1. Los Huilliches, señor, no son llorones;
ni andan con el alma arrodillada de temor;
si nos quitan el sol y la tierra,
somos capaces de esperar a las estrellas.
¡Sí, señor!
¡Anda usted equivocado por la vereda de la notaría!
¡Anda usted mareado con tanto whisky importado!
¿Sabe usted la conciencia de los ríos?
¿Conoce acaso el oficio de la paciencia?
¿Sabe distinguir el lenguaje de las ovejas y los caprichos de la luna menguante?
¿Sabe acaso vencer al frío con la mirada y tejerse una manta en telares nacidos de sus propias
manos?
¿Sabe manejar el tiempo sin relojes?
¿Sabe usted esperar un bus 24 horas sin inquietarse?
¿Sabe amar sin ostentación y morirse dormido en el
campo?
¿Sabe usted darle la mano al vecino sin esperar las
gracias?
¿Sabe navegar de a caballo y navegar en una chalupa?
¿Sabe cosechar la miel, respetando las abejas?
¿Sabe gozar de la cosecha compartida?
¿Sabe hacer un nguillatún?, ¿sabe rezar para adentro
y entender la oración de la trutruca,
y descubrir la seriedad de la vida en la comunidad de los
humanos?
¿Sabe dibujar con los ojos en las nubes?
¿Sabe guardarle secretos al mar?
¿Sabe acariciar la noche y tocar la tierra con las dos
manos al amanecer?
¿Sabe cantarle a la muerte y esperarla de pie?