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Historia de las técnicas de grabado
Las técnicas de grabado tienen su origen en China, a raíz de la invención del papel hacia el año 105.
El grabado en relieve prosperó en Europa en el siglo XV, cuando llegaron a este continente las técnicas
de la fabricación de papel procedentes de Oriente. Desde entonces el grabado en relieve se ha visto
incrementado con las técnicas antes descritas y se continúa practicando como una de las bellas artes.
Litografías y grabados a fibra en China
Las litografías son anteriores a cualquier forma de grabado a la fibra. Para que los alumnos chinos
pudieran estudiar sus libros sagrados, los textos clásicos y las correspondientes imágenes sagradas eran
cincelados en grandes losas planas de piedra. Una vez grabadas las líneas, se aplicaba un papel
húmedo sobre la superficie, de tal manera que el papel quedara introducido en las ranuras que
formaban el diseño. A continuación se aplicaba la tinta sobre todo el papel, pero no manchaba las
zonas del mismo que estaban metidas en las ranuras. Entonces se levantaba cuidadosamente el papel y
la imagen que había sido tallada aparecía en líneas blancas sobre un fondo negro. En esta técnica
radica la verdadera esencia del grabado que continuó desarrollándose con la difusión del budismo
desde la India hasta China; una sola plantilla servía para estampar en el papel las imágenes y el texto.
Este método de combinar texto e imágenes se llama libro xilográfico.
El grabado a fibra chino más antiguo que se conserva, con texto e imágenes combinadas, es un
famoso manuscrito budista, de unos 5 m de largo, del Sutra del Diamante (868, Museo Británico,
Londres). Estas primitivas estampas devocionales eran reproducciones de dibujos de artesanos
anónimos, de muy distinta calidad. La tosquedad de las imágenes indica que se reproducían pensando
poco en su presentación artística, pero tal como ocurriría en Europa en el siglo XV, estas obras
tempranas del arte popular fueron muy importantes para el desarrollo de la estampación.
Hacia final de la dinastía Ming, en la década de 1640, apareció un texto llamado Jardín grande como
un grano de mostaza. Se trataba en realidad de una enciclopedia de la pintura destinada a la formación
e inspiración de los artistas. Muchos de sus bellos e instructivos grabados a la fibra eran en color. Una
reimpresión del Manual de pintura llegó a Japón, y con ella la técnica básica del grabado a la fibra,
después desarrollada por los artistas japoneses.
Grabados japoneses
No se puede separar la historia de los grabados japoneses del desarrollo del arte en China y de la
técnica del grabado en relieve inventada en este país.
El estilo del arte gráfico japonés surgido a mediados del siglo XVIII se conoce como Ukiyo-e, que
significa ‘imágenes del mundo flotante’. Las primeras estampas Ukiyo-e eran en blanco y negro.
Estaban creadas para el gran público y eran efímeras, semejantes a las tarjetas postales. Algunas se
destinaban a la decoración del hogar y otras marcaban las pautas de la moda y de la conducta del
momento. Pronto se introdujo la estampación en color con múltiples plantillas. Las formas planas y
sólidas, los colores muy empleados en el teatro, el diseño y la composición caracterizan el Ukiyo-e
posterior, que se apoyó para su florecimiento en el teatro popular japonés, kabuki, ya que entre los
temas favoritos se encontraban los retratos de los actores populares en papeles dramáticos. De la
misma manera que las estampas teatrales anunciaban famosas escenas del teatro, había estampas de
bellas mujeres para anunciar el mundo de las prostitutas. El artista más vinculado a este último periodo
es Toshusai Sharaku. Sus grabados son melodramáticos y ponen de relieve los rasgos faciales
exagerados y los bellos trajes de los personajes.
Otro tema popular de Ukiyo-e eran las escenas de género. Harunobu se dedicó especialmente a la
belleza femenina, representando muchachas llenas de gracia y encanto poético. Quizá el artista más
notable en la representación de la figura femenina fue el imaginativo Utamaro que, con poéticos trazos
y gran seguridad en el dibujo, creó imágenes íntimas y eróticas con delicados detalles compositivos.
Grabados japoneses del siglo XIX
La ola
La obra de Hokusai comprende algunos de los mejores grabados paisajísticos japoneses. Entre los
miles de grabados que realizó durante su prolífica carrera se encuentra la famosa serie Treinta y
seis vistas del monte Fuji (c. 1826-1833). En La ola vemos el monte Fuji al fondo y en primer plano
unas embarcaciones a punto de ser destrozadas por la enorme ola.
En el siglo XIX, las preferencias pasaron de los temas figurativos a los paisajes. Los maestros
indiscutibles en la representación de estos últimos fueron Hokusai e Hiroshige.
Hokusai solía firmar sus obras como ‘el loco por la pintura’. Representaba detalladamente los
cambios de estación, fascinado por todos los aspectos de la naturaleza; sus estudios de aves, cataratas,
olas, insectos, peces, árboles y montañas forman un famoso libro de dibujos, de 13 volúmenes,
llamado Hokusai manga (comenzado en 1814).
Hiroshige hacía hincapié en la calidad de la línea, consiguiendo también extraordinarios efectos de
color contra color. Sus sorprendentes estampas se caracterizan por una degradación que va de la
coloración intensa a una simple pizca de color, junto con un modelado muy estilizado. Destacan entre
sus obras las series de estampas sobre los viajeros en la carretera de Tokaido (1804) y las Sesenta y
nueve estaciones de la carretera de Kiso.
Hacia 1856 París descubrió los grabados de Hokusai, y pronto se dieron a conocer muchos más. El
entusiasmo que provocaron puso de moda todo lo japonés, tendencia que perduraría en París durante
40 años y que ejercería una gran influencia sobre el arte moderno.
Grabados góticos
Los primeros grabados a la fibra que se realizaron en el mundo occidental datan del siglo XV,
coincidiendo con el establecimiento de molinos de papel en varias zonas de Alemania, Francia e Italia.
Los primeros dibujos, de estilo gótico, fueron tallados toscamente en tacos de madera, entintados y
estampados. Las primeras estampas realizadas de esta manera se utilizaban para jugar a los naipes,
entretenimiento popular de la época; se vendían baratas y se podían producir en grandes cantidades. En
el periodo gótico, la mayor parte de la vida se centraba alrededor de la Iglesia, por lo que el clero
utilizaba estampas con fines devocionales, distribuyéndolas entre los fieles. Estas estampas
representaban escenas de la vida Jesús, de la Virgen María y de los santos, así como historias de la
Biblia. Con la fabricación de un papel de buena calidad y barato mejoró la calidad de la estampación y
se produjeron muchos libros ilustrados.
Grabados renacentistas
El artista más ilustre del renacimiento en el norte de Europa fue Alberto Durero. Había nacido en
Nuremberg en 1471 y, aunque se había formado inicialmente como orfebre, llegó a ser el primer gran
maestro gráfico. Su notable capacidad con el buril y la gubia, junto con su atenta observación de la
naturaleza y su pasión por el grabado, le hicieron merecedor del éxito y de la admiración de sus
contemporáneos. Dignas de mención son algunas de sus magníficas estampas como El caballero, la
Muerte y el Diablo (1513), así como sus numerosas series de estampas religiosas.
El grabador holandés Lucas van Leyden, sobre el que ejercieron gran influencia Durero y el estilo
clásico de sus contemporáneos italianos, representó paisajes holandeses y escenas de interior con mano
diestra y sensibilidad. Sus grabados tuvieron gran significación en la fundación de la escuela holandesa
de pintura en el siguiente siglo. El grabador italiano Marcantonio Raimondi creó imágenes clásicas que
denotan claro sentido de la composición y el detalle y gran sensibilidad. Por aquel entonces la
importancia del grabado en Francia y en España era insignificante.
Hacia mediados del siglo XVI los grabados habían alcanzado gran popularidad y se utilizaban para
todas las formas de ilustración, incluyendo los estudios topográficos y los retratos.
Grandes Exponentes del Grabado Europeo
Alberto Durero
(1471-1528)
El artista más famoso del renacimiento alemán conocido en todo el mundo por sus pinturas, dibujos,
grabados y escritos teóricos sobre arte, que ejercieron una profunda influencia en los artistas del siglo
XVI de su propio país y de los Países Bajos.
Durero nació el 21 de mayo de 1471 en Nuremberg. Su padre, Alberto Durero el Viejo, era orfebre y
fue el primer maestro de su hijo. De su primera formación, el joven Durero heredó el legado del arte
alemán del siglo XV, en el que estaba muy presente la pintura flamenca del gótico tardío. Los artistas
alemanes no tenían dificultad en adaptar su propia tradición gótica a la de artistas flamencos como
Robert Campin, Jan van Eyck y, sobre todo, Rogier van der Weyden. El concepto empírico del mundo
de la gente del norte (basado más en la observación que en la teoría) era el nexo común. Durante el
siglo XVI el fortalecimiento de lazos con Italia a través del comercio y la difusión de las ideas de los
humanistas italianos por el norte de Europa, infundieron nuevas ideas artísticas al mundo del arte
alemán, de tradición más conservadora.
Para los artistas alemanes resultaba difícil conciliar su imaginería medieval —representada con ricas
texturas, colores brillantes y figuras con gran lujo de detalle— con el énfasis que los artistas italianos
ponían en la antigüedad clásica, los temas mitológicos y las figuras idealizadas. La tarea que Durero se
planteó fue la de proveer a sus compatriotas de un modelo con el que pudieran combinar el interés
empírico por los detalles naturalistas con los aspectos más teóricos del arte italiano. En su abundante
correspondencia —especialmente en las cartas al humanista Willibald Pirckheimer, amigo suyo toda la
vida— y en diversas publicaciones, Durero hacía hincapié en que la geometría y las medidas eran la
clave para el entendimiento del arte renacentista italiano y, a través de él, del arte clásico. Desde
aproximadamente 1507 hasta su muerte tomó notas y realizó dibujos para su tratado más
conocido,Vier Bücher von menschlicher Proportion (Cuatro libros sobre las proporciones humanas,
publicado póstumamente en 1528). Sin embargo, otros artistas contemporáneos suyos, con una
orientación de tipo más visual que literaria, ponían mayor atención en los grabados en planchas de
cobre y madera de Durero, que en sus escritos dirigidos a orientarlos en la modernización de su arte
con desnudos de corte clásico y temas idealizados, propios del renacimiento italiano.
