1. Vencer el dolor, apostar por la vida
5º domingo ordinario – ciclo B
«¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! Si lo hiciera por gusto, esa sería mi
paga. Pero si lo hago a pesar mío, es que me lo han encargado. ¿Cuál es
la paga? Precisamente, anunciar el evangelio de balde…»
Estas frases de san Pablo son muy conocidas. Pero pueden
malinterpretarse, como si se viera forzado, obligado a evangelizar. ¿Es
posible anunciar una buena noticia por simple y mera obligación? ¡No!
Pablo, más tarde, dice que «siendo libre como soy, me he hecho esclavo
de todos para ganar a los más posibles…» ¿Cómo entender esto?
No podemos imaginar a un Pablo severo, ceñudo y combatiente,
anunciando a Cristo con la sola fuerza de voluntad, casi a regañadientes.
¡No hubiera convencido a nadie! ¿Por qué Pablo entusiasmó a tantos?
¿Por qué siguió evangelizando, contra viento y marea, feliz y sereno
incluso cuando lo apaleaban o cuando lo metieron en la cárcel? Porque
ardía, estaba lleno de amor, lleno de Jesús, y toda su vida era anunciar
aquella noticia que le había transformado por dentro.
Sólo desde un amor intenso y arrebatador se pueden entender estas
expresiones. Pablo era libre, ¡no se puede amar si no hay libertad! Pero
esa misma libertad lo empujó a darlo todo por el amado, por Jesús, por
anunciarlo. Cuando dice que se hace «esclavo» quiere decir que se
adaptó a todo tipo de ambientes, renunciando a sus costumbres, a sus
hábitos e incluso a su cultura para poder empatizar y conectar con las
gentes. Se liberó de sus propios esquemas para configurarse con Cristo.
Pablo hizo lo que hace todo buen misionero: integrarse en el lugar a
donde va, aprender su cultura, su historia, sus hábitos; hacerse uno con
los habitantes de ese lugar y aprender a hablar su lenguaje. Así, siendo
uno con ellos, pudo hablarles de Jesús y su buena nueva.
¿Cuál es esa buena noticia, ese evangelio? La buena noticia es que Dios
nos ama, Dios nos da vida, Dios viene hoy a aliviar nuestro dolor y a
darnos esperanza. Nuestra vida tiene sentido, y un sentido muy bello. La
primera lectura de hoy nos muestra la desesperación de Job, tan humana,
en medio su dolor inicuo. El salmo nos muestra el gozo de quien siente
que Dios ha venido a sanar los corazones destrozados. El evangelio nos
relata cómo Jesús cura a la suegra de Pedro y a cientos de enfermos. Dios
viene a darnos vida, salud, fuerza, alegría. Dios es un Dios de vida y no de
muerte. ¿Cómo callar un mensaje así?