2. Introducción
• ¿Siempre se ha tenido conciencia de la
consistencia propia de la vida social en la
Teología Moral?
• La Teología Preconciliar solía considerar al
hombre casi exclusivamente como individuo.
3. Esquema de la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino
• I: Primera parte (Prima)
• Teología (1).
Dios: Dios uno (2-26), Dios trino (27-43), Dios creador (44-74).
Criaturas: ángeles (50-64), hombre (75-102), cosmos (103-119).
• I-II. Primera sección de la segunda parte (Prima secundae)
• Bienaventuranza, fin del hombre (1-5)
Actos humanos (7-21). Pasiones (22-48), hábitos (49-54).
Virtud (55-67), dones (68-70), vicio y pecado (71-89)
Ley: en general (90-97), antigua (98-105), nueva (106-108).
Gracia (109-113), mérito (114).
• II-II. Segunda sección de la segunda parte (Secunda secundae)
• Virtudes teologales: fe (1-16), esperanza (17-22), caridad (23-46)
Virtudes cardinales: prudencia (47-56), justicia (57-122),
fortaleza (123-140), templanza (141-170).
Carismas (171-178) y estados de vida (179-189).
• III. Tercera parte (Tertia)
• Cristo: Su encarnación (1-6), sus cualidades (7-26), su vida (27-59)
Sacramentos: en general (60-65).
Bautismo (66-71), Confirmación (72), Eucaristía (73-83), Penitencia (84-90).
4. • Incluso en los tratados dedicados a las comunidades
humanas (De ecclesia, De matrimonio) se
examinaban principalmente los derechos y los
deberes de cada uno para con los demás.
• El fenómeno de la toma de conciencia de la
socialidad desde fines del s. XIX, ha obligado a
los teólogos a dirigir cada vez más su atención
a este aspecto de la vida humana, ilustrado
abundantemente en la revelación.
5. Respecto al momento en que emerge la sociología como nueva
ciencia:
• “En el siglo XIX la biología con Claude Bernard y Gregor Mendel, y
la sociología con Comte y Durkheim, se separaron de la filosofía en
que, desde la Antigüedad, figuraban como especulación acerca de
los hechos biológicos y sociales, lo mismo que anteriormente, en
los siglos XVI y XVII, la física de Galileo y en el siglo XVIII la química
con Lavoisier, se desprendieron también de la filosofía para
convertirse en ciencias.”
DE AZEVEDO, Fernando. Sociología de la Educación. Fondo de Cultura
Económica; México 1942. p. 16
6. ¿Por qué se da el surgimiento de la sociología en ese momento
de la historia?
• “La sociología no podía aparecer – escribe Durkheim- antes de que
se hubiera adquirido el sentimiento de que las sociedades, como el
resto del mundo, están sometidas a leyes que derivan
necesariamente de su naturaleza y la expresan. Y hasta fines del
siglo XVIII no se empezó a entrever que el reino social, como otros
reinos de la naturaleza, tiene leyes propias.”
• DURKHEIM. “Sociologie et sciences sociales”, en: De la méthode
dans les sciences sociales. 1a. serie. Nouvelle Collection
Scientifíque. Librairie Félix Alcan; Paris 1928. Pp. 307 – 333.
• DE AZEVEDO. O.c. p. 17.
7. ¿Qué autor abre esta toma de conciencia?
• “ Procediendo más tarde, ya en el siglo XIX, y en su Curso de filosofía positiva, a
revisar todas las ciencias constituidas en su tiempo, Comte comprobó «que se
apoyaban todas sobre ese axioma de que los hechos de que tratan se hallan
ligados por relaciones necesarias, es decir, por el principio determinista; de
donde se deduce que este principio, comprobado de este modo en todos los
reinos de la naturaleza, desde el reino de las magnitudes matemáticas hasta el
de la vida, debía ser igualmente comparable en el reino social». Establecido el
concepto de que a ese nuevo orden de hechos, del que no se ocupaba ninguna
de las ciencias anteriormente constituidas, se aplicaba el mismo principio de
determinismo universal, quedó fundada una nueva ciencia, la ciencia social, que
adoptó el nombre con que la había bautizado Comte.”
DE AZEVEDO. Ibidem.
8. • En el orden político es conveniente señalar que esta toma de conciencia de la
existencia de la vida social y las leyes que le son propias se manifiesta en la forma
como modernamente se constituyen los estados, ya no en función de la promesa
de fidelidad a un señor (Rey), sino en función al reconocimiento de la naturaleza
de los pueblos (historia, lengua, religión en común).
• La reflexión sobre el aspecto comunitario de la
vida humana exigió cierta renovación del
método teológico, en donde el planteamiento
lógico deductivo propio de la neo escolástica
(que procede de los principios generales para
llegar a los enunciados particulares) tiene que
ser sustituido por una orientación inductivo –
deductiva.
9. Esta novedad metodológica (adoptada ya de hecho por la GS) se
manifiesta de dos maneras:
• La primera es la de aquel procedimiento teológico que el concilio designó como
atención a los “signos de los tiempos” (GS 4, 11): el teólogo “procura discernir en
los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con
sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de
Dios”.
• La segunda manifestación de la renovación teológica en la teología de la
socialidad se refiere al uso de las fuentes positivas. La Sagrada Escritura y los
Padres, naturalmente, no conocen la categoría abstracta de la “socialidad”, pero
hablan de las comunidades concretas (la familia, el pueblo, la Iglesia…). La
teología considera tales afirmaciones particulares como “datos”, y busca a partir
de ellos reconocer una teología de la socialidad humana que explique esas
afirmaciones sobre la relación del individuo con su pueblo, con su comunidad
eclesial, etc.
10. I. Naturaleza Social del Hombre
1. Los Datos de la Revelación
• I.1.1. Sagradas Escrituras
• La Sagrada Escritura conoce varias comunidades y sociedades
humanas, las describe y las aprecia como factores positivos o
negativos de la historia de la salvación.
• Aquí nos detendremos en dos sociedades o comunidades
humanas características: la familia, y el pueblo.
11. La Familia
• En el Génesis, el hombre aparece como necesitado de una ayuda
semejante a sí mismo: No le está bien permanecer solo, Gen 2, 18 – 20:
• “18 Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy
a hacerle una ayuda adecuada». 19 Entonces el Señor Dios modeló con
arcilla del suelo a todos los animales de campo y a todos los pájaros del
cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque
cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. 20 El
hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves
del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la
ayuda adecuada.”
12. El hombre y la mujer, en su diversidad, tienen que constituir una unidad
querida por Dios, Gen 2, 21 – 24:
• “21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo
sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró
con carne el lugar vacío. 22 Luego, con la costilla que había sacado
del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al
hombre. 23 El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido
sacada del hombre». 24 Por eso el hombre deja a su padre y a su
madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.”
13. la imagen de Dios brilla de una manera
particularmente intensa en la unidad de
hombre y mujer (lo cual, naturalmente, no
excluye que también la persona individual sea
una imagen).
14. Mt. 19, 3 – 9:
• “3 Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba,
le dijeron: « ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por
cualquier motivo?». 4 El respondió: « ¿No han leído ustedes
que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; 5 y
que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre
para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola
carne"? 6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». 7 Le
replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar
una declaración de divorcio cuando uno se separa?». 8 El les
dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la
dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era sí. 9
Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no
ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete
adulterio».”
15. Jesús presenta, mediante su auténtica interpretación, el
verdadero designio de Dios:
A los que Dios ha unido el hombre no los puede separar.
La comunidad matrimonial, exigida por la naturaleza, se
manifiesta también como realizada por el Creador.
• Precisamente por eso, la comunidad matrimonial
está inserta en la historia de la salvación:
• Al principio se presenta en toda su perfección;
luego, como consecuencia del endurecimiento
del corazón de la humanidad pecadora, se
muestra en decadencia; en la plenitud de los
tiempos mesiánicos, vuelve a su perfección.
16. San Pablo explica, Ef 5, 25 – 32:
• “25 Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y
se entregó por ella, 26 para santificarla. El la purificó con el
bautismo del agua y la palabra, 27 porque quiso para sí una
Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún
defecto, sino santa e inmaculada. 28 Del mismo modo, los
maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El
que ama a su esposa se ama a sí mismo. 29 Nadie
menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo
cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, 30 por nosotros, que
somos los miembros de su Cuerpo. 31 Por eso, el hombre
dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los
dos serán una sola carne. 32 Este es un gran misterio: y yo
digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia.”
• La manera de realizar esta perfección es en el matrimonio
cristiano, una parte no se sirve de la otra para obtener
ventajas, sino que se da y se sacrifica por la otra.
17. La comunidad matrimonial, a pesar de su origen divino,
puede sin embargo quedar superada y sustituida por
una forma más elevada de la socialidad, por parte de
aquellos que renuncian a ella por amor al Reino de los
Cielos, Sn. Mt. 19, 12:
• “12 En efecto, algunos no se casan, porque
nacieron impotentes del seno de su madre;
otros, porque fueron castrados por los
hombres; y hay otros que decidieron no
casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que
pueda entender, que entienda!».”
18. Aun cuando no sea bueno para el hombre estar solo, sin
embargo es bueno en determinadas condiciones permanecer sin
los valores de la comunidad matrimonial, 1 Cor 7, 7:
“7 Mi deseo es que todo el mundo sea como yo, pero cada uno
recibe del Señor su don particular: unos este, otros aquel.”
• y seguir estando disponible para un encuentro
con Dios prolongado y libre de perturbaciones, 1
Cor 7, 35:
• “35 Les he dicho estas cosas para el bien de
ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para
que ustedes hagan lo que es más conveniente y
se entreguen totalmente al Señor.”
19. El Pueblo
• En la visión veterotestamentaria del hombre está
presente el pueblo, no sólo como el ambiente dentro
del cual se mueve el individuo, sino como protagonista
del diálogo con Dios, Gen 12, 1 – 4:
• “1 El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa
de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. 2 Yo haré
de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu
nombre y serás una bendición. 3 Bendeciré a los que te
bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se
bendecirán todos los pueblos de la tierra». 4 Abram
partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se
fue con él. Cuando salió de Jarán, Abram tenía setenta
y cinco años.”
20. El Señor establece su alianza con el pueblo, le promete fidelidad,
exige su obediencia, lo guía y lo defiende, Gen 17, 1 – 11:
• “1 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le
dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé
irreprochable. 2 Yo haré una alianza contigo, y te daré una descendencia
muy numerosa». 3 Abram cayó con el rostro en tierra, mientras Dios le
seguía diciendo: 4 «Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una
multitud de naciones. 5 Y ya no te llamarás más Abram: en adelante tu
nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una
multitud de naciones. 6 Te haré extraordinariamente fecundo: de ti
suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. 7 Estableceré mi alianza contigo
y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una
alianza eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. 8 Yo te daré
en posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán,
esa tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios». 9
Después, Dios dijo a Abraham: «Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú,
y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones. 10 Y esta es
mi alianza con ustedes, a la que permanecerán fieles tú y tus
descendientes; todos los varones deberán ser circuncidados. 11
Circuncidarán la carne de su prepucio, y ese será el signo de mi alianza con
ustedes.”
21. Ex 19, 3 – 8:
“3 Moisés subió a encontrarse con Dios. El Señor lo llamó desde
la montaña y le dijo: «Habla en estos términos a la casa de Jacob
y anuncia este mensaje a los israelitas: 4 «Ustedes han visto
cómo traté a Egipto, y cómo los conduje sobre alas de águila y
los traje hasta mí. 5 Ahora, si escuchan mi voz y observan mi
alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos,
porque toda la tierra me pertenece. 6 Ustedes serán para mí un
reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada».
Estas son las palabras que transmitirás a los israelitas». 7 Moisés
fue a convocar a los ancianos de Israel y les expuso todas estas
palabras, como el Señor se lo había ordenado. 8 El pueblo
respondió unánimemente: «Estamos decididos a poner en
práctica todo lo que ha dicho el Señor». Y Moisés comunicó al
Señor la respuesta del pueblo.”
• La existencia plena del individuo se realiza en la medida en
que se inserta en el pueblo de la alianza.
22. Nuevo Testamento
• La actitud social que se le exige al cristiano en
el Nuevo Testamento es compleja.
• Supone la aceptación de todos los deberes en
relación con la estructura social existente.
• Mientras no se oponga a Dios, la autoridad
tiene que ser respetada, no porque sea buena
o porque reciba una consagración especial,
sino por el mero hecho de que el que tiene la
autoridad es ministro de Dios.
23. La estructura social en su secularidad tiene, por consiguiente, un
valor teologal
• Rom 13, 1 – 7:
“Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay
autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas
por él. 2 En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden
establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. 3 Los que hacen
el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que
obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás
su elogio. 4 Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien.
Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino
que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. 5
Por eso es necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al
castigo sino por deber de conciencia. 6 Y por eso también, ustedes deben
pagar los impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al
servicio de Dios encargados de cumplir este oficio. 7 Den a cada uno lo
que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe
contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a
quien le es debido.”
24. Sin embargo, el cristiano tiene que rechazar toda pertenencia comunitaria que se
apoye en las “concupiscencias de la carne“
de 1 Pe 2, 11: El pecado.
“11 Queridos míos, yo los exhorto, como a gente de paso y
extranjeros: no cedan a esos deseos carnales que combaten contra
el alma. 12 Observen una buena conducta en medio de los paganos
y así, los mismos que ahora calumnian como a malhechores, al ver
sus buenas obras, tendrán que glorificar a Dios el día de su Visita.”
En cambio, el cristiano debe incorporarse en la convivencia social
con un nuevo espíritu “en el Señor”, deseando obedecer la
voluntad del Creador.