Después de estudiar con su padre, Durero entró con 15 años como aprendiz del pintor y grabador
Michael Wolgemut. Entre 1488 y 1493, el taller de Wolgemut se dedicó a la considerable tarea de
realizar numerosas xilografías para ilustrar la Crónica de Nuremberg (1493) de Hartmann Schedel, y
es probable que Durero recibiera una instrucción exhaustiva de cómo hacer los dibujos para las
planchas de madera. Durante toda la época renacentista, el sur de Alemania fue centro de muchas
publicaciones y era común que los pintores de ese periodo estuvieran también cualificados para
realizar xilografías y grabados para ellas. Como era costumbre entre los jóvenes que habían acabado su
periodo de aprendizaje, Durero emprendió un viaje de estudios en 1490. En 1492 llegó a Colmar,
donde intentó entrar en el taller del pintor y grabador alemán Martin Schongauer que, cosa que no
sabía Durero, había muerto en 1491. Los hermanos de Schongauer le aconsejaron que se dirigiera al
centro de publicaciones de Basilea, en Suiza, para buscar trabajo. En Basilea y después en Estrasburgo,
Durero realizó ilustraciones para varias publicaciones, entre las que se encuentra Das Narrenschiff de
Sebastian Brant en 1494 (traducida en 1507 como La nave de los locos). Durante esta primera etapa de
su vida, comprendida entre su aprendizaje y su regreso a Nuremberg en 1494, su arte refleja una
enorme facilidad en el trazado del dibujo y una minuciosa observación del detalle. Dichas cualidades
son especialmente evidentes en una serie de autorretratos, entre los que se encuentra uno de sus dibujos
más antiguos (1484, Albertina, Viena) que hizo a la edad de 13 años, un retrato de expresión seria
dibujado en 1491 (Colecciones de la Universidad, Erlangen, Alemania), y otro retrato en el que
aparece como un joven seguro de sí mismo (1493, Louvre, París).
Después de casarse con Agnes Frey en Nuremberg en 1494, Durero viajó a Italia. Allí realizó
acuarelas de paisajes con gran minuciosidad de detalle, probablemente durante su viaje de regreso,
como por ejemplo una vista del castillo de Trento (National Gallery, Londres). Durante los diez años
siguientes en Nuremberg, desde 1495 a 1505, produjo un gran número de obras que le ayudaron a
asentar su fama. Entre ellas destaca la serie de ilustraciones para grabar en madera de El Apocalipsis
(1498), los grabados de La gran fortuna (1501-1502) y La caída del hombre (1504). Éstas y otras
obras de este periodo muestran, en su conjunto, una maestría técnica cada vez mayor en el arte de la
xilografía y el grabado, un manejo de las proporciones humanas basado en los textos del tratadista
romano Vitrubio y una brillante capacidad para incorporar detalles de la naturaleza en obras que
reflejan el entorno con gran realismo. En 1497 pintó su Autorretrato (Museo del Prado, Madrid) y en
1500 el de la Pinacoteca de Munich, en el que se representa con las características que habitualmente
se atribuyen a Cristo, y expresa de forma visual la preocupación que demostró durante toda su vida por
elevar la categoría del artista por encima de la del mero artesano.
La melancolía
En el grabado La melancolía (1514) Alberto Durero simboliza la relación entre la ética, la teología
y las ideas intelectuales. La melancolía representa al artista, que posee el conocimiento y la técnica
para crear pero cuya inspiración se resiste a levantar vuelo.
Durero volvió a viajar a Italia entre 1505 y 1507. En Venecia conoció al gran maestro Giovanni Bellini
y a otros artistas, y la Fundación de Comerciantes Alemanes le encargó una obra importante: el retablo
de La fiesta del Rosario (1506, Museo Nacional, Praga). En 1507 regresó a Nuremberg donde
comenzó un segundo periodo de una ingente producción artística con obras como el retablo para la
iglesia de los dominicos de Frankfurt (1508-1509, destruido en un incendio en 1729), la tabla de la
Adoración de la Trinidad (1508-1511, Kunsthistorische Museum, Viena), Eva (1507, Museo del
Prado, Madrid); retratos; y numerosos grabados, entre los que se encuentran dos ediciones de la
Pasión, los grabados en madera para el Arco del triunfo encargo del emperador del Sacro Imperio
Romano Maximiliano I, y una serie de grabados como El caballero, la Muerte y el Diablo (1513), San
Jerónimo (1514) y La melancolía (1514). Mediante el grabado de línea Durero consiguió crear
diferentes gamas de sombreado y texturas con las que logró plasmar formas tridimensionales con una
maestría nunca antes superada.
En 1520 Durero se enteró de que Carlos I, sucesor de Maximiliano I, iba a viajar desde España a
Aquisgrán para ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano. Durero había recibido una
pensión anual por parte de Maximiliano y tenía la intención de que Carlos I mantuviera esa asignación.
Emprendió el viaje a Aquisgrán, que financió vendiendo grabados y otras obras durante el trayecto, y
de allí pasó a los Países Bajos entre 1520 y 1521. Su diario nos proporciona un fascinante relato de
estos viajes, de las audiencias de los monarcas y de los recibimientos que le brindaron sus compañeros
artistas, especialmente en Amberes. Su audiencia con Carlos I resultó satisfactoria. Regresó a
Nuremberg, donde habría de permanecer hasta su muerte, el 6 de abril de 1528. Sus últimas obras son
dos grandes tablas en las que están representados Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek
Munich), que ofreció como regalo a la ciudad de Nuremberg.
La calidad de la obra de Durero, la cantidad prodigiosa de su producción artística y la influencia que
ejerció sobre sus contemporáneos fueron de una importancia enorme para la historia del arte. En un
contexto más amplio, su interés por la geometría y las proporciones matemáticas, su profundo sentido
de la historia, sus observaciones de la naturaleza y la conciencia que tenía de su propio potencial
creativo son una demostración del espíritu de constante curiosidad intelectual del renacimiento.
Schongauer, Martin
(1445-1491), pintor y grabador alemán, famoso por sus 115 estampas de temas religiosos. Nació en
Colmar, Alsacia (hoy Francia), donde pasó la mayor parte de su vida. La mayoría de sus obras no están
autentificadas o datadas con exactitud. Sus últimas pinturas góticas muestran la fuerte influencia de los
pintores flamencos, especialmente de Rogier van der Weyden. Aunque fue muy prolífico, sólo se
conservan algunos de sus lienzos. La Virgen del rosal, también conocida como La Virgen y el niño en
el jardín de las rosas, es una de sus obras maestras, un retablo monumental, realizado en 1473 para la
iglesia de San Martín en Colmar.
Los grabados en cobre de Schongauer muestran una riqueza y madurez especial, debido a su habilidad
como pintor. Fue el primer grabador de su tiempo en el norte de Europa y sus diseños decorativos
tuvieron una gran influencia en el desarrollo del arte alemán, sobre todo en la obra de Alberto Durero.
Sus grabados, todos ellos de temática religiosa, muestran un excelente estudio del detalle, una
economía en la composición y una gran gama de contrastes y texturas de luces y sombras, mucho
mayores que las que habían utilizado los estampadores anteriores. Entre sus grabados más conocidos
destacan La muerte de la Virgen, uno de los más grandes y primeros trabajos, y La Pasión de Cristo,
un conjunto de 12 grabados ejecutados más tarde (c. 1477), cuando había empezado a trabajar sobre
planchas más pequeñas.
Grabados barrocos
Las tres cruces
Rembrandt era famoso tanto por sus pinturas como por sus grabados. Las tres cruces (1653, Museo
Británico, Londres) es la primera versión de un aguafuerte que el artista reelaboró en más de cuatro
ocasiones.
Para los artistas barrocos del siglo XVII una imagen podía ser más que la simple descripción de la
realidad si además impactaba emocionalmente. Se otorgaba gran importancia a la representación de los
gestos, llegando a exagerarlos incluso hasta lo grotesco.
En el siglo XVII la talla dulce y el aguafuerte estaban representados en Francia por la obra de Robert
Nanteuil y Jacques Uot, dos artistas procedentes de escuelas muy diferentes. Robert Nanteuil realizaba
distinguidos retratos cortesanos, con grabados dibujados por él mismo o copiando pinturas de otros
artistas. Sus obras alcanzaron gran popularidad y llamaron la atención sobre el trazado escultórico, la
calidad de moldeado y la delicadeza que esta técnica permitía.
Jacques Callot, natural de la provincia de Lorena, fue el primer artista importante en desarrollar el
aguafuerte como técnica artística. Descubrió que con varias inmersiones de una lámina en ácido se
podía conseguir la ilusión de la perspectiva en el grabado, creando los diferentes términos de una
escena. Los experimentos de Callot hicieron posible grabar al aguafuerte imágenes de gran detalle en
láminas diminutas y con su gran competencia técnica creó extraordinarios dibujos de gran variedad de
temas. Los monarcas españoles y franceses le encargaron que documentara diferentes acontecimientos
históricos y, entre los aguafuertes realizados en tiempos de guerra, Callot produjo su propia serie de
estampas, amargas y devastadoras, titulada Grandes miserias de la guerra (1633).
Callot se unió, durante algún tiempo, a una banda de gitanos, y este hecho influiría en sus series de
estampas sobre la Commedia dell’arte (1618) y Gobbi (1622). Con imágenes grotescas y humorísticas,
retrató a enanos y a mendigos en gran variedad de trajes y posturas. Para muchos, lo mejor de la obra
de Callot son sus vistas de ciudades y de ferias campestres, como la estampa de gran formato Feria de
Impruneta (1620) en la que representó más de 1.000 figuras.
