Procedimiento no contencioso tributario no vinculado
Long ¿desconexion britanica?
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LA DESCONEXION BRITANICA.
Manfred Nolte
En 1973, Reino Unido junto a Dinamarca e Irlanda ingresaron como nuevos
países en la CEE. Nacía la "Europa de los Nueve". Desde entonces la relación del
Reino Unido y la Unión europea ha sido una historia de amor de conveniencia.
Ahora esa historia puede acabar en un divorcio sin precedentes. El jueves 23 de
junio, los ciudadanos británicos votarán en referéndum su permanencia o
abandono (Brexit) de la Unión europea. De prosperar la opción del Brexit,
eventualidad más que probable, las consecuencias pueden ser demoledoras.
Aunque el Brexit es injustificable en el plano económico, la última raíz del
conflicto apenas es económica. Ya dicen los detractores del status quo que ‘ el
pueblo británico esta enfermo de tanto experto’. Los factores emocionales
centrados en un secular sentimiento antieuropeísta y, sobre todo, el creciente
cuestionamiento del hecho inmigratorio han dado preferencia a la sinrazón
sobre el análisis frio de los hechos.
El Brexit es malo para el Reino Unido(RU). Los analistas aventuran un
escenario básico y alternativamente otro más pesimista. En el primer caso el
PIB británico caería un 3,6% en los dos primeros años tras la separación, con un
desempleo marginal de 520.000 personas y una depreciación de la libra del 12
por ciento. En el escenario pesimista el PIB se reduciría un 6% (9,5% según el
Fondo Monetario Internacional), el paro aumentaría en 820.000 personas y la
libra perdería un 15 por ciento. Por su parte la posición fiscal mejoraría entre 20
y 40.000 millones de libras en 2019-20 como consecuencia del cese de la
contribución fiscal neta a la Unión Europea (UE), aunque los contribuyentes
serían sometidos a una brutal subida de impuestos. El Brexit es particularmente
negativo para su segmento de mercado por excelencia: las finanzas. El efecto
financiero derivado de la percepción de un RU como plaza financiera de mayor
riesgo y menos apetecible para la inversión extranjera podría ser de
consecuencias inusitadas si se produjese una reducción de las líneas de
financiación extranjera a los bancos de la city londinense. La mitad de estas
líneas a corto plazo lo son en moneda extranjera y un recorte de las mismas
conduciría a corto plazo a un shock financiero de inestabilidad indeterminada.
El sector financiero perdería el pasaporte comunitario que faculta para operar
con una sola licencia bancaria en toda la UE y el Banco Central Europeo
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restringiría ciertas actividades lo que catapultaría otro u otros centros
financieros que tomarían el relevo de la City. Ciertamente Londres perdería su
condición hegemónica de centro financiero global.
Con el Brexit, como ha señalado el Gobernador del Banco de Inglaterra Mark
Carney, se ahondaría la dependencia británica de la “amabilidad de los
extranjeros” y se erosionaría la confianza que fue capaz de merecerles. El déficit
por cuenta corriente de la isla es del 7% al cierre de 2015 lo que denuncia un
peligroso déficit de ahorro interno financiado por el resto del mundo. La
Inversión directa quedaría afectada al recortar su productividad la economía del
RU y perder atractivo como pasillo de entrada al mercado único europeo. Luego
vendría el castigo a los bonos denominados en libras y un rebrote de la
inflación. La probable reducción de los flujos de inmigración a los que llevaría el
Brexit podría afectar a la oferta de trabajo y, por tanto, al crecimiento, en un
país con una tasa actual de desempleo muy contenida.
El comercio de bienes y servicios sería también uno de los flancos más
afectados: la introducción de aranceles y barreras aduaneras disminuiría
notablemente los flujos comerciales del Reino Unido que debería recomponer
con nuevos acuerdos frente a terceros. Un 44% de las exportaciones de Gran
Bretaña van a la UE y solamente un 17% a los Estados Unidos.
