La historia narra el suicidio de Dido debido a la partida de Eneas. Tras clavarse una espada en el pecho, Dido yace moribunda mientras su hermana Lena llora a su lado. La diosa Iris es enviada por Juno para llevarse el alma de Dido, iluminando la habitación con los colores del arcoíris. El cuerpo de Dido desaparece, dejando a Lena en duelo.
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La muerte de Dido: el arcoíris que libera el alma
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5. El golpe que había sonado en el techo del tablinum había sido muy escandaloso. El ruido
provenía de la habitación de mi hermana.
- Señorita, ¿habéis oído lo mismo que yo?
- Sí Claudia, acompáñame.
Claudia y yo subimos corriendo las escaleras. No nos molestamos ni en llamar a la puerta, solo
entramos. El susto fue enorme y el grito invadió nuestras gargantas.
Allí estaba ella. Tirada en el suelo con un charco de sangre a su alrededor. Un charco de sangre
que teñía de rojo el tapiz verde. Un charco de sangre más grande que dicho tapiz. Muy
perfecta y muy bien colocada, una espada le atravesaba la caja torácica.
- ¡Dido! – Claudia se tiró al suelo para auxiliar a mi hermana. Yo ni si quiera me inmuté.
- ¡Señorita por favor, llame a un médico! ¡Un médico señorita!
Estaba patidifusa, no sabía que hacer, no podía moverme tan siquiera cuando, de repente, mi
hermana hizo un amago de levantarse sobre sus codos pero, la fue imposible. En ese amago
por levantarse, reaccioné.
Me arrodillé a su lado.
- ¡Señorita, debe llamar a un médico, por el amor de Dios, llámelo!
Hice oídos sordos a Claudia, cogí la mano de Dido y empecé a llorar.
- No llores pequeña, no mereces estar triste. – Sus palabras me hicieron sacar una sonrisa
entre tanta lagrima pero, no era suficiente. Sabía lo que se avecinaba.
-¿Por qué lo has hecho? ¿Qué ganas con esto?
- Nada merece ya la pena si él no está… Nada lo merece.
Mi hermana respiraba hondo, intentando coger la mayor cantidad de aire posible. Claudia, de
mientras, corría escaleras abajo para buscar a un médico. Mi hermana sonreía mientras yo la
contemplaba.
- Son solo hombres Dido, tú vales más que todos ellos juntos.
- Era su pelo, eran sus ojos, era su olor, era el tacto de su piel… Él era el que me hacía temblar.
- Estás sangrando más, ¿dónde estará Claudia con el médico? – La ignoraba, no quería oírla
sufrir y menos de amor.
- No quiero que llegue. ¿Para que vivir en este mundo si el ya no está para hacerme sonreír?
Esto, mi pequeña, lo que me atraviesa el pecho, no es dolor. Dolor es lo que siente mi corazón
al ver ese vacío en la cama, al no compartir mis tardes con él en la playa, al no pasarme horas y
horas hablando de la batalla de Troya junto a él… Eso es dolor. Algún día lo entenderás.
6. Yo negaba con la cabeza. Mis lágrimas hacían carreras por mis mejillas y mi hermana alargaba
el brazo para secármelas. ¿Dónde estaba Claudia con ese médico?
Dido empezó a gemir. El dolor de la espada partiéndola en dos el corazón era insoportable
pero, no solo para ella, sino para mí también porque veía como, poco a poco, mi hermana se
iba alejando de mí.
- No quiero entender el amor, quiero entender porque me abandonas… Porque dejas aquí a
todos los que te quieren.
- Por am…
- ¡No lo digas! ¡Eso no era amor!
En ese momento, la sonrisa de mi hermana desapareció y dejó asomar alguna lágrima. La
culpabilidad de la situación se apoderó de mí.
- Yo… Dido… Yo…
- Es igual. Alguien tenía que decirlo, me alegro de que hayas sido tú.
Tras aquellas amargas palabras, el arcoíris asomó en el cielo y nos distrajo, aunque no podía
evitar oír la forzada respiración de mi hermana retumbando en mi cabeza.
- Es la hora.
Miré a mi hermana extrañada. No entendía nada pero… ¿Se refería a que era su hora? No, no
podía ser… Si había llegado hasta aquí, saldrá de esta. ¿Dónde estaba ese médico?
Alguien subía las escaleras <<por fin, ya era hora>> pensé. Sin embargo, mil colores iluminaron
la habitación al aparecer el personaje en escena.
Muchos me tomarían como una loca si se lo contase e iría, sin dudarlo, al manicomio por sus
acusaciones, pero juro que es real lo que vi.
Una mujer envuelta en una túnica de seda blanca entraba por la habitación. Pensé en Claudia
pero no, ella era mucho más guapa y alta, además, su presencia iluminaba toda la sala con los
colores del arcoíris. Era la diosa Iris.
- Tú, yo, ella…
- Tranquila Lena, te entiendo.
Iris se acercó a mi hermana y la dijo:
- Me manda la diosa todopoderosa Juno para liberarte de este amargo dolor que has sufrido
en la guerra por el amor, y llevarte junto con la diosa Dite.
Mi hermana sonrió a Iris y seguidamente me miró, dedicándome una sonrisa que, aunque me
tranquilizó, temblé de miedo.
7. Iris colocó la cabeza de mi hermana en su regazo, la acarició el pelo un instante hasta
encontrar un pequeño rizo que mi hermana tenía en la parte de la nuca. Al cogerlo mi
hermana me dijo:
- Recuerda que siempre estaré contigo y no olvides sonreír siempre. Estoy orgullosa de ti.
Sonreí con las lágrimas en la cara y asentí. En ese momento, Iris cortó el hilo que separaba a mi
hermana de la muerte, llevándose consigo la alegría de mi casa, mi confesionario, mi mayor
apoyo… Llevándose consigo lo más importante de mi vida y, en su cara, un gesto de paz y
tranquilidad con una mueca de dolor.
Tras acabar la tarea encomendada, Iris cogió a mi hermana en brazos. Se disponía a salir con
ella por la ventana cuando dirigió su mirada hacía el fondo de la habitación, hacia el tapiz
teñido de rojo, hacia mi y, antes de desaparecer con mi hermana, me dedicó una sonrisa.
Cuando quise reaccionar, el cuerpo de mi hermana ya no estaba y yo me encontraba llorando
su muerte con Claudia abrazándome y un hombre de pies a nuestro lado.
Nunca supe explicarle a nadie la desaparición del cuerpo de Dido. Siempre dijimos que se
encontraba enterrada en un ataúd en el cementerio pero, dicho ataúd, siempre estuvo vacío.
Ahora, cuando hay una tarde de lluvia y el sol hace un amago por asomarse dejando
resplandecer el arcoíris, pienso que mi hermana es uno de aquellos colores que hacen del cielo
azul, algo más bonito e increíble.
Liz.
EL HADES DE LOS SUEÑOS
Carta de Dido:
Érase una vez, un cielo lleno de lágrimas y una romántica tragedia a manos del escritor.
Por capricho de las diosas me enamoré de Eneas, sin saber que sin él nunca volvería a
ser la Reina. Pero nunca sabes que esperar de el futuro, pues ser incierto no es su único
don.
Aún recuerdo cuando las palabras de Eneas sobre sus historias invadían cada rincón de
la habitación, dejándome perpleja por su voz, sus ojos y sonrisa. Siempre victorioso,
pues era un héroe que fundaría Roma por gusto divino.
8. “La brújula de los humanos serán los Dioses y ellos sabrán que depararnos, no
preguntes por qué, porque no habrá razón alguna para condenarnos”.
Echo de menos perderme contigo, pues sin querer me enamoré, como siempre. Sin saber
cómo y por qué de ti. Son dudas que solo Juno y Venus guardan, pues sus baúles están
llenos de nombres, personas y ciudades.
Decidieron despojarte de mis manos, primero enamorarme y después torturarme, como
simple marioneta, como si mi vida no significara nada a pesar de ser quién soy.
Acepté tu partida, pero no para siempre. Pues no podía vivir sin ti.
Eneas, aquí abajo hace frío aunque algunos lo llamen Infierno y te echo de menos
aunque no sirva de nada, nunca más volveré a verte.
Mientras duermo profundamente para no despertar de entre los vivos.
Cuando zarpó la tragedia decidí clavarme una espada en el corazón, pero no hizo daño
la espada si no tu ida. Y pesar de que exista entre los versos de esta carta y parezca que
estoy viva, no lo estoy, que no mientan las bocas, pues partí a manos de un barquero por
la laguna Estigia. Temiendo lo que me espera a manos de otro hombre sin piedad.
Cuando escribí, antes del último suspiro del corazón el arco-iris nació sucumbiendo de
belleza a los hombres y mujeres, a niños y ancianos, a muertos y vivos.
Cuando escribí te quería y aún muerta te extraño, pero siempre que mires el arco-iris
estaré ahí, por ti, aunque otro corazón ocupe mi lugar.
Sara.
9. “Y tras una fuerte puñalada, el cuerpo ya casi vencido se
desploma una y otra vez. Golpe tras golpe, caída tras
caída, Dido va perdiendo la vida. Pero lucho, como si no
hubiera mañana, como si la luz del fondo no existiera, como
si ninguna espada atravesara el cuerpo. Y así pasa el
tiempo, y muero pero no quiero, intento escapar pero no
puedo y es que es un peso que me apelmaza.
Juno, apiadándose por tan profundo dolor, decide enviar a
Iris, quien llena el cielo que tan oscuro me parece de mil
colores. Entonces se posa sobre la cabeza de Dido, recoge
la ofrenda a Dite y me libera.
Todo rastro de vida sobre su cuerpo desaparece y yo, su
alma, vuelo libre por los aires en busca del amor perdido.
Porque también tengo ilusiones, como el pájaro alas. Eso es
lo que me sostiene. Porque el alma, no es simplemente
alma.”
Andrea.