1. MADOFF: EL ROBO DEL SIGLO.
Manfred Nolte
Pocas perversiones provocan mayor rechazo en el sistema de economía de
mercado como la del robo. No en vano, el derecho a la propiedad se erige en uno
de los pilares del edificio capitalista, remitiéndose a los albores de los tiempos y
a su exhortación bíblica: ¡no robarás!
Pese a lo cual, y aun cuando el robo en todas sus variantes, -robo, hurto,
expoliación- con o sin intimidación, con violencia o sin ella, haya sido perseguido
por las leyes y sea objeto de penas, los amigos de lo ajeno se han afanado una y
otra vez, hasta nuestros mismísimos días, en practicarlo como medio de vida
alternativo al trabajo esforzado, al invariable imperativo de ganarse el pan con el
sudor de la frente.
A veces con una sagacidad y refinamiento exquisitos, aplaudibles en su fina
ejecución, pero baldíos, ya que casi siempre, el abuso es castigado, y a la postre,
con arrepentimiento o sin él, el quebranto de la norma sale a sus autores
sumamente caro.
Es el caso de Bernard Madoff, recientemente fallecido en la prisión federal de
Carolina del Norte, Estados Unidos, uno de los arquitectos más destacados del
llamado esquema ‘Ponzi’ o ‘fraude piramidal’ y líder en la clasificación de daños
y siniestros provocados en terceros a escala planetaria. Para no dejar enemigos a
la espalda, comentaremos brevemente qué es eso de un esquema ‘Ponzi’ o fraude
piramidal.
2. Para comenzar, el farsante debe pertrecharse de unas instalaciones llamativas y
vestir con la máxima corrección de la época. Algo, también, debe entender del
oficio, sea sobre sellos, monedas, divisas, acciones u otros productos financieros,
en los que decida comerciar. Una publicidad sobria pero contundente debe
prometer rentabilidades por encima de mercado al incauto inversor que se
pretenda captar. Entonces llegan los primeros clientes. A partir de ahí los
intereses u otro tipo de renta con que se retribuya al primer escalón de llegados,
proceden de los nuevos ingresos de un segundo escalón de inocentes. Según el
mercado acompañe o no al negocio, el recursoal dinero de sucesivos escalones de
clientes será menor o mayor. Al igual que los bancos, el embaucador sabe que el
bloque de clientes es estable y que solo una parte pequeña de los mismos realiza
disposiciones, con lo cual la farsa puede extenderse durante años, hasta que una
crisis mayor, con una retirada masiva de fondos, haga explotar la patraña.
Madoff, conocido como ‘Bernie’, no era un principiante. Ex presidente de la bolsa
de valores Nasdaq y considerado durante años un sabio de las finanzas, estaba
extorsionando silenciosamente a miles de victimas, felices mientras recibían sus
emolumentos, pero decepcionados hasta la desesperación, y en algunos casos el
suicido, cuando se destapó un desfalco neto de al menos 17.500 millones de
dólares, aunque otras fuentes apuntan a la cifra de 64.800 millones de dólares, la
mayor atribuida en la historia a un fraude piramidal. Entre los damnificados se
contaron todo tipo de perfiles, desde entidades bancarias como el Banco
Santander, a fondos de pensiones, fundaciones y organizaciones humanitarias.
Celebridades del mundo del arte o del deporte también se contaron entre sus
victimas.
Confrontado a una ruina sin paliativos, Madoff comunicó a sus hijos que todo su
entramado financiero era en realidad una gran mentira. Cuando estos dieron
cuenta de su confesión a las fuerzas del orden, el financiero fue arrestado en su
ático de Manhattan el 11 de diciembre de 2008 y sentenciado a 150 años de
prisión de los que cumplió algo más de diez.
El nombre atribuido a este tipo de estafa procede de Carlo Ponzi (1882-1949), un
famoso delincuente de origen italiano. El término fue acuñado por sus singulares
tropelías y en la actualidad se aplica a cualquier esquema financiero que paga a
los primeros inversores con los fondos de los inversores siguientes. Desde
entonces son muchos los nombres que engrosan la lista de este tipo de fraude.
No deja de resultar una grave ironía, que nuestro sistema de Seguridad Social de
prestación definida recuerde peligrosamente a un esquema ponzi, en función de
un conjunto de variables demográficas y de otra índole. Algo que no sucede con
los sistemas de aportación definida, hacia los que la protección pública está
llamada a virar.