Callot contribuyó de gran manera al desarrollo del grabado. Sin embargo, en el siglo XVII, Rembrandt
creó imágenes de extraordinaria fuerza y sutileza, eclipsando al resto de los artistas del género. Su
producción abarca una amplia gama de temas que van desde el retrato y las escenas religiosas hasta el
paisaje. Entre sus estampas cabe destacar Autorretrato del artista recostado en un poyo de piedra
(1639).
Los temas que contribuyeron al florecimiento de la escuela de grabado holandesa son el retrato, el
paisaje, los estudios de interior y las escenas de la vida cotidiana. Ferdinand Bol, Adriaen van Ostade y
Anthony Waterloo representaron en sus aguafuertes la forma de vida holandesa. Bol realizó excelentes
retratos, Van Ostade destacó por sus escenas campesinas y de las manos de Waterloo salieron bellos
paisajes.
El taller del maestro flamenco Petrus Paulus Rubens, en Amberes, era muy activo. Muchos artistas
produjeron un verdadero aluvión de grabados sacados de los apuntes y de los dibujos del maestro. El
discípulo de Rubens con más talento fue Anthony van Dyck, que se estableció en Inglaterra en 1632 y
trabajó como pintor de corte para Carlos I. Con la colaboración de otros artistas, Van Dyck acometió la
tarea de grabar al aguafuerte 128 retratos de los hombres más famosos del momento. Esta colección,
conocida como Iconografía (1634-1641), se caracteriza por su economía de líneas y su excelencia
técnica.
Grabados del siglo XVIII
Durante dos siglos el arte de grabar en madera, la xilografía, que había pasado por una época de
decaimiento en Europa debido al triunfo del grabado sobre metales, resurgió con fuerza a finales del
siglo XVIII gracias a una serie de avances técnicos. Las ilustraciones de Gustave Doré, pintor y
grabador francés, representan una de las épocas de mayor esplendor del grabado en madera.
Inspirándose en los primeros románticos ingleses y alemanes, indiferente a las novedades, ilustró
algunas de las obras cumbre de la literatura universal: El Quijote de Miguel de Cervantes, la Divina
Comedia de Dante, El paraíso perdido de Milton, obras de Rabelais y de Balzac. Pintó también
numerosos paisajes, con una concepción muy alejada de las tendencias de la época, lo que le granjeó la
incomprensión del público francés. Otros artistas franceses como François Boucher y Jean-Honoré
Fragonard documentaron la vida de la corte con sus dibujos y apuntes, de los que los más importantes
editores sacaron grabados que alcanzaron gran popularidad.
Hasta el siglo XVIII Inglaterra no tenía una gran tradición de la técnica del grabado. Sin embargo, se
reproducían los retratos académicos de la nobleza y de la aristocracia por medio de la técnica de la
media tinta. Mientras el retratista Joshua Reynolds continuaba prefiriendo la tradición académica, un
triunvirato de artistas satíricos, con William Hogarth a la cabeza, se dedicó a combatir esta tradición.
Con sus grabados, Hogarth, James Gillray y Thomas Rowlandson satirizaron casi todos los aspectos de
la vida en la Inglaterra del siglo XVIII. La tónica de sus estampas iba desde la suave reflexión
moralizadora hasta el comentario salvaje y en algunos casos la obscenidad.
Durante el siglo XVIII las técnicas de grabado volvieron a florecer en Italia, como lo demuestran las
obras de Giovanni Battista Tiepolo, Canaletto y Giovanni Battista Piranesi. Los grabados de Tiepolo se
caracterizan por la delicadeza de las líneas y por el sentido de espaciosidad que conseguía
economizando líneas y detalles. El trazado de Canaletto, sólido pero con un toque de ligereza, le
permitió captar el ambiente de la Venecia del siglo XVIII en sus representaciones de patios, canales y
bellas arquitecturas. Piranesi, con su pasado de arquitecto y su destreza con el buril, encontró una vía
para canalizar su pasión por las antigüedades romanas. Grabó varios miles de estampas, entre las que
destaca la serie Prisiones (1745; 2ª edición 1760-1761); se trata de vistas de gran tamaño de cárceles
imaginarias, representadas con espectaculares detalles arquitectónicos, en los que se combina la
lobreguez misteriosa de las mazmorras con la majestad de los techos de altas bóvedas, las
interminables escaleras y los macizos puentes interiores.
Grabados del siglo XIX
El sueño de la razón produce monstruos
El sueño de la razón produce monstruos (1797-1799) pertenece a Los caprichos, serie de grabados
en la que Francisco de Goya hace una sátira de la sociedad y de la Iglesia y da rienda suelta a su
fantasía. Se cree que la figura dormida es un autorretrato del pintor.
Grandes Exponentes del Arte del Grabado
Francisco de Goya
(1746-1828), pintor y grabador español considerado uno de los grandes maestros de la pintura de su
país. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Édouard Manet, Pablo Picasso y
gran parte de la pintura contemporánea. Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó a un
estilo personal y creó obras que, como la famosa El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos
en la montaña del Príncipe Pío (1814, Museo del Prado, Madrid), siguen causando, hoy día, el mismo
impacto que en el momento en que fueron realizadas.
Goya nació en la pequeña localidad aragonesa de Fuendetodos (cerca de Zaragoza) el 30 de marzo de
1746. Su padre era pintor y dorador de retablos y su madre descendía de una familia de la pequeña
nobleza de Aragón. Poco se sabe de su niñez. Asistió a las Escuelas Pías de Zaragoza y comenzó su
formación artística a los 14 años, momento en el que entró como aprendiz en el taller de José Luzán,
pintor local competente aunque poco conocido, donde Goya pasó cuatro años. En 1763 el joven artista
viajó a Madrid, donde esperaba ganar un premio en la Academia de San Fernando (fundada en 1752).
Aunque no consiguió el premio deseado, hizo amistad con otro artista aragonés, Francisco Bayeu,
pintor de la corte que trabajaba en el estilo académico introducido en España por el pintor alemán
Anton Raphael Mengs. Bayeu (con cuya hermana, Josefa, habría de casarse Goya más adelante) tuvo
una enorme influencia en la formación temprana de Goya y a él se debe que participara en un encargo
importante, los frescos de la iglesia de la Virgen del Pilar en Zaragoza (1771, 1780-1782), y que se
instalara más tarde en la corte.
En 1771 fue a Italia donde pasó aproximadamente un año. Su actividad durante esa época es
relativamente desconocida; se sabe que pasó algunos meses en Roma y también que participó en un
concurso de la Academia de Parma en el que logró una mención. A su vuelta a España, alrededor de
1773, se presentó a varios proyectos para la realización de frescos, entre ellos el de la Cartuja de Aula
Dei, cerca de Zaragoza, en 1774, donde sus pinturas prefiguran las de sus mejores frescos realizados en
la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid, en 1798, fecha en la que comenzó a hacer grabados
partiendo de la obra de Velázquez que, junto con la de Rembrandt, sería fuente de inspiración durante
toda su vida.
En 1789 Goya fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV y en 1799 ascendió a primer pintor de
cámara, decisión que le convirtió en el pintor oficial de Palacio. Goya disfrutó de una posición especial
en la corte, hecho que determinó que el Museo del Prado de Madrid heredara una parte muy
importante de sus obras, entre las que se incluyen los retratos oficiales y los cuadros de historia. Éstos
últimos se basan en su experiencia personal de la guerra y trascienden la representación patriótica y
heroica para crear una salvaje denuncia de la crueldad humana. Los cartones para tapices que realizó a
finales de la década de 1780 y comienzos de la de 1790 fueron muy apreciados por la visión fresca y
amable que ofrecen de la vida cotidiana española. Con ellos revolucionó la industria del tapiz que,
hasta ese momento, se había limitado a reproducir fielmente las escenas del pintor flamenco del siglo
XVII David Teniers. Algunos de los retratos más hermosos que realizó de sus amigos, de personajes
de la corte y de la nobleza datan de la década de 1780. Obras como Carlos III, cazador (1786-1788);
Los duques de Osuna y sus hijos (1788) ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el cuadro la
Marquesa de Pontejos (c. 1786, Galería Nacional, Washington) demuestran que en esa época pintaba
con un estilo elegante, que en cierto modo recuerda al de su contemporáneo inglés Thomas
Gainsborough. Dos de sus cuadros más famosos, obras maestras del Prado, son: La maja desnuda
(1800-1803) y La maja vestida (1800-1803).
En el invierno de 1792, en una visita al sur de España, Goya contrajo una grave enfermedad que le
dejó totalmente sordo y marcó un punto de inflexión en su expresión artística. Entre 1797 y 1799
dibujó y grabó al aguafuerte la primera de sus grandes series de grabados, Los caprichos, en los que,
con profunda ironía, satiriza los defectos sociales y las supersticiones de la época. Series posteriores,
como los Los desastres de la guerra o Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con
Buonaparte y otros caprichos enfáticos, (1810) y Los disparates (1820-1823), presentan comentarios
aún más cáusticos sobre los males y locuras de la humanidad. Los horrores de la guerra dejaron una
profunda huella en Goya, que contempló personalmente las batallas entre soldados franceses y
ciudadanos españoles durante los años de la ocupación napoleónica. En 1814 realizó El 2 de mayo de
1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos y El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en
la montaña del Príncipe Pío y pinturas posteriores (ambos en el Museo del Prado). Estas pinturas
reflejan el horror y dramatismo de las brutales masacres de grupos de españoles desarmados que
luchaban en las calles de Madrid contra los soldados franceses. Ambas están pintadas, como muchas
de las últimas obras de Goya, con pinceladas de grueso empaste de tonalidades oscuras y con puntos
de amarillo y rojo brillante.
Sencillez y honestidad directas también se aprecian en los retratos que pintó en la cúspide de su
carrera, como La familia de Carlos IV (1800, Museo del Prado), donde se muestra a la familia real sin
la idealización habitual.
Las célebres Pinturas negras (c. 1820, Museo del Prado) reciben su nombre por su espantoso
contenido y no tanto por su colorido y son las obras más sobresalientes de sus últimos años.
