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1
Sinopsis
Traducido por Flochi
Corregido por LizC

E

mma vive una vida muy autodestructiva, apenas progresando en la
universidad. Su mundo es puesto de cabeza después de conocer al Señor
Honor, su nuevo profesor de Historia cuya idea de disciplina puede ser un
poco demasiado para Emma manejar. Mientras tratan de descubrir su nueva

relación, también tienen que tratar con la muy real posibilidad de que alguien ha
descubierto su secreto y está tratando de lastimarlos. Pero el Sr. Honor está
ocultando unos cuantos secretos sobre él mismo de Emma.

HISTORIA DE AMOR ERÓTICA (✓ /FUERTE CONTENIDO SEXUAL (✓ /BDSM (✓
)
)
)

Primer Libro de la Saga Honor

2
Índice
Sinopsis

Capitulo 20

Capítulo 1

Capítulo 21

Capítulo 2

Capítulo 22

Capítulo 3

Capítulo 23

Capítulo 4

Capítulo 24

Capítulo 5

Capítulo 25

Capítulo 6

Capítulo 26

Capítulo 7

Capítulo 27

Capítulo 8

Capítulo 28

Capítulo 9

Capítulo 29

Capítulo 10

Capítulo 30

Capítulo 11

Capítulo 31

Capítulo 12

Capítulo 32

Capítulo 13

Capítulo 33

Capítulo 14

Capítulo 34

Capítulo 15

Sobre la autora

Capítulo 16

Honor Thy Teacher

Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19

3
Si es un pecado codiciar el honor, soy el alma
más ofensiva.
William Shakespeare

4
1
Traducido por flochi
Corregido por Alicadi

M

i vigésimo primer cumpleaños había empezado como cualquier otro día.
Desperté sola. La casa estaba desierta. Sin dudas, mi tía con la que vivía
se había desmayado en el bar o ido a casa con algún desconocido

azaroso. Pasé un cepillo a través de mi largo y oscuro cabello hasta que yació suave
y perfectamente recto bajando por mi espalda. Lavé mi rostro y escogí algo para
usar durante el día. Me decidí por una camiseta blanca entallada y unos jeans
cortos. Haría calor otra vez, como era habitual en Florida, así que me deslicé en un
par de sandalias marrones.
El autobús de la secundaria se detuvo enfrente y me senté en el garaje esperando a
que se fuera y se dirigiera a la carretera. Odiaba estar atascada detrás con todos
esos niños señalándome y riendo desde la ventana trasera. Una vez que estuve
segura de que no había moros en la costa salí del garaje en mi aporreado Rabbit
blanco.
Encendí la radio, enchufé mi iPhone en el adaptador de la casetera y escuché
Mozart todo el viaje. La música clásica tenía una manera de calmarme. Odiaba ir a
la Universidad. Nunca sentí que encajara. Las personas me trataban como un
extraterrestre debido a que fui transferida desde Michigan justo antes de la
graduación de la preparatoria. La verdad era que habría dado cualquier cosa por
volver.
Me detuve en el estacionamiento del gimnasio justo antes de las ocho. Apenas a
tiempo pero no me importaba honestamente. Mis calificaciones eran perfectas y
podía tener un 4.0 sin tener que asistir. Desafortunadamente, si no me presentaba
mis becas podían ser quitadas. Siempre empezaba mi día con una rutina de

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ejercicios. Me moví sigilosamente en el vestuario y me cambié a mi camiseta de
tamaño grande y pantalones negros holgados.
Cuarenta y cinco minutos después, habíamos terminado de jugar un partido de
básquet con algunas chicas de una hermandad femenina, del cual sigo sin conocer
las reglas. Mi equipo perdió pero no me importaba de todos modos. Me volví a
cambiar a mi ropa normal y me dirigí a través del campus a mi primera clase.
Todo antes del almuerzo se convirtió en un gigantesco borrón. Los profesores
estaban trabajando en cosas que yo ya había aprendido. Me senté sola al final de
una larga mesa de la cafetería y mordí mi pizza. Odiaba este lugar con pasión.
Estaba lista para graduarme y seguir adelante con mi vida. Sabía que sin mi título
me vería obligada a quedarme en esta ciudad y hacer un trabajo de bajo
presupuesto por el resto de mi existencia.
Agarré mis libros y me dirigí a mi auto para agarrar mi libro de historia que había
olvidado. Para el tiempo que llegué a clases, todos estaban en sus asientos y
esperando al profesor para hablar. Me metí a hurtadillas y mantuve la cabeza
gacha mientras me dirigía al fondo del salón. Me deslicé en mi escritorio y miré al
frente de la clase.
—Ahora que estamos todos aquí me gustaría presentarme. La Sra. Gibbs estará
fuera por unos pocos meses por problemas médicos. Mi nombre es el Sr. Honor. —
Su cabello era oscuro y apenas lo bastante largo para lograr el aspecto de “recién
salido de la cama”. Sus ojos eran de un penetrante azul que coincidía con la
botonadura de su camisa que se abrazaba a su pecho musculoso perfectamente. El
botón superior estaba abierto y podías ver una camiseta blanca debajo y jeans
oscuros lavados. Era mucho más joven que la mayoría de los profesores. Parecía
como a finales de los veinte, pero tenía la confianza de alguien mucho mayor.
Todas las chicas en el salón estaban inmersas en cada una de sus palabras. Cuando
se lamió los labios, un jadeo colectivo se escuchó en toda la sala.
Cuando el timbre sonó muchas de las chicas se quedaron hasta que el Sr. Honor
hizo notar a todos que se movieran a su próxima clase.
—Tú, ven aquí un momento —dijo señalándome. Mi aliento se trabó en mi
garganta mientras reunía mis libros y caminaba entre los escritorios hacia él. Estaba
recostado casualmente sobre su escritorio y girando una regla en la mano.

6
—¿Sí? —pregunté, las palabras salieron más alto de lo que pretendía.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó y por un momento, no pude recordarlo. Mis
mejillas ardieron de un profundo carmesí a la vez que luchaba por tener un
pensamiento coherente.
—Emma. Emma Towsend —solté cuando finalmente el pensamiento me llegó.
Sonrió y mi corazón se dio por vencido completamente. No sabía cuánto tiempo
más podía soportar estar en frente de él antes de que mis piernas cedieran a los
nervios.
—Emma. —Mi nombre rodó fuera de su lengua y fue el más bello sonido que
escuché alguna vez—. Por favor, intenta llegar a mi clase a tiempo. La tardanza no
será tolerada. La próxima vez habrá consecuencias —dijo, mientras continuaba
girando la regla en su mano. Estaba fascinada.
—Sí, señor —contesté con un toque de sarcasmo en mi voz. Sus labios se torcieron
y pareció como si contuviera una sonrisita.
—Vaya a clase, señorita Towsend. —Sus ojos miraron los míos. No estaba segura
de qué decir, así que me di la vuelta y me dirigí a mi siguiente clase. El resto del día
lo pasé volando en las nubes. Todo en lo que podía pensar era en el Sr. Honor. Me
pregunté cuál era su nombre y si se estaba viendo con alguien. No es que
importara. Yo era una paria social en este instituto. Parte de eso era mi culpa.
Nunca hice un esfuerzo por conocer a alguien. Para cuando terminé mis clases, ni
siquiera sabía lo que cualquiera de los profesores había dicho.
Cuando llegué a casa, mi tía Judy estaba dentro cocinando algo en la cocina.
—Huele estupendo —dije, dándome cuenta de que no había comido mucho en el
día.
—Hay comida en el refrigerador. Hazte algo para ti —contestó fríamente. Puse mis
ojos en blanco y volví al pasillo hacia mi habitación. Empecé a trabajar en mis
deberes pero no pude concentrarme en nada. Mis pensamientos siempre volvían a
él. Cuando la casa quedó en silencio, fui a la cocina para prepararme algo para
comer. Mi tía había dejado comida y platos sucios esparcidos sobre la encimera, así
que me puse a limpiar antes de hacerme la comida. Una vez que el lavavajillas
estuvo cargado y las encimeras limpias, me hice espagueti y me senté en el sofá a

7
leer una novela romántica. Pasaba la mayor parte de mi tiempo libre leyendo. Era
un fantástico escape de la realidad. Desafortunadamente, todo lo que pude
imaginar fue al Sr. Honor cuando llegaba a la gran escena de amor del héroe, así
que aparté el libro y en cambio opté por la realidad de la televisión.

8
2
Traducido por flochi
Corregido por Alicadi

M

e desperté justo después de las seis con la alarma del teléfono
zumbando en mi oído. Me había quedado dormida en frente de la
televisión en la sala de estar. Afortunadamente mi tía nunca llegó a casa

anoche o indudablemente me habría despertado para regañarme sobre lo
incómodo que ponía a sus compañeros masculinos tener a alguien tendido en el
suelo.
Corrí a la ducha y me deslicé en un par de jeans rasgados y una camiseta. Mi
cabello estaba húmedo cuando salí hacia el instituto pero afuera hacía tanto calor
que no me importó. El aire acondicionado de mi auto no era mejor que tener bajas
las ventanas.
Mi cabello estaba prácticamente seco para cuando llegué al instituto. Me dirigí
hacia el gimnasio, tomando el camino largo para poder pasar la clase del Sr. Honor.
Su puerta estaba cerrada, pero a través del cristal de la ventana pude verlo ponerse
su camisa de manga larga gris. Vi un profundo tatuaje tribal envuelto alrededor de
su musculoso hombro que se detenía justo en la nuca del cuello. Se dio la vuelta
mientras se arreglaba la camisa cerrada y pasé corriendo por la ventana esperando
que no me viera mirándolo.
Hacer ejercicio fue en completo desastre. Hoy las chicas decidieron torturarnos con
pelotazos, pero ya que mi mente estaba en otro lugar, me pareció ser golpeada
más que las otras. Con un fresco dolor de cabeza y el ego magullado, me dirigí a
mi siguiente clase. Matemáticas fue tan aburrida como de costumbre y me pasé la
mayor parte del período garabateando en mi libro cuando se suponía que tomara
notas. Fue un alivio cuando el timbre sonó y por fin pude salir de clases. Me dirigí a
la cafetería. No parecía haber ningún lugar donde sentarme sola así que apreté mi

9
bandeja en el extremo de una mesa e hice mi mejor esfuerzo para evitar el
contacto con alguien. No es que las personas de aquí fueran horriblemente malas;
tan solo no me gustaba invertir en una relación que pronto terminaría. Quizás eso
era debido a que todos despegaríamos pronto a iniciar nuestras propias vidas, o
quizás porque tengo la tendencia a mudarme mucho, o quizás todavía estoy
aprendiendo a afrontar la muerte de mis padres. La razón no importaba. Prefería
estar sola. Probablemente me quedaría encerrada en casa como en un calabozo si
no fuera por el instituto. Técnicamente, podía abandonarlo en cualquier momento,
pero sólo quedaban unos cuantos meses y sabía que lamentaría no conseguir mi
diploma.
El timbre del almuerzo sonando me sacudió de mis pensamientos. Era la hora de la
clase del Sr. Honor y consideré fugarme. Estaba segura de que me había visto
mirarlo embobada a través de la ventana por la puerta de clases y no quería que
me mirara raro. Recordé su amenaza sobre llegar tarde y a regañadientes me dirigí
a clases. Me escabullí en el interior mientras los otros estudiantes estaban
pululando. Nunca notó mi presencia y me sentí agradecida. Las chicas lo adulaban
como si fuera una especie de estrella de rock. Parecía avergonzado, pero algo en su
expresión me hizo pensar que disfrutaba de la atención.
—Tomen sus asientos. Es tiempo de una prueba sorpresa —anunció y la sala gruñó
colectivamente. Estaba emocionada de no tener que hablar con nadie, así que la
prueba fue una distracción bienvenida. A la mitad del período me esforcé por
encontrar respuestas para la mitad de las preguntas de la prueba. Esto era raro en
mí, ya habiendo leído la mayoría del libro en mi tiempo libre. Me mordí el labio y
retiré mi cabello detrás de la oreja. Alguien dejó caer un libro de texto cerca del
frente de la clase con un pesado ruido sordo. Salté en mi asiento y alcé la mirada
nerviosa. Mis ojos atraparon al Sr. Honor mientras me miraba fijamente. Mi corazón
saltó hasta mi garganta y mordí con más fuerza mi labio inferior. Él se lamió los
labios de esa manera increíblemente sexy que hacía antes de romper el contacto
visual conmigo y revolver entre los papeles sobre su escritorio. Bajé la vista a mi
hoja. Pero bien podría haber estado en griego. Escribí algunas tontas medias
respuestas y caminé hacia la parte delantera de la clase para entregarlo justo
cuando el timbre sonó. Puse mi hoja sobre el escritorio y abandoné el salón tan
rápido como me fue posible.

10
Mi corazón latía a mil por minuto así que me metí en el baño y salpiqué agua fría
en mi rostro. Escuché a un grupo de chicas abrir la puerta por lo que me deslicé en
un compartimiento para estar sola hasta que pudiera calmarme. El segundo timbre
sonó y todo el mundo se suponía que iba a estar en su siguiente clase, pero el
grupo de chicas seguía quedándose. Reacia, abrí la puerta para poder irme.
—¡Oye! Eres la chica inteligente de la clase del Sr. Nevins, ¿no? —preguntó una
chica de cabello rubio rizado.
—Supongo que soy yo —respondí tímidamente—. Mi nombre es Emma.
—Soy Clare, y esta es Becka —respondió haciendo gestos hacia la chica con un
cabello corto poco natural de color rojo. Sonreí y asentí sin saber qué decir a
continuación, así que me volví a la puerta—. ¿Quieres “volar”? —dijo Claire tras de
mí y me detuve por un momento, no muy segura de qué responder.
—Seguro —contesté. Ya estaba llegando tarde a mi siguiente clase y llegar a la
mitad sería peor que no llegar en absoluto. Una sonrisa cruzó el rostro de Claire y
sacó una pequeña lata de mentas de su bolso. Lo abrió y sacó un porro. Me había
drogado una vez antes, así que sabía qué esperar. Claire encendió el porro y se lo
pasó a Becka quien tosió y escupió.
—¿Estás bien? —pregunté cuando su cara se volvió roja. Ella asintió y Becka
empujó el porro en mi cara. Le di una pequeña fumada y luché para mantenerlo.
Mis pulmones quemaron debido a la dura intrusión y empecé a escupir y toser
peor de lo que Claire había hecho.
—Toma —dije sosteniéndolo para que Claire lo tomara otra vez. Espontáneamente
ella estalló en un ataque de risa. No sé lo que era tan divertido, pero su risa fue
contagiosa y pronto todas estábamos jadeando por aire y riéndonos más y más
fuerte mientras nos pasábamos el porro unas cuantas veces más.
—Chicas —llamó una fuerte voz desde afuera de la puerta.
—Shhh… —susurró Claire completamente demasiado fuerte.
—Salgan aquí ahora mismo —gritó la voz nuevamente y pude notar que estaba
perdiendo la paciencia.
—¡Ve tú! —dijo Claire, empujándome hacia la puerta.

11
—¡No! —protesté.
—¡Estoy en libertad condicional! —susurró Becka y quien estaba del otro lado de la
puerta golpeó, causando que todas nosotras saltáramos y dejáramos de hablar.
—Bien, mierda —murmuré en voz baja y las chicas corrieron a toda prisa a un
compartimiento. Respiré profundamente y empujé la puerta para abrirla. Del otro
lado estaba el hombre más hermoso sobre el que nunca había puesto mis ojos, el
Sr. Honor. Su mandíbula se apretó y sus ojos se entrecerraron. Él estaba enfadado,
pero no pude evitar reírme.

12
3
Traducido por flochi
Corregido por Alicadi

—¿

Emma? ¿Crees que esto es gracioso? —me regañó. Intenté
ahogar la risa y sacudí la cabeza diciendo no, pero cuando
contuve la risa, también dejé de respirar haciéndome sentir

mareada. Me agarró del brazo y lo apretó muy fuertemente, llevándome pasillo
abajo hacia su salón de clases. Afortunadamente, los pasillos estaban vacíos y nadie
vio lo ridículamente que me estaba comportando.
—Eres afortunada de que no tenga clases en este período —dijo mientras miraba
alrededor del pasillo antes de cerrar la puerta, bajando la pequeña persiana que
cubría la ventana. Súbitamente me golpeó la idea de que podía ser suspendida, y
todo el sufrimiento que había estado soportando sería para nada. Se pasó las
manos a través de su cabello marrón castaño y cayó perfectamente de vuelta en su
lugar. Me di cuenta que lo estaba mirando fijamente y rápidamente aparté la vista
cuando jugueteó con su regla. Debería estar rogando que no me reportara pero mi
cabeza daba vueltas y simplemente no pude reunir la energía para que me
importara. Me mordí el labio nerviosamente y esperé que me gritara algo más.
—Deja de morderte el labio —dijo enojado y golpeó la regla en el escritorio,
aparentemente perdiendo su tren de pensamiento. Salté y mordí mi labio con más
fuerza por accidente, sacando sangre.
—Lo siento —dije en voz baja, sin saber qué más decir. Toqué mi labio y aparté los
dedos, mirando la pizca de sangre. Él se puso de pie y caminó hacia mí. Mi
estómago aleteó. Rozó su pulgar sobre mi labio inferior, sus ojos azules
bloqueándose sobre los míos. Aspiré entrecortadamente y lo sostuve, temerosa de
que si me movía pudiera romper este sueño.

13
—Respira —susurró, inclinándose lo suficientemente cerca para sentir su aliento
cálido en mi rostro, enviando un escalofrío bajando por mi cuerpo. Un fuerte
repique rompió el hechizo y él cerró los ojos por un momento antes de darse la
vuelta para sacar su teléfono del bolsillo. Me quedé allí de pie estúpidamente
mientras hablaba. Sus respuestas fueron cortas y no sabría decir si la persona a la
que le estaba hablando era un hombre o una mujer. Sus ojos bailaban de arriba a
abajo por mí cuerpo a la vez que hablaba y pude sentir mis mejillas arder. Mordí el
borde de mi labio pero rápidamente lo liberé cuando él entrecerró sus ojos hacia
mí. Decidí empezar a deambular por la habitación y leer los carteles de la pared.
Me sentí grosera allí de pie escuchando su conversación.
—Deberías ir a tu siguiente clase. El timbre está a punto de sonar —dijo
tranquilamente en mi oído. Su aliento caliente en mi cuello hizo que mi cuerpo se
derritiera. Ni siquiera lo había escuchado terminar su llamada.
—Entonces, ¿no estoy en problemas? —pregunté, demasiado nerviosa para darme
la vuelta y enfrentarlo.
—No dije eso. —Por el tono de su voz, pude notar que estaba sonriendo. Aspiré
entrecortadamente otra vez y asentí.
—Sí, señor. —Agarré mis libros justo cuando el timbre sonó y me escabullí de
vuelta en el pasillo mientras todo el mundo salía de sus clases. No podía saber si
estaba volando debido a la hierba o debido a mi encuentro con el Sr. Honor. A
medio camino del pasillo Claire y Becka corrieron a mi lado.
—¡Oh, Dios mío, Emma! ¡Lo siento tanto! —se disculpó Becka.
—¿Quién era? —preguntó Claire, ella había enganchado su brazo con el mío y no
estaba segura de si fue un gesto amistoso o si todavía estaba demasiado aturdida
para caminar recta.
—¡Vamos! ¡Dinos! ¿Estás en problemas? —preguntó Becka, interponiéndose frente
a nosotras de modo que tendría que responder.
—Creo que estaré bien —contesté, no muy segura de lo que había pasado. Parte
de mí pensó que lo había inventado todo.

14
—¿Le dijiste nuestros nombres? —preguntó Claire y pude notar que estaba
preocupada por sí misma. Hice una pausa por un breve momento mientras estaban
pendientes de cada una de mis respiraciones.
—No. No dije sus nombres. ¡Me deben una grande! —dije finalmente, soltándolas.
Lanzaron sus brazos a mí alrededor y me dieron las gracias—. Tengo que irme. No
puedo perder otra clase —dije a la vez que me arrancaba sus brazos de encima.
Claire frunció el ceño.
—¿Quieres salir más tarde? —preguntó ella. No supe qué responder.
—¡Vayan a clases, señoritas! —Una voz retumbó detrás de nosotras y mi cuerpo se
cubrió repentinamente de piel de gallina. Era el Sr. Honor. Claire y Becka me
soltaron a regañadientes y miré con disimulo sobre mi hombro. Sus ojos azules
quemaron en los míos. Me volteé rápidamente y me dirigí a mi clase.
Todo fue un borrón. No pude mantener mi mente lejos de él. Al final de clases,
Becka y Claire estaban esperando junto a la puerta.
—Ten. Este es mi número si deseas salir después de clases —dijo Claire mientras
me seguían por el pasillo. Era el final del día y el Sr. Honor estaba parado fuera de
su salón de clases mientras pasábamos en fila. No pude evitar mirarlo.
—Pensábamos ir a esa nueva película de terror con la que todos están tan
entusiasmados. Empieza a las ocho —continuó ella, ajena al hecho de que yo no
estaba prestando atención.
—Seguro —dije, sin saber realmente a lo que estaba aceptando. El Sr. Honor sonrió
y no pude evitar devolverle la sonrisa.
—Así que, ¿vendrás? —preguntó Becka y me detuve en seco cuando el Sr. Honor
se deslizó en el interior de su salón nuevamente.
—Sí, iré. ¿A qué hora dijiste? —pregunté.
—A las ocho en punto. No llegues tarde, ¡el lugar estará repleto! —me advirtió y yo
sonreí.
—Estaré allí —prometí y nos dirigimos al estacionamiento.

15
4
Traducido por LizC
Corregido por Curitiba

M

e senté en mi auto repitiendo todo lo que había pasado hoy. No podía
creer que haya sido tan estúpida como para drogarme en el instituto.
Estaba orando para que el Sr. Honor no se lo dijera a nadie, pero estaba

segura de que mi secreto estaba a salvo con él. Sin embargo, no podía dejar de
pensar en lo que dijo sobre estar en problemas. ¿Qué quiso decir exactamente? A
medida que el estacionamiento se vaciaba, encendí mi auto para irme. Di vuelta al
radio y canté junto a Crimson and Clover mientras me dirigía a casa de mi tía.
Entré en el camino de entrada maldiciéndome por haber accedido a una noche de
chicas con las mismas que me usaron como un chivo expiatorio. No podía culparlas
del todo. Era tan culpable por lo que hicimos como ellas. Además, si no lo hubiera
hecho nunca habría llegado a pasar más tiempo con el Sr. Honor.
La casa estaba vacía y me alegré de que no hubiera nadie alrededor para hacerme
las veinte preguntas acerca de dónde iba. Me metí en la ducha para alistarme para
la película. Me quedé bajo el agua, soñando despierta hasta que se puso fría. Me
envolví una toalla sueltamente alrededor de mi pecho y fui a mi habitación a
buscar algo para ponerme. La mayoría de mis pertenencias estaban en cajas, así
que tuve que hacer una gran cantidad de excavación antes de encontrar algo
adecuado. Me decidí por un vestido negro y zapatos de tacón negros. Después de
vestirme, cuidadosamente ricé las puntas de mi cabello. Para el momento en que
terminé de aplicar el rímel, me vi por lo menos unos cuantos años más adulta.
Me senté por ahí escuchando música y limpiando la casa para matar el tiempo.
Cuando el reloj marcó las siete supuse que era seguro salir. Para el momento en
que llegara al cine y nos dieran nuestros bocadillos sería sólo una corta espera para
la película. Salté en mi auto y empecé a retroceder por el camino de entrada

16
cuando unos faros llenaron mi espejo retrovisor y sonó una bocina. Detuve mi auto
y suspiré ruidosamente. Mi tía acercó su auto al lado del mío.
―¿A dónde te diriges? ―preguntó ella, mientras su acompañante masculino
desvió la mirada, aparentemente desinteresado y totalmente perdido.
―Rumbo al cine, no me esperes despierta ―grité por encima de los motores y
sonreí.
―¡Oh, no! ―respondió ella y su sonrisa cursi me dio náuseas. Puse los ojos en
blanco y retrocedí el resto del camino de entrada.
Encontrar la sala de cine en la oscuridad fue mucho más difícil de lo que había
previsto. Tuve que enviarle mensajes de texto a Claire y Becka varias veces antes de
que finalmente viera la gran señal del genial cine a lo largo de un lado de la
carretera. Di tres vueltas en el estacionamiento antes de encontrar un espacio
disponible. Todo el mundo había venido a ver la nueva película de terror Slash. De
repente me sentí acomplejada por mi vestido, y me pregunté si debía irme
rápidamente antes de que alguien me viera. Podría reclamar que mi auto se dañó o
que me quedé sin gasolina. Ya era demasiado tarde. Vi a Becka y Claire caminando
a través del estacionamiento saludándome para conseguir llamar mi atención. De
mala gana me bajé del auto y me arreglé el vestido.
―¡Deja de tirar de eso! ¡Te ves muy bien! ―me tranquilizó Becka. Llevaba un traje
similar en color morado oscuro.
―Gracias ―dije tímidamente, metiendo mi cabello detrás de mi oreja.
―¿Y yo qué, me veo como hígado picado? ―preguntó Claire detrás de nosotras,
medio en broma.
―¡Te ves muy bien, Claire! ―le dije, disparándole una sonrisa. Ella la devolvió y
supe que sólo estaba siendo insegura. Ella se parecía mucho a mí en esa forma.
Esperamos en la línea exterior del edificio para conseguir nuestros boletos.
―¿Tienes a ese nuevo profesor, el Sr. Honor? ―me preguntó Becka, pero no
esperó mi respuesta―. ¡Dios, sí que es jodidamente caliente! ―dijo abanicándose.
Sonreí y asentí.

17
―Sus ojos ―añadió Claire y me mordí el labio y esperé a que la línea se moviera.
Después de unos momentos de hablar maravillas sobre nuestro profesor,
finalmente cambiaron el tema a ropa, otro tema del que no me gustaba hablar. Por
suerte, la fila se movió con rapidez y fuimos capaces de conseguir nuestros boletos
y movernos dentro a la siguiente hilera para nuestros aperitivos. Cuando todo
estuvo dicho y hecho, habíamos gastado más de veinte dólares cada una, pero
Becka y Claire me aseguraron que valdría la pena cada centavo.
La mayoría de los espectadores estaban vagando en el vestíbulo así que pudimos
conseguir algunos buenos asientos cerca de la parte delantera. Siempre he
preferido sentarme en la parte de atrás, pero Claire insistió en que cuanto más
cerca a la sangre y las tripas estás, mejor. Las luces se apagaron y un silencio cayó
sobre la multitud cuando las vistas previas comenzaron a reproducirse. Tardó todo
un cuarto de hora antes que la película comenzara, pero Becka y Claire habían
hecho una lista de todas las nuevas películas que saldrían y que tendríamos que ir
a ver.
Cuando la película finalmente comenzó, la sala quedó en completo silencio. Dentro
de unos momentos, todos estarían gritando, yo incluida. Mi corazón se sentía
como que iba a estallar fuera de mi pecho. Esto valdría la pena cada céntimo, y me
alegré de que hubiera decidido venir.
A una hora en la película me excusé para ir al baño. La fila curvaba fuera de la
puerta. Jugué en mi teléfono celular y di un paso adelante cada vez que la línea se
movía ajena a mi entorno. Eso fue hasta que la risa de una mujer rompió el hilo de
mis pensamientos. Levanté la mirada para ver a un hombre y una mujer encerrados
en los brazos del otro. Él estaba besando su cuello y ella le daba un golpe juguetón
en el pecho. Justo cuando me di cuenta de que estaba mirando el hombre y la
mujer besándose apasionadamente él abrió los ojos y mi corazón quedó atrapado
en mi garganta. El Sr. Honor estaba mirando hacia mí y yo no pude apartar la
mirada. Mi cara enrojeció ardiendo pero su mirada sostuvo la mía. Me mordí el
labio mientras celos burbujearon a través de mí.
―Tu turno ―dijo un muchacho adolescente desde detrás de mí. Miré de vuelta al
cuarto de baño y vi que la fila había desaparecido por completo en frente de mí.

18
―Lo siento ―contesté y entré en la pequeña habitación. Me eché un poco de agua
en la cara esperando que mágicamente pudiera desaparecer el rubor de mis
mejillas. De todas las personas para atrapar besándose en el cine, nunca me habría
imaginado que vería al Sr. Honor. Fui al baño y esperé alrededor de unos segundos
más antes de regresar por la puerta. Tomé una respiración profunda y la abrí,
echando un vistazo a un lado del pasillo rápidamente. Él se había ido. Dejé escapar
un suspiro de alivio y me dirigí de nuevo a mi sala.
―¿Por qué tardaste tanto? ―preguntó Claire mientras me devolvía mis palomitas y
golosinas.
―La fila fue una locura ―le respondí, pero no di detalles sobre qué otra cosa era
una locura. Me hundí más en mi asiento y traté de volver a la película, pero mis
pensamientos no lo dejarían. Su ardiente mirada clavada en la mía por lo que
pareció una eternidad. Había algo muy raro acerca de nuestros encuentros, pero
no podía conseguir suficiente de él.
Por desgracia, alguien ya lo había hecho. Me pasé la siguiente mitad de la película
tratando de imaginar qué aspecto tenía ella. Tenía rizos rubios oscuros que caían
en cascada por su espalda y asumí que probablemente tenía unos veinte años. Ella
era sin duda hermosa si pudo captar su atención. Mis mejillas se calentaron de
nuevo cuando me di cuenta que no había atraído su atención. Sus ojos estaban
fijos en los míos. Mariposas llenaron mi estómago mientras pensaba en lo que
había querido decir. En realidad, sabía que probablemente no significaba nada. Tal
vez estaba avergonzado por ver a una estudiante fuera de clase, mientras se
encontraba en una posición comprometedora.

19
5
Traducido por AariS
Corregido por Curitiba

L

a multitud gritó al unísono, sacudiéndome de mis pensamientos. Mis
palomitas volaron de su contenedor y Claire se rió de mí.
—¿Asustada? —se burló. Asentí y sonreí. No tenía ni idea de lo que estaba

pasando en la película y en este momento, no me importaba. Estaba sintiéndome
un poco triste viendo al Sr. Honor con alguien más, no es que tuviera derecho a
sentirme celosa, pero por alguna razón, había pensado en algún nivel que le
gustaba. Sacudí el pensamiento de mi cabeza. Era estúpido de mi parte permitirme
ser atrapada en una fantasía. De repente eché de menos mi casa y no quería nada
más que dejar este lugar y no regresar nunca. Me hundí más en mi asiento y esperé
que la película terminara.
Veinte largos minutos después los créditos estaban pasando y yo no podía estar
más feliz. Esperamos a que la mayoría de los demás espectadores salieran en fila
antes de hacer nuestro camino hacia la salida.
Becka y Claire estaban divagando sobre ir a alguna fiesta y emborracharse. Inventé
una excusa poco convincente acerca de tener un toque de queda para así poder
irme a casa. No tenía muchas ganas de festejar.
El paseo a casa pareció más largo que el viaje al cine incluso aunque no me perdí
esta vez. Mis pensamientos se dirigieron a Becka y Claire invitándome al cine.
Estaba segura de que el Sr. Honor había oído nuestra conversación. En mi
hiperactiva imaginación, me imaginé encontrarme con él allí. Simplemente no tuve
en cuenta que no estaría solo.
Estaba aliviada de ver el camino de entrada vacío cuando paré en la casa de mi tía.
La última cosa que quería era escuchar su desvarío sobre el nuevo hombre de la

20
hora. Era tarde así que estaba segura de que no la vería de nuevo hasta mañana.
Caminé a mi habitación y tiré mis zapatos en una esquina. Me quité el vestido, sin
molestarme en abrir la cremallera, y me deslicé en una camiseta extra grande de mi
antigua escuela.
Agarré mi viejo anuario y fui a la cocina por una bebida. Deslicé la leche fuera del
camino y tomé una lata de refresco, junto con una botella barata de vodka. Llevé
todo a la sala de estar y encendí la televisión. Miré una vieja película romántica
mientras bebía un pequeño trago de la botella. El alcohol quemó mi garganta, tosí
y escupí. Rápidamente lo bajé con el refresco mientras las lágrimas llenaban los
bordes de mis ojos. Abrí el libro y pasé los dedos por encima de las hendiduras
dejadas por el bolígrafo que mi amiga había usado para firmarlo. Mi cuerpo
empezó a sentirse cálido y tomé un trago más largo de la botella, limpiando una
gota de mi barbilla. Pensé en empacar mis cosas y dirigirme de vuelta a Michigan.
Sabía que nunca volvería a ser lo mismo allí. Todo el mundo me miraba con lástima
después de que mis padres hubieran muerto. Me trataban como si fuera una niña
pequeña que no podía cuidar de sí misma.
Al menos en Florida la mayoría no tenía ni idea de la situación de la que había
venido. Sólo unos pocos profesores y el consejero escolar tenían los detalles
sangrientos. Me sequé una lágrima rebelde de mi mejilla y puse la botella en mis
labios de nuevo. La tristeza se magnificó a medida que el alcohol hacía efecto, pero
no me importaba. Sabía que si bebía lo suficiente lo olvidaría todo. Pasé las
páginas mientras mis lágrimas caían en el lustroso papel. Pasé mis dedos por
encima de las húmedas marcas y las firmas se emborronaron por todo el libro.
—¡No! —lloré mientras lo limpiaba más duramente. Estaba oficialmente
viniéndome abajo. Agarré el libro y lo tiré a través de la habitación. Chocó con una
fotografía colgada en la pared causando que cayera y se hiciera añicos con el
impacto—. ¡Mierda! —grité mientras me tropezaba hacia el desastre para limpiarlo.
Mi visión estaba borrosa y cuando tomé un trozo de cristal dentado, me cortó
profundamente a través de la palma de la mano y hacia arriba en mi muñeca. La
sangre corrió libremente hacia abajo por mis dedos y goteó sobre la vieja
fotografía de mi tía y mi madre. Colapsé en el suelo, sollozando mientras abrazaba
apretadamente la fotografía.

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6
Traducido por Clau12345
Corregido por Curitiba

—¡

Emma! ¡Dios mío! ¡Emma! ¡Llama a la policía! —gritaba mi tía
mientras me sacudía. Parpadeé varias veces, pero no podía abrir los
ojos completamente en la luz. El temblor me había revuelto el

estómago y me tambaleé hacia delante, vomitando todo el suelo de la sala.
—¡Emma! ¿Por qué trataste de matarte? —gritó entre lágrimas mientras un hombre
en el fondo hablaba asustado por el teléfono.
—No lo hice... —susurré, pero mi garganta estaba en carne viva y adolorida de
tanto llorar la noche anterior.
—Tranquila, calma —respondió ella, con dulzura mientras me halaba hacia su
pecho y me abrazaba con fuerza—. ¡Tráele un poco de agua! —gritó al hombre en
la otra habitación. Rápidamente apareció con un vaso de agua. Acercó el vaso a mi
boca y comenzó a verterla por mi garganta. Tosí y vi como mi tía golpeaba al
hombre fuertemente en el brazo—. Vas a ahogarla —gritó.
—¡Lo siento! —gruñó él en respuesta con irritación, pero me di cuenta de que
estaba lleno de pánico.
—Estoy bien. —Les aseguré—. Esto no es lo que parece —dije con una risa
nerviosa. Mi cabeza estaba empezando a despejarse y al mirar alrededor hacia el
desastre que había dejado, comprendí por qué estaban tan preocupados. Una
botella de vodka estaba abierta a un lado, su contenido derramado en el suelo.
Una foto de mi difunta madre yacía rota en torno a mí y yo estaba cubierta con mi
propia sangre—. Estaba muy triste. —Expliqué mientras mis ojos se posaron en la
fotografía arrugada de mi madre. Las lágrimas brotaron de mis ojos y tragué saliva,
tratando de contenerme.

22
—Ten —dijo mi tía mientras empujaba agua en mi boca. Un fuerte estruendo
provino de la puerta principal y el acompañante de mi tía se apresuró a contestar.
—Estoy bien, de verdad —dije después de tragar un sorbo de agua. Empujé a mis
pies para levantarme y casi perdí el equilibrio. Mi tía se alzó junto a mí y me agarró
del brazo. Dos agentes de policía doblaron la esquina hacia la sala seguidos por
tres paramédicos.
—¿Qué pasó? —preguntó el oficial alto de voz ronca, pero estaba mirando a mi tía.
—No lo sé. La encontré tirada en el suelo con la foto de su madre —explicó ella,
pero sus palabras se convirtieron en un ruido sordo bajo sus sollozos—. ¡Ella trató
de suicidarse! —farfulló mientras los paramédicos me rodeaban y empezaron a
revisar mis signos vitales y la herida en mi mano.
—¡No! ¡No! ¡No traté de matarme! —grité por encima de su conversación, pero
nadie le prestó atención a mis protestas. Mis lágrimas se dieron paso mientras
comencé a entrar en pánico—. ¡Por favor! ¡Sólo quiero ir a casa! —sollocé. La
mayor de los paramédicos me miró con tristeza. Odiaba esa mirada. La mirada de
compasión que he recibido de todo el mundo desde que mis padres murieron. La
ira brotó dentro de mí y empecé a luchar contra ellos.
Un paramédico estaba sosteniendo mi mano herida y otro tomaba mi presión
arterial en el otro brazo. Me sentí claustrofóbica, luchando desesperadamente por
liberarme de su control. El oficial de policía que estaba hablando con mi tía se dio
cuenta y empezó a gritarme que me calmara. Su compañera, una mujer más joven,
puso su mano en su arma mientras sus ojos se movían adelante y atrás entre
nosotros. El tercer paramédico había desaparecido y volvió rápidamente con una
camilla. Cuanto más luchaba, más fuerte me sujetaban. En cuestión de segundos,
estuve acostada boca arriba atada a la camilla. Los gritos de mi tía se
desvanecieron en el fondo mientras me llevaron por el pasillo y fuera de la puerta
principal. La luz del sol me cegó y la oleada de calor hizo que mi estómago se
revolviera. Los paramédicos me metieron en la parte trasera de la ambulancia y
cerraron la puerta detrás de nosotros. La oscuridad repentina hizo que me fuera
imposible ver y un mareo por el movimiento se hizo presente mientras el calor se
desvanecía.

23
—Por favor... —lloré mientras la paramédico mayor me quitaba el cabello de la
frente.
Tomé respiraciones largas y tranquilizadoras, y finalmente logré dejar de llorar
mientras la ambulancia se detenía en el hospital. Me sacaron y me empujaron a la
sala de emergencia donde los médicos y enfermeras nos esperaban. La paramédico
se apartó de mi lado y habló en voz baja con un médico en el rincón más alejado
de la habitación. No podía entender nada de lo que decían, pero los ojos del
doctor nunca se apartaron de mi cara, por lo que me sentí totalmente humillada.
Dejé que mi cabeza reposara en el respaldar y me quedé mirando las láminas
blancas del techo. Después de unos momentos, el doctor estuvo a mi lado,
ajustándose los guantes de látex.
—¿Cómo se siente hoy, Srta. Townsend? —preguntó mientras halaba mis párpados
para inspeccionar mis pupilas.
—Como una idiota —respondí con irritación.
—Bueno, no hay mucho que pueda hacer por eso, pero puedo arreglar esa herida
desagradable en tu mano —dijo con una leve sonrisa, y me relajé un poco—. ¿Cree
que podemos quitar éstas restricciones? —preguntó y yo asentí.
—No estaba tratando de matarme —contesté. Comenzó a deshacer el cinturón de
cuero de la camilla mirando mi mano.
—Bueno, me inclino a creerte —dijo y asintió al policía fuera de la puerta. Ellos se
alejaron y él comenzó de nuevo a reparar mi mano—. Nunca he visto a alguien
tratar de quitarse la vida cortándose la mano. —Continuó mientras sacaba una
pequeña pieza de vidrio de la herida. Instintivamente traté de retirar mi mano, pero
él la aferró con fuerza—. Esto va a doler un poco —advirtió y yo asentí,
mordiéndome el labio. Limpió el corte y para el momento en que terminó, tuve
cuatro puntadas y un vendaje de gasa rosa envuelto alrededor de mi mano y mi
muñeca. Le expliqué lo que había pasado mientras trabajaba y me sentí
sorprendentemente mejor cuando el proceso hubo terminado—. La vida no es
nada fácil. Has pasado por muchas cosas. Está bien pedir ayuda —dijo
amablemente y le aseguré que iba a hablar con alguien la próxima vez que me
sintiera triste.

24
—¿Cómo te sientes? —llamó mi tía desde la puerta. No sabía cuánto tiempo había
estado allí.
—Estoy bien —respondí mientras me deslizaba de la cama.
—No tienes ni idea... —comenzó, pero sus palabras se apagaron y no la alenté para
que terminara.

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7
Traducido por Clau12345
Corregido por Angeles Rangel

E

l trayecto hacia la casa pareció durar horas, mientras le explicaba a mi tía lo
que realmente había sucedido la noche anterior. Estaba triste, pero nunca
tuve la intención de hacerme daño. Ella me dio un discurso sobre beber

demasiado y yo no discutí. No tenía intención de volver a tocar alguna vez una
gota de alcohol. Toda su tristeza fue reemplazada por ira y yo lo preferí así. No
podía soportar ver a una persona más mirarme con lástima.
Nos detuvimos en el garaje y no pude esperar para tomar una ducha y volver a
dormir.
—Prepárate. Todavía tienes unas cuantas clases más hoy —dijo ella desde detrás
de mí.
—Estás bromeando, ¿no? —le pregunté.
—¿Crees que te mereces un día de descanso después de todo lo que me has hecho
pasar? ¡Tendré suerte si alguna vez veo a Dan otra vez! —dijo con enojo.
—¿Dan? —le pregunté, al no tener ni idea de lo que estaba hablando.
—Mi cita de anoche. Casi le ocasionas un ataque al corazón —gritó ella por el
pasillo. Puse los ojos en blanco y cerré la puerta del baño detrás de mí.
Me di una ducha tan rápido como pude con un brazo. Fue más difícil de lo que
había previsto. Vestirse no fue más fácil y para cuando estuve lista ya había pasado
una hora.
—Vamos —dijo mi tía desde fuera de mi habitación.

26
—Soy capaz de manejar —le respondí. Abrió la puerta de mi habitación de golpe y
me miró—. Hace dos horas no podías dejarme y ahora me estás tratando como si
me odiaras —murmuré mientras recogía mis libros.
—No te odio. Si lo hiciera, no me importaría si fueras al instituto o bebieras hasta la
inconsciencia —replicó. Me di cuenta de que tenía razón. Durante todo este tiempo
de estar con ella, asumí que era una carga para ella. Era bueno saber lo mucho que
le importaba, aunque lo mostrara castigándome.
—Estoy lista —dije mientras me colocaba una sudadera con capucha y tiraba de la
manga hacia abajo para tratar de ocultar mi vendaje rosado.
—Hace demasiado calor para eso —dijo mientras caminaba a su lado por el pasillo.
No le hice caso y seguí hacia el auto.
No hablamos durante el camino a mi instituto. Mantuve la ventanilla abajo
tratando de refrescarme, pero nada parecía ayudar.
Cuando llegamos, salté fuera del auto y me dirigí hacia el edificio. Oí la puerta del
auto cerrarse de golpe detrás de mí y me detuve mirando hacia atrás. Mi tía se
apresuraba a alcanzarme.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, sin molestarme en ocultar mi irritación.
—Tengo que firmar tu entrada —respondió ella y siguió caminando pasándome.
Yo la seguí a regañadientes.
—Soy un adulto. Esta no es la secundaria. No creo necesitar que firmes mi entrada
—le dije, pero ella siguió caminando. Cuando llegamos a la oficina principal, me
quedé fuera mientras mi tía hablaba con la secretaria. El Sr. Honor entró en la
oficina y colocó unos papeles sobre el mostrador. La asistente se puso roja
mientras lo miraba y comenzó a trastabillar nerviosa, tirando de un mechón rubio
oscuro que se había soltado de su moño. Él le sonrió y me di cuenta de que se
trataba de su cita del cine. Después de un momento, se volvió para salir e hice mi
mejor esfuerzo para mirar a cualquier otra parte menos sus ojos, pero no pude
evitarlo.
—Te perdiste mi clase. Ven a verme después de que termines aquí —dijo
seriamente. Me mordí el labio y asentí mientras se alejaba.

27
—Todo listo. El consejero va a hacer tiempo para ti. Vendré a buscarte cuando
terminen las clases —dijo mi tía desde el mostrador.
—Puedo tomar un taxi —le respondí. Ella agitó la mano para desechar mi
comentario. Salí de la oficina y caminé lentamente por el pasillo vacío hacia la clase
del Sr. Honor, tirando nerviosamente de mi vendaje.
Llamé a la puerta y esperé a que respondiera.
—Entra —dijo, así que abrí la puerta y caminé dentro. El salón estaba vacío y él
estaba desabrochando el botón superior de su camisa. Su camiseta era negra y
combinaba con el tatuaje que envolvía su brazo y se detenía justo en su cuello.
Dobló la camisa y la puso sobre el respaldo de su silla.
—¿Qué pasó? —preguntó mientras miraba hacia mi mano.
—Tuve un accidente —contesté nerviosamente mientras me mordía el labio. Sus
ojos se tensaron y su expresión fue ilegible.
—Te vi en el cine ayer. Eso fue... —dijo mientras sus ojos bailaban arriba y abajo de
mi cuerpo.
—Incómodo —contesté, terminando la frase. Él se rió en voz baja.
—Inesperado —me corrigió—. Srta. Townsend, ¿recuerdas lo que te dije acerca de
llegar tarde a mi clase? —preguntó y me mordí el labio de nuevo al recordar
nuestro último encuentro en su salón de clases, a solas. Se sentó en el borde de la
mesa y esperó mi respuesta. Yo no sabía qué decir y después de un momento, me
hizo señas para que me acercara. Me acerqué a él y coloqué mis libros en un
escritorio de la primera fila.
—Lo siento mucho. Ha sido una mañana de locos y... —comencé a explicar. Se
puso de pie rápidamente y en un rápido movimiento, me inclinó sobre su
escritorio. Antes de que pudiera protestar, su mano cayó latiendo con fuerza en mi
trasero. Yo jadeé en voz alta ante el dolor repentino cuando me golpeó una vez
más. Su cuerpo se inclinó sobre el mío y sus labios rozaron mi oreja.
—Shh... —susurró mientras su mano frotaba mi trasero ardido. Se puso de pie otra
vez y dio una nalgada, esta vez más fuerte. Apreté mis dedos contra el borde de su
escritorio mientras golpeaba una y otra vez. No podía respirar y apreté los labios

28
para no gemir. Me sentí abrumada por la vergüenza y el dolor. Su mano frotó
suavemente sobre mí donde había golpeado. Sus dedos se sumergieron entre mis
muslos y el dolor dio paso al deseo puro. A medida que el escozor desaparecía, él
golpeó de nuevo. Tan pronto como empezó, se acabó. Me quedé doblada sobre su
escritorio jadeando en busca de aire.
—Ve a clase. —Él respiraba pesadamente, y me tomó un momento antes de que
pudiera moverme. Me quedé allí mientras él rodeaba el escritorio y comenzaba a
ponerse de nuevo la camisa. Después de un momento, recobré mi compostura y
me puse de pie. Se volvió a dar la vuelta y agarró mis libros, sosteniéndolos para
mí. Los tomé, incapaz de mirarlo a los ojos y salí de la habitación tan rápido como
pude.

29
8
Traducido por Kira.Godoy
Corregido por Angeles Rangel

E

l resto del día, ya no pensé acerca de la loca mañana en el hospital. Todo en
lo que podía pensar era acerca del Sr. Honor. No sabía si podría volver a
entrar en su clase nuevamente y al mismo tiempo era lo único que quería

hacer.

Caminé fuera a la acera en frente del edificio y me senté mientras esperaba que mi
tía me recogiera. Los estudiantes iban y venían y pronto el estacionamiento estuvo
totalmente vacío. Los profesores comenzaron a desfilar fuera y abrí uno de mis
libros de texto y leí sobre las cosas que me había perdido. Vi al Sr. Honor
caminando con la asistente de la oficina principal y mis mejillas ardieron de celos.
Caminaron hacia el auto de ella y hablaron por unos cuantos minutos antes de que
él la besara en la mejilla y ella se metiera en su auto y se fuera. Regresé a mi libro
de textos y no me di cuenta de que había caminado de regreso hacia mí.
—¿Sin aventón? —pregunto él.
—Mi tía es un acierto o fallo cuando se trata de responsabilidad —respondí,
irritada de que ella no me dejase conducir por mi cuenta.
—Yo nunca fallo —respondió y un escalofrió recorrió a lo largo de mi columna. Sus
ojos ardieron sobre mí y por un minuto, todo lo que pude hacer fue mirarlo
fijamente sin poder decir nada—. Vamos te llevaré a tu casa —dijo y se volteó
alejándose. No me dio la oportunidad de protestar. Salté fuera de la acera y lo
seguí. Él abrió la puerta del pasajero de un negro y pulcro pequeño auto deportivo,
y tomó los libros de mis manos. Me deslicé y lo observé caminar hacia el lado del
conductor mientras mordía mi labio. Su auto olía justo como él e inhalé
profundamente, sin ser capaz de tener suficiente de su esencia. Él lanzó mis libros

30
en el asiento de atrás y se metió junto a mí. Lucía molesto e irritado de tener que
llevarme y de pronto me sentí muy cohibida.
Salió rápidamente, y si yo hubiese estado con alguien más me habría asustado,
pero confiaba en él. Mientras alcanzábamos la luz justo fuera de la propiedad
escolar, inclinó su cuerpo a través del mío, haciendo una pausa para oler el aroma
de mí cabello. Me senté congelada en mi lugar. Tomó el cinturón y lo tiró a través
de mi cuerpo.
—No me gustaría que salieses herida —dijo con una sonrisa satisfecha y pisó el
acelerador. Lo miré mientras manejaba, admirando su perfección—. ¿Qué ocurrió?
—preguntó, sus ojos lanzándose hacia abajo a mi vendaje rosa.
—Larga historia —respondí mientras tiraba de él nerviosamente. Sentí sus ojos en
mí pero no expliqué nada más.
—¿Qué ocurrió? —preguntó nuevamente, esta vez con irritación en su voz. Suspiré
pesadamente y pensé qué detalles debería darle.
—Bebí un poco la noche pasada. Tiré una foto y accidentalmente me corté
tratando de limpiar el desastre —expliqué sosteniendo mi mano—. No es gran
cosa —dije con sarcasmo. Él lanzó el auto a la orilla del camino y antes de que
pudiera decir algo, había desbloqueado su cinturón y giró encarándome. Su boca
estaba peligrosamente cerca de la mía y yo luché para estabilizar mi respiración.
Sus ojos eran duros y llenos de rabia.
—No me hables de esa manera. Me molesta demasiado y tú no quieres ver lo que
hago cuando estoy molesto —gruñó con enojo y su tono fue atemorizante. Mi
respiración se aceleró y traté de hacer lo mejor para no mostrar mi miedo. Me miró
fijamente por un momento antes de subir su mano y gentilmente correr la yema de
su pulgar en contra de mi mejilla y hacia abajo sobre mi labio inferior, su
respiración cálida en contra de mi rostro. Su expresión se volvió más suave por un
segundo y sus ojos danzaron de los míos hacia mis labios—. Tú no quieres esto —
susurró suavemente, advirtiéndome. Él no tenía idea de lo mucho que lo deseaba.
Cada parte de mi cuerpo ardía por él, por su tacto.

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—Sí, sí quiero —susurré de regreso, las palabras apenas audibles. Su mano se
deslizó alrededor del costado de mi cuello y de regreso a mi cabello. Su respiración
volviéndose pesada e incontrolada.
—No tienes idea de en lo que te estás metiendo —respondió él. No podía
soportarlo más. Necesitaba sentirlo. Lamí mis labios y los separé, respirando su
cálido aliento.
—Por favor —suspiré. Sus dedos se envolvieron apretadamente en mi cabello y él
chocó sus labios contra los míos. Su lengua se deslizó en mi boca y yo la empujé
con mi lengua. Respiré un suave gemido en su boca y él me besó con más fuerza,
gimiendo en la mía. Cada centímetro de mi cuerpo estaba en llamas. Deslicé mis
manos sobre su duro, musculoso pecho y hacia arriba hasta su cuello. Sus labios
deslizándose abajo por mi mandíbula y en mi garganta. Yo gemí más fuerte,
arqueando mi espalda, presionándome más fuerte en contra suyo. Él se detuvo
abruptamente, sus dedos aún envueltos apretadamente en mi cabello.
—No podemos hacer esto aquí —dijo, su respiración descontrolada.
—¿Dónde? —pregunté mientras lo besaba otra vez. Él capturó mi labio inferior con
sus dientes y tiró suavemente, sus ojos entornados y llenos de deseo.
—Mi casa —respondió alejándose de mí y manteniendo mi cabeza lejos de la suya
por mi cabello. Quería besarlo nuevamente pero dolía empujar contra él—. Tengo
que explicarte algunas cosas antes de que esto vaya más lejos —dijo él y yo asentí,
mordiendo mi labio. No tenía idea de lo que estaba hablando, pero podría haber
estado recitando los ingredientes de un estofado y habría sonado sexy—. No tienes
idea que lo que eso me causa. —Sus palabras dispararon placer a mis lugares más
íntimos.
Se giró de vuelta en su asiento, dejándome jadeando sin aliento mientras él nos
regresaba a la carretera a toda velocidad.

32
9
Traducido por carosole
Corregido por Angeles Rangel

N

os detuvimos frente a un almacén en las afueras de la ciudad. Él presionó
el botón de su visor y una gran puerta automática empezó a abrirse
mientras entrábamos al edificio. Allí dentro estaba oscuro, salvo por unas

pocas luces esporádicas de seguridad que mostraban una enorme habitación
cavernosa. Se bajó del auto y yo empecé a desabrocharme el cinturón mientras él
hacia su camino hasta mi lado. Abrió la puerta y agarró mi brazo para sacarme del
asiento. Cerró la puerta detrás de mí y me presionó contra ella, su mano envolvió
mi trasero y me apretó contra él. Podía sentir lo mucho que me deseaba, mientras
se apretaba más duro contra mí. Sus labios se cernieron sobre los míos y pude
respirar su aliento.
—Puedes decir que no en cualquier momento —me advirtió mientras se lamía
ansiosamente los labios. Empujé mis caderas hacia él más fuerte y él dejó salir un
respiro entrecortado—. ¿Entiendes? —preguntó y asentí. Con su mano libre agarró
mi cabello y lo haló con dureza, sus labios rozaron mi oreja—. ¿Entiendes? —
preguntó otra vez.
—Sí —murmuré en su oído.
—Sí, ¿qué? —preguntó demandando.
—Sí, señor —respondí y él gimió cuando sus dientes tomaron mi lóbulo, tirándolo
y succionándolo.
—Buena chica —contestó y sus palabras me hicieron derretir—. Sígueme —dijo y
su cuerpo se alejó del mío. Sujetó mi brazo y me llevó detrás de él hacia una vieja
escalera en la esquina de la habitación. Hicimos nuestro camino hacia el segundo
piso del edificio antiguo aparentemente abandonado. Agarró las llaves de su

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bolsillo, abrió el cerrojo, y empujó la puerta de par en par. No podía creer lo que
veían mis ojos. La gran sala estaba separada en dos diferentes espacios, pintados
en un marrón oscuro vivo. Era increíble—. ¿No es lo que esperabas? —me
preguntó mientras miraba mi expresión. Negué con la cabeza mientras me hacía
entrar y cerró la puerta detrás de nosotros, cerrándola con llave de nuevo.
Dejó ir mi brazo y lo seguí mientras se dirigía hacia el otro lado de la sala. Se
detuvo en la mesada de la cocina. Empezó a buscar algo en los gabinetes y yo
esperé incómodamente del otro lado. Volvió con una botella de licor y dos
pequeñas copas.
—Oh, no puedo —dije, moviendo mi mano. Sirvió dos tragos y deslizó uno cerca
de mí.
—Vas a necesitar esto. —Sonrió y tragó su bebida. Mordí mi labio, pero decidí que
probablemente era una buena idea. Bebí todo de un trago y traté de hacer mi
mejor esfuerzo para no hacer una mueca mientras eso quemaba mi garganta. Él
volvió a llenar las copas—. Tengo un gusto muy particular —dijo y volvió a beber,
yo hice lo mismo. Miré alrededor de la sala, viendo los hermosos colores oscuros y
las obras de arte que colgaban en las paredes.
—Me gusta tu sabor —dije tímidamente.
—Eso no es lo que quise decir —contestó con una sonrisa mientras rellenaba las
copas—. Me gusta tener el control —explicó—. Pero nunca haré nada que no
quieras que haga —continuó y la conversación fue poniéndome nerviosa. Caminó
alrededor de la mesada y colocó su mano en mi cuello, deslizando sus dedos por
encima de mi pecho, deteniéndose antes de llegar a mis senos. Arqueé mi cuerpo
hacia él y mordí mi labio por la anticipación. Su respiración era pesada y me di
cuenta que él estaba luchando con seguir o no adelante con esto.
—Entiendo —contesté.
—Si entendiste no deberías seguir mordiéndote el labio así —respondió en voz
baja. Se inclinó para besarme, empujando su cuerpo contra el mío. Me apoyé
contra la mesada, el mostrador se clavaba en mi espalda. Recorrí mis manos sobre
su pecho y forcejeé con los botones de su camisa. Mis dedos temblaban con

34
nerviosismo. Él capturó mis manos entre las suyas y las retuvo—. ¿Alguna vez has
hecho esto antes? —preguntó, sus ojos buscando los míos.
—No es un hábito en mí dormir con los profesores —respondí de manera cortante.
—Eso no es lo que quise decir —dijo él y sabía exactamente a qué se refería.
—No —contesté tímidamente, mirando su pecho, con miedo de hacer contacto
visual.
Él se apartó de mí, mostrando una expresión de horror. Sintiéndome avergonzada,
crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Mírame —demandó pero no me animé a hacerlo—. Mírame —gruñó mientras
levantaba mi barbilla con sus dedos. Sus ojos buscaron los míos por un momento y
se veía tan molesto como yo—. No puedo hacer esto —dijo tranquilamente y se
pasó los dedos por su cabello oscuro. Se giró de espaldas a mí, y deseé poder
desaparecer. El alcohol calentaba mi cuerpo y me sentí de repente abrumada por la
emoción. Sentí las lágrimas llenando mis ojos. Sabía que no podía detenerlas así
que me dirigí hacia la puerta.
—Encontraré el camino a casa —dije de espaldas, tratando de esconder el temblor
de mi voz. El Sr. Honor me siguió y agarró mi brazo al llegar a la puerta, me dio
vuelta para enfrentarlo. Mis lágrimas habían empezado a caer y él me miró con
tristeza, no podía detenerlas. Me observó por un momento con compasión. Quería
gritar. Saqué mi mano de su agarre y me fui, cerrando la puerta detrás de mí. Me
abrí paso por la escalera poco iluminada. Me di cuenta que mis libros todavía
estaban en su auto, pero decidí dejarlos. Estaba tomando toda mi fuerza para no
quebrarme y llorar. Sólo quería estar lo más lejos posible de aquí.

35
10
Traducido por Susanauribe
Corregido por dark&rose

S

aqué mi celular y llamé a Becka mientras caminaba por el camino de grava
que llevaba de vuelta a la parte principal de la ciudad.
—¡Hola! —gritó ella. Lo retiré mi oído y bajé el volumen.

—¡Hola! ¿Qué está pasando? —pregunté, gritándole en respuesta. Sonaba como si
estuviera en mitad de un concierto de rock.
—Estoy en el bar con Claire y un par de chicos de la escuela. ¡Estoy jodidamente
ebria! —Se rió tontamente y pude escuchar a gente animando de fondo—.
¡Deberías venir! ¡Escuché que Jeff cree que eres jodidamente caliente! —Rebusqué
en mi mente, tratando de ubicar a Jeff pero su nombre no me sonaba, para nada,
familiar.
—¿Dónde están? —pregunté, pero todo lo que pude escuchar fueron risas y
música a alto volumen. Después de un rato la línea murió—. Mierda —murmuré
para mí misma. Mi celular se iluminó y vibró en mi mano.
—Ven a recogerme —dije cuando respondí.
—¿Dónde estás? —respondió el Sr. Honor. Quité el celular de mi oído y leí que el
identificador de llamadas decía “número desconocido”.
—Como si te importara —respondí, sin intentar esconder mi odio hacia él. Me
sentía completamente rechazada.
—Sólo quería asegurarme de que llegaste a salvo a casa —respondió, y pude
escuchar la frustración en su voz.

36
—No voy a irme a casa. Voy salir —respondí y finalicé la llamada. Sonreí mientras
llamaba a Becka de nuevo. Respondió unos cuantos timbrazos después y me dijo
que estaba en un bar local no muy lejos de donde yo estaba.
Llegué al bar antes de que oscureciera. La música se podía escuchar a una cuadra
de distancia. Fui capaz de entrar sin esfuerzo. Caminé por la sala repleta de gente,
buscando a Claire y a Becka. No pude encontrarlas por ningún lado.
—¿Te compro un trago? —preguntó un chico de cabello rubio oscuro desde detrás
de mí, parado incómodamente cerca.
—Ella no quiere un trago tuyo —gritó Becka a unos centímetros de distancia.
—¡Hola! —grité, muy feliz de verla.
—Vamos, te conseguiré una bebida —dijo ella, envolviendo su brazo alrededor de
mi cintura y halándome hacia el bar.
Había tanto ruido que apenas podía escuchar mis propios pensamientos. Sentí el
celular vibrar en mi bolsillo mientras hacíamos una ronda de chupitos de tequila. Lo
saqué y miré la pantalla. Decía “número desconocido”. Lo volví a meter en mi
bolsillo.
—¡Tomemos otra ronda! —grité, y todos a nuestro alrededor animaron. Bebí otro
mientras varios chicos se reunían alrededor de nosotras.
—Este es Jeff —dijo Becka, señalando a la persona borracha junto a ella. Era
delgado, pero musculoso y tenía una sonrisa increíble.
—¡Hola! —dije, mordiéndome el labio.
—Hacemos ejercicio casi a la misma hora, en el gimnasio del campus. Déjame
comprarte una bebida —dijo, inclinándose para susurrar en mi oído.
Asentí y él alzó su mano, señalando al camarero que nos sirviera más bebidas. Me
tragué de golpe el chupito, agarrando la cerveza de la mano de Jeff para probarla.
Quemó, pero los efectos ya estaban manifestándose y sólo quería olvidar el resto
del día.
Mi celular continuó vibrando e iluminándose en mi bolsillo pero lo ignoré. Ya me
había comportando bastante como una tonta por un día.

37
—¿Quién es? —preguntó Claire, sacando el teléfono de mis pantalones.
—No es nadie. —Entré en pánico y me estiré a por el celular. Lo sostuvo lejos de mí
mientras pulsaba el botón de contestar.
—¿Hola? —respondió ella y mis mejillas ardieron de color rojo, llena de rabia.
—Ella está justo aquí. Deberías venirte. Estamos en Rapture —dijo mientras sonreía
y me daba un guiño—. Nos vemos pronto. —Colgó el teléfono, extendiéndomelo.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunté.
—¡Nunca me dijiste que tenías novio! —respondió con un tono de rabia burlona.
Jeff hizo una mueca y rápidamente me expliqué:
—No es mi novio. Simplemente es un idiota —dije, alejando la preocupación de
Jeff.
Él sonrió y nos ofreció otra ronda. Bebí el chupito rápidamente. La habitación
comenzó a girar alrededor de mí con el ruido sordo del bajo de la música.
—¿Estás bien? —preguntó Claire mientras agarraba mi brazo.
—Estoy bien —respondí, alejándome de ella—. Sólo necesito usar el baño.
—Está por allí. —Señaló al otro lado de la pista, hacia una señal brillante que decía
“baño”. Asentí y comencé a hacer mi camino a través de la multitud. Fui empujada
por todo el lugar y para el momento en que llegué al baño sentí como si fuera a
vomitar.
—¿Estás bien? —me preguntó una mujer mientras entraba por las puertas.
¿Por qué me seguían preguntando eso? La empujé a un lado y me metí en un
cubículo vacío justo a tiempo para vomitar. Un golpe resonó en la puerta del
cubículo y ella la abrió.
—¿Puedo traerte algo? —preguntó.
Negué con mi cabeza pero ella se rehusó a dejarme en paz.

38
—Ven aquí —dijo y sostuvo mi brazo, ayudándome a ponerme de pie. Me empujó
hacia el lavabo y abrió el agua fría—. Salpica esto en tu rostro —dijo mientras
tiraba mi cabello hacia atrás. Lo hice e inmediatamente me sentí un poco mejor—.
¿Mejor? —preguntó. Asentí y agarré las toallas de papel que me estaba
ofreciendo—. Creo que deberías dar por acabada la noche —dijo y asentí de
nuevo.
—Gracias —susurré y me di la vuelta para regresar con mis amigos.
Claire estaba prácticamente brillando cuando llegué hasta ella.
—¿Lista para otro trago? —preguntó y la idea hizo que mi estómago se revolviera.
—Creo que he tomado suficiente —respondí, avergonzada.
Me frunció el ceño y Jeff se vio decepcionado pero pareció listo para moverse a
flirtear con Becka.
—¡Llámame mañana! ¡Festejamos así cada fin de semana! —gritó por encima de la
música y todos alrededor de ella festejaron.
—Está bien —dije e hice mi camino hacia la salida.
Tan pronto como el frío aire de la noche me golpeó, me sentí más enérgica. Saqué
mi teléfono para llamar a mi tía quien no había parecido notar que no había
regresado después de clases. El celular se iluminó antes de que pudiera marcar. El
identificador de llamadas decía “número desconocido” y supe exactamente quién
era.
—¿Qué? —respondí enojadamente, el alcohol haciéndome sentir más atrevida de
lo normal.
—Parece como si hubieras bebido mucho —respondió el Sr. Honor, su tono
bordeando el enojo. Miré a mí alrededor, al estacionamiento. Él estaba apoyado
contra su auto unas cuantas filas lejos de mí.
—Puedo cuidar de mí misma, pero gracias por tu preocupación —disparé y lo pude
ver sonreír.

39
—Te daré un aventón —respondió tranquilamente. Puse mis ojos en blanco pero
decidí que no tenía muchas opciones. Todos mis amigos estaban totalmente ebrios
para conducir.
—Bien —respondí y colgué el teléfono.
Hice mi mejor intento por lucir molesta pero él continuó sonriendo y todo en lo
que pude pensar fue en besarlo de nuevo. Abrió la puerta del pasajero y me deslicé
en mi asiento con tanta gracia como pude.

40
11
Traducido por Shadowy
Corregido por dark&rose

C

ondujimos en silencio durante unos pocos minutos mientras hacíamos
nuestro camino por la avenida principal. Las calles estaban abarrotadas con
personas que estaban fuera pasando un buen rato. Envolví mis brazos

alrededor de mi cintura deseando haber cenado antes de beber.
—¿Te divertiste? —preguntó el Sr. Honor, mientras los músculos se flexionaban al
apretar su mandíbul—respondí, con más ímpetu del necesario. Él miró al frente
optando por no responder—. ¿A dónde vamos? —pregunté, después de unos
pocos minutos más de silencio incómodo.
—De regreso a mi casa, necesitas comer algo —dijo mientras me miraba por el
rabillo del ojo. Pensé en protestar, pero estaba muriéndome de hambre. Sabía que
mi tía no tendría mucho de comida en su casa.
—Tengo que llamar a mi tía. Si llega a casa y no estoy allí… —dije, mientras sacaba
mi teléfono del bolsillo. Él alargó la mano poniéndola sobre el teléfono antes de
que pudiera marcar.
—Envíale un mensaje. Dile que vas a quedarte en casa de una amiga. No se verá
bien que estés pasando el rato con tu profesor.
Me miró, esperando mi aprobación. Asentí y él retiró su mano. Envié un mensaje
rápido haciéndole saber que estaba pasando la noche con Becka. Siempre podría
decir que tuvimos un cambio de planes cuando el Sr. Honor me llevara a casa más
tarde. Deslicé el teléfono de vuelta en mis jeans, justo cuando llegábamos al viejo
almacén. Estacionó el auto y se quedó sentado por un momento, pensando en algo
más. Fuera lo que fuera, no lo compartió conmigo.

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Me sentía increíblemente nerviosa alrededor de él ahora. Abrí mi puerta y lo esperé
fuera. Hizo un gesto para que subiera por las escaleras, poniendo su mano en mi
espalda mientras caminaba. Su contacto era electrizante contra mi piel. Me mordí
el labio y traté de pensar en cualquier cosa excepto en su toque. Después de
entrar, él fue a la cocina y empezó a sacar cosas de la nevera. Me senté en un
taburete en la mesada y le observé trabajar.
Preparó un sándwich, con una ensalada de huevo a un lado y un gran vaso de
agua. Moví el vaso a un lado pero él lo empujó más cerca, dándome una mirada
severa. Tomé el sándwich y le di un pequeño mordisco.
—Gracias —dije en voz baja antes de darle otro mordisco. Asintió, pasando sus
manos a través de su cabello oscuro. Tomó la botella de licor que seguía puesta en
la encimera y se sirvió una copa. Lo observé mientras lo tragaba y se llenaba otro
trago, repitiendo el proceso varias veces—. Lo siento… por lo de antes —susurré,
evitando su mirada.
Él sacudió su cabeza y pensó por un momento antes de responder.
—Soy yo quién debería disculparse —contestó—. Nunca debería haberte traído
aquí. No puedo hacerte esto. —Mi corazón se hundió ante su confesión. Él bebió
otro trago. Me sentí enferma, no por el alcohol sino por sus palabras. Me aparté de
la encimera y me dirigí a la puerta.
—Ya dijiste eso —dije enojada, mientras las lágrimas brotaban en mis ojos. Ser
rechazada por él dos veces en un día era demasiado. Agarré el pomo de la puerta
abriéndola ligeramente antes de que él la empujara para cerrarla desde detrás de
mí. Me di la vuelta para enfrentarlo, una lágrima deslizándose por mi rostro.
—No dije que no quisiera hacerlo, dije que no podía —explicó, mientras limpiaba
una lágrima de mi mejilla con su pulgar. Envolví mi mano alrededor de la suya y
presioné mi mejilla más fuerte contra su palma—. No quieres esto —dijo en voz
baja, mientras mi cara se movía a centímetros más cerca de la suya.
Extendí la mano y comencé a desabotonar su camisa de nuevo, esta vez con manos
más estables. Su cuerpo era fuerte y tonificado, sus músculos se flexionaron bajo la
punta de mis dedos. Empujé la camisa por sus hombros y él dejó caer sus brazos,
dejándola caer al suelo. Sus ojos se volvieron hambrientos y levantó su camiseta sin

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mangas y la sacó sobre su cabeza. Sus dedos trabajaron rápidamente para
desabrocharse el cinturón mientras sus ojos se quedaron bloqueados en los míos.
Se sacó el cinturón de sus pantalones y lo dobló en sus manos mientras
desabrochaba el botón de sus jeans.
—Estás siendo una chica muy mala. —Su voz estaba mezclada con ira y deseo. De
repente sentí pánico cuando noté que todavía sostenía el cinturón en su mano—.
Ven aquí —ordenó. Me aparté de la puerta y di un pequeño paso más cerca de él.
—¿Qué vas a hacerme? —pregunté nerviosamente. Agarró mi mano ilesa
fuertemente en la suya y la empujó contra su abultada cremallera. Jadeé en voz alta
mientras lo sentía presionándose contra mis dedos.
—Voy a castigarte —susurró en mi oído.

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12
Traducido por magdaa
Corregido por dark&rose

S

us palabras mandaron una sacudida de placer a través de mi cuerpo, hasta
mis partes más íntimas. Froté mi mano lentamente contra él mientras mecía
sus caderas para encontrar mi ritmo.

—Es suficiente diversión para ti. Ahora es mi turno —dijo misteriosamente,
mientras me llevaba al otro lado del piso, hacia una pequeña habitación—. Aquí
dentro yo tengo el control. Aquí dentro me perteneces —explicó, pero su tono
cambió mientras me miraba—. Nos lo tomaremos con calma al principio —dijo,
mientras caminaba de nuevo hacía mí.
Mis ojos danzaron por la habitación. Era toda blanca con una cama gigante en el
medio. Una pequeña cómoda se encontraba a su lado y un sillón largo estaba
colocado contra la pared de enfrente. Tomó mi rostro entre sus manos y me besó
apasionadamente. Me relajé en contra suyo mientras sus manos se deslizaban
hacía mis caderas. Me estiré y recorrí mis dedos hacía abajo por su estómago, pero
él me agarró.
—No me puedes tocar a menos que yo te lo diga. ¿Entendido?
Asentí para que él continuara besándome. No me importaba lo que él decía en
este momento. Todo lo que quería era sentirlo contra mí.
Sus dedos se deslizaron debajo de mi camiseta y yo jadeé en busca de aire. Su
boca dejó la mía mientras él me veía estremecerme por su toque. Sacó la camiseta
por mi cabeza y se alejó para mirarme. No me había puesto un sujetador ese día y
me sentí completamente expuesta. Crucé mis brazos sobre mi pecho para
esconderme.

