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EL RENACIMIENTO
Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental durante los
siglos XV y XVI. Fue un período de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales
exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias tanto naturales
como humanas. La ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se
extendió después por toda Europa. El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron
una nueva concepción del hombre y del mundo. El término «renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos elementos de
la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la
contemplación libre de la naturaleza tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida
en la Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos
enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por el
antropocentrismo.
En ese sentido, el historiador y artista Giorgio Vasari formuló una idea determinante: el nuevo nacimiento del arte antiguo
(Rinascita), que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo. De hecho, el
Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística medieval, a la que calificó como un estilo de bárbaros,
que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Sin embargo, los cambios tanto estéticos como en cuanto a la mentalidad
fueron lentos y graduales. El concepto actual de renacimiento será formulado tal y como hoy lo entendemos en el
siglo XIX por el historiador Jules Michelet.
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad
estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los
puntos de vista cronológico y geográfico: su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién
descubiertos, a los que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a
Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin
embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.
Contexto histórico. El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se suele
establecer entre el Descubrimiento de América en 1492 y la Revolución Francesa en 1789, y que, en el terreno cultural, se
divide en el Renacimiento (siglos XV y XVI) y el Barroco (siglos XVII y XVIII), con subdivisiones como el manierismo,
el rococó y el neoclasicismo. Otros historiadores sitúan la fecha de inicio en 1453, con la Caída de Constantinopla, o bien
remarcan un hecho trascendental como la invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano
de Johannes Gutenberg).2
Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval ocurrida a lo largo del
siglo XV por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano Germánico, el debilitamiento de la Iglesia
Católica a causa de los cismas y los movimientos heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda
crisis económica derivada del anquilosamiento del sistema feudal, y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por
una teología escolástica sumida en el escepticismo.3
Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a través del retorno a los
valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse una nueva sociedad fundamentada en el auge
de los nuevos estados centralizados, con poderosos ejércitos y administraciones burocratizadas –inicio del autoritarismo
monárquico preconizado por Maquiavelo- así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía mercantil y preindustrial; todo
ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado durante este período, fundamentado en la imprenta y la
consiguiente velocidad de difusión de las novedades.4 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de
la religión y el teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de valorar el
mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas grecolatinas (derecho, retórica,
teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas, científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del
conocimiento que comenzaron entonces a aglutinarse en un concepto de cultura general.3
En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con diferentes regímenes
políticos –repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma-
propició el ascenso de una élite económica que patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado,
cada uno rivalizando con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de estar
circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y el patrocinio de la literatura.5
Por su parte, el siglo XVI estaría marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con la llegada
de Colón a América en 1492 (establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da Gama, 1498; vuelta al
mundo de Magallanes, 1519-1521; desembarco de Cortés en México, 1519; conquista de Perú por Pizarro, 1530-1533),
así como por la ruptura de la unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de
la ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543; Anatomía de Vesalio, 1543)
la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan
Luis Vives, François Rabelais)
España. En España, el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe abruptamente con la
tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más original y variado que en el resto de Europa. Así, la
literatura acepta las innovaciones italianas (Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición
anterior. En cuanto a las artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia –de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Doménico Fancelli- con la tradición local, y con
algunos otros influjos –lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de moda en la época por las intensas relaciones comerciales
y dinásticas que unían estos territorios a España.
Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década de 1520 no se encuentran
ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No
llegaron a España plenamente, pues, los ecos del Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen
artistas y obras de esa época en el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi
abruptamente del gótico al manierismo.
En el campo de la arquitectura,
tradicionalmente se distinguen tres periodos:
plateresco (siglo XV – primer cuarto de siglo
XVI), purismo o estilo italianizante (primera
mitad del siglo XVI) y estilo herreriano (a partir
de 1559-mediados del siglo siguiente). En el
primero de ellos, lo renaciente aparece de
forma superficial, en la decoración de las
fachadas, mientras que la estructura de los
edificios sigue siendo gotizante en la mayoría
de los casos. Lo más característico del
plateresco es un tipo de decoración menuda,
detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de donde deriva el nombre. El
núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya Universidad y su fachada son el paradigma del
estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase
más avanzada de la italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro de
Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde además del citado palacio
destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de Vandelvira y Diego de Siloé. Finalmente,
apareció el estilo escurialense o herreriano, original adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el
gigantismo arquitectónico. La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de
Toledo y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense traspasó el umbral
cronológico del siglo XVI llegando con gran vigencia a la época barroca.
En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del
siglo XVI. Los primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a
artistas venidos de fuera, como Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó
al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su sepulcro (1517). No obstante,
pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades italianas,
adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé
Ordóñez y Damián Forment. En una fase más madura
del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un
peculiar manierismo que sentó las bases de la posterior
escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son
los más destacados.
La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra
de Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo
Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes –influidos por Rafael-, Luis de
Morales, Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y
Hernán de los Llanos. Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más
originales de la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear
un universo estilístico propio: El Greco.
Arte colonial hispanoamericano. Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la
metrópoli, cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas corrientes que se producían
en España, como el purismo y el plateresco (Catedral de Santo Domingo). Al iniciarse la colonización, la arquitectura que
se desarrolló principalmente fue de signo religioso: por orden real, el primer edificio que se debía construir en cualquier
nueva ciudad debía ser una iglesia. Durante la primera mitad del siglo XVI fueron las órdenes religiosas las encargadas de
la edificación de numerosas iglesias en México, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un
conjunto almenado con iglesia, convento, un atrio y una capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—, como el
Convento de Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula. A mediados de siglo se empezaron a construir las
primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular
con testero plano, tomando como modelos la Catedral de Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició
la Catedral del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina destaca la
Catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui.
Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por maestros anónimos, realizadas
con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y telas de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes
de la Virgen con el Niño, con una iconografía de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles
El Escorial. Estilo HerrerianoAltar de monasterio
cisterciense Estilo
Plateresco
La resurrección de Cristo.
El Greco.
como arcabuceros contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo XVI es
denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo XVI surgieron los grandes frescos murales, de carácter popular. Desde
mediados de siglo empezaron a llegar, procedentes de Sevilla, maestros españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de
Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos (Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).78
En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, confeccionadas generalmente en madera
recubierta con yeso y decorada con encarnación –aplique directo del color– o estofado –sobre un fondo de plata y oro. A
principios del siglo XVII nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña, la cuzqueña y la chilota, destacando l a
labor patrocinadora de la orden jesuita.
Literatura. La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba el papel
primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la religiosa. En esta época, el mundo de las
letras recibió un gran impulso con la invención de la imprenta por Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura
por un público más mayoritario. Ello conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística, surgiendo los
primeros sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio Antonio de Nebrija) y apareciendo las
primeras academias de lenguas nacionales.
La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también recibió una gran influencia de
la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre
renacentista, que se ejemplifica en la figura del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las
armas y las letras por igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio.
En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales considerados a veces
precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre los literatos surgidos en esta era conviene destacar
a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo, Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare
Castiglione, Torquato Tasso, Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde
descollaron François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania, la reforma
protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por Ulrich von Hutten, Sebastian Brant y Hans
Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro; Edmund Spenser, Michael Drayton, George Chapman, Henry Howard y
Thomas Wyatt. En Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões.
En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo XVII: la poesía, influida por la italiana
del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de
Jesús; en prosa surgieron los libros de caballería (Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con
el Lazarillo de Tormes (1554), mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las letras
españolas, autor del inmortal Don Quijote (1605).
LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES, Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES
Tratado Primero: Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue
Pues sepaVuesaMerced antetodas cosas que a míllamanLázaro deTormes,hijode Tomé Gonzálezyde Antona Pérez, naturales de
Tejares,aldeade Salamanca.Mi nacimientofue dentrodelrío Tormes,por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue de esta manera. Mi
padre,queDios perdone,tenía cargode proveer una moliendade unaaceña,que está riberadeaquel río,en lacual fue molinero más de
quinceaños;yestando mimadreunanocheenla aceña,preñada demí,tomóleel partoypariómeallí:demanera que con verdad puedo
decir nacidoenel río.Pues siendoyo niñode ochoaños,achacaron a mi padreciertas sangrías1
mal hechas enlos costales de los que allía
moler venían,por loquefuepreso,yconfesóyno negóypadeció persecuciónpor justicia.Esperoen Dios que está en la Gloria, pues el
Evangeliolos llamabienaventurados2
.En estetiempose hizo ciertaarmadacontramoros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón
estaba desterradopor el desastreya dicho,concargo deacemilero deun caballero quealláfue,ycon suseñor,comolealcriado,feneciósu
vida.
Mi viuda madre,comosinmaridoysin abrigose viese,determinóarrimarsea los buenos por serunodeellos,yvínosea vivir a la ciudad, y
alquilóuna casilla,ymetiósea guisarde comer a ciertos estudiantes,ylavabala ropaa ciertos mozos de caballos del Comendador de la
Magdalena,demaneraquefue frecuentandolas caballerizas.Ellayun hombremorenode aquellos que las bestias curaban, vinieron en
conocimiento3
.Éstealgunasveces se veníaa nuestracasa,yse ibaa la mañana;otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de
comprarhuevos,yentrábase encasa.Yo al principiode suentrada,pesábameconél yhabíale miedo,viendoel color ymalgesto quetenía;
mas de que vi queconsuvenidamejorabaelcomer,fuile queriendobien,porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno
leños,a que nos calentábamos.Demaneraque,continuandoconlaposadayconversación,mi madre vinoa darmeun negrito muy bonito,
el cual yo brincaba yayudabaa calentar.Yacuérdome que,estandoel negrode mi padretrebejandoconel mozuelo,como el niño vía a mi
madreya míblancos,ya él no,huíadélconmiedo parami madre, yseñalandoconeldedodecía:«¡Madre,coco!». Respondió él riendo:
«¡Hideputa!».Yo,aunquebienmuchacho,notéaquellapalabrade mihermanico,ydijeentre mí:«¡Cuántos debe dehaber enel mundo que
huyen de otros porque no se ven a sí mismos!»
Quisonuestra fortunaquelaconversacióndelZaide,que asísellamaba,llegó a oídos delmayordomo,yhecha pesquisa, hallóse que la
mitadpormediode lacebada,que paralas bestias le daban,hurtaba,ysalvados,leña,almohazas4
,mandiles,ylas mantas ysábanas delos
caballos hacíaperdidas,ycuandootracosano tenía,las bestias desherraba,ycon todoestoacudíaa mimadreparacriar a mi hermanico.
No nos maravillemosde unclérigonifraile,porqueelunohurtade los pobres yel otro de casapara sus devotasypara ayuda de otro tanto,
cuandoa un pobreesclavo el amorle animabaa esto.Yprobóselecuantodigoyaun más,porquea mícon amenazas me preguntaban, y
como niñorespondía,ydescubríacuanto sabíaconmiedo,hastaciertasherraduras que por mandado de mi madre a un herrero vendí.
Al tristede mi padrastro azotaronypringaron5
.,ya mi madrepusieronpenaporjusticia,sobreel acostumbradocentenario6
, que en casa
del sobredichoComendador noentrase,ni allastimadoZaideen lasuya acogiese.Por noecharla sogatras elcaldero7
,la tristeseesforzó y
cumplió lasentencia;ypor evitarpeligroyquitarsede malas lenguas,se fuea servira los queal presentevivían en elmesónde laSolana; y
allí,padeciendo milimportunidades,seacabó decriarmihermanico hastaque supoandar,ya mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los
huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban.
En este tiempovino a posar almesónun ciego,el cual, pareciéndole que yo sería para adiestrarle, me pidió a mi madre, y ella me
encomendóa él,diciéndole comoera hijo deun buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves 8
, y que ella
confiabaen Dios no saldría peor hombrequemipadre,yque le rogabametratasebienymirasepor mí,pues erahuérfano.Él le respondió
que asíloharía,yque merecibía nopormozo sinoporhijo.Yasíle comencéa servir yadiestrar a mi nuevo yviejo amo. Como estuvimos
en Salamancaalgunos días,pareciéndolea miamoquenoerala gananciaa sucontento,determinóirse deallí;ycuandonos hubimos de
partir,yo fui a ver a mi madre,yambos llorando,mediosubendición ydijo:«Hijo,ya sé quenote veré más. Procura ser bueno, y Dios te
guíe.Criado te heycon buenamote he puesto.Válete por ti».Yasímefui paramiamo,que esperándome estaba.Salimos deSalamanca,
y llegando a lapuente,está a laentradade ella unanimalde piedra,quecasitieneformade toro,yel ciego mandómequellegasecerca del
animal, y allí puesto, me dijo: «Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro de él».
Yo simplementellegué,creyendoser así;ycomosintiótenía lacabeza parde lapiedra,afirmóreciola manoydiomeunagrancalabazada
en el diablo deltoro,quemás detres días meduró eldolor dela cornada,ydíjome:«Necio,aprendequeelmozo delciego un punto ha de
saber másqueel diablo»,yrió muchola burla. Pareciómeque enaquelinstantedesperté dela simpleza enquecomo niño dormidoestaba.