Originalmente estaban pintadas al fresco en los muros de la casa que Goya poseía en las afueras de
Madrid y fueron trasladadas a lienzo en 1873. Destacan, entre ellas, Saturno devorando a un hijo (c.
1821-1823), Aquelarre, el gran cabrón (1821-1823). Predominan los tonos negros, marrones y grises y
demuestran que su carácter era cada vez más sombrío. Posiblemente se agravó por la opresiva
situación política de España por lo que tras la primera etapa absolutista del rey Fernando VII y el
Trienio constitucional (1821-1823), decidió exiliarse a Francia en 1824. En Burdeos trabajó la técnica,
entonces nueva, de la litografía, con la que realizó una serie de escenas taurinas, que se consideran
entre las mejores litografías que se han hecho. Aunque hizo una breve visita a Madrid en 1826, murió
dos años más tarde en el exilio, en Burdeos, el 16 de abril de 1828. Goya no dejó herederos artísticos
inmediatos, pero su influencia fue muy fuerte en los grabados y en la pintura de mediados del siglo
XIX y en el arte del siglo XX.
………………………………………………………………………………………………………….
Los artistas más destacados del siglo XIX realizaron una amplia gama de grabados, notables por la
diversidad y lo atractivo de sus temas. El español Francisco de Goya, por ejemplo, combinó el
aguatinta con el aguafuerte para producir visiones veraces de las locuras de la humanidad y de las
atrocidades de la guerra. Su personalísimo estilo queda especialmente patente en la serie de Los
caprichos (1797-1799) en la que, casi con ferocidad, arremete contra el clero y contra el gobierno por
su riqueza, su corrupción y su hipocresía. Durante la guerra de la Independencia contra la ocupación
francesa (1808-1814), Goya creó su segunda serie de grabados más famosa, los Desastres de la guerra
(1810), con imágenes aterradoras del espantoso destino que sufren las personas atrapadas en ella.
En París, la litografía constituía un medio barato para reproducir imágenes a gran escala en forma de
estampas, periódicos e ilustraciones de libros. Honoré Daumier era la voz de la clase media; estaba
especialmente dotado para la sátira política y el comentario social, y el reinado corrupto de Carlos X
fue el abono perfecto para su fecundo cerebro. Periódicos como Le Charivari difundieron sus
observaciones agudas y mordaces sobre el gobierno, la abogacía y las clases superiores, con sus
numerosas debilidades.
William Blake entró, en 1772, como aprendiz en el taller de un grabador y durante siete años realizó
grabados para anticuarios. Durante la década de 1780 trabajó como grabador mientras investigaba los
medios para estampar a la vez sus propios poemas e ilustraciones. Realizó varios libros de poesía
mística acompañada de sus ilustraciones únicas y extrañas. Entre sus obras más inquietantes cabe
señalar las ilustraciones para el Libro de Job (1826).
Entre los artistas franceses de mediados del siglo XIX destaca el melancólico Charles Meryon. Más
importante que su técnica como aguafuertista era su manera de ver su amado París, sobre todo las
partes más antiguas destinadas a ser demolidas. Representó el encanto y la elegancia de esos viejos
edificios con un estilo de gran dramatismo.
Desde la década de 1860 hasta finales del siglo, el grabado japonés ejerció una enorme influencia
sobre el arte y los artistas europeos. Se dice que el artista parisino Félix Braquemond recibió un envío
de platos de porcelana de Japón, envueltos en estampas de Hokusai. Entusiasmado, enseñó éstas a sus
amigos impresionistas, quienes quedaron muy sorprendidos por su composición plana, vigorosa y
asimétrica. Las litografías de Edgar Degas que representan mujeres bañándose y vistiéndose, evocan
este estilo japonés. El exponente más llamativo y original de este japonesismo fue quizá Henri de
Toulouse-Lautrec. Tomando el cromatismo de las estampas japonesas, que va desde el tono más tenue
al más brillante, así como sus imágenes características, dibujó carteles en los que captó la esencia del
encanto y de la elegancia.
La popularidad de la litografía en color aumentó gracias a la influencia del artista de carteles Jules
Chéret. Las bellas litografías en color de Pierre Bonnard y Édouard Vuillard retratan escenas urbanas
de París y las intimidades de la vida familiar. Gracias a la obra de Chéret, junto con la de Théophile
Steinlen y la de Toulouse-Lautrec, el cartel se convirtió en un poderoso medio publicitario. El artista
checo Alphonse Mucha puso de relieve, en sus elegantes carteles, la línea sensual y el talante
decorativo que constituían la esencia del movimiento Art Nouveau de finales de siglo.
El artista noruego Edvard Munch creó grabados a la fibra y litografías que se caracterizan por unas
imágenes muy personales llenas de fuerza y de pasión. Sus mujeres suelen ser exuberantes y sensuales;
sus hombres parecen cargados de angustia y de tensiones internas.
Grabados del siglo XX
Desde el fauvismo, el cubismo y el expresionismo hasta el surrealismo, el expresionismo abstracto, el
Op Art y el Pop Art, los numerosos movimientos artísticos que configuran la historia del arte de este
siglo resultan insólitos en cuanto a su cantidad y a su diversidad, así como en cuanto a la rapidez con
que se han desarrollado. Los grabadores han desempeñado un papel en cada uno de ellos.
En los albores del siglo XX París seguía siendo el centro del arte occidental, incluyendo las técnicas de
grabado. Henri Matisse, Georges Rouault y André Derain formaban parte del grupo de
postimpresionistas que, utilizando el color de manera libre y llamativa, constituían el movimiento
conocido como fauvismo. Estos jóvenes artistas utilizaban el color sin ningún tipo de contenciones y
así aparece en sus grabados, excepto en la obra gráfica de Matisse cuyas estampas más importantes son
litografías en blanco y negro. Para sus numerosas odaliscas (modelos posando como bellezas de un
harén), Matisse eligió un fondo con dibujos, muy decorativo, mientras que la modelo lleva un traje
exótico al estilo persa; con esta atmósfera rica y opulenta, en blanco y negro, consigue sugerir la
intensidad de un fuerte cromatismo.
El artista francés Georges Braque y el español Pablo Picasso, trabajando juntos a principios de 1909,
llegaron al cubismo, que convirtió la imagen realista en forma abstracta, disolviéndola en elementos
cúbicos y entrecruzando formas y planos. Los primeros grabados de Picasso (1904), que tenían como
base un soberbio dibujo, denotan franqueza y compasión y evocan una naturaleza sombría y
sentimental. En 1930 el editor Ambroise Vollard le encargó una serie de 100 grabados y Picasso creó
la llamada Suite Vollard (editada en 1937) que constituye uno de los mayores logros gráficos del
artista. Está compuesta por aguafuertes y aguatintas con temas que van desde el artista y sus modelos
en el estudio hasta representaciones sensuales y conmovedoras de minotauros y retratos del propio
Vollard. Braque, Jacques Villon, Juan Gris y Louis Marcoussis realizaron también importantes
grabados cubistas en los que consiguieron una relación cálida y armoniosa entre la línea grabada y el
cromatismo de la estampa.
El surrealismo, que buscaba las imágenes que manan del inconsciente y de los sueños, dio un buen
número de grabadores famosos. Cabe destacar la obra del español Joan Miró, con sus litografías en
color deliciosamente fantásticas, y las obras de André Masson y de Yves Tanguy, en las que se
encuentra un carácter fantástico similar con curiosas insinuaciones. En 1910, Marc Chagall llegaba a
París procedente de Rusia. A lo largo de su dilatada carrera, Chagall destacó como pintor y grabador,
combinando una encantadora y folclórica ingenuidad con unas imágenes abigarradas y soñadoras. Sus
principales obras gráficas son la serie del principio Mi vida (1922), los 105 aguafuertes que ilustran
escenas de la Biblia (1956) y los 100 aguafuertes (1948) para la novela Las almas muertas del escritor
ruso Nikolái Gógol.
A principios de siglo, y como reacción contra el impresionismo y el postimpresionismo, un grupo de
artistas alemanes desarrollaron el expresionismo, estilo que hace hincapié en las emociones subjetivas
y en las respuestas al mundo exterior. Como ocurría con el estilo gótico, el grabado a la fibra, marcado
y cercano, era la técnica perfecta. Los artistas Ernst Ludwig Kirchner, Karl Schmidt-Rottluff, Erich
Heckel y Otto Mueller, con base en Dresde, formaron el grupo denominado Die Brücke (El puente).
Sus estilos variaban desde los fuertes contrastes producidos por secciones de madera toscamente
cincelada de los grabados abocetados de Schmidt-Rottluff y los desabridos retratos de Heckel, hasta
las composiciones líricas de figuras femeninas de Mueller.
En Munich emergió otro grupo, Der Blaue Reiter (El jinete azul) encabezado por el artista nacido en
Rusia Wassily Kandinsky. Sus miembros, junto con el suizo Paul Klee, desarrollaron una abstracción
refinada, dominada por el ritmo de la línea y por un sentido dramático del color y desprovista de
objetos figurativos. Klee, como artista de prestigio, se separó pronto del grupo y se fue a trabajar solo a
Suiza; empleaba imágenes de apariencia infantil, llenas de ingenuidad y fantasía para crear
planteamientos personales muy complejos con implicaciones universales.
Los aguafuertes de John Sloan y de Edward Hopper, junto con las litografías de George Bellows,
fueron los primeros grabados estadounidenses que captaron todos los aspectos de la vida urbana, de la
miseria a la magnificencia. Los tres artistas pertenecían a la escuela Ashcan, fundada en 1907, y que
constituyó el primer movimiento artístico que rompió con los estilos europeos.
La exposición denominada Armory Show, celebrada en 1913, llevó el modernismo a los grabadores de
Estados Unidos; sus repercusiones siguieron ejerciendo influencia durante muchos años.
Tendencias recientes
A partir de 1950, el grabado se ha convertido en la principal forma de expresión para los artistas de
vanguardia. Entre los artistas contemporáneos que han destacado también como grabadores se
encuentran los expresionistas abstractos Robert Motherwell, Robert Rauschenberg y Jasper Johns.
