Peñalosa recibió la ciudad con una buena situación fiscal en 1997 pero entregó un déficit en 2000 a pesar de contar con grandes recursos. Congeló impuestos que debían usarse para mantenimiento vial y transporte público, gastó los ahorros de la ciudad sin pensar en el futuro, presionó inversiones sin garantizar su sostenibilidad y autorizó gastos sin asegurar su financiamiento, llevando a la ciudad a perder su calificación de riesgo y agotar su liquidez.