Dije entremí:«Verdaddice éste,quemecumpleavivar elojoyavisar,pues solosoy,ypensarcómome sepavaler».Comenzamos nuestro
camino,yen muypocos días memostró jerigonza,ycomome viese debueningenio,holgábase mucho, y decía: «Yo oro ni plata no te lo
puedodar,mas avisospara vivir muchos te mostraré».Yfue así,quedespués deDios éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y
adiestró enlacarrera devivir.Huelgodecontara VuesaMercedestas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los homb res subir
siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio.
Pues tornandoalbueno demiciego ycontandosus cosas,VuesaMercedsepaque desdequeDioscrióel mundo, ninguno formó má s
astutoni sagaz.En suoficioeraunáguila;ciento ytantas oraciones sabía de coro9
,: un tono bajo, reposado y muy sonable que hacía
resonar laiglesia donderezaba,un rostro humildeydevoto queconmuybuencontinente ponía cuando rezaba,sinhacer gestos ni visajes
con boca niojos,comootros suelen hacer.Allende deesto,tenía otras milformas ymaneras parasacar el dinero. Decía saber oraciones
para muchos ydiversos efectos:paramujeres que noparían,paralas queestabandeparto,paralas que eranmalcasadas,que sus maridos
las quisiesenbien;echabapronósticos a las preñadas,sitraíahijoo hija.Pues encasodemedicina,decíaqueGalenono supola mitad que
él para muela,desmayos,males demadre.Finalmente,nadieledecía padecer alguna pasión,queluego nole decía: «Haced esto, haréis
esto otro,cosedtalyerba,tomad talraíz».Conestoandábasetodo elmundo tras él,especialmente mujeres,quecuanto les decían creían.
De estas sacaba él grandes provechos con las artes que digo, y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año.
Mas tambiénquieroquesepavuestramercedque,contodoloqueadquiría,jamás tan avarientoni mezquino hombreno vi, tanto que me
mataba a míde hambre,yasíno me demediabade lonecesario10
.Digo verdad:si con mi sotileza ybuenasmañasno me supieraremediar,
muchas veces me finarade hambre;mascontodosusaber yavisole contaminaba11
de talsuertequesiempre,o las más veces, me cabía
lo más y mejor.
1
Hurtos en los sacos (costales) de harina.
2
En el Ev angelio de San Mateo, sedice que el Cielo será para aquellos que padecieron persecución injusta; el padrastro de Lázaro padeció persecución por haber robado.
3
Conocerse, en esa época, signif icaba tener relaciones sexuales.
4
Cepillos para limpiar a los caballos.
5
Pringar era un castigo que consistía en derramar tocino derretido al f uego sobre las heridas producidas por los azotes.
6
Castigo de cien azotes.
7
Echar la soga tras el caldero: perderlo todo.
8
Expedición contra musulmanes llev ada a cabo en esa isla del Norte de Áf rica.
9
Sabía de memoria.
10
No me demediaba de lo necesario: no comía ni la mitad de lo necesario.
11
Contaminaba: engañaba.
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Primera Parte
Capítulo 25
-En efecto -dijo Sancho-, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar?
-¿Ya no te he dicho -respondió don Quijote- que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del
furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella
había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las
claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil
insolencias, dignas de eterno nombre y escritura? Y, puesto que yo no pienso imitar a Roldán, o Orlando, o Rotolando (que
todos estos tres nombres tenía12), parte por parte en todas las locuras que hizo, dijo y pensó, haré el bosquejo, como mejor
pudiere, en las que me pareciere ser más esenciales. Y podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de
Amadís, que sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más.
-Paréceme a mí -dijo Sancho- que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas
necedades y penitencias, pero vuestra merced, ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué
señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o
cristiano?
-Ahí está el punto -respondió don Quijote- y ésa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un caballero andante con
causa, ni grado ni gracias13: el toque está desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto,
¿qué hiciera en mojado? Cuanto más, que harta ocasión tengo en la larga ausencia que he hecho de la siempre señora
mía Dulcinea del Toboso; que, como ya oíste decir a aquel pastor de marras, Ambrosio: quien está ausente todos los
males tiene y teme. Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no vista
imitación. Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi
señora Dulcinea; y si fuere tal cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré
loco de veras, y, siéndolo, no sentiré nada. Ansí que, de cualquiera manera que responda, saldré del conflito y trabajo en
que me dejares, gozando el bien que me trujeres, por cuerdo, o no sintiendo el mal que me aportares, por loco. Pero dime,
Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino?; que ya vi que le alzaste del suelo cuando aquel desagradecido le
quiso hacer pedazos. Pero no pudo, donde se puede echar de ver la fineza de su temple.
A lo cual respondió Sancho:
-Vive Dios, señor Caballero de la Triste Figura, que no puedo sufrir ni llevar en paciencia algunas cosas que vuestra
merced dice, y que por ellas vengo a imaginar que todo cuanto me dice de caballerías y de alcanzar reinos e imperios, de
dar ínsulas y de hacer otras mercedes y grandezas, como es uso de caballeros andantes, que todo debe de ser cosa de
viento y mentira, y todo pastraña, o patraña, o como lo llamáremos. Porque quien oyere decir a vuestra merced que una
bacía de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar, sino
que quien tal dice y afirma debe de tener güero14 el juicio? La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para
aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos.
-Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro -dijo don Quijote- que tienes el más corto entendimiento que
tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¿Que es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que
todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y
no porque sea ello ansí, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas
mudan y truecan y les vuelven según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así, eso que a t i te
parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa. Y fue rara providencia del
sabio que es de mi parte hacer que parezca bacía a todos lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa
que, siendo él de tanta estima, todo el mundo me perseguirá por quitármele; pero, como ven que no es más de un bacín
de barbero, no se curan de procuralle, como se mostró bien en el que quiso rompelle y le dejó en el suelo sin llevarle; que
a fe que si le conociera, que nunca él le dejara. Guárdale, amigo, que por ahora no le he menester; que antes me tengo de
quitar todas estas armas y quedar desnudo como cuando nací, si es que me da en voluntad de seguir en mi penitencia
más a Roldán que a Amadís.
Llegaron, en estas pláticas, al pie de una alta montaña que, casi como peñón tajado, estaba sola entre otras muchas que
la rodeaban. Corría por su falda un manso arroyuelo, y hacíase por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que
daba contento a los ojos que le miraban. Había por allí muchos árboles silvestres y algunas plantas y flores, que hacían el
lugar apacible. Este sitio escogió el Caballero de la Triste Figura para hacer su penitencia; y así, en viéndole, comenzó a
decir en voz alta, como si estuviera sin juicio:
-Éste es el lugar, ¡oh cielos!, que diputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto.