Apartándose de la visión de los expresionistas abstractos surgieron jóvenes artistas de la cultura
popular (Pop Art) que, combinando material de los medios de comunicación —revistas, periódicos,
películas y fotografías—, obtenían imaginativas representaciones. Artistas como Andy Warhol, Roy
Lichtenstein y Robert Indiana desafiaron la tradición gráfica al crear anuncios.
Bibliografía:
Cultura y Estéticas Contemporáneas………………………………….Editorial Puerto de Palos
Léxico Técnico de las Artes Visuales
Enciclopedia Encarta-Internet.
86573966 historia-del-grabado
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  • 1. Historia de las técnicas de grabado Las técnicas de grabado tienen su origen en China, a raíz de la invención del papel hacia el año 105. El grabado en relieve prosperó en Europa en el siglo XV, cuando llegaron a este continente las técnicas de la fabricación de papel procedentes de Oriente. Desde entonces el grabado en relieve se ha visto incrementado con las técnicas antes descritas y se continúa practicando como una de las bellas artes. Litografías y grabados a fibra en China Las litografías son anteriores a cualquier forma de grabado a la fibra. Para que los alumnos chinos pudieran estudiar sus libros sagrados, los textos clásicos y las correspondientes imágenes sagradas eran cincelados en grandes losas planas de piedra. Una vez grabadas las líneas, se aplicaba un papel húmedo sobre la superficie, de tal manera que el papel quedara introducido en las ranuras que formaban el diseño. A continuación se aplicaba la tinta sobre todo el papel, pero no manchaba las zonas del mismo que estaban metidas en las ranuras. Entonces se levantaba cuidadosamente el papel y la imagen que había sido tallada aparecía en líneas blancas sobre un fondo negro. En esta técnica radica la verdadera esencia del grabado que continuó desarrollándose con la difusión del budismo desde la India hasta China; una sola plantilla servía para estampar en el papel las imágenes y el texto. Este método de combinar texto e imágenes se llama libro xilográfico. El grabado a fibra chino más antiguo que se conserva, con texto e imágenes combinadas, es un famoso manuscrito budista, de unos 5 m de largo, del Sutra del Diamante (868, Museo Británico, Londres). Estas primitivas estampas devocionales eran reproducciones de dibujos de artesanos anónimos, de muy distinta calidad. La tosquedad de las imágenes indica que se reproducían pensando poco en su presentación artística, pero tal como ocurriría en Europa en el siglo XV, estas obras tempranas del arte popular fueron muy importantes para el desarrollo de la estampación. Hacia final de la dinastía Ming, en la década de 1640, apareció un texto llamado Jardín grande como un grano de mostaza. Se trataba en realidad de una enciclopedia de la pintura destinada a la formación e inspiración de los artistas. Muchos de sus bellos e instructivos grabados a la fibra eran en color. Una reimpresión del Manual de pintura llegó a Japón, y con ella la técnica básica del grabado a la fibra, después desarrollada por los artistas japoneses. Grabados japoneses No se puede separar la historia de los grabados japoneses del desarrollo del arte en China y de la técnica del grabado en relieve inventada en este país. El estilo del arte gráfico japonés surgido a mediados del siglo XVIII se conoce como Ukiyo-e, que significa ‘imágenes del mundo flotante’. Las primeras estampas Ukiyo-e eran en blanco y negro. Estaban creadas para el gran público y eran efímeras, semejantes a las tarjetas postales. Algunas se destinaban a la decoración del hogar y otras marcaban las pautas de la moda y de la conducta del momento. Pronto se introdujo la estampación en color con múltiples plantillas. Las formas planas y sólidas, los colores muy empleados en el teatro, el diseño y la composición caracterizan el Ukiyo-e posterior, que se apoyó para su florecimiento en el teatro popular japonés, kabuki, ya que entre los temas favoritos se encontraban los retratos de los actores populares en papeles dramáticos. De la misma manera que las estampas teatrales anunciaban famosas escenas del teatro, había estampas de bellas mujeres para anunciar el mundo de las prostitutas. El artista más vinculado a este último periodo
  • 2. es Toshusai Sharaku. Sus grabados son melodramáticos y ponen de relieve los rasgos faciales exagerados y los bellos trajes de los personajes. Otro tema popular de Ukiyo-e eran las escenas de género. Harunobu se dedicó especialmente a la belleza femenina, representando muchachas llenas de gracia y encanto poético. Quizá el artista más notable en la representación de la figura femenina fue el imaginativo Utamaro que, con poéticos trazos y gran seguridad en el dibujo, creó imágenes íntimas y eróticas con delicados detalles compositivos. Grabados japoneses del siglo XIX La ola La obra de Hokusai comprende algunos de los mejores grabados paisajísticos japoneses. Entre los miles de grabados que realizó durante su prolífica carrera se encuentra la famosa serie Treinta y seis vistas del monte Fuji (c. 1826-1833). En La ola vemos el monte Fuji al fondo y en primer plano unas embarcaciones a punto de ser destrozadas por la enorme ola. En el siglo XIX, las preferencias pasaron de los temas figurativos a los paisajes. Los maestros indiscutibles en la representación de estos últimos fueron Hokusai e Hiroshige. Hokusai solía firmar sus obras como ‘el loco por la pintura’. Representaba detalladamente los cambios de estación, fascinado por todos los aspectos de la naturaleza; sus estudios de aves, cataratas, olas, insectos, peces, árboles y montañas forman un famoso libro de dibujos, de 13 volúmenes, llamado Hokusai manga (comenzado en 1814). Hiroshige hacía hincapié en la calidad de la línea, consiguiendo también extraordinarios efectos de color contra color. Sus sorprendentes estampas se caracterizan por una degradación que va de la coloración intensa a una simple pizca de color, junto con un modelado muy estilizado. Destacan entre sus obras las series de estampas sobre los viajeros en la carretera de Tokaido (1804) y las Sesenta y nueve estaciones de la carretera de Kiso. Hacia 1856 París descubrió los grabados de Hokusai, y pronto se dieron a conocer muchos más. El entusiasmo que provocaron puso de moda todo lo japonés, tendencia que perduraría en París durante 40 años y que ejercería una gran influencia sobre el arte moderno.
  • 3. Grabados góticos Los primeros grabados a la fibra que se realizaron en el mundo occidental datan del siglo XV, coincidiendo con el establecimiento de molinos de papel en varias zonas de Alemania, Francia e Italia. Los primeros dibujos, de estilo gótico, fueron tallados toscamente en tacos de madera, entintados y estampados. Las primeras estampas realizadas de esta manera se utilizaban para jugar a los naipes, entretenimiento popular de la época; se vendían baratas y se podían producir en grandes cantidades. En el periodo gótico, la mayor parte de la vida se centraba alrededor de la Iglesia, por lo que el clero utilizaba estampas con fines devocionales, distribuyéndolas entre los fieles. Estas estampas representaban escenas de la vida Jesús, de la Virgen María y de los santos, así como historias de la Biblia. Con la fabricación de un papel de buena calidad y barato mejoró la calidad de la estampación y se produjeron muchos libros ilustrados. Grabados renacentistas El artista más ilustre del renacimiento en el norte de Europa fue Alberto Durero. Había nacido en Nuremberg en 1471 y, aunque se había formado inicialmente como orfebre, llegó a ser el primer gran maestro gráfico. Su notable capacidad con el buril y la gubia, junto con su atenta observación de la naturaleza y su pasión por el grabado, le hicieron merecedor del éxito y de la admiración de sus contemporáneos. Dignas de mención son algunas de sus magníficas estampas como El caballero, la Muerte y el Diablo (1513), así como sus numerosas series de estampas religiosas. El grabador holandés Lucas van Leyden, sobre el que ejercieron gran influencia Durero y el estilo clásico de sus contemporáneos italianos, representó paisajes holandeses y escenas de interior con mano diestra y sensibilidad. Sus grabados tuvieron gran significación en la fundación de la escuela holandesa de pintura en el siguiente siglo. El grabador italiano Marcantonio Raimondi creó imágenes clásicas que denotan claro sentido de la composición y el detalle y gran sensibilidad. Por aquel entonces la importancia del grabado en Francia y en España era insignificante. Hacia mediados del siglo XVI los grabados habían alcanzado gran popularidad y se utilizaban para todas las formas de ilustración, incluyendo los estudios topográficos y los retratos. Grandes Exponentes del Grabado Europeo Alberto Durero (1471-1528) El artista más famoso del renacimiento alemán conocido en todo el mundo por sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte, que ejercieron una profunda influencia en los artistas del siglo XVI de su propio país y de los Países Bajos. Durero nació el 21 de mayo de 1471 en Nuremberg. Su padre, Alberto Durero el Viejo, era orfebre y fue el primer maestro de su hijo. De su primera formación, el joven Durero heredó el legado del arte alemán del siglo XV, en el que estaba muy presente la pintura flamenca del gótico tardío. Los artistas alemanes no tenían dificultad en adaptar su propia tradición gótica a la de artistas flamencos como Robert Campin, Jan van Eyck y, sobre todo, Rogier van der Weyden. El concepto empírico del mundo de la gente del norte (basado más en la observación que en la teoría) era el nexo común. Durante el siglo XVI el fortalecimiento de lazos con Italia a través del comercio y la difusión de las ideas de los humanistas italianos por el norte de Europa, infundieron nuevas ideas artísticas al mundo del arte alemán, de tradición más conservadora. Para los artistas alemanes resultaba difícil conciliar su imaginería medieval —representada con ricas texturas, colores brillantes y figuras con gran lujo de detalle— con el énfasis que los artistas italianos ponían en la antigüedad clásica, los temas mitológicos y las figuras idealizadas. La tarea que Durero se
