2. En su descanso, su
.
cayado, estaba en su
mano. Sabía que, en
cualquier momento,
el ángel despertaría
sus sueños. Que
siempre, aún en la
tregua, habría de
estar en actitud de
vigilancia y de
espera.
3. Se fio totalmente
del Señor en los
caminos por
donde su vara se
hundía. Ante los
interrogantes que
surgieron,
siempre, el
horizonte de los
sueños le daban
una respuesta:
¡Adelante, José!
4. Su báculo le dirigía a
metas más altas. En
Nazaret le llevó al
desconcierto de la
Anunciación, en
Belén se encontró
con la dureza de
muchos
corazones, en Egipto
con paso firme
protegió al
Salvador……y, en
sus últimos días, su
vara le hizo ver el
fruto de su camino: el
gozo de Dios.
5. .Se apoyó en un
“sí” confiado a la
voluntad de
Dios. No buscó
su propio
interés. Al
contrario:
sacrificó su
propia felicidad
para que Dios
brillase en María
con toda
plenitud.
6. La personalidad
de San José,
como el báculo
en el que se
apoyaba, era
recia, sin fisuras.
Acariciada por la
bondad y la
obediencia, la
sensatez y la
humildad.
7. Su vara
despuntaba hacia
el cielo: confiaba
plenamente en
los designios de
Dios. Su vara se
empotraba en el
duro suelo: era
realista, intuía el
futuro incierto y
lleno de pruebas
que le aguardaba.
8. Avanzó
proponiendo, a
Jesús, un hogar y
una moral, un
santo temor a Dios
y un compromiso:
acompañarle hasta
el final de sus días.
9. Su palabra fue el
silencio y, con su
cayado, supo
tutelar (sin
imponer),indicar
(sin confundir) y
alentar a un Jesús
que siendo niño
buscó y necesito
de la sabiduría –
humana y divina-
de un José que
alumbraba con el
candil de su
honestidad,
perseverancia y
confianza absoluta
en Dios.
10. .Su cayado fue
alerta en sus
sueños;
fortaleza en sus
dudas; avance
en sus caminos;
ilusión en el
acompañamiento
a Jesús; ternura
en sus miradas a
la Virgen;
constancia en su
disponibilidad
hacia Dios.
11. El que era llamado el "hijo
del carpintero" había
aprendido el trabajo de su
"padre" adoptivo. San José
es el modelo de los
humildes, que el
cristianismo eleva a grandes
destinos.
San José es la prueba de
que para ser buenos y
auténticos seguidores de
Cristo no se necesitan
"grandes cosas",
sino que se requieren
solamente las virtudes
comunes, humanas, sencilla
s, pero verdaderas y
auténticas."