Éste es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continos y profundos
sospiros moverán a la contina las hojas destos montaraces árboles, en testimonio y señal de la pena que mi asendereado
corazón padece. ¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada,
oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse
entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana
hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas15, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los
ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me
12 Roldán es la forma en que aparece en gestasy romances medievales; delfrancés Rolant; Orlando es la italiana de los poemas épicos
renacentistas y Rotolando es la más parecida al latín Routlandus. Es el mismo personaje: sobrino legendario de Carlomagno.
13 Ni grado ni gracia: ¿qué gracia tiene?.
14 vacío.
15 Napeas y dríades: ninfas de los valles y los bosques respectivamente.
ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria
de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que
consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se
le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el
blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en
más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recetes a
la causa total de todo ello!
Y, diciendo esto, se apeó de Rocinante, y en un momento le quitó el freno y la silla; y, dándole una palmada en las ancas,
le dijo:
-Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan estremado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do
quisieres, que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo16 de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que
tan caro le costó a Bradamante17.
Viendo esto Sancho, dijo:
-Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio18; que a fe que no faltaran palmadicas que dalle, ni
cosas que decille en su alabanza; pero si él aquí estuviera, no consintiera yo que nadie le desalbardara, pues no había
para qué, que a él no le tocaban las generales de enamorado ni de desesperado, pues no lo estaba su amo, que era yo,
cuando Dios quería. Y en verdad, señor Caballero de la Triste Figura, que si es que mi partida y su locura de vuestra
merced va de veras, que será bien tornar a ensillar a Rocinante, para que supla la falta del rucio, porque será ahorrar
tiempo a mi ida y vuelta; que si la hago a pie, no sé cuándo llegaré ni cuándo volveré, porque, en resolución, soy mal
caminante.
-Digo, Sancho -respondió don Quijote-, que sea como tú quisieres, que no me parece mal tu designio; y digo que de aquí
a tres días te partirás, porque quiero que en este tiempo veas lo que por ella hago y digo, para que se lo digas.
-Pues, ¿qué más tengo de ver -dijo Sancho- que lo que he visto?
-¡Bien estás en el cuento! -respondió don Quijote-. Ahora me falta rasgar las vestiduras, esparcir las armas y darme de
calabazadas por estas peñas, con otras cosas deste jaez que te han de admirar.
-Por amor de Dios -dijo Sancho-, que mire vuestra merced cómo se da esas calabazadas; que a tal peña podrá llegar, y
en tal punto, que con la primera se acabase la máquina desta penitencia; y sería yo de parecer que, ya que vuestra
merced le parece que son aquí necesarias calabazadas y que no se puede hacer esta obra sin ellas, se contentase, pues
todo esto es fingido y cosa contrahecha y de burla, se contentase, digo, con dárselas en el agua, o en alguna cosa blanda,
como algodón; y déjeme a mí el cargo, que yo diré a mi señora que vuestra merced se las daba en una punta de peña más
dura que la de un diamante.
-Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote-, mas quiérote hacer sabidor de que todas
estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, sería contravenir a las órdenes de
caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos19, y el hacer una cosa por otra lo mesmo es
que mentir. Ansí que, mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del
fantástico. Y será necesario que me dejes algunas hilas20 para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltase el
bálsamo que perdimos.
-Más fue perder el asno -respondió Sancho-, pues se perdieron en él las hilas y todo. Y ruégole a vuestra merced que no
se acuerde más de aquel maldito brebaje; que en sólo oírle mentar se me revuelve el alma, no que el estómago. Y más le
ruego: que haga cuenta que son ya pasados los tres días que me ha dado de término para ver las locuras que hace, que
ya las doy por vistas y por pasadas en cosa juzgada, y diré maravillas a mi señora; y escriba la carta y despácheme luego,
porque tengo gran deseo de volver a sacar a vuestra merced deste purgatorio donde le dejo.
-¿Purgatorio le llamas, Sancho? -dijo don Quijote-. Mejor hicieras de llamarle infierno, y aun peor, si hay otra cosa que lo
sea.
-Quien ha infierno -respondió Sancho-, nula es retencio21, según he oído decir.
-No entiendo qué quiere decir retencio -dijo don Quijote.
-Retencio es -respondió Sancho- que quien está en el infierno nunca sale dél, ni puede. Lo cual será al revés en vuestra
merced, o a mí me andarán mal los pies, si es que llevo espuelas para avivar a Rocinante; y póngame yo una por una22 en
el Toboso, y delante de mi señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que
vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura
que un alcornoque; con cuya respuesta dulce y melificada volveré por los aires, como brujo, y sacaré a vuestra merced
deste purgatorio, que parece infierno y no lo es, pues hay esperanza de salir dél, la cual, como tengo dicho, no la tienen de
salir los que están en el infierno, ni creo que vuestra merced dirá otra cosa.
-Así es la verdad -dijo el de la Triste Figura-; pero, ¿qué haremos para escribir la carta?
-Y la libranza pollinesca también -añadió Sancho.
-Todo irá inserto -dijo don Quijote-; y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos,
en hojas de árboles, o en unas tablitas de cera; aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me
ha venido a la memoria dónde será bien, y aun más que bien, escribilla: que es en el librillo de memoria que fue de
16 Caballo alado que monta Astolfo en Orlando furioso de Ariosto.
17 Frontino es otro caballo que aparece en Orlando furioso.
18 Se hace referencia aquí a que el rucio (el asno) de Sancho ha sido robado.
19 Relapso: reincidencia en una falta ya sancionada.
20 Vendas.
21 Sancho dice mal: confunde una frase que se decía en la iglesia en el Oficio de Difuntos.
22 Una por una: de hecho.
Cardenio; y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares, donde haya
maestro de escuela de muchachos, o si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún
escribano, que hacen letra procesada23, que no la entenderá Satanás.
-Pues, ¿qué se ha de hacer de la firma? -dijo Sancho.
-Nunca las cartas de Amadís se firman -respondió don Quijote.
-Está bien -respondió Sancho-, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y ésa, si se traslada, dirán que la firma es
falsa y quedaréme sin pollinos.
-La libranza irá en el mesmo librillo firmada; que, en viéndola, mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla. Y, en lo que
toca a la carta de amores, pondrás por firma: "Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura". Y hará poco al
caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha
visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un
honesto mirar. Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero
más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cuatro veces; y aun podrá ser que destas cuatro
veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo
Corchuelo, y su madre, Aldonza Nogales, la han criado.
-¡Ta, ta! -dijo Sancho-. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre
Aldonza Lorenzo?
-Ésa es -dijo don Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el universo.
-Bien la conozco -dijo Sancho-, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive
el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo24 a cualquier
caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo25 que tiene, y qué voz! Sé decir que se
puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y,
aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que
no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo,
señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que, con
justo título, puede desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien,
puesto que le lleve el diablo. Y querría ya verme en camino, sólo por vella; que ha muchos días que no la veo, y debe de
estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra
merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente
que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal,
que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros
muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que
yo aún no era su escudero. Pero, bien considerado, ¿qué se le ha de dar a la señora Aldonza Lorenzo, digo, a la señora
Dulcinea del Toboso, de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced le envía y ha
de enviar? Porque podría ser que, al tiempo que ellos llegasen, estuviese ella rastrillando lino, o trillando en las eras, y ellos
se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente.
-Ya te tengo dicho antes de agora muchas veces, Sancho -dijo don Quijote-, que eres muy grande hablador, y que,
aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo. Mas, para que veas cuán necio eres tú y cuán discreto soy
yo, quiero que me oyas un breve cuento. «Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo,
desenfadada, se enamoró de un mozo motilón26, rollizo y de buen tomo. Alcanzólo a saber su mayor, y un día dijo a la
buena viuda, por vía de fraternal reprehensión: ''Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan
principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced, se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota
como fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados27 y tantos teólogos, en quien vuestra merced
pudiera escoger como entre peras, y decir: "Éste quiero, aquéste no quiero"''. Mas ella le respondió, con mucho donaire y
desenvoltura: ''Vuestra merced, señor mío, está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo he escogido
mal en fulano, por idiota que le parece, pues, para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe, y más, que Aristóteles''». Así
que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no
todos los poetas que alaban damas, debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen.
¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los
romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y
hueso, y de aquéllos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto28 a sus
versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y así, bástame a mí pensar y creer
que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; y en lo del linaje importa poco, que no han de ir a hacer la
información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber,
Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama;
y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna le iguala, y en la buena fama,
pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntola en
mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra
alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griega, bárbara o latina. […]
23 Letra muy difícil de leer que se usaba en los procesos.
24 Sacar la barba del lodo: sacar de un apuro, socorrer.
25 robustez.
26 tonto.
27 Teólogos que aún no recibieron el grado de maestros.
28 tema.

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Renacimiento

  • 1. EL RENACIMIENTO Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI. Fue un período de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias tanto naturales como humanas. La ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se extendió después por toda Europa. El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. El término «renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por el antropocentrismo. En ese sentido, el historiador y artista Giorgio Vasari formuló una idea determinante: el nuevo nacimiento del arte antiguo (Rinascita), que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo. De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística medieval, a la que calificó como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Sin embargo, los cambios tanto estéticos como en cuanto a la mentalidad fueron lentos y graduales. El concepto actual de renacimiento será formulado tal y como hoy lo entendemos en el siglo XIX por el historiador Jules Michelet. Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista. Contexto histórico. El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se suele establecer entre el Descubrimiento de América en 1492 y la Revolución Francesa en 1789, y que, en el terreno cultural, se divide en el Renacimiento (siglos XV y XVI) y el Barroco (siglos XVII y XVIII), con subdivisiones como el manierismo, el rococó y el neoclasicismo. Otros historiadores sitúan la fecha de inicio en 1453, con la Caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes Gutenberg).2 Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval ocurrida a lo largo del siglo XV por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano Germánico, el debilitamiento de la Iglesia Católica a causa de los cismas y los movimientos heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada del anquilosamiento del sistema feudal, y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por una teología escolástica sumida en el escepticismo.3 Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos ejércitos y administraciones burocratizadas –inicio del autoritarismo monárquico preconizado por Maquiavelo- así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado durante este período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las novedades.4 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de valorar el mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas, científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces a aglutinarse en un concepto de cultura general.3 En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con diferentes regímenes políticos –repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma- propició el ascenso de una élite económica que patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y el patrocinio de la literatura.5 Por su parte, el siglo XVI estaría marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con la llegada de Colón a América en 1492 (establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da Gama, 1498; vuelta al mundo de Magallanes, 1519-1521; desembarco de Cortés en México, 1519; conquista de Perú por Pizarro, 1530-1533), así como por la ruptura de la unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de la ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543; Anatomía de Vesalio, 1543) la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais) España. En España, el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas (Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a las artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia –de donde
  • 2. llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Doménico Fancelli- con la tradición local, y con algunos otros influjos –lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a España. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España plenamente, pues, los ecos del Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen artistas y obras de esa época en el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del gótico al manierismo. En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo XV – primer cuarto de siglo XVI), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo XVI) y estilo herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del plateresco es un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya Universidad y su fachada son el paradigma del estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase más avanzada de la italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de Vandelvira y Diego de Siloé. Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico. La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense traspasó el umbral cronológico del siglo XVI llegando con gran vigencia a la época barroca. En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo XVI. Los primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un peculiar manierismo que sentó las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más destacados. La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes –influidos por Rafael-, Luis de Morales, Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y Hernán de los Llanos. Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más originales de la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo estilístico propio: El Greco. Arte colonial hispanoamericano. Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la metrópoli, cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas corrientes que se producían en España, como el purismo y el plateresco (Catedral de Santo Domingo). Al iniciarse la colonización, la arquitectura que se desarrolló principalmente fue de signo religioso: por orden real, el primer edificio que se debía construir en cualquier nueva ciudad debía ser una iglesia. Durante la primera mitad del siglo XVI fueron las órdenes religiosas las encargadas de la edificación de numerosas iglesias en México, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto almenado con iglesia, convento, un atrio y una capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—, como el Convento de Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula. A mediados de siglo se empezaron a construir las primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular con testero plano, tomando como modelos la Catedral de Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició la Catedral del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina destaca la Catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui. Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y telas de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen con el Niño, con una iconografía de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles El Escorial. Estilo HerrerianoAltar de monasterio cisterciense Estilo Plateresco La resurrección de Cristo. El Greco.
