1. Prologo – Canto de Dioses
El frio reinaba. Parecía que los Dioses querían obstruirles el paso. Sus caballos
presentaban duras quemaduras por el intenso frío cortante como una hoja de acero
élfico. No se divisiva nada por la dense niebla, ni rastro de algún ser vivo, solo nieve y
viento. El sol oculto bajo la bruma, solo empeoraba las cosas.
-Deberíamos parar-. Dijo uno de los siete. Iba sin yelmo a diferencia de los demás. Era
un enano pelirrojo de las Montañas Doradas. Presentaba síntomas de cansancio con
una forzada respiración. –Llevamos días sin comer nada.- Decía mientras se quitaba
nieve de la cara.
-¿Dónde?-. Respondió el que tenía más a la derecha. Era el más alto y corpulento de
todos, parecía un bárbaro de las montañas. De vez en cuando se apartaba el pelo que
se le iba apegando en la frente que le dificultaba aún más la visión: -Lo que debemos
hacer es sacrificar a los caballos y así tener provisiones.
-No vamos a parar, y mucho menos para matar a los caballos. Seguiremos a pie y los
abandonaremos a su suerte.- Se quitó el yelmo y agito su cabeza, dejando libre su
cabello negro. Era el más guapo de todos del grupo, su armadura blanca y reluciente
junto a su roja capa daban a entender que era el líder del grupo.
-Me parece estúpido abandonar tales víveres. –Contesto uno de ellos preocupado, le
faltaba un ojo y media mano. Sin contar las múltiples cicatrices que tenía por todo el
cuerpo.
El jefe avanzo unos pasos, se puso delante de cada uno mirándolos cara a cara con el
ceño fruncido: -Primero, no vamos a malgastar energía matando caballos, segundo,
dejaríamos rastro de sangre, eso llamaría a los barbaros y todo tipo de criaturas. Y por
último, son caballos de la luna. Matarlos en Ankor es castigado con la muerte. Y
recordad que estos caballos fueron un obsequio por ayudarles.- Dijo seriamente sin
apartar la mirada del bizco.
El manco agacho la mirada, sabía que su líder tenía toda la razón.
Uno a uno fueron bajando de sus caballos, el primero en bajar fue el enano,
seguidamente le siguieron los demás. Varios caballos echaron a correr, otros se
quedaron quietos. Muy pocos siguieron a sus amos.
Sus pies se hundían en la nieve, les llegaba hasta la rodilla dificultando y agotando cada
paso.
2. -Queda poco, unas leguas más y habremos llegado.- Dijo el líder en señal de ánimo.
Notaba a sus hombres cansados y fatigados que seguramente preferirían morir
congelados a seguir, otros seguramente irían en busca de los caballos y volverían a
casa donde les esperaba el calor del verano, acompañados de sus esposas, vino y
comida caliente. Pero nadie sabría volver, solo líder conocía esas montañas. A él todo
le daba igual, no tiene esposa, n tiene hijos, ni amada ni padres. Mata y asesina en
nombre de su Reino.
-¿Eso crees, Khan? –Dudo el elfo.- Parece que estamos dando vueltas en círculo. Fíjate,
tus hombres están cansados, les cuesta respirar, sus extremidades están congeladas y
algunos parecen que vayan a desmayarse. –Decía con la mirada vacía hacia el líder.-
¿De verdad esto vale la pena?
Khan paro, suspiro, levanto la mirada hacia el cielo. No veía nada, todo nublado, ni
rastro del sol. Volvió a bajar la mira y se dio la vuelta. Su rostro serio fundía respeto: -
“Somos los águilas que vigilamos desde el cielo, el lobo que camina en manada, el león
que hace temblar a los valientes, el acero irrompible. Nosotros guardamos la noche y el
día. Defendemos los Reinos. Entregamos nuestras vidas a la justicia. Hoy y por siempre
seré un Guardián del Ocaso.” Si queréis romper vuestro juramento adelante, no voy a
correr tras vosotros. Si queréis vivir en la miseria, adelante. Pero si de verdad os
consideráis Guardianes del Ocaso, ¡seguid conmigo!- Se dio la vuelta y siguió
caminando.
Nadie dijo nada al respecto, todos siguieron tras su paso. Tras varias horas caminado el
enano decidió parar, los demás tras verle no tuvieron más remedio que hacerlo ellos
también: -El cielo sangrara antes de que lleguemos.- Confirmo el pelirrojo.- Tenía una
larga barba y nos bigotes con los que podrías hacer trenzas y melenas para calvos. Sus
densas cejas ocultaban sus negros ojos profundos. Aun su baja estatura era
corpulento, manejaba sus hachas sin ningún problema, su armadura era la más pesada
de todas. Además de toda la cerveza que suele traer con él.
