La confrontación que persiste no es ni de programas ni siquiera de ideas, sino predominantemente de emociones, orillando la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas.
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UNA INTERINIDAD CONFLICTIVA.
Manfred Nolte
"La votación en España deja colgado el Parlamento", tituló el Washington Post su edición
del lunes pasado. Nadie lo niega. Por ello, las dos grandes organizaciones empresariales,
CEOE y CEPYME hicieron en la misma fecha un llamamiento a los partidos alentando a la
“responsabilidad para que puedan alcanzarse acuerdos que garanticen el mayor nivel de
estabilidad posible y también la moderación necesaria para la buena marcha de la
economía y el sostenimiento del bienestar y la paz social”. Otras entidades de
representación económica se han expresado en línea parecida.
Estas proclamaciones aparentemente ‘de estilo’ tienen más contenido en lo que ocultan
que en lo que declaran. Y es que, a diferencia de lo sucedido en otros escenarios, como
el causado por el celebérrimo eslogan de Bill Clinton “es la economía, estúpido” que le
aupó a la Presidencia de los Estados Unidos, el tema económico en nuestro país lleva
tiempo discurriendo por un segundo plano, fagocitado por peleas tabernarias sobre
otros contenidos, por codazos, insultos y descalificaciones difícilmente entendibles, con
el único propósito de alzarse con el poder político en ciernes, a cualquier precio.
Mientras la polarización existente alimenta la inquina entre ciudadanos, la economía
pierde relieve y se enfría. Las próximas semanas, sumidas en un calendario postelectoral,
orillarán más si cabe el debate económico. Con todo, el Ejecutivo en funciones además
de negociar el cuarto tramo de 10.000 millones de las ayudas NextGenerationEU y
enfrentarse al Plan de Recuperación que da acceso a 95.000 millones en créditos (la
llamada ‘adenda’), es más que probable que tenga que prorrogar los presupuestos
generales de 2023. Esta última contrariedad entra en conflicto directo con las normas
convocadas en el nuevo semestre europeo que exigirán de España una reducción en el
gasto de 10.000 millones de euros, que no podrá programarse. Paralelamente, la
sociedad, sumida en la amnesia, olvida que todos los problemas que aquejaban a España
el 22 de julio siguen presentes hoy.
El actual estado de tensión entre bloques políticos prevé una escasa capacidad de
concentración en el ejecutivo provisional para llevar a buen término las responsabilidades
pendientes. Además, es de esperar que el clima de exasperación entre los dos candidatos
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a la formación de un nuevo gobierno escale nuevas cotas en las semanas que abren el
camino a la XV legislatura. Porque la confrontación que persiste no es ni de programas ni
siquiera de ideas, sino predominantemente de emociones, orillando la vida cotidiana de
los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas.
Del 31 de julio al 16 de agosto los parlamentarios acudirán al Congreso y al Senado a
entregar las credenciales de las juntas electorales provinciales. Durante esos días los
partidos negociarán la nueva composición de ambas Mesas. Oficialmente, la XV
Legislatura se inicia el 17 de agosto. A partir de la segunda quincena de agosto el Rey
propondrá un candidato a la presidencia del Gobierno. Entonces se abrirá el capítulo de
mayor incertidumbre, al verificarse las probabilidades de éxito o fracaso del líder o
líderes designados para formar gobierno. Lo segundo abocaría a una repetición electoral
a finales de año. Todo ello -como se ha dicho- en un previsible escenario de alta
confrontación.
No hay que ser un sutil adivino para visualizar un seguimiento ausente del día a día de
los temas económicos de la nación. Jalearlos a título de noticia, cuando la noticia es
favorable, no equivale a concentrarse en su estudio. Bien es verdad que la macro es
como un colosal transatlántico cuyo rumbo no es fácil de alterar en el corto plazo. Pero
la distracción y la incertidumbre forman un cóctel peligroso. El empleo, el PIB, la
inflación, la deuda y el déficit, la productividad, la desaceleración del consumo y el
frenazo de la demanda de crédito, los últimos detalles de la reforma de las pensiones
pendientes de su envío a Bruselas, el caos hipotecario que gravita sobre la banca y un
sinfín de tareas relevantes tendrán que esperar a recibir la atención debida. Podemos
buscar tranquilizantes para mitigar los desasosiegos producidos por las recientes
elecciones e intentar surfear sobre la ola de esta España distraída sin naufragar. Pero
como ha reflejado Barney Jopson, corresponsal en Madrid del Financial Times, “la falta
de liderazgo en España es fuente de una angustia generalizada”.