1. Heraclio Alfaro, con la
aviación en la sangre
Ayer mañana realizó varias pruebas de
aviación en el campo de Lakua nuestro
convecino el intrépido aviador don Heraclio
Alfaro. El aparato construido bajo su dirección está casi terminado,
faltando solamente pequeños detalles, que completarán los
perfeccionamientos por él introducidos en el mismo. Sabemos que Alfaro
ha hecho un estudio acabadísimo del aeroplano realizando y llevando a
la práctica reformas importantísimas tanto en el tren de aterrizaje como
en el resto del aparato. Las pruebas realizadas ayer solo tuvieron por
objeto probar el tren de aterrizaje rodando sobre el campo diferentes
veces y con completo éxito. En días sucesivos continuarán las
experiencias,comenzando por elevarse a pocos metros.Es de esperar que
el éxito más completo corone los esfuerzos del aviador victoriano y que
dentro de poco tiempo realice las pruebas definitivas, con la misma
facilidad y maestría que las preliminares de ayer…
El Heraldo Alavés, edición del 8 de junio de 1914.
Unos comienzos poco espectaculares, sin duda, pero la aviación estaba
naciendo y no podía uno hacerse el loco. Heraclio probaba todo a
conciencia y, poco después de aquellos ensayos, los asombrados
habitantes de Vitoria pudieron contemplar al aviador surcando los cielos
con agilidad. Había nacido el primer avión fabricado en España, fruto
de los trabajos y desvelos de Heraclio Alfaro Fournier.
2. Naipes y aviones
Al avezado lector ya le habrá saltado alguna alerta mental. He mencionado
Vitoria y también un apellido: Fournier. La combinación de esas dos
palabras nos trae de forma automática a la mente ciertos naipes. Sí, hay
relación con la baraja española de Fournier, vitoriana para más señas.
Heraclio Alfaro Fournier vino al mundo en la Vitoria de 1893 y lo
abandonó en el mismo lugar en 1962. Fue un ingeniero aeronáutico y
aviador que, en aquellos primeros años de la historia de las máquinas
volantes más pesadas que el aire, logró hacerse un hueco entre los más
grandes pioneros.
Vale, ¿y lo de los naipes? Una de esas imágenes mentales que comparten
la mayor parte de los españoles desde hace más de un siglo está grabada
en la más clásica y conocida baraja que por estas tierras se estila. Oros,
copas, bastos y espadas, todos bajo el omnipresente sello “Heraclio
Fournier – Vitoria”. No, nuestro Heraclio aviador no es el de las cartas,
sino un nieto de aquél.
A finales del siglo XVIII llegó a Burgos un joven de origen francés
llamado Francisco Fournier. Procedía de una familia de impresores,
labor con la que continuó. Mediado el XIX uno de sus hijos, Heraclio
Fournier, llevó la imprenta familiar, en la que ya se hacían naipes, a
alcanzar altura de celebridad mundial. En su nueva imprenta de Vitoria
nació el naipe español, tal y como es conocido actualmente. El diseño que
Augusto Ríus hiciera para Heraclio es hoy conocido por todos, de ahí que
el nombre “Heraclio Fournier” le suene a cualquiera, incluso sin saber de
quién se trataba.
Heraclio Alfaro Fournier, el aviador, era por tanto nieto del fundador de
la celebérrima casa de naipes. Su hermano Félix Alfaro fue quien
continuó la tradición familiar haciéndose cargo de la imprenta. Sin
embargo, a Heraclio Alfaro le iban más las máquinas de altos vuelos. Al
chaval le llamaron la atención los globos y dirigibles desde su niñez y,
cuando unos mecánicos de bicicletas estadounidenses anunciaron su vuelo
el 17 de diciembre de 1903, Heraclio encontró una pasión que no
abandonaría nunca. Cierto es que ese vuelo del 17 de diciembre de 1903
3. de los hermanos Wright con el Flyer I no está alejado de la polémica
pero, sea como fuere, está claro que sirvió para dar comienzo la fiebre
global por los aviones. Constructores de todo el mundo avanzaron con
rapidez para dar forma a sus aparatos. Los pilotos surgían por todas partes
y las escuelas de vuelo comenzaban a tener cierto predicamento. En
España se veían aviones de factura francesa o inglesa pero, ¿quién se
atrevería a construir el primer avión español?
Antes de pasar a describir ese aparato, repasemos someramente la vida del
bueno de Heraclio Alfaro. Tenemos a un chaval que pensaba en aviones
todo el día. La fiebre no le abandonaba nunca, sobre todo cuando viaja por
Europa para ampliar sus estudios y contempla todo lo que se cuece en
lejanas tierras. Prueba a volar por primera vez en una escuela de
Francia, allá por 1910. ¡Contaba con sólo 17 años de edad! Aquello
llamó la atención porque se convirtió en uno de los pioneros más jóvenes
de la historia. Al año siguiente, ya con un título de piloto bajo el brazo,
podemos encontrar a Heraclio como profesor ayudante en la novísima
escuela de aviación creada en su Vitoria natal.
Terminó por hacerse cargo de la escuela, comenzó a pensar en construir
sus propios aviones y ya no hubo remedio: la fiebre del aire le acompañó
siempre. El 22 de junio de 1914 voló su nave bautizada como Alfaro I,
la primera de una serie de aparatos sorprendentes. El avión, un monoplano
de líneas modernas, voló sobre Vitoria llamando la atención de miles de
personas que contemplaban al entusiasmado piloto surcando los cielos.
Fue el comienzo de una aventura que le llevó a otros campos de vuelo,
como el de Cuatro Vientos en Madrid.
Coincidiendo con la Gran Guerra, Heraclio realizó su servicio militar,
siempre en ambiente propio de la aviación. De la mano del gran Alfredo
Kindelán, llegó a ocupar puestos de relevancia en la escuela de vuelo que
existía en Getafe. Más tarde llegaron sus aviones destinados a competir en
carreras,diseñó y construyó en Barcelona diversos aeroplanos militares y
se involucró en el desarrollo del helicóptero ideado por el argentino Raúl
Pateras Pescara.
Habían llegado mientras tanto los años veinte. La industria aeronáutica
se estaba consolidando en todo el mundo y Heraclio decidió ampliar
4. su visión estableciéndose en los Estados Unidos. De acá para allá,
cruzando el charco, completa varios de sus aviones hasta pasar en 1924 a
residir permanentemente en el nuevo continente. Allí pasó más de dos
décadas, tiempo en el que se graduó como ingeniero aeronáutico en el
MIT y pasó a ser reconocido diseñador de aviones destinados a
competición así como, desde 1928, a difundir las ventajas de los autogiros
de Juan de la Cierva en los Estados Unidos gracias a un ventajoso
acuerdo comercial. A comienzos de los años treinta podemos encontrarlo
como profesor de ingeniería en el MIT, así como fundando empresas
siempre relacionadas con la aeronáutica.
Sus últimos años los pasó en Vitoria, donde nunca abandonó aquella
pasión por el vuelo que le hizo célebre.Cabe comentar que son muchas las
patentes que Heraclio Alfaro registró en Norteamérica, así como en
España. Por ejemplo, de 1920 son sus patentes sobre tranvías,
rodamientos perfeccionados y similares. También patentó en 1924
diversos avances en motores de explosión aplicables a aeroplanos.
El Alfaro I, primer avión construido en España
Su estampa es ciertamente atractiva. Sí, fue el primer avión construido en
España, pero no por ello era algo poco meditado. El Alfaro I fue un
precioso monoplano diseñado, construido y pilotado por un joven de
veintiún años de edad. ¡Es para pasmarse! Con un motor capaz de hacer
que la nave volara a más de 100 kilómetros por hora, se trató de una nave
que asombró a sus contemporáneos en Vitoria.
5. En aquel lejano 1914, hace más de un siglo, no eran muchos los españoles
que habían dado el paso para convertirse en aviadores. Pero que, además,
en una sola persona se uniera la pasiónpor el pilotaje,el cálculo y el diseño
así como la construcción de aeronaves… eso ya son palabras mayores.
Junto a Heraclio Alfaro aparecían figuras como Manuel Menéndez,
Benito Loygorri, que fue el primer piloto español, con licencia desde
el 30 de agosto de 1910, o Julio de Adaro, Antonio Grancha o Mariano
de las Peñas. Todo estaba por hacer y ellos aceptaron el reto.
Por Cuatro Vientos andaba igualmente La Cierva, haciendo pruebas con
un aparato por él ideado, pero fue Heraclio quien alumbró aquel primer
avión español que, volando sobre Vitoria y Madrid, demostró que aquí
podían construirse máquinas competentes. El problema de tantos pilotos
pioneros en la España de entonces era, principalmente, que o bien acudían
a constructores extranjeros, o se quedaban sin aviones que volar. Heraclio
abrió un nuevo mundo al diseñar su Alfaro I, en un taller de Vitoria, con
mecánicos locales y con materiales propios. Dotado de un motor Gnome
50HP, contaba con 15 metros de superficie sustentadora, casi 10
metros de cruzamen y 5,60 de hélice a cola. Llegó a volar a 125
kilómetros por hora. Llamó la atención su maniobrabilidad, su cola
negativa, la robustez de su cuerpo central y, sobre todo, su original tren de
aterrizaje formado por dos vigas de chapa de madera que atravesaba el
6. cuerpo del avión y que servía además de elemento estructural pues allí se
fijaban los tirantes delanteros de las alas.
El aparato, de 290 kilos de peso, podía volar durante tres horas. Tal y como
se mencionaba en El Heraldo Alavés, edición del 23 de junio de 1914:
Otros aviadores españoles y no pocos extranjeros al construir sus
aparatos no han conseguidoni levantarlos unmetro de tierra,sus cálculos
han encontradoenla realidadunobstáculoinsuperable que nohan sabido
vencer. Alfaro hizosus cálculos y comenzó la construccióndel monoplano
con arreglo a ellos, luego, sin variar nada de lo hecho, ha efectuado el
vuelo sorprendente que hemos visto y que realizado en un aeródromo
oficial de Madrid o de París hubiera causado la admiración de
profesionales, no solamente por el éxito obtenido desde el primer
momento, sino por el méritoque supone en un muchacho de 21 años llegar
a tal adelanto en materia de aviación.