El alzheimer visto desde el proceso de la enfermedad
1. SILVIA ADAME FERNÁNDEZ
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Visión del proceso de la Enfermedad de Alzheimer en función de las categorías de la
tipología psicolosocial propuesta por Rolland (2000).
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad de inicio gradual. Ello implica
que la familia dispone de cierto tiempo para ajustarse a las necesidades que se les irán
presentando. Las familias que abordan los problemas despacio pero con determinación
se ajustan bien a este tipo de inicio, ya que el ritmo de cambio es más lento y permite
un período de ajuste más prolongado.
El curso del Alzheimer es progresivo, por lo que el enfermo y la familia se
enfrentan a lo que supone vivir con un miembro de la familia continuamente
sintomático, en quien la discapacidad se incrementa de un modo progresivo y los
períodos de descanso son mínimos. Todo esto supone que la familia deba adaptarse
continuamente a los cambios mediante el cambio de roles. En cada etapa de la
enfermedad, la familia debe organizarse para manejar un nivel determinado de
discapacidad y cierto grado de incertidumbre.
Las enfermedades de curso progresivo, además, no permiten el descanso de los
familiares, pues la familia debe estar preparada para seguir reformando su sistema a la
misma vez que avanza la enfermedad. Puesto que el avance de la enfermedad se
caracteriza por un empeoramiento continuo, la familia corre el riesgo de sufrir
agotamiento, por lo que la tensión entre los componentes de la familia suele aumentar.
Es por ello que la flexibilidad familiar, en cuanto a la reorganización de los roles y la
búsqueda de ayuda externa, suele ser de vital importancia.
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Silvia Adame Fernández, especialista en Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores.
2. Hay que tener en cuenta que puede llegar un momento en que la familia “toque
fondo” y necesite hacer una reestructuración radical de sus estrategias de
afrontamiento con el fin de sobreponerse a las necesidades que la enfermedad le va
exigiendo. En aquellos casos en los que la familia carece de recursos o de la flexibilidad
suficiente para hacer frente a los cambios, suele necesitar ayuda profesional en su casa
o bien considerar la posibilidad de internar al familiar enfermo. Estas familias corren el
riesgo de derrumbarse debido a la incompatibilidad entre su ideal de cuidados y el
agotamiento inherente a la enfermedad progresiva.
En cuanto al desenlace de la enfermedad de Alzheimer, el factor más
importante es la expectativa inicial de la probabilidad de muerte del paciente. El
Alzheimer es una enfermedad que implica una esperanza de vida reducida,
posiblemente fatal. El problema viene en la medida en que la familia siente la pérdida
anticipada y los efectos que ello conlleva en la vida familiar.
Toda enfermedad crónica que entraña la pérdida del control corporal
compromete aspectos de la identidad y las relaciones íntimas. Muchos de los pacientes
que tienen esta enfermedad se sienten aterrorizados y avergonzados de pensar que en
un futuro harán y dirán cosas sin sentido, que harán daño a sus familiares con
conductas socialmente inadecuadas. A lo largo de la enfermedad y, como consecuencia
de su progreso, el enfermo ya no es él mismo.
Cuando se ve afectada la corteza frontal, concretamente, la zona ventromedial,
se ven afectadas funciones como el control inhibitorio o control de impulsos, viéndose
afectada la conducta de la persona. Estos cambios conductuales repercuten en la
adaptación social del individuo. Algunos ejemplos son desinhibición sexual o
conductas inadecuadas durante las comidas.
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Silvia Adame Fernández, especialista en Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores.