TEMA 3 DECISIONES DE INVERSION Y FINANCIACION UNIVERISDAD REY JUAN CARLOS
Pacto de rentas: una solución para mitigar los efectos de la inflación
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PACTO DE RENTAS.
Manfred Nolte
Los efectos económicos adversos provocados por el COVID19 han sido múltiples
y devastadores.Bien es verdadque las políticas beligerantes monetarias y fiscales
han conseguido paliar la gravedad extrema de los daños causados por la
pandemia y han propiciado una recuperación razonablemente eficiente en un
plazo de dos años, en la practica totalidad de los países centrales. Pero las
cicatrices aun no han curado y algunos efectos secundarios se dejan sentir con
especial virulencia. Tras ellos la preocupación de los agentes sociales y también
de los gobernantes.
Apenas el enfermo global recibía el certificado del alta en la enfermedad
pandémica, el desalmado asalto a Ucrania acometido por el ejercito de Putin ha
conseguido, en un complejo mecanismo de acciones y reacciones, conducir a los
países occidentales a una economía de guerra, donde nada es igual a lo que era
hace tres semanas y donde la única constante del momento no es otra que una
radical incertidumbre que impide cualquier pronóstico a corto plazo. Bastaría,
por poner un ejemplo, que las fuerzas invasoras rusas activaran su aviación para
que el curso de la contienda se precipitara hacia una masacre, donde además de
los impagables estragos humanos se levantaría una impredecible reacción de
occidente. O que el boicot aplicado a Rusia saque de sus casillas al tirano del
Kremlin y active armas ocultas de cuyo horror es mejor no hacer pronósticos. El
abanico de los temores se mueve entre una expectativa mala y otra catastrófica.
La economía de guerra - aunque afortunadamente no en la guerra misma- en la
que estamos inmersos afecta básicamente a las llamadas ‘commodities’ o bienes
básicos referidos a los productos energéticos, metales esenciales y productos
alimenticios de primera necesidad. No solo es que comiencen a escasear,sino que
la explosión alcista de sus precios marca records en mas de una década.
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El precio del níquel se encareció la semana pasada hasta un 82%, y desde el 31 de
diciembre de 2021 suma una subida del 131%. El crudo tipo Brent acumula en
2022 un alza de precio del 57% y el Gas Natural en el mercado europeo nada
menos que del 241%. En lo que va de año, los precios agrícolas se encarecen un
30%, y los metales industriales un 26,2%. El precio del oro rebasa la barrera de
los 2.000 dólares la onza troy. A estos movimientos alcistas exorbitados les han
acompañado recortessustanciales en las bolsas asiáticas, americanas, o europeas,
donde las correcciones han llegado hasta el 15%, aunque posteriormente hayan
mejorado algo.
De modo que si hubiese que resumir el efecto impacto de la guerra dialéctica
mundial la definiríamos con la expresión ‘inflación severa’. Una inflación directa
motivada por los recortes geoestratégicos en curso, acompañada ya de los
llamados efectos de segunda ronda, que no pueden ser ignorados más tiempo. En
efecto, las unidades de producción, las empresas grandes y pequeñas son
incapaces de absorber durante más tiempo el incremento en sus costes de
producción y comienzan a trasladar a los precios el incremento de sus inputs.
Consumidores y trabajadores ven mermada su capacidad adquisitiva y reclaman
ajustes. A ello debe sumarse la caída de la valoración de los activos financieros
que repercute de forma directa en la demanda de consumo.
En este contexto, el Instituto Nacional de Estadística publica que la tasa de
variación anual del IPC del mes de febrerose sitúa en el 7,6%, un punto y medio
por encima de la registrada en enero, mientras que la de la inflación subyacente
aumenta seis décimas, hasta el 3,0%. No olvidemos que no muchos meses atrás
ambos porcentajes discurrían por terreno negativo. La intensidad de nuestra
inflación se acerca a la norteamericana, un 7,9%, la más alta en 40 años, y supera
a la prevista por el BCE para la Unión europea en 2022, el 5,1%, aunque podría
dispararse al 7,1% en el peor escenario.
Aunque la tarea es hercúlea por la indefinición radical del entorno, mas allá del
inmovilismo hay que adoptar medidas que atemperen la situación. El anuncio De
Lagarde de retirar el programa de compra de bonos a partir de junio no parece
determinante. El gobierno de Sánchez anuncia acciones en un doble frente.
La primera se orienta a poner coto a la fuerte subida de los precios de la energía.
La principal estrategia es evitar que el precio del gas contagie al precio global de
la electricidad, para lo que precisa del visto bueno de la Comisión europea quien
dará a conocer su posición en un paquete denominado Toolbox2. Otras medidas
que citamos de forma taquigráfica se orientan a eliminar el excesode retribución
a las renovables con prima, conocidas como ‘RECORE’, la recuperación del canon
hidráulico, los llamados ‘beneficios caídos del cielo’(‘windfall profits’), la
prórroga de las reducciones del IVA y otros impuestos a la electricidad, o el
reajuste del bono social de electricidad, la desvinculación de la tarifa PVPC a los
consumidores vulnerables.
Junto a lo anterior, el Gobierno propugna la adopción por parte de los grandes
agentes económicos de un denominado ‘pactode rentas’,un gran acuerdo político
en el que se adopte una moderación salarial a cambio de la contención en los
beneficios empresariales. No resultará tarea fácil. La razón es que la propuesta
llega en un pésimo momento, cuando los salarios ya han perdido 1,6 puntos de
poder de compra en 2021 y las empresas están muy lejos de recuperarse de la
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crisis producida por la Crisis Covid. Entreenero de2020 y julio de 2021 el margen
brutode explotación de las empresas se ha reducido en tres puntos, hasta el 40%.
Voy a terminar recitando algo presuntamente escandaloso, aunque cierto. Con la
invasión de Ucrania y el boicot occidental a Rusia, todos nos hemos vuelto algo
más pobres y una parte adicional de nuestras rentas se aplicará a pagar la energía
fuera de nuestras fronteras. La cuestión ahora es asumirlo con dignidad y que
todos, Gobierno y sociedad civil, averigüemos cómo realizar el reparto de esa
menor riqueza y de qué forma amortiguar la crisis.