  • 4. planteó fue la de proveer a sus compatriotas de un modelo con el que pudieran combinar el interés empírico por los detalles naturalistas con los aspectos más teóricos del arte italiano. En su abundante correspondencia —especialmente en las cartas al humanista Willibald Pirckheimer, amigo suyo toda la vida— y en diversas publicaciones, Durero hacía hincapié en que la geometría y las medidas eran la clave para el entendimiento del arte renacentista italiano y, a través de él, del arte clásico. Desde aproximadamente 1507 hasta su muerte tomó notas y realizó dibujos para su tratado más conocido,Vier Bücher von menschlicher Proportion (Cuatro libros sobre las proporciones humanas, publicado póstumamente en 1528). Sin embargo, otros artistas contemporáneos suyos, con una orientación de tipo más visual que literaria, ponían mayor atención en los grabados en planchas de cobre y madera de Durero, que en sus escritos dirigidos a orientarlos en la modernización de su arte con desnudos de corte clásico y temas idealizados, propios del renacimiento italiano. Después de estudiar con su padre, Durero entró con 15 años como aprendiz del pintor y grabador Michael Wolgemut. Entre 1488 y 1493, el taller de Wolgemut se dedicó a la considerable tarea de realizar numerosas xilografías para ilustrar la Crónica de Nuremberg (1493) de Hartmann Schedel, y es probable que Durero recibiera una instrucción exhaustiva de cómo hacer los dibujos para las planchas de madera. Durante toda la época renacentista, el sur de Alemania fue centro de muchas publicaciones y era común que los pintores de ese periodo estuvieran también cualificados para realizar xilografías y grabados para ellas. Como era costumbre entre los jóvenes que habían acabado su periodo de aprendizaje, Durero emprendió un viaje de estudios en 1490. En 1492 llegó a Colmar, donde intentó entrar en el taller del pintor y grabador alemán Martin Schongauer que, cosa que no sabía Durero, había muerto en 1491. Los hermanos de Schongauer le aconsejaron que se dirigiera al centro de publicaciones de Basilea, en Suiza, para buscar trabajo. En Basilea y después en Estrasburgo, Durero realizó ilustraciones para varias publicaciones, entre las que se encuentra Das Narrenschiff de Sebastian Brant en 1494 (traducida en 1507 como La nave de los locos). Durante esta primera etapa de su vida, comprendida entre su aprendizaje y su regreso a Nuremberg en 1494, su arte refleja una enorme facilidad en el trazado del dibujo y una minuciosa observación del detalle. Dichas cualidades son especialmente evidentes en una serie de autorretratos, entre los que se encuentra uno de sus dibujos más antiguos (1484, Albertina, Viena) que hizo a la edad de 13 años, un retrato de expresión seria dibujado en 1491 (Colecciones de la Universidad, Erlangen, Alemania), y otro retrato en el que aparece como un joven seguro de sí mismo (1493, Louvre, París). Después de casarse con Agnes Frey en Nuremberg en 1494, Durero viajó a Italia. Allí realizó acuarelas de paisajes con gran minuciosidad de detalle, probablemente durante su viaje de regreso, como por ejemplo una vista del castillo de Trento (National Gallery, Londres). Durante los diez años siguientes en Nuremberg, desde 1495 a 1505, produjo un gran número de obras que le ayudaron a asentar su fama. Entre ellas destaca la serie de ilustraciones para grabar en madera de El Apocalipsis (1498), los grabados de La gran fortuna (1501-1502) y La caída del hombre (1504). Éstas y otras obras de este periodo muestran, en su conjunto, una maestría técnica cada vez mayor en el arte de la xilografía y el grabado, un manejo de las proporciones humanas basado en los textos del tratadista romano Vitrubio y una brillante capacidad para incorporar detalles de la naturaleza en obras que reflejan el entorno con gran realismo. En 1497 pintó su Autorretrato (Museo del Prado, Madrid) y en 1500 el de la Pinacoteca de Munich, en el que se representa con las características que habitualmente se atribuyen a Cristo, y expresa de forma visual la preocupación que demostró durante toda su vida por elevar la categoría del artista por encima de la del mero artesano.
  • 5. La melancolía En el grabado La melancolía (1514) Alberto Durero simboliza la relación entre la ética, la teología y las ideas intelectuales. La melancolía representa al artista, que posee el conocimiento y la técnica para crear pero cuya inspiración se resiste a levantar vuelo. Durero volvió a viajar a Italia entre 1505 y 1507. En Venecia conoció al gran maestro Giovanni Bellini y a otros artistas, y la Fundación de Comerciantes Alemanes le encargó una obra importante: el retablo de La fiesta del Rosario (1506, Museo Nacional, Praga). En 1507 regresó a Nuremberg donde comenzó un segundo periodo de una ingente producción artística con obras como el retablo para la iglesia de los dominicos de Frankfurt (1508-1509, destruido en un incendio en 1729), la tabla de la Adoración de la Trinidad (1508-1511, Kunsthistorische Museum, Viena), Eva (1507, Museo del Prado, Madrid); retratos; y numerosos grabados, entre los que se encuentran dos ediciones de la Pasión, los grabados en madera para el Arco del triunfo encargo del emperador del Sacro Imperio Romano Maximiliano I, y una serie de grabados como El caballero, la Muerte y el Diablo (1513), San Jerónimo (1514) y La melancolía (1514). Mediante el grabado de línea Durero consiguió crear diferentes gamas de sombreado y texturas con las que logró plasmar formas tridimensionales con una maestría nunca antes superada. En 1520 Durero se enteró de que Carlos I, sucesor de Maximiliano I, iba a viajar desde España a Aquisgrán para ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano. Durero había recibido una pensión anual por parte de Maximiliano y tenía la intención de que Carlos I mantuviera esa asignación. Emprendió el viaje a Aquisgrán, que financió vendiendo grabados y otras obras durante el trayecto, y de allí pasó a los Países Bajos entre 1520 y 1521. Su diario nos proporciona un fascinante relato de estos viajes, de las audiencias de los monarcas y de los recibimientos que le brindaron sus compañeros artistas, especialmente en Amberes. Su audiencia con Carlos I resultó satisfactoria. Regresó a Nuremberg, donde habría de permanecer hasta su muerte, el 6 de abril de 1528. Sus últimas obras son dos grandes tablas en las que están representados Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek Munich), que ofreció como regalo a la ciudad de Nuremberg. La calidad de la obra de Durero, la cantidad prodigiosa de su producción artística y la influencia que ejerció sobre sus contemporáneos fueron de una importancia enorme para la historia del arte. En un
  • 6. contexto más amplio, su interés por la geometría y las proporciones matemáticas, su profundo sentido de la historia, sus observaciones de la naturaleza y la conciencia que tenía de su propio potencial creativo son una demostración del espíritu de constante curiosidad intelectual del renacimiento. Schongauer, Martin (1445-1491), pintor y grabador alemán, famoso por sus 115 estampas de temas religiosos. Nació en Colmar, Alsacia (hoy Francia), donde pasó la mayor parte de su vida. La mayoría de sus obras no están autentificadas o datadas con exactitud. Sus últimas pinturas góticas muestran la fuerte influencia de los pintores flamencos, especialmente de Rogier van der Weyden. Aunque fue muy prolífico, sólo se conservan algunos de sus lienzos. La Virgen del rosal, también conocida como La Virgen y el niño en el jardín de las rosas, es una de sus obras maestras, un retablo monumental, realizado en 1473 para la iglesia de San Martín en Colmar. Los grabados en cobre de Schongauer muestran una riqueza y madurez especial, debido a su habilidad como pintor. Fue el primer grabador de su tiempo en el norte de Europa y sus diseños decorativos tuvieron una gran influencia en el desarrollo del arte alemán, sobre todo en la obra de Alberto Durero. Sus grabados, todos ellos de temática religiosa, muestran un excelente estudio del detalle, una economía en la composición y una gran gama de contrastes y texturas de luces y sombras, mucho mayores que las que habían utilizado los estampadores anteriores. Entre sus grabados más conocidos destacan La muerte de la Virgen, uno de los más grandes y primeros trabajos, y La Pasión de Cristo, un conjunto de 12 grabados ejecutados más tarde (c. 1477), cuando había empezado a trabajar sobre planchas más pequeñas. Grabados barrocos Las tres cruces Rembrandt era famoso tanto por sus pinturas como por sus grabados. Las tres cruces (1653, Museo Británico, Londres) es la primera versión de un aguafuerte que el artista reelaboró en más de cuatro ocasiones.