  • 3. como arcabuceros contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo XVI es denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo XVI surgieron los grandes frescos murales, de carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar, procedentes de Sevilla, maestros españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos (Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).78 En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, confeccionadas generalmente en madera recubierta con yeso y decorada con encarnación –aplique directo del color– o estofado –sobre un fondo de plata y oro. A principios del siglo XVII nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña, la cuzqueña y la chilota, destacando l a labor patrocinadora de la orden jesuita. Literatura. La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba el papel primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la religiosa. En esta época, el mundo de las letras recibió un gran impulso con la invención de la imprenta por Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura por un público más mayoritario. Ello conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística, surgiendo los primeros sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio Antonio de Nebrija) y apareciendo las primeras academias de lenguas nacionales. La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también recibió una gran influencia de la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre renacentista, que se ejemplifica en la figura del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las armas y las letras por igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio. En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales considerados a veces precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre los literatos surgidos en esta era conviene destacar a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo, Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare Castiglione, Torquato Tasso, Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde descollaron François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania, la reforma protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por Ulrich von Hutten, Sebastian Brant y Hans Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro; Edmund Spenser, Michael Drayton, George Chapman, Henry Howard y Thomas Wyatt. En Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões. En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo XVII: la poesía, influida por la italiana del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; en prosa surgieron los libros de caballería (Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554), mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las letras españolas, autor del inmortal Don Quijote (1605).
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  • 11. LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES, Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES Tratado Primero: Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue Pues sepaVuesaMerced antetodas cosas que a míllamanLázaro deTormes,hijode Tomé Gonzálezyde Antona Pérez, naturales de Tejares,aldeade Salamanca.Mi nacimientofue dentrodelrío Tormes,por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue de esta manera. Mi padre,queDios perdone,tenía cargode proveer una moliendade unaaceña,que está riberadeaquel río,en lacual fue molinero más de quinceaños;yestando mimadreunanocheenla aceña,preñada demí,tomóleel partoypariómeallí:demanera que con verdad puedo decir nacidoenel río.Pues siendoyo niñode ochoaños,achacaron a mi padreciertas sangrías1 mal hechas enlos costales de los que allía moler venían,por loquefuepreso,yconfesóyno negóypadeció persecuciónpor justicia.Esperoen Dios que está en la Gloria, pues el Evangeliolos llamabienaventurados2 .En estetiempose hizo ciertaarmadacontramoros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterradopor el desastreya dicho,concargo deacemilero deun caballero quealláfue,ycon suseñor,comolealcriado,feneciósu vida. Mi viuda madre,comosinmaridoysin abrigose viese,determinóarrimarsea los buenos por serunodeellos,yvínosea vivir a la ciudad, y alquilóuna casilla,ymetiósea guisarde comer a ciertos estudiantes,ylavabala ropaa ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena,demaneraquefue frecuentandolas caballerizas.Ellayun hombremorenode aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento3 .Éstealgunasveces se veníaa nuestracasa,yse ibaa la mañana;otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprarhuevos,yentrábase encasa.Yo al principiode suentrada,pesábameconél yhabíale miedo,viendoel color ymalgesto quetenía; mas de que vi queconsuvenidamejorabaelcomer,fuile queriendobien,porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños,a que nos calentábamos.Demaneraque,continuandoconlaposadayconversación,mi madre vinoa darmeun negrito muy bonito, el cual yo brincaba yayudabaa calentar.Yacuérdome que,estandoel negrode mi padretrebejandoconel mozuelo,como el niño vía a mi madreya míblancos,ya él no,huíadélconmiedo parami madre, yseñalandoconeldedodecía:«¡Madre,coco!». Respondió él riendo: «¡Hideputa!».Yo,aunquebienmuchacho,notéaquellapalabrade mihermanico,ydijeentre mí:«¡Cuántos debe dehaber enel mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!» Quisonuestra fortunaquelaconversacióndelZaide,que asísellamaba,llegó a oídos delmayordomo,yhecha pesquisa, hallóse que la mitadpormediode lacebada,que paralas bestias le daban,hurtaba,ysalvados,leña,almohazas4 ,mandiles,ylas mantas ysábanas delos caballos hacíaperdidas,ycuandootracosano tenía,las bestias desherraba,ycon todoestoacudíaa mimadreparacriar a mi hermanico. No nos maravillemosde unclérigonifraile,porqueelunohurtade los pobres yel otro de casapara sus devotasypara ayuda de otro tanto, cuandoa un pobreesclavo el amorle animabaa esto.Yprobóselecuantodigoyaun más,porquea mícon amenazas me preguntaban, y como niñorespondía,ydescubríacuanto sabíaconmiedo,hastaciertasherraduras que por mandado de mi madre a un herrero vendí. Al tristede mi padrastro azotaronypringaron5 .,ya mi madrepusieronpenaporjusticia,sobreel acostumbradocentenario6 , que en casa del sobredichoComendador noentrase,ni allastimadoZaideen lasuya acogiese.Por noecharla sogatras elcaldero7 ,la tristeseesforzó y cumplió lasentencia;ypor evitarpeligroyquitarsede malas lenguas,se fuea servira los queal presentevivían en elmesónde laSolana; y allí,padeciendo milimportunidades,seacabó decriarmihermanico hastaque supoandar,ya mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban. En este tiempovino a posar almesónun ciego,el cual, pareciéndole que yo sería para adiestrarle, me pidió a mi madre, y ella me encomendóa él,diciéndole comoera hijo deun buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves 8 , y que ella confiabaen Dios no saldría peor hombrequemipadre,yque le rogabametratasebienymirasepor mí,pues erahuérfano.