampoco plantea la clásica visión utópi-
ca, teleológica, dando por sentado un
camino unidireccional a seguir. Sino más
bien, desde el plano de la realidad históri-
co-cultural del ser humano, plantea una
inversión de los juicios de valor sobre cier-
tas praxis amorosas y a partir de allí elucu-
bra posibilidades, alumbra caminos oscu-
ros, pelea contra la prohibición y la culpa.
Todo el desarrollo de la obra, me recuerda
a la frase nietzscheana “La filosofía se
hace a martillazos”, destruyendo y soca-
vando desde una crítica radical el discurso
hegemónico dominante derivado de los
centros de poder. La visualización del dis-
curso hegemónico como una especie de
virus que se propaga en las subjetividades
y las domina hasta hacerlas dóciles títeres
de una moral impuesta y reproducida por
los distintos dispositivos de poder, convir-
tiendo los cuerpos en un todo homogé-
neo, en una masa informe que obedece -
no la orden externa de una institución o un
sujeto, sino la orden interna del imperativo
categórico abstracto, racional, universal e
incuestionable- es el primer paso a la libe-
ración de dicho imperativo.
Presentada como la moral del comisariato,
o moral represiva, este modelo, en donde
la razón impera sobre el cuerpo, es puesta
en evidencia, como una construcción cul-
tural desarrollada y desplegada por los
grupos de poder y es, la liberación de este
sentido común, la propuesta de la primera
parte de la obra, aunque es una idea trans-
versal que recorre todas las páginas de
este libro.
La visualización de esta construcción cul-
tural es el primer paso fundamental para
poder tirarla por tierra, para no martillar al
aire, para mostrarla como lo que es, una
moral pacata, recatada, profiláctica, higié-
nica, ortopédica, al servicio del poder de
producción capitalista.
Es necesario señalar que esta obra no es
algo separado del pensamiento del autor,
no es un producto fragmentado y separa-
do del resto de sus escritos. En relación a
la temática del erotismo podemos decir
que Ética Erótica es parte, hasta el
momento de una trilogía. En ésta pode-
mos ubicar tres obras, una de ellas es el
desarrollo de una serie de reflexiones
sobre la cuestión antropológica: El Animal
que Calza. El Erotismo del Pie y del zapato.
Otra obra acerca del erotismo es Regreso
a Hedonia. La tormenta del amor, que aun-
que no aborda el erotismo desde la refle-
xión estética, sino que se trata de un libro
de poemas eróticos, en donde, desde la
belleza de las palabras y sin apelar a ningu-
na obscenidad, despliega una gama de
sentimientos, sensaciones y praxis hedóni-
cas capaces de erotizar a cualquier lector
más allá de sus tendencias morales.
En Ética Erótica, los lectores, no se van a
encontrar con un libro de difusión dirigido
a seducir con frases de autoayuda o con
respuestas concretas a la temática erótica,
sino una producción intelectual de gran
poder interpelante. Muy lejos está la obra
de ser una mercancía. En todo caso de lo
que se trata es de develar el carácter feti-
chista y castrador de las morales tradicio-
nales y debatir de una forma seria y sólida
temas como la libertad, la felicidad, la edu-
cación, el erotismo, la sexualidad, el abor-
to y toda una gama de temas derivados y
colaterales, como propuestas emancipa-
doras, encarnadas en la lógica anárquica
que se deriva de la materialidad del placer
hedónico. Allí en donde la razón tiene el
mando de los actos, el poder de realiza-
ción de una vida feliz se ve opacada. En el
placer erótico, que no siempre debe rela-
cionarse con el placer sexual, los caminos
hacia una vida de plenitud se abren e inter-
pelan al lector a reflexionar sobre sus pro-
pias formas de amar y disfrutar el amor.
No obstante, la cuestión que yo considero
central en el libro es la de la posibilidad de
un cambio, a partir de estas nuevas formas
de relación, en la medida en que se vayan
desplazando a distintas esferas sociales y
políticas. La posibilidad de un nuevo
modelo político surgido de estas nuevas
formas amatorias y de una educación diri-
gida al placer y a la alegría, tiene posibilida-
des expandibles a todas las dimensiones
de la vida humana, puesto que toda reali-
dad humana es realidad política-cultural.
Podríamos decir, que la visualización de
los lazos de opresión entre las axiologías
clásicas u ortodoxas, que nos imponen
una visión heteronormativa de la vida y las
relaciones, es el primer paso a una nueva
moral que implica un derrumbe de lo viejo,
estático y petrificado, para luego construir
desde una nueva y joven mirada de sí
mismo, un nuevo tipo de relaciones afecti-
vas con los demás humanos y con el
mundo en su totalidad. El capitalismo,
para mantenerse como estructura, nos
vende paquetes de felicidad que compra-
mos gustosos, nos soborna con la fantasía
de felicidad que creemos ver materializar-
se en el consumo, que más que llenarnos,
incrementa nuestra ansiedad y nuestro
vacío.
La obra propone el desenfreno y el exceso
en la búsqueda del placer hedónico, con el
límite del absoluto respeto al otro. La feli-
cidad fantasmática que nos ofrece el mer-
cado, nada tiene que ver con la felicidad
hedónica que conseguimos en el vínculo
afectivo-corporal, es en este flujo de vincu-
laciones serias y respetuosas que la felici-
dad deja de ser una dosis psicoactiva de
objetos que se compran y se venden y
pasa a ser un flujo de vinculaciones amoro-
sas y libres que alimentan el ser humano
en todas las dimensiones de su universo
corpóreo-cultural.
Esto solo se consigue transcribiendo y
reformulando las practicas amorosas que
hoy llamamos clandestinas bajo la lupa de
la moral dominante, conservadora.
Corriéndonos de esa axiología castradora
y culposa, estas prácticas, sinceradas a la
luz de esta nueva ética erótica dejarían de
ocupar el espacio de clandestinidad que
reprime todo su potencial político y gene-
rarían una verdadera revolución capaz de
transformar las estructuras sociales, eco-
nómicas y políticas que oprimen y repri-
men la libre consecución de una vida
buena y una felicidad materializada en el
vinculo humano.
Nicolás Valverde
El Corredor Mediterráneo / Página 8
MUNICIPALIDAD
DE LA CIUDAD
DE RÍO CUARTO
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La Columna
humorsolini
Por Heraldo Mussolini
CRÓNICAS DEL OLVIDO
LUNARIO, háblase de locos, poetas, dráculas
y hombres lobos
Por Alberto Hernández
1.-
La luna de estos días es un reflejo en el agua de un ojo. De las estrellas, la
espera para verlas cuando la tormenta deje de enumerar su alfabeto de
gotas. La luna tiene prontuario en el lado oscuro de su permanencia. La
luna es un invento de la tierra. Como flota sobre nuestras cabezas, amaga
muchas veces con caernos encima. La detienen las copas más altas de los
árboles y el canto exagerado de algunos pájaros. De lo contrario, hace
siglos seríamos lunáticos, habitantes de desiertos sin aire.
Los terrícolas solemos mirarla con ojos incrédulos. Pese a los siglos de
estar allá arriba, se nos hace difícil entenderla, saberla parte nuestra y a
tanta distancia. Muchos dicen que es el cementerio de almas que no tie-
nen cabida en las sombras de la tierra. Otros, que se trata de todos los
ojos aumentados de los insectos de otros mundos.
La luna –motivo para poetas y lobos- es el globo de un niño de otra gala-
xia. Y aunque parezca infantil y falto de seriedad, es simplemente el saté-
lite de nuestro planeta, éste que tenemos como juguete para destrozar-
lo. Pero así es la cuenta, la que toleramos a la hora de sabernos en la
noche y mirar cuanta luna se nos atraviesa.
2.-
No se puede desairar a la luna. Su ojo abierto, el que nos mira sin cesar
aun apagado, alimenta la sombra, la hincha, la hace correr hacia noso-
tros. Vivir de luna es un misterio. Vivir contra ella es una verdad científica:
no nombrarla, silencia a quien la olvida. La luna jamás ha existido: es un
reflejo de nuestros deseos. Quien crea en ella muere bajo su disco sin
conocer el camino que habrá de recorrer. La luna es la mirada de un gato
a punto de reventar. La luna pasta al lado de una vaca. Muerde con hol-
gura el agua que lava los bordes de las madrugadas.
Si alguien intenta salirse del poema, la luna le amarga la vida. Su horario,
de particular templanza, bate las hojas de los libros y bota las letras. Sin
embargo, saberla en la ventana es como desentenderse, nombrarla sin
mucho ánimo, revolverle el cabello.
Pero la luna, insiste quien la toca, es un trozo de queso iluminado en la
nevera. Es fría, calculadora, lujuriosa, perversa, única. Es sólo luna, y
quien es luna, favorece la noche, el impulso de flotar en la sangre galác-
tica.
3.-
¿Para qué sirve la luna? ¿Con qué se comen sus manchas y mares de
arena? Caben otras preguntas: ¿quién la invitó a permanecer sobre nues-
tros techos? ¿por qué nos espía? De no existir en nuestro cielo, otro la
habría puesto sobre la ciudad menos bulliciosa. Pero, nada, la tenemos,
nos lleva a todos lados, de noche y de día. Nuestros ojos la atisban y ella
se pega del camino que pisamos. Y su luz nos estira en sombra contra el
suelo.
La luna nos hace varias caras. Los mares saben de sus efectos. ¿Cuándo la
luna es nueva o llena si desde hace siglos nos enseña parte de su acné?
¿Por qué menguante si nunca se acaba? ¿Y creciente, si sabemos que es
del mismo tamaño desde que alguien la pegó del infinito con saliva eter-
na de algún unicornio enfermo?
La luna y su álbum: quien escribe acerca de su permanencia no es más un
loco, un lunático, un ido de la tierra. Los que la adoran aúllan y se comen
a sus críos. La licantropía nació en la luna con un lobo en los brazos. La llu-
via que la oculta es cómplice de sus desafueros. Que lo digan los asaltan-
tes de camino.
4.-
Un eclipse de luna revela la cara oculta de quienes lo ven. O tratan de
verlo. La luna siempre está allí, apagada, sin luz. Nunca ha tenido luz pro-
pia: es parasitaria, confiscatoria. La luna vive de luz robada. O prestada.
Por eso cuando llega un eclipse, nadie debe asombrarse. Sin el sol la luna
no existe. No es nadie. Pobres enamorados, se quedarían con el sol, que-
mados.
Un eclipse asoma la verdadera cara de la luna. Y si es el sol quien trata de
ocultarla, la señora Luna (¿será señorita?) se rebela. Se pone arisca, trata
de evadir el cuerpo caliente de su lejano amante. Los dislocados o, mejor,
los descocados, asumen que la luna no es más que reflejo, un pedazo de
luz prestada, un instante del sol. Pero se equivocan: no hay nada más ver-
dadero que la luna. Que le pregunte al Hombre Lobo, a al Conde Drácula,
a los Lunáticos (los locos, pues). Que le pregunten a la savia de los árbo-
les. Al geotropismo negativo. A la piel de algunas doncellas. A la lengua
viperina de magos y brujos, tan volcánicos que le tienen miedo al día.
De modo que la Luna es muy poderosa. Alberga nuestras emociones.
Hace que veamos el atardecer y el amanecer. Que nos desatemos y vol-
quemos la angustia sobre su inmensa superficie plena de acné juvenil.
Pese a que tienes dos caras, la Luna no es hipócrita como algunos que la
invocan y le cantan. Quedan por allí algunos poetas tan lunáticos que la
odian, la rechazan o la convierten en pésimos versos.
La Luna sirve de mucho: está allí, latente, flotando sobre nuestras cabe-
zas. A diario, de noche, ella nos mira y se hace la loca, para que nos pon-
gamos más orates de lo que estamos, porque hay que decirlo con todas
las letras: Gracias a la Luna la locura se aleja, se anuncia y se despide.
Ojalá que siga actuando y nos premie con la claridad de su silencio.
Porque para locos, los achicharrados por el Sol de este trópico demente
SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO
DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL
CONCEJO DELIBERANTE DE RÍO CUARTO

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El Corredor Mediterráneo

  • 1. Suplemento Cultural del Centro Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María Miércoles 15 de enero de 2020 . Año 20 N° 886 El Corredor Mediterráneo humorsolini POR HERALDO MUSSOLINI PÁG. 8 El poeta y estudioso juanramoniano Alfonso Alegre Heitzmann acaba de publicar la segunda edición de Lírica de una Atlántida, reunión de la poesía que el español Juan Ramón Jiménez escribió en su exilio americano. Con este motivo concedió una entrevista exclusiva para ECM. PÁG. 2-3 Conversación con Alfonso Alegre Heitzman LA COLUMNA LUNARIO, háblase de locos, poetas, dráculas y hombres lobos POR ALBERTO HERNÁNDEZ PÁG. 8 Ética erótica. Política, tecnología y gestión de los placeres DE A. BARRA RUATTA POR NICOLÁS VALVERDE PÁG. 7 HISTORIA DE LOS QUILMES POR HUGO MORALES SOLÁ PÁG. 4-5 ESCUELA PROFESIONAL DE MUJERES “M. S. DE THOMPSON” POR ANA BELÉN MITRE Y LILIANA CASTRO PÁG. 6
  • 2. Acordamos con Alfonso Alegre Heitzmannunencuentroenlosaltosdela librería Laie de Barcelona y allí mantuvi- mos un diálogo intenso y rico principal- mente alrededor de la obra y la figura de Juan Ramón Jiménez. - Lírica de una Atlántida se editó por pri- mera vez en 1999 (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). ¿Qué supuso para la obra de Juan Ramón Jiménez (JRJ) y para la poesía española en general? ¿Por qué es tan importante esa edición? Porque hasta ese momento no estaba recogida la poesía última de Juan Ramón en un solo volumen, la que escribió en el exilio[Enelotrocostado,Unacolinameri- diana, Dios deseado y deseante, De ríos que se van (1936-1954)]. Los cuatro últi- mos libros de Juan Ramón, que, paradóji- camente, siendo lo mejor de su poesía, en cambio habían circulado muy poco en España: de hecho, los cuatro libros son póstumos. Publicó parte de esos libros, por ejemplo Animal de fondo en el año 49 (por cierto, ahora se cumplen setenta añosdeesapublicación),yesunlibrofun- damental; él quería ampliarlo en un libro mayor que se iba a titular Dios deseado y deseante, del cual pude reconstruir la ordenación consultando los manuscritos y los originales de Juan Ramón. Lo mismo Espacio, la única obra poética importante delúltimoJuanRamónquesehabíapubli- cadoenEspaña,nocomolibro,sinocomo poema,enlarevistaPoesíaespañolaenel año 54. Espacio y Animal de fondo son dos de los textos fundamentales de Lírica de una Atlántida. Todo eso, por tanto, habíallegadotardeymalaEspaña,excep- tuando lo que se publicó en vida de Juan Ramón,quealmenoslospoetasdeberían conocer y que no parece que conociesen bien. Por lo tanto, como señaló José Ángel Valente, la poesía de Juan Ramón, por circunstancias muy diversas, entre las cuales está lógicamente su exilio, no gra- vitó sobre la poesía española de posgue- rra, lo cual fue nefasto para la evolución de esa poesía, ya que, de algún modo, Juan Ramón estaba culminando una tra- yectoria poética que empieza en 1900, cuando él llegó a Madrid para conocer a Rubén,yqueterminóprecisamentecuan- do se recuperó su obra última, con la edi- ción de Lirica de una Atlántida. - ¿Por qué esta segunda edición, cuando se cumplen los veinte años de la primera, y además se publica en otra editorial (Tusquets)? Se publicó hace veinte años en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, que entonces estaba en su pleno apogeo: una colecciónmagnífica,cuyaalmaatodoslos efectos era Nicanor Vélez Ortiz, el poeta y editor colombiano que coordinaba, y de qué manera, todo lo que tenía que ver con ella. Ahora, en esta nueva edición, se trataba de editar Lírica con los cambios necesarios,quesonmínimos,peroqueen cuanto al prólogo son muy importantes, y cabe indicarlo en una colección de poesía que tuviera entidad y distribución, ade- más de fuerza. - Según ha escrito Juan Marqués en La esfera de papel, esta nueva edición de LíricadeunaAtlántidademuestraque“la poesía no es una utopía sino una reali- dad”. La imagen literaria y personal de Juan Ramón empezó a cambiar merced a la incontestable calidad de su corpus poéti- co, que apenas tiene paralelo en la histo- ria de nuestra poesía. La gran obra de referencia pasó de Diario de un poeta reciencasado (1916) a Animal de fondo (1948) o Espacio (1954). El Juan Ramón que había influido en la generación del 50 no era el último, sino el de Segunda anto- lojíapoética.Inclusoenelámbitouniversi- tario el único Juan Ramón que se estudia- ba era el que llegaba hasta 1918 o 1919, en que se edita Piedra y cielo, incluido en Segunda antolojía.... Faltan ahí, por lo tanto, cuarenta años de su obra. Para que nos hagamos una idea del desinterés en España por uno de los grandes poetas del siglo XX, La estación total, uno de los libroscapitalesdelaépoca,quesepublicó en Buenos Aires en 1946, no se editó en nuestro país hasta 1993, precisamente en Tusquets. - ¿Qué tiene esa poesía última, a la que constantemente se refiere usted, para ser considerada la mejor poesía de JRJ? Sí, es la mejor poesía de Juan Ramón y uno de los mejores corpus poéticos de la poesía contemporánea en lengua espa- ñola. Son cuatro libros en los que pode- mos encontrar poemas absolutamente fundamentales para cualquiera que ahon- de en el sentido profundo de la palabra poética en nuestra lengua. Espacio -ya lo dijo en su día Octavio Paz, y otros tam- bién, pero él fue de los primeros- es uno de los monumentos de la poesía en len- gua española del siglo XX. Marca un antes y un después: es un poema extenso que nació en verso y que Juan Ramón luego prosificó y que para Paz, entre otros, fue fundamental, pero no para los españoles, que no supieron ver la grandeza de ese poema. Entre las excepciones, Gerardo Diego, que enseguida se dio cuenta de la magnituddelpoema,ylodijo,peronofue esa la tónica general en España. El atlante de la joven poesía - JRJ enlazó el pasado con el futuro, que podríamos llamar las vanguardias. ¿Pero llegó a superarlas? La evolución de Juan Ramón coincidió con la de la poesía de su época. Estaba atento a la poesía española, hispanoame- ricana y universal. En los años 30 tradujo a Eliot así como a William Butler Yeats. Se carteó con Pound, quien le publicó en Rapallo, en el periódico Il Mare... - ...se carteaba con todo el mundo, como bien demuestra usted en Epistolario I y II… ...él iba viendo la evolución de la poesía al mismo tiempo que su poesía evoluciona. Cuando se dio el fenómeno inicial de las vanguardias, él no lo vio mal, sino como algo lógico, pues los poetas jóvenes tení- El Corredor Mediterráneo / Página 2 Conversacióncon AlfonsoAlegre Heitzman (1ºparte) Por Jorge Rodríguez Hidalgo
  • 3. an que ser revolucionarios, buscar su pro- pio camino. Y él incluso colaboraba con algunas de las revistas del ultraísmo y del creacionismo. Pero progresivamente se fue distanciando, no porque él no com- prendiera el porqué de las vanguardias, sino porque a él le parecía que dedicarse exclusivamente a una óptica de cualquie- ra de los vanguardismos -aunque segura- mente él sabía diferenciar muy bien qué vanguardismos realmente habían tenido más incidencia en la evolución de la poe- sía contemporánea en el mundo- era inci- dir en un solo aspecto de la poesía como totalidad. Y se lo dijo claramente a los poetas que impulsaron la revista Ultra. Cuando nació ésta, que tipográficamente era muy bonita, Juan Ramón reconoció ese espíritu de cambio. Reconoció que a él le parecía muy bien, pero que la poesía como totalidad era lo importante; es decir, el compromiso del poeta con sus propias trayectorias humana y poética, que van íntimamente entrelazadas. De modo que la evolución, la metamorfosis que se produjo en la poesía de Juan Ramón, de algún modo asumió esas van- guardias. Como también el surrealismo, si pensamos, por ejemplo, en Espacio, que es una fuga raudal de cabo a fin. Lo que pasa es que no se puede decir que Espacio sea surrealista, aunque sí, de algún modo, puede asegurarse que Juan Ramón está al tanto, no solo del surrealis- mo, sino también de lo que puede ser el monólogo interior joyceano -él admiraba mucho a Joyce. - Algunos poetas jóvenes, como Salinas, por ejemplo, empezaron a distanciarse de él a partir del homenaje a Góngora. ...Juan Ramón ordenó, compuso y llevó a imprenta el primer libro de Salinas, Presagios. El propio Salinas confesó que solo por eso había que considerarlo “el atlante de la joven poesía”. Y es verdad, porque cuando Lorca llegó a Madrid, con unacartaderecomendacióndeFernando de los Ríos, Juan Ramón le acogió y publi- có. Luego les publicó a todos en la revista Índice, de la que salieron cuatro números, yquefueelorigendelageneracióndel27, conocida como la generación de las revis- tas. Todos iban buscando los tipos de letra que utilizaba Juan Ramón, el papel…, hasta en eso le seguían. Entonces, eso que aceptaron todos ellos durante los años 20, empezó a desmoro- narse desde el año 1927 y del homenaje a Góngora. Después, Juan Ramón se fue separandodelageneración,quizáporque vio en casi todos ellos una paulatina influencia de los vanguardismos. -Aesepropósito,JRJ mostraba una liber- tad creativa sin ningún tipo de límite que parecía intolerable e insoportable para sus coetáneos y para los que vinieron después. ¿Radica ahí la aversión que esa posteridad se ha encargado de seguir aumentando sobre su imagen? Precisamente, esa idiosincrasia singular tan ligada a la relación con su obra, y que se ha unido a la idea absurda del poeta en su torre de marfil, le ha perjudicado muchísimo. Porque ¿qué torre de marfil?, no hay ninguna torre de marfil, primero porqueélestuvosiempreatentoatodo,y después porque los últimos años de su vida, aunque su entrega a la poesía fue igualmente abismada y total, escribió en unas condiciones terribles, de exilio y de pérdida de todo. Y sin embargo, él nunca renuncióaesaentrega.Claro,eso apenas sedaenlahistoriadelapoesíacontempo- ránea, y muy pocos lo supieron compren- der. La calidad de su obra no se ha com- prendido porque muchas veces la crítica se ha quedado en la figura, en el persona- je, y de este se ha querido dar una imagen antipática. - Quizá por eso, a la luz de la dedicatoria delpoemaEspacioaGerardoDiego,cabe preguntarse si, en realidad, tanto como un agradecimiento personal a Gerardo Diego, fue una invectiva contra quienes lehabíanignorado,puesenesadedicato- ria se habla de “justedad disciplinar” y “agradecimiento lírico”, casi marcando por contraste... Claro, se lo dedicó a Diego, enseguida se dio cuenta de la valía. Otros también salu- daronlaaparicióndelpoema,perodeuna manera mucho más personal. No hay que olvidar que los primeros fragmentos de Espacio se publicaron en la revista mexi- cana Cuadernos americanos (1943-1944), cuyo secretario de redacción era nada más y nada menos que Juan Larrea, otro de los poetas del 27 que habría que tener muy en cuenta. Y Juan Larrea lo recibió con gran entusiasmo, lo mismo que Emilio Prados, que vivía en México, y que tan admirado se quedó que se lo explicó por carta a Juan Ramón. Y ahí estaba Octavio Paz, que era jovencísimo, y que me imagino la cara de asombro que pon- dría cuando viese ese poema, el primer fragmento de Espacio en el año 1943 - véase cómo influyó después en la poesía dePaz.PeroesonoocurrióenEspaña.De los pocos que lo vieron y lo dijeron fue Gerardo Diego. Y es curioso, porque yo diría que fue uno de los primeros poetas de la generación del 27 en distanciarse de JuanRamón,oJuanRamóndeél,precisa- mente cuando el homenaje a Góngora, porque el principal organizador fue Diego. Juan Ramón le escribió a Alberti que a Diego se le estaba yendo eso de las manos. Por tanto, es curioso que aquel quefuecasieldetonantedeesedistancia- miento después tuviera la categoría de darse cuenta de la calidad de esa poesía. El Corredor Mediterráneo / Página 3 Veinteañosdespuésdelaprimeraedición,querescatódelolvidopatriosupoesía última,laobradelpoetaandaluzpuedeconsiderarseyaresarcida.Laencomiable yminuciosatareadelensayistaespañolhoysuponeunasuertederestituciónpoé- ticadeJuanRamónJiménez,unodelosmásgrandespoetasenlenguacastellana de todos los tiempos.
  • 4. El Corredor Mediterráneo / Página 4 II. La convivencia La Pachamama, por supuesto, fue -es- la divinidad mayor entre sus creencias. Adoraban a la madre tierra porque de ella venían los frutos y ella también les prodigaba todos los recursos que sus necesidades individuales y colectivas demandaban. Pero además era este terri- torio una región agreste y seca, cuyas llu- vias escaseaban siempre. En esa tierra, donde el agua era el oro incoloro, fue precisamente que ellos, con la misma obstinación que sus ancestros migrantes se rebelaron al dominio incaico, decidie- ron hacer de las faldas de esos cerros un horizonte fértil que saciara el hambre. Nada los desalentó. Ni los escasos tres- cientos milímetros por año que caían -y caen-, naturalmente en el verano, los apartó de aquel presagio de una convi- vencia segura. Presentían que allí podían construir una vida entibiada por el mismo sol de las rutinas de sus hombres y muje- res entretejiendo las tareas de cada día en años interminables de paz. No habría ya otros soles que calentaran su presen- cia nómada en otras montañas, en otros valles del espinazo andino que habían recorrido milimétricamente. No: era este corredor ancho y profundo del río Yocavil que habían elegido para el resto de sus días y lo defenderían y lo tra- bajarían laboriosa y abundantemente. Sabían que era posible, además, porque a los pies del cerro Alto del Rey habían encontrado antiguos vestigios de fortale- zas urbanas levantadas piedra sobre pie- dra que tal vez habrían dejado los ante- riores habitantes diaguitas de la zona, hasta que se desplazaron hacia los otros valles del sur de Catamarca, llevados qui- zás por el deseo de escapar del asedio de los pueblos vecinos. Lo cierto fue que allí, al norte del valle del río Santa María, sintieron la atracción envolvente de la montaña que los abriga- ba como el regazo tibio de las caderas maternas donde crece el hijo que espera nacer. Con un recorrido de algo más de cien kilómetros desde la Punta de Balasto, en el extremo sur, el río Yocavil sube por el este catamarqueño para internarse brevemente en la punta oeste de Tucumán y seguir después hacia el sur de Salta. Allí se encuentra con el valle y el curso del río Calchaquí, que baja a su vez desde el Abra del Acay, casi en la puna salteña, muy cerca de San Antonio de los Cobres. Ambos valles, en realidad, for- man un cajón, recostado de norte a sur, de unos 250 kilómetros de largo, con sus aguas, una que baja y la otra que sube, corriendo desbocadas al encuentro are- noso, a la milenaria amalgama de las pie- dras que entorpecen su camino. La escasa humedad del río Santa María sólo alcanza para regar pobremente sus márgenes arenosas y sedientas. Este cauce, en efecto, va adormeciéndose tranquilo bajo el arenal desde que el río El Cajón se desangra en su cuenca, des- pués de humedecer el valle que lleva su nombre hacia el poniente, y rodear en Balasto los primeros estribos de las sie- rras de Quilmes para transformarse entonces en Yocavil. Se trata, pues, de un mismo río que baja de norte a sur entre el valle de El Cajón con ese nombre y gira bruscamente en U en Punta de Balasto para subir de sur a norte por el valle con- tiguo de Yocavil y tomar sus aguas la misma identidad. La poca capacidad de mojar la tierra seca, convertida casi en arena estéril, apenas pudo rociar siempre el brote tenaz de los chañares y mistoles, cuyo frondoso ramaje fue el infaltable com- bustible para cocinar en el fuego no sólo los alimentos básicos de los quilmes sino también la alfarería que creó inagotable- mente la imaginación de sus manos. Esa artesanía con la arcilla como con la meta- lurgia dejó patentes muestras de su fusión con la cultura santamariana, de la que recibieron toda su influencia. Pero el algarrobo fue el árbol al que revistieron de santidad en reconocimiento de todos sus frutos y provechos que les entregaba generosamente. El taco, como también lo llamaron, fue, en efecto, leña y el fruto, su vaina, la semilla que fermentaba hasta la embriaguez en la sangre de los quilmeños. De su maceración silenciosa y paciente se elevaban los vapores abun- dantes de la chicha, la bebida alcohólica que era a la vez una debilidad y el licor que presidía todas las ceremonias religio- sas. La construcción de la represa a media altura del cerro que abrazó literalmente su ciudad, es una muestra patente de la habilidad que tuvieron para sistematizar el agua escasa que manaba de una ver- tiente alejada, en un extraño brote líqui- do de la montaña seca y rocosa ubicado casi en la ladera trasera del cerro del Alto. Desde allí, salió una red de canales y acequias para rodearlo por la cara que da al sur. Piedra sobre piedra, amuraron el agua sobre la pared del monte y una compleja trama de conductos permitía almacenar cerca de siete mil metros cúbi- cos de ese recurso tan escaso y distribuir- la después entre las terrazas de cultivo apuntaladas igualmente con pircas de piedras. Esto explica de alguna manera las motivaciones que determinaron el emplazamiento de la zona de cultivos en terrazas a esa altura de la ladera monta- ñosa. Allí cosecharon los alimentos bási- cos de la comunidad: zapallo, ají, papa, maíz, quinoa y poroto. Todo era de todos: las cosechas, esca- sas o abundantes, la carne de sus gana- dos, la recolección exuberante de los fru- tos de los bosques naturales de algarro- bos y chañares o los metales y las piedras y demás recursos que brillaban a cielo abierto. Todo estaba ahí para el gozo igualitario de cada uno de ellos, aunque, claro está, la sociedad debía organizarse y dividir racionalmente el trabajo en tiem- po de paz como en la guerra, que no fue poca ni eventual. Había, desde luego, un curaca o cacique que tenía la misión natural, divina, de liderar la comunidad en los asuntos de la economía y la admi- nistración de los recursos de la comuni- dad, así como en la decisión de defender el territorio y la vida de sus gobernados y declarar la guerra a los pueblos vecinos que asolaban sus tierras, sus mujeres y sus alimentos u otros que subían desde la llanura, como los lules, temidos además por sus inclinaciones antropofágicas. Por Hugo Morales Solá Historia de los Quilmes HISTORIA
  • 5. El Corredor Mediterráneo / Página 5 Fotografía: Jorge Luis Campos Había también un grupo que entornaba y asesoraba siempre al jefe aborigen: los sacerdotes hechiceros y esa suerte de consejo de ancianos, por ejemplo. Pero el resto de la sociedad formaba un solo cuerpo que compartía sin ninguna dife- rencia las mismas gracias y desgracias de todo el pueblo. En fin, el calor de la igualdad se coronaba en las noches ceremoniales, cuando los poderes de la chicha los hermanaba horizontalmente en el reposo de la sangre alcoholizada. Desde la altura mayor del cerro, el cacique dominaba la vida cotidiana de su pueblo y decidía el destino de matar y morir de sus guerreros. Allí, en efecto, casi en la cima de la montaña, estaba enclavada la vivienda del gran jefe quil- meño. Hasta ahí -tal vez unos cuatro- cientos metros de altura, desde el pede- monte- debía escalar el cortejo que lo trasladaba desde su residencia hasta el llano del pueblo. Por eso, la corte de gobierno que acompañaba todos los días al curaca gobernante vivía cerca de él, aunque un poco más abajo, pero por encima, de todos modos, del ecuador del cerro. A esa altura, quedan todavía los restos de unas cincuenta viviendas donde se distribuían el concejo de ancia- nos, los hechiceros, sacerdotes y otras autoridades que ungía el cacique, cuyo linaje, por supuesto, le llegaba por la sangre que heredaba de sus ancestros elegidos igualmente por la voluntad de sus dioses. Esta clara jerarquización del cerro le valió justamente su nombre de “Alto del Rey”, como una obvia explica- ción arqueológica de la ubicación que tuvo en el monte de esa comunidad el jefe que conducía su existencia. El resto de la sociedad de los quilmes, cuya población ascendía hasta los cinco mil habitantes en los siglos anteriores a la irrupción de la conquista inca, prime- ro, y española, después, vivió dispersa en el territorio que habitaron alrededor de su montaña sagrada. Es cierto que el núcleo urbano de este asentamiento aborigen se edificó a los pies del cerro del Alto, que fue el que mejor resistió al peso del tiempo y a la depredación de los saqueadores de todos los siglos -y es lo que todavía se puede ver como el mayor yacimiento arqueológico argenti- no-, pero alrededor de él se irradiaron numerosas viviendas y campos de traba- jo agrícola, silos de almacenamiento y corrales de piedra para los rebaños que se levantaron a lo ancho del espacio que defendieron a sangre y punta de lanzas. Desde una vista aérea, el tejido urbano de los quilmes parece más bien un tejido informe de venas que recorren la pared oriental de la montaña, con claros ángu- los rectos, sí, que asciende todo el fal- deo anterior y una parte del posterior de la colina y rodea al conjunto de rocas sagradas que oficiaba de altar mayor para sus ceremonias religiosas en el cen- tro mismo de la cara de adelante del cerro, justo a la mitad de su altura, donde unos relieves importantes sobre- salen con fuerza escabrosa y casi simé- trica de un lado y del otro de la montaña y abrazan a la ciudad como dos alas des- plegadas sobre ella para protegerla de todos los males. Hacia abajo, el caserío cae sobre la falda del cerro y se va abriendo en aba- nico por todo el pedemonte hasta per- derse en los campos de cultivos. A veces, las casas están unidas entre sí por una suerte de pirca medianera, y en otras están separadas por pequeños pasillos que daban independencia y pri- vacidad a cada una de las viviendas. En algunas, incluso, puede verse pequeñas dependencias circulares, sobre todo en las que están ubicadas sobre el terreno llano -que son, por cierto, las de mayo- res dimensiones, ya que en la medida que suben por la pendiente van redu- ciendo sus medidas-, que servían de silos domésticos donde almacenaban las cosechas de maíz, poroto y ají, por ejemplo, después de que el sol resecara sus humedades. El cerro Alto del Rey fue naturalmen- te el centro de su existencia, pero los terrenos que lo rodeaban, unos 30 kiló- metros desde Fuerte Quemado, donde los quilmes se mezclaban con los acalia- nos, hasta la zona de Colalao del Valle fueron intensamente trabajados y gana- dos a la seca languidez de esa tierra. ¿Cómo fue posible domesticar casi 1300 hectáreas donde sólo crecían -y crecen- entre el suelo yermo algunas matas espinosas y los cardones, como testigos abundantes del desierto implacable? Los quilmes organizaron su vida, en efecto, alrededor de su montaña sagra- da y desde allí bajaban, en primer lugar, las grandes terrazas de cultivo, apunta- ladas en diferentes niveles con murallo- nes de piedra pircada de unos dos metros de altura, cuyo riego llegaba, como se sabe, desde la represa construi- da cerca de una vertiente hacia el sur de la ciudad. Pero estos andenes formaban parte, a la vez, de la fortaleza militar, los pucarás, desde donde defendían a la comunidad en tiempos de guerra y especialmente de invasión de alguna agresión de otro pueblo indígena que embestía en contra de ellos. En el resto de su territorio, aprovechaban la tierra con la escasa humedad de los arroyos y riachuelos que bajaban de los cerros vecinos y naturalmente buscaron culti- vos duros y aptos a la aridez del clima. Tal vez el maíz y el zapallo eran los pro- ductos de bajo mantenimiento que se ajustaron mejor al rigor del suelo. Después venía el secado de casi todos los productos que cosechaban e incluso de las carnes de sus animales, para cru- zar justamente esos meses del invierno que mata casi toda la vida en derredor. Pero antes de que desapareciera el vera- no, después de la mayoría de las cose- chas, había que agradecer a la Pachamama por los frutos que entrega- ra de sus entrañas y a Inti, por la vida que prodigó en la matriz de la madre tie- rra. A ella volverán con sus rituales en la agonía del próximo invierno, antes de que el padre sol despierte en la primave- ra el sueño de los cardones.
  • 6. El Corredor Mediterráneo / Página 6 ESCUELAPROFESIONAL DEMUJERES “MARIQUITA SÁNCHEZDETHOMPSON” DERÍOCUARTO Por Ana Belén Mitre . Liliana Castro HISTORIA ENTRE TODOS Setenta y cinco comienzos de primavera han pasado desde que un grupo de entu- siastas jóvenes mujeres esperaban la apertura de la puerta de la que sería la Escuela Profesional de Mujeres situada al frente de la legendaria Escuela Normal de la ciudad de Río Cuarto. Esta nueva escuela les brindaría a muchas jóvenes riocuartenses y de la región vis- lumbrar otros horizontes que las alejarían de la soledad de sus hogares. Ese día, un rayo de luz se filtraba en la hendija de sus expectativas de vida. Tendrían, al fin, la oportunidad de hacer realidad muchos sueños e inquietudes que estaban un poco dormidos. Eran tiempos de cambio, de mirar hacia adelante. El mundo estaba convulsionado por los avatares de la segunda guerra mundial y nuestro país se abría paso a nuevos desafíos de la econo- mía mundial que requería avances técni- cos y científicos, así como también mano de obra especializada y calificada. En este contexto, la provincia de Córdoba se sumó a estos requerimientos y promul- gó la creación de las escuelas técnicas. Así es como en Río Cuarto, el 20 de octubre de 1944 se inauguró la Escuela Profesional Modelo, que propiciaba la por entonces “educación femenina” en la búsqueda de un lugar en el mundo laboral y el recono- cimiento de los derechos de la mujer. Tras cumplir con un plan de estudios que incluía materias básicas y aquellas orienta- das a la formación específica elegida, a las flamantes profesionales se les otorgaban el los títulos de “Aptitud y Competencia en Lencería”, “Corte y Confección”, “Manualidades”, “Bordado a Máquina” y/o “Cocina”. La demanda social y las necesidades labo- rales llevaron a la modificación del nom- bre de esta institución, que en 1963 pasó a denominarse Escuela Técnica de Mujeres según el Decreto N° 261/63 el cual también establecía un nuevo cambio en el plan de estudios, que se extendió a cuatro años con tres especialidades bien definidas: “Corte y confección”, “Manualidades” y “Lencería”, que sumadas a ocho materias de formación general completaban el per- fil para desarrollarse en los talleres texti- les. En 1964 la escuela adquiere un nombre propio, “Mariquita Sánchez de Thompson”, y en 1967 se agregan dos años de estudio que incorporaron más materias de formación general, con lo que el plan curricular sumó los seis años nece- sarios para poder acceder a una instancia educativa superior. La afluencia de estu- diantes y la necesidad de nuevos espacios para el desarrollo de la propuesta educati- va hacían inminente el traslado de la insti- tución a un espacio más amplio. Poco más de una década después, preci- samente en 1979, se convirtió en el “Bachillerato Técnico Especializado Mariquita Sánchez de Thompson”. Con el nombre de una empoderada mujer, “Mariquita Sánchez”, quien había trans- gredido los cánones de la élite colonial, se erigía un nuevo horizonte para las muje- res desafiaban al mundo laboral en una búsqueda constante de nuevas posibilida- des y reconocimiento en una sociedad subsumida a los designios masculinos. A comienzos de la década del ´80 una nueva modificación del plan de estudios, ahora de cinco años de duración, cambió el perfil de sus egresadas que debían optar por alguna de las tres orientaciones: “Bachiller orientado en profesiones para el hogar”, “Bachiller técnico en adminis- tración” y “Bachiller experto en Informática”. Por aquel entonces las actividades educa- tivas se desarrollaban en el segundo piso de una tradicional esquina del microcen- tro riocuartense. En el piso superior de “La Barraca” sobre la calle Constitución al 900, con una imponente puerta de made- ra colonial y coronada por una escalera de mármol blanco, se encontraban las insta- laciones áulicas del establecimiento edu- cativo. Pisos de mosaicos y pinotea, mobi- liario de estilo clásico y un piano decora- ban las galerías de esta casona colonial. Dos patios abiertos y un altillo que servía de laboratorio de Biología daban fisono- mía al bachillerato de mujeres. La propuesta educativa generó la afluen- cia de muchas jóvenes, lo que rápidamen- te aumentó la matrícula y con ella la nece- sidad acuciante de un nuevo espacio físico acorde con los requerimientos de las estu- diantes y de las nuevas directivas educa- cionales. Las gestiones para el logro de un nuevo espacio educativo fueron arduas. A comienzos de la década del ´90 comenza- ron a avizorarse las esperanzas de un nuevo edificio acorde con las necesidades de una pujante ciudad y de un sistema educativo ávido de nuevas propuestas de formación. En ese entonces el Barrio Banda Norte comenzaba a ser una posibilidad viable para construir la nueva sede escolar. En 1992 comienza funcionar el primer curso anexo en la Vecinal de Banda Norte: 1”C”. Sus alumnas pasaron a ser protagonistas del primer eslabón de esta nueva historia de la escuela. En 1993 se produce la incorporación de varones y además se concreta un nuevo anhelo: el Bachillerato Técnico se convir- tió en uno de los establecimientos educa- tivos que cambió la fisonomía y las opor- tunidades de los habitantes de Banda Norte con la inauguración del polo educa- tivo al frente del Parque Sarmiento. Conjuntamente con el traslado hacia una nueva sede educativa, vinieron transfor- maciones para la institución convirtiéndo- se en el Instituto Provincial de Educación Media N° 95 “Mariquita Sánchez de Thompson” y en el marco de la Ley Federal de Educación, la Provincia de Córdoba plantea distintas modalidades, diferentes al resto del país. Por tal motivo la escuela adquiere la Orientación Humanidades con Suborientación en Ciencias Naturales y Sociales. Siempre pionero, el ahora I.P.E.M 95 sigue demostrando su “Identidad” como lo dijo la por entonces Directora María Emilia Martín en el cumpleaños número 50: “La escuela muestra su identidad en un que- hacer continuo donde los proyectos inter- nos y de conexión con la comunidad expresan la constante preocupación de la formación de jóvenes abiertos al cambio y con la formación para responder a las exi- gencias de una sociedad cambiante... Una escuela que concreta diariamente los ideales que plasmaron sus gestores; preo- cuparse por la formación de los jóvenes y prepararlos como personas éticas en una sociedad que exige identidad y compro- miso”. En el devenir de sus 75 años, estas pala- bras siguen resonando en los pasillos de la escuela y conjuntamente con las propues- tas de intervenciones sociales se han constituido en ejes de trabajo de alumnos y docentes que han transitado y transitan las aulas y pasillos de este establecimien- to educativo. En la actualidad, esta institución tiene una población educativa de casi 700 alumnos dividida en dos turnos y en el mismo edifi- cio coexisten en el turno noche el Centro Educativo Nivel Medio Adultos (CENMA) y la escuela primaria para adultos, que con- juntamente con el PIT San Pantaleón (Programa de Inclusión/Terminalidad de la Educación) han logrado fortalecer a la comunidad de la ribera norte del río Cuarto como hacedores de ciudadanos comprometidos con la comunidad. Por sus aulas han pasado y siguen pasan- do muchos alumnos, familias completas de estudiantes que le han otorgado a la institución un rasgo identitario propio. También los docentes que se han desem- peñado y se desempeñan día a día en las aulas, han sabido hacer de los vínculos afectivos, la solidaridad y el compañeris- mo, la herramienta principal para el aprendizaje en cada una de sus trayecto- rias escolares. El bullicio y la ansiedad de las Jóvenes mujeres que esperaban oportunidades laborales ha dejado lugar en estas 75 pri- maveras a los sueños de adolescentes que buscan sus primeros pasos en el mundo laboral y en los estudios universitarios a partir de la adquisición de las herramien- tas educacionales necesarias para transi- tar y apropiarse de un mundo globalizado signado por las transformaciones vertigi- nosas y atravesado por el desarrollo tec- nológico. *El programa Historia entre todos forma parte del Proyecto de la Red Ciudades Educadoras Fachada inaugural del Bachillerato Técnico Especializado “Mariquita Sánchez de Thompson” (1993)
  • 7. El Corredor Mediterráneo / Página 7 reseña Éticaerótica. Política, tecnologíay gestióndelos placeres Abelardo Barra Ruatta Editorial Prometeo, Buenos Aires, 2019 Me propongo realizar unas consideracio- nes a un destacado escritor y filósofo rio- cuartense, su último libro Ética erótica es una obra revolucionaria y plantea una modificación de las percepciones del senti- do común acerca del erotismo, al mismo tiempo que devela ciertas tensiones ine- xistentes entre distintas dimensiones de lo humano, tensiones que son producto del cuidadoso diseño del mecanismo de repro- ducción ideológica que perturba el entre- lazamiento de lo humano-erótico-econó- mico y político, impidiendo que los sujetos se conciban a sí mismos como un todo desenvolvente y se vean (y vean a todos los seres humanos como sujetos fragmen- tados). Lo primero que quiero mencionar, es que detrás de su atractivo título, no se van a encontrar con una obra de difusión, de recetas o técnicas para amar. Lo que se encuentra dentro de estas páginas es un tratado ético, articulado metodológica y epistemológicamente. Posicionar el fundamento del sistema en la materialidad de la corporalidad, en una explícita confrontación con los fundamen- tos axiológicos abstractos de la razón humana, así como con las categorías cen- tro-periferia o hegemonía-subalternos, la noción material de la otredad como funda- mento ontológico de la ética, la contrapo- sición a la lógica binaria del sentido común, son algunos de los criterios por los cuales esta obra podría ubicarse –errónea- mente- dentro de las denominadas Filosofías de la Liberación Latinoamericana: yo hago una salvedad y veo que esta obra contiene un empuje superador de estas corrientes. No hay en ella nada teológico, ni sacro en el cuerpo, sino la búsqueda libre y anárquica (aunque consensuada) del placer como fundamen- to de la acción moral. Es interesante señalar que la obra no se estanca en la posición de denuncia. Avanza valientemente en el terreno de la propuesta, del desafío, del análisis reflexi- vo; tampoco plantea la clásica visión utópi- ca, teleológica, dando por sentado un camino unidireccional a seguir. Sino más bien, desde el plano de la realidad históri- co-cultural del ser humano, plantea una inversión de los juicios de valor sobre cier- tas praxis amorosas y a partir de allí elucu- bra posibilidades, alumbra caminos oscu- ros, pelea contra la prohibición y la culpa. Todo el desarrollo de la obra, me recuerda a la frase nietzscheana “La filosofía se hace a martillazos”, destruyendo y soca- vando desde una crítica radical el discurso hegemónico dominante derivado de los centros de poder. La visualización del dis- curso hegemónico como una especie de virus que se propaga en las subjetividades y las domina hasta hacerlas dóciles títeres de una moral impuesta y reproducida por los distintos dispositivos de poder, convir- tiendo los cuerpos en un todo homogé- neo, en una masa informe que obedece - no la orden externa de una institución o un sujeto, sino la orden interna del imperativo categórico abstracto, racional, universal e incuestionable- es el primer paso a la libe- ración de dicho imperativo. Presentada como la moral del comisariato, o moral represiva, este modelo, en donde la razón impera sobre el cuerpo, es puesta en evidencia, como una construcción cul- tural desarrollada y desplegada por los grupos de poder y es, la liberación de este sentido común, la propuesta de la primera parte de la obra, aunque es una idea trans- versal que recorre todas las páginas de este libro. La visualización de esta construcción cul- tural es el primer paso fundamental para poder tirarla por tierra, para no martillar al aire, para mostrarla como lo que es, una moral pacata, recatada, profiláctica, higié- nica, ortopédica, al servicio del poder de producción capitalista. Es necesario señalar que esta obra no es algo separado del pensamiento del autor, no es un producto fragmentado y separa- do del resto de sus escritos. En relación a la temática del erotismo podemos decir que Ética Erótica es parte, hasta el momento de una trilogía. En ésta pode- mos ubicar tres obras, una de ellas es el desarrollo de una serie de reflexiones sobre la cuestión antropológica: El Animal que Calza. El Erotismo del Pie y del zapato. Otra obra acerca del erotismo es Regreso a Hedonia. La tormenta del amor, que aun- que no aborda el erotismo desde la refle- xión estética, sino que se trata de un libro de poemas eróticos, en donde, desde la belleza de las palabras y sin apelar a ningu- na obscenidad, despliega una gama de sentimientos, sensaciones y praxis hedóni- cas capaces de erotizar a cualquier lector más allá de sus tendencias morales. En Ética Erótica, los lectores, no se van a encontrar con un libro de difusión dirigido a seducir con frases de autoayuda o con respuestas concretas a la temática erótica, sino una producción intelectual de gran poder interpelante. Muy lejos está la obra de ser una mercancía. En todo caso de lo que se trata es de develar el carácter feti- chista y castrador de las morales tradicio- nales y debatir de una forma seria y sólida temas como la libertad, la felicidad, la edu- cación, el erotismo, la sexualidad, el abor- to y toda una gama de temas derivados y colaterales, como propuestas emancipa- doras, encarnadas en la lógica anárquica que se deriva de la materialidad del placer hedónico. Allí en donde la razón tiene el mando de los actos, el poder de realiza- ción de una vida feliz se ve opacada. En el placer erótico, que no siempre debe rela- cionarse con el placer sexual, los caminos hacia una vida de plenitud se abren e inter- pelan al lector a reflexionar sobre sus pro- pias formas de amar y disfrutar el amor. No obstante, la cuestión que yo considero central en el libro es la de la posibilidad de un cambio, a partir de estas nuevas formas de relación, en la medida en que se vayan desplazando a distintas esferas sociales y políticas. La posibilidad de un nuevo modelo político surgido de estas nuevas formas amatorias y de una educación diri- gida al placer y a la alegría, tiene posibilida- des expandibles a todas las dimensiones de la vida humana, puesto que toda reali- dad humana es realidad política-cultural. Podríamos decir, que la visualización de los lazos de opresión entre las axiologías clásicas u ortodoxas, que nos imponen una visión heteronormativa de la vida y las relaciones, es el primer paso a una nueva moral que implica un derrumbe de lo viejo, estático y petrificado, para luego construir desde una nueva y joven mirada de sí mismo, un nuevo tipo de relaciones afecti- vas con los demás humanos y con el mundo en su totalidad. El capitalismo, para mantenerse como estructura, nos vende paquetes de felicidad que compra- mos gustosos, nos soborna con la fantasía de felicidad que creemos ver materializar- se en el consumo, que más que llenarnos, incrementa nuestra ansiedad y nuestro vacío. La obra propone el desenfreno y el exceso en la búsqueda del placer hedónico, con el límite del absoluto respeto al otro. La feli- cidad fantasmática que nos ofrece el mer- cado, nada tiene que ver con la felicidad hedónica que conseguimos en el vínculo afectivo-corporal, es en este flujo de vincu- laciones serias y respetuosas que la felici- dad deja de ser una dosis psicoactiva de objetos que se compran y se venden y pasa a ser un flujo de vinculaciones amoro- sas y libres que alimentan el ser humano en todas las dimensiones de su universo corpóreo-cultural. Esto solo se consigue transcribiendo y reformulando las practicas amorosas que hoy llamamos clandestinas bajo la lupa de la moral dominante, conservadora. Corriéndonos de esa axiología castradora y culposa, estas prácticas, sinceradas a la luz de esta nueva ética erótica dejarían de ocupar el espacio de clandestinidad que reprime todo su potencial político y gene- rarían una verdadera revolución capaz de transformar las estructuras sociales, eco- nómicas y políticas que oprimen y repri- men la libre consecución de una vida buena y una felicidad materializada en el vinculo humano. Nicolás Valverde
  • 8. El Corredor Mediterráneo / Página 8 MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE RÍO CUARTO Subsecretaría de Cultura. C.C. DEL ANDINO Tel. 0358 - 4671995 MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE VILLA MARÍA Bv. Sarmiento y San Martín Tel. 0353 4527092 Director: Antonio Tello Redacción: Diego Formía Soraya Clop Secretaria de Redacción: Salomé Amaya Diseño: Gonzalo Sosa Fotografía: Jorge Tello Ilustración: José Aranguez Paco Rodríguez Ortega Jorge Sarraute Rocío Toledo Colaboradores: Oscar Aimar Antonio Álvarez Claudio Asaad Silvia Barei Abelardo Barra Ruatta Leandro Calle Eva Cháves Sergio G. Colautti Pablo Dema Verónica Dema José Di Marco Marcelo Fagiano Jorge Felippa Ruben Darío Fernández Concha García Hernán Genero Alberto Hernández Francisco Martínez Hoyos Hugo Morales Solá Heraldo Mussolini Gonzalo Otero Pizarro Daila Prado Isabel Rezmo Jorge Rodríguez Hidalgo Bachi Salas Mario Trecek Ingrid Waisman Miguel Zupán DIRECCIÓN MUNICIPAL DE CULTURA DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO Bv. 9 de Julio 1190 (2400) San Francisco Tel. 03564-439157 La Columna humorsolini Por Heraldo Mussolini CRÓNICAS DEL OLVIDO LUNARIO, háblase de locos, poetas, dráculas y hombres lobos Por Alberto Hernández 1.- La luna de estos días es un reflejo en el agua de un ojo. De las estrellas, la espera para verlas cuando la tormenta deje de enumerar su alfabeto de gotas. La luna tiene prontuario en el lado oscuro de su permanencia. La luna es un invento de la tierra. Como flota sobre nuestras cabezas, amaga muchas veces con caernos encima. La detienen las copas más altas de los árboles y el canto exagerado de algunos pájaros. De lo contrario, hace siglos seríamos lunáticos, habitantes de desiertos sin aire. Los terrícolas solemos mirarla con ojos incrédulos. Pese a los siglos de estar allá arriba, se nos hace difícil entenderla, saberla parte nuestra y a tanta distancia. Muchos dicen que es el cementerio de almas que no tie- nen cabida en las sombras de la tierra. Otros, que se trata de todos los ojos aumentados de los insectos de otros mundos. La luna –motivo para poetas y lobos- es el globo de un niño de otra gala- xia. Y aunque parezca infantil y falto de seriedad, es simplemente el saté- lite de nuestro planeta, éste que tenemos como juguete para destrozar- lo. Pero así es la cuenta, la que toleramos a la hora de sabernos en la noche y mirar cuanta luna se nos atraviesa. 2.- No se puede desairar a la luna. Su ojo abierto, el que nos mira sin cesar aun apagado, alimenta la sombra, la hincha, la hace correr hacia noso- tros. Vivir de luna es un misterio. Vivir contra ella es una verdad científica: no nombrarla, silencia a quien la olvida. La luna jamás ha existido: es un reflejo de nuestros deseos. Quien crea en ella muere bajo su disco sin conocer el camino que habrá de recorrer. La luna es la mirada de un gato a punto de reventar. La luna pasta al lado de una vaca. Muerde con hol- gura el agua que lava los bordes de las madrugadas. Si alguien intenta salirse del poema, la luna le amarga la vida. Su horario, de particular templanza, bate las hojas de los libros y bota las letras. Sin embargo, saberla en la ventana es como desentenderse, nombrarla sin mucho ánimo, revolverle el cabello. Pero la luna, insiste quien la toca, es un trozo de queso iluminado en la nevera. Es fría, calculadora, lujuriosa, perversa, única. Es sólo luna, y quien es luna, favorece la noche, el impulso de flotar en la sangre galác- tica. 3.- ¿Para qué sirve la luna? ¿Con qué se comen sus manchas y mares de arena? Caben otras preguntas: ¿quién la invitó a permanecer sobre nues- tros techos? ¿por qué nos espía? De no existir en nuestro cielo, otro la habría puesto sobre la ciudad menos bulliciosa. Pero, nada, la tenemos, nos lleva a todos lados, de noche y de día. Nuestros ojos la atisban y ella se pega del camino que pisamos. Y su luz nos estira en sombra contra el suelo. La luna nos hace varias caras. Los mares saben de sus efectos. ¿Cuándo la luna es nueva o llena si desde hace siglos nos enseña parte de su acné? ¿Por qué menguante si nunca se acaba? ¿Y creciente, si sabemos que es del mismo tamaño desde que alguien la pegó del infinito con saliva eter- na de algún unicornio enfermo? La luna y su álbum: quien escribe acerca de su permanencia no es más un loco, un lunático, un ido de la tierra. Los que la adoran aúllan y se comen a sus críos. La licantropía nació en la luna con un lobo en los brazos. La llu- via que la oculta es cómplice de sus desafueros. Que lo digan los asaltan- tes de camino. 4.- Un eclipse de luna revela la cara oculta de quienes lo ven. O tratan de verlo. La luna siempre está allí, apagada, sin luz. Nunca ha tenido luz pro- pia: es parasitaria, confiscatoria. La luna vive de luz robada. O prestada. Por eso cuando llega un eclipse, nadie debe asombrarse. Sin el sol la luna no existe. No es nadie. Pobres enamorados, se quedarían con el sol, que- mados. Un eclipse asoma la verdadera cara de la luna. Y si es el sol quien trata de ocultarla, la señora Luna (¿será señorita?) se rebela. Se pone arisca, trata de evadir el cuerpo caliente de su lejano amante. Los dislocados o, mejor, los descocados, asumen que la luna no es más que reflejo, un pedazo de luz prestada, un instante del sol. Pero se equivocan: no hay nada más ver- dadero que la luna. Que le pregunte al Hombre Lobo, a al Conde Drácula, a los Lunáticos (los locos, pues). Que le pregunten a la savia de los árbo- les. Al geotropismo negativo. A la piel de algunas doncellas. A la lengua viperina de magos y brujos, tan volcánicos que le tienen miedo al día. De modo que la Luna es muy poderosa. Alberga nuestras emociones. Hace que veamos el atardecer y el amanecer. Que nos desatemos y vol- quemos la angustia sobre su inmensa superficie plena de acné juvenil. Pese a que tienes dos caras, la Luna no es hipócrita como algunos que la invocan y le cantan. Quedan por allí algunos poetas tan lunáticos que la odian, la rechazan o la convierten en pésimos versos. La Luna sirve de mucho: está allí, latente, flotando sobre nuestras cabe- zas. A diario, de noche, ella nos mira y se hace la loca, para que nos pon- gamos más orates de lo que estamos, porque hay que decirlo con todas las letras: Gracias a la Luna la locura se aleja, se anuncia y se despide. Ojalá que siga actuando y nos premie con la claridad de su silencio. Porque para locos, los achicharrados por el Sol de este trópico demente SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL CONCEJO DELIBERANTE DE RÍO CUARTO