  • 7. Para los artistas barrocos del siglo XVII una imagen podía ser más que la simple descripción de la realidad si además impactaba emocionalmente. Se otorgaba gran importancia a la representación de los gestos, llegando a exagerarlos incluso hasta lo grotesco. En el siglo XVII la talla dulce y el aguafuerte estaban representados en Francia por la obra de Robert Nanteuil y Jacques Uot, dos artistas procedentes de escuelas muy diferentes. Robert Nanteuil realizaba distinguidos retratos cortesanos, con grabados dibujados por él mismo o copiando pinturas de otros artistas. Sus obras alcanzaron gran popularidad y llamaron la atención sobre el trazado escultórico, la calidad de moldeado y la delicadeza que esta técnica permitía. Jacques Callot, natural de la provincia de Lorena, fue el primer artista importante en desarrollar el aguafuerte como técnica artística. Descubrió que con varias inmersiones de una lámina en ácido se podía conseguir la ilusión de la perspectiva en el grabado, creando los diferentes términos de una escena. Los experimentos de Callot hicieron posible grabar al aguafuerte imágenes de gran detalle en láminas diminutas y con su gran competencia técnica creó extraordinarios dibujos de gran variedad de temas. Los monarcas españoles y franceses le encargaron que documentara diferentes acontecimientos históricos y, entre los aguafuertes realizados en tiempos de guerra, Callot produjo su propia serie de estampas, amargas y devastadoras, titulada Grandes miserias de la guerra (1633). Callot se unió, durante algún tiempo, a una banda de gitanos, y este hecho influiría en sus series de estampas sobre la Commedia dell’arte (1618) y Gobbi (1622). Con imágenes grotescas y humorísticas, retrató a enanos y a mendigos en gran variedad de trajes y posturas. Para muchos, lo mejor de la obra de Callot son sus vistas de ciudades y de ferias campestres, como la estampa de gran formato Feria de Impruneta (1620) en la que representó más de 1.000 figuras. Callot contribuyó de gran manera al desarrollo del grabado. Sin embargo, en el siglo XVII, Rembrandt creó imágenes de extraordinaria fuerza y sutileza, eclipsando al resto de los artistas del género. Su producción abarca una amplia gama de temas que van desde el retrato y las escenas religiosas hasta el paisaje. Entre sus estampas cabe destacar Autorretrato del artista recostado en un poyo de piedra (1639). Los temas que contribuyeron al florecimiento de la escuela de grabado holandesa son el retrato, el paisaje, los estudios de interior y las escenas de la vida cotidiana. Ferdinand Bol, Adriaen van Ostade y Anthony Waterloo representaron en sus aguafuertes la forma de vida holandesa. Bol realizó excelentes retratos, Van Ostade destacó por sus escenas campesinas y de las manos de Waterloo salieron bellos paisajes. El taller del maestro flamenco Petrus Paulus Rubens, en Amberes, era muy activo. Muchos artistas produjeron un verdadero aluvión de grabados sacados de los apuntes y de los dibujos del maestro. El discípulo de Rubens con más talento fue Anthony van Dyck, que se estableció en Inglaterra en 1632 y trabajó como pintor de corte para Carlos I. Con la colaboración de otros artistas, Van Dyck acometió la tarea de grabar al aguafuerte 128 retratos de los hombres más famosos del momento. Esta colección, conocida como Iconografía (1634-1641), se caracteriza por su economía de líneas y su excelencia técnica. Grabados del siglo XVIII Durante dos siglos el arte de grabar en madera, la xilografía, que había pasado por una época de decaimiento en Europa debido al triunfo del grabado sobre metales, resurgió con fuerza a finales del siglo XVIII gracias a una serie de avances técnicos. Las ilustraciones de Gustave Doré, pintor y grabador francés, representan una de las épocas de mayor esplendor del grabado en madera. Inspirándose en los primeros románticos ingleses y alemanes, indiferente a las novedades, ilustró
  • 8. algunas de las obras cumbre de la literatura universal: El Quijote de Miguel de Cervantes, la Divina Comedia de Dante, El paraíso perdido de Milton, obras de Rabelais y de Balzac. Pintó también numerosos paisajes, con una concepción muy alejada de las tendencias de la época, lo que le granjeó la incomprensión del público francés. Otros artistas franceses como François Boucher y Jean-Honoré Fragonard documentaron la vida de la corte con sus dibujos y apuntes, de los que los más importantes editores sacaron grabados que alcanzaron gran popularidad. Hasta el siglo XVIII Inglaterra no tenía una gran tradición de la técnica del grabado. Sin embargo, se reproducían los retratos académicos de la nobleza y de la aristocracia por medio de la técnica de la media tinta. Mientras el retratista Joshua Reynolds continuaba prefiriendo la tradición académica, un triunvirato de artistas satíricos, con William Hogarth a la cabeza, se dedicó a combatir esta tradición. Con sus grabados, Hogarth, James Gillray y Thomas Rowlandson satirizaron casi todos los aspectos de la vida en la Inglaterra del siglo XVIII. La tónica de sus estampas iba desde la suave reflexión moralizadora hasta el comentario salvaje y en algunos casos la obscenidad. Durante el siglo XVIII las técnicas de grabado volvieron a florecer en Italia, como lo demuestran las obras de Giovanni Battista Tiepolo, Canaletto y Giovanni Battista Piranesi. Los grabados de Tiepolo se caracterizan por la delicadeza de las líneas y por el sentido de espaciosidad que conseguía economizando líneas y detalles. El trazado de Canaletto, sólido pero con un toque de ligereza, le permitió captar el ambiente de la Venecia del siglo XVIII en sus representaciones de patios, canales y bellas arquitecturas. Piranesi, con su pasado de arquitecto y su destreza con el buril, encontró una vía para canalizar su pasión por las antigüedades romanas. Grabó varios miles de estampas, entre las que destaca la serie Prisiones (1745; 2ª edición 1760-1761); se trata de vistas de gran tamaño de cárceles imaginarias, representadas con espectaculares detalles arquitectónicos, en los que se combina la lobreguez misteriosa de las mazmorras con la majestad de los techos de altas bóvedas, las interminables escaleras y los macizos puentes interiores. Grabados del siglo XIX El sueño de la razón produce monstruos
  • 9. El sueño de la razón produce monstruos (1797-1799) pertenece a Los caprichos, serie de grabados en la que Francisco de Goya hace una sátira de la sociedad y de la Iglesia y da rienda suelta a su fantasía. Se cree que la figura dormida es un autorretrato del pintor. Grandes Exponentes del Arte del Grabado Francisco de Goya (1746-1828), pintor y grabador español considerado uno de los grandes maestros de la pintura de su país. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Édouard Manet, Pablo Picasso y gran parte de la pintura contemporánea. Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó a un estilo personal y creó obras que, como la famosa El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814, Museo del Prado, Madrid), siguen causando, hoy día, el mismo impacto que en el momento en que fueron realizadas. Goya nació en la pequeña localidad aragonesa de Fuendetodos (cerca de Zaragoza) el 30 de marzo de 1746. Su padre era pintor y dorador de retablos y su madre descendía de una familia de la pequeña nobleza de Aragón. Poco se sabe de su niñez. Asistió a las Escuelas Pías de Zaragoza y comenzó su formación artística a los 14 años, momento en el que entró como aprendiz en el taller de José Luzán, pintor local competente aunque poco conocido, donde Goya pasó cuatro años. En 1763 el joven artista viajó a Madrid, donde esperaba ganar un premio en la Academia de San Fernando (fundada en 1752). Aunque no consiguió el premio deseado, hizo amistad con otro artista aragonés, Francisco Bayeu, pintor de la corte que trabajaba en el estilo académico introducido en España por el pintor alemán Anton Raphael Mengs. Bayeu (con cuya hermana, Josefa, habría de casarse Goya más adelante) tuvo una enorme influencia en la formación temprana de Goya y a él se debe que participara en un encargo importante, los frescos de la iglesia de la Virgen del Pilar en Zaragoza (1771, 1780-1782), y que se instalara más tarde en la corte. En 1771 fue a Italia donde pasó aproximadamente un año. Su actividad durante esa época es relativamente desconocida; se sabe que pasó algunos meses en Roma y también que participó en un concurso de la Academia de Parma en el que logró una mención. A su vuelta a España, alrededor de 1773, se presentó a varios proyectos para la realización de frescos, entre ellos el de la Cartuja de Aula Dei, cerca de Zaragoza, en 1774, donde sus pinturas prefiguran las de sus mejores frescos realizados en la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid, en 1798, fecha en la que comenzó a hacer grabados partiendo de la obra de Velázquez que, junto con la de Rembrandt, sería fuente de inspiración durante toda su vida. En 1789 Goya fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV y en 1799 ascendió a primer pintor de cámara, decisión que le convirtió en el pintor oficial de Palacio. Goya disfrutó de una posición especial en la corte, hecho que determinó que el Museo del Prado de Madrid heredara una parte muy importante de sus obras, entre las que se incluyen los retratos oficiales y los cuadros de historia. Éstos últimos se basan en su experiencia personal de la guerra y trascienden la representación patriótica y heroica para crear una salvaje denuncia de la crueldad humana. Los cartones para tapices que realizó a finales de la década de 1780 y comienzos de la de 1790 fueron muy apreciados por la visión fresca y amable que ofrecen de la vida cotidiana española. Con ellos revolucionó la industria del tapiz que, hasta ese momento, se había limitado a reproducir fielmente las escenas del pintor flamenco del siglo XVII David Teniers. Algunos de los retratos más hermosos que realizó de sus amigos, de personajes de la corte y de la nobleza datan de la década de 1780. Obras como Carlos III, cazador (1786-1788); Los duques de Osuna y sus hijos (1788) ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el cuadro la Marquesa de Pontejos (c. 1786, Galería Nacional, Washington) demuestran que en esa época pintaba con un estilo elegante, que en cierto modo recuerda al de su contemporáneo inglés Thomas