Él le respondió que asíloharía,yque merecibía nopormozo sinoporhijo.Yasíle comencéa servir yadiestrar a mi nuevo yviejo amo. Como estuvimos en Salamancaalgunos días,pareciéndolea miamoquenoerala gananciaa sucontento,determinóirse deallí;ycuandonos hubimos de partir,yo fui a ver a mi madre,yambos llorando,mediosubendición ydijo:«Hijo,ya sé quenote veré más. Procura ser bueno, y Dios te guíe.Criado te heycon buenamote he puesto.Válete por ti».Yasímefui paramiamo,que esperándome estaba.Salimos deSalamanca, y llegando a lapuente,está a laentradade ella unanimalde piedra,quecasitieneformade toro,yel ciego mandómequellegasecerca del animal, y allí puesto, me dijo: «Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro de él». Yo simplementellegué,creyendoser así;ycomosintiótenía lacabeza parde lapiedra,afirmóreciola manoydiomeunagrancalabazada en el diablo deltoro,quemás detres días meduró eldolor dela cornada,ydíjome:«Necio,aprendequeelmozo delciego un punto ha de saber másqueel diablo»,yrió muchola burla. Pareciómeque enaquelinstantedesperté dela simpleza enquecomo niño dormidoestaba. Dije entremí:«Verdaddice éste,quemecumpleavivar elojoyavisar,pues solosoy,ypensarcómome sepavaler».Comenzamos nuestro camino,yen muypocos días memostró jerigonza,ycomome viese debueningenio,holgábase mucho, y decía: «Yo oro ni plata no te lo puedodar,mas avisospara vivir muchos te mostraré».Yfue así,quedespués deDios éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adiestró enlacarrera devivir.Huelgodecontara VuesaMercedestas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los homb res subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio. Pues tornandoalbueno demiciego ycontandosus cosas,VuesaMercedsepaque desdequeDioscrióel mundo, ninguno formó má s astutoni sagaz.En suoficioeraunáguila;ciento ytantas oraciones sabía de coro9 ,: un tono bajo, reposado y muy sonable que hacía resonar laiglesia donderezaba,un rostro humildeydevoto queconmuybuencontinente ponía cuando rezaba,sinhacer gestos ni visajes con boca niojos,comootros suelen hacer.Allende deesto,tenía otras milformas ymaneras parasacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos ydiversos efectos:paramujeres que noparían,paralas queestabandeparto,paralas que eranmalcasadas,que sus maridos las quisiesenbien;echabapronósticos a las preñadas,sitraíahijoo hija.Pues encasodemedicina,decíaqueGalenono supola mitad que él para muela,desmayos,males demadre.Finalmente,nadieledecía padecer alguna pasión,queluego nole decía: «Haced esto, haréis esto otro,cosedtalyerba,tomad talraíz».Conestoandábasetodo elmundo tras él,especialmente mujeres,quecuanto les decían creían. De estas sacaba él grandes provechos con las artes que digo, y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año. Mas tambiénquieroquesepavuestramercedque,contodoloqueadquiría,jamás tan avarientoni mezquino hombreno vi, tanto que me mataba a míde hambre,yasíno me demediabade lonecesario10 .Digo verdad:si con mi sotileza ybuenasmañasno me supieraremediar, muchas veces me finarade hambre;mascontodosusaber yavisole contaminaba11 de talsuertequesiempre,o las más veces, me cabía lo más y mejor. 1 Hurtos en los sacos (costales) de harina. 2 En el Ev angelio de San Mateo, sedice que el Cielo será para aquellos que padecieron persecución injusta; el padrastro de Lázaro padeció persecución por haber robado. 3 Conocerse, en esa época, signif icaba tener relaciones sexuales. 4 Cepillos para limpiar a los caballos. 5 Pringar era un castigo que consistía en derramar tocino derretido al f uego sobre las heridas producidas por los azotes. 6 Castigo de cien azotes. 7 Echar la soga tras el caldero: perderlo todo. 8 Expedición contra musulmanes llev ada a cabo en esa isla del Norte de Áf rica. 9 Sabía de memoria. 10 No me demediaba de lo necesario: no comía ni la mitad de lo necesario. 11 Contaminaba: engañaba.
  • 12. EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA Primera Parte Capítulo 25 -En efecto -dijo Sancho-, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar? -¿Ya no te he dicho -respondió don Quijote- que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil insolencias, dignas de eterno nombre y escritura? Y, puesto que yo no pienso imitar a Roldán, o Orlando, o Rotolando (que todos estos tres nombres tenía12), parte por parte en todas las locuras que hizo, dijo y pensó, haré el bosquejo, como mejor pudiere, en las que me pareciere ser más esenciales. Y podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de Amadís, que sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más. -Paréceme a mí -dijo Sancho- que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias, pero vuestra merced, ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano? -Ahí está el punto -respondió don Quijote- y ésa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias13: el toque está desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado? Cuanto más, que harta ocasión tengo en la larga ausencia que he hecho de la siempre señora mía Dulcinea del Toboso; que, como ya oíste decir a aquel pastor de marras, Ambrosio: quien está ausente todos los males tiene y teme. Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no vista imitación. Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea; y si fuere tal cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de veras, y, siéndolo, no sentiré nada. Ansí que, de cualquiera manera que responda, saldré del conflito y trabajo en que me dejares, gozando el bien que me trujeres, por cuerdo, o no sintiendo el mal que me aportares, por loco. Pero dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino?; que ya vi que le alzaste del suelo cuando aquel desagradecido le quiso hacer pedazos. Pero no pudo, donde se puede echar de ver la fineza de su temple. A lo cual respondió Sancho: -Vive Dios, señor Caballero de la Triste Figura, que no puedo sufrir ni llevar en paciencia algunas cosas que vuestra merced dice, y que por ellas vengo a imaginar que todo cuanto me dice de caballerías y de alcanzar reinos e imperios, de dar ínsulas y de hacer otras mercedes y grandezas, como es uso de caballeros andantes, que todo debe de ser cosa de viento y mentira, y todo pastraña, o patraña, o como lo llamáremos. Porque quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar, sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero14 el juicio? La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos. -Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro -dijo don Quijote- que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¿Que es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello ansí, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan y les vuelven según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así, eso que a t i te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa. Y fue rara providencia del sabio que es de mi parte hacer que parezca bacía a todos lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que, siendo él de tanta estima, todo el mundo me perseguirá por quitármele; pero, como ven que no es más de un bacín de barbero, no se curan de procuralle, como se mostró bien en el que quiso rompelle y le dejó en el suelo sin llevarle; que a fe que si le conociera, que nunca él le dejara. Guárdale, amigo, que por ahora no le he menester; que antes me tengo de quitar todas estas armas y quedar desnudo como cuando nací, si es que me da en voluntad de seguir en mi penitencia más a Roldán que a Amadís. Llegaron, en estas pláticas, al pie de una alta montaña que, casi como peñón tajado, estaba sola entre otras muchas que la rodeaban. Corría por su falda un manso arroyuelo, y hacíase por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que daba contento a los ojos que le miraban. Había por allí muchos árboles silvestres y algunas plantas y flores, que hacían el lugar apacible. Este sitio escogió el Caballero de la Triste Figura para hacer su penitencia; y así, en viéndole, comenzó a decir en voz alta, como si estuviera sin juicio: -Éste es el lugar, ¡oh cielos!, que diputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto. Éste es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continos y profundos sospiros moverán a la contina las hojas destos montaraces árboles, en testimonio y señal de la pena que mi asendereado corazón padece. ¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas15, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me 12 Roldán es la forma en que aparece en gestasy romances medievales; delfrancés Rolant; Orlando es la italiana de los poemas épicos renacentistas y Rotolando es la más parecida al latín Routlandus. Es el mismo personaje: sobrino legendario de Carlomagno. 13 Ni grado ni gracia: ¿qué gracia tiene?. 14 vacío. 15 Napeas y dríades: ninfas de los valles y los bosques respectivamente.
  • 13. ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recetes a la causa total de todo ello! Y, diciendo esto, se apeó de Rocinante, y en un momento le quitó el freno y la silla; y, dándole una palmada en las ancas, le dijo: -Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan estremado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres, que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo16 de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Bradamante17. Viendo esto Sancho, dijo: -Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio18; que a fe que no faltaran palmadicas que dalle, ni cosas que decille en su alabanza; pero si él aquí estuviera, no consintiera yo que nadie le desalbardara, pues no había para qué, que a él no le tocaban las generales de enamorado ni de desesperado, pues no lo estaba su amo, que era yo, cuando Dios quería. Y en verdad, señor Caballero de la Triste Figura, que si es que mi partida y su locura de vuestra merced va de veras, que será bien tornar a ensillar a Rocinante, para que supla la falta del rucio, porque será ahorrar tiempo a mi ida y vuelta; que si la hago a pie, no sé cuándo llegaré ni cuándo volveré, porque, en resolución, soy mal caminante. -Digo, Sancho -respondió don Quijote-, que sea como tú quisieres, que no me parece mal tu designio; y digo que de aquí a tres días te partirás, porque quiero que en este tiempo veas lo que por ella hago y digo, para que se lo digas. -Pues, ¿qué más tengo de ver -dijo Sancho- que lo que he visto? -¡Bien estás en el cuento! -respondió don Quijote-. Ahora me falta rasgar las vestiduras, esparcir las armas y darme de calabazadas por estas peñas, con otras cosas deste jaez que te han de admirar. -Por amor de Dios -dijo Sancho-, que mire vuestra merced cómo se da esas calabazadas; que a tal peña podrá llegar, y en tal punto, que con la primera se acabase la máquina desta penitencia; y sería yo de parecer que, ya que vuestra merced le parece que son aquí necesarias calabazadas y que no se puede hacer esta obra sin ellas, se contentase, pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de burla, se contentase, digo, con dárselas en el agua, o en alguna cosa blanda, como algodón; y déjeme a mí el cargo, que yo diré a mi señora que vuestra merced se las daba en una punta de peña más dura que la de un diamante. -Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote-, mas quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos19, y el hacer una cosa por otra lo mesmo es que mentir. Ansí que, mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico. Y será necesario que me dejes algunas hilas20 para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltase el bálsamo que perdimos. -Más fue perder el asno -respondió Sancho-, pues se perdieron en él las hilas y todo. Y ruégole a vuestra merced que no se acuerde más de aquel maldito brebaje; que en sólo oírle mentar se me revuelve el alma, no que el estómago. Y más le ruego: que haga cuenta que son ya pasados los tres días que me ha dado de término para ver las locuras que hace, que ya las doy por vistas y por pasadas en cosa juzgada, y diré maravillas a mi señora; y escriba la carta y despácheme luego, porque tengo gran deseo de volver a sacar a vuestra merced deste purgatorio donde le dejo. -¿Purgatorio le llamas, Sancho? -dijo don Quijote-. Mejor hicieras de llamarle infierno, y aun peor, si hay otra cosa que lo sea. -Quien ha infierno -respondió Sancho-, nula es retencio21, según he oído decir. -No entiendo qué quiere decir retencio -dijo don Quijote. -Retencio es -respondió Sancho- que quien está en el infierno nunca sale dél, ni puede. Lo cual será al revés en vuestra merced, o a mí me andarán mal los pies, si es que llevo espuelas para avivar a Rocinante; y póngame yo una por una22 en el Toboso, y delante de mi señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un alcornoque; con cuya respuesta dulce y melificada volveré por los aires, como brujo, y sacaré a vuestra merced deste purgatorio, que parece infierno y no lo es, pues hay esperanza de salir dél, la cual, como tengo dicho, no la tienen de salir los que están en el infierno, ni creo que vuestra merced dirá otra cosa. -Así es la verdad -dijo el de la Triste Figura-; pero, ¿qué haremos para escribir la carta? -Y la libranza pollinesca también -añadió Sancho. -Todo irá inserto -dijo don Quijote-; y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles, o en unas tablitas de cera; aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aun más que bien, escribilla: que es en el librillo de memoria que fue de 16 Caballo alado que monta Astolfo en Orlando furioso de Ariosto. 17 Frontino es otro caballo que aparece en Orlando furioso. 18 Se hace referencia aquí a que el rucio (el asno) de Sancho ha sido robado. 19 Relapso: reincidencia en una falta ya sancionada. 20 Vendas. 21 Sancho dice mal: confunde una frase que se decía en la iglesia en el Oficio de Difuntos. 22 Una por una: de hecho.
  • 14. Cardenio; y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares, donde haya maestro de escuela de muchachos, o si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún escribano, que hacen letra procesada23, que no la entenderá Satanás. -Pues, ¿qué se ha de hacer de la firma? -dijo Sancho. -Nunca las cartas de Amadís se firman -respondió don Quijote. -Está bien -respondió Sancho-, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y ésa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y quedaréme sin pollinos. -La libranza irá en el mesmo librillo firmada; que, en viéndola, mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla. Y, en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: "Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura". Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cuatro veces; y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo Corchuelo, y su madre, Aldonza Nogales, la han criado. -¡Ta, ta! -dijo Sancho-. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo? -Ésa es -dijo don Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el universo. -Bien la conozco -dijo Sancho-, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo24 a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo25 que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que, con justo título, puede desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo. Y querría ya verme en camino, sólo por vella; que ha muchos días que no la veo, y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero. Pero, bien considerado, ¿qué se le ha de dar a la señora Aldonza Lorenzo, digo, a la señora Dulcinea del Toboso, de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced le envía y ha de enviar? Porque podría ser que, al tiempo que ellos llegasen, estuviese ella rastrillando lino, o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente. -Ya te tengo dicho antes de agora muchas veces, Sancho -dijo don Quijote-, que eres muy grande hablador, y que, aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo. Mas, para que veas cuán necio eres tú y cuán discreto soy yo, quiero que me oyas un breve cuento. «Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un mozo motilón26, rollizo y de buen tomo. Alcanzólo a saber su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por vía de fraternal reprehensión: ''Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced, se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados27 y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir: "Éste quiero, aquéste no quiero"''. Mas ella le respondió, con mucho donaire y desenvoltura: ''Vuestra merced, señor mío, está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo he escogido mal en fulano, por idiota que le parece, pues, para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe, y más, que Aristóteles''». Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas, debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquéllos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto28 a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; y en lo del linaje importa poco, que no han de ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama; y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griega, bárbara o latina. […] 23 Letra muy difícil de leer que se usaba en los procesos. 24 Sacar la barba del lodo: sacar de un apuro, socorrer. 25 robustez. 26 tonto. 27 Teólogos que aún no recibieron el grado de maestros. 28 tema.