El hijo le escribe una carta a su padre desde el hospital explicando cómo comenzó a consumir drogas a los 14 años cuando un traficante lo presionó para que las probara, diciéndole que no era un hombre si se negaba. Desde entonces las drogas se convirtieron en su compañía constante y aunque al principio le parecían divertidas, ahora reconoce desde el hospital lo terrible que es la vida de un drogadicto y lo importante que es Dios.