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Este es un niño que quisiera estar en una posición de importancia. Ayúdelo a sen- tirse importante de una manera útil. Puede que esté en condiciones de ayudar a algún compañero en las tareas escolares o de responsabilizarse por alguna acti- vidad de la clase. 
OBJETIVO 3: Venganza 
Este chico probablemente cree que nunca será querido n aceptado. Busque la opor- tunidad de ganárselo. Por ejemplo, pídale ayuda en algo especial para usted. Pídale cooperación para ayudar a algún compañero asustado o desalentado. Hágale saber que valora su sensibilidad. 
Procure de alguna manera llegar a los padres, quienes sin duda le están hirien- do verbal o físicamente al querer disciplinarlo. 
Tome en cuenta que el niño lo someterá a prueba mientras usted procura ga- narlo; lo provocará, procurando comprobar que las cosas realmente son como él pensaba “que en verdad nadie lo quiere”. 
Al recibir un desafío directo del niño orientado hacia la venganza, ha resultado útil dar una respuesta como esta: “Lo que yo siento es que posiblemente quieras herirme (o herir mis sentimientos), y eso me da pena. Quiero que sepas que no quiero hacerte sentir mal a ti. Pienso que ya la vida te ha herido lo suficiente”. Una conversación como ésta requiere mucho tacto, un tono tranquilo y amistoso, confiando en el niño. 
OBJETIVO 4: Insuficiencia asumida 
Ingéniese para ayudar al niño a darse cuenta de que hay algunas cosas que hace bien. Tome en cuenta que resistirá sus esfuerzos para que haga sus tareas esco- lares. No llene sus expectativas enfatizando sus limitaciones. Fije niveles alcan- zables para este niño. Reconozca sus contribuciones positivas pero sin hacerle sentir que se ha de esperar de él más de lo que pueda rendir. 
Adaptado por Martha Fonseca Rivas, de: Como ganarse a los niños. Un manual para la resolución cooperativa de problemas de conducta. Francis X. Walton & Robert L. Powers. 
¿Cómo aplicar la Disciplina Positiva en mi aula? 
Los niños llegan a la escuela con los valores y las actitudes que aprendieron en el hogar, en la relación con sus padres, hermanos y cuidadores desarrollan unos pa- trones de conducta, que les permiten pertenecer a su mundo familiar. 
Cuando llegan a la escuela, el profesor es el encargado de enseñarle las habilida- des necesarias para participar en el mundo más amplio de la sociedad y de las his- toria humana. Hay pocas profesiones con una responsabilidad de tal magnitud. Por eso, el profesor o profesora también necesita ayuda. 
En la Disciplina Positiva, se afirma que en el proceso educativo es importante GA- NARSE a los niños para cumplir juntos las tareas de la educación, y más aún en los últimos años, cuando vemos que se hace más difícil. Es difícil porque se le ha dado mucha difusión a ideas democráticas, que tergiversó el rol del docente y de los alumnos en el aula y colegio. 
Existen teorías que proponen modelos de “refuerzo” para conductas adecuadas, y se supone que “producirán” niños socialmente aceptables. Sin embargo, es fre- cuente que estos niños se vuelvan calculadores, y solo actúen correctamente si reciben refuerzos o premios. Es verdad, que no existe ninguna teoría completa- mente adecuada del comportamiento humano, y se generan debates para definir qué es lo que realmente va a dar resultados. Mientras tanto los niños van crecien- do entre polos apuestos “lo permisivo” Vs. “el castigo”, u otras exageraciones. 
La teoría que fundamenta la Disciplina Positiva presupone que, el permitir y el castigar es lo mismo. Tomemos el ejemplo de vivir bajo el poder de reyes o tira- nos, en ambos casos ellos “permiten” o no, a sus súbditos disfrutar de cierta liber- tad bajo ciertas condiciones, pero “castigan” a sus súbditos cuando consideran que la forma de ejercer esa libertad pone en peligro su superioridad. 
Nosotros vivimos en una democracia, y en ésta, cada miembro de la sociedad es digno de respetarse a sí mismo al igual que a los demás, entonces, no tiene signifi- cado válido el castigo y la venganza, y por otro lado, la permisividad resulta con- descendiente e insultante. PARTICIPACIÓN es la palabra clave en una democracia. 
De hecho, la habilidad de participar en tareas comunes, de cooperar para la reso- lución de problemas comunes, es la base de toda vida en sociedad, y es una carac- terística de todo individuo saludable y feliz. Es una habilidad esencial para la so- brevivencia y el desarrollo futuro del ser humano. 
PRIMER PASO BÁSICO: COMPRENDER AL NIÑO
Toda conducta tiene un objetivo: Los niños, como los adultos, quieren sentir que tienen valor. Para todos es importante pertenecer, encontrar un lugar, ser alguien, valer para otros. De alguna manera, con o sin éxito, nuestro compor- tamiento tiene el propósito de llevarnos hacia este objetivo: tener un lugar y sentirnos importantes entre otras personas. Como mínimo, actuamos para no perder el lugar o la importancia que ya tenemos. Tener un lugar y sentir su propio valor no es generalmente problema para quienes han desarrollado un interés social y están dispuestos a contribuir al desarrollo de nuestra vida humana en común. Tales personas suelen ser bien recibidas y su dignidad es respetada porque su aportación es valiosa. 
El niño que se porta mal es un niño desalentado: Es frecuente criar a los niños sin esperar de ellos ninguna contribución al bienestar de la familia ni al de la comunidad. Se les hace sentir que el “verdadero” trabajo de la vida solamen- te puede ser hecho por mayores. Por lo tanto el niño se siente inseguro res- pecto al lugar que ocupa, su importancia para otros, e inseguro con relación a su capacidad para ejercer un rol socialmente productivo y significativo. En- tonces recurre a conductas inútiles y negativas para afirmar su propia exis- tencia y significado, o por lo menos para evitar el caer a un nivel aún menos significativo. Por eso, un niño que se porta mal es siempre un niño desanima- do. 
Los cuatro objetivos del comportamiento inadecuado: Han sido descritos por Rudolf Dreikurs. Se puede tratar inteligentemente con el mal comportamien- to de los niños al comprender que está orientado hacia uno de estos cuatro objetivos: 
Atención: “No me destaco, pero por lo menos me estarán tomando en cuen- ta si requiero atención especial, o algún servicio.” 
Poder: “puede que no salga ganando, pero por lo menos demostraré que a mí no me gana nadie, no me pueden impedir hacer lo que yo quiero, no me pueden obligar a hacer lo que ellos quieren.” 
Venganza: “No me quieren, pero por lo menos puedo hacer cosas para ven- garme cuando me siento herido.” 
Insuficiencia asumida: “No puedo hacerme valer pero, por lo menos, si no hago nada, puede que me dejen tranquilo.” 
La búsqueda de atención y de poder son los objetivos más comunes del compor- tamiento inadecuado. En todo hogar y en cada aula, encontramos en algún mo- mento conductas orientadas hacia los objetivos de recibir atención o afirmar el propio poder. 
aliento y resistencia). 
Es posible elaborar un plan con la cooperación de otros maestros para que el niño pueda estar en otra clase hasta que decida que está dispuesto a participar en for- ma adecuada en su propio grupo. Por ejemplo: 
“Isabel ¿estás dispuesta a recibir a Tommy en tu clase por un rato?” 
“Por supuesto que sí, Alicia ¿qué pasa?” 
“Se ha hecho difícil el trabajo de nuestra clase esta mañana, porque Tommy nos distrae (hablando mucho, saliendo de su lugar, quitando las cosas… o lo que sea –dar una explicación objetiva y sin emoción-)” 
“Lo siento mucho, Alicia. Sé que esto te hace sentir mal, porque sé cuánto quieres a Tommy… me has contado mucho sobre él” 
“Sí, es verdad que quiero mucho a Tommy, y últimamente le va mucho mejor. Ayer precisamente… (Acentúe lo positivo, dé ejemplos de conducta cooperativa del niño, etc.)” 
“Sé que dentro de un rato estará bien. ¿Por qué no te sientas por allá, Tommy? Y avísame en cuanto estés listo para volver a tu clase” 
No diga nada acerca de la conducta inadecuada pero reconozca la conducta adecua- da y útil de otro niño. 
Cuando la clase haya establecido la costumbre de llevar a cabo reuniones para discu- tir los propósitos de la conducta usted podrá poner el problema en manos del grupo. “Niños, ¿qué piensan ustedes que pasa aquí? (Esto solamente debe hacer- se de manera amigable y con buen humor. No se hace para avergonzar ni descali- ficar a ningún niño) 
Recuerde que el comportamiento para llamar la atención es la señal dada por un niño que busca reconocimiento. Ofrézcale usted la manera en que él, siendo útil, pueda recibir lo que necesita. 
OBJETIVO 2: Poder 
Ante todo, usted mismo no entable una lucha por poder. Admita sus limitaciones. No podrá obligar al alumno a hacer nada, ni impedirle nada por mucho tiempo. Esto él lo sabe. Son los adultos quienes no lo reconocen. Su conducta se desarrolla para demostrar que no podemos obligarle a nada. Su cooperación tendrá que ser ganada; no se puede obligar la cooperación. 
Por ejemplo (después de descubrir el objetivo) “Tienes razón, José. Yo no te puedo obligar a (lo que sea), pero necesito tu ayuda, ¿Estarías dispuesto a ayudarme? 
Este es un niño acostumbrado a que se le obligue a hacer las cosas. En vez de eso puede usted mostrarle respeto y un modelo de cooperación.
SEGUNDO PASO BÁSICO: AYUDAR AL NIÑO 
Deje de contribuir para que la conducta inadecuada sirva a los propósitos del niño: Habiendo reconocido cuál es su propósito, ya no es probable que usted se haga cómplice involuntario para que se perpetúen los medios inadecuados que el niño ha elegido para lograr el propósito. Una vez que usted haya determinado la relación entre cierta conducta y un objetivo específico, estará en condiciones de utilizar las siguientes sugerencias: 
OBJETIVO 1: Atención 
Siempre que sea posible, no haga caso al comportamiento negativo. De todas for- mas minimice la atención que este recibe. He aquí varias posibilidades que han sido útiles: 
En una amigable conversación privada uno puede decir: “David, los dos sabemos que no nos salen bien las cosas en clase cuando tú llamas la atención, ¿Qué tal si tú y yo llegamos a un acuerdo privado? Podemos establecer el número de veces que te gustaría que te llamara por tu nombre en el día. De esa manera te haré saber que tienes mi atención, y no molestaremos al resto de la clase”. 
Diez veces al día podría sugerirse como un acuerdo inicial, a probar durante una semana. Después de tal conversación, dedique poco tiempo y pocas palabras a la conducta con la cual David llama la atención; simplemente diríjale una sonrisa y levante un dedo diciendo, “David, ahí va una”, y siga con la clase. Nadie más necesita saber lo que está pasando. 
La atención a su comportamiento inadecuado es mínima y el niño no solamente se da cuenta de por qué está molestando, sino que también recibe el mensaje que usted comprende lo que está pasando y que están trabajando juntos para modi- ficar la conducta inadecuada. 
Puede simplemente dejar de enseñar y esperar que haya un silencio adecuado. 
Otra posibilidad sería confrontar al niño con las consecuencias lógicas de su com- portamiento, por ejemplo: “Juanita, la clase no funciona bien cuando tú haces eso, ¿Quieres quedarte aquí y ayudarnos o prefieres ir a (un lugar apartado) donde no tendrás que preocuparte por interrumpirnos?” 
Si el niño se retira es importante agregar “Puedes regresar cuando quieras volver a trabajar con nosotros”. (No nos interesa castigar al niño; le damos llanamente una opción; solamente nos interesa que modifique su conducta. Él no está mal, ni es malo; lo que pasa es que es un chico desanimado, y su comportamiento no le está dando buenos resultados. Con castigos solamente se logra mayor des- 
Aprenda a reconocer el objetivo del comportamiento inadecuado: Por medio de la observación de diversas pistas y señales. Esto implica observar la conducta típica del niño, su respuesta al ser corregido y nuestra propia relación ante el mal com- portamiento. 
PISTA 1: EL TIPO DE COMPORTAMIENTO 
Atención: Ruidoso, inquieto, quiere lucirse, excesivo, deseo de agradar, el primero en contestar, pequeñas picardías, payasadas, “hiperactivo”. 
Poder: Agresivo, desafiante, insolente, se niega a cumplir tareas, miente, desobe- dece, se enoja, trata de mandar, “pucheros”, llora cuando no consigue lo que quiere. 
Venganza: Violento, brutal, malhumorado. Hiere con palabras o físicamente a sus padres y a los adultos. 
Insuficiencia asumida: No hace nada, no está dispuesto a intentar, si llega a inten- tar algo está dispuesto a abandonar enseguida, se aísla, es tímido, típicamente no se le reconoce problema disciplinario. 
PISTA 2: COMO RESPONDE EL NIÑO AL SER CORREGIDO 
Atención: Cesa la conducta inadecuada, por corto tiempo. 
Poder: Continúa el comportamiento inadecuado, puede empeorar al ser corregido. 
Venganza: El niño ataca con mayor violencia cuando se le corrige, busca desquitar- se. 
Insuficiencia asumida: No responde cuando es corregido. 
PISTA 3: ¿CÓMO SE SIENTE EL ADULTO? 
Atención: Irritado. El niño molesta, o por lo menos, le toma demasiado tiempo. 
Poder: Frustrado, enojado, derrotado. Siente que su autoridad peligra. 
Venganza: Herido. El niño es antipático o despreciable. 
Insuficiencia asumida: Incapacidad propia, ganas de abandonar todo el asunto. “¿Qué puedo hacer con él?” El niño está fuera de la realidad, o es estúpido. 
El niño no modificará su conducta a no ser que juzgue que esa conducta está contribu- yendo a crearle dificultades: Los niños rara vez se dan cuenta del propósito de su conducta inadecuada, por lo tanto, es doblemente importante que el maestro pue- da reconocer hacia cuál de los cuatro objetivos se orienta. El maestro tendrá en- tonces, a su disposición los siguientes recursos:
- Ayudar al niño a que comprenda el objetivo de su conducta. 