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—Retira los brazos. Quiero verte —ordenó.
Lentamente volví a ponerlos a mis costados, mordiéndome el labio, incapaz de
mirarlo a los ojos.
—¡Mírame! —ladró, y mis ojos se dispararon para encontrarse con los suyos. Se
acercó, sus dedos tirando de la cintura de mis jeans. Besó mi cuello y su boca dejó
un rastro de pequeños besos por mi hombro y bajó hacía mi pecho. Sus dedos
rápidamente desabrocharon el botón y la cremallera de mis pantalones mientras
capturaba mi pezón con su boca. Aspiré un aliento de sorpresa. Miró hacía mí,
observándome mientras su lengua hacía círculos una y otra vez. Me apreté contra
él, envolviendo mis manos en su cabello y tirando gentilmente.
—Chica mala —dijo con una decepción fingida—. Sé cómo podemos arreglar eso
—dijo, mientras lamía sus labios y tiraba del cinturón en sus manos—. Acuéstate —
ordenó y señaló hacía la cama. Me deslicé a su lado, inhalando el maravilloso olor
de su colonia y me arrastré sobre la cama de gran tamaño. Tenía un acabado en
cerezo oscuro, y el cabezal y el pie de cama tenían listones. Se arrastró sobre mí y
miró de arriba a abajo mi cuerpo mientras arrastraba el cinturón por mi estómago
y sobre mi pecho.
—Dame tus manos —dijo tranquilamente. Sostuve mis manos en frente de mí.
Juntó mis muñecas y enrolló el cinturón a su alrededor, poniéndolas sobre mi
cabeza y deslizando el cinturón a través de un agujero en el cabezal—. Así está
mejor —susurró en mi oído, besando mi mandíbula, luego deslizando su lengua en
mi boca duramente. Empujé con mi lengua mientras sus caderas oprimían las mías.
Sus manos tiraban de mis jeans, deslizándolos por mis caderas, dejando mis bragas
en su lugar. Mi respiración se aceleró cuando sus labios viajaron sobre mi cuerpo,
chupando fuerte al alcanzar mi pezón. Gemí en voz alta, cargando mis caderas
contra él.
—Shhh... —susurró, mientras deslizaba su mano dentro de mis pantalones frotando
sobre mis bragas. Gemí aún más fuerte y su mano paró—. Te lo advertí —me
regañó con una sonrisa sádica. Se levantó—. Gírate —ordenó. Vacilé—. ¡Ahora! —
dijo, con sus dientes apretados. Me di la vuelta sobre mi estómago, mientras mi
corazón se aceleraba. Me quitó los jeans y los lanzó a través de la habitación. Su
mano se deslizó sobre mi trasero varias veces, sus dedos sumergiéndose en medio

45
de mis piernas y frotando mi sexo. De repente, su mano cayó dura sobre mi
trasero, haciéndome gritar de dolor—. Shhh... —dijo otra vez, mientras su mano
bajaba más duramente. Me mordí el labio tratando de contener mis gritos. Su
mano recorrió con dulzura mi trasero dolorido. Sentí sus cálidos labios besarme y
luego fueron rápidamente remplazados por su mano. Fui capaz de contenerme,
acogiendo el dolor. Quería gritarle pero parte de mí quería más de él.
—Buena chica —susurró en mi oído, y pude escuchar cómo se abría la cremallera
de sus pantalones mientras se los sacaba—. Ahora obtienes una recompensa. —Su
cuerpo se bajó sobre el mío y pude sentir su virilidad en mis más sensitivas áreas.
Oprimió sus caderas en las mías y empujé de vuelta, levantando mi trasero—. ¿Me
deseas? —preguntó.
—Sí —susurré. Sus caderas me empujaron más fuerte.
—¿Sí, qué? —preguntó, su respiración cosquilleando mi oído.
—Sí, señor —respondí en un gemido bajo.
—Todavía no —susurró y su cuerpo dejó el mío. No me gustaba ser torturada así.
Tiré del cinturón para liberar mis manos pero estaban inmovilizadas demasiado
fuerte—. Gírate —ordenó, y lentamente me volteé. Él estaba al lado de la cama
completamente desnudo, con su mano acariciándose a sí mismo mientras lamía
sus labios—. Ábrete de piernas —demandó. Separé mis pies ligeramente—. ¡Más
separadas! —gritó enojado. Moví mis piernas más separadas, mientras lo
observaba dándose placer. Se arrastró sobre la cama, posicionándose entre mis
piernas. Su mano libre se deslizó sobre mis bragas, acariciándome mientras
copiaba el ritmo en sí mismo. Me apreté contra él, cerrando mis ojos,
completamente perdida en el placer—. Mírame —ordenó, acariciando más fuerte y
más rápido. Jadeé, pero evité gemir. Se inclinó más cerca besando la parte interna
de mi muslo. Hacía cosquillas y traté desesperadamente de empujar mis piernas
más cerca pero él las empujó de vuelta. Besó lentamente sobre la línea de mis
bragas, respirando calientemente sobre mí. Deslizó sus dedos dentro de mi ropa
interior.
—Estás muy mojada. Me pregunto cómo sabes —dijo, mientras movía mis bragas
hacía un lado y lentamente empezó a probarme con su lengua. Arqueé mi espalda
fuera de la cama, tratando desesperadamente de obtener más de él. Mientras

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empujaba, impulsó su dedo dentro de mí. Su lengua continuó, mientras su dedo se
movía más rápido y con más fuerza. Tomó un momento acostumbrarse, pero
pronto se volvió increíble. Emparejé sus movimientos con mis caderas mientras él
deslizaba otro dedo dentro de mí, preparándome para él. Giré mis caderas y me
presioné contra su boca. Mi cuerpo empezó a temblar mientras olas de placer me
atravesaban. No era como nada que hubiera sentido alguna vez. Me quedé quieta
mientras las réplicas de mi orgasmo pulsaban a través de mí. El Sr. Honor se movió
sobre el largo de mi cuerpo y lentamente apoyó su peso sobre mí.
—Sabes maravilloso. Quiero que saborees cuan maravillosa eres —dijo con voz
ronca, mientras sus labios encontraban los míos. Traté de presionar mis labios
juntos pero su lengua forzó su camino hacía mi boca. Pude saborear mis jugos
dulces, salados en sus labios. Quería hacerlo parar pero cada vez que luchaba, él se
volvía más fuerte. Cargué mis caderas contra las suyas y él se oprimió contra mí.
Serpenteó sus dedos sobre mis bragas y tiró de ellas, arrancándolas de mi cuerpo.
Se presionó en contra de mi entrada, lentamente. Él era mucho más largo de lo que
había esperado. Se mantuvo quieto, parcialmente dentro de mí mientras nos
besábamos. Cuando relajé mi cuerpo, lentamente meció sus caderas contra las
mías. Después de unos momentos, comencé a mecer las mías con él, mientras
empujaba más y más profundo dentro de mí.
—¿Más duro? —preguntó, asegurándose de que lo pudiera aguantar.
—Sí —susurré y empujó sus caderas con más fuerza en contra de mí. Grité,
mientras él seguía penetrando cada vez más fuerte dentro de mí, hasta que estuvo
completamente dentro. Tiré desesperadamente del cinturón, deseando poder
tocarlo.
De repente paró, empujándose fuera de mí. Lo observé mientras estiraba la mano
hacia el tocador al lado mío y sacaba un pequeño paquete de aluminio del cajón.
Lo rasgó y se deslizó el condón en un movimiento rápido.
—Si voy demasiado rudo necesitas hacérmelo saber. —Me mordí el labio y
asentí—. ¡Respóndeme! —demandó.
—Sí, señor —susurré con un gemido bajo. Empujó más fuerte, llenándome otra vez
mientras chocaba su cuerpo contra el mío. No trató de ser gentil. Su pulgar
encontró mi punto de placer y lo acarició en pequeños círculos. Sentí mi cuerpo

47
apretarse alrededor de él y gimió, apretando su mandíbula mientras mantenía un
ritmo perfecto. Mi cuerpo empezó a oprimirse incontrolablemente debajo de él
pero él no desaceleró. Mientras me corría otra vez, él empujó más y más fuerte,
colapsando finalmente sobre mí mientras jadeaba en mi oído.
Perezosamente se estiró para liberar mis manos del cinturón.

48
13
Traducido por LizC
Corregido por flochi

M

e froté las muñecas con cautela mientras él se levantaba de la cama y se
ponía los jeans. Tomó mis pantalones y camisa, y los arrojó sobre la
cama, sin mirarme a los ojos. Me puse mi ropa rápidamente

preguntándome qué había hecho mal. Agarró mis bragas rasgadas del suelo y las
deslizó en su cajón de la cómoda y salió rápidamente de la habitación. Terminé de
vestirme y lo seguí. Estaba en la mesada de la cocina, sirviéndose otro trago.
Caminé detrás de él, envolviendo mis manos alrededor de su cintura.
―No ―dijo en voz baja mientras apartaba mis manos. Se tomó de golpe otro
trago y me sentí mortificada.
―¿He hecho algo mal? ―pregunté, preocupada de que no hubiera disfrutado
tanto como yo. Así no era exactamente como me había imaginado mi primera vez,
pero no me arrepentía. Él no contestó, sólo se quedó mirando a lo lejos―. Me voy
a ir. No vivo lejos de aquí ―dije, dejando que mi voz se apagara. Se sirvió otra
copa, sin apartar los ojos de la botella. Me escabullí por la puerta delantera, esta
vez no trató de detenerme. Me abrí paso por la escalera poco iluminada. Me di
cuenta que mis libros todavía estaban en su auto, pero decidí dejarlos allí. Estaba
requiriendo toda mi fuerza para no romper a llorar. Sólo quería llegar lo más lejos
posible de aquí. Saqué mi teléfono, pero me di cuenta que no tenía a quien llamar.
Crucé los brazos sobre mi pecho y caminé rápidamente hacia mi casa. Los efectos
del alcohol casi habían desaparecido y me hubiera gustado que no lo hubieran
hecho.
Pude ver las luces reflejadas en el edificio en frente de mí cuando un auto se dirigió
a mi lado y se detuvo.

49
―Entra ―dijo el Sr. Honor airadamente. Me negué a mirarlo y comencé a caminar
más rápido. El auto rodó lentamente a mi lado mientras yo continuaba―. ¡Entra!
―gritó más fuerte y me di cuenta de que estaba realmente cabreado.
―¡Vete a la mierda! ―grité en respuesta, sorprendiéndome a mí misma. Detuvo el
auto de golpe y saltó de él. Me detuve, preguntándome qué iba a hacer mientras
avanzaba hacia mí. Él sólo llevaba sus jeans y nada más―. Déjame en paz ―grité
furiosa, pero continuó avanzando hacia mí.
―Vamos ―dijo mientras me agarraba del brazo, empujándome hacia su auto.
Traté de liberarme, pero él apretó su agarre. Abrió la puerta y esperó a que yo
cumpliera. Lo fulminé con la mirada y me deslicé en el asiento. Se dirigió hacia el
lado del conductor y entró, cerrando la puerta detrás de él con fuerza.
―No debería haber dejado que te fueras ―dijo con calma.
―¿En cuál oportunidad? ―pregunté y él agarró el volante con fuerza, sus nudillos
tornándose blancos. Me miró con enojo y de pronto me arrepentí de mi actitud.
―No soy bueno para ti, Emma. ―Suspiró. Levanté la vista para mirarlo a los ojos.
Parecía triste y enojado, pero no estaba segura de si estaba dirigida a él o a mí.
―Sí, lo entiendo. No me quieres. ―Puse los ojos en blanco y luché contra las
lágrimas que habían resucitado de nuevo.
―¿No te quiero? ―se rió, su rostro agitado por la confusión―. Emma, acabo de
tenerte. ―Su expresión se volvió seria otra vez―. ¿Es eso lo que querías para tu
primera vez? ¿Una persona atándote? ¿Follándote y humillándote? ―preguntó y
me di cuenta de que estaba molesto consigo mismo y no conmigo. Me relajé un
poco y pensé sobre cómo responder.
―Eso no es obviamente lo que me imaginaba, pero yo... lo disfruté ―dije en voz
baja. Sus ojos se iluminaron ante mi respuesta.
―Sé que lo hiciste. ―Se lamió los labios y esa sensación maravillosa se disparó a
través de mi cuerpo hasta mis zonas más íntimas. Me mordí el labio y me metí el
cabello detrás de la oreja.
―No es como si no pudiéramos intentarlo de nuevo. ―Pude sentir mis mejillas
arder de vergüenza al momento en que las palabras salieron de mi boca. Él tragó

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con fuerza y negó con la cabeza ante la idea. Había tenido suficiente de su rechazo
por un día. Abrí la puerta lista para correr en la oscuridad de modo que pudiera
llorar sola.
―¡Emma! ―gritó, agarrando mi brazo para que no me fuera―. No quería decir
que no quiero volver a hacerlo, es sólo que no puedo darte lo que quieres. Lo que
pasó allí es todo lo que sé. Nunca habrá nada más que eso conmigo. No me acerco
a las personas. No me preocupo por las personas ―explicó y mi cabeza empezó a
nadar con toda esta información.
―¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por qué no me dejas caminar a casa? ―pregunté.
Se vio absolutamente atrapado con la guardia baja.
―No lo sé. ―Su apretón se aflojó en mi brazo. Asentí, dándome cuenta de que
había cometido un gran error. Había construido al Sr. Honor en mi cabeza para ser
alguien que nunca fue o quiso ser.
―Buenas noches, Sr. Honor. ―Me bajé y salí a la calle oscura.
―William ―gritó detrás de mí.
―¿Qué? ―pregunté, volviéndome hacia el auto.
―Mi nombre es William. Por favor, entra en el auto. No es seguro aquí para ti. ―Lo
pensé por un momento, mirando alrededor de la calle poco iluminada―. Por favor
―gritó, con una voz llena de preocupación. Me di cuenta de que tenía razón y
regresé al auto. Lo último que quería hacer era caminar.
Condujimos en silencio, hablando solamente para darle las instrucciones a mi casa.
Estacionó en la calle sólo en caso que mi tía estuviera en casa, pero el camino de
entrada estaba vacío.
―Gracias ―le dije con timidez. Él miró al frente, apretando la mandíbula. Me bajé y
me dirigí a la casa. Estaba vacía y estuve agradecida de que no necesitara inventar
ninguna excusa. Caminé al pasillo hacia mi habitación, encendiendo la luz. Cuando
me asomé por la ventana, vi al Sr. Honor alejándose, sus luces traseras
desvaneciéndose en la oscuridad. El día de hoy había sido agotador. No podía
esperar a meterme en la cama y dormir un poco.

51
14
Traducido por AariS
Corregido por flochi

A

l día siguiente me levanté sintiéndome mucho mejor que el día anterior.
Me dirigí a la cocina, consiguiendo un vaso grande de agua y una aspirina.
Mi cuerpo estaba un poco dolorido pero no quería pensar en la razón. Me

las tomé de un trago y regresé al pasillo en busca de mi tía.
—¿Judy? —grité mientras tiraba de mi camiseta sobre mi ropa interior para
cubrirme. Llamé a su puerta, pero no hubo respuesta. Puse los ojos en blanco y
volví a la cocina para encontrar algo de comer. Agarré un cartón de huevos de la
estantería y decidí hacerme una tortilla. Mientras la mantequilla se derretía en la
sartén, volví a mi habitación para recuperar mi celular. La pantalla decía que tenía
tres llamadas perdidas. Había olvidado conectar el timbre de nuevo anoche
después de dejar el club. Me desplacé a través de los números. Dos de las llamadas
eran de Becka y una era desconocida. Sonreí pero decidí devolver las llamadas
después de comer.
A la mitad de cocinar mis huevos, mi teléfono sonó otra vez y alguien golpeó con
fuerza en la puerta principal. Ignoré la llamada e hice mi camino hacia la sala de
estar, enderezando la ropa con la que había dormido la noche anterior.
Los golpes se hicieron más fuertes y abrí de golpe la puerta.
—¿William? —dije a la vez que el Sr. Honor se erguía del otro lado.
—¿Estás bien? —preguntó, sus ojos buscando los míos.
—Estoy bien —dije mientras volvía a la cocina para comprobar mi comida, dejando
la puerta abierta para que me siguiera—. ¿Qué pasa? —Se veía como si no hubiera
dormido en absoluto.

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—¿Por qué no respondiste a mi llamada? —preguntó, su preocupación
reemplazada por enojo.
—Iba a hacerlo tan pronto como comiera algo —repliqué, sosteniendo en alto la
espátula—. ¿Por qué estás aquí? ¡Si mi tía estuviera en casa llamaría a la policía! —
Saqué un plato extra y dividí la tortilla por la mitad, tirando tímidamente de mi
camiseta. Podía sentir sus ojos en mí.
—Estacioné calle abajo. ¿Ha venido alguien por aquí? ¿Alguien que pareciera
extraño? —preguntó vagamente.
—Sólo tú —bromeé y le tendí un plato. Puso los ojos en blanco y tomó la comida,
siguiéndome a la mesa.
—¿Por qué? ¿Está buscándome alguien? —pregunté y su expresión se volvió dura.
Pasó los dedos por su cabello oscuro y dejó salir un largo suspiro.
—No puedo dejar de pensar en ti —dijo, sus ojos fijos en los míos. Mis mejillas
ardieron al rojo vivo y miré hacia abajo a la mesa, intentando esconder mi
vergüenza—. Mírame —dijo duramente y lentamente lo miré a través de mis
pestañas. Atizó mi mejilla rosada con el dorso de su mano, enviando una oleada de
placer a través de mi cuerpo. Me mordí el labio esperando que hablara. Sin
advertencia, sus labios encontraron los míos, ávidamente. Su mano se envolvió en
mi cabello, tirando suavemente.
—No podemos. —Suspiré cuando sus labios bajaron por mi cuello. Me dio la
vuelta y me empujó boca abajo sobre la mesa.
—Mejor me enseñas tu habitación antes de que te folle aquí mismo. —Sus
palabras susurradas bajo y profundo en mi oído mientras tiraba de mis bragas. No
pude responder. Mi mente estaba girando y todo lo que quería era sentir su
contacto. Deslizó su dedo en mi interior, empujándome más duro contra la mesa.
—Bien —murmuré entre jadeantes respiraciones.
—Buena chica. —Su aliento me hacía cosquillas en la oreja con cada palabra.
Caminé de regreso por el pasillo en las nubes, queriendo sentir sus manos en mí de
nuevo. Estaba abrumada por su contundencia y el efecto que tenía en mí. Cuando
habíamos estado juntos antes luchó por resistir nuestra conexión pero ahora había

53
cedido a sus impulsos más primarios y ya no estaba preocupado por las
consecuencias. Lo miré por encima de mi hombro cuando alcanzamos mi puerta.
Sin advertencia, me levantó en sus brazos y me llevó adentro, cerrando la puerta de
una patada tras él. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, saboreando cada
momento que me permitía tocarlo. Me tendió en mi cama y comenzó a
desabotonarse la camisa. Me mordí el labio mientras lo miraba desvestirse. Arrojó
su camisa a un lado, tirando de su camiseta en un movimiento rápido. Sus ojos
danzaron sobre mis piernas mientras se desabrochaba el cinturón, y me retorcí
bajo su mirada. Sacó el cinturón de sus pantalones y sus jeans colgaron bajos en
sus caderas, deshechos.
—No tienes ni idea de las cosas que quiero hacerte. —Sus palabras salieron
lentamente a medida que deslizaba el cinturón marrón de cuero entre sus manos.
Me senté en el borde de la cama y extendí la mano, frotándola sobre su estómago,
trazando la musculatura que se hundía por debajo de sus pantalones. Me sonrió
con malicia cuando sus manos agarraron las mías. Me empujó con fuerza hacia
atrás sobre la cama, su cuerpo descendiendo encima del mío con la fuerza
suficiente para sacarme el aire. Luché debajo de él pero su peso me sostenía
cautiva debajo del suyo.
—Me gusta cuando luchas. —Su voz estaba llena de deseo y envió sacudidas de
placer a través de mi cuerpo. Absorbí una respiración profunda y corcoveé mis
caderas contra las suyas. Su agarre se apretó sobre mis muñecas, forzando mis
manos sobre mi cabeza. Oprimió sus caderas contra las mías y no pude no ser
capaz de tocarlo. Deslizó el cinturón alrededor de mis muñecas y lo apretó—. Eso
está mejor —dijo mientras sus manos bajaron por mis costados, agarrándome por
las caderas y tirándome más hacia abajo en la cama.
Me dio la vuelta sobre mi estómago. Mis piernas colgaban sobre el borde. Pude
escucharlo quitarse los pantalones y luego sus dedos se deslizaron a lo largo de
mis caderas, serpenteando en mis bragas y tirándolas hacia debajo de mis rodillas
que ahora descansaban en el suelo. Su mano bajó con fuerza y sin previo aviso a
través de mi trasero, haciéndome gemir mientras agarraba mi sábana
apretadamente entre mis manos. Azotó de nuevo, con más fuerza esta vez y antes
de que pudiera recuperarme, se forzó con dureza dentro de mí. Di un grito
ahogado cuando se inclinó, poniendo una mano sobre mi boca para ahogar mis

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gemidos. Su cuerpo se estrelló contra el mío una y otra vez. Me tensé bajo él, pero
no aminoró. Respiraba pesadamente en mi oído, y el sonido de él disfrutando me
hizo sentir poderosa, aunque estaba totalmente impotente debajo de él.
Deslicé mi lengua fuera de mis labios y la pasé a lo largo de sus dedos. El aliento se
atascó en su garganta y mordió ligeramente el lóbulo de mi oreja. Su mano se
relajó y deslicé su dedo dentro de mi boca, chupándolo. Su empuje imitó los
movimientos de mi boca. Su mano libre se envolvió en mi cabello y empujó mi
boca aún más. Podía sentir mis paredes apretándose en torno a él.
—¡Emma! —La voz de mi tía resonó en el pasillo. La mano de William apretó de
nuevo mi boca, manteniéndome callada e inmóvil debajo de él. Se deslizó más
profundo dentro de mí, lentamente.
—Shh… —susurró en mi oído—. Terminaremos esto más tarde. Realmente
necesitas conseguir tu propio lugar. —Su peso se levantó de encima de mí y sus
manos rápidamente desabrocharon su cinturón. Me quedé inmóvil de rodillas,
luchando por recuperar el aliento.
Después de que se pusiera los pantalones, se inclinó, alzando mis bragas por mis
piernas mientras sus labios se arrastraban por la parte trasera de mi muslo.
—Ve a ver lo que quiere antes de que venga aquí. —Me puse de pie de mala gana,
dándome la vuelta para disfrutar de la vista de él sin camiseta—. Terminaremos
esto más tarde. —Sonrió y me besó suavemente en la mejilla. Asentí y dejé mi
habitación, cerrando la puerta silenciosamente tras de mí.
Mi tía estaba sentada en la mesa y había empezado a comer la tortilla que había
hecho para William. Me senté frente a ella y comencé a comerme mis huevos ahora
fríos.
—¡Gracias por el desayuno! No te hagas ninguna idea de que esto compensa tu
pequeña proeza del otro día. Aún estoy enfadada como el infierno contigo. —Puse
los ojos en blanco y asentí mientras empujaba la comida por mi plato. Estaba
empezando a preguntarme si la situación con el Sr. Honor me estaba superando.
—¿Qué pasa? —preguntó Judy, sacándome de mis pensamientos.

55
—Nada yo sólo… estaba pensando en salir con algunos amigos hoy. —Mentí. Me
miró durante un momento antes de contestar.
—Deberías salir más. Tal vez conseguir un trabajo, ayudar un poco por aquí. No te
mataría. —Se levantó y puso su plato en el fregadero, sin molestarse en limpiarlo.
Deambuló a la sala de estar y se sentó, encendiendo la televisión—. Es un trabajo
duro, criar a un niño que no es tuyo —gritó por encima del sonido de su programa.
Me levanté y limpié mi plato en el fregadero.
—Buscaré un trabajo hoy —grité de vuelta y caminé de nuevo al pasillo. Respiré
hondo antes de abrir la puerta de mi habitación. Cuando estuve segura de que mi
tía aún estaba en su silla, la empujé lentamente. La habitación estaba vacía. Me
dirigí a la ventana y miré fuera pero no había nada fuera de lugar. Agarré un par de
jeans viejos y me deslicé en ellos mientras pensaba sobre lo cerca que habíamos
estado de ser atrapados. La vida de William se arruinaría por un escándalo como
éste. Agarré mi bolso y decidí que necesitaba un poco de aire fresco.
—Me voy —dije y los ojos de mi tía nunca dejaron la televisión. Me dirigí al garaje.
Me senté en silencio por un momento, decidiendo si era siquiera una buena idea
llamar al Sr. Honor. Decidí enviarle un mensaje de texto.
«Esta es una mala idea.»
Golpeé enviar y salí del camino de entrada. Antes de que alcanzara la carretera, mi
teléfono se iluminó.
«Es demasiado tarde para eso. ¿Estás sola?»
Me mordí el labio mientras pensaba en cómo responder.
«Estoy en mi auto.»
Giré a la derecha y me dirigí al estacionamiento del supermercado al otro lado de
la carretera. Mi teléfono se iluminó de nuevo mientras estacionaba el auto.
«¿Dónde estás?»
El supermercado cerca de mi casa.
«Voy para allá.»

56
Respiré hondo y manipulé la radio. Mi corazón de aceleró cuando pensé en él, sus
ojos en los míos, sus labios. No era nada como pensé que sería. Era duro,
despreocupado y contundente pero no podía tener suficiente de él. Estaba
asustada de no ser capaz de alejarme de él. Podía perder su trabajo. A pesar de
que yo era adulta, aún iba contra las normas que estuviéramos juntos.

57
15
Traducido por Susanauribe
Corregido por flochi

W

illiam llegó sólo unos minutos después y me di cuenta que él debió
haber estado esperando en algún lugar cercano. Salió de su auto,
mirándome por un largo rato. Sabía que no podía dar vuelta atrás. Sentí

el fuego ardiendo entre nosotros y quise más que nada estar de nuevo con él.
—¿Estás bien? —preguntó mientras lentamente caminaba más cerca.
—Estoy bien.
Acunó mi rostro entre sus manos, besándome suavemente en la frente. La
electricidad se disparó entre nosotros cuando me tocó.
—Sacaré tus cosas. Espera en mi auto. —Su mandíbula se tensó mientras hablaba.
Asentí y caminé hacia su auto.
Encendí la radio mientras esperé, pasando entre las estaciones para encontrar algo
alegre. Puse una estación de rock viejo. Pasé mis dedos por el rosario de color rojo
que colgaba de la palanca de cambios. Intenté imaginar al Sr. Honor en una iglesia
pero simplemente no encajaba. Recogí un pequeño papel doblado del
compartimiento, mirando por el parabrisas para asegurarme de que él no viniera,
antes de desdoblarlo.

Sé lo que estás haciendo. Te haré pagar.
Jadeé en voz alta. La puerta de mi auto se azotó y alcé la mirada para ver al Sr.
Honor caminando hacia mí, mi bolso en su mano. Rápidamente doblé la nota y la
puse de nuevo en donde la había encontrado.
—¿Encontraste todo? —pregunté mientras deslizaba la bolsa en el asiento trasero.