-El único que va a sangrar aquí seremos nosotros si no nos damos prisa. Dolum, Jan Y
“GIM” preparar vuestros arcos. El resto desenvainar vuestras armas, hemos llegado.-
Respondió el líder. Era el que más destacaba entre todos. Alto y serio, presentaba una
barba de varios días. Su melena negra desaparecía entre la densa niebla. Solo sus ojos
azules como el cielo despejado destacaban en ese tiempo. Llevaba varias trenzas
adornadas con algunas joyas de colores que hacían juego con sus ojos. Todos llevaban
la misma coraza flexible de tiras de acero, el yelmo con plumas que les protegía toda la
cara dejando un pequeño espacio para los ojos y la boca. Iban con brazales y
guanteletes de acero negro. Sus pantalones eran de lana, blancos como la nieve, por
encima las musleras que hacían conjunto con las grebas doradas. Por debajo de las
botas llevaban el pie cubierto por varias finas telas que los protegían del frio, y encima
3. de sus hombros una capa blanca, a diferencia de Khan que era roja con adornaciones
en hilo de oro sujetada con dos pequeños discos esculpidos en ellos un águila.
Llevaban un mes de viaje. Cruzaron las ruinas de Anduin que fueron arrasadas hace
más de varios milenios por dragones y todo tipo de criaturas infernales. Por aquellos
tiempos, reinaba ‘Magmont el Bravo’, de la familia Valdrak. Reino durante medio siglo,
hasta que los Rohim acabaron con él. Kol’drag Matadragones cabalgo y voló con sus
dragones y criaturas hacia Anduin la ciudad dorada. Hasta el más pobre poseía una
casa de oro en esas tierras. Cuando el Matadragones llegó, Magmont intento seducirle
con todo tipo de riquezas pero este las rechazo e hizo caso omiso a la rendición de los
Valdrak. Creo el caos en todo el reino, su ejército mato, violo, torturo y destruyo todo
lo que encontraban a su paso. Niños, niñas, mujeres, ancianos… los hombres eran
castigados con el corte de su miembro que luego pasaban a servir de esclavos. Las
mujeres y niñas eran el desahogo de los hombres cada noche. Muy pocos consiguieron
escapar de todo aquello.
Después de pasar por las ruinas de Anduin, les espero las ‘Tierras Pantano’, el alma de
los muertos. Khan contaba a sus hombres todas las leyendas de las ciudades por la que
pasaban:
Siglos atrás los Zhyrion enviaron sus ejércitos para la conquista de nuevas tierras.
Jamás volvieron a sus casas. Los habitantes más cercanos dicen que los soldados
todavía vagan por las tierras con sus estándares en pie.
Pasadas las Tierras Pantano, llegaron a su objetivo. La montaña del Ocaso. Ahí se
formó la Guardia del Ocaso, el último lugar donde irían los hombres.
-¡Por las barbas de Unyll!- Exclamo sorprendido el enano pelirrojo.
Llegaron a las cálidas Cataratas del Fin, no se divisaba nada al horizonte, decían que
eso era el fin del mundo. Más allá solo estaba el infierno. Desde el acantilado, bajaron
su mirada hacia abajo, se distinguían tres remolinos de agua que formaban un
triángulo. El vapor de agua era constante, la niebla y el frio desaparecieron una vez
llegaron. Miles de litros caían entre las rocas negras de la cascada al vacío sin saber
que había ahí abajo.
Varios de los hombres sintieron dificultad para respirar, pues el aire ahí arriba carecía.
-¿Ahora qué? ¿Cómo piensas bajar? –Habló otra vez el enano. Era incapaz de callar. –
¡Llevo más de un mes sin beber cerveza y comer algo caliente!
Los demás compañeros se limitaban a reír o hacer caso omiso al pelirrojo pesado.
-Esto es lo que vamos a hacer.- Dijo el líder dando un paso hacia adelante quitándose
por completo toda su armadura, quedando casi desnudo. Tendió su capa en el suelo,
4. cogió y amontono su ropa encima de la capa, la cerro como si fuese una bolsa de
equipaje y la arrojo al agua. Seguidamente el siguió los mismos pasos y salto de cabeza
ejecutando un salto de fe.
Varios compañeros a ritmo acelerado maldiciendo entre murmullos, pero siguieron sus
pasos y se arrojaron ellos también.
-¡Oh no! Esto sí que no, no pienso tirarme yo ahí- Decía el enano mientras sus ojos se
salían de orbita.
A los pocos segundos miro a su alrededor, moviendo su cabeza de izquierda a derecha
y se encontró completamente solo y abandonado. No tuvo más remedio, hecho unos
pasos hacia atrás << Por qué, Unyll… por qué >> susurraba mientras cerraba los ojos
fuertemente. De pronto empezó a correr hacia adelante, se dejó caer, noto como
flotaba, parecía estar volando. A medida que bajaba el viento iba deformándole la cara
y deshaciéndole sus tan queridas trenzas de la barba. A grito de: << ¡Unyyyyyyyyyyyyll!
>> Y un fuerte choque contra el agua bajó el de la cascada.
Continuara.
B.T. Khalid.