- Modificar su propia actuación para que aquella conducta ya no le sirva al ni- ño. 
- Desarrollar la confianza del niño en sí mismo. Buscar maneras de alentar al niño. 
- Utilizar la clase como grupo amigable para ganar la participación cooperativa del niño. 
Un niño puede aprender a reconocer el objetivo de su conducta inadecuada: El maestro puede ayudar al niño a reconocer el propósito de su conducta inade- cuada, individualmente, o por medio de discusiones grupales. Pero es impor- tante que se haga de una forma llana y amable. Si el maestro está enojado o molesto será mejor esperar otra oportunidad. La siguiente secuencia ha resul- tado muy útil para lograr que el niño comprenda que es lo que busca al poner- se de tal manera: 
“María ¿sabes por qué tú (indique lo que hace) en clase?”: Casi siempre la respuesta del niño será “No”. Entonces los raros casos donde el muchacho contesta “Sí”, sus esfuerzos subsiguientes por explicarse suelen ser inventos, y no impiden que el adulto continúe con este esquema de preguntas). 
“¿Puedo decirte lo que a mí me parece?” (No estamos acusando, sino simple- mente pidiendo permiso para dar una opinión. El niño dirá “Sí”, porque le in- teresa saber qué es lo que uno dirá. Si en alguna ocasión dice “No”, debe aceptársele y tratar de nuevo en otra ocasión) 
- (Objetivo Atención) “¿Podría ser que te parece que no te tomo en cuenta (o cualquier variante que corresponda a lo que hace para llamar la atención) “… que quieres tenerme ocupado contigo?” “…que quieres que todos te mire- mos?” Es recomendable que el maestro comience con este tipo de pregunta relacionada con el OBJETIVO UNO (Atención) Si no hay respuesta o si hay un acuerdo poco convincente, se procede a otros objetivos de esta manera: 
- (Objetivo Poder) “¿Podría ser que quieres demostrar que tú puedes hacer lo que quieres y nadie te puede obligar?” (Estas palabras nunca deben ser dichas desde una posición de superioridad, sino en forma amistosa). 
- (Objetivo Venganza) “¿Será que quieres hacerme daño? (quizás hacerle daño a sus compañeros). 
- (Objetivo Insuficiencia asumida) “¿Podría ser que sientes que no vas a poder (hacer lo que sea) lo bien que quisieras, y por eso prefieres no hacer nada?” o “¿Querrías que los demás te dejaran tranquilo? 
Cuando la pregunta coincide con sus sentimientos se observará en el rostro del niño un reflejo de reconocimiento. Es una sonrisa repentina, con contacto directo de ojos; a veces da la impresión de ser una respuesta involuntaria, imposible de evitar. Ya no serán necesarias más preguntas. Por otra parte, si nos hemos equivocado al suponer el objetivo, por lo menos eso se averigua, y procedemos a investigar las otras posibilidades. 
Cuando se logra la sonrisa de reconocimiento, o alguna respuesta que es señal de asentimiento, no será fácil para el niño continuar con la misma conducta ne- gativa. Esto es porque reconoce la manera en que él mismo contribuye a sus propias dificultades y se da cuenta de que el adulto (amigo) también conoce el objetivo de su comportamiento. 
En manos de un adulto amable ésta es una técnica potente. Invariablemente estimula al niño a descubrir que es comprendido, y que hay alguien que se interesa por su problema. Precisamente porque es esta una técnica tan po- tente hay tres advertencias que imprescindiblemente deben tomarse en cuenta para que su empleo sea adecuado. 
Primero, evítese el manejo del conocimiento sobre “objetivos” o cualquier otro elemento psicológico para rotular o acusar. El niño no es “un buscador de atención”. Es una persona desanimada, falta de confianza en sí misma y que busca atención como una forma de ganar confianza propia. Si el adulto pelea con él y usa sus conocimientos como intento de derrotarlo, él sentirá el rótulo o la acusación como una humillación. Esta dañará profundamente la relación con ese niño, y hasta puede llegar a dañar su capacidad para confiar en los adultos. 
Segundo, cualquier intercambio entre niño y adulto donde se identifique el obje- tivo equivocado que el niño persigue, debe ser seguido por una discusión acerca de lo que podrían hacer juntos para cambiar la situación. De nada vale ayudar al niño a identificar el objetivo oculto de su comportamiento inade- cuado si uno no tiene también la intención de acompañarlo en la búsqueda de soluciones satisfactorias para él. 
Tercero, si realmente tenemos el deseo de ganar su cooperación, debemos re- cordar que la conversación con el niño nunca debe tomar la forma de una conferencia dictada al niño. La discusión debe ser amistosa y cooperativa en manera y contenido. Debemos expresar nuestra confianza en que “juntos encontraremos una solución”. De hecho, a esa altura estaremos en mejor posición para hacer precisamente eso: trabajar conjuntamente con el niño para establecer una mejor relación.