58
Asintió y metió mi cabello detrás de mi oreja. Tragué fuerte deseando que me
tocara de nuevo. Su mandíbula se tensó mientras ponía el auto en reversa y salía
del estacionamiento.
Estuvimos en silencio mientras cruzábamos la ciudad. A la luz del día, Kippling tenía
una vida completamente diferente. Las calles estaban repletas de turistas y
jubilados que querían empaparse del cálido sol de Florida. Miré por la ventana a las
familias felices mientras mi estómago se encogía con celos. William puso su mano
de regreso en mi pierna. No estaba segura de si quería consolarme o si sólo me
estaba reclamando como su posesión. No me importaba de todas formas. Era
bueno estar cerca de alguien que no me mirara como si fuera un cachorro que
acababa de ser golpeado, incluso aunque fuera así como me sintiera la mayoría de
las veces.
La nota que había encontrado en la guantera pasaba una y otra vez por mi mente.
¿Qué había hecho el Sr. Honor? ¿Quién estaba tras él? Quise preguntarle, pero no
pude formar las palabras. Estaban sucediendo demasiadas cosas a la vez. Yo era
bastante autodestructiva por naturaleza y no quería arruinar las cosas para William
mientras mi mundo seguía cayéndose.
Nos detuvimos en el almacén unos minutos después. El edificio era oscuro y frío
comparado con la mañana que había afuera. Salí del auto mientras William
agarraba mi bolso. Caminé delante de él por la escalera oscura, su mano en mi
espalda. El tiempo que había pasado con él sólo anoche, se sintió como hace una
vida. William puso mi bolso en la mesada de la cocina; desapareció en su
habitación por un momento, regresando con ropa en la mano.
—Quiero mostrarte algo —dijo pero no respondí, sólo miré alrededor del costoso
edificio—. Vamos —dijo suavemente, tomando mi mano y tirando de mí detrás de
él.
Me llevó a una gran puerta marrón al otro lado de su sala. La abrió, exponiendo un
ascensor viejo. Entramos y comenzó a subir al siguiente piso.
Salimos a un gran espacio cavernoso. Estaba oscuro, las ventanas tintadas. William
caminó detrás de mí, envolviendo su mano en mi cintura. Por un momento, se
sintió como un gesto afectuoso.

59
—¿Qué es esto? —pregunté mientras mis ojos comenzaron a ajustarse. Pude
distinguir largos objetos esparcidos por el espacio.
—Aquí es donde juego —susurró en mi oído.

