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CUADRAR EL CIRCULO.
Manfred Nolte
Durante una entrevista producida en ‘Espejo Público’ de Antena 3 el pasado 9
de mayo, el ministro de Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo
se ha mostrado convencido de que la Comisión Europea entiende que hay que
flexibilizar el objetivo de déficit público porque si bien es verdad que "nadie
puede gastar indefinidamente más de lo que ingresa”, no es menos cierto, -
puntualiza el ministro en funciones- que “nos hemos pasado cuatro pueblos en
el tema de la austeridad”. Austeridad sí, entiende el titular de exteriores, “pero
no matando la gallina de los huevos de oro”.
El Sr. Margallo acuña un solido pedigrí de jurista y economista iniciado en la
Universidad de Deusto, y rubricado con posterioridad en la de Harvard. Su
trayectoria profesional es notable. Inspector técnico fiscal del Estado,
parlamentario europeo, Vicepresidente de la Comisión correspondiente de
asuntos económicos y monetarios, Profesor universitario autor de una larga lista
de publicaciones y ministro desde diciembre de 2011.
Con la referida carta de presentación, el juicio expresado en una cadena de
televisión privada acerca de que “nos hemos pasado cuatro pueblos en el tema
de la austeridad” resulta desconcertante. No solo porque España haya gozado de
tres reajustes –flexibilizaciones- en su calendario de reducción del déficit que
no ha cumplido ningún año y porque la financiación del déficit presupuestario
se haya hecho hiperendeudando el país hasta límites temerarios sino porque el
tema de la austeridad en España precisa de una delicadas precisiones y porque,
en cualquier caso, la pasada de “cuatro pueblos” es sencillamente falsa e
inadmisible. No solo la expresión del ministro no es defendible ni cierta sino
que introduce en un ambiente ya suficientemente intoxicado de inexactitudes y
demagogias preferentemente televisivas un elemento de notable carácter
corrosivo para el público en general y para quienes exaltan desde una izquierda
populista y escasamente ilustrada la bandera del gasto sin límites, el papel lo
soporta todo, con total impasibilidad.
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No puede sorprender, en consecuencia, que Alberto Garzón el líder de la
izquierda comunista iconoclasta haya apreciado vivamente el regalo intelectual
que le ha brindado la derecha intelectual por boca del Sr. Margallo, y en última
instancia el ‘mea culpa’ implícito del programa de los populares durante toda su
legislatura. Garzón ha agradecido la sinceridad del ministro, no sin antes
rematarle dialécticamente: “la austeridad no ha sido pasarse cuatro pueblos, ha
sido un saqueo”, ha manifestado el flamante fichaje político de Pablo Iglesias.
Uno, que siempre trata de buscar lo positivo entre las ambigüedades, considera
tal vez si por “saqueo” entendía Garzón el record de Rajoy que ha convertido al
gobierno en funciones en el que más impuestos ha subido de nuestra historia o
que el más ha endeudado al país a costa de generaciones futuras. Pero está
claro que no iban por ahí los tiros.
Si tiran de hemeroteca comprobarán que se ha tratado, en estas mismas
páginas, de matizar en repetidas ocasiones el alcance de la austeridad practicada
en España y el sentido del término recorte del gasto público como reacción a la
gran crisis global, cuyas secuelas seguimos padeciendo. No entraré nuevamente
en los argumentos pero resumiré la situación de la siguiente manera: Es cierto
que desde 2010 con la explosión de nuestro déficit publico España ha tenido que
reducirlo ni más ni menos que en seis puntos porcentuales de PIB: unos 60.000
millones de euros. De esos seis puntos de recorte del déficit no todo ha sido
recorte del gasto: en concreto 3,5 puntos de PIB han sido incremento de
impuestos y el resto, 2,5 puntos de PIB, disminución del gasto.
Si, por el contrario analizamos el periodo completo que va desde el inicio de la
crisis en 2008 a diciembre de 2015, el gasto se ha mantenido estable o incluso
ha aumentado si incluimos, como lo hace la agencia europea de estadísticas
Eurostat, el creciente gasto en pensiones que registra la economía española.
Siempre sin incluir el servicio de la deuda.
Con lo que volvemos al tópico central del diagnóstico de la economía española.
De una parte la reducción del déficit es una tarea innegociable. No solo porque
estamos obligados a ello en virtud de nuestros compromisos institucionales con
Bruselas. Esta es una razón muy importante, pero no la más importante. La
razón crítica se halla en que el aumento de nuestra deuda publica limita el
crecimiento potencial de nuestra economía y de nuestro empleo y puede en su
caso estrangular la capacidad de financiación del Tesoro español. Nuestra deuda
(como nuestras empresas, nuestros inmuebles, nuestras acciones o nuestros
productos y servicios) la adquieren libremente los compradores extranjeros si
les merecemos credibilidad. Créanme si les digo que las propuestas
megalómanas de la izquierda utópica no les gustan un pelo a los compradores
internacionales.
Y es que, el verdadero problema de España no reside en abrir o cerrar la espita
del gasto sino en crear sin descanso unas estructuras de producción
competitivas que nos permitan crecer en nuestro PIB y con ello, de forma
automática, crecer en los niveles de empleo. La economía española ha dejado
atrás la recesión aunque no la crisis. Los viejos problemas, como la demografía y
la productividad, se hallan sin resolver y ambas variables han hundido nuestro
potencial de crecimiento
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El auténtico problema de España reside en la perseverancia en las reformas.
¿En qué ámbitos? Fundamentalmente en la educación, I+D y apoyo a todo el
espectro de mejora del conocimiento. Pero también a los servicios profesionales,
el mercado de trabajo, las políticas activas de empleo y la reforma de la
administración pública, incluida sanidad y educación. Uno de los rasgos
comunes que comparten estos ámbitos es que requieren un alto coste político en
el momento de adoptarlas, mientras que sus beneficios, en caso de llegar, se
materializan a medio y largo plazo.
Por contarlo todo, el ministro Margallo, ha matizado posteriormente que
cuando declaró que "nos hemos pasado cuatro pueblos con la austeridad" se
refería a la Comisión Europea, y ha sostenido que la actitud del Gobierno en
esta materia ha estado "rozando la santidad".
"Se confundió el sujeto. Es obvio que dije que quien se había pasado cuatro
pueblos en materia de austeridad era la Comisión Europea, no el Gobierno", ha
declarado el ministro a los periodistas.
O sea que menos pueblos, más realismo y una voluntad decidida para acometer
y continuar las reformas de estructuras que sitúen a España en las posiciones de
cabeza de la competitividad europea y mundial.