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Como aplicar la disciplina positiva en mi aula

  • 1. Este es un niño que quisiera estar en una posición de importancia. Ayúdelo a sen- tirse importante de una manera útil. Puede que esté en condiciones de ayudar a algún compañero en las tareas escolares o de responsabilizarse por alguna acti- vidad de la clase. OBJETIVO 3: Venganza Este chico probablemente cree que nunca será querido n aceptado. Busque la opor- tunidad de ganárselo. Por ejemplo, pídale ayuda en algo especial para usted. Pídale cooperación para ayudar a algún compañero asustado o desalentado. Hágale saber que valora su sensibilidad. Procure de alguna manera llegar a los padres, quienes sin duda le están hirien- do verbal o físicamente al querer disciplinarlo. Tome en cuenta que el niño lo someterá a prueba mientras usted procura ga- narlo; lo provocará, procurando comprobar que las cosas realmente son como él pensaba “que en verdad nadie lo quiere”. Al recibir un desafío directo del niño orientado hacia la venganza, ha resultado útil dar una respuesta como esta: “Lo que yo siento es que posiblemente quieras herirme (o herir mis sentimientos), y eso me da pena. Quiero que sepas que no quiero hacerte sentir mal a ti. Pienso que ya la vida te ha herido lo suficiente”. Una conversación como ésta requiere mucho tacto, un tono tranquilo y amistoso, confiando en el niño. OBJETIVO 4: Insuficiencia asumida Ingéniese para ayudar al niño a darse cuenta de que hay algunas cosas que hace bien. Tome en cuenta que resistirá sus esfuerzos para que haga sus tareas esco- lares. No llene sus expectativas enfatizando sus limitaciones. Fije niveles alcan- zables para este niño. Reconozca sus contribuciones positivas pero sin hacerle sentir que se ha de esperar de él más de lo que pueda rendir. Adaptado por Martha Fonseca Rivas, de: Como ganarse a los niños. Un manual para la resolución cooperativa de problemas de conducta. Francis X. Walton & Robert L. Powers. ¿Cómo aplicar la Disciplina Positiva en mi aula? Los niños llegan a la escuela con los valores y las actitudes que aprendieron en el hogar, en la relación con sus padres, hermanos y cuidadores desarrollan unos pa- trones de conducta, que les permiten pertenecer a su mundo familiar. Cuando llegan a la escuela, el profesor es el encargado de enseñarle las habilida- des necesarias para participar en el mundo más amplio de la sociedad y de las his- toria humana. Hay pocas profesiones con una responsabilidad de tal magnitud. Por eso, el profesor o profesora también necesita ayuda. En la Disciplina Positiva, se afirma que en el proceso educativo es importante GA- NARSE a los niños para cumplir juntos las tareas de la educación, y más aún en los últimos años, cuando vemos que se hace más difícil. Es difícil porque se le ha dado mucha difusión a ideas democráticas, que tergiversó el rol del docente y de los alumnos en el aula y colegio. Existen teorías que proponen modelos de “refuerzo” para conductas adecuadas, y se supone que “producirán” niños socialmente aceptables. Sin embargo, es fre- cuente que estos niños se vuelvan calculadores, y solo actúen correctamente si reciben refuerzos o premios. Es verdad, que no existe ninguna teoría completa- mente adecuada del comportamiento humano, y se generan debates para definir qué es lo que realmente va a dar resultados. Mientras tanto los niños van crecien- do entre polos apuestos “lo permisivo” Vs. “el castigo”, u otras exageraciones. La teoría que fundamenta la Disciplina Positiva presupone que, el permitir y el castigar es lo mismo. Tomemos el ejemplo de vivir bajo el poder de reyes o tira- nos, en ambos casos ellos “permiten” o no, a sus súbditos disfrutar de cierta liber- tad bajo ciertas condiciones, pero “castigan” a sus súbditos cuando consideran que la forma de ejercer esa libertad pone en peligro su superioridad. Nosotros vivimos en una democracia, y en ésta, cada miembro de la sociedad es digno de respetarse a sí mismo al igual que a los demás, entonces, no tiene signifi- cado válido el castigo y la venganza, y por otro lado, la permisividad resulta con- descendiente e insultante. PARTICIPACIÓN es la palabra clave en una democracia. De hecho, la habilidad de participar en tareas comunes, de cooperar para la reso- lución de problemas comunes, es la base de toda vida en sociedad, y es una carac- terística de todo individuo saludable y feliz. Es una habilidad esencial para la so- brevivencia y el desarrollo futuro del ser humano. PRIMER PASO BÁSICO: COMPRENDER AL NIÑO
