1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, Nº 5, septiembre 2006
Foto:Baharri
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Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
Tras un paseo por el parque, un hombre entró
–con su hijo pequeño- en una cafetería; para
tomar un refresco. El camarero, hábil
psicólogo de barra, le dirigió un comentario
incisivo: “caballero: su hijo ve demasiada
televisión”.
Aquello dejó perplejo al hombre. ¿Cómo un
desconocido podía aseverar con tanta
seguridad lo que con sus propios ojos no había
visto? ¿Era un listillo, un buen observador, o
un simple proyector de sus propias costumbre
familiares?
Educadamente, le preguntó al barman: y…
¿cómo está Ud tan seguro de que mi hijo ve
tanta televisión? La respuesta fue
contundente: “señor…, su hijo es calcado a Mr.
Bean”.
El padre “abrió los ojos” y vio a su niño
desplazándose por el local con el aspecto del
cómico inglés. No estaba en su físico la
similitud. Estaba en su conducta.
La conducta se aprende por contagio, a
través de la imitación de modelos. Acabamos
pareciéndonos a aquellos con los que
vivimos, y a los personajes de los medios de
comunicación.
Los estudios de liderazgo y el sentido
común muestran que, a lo que más se
parecen los colaboradores, es… a su propio
jefe. Sus “preferidos” se le parecen (y, por
ello, le gustan el doble); y sus
“problemáticos” son su vivo reflejo, ya que lo
que no soportamos en otros suele ser nuestro
peor defecto:
Las personas que nos complacen
adquieren, por contacto, nuestras mejores
cualidades. Por reciprocidad, al tratarles
bien, responden bien.
Los “molestos”, terminan reproduciendo
nuestros malos hábitos en su propia
conducta: no les informamos y no nos
informan; no les escuchamos y no nos
escuchan; decidimos sin contar con ellos y
ellos lo mismo; les calumniamos y nos
calumnian, etc.
En palabras de Einstein y Gandhi, “El propio
ejemplo no es la mejor forma de influir sobre
los demás, es la única manera” y “nosotros
hemos de ser el cambio que queremos ver en
el mundo”.
Pongamos manos a la obra, no sólo en
transformar los productos, procesos y medios
técnicos; sino también nuestra forma de
pensar, sentir y actuar ante los retos
venideros. Procuremos ser los primeros en
incorporar pautas de excelencia, para
contagiar al resto con el propio ejemplo.
Cuando asista a un seminario de
habilidades directivas, no busque trucos para
cambiar a los demás. Es a uno mismo al que
más le conviene transformarse.
Cambiando uno primero, mejoraremos
nosotros y también quienes nos rodean.
Nuestra primera tarea es buscar un buen
modelo, e imitarle. AAccttúúaa ccoommoo ssii ttuuvviieerraass
uunnaa ccuuaalliiddaadd yy,, aall ffiinnaall,, llaa tteennddrrááss.