Pero frente a estos siniestros claramente estimables se alza aquel otro mayor
que supone la inconcreción de la nueva relación entre RU y UE en el plazo
previsto de dos años a partir de la ruptura. Podrá negociarse el restablecimiento
de un área de libre comercio, siguiendo alternativamente los modelos noruego,
suizo o canadiense, cada uno con sus limitaciones y peculiaridades. Pero el
proceso estaría teñido de incertidumbres que afectarían a la economía real y a la
economía financiera. Hay que pensar que la UE no se sentiría obligada a un
comportamiento generoso. En realidad, Jean-Claude Juncker está con cara de
pocos amigos y ya ha advertido al Reino Unido de que los desertores no son
recibidos con los brazos abiertos. “Dentro es dentro y fuera es fuera” recalca el
impasible Wolfgang Schäuble.
Tras el referéndum el ejecutivo británico se enfrentará a nuevos y graves
problemas: El partido conservador de Cameron se halla profundamente
dividido entre pro y anti-europeístas. Los laboristas comparten esa mismas
división. El gobierno resultante tendrá que iniciar unas complejas negociaciones
con la UE y el resto del mundo. Deberá decidir, por ejemplo, si mantiene o
modifica toda la construcción legal erigida en las ultimas cuatro décadas de
convivencia europea, y de modificarla en que sentido e intensidad. Deberá
enfrentarse a las posibles reacciones que desate el Brexit en Irlanda, Gales y
sobre todo en Escocia, porque se da la curiosa circunstancia que Escocia exigió y
exige quedarse en la UE. Tendrá que gestionar un nuevo marco económico y
conciliarlos con el día de una ciudadanía dividida en su sensibilidad. Ingente
tarea, a decir verdad.
Naturalmente las consecuencias del Brexit no se limitan al RU. El PIB del Reino
Unido representa cerca del 20% de la UE. El mayor efecto se dejará sentir en la
Eurozona y resto de países de la UE. Los inversores internacionales no dejaran
de interpretar la separación como el escenario de un Barco que se hunde. Y
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dentro de la UE alentará y dará razones a nacionalistas, xenófobos, populistas y
segregacionistas de todas las coloraciones. Después de todo abandonar Europa
no era imposible y así lo habría avalado una de las primeras potencias
mundiales. Brexit podría alentar la victoria de Trump en Estados Unidos.
Fuente: Bruegel
Tampoco España sería, desgraciadamente, inmune al contagio del Brexit dados
sus fuertes lazos con la economía de las Islas. Ahí esta el pliego de datos: el
superávit comercial con el RU representa el 1,1% del PIB español; el RU es el
principal cliente turístico de España, representando el 25% del total de
huéspedes extranjeros, unos 16 millones en 2014; un millón de británicos
residen en España durante alguna parte del año, y de ellos 400.000 de forma
permanente; el RU acoge alternativamente un 14% de nuestra emigración;
acoge el 14% de nuestra inversión directa en el exterior y promueve el 10% de la
inversión extranjera en España. Finalmente España tiene una alta exposición de
riesgo en el sistema financiero de la City, por delante de Alemania y de Estados
Unidos. Todo ello habla con elocuencia de la expectativa que la consulta
despierta en todos los estratos de la economía y de la política española.
Pero en España, al igual que en Gran Bretaña, el precedente político
secesionista puede influir de forma notable en el discurso de los agitadores del
nacionalismo catalán y en general en todas las formaciones que albergan la bala
antieuropeísta en su recamara ideológica.
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Lamentablemente, Cameron ha embarcado a Europa entera en la resolución de
un problema doméstico –el secular euroescepticismo y el miedo a la
inmigración- que ahora estalla injustamente al resto de estados de la UE. Para
más encono, la campaña se ha ensombrecido con el brutal asesinato de una
activista de la permanencia, la diputada laborista Jo Cox. Quieran Dios o el
destino vincular su memoria a la victoria de su voto. Aunque resulte muy difícil
convivir, a partir de ahora, con el cínico talante europeísta de los británicos. El
mal ya está hecho.
Fuente: El Correo.