  • 2. Toda conducta tiene un objetivo: Los niños, como los adultos, quieren sentir que tienen valor. Para todos es importante pertenecer, encontrar un lugar, ser alguien, valer para otros. De alguna manera, con o sin éxito, nuestro compor- tamiento tiene el propósito de llevarnos hacia este objetivo: tener un lugar y sentirnos importantes entre otras personas. Como mínimo, actuamos para no perder el lugar o la importancia que ya tenemos. Tener un lugar y sentir su propio valor no es generalmente problema para quienes han desarrollado un interés social y están dispuestos a contribuir al desarrollo de nuestra vida humana en común. Tales personas suelen ser bien recibidas y su dignidad es respetada porque su aportación es valiosa. El niño que se porta mal es un niño desalentado: Es frecuente criar a los niños sin esperar de ellos ninguna contribución al bienestar de la familia ni al de la comunidad. Se les hace sentir que el “verdadero” trabajo de la vida solamen- te puede ser hecho por mayores. Por lo tanto el niño se siente inseguro res- pecto al lugar que ocupa, su importancia para otros, e inseguro con relación a su capacidad para ejercer un rol socialmente productivo y significativo. En- tonces recurre a conductas inútiles y negativas para afirmar su propia exis- tencia y significado, o por lo menos para evitar el caer a un nivel aún menos significativo. Por eso, un niño que se porta mal es siempre un niño desanima- do. Los cuatro objetivos del comportamiento inadecuado: Han sido descritos por Rudolf Dreikurs. Se puede tratar inteligentemente con el mal comportamien- to de los niños al comprender que está orientado hacia uno de estos cuatro objetivos: Atención: “No me destaco, pero por lo menos me estarán tomando en cuen- ta si requiero atención especial, o algún servicio.” Poder: “puede que no salga ganando, pero por lo menos demostraré que a mí no me gana nadie, no me pueden impedir hacer lo que yo quiero, no me pueden obligar a hacer lo que ellos quieren.” Venganza: “No me quieren, pero por lo menos puedo hacer cosas para ven- garme cuando me siento herido.” Insuficiencia asumida: “No puedo hacerme valer pero, por lo menos, si no hago nada, puede que me dejen tranquilo.” La búsqueda de atención y de poder son los objetivos más comunes del compor- tamiento inadecuado. En todo hogar y en cada aula, encontramos en algún mo- mento conductas orientadas hacia los objetivos de recibir atención o afirmar el propio poder. aliento y resistencia). Es posible elaborar un plan con la cooperación de otros maestros para que el niño pueda estar en otra clase hasta que decida que está dispuesto a participar en for- ma adecuada en su propio grupo. Por ejemplo: “Isabel ¿estás dispuesta a recibir a Tommy en tu clase por un rato?” “Por supuesto que sí, Alicia ¿qué pasa?” “Se ha hecho difícil el trabajo de nuestra clase esta mañana, porque Tommy nos distrae (hablando mucho, saliendo de su lugar, quitando las cosas… o lo que sea –dar una explicación objetiva y sin emoción-)” “Lo siento mucho, Alicia. Sé que esto te hace sentir mal, porque sé cuánto quieres a Tommy… me has contado mucho sobre él” “Sí, es verdad que quiero mucho a Tommy, y últimamente le va mucho mejor. Ayer precisamente… (Acentúe lo positivo, dé ejemplos de conducta cooperativa del niño, etc.)” “Sé que dentro de un rato estará bien. ¿Por qué no te sientas por allá, Tommy? Y avísame en cuanto estés listo para volver a tu clase” No diga nada acerca de la conducta inadecuada pero reconozca la conducta adecua- da y útil de otro niño. Cuando la clase haya establecido la costumbre de llevar a cabo reuniones para discu- tir los propósitos de la conducta usted podrá poner el problema en manos del grupo. “Niños, ¿qué piensan ustedes que pasa aquí? (Esto solamente debe hacer- se de manera amigable y con buen humor. No se hace para avergonzar ni descali- ficar a ningún niño) Recuerde que el comportamiento para llamar la atención es la señal dada por un niño que busca reconocimiento. Ofrézcale usted la manera en que él, siendo útil, pueda recibir lo que necesita. OBJETIVO 2: Poder Ante todo, usted mismo no entable una lucha por poder. Admita sus limitaciones. No podrá obligar al alumno a hacer nada, ni impedirle nada por mucho tiempo. Esto él lo sabe. Son los adultos quienes no lo reconocen. Su conducta se desarrolla para demostrar que no podemos obligarle a nada. Su cooperación tendrá que ser ganada; no se puede obligar la cooperación. Por ejemplo (después de descubrir el objetivo) “Tienes razón, José. Yo no te puedo obligar a (lo que sea), pero necesito tu ayuda, ¿Estarías dispuesto a ayudarme? Este es un niño acostumbrado a que se le obligue a hacer las cosas. En vez de eso puede usted mostrarle respeto y un modelo de cooperación.
  • 3. SEGUNDO PASO BÁSICO: AYUDAR AL NIÑO Deje de contribuir para que la conducta inadecuada sirva a los propósitos del niño: Habiendo reconocido cuál es su propósito, ya no es probable que usted se haga cómplice involuntario para que se perpetúen los medios inadecuados que el niño ha elegido para lograr el propósito. Una vez que usted haya determinado la relación entre cierta conducta y un objetivo específico, estará en condiciones de utilizar las siguientes sugerencias: OBJETIVO 1: Atención Siempre que sea posible, no haga caso al comportamiento negativo. De todas for- mas minimice la atención que este recibe. He aquí varias posibilidades que han sido útiles: En una amigable conversación privada uno puede decir: “David, los dos sabemos que no nos salen bien las cosas en clase cuando tú llamas la atención, ¿Qué tal si tú y yo llegamos a un acuerdo privado? Podemos establecer el número de veces que te gustaría que te llamara por tu nombre en el día. De esa manera te haré saber que tienes mi atención, y no molestaremos al resto de la clase”. Diez veces al día podría sugerirse como un acuerdo inicial, a probar durante una semana. Después de tal conversación, dedique poco tiempo y pocas palabras a la conducta con la cual David llama la atención; simplemente diríjale una sonrisa y levante un dedo diciendo, “David, ahí va una”, y siga con la clase. Nadie más necesita saber lo que está pasando. La atención a su comportamiento inadecuado es mínima y el niño no solamente se da cuenta de por qué está molestando, sino que también recibe el mensaje que usted comprende lo que está pasando y que están trabajando juntos para modi- ficar la conducta inadecuada. Puede simplemente dejar de enseñar y esperar que haya un silencio adecuado. Otra posibilidad sería confrontar al niño con las consecuencias lógicas de su com- portamiento, por ejemplo: “Juanita, la clase no funciona bien cuando tú haces eso, ¿Quieres quedarte aquí y ayudarnos o prefieres ir a (un lugar apartado) donde no tendrás que preocuparte por interrumpirnos?” Si el niño se retira es importante agregar “Puedes regresar cuando quieras volver a trabajar con nosotros”. (No nos interesa castigar al niño; le damos llanamente una opción; solamente nos interesa que modifique su conducta. Él no está mal, ni es malo; lo que pasa es que es un chico desanimado, y su comportamiento no le está dando buenos resultados. Con castigos solamente se logra mayor des- Aprenda a reconocer el objetivo del comportamiento inadecuado: Por medio de la observación de diversas pistas y señales. Esto implica observar la conducta típica del niño, su respuesta al ser corregido y nuestra propia relación ante el mal com- portamiento. PISTA 1: EL TIPO DE COMPORTAMIENTO Atención: Ruidoso, inquieto, quiere lucirse, excesivo, deseo de agradar, el primero en contestar, pequeñas picardías, payasadas, “hiperactivo”. Poder: Agresivo, desafiante, insolente, se niega a cumplir tareas, miente, desobe- dece, se enoja, trata de mandar, “pucheros”, llora cuando no consigue lo que quiere. Venganza: Violento, brutal, malhumorado. Hiere con palabras o físicamente a sus padres y a los adultos. Insuficiencia asumida: No hace nada, no está dispuesto a intentar, si llega a inten- tar algo está dispuesto a abandonar enseguida, se aísla, es tímido, típicamente no se le reconoce problema disciplinario. PISTA 2: COMO RESPONDE EL NIÑO AL SER CORREGIDO Atención: Cesa la conducta inadecuada, por corto tiempo. Poder: Continúa el comportamiento inadecuado, puede empeorar al ser corregido. Venganza: El niño ataca con mayor violencia cuando se le corrige, busca desquitar- se. Insuficiencia asumida: No responde cuando es corregido. PISTA 3: ¿CÓMO SE SIENTE EL ADULTO? Atención: Irritado. El niño molesta, o por lo menos, le toma demasiado tiempo. Poder: Frustrado, enojado, derrotado. Siente que su autoridad peligra. Venganza: Herido. El niño es antipático o despreciable. Insuficiencia asumida: Incapacidad propia, ganas de abandonar todo el asunto. “¿Qué puedo hacer con él?” El niño está fuera de la realidad, o es estúpido. El niño no modificará su conducta a no ser que juzgue que esa conducta está contribu- yendo a crearle dificultades: Los niños rara vez se dan cuenta del propósito de su conducta inadecuada, por lo tanto, es doblemente importante que el maestro pue- da reconocer hacia cuál de los cuatro objetivos se orienta. El maestro tendrá en- tonces, a su disposición los siguientes recursos:
  • 4. - Ayudar al niño a que comprenda el objetivo de su conducta. - Modificar su propia actuación para que aquella conducta ya no le sirva al ni- ño. - Desarrollar la confianza del niño en sí mismo. Buscar maneras de alentar al niño. - Utilizar la clase como grupo amigable para ganar la participación cooperativa del niño. Un niño puede aprender a reconocer el objetivo de su conducta inadecuada: El maestro puede ayudar al niño a reconocer el propósito de su conducta inade- cuada, individualmente, o por medio de discusiones grupales. Pero es impor- tante que se haga de una forma llana y amable. Si el maestro está enojado o molesto será mejor esperar otra oportunidad. La siguiente secuencia ha resul- tado muy útil para lograr que el niño comprenda que es lo que busca al poner- se de tal manera: “María ¿sabes por qué tú (indique lo que hace) en clase?”: Casi siempre la respuesta del niño será “No”. Entonces los raros casos donde el muchacho contesta “Sí”, sus esfuerzos subsiguientes por explicarse suelen ser inventos, y no impiden que el adulto continúe con este esquema de preguntas). “¿Puedo decirte lo que a mí me parece?” (No estamos acusando, sino simple- mente pidiendo permiso para dar una opinión. El niño dirá “Sí”, porque le in- teresa saber qué es lo que uno dirá. Si en alguna ocasión dice “No”, debe aceptársele y tratar de nuevo en otra ocasión) - (Objetivo Atención) “¿Podría ser que te parece que no te tomo en cuenta (o cualquier variante que corresponda a lo que hace para llamar la atención) “… que quieres tenerme ocupado contigo?” “…que quieres que todos te mire- mos?” Es recomendable que el maestro comience con este tipo de pregunta relacionada con el OBJETIVO UNO (Atención) Si no hay respuesta o si hay un acuerdo poco convincente, se procede a otros objetivos de esta manera: - (Objetivo Poder) “¿Podría ser que quieres demostrar que tú puedes hacer lo que quieres y nadie te puede obligar?” (Estas palabras nunca deben ser dichas desde una posición de superioridad, sino en forma amistosa). - (Objetivo Venganza) “¿Será que quieres hacerme daño? (quizás hacerle daño a sus compañeros). - (Objetivo Insuficiencia asumida) “¿Podría ser que sientes que no vas a poder (hacer lo que sea) lo bien que quisieras, y por eso prefieres no hacer nada?” o “¿Querrías que los demás te dejaran tranquilo? Cuando la pregunta coincide con sus sentimientos se observará en el rostro del niño un reflejo de reconocimiento. Es una sonrisa repentina, con contacto directo de ojos; a veces da la impresión de ser una respuesta involuntaria, imposible de evitar. Ya no serán necesarias más preguntas. Por otra parte, si nos hemos equivocado al suponer el objetivo, por lo menos eso se averigua, y procedemos a investigar las otras posibilidades. Cuando se logra la sonrisa de reconocimiento, o alguna respuesta que es señal de asentimiento, no será fácil para el niño continuar con la misma conducta ne- gativa. Esto es porque reconoce la manera en que él mismo contribuye a sus propias dificultades y se da cuenta de que el adulto (amigo) también conoce el objetivo de su comportamiento. En manos de un adulto amable ésta es una técnica potente. Invariablemente estimula al niño a descubrir que es comprendido, y que hay alguien que se interesa por su problema. Precisamente porque es esta una técnica tan po- tente hay tres advertencias que imprescindiblemente deben tomarse en cuenta para que su empleo sea adecuado. Primero, evítese el manejo del conocimiento sobre “objetivos” o cualquier otro elemento psicológico para rotular o acusar. El niño no es “un buscador de atención”. Es una persona desanimada, falta de confianza en sí misma y que busca atención como una forma de ganar confianza propia. Si el adulto pelea con él y usa sus conocimientos como intento de derrotarlo, él sentirá el rótulo o la acusación como una humillación. Esta dañará profundamente la relación con ese niño, y hasta puede llegar a dañar su capacidad para confiar en los adultos. Segundo, cualquier intercambio entre niño y adulto donde se identifique el obje- tivo equivocado que el niño persigue, debe ser seguido por una discusión acerca de lo que podrían hacer juntos para cambiar la situación. De nada vale ayudar al niño a identificar el objetivo oculto de su comportamiento inade- cuado si uno no tiene también la intención de acompañarlo en la búsqueda de soluciones satisfactorias para él. Tercero, si realmente tenemos el deseo de ganar su cooperación, debemos re- cordar que la conversación con el niño nunca debe tomar la forma de una conferencia dictada al niño. La discusión debe ser amistosa y cooperativa en manera y contenido. Debemos expresar nuestra confianza en que “juntos encontraremos una solución”. De hecho, a esa altura estaremos en mejor posición para hacer precisamente eso: trabajar conjuntamente con el niño para establecer una mejor relación.