1. 21º domingo Tiempo Ordinario Ciclo B
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¿También vosotros queréis iros?
XXI domingo tiempo ordinario
Luego de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién
puede oírlas? Conociendo Jesús que murmuraban de esto sus discípulos, les dijo: ¿Esto os
escandaliza?... ¿Queréis iros vosotros también? Respondió Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú
tienes palabras de vida eterna.
Juan 6, 60-69
Una vivencia diferente de Dios
Jesús era un hombre libre, con una experiencia de Dios que no tenían sus coetáneos. Mucha
gente no llegaba a comprenderlo y le echaban en cara su forma de hablar: estas palabras son
inaceptables, decían.
Su intensa vivencia interior dio lugar a un nuevo concepto de Dios: el Dios Padre, cercano,
misericordioso, que no desea otra cosa que la felicidad de sus criaturas.
La personalidad atractiva y arrolladora de Jesús arrastraba a muchas personas. Con sus
predicaciones y sus curaciones sabía tocar sus corazones y comprendía sus anhelos más
hondos. Pero muchos lo criticaban. La crítica es un fenómeno antropológico muy antiguo, tan
viejo como la humanidad. Su origen son los celos, las comparaciones o los juicios desacertados.
Jesús no fue inmune al impacto de la envidia y las difamaciones.
Palabras que son vida
Y, sin embargo, sus palabras son vida y alimento. Jamás el mensaje de Jesús ha sido contrario a
la vida y a la felicidad humana. Su misión es que toda persona llegue a crecer y a madurar,
hasta llegar a su plenitud personal. He venido para que tengan vida, y vida en abundancia, dice
el Evangelio de San Juan.
Pero Jesús intuía que un sector de su pueblo e incluso de sus propios seguidores no lo
comprendería, y sabía que esto lo llevaría a la muerte y a la cruz.
Hoy día mucha gente se aleja de la Iglesia. La pregunta de Jesús se dirige igualmente a los
cristianos de hoy: ¿También vosotros queréis iros?
¿Qué queremos hacer? ¿Continuamos dentro o fuera?
Pedro contesta con hermosa rotundidad: ¿A quién vamos a acudir? Sin ti no somos nada... ¡Tus
palabras son vida!
Así es. Reconocer que Cristo es el Santo de Dios es reconocer su bondad y descubrir que es la
imagen más perfecta del Padre. Aceptarlo y acogerlo es dejar que se convierta en el eje de
nuestra vida. Es abrazarlo y adherirnos a él. Y Dios quiere que nuestra existencia sea plena y
colmada de alegría. La vida que nos da es eterna.
Iglesia y comunión
Es muy frecuente oír esta frase: Soy creyente, pero no practicante. No podemos juzgar a nadie,
por supuesto. Pero la eucaristía es una consecuencia de nuestra fe, vivida y encarnada. ¿Cómo
vamos a llegar a la plenitud espiritual sin participar en la vida de la comunidad?
2. 21º domingo Tiempo Ordinario Ciclo B
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Si decimos sí a Jesús, estamos diciendo sí a la Iglesia. Jesús no quiso llevar a cabo su misión
solo, llamó a unos discípulos y les confió continuar su tarea. Creó una nueva familia, unida no
por vínculos de sangre, sino por la fuerza del Espíritu Santo. Insistió una y otra vez en la
importancia de la unión, de la caridad mutua, de la fraternidad. Por tanto, no podemos
concebir la fe sin una experiencia comunitaria y sin la vivencia de la comunión eucarística.
Finalmente, vivir coherentemente nuestra fe tiene sus consecuencias: matiza toda nuestra vida
cotidiana y nuestra presencia en el mundo. La luz de Cristo, que alienta en nosotros, no puede
pasar desapercibida.
Joaquín Iglesias
jiglesias@arsis.org