1. 20º domingo Tiempo Ordinario Ciclo B
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El ágape del Señor
XX domingo tiempo ordinario
Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre,
no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le
resucitaré en el último día.
Juan 6, 51-58
Una invitación
Jesús nos invita a un ágape festivo donde él mismo es el alimento que se ofrece. Jesús es el
pan del cielo. Quien lo coma vivirá para siempre. ¿Qué significan estas palabras?
Cada domingo recibimos una invitación a encontrarnos con él en la eucaristía. Jesús es la
fuente de nuestra vida espiritual. Por tanto, la eucaristía no es algo accesorio, sino un hecho
fundamental en la vida de los creyentes.
El pan, la carne, significa la vida. Con el sacramento del pan y el vino Jesús decide estar
presente para siempre en el mundo, cercano y accesible a toda persona.
En la celebración eucarística Jesús nos invita a gozar de una vida en plenitud, ya aquí, en este
mundo, y para siempre. La eucaristía anticipa el encuentro gozoso y definitivo con Dios. Es una
antesala del cielo, un banquete, un ágape fraterno, un encuentro entre Dios y su criatura.
Saborear el cielo
Venir a misa no es una obligación, es un regalo de Dios que hace madurar nuestra conciencia
cristiana de ser hijos suyos. La eucaristía no es el mero cumplimiento de un deber, sino un
encuentro con Cristo. Cada domingo tenemos la ocasión de vivir un acontecimiento
trascendental y místico. Somos invitados a saborear el cielo en la tierra.
Mi cuerpo es verdadera carne y mi sangre verdadera bebida. Este es el misterio de la
eucaristía: Dios mismo, en Cristo, está realmente presente, aunque no podamos percibirlo
físicamente. La eucaristía debería provocar en cada uno de nosotros una convulsión espiritual.
El ágape
Comer con los demás es importante. La comensalidad es un encuentro que fomenta la relación
interpersonal y la amistad. Encontrarse en una celebración es necesario para la convivencia,
tanto cristiana como humanamente.
En la misa Cristo es el anfitrión que nos invita y nos acoge. ¿Cómo podemos declinar su
convite? ¿Cómo negarnos a venir?
Para los cristianos la misa es momento central de la celebración de nuestra fe. Solemos seguir
la rutina de los domingos, pero las otras fiestas de precepto no son menos importantes. La
Iglesia es muy sabia cuando nos exhorta a guardar los preceptos: de la misma manera que
necesitamos el alimento físico y emocional, también necesitamos el alimento espiritual, que
debe complementar los otros dos. Con la celebración de la eucaristía se nos está ofreciendo
una experiencia mística de cielo y un alimento que necesitamos. Es la fiesta del encuentro de
Dios con sus hijos. ¡No fallemos a ese encuentro!
Joaquín Iglesias - jiglesias@arsis.org