25. La socialidad se actúa de un modo cada vez más
profundo, a medida que el hombre vive más unido
con su Creador, superando de esta forma el amor
propio desordenado, que tiende a prevalecer en el
hombre marcado por el pecado.
• San Pablo nos enseña que el pecador se aleja de la
comunidad del Pueblo de Dios,
• Ef. 2, 11 – 12:
“11 Por eso, recuerden lo que ustedes eran antes: paganos
de nacimiento, llamados «incircuncisos» por aquellos que
se dicen «circuncisos», en virtud de un corte practicado en
la carne. 12 Entonces ustedes no tenían a Cristo y estaban
excluidos de la comunidad de Israel, ajenos a las alianzas de
la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.”
26. Según San Juan existe una unidad irrompible entre el amor a
Dios y el amor al prójimo , 1 Jn. 4, 7 – 21:
8 El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. 9 Así Dios nos
manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por
medio de él. 10 Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por
nuestros pecados. 11 Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros
debemos amarnos los unos a los otros. 12 Nadie ha visto nunca a Dios: si nos
amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha
llegado a su plenitud en nosotros. 13 La señal de que permanecemos en él y él
permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. 14 Y nosotros
hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
15 El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios
permanece en él. 16 Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y
hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en
Dios, y Dios permanece en él. 17 La señal de que el amor ha llegado a su plenitud
en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya
en este mundo somos semejantes a él. 18 En el amor no hay lugar para el temor:
al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo,
y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. 19 Nosotros amamos porque
Dios nos amó primero. 20 El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es
un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su
hermano, a quien ve?21 Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que
ama a Dios debe amar también a su hermano.
27. Padres de la Iglesia
• El pensamiento patrístico sobre la socialidad del hombre ha
sido poco explorado.
• En general se sabe que los Padres consideran al hombre como
un ser “destinado a vivir en unidad” con los demás hombres,
para unirse con Dios a través de esa unidad (Cf. San Ignacio de
Antioquia, Carta a los Filadelfios, 8).
28. La separación de la unidad es la consecuencia de la resistencia a la voluntad
divina. Recordemos el texto de Orígenes, tantas veces citado:
“Donde hay pecados, allí hay muchedumbre, allí cismas, herejías,
discordias; donde hay virtud, allí hay unidad, por la que hay un solo
corazón y una sola alma en todos los creyentes. Hablando más
claramente, la muchedumbre es el principio de todos los males, mientras
que el principio de todos los bienes está en la reunión y en la reducción de
la turba a lo uno; efectivamente, todos nosotros, si hemos de salvarnos,
hemos de llegar a la unión, para hacernos perfectos, con los mismos
sentimientos y con el mismo pensamiento, de manera que formemos un
solo cuerpo y un solo espíritu. Por el contrario, si no estamos contenidos
en la unidad, sino que puede decirse de nosotros “yo soy de Pablo, yo soy
de Apolo, yo soy de Cefas”, y de este modo estamos divididos y separados
por la maldad, no podremos estar donde se encuentran aquellos que han
sido conducidos a la unión. Porque así como el Padre y el Hijo son una sola
cosa, así también aquellos que tienen un único espíritu son llevados a la
unión.” ORIGENES, In Ezech. Hom. 9, 1: PG 13, 732.
29. El texto que acabamos de citar demuestra la riqueza y la problematicidad del
pensamiento patrístico sobre la socialidad del hombre.
• Dios atrae a la creación hacia la unión que se realizará
de manera perfecta en la salvación escatológica;
• El impulso hacia esa unidad (natural y sobrenatural)
solamente se ve obstaculizado por el pecado.
30. • Según SANTO TOMÁS, la multiplicidad de las criaturas y su variedad no
tiene origen en el pecado, sino que es querida por Dios. STh. 1, q. 47,
a. 1:
• “Por lo tanto, hay que decir: La diversificación y la multitud de las cosas
proviene de la intención del primer agente, que es Dios. Pues produjo
las cosas en su ser por su bondad, que comunicó a las criaturas, y para
representarla en ellas. Y como quiera que esta bondad no podía ser
representada correctamente por una sola criatura, produjo muchas y
diversas a fin de que lo que faltaba a cada una para representar la
bondad divina fuera suplido por las otras. Pues la bondad que en Dios
se da de forma total y uniforme, en las criaturas se da de forma
múltiple y dividida. Por lo tanto, el que más perfectamente participa de
la bondad divina y la representa, es todo el universo más que cualquier
otra criatura. Y porque la causa de la diversificación de las cosas se
debe a la sabiduría divina, Moisés dice que las cosas han sido hechas
distintas en la Palabra de Dios, que es la concepción de la sabiduría.
Esto es lo que se dice en Gen 1,3-4: Dijo Dios: Hágase la luz. Y separó la
luz de las tinieblas.”
31. Pero en la multiplicidad hay también una unidad :
“Dios es uno, se demuestra de tres maneras. 1) Primera, por su
simplicidad. Es evidente que aquello por lo cual algo es esta cosa, de
ningún modo es transmisible a muchos. Ejemplo: Aquello por lo que
Sócrates es hombre, se puede decir de muchos; pero aquello por lo que es
este hombre, sólo se puede decir de uno. Si aquello por lo que Sócrates es
hombre fuera también aquello por lo que es este hombre, así como no
puede haber muchos Sócrates, así tampoco podría haber muchos
hombres. Esto es lo que le corresponde a Dios, pues el mismo Dios es su
naturaleza, como quedó demostrado (q.3 a.3). Por lo cual Dios y este Dios
son el mismo. Así, pues, resulta imposible que haya muchos Dioses. 2)
Segunda, por la infinitud de su perfección. Quedó demostrado (q.4 a.2)
que Dios contiene en sí mismo toda la perfección del ser. Si hubiera
muchos dioses, entre ellos debería haber diferencia. Algo le
correspondería a uno que no tendría otro. Y si este algo fuese la privación,
no sería absolutamente perfecto. Y si este algo fuese la perfección, a otro
le faltaría. Luego es imposible que haya muchos dioses. De ahí que los
antiguos filósofos, impulsados por esta misma verdad, al establecer un
principio infinito, establecieron un solo principio.
32. 3) Tercera, por la unidad del mundo. Todo lo
existente esta íntimamente ordenado, ya que unas
cosas sirven a las otras. Las cosas diversas no
convergerían en un orden a no ser que fueran
ordenadas por uno. Pues lo múltiple se coordina
mejor dentro del orden que establece uno al que
establecen muchos ya que el uno es causa de
unidad, mientras que lo múltiple lo es sólo
accidentalmente, esto es, en cuanto de algún modo
es uno. Así pues, como quiera que aquello que es
primero es, en cuanto tal, lo más perfecto y no
accidentalmente, es necesario que lo primero a lo
que se reduce todo en un orden sea uno solo. Y
esto es Dios.” STh 1, q. 11, a. 3
33. El mundo, por consiguiente, es concebido como
universo, uno en su diversidad, como un complejo
de criaturas distintas, ordenadas entre sí y que
tienden justamente al mismo fin, por voluntad de
un mismo Creador.
La idea de la belleza del universo, que supone
una multitud ordenada, exige entre los
hombres un orden humano, cierta estructura
social y jurídica;
34. Incluso en el mismo estado paradisíaco habría existido un “dominium”, un poder
social – político de los unos sobre los otros. STh 1, q. 96, a. 4:
“El dominio tiene doble acepción. 1) Una, como opuesto a la servidumbre; y en
este sentido domina quien tiene un siervo. 2) Otra, referida a cualquier modo de
tener a alguien sometido; y en este sentido domina quien tiene el gobierno o
dirección de personas libres. El dominio en el primer sentido no se daba en el
estado de inocencia; mientras que el segundo ciertamente era posible. El porqué
de esto radica en que el siervo y el libre difieren en que el libre es dueño de sí,
como dice el Filósofo al comienzo de Metaphys.; mientras que el siervo depende
de otros. Hay, por tanto, servidumbre cuando se retiene a alguien para utilidad
propia. Porque todos desean el bien propio y se entristecen cuando lo propio debe
ser cedido en favor de otro, este dominio conlleva la aflicción en los sometidos.
Por eso no podía darse en el estado de inocencia. Por el contrario, el dominio libre
coopera al bien del sometido o del bien común. Este dominio es el que existía en
el estado de inocencia por un doble motivo. 1) El primero, porque el hombre es
por naturaleza animal social, y en el estado de inocencia vivieron en sociedad.
Ahora bien, la vida social entre muchos no se da si no hay al frente alguien que los
oriente al bien común, pues la multitud de por sí tiende a muchas cosas; y uno
sólo a una. Por esto dice el Filósofo en Politic. que, cuando muchos se ordenan a
algo único, siempre se encuentra uno que es primero y dirige. 2) El segundo,
porque si un hombre tuviera mayor ciencia y justicia, surgiría el problema si no lo
pusiera al servicio de los demás, según aquello de 1 Pe 4,10: El don que cada uno
ha recibido, póngalo al servicio de los otros. Y Agustín, en XIX De Civ. Dei, dice: Los
justos no mandan por el deseo de mandar, sino por el deber de aconsejar. Así es el
orden natural y así creó Dios al hombre.”
35. La idea del orden en el universo es
aplicada para establecer una jerarquía
entre las diversas comunidades humanas
(familia, ciudad, provincia, reino, imperio,
Iglesia).
36. El Magisterio de la Iglesia
En el Concilio Vaticano II
• Entre 1962 y 1965 se llevó adelante el Concilio
Vaticano II, que en su Constitución Pastoral Gaudium
et Spes aborda, en la primera parte, el tema de la
dignidad de la persona humana.
• Sobre la naturaleza social del ser humano:
“Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el
principio los hizo hombre y mujer (Gen l, 27). Esta
sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de
la comunión de personas humanas. El hombre es, en
efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no
puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse
con los demás”. CONCILIO VATICANO II. Constitución
Pastoral Gaudium et Spes. n. 12.
37. ¿Cómo se fundamenta en la Gaudium et Spes (GS) la naturaleza social del
hombre?
“Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que
todos sean uno, como nosotros también somos uno
(Io 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la
razón humana, sugiere una cierta semejanza entre
la unión de las personas divinas y la unión de los
hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta
semejanza demuestra que el hombre, única criatura
terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no
puede encontrar su propia plenitud si no es en la
entrega sincera de sí mismo a los demás.” Ibidem.
n. 24.
38. También se fundamenta la naturaleza social de la persona
humana:
- Recordando la presencia de la dimensión social del ser humano
en las distintas etapas de la Historia de la Salvación,
- Y en ella, en el ejemplo del mismo Cristo.
• Hay que notar que, al situar la dimensión
social de la persona humana en perspectiva
histórico – salvífica, se está reconociendo que
esta se alcanzará a vivir perfectamente entre
los hombres solamente en la consumación de
los tiempos:
39. “Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar
sociedad. De la misma manera, Dios "ha querido santificar y salvar a
los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros,
sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera
santamente". Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha
elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino
también en cuanto miembros de una determinada comunidad. A los
que eligió Dios manifestando su propósito, denominó pueblo suyo (Ex
3,7-12), con el que además estableció un pacto en el monte Sinaí. Esta
índole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de
Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social
humana. Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió
con publicanos y pecadores. Esta solidaridad debe aumentarse
siempre hasta aquel día en que llegue su consumación y en que los
hombres, salvados por la gracia, como familia amada de Dios y de
Cristo hermano, darán a Dios gloria perfecta.” Gaudium et spes n. 32.
40. • Luego de la afirmación de la identidad
naturalmente social de la persona y su
fundamentación, se presentan también
algunas características propias de la
realización de la socialidad del ser humano:
Por ejemplo, se explicitan algunos elementos
importantes de la relación entre la persona y
la sociedad.
41. • Por un lado se hace presente la mutua necesidad que existe
entre persona y sociedad para sus respectivas
realizaciones:
“La índole social del hombre demuestra que el desarrollo
de la persona humana y el crecimiento de la propia
sociedad están mutuamente condicionados. Porque el
principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales
es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma
naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La
vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga
accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la
reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la
vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y
le capacita para responder a su vocación.”
• Ibidem. n. 25.
42. Sin embargo, no se deja se señalar, en esta relación que corresponde la prioridad a la
persona:
• “El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento
subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe
someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo
advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y
no el hombre para el sábado. El orden social hay que desarrollarlo a
diario, fundarlo en la verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el
amor. Pero debe encontrar en la libertad un equilibrio cada día más
humano. Para cumplir todos estos objetivos hay que proceder a una
renovación de los espíritus y a profundas reformas de la sociedad.”
• Ibidem. n. 26.
43. La vida en sociedad trae consigo necesariamente
responsabilidades, esto es obligaciones que se generan del
individuo hacia el cuerpo social del cual forma parte:
“Hay quienes profesan amplias y generosas opiniones,
pero en realidad viven siempre como si nunca tuvieran
cuidado alguno de las necesidades sociales. No sólo
esto; en varios países son muchos los que
menosprecian las leyes y las normas sociales. No
pocos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen
reparo en soslayar los impuestos justos u otros deberes
para con la sociedad. Algunos subestiman ciertas
normas de la vida social; por ejemplo, las referentes a
la higiene o las normas de la circulación, sin
preocuparse de que su descuido pone en peligro la
vida propia y la vida del prójimo. Ibidem. n. 30.
44. En el Magisterio de Pablo VI
• Pablo VI en la Populorum progressio abordó el tema de la naturaleza social
del hombre, planteándolo en el marco del llamado que recibe todo
hombre para su crecimiento personal, de manera que en él esté presente
la necesaria dimensión social de este desarrollo:
• “Herederos de generaciones pasadas y beneficiándonos del trabajo de
nuestros contemporáneos, estamos obligados para con todos y no
podemos desinteresarnos de los que vendrán a aumentar todavía más el
círculo de la familia humana. La solidaridad universal, que es un hecho y un
beneficio para todos, es también un deber.”
• PABLO VI. Populorum progressio. n. 17.
45. Luego será aun más explícito:
“El hombre no alcanza la plenitud de sí mismo más que dentro de la sociedad a que pertenece, y en la cual la familia
tiene una función primordial…” Ibidem. n. 36.
• En el ámbito macrosocial la dimensión social de la naturaleza humana deberá encontrar
consecuentemente expresión en la forma de llevar adelante el desarrollo de las naciones:
• “El desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la
humanidad. Nos lo decíamos en Bombay: «El hombre debe encontrar al hombre, las
naciones deben encontrarse entre sí como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. En
esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos igualmente
comenzar a actuar a una para edificar el provenir común de la humanidad»”. Ibidem. n. 43.
• A continuación, en la Encíclica el Santo Padre presentará una serie de sugerencias prácticas
para llevar este modelo de desarrollo solidario: Notemos que los capítulos II y III de la
segunda parte se denominan “La justicia social en las relaciones comerciales” y “La caridad
universal” respectivamente.
46. En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
• El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia aborda el tema de
la naturaleza social del ser humano como parte del Capítulo III de
su primera parte, bajo el título “La persona humana y sus
derechos”.
• Es lo más apropiado presentar la doctrina ahí contenida a partir del
desarrollo de tres aspectos básicos: En primer lugar, la naturaleza
humana como naturaleza social, en segundo lugar, el pecado como
origen de la desunión entre los seres humanos, y, finalmente la
descripción de la naturaleza de la vida social originada en el ser
humano.
47. La naturaleza humana como naturaleza social
• “«La sociedad humana es, por tanto objeto de la enseñanza
social de la Iglesia desde el momento que ella no se encuentra
ni fuera ni sobre los hombres socialmente unidos, sino que
existe exclusivamente por ellos y, por consiguiente, para ellos».
Este importante reconocimiento se expresa en la afirmación de
que «lejos de ser un objeto y un elemento puramente pasivo
de la vida social», el hombre «es, por el contrario, y debe ser y
permanecer, su sujeto, su fundamento y su fin».”
• PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. O.c. n. 106.
48. La afirmación fundamental de la naturaleza social del ser humano es hecha por el Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia, tomando distancia tanto del riesgo del individualismo, como del peligro del
comunitarismo:
• “La persona no debe ser considerada únicamente como individualidad absoluta, edificada por sí
misma y sobre sí misma, como si sus características propias no dependieran más que de sí misma.
Tampoco debe ser considerada como mera célula de un organismo dispuesto a reconocerle, a lo
sumo, un papel funcional dentro de un sistema.”
• PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. O.c. n. 125.
• Las palabras de S.S. Pío XI, en el n. 12 de la encíclica “Mit brennender sorge”, del 14 de marzo de
1937, sobre el nacionalsocialismo alemán, siguen constituyendo un lúcido criterio de discernimiento
ante proyectos ideológicos totalitarios:
• “Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del
poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un
puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales
elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto
idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de
una concepción de la vida conforme a esta.”
49. Respecto de la naturaleza social del hombre, podemos además preguntarnos
¿por qué?, ¿por qué debemos reconocer en el ser humano una naturaleza
intrínsecamente social? El Compendio responde a esta pregunta desde la
afirmación de la persona como imagen de Dios:
• “… « por haber sido hecho a imagen de Dios,
el ser humano tiene la dignidad de persona;
no es solamente algo, sino alguien. Es capaz
de conocerse, de poseerse y de darse
libremente y entrar en comunión con otras
personas;…”
• O.c. n. 108.
50. Para seguir profundizando en las consecuencias de la afirmación fundamental
de la naturaleza social de la persona, preguntamos: ¿Cómo define a la
persona el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Cuáles considera
que son sus características básicas y esenciales?:
• “La persona humana es un ser inteligente y
consciente, capaz de reflexionar sobre sí mismo y,
por tanto, de tener conciencia de sí y de sus
propios actos. Sin embargo, no son la inteligencia,
la conciencia y la libertad las que definen a la
persona, sino que es la persona quien está en la
base de los actos de inteligencia, de conciencia y
de libertad. Estos actos pueden faltar, sin que por
ello el hombre deje de ser persona.” O.c. n. 131.
51. Es importante insistir en esta
afirmación que nos lleva a entender
a la persona como una realidad
anterior a la realización de actos de
inteligencia, conciencia y libertad.
La razón fundamental de su
dignidad es el haber sido hecho a
imagen de Dios.
52. Dicho lo anterior, se puede profundizar en la naturaleza humana
al afirmar que:
“En efecto, el hombre existe ante todo como subjetividad,
como centro de conciencia y de libertad, cuya historia
única y distinta de las demás expresa su irreductibilidad
ante cualquier intento de circunscribirlo a esquemas de
pensamiento o sistemas de poder, ideológicos o no.” O.c.
n 131.
53. ¿Cuál es el principio de unidad y de gobierno de la
persona así entendida?
• “« El alma espiritual e inmortal es el principio de unidad del
ser humano, es aquello por lo cual éste existe como un todo —
“corpore et anima unus”— en cuanto persona. Estas
definiciones no indican solamente que el cuerpo, para el cual
ha sido prometida la resurrección, participará de la gloria;
recuerdan igualmente el vínculo de la razón y de la libre
voluntad con todas las facultades corpóreas y sensibles…” O.c.
n. 127.
54. - Es por esta razón que podemos afirmar
que los actos sociales de todo ser humano
tienen necesariamente una dimensión
moral, son actos responsables, pues se
deciden y originan desde el alma espiritual.
- La moralidad de los actos humanos
sociales está determinada por su origen, el
alma humana, no por el contexto en que se
realizan.
- El alma espiritual se manifiesta en la
originalidad propia de la subjetividad de
cada individuo,
55. el Compendio señala que la estructura de la subjetividad es
relacional:
• “La naturaleza del hombre se manifiesta, en efecto, como
naturaleza de un ser que responde a sus propias necesidades sobre
la base de una subjetividad relacional, es decir, como un ser libre y
responsable, que reconoce la necesidad de integrarse y de
colaborar con sus semejantes y que es capaz de comunión con ellos
en el orden del conocimiento y del amor.” O.c. n. 149.
• Es por esta razón que se puede afirmar y reconocer, desde la fe,
que en el otro se refleja Dios: “En el otro, hombre o mujer, se
refleja Dios mismo, meta definitiva y satisfactoria de toda persona.”
O.c. n. 110.
56. El pecado es origen de desunión
• Ante la voluntad de Dios, recogida de la manera antes presentada
por el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nos
encontramos con la realidad del mal uso de la libertad del ser
humano y sus consecuencias también en el orden social:
• “…Según la narración de los hechos de Babel, la consecuencia del
pecado es la desunión de la familia humana, ya iniciada con el
primer pecado, y que llega ahora al extremo en su forma social ».
Reflexionando sobre el misterio del pecado es necesario tener en
cuenta esta trágica concatenación de causa y efecto.” O.c. n. 116.
57. ¿Reconocer la existencia de las consecuencias sociales del pecado, nos
lleva a negar su realidad como pecado personal?
• “El pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la
persona, porque es un acto de libertad de un hombre en particular,
y no propiamente de un grupo o de una comunidad, pero a cada
pecado se le puede atribuir indiscutiblemente el carácter de
pecado social, teniendo en cuenta que « en virtud de una
solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y
concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los
demás.”
• PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ O.c. n. 117
58. Dicho esto, es entonces conveniente tener presente
que este tipo de pecado, al que llamamos “social” por
sus consecuencias, puede darse de diversas maneras:
• “Es social todo pecado cometido contra la
justicia en las relaciones entre persona y
persona, entre la persona y la comunidad, y
entre la comunidad y la persona. Es social
todo pecado contra los derechos de la persona
humana, comenzando por el derecho a la
vida…” O.c. n. 118.
59. Estructuras de Pecado
• Nuestro contacto cotidiano con la
sociedad en la que estamos insertos nos
permite comprobar que existen formas
de relación, establemente constituidas,
en determinadas áreas de la vida social
que favorecen o incluso inducen al
pecado, a estas se les denomina
“estructuras de pecado”, ¿cómo se
entienden que son estas “estructuras de
pecado”?
60. “Las consecuencias del pecado alimentan las estructuras de
pecado. Estas tienen su raíz en el pecado personal y, por tanto,
están siempre relacionadas con actos concretos de las personas,
que las originan, las consolidan y las hacen difíciles de eliminar.
Es así como se fortalecen, se difunden, se convierten en fuente
de otros pecados y condicionan la conducta de los hombres. Se
trata de condicionamientos y obstáculos, que duran mucho más
que las acciones realizadas en el breve arco de la vida de un
individuo y que interfieren también en el proceso del desarrollo
de los pueblos, cuyo retraso y lentitud han de ser juzgados
también bajo este aspecto.”
PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. O.c. n. 119.
61. • Podríamos mencionar como ejemplos la
corrupción en determinadas áreas de la
vida social o los altos niveles de
delincuencia y violencia en algunas zonas
del orbe.
• Además, no podemos dejar de señalar
como estructura de pecado las
condiciones de la vida económica que
permiten y fomentan la injusta
distribución de la renta de los países.
62. La vida social se origina en el ser humano
• ¿Qué características está llamada a tener la vida social
originada en la naturaleza humana? Es decir, ¿cómo debería
ser una sociedad organizada desde la primacía de la persona?
63. En primer lugar, si se reconociese que la vida social toda se
origina en la naturaleza humana y debe reflejarla, la regulación
de la vida social y las instituciones que la constituyen deberían
responder a este principio fundamental. Es decir, el ejercicio de
la libertad humana en la organización de la vida social tendría
que reconocer límites naturales, los límites propios de la
naturaleza de las cosas:
• “Del hombre, por tanto, trae su origen la vida
social que no puede renunciar a reconocerlo
como sujeto activo y responsable, y a él deben
estar finalizadas todas las expresiones de la
sociedad.” O.c. n. 106.
64. Reconocer que la vida social se origina en
la naturaleza humana trae consecuencias,
pues esta afirmación se constituye en
criterio de discernimiento respecto de
quienes ofrecen alternativas de vida social
estructuradas más bien en función de
proyectos ideológicos.
Desde esta perspectiva, la fe se manifiesta
como instancia crítica y cuestionadora de
toda ideología
65. • Se entiende aquí “ideología” según la definición adoptada por los
Obispos en la Conferencia de Puebla: “…llamamos aquí ideología a
toda concepción que ofrezca una visión de los distintos aspectos de la
vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad. La
ideología manifiesta las aspiraciones de ese grupo, llama a cierta
solidaridad y combatividad y funda su legitimación en valores
específicos. Toda ideología es parcial, ya que ningún grupo particular
puede pretender identificar sus aspiraciones con las de la sociedad
global.” III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO
LATINOAMERICANO. La Evangelización en el presente y en el futuro de
América Latina. Paulinas; Lima 1987. n. 535.
• No se puede dejar de mencionar como antecedente de la definición de
los Obispos que: “… ya F. Bacon, en su teoría de los ídolos, critica la
conciencia falsa, engañada por los prejuicios sociales, y así anticipa el
concepto de ideología que es usual en la actualidad.” IDEOLOGÍA. En:
BRUGGER, Walter. Diccionario de Filosofía. Barcelona; Herder 1983. p.
298.
66. Es importante explicitar que todo cuestionamiento a las
ideologías al servicio de intereses de grupo es realizado por la fe,
no desde otra perspectiva particular, sino desde la consideración
de la verdad total sobre el hombre.
• Es en este sentido que la fe resulta liberadora de
perspectivas parciales y reductivas:
• “La doctrina social se hace cargo de las diferentes
dimensiones del misterio del hombre, que exige ser
considerado « en la plena verdad de su existencia, de
su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social
», con una atención específica, de modo que le pueda
consentir la valoración más exacta.” PONTIFICIO
CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. O.c. n. 126.
67. Si es cierto que debemos desconfiar de ideologías parciales, al servicio de
intereses de algunos, ¿cuál es la alternativa?
• Es necesario tener un marco conceptual que permita construir
una sociedad en común para todo ser humano, una sociedad
en la cual encuentren lugar unos y otros, independientemente
de la cultura o credo religioso del que participen.
• Dicho de otra manera ¿Qué principios en la organización de la
vida social debemos considerar irrenunciables, a riesgo de
negar valores fundamentales de la persona?
68. ¿A dónde acudir a buscar la respuesta? El Compendio
de la DSI nos presenta la ley natural como respuesta:
• “La ley natural, que es ley de Dios, no puede ser
cancelada por la maldad humana. Esta Ley es el
fundamento moral indispensable para edificar la
comunidad de los hombres y para elaborar la ley civil,
que infiere las consecuencias de carácter concreto y
contingente a partir de los principios de la ley natural. Si
se oscurece la percepción de la universalidad de la ley
moral natural, no se puede edificar una comunión real y
duradera con el otro, porque cuando falta la
convergencia hacia la verdad y el bien, « cuando nuestros
actos desconocen o ignoran la ley, de manera imputable
o no, perjudican la comunión de las personas, causando
daño ».” O.c. n. 142.
69. La ley natural se entiende como aquella que puede ser percibida, en conciencia,
mediante el recto uso de la razón, por todo ser humano, independientemente de su
contexto social y cultural.
• El conjunto de principios que la componen, reconocidos y
respetados, sí permiten entre seres humanos diversos llegar a
consensos que permitan la vida en común.
• Es más, no reconocer los principios básicos de la ley natural,
impide edificar una “comunión real y duradera con el otro”.
• Llegados a este punto en el análisis de la doctrina del
Compendio de la DSI sobre la naturaleza social del hombre, es
pertinente destacar, para tener una visión completa y justa de
esta doctrina que, la afirmación de los principios antes
señalados no significan de ninguna manera la pretensión de
construir un modelo social monolítico y excluyente, que no
permita la manifestación de las legítimas y necesarias
diferencias en el modo de actuar en la vida social.
70. De esta manera, el Compendio aborda también el tema de la diversidad en
la vida social:
• “La sociabilidad humana no es uniforme, sino que
reviste múltiples expresiones. El bien común
depende, en efecto, de un sano pluralismo social. Las
diversas sociedades están llamadas a constituir un
tejido unitario y armónico, en cuyo seno sea posible
a cada una conservar y desarrollar su propia
fisonomía y autonomía. Algunas sociedades, como la
familia, la comunidad civil y la comunidad religiosa,
corresponden más inmediatamente a la íntima
naturaleza del hombre, otras proceden más bien de
la libre voluntad.” O.c. n. 151.
71. En la búsqueda de comprender en todas sus consecuencias este texto, me
pregunto por el significado de la expresión “sano pluralismo social”.
• Es sumamente importante entenderla pues, como hemos
leído, de su cumplimiento depende la posibilidad de alcanzar el
bien común, es decir, la realización del cuerpo social o su
fracaso.
• Respecto de la relación entre cuerpos sociales mayores y
menores, el magisterio social ha llamado la atención
reiteradamente sobre la necesidad de respetar el “principio de
subsidiariedad”.
72. Según afirma la Instrucción “Libertatis conscientia”, este debe entenderse
en el sentido que:
• “…ni el Estado ni sociedad alguna deberán jamás sustituir la
iniciativa y la responsabilidad de las personas y de los grupos
sociales intermedios en los niveles en los que éstos pueden
actuar, ni destruir el espacio necesario para su libertad.”
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Instrucción
Libertatis Conscientia. Sobre Libertad Cristiana y Liberación. n.
73.
73. El respeto del principio de subsidiariedad en los diversos niveles
de organización de las sociedades nacionales, y de la sociedad
internacional, es garantía de alcanzar el deseado “sano
pluralismo social”.
Los Padres Conciliares, por ejemplo, manifestaron en la
Constitución Gaudium et Spes el reconocimiento del derecho de
ejercer la propiedad privada, a través de formas de propiedad
comunitaria tradicionales:
“En sociedades económicamente menos desarrolladas, el
destino común de los bienes está a veces en parte logrado por
un conjunto de costumbres y tradiciones comunitarias que
aseguran a cada miembro los bienes absolutamente necesarios.”
GAUDIUM ET SPES. n. 69.
74. • El avasallamiento de las libertades bajo el amparo de
cualquier tipo de proyecto totalitario compromete el
discurrir de la sociedad hacia el bien común.
• Es necesario entonces reconocer la necesidad de afirmar el
respeto del principio de subsidiariedad en todas las
instancias y en todos los órdenes de la vida social: En el
orden internacional, en el orden nacional, y en la relación
entre los diversos cuerpos sociales mayores y menores.
• El P. Calvez señala esclarecedoramente al respecto: “La
subsidiaridad implica que la sociedad está al servicio de la
persona. No obstante, este aspecto de las cosas es siempre
correlativo de otro punto de vista ya antes descrito: la
persona es, en sí y por sí misma, social, es decir, que no se
realiza sin la sociedad.” CALVEZ, Jean Yves. La enseñanza
social de la Iglesia. La economía. El hombre. La sociedad.
Herder; Barcelona 1991. P. 50.
75. La naturaleza de la comunidad social
• Según la doctrina del Vaticano II, cabe identificar tres elementos
que integran y perfeccionan la vida política:
La organización.
• Es preciso que se encuentre un organismo que centralice los
diversos elementos de la sociedad, el cual tendría la misión de
frenar la tendencia disgregadora a la que es proclive la libertad
de los individuos en las sociedades democráticas.
En tal organización deben cooperar todos los ciudadanos:
“Está plenamente de acuerdo con la naturaleza humana que las
estructuras jurídico – políticas sean tales que ofrezcan a todos
los ciudadanos, cada vez más y sin discriminaciones, la
posibilidad efectiva de participar libre y activamente tanto en el
establecimiento de los fundamentos jurídicos de la comunidad
política como en el gobierno del Estado y en la determinación
del ámbito y de los fines de los diversos organismos” (GS 75).
76. El orden jurídico.
• En esa confrontación de libertades se precisa un ordenamiento jurídico
justo que facilite la defensa de los derechos y el ejercicio de los
deberes ciudadanos:
“Para que la colaboración de los ciudadanos, unida al sentido de
responsabilidad, produzca un feliz resultado en la vida cotidiana de la
comunidad política, se requiere un ordenamiento jurídico positivo en
el que se establezca una conveniente división de funciones y de
organismos de la autoridad pública y, junto a ellos, una protección
eficaz e independiente de los derechos” (GS 75)
San Agustín lo expresó en su tiempo con el rigor que lo caracteriza:
“Donde no existe un orden justo, tampoco existe una reunión de
hombres fundada en el acuerdo en el derecho y en la comunidad de
intereses. Si esto no hay, tampoco hay pueblo, si es verdadera esta
definición de pueblo. Luego tampoco existe república, porque donde
no hay pueblo no puede haber cosa de pueblo”. SAN AGUSTÍN DE
HIPONA. De civitate Dei, XIX, 23. PL 41, 655.
77. La autoridad.
• La necesidad de un poder que legisle y haga eficaz el orden jurídico:
• “Para que la comunidad política no se disuelva a causa de la
diversidad de opiniones, se requiere una autoridad que dirija las
fuerzas de todos los ciudadanos hacia el bien común, no de un
modo mecánico ni despóticamente, sino principalmente como
fuerza moral, que se basa en la libertad y en el sentido del deber y
de la responsabilidad” (GS 74)
• Estos tres elementos integran la comunidad política y constituyen
el Estado.
78. Esa triple realidad convierte a la sociedad en una “comunidad
política”, que cabría definir como “la Sociedad gobernada y
dirigida por un Estado”.
• El modo concreto de organizarse políticamente un pueblo es
plural, conforme a su nivel cultural y según las diversas etapas
de su historia.
• En este sentido, el pluralismo político, así como las diversas
formas que puede asumir el Estado, es doctrina constante y
repetida por las enseñanzas del Magisterio:
• “Las modalidades concretas, con las que la comunidad
política determina su propia estructura y el equilibrio de los
poderes públicos, pueden ser diversos, según la distinta
manera de ser de los pueblos y la marcha de su historia; pero
siempre deben servir para formar hombres cultos, pacíficos y
bien dispuestos hacia todos, para provecho de toda la familia
humana” (GS 74)
79. El Bien Común
• “Los hombres, las familias y los diversos grupos que
constituyen la comunidad civil son conscientes de su propia
insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y
perciben la necesidad de una comunidad más amplia, en la
cual todos conjuguen a diario sus energías en orden a una
mejor procuración del bien común. Por ello forman
comunidad política según tipos institucionales varios. La
comunidad política nace, pues, para buscar el bien común,
en el que encuentra su justificación plena y su sentido y del
que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común
abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con
las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden
lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.”
CONCILIO VATICANO II. Constitución Gaudium et Spes. n. 74.
80. Conviene resaltar que en el bien
común se resuelve la antinomia entre
sociedad e individuo. Es decir, las
tensiones entre una moral que cuide
las acciones del individuo y la que
postula la acción de los individuos en
la vida social.
81. • Además, para destacar aun más la importancia de este tema hay
que señalar que las grandes realidades que constituyen la Moral
Social, Económica y política, se definen por el Bien Común.
• Así por ejemplo, la autoridad se establece en orden a conseguir el
Bien Común.
• Asimismo recordamos que “la ordenación de la razón al bien
común” (Rerum novarum 25) es lo que caracteriza la definición de
ley
• Asimismo, lograr el bien común de la sociedad constituye la razón
de ser del Estado (Rerum novarum 25)
• En consecuencia, podemos afirmar que, en la vida social se
alcanzará la moralidad en la medida en que, tanto en la autoridad
como en las leyes que emanan de ella, así como en el amplio
contexto de la vida cívica, los ciudadanos pongan como meta de sus
actos el compromiso por alcanzar entre todos el bien común, que
influye por igual en la existencia personal de cada individuo y en la
vida de la colectividad.
82. El Bien Común en Santo Tomás de Aquino
Naturaleza del Bien Común
• En diversos pasajes de su obra, Santo Tomás reconoce la
armonía que debe darse entre el bien de la sociedad y el bien
del individuo.
• El bien de los particulares que forman una sociedad y el bien
común, se dan, pues, como aspiraciones inseparables.
83. El bien común puede ser mirado desde una doble perspectiva:
→desde el ángulo de los individuos, como integrantes de la
colectividad, y
→desde el que corresponde a la colectividad misma.
"Hay un bien que es propio del hombre como persona privada... y hay
otro bien común que pertenece a ésta o a la otra persona en cuanto es
parte de un todo". DE AQUINO, SANTO TOMAS DE. De Caritate. Q.D. q.
4. a. 2.
De aquellos dos bienes, el uno, corresponde a los hombres en su
condición de miembros de la sociedad “como ayuda y perfección de
los individuos que la componen” y el otro, se dirige a “la conservación
de la sociedad misma como perfeccionadora de la especie humana.”
DE AQUINO, SANTO TOMÁS DE. La Ley. Con notas explicativas de
Constantino Fernández – Alvar. Barcelona; Labor 1936. p. 142.
84. • El camino que traza la sociedad política para alcanzar el
bien común es la ley. Dice Santo Tomás de Aquino:
• "Todo aquello que existe como medio ordenado a un
fin debe ser proporcionado a ese fin. Mas el fin de la
ley es el bien común, puesto que, como dice San Isidoro
en II Etymol, la ley se escribe no para provecho privado
, sino para la común utilidad de los ciudadanos. Luego
las leyes humanas deben ser proporcionadas al bien
común" DE AQUINO, SANTO TOMAS DE. Suma
Teológica. I – II, q. 96 a. 1.
• En lo que corresponde a su esencia, el bien de la
comunidad integrada por hombres, ha de apreciarse,
como enseña también Santo Tomás, de acuerdo con el
bien de los individuos que la componen.
85. Si se tiene en cuenta que el auténtico bien del hombre,
aquél que le corresponde en cuanto tal, se dirige al
perfeccionamiento de la persona como ser espiritual y
libre, por analogía, el bien común que es obra de la
razón, debe asimismo orientarse dentro de la sociedad,
al perfeccionamiento moral del hombre.
• Referido al grupo social, formado por personas, el
bien común debe entenderse como el servicio al
hombre integralmente considerado, como un
bien-ser, y no como ayuda al mero bienestar,
como un bien-haber.
• Y el bien-ser comprende la perfección espiritual y
el temporal.
86. Características del Bien Común
• Por tal razón, de acuerdo con la naturaleza del bien común,
es menester considerar como sus características esenciales:
– la moralidad, que se traduce en su orientación a la
virtud;
– su esencia retributiva puesto que se realiza, no por sí
mismo sino que revierte en favor de los miembros de la
comunidad considerados como personas;
– su expresión a través de la ley, como fórmula que
traduce la voluntad colectiva;
– y el sustento de la autoridad, cuya razón de ser es la
procura de todos los medios necesarios para lograrlo.
87. El Bien Común en el Magisterio
• El primer intento de definición hay que situarlo en la Encíclica sobre la educación de
Pío XI, Divini illius magistri. El Papa afirma que el “bien común temporal es el fin
específico del Estado”. Seguidamente, hace esta definición descriptiva:
• “El bien común de orden temporal consiste en una paz y seguridad de las cuales las
familias y cada uno de los individuos puedan disfrutar en el ejercicio de sus
derechos, y al mismo tiempo en la mayor abundancia de bienes espirituales y
materiales que sea posible en esta vida mortal mediante la concorde colaborac
ión activa de todos los ciudadanos”. PÍO XI. Divini illius magistri. n. 3.
88. Pío XII en un conocido discurso acerca del fundamento del
orden interior de los Estados, explica la interrelación que
debe existir entre el orden jurídico y el orden social.
Ello se alcanza cuando se sitúa a la persona humana como
fundamento de ambos órdenes. El punto decisivo, el más
importante es la valoración social del bien común:
“Toda actividad del Estado, política y económica, está
sometida a la realización permanente del bien común;
es decir, de aquellas condiciones externas que son
necesarias al conjunto de los ciudadanos para el
desarrollo de sus cualidades y de sus oficios, de su vida
material, intelectual y religiosa”.
PÍO XII. Radiomensaje de Navidad de 1942. n. 13.
89. • En resumen, Pío XII entiende el
bien común como el conjunto de
condiciones sociales – materiales,
intelectuales y religiosas- que
favorecen el que el individuo
alcance un desarrollo pleno de
sus facultades personales y
profesionales.
90. Juan XXIII, en clara dependencia del pensamiento de Pío
XII, con el fin de valorar el nuevo fenómeno de su tiempo,
la socialización, explica que para “dar cima a esa tarea”,
es preciso resaltar la importancia del bien común que
define así:
“Un sano concepto del bien común abarca todo un
conjunto de condiciones sociales que permitan a los
ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia
perfección”. JUAN XXIII. Mater et magistra. n. 65.
• El Papa Juan XXIII alcanza una definición más
sintética, pues reduce el bien común a aquella
situación social que permite al hombre adquirir la
perfección a que ha sido llamