1. Suplemento Cultural del Centro
Río Cuarto / Río Tercero / San Francisco / Villa María Miércoles 10 de julio de 2019 - Año 19 N° 861
El Corredor Mediterráneo
humorsolini
POR HERaLDO mUssOLiNi
Pág. 8
A propósito de su reciente publicación de “El secuestro de Juan Filloy”, a cargo de
la editorial universitaria UniRío, el escritor riocuartense habla de sus experiencias
como gestor cultural, periodista y escritor, así como de algunos aspectos de su exilio
durante la pasada Dictadura.
Pág. 2-3
Los guardianes
del equilibrio
de Eda Nicola
POR ALEJANDRO CESARIO
Pág. 7
Bustriazo Ortiz:
“Fuíme solo y no
era luz”
Alejandra Correa realiza una suge-
rente aproximación a la figura y a la
obra del pampeano Juan Carlos
Bustriazo Ortiz, considerado uno de
los más importantes poetas argenti-
nos del interior de la segunda mitad
del siglo XX.
Pág. 3-4
Conversación con
Gonzalo Otero Pizarro
LA COLUMNA
La lectora
de Flaubert
POR OscaR aimaR
Pág. 8
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2. Gonzalo Otero Pizarro es un escritor y
periodista vocacional, actual miembro
de la Junta Directiva de SADE
(Sociedad Argentina de Escritores) Río
Cuarto, cuya trayectoria está marcada
por su compromiso político y social y su
experiencia en el exilio tras ser amena-
zado de muerte por la Triple A en 1975.
“El secuestro de Juan Filloy” es su últi-
ma producción en la que pone a consi-
deración del lector una irónica y origi-
nal trama que tiene como figura central
a uno de los escritores más celebrados
de la historia de la literatura local y
nacional, ya en su momento motivo de
homenaje de Julio Cortázar en la muy
popular “Rayuela”.
UniRío, la editorial de la Universidad
Nacional de Río cuarto, le publica
ahora su última novela, “El secuestro
de Juan Filloy”, pero los inicios de su
recorrido cultural, literario y periodís-
tico hay que situarlo a principios de los
años setenta cuando acompañó al
artista plástico Franklin arregui cano
en la secretaría de cultura de la
municipalidad. cuénteme cómo fue
esa experiencia.
La experiencia junto al gran Franklin
Arregui Cano en la conducción de la
cultura de la ciudad y nada menos que
en el gobierno de Humberto Julio
Mugnaini fue para mí inolvidable. Yo
tenía sólo 25 años cuando Mugnaini me
convocó. Con Arregui Cano hicimos
cosas muy buenas y pudimos confiar el
uno en el otro y hacer un verdadero
tándem, aun cuando él tenía más de 60
años entonces. La idea de Arregui Cano
y la mía era descentralizar los medios
de la cultura y llevar esos medios a los
barrios, para después traer la cultura
de los barrios al centro. Hicimos mucho
en un año y medio, que fue lo que dura-
mos, porque la muerte de Mugnaini
hizo que su sucesora nos dejara fuera y
designara a otros funcionarios. De
todos modos, creo que aún algunos
recuerdan la creación de la Escuela
Taller de Teatro de Ángel Franco (su
segundo paso por nuestra ciudad), la
Colonia de Vacaciones Evita y los festi-
vales de teatro, entre las muchísimas
cosas que pudimos hacer conjunta-
mente con Arregui Cano.
Fue durante ese período que las cosas
empezaron a ponerse feas y usted dio
un paso cuando comprobó la necesi-
dad de dar a la ciudad un nuevo medio
de comunicación, “Puente”, que aun-
que de vida breve hoy es objeto de
estudios académicos…
No sé si tanto como “estudios acadé-
micos”, pero creo que “Puente” fue un
punto de inflexión en los medios de
prensa de la ciudad, hasta entonces
“gacetilleros” y acomodados con el
poder municipal y provincial. Creo que
fuimos una bocanada de aire fresco
para la gente, y especialmente para la
juventud, que entonces giraba toda su
vida alrededor de la UNRC recién crea-
da. Justamente por ese llegar a la
juventud, fuimos incorporados a una
lista de diez “condenados a muerte”
por la tristemente célebre Triple A
(Alianza Anticomunista Argentina).
Tras la experiencia de “Puente” y la
amenaza de muerte, vino el exilio en
Barcelona ¿Fue aquí cuando empezó a
concretar su vocación como escritor?
¿cómo se dio?
Yo había publicado un libro de poesías
cuando tenía 19 años, en Buenos Aires.
En Barcelona inicié actividades litera-
rias simplemente como una cuestión
de supervivencia, para ganarme la vida.
Así, hice lecturas de propuestas litera-
rias y correcciones de estilo y de galera
para Editorial Bruguera. También en
dicha editorial publicamos en conjunto
con otros escritores tres libros neta-
mente “alimentarios”(*).
Paralelamente no descuidó sus aspira-
ciones profesionales y acabó la carrera
de abogado…
Sí, tras esperar desde 1976 hasta 1985
que la Facultad de Derecho de Buenos
Aires se dignara entregar a un apodera-
do mío mi certificado de estudios (pre-
tendían que debía pedirlo personal-
mente), terminé la carrera de Derecho
en la Universidad Central de Barcelona.
incluso simultaneó su trabajo en una
notaría (escribanía) y en un prestigio-
so estudio de abogacía con algunas
incursiones como editor de revistas de
entretenimiento…
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Conversación
con Gonzalo
Otero Pizarro
Gonzalo Otero Pizarro
Por antonio Tello
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3. Sí, fui el editor de las revistas “El
Rompecocos” y “Jaqueca” para la pro-
pia Editorial Bruguera entre 1980 y
1986.
Recuerdo que por aquellos tiempos
usted me hablaba de una novela negra
que estaba escribiendo… ¿Llegó a aca-
barla y publicarla?
Ni la acabé ni la publiqué. Pero, si los
años me lo permiten, va a ser la cuarta
parte de “la Cola del Pato”, dentro de
la serie “La Ciudad de los Vientos”.
Usted es uno de los muchos exiliados
que nunca deshizo las maletas y ape-
nas vuelta la democracia, ya con sus
hijos en la adolescencia, no dudó en
regresar…
No fue apenas vuelta la democracia,
aunque siempre tuve las maletas sin
deshacer. Tuve que esperar hasta que
me recibí de abogado y cerré mis activi-
dades allí.
Y pasados varios años usted sorpren-
dió con una novela, “La cola del pato”,
en la que más allá de una excelente
trama sorprende por la minuciosidad
de la reconstrucción histórica que
hace del Río cuarto de época y con-
vierte la ciudad en la verdadera prota-
gonista del libro.
Bueno, creo que es una característica
mía la minuciosidad. Me pasé dos años
leyendo los diarios de la época para
que “La Cola del Pato” fuera veraz y
reconstruyera la ciudad como había
sido entre 1935 y 1937. Ahora estoy pre-
parando la segunda parte, que se lla-
mará “La Bajada de Arena”, siempre
con el subtítulo de “La Ciudad de los
Vientos”, ocurriendo entre 1944 y 1946.
me consta que usted es un gran lector
de novela negra ¿en qué medida los
recursos del género han influido en la
novela que ahora le publica UniRío?
La novela negra ha influido en todos
los sentidos en “El secuestro de Juan
Filloy”. Creo que es un pequeño home-
naje a la novela negra, sin ser una nove-
la negra.
¿Por qué eligió como personaje central
a uno de los escritores emblemáticos
de la historia de la literatura de Río
cuarto?
Precisamente porque es uno de los
escritores emblemáticos.
Uno de los atractivos de los varios
atractivos de “El secuestro de Juan
Filloy”, que recuerda mucho a la
estructura de “seis personajes en
busca de autor”, de Luigi Pirandello, es
que rescata la ironía y el humor soca-
rrón de don Juan.
Sí, aunque no lo conocí lo suficiente,
creo haber rescatado esa ironía y ese
humor socarrón que caracterizaron a
Filloy, a partir de las cosas que me con-
taron amigos que lo conocieron y todo
lo que oía en mi casa sobre Filloy.
sin duda, usted saca a don Juan Filloy
de su estampa de bronce y lo humani-
za hasta las tripas ¿ese era el propósi-
to o simplemente escribir una novela
filloyiana?
El propósito era escribir una novela.
Filloy fue saliendo poco a poco, avan-
zando tanto que me obligó a parar y
releer varias veces una de sus novelas,
Caterva. Y no creo que la mía sea una
novela filloyiana. Es una novelita para
leer y reírse.
(*) Elvis, la rebelión domesticada, con
Antonio Tello, Ed. Bruguera, 1977);
Valentino, la seducción manipulada, con
Antonio Tello, Ed. Bruguera, 1978, y Las pros-
titutas y yo, con Osvaldo Natucci, Ed.
Bruguera, 1978.
Fotografía: Jorge Raúl Tello
El Corredor Mediterráneo / Página 3
ElicónicoescritorriocuartenseJuanFilloy–juezdeprofesión-secon-
vierte en el protagonista de un secuestro y enjuiciamiento perpetrados
por un peculiar grupo rebelde, al final de los cuales el lector tiene la
impresióndeunafiguramáscarnalyhumanaqueaquellaqueemana
de las loas sociales o los ensayos académicos.
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4. El Corredor Mediterráneo / Página 4
Juan Carlos Bustriazo Ortiz anduvo
toda una vida caminando la Patagonia.
Ya en su infancia, su padre oficial de
policía era trasladado de uno a otro
punto. Él heredaría este oficio y sería
oficial ayudante de comunicaciones y
radiotelegrafista. Más tarde, recorrería
el territorio como ayudante de topó-
grafo, junto al agrimensor Edgar
Osvaldo Juan Morisoli Renel. También
se desempeñaría como corrector de
pruebas en el diario La Arena, de La
Pampa. “También anduve mucho por
los médanos de Santa Rosa buscando
restos indígenas porque a mí me apa-
sionaba mucho la arqueología. Hubiera
querido ser arqueólogo. Y de algún
modo, no siéndolo, recogía piedras,
restos de alfarería. Siempre se encon-
traban en los médanos. Todo lo que iba
juntando lo guardaba en mi habitación.
Era una habitación que parecía un
museo: sobre todo tenía piedras, pun-
tas de flecha”, contará.
Bustriazo fue autodidacta. Había cursa-
do hasta sexto grado de la escuela pri-
maria, pero era un ávido lector. “Me
gusta la literatura. Digo literatura cuan-
do hablo de poesía. Siempre me gusta-
ron los poemas, y he leído mucho”,
dirá.
En una entrevista con el poeta Andrés
Cursaro, quien tuvo a su cargo la pro-
ducción del disco Hereje bebedor de la
noche (editado por Espacio Hudson en
2007) con grabaciones de Bustriazo
leyendo sus obras, revelará:
“Recuerdo que yo era niño aún y apa-
reció un anciano con un rollo de pape-
les escritos y le dijo a mi mamá que yo
iba a ser poeta. ¡Y fui poeta! ¿Quién era
ese anciano? No sé. Tiene que haber
sido algún escritor, algún poeta. ¡Qué
lástima que no se me ocurrió pregun-
tarle quién era, yo era un niño y no se
me ocurrió! Con un rollo de papel escri-
to estaba ese anciano. Me vio y vio mi
futuro. Misterioso, ¿no?”
La inspiración baja del cielo
Bustriazo Ortiz tenía un permanente
contacto con la música. Fue habitué de
diversos círculos provinciales como la
peña El Temple del Diablo, que llevaba
ese nombre por uno de sus poemas.
Según recordaba: “Allí tocaba la guita-
rra mi querido amigo, el finadito
Guillermo Jesús Mareque. A él le ense-
ñó el Temple del Diablo el indígena don
Juan Huala. En ese lugar nos juntába-
mos todos, muchos amigos: Enriquito
Fernández Mendía, mi amigo de siem-
pre. Con él recorríamos los boliches y
donde llegábamos nos convidaban un
vaso de vino tinto. Anduve por todas
las peñas que había: El Camaruco, La
Querencia, el Boliche de los Cabrales,
de mis amigos Juan y Carlos Cabral. Ese
boliche quedaba un poco lejos, para el
lado de Villa Parque y yo me iba cami-
nando. Nunca aprendí a manejar autos
y a caballo tampoco andaba. Había
otra peña que se llamaba El Encuentro,
que empezó a funcionar en forma con-
temporánea al Temple del Diablo. Yo
salía a caminar en la noche, en las
madrugadas. Andaba con mi linterna y
cuando venían los perros los alumbra-
ba y se asustaban y corrían. Y por ahí
venían tipos extraños, delincuentes,
me saludaban: ‘buenas noches, maes-
tro’, me decían; ‘buenas noches’, les
decía yo y seguía caminando lo más
tranquilo, jamás me faltaron el respe-
to, ni me tocaron ni me golpearon
nunca, nunca. ¡Hasta los perros me
conocían!
Andaba yo por la noche, recorriendo
las peñas. Y después me iba solo por
ahí a buscar inspiración. Y ahí nacían
los libros. Me acuerdo que me venía la
inspiración de arriba, como que me
bajaba del cielo y yo escribía sin ningún
error ortográfico”, recordará en la
entrevista que realizó Cursaro.
Una melodía se colaba en la voz de
Bustriazo cuando leía sus poemas.
Como si cantara. Tan musical su poesía
que algunos de sus poemas fueron
transformados en temas folclóricos.
Tal el caso de: De Guatraché y
Ranquelina (con música de Humberto
Urquiza), Del solito (con música de
Gury Jáquez), Los manantiales (música
de Argentino Calvo), y Del colorado
Por alejandra correa
Bustriazo Ortiz:
“Fuímesoloyno
era luz”(*)
Bustriazo Ortiz
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5. El Corredor Mediterráneo / Página 5
(música de Ernesto Del Viso).
Otro de los tópicos a los que se refiere
Bustriazo en la entrevista realizada
por Cursaro, es a su relación con el
alcohol. “Tomé vino desde joven,
recuerdo que a los 19 ya tomaba. A
papito también le gustaba el vino. Él le
ponía vino a la sopa, vino clarete. Y yo
también hacía lo mismo. Después tuve
mi vasito largo, que tenía una tapa de
plata. Yo tomaba vino desde muy
joven. Y ginebra, grapa y otras bebi-
das blancas, casi todas las bebidas
blancas que se toman en el país: caña
fuerte. Hubo una época que tomaba
unos siete litros de alcohol por día...
Pero la inspiración no tenía nada que
ver con eso. Bajaba del cielo… Era
algo que me venía de arriba, como si
Dios me la mandara. Era como si
alguien me dictara los poemas y hasta
los títulos de los libros. Los poemas
hablan de muchas cosas, incluso de
cosas que me han ocurrido a mí. De
tantas cosas me hablaba la inspira-
ción…”
Un poeta imprescindible e inclasifica-
ble
“Juan Carlos Bustriazo Ortiz, hay que
decirlo enseguida, es un poeta impres-
cindible, inclasificable, que todavía
espera a sus lectores. Pertenece a esa
línea de alquimistas que, como el
Vallejo de Trilce o Lorenzo García
Vega, escriben en una lengua desco-
nocida, hecha de destellos. Su escritu-
ra no está sola, tampoco, en la
Argentina. Nicolás Peyceré, Néstor
Sánchez, Juan Gelman o Susana
Thénon son, como él, francotiradores,
vale decir, niños que se impacientan
ante el lenguaje como sistema coerci-
tivo y limitante, y prefieren jugar, des-
marcarse, desmontar, a veces con vio-
lencia, frases y palabras como si fue-
ran cubos de madera”, escribirá la
poeta y académica argentina María
Negroni sobre su obra.
Su poética abarcaba los pueblos y
parajes de La Pampa, la noche, los
campos, los colores, las siestas y el
vino; y se construye en una particular
apropiación de la palabra y sus posibi-
lidades. Tal como señala Negroni: “Así
escribe Bustriazo: tergiversando todo,
apostando a un verdadero aquelarre
semántico donde la palabra queda
liberada de su deber de eficacia para
entregarse a una complicidad con el
vacío, que es otro nombre de la imagi-
nación. Nada hay que no participe
aquí de la revuelta. Adverbios, adjeti-
vos, sustantivos, verbos, prefijos y
sufijos: todo se insubordina. Sin con-
tar la variedad de registros lingüísticos
que, al combinar las resonancias telú-
ricas con cierta jerga popular y tan-
guera, y lo castizo más recalcitrante,
aumenta la sensación de cataclismo”.
Hacia el final de su vida, y luego de
cinco años de internación psiquiátrica,
Bustriazo le cuenta a Cursaro, su
entrevistador, que la inspiración no ha
vuelto a visitarlo. Al poco tiempo, en
junio de 2010, muere en la misma ciu-
dad que lo vio nacer. Deja una vasta
producción de poemas aun inéditos. Y
otros a los que es posible volver una y
otra vez para encontrase con la vitali-
dad de la palabra poética de un gran-
de. Como éste titulado Cuadragésima
Primera Palabra:
“pasa bustriazo el viejo con el joven /
bustriazo azul de serle el sentimiento /
la flor la luz el agua en el momento /
de la enjutez del vago pensamiento /
la sangre infiel bustriazo el viejo el
joven / en paz en pos de su destino el
reto / de su vivir bustriazo el viejo el
joven / cristal de roca ya cuarzo coleto
/ tan pedernal de sí el viejo el joven /
bustriazo va le brilla el esqueleto.”
(*) Esta nota se publica por gentileza de
la revista El Faro, que publica el CFI
(Consejo Federal de Inversiones)
Fotografía: marisa Negri
El poeta pampeano dejó su huella única en la poesía argenti-
na. Autodidacta y erudito, fue autor de 76 libros de poemas,
de los cuales sólo unos pocos fueron editados en vida y en
pequeñas ediciones independientes hoy inhallables. En 2008,
Ediciones En Danza publicó la antología Herejía bermeja,
poniendo su obra al alcance de nuevos lectores.
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6. El Corredor Mediterráneo / Página 6
Dispuesto para la decepción. El barrio,
la gente, el trabajo. Todo parece indicar
que el mundo se circunscribe a un límite
determinado y del cual es imposible
salir. Y no es que las posibilidades no se
brinden, solo están determinadas por
factores que están demasiado lejanos
para comprenderlos. Muy de vez en
cuando aparece una acción que reconci-
lia, pero proviene de los hombres. Y las
circunstancias permanecerán intactas,
y la decepción aparecerá nuevamente,
quizás no consciente, pero presente al
fin.”
(Diario El Pueblo – Diario La Calle. 22 de
Octubre de 1970)
Desde la invención del cinematógrafo
a finales de siglo XIX pocos años basta-
ron para que “el séptimo arte” llegara
a los rincones más disímiles del plane-
ta, Río Cuarto no fue una excepción.
Las primeras proyecciones cinemato-
gráficas de las que se tiene registro en
la ciudad datan de principios del 1900.
Desde entonces se comenzó a forjar lo
que más tarde sería una importantísi-
ma tradición cinéfila.
Con el tiempo, Río Cuarto llegó a con-
tar con uno de los circuitos de cine
más importantes del interior del país,
con diferentes períodos en los que
funcionaron alrededor de seis o siete
salas de manera simultánea e indepen-
diente: Gran Roca, Gran Avenida,
Teatro Plaza o Gran Ocean, son algu-
nas de las más recordadas. El cine era
una opción de entretenimiento casi
diaria para toda la familia y accesible
para todos los sectores sociales. Con
un público tan importante, también
era un negocio bastante redituable.
Entre los años ‘50 y ‘60 se alcanzaron
los momentos de mayor esplendor
para el cine en Río Cuarto. En marzo de
1957 se fundó el Cine Club Río Cuarto
con los objetivos de “indagar sobre el
lenguaje cinematográfico, estimular el
debate entre los mismos espectadores
y fomentar la educación artística entre
niños y adultos mayores de la ciudad”.
Durante un breve período, el Cine Club
funcionó de manera itinerante hasta
que logró instalarse en la Biblioteca
Popular Mariano Moreno donde pro-
yectó filmes alternativos y vanguardis-
tas que no encontraban lugar en las
salas comerciales, o incluso que eran
censurados por los gobiernos dictato-
riales de turno.
Fue el mismo Cine Club el que impulsó
una de las experiencias fundantes de
la producción audiovisual en la ciudad:
la primera película realizada entera-
mente en Río Cuarto, con la participa-
ción exclusiva de instituciones locales.
El film “El Regalo” es un cortometraje
de 25 minutos producido por el Cine
Club en conjunto con el Foto-Cine Club
Río Cuarto, el Instituto de Cultura e
Imagen y con el apoyo de los estudios
de la radio LV16.
La película fue dirigida y filmada por
Guillermo Vogler entre el ‘63 y el ’64 y
protagonizada por Omar Viale, Nelly
Ferrer, Rodolfo Gómez, Rogelio
Culasso, entre otros personajes desta-
cados de las artes escénicas locales.
Era un proyecto más bien didáctico,
sin fines comerciales, y realizado en un
contexto precario, con fuerte escasez
tanto en los materiales de grabación
como en el tiempo de producción, de
modo que su realización demoró
varios años, estrenándose recién a
principios de la década siguiente.
Estaba dirigido a un público mayor de
catorce años.
Salvo por la música de Astor Piazzolla,
cuya obra “Buenos Aires Hora Cero”
fue seleccionada para acompañar los
créditos iniciales y el final de la cinta,
todo lo demás fue una producción
completamente riocuartense. Desde
la idea original hasta la diagramación y
el doblaje.
Basada en el cuento homónimo de
Juan Floriani, escritor riocuartense y
antiguo miembro del Cine Club, la pelí-
cula narra el dilema de un joven de
familia obrera quien no puede con su
salario “miserable” costearse una
“ropa decente” para salir a bailar con
la muchachada y su noviecita.
Este dilema, aparentemente banal e
insignificante, es aprovechado para
abordar diferentes temáticas sociales:
las desigualdades económicas, la vida
en las ciudades en proceso de moder-
nización, la juventud y los cambios cul-
turales que se desataron por aquellos
años.
Una realidad que fue reflejada con
gran acierto desde la visión propia del
lenguaje cinematográfico. De principio
a fin, la cámara es la gran protagonis-
ta: se detiene exhibiendo los progre-
sos en el centro de la ciudad, los edifi-
cios con carteles luminosos, el tránsito
frenético y la movida nocturna; pero
también resalta el contraste con las
zonas periféricas, allí donde la moder-
nización encuentra sus límites y le
ganan las casas de adobe, las calles de
tierra y los niños que se bañan desnu-
dos en las serenas aguas del río.
A mediados de los años ‘70, la crecien-
te violencia política y el contexto
represivo llevaron a la disolución del
Cine Club Río Cuarto y al exilio de
muchos de sus integrantes. La cinta,
que se estrenó un 23 de octubre 1970,
apenas fue proyectada antes de consi-
derarse extraviada.
Sin embargo, “El Regalo” tuvo su
revancha. Gracias a las gestiones del
Cineclub de la Trapalanda, la
Subdirección de Cine, TV y Video del
Gobierno de la Provincia de Córdoba
se encargó de la recuperación de ese
material, que fue reconvertido y digi-
talizado como parte de un proyecto de
preservación del patrimonio audiovi-
sual de la ciudad. Un 10 de noviembre
de 2012, el Cineclub Trapalanda realizó
el reestreno del film como un homena-
je a su director, Guillermo Vogler, y
puso a disposición de toda la ciudada-
nía riocuartense y del mundo esta ver-
dadera joya cinematográfica.
Hoy, “El Regalo” puede verse en el
siguiente link de YouTube:
https://www.youtube.com/watch?v=m
Ma5GKS5XmQ
Asesoramiento: Elpidio Blas
Director del Cineclub de la Trapalanda
*Historia Entre todos es un proyecto del
programa de la Red de Ciudades
Educativas.
Historias entre todos
“El Regalo”: El primer corto-
metraje “hecho a medida” de
Río Cuarto
Por Lautaro aguilera
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7. El Corredor Mediterráneo / Página 7
reseña Los guardianes
del equilibrio
EDA NICOLA
Ediciones la yunta, Buenos aires, 2019
Novela poética que muta en canto, efigies
que nos arrastran inexorablemente en emo-
ción, cargadas de una lindeza que alegra el
espíritu y rendidos de luz nos alberga al pla-
cer de la lectura.
Como decía Carlos Castaneda, en “Las ense-
ñanzas de don Juan”: antes de embarcarte en
cualquier camino tienes que hacerte la pre-
gunta: ¿tiene corazón este camino? Pues ¡sí!!!!
“Los guardianes del equilibrio” es una trave-
sía dónde ¡vibra la lisonja de la palabra, bulle
la nítida carantoña de la esperanza!!!!
Se rastra en ciertas cuestiones medulares: la
existencia, el tiempo, el derrotero, el óbito,
la devastación y la infinitud, para hacer una
lista que si bien no alcanza va cultivando,
ilustrando el periplo de la novela:
“Una de las antiguas leyes que rigen el mundo
humano desde su incierto origen es que nada,
nadie es puro, nunca lo fue, ni lo será, la pure-
za no es un don que algunos reciben y otros
no, es más bien un horizonte, un punto de lle-
gada, no de partida, vivir es un arduo camino
que consiste en ir desprendiéndose de todo
rastro de daño, dado o recibido, vivir es ir lim-
piándose, de a poco y con mucho esfuerzo, y
es un trabajo personal, nadie puede hacerlo
por otra perso¬na…”
El libro se erige en capítulos que se atiborran
entre sí, se entrelazan sin ningún tipo de
paradojas. Se departe entre lo lozano y lo
vetusto, siempre en medio de la ruina y su
resurrección posible.
Existe una comunión entre las imágenes y el
texto, con un lenguaje mancomunado que ya
nos tiene acostumbrado Eda en sus libros de
poesía.
El lector (cualquiera sea su edad) se somete
a un mundo de sentimientos complejos y
profundos: niños y niñas sin juegos, sin amor,
con gazuza, y adultos que no logran mitigar
semejante pena, sumergidos en el egoísmo,
consumidos por las grandes miserias huma-
nas.
Personajes como: Laura, Piero, Livia,
Francisco, Pablo, Ramiro, Sofía, todos ellos
con vivencias de abandonos, de maltratos,
criados sin amor, víctimas de un sistema que
suele ser muy dañino con los chicos y adoles-
centes. Presos en esos limbos de la injusticia,
teniendo que atravesar sus propios infier-
nos, como los abismos de sus conciencias.
Lara: vive para sí misma, encerrada en su
bosque húmedo fragante y tibio.
Piero: vive en calles oscuras y abandonadas,
nacido y crecido entre gente perdida, pero él
logró no perderse.
Livia: de mirada muy inocente e indefensa,
por eso nadie sospecha de su ferocidad.
Francisco: vive feliz cuidando a su gente.
Tukama Cali: es la portadora de la profecía,
es la gran transformadora. Ella los cobijará
bajo sus alas, los guiará para que cada uno de
ellos pueda encontrarse consigo mismo y
con el otro, haciéndoles ver que la solidari-
dad es la entrada a ese bosque de sueños, de
amor y de libertad.
