1. YUAN, TOBIN, PROTECCIONISMO.
UNA TASA TOBIN CHINA.
Manfred Nolte
Las autoridades chinas embarcadas desde hace décadas en la hercúlea travesía
de sacar al país de la trampa de la miseria hasta posicionarla como aspirante a
primera potencia mundial, sienten ahora en sus carnes la presión de ser la
involuntaria responsable de la penosa incertidumbre económica que planea
sobre el planeta tierra. Y todo ello por pasar de las impresionantes tasas de
crecimiento económico de los últimos 25 años a las esperadas para 2016 del
6,2% o del 5,8% en 2017. De modo que el gigante asiático trata de evitar ante
sus propios administrados en primer lugar y también ante los ojos expectantes
de todos los gobernantes e Instituciones del planeta un frenazo brusco,
cambiándolo por una desaceleración suave y progresiva, corrigiendo
desequilibrios acumulados, dirigiendo su crecimiento hacia el consumo y
fortaleciendo el papel del mercado como alternativa a una planificación central
aun dominante en no pocas esferas de su economía.
Pero el miedo es libre y el miedo de los mercados financieros libérrimo,
desalmado en el corto plazo, sobrereaccionando ante cualquier atisbo que
cuestione el éxito de las medidas correctoras emprendidas. Mucho ha tenido
que ver la política del ‘tapering’ abordada por la Señora Yellen, retomando la
subida de tipos de interés en Estados Unidos. El caso es que de un tiempo a esta
parte el yuan chino se ha convertido en una moneda muy volátil perdiendo un
5% de su valor frente al dólar a partir de las dos devaluaciones sorpresa de
Agosto del año pasado.
Pero más grave si cabe es el hecho de que en los últimos doce meses las
legendarias reservas chinas se han recortado nada menos que en un billón de
dólares, pasando de 4,2 a 3,2 billones en la actualidad. De la cifra total, una
buena parte obedece al pago anticipado de préstamos en moneda extranjera y a
la compra de activos en ultramar por parte de ciudadanos y empresas chinas.
Hasta ahí, las salidas habrían contado con el mutismo de las autoridades
2. monetarias. Pero un porcentaje indeterminado de ese billón obedece, según
Bloomberg Intelligence, a la salida de capitales especulativos a corto plazo, con
origen en las salas de operaciones bancarias de los grandes Brókers y Bancos
operantes en el país. Y eso ha gustado poco al regulador.
Son muchas las medidas restrictivas recientemente introducidas por la
administración china para paliar las incidencias financieras domesticas y
estabilizar el valor de su moneda. Y no han sido aireadas en exceso. Las
personas físicas tienen limitada su exportación de yuanes hasta un máximo de
contravalor de 50.000 dólares anuales, las líneas a entidades extranjeras que
operan en yuanes se han recortado o suspendido, las empresas no pueden
anticipar sus pagos al exterior y pueden obtener las divisas con una antelación
máxima de cinco días sobre la fecha del pago, algunas casas bancarias
extranjeras (DBS Group Holding Ltd. o Standard Chartered PLC) han sido
suspendidas de su licencia para operar en divisas de forma temporal, se han
limitado los cupos a residentes para adquirir títulos extranjeros (acciones y
obligaciones) denominados en yuanes, se ha aparcado la fusión de las bolsas de
Shenzhen y Hong Kong, además de perseguir implacablemente a organizaciones
parabancarias o emisores de tarjetas de crédito usadas para la exportación
clandestina de capitales, y otras más.
La globalización financiera comienza a exhibir sus propios límites y carencias en
el gran coloso asiático y, casi siempre de modo discreto y camuflado, revive el
discurso proteccionista. Hasta el FMI ha desistido del discurso liberal a ultranza
reconociendo que en ocasiones puede ser necesario retornar a determinados
patrones de discrecionalidad nacional.
Pero China aun baraja algunas opciones adicionales: la restricción a las
repatriaciones de beneficios generados en el país por parte de Empresas
internacionales y muy recientemente la introducción de una ‘tasa Tobin’–un
impuesto muy reducido sobre la totalidad de las transacciones en divisas de sus
centros financieros-para reducir al mismo tiempo la profundidad de la
operatoria bancaria especulativa y para sujetar la volatilidad del yuan.
James Tobin hubiera apoyado la propuesta del Banco de la República Popular.
El Nobel americano proponía ‘echar arena en los rodamientos de nuestros
mercados monetarios excesivamente eficientes’, gravando todas las
transacciones en divisas. Dos eran sus motivos. El primero lograr que los tipos
de cambio reflejaran más los fundamentales del largo plazo que los riesgos y
expectativas del corto plazo. El segundo objetivo era preservar y promover con
ello la autonomía de las políticas monetarias y macroeconómicas nacionales.
Por otra parte aunque el efecto de una Tasa Tobin sobre la volatilidad del precio
de una divisa ha provocado ríos de tinta, los escasos rastros empíricos arrojan
resultados contradictorios. ¿Introducir un coste transaccional en una operación
de compraventa de divisa en forma de un impuesto diminuto, puede frenar la
especulación y reducir la volatilidad?
En otros tiempos la tasa Tobin estuvo en el candelero, auspiciada y defendida
por la sociedad civil que veía en su capacidad recaudatoria una fuente de
ingresos sustancial para acometer la batalla contra la pobreza en el mundo y tal
3. vez financiar, si ello fuera posible, la batalla contra el cambio climático.
De introducirse en China, el Banco Nacional no perseguiría este encomiable fin
sino sujetar el curso de la segunda moneda más poderosas del planeta y
estabilizar la economía china y con ella al mundo en su totalidad. James Tobin
la vería con simpatía pero representaría un paso más hacia el proteccionismo
económico.
Junto a James Tobin (1978,1984), otro de los ganadores del Premio Nobel de
Economía en 2013 (Robert Shiller) también es conocido por su trabajo pionero
que cuestiona la excesiva volatilidad de los precios financieros. Esta
eventualidad ha motivado a algunos a abogar por el uso de un impuesto sobre
las transacciones financieras, para amortiguar la especulación a corto plazo y
para reducir dicha volatilidad. Otros Defensores prominentes de este enfoque
son Stiglitz (1989), y Summers (1989).
Por el contrario, los opositores argumentan que los impuestos sobre las
transacciones podrían disuadir a aquello operadores que analizan los
fundamentales más de lo que lo hacen los especuladores del corto plazo, lo que
resultaría en una mayor, no menor, volatilidad de los mercados de divisas (por
ejemplo Grundfest (1990), Grundfest y Shoven (1991), y Kupiec (1996)).
Curiosamente, un gran número de trabajos empíricos que han investigado esta
cuestión no han resuelto satisfactoriamente este debate