La política del calentamiento global y los incentivos perversos que crea
1. La política del calentamiento global y los
incentivos perversos que crea
22 / 12 / 2010 Nicolas Loris
El dinero es un incentivo convincente. Cuando se trata del calentamiento global,
los gobiernos de todo el mundo han creado políticas con la intención de reducir la
emisión de gases efecto invernadero pero estas han desembocado en fraude,
timos, mercados negros y más emisiones. Mark Schapiro de la agencia Reuters
informa sobre las consecuencias involuntarias de las compañías europeas que
compensan sus emisiones de dióxido de carbono pagando a los chinos para que
destruyan un elemento que contribuye con más potencia al calentamiento global:
Para compensar sus propios gases de efecto invernadero, las compañías y
empresas de servicios en Europa sujetas a los límites de emisión del Protocolo de
Kioto han estado pagando precios exageradamente inflados a compañías chinas
para destruir el HFC 23 y, en el proceso, han pagado al gobierno chino cientos de
millones de dólares en ingresos fiscales para competir contra las propias industrias
“verdes” de Europa”. La preocupación europea por esta práctica fue una
importante fuente de discordia durante las negociaciones sobre el clima la semana
pasada en Cancún ya que la ONU intentó defender la integridad del multimillonario
mercado global de créditos de carbono.
Y lo curioso es que los incentivos ofrecidos a través del Mecanismo de Desarrollo
Limpio (MDL) de la ONU parece que también estimulan la producción de un gas
refrigerante que destruye el ozono y que ha llegado al mercado negro en Estados
Unidos. Las investigaciones llevadas a cabo por la Agencia de Protección
Ambiental de Estados Unidos (EPA) y el Servicio de Aduanas y Protección
Fronteriza de Estados Unidos han llevado a que se condene a varios
contrabandistas que han importado ilegalmente el refrigerante que destruye el
ozono, HCFC 22, introduciéndolo en Estados Unidos para vendérselo a
compañías de transporte, supermercados, tiendas de repuestos de automóviles y
otros usuarios de gases refrigerantes a gran escala. El refrigerante ilegal es
sensiblemente más barato que los refrigerantes que no destruyen el ozono y que
se permiten en Estados Unidos; es la discrepancia de precio motivada
parcialmente por los enormes sobrepagos a firmas chinas lo que ha provocado
que haya amplios existencias de HCFC 22 en el mercado negro internacional. Ese
2. mercado negro completa un circuito global único para la era del calentamiento
global: Desde las zonas industriales de China, los créditos de los gases efecto
invernadero – comprados y vendidos como activos en los mercados globales del
carbono – fluyen a compañías europeas que los necesitan para continuar
contaminando domésticamente mientras que el gas que destruye el ozono y que
es responsable de crear esos créditos fluye a compañías americanas buscando
refrigerantes a precio reducido.
Si Ud. necesita cualquier otra muestra de que esta política se trata más de cómo
sacar beneficios que de proteger el medio ambiente, el vicedirector del MDL de
China amenazó con lanzar a la atmósfera los gases HFC si la ONU retira el gas
como crédito aceptable.
Schapiro también detalla cómo el programa de créditos está aumentando la
producción de emisiones de otros potentes gases de efecto invernadero:
Los créditos pagados a compañías chinas e indias para eliminar el carbono, según
el Observatorio CDM Watch, en realidad han estimulado el incremento de la
producción de los otros gases – el gas HCFC 22 que es en sí mismo un potente
gas de efecto invernadero. El Observatorio ha compilado expedientes que
demuestran que las compañías en China e India han aumentado de forma
significativa la producción de HCFC 22 para así recibir dinero con la excusa de
incinerar el subproducto, el gas HFC 23.
Esto se convierte en un negocio aún más grande cuando los gobiernos aplican la
política que promueve fuentes de energía sin carbono y no competitivas. En el
Reino Unido, por ejemplo, David Cameron está revirtiendo el mercado energético
que privatizó Margaret Thatcher en favor de un sistema más controlado por el
Estado con la posibilidad de poner un precio mínimo legal antes de que el dióxido
de carbono pueda ser vendido. El plan cerraría prematuramente centrales
eléctricas más antiguas en favor de un proyecto masivo de gasto público para
aumentar el uso de la energía nuclear, eólica, solar y de combustibles biológicos
para alcanzar las metas de reducción del carbono. Es una tarea que no se puede
llevar a cabo sin garantías del gobierno, dice el regulador Ofgem. Ernst y Young
proyecta que la transición costará 316 mil millones de dólares – un costo que
aparecerá en las cuentas de electricidad de los consumidores y en los impuestos
más altos que harán falta para cubrir más adelante la inversión del Gobierno.
Y todo este costo, ¿para qué? No habrá ninguna diferencia apreciable en las
emisiones y las compañías pueden fingir ir de ecológicos y fingir adherirse a las
reglas mientras que otros se llevan el dinero a manos llenas. Sin embargo, los
políticos en Estados Unidos no quieren ver los hechos, ni el fraude, ni la
ineficiencia de la política ecológica en otras partes del mundo