-“Ahora mismo, el bosque rechazará toda
agresión, este bosque renacido está protegido
por la fuerza de la magia, nadie podrá destruir-
lo, el bosque percibirá el odio en el corazón de
los que se acerquen con mala intención y, de
un modo o de otro, los rechazará, eso lo prote-
gerá a él y a las personas que se acerquen con
amor, con cortesía, con necesidad de alimento
y protección…-“
Contra todas las evidencias, cada personaje
es rescatado por los ojos de Tukuma Cali,
fanales que pertenecen al embrujo de la poe-
sía. De aura misteriosa y cuyo peregrinaje
está en las pequeñas grandes cosas. Quizá
desde ahí, Eda Nicola arguye a las palabras
del Zaratustra de Nietzche: ¡Ah, hay muchas
cosas entre el cielo y la tierra que sólo se ima-
ginan los poetas!
La novela nos envuelve en una voz viva y nos
brinda una chance de ver, de interpretar la
historia, la cultura, el maldito consumismo
(lo de maldito corre por mi cuenta) y a la
malicia que se debe reprimir.
“Piero y Francisco comiendo en los basurales
de las grandes urbes”.
Eda Nicola, narra con exquisitez capaz de lle-
varnos hasta la barbarie, hasta buscar por
detrás de la civilización. Eda nos convoca a
vivir en esperanza, existe una resurrección
posible con un aullido presto:
“Todo lo que se siembra en el tiempo da sus
frutos, y todo, cada mínimo elemento vincula-
do al proceso, influye en cómo será”.
Hay un movimiento permanente entre la fic-
ción y una filosofía de vida, que Eda no esqui-
va, sino todo lo contario, se abraza, la cues-
tiona y la trabaja como ningún otro.
Cuando no se sabe que esperar de muchas
cosas… aparece éste libro, un libro que
moviliza ya que nos muestra en la fragilidad
de los personajes un mirar, una mirada en
donde poner nuestra sensibilidad. Eda mues-
tra esa fragilidad como si fuera una frontera:
se está o no se está.
En Los guardianes del equilibrio, existe un
fraseo en los personajes, Eda, logra que el
silencio se escuche en la voz de cada uno de
ellos. Héctor Tizón, decía: “que su desvelo era
lograr, en el fraseo literario, que el silencio tan
bien empleado por los indios a quienes él solía
frecuentar se hiciera oír, con igual intensidad,
en sus relatos”.
Eda Nicola narró, como dijo Mozart, cuando
le preguntaron: ¿qué era la música? y él res-
pondió: -el silencio que vibra entre las notas-.
Como en el “Lobo estepario”, de Hermann
Hesse, Eda, combina (poderosa y en forma
acertada) lo fantástico con su propio pensa-
miento. Cómo en el libro de Hesse, acá tam-
bién se refleja una profunda crisis en el
mundo espiritual. Leer a Eda Nicola supone
un viaje hacia la naturaleza humana, escu-
char el silencio de lo indecible.
“-De los abuelos de los abuelos de los abuelos
de mi pueblo viene esta historia que les voy a
contar. Ellos, los primeros, los más antiguos,
crecieron cuando el mundo era nuevo, apenas
nacido, y lo veían crecer y crecer cada vez más,
crecía, y a medida que lo hacía, iba tomando
nuevas formas, agua, tierra, piedra, montaña,
árboles, flores y fru¬tos, todos distintos, miles
y miles de animales de tierno mirar, y los pri-
meros hombres, los abuelos de los abuelos de
los abuelos todo lo veían, todo lo pensaban y
conver-saban, y así descubrieron que todo cre-
cía tan hermoso, en armonía, porque sus
padres, los dioses, miraban el mundo crecer, y
era esa misma mirada de amor la que hacía
que todo creciera así, diverso y hermoso”.
Capítulo a capítulo, cada uno de los persona-
jes van tomando una voz propia, intima. La
prosa, expugna una admirable fluidez, nos
inunda de pensamientos y las tribulaciones
de los personajes nos llenan de emociones.
La novela se desarrolla en atmosferas impre-
decibles. Nacen planos emotivos y metafóri-
cos que vuelan como poesía. A medida que
se avanza en la lectura, nos envuelve un fres-
co oscuro de la sociedad, de la salvaje socie-
dad consumista abrumada por la gran mise-
ria. Los diálogos son cristalinos, no se amal-
gaman al consuelo, ni a la opresiva atmósfe-
ra que nos impone el realismo. Sino… a la
inspiración de la vida.
En toda esta travesía, que parte sin abando-
nar el origen, existe un deseo:
“espero que aún esté vivo el bosque, que
encuentres en él alguna fruta para comer,
espero que también encuentres peces en el
mar, y madera para hacer una hoguera”.
Alguna vez le preguntaron a John Berger,
escritor y crítico de arte: -¿para qué sirve el
arte?, y él respondió: -El arte tiene una cuali-
dad inusual: nos abre la mirada sobre el
mundo. Una obra de arte (sea cual sea su ori-
gen) nos permite ampliar el horizonte de la
mirada sobre la realidad-.
Entonces, afirmo: en ese sentido caminan
“Los guardianes del equilibrio”-.
alejandro cesario
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8. El Corredor Mediterráneo / Página 8
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La Columna
humorsolini
Por Heraldo Mussolini
La lectora de
Flaubert
Por Oscar aimar
Tendría , cuando mucho , trece años, y un aspecto general
de pajarito urbano. Entró dando saltitos, de rama en rama,
y preguntó, con una voz que no desmentía la primera impre-
sión; “¿Tenés Madame Bovary?”
Entonces la miré de nuevo, y estaba sonriendo. La veteranía
considera, abusivamente, que la indiscreción es un derecho
que se gana con el tiempo. Así que le pregunté, también
sonriendo : “¿Quien va a leer Madame Bovary?”
“Yo “, me contestó sin énfasis, segura como quién está
ejerciendo un derecho.
“¿Te la recomendaron?” pregunté de nuevo. “No , leí algo
que me interesó “, me contestó ella, sin precisiones, pero
conservando una amabilidad que mi interrogatorio ya no
merecía.
Mientras tanto, Ivana le dijo que sí, y mencionó una cifra. La
lectora de Flaubert sacó un rollito de billetes, separó algu-
nos, entregó los otros, saludó y se fue a los saltitos, con su
libro en la mano, en evidente estado de gracia.
Esa novela , a mediados del siglo XIX, motivó en Francia un
gran escándalo moral; hoy esta niña impúber puede com-
prarla sin pudor y sin culpa, bendito sea el cambio. Pero más
interesante que esa comprobación de la caducidad de los
paradigmas morales, es pensar en la permanencia de un sis-
tema cultural que incluye datos que siguen, a través de los
muchos años, teniendo vigencia. Uno, el de este caso, es
que Madame Bovary, de Flaubert, es un libro que merece
seguir concitando la atención de los lectores. Y hasta mere-
ce, como parece ser en este caso , seguir introduciendo lec-
tores en la gran literatura.
(¿Cuánto habrá, en ese fetiche de la superestructura , como
dijo Marx, de justicia? ¿Cuánto de convención, o de inercia?)
Pero,¿ que tendrá todavía que decirle a esta chica, produc-
to puro del siglo XXI, aquel normando decimonónico, gordo
y solterón , enfermo de sífilis, obsesionado por el estilo y la
palabra justa? ¿Qué impacto causará en ella su personaje, la
campesinita aburrida, soñadora , mediocre pero sedienta
de grandes experiencias y pasiones?
Es de suponer que su lectura será más bien ingenua; se deja-
rá arrastrar por los sucesos, por la trama de la novela, sin
sospechar siquiera las estrategias, los planes, las astucias
que el autor desplegaba, incluso inventaba pensando en
ella, en aquellos días de 1851.
Es de suponer que se sentirá atraída por los aspectos esca-
brosos de la historia, más que por la denuncia social de una
burguesía prejuiciosa e individualista. Por la exposición de
las insatisfacciones y fracasos de los personajes, antes que
por la eficacia del estilo. Es decir, en ella el lector volverá a
ser aquel a que se dirigía Flaubert, no un lector admirado
por los aciertos formales, sino simplemente atrapado por
ellos en beneficio de la continuidad de la lectura.
Puntualmente: ¿Qué le parecerá a ella, a su inteligencia
impaciente, hecha a las urgencias electrónicas, el famoso
viaje en fiacre por las calles de Rouen con los amantes en su
interior, transmutando la demora en erotismo?
Es cierto que si pudiéramos reproducir, al menos imaginar,
que libro será este libro para ella, leerlo ahora como ella lo
va a leer, no solo habríamos recuperado la inocencia, sino
que habríamos entendido de una vez por todas que es la
literatura…
Es más fácil y generoso desearle que le guste, que lo disfru-
te, que por cualquiera de sus muchos, magníficos lugares el
libro la atrape, para si mismo y para la literatura, esa “orgia
perpetua” a que nos invitaba, precisamente, Flaubert.
SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO
DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL
CONCEJO DELIBERANTE DE RíO CUARTO
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