  • 10. Gainsborough. Dos de sus cuadros más famosos, obras maestras del Prado, son: La maja desnuda (1800-1803) y La maja vestida (1800-1803). En el invierno de 1792, en una visita al sur de España, Goya contrajo una grave enfermedad que le dejó totalmente sordo y marcó un punto de inflexión en su expresión artística. Entre 1797 y 1799 dibujó y grabó al aguafuerte la primera de sus grandes series de grabados, Los caprichos, en los que, con profunda ironía, satiriza los defectos sociales y las supersticiones de la época. Series posteriores, como los Los desastres de la guerra o Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte y otros caprichos enfáticos, (1810) y Los disparates (1820-1823), presentan comentarios aún más cáusticos sobre los males y locuras de la humanidad. Los horrores de la guerra dejaron una profunda huella en Goya, que contempló personalmente las batallas entre soldados franceses y ciudadanos españoles durante los años de la ocupación napoleónica. En 1814 realizó El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos y El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío y pinturas posteriores (ambos en el Museo del Prado). Estas pinturas reflejan el horror y dramatismo de las brutales masacres de grupos de españoles desarmados que luchaban en las calles de Madrid contra los soldados franceses. Ambas están pintadas, como muchas de las últimas obras de Goya, con pinceladas de grueso empaste de tonalidades oscuras y con puntos de amarillo y rojo brillante. Sencillez y honestidad directas también se aprecian en los retratos que pintó en la cúspide de su carrera, como La familia de Carlos IV (1800, Museo del Prado), donde se muestra a la familia real sin la idealización habitual. Las célebres Pinturas negras (c. 1820, Museo del Prado) reciben su nombre por su espantoso contenido y no tanto por su colorido y son las obras más sobresalientes de sus últimos años. Originalmente estaban pintadas al fresco en los muros de la casa que Goya poseía en las afueras de Madrid y fueron trasladadas a lienzo en 1873. Destacan, entre ellas, Saturno devorando a un hijo (c. 1821-1823), Aquelarre, el gran cabrón (1821-1823). Predominan los tonos negros, marrones y grises y demuestran que su carácter era cada vez más sombrío. Posiblemente se agravó por la opresiva situación política de España por lo que tras la primera etapa absolutista del rey Fernando VII y el Trienio constitucional (1821-1823), decidió exiliarse a Francia en 1824. En Burdeos trabajó la técnica, entonces nueva, de la litografía, con la que realizó una serie de escenas taurinas, que se consideran entre las mejores litografías que se han hecho. Aunque hizo una breve visita a Madrid en 1826, murió dos años más tarde en el exilio, en Burdeos, el 16 de abril de 1828. Goya no dejó herederos artísticos inmediatos, pero su influencia fue muy fuerte en los grabados y en la pintura de mediados del siglo XIX y en el arte del siglo XX. …………………………………………………………………………………………………………. Los artistas más destacados del siglo XIX realizaron una amplia gama de grabados, notables por la diversidad y lo atractivo de sus temas. El español Francisco de Goya, por ejemplo, combinó el aguatinta con el aguafuerte para producir visiones veraces de las locuras de la humanidad y de las atrocidades de la guerra. Su personalísimo estilo queda especialmente patente en la serie de Los caprichos (1797-1799) en la que, casi con ferocidad, arremete contra el clero y contra el gobierno por su riqueza, su corrupción y su hipocresía. Durante la guerra de la Independencia contra la ocupación francesa (1808-1814), Goya creó su segunda serie de grabados más famosa, los Desastres de la guerra (1810), con imágenes aterradoras del espantoso destino que sufren las personas atrapadas en ella. En París, la litografía constituía un medio barato para reproducir imágenes a gran escala en forma de estampas, periódicos e ilustraciones de libros. Honoré Daumier era la voz de la clase media; estaba especialmente dotado para la sátira política y el comentario social, y el reinado corrupto de Carlos X fue el abono perfecto para su fecundo cerebro. Periódicos como Le Charivari difundieron sus
  • 11. observaciones agudas y mordaces sobre el gobierno, la abogacía y las clases superiores, con sus numerosas debilidades. William Blake entró, en 1772, como aprendiz en el taller de un grabador y durante siete años realizó grabados para anticuarios. Durante la década de 1780 trabajó como grabador mientras investigaba los medios para estampar a la vez sus propios poemas e ilustraciones. Realizó varios libros de poesía mística acompañada de sus ilustraciones únicas y extrañas. Entre sus obras más inquietantes cabe señalar las ilustraciones para el Libro de Job (1826). Entre los artistas franceses de mediados del siglo XIX destaca el melancólico Charles Meryon. Más importante que su técnica como aguafuertista era su manera de ver su amado París, sobre todo las partes más antiguas destinadas a ser demolidas. Representó el encanto y la elegancia de esos viejos edificios con un estilo de gran dramatismo. Desde la década de 1860 hasta finales del siglo, el grabado japonés ejerció una enorme influencia sobre el arte y los artistas europeos. Se dice que el artista parisino Félix Braquemond recibió un envío de platos de porcelana de Japón, envueltos en estampas de Hokusai. Entusiasmado, enseñó éstas a sus amigos impresionistas, quienes quedaron muy sorprendidos por su composición plana, vigorosa y asimétrica. Las litografías de Edgar Degas que representan mujeres bañándose y vistiéndose, evocan este estilo japonés. El exponente más llamativo y original de este japonesismo fue quizá Henri de Toulouse-Lautrec. Tomando el cromatismo de las estampas japonesas, que va desde el tono más tenue al más brillante, así como sus imágenes características, dibujó carteles en los que captó la esencia del encanto y de la elegancia. La popularidad de la litografía en color aumentó gracias a la influencia del artista de carteles Jules Chéret. Las bellas litografías en color de Pierre Bonnard y Édouard Vuillard retratan escenas urbanas de París y las intimidades de la vida familiar. Gracias a la obra de Chéret, junto con la de Théophile Steinlen y la de Toulouse-Lautrec, el cartel se convirtió en un poderoso medio publicitario. El artista checo Alphonse Mucha puso de relieve, en sus elegantes carteles, la línea sensual y el talante decorativo que constituían la esencia del movimiento Art Nouveau de finales de siglo. El artista noruego Edvard Munch creó grabados a la fibra y litografías que se caracterizan por unas imágenes muy personales llenas de fuerza y de pasión. Sus mujeres suelen ser exuberantes y sensuales; sus hombres parecen cargados de angustia y de tensiones internas. Grabados del siglo XX Desde el fauvismo, el cubismo y el expresionismo hasta el surrealismo, el expresionismo abstracto, el Op Art y el Pop Art, los numerosos movimientos artísticos que configuran la historia del arte de este siglo resultan insólitos en cuanto a su cantidad y a su diversidad, así como en cuanto a la rapidez con que se han desarrollado. Los grabadores han desempeñado un papel en cada uno de ellos. En los albores del siglo XX París seguía siendo el centro del arte occidental, incluyendo las técnicas de grabado. Henri Matisse, Georges Rouault y André Derain formaban parte del grupo de postimpresionistas que, utilizando el color de manera libre y llamativa, constituían el movimiento conocido como fauvismo. Estos jóvenes artistas utilizaban el color sin ningún tipo de contenciones y así aparece en sus grabados, excepto en la obra gráfica de Matisse cuyas estampas más importantes son litografías en blanco y negro. Para sus numerosas odaliscas (modelos posando como bellezas de un harén), Matisse eligió un fondo con dibujos, muy decorativo, mientras que la modelo lleva un traje exótico al estilo persa; con esta atmósfera rica y opulenta, en blanco y negro, consigue sugerir la intensidad de un fuerte cromatismo. El artista francés Georges Braque y el español Pablo Picasso, trabajando juntos a principios de 1909, llegaron al cubismo, que convirtió la imagen realista en forma abstracta, disolviéndola en elementos
  • 12. cúbicos y entrecruzando formas y planos. Los primeros grabados de Picasso (1904), que tenían como base un soberbio dibujo, denotan franqueza y compasión y evocan una naturaleza sombría y sentimental. En 1930 el editor Ambroise Vollard le encargó una serie de 100 grabados y Picasso creó la llamada Suite Vollard (editada en 1937) que constituye uno de los mayores logros gráficos del artista. Está compuesta por aguafuertes y aguatintas con temas que van desde el artista y sus modelos en el estudio hasta representaciones sensuales y conmovedoras de minotauros y retratos del propio Vollard. Braque, Jacques Villon, Juan Gris y Louis Marcoussis realizaron también importantes grabados cubistas en los que consiguieron una relación cálida y armoniosa entre la línea grabada y el cromatismo de la estampa. El surrealismo, que buscaba las imágenes que manan del inconsciente y de los sueños, dio un buen número de grabadores famosos. Cabe destacar la obra del español Joan Miró, con sus litografías en color deliciosamente fantásticas, y las obras de André Masson y de Yves Tanguy, en las que se encuentra un carácter fantástico similar con curiosas insinuaciones. En 1910, Marc Chagall llegaba a París procedente de Rusia. A lo largo de su dilatada carrera, Chagall destacó como pintor y grabador, combinando una encantadora y folclórica ingenuidad con unas imágenes abigarradas y soñadoras. Sus principales obras gráficas son la serie del principio Mi vida (1922), los 105 aguafuertes que ilustran escenas de la Biblia (1956) y los 100 aguafuertes (1948) para la novela Las almas muertas del escritor ruso Nikolái Gógol. A principios de siglo, y como reacción contra el impresionismo y el postimpresionismo, un grupo de artistas alemanes desarrollaron el expresionismo, estilo que hace hincapié en las emociones subjetivas y en las respuestas al mundo exterior. Como ocurría con el estilo gótico, el grabado a la fibra, marcado y cercano, era la técnica perfecta. Los artistas Ernst Ludwig Kirchner, Karl Schmidt-Rottluff, Erich Heckel y Otto Mueller, con base en Dresde, formaron el grupo denominado Die Brücke (El puente). Sus estilos variaban desde los fuertes contrastes producidos por secciones de madera toscamente cincelada de los grabados abocetados de Schmidt-Rottluff y los desabridos retratos de Heckel, hasta las composiciones líricas de figuras femeninas de Mueller. En Munich emergió otro grupo, Der Blaue Reiter (El jinete azul) encabezado por el artista nacido en Rusia Wassily Kandinsky. Sus miembros, junto con el suizo Paul Klee, desarrollaron una abstracción refinada, dominada por el ritmo de la línea y por un sentido dramático del color y desprovista de objetos figurativos. Klee, como artista de prestigio, se separó pronto del grupo y se fue a trabajar solo a Suiza; empleaba imágenes de apariencia infantil, llenas de ingenuidad y fantasía para crear planteamientos personales muy complejos con implicaciones universales. Los aguafuertes de John Sloan y de Edward Hopper, junto con las litografías de George Bellows, fueron los primeros grabados estadounidenses que captaron todos los aspectos de la vida urbana, de la miseria a la magnificencia. Los tres artistas pertenecían a la escuela Ashcan, fundada en 1907, y que constituyó el primer movimiento artístico que rompió con los estilos europeos. La exposición denominada Armory Show, celebrada en 1913, llevó el modernismo a los grabadores de Estados Unidos; sus repercusiones siguieron ejerciendo influencia durante muchos años. Tendencias recientes A partir de 1950, el grabado se ha convertido en la principal forma de expresión para los artistas de vanguardia. Entre los artistas contemporáneos que han destacado también como grabadores se encuentran los expresionistas abstractos Robert Motherwell, Robert Rauschenberg y Jasper Johns. Apartándose de la visión de los expresionistas abstractos surgieron jóvenes artistas de la cultura popular (Pop Art) que, combinando material de los medios de comunicación —revistas, periódicos,
  • 13. películas y fotografías—, obtenían imaginativas representaciones. Artistas como Andy Warhol, Roy Lichtenstein y Robert Indiana desafiaron la tradición gráfica al crear anuncios. Bibliografía: Cultura y Estéticas Contemporáneas………………………………….Editorial Puerto de Palos Léxico Técnico de las Artes Visuales Enciclopedia Encarta-Internet.