60
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  • 3. Índice Sinopsis Capitulo 20 Capítulo 1 Capítulo 21 Capítulo 2 Capítulo 22 Capítulo 3 Capítulo 23 Capítulo 4 Capítulo 24 Capítulo 5 Capítulo 25 Capítulo 6 Capítulo 26 Capítulo 7 Capítulo 27 Capítulo 8 Capítulo 28 Capítulo 9 Capítulo 29 Capítulo 10 Capítulo 30 Capítulo 11 Capítulo 31 Capítulo 12 Capítulo 32 Capítulo 13 Capítulo 33 Capítulo 14 Capítulo 34 Capítulo 15 Sobre la autora Capítulo 16 Honor Thy Teacher Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 3
  • 4. Si es un pecado codiciar el honor, soy el alma más ofensiva. William Shakespeare 4
  • 5. 1 Traducido por flochi Corregido por Alicadi M i vigésimo primer cumpleaños había empezado como cualquier otro día. Desperté sola. La casa estaba desierta. Sin dudas, mi tía con la que vivía se había desmayado en el bar o ido a casa con algún desconocido azaroso. Pasé un cepillo a través de mi largo y oscuro cabello hasta que yació suave y perfectamente recto bajando por mi espalda. Lavé mi rostro y escogí algo para usar durante el día. Me decidí por una camiseta blanca entallada y unos jeans cortos. Haría calor otra vez, como era habitual en Florida, así que me deslicé en un par de sandalias marrones. El autobús de la secundaria se detuvo enfrente y me senté en el garaje esperando a que se fuera y se dirigiera a la carretera. Odiaba estar atascada detrás con todos esos niños señalándome y riendo desde la ventana trasera. Una vez que estuve segura de que no había moros en la costa salí del garaje en mi aporreado Rabbit blanco. Encendí la radio, enchufé mi iPhone en el adaptador de la casetera y escuché Mozart todo el viaje. La música clásica tenía una manera de calmarme. Odiaba ir a la Universidad. Nunca sentí que encajara. Las personas me trataban como un extraterrestre debido a que fui transferida desde Michigan justo antes de la graduación de la preparatoria. La verdad era que habría dado cualquier cosa por volver. Me detuve en el estacionamiento del gimnasio justo antes de las ocho. Apenas a tiempo pero no me importaba honestamente. Mis calificaciones eran perfectas y podía tener un 4.0 sin tener que asistir. Desafortunadamente, si no me presentaba mis becas podían ser quitadas. Siempre empezaba mi día con una rutina de 5
  • 6. ejercicios. Me moví sigilosamente en el vestuario y me cambié a mi camiseta de tamaño grande y pantalones negros holgados. Cuarenta y cinco minutos después, habíamos terminado de jugar un partido de básquet con algunas chicas de una hermandad femenina, del cual sigo sin conocer las reglas. Mi equipo perdió pero no me importaba de todos modos. Me volví a cambiar a mi ropa normal y me dirigí a través del campus a mi primera clase. Todo antes del almuerzo se convirtió en un gigantesco borrón. Los profesores estaban trabajando en cosas que yo ya había aprendido. Me senté sola al final de una larga mesa de la cafetería y mordí mi pizza. Odiaba este lugar con pasión. Estaba lista para graduarme y seguir adelante con mi vida. Sabía que sin mi título me vería obligada a quedarme en esta ciudad y hacer un trabajo de bajo presupuesto por el resto de mi existencia. Agarré mis libros y me dirigí a mi auto para agarrar mi libro de historia que había olvidado. Para el tiempo que llegué a clases, todos estaban en sus asientos y esperando al profesor para hablar. Me metí a hurtadillas y mantuve la cabeza gacha mientras me dirigía al fondo del salón. Me deslicé en mi escritorio y miré al frente de la clase. —Ahora que estamos todos aquí me gustaría presentarme. La Sra. Gibbs estará fuera por unos pocos meses por problemas médicos. Mi nombre es el Sr. Honor. — Su cabello era oscuro y apenas lo bastante largo para lograr el aspecto de “recién salido de la cama”. Sus ojos eran de un penetrante azul que coincidía con la botonadura de su camisa que se abrazaba a su pecho musculoso perfectamente. El botón superior estaba abierto y podías ver una camiseta blanca debajo y jeans oscuros lavados. Era mucho más joven que la mayoría de los profesores. Parecía como a finales de los veinte, pero tenía la confianza de alguien mucho mayor. Todas las chicas en el salón estaban inmersas en cada una de sus palabras. Cuando se lamió los labios, un jadeo colectivo se escuchó en toda la sala. Cuando el timbre sonó muchas de las chicas se quedaron hasta que el Sr. Honor hizo notar a todos que se movieran a su próxima clase. —Tú, ven aquí un momento —dijo señalándome. Mi aliento se trabó en mi garganta mientras reunía mis libros y caminaba entre los escritorios hacia él. Estaba recostado casualmente sobre su escritorio y girando una regla en la mano. 6
  • 7. —¿Sí? —pregunté, las palabras salieron más alto de lo que pretendía. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó y por un momento, no pude recordarlo. Mis mejillas ardieron de un profundo carmesí a la vez que luchaba por tener un pensamiento coherente. —Emma. Emma Towsend —solté cuando finalmente el pensamiento me llegó. Sonrió y mi corazón se dio por vencido completamente. No sabía cuánto tiempo más podía soportar estar en frente de él antes de que mis piernas cedieran a los nervios. —Emma. —Mi nombre rodó fuera de su lengua y fue el más bello sonido que escuché alguna vez—. Por favor, intenta llegar a mi clase a tiempo. La tardanza no será tolerada. La próxima vez habrá consecuencias —dijo, mientras continuaba girando la regla en su mano. Estaba fascinada. —Sí, señor —contesté con un toque de sarcasmo en mi voz. Sus labios se torcieron y pareció como si contuviera una sonrisita. —Vaya a clase, señorita Towsend. —Sus ojos miraron los míos. No estaba segura de qué decir, así que me di la vuelta y me dirigí a mi siguiente clase. El resto del día lo pasé volando en las nubes. Todo en lo que podía pensar era en el Sr. Honor. Me pregunté cuál era su nombre y si se estaba viendo con alguien. No es que importara. Yo era una paria social en este instituto. Parte de eso era mi culpa. Nunca hice un esfuerzo por conocer a alguien. Para cuando terminé mis clases, ni siquiera sabía lo que cualquiera de los profesores había dicho. Cuando llegué a casa, mi tía Judy estaba dentro cocinando algo en la cocina. —Huele estupendo —dije, dándome cuenta de que no había comido mucho en el día. —Hay comida en el refrigerador. Hazte algo para ti —contestó fríamente. Puse mis ojos en blanco y volví al pasillo hacia mi habitación. Empecé a trabajar en mis deberes pero no pude concentrarme en nada. Mis pensamientos siempre volvían a él. Cuando la casa quedó en silencio, fui a la cocina para prepararme algo para comer. Mi tía había dejado comida y platos sucios esparcidos sobre la encimera, así que me puse a limpiar antes de hacerme la comida. Una vez que el lavavajillas estuvo cargado y las encimeras limpias, me hice espagueti y me senté en el sofá a 7
  • 8. leer una novela romántica. Pasaba la mayor parte de mi tiempo libre leyendo. Era un fantástico escape de la realidad. Desafortunadamente, todo lo que pude imaginar fue al Sr. Honor cuando llegaba a la gran escena de amor del héroe, así que aparté el libro y en cambio opté por la realidad de la televisión. 8
  • 9. 2 Traducido por flochi Corregido por Alicadi M e desperté justo después de las seis con la alarma del teléfono zumbando en mi oído. Me había quedado dormida en frente de la televisión en la sala de estar. Afortunadamente mi tía nunca llegó a casa anoche o indudablemente me habría despertado para regañarme sobre lo incómodo que ponía a sus compañeros masculinos tener a alguien tendido en el suelo. Corrí a la ducha y me deslicé en un par de jeans rasgados y una camiseta. Mi cabello estaba húmedo cuando salí hacia el instituto pero afuera hacía tanto calor que no me importó. El aire acondicionado de mi auto no era mejor que tener bajas las ventanas. Mi cabello estaba prácticamente seco para cuando llegué al instituto. Me dirigí hacia el gimnasio, tomando el camino largo para poder pasar la clase del Sr. Honor. Su puerta estaba cerrada, pero a través del cristal de la ventana pude verlo ponerse su camisa de manga larga gris. Vi un profundo tatuaje tribal envuelto alrededor de su musculoso hombro que se detenía justo en la nuca del cuello. Se dio la vuelta mientras se arreglaba la camisa cerrada y pasé corriendo por la ventana esperando que no me viera mirándolo. Hacer ejercicio fue en completo desastre. Hoy las chicas decidieron torturarnos con pelotazos, pero ya que mi mente estaba en otro lugar, me pareció ser golpeada más que las otras. Con un fresco dolor de cabeza y el ego magullado, me dirigí a mi siguiente clase. Matemáticas fue tan aburrida como de costumbre y me pasé la mayor parte del período garabateando en mi libro cuando se suponía que tomara notas. Fue un alivio cuando el timbre sonó y por fin pude salir de clases. Me dirigí a la cafetería. No parecía haber ningún lugar donde sentarme sola así que apreté mi 9
  • 10. bandeja en el extremo de una mesa e hice mi mejor esfuerzo para evitar el contacto con alguien. No es que las personas de aquí fueran horriblemente malas; tan solo no me gustaba invertir en una relación que pronto terminaría. Quizás eso era debido a que todos despegaríamos pronto a iniciar nuestras propias vidas, o quizás porque tengo la tendencia a mudarme mucho, o quizás todavía estoy aprendiendo a afrontar la muerte de mis padres. La razón no importaba. Prefería estar sola. Probablemente me quedaría encerrada en casa como en un calabozo si no fuera por el instituto. Técnicamente, podía abandonarlo en cualquier momento, pero sólo quedaban unos cuantos meses y sabía que lamentaría no conseguir mi diploma. El timbre del almuerzo sonando me sacudió de mis pensamientos. Era la hora de la clase del Sr. Honor y consideré fugarme. Estaba segura de que me había visto mirarlo embobada a través de la ventana por la puerta de clases y no quería que me mirara raro. Recordé su amenaza sobre llegar tarde y a regañadientes me dirigí a clases. Me escabullí en el interior mientras los otros estudiantes estaban pululando. Nunca notó mi presencia y me sentí agradecida. Las chicas lo adulaban como si fuera una especie de estrella de rock. Parecía avergonzado, pero algo en su expresión me hizo pensar que disfrutaba de la atención. —Tomen sus asientos. Es tiempo de una prueba sorpresa —anunció y la sala gruñó colectivamente. Estaba emocionada de no tener que hablar con nadie, así que la prueba fue una distracción bienvenida. A la mitad del período me esforcé por encontrar respuestas para la mitad de las preguntas de la prueba. Esto era raro en mí, ya habiendo leído la mayoría del libro en mi tiempo libre. Me mordí el labio y retiré mi cabello detrás de la oreja. Alguien dejó caer un libro de texto cerca del frente de la clase con un pesado ruido sordo. Salté en mi asiento y alcé la mirada nerviosa. Mis ojos atraparon al Sr. Honor mientras me miraba fijamente. Mi corazón saltó hasta mi garganta y mordí con más fuerza mi labio inferior. Él se lamió los labios de esa manera increíblemente sexy que hacía antes de romper el contacto visual conmigo y revolver entre los papeles sobre su escritorio. Bajé la vista a mi hoja. Pero bien podría haber estado en griego. Escribí algunas tontas medias respuestas y caminé hacia la parte delantera de la clase para entregarlo justo cuando el timbre sonó. Puse mi hoja sobre el escritorio y abandoné el salón tan rápido como me fue posible. 10
  • 11. Mi corazón latía a mil por minuto así que me metí en el baño y salpiqué agua fría en mi rostro. Escuché a un grupo de chicas abrir la puerta por lo que me deslicé en un compartimiento para estar sola hasta que pudiera calmarme. El segundo timbre sonó y todo el mundo se suponía que iba a estar en su siguiente clase, pero el grupo de chicas seguía quedándose. Reacia, abrí la puerta para poder irme. —¡Oye! Eres la chica inteligente de la clase del Sr. Nevins, ¿no? —preguntó una chica de cabello rubio rizado. —Supongo que soy yo —respondí tímidamente—. Mi nombre es Emma. —Soy Clare, y esta es Becka —respondió haciendo gestos hacia la chica con un cabello corto poco natural de color rojo. Sonreí y asentí sin saber qué decir a continuación, así que me volví a la puerta—. ¿Quieres “volar”? —dijo Claire tras de mí y me detuve por un momento, no muy segura de qué responder. —Seguro —contesté. Ya estaba llegando tarde a mi siguiente clase y llegar a la mitad sería peor que no llegar en absoluto. Una sonrisa cruzó el rostro de Claire y sacó una pequeña lata de mentas de su bolso. Lo abrió y sacó un porro. Me había drogado una vez antes, así que sabía qué esperar. Claire encendió el porro y se lo pasó a Becka quien tosió y escupió. —¿Estás bien? —pregunté cuando su cara se volvió roja. Ella asintió y Becka empujó el porro en mi cara. Le di una pequeña fumada y luché para mantenerlo. Mis pulmones quemaron debido a la dura intrusión y empecé a escupir y toser peor de lo que Claire había hecho. —Toma —dije sosteniéndolo para que Claire lo tomara otra vez. Espontáneamente ella estalló en un ataque de risa. No sé lo que era tan divertido, pero su risa fue contagiosa y pronto todas estábamos jadeando por aire y riéndonos más y más fuerte mientras nos pasábamos el porro unas cuantas veces más. —Chicas —llamó una fuerte voz desde afuera de la puerta. —Shhh… —susurró Claire completamente demasiado fuerte. —Salgan aquí ahora mismo —gritó la voz nuevamente y pude notar que estaba perdiendo la paciencia. —¡Ve tú! —dijo Claire, empujándome hacia la puerta. 11
  • 12. —¡No! —protesté. —¡Estoy en libertad condicional! —susurró Becka y quien estaba del otro lado de la puerta golpeó, causando que todas nosotras saltáramos y dejáramos de hablar. —Bien, mierda —murmuré en voz baja y las chicas corrieron a toda prisa a un compartimiento. Respiré profundamente y empujé la puerta para abrirla. Del otro lado estaba el hombre más hermoso sobre el que nunca había puesto mis ojos, el Sr. Honor. Su mandíbula se apretó y sus ojos se entrecerraron. Él estaba enfadado, pero no pude evitar reírme. 12
  • 13. 3 Traducido por flochi Corregido por Alicadi —¿ Emma? ¿Crees que esto es gracioso? —me regañó. Intenté ahogar la risa y sacudí la cabeza diciendo no, pero cuando contuve la risa, también dejé de respirar haciéndome sentir mareada. Me agarró del brazo y lo apretó muy fuertemente, llevándome pasillo abajo hacia su salón de clases. Afortunadamente, los pasillos estaban vacíos y nadie vio lo ridículamente que me estaba comportando. —Eres afortunada de que no tenga clases en este período —dijo mientras miraba alrededor del pasillo antes de cerrar la puerta, bajando la pequeña persiana que cubría la ventana. Súbitamente me golpeó la idea de que podía ser suspendida, y todo el sufrimiento que había estado soportando sería para nada. Se pasó las manos a través de su cabello marrón castaño y cayó perfectamente de vuelta en su lugar. Me di cuenta que lo estaba mirando fijamente y rápidamente aparté la vista cuando jugueteó con su regla. Debería estar rogando que no me reportara pero mi cabeza daba vueltas y simplemente no pude reunir la energía para que me importara. Me mordí el labio nerviosamente y esperé que me gritara algo más. —Deja de morderte el labio —dijo enojado y golpeó la regla en el escritorio, aparentemente perdiendo su tren de pensamiento. Salté y mordí mi labio con más fuerza por accidente, sacando sangre. —Lo siento —dije en voz baja, sin saber qué más decir. Toqué mi labio y aparté los dedos, mirando la pizca de sangre. Él se puso de pie y caminó hacia mí. Mi estómago aleteó. Rozó su pulgar sobre mi labio inferior, sus ojos azules bloqueándose sobre los míos. Aspiré entrecortadamente y lo sostuve, temerosa de que si me movía pudiera romper este sueño. 13
  • 14. —Respira —susurró, inclinándose lo suficientemente cerca para sentir su aliento cálido en mi rostro, enviando un escalofrío bajando por mi cuerpo. Un fuerte repique rompió el hechizo y él cerró los ojos por un momento antes de darse la vuelta para sacar su teléfono del bolsillo. Me quedé allí de pie estúpidamente mientras hablaba. Sus respuestas fueron cortas y no sabría decir si la persona a la que le estaba hablando era un hombre o una mujer. Sus ojos bailaban de arriba a abajo por mí cuerpo a la vez que hablaba y pude sentir mis mejillas arder. Mordí el borde de mi labio pero rápidamente lo liberé cuando él entrecerró sus ojos hacia mí. Decidí empezar a deambular por la habitación y leer los carteles de la pared. Me sentí grosera allí de pie escuchando su conversación. —Deberías ir a tu siguiente clase. El timbre está a punto de sonar —dijo tranquilamente en mi oído. Su aliento caliente en mi cuello hizo que mi cuerpo se derritiera. Ni siquiera lo había escuchado terminar su llamada. —Entonces, ¿no estoy en problemas? —pregunté, demasiado nerviosa para darme la vuelta y enfrentarlo. —No dije eso. —Por el tono de su voz, pude notar que estaba sonriendo. Aspiré entrecortadamente otra vez y asentí. —Sí, señor. —Agarré mis libros justo cuando el timbre sonó y me escabullí de vuelta en el pasillo mientras todo el mundo salía de sus clases. No podía saber si estaba volando debido a la hierba o debido a mi encuentro con el Sr. Honor. A medio camino del pasillo Claire y Becka corrieron a mi lado. —¡Oh, Dios mío, Emma! ¡Lo siento tanto! —se disculpó Becka. —¿Quién era? —preguntó Claire, ella había enganchado su brazo con el mío y no estaba segura de si fue un gesto amistoso o si todavía estaba demasiado aturdida para caminar recta. —¡Vamos! ¡Dinos! ¿Estás en problemas? —preguntó Becka, interponiéndose frente a nosotras de modo que tendría que responder. —Creo que estaré bien —contesté, no muy segura de lo que había pasado. Parte de mí pensó que lo había inventado todo. 14
  • 15. —¿Le dijiste nuestros nombres? —preguntó Claire y pude notar que estaba preocupada por sí misma. Hice una pausa por un breve momento mientras estaban pendientes de cada una de mis respiraciones. —No. No dije sus nombres. ¡Me deben una grande! —dije finalmente, soltándolas. Lanzaron sus brazos a mí alrededor y me dieron las gracias—. Tengo que irme. No puedo perder otra clase —dije a la vez que me arrancaba sus brazos de encima. Claire frunció el ceño. —¿Quieres salir más tarde? —preguntó ella. No supe qué responder. —¡Vayan a clases, señoritas! —Una voz retumbó detrás de nosotras y mi cuerpo se cubrió repentinamente de piel de gallina. Era el Sr. Honor. Claire y Becka me soltaron a regañadientes y miré con disimulo sobre mi hombro. Sus ojos azules quemaron en los míos. Me volteé rápidamente y me dirigí a mi clase. Todo fue un borrón. No pude mantener mi mente lejos de él. Al final de clases, Becka y Claire estaban esperando junto a la puerta. —Ten. Este es mi número si deseas salir después de clases —dijo Claire mientras me seguían por el pasillo. Era el final del día y el Sr. Honor estaba parado fuera de su salón de clases mientras pasábamos en fila. No pude evitar mirarlo. —Pensábamos ir a esa nueva película de terror con la que todos están tan entusiasmados. Empieza a las ocho —continuó ella, ajena al hecho de que yo no estaba prestando atención. —Seguro —dije, sin saber realmente a lo que estaba aceptando. El Sr. Honor sonrió y no pude evitar devolverle la sonrisa. —Así que, ¿vendrás? —preguntó Becka y me detuve en seco cuando el Sr. Honor se deslizó en el interior de su salón nuevamente. —Sí, iré. ¿A qué hora dijiste? —pregunté. —A las ocho en punto. No llegues tarde, ¡el lugar estará repleto! —me advirtió y yo sonreí. —Estaré allí —prometí y nos dirigimos al estacionamiento. 15
  • 16. 4 Traducido por LizC Corregido por Curitiba M e senté en mi auto repitiendo todo lo que había pasado hoy. No podía creer que haya sido tan estúpida como para drogarme en el instituto. Estaba orando para que el Sr. Honor no se lo dijera a nadie, pero estaba segura de que mi secreto estaba a salvo con él. Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que dijo sobre estar en problemas. ¿Qué quiso decir exactamente? A medida que el estacionamiento se vaciaba, encendí mi auto para irme. Di vuelta al radio y canté junto a Crimson and Clover mientras me dirigía a casa de mi tía. Entré en el camino de entrada maldiciéndome por haber accedido a una noche de chicas con las mismas que me usaron como un chivo expiatorio. No podía culparlas del todo. Era tan culpable por lo que hicimos como ellas. Además, si no lo hubiera hecho nunca habría llegado a pasar más tiempo con el Sr. Honor. La casa estaba vacía y me alegré de que no hubiera nadie alrededor para hacerme las veinte preguntas acerca de dónde iba. Me metí en la ducha para alistarme para la película. Me quedé bajo el agua, soñando despierta hasta que se puso fría. Me envolví una toalla sueltamente alrededor de mi pecho y fui a mi habitación a buscar algo para ponerme. La mayoría de mis pertenencias estaban en cajas, así que tuve que hacer una gran cantidad de excavación antes de encontrar algo adecuado. Me decidí por un vestido negro y zapatos de tacón negros. Después de vestirme, cuidadosamente ricé las puntas de mi cabello. Para el momento en que terminé de aplicar el rímel, me vi por lo menos unos cuantos años más adulta. Me senté por ahí escuchando música y limpiando la casa para matar el tiempo. Cuando el reloj marcó las siete supuse que era seguro salir. Para el momento en que llegara al cine y nos dieran nuestros bocadillos sería sólo una corta espera para la película. Salté en mi auto y empecé a retroceder por el camino de entrada 16
  • 17. cuando unos faros llenaron mi espejo retrovisor y sonó una bocina. Detuve mi auto y suspiré ruidosamente. Mi tía acercó su auto al lado del mío. ―¿A dónde te diriges? ―preguntó ella, mientras su acompañante masculino desvió la mirada, aparentemente desinteresado y totalmente perdido. ―Rumbo al cine, no me esperes despierta ―grité por encima de los motores y sonreí. ―¡Oh, no! ―respondió ella y su sonrisa cursi me dio náuseas. Puse los ojos en blanco y retrocedí el resto del camino de entrada. Encontrar la sala de cine en la oscuridad fue mucho más difícil de lo que había previsto. Tuve que enviarle mensajes de texto a Claire y Becka varias veces antes de que finalmente viera la gran señal del genial cine a lo largo de un lado de la carretera. Di tres vueltas en el estacionamiento antes de encontrar un espacio disponible. Todo el mundo había venido a ver la nueva película de terror Slash. De repente me sentí acomplejada por mi vestido, y me pregunté si debía irme rápidamente antes de que alguien me viera. Podría reclamar que mi auto se dañó o que me quedé sin gasolina. Ya era demasiado tarde. Vi a Becka y Claire caminando a través del estacionamiento saludándome para conseguir llamar mi atención. De mala gana me bajé del auto y me arreglé el vestido. ―¡Deja de tirar de eso! ¡Te ves muy bien! ―me tranquilizó Becka. Llevaba un traje similar en color morado oscuro. ―Gracias ―dije tímidamente, metiendo mi cabello detrás de mi oreja. ―¿Y yo qué, me veo como hígado picado? ―preguntó Claire detrás de nosotras, medio en broma. ―¡Te ves muy bien, Claire! ―le dije, disparándole una sonrisa. Ella la devolvió y supe que sólo estaba siendo insegura. Ella se parecía mucho a mí en esa forma. Esperamos en la línea exterior del edificio para conseguir nuestros boletos. ―¿Tienes a ese nuevo profesor, el Sr. Honor? ―me preguntó Becka, pero no esperó mi respuesta―. ¡Dios, sí que es jodidamente caliente! ―dijo abanicándose. Sonreí y asentí. 17
  • 18. ―Sus ojos ―añadió Claire y me mordí el labio y esperé a que la línea se moviera. Después de unos momentos de hablar maravillas sobre nuestro profesor, finalmente cambiaron el tema a ropa, otro tema del que no me gustaba hablar. Por suerte, la fila se movió con rapidez y fuimos capaces de conseguir nuestros boletos y movernos dentro a la siguiente hilera para nuestros aperitivos. Cuando todo estuvo dicho y hecho, habíamos gastado más de veinte dólares cada una, pero Becka y Claire me aseguraron que valdría la pena cada centavo. La mayoría de los espectadores estaban vagando en el vestíbulo así que pudimos conseguir algunos buenos asientos cerca de la parte delantera. Siempre he preferido sentarme en la parte de atrás, pero Claire insistió en que cuanto más cerca a la sangre y las tripas estás, mejor. Las luces se apagaron y un silencio cayó sobre la multitud cuando las vistas previas comenzaron a reproducirse. Tardó todo un cuarto de hora antes que la película comenzara, pero Becka y Claire habían hecho una lista de todas las nuevas películas que saldrían y que tendríamos que ir a ver. Cuando la película finalmente comenzó, la sala quedó en completo silencio. Dentro de unos momentos, todos estarían gritando, yo incluida. Mi corazón se sentía como que iba a estallar fuera de mi pecho. Esto valdría la pena cada céntimo, y me alegré de que hubiera decidido venir. A una hora en la película me excusé para ir al baño. La fila curvaba fuera de la puerta. Jugué en mi teléfono celular y di un paso adelante cada vez que la línea se movía ajena a mi entorno. Eso fue hasta que la risa de una mujer rompió el hilo de mis pensamientos. Levanté la mirada para ver a un hombre y una mujer encerrados en los brazos del otro. Él estaba besando su cuello y ella le daba un golpe juguetón en el pecho. Justo cuando me di cuenta de que estaba mirando el hombre y la mujer besándose apasionadamente él abrió los ojos y mi corazón quedó atrapado en mi garganta. El Sr. Honor estaba mirando hacia mí y yo no pude apartar la mirada. Mi cara enrojeció ardiendo pero su mirada sostuvo la mía. Me mordí el labio mientras celos burbujearon a través de mí. ―Tu turno ―dijo un muchacho adolescente desde detrás de mí. Miré de vuelta al cuarto de baño y vi que la fila había desaparecido por completo en frente de mí. 18
  • 19. ―Lo siento ―contesté y entré en la pequeña habitación. Me eché un poco de agua en la cara esperando que mágicamente pudiera desaparecer el rubor de mis mejillas. De todas las personas para atrapar besándose en el cine, nunca me habría imaginado que vería al Sr. Honor. Fui al baño y esperé alrededor de unos segundos más antes de regresar por la puerta. Tomé una respiración profunda y la abrí, echando un vistazo a un lado del pasillo rápidamente. Él se había ido. Dejé escapar un suspiro de alivio y me dirigí de nuevo a mi sala. ―¿Por qué tardaste tanto? ―preguntó Claire mientras me devolvía mis palomitas y golosinas. ―La fila fue una locura ―le respondí, pero no di detalles sobre qué otra cosa era una locura. Me hundí más en mi asiento y traté de volver a la película, pero mis pensamientos no lo dejarían. Su ardiente mirada clavada en la mía por lo que pareció una eternidad. Había algo muy raro acerca de nuestros encuentros, pero no podía conseguir suficiente de él. Por desgracia, alguien ya lo había hecho. Me pasé la siguiente mitad de la película tratando de imaginar qué aspecto tenía ella. Tenía rizos rubios oscuros que caían en cascada por su espalda y asumí que probablemente tenía unos veinte años. Ella era sin duda hermosa si pudo captar su atención. Mis mejillas se calentaron de nuevo cuando me di cuenta que no había atraído su atención. Sus ojos estaban fijos en los míos. Mariposas llenaron mi estómago mientras pensaba en lo que había querido decir. En realidad, sabía que probablemente no significaba nada. Tal vez estaba avergonzado por ver a una estudiante fuera de clase, mientras se encontraba en una posición comprometedora. 19
  • 20. 5 Traducido por AariS Corregido por Curitiba L a multitud gritó al unísono, sacudiéndome de mis pensamientos. Mis palomitas volaron de su contenedor y Claire se rió de mí. —¿Asustada? —se burló. Asentí y sonreí. No tenía ni idea de lo que estaba pasando en la película y en este momento, no me importaba. Estaba sintiéndome un poco triste viendo al Sr. Honor con alguien más, no es que tuviera derecho a sentirme celosa, pero por alguna razón, había pensado en algún nivel que le gustaba. Sacudí el pensamiento de mi cabeza. Era estúpido de mi parte permitirme ser atrapada en una fantasía. De repente eché de menos mi casa y no quería nada más que dejar este lugar y no regresar nunca. Me hundí más en mi asiento y esperé que la película terminara. Veinte largos minutos después los créditos estaban pasando y yo no podía estar más feliz. Esperamos a que la mayoría de los demás espectadores salieran en fila antes de hacer nuestro camino hacia la salida. Becka y Claire estaban divagando sobre ir a alguna fiesta y emborracharse. Inventé una excusa poco convincente acerca de tener un toque de queda para así poder irme a casa. No tenía muchas ganas de festejar. El paseo a casa pareció más largo que el viaje al cine incluso aunque no me perdí esta vez. Mis pensamientos se dirigieron a Becka y Claire invitándome al cine. Estaba segura de que el Sr. Honor había oído nuestra conversación. En mi hiperactiva imaginación, me imaginé encontrarme con él allí. Simplemente no tuve en cuenta que no estaría solo. Estaba aliviada de ver el camino de entrada vacío cuando paré en la casa de mi tía. La última cosa que quería era escuchar su desvarío sobre el nuevo hombre de la 20
  • 21. hora. Era tarde así que estaba segura de que no la vería de nuevo hasta mañana. Caminé a mi habitación y tiré mis zapatos en una esquina. Me quité el vestido, sin molestarme en abrir la cremallera, y me deslicé en una camiseta extra grande de mi antigua escuela. Agarré mi viejo anuario y fui a la cocina por una bebida. Deslicé la leche fuera del camino y tomé una lata de refresco, junto con una botella barata de vodka. Llevé todo a la sala de estar y encendí la televisión. Miré una vieja película romántica mientras bebía un pequeño trago de la botella. El alcohol quemó mi garganta, tosí y escupí. Rápidamente lo bajé con el refresco mientras las lágrimas llenaban los bordes de mis ojos. Abrí el libro y pasé los dedos por encima de las hendiduras dejadas por el bolígrafo que mi amiga había usado para firmarlo. Mi cuerpo empezó a sentirse cálido y tomé un trago más largo de la botella, limpiando una gota de mi barbilla. Pensé en empacar mis cosas y dirigirme de vuelta a Michigan. Sabía que nunca volvería a ser lo mismo allí. Todo el mundo me miraba con lástima después de que mis padres hubieran muerto. Me trataban como si fuera una niña pequeña que no podía cuidar de sí misma. Al menos en Florida la mayoría no tenía ni idea de la situación de la que había venido. Sólo unos pocos profesores y el consejero escolar tenían los detalles sangrientos. Me sequé una lágrima rebelde de mi mejilla y puse la botella en mis labios de nuevo. La tristeza se magnificó a medida que el alcohol hacía efecto, pero no me importaba. Sabía que si bebía lo suficiente lo olvidaría todo. Pasé las páginas mientras mis lágrimas caían en el lustroso papel. Pasé mis dedos por encima de las húmedas marcas y las firmas se emborronaron por todo el libro. —¡No! —lloré mientras lo limpiaba más duramente. Estaba oficialmente viniéndome abajo. Agarré el libro y lo tiré a través de la habitación. Chocó con una fotografía colgada en la pared causando que cayera y se hiciera añicos con el impacto—. ¡Mierda! —grité mientras me tropezaba hacia el desastre para limpiarlo. Mi visión estaba borrosa y cuando tomé un trozo de cristal dentado, me cortó profundamente a través de la palma de la mano y hacia arriba en mi muñeca. La sangre corrió libremente hacia abajo por mis dedos y goteó sobre la vieja fotografía de mi tía y mi madre. Colapsé en el suelo, sollozando mientras abrazaba apretadamente la fotografía. 21
  • 22. 6 Traducido por Clau12345 Corregido por Curitiba —¡ Emma! ¡Dios mío! ¡Emma! ¡Llama a la policía! —gritaba mi tía mientras me sacudía. Parpadeé varias veces, pero no podía abrir los ojos completamente en la luz. El temblor me había revuelto el estómago y me tambaleé hacia delante, vomitando todo el suelo de la sala. —¡Emma! ¿Por qué trataste de matarte? —gritó entre lágrimas mientras un hombre en el fondo hablaba asustado por el teléfono. —No lo hice... —susurré, pero mi garganta estaba en carne viva y adolorida de tanto llorar la noche anterior. —Tranquila, calma —respondió ella, con dulzura mientras me halaba hacia su pecho y me abrazaba con fuerza—. ¡Tráele un poco de agua! —gritó al hombre en la otra habitación. Rápidamente apareció con un vaso de agua. Acercó el vaso a mi boca y comenzó a verterla por mi garganta. Tosí y vi como mi tía golpeaba al hombre fuertemente en el brazo—. Vas a ahogarla —gritó. —¡Lo siento! —gruñó él en respuesta con irritación, pero me di cuenta de que estaba lleno de pánico. —Estoy bien. —Les aseguré—. Esto no es lo que parece —dije con una risa nerviosa. Mi cabeza estaba empezando a despejarse y al mirar alrededor hacia el desastre que había dejado, comprendí por qué estaban tan preocupados. Una botella de vodka estaba abierta a un lado, su contenido derramado en el suelo. Una foto de mi difunta madre yacía rota en torno a mí y yo estaba cubierta con mi propia sangre—. Estaba muy triste. —Expliqué mientras mis ojos se posaron en la fotografía arrugada de mi madre. Las lágrimas brotaron de mis ojos y tragué saliva, tratando de contenerme. 22
  • 23. —Ten —dijo mi tía mientras empujaba agua en mi boca. Un fuerte estruendo provino de la puerta principal y el acompañante de mi tía se apresuró a contestar. —Estoy bien, de verdad —dije después de tragar un sorbo de agua. Empujé a mis pies para levantarme y casi perdí el equilibrio. Mi tía se alzó junto a mí y me agarró del brazo. Dos agentes de policía doblaron la esquina hacia la sala seguidos por tres paramédicos. —¿Qué pasó? —preguntó el oficial alto de voz ronca, pero estaba mirando a mi tía. —No lo sé. La encontré tirada en el suelo con la foto de su madre —explicó ella, pero sus palabras se convirtieron en un ruido sordo bajo sus sollozos—. ¡Ella trató de suicidarse! —farfulló mientras los paramédicos me rodeaban y empezaron a revisar mis signos vitales y la herida en mi mano. —¡No! ¡No! ¡No traté de matarme! —grité por encima de su conversación, pero nadie le prestó atención a mis protestas. Mis lágrimas se dieron paso mientras comencé a entrar en pánico—. ¡Por favor! ¡Sólo quiero ir a casa! —sollocé. La mayor de los paramédicos me miró con tristeza. Odiaba esa mirada. La mirada de compasión que he recibido de todo el mundo desde que mis padres murieron. La ira brotó dentro de mí y empecé a luchar contra ellos. Un paramédico estaba sosteniendo mi mano herida y otro tomaba mi presión arterial en el otro brazo. Me sentí claustrofóbica, luchando desesperadamente por liberarme de su control. El oficial de policía que estaba hablando con mi tía se dio cuenta y empezó a gritarme que me calmara. Su compañera, una mujer más joven, puso su mano en su arma mientras sus ojos se movían adelante y atrás entre nosotros. El tercer paramédico había desaparecido y volvió rápidamente con una camilla. Cuanto más luchaba, más fuerte me sujetaban. En cuestión de segundos, estuve acostada boca arriba atada a la camilla. Los gritos de mi tía se desvanecieron en el fondo mientras me llevaron por el pasillo y fuera de la puerta principal. La luz del sol me cegó y la oleada de calor hizo que mi estómago se revolviera. Los paramédicos me metieron en la parte trasera de la ambulancia y cerraron la puerta detrás de nosotros. La oscuridad repentina hizo que me fuera imposible ver y un mareo por el movimiento se hizo presente mientras el calor se desvanecía. 23
  • 24. —Por favor... —lloré mientras la paramédico mayor me quitaba el cabello de la frente. Tomé respiraciones largas y tranquilizadoras, y finalmente logré dejar de llorar mientras la ambulancia se detenía en el hospital. Me sacaron y me empujaron a la sala de emergencia donde los médicos y enfermeras nos esperaban. La paramédico se apartó de mi lado y habló en voz baja con un médico en el rincón más alejado de la habitación. No podía entender nada de lo que decían, pero los ojos del doctor nunca se apartaron de mi cara, por lo que me sentí totalmente humillada. Dejé que mi cabeza reposara en el respaldar y me quedé mirando las láminas blancas del techo. Después de unos momentos, el doctor estuvo a mi lado, ajustándose los guantes de látex. —¿Cómo se siente hoy, Srta. Townsend? —preguntó mientras halaba mis párpados para inspeccionar mis pupilas. —Como una idiota —respondí con irritación. —Bueno, no hay mucho que pueda hacer por eso, pero puedo arreglar esa herida desagradable en tu mano —dijo con una leve sonrisa, y me relajé un poco—. ¿Cree que podemos quitar éstas restricciones? —preguntó y yo asentí. —No estaba tratando de matarme —contesté. Comenzó a deshacer el cinturón de cuero de la camilla mirando mi mano. —Bueno, me inclino a creerte —dijo y asintió al policía fuera de la puerta. Ellos se alejaron y él comenzó de nuevo a reparar mi mano—. Nunca he visto a alguien tratar de quitarse la vida cortándose la mano. —Continuó mientras sacaba una pequeña pieza de vidrio de la herida. Instintivamente traté de retirar mi mano, pero él la aferró con fuerza—. Esto va a doler un poco —advirtió y yo asentí, mordiéndome el labio. Limpió el corte y para el momento en que terminó, tuve cuatro puntadas y un vendaje de gasa rosa envuelto alrededor de mi mano y mi muñeca. Le expliqué lo que había pasado mientras trabajaba y me sentí sorprendentemente mejor cuando el proceso hubo terminado—. La vida no es nada fácil. Has pasado por muchas cosas. Está bien pedir ayuda —dijo amablemente y le aseguré que iba a hablar con alguien la próxima vez que me sintiera triste. 24
  • 25. —¿Cómo te sientes? —llamó mi tía desde la puerta. No sabía cuánto tiempo había estado allí. —Estoy bien —respondí mientras me deslizaba de la cama. —No tienes ni idea... —comenzó, pero sus palabras se apagaron y no la alenté para que terminara. 25
  • 26. 7 Traducido por Clau12345 Corregido por Angeles Rangel E l trayecto hacia la casa pareció durar horas, mientras le explicaba a mi tía lo que realmente había sucedido la noche anterior. Estaba triste, pero nunca tuve la intención de hacerme daño. Ella me dio un discurso sobre beber demasiado y yo no discutí. No tenía intención de volver a tocar alguna vez una gota de alcohol. Toda su tristeza fue reemplazada por ira y yo lo preferí así. No podía soportar ver a una persona más mirarme con lástima. Nos detuvimos en el garaje y no pude esperar para tomar una ducha y volver a dormir. —Prepárate. Todavía tienes unas cuantas clases más hoy —dijo ella desde detrás de mí. —Estás bromeando, ¿no? —le pregunté. —¿Crees que te mereces un día de descanso después de todo lo que me has hecho pasar? ¡Tendré suerte si alguna vez veo a Dan otra vez! —dijo con enojo. —¿Dan? —le pregunté, al no tener ni idea de lo que estaba hablando. —Mi cita de anoche. Casi le ocasionas un ataque al corazón —gritó ella por el pasillo. Puse los ojos en blanco y cerré la puerta del baño detrás de mí. Me di una ducha tan rápido como pude con un brazo. Fue más difícil de lo que había previsto. Vestirse no fue más fácil y para cuando estuve lista ya había pasado una hora. —Vamos —dijo mi tía desde fuera de mi habitación. 26
  • 27. —Soy capaz de manejar —le respondí. Abrió la puerta de mi habitación de golpe y me miró—. Hace dos horas no podías dejarme y ahora me estás tratando como si me odiaras —murmuré mientras recogía mis libros. —No te odio. Si lo hiciera, no me importaría si fueras al instituto o bebieras hasta la inconsciencia —replicó. Me di cuenta de que tenía razón. Durante todo este tiempo de estar con ella, asumí que era una carga para ella. Era bueno saber lo mucho que le importaba, aunque lo mostrara castigándome. —Estoy lista —dije mientras me colocaba una sudadera con capucha y tiraba de la manga hacia abajo para tratar de ocultar mi vendaje rosado. —Hace demasiado calor para eso —dijo mientras caminaba a su lado por el pasillo. No le hice caso y seguí hacia el auto. No hablamos durante el camino a mi instituto. Mantuve la ventanilla abajo tratando de refrescarme, pero nada parecía ayudar. Cuando llegamos, salté fuera del auto y me dirigí hacia el edificio. Oí la puerta del auto cerrarse de golpe detrás de mí y me detuve mirando hacia atrás. Mi tía se apresuraba a alcanzarme. —¿Qué estás haciendo? —le pregunté, sin molestarme en ocultar mi irritación. —Tengo que firmar tu entrada —respondió ella y siguió caminando pasándome. Yo la seguí a regañadientes. —Soy un adulto. Esta no es la secundaria. No creo necesitar que firmes mi entrada —le dije, pero ella siguió caminando. Cuando llegamos a la oficina principal, me quedé fuera mientras mi tía hablaba con la secretaria. El Sr. Honor entró en la oficina y colocó unos papeles sobre el mostrador. La asistente se puso roja mientras lo miraba y comenzó a trastabillar nerviosa, tirando de un mechón rubio oscuro que se había soltado de su moño. Él le sonrió y me di cuenta de que se trataba de su cita del cine. Después de un momento, se volvió para salir e hice mi mejor esfuerzo para mirar a cualquier otra parte menos sus ojos, pero no pude evitarlo. —Te perdiste mi clase. Ven a verme después de que termines aquí —dijo seriamente. Me mordí el labio y asentí mientras se alejaba. 27
  • 28. —Todo listo. El consejero va a hacer tiempo para ti. Vendré a buscarte cuando terminen las clases —dijo mi tía desde el mostrador. —Puedo tomar un taxi —le respondí. Ella agitó la mano para desechar mi comentario. Salí de la oficina y caminé lentamente por el pasillo vacío hacia la clase del Sr. Honor, tirando nerviosamente de mi vendaje. Llamé a la puerta y esperé a que respondiera. —Entra —dijo, así que abrí la puerta y caminé dentro. El salón estaba vacío y él estaba desabrochando el botón superior de su camisa. Su camiseta era negra y combinaba con el tatuaje que envolvía su brazo y se detenía justo en su cuello. Dobló la camisa y la puso sobre el respaldo de su silla. —¿Qué pasó? —preguntó mientras miraba hacia mi mano. —Tuve un accidente —contesté nerviosamente mientras me mordía el labio. Sus ojos se tensaron y su expresión fue ilegible. —Te vi en el cine ayer. Eso fue... —dijo mientras sus ojos bailaban arriba y abajo de mi cuerpo. —Incómodo —contesté, terminando la frase. Él se rió en voz baja. —Inesperado —me corrigió—. Srta. Townsend, ¿recuerdas lo que te dije acerca de llegar tarde a mi clase? —preguntó y me mordí el labio de nuevo al recordar nuestro último encuentro en su salón de clases, a solas. Se sentó en el borde de la mesa y esperó mi respuesta. Yo no sabía qué decir y después de un momento, me hizo señas para que me acercara. Me acerqué a él y coloqué mis libros en un escritorio de la primera fila. —Lo siento mucho. Ha sido una mañana de locos y... —comencé a explicar. Se puso de pie rápidamente y en un rápido movimiento, me inclinó sobre su escritorio. Antes de que pudiera protestar, su mano cayó latiendo con fuerza en mi trasero. Yo jadeé en voz alta ante el dolor repentino cuando me golpeó una vez más. Su cuerpo se inclinó sobre el mío y sus labios rozaron mi oreja. —Shh... —susurró mientras su mano frotaba mi trasero ardido. Se puso de pie otra vez y dio una nalgada, esta vez más fuerte. Apreté mis dedos contra el borde de su escritorio mientras golpeaba una y otra vez. No podía respirar y apreté los labios 28
  • 29. para no gemir. Me sentí abrumada por la vergüenza y el dolor. Su mano frotó suavemente sobre mí donde había golpeado. Sus dedos se sumergieron entre mis muslos y el dolor dio paso al deseo puro. A medida que el escozor desaparecía, él golpeó de nuevo. Tan pronto como empezó, se acabó. Me quedé doblada sobre su escritorio jadeando en busca de aire. —Ve a clase. —Él respiraba pesadamente, y me tomó un momento antes de que pudiera moverme. Me quedé allí mientras él rodeaba el escritorio y comenzaba a ponerse de nuevo la camisa. Después de un momento, recobré mi compostura y me puse de pie. Se volvió a dar la vuelta y agarró mis libros, sosteniéndolos para mí. Los tomé, incapaz de mirarlo a los ojos y salí de la habitación tan rápido como pude. 29
  • 30. 8 Traducido por Kira.Godoy Corregido por Angeles Rangel E l resto del día, ya no pensé acerca de la loca mañana en el hospital. Todo en lo que podía pensar era acerca del Sr. Honor. No sabía si podría volver a entrar en su clase nuevamente y al mismo tiempo era lo único que quería hacer. Caminé fuera a la acera en frente del edificio y me senté mientras esperaba que mi tía me recogiera. Los estudiantes iban y venían y pronto el estacionamiento estuvo totalmente vacío. Los profesores comenzaron a desfilar fuera y abrí uno de mis libros de texto y leí sobre las cosas que me había perdido. Vi al Sr. Honor caminando con la asistente de la oficina principal y mis mejillas ardieron de celos. Caminaron hacia el auto de ella y hablaron por unos cuantos minutos antes de que él la besara en la mejilla y ella se metiera en su auto y se fuera. Regresé a mi libro de textos y no me di cuenta de que había caminado de regreso hacia mí. —¿Sin aventón? —pregunto él. —Mi tía es un acierto o fallo cuando se trata de responsabilidad —respondí, irritada de que ella no me dejase conducir por mi cuenta. —Yo nunca fallo —respondió y un escalofrió recorrió a lo largo de mi columna. Sus ojos ardieron sobre mí y por un minuto, todo lo que pude hacer fue mirarlo fijamente sin poder decir nada—. Vamos te llevaré a tu casa —dijo y se volteó alejándose. No me dio la oportunidad de protestar. Salté fuera de la acera y lo seguí. Él abrió la puerta del pasajero de un negro y pulcro pequeño auto deportivo, y tomó los libros de mis manos. Me deslicé y lo observé caminar hacia el lado del conductor mientras mordía mi labio. Su auto olía justo como él e inhalé profundamente, sin ser capaz de tener suficiente de su esencia. Él lanzó mis libros 30
  • 31. en el asiento de atrás y se metió junto a mí. Lucía molesto e irritado de tener que llevarme y de pronto me sentí muy cohibida. Salió rápidamente, y si yo hubiese estado con alguien más me habría asustado, pero confiaba en él. Mientras alcanzábamos la luz justo fuera de la propiedad escolar, inclinó su cuerpo a través del mío, haciendo una pausa para oler el aroma de mí cabello. Me senté congelada en mi lugar. Tomó el cinturón y lo tiró a través de mi cuerpo. —No me gustaría que salieses herida —dijo con una sonrisa satisfecha y pisó el acelerador. Lo miré mientras manejaba, admirando su perfección—. ¿Qué ocurrió? —preguntó, sus ojos lanzándose hacia abajo a mi vendaje rosa. —Larga historia —respondí mientras tiraba de él nerviosamente. Sentí sus ojos en mí pero no expliqué nada más. —¿Qué ocurrió? —preguntó nuevamente, esta vez con irritación en su voz. Suspiré pesadamente y pensé qué detalles debería darle. —Bebí un poco la noche pasada. Tiré una foto y accidentalmente me corté tratando de limpiar el desastre —expliqué sosteniendo mi mano—. No es gran cosa —dije con sarcasmo. Él lanzó el auto a la orilla del camino y antes de que pudiera decir algo, había desbloqueado su cinturón y giró encarándome. Su boca estaba peligrosamente cerca de la mía y yo luché para estabilizar mi respiración. Sus ojos eran duros y llenos de rabia. —No me hables de esa manera. Me molesta demasiado y tú no quieres ver lo que hago cuando estoy molesto —gruñó con enojo y su tono fue atemorizante. Mi respiración se aceleró y traté de hacer lo mejor para no mostrar mi miedo. Me miró fijamente por un momento antes de subir su mano y gentilmente correr la yema de su pulgar en contra de mi mejilla y hacia abajo sobre mi labio inferior, su respiración cálida en contra de mi rostro. Su expresión se volvió más suave por un segundo y sus ojos danzaron de los míos hacia mis labios—. Tú no quieres esto — susurró suavemente, advirtiéndome. Él no tenía idea de lo mucho que lo deseaba. Cada parte de mi cuerpo ardía por él, por su tacto. 31
  • 32. —Sí, sí quiero —susurré de regreso, las palabras apenas audibles. Su mano se deslizó alrededor del costado de mi cuello y de regreso a mi cabello. Su respiración volviéndose pesada e incontrolada. —No tienes idea de en lo que te estás metiendo —respondió él. No podía soportarlo más. Necesitaba sentirlo. Lamí mis labios y los separé, respirando su cálido aliento. —Por favor —suspiré. Sus dedos se envolvieron apretadamente en mi cabello y él chocó sus labios contra los míos. Su lengua se deslizó en mi boca y yo la empujé con mi lengua. Respiré un suave gemido en su boca y él me besó con más fuerza, gimiendo en la mía. Cada centímetro de mi cuerpo estaba en llamas. Deslicé mis manos sobre su duro, musculoso pecho y hacia arriba hasta su cuello. Sus labios deslizándose abajo por mi mandíbula y en mi garganta. Yo gemí más fuerte, arqueando mi espalda, presionándome más fuerte en contra suyo. Él se detuvo abruptamente, sus dedos aún envueltos apretadamente en mi cabello. —No podemos hacer esto aquí —dijo, su respiración descontrolada. —¿Dónde? —pregunté mientras lo besaba otra vez. Él capturó mi labio inferior con sus dientes y tiró suavemente, sus ojos entornados y llenos de deseo. —Mi casa —respondió alejándose de mí y manteniendo mi cabeza lejos de la suya por mi cabello. Quería besarlo nuevamente pero dolía empujar contra él—. Tengo que explicarte algunas cosas antes de que esto vaya más lejos —dijo él y yo asentí, mordiendo mi labio. No tenía idea de lo que estaba hablando, pero podría haber estado recitando los ingredientes de un estofado y habría sonado sexy—. No tienes idea que lo que eso me causa. —Sus palabras dispararon placer a mis lugares más íntimos. Se giró de vuelta en su asiento, dejándome jadeando sin aliento mientras él nos regresaba a la carretera a toda velocidad. 32
  • 33. 9 Traducido por carosole Corregido por Angeles Rangel N os detuvimos frente a un almacén en las afueras de la ciudad. Él presionó el botón de su visor y una gran puerta automática empezó a abrirse mientras entrábamos al edificio. Allí dentro estaba oscuro, salvo por unas pocas luces esporádicas de seguridad que mostraban una enorme habitación cavernosa. Se bajó del auto y yo empecé a desabrocharme el cinturón mientras él hacia su camino hasta mi lado. Abrió la puerta y agarró mi brazo para sacarme del asiento. Cerró la puerta detrás de mí y me presionó contra ella, su mano envolvió mi trasero y me apretó contra él. Podía sentir lo mucho que me deseaba, mientras se apretaba más duro contra mí. Sus labios se cernieron sobre los míos y pude respirar su aliento. —Puedes decir que no en cualquier momento —me advirtió mientras se lamía ansiosamente los labios. Empujé mis caderas hacia él más fuerte y él dejó salir un respiro entrecortado—. ¿Entiendes? —preguntó y asentí. Con su mano libre agarró mi cabello y lo haló con dureza, sus labios rozaron mi oreja—. ¿Entiendes? — preguntó otra vez. —Sí —murmuré en su oído. —Sí, ¿qué? —preguntó demandando. —Sí, señor —respondí y él gimió cuando sus dientes tomaron mi lóbulo, tirándolo y succionándolo. —Buena chica —contestó y sus palabras me hicieron derretir—. Sígueme —dijo y su cuerpo se alejó del mío. Sujetó mi brazo y me llevó detrás de él hacia una vieja escalera en la esquina de la habitación. Hicimos nuestro camino hacia el segundo piso del edificio antiguo aparentemente abandonado. Agarró las llaves de su 33
  • 34. bolsillo, abrió el cerrojo, y empujó la puerta de par en par. No podía creer lo que veían mis ojos. La gran sala estaba separada en dos diferentes espacios, pintados en un marrón oscuro vivo. Era increíble—. ¿No es lo que esperabas? —me preguntó mientras miraba mi expresión. Negué con la cabeza mientras me hacía entrar y cerró la puerta detrás de nosotros, cerrándola con llave de nuevo. Dejó ir mi brazo y lo seguí mientras se dirigía hacia el otro lado de la sala. Se detuvo en la mesada de la cocina. Empezó a buscar algo en los gabinetes y yo esperé incómodamente del otro lado. Volvió con una botella de licor y dos pequeñas copas. —Oh, no puedo —dije, moviendo mi mano. Sirvió dos tragos y deslizó uno cerca de mí. —Vas a necesitar esto. —Sonrió y tragó su bebida. Mordí mi labio, pero decidí que probablemente era una buena idea. Bebí todo de un trago y traté de hacer mi mejor esfuerzo para no hacer una mueca mientras eso quemaba mi garganta. Él volvió a llenar las copas—. Tengo un gusto muy particular —dijo y volvió a beber, yo hice lo mismo. Miré alrededor de la sala, viendo los hermosos colores oscuros y las obras de arte que colgaban en las paredes. —Me gusta tu sabor —dije tímidamente. —Eso no es lo que quise decir —contestó con una sonrisa mientras rellenaba las copas—. Me gusta tener el control —explicó—. Pero nunca haré nada que no quieras que haga —continuó y la conversación fue poniéndome nerviosa. Caminó alrededor de la mesada y colocó su mano en mi cuello, deslizando sus dedos por encima de mi pecho, deteniéndose antes de llegar a mis senos. Arqueé mi cuerpo hacia él y mordí mi labio por la anticipación. Su respiración era pesada y me di cuenta que él estaba luchando con seguir o no adelante con esto. —Entiendo —contesté. —Si entendiste no deberías seguir mordiéndote el labio así —respondió en voz baja. Se inclinó para besarme, empujando su cuerpo contra el mío. Me apoyé contra la mesada, el mostrador se clavaba en mi espalda. Recorrí mis manos sobre su pecho y forcejeé con los botones de su camisa. Mis dedos temblaban con 34
  • 35. nerviosismo. Él capturó mis manos entre las suyas y las retuvo—. ¿Alguna vez has hecho esto antes? —preguntó, sus ojos buscando los míos. —No es un hábito en mí dormir con los profesores —respondí de manera cortante. —Eso no es lo que quise decir —dijo él y sabía exactamente a qué se refería. —No —contesté tímidamente, mirando su pecho, con miedo de hacer contacto visual. Él se apartó de mí, mostrando una expresión de horror. Sintiéndome avergonzada, crucé mis brazos sobre mi pecho. —Mírame —demandó pero no me animé a hacerlo—. Mírame —gruñó mientras levantaba mi barbilla con sus dedos. Sus ojos buscaron los míos por un momento y se veía tan molesto como yo—. No puedo hacer esto —dijo tranquilamente y se pasó los dedos por su cabello oscuro. Se giró de espaldas a mí, y deseé poder desaparecer. El alcohol calentaba mi cuerpo y me sentí de repente abrumada por la emoción. Sentí las lágrimas llenando mis ojos. Sabía que no podía detenerlas así que me dirigí hacia la puerta. —Encontraré el camino a casa —dije de espaldas, tratando de esconder el temblor de mi voz. El Sr. Honor me siguió y agarró mi brazo al llegar a la puerta, me dio vuelta para enfrentarlo. Mis lágrimas habían empezado a caer y él me miró con tristeza, no podía detenerlas. Me observó por un momento con compasión. Quería gritar. Saqué mi mano de su agarre y me fui, cerrando la puerta detrás de mí. Me abrí paso por la escalera poco iluminada. Me di cuenta que mis libros todavía estaban en su auto, pero decidí dejarlos. Estaba tomando toda mi fuerza para no quebrarme y llorar. Sólo quería estar lo más lejos posible de aquí. 35
  • 36. 10 Traducido por Susanauribe Corregido por dark&rose S aqué mi celular y llamé a Becka mientras caminaba por el camino de grava que llevaba de vuelta a la parte principal de la ciudad. —¡Hola! —gritó ella. Lo retiré mi oído y bajé el volumen. —¡Hola! ¿Qué está pasando? —pregunté, gritándole en respuesta. Sonaba como si estuviera en mitad de un concierto de rock. —Estoy en el bar con Claire y un par de chicos de la escuela. ¡Estoy jodidamente ebria! —Se rió tontamente y pude escuchar a gente animando de fondo—. ¡Deberías venir! ¡Escuché que Jeff cree que eres jodidamente caliente! —Rebusqué en mi mente, tratando de ubicar a Jeff pero su nombre no me sonaba, para nada, familiar. —¿Dónde están? —pregunté, pero todo lo que pude escuchar fueron risas y música a alto volumen. Después de un rato la línea murió—. Mierda —murmuré para mí misma. Mi celular se iluminó y vibró en mi mano. —Ven a recogerme —dije cuando respondí. —¿Dónde estás? —respondió el Sr. Honor. Quité el celular de mi oído y leí que el identificador de llamadas decía “número desconocido”. —Como si te importara —respondí, sin intentar esconder mi odio hacia él. Me sentía completamente rechazada. —Sólo quería asegurarme de que llegaste a salvo a casa —respondió, y pude escuchar la frustración en su voz. 36
  • 37. —No voy a irme a casa. Voy salir —respondí y finalicé la llamada. Sonreí mientras llamaba a Becka de nuevo. Respondió unos cuantos timbrazos después y me dijo que estaba en un bar local no muy lejos de donde yo estaba. Llegué al bar antes de que oscureciera. La música se podía escuchar a una cuadra de distancia. Fui capaz de entrar sin esfuerzo. Caminé por la sala repleta de gente, buscando a Claire y a Becka. No pude encontrarlas por ningún lado. —¿Te compro un trago? —preguntó un chico de cabello rubio oscuro desde detrás de mí, parado incómodamente cerca. —Ella no quiere un trago tuyo —gritó Becka a unos centímetros de distancia. —¡Hola! —grité, muy feliz de verla. —Vamos, te conseguiré una bebida —dijo ella, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura y halándome hacia el bar. Había tanto ruido que apenas podía escuchar mis propios pensamientos. Sentí el celular vibrar en mi bolsillo mientras hacíamos una ronda de chupitos de tequila. Lo saqué y miré la pantalla. Decía “número desconocido”. Lo volví a meter en mi bolsillo. —¡Tomemos otra ronda! —grité, y todos a nuestro alrededor animaron. Bebí otro mientras varios chicos se reunían alrededor de nosotras. —Este es Jeff —dijo Becka, señalando a la persona borracha junto a ella. Era delgado, pero musculoso y tenía una sonrisa increíble. —¡Hola! —dije, mordiéndome el labio. —Hacemos ejercicio casi a la misma hora, en el gimnasio del campus. Déjame comprarte una bebida —dijo, inclinándose para susurrar en mi oído. Asentí y él alzó su mano, señalando al camarero que nos sirviera más bebidas. Me tragué de golpe el chupito, agarrando la cerveza de la mano de Jeff para probarla. Quemó, pero los efectos ya estaban manifestándose y sólo quería olvidar el resto del día. Mi celular continuó vibrando e iluminándose en mi bolsillo pero lo ignoré. Ya me había comportando bastante como una tonta por un día. 37
  • 38. —¿Quién es? —preguntó Claire, sacando el teléfono de mis pantalones. —No es nadie. —Entré en pánico y me estiré a por el celular. Lo sostuvo lejos de mí mientras pulsaba el botón de contestar. —¿Hola? —respondió ella y mis mejillas ardieron de color rojo, llena de rabia. —Ella está justo aquí. Deberías venirte. Estamos en Rapture —dijo mientras sonreía y me daba un guiño—. Nos vemos pronto. —Colgó el teléfono, extendiéndomelo. —¿Por qué hiciste eso? —pregunté. —¡Nunca me dijiste que tenías novio! —respondió con un tono de rabia burlona. Jeff hizo una mueca y rápidamente me expliqué: —No es mi novio. Simplemente es un idiota —dije, alejando la preocupación de Jeff. Él sonrió y nos ofreció otra ronda. Bebí el chupito rápidamente. La habitación comenzó a girar alrededor de mí con el ruido sordo del bajo de la música. —¿Estás bien? —preguntó Claire mientras agarraba mi brazo. —Estoy bien —respondí, alejándome de ella—. Sólo necesito usar el baño. —Está por allí. —Señaló al otro lado de la pista, hacia una señal brillante que decía “baño”. Asentí y comencé a hacer mi camino a través de la multitud. Fui empujada por todo el lugar y para el momento en que llegué al baño sentí como si fuera a vomitar. —¿Estás bien? —me preguntó una mujer mientras entraba por las puertas. ¿Por qué me seguían preguntando eso? La empujé a un lado y me metí en un cubículo vacío justo a tiempo para vomitar. Un golpe resonó en la puerta del cubículo y ella la abrió. —¿Puedo traerte algo? —preguntó. Negué con mi cabeza pero ella se rehusó a dejarme en paz. 38
  • 39. —Ven aquí —dijo y sostuvo mi brazo, ayudándome a ponerme de pie. Me empujó hacia el lavabo y abrió el agua fría—. Salpica esto en tu rostro —dijo mientras tiraba mi cabello hacia atrás. Lo hice e inmediatamente me sentí un poco mejor—. ¿Mejor? —preguntó. Asentí y agarré las toallas de papel que me estaba ofreciendo—. Creo que deberías dar por acabada la noche —dijo y asentí de nuevo. —Gracias —susurré y me di la vuelta para regresar con mis amigos. Claire estaba prácticamente brillando cuando llegué hasta ella. —¿Lista para otro trago? —preguntó y la idea hizo que mi estómago se revolviera. —Creo que he tomado suficiente —respondí, avergonzada. Me frunció el ceño y Jeff se vio decepcionado pero pareció listo para moverse a flirtear con Becka. —¡Llámame mañana! ¡Festejamos así cada fin de semana! —gritó por encima de la música y todos alrededor de ella festejaron. —Está bien —dije e hice mi camino hacia la salida. Tan pronto como el frío aire de la noche me golpeó, me sentí más enérgica. Saqué mi teléfono para llamar a mi tía quien no había parecido notar que no había regresado después de clases. El celular se iluminó antes de que pudiera marcar. El identificador de llamadas decía “número desconocido” y supe exactamente quién era. —¿Qué? —respondí enojadamente, el alcohol haciéndome sentir más atrevida de lo normal. —Parece como si hubieras bebido mucho —respondió el Sr. Honor, su tono bordeando el enojo. Miré a mí alrededor, al estacionamiento. Él estaba apoyado contra su auto unas cuantas filas lejos de mí. —Puedo cuidar de mí misma, pero gracias por tu preocupación —disparé y lo pude ver sonreír. 39
  • 40. —Te daré un aventón —respondió tranquilamente. Puse mis ojos en blanco pero decidí que no tenía muchas opciones. Todos mis amigos estaban totalmente ebrios para conducir. —Bien —respondí y colgué el teléfono. Hice mi mejor intento por lucir molesta pero él continuó sonriendo y todo en lo que pude pensar fue en besarlo de nuevo. Abrió la puerta del pasajero y me deslicé en mi asiento con tanta gracia como pude. 40
  • 41. 11 Traducido por Shadowy Corregido por dark&rose C ondujimos en silencio durante unos pocos minutos mientras hacíamos nuestro camino por la avenida principal. Las calles estaban abarrotadas con personas que estaban fuera pasando un buen rato. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura deseando haber cenado antes de beber. —¿Te divertiste? —preguntó el Sr. Honor, mientras los músculos se flexionaban al apretar su mandíbul—respondí, con más ímpetu del necesario. Él miró al frente optando por no responder—. ¿A dónde vamos? —pregunté, después de unos pocos minutos más de silencio incómodo. —De regreso a mi casa, necesitas comer algo —dijo mientras me miraba por el rabillo del ojo. Pensé en protestar, pero estaba muriéndome de hambre. Sabía que mi tía no tendría mucho de comida en su casa. —Tengo que llamar a mi tía. Si llega a casa y no estoy allí… —dije, mientras sacaba mi teléfono del bolsillo. Él alargó la mano poniéndola sobre el teléfono antes de que pudiera marcar. —Envíale un mensaje. Dile que vas a quedarte en casa de una amiga. No se verá bien que estés pasando el rato con tu profesor. Me miró, esperando mi aprobación. Asentí y él retiró su mano. Envié un mensaje rápido haciéndole saber que estaba pasando la noche con Becka. Siempre podría decir que tuvimos un cambio de planes cuando el Sr. Honor me llevara a casa más tarde. Deslicé el teléfono de vuelta en mis jeans, justo cuando llegábamos al viejo almacén. Estacionó el auto y se quedó sentado por un momento, pensando en algo más. Fuera lo que fuera, no lo compartió conmigo. 41
