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REALIDAD Y FICCIÓN EN QUÉREAS Y CALÍRROE
                                             Jordi García Tormo
                                  Cultura griega a través de los textos III
                                          Humanidades. UA. 2011



1. INTRODUCCIÓN
Una de las ventajas que tiene la literatura con respecto a la realidad (quizás por esto, nos
parezca más estimulante y convincente) es su capacidad para alterar y manipular la
materia prima con la que trabaja. Precisamente para hacer la realidad más cercana (más
verosímil) la ficción modela hechos históricos que sin esta intervención nos parecerían
un tanto farragosos. De la misma manera que Cervantes recrea La Mancha como
territorio mítico, para poder conducir a su antojo (y al nuestro, como lectores) a un Don
Quijote que sin esta alquimia sólo sería un Quijano más, o como Homero nos descubre
a nuestros primeros héroes con el relato mágico de la guerra de Troya, Caritón de
Afrodisias reproduce en su Quéreas y Calírroe, un tiempo que ya ha sucedido, unos
héroes que ya habían dejado de serlo. Intentaremos descubrir en este ejercicio, de qué
manera se logra este proceso. Cómo, a partir de los primeros relatos épicos y de toda la
tradición estético-retórica se consolida el género novelesco hasta alcanzar las cotas de
popularidad que aún disfruta en nuestros días.

2. HISTORIA: TRADICIÓN Y MATERIA PRIMA

Es indudable el valor de la historia en la herencia novelesca. Juguemos con el doble
sentido de la palabra. Por un lado, los hechos históricos son fundamentales en las
primeras narraciones novelescas: los primeros autores necesitan aventuras que novelar y
las primeras que toman prestadas son las protagonizadas por héroes reales. Por otro
lado, la historia como río de la tradición: resulta evidente que un género tan importante
no aparece de manera espontánea, más bien es el resultado de una serie de hechos
culturales e históricos que coinciden en el tiempo. En el caso de la novela, podemos
decir que es hija de varias madres. Las primeras referencias las encontramos en la épica
clásica. Los novelistas utilizan varios elementos de la técnica narrativa de este género:
la técnica “in media res”, el método de delegar parte de la narración en algunos
personajes, la narración una a continuación de otra de dos series de acontecimientos
simultáneos, presagios, sueños y otro tipo de predicciones…etc.1 Otro de los géneros
que influyen en el nacimiento es el primero género en prosa. La historiografía supone
una gran influencia e inspiración para los primeros novelistas. En este caso, advertimos
que los primeros historiadores ya contaban con ciertas licencias creativas para realizar
sus crónicas. En este punto hallamos un cambio significativo; bajo la influencia de la


1   Mª Cruz Herrero Ingelmo. Edición de Quéreas y Calirroe. Akal, Madrid. 1987.

                                                                                          1
retórica de la escuela de Isócrates, la historia ya no será una ciencia como lo había sido
con Tucídides (modelo de historiador riguroso), sino literatura y lo que nos
encontraremos será una narración entre histórica y creativa. Comprobemos cómo se dan
estos supuestos en nuestra novela.

El autor de la novela, nacido en Afrodisias entre el siglo primero y segundo después de
Cristo, traslada su narración al siglo V a.C (no es casual que desde la primera
presentación nos proporcione este dato cronológico) cuando se produce la victoria de
Siracusa contra los primeros ataques atenienses. En ese preciso instante y a través de esa
distancia, el autor consigue apoderarse del tiempo de la novela, hacerlo suyo. Por eso,
porque no tiene que dar cuentas históricas y rigurosas de lo que pasó en realidad, puede
a partir de ahora usar lo que le interesa, y escamotear lo que estorba en su historia.
El autor podría habernos contado fielmente (no tenemos nada en contra de la
enumeración de hechos históricos, pero hablamos de otra cosa) esas primeras victorias
de Siracusa, pero entonces, si quisiera seguir coherentemente estaría obligado a
continuar con la dichosa verdad y tendría que contar también la invasión de los
cartagineses, seguir con las sucesivas incursiones atenienses, etc. Lo que hace Caritón
es encontrar en la historia un decorado para su novela. Sitúa su narración en la primera
victoria de Siracusa e incluso se atreve a utilizar a personajes históricos en su narración:
Hermócrates, célebre general de Siracusa, es el padre del personaje femenino principal,
Calírroe. De esta manera, el autor se asegura un marco temporal y geográfico por donde
mover a sus personajes; además, utiliza las referencias históricas para dotar de
dramatismo a la narración: un general que es capaz de vencer a los poderosos atenienses
se siente desamparado en la novela ante el secuestro de su hija. El autor sigue
novelando cuando construye el personaje masculino; Quéreas, es hijo de Aristón,
personaje inventado pero que en la novela mantiene una rivalidad política con
Hermócrates; de nuevo, Caritón utiliza los componentes reales para animar la narración.
Dos jóvenes enamorados se encuentran con las dificultades de dos familias enfrentadas
políticamente. Como apuntábamos anteriormente, si el autor se hubiera visto obligado a
reproducir fielmente los acontecimientos históricos, el lector no podría disfrutar de esa a
época a través del relato de las peripecias de esos dos enamorados que en la novela,
inician su historia. Habríamos aprendido algo de historia pero nada sabríamos de
nuestros protagonistas Quéreas y Calírroe: Caritón de Afrodisias se habría convertido en
Tucídides y esa sería otra forma de engaño. Resumiendo excesivamente y para concluir
con este primer apartado, podemos aventurarnos a decir que el género novelesco,
dispone de la Historia para contarnos historias, el escritor espiga en los hechos
históricos para extraer de ellos unos personajes que, a la vez que nos dan cuenta de una
realidad y un tiempo, nos cuentan una historia.




                                                                                          2
3. ESPACIO Y TIEMPO: COORDENADAS DE LA NOVELA

Descubramos ahora cuáles son las reglas del juego. Para que el artefacto literario
funcione, su maquinaria debe girar en torno a dos ejes: el espacio y tiempo. Según los
teóricos románticos, especialmente Winckelmann y Lessing, el meollo del arte clásico
consistía en la capacidad de, partiendo de uno de los dos planos, ser capaz de
representar el otro o viceversa; en el caso de la escultura, el creador es capaz de
expresar una secuencia cronológico en virtud de una manifestación fuera del tiempo:
Lessing2 pone como ejemplo el Laocoonte para hablar sobre esa quietud que nos evoca
y anticipa el movimiento; en el caso de la literatura, las armas son distintas. Así el poeta
dispone de la representación de los hechos en el tiempo pero echa en falta el ámbito
físico donde se producen: sólo habría que volver a las páginas de la Iliada para
comprobar cómo la maestría de Homero ha creado en la sucesión de cantos y de batallas
ese lugar mágico entre dos espejos.

En Quéreas y Calírroe esta utilización de los tiempos de narración es significativa.
Desde las primeras páginas podemos comprobar cómo el autor comprime y estira su
narración cuando le interesa. La primera y decisiva escena de la novela, cuenta el
encuentro de los personajes principales; el autor, después de su presentación y tras
añadir los primeros datos temporales y geográficos, va tirando de ese hilo hasta dar con
los dos jóvenes locamente enamorados. En muy pocas páginas, el autor nos ha situado
en la acción y ahora puede proponernos todo tipo de aventuras. Al estar contando algo
que sucedió en el pasado (el autor lo recuerda en el primer párrafo), no se nos tienen
que dar explicaciones sobre el encuentro y sobre los motivos (aparte de la proverbial
belleza de los dos amantes) de pasión tan desatada. Una vez comenzadas sus aventuras
correspondientes, al autor quizá le interese justo lo contrario: dilatar de cualquier
manera el reencuentro de los personajes y sólo hacerlo coincidir con la parte final de la
novela y el regreso triunfal de los amantes a su tierra natal.

Para conseguir los efectos deseados en el lector, el autor de novelas cuenta con algunos
elementos esenciales en el tratamiento de los hechos. Si antes hablábamos de la novela
como un largo proceso donde intervienen varios aspectos, sería imperdonable que,
tratando el mundo clásico, nos olvidáramos de uno de los elementos vitales (sin él, todo
lo advertido se desmoronaría estrepitosamente) de esta ecuación maravillosa: hablamos
del mito. Echando mano de la etimología (relato, cuento), comprendemos la
importancia del bendito hallazgo. Cuando hablábamos anteriormente, de los sucesos de
la historia, hemos pasado de puntillas sobre el tema. ¿Qué sucesos y qué historia
contamos? Si reparamos en la pregunta, ya nos damos cuenta de que para contar algo, lo
que sea, la más pura realidad o el más delirante de los sueños, hemos de ordenar antes
los elementos de nuestro cuento. Esa ordenación constituirá la primera manipulación y


2   G.E Lessing, Laocoonte. Tecnos, Madrid, 1990.

                                                                                          3
sólo será la primera. Cuando Homero sitúa su relato (cuando lo empieza a contar) en el
final de la guerra de Troya, sabe que sólo tendrá que contarnos ese instante, para que
podamos imaginar esos anteriores nueve años de guerra; cuando por el contrario acerca
su zoom del tiempo para detallar minuciosamente un combate entre dos héroes, también
sabe, que a partir de ese modelo único, sabremos recrear cualquier disputa que se omita.

Uno de los grandes recursos utilizados para ordenar la realidad y su mundo, para
vehicular el mito, es el viaje. El creador clásico encuentra, de esta manera, un río que
por sí solo ordena las aventuras de los héroes. Al menos encontramos tres actos
evidentes en esta estructura, la partida, donde el autor puede contar los motivos por los
que el personaje tiene (a veces, como en el caso de nuestra novela, le obligan) que
emprender su marcha; el cauce del río o las aventuras que los personajes protagonizan
durante esa derrota; y la desembocadura o en la analogía literaria, el regreso de los
protagonistas (en la tradición clásica todo viaje es circular) al lugar de donde han
partido. De esta manera, el autor se asegura una estructura narrativa donde él y sus
héroes, pueden encontrar un esquema reconocible y en el cual, el lector reconocerá sus
relatos. El autor descubre el pretexto perfecto para lanzar a sus personajes al mundo,
para que sean ellos, sus aventuras y desdichas, sus hallazgos y desencuentros, los que
cuenten su historia. Cuando empieza Quéreas y Calírroe y nos empiezan a contar esa
historia de amor, sabemos que la cosa no se va a quedar ahí. El autor pronto a empieza a
idear situaciones adversas con las que dotar de solera a la historia. La primera decisión,
es separar su camino; con este recurso el novelista se asegura varios efectos: de una
historia inicial consigue dos relatos diferentes con lo que consigue garantizar el
protagonismo de los dos personajes (recordamos las narraciones simultáneas del género
épico); consigue poner a prueba el amor de nuestros héroes y de paso se permite
disponer de ellos en las más enloquecidas aventuras.

4. ALEGORÍA Y SÍMBOLISMO: EL LENGUAJE QUE ENTENDEMOS

Para finalizar y por comprobar los efectos de toda la tramoya, nos queda hablar del
símbolo y la alegoría. El lector actual, no deja de sorprenderse cuando leyendo algo
escrito hace 1500 años, descubre sentimientos cercanos, actuales.      El poso de estos
símbolos, que ha ido asentándose en nosotros durante siglos es tan grande, que parece
imposible ser sensato y no ir rememorando, mientras vives y en empatía con tus actos,
aquella escena sublime, aquél otro discurso torpe. Por algo que dijera otro de estos
calígrafos del sueño, el escritor francés Marcel Proust, que sólo entendemos lo que se
dice en metáfora; precisamente por esto y porque Quéreas y Calírroe no han existido
nunca (ahora sabemos que es la única posibilidad de existir siempre) o no al menos
como los hemos conocido nosotros, trasunto de un par de enamorados, el autor puede
depositar en ellos (hacerlos merecedores, en suma) de toda la carga mitológica heredada
del mundo clásico; lo que pudo ser algún inconveniente en la siempre complicada
historia de una pareja, se convierte mediante el sortilegio de la literatura, el poder

                                                                                        4
ilimitado de la verdad de las mentiras, en una odisea que transportada en la máquina del
tiempo de la lectura, alcanza nuestros días. Esto depende de la maestría del creador, el
poeta modela sus personajes para que, siendo de su tiempo, sepan vivir fuera de él.
Aquiles o Quéreas son señoritos de buena familia, un tanto arrogante el uno y un poco
pánfilo el otro, pero sobre todo son el héroe orgulloso y desafiante (que todos hemos
sido o deberíamos, en algún momento) y el enamorado aventurero y patoso (que éste sí,
sin duda hemos sido todos). Como dice el crítico Georges Steiner3 , todos los grandes
personajes del arte son mitad espejo y mitad sueño. Si estos personajes siguen
haciéndonos sentir algo cuando los leemos, es porque cumplen estas dos partes del trato.

Una vez firmado el pacto mágico que nos propone el autor, cuando Calírroe cruza el
famoso Éufrates, en una de las escenas más conmovedoras de la novela, el lector sabe
(se reconoce) que nuestra protagonista, de la que ya nos hemos enamorado un poco, no
se enfrenta ante un simple escollo geográfico, sino que se encuentra entre un limes que
divide mundos. Cuando un poco más tarde los enamorados vuelven a su Siracusa natal
y la narración termina, no podemos dejar de pensar en Ítaca, anhelo simbólico donde se
cierran las aventuras de los héroes. El libro acaba aquí porque el resto ya no interesa:
cuando un Ulises alcanza su Ítaca acaba sentado con Penélope en el sofá haciendo
zapping, como diría un Kavafis postmoderno; a partir de ahí, ahora ya lo sabemos, y
esto también nos lo enseñó un acróbata que cayó del otro lado del espejo, lo demás es
silencio.




3   Geroge Steiner, Lenguaje y silencio, Gedisa, Barcelona,1994.

                                                                                      5

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  • 1. REALIDAD Y FICCIÓN EN QUÉREAS Y CALÍRROE Jordi García Tormo Cultura griega a través de los textos III Humanidades. UA. 2011 1. INTRODUCCIÓN Una de las ventajas que tiene la literatura con respecto a la realidad (quizás por esto, nos parezca más estimulante y convincente) es su capacidad para alterar y manipular la materia prima con la que trabaja. Precisamente para hacer la realidad más cercana (más verosímil) la ficción modela hechos históricos que sin esta intervención nos parecerían un tanto farragosos. De la misma manera que Cervantes recrea La Mancha como territorio mítico, para poder conducir a su antojo (y al nuestro, como lectores) a un Don Quijote que sin esta alquimia sólo sería un Quijano más, o como Homero nos descubre a nuestros primeros héroes con el relato mágico de la guerra de Troya, Caritón de Afrodisias reproduce en su Quéreas y Calírroe, un tiempo que ya ha sucedido, unos héroes que ya habían dejado de serlo. Intentaremos descubrir en este ejercicio, de qué manera se logra este proceso. Cómo, a partir de los primeros relatos épicos y de toda la tradición estético-retórica se consolida el género novelesco hasta alcanzar las cotas de popularidad que aún disfruta en nuestros días. 2. HISTORIA: TRADICIÓN Y MATERIA PRIMA Es indudable el valor de la historia en la herencia novelesca. Juguemos con el doble sentido de la palabra. Por un lado, los hechos históricos son fundamentales en las primeras narraciones novelescas: los primeros autores necesitan aventuras que novelar y las primeras que toman prestadas son las protagonizadas por héroes reales. Por otro lado, la historia como río de la tradición: resulta evidente que un género tan importante no aparece de manera espontánea, más bien es el resultado de una serie de hechos culturales e históricos que coinciden en el tiempo. En el caso de la novela, podemos decir que es hija de varias madres. Las primeras referencias las encontramos en la épica clásica. Los novelistas utilizan varios elementos de la técnica narrativa de este género: la técnica “in media res”, el método de delegar parte de la narración en algunos personajes, la narración una a continuación de otra de dos series de acontecimientos simultáneos, presagios, sueños y otro tipo de predicciones…etc.1 Otro de los géneros que influyen en el nacimiento es el primero género en prosa. La historiografía supone una gran influencia e inspiración para los primeros novelistas. En este caso, advertimos que los primeros historiadores ya contaban con ciertas licencias creativas para realizar sus crónicas. En este punto hallamos un cambio significativo; bajo la influencia de la 1 Mª Cruz Herrero Ingelmo. Edición de Quéreas y Calirroe. Akal, Madrid. 1987. 1
  • 2. retórica de la escuela de Isócrates, la historia ya no será una ciencia como lo había sido con Tucídides (modelo de historiador riguroso), sino literatura y lo que nos encontraremos será una narración entre histórica y creativa. Comprobemos cómo se dan estos supuestos en nuestra novela. El autor de la novela, nacido en Afrodisias entre el siglo primero y segundo después de Cristo, traslada su narración al siglo V a.C (no es casual que desde la primera presentación nos proporcione este dato cronológico) cuando se produce la victoria de Siracusa contra los primeros ataques atenienses. En ese preciso instante y a través de esa distancia, el autor consigue apoderarse del tiempo de la novela, hacerlo suyo. Por eso, porque no tiene que dar cuentas históricas y rigurosas de lo que pasó en realidad, puede a partir de ahora usar lo que le interesa, y escamotear lo que estorba en su historia. El autor podría habernos contado fielmente (no tenemos nada en contra de la enumeración de hechos históricos, pero hablamos de otra cosa) esas primeras victorias de Siracusa, pero entonces, si quisiera seguir coherentemente estaría obligado a continuar con la dichosa verdad y tendría que contar también la invasión de los cartagineses, seguir con las sucesivas incursiones atenienses, etc. Lo que hace Caritón es encontrar en la historia un decorado para su novela. Sitúa su narración en la primera victoria de Siracusa e incluso se atreve a utilizar a personajes históricos en su narración: Hermócrates, célebre general de Siracusa, es el padre del personaje femenino principal, Calírroe. De esta manera, el autor se asegura un marco temporal y geográfico por donde mover a sus personajes; además, utiliza las referencias históricas para dotar de dramatismo a la narración: un general que es capaz de vencer a los poderosos atenienses se siente desamparado en la novela ante el secuestro de su hija. El autor sigue novelando cuando construye el personaje masculino; Quéreas, es hijo de Aristón, personaje inventado pero que en la novela mantiene una rivalidad política con Hermócrates; de nuevo, Caritón utiliza los componentes reales para animar la narración. Dos jóvenes enamorados se encuentran con las dificultades de dos familias enfrentadas políticamente. Como apuntábamos anteriormente, si el autor se hubiera visto obligado a reproducir fielmente los acontecimientos históricos, el lector no podría disfrutar de esa a época a través del relato de las peripecias de esos dos enamorados que en la novela, inician su historia. Habríamos aprendido algo de historia pero nada sabríamos de nuestros protagonistas Quéreas y Calírroe: Caritón de Afrodisias se habría convertido en Tucídides y esa sería otra forma de engaño. Resumiendo excesivamente y para concluir con este primer apartado, podemos aventurarnos a decir que el género novelesco, dispone de la Historia para contarnos historias, el escritor espiga en los hechos históricos para extraer de ellos unos personajes que, a la vez que nos dan cuenta de una realidad y un tiempo, nos cuentan una historia. 2
  • 3. 3. ESPACIO Y TIEMPO: COORDENADAS DE LA NOVELA Descubramos ahora cuáles son las reglas del juego. Para que el artefacto literario funcione, su maquinaria debe girar en torno a dos ejes: el espacio y tiempo. Según los teóricos románticos, especialmente Winckelmann y Lessing, el meollo del arte clásico consistía en la capacidad de, partiendo de uno de los dos planos, ser capaz de representar el otro o viceversa; en el caso de la escultura, el creador es capaz de expresar una secuencia cronológico en virtud de una manifestación fuera del tiempo: Lessing2 pone como ejemplo el Laocoonte para hablar sobre esa quietud que nos evoca y anticipa el movimiento; en el caso de la literatura, las armas son distintas. Así el poeta dispone de la representación de los hechos en el tiempo pero echa en falta el ámbito físico donde se producen: sólo habría que volver a las páginas de la Iliada para comprobar cómo la maestría de Homero ha creado en la sucesión de cantos y de batallas ese lugar mágico entre dos espejos. En Quéreas y Calírroe esta utilización de los tiempos de narración es significativa. Desde las primeras páginas podemos comprobar cómo el autor comprime y estira su narración cuando le interesa. La primera y decisiva escena de la novela, cuenta el encuentro de los personajes principales; el autor, después de su presentación y tras añadir los primeros datos temporales y geográficos, va tirando de ese hilo hasta dar con los dos jóvenes locamente enamorados. En muy pocas páginas, el autor nos ha situado en la acción y ahora puede proponernos todo tipo de aventuras. Al estar contando algo que sucedió en el pasado (el autor lo recuerda en el primer párrafo), no se nos tienen que dar explicaciones sobre el encuentro y sobre los motivos (aparte de la proverbial belleza de los dos amantes) de pasión tan desatada. Una vez comenzadas sus aventuras correspondientes, al autor quizá le interese justo lo contrario: dilatar de cualquier manera el reencuentro de los personajes y sólo hacerlo coincidir con la parte final de la novela y el regreso triunfal de los amantes a su tierra natal. Para conseguir los efectos deseados en el lector, el autor de novelas cuenta con algunos elementos esenciales en el tratamiento de los hechos. Si antes hablábamos de la novela como un largo proceso donde intervienen varios aspectos, sería imperdonable que, tratando el mundo clásico, nos olvidáramos de uno de los elementos vitales (sin él, todo lo advertido se desmoronaría estrepitosamente) de esta ecuación maravillosa: hablamos del mito. Echando mano de la etimología (relato, cuento), comprendemos la importancia del bendito hallazgo. Cuando hablábamos anteriormente, de los sucesos de la historia, hemos pasado de puntillas sobre el tema. ¿Qué sucesos y qué historia contamos? Si reparamos en la pregunta, ya nos damos cuenta de que para contar algo, lo que sea, la más pura realidad o el más delirante de los sueños, hemos de ordenar antes los elementos de nuestro cuento. Esa ordenación constituirá la primera manipulación y 2 G.E Lessing, Laocoonte. Tecnos, Madrid, 1990. 3
  • 4. sólo será la primera. Cuando Homero sitúa su relato (cuando lo empieza a contar) en el final de la guerra de Troya, sabe que sólo tendrá que contarnos ese instante, para que podamos imaginar esos anteriores nueve años de guerra; cuando por el contrario acerca su zoom del tiempo para detallar minuciosamente un combate entre dos héroes, también sabe, que a partir de ese modelo único, sabremos recrear cualquier disputa que se omita. Uno de los grandes recursos utilizados para ordenar la realidad y su mundo, para vehicular el mito, es el viaje. El creador clásico encuentra, de esta manera, un río que por sí solo ordena las aventuras de los héroes. Al menos encontramos tres actos evidentes en esta estructura, la partida, donde el autor puede contar los motivos por los que el personaje tiene (a veces, como en el caso de nuestra novela, le obligan) que emprender su marcha; el cauce del río o las aventuras que los personajes protagonizan durante esa derrota; y la desembocadura o en la analogía literaria, el regreso de los protagonistas (en la tradición clásica todo viaje es circular) al lugar de donde han partido. De esta manera, el autor se asegura una estructura narrativa donde él y sus héroes, pueden encontrar un esquema reconocible y en el cual, el lector reconocerá sus relatos. El autor descubre el pretexto perfecto para lanzar a sus personajes al mundo, para que sean ellos, sus aventuras y desdichas, sus hallazgos y desencuentros, los que cuenten su historia. Cuando empieza Quéreas y Calírroe y nos empiezan a contar esa historia de amor, sabemos que la cosa no se va a quedar ahí. El autor pronto a empieza a idear situaciones adversas con las que dotar de solera a la historia. La primera decisión, es separar su camino; con este recurso el novelista se asegura varios efectos: de una historia inicial consigue dos relatos diferentes con lo que consigue garantizar el protagonismo de los dos personajes (recordamos las narraciones simultáneas del género épico); consigue poner a prueba el amor de nuestros héroes y de paso se permite disponer de ellos en las más enloquecidas aventuras. 4. ALEGORÍA Y SÍMBOLISMO: EL LENGUAJE QUE ENTENDEMOS Para finalizar y por comprobar los efectos de toda la tramoya, nos queda hablar del símbolo y la alegoría. El lector actual, no deja de sorprenderse cuando leyendo algo escrito hace 1500 años, descubre sentimientos cercanos, actuales. El poso de estos símbolos, que ha ido asentándose en nosotros durante siglos es tan grande, que parece imposible ser sensato y no ir rememorando, mientras vives y en empatía con tus actos, aquella escena sublime, aquél otro discurso torpe. Por algo que dijera otro de estos calígrafos del sueño, el escritor francés Marcel Proust, que sólo entendemos lo que se dice en metáfora; precisamente por esto y porque Quéreas y Calírroe no han existido nunca (ahora sabemos que es la única posibilidad de existir siempre) o no al menos como los hemos conocido nosotros, trasunto de un par de enamorados, el autor puede depositar en ellos (hacerlos merecedores, en suma) de toda la carga mitológica heredada del mundo clásico; lo que pudo ser algún inconveniente en la siempre complicada historia de una pareja, se convierte mediante el sortilegio de la literatura, el poder 4
  • 5. ilimitado de la verdad de las mentiras, en una odisea que transportada en la máquina del tiempo de la lectura, alcanza nuestros días. Esto depende de la maestría del creador, el poeta modela sus personajes para que, siendo de su tiempo, sepan vivir fuera de él. Aquiles o Quéreas son señoritos de buena familia, un tanto arrogante el uno y un poco pánfilo el otro, pero sobre todo son el héroe orgulloso y desafiante (que todos hemos sido o deberíamos, en algún momento) y el enamorado aventurero y patoso (que éste sí, sin duda hemos sido todos). Como dice el crítico Georges Steiner3 , todos los grandes personajes del arte son mitad espejo y mitad sueño. Si estos personajes siguen haciéndonos sentir algo cuando los leemos, es porque cumplen estas dos partes del trato. Una vez firmado el pacto mágico que nos propone el autor, cuando Calírroe cruza el famoso Éufrates, en una de las escenas más conmovedoras de la novela, el lector sabe (se reconoce) que nuestra protagonista, de la que ya nos hemos enamorado un poco, no se enfrenta ante un simple escollo geográfico, sino que se encuentra entre un limes que divide mundos. Cuando un poco más tarde los enamorados vuelven a su Siracusa natal y la narración termina, no podemos dejar de pensar en Ítaca, anhelo simbólico donde se cierran las aventuras de los héroes. El libro acaba aquí porque el resto ya no interesa: cuando un Ulises alcanza su Ítaca acaba sentado con Penélope en el sofá haciendo zapping, como diría un Kavafis postmoderno; a partir de ahí, ahora ya lo sabemos, y esto también nos lo enseñó un acróbata que cayó del otro lado del espejo, lo demás es silencio. 3 Geroge Steiner, Lenguaje y silencio, Gedisa, Barcelona,1994. 5