  • 42. Me sentía increíblemente nerviosa alrededor de él ahora. Abrí mi puerta y lo esperé fuera. Hizo un gesto para que subiera por las escaleras, poniendo su mano en mi espalda mientras caminaba. Su contacto era electrizante contra mi piel. Me mordí el labio y traté de pensar en cualquier cosa excepto en su toque. Después de entrar, él fue a la cocina y empezó a sacar cosas de la nevera. Me senté en un taburete en la mesada y le observé trabajar. Preparó un sándwich, con una ensalada de huevo a un lado y un gran vaso de agua. Moví el vaso a un lado pero él lo empujó más cerca, dándome una mirada severa. Tomé el sándwich y le di un pequeño mordisco. —Gracias —dije en voz baja antes de darle otro mordisco. Asintió, pasando sus manos a través de su cabello oscuro. Tomó la botella de licor que seguía puesta en la encimera y se sirvió una copa. Lo observé mientras lo tragaba y se llenaba otro trago, repitiendo el proceso varias veces—. Lo siento… por lo de antes —susurré, evitando su mirada. Él sacudió su cabeza y pensó por un momento antes de responder. —Soy yo quién debería disculparse —contestó—. Nunca debería haberte traído aquí. No puedo hacerte esto. —Mi corazón se hundió ante su confesión. Él bebió otro trago. Me sentí enferma, no por el alcohol sino por sus palabras. Me aparté de la encimera y me dirigí a la puerta. —Ya dijiste eso —dije enojada, mientras las lágrimas brotaban en mis ojos. Ser rechazada por él dos veces en un día era demasiado. Agarré el pomo de la puerta abriéndola ligeramente antes de que él la empujara para cerrarla desde detrás de mí. Me di la vuelta para enfrentarlo, una lágrima deslizándose por mi rostro. —No dije que no quisiera hacerlo, dije que no podía —explicó, mientras limpiaba una lágrima de mi mejilla con su pulgar. Envolví mi mano alrededor de la suya y presioné mi mejilla más fuerte contra su palma—. No quieres esto —dijo en voz baja, mientras mi cara se movía a centímetros más cerca de la suya. Extendí la mano y comencé a desabotonar su camisa de nuevo, esta vez con manos más estables. Su cuerpo era fuerte y tonificado, sus músculos se flexionaron bajo la punta de mis dedos. Empujé la camisa por sus hombros y él dejó caer sus brazos, dejándola caer al suelo. Sus ojos se volvieron hambrientos y levantó su camiseta sin 42
  • 43. mangas y la sacó sobre su cabeza. Sus dedos trabajaron rápidamente para desabrocharse el cinturón mientras sus ojos se quedaron bloqueados en los míos. Se sacó el cinturón de sus pantalones y lo dobló en sus manos mientras desabrochaba el botón de sus jeans. —Estás siendo una chica muy mala. —Su voz estaba mezclada con ira y deseo. De repente sentí pánico cuando noté que todavía sostenía el cinturón en su mano—. Ven aquí —ordenó. Me aparté de la puerta y di un pequeño paso más cerca de él. —¿Qué vas a hacerme? —pregunté nerviosamente. Agarró mi mano ilesa fuertemente en la suya y la empujó contra su abultada cremallera. Jadeé en voz alta mientras lo sentía presionándose contra mis dedos. —Voy a castigarte —susurró en mi oído. 43
  • 44. 12 Traducido por magdaa Corregido por dark&rose S us palabras mandaron una sacudida de placer a través de mi cuerpo, hasta mis partes más íntimas. Froté mi mano lentamente contra él mientras mecía sus caderas para encontrar mi ritmo. —Es suficiente diversión para ti. Ahora es mi turno —dijo misteriosamente, mientras me llevaba al otro lado del piso, hacia una pequeña habitación—. Aquí dentro yo tengo el control. Aquí dentro me perteneces —explicó, pero su tono cambió mientras me miraba—. Nos lo tomaremos con calma al principio —dijo, mientras caminaba de nuevo hacía mí. Mis ojos danzaron por la habitación. Era toda blanca con una cama gigante en el medio. Una pequeña cómoda se encontraba a su lado y un sillón largo estaba colocado contra la pared de enfrente. Tomó mi rostro entre sus manos y me besó apasionadamente. Me relajé en contra suyo mientras sus manos se deslizaban hacía mis caderas. Me estiré y recorrí mis dedos hacía abajo por su estómago, pero él me agarró. —No me puedes tocar a menos que yo te lo diga. ¿Entendido? Asentí para que él continuara besándome. No me importaba lo que él decía en este momento. Todo lo que quería era sentirlo contra mí. Sus dedos se deslizaron debajo de mi camiseta y yo jadeé en busca de aire. Su boca dejó la mía mientras él me veía estremecerme por su toque. Sacó la camiseta por mi cabeza y se alejó para mirarme. No me había puesto un sujetador ese día y me sentí completamente expuesta. Crucé mis brazos sobre mi pecho para esconderme. 44
  • 45. —Retira los brazos. Quiero verte —ordenó. Lentamente volví a ponerlos a mis costados, mordiéndome el labio, incapaz de mirarlo a los ojos. —¡Mírame! —ladró, y mis ojos se dispararon para encontrarse con los suyos. Se acercó, sus dedos tirando de la cintura de mis jeans. Besó mi cuello y su boca dejó un rastro de pequeños besos por mi hombro y bajó hacía mi pecho. Sus dedos rápidamente desabrocharon el botón y la cremallera de mis pantalones mientras capturaba mi pezón con su boca. Aspiré un aliento de sorpresa. Miró hacía mí, observándome mientras su lengua hacía círculos una y otra vez. Me apreté contra él, envolviendo mis manos en su cabello y tirando gentilmente. —Chica mala —dijo con una decepción fingida—. Sé cómo podemos arreglar eso —dijo, mientras lamía sus labios y tiraba del cinturón en sus manos—. Acuéstate — ordenó y señaló hacía la cama. Me deslicé a su lado, inhalando el maravilloso olor de su colonia y me arrastré sobre la cama de gran tamaño. Tenía un acabado en cerezo oscuro, y el cabezal y el pie de cama tenían listones. Se arrastró sobre mí y miró de arriba a abajo mi cuerpo mientras arrastraba el cinturón por mi estómago y sobre mi pecho. —Dame tus manos —dijo tranquilamente. Sostuve mis manos en frente de mí. Juntó mis muñecas y enrolló el cinturón a su alrededor, poniéndolas sobre mi cabeza y deslizando el cinturón a través de un agujero en el cabezal—. Así está mejor —susurró en mi oído, besando mi mandíbula, luego deslizando su lengua en mi boca duramente. Empujé con mi lengua mientras sus caderas oprimían las mías. Sus manos tiraban de mis jeans, deslizándolos por mis caderas, dejando mis bragas en su lugar. Mi respiración se aceleró cuando sus labios viajaron sobre mi cuerpo, chupando fuerte al alcanzar mi pezón. Gemí en voz alta, cargando mis caderas contra él. —Shhh... —susurró, mientras deslizaba su mano dentro de mis pantalones frotando sobre mis bragas. Gemí aún más fuerte y su mano paró—. Te lo advertí —me regañó con una sonrisa sádica. Se levantó—. Gírate —ordenó. Vacilé—. ¡Ahora! — dijo, con sus dientes apretados. Me di la vuelta sobre mi estómago, mientras mi corazón se aceleraba. Me quitó los jeans y los lanzó a través de la habitación. Su mano se deslizó sobre mi trasero varias veces, sus dedos sumergiéndose en medio 45
  • 46. de mis piernas y frotando mi sexo. De repente, su mano cayó dura sobre mi trasero, haciéndome gritar de dolor—. Shhh... —dijo otra vez, mientras su mano bajaba más duramente. Me mordí el labio tratando de contener mis gritos. Su mano recorrió con dulzura mi trasero dolorido. Sentí sus cálidos labios besarme y luego fueron rápidamente remplazados por su mano. Fui capaz de contenerme, acogiendo el dolor. Quería gritarle pero parte de mí quería más de él. —Buena chica —susurró en mi oído, y pude escuchar cómo se abría la cremallera de sus pantalones mientras se los sacaba—. Ahora obtienes una recompensa. —Su cuerpo se bajó sobre el mío y pude sentir su virilidad en mis más sensitivas áreas. Oprimió sus caderas en las mías y empujé de vuelta, levantando mi trasero—. ¿Me deseas? —preguntó. —Sí —susurré. Sus caderas me empujaron más fuerte. —¿Sí, qué? —preguntó, su respiración cosquilleando mi oído. —Sí, señor —respondí en un gemido bajo. —Todavía no —susurró y su cuerpo dejó el mío. No me gustaba ser torturada así. Tiré del cinturón para liberar mis manos pero estaban inmovilizadas demasiado fuerte—. Gírate —ordenó, y lentamente me volteé. Él estaba al lado de la cama completamente desnudo, con su mano acariciándose a sí mismo mientras lamía sus labios—. Ábrete de piernas —demandó. Separé mis pies ligeramente—. ¡Más separadas! —gritó enojado. Moví mis piernas más separadas, mientras lo observaba dándose placer. Se arrastró sobre la cama, posicionándose entre mis piernas. Su mano libre se deslizó sobre mis bragas, acariciándome mientras copiaba el ritmo en sí mismo. Me apreté contra él, cerrando mis ojos, completamente perdida en el placer—. Mírame —ordenó, acariciando más fuerte y más rápido. Jadeé, pero evité gemir. Se inclinó más cerca besando la parte interna de mi muslo. Hacía cosquillas y traté desesperadamente de empujar mis piernas más cerca pero él las empujó de vuelta. Besó lentamente sobre la línea de mis bragas, respirando calientemente sobre mí. Deslizó sus dedos dentro de mi ropa interior. —Estás muy mojada. Me pregunto cómo sabes —dijo, mientras movía mis bragas hacía un lado y lentamente empezó a probarme con su lengua. Arqueé mi espalda fuera de la cama, tratando desesperadamente de obtener más de él. Mientras 46
  • 47. empujaba, impulsó su dedo dentro de mí. Su lengua continuó, mientras su dedo se movía más rápido y con más fuerza. Tomó un momento acostumbrarse, pero pronto se volvió increíble. Emparejé sus movimientos con mis caderas mientras él deslizaba otro dedo dentro de mí, preparándome para él. Giré mis caderas y me presioné contra su boca. Mi cuerpo empezó a temblar mientras olas de placer me atravesaban. No era como nada que hubiera sentido alguna vez. Me quedé quieta mientras las réplicas de mi orgasmo pulsaban a través de mí. El Sr. Honor se movió sobre el largo de mi cuerpo y lentamente apoyó su peso sobre mí. —Sabes maravilloso. Quiero que saborees cuan maravillosa eres —dijo con voz ronca, mientras sus labios encontraban los míos. Traté de presionar mis labios juntos pero su lengua forzó su camino hacía mi boca. Pude saborear mis jugos dulces, salados en sus labios. Quería hacerlo parar pero cada vez que luchaba, él se volvía más fuerte. Cargué mis caderas contra las suyas y él se oprimió contra mí. Serpenteó sus dedos sobre mis bragas y tiró de ellas, arrancándolas de mi cuerpo. Se presionó en contra de mi entrada, lentamente. Él era mucho más largo de lo que había esperado. Se mantuvo quieto, parcialmente dentro de mí mientras nos besábamos. Cuando relajé mi cuerpo, lentamente meció sus caderas contra las mías. Después de unos momentos, comencé a mecer las mías con él, mientras empujaba más y más profundo dentro de mí. —¿Más duro? —preguntó, asegurándose de que lo pudiera aguantar. —Sí —susurré y empujó sus caderas con más fuerza en contra de mí. Grité, mientras él seguía penetrando cada vez más fuerte dentro de mí, hasta que estuvo completamente dentro. Tiré desesperadamente del cinturón, deseando poder tocarlo. De repente paró, empujándose fuera de mí. Lo observé mientras estiraba la mano hacia el tocador al lado mío y sacaba un pequeño paquete de aluminio del cajón. Lo rasgó y se deslizó el condón en un movimiento rápido. —Si voy demasiado rudo necesitas hacérmelo saber. —Me mordí el labio y asentí—. ¡Respóndeme! —demandó. —Sí, señor —susurré con un gemido bajo. Empujó más fuerte, llenándome otra vez mientras chocaba su cuerpo contra el mío. No trató de ser gentil. Su pulgar encontró mi punto de placer y lo acarició en pequeños círculos. Sentí mi cuerpo 47
  • 48. apretarse alrededor de él y gimió, apretando su mandíbula mientras mantenía un ritmo perfecto. Mi cuerpo empezó a oprimirse incontrolablemente debajo de él pero él no desaceleró. Mientras me corría otra vez, él empujó más y más fuerte, colapsando finalmente sobre mí mientras jadeaba en mi oído. Perezosamente se estiró para liberar mis manos del cinturón. 48
  • 49. 13 Traducido por LizC Corregido por flochi M e froté las muñecas con cautela mientras él se levantaba de la cama y se ponía los jeans. Tomó mis pantalones y camisa, y los arrojó sobre la cama, sin mirarme a los ojos. Me puse mi ropa rápidamente preguntándome qué había hecho mal. Agarró mis bragas rasgadas del suelo y las deslizó en su cajón de la cómoda y salió rápidamente de la habitación. Terminé de vestirme y lo seguí. Estaba en la mesada de la cocina, sirviéndose otro trago. Caminé detrás de él, envolviendo mis manos alrededor de su cintura. ―No ―dijo en voz baja mientras apartaba mis manos. Se tomó de golpe otro trago y me sentí mortificada. ―¿He hecho algo mal? ―pregunté, preocupada de que no hubiera disfrutado tanto como yo. Así no era exactamente como me había imaginado mi primera vez, pero no me arrepentía. Él no contestó, sólo se quedó mirando a lo lejos―. Me voy a ir. No vivo lejos de aquí ―dije, dejando que mi voz se apagara. Se sirvió otra copa, sin apartar los ojos de la botella. Me escabullí por la puerta delantera, esta vez no trató de detenerme. Me abrí paso por la escalera poco iluminada. Me di cuenta que mis libros todavía estaban en su auto, pero decidí dejarlos allí. Estaba requiriendo toda mi fuerza para no romper a llorar. Sólo quería llegar lo más lejos posible de aquí. Saqué mi teléfono, pero me di cuenta que no tenía a quien llamar. Crucé los brazos sobre mi pecho y caminé rápidamente hacia mi casa. Los efectos del alcohol casi habían desaparecido y me hubiera gustado que no lo hubieran hecho. Pude ver las luces reflejadas en el edificio en frente de mí cuando un auto se dirigió a mi lado y se detuvo. 49
  • 50. ―Entra ―dijo el Sr. Honor airadamente. Me negué a mirarlo y comencé a caminar más rápido. El auto rodó lentamente a mi lado mientras yo continuaba―. ¡Entra! ―gritó más fuerte y me di cuenta de que estaba realmente cabreado. ―¡Vete a la mierda! ―grité en respuesta, sorprendiéndome a mí misma. Detuvo el auto de golpe y saltó de él. Me detuve, preguntándome qué iba a hacer mientras avanzaba hacia mí. Él sólo llevaba sus jeans y nada más―. Déjame en paz ―grité furiosa, pero continuó avanzando hacia mí. ―Vamos ―dijo mientras me agarraba del brazo, empujándome hacia su auto. Traté de liberarme, pero él apretó su agarre. Abrió la puerta y esperó a que yo cumpliera. Lo fulminé con la mirada y me deslicé en el asiento. Se dirigió hacia el lado del conductor y entró, cerrando la puerta detrás de él con fuerza. ―No debería haber dejado que te fueras ―dijo con calma. ―¿En cuál oportunidad? ―pregunté y él agarró el volante con fuerza, sus nudillos tornándose blancos. Me miró con enojo y de pronto me arrepentí de mi actitud. ―No soy bueno para ti, Emma. ―Suspiró. Levanté la vista para mirarlo a los ojos. Parecía triste y enojado, pero no estaba segura de si estaba dirigida a él o a mí. ―Sí, lo entiendo. No me quieres. ―Puse los ojos en blanco y luché contra las lágrimas que habían resucitado de nuevo. ―¿No te quiero? ―se rió, su rostro agitado por la confusión―. Emma, acabo de tenerte. ―Su expresión se volvió seria otra vez―. ¿Es eso lo que querías para tu primera vez? ¿Una persona atándote? ¿Follándote y humillándote? ―preguntó y me di cuenta de que estaba molesto consigo mismo y no conmigo. Me relajé un poco y pensé sobre cómo responder. ―Eso no es obviamente lo que me imaginaba, pero yo... lo disfruté ―dije en voz baja. Sus ojos se iluminaron ante mi respuesta. ―Sé que lo hiciste. ―Se lamió los labios y esa sensación maravillosa se disparó a través de mi cuerpo hasta mis zonas más íntimas. Me mordí el labio y me metí el cabello detrás de la oreja. ―No es como si no pudiéramos intentarlo de nuevo. ―Pude sentir mis mejillas arder de vergüenza al momento en que las palabras salieron de mi boca. Él tragó 50
  • 51. con fuerza y negó con la cabeza ante la idea. Había tenido suficiente de su rechazo por un día. Abrí la puerta lista para correr en la oscuridad de modo que pudiera llorar sola. ―¡Emma! ―gritó, agarrando mi brazo para que no me fuera―. No quería decir que no quiero volver a hacerlo, es sólo que no puedo darte lo que quieres. Lo que pasó allí es todo lo que sé. Nunca habrá nada más que eso conmigo. No me acerco a las personas. No me preocupo por las personas ―explicó y mi cabeza empezó a nadar con toda esta información. ―¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por qué no me dejas caminar a casa? ―pregunté. Se vio absolutamente atrapado con la guardia baja. ―No lo sé. ―Su apretón se aflojó en mi brazo. Asentí, dándome cuenta de que había cometido un gran error. Había construido al Sr. Honor en mi cabeza para ser alguien que nunca fue o quiso ser. ―Buenas noches, Sr. Honor. ―Me bajé y salí a la calle oscura. ―William ―gritó detrás de mí. ―¿Qué? ―pregunté, volviéndome hacia el auto. ―Mi nombre es William. Por favor, entra en el auto. No es seguro aquí para ti. ―Lo pensé por un momento, mirando alrededor de la calle poco iluminada―. Por favor ―gritó, con una voz llena de preocupación. Me di cuenta de que tenía razón y regresé al auto. Lo último que quería hacer era caminar. Condujimos en silencio, hablando solamente para darle las instrucciones a mi casa. Estacionó en la calle sólo en caso que mi tía estuviera en casa, pero el camino de entrada estaba vacío. ―Gracias ―le dije con timidez. Él miró al frente, apretando la mandíbula. Me bajé y me dirigí a la casa. Estaba vacía y estuve agradecida de que no necesitara inventar ninguna excusa. Caminé al pasillo hacia mi habitación, encendiendo la luz. Cuando me asomé por la ventana, vi al Sr. Honor alejándose, sus luces traseras desvaneciéndose en la oscuridad. El día de hoy había sido agotador. No podía esperar a meterme en la cama y dormir un poco. 51
  • 52. 14 Traducido por AariS Corregido por flochi A l día siguiente me levanté sintiéndome mucho mejor que el día anterior. Me dirigí a la cocina, consiguiendo un vaso grande de agua y una aspirina. Mi cuerpo estaba un poco dolorido pero no quería pensar en la razón. Me las tomé de un trago y regresé al pasillo en busca de mi tía. —¿Judy? —grité mientras tiraba de mi camiseta sobre mi ropa interior para cubrirme. Llamé a su puerta, pero no hubo respuesta. Puse los ojos en blanco y volví a la cocina para encontrar algo de comer. Agarré un cartón de huevos de la estantería y decidí hacerme una tortilla. Mientras la mantequilla se derretía en la sartén, volví a mi habitación para recuperar mi celular. La pantalla decía que tenía tres llamadas perdidas. Había olvidado conectar el timbre de nuevo anoche después de dejar el club. Me desplacé a través de los números. Dos de las llamadas eran de Becka y una era desconocida. Sonreí pero decidí devolver las llamadas después de comer. A la mitad de cocinar mis huevos, mi teléfono sonó otra vez y alguien golpeó con fuerza en la puerta principal. Ignoré la llamada e hice mi camino hacia la sala de estar, enderezando la ropa con la que había dormido la noche anterior. Los golpes se hicieron más fuertes y abrí de golpe la puerta. —¿William? —dije a la vez que el Sr. Honor se erguía del otro lado. —¿Estás bien? —preguntó, sus ojos buscando los míos. —Estoy bien —dije mientras volvía a la cocina para comprobar mi comida, dejando la puerta abierta para que me siguiera—. ¿Qué pasa? —Se veía como si no hubiera dormido en absoluto. 52
  • 53. —¿Por qué no respondiste a mi llamada? —preguntó, su preocupación reemplazada por enojo. —Iba a hacerlo tan pronto como comiera algo —repliqué, sosteniendo en alto la espátula—. ¿Por qué estás aquí? ¡Si mi tía estuviera en casa llamaría a la policía! — Saqué un plato extra y dividí la tortilla por la mitad, tirando tímidamente de mi camiseta. Podía sentir sus ojos en mí. —Estacioné calle abajo. ¿Ha venido alguien por aquí? ¿Alguien que pareciera extraño? —preguntó vagamente. —Sólo tú —bromeé y le tendí un plato. Puso los ojos en blanco y tomó la comida, siguiéndome a la mesa. —¿Por qué? ¿Está buscándome alguien? —pregunté y su expresión se volvió dura. Pasó los dedos por su cabello oscuro y dejó salir un largo suspiro. —No puedo dejar de pensar en ti —dijo, sus ojos fijos en los míos. Mis mejillas ardieron al rojo vivo y miré hacia abajo a la mesa, intentando esconder mi vergüenza—. Mírame —dijo duramente y lentamente lo miré a través de mis pestañas. Atizó mi mejilla rosada con el dorso de su mano, enviando una oleada de placer a través de mi cuerpo. Me mordí el labio esperando que hablara. Sin advertencia, sus labios encontraron los míos, ávidamente. Su mano se envolvió en mi cabello, tirando suavemente. —No podemos. —Suspiré cuando sus labios bajaron por mi cuello. Me dio la vuelta y me empujó boca abajo sobre la mesa. —Mejor me enseñas tu habitación antes de que te folle aquí mismo. —Sus palabras susurradas bajo y profundo en mi oído mientras tiraba de mis bragas. No pude responder. Mi mente estaba girando y todo lo que quería era sentir su contacto. Deslizó su dedo en mi interior, empujándome más duro contra la mesa. —Bien —murmuré entre jadeantes respiraciones. —Buena chica. —Su aliento me hacía cosquillas en la oreja con cada palabra. Caminé de regreso por el pasillo en las nubes, queriendo sentir sus manos en mí de nuevo. Estaba abrumada por su contundencia y el efecto que tenía en mí. Cuando habíamos estado juntos antes luchó por resistir nuestra conexión pero ahora había 53
  • 54. cedido a sus impulsos más primarios y ya no estaba preocupado por las consecuencias. Lo miré por encima de mi hombro cuando alcanzamos mi puerta. Sin advertencia, me levantó en sus brazos y me llevó adentro, cerrando la puerta de una patada tras él. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, saboreando cada momento que me permitía tocarlo. Me tendió en mi cama y comenzó a desabotonarse la camisa. Me mordí el labio mientras lo miraba desvestirse. Arrojó su camisa a un lado, tirando de su camiseta en un movimiento rápido. Sus ojos danzaron sobre mis piernas mientras se desabrochaba el cinturón, y me retorcí bajo su mirada. Sacó el cinturón de sus pantalones y sus jeans colgaron bajos en sus caderas, deshechos. —No tienes ni idea de las cosas que quiero hacerte. —Sus palabras salieron lentamente a medida que deslizaba el cinturón marrón de cuero entre sus manos. Me senté en el borde de la cama y extendí la mano, frotándola sobre su estómago, trazando la musculatura que se hundía por debajo de sus pantalones. Me sonrió con malicia cuando sus manos agarraron las mías. Me empujó con fuerza hacia atrás sobre la cama, su cuerpo descendiendo encima del mío con la fuerza suficiente para sacarme el aire. Luché debajo de él pero su peso me sostenía cautiva debajo del suyo. —Me gusta cuando luchas. —Su voz estaba llena de deseo y envió sacudidas de placer a través de mi cuerpo. Absorbí una respiración profunda y corcoveé mis caderas contra las suyas. Su agarre se apretó sobre mis muñecas, forzando mis manos sobre mi cabeza. Oprimió sus caderas contra las mías y no pude no ser capaz de tocarlo. Deslizó el cinturón alrededor de mis muñecas y lo apretó—. Eso está mejor —dijo mientras sus manos bajaron por mis costados, agarrándome por las caderas y tirándome más hacia abajo en la cama. Me dio la vuelta sobre mi estómago. Mis piernas colgaban sobre el borde. Pude escucharlo quitarse los pantalones y luego sus dedos se deslizaron a lo largo de mis caderas, serpenteando en mis bragas y tirándolas hacia debajo de mis rodillas que ahora descansaban en el suelo. Su mano bajó con fuerza y sin previo aviso a través de mi trasero, haciéndome gemir mientras agarraba mi sábana apretadamente entre mis manos. Azotó de nuevo, con más fuerza esta vez y antes de que pudiera recuperarme, se forzó con dureza dentro de mí. Di un grito ahogado cuando se inclinó, poniendo una mano sobre mi boca para ahogar mis 54
  • 55. gemidos. Su cuerpo se estrelló contra el mío una y otra vez. Me tensé bajo él, pero no aminoró. Respiraba pesadamente en mi oído, y el sonido de él disfrutando me hizo sentir poderosa, aunque estaba totalmente impotente debajo de él. Deslicé mi lengua fuera de mis labios y la pasé a lo largo de sus dedos. El aliento se atascó en su garganta y mordió ligeramente el lóbulo de mi oreja. Su mano se relajó y deslicé su dedo dentro de mi boca, chupándolo. Su empuje imitó los movimientos de mi boca. Su mano libre se envolvió en mi cabello y empujó mi boca aún más. Podía sentir mis paredes apretándose en torno a él. —¡Emma! —La voz de mi tía resonó en el pasillo. La mano de William apretó de nuevo mi boca, manteniéndome callada e inmóvil debajo de él. Se deslizó más profundo dentro de mí, lentamente. —Shh… —susurró en mi oído—. Terminaremos esto más tarde. Realmente necesitas conseguir tu propio lugar. —Su peso se levantó de encima de mí y sus manos rápidamente desabrocharon su cinturón. Me quedé inmóvil de rodillas, luchando por recuperar el aliento. Después de que se pusiera los pantalones, se inclinó, alzando mis bragas por mis piernas mientras sus labios se arrastraban por la parte trasera de mi muslo. —Ve a ver lo que quiere antes de que venga aquí. —Me puse de pie de mala gana, dándome la vuelta para disfrutar de la vista de él sin camiseta—. Terminaremos esto más tarde. —Sonrió y me besó suavemente en la mejilla. Asentí y dejé mi habitación, cerrando la puerta silenciosamente tras de mí. Mi tía estaba sentada en la mesa y había empezado a comer la tortilla que había hecho para William. Me senté frente a ella y comencé a comerme mis huevos ahora fríos. —¡Gracias por el desayuno! No te hagas ninguna idea de que esto compensa tu pequeña proeza del otro día. Aún estoy enfadada como el infierno contigo. —Puse los ojos en blanco y asentí mientras empujaba la comida por mi plato. Estaba empezando a preguntarme si la situación con el Sr. Honor me estaba superando. —¿Qué pasa? —preguntó Judy, sacándome de mis pensamientos. 55
  • 56. —Nada yo sólo… estaba pensando en salir con algunos amigos hoy. —Mentí. Me miró durante un momento antes de contestar. —Deberías salir más. Tal vez conseguir un trabajo, ayudar un poco por aquí. No te mataría. —Se levantó y puso su plato en el fregadero, sin molestarse en limpiarlo. Deambuló a la sala de estar y se sentó, encendiendo la televisión—. Es un trabajo duro, criar a un niño que no es tuyo —gritó por encima del sonido de su programa. Me levanté y limpié mi plato en el fregadero. —Buscaré un trabajo hoy —grité de vuelta y caminé de nuevo al pasillo. Respiré hondo antes de abrir la puerta de mi habitación. Cuando estuve segura de que mi tía aún estaba en su silla, la empujé lentamente. La habitación estaba vacía. Me dirigí a la ventana y miré fuera pero no había nada fuera de lugar. Agarré un par de jeans viejos y me deslicé en ellos mientras pensaba sobre lo cerca que habíamos estado de ser atrapados. La vida de William se arruinaría por un escándalo como éste. Agarré mi bolso y decidí que necesitaba un poco de aire fresco. —Me voy —dije y los ojos de mi tía nunca dejaron la televisión. Me dirigí al garaje. Me senté en silencio por un momento, decidiendo si era siquiera una buena idea llamar al Sr. Honor. Decidí enviarle un mensaje de texto. «Esta es una mala idea.» Golpeé enviar y salí del camino de entrada. Antes de que alcanzara la carretera, mi teléfono se iluminó. «Es demasiado tarde para eso. ¿Estás sola?» Me mordí el labio mientras pensaba en cómo responder. «Estoy en mi auto.» Giré a la derecha y me dirigí al estacionamiento del supermercado al otro lado de la carretera. Mi teléfono se iluminó de nuevo mientras estacionaba el auto. «¿Dónde estás?» El supermercado cerca de mi casa. «Voy para allá.» 56
  • 57. Respiré hondo y manipulé la radio. Mi corazón de aceleró cuando pensé en él, sus ojos en los míos, sus labios. No era nada como pensé que sería. Era duro, despreocupado y contundente pero no podía tener suficiente de él. Estaba asustada de no ser capaz de alejarme de él. Podía perder su trabajo. A pesar de que yo era adulta, aún iba contra las normas que estuviéramos juntos. 57
  • 58. 15 Traducido por Susanauribe Corregido por flochi W illiam llegó sólo unos minutos después y me di cuenta que él debió haber estado esperando en algún lugar cercano. Salió de su auto, mirándome por un largo rato. Sabía que no podía dar vuelta atrás. Sentí el fuego ardiendo entre nosotros y quise más que nada estar de nuevo con él. —¿Estás bien? —preguntó mientras lentamente caminaba más cerca. —Estoy bien. Acunó mi rostro entre sus manos, besándome suavemente en la frente. La electricidad se disparó entre nosotros cuando me tocó. —Sacaré tus cosas. Espera en mi auto. —Su mandíbula se tensó mientras hablaba. Asentí y caminé hacia su auto. Encendí la radio mientras esperé, pasando entre las estaciones para encontrar algo alegre. Puse una estación de rock viejo. Pasé mis dedos por el rosario de color rojo que colgaba de la palanca de cambios. Intenté imaginar al Sr. Honor en una iglesia pero simplemente no encajaba. Recogí un pequeño papel doblado del compartimiento, mirando por el parabrisas para asegurarme de que él no viniera, antes de desdoblarlo. Sé lo que estás haciendo. Te haré pagar. Jadeé en voz alta. La puerta de mi auto se azotó y alcé la mirada para ver al Sr. Honor caminando hacia mí, mi bolso en su mano. Rápidamente doblé la nota y la puse de nuevo en donde la había encontrado. —¿Encontraste todo? —pregunté mientras deslizaba la bolsa en el asiento trasero. 58
  • 59. Asintió y metió mi cabello detrás de mi oreja. Tragué fuerte deseando que me tocara de nuevo. Su mandíbula se tensó mientras ponía el auto en reversa y salía del estacionamiento. Estuvimos en silencio mientras cruzábamos la ciudad. A la luz del día, Kippling tenía una vida completamente diferente. Las calles estaban repletas de turistas y jubilados que querían empaparse del cálido sol de Florida. Miré por la ventana a las familias felices mientras mi estómago se encogía con celos. William puso su mano de regreso en mi pierna. No estaba segura de si quería consolarme o si sólo me estaba reclamando como su posesión. No me importaba de todas formas. Era bueno estar cerca de alguien que no me mirara como si fuera un cachorro que acababa de ser golpeado, incluso aunque fuera así como me sintiera la mayoría de las veces. La nota que había encontrado en la guantera pasaba una y otra vez por mi mente. ¿Qué había hecho el Sr. Honor? ¿Quién estaba tras él? Quise preguntarle, pero no pude formar las palabras. Estaban sucediendo demasiadas cosas a la vez. Yo era bastante autodestructiva por naturaleza y no quería arruinar las cosas para William mientras mi mundo seguía cayéndose. Nos detuvimos en el almacén unos minutos después. El edificio era oscuro y frío comparado con la mañana que había afuera. Salí del auto mientras William agarraba mi bolso. Caminé delante de él por la escalera oscura, su mano en mi espalda. El tiempo que había pasado con él sólo anoche, se sintió como hace una vida. William puso mi bolso en la mesada de la cocina; desapareció en su habitación por un momento, regresando con ropa en la mano. —Quiero mostrarte algo —dijo pero no respondí, sólo miré alrededor del costoso edificio—. Vamos —dijo suavemente, tomando mi mano y tirando de mí detrás de él. Me llevó a una gran puerta marrón al otro lado de su sala. La abrió, exponiendo un ascensor viejo. Entramos y comenzó a subir al siguiente piso. Salimos a un gran espacio cavernoso. Estaba oscuro, las ventanas tintadas. William caminó detrás de mí, envolviendo su mano en mi cintura. Por un momento, se sintió como un gesto afectuoso. 59
  • 60. —¿Qué es esto? —pregunté mientras mis ojos comenzaron a ajustarse. Pude distinguir largos objetos esparcidos por el espacio. —Aquí es donde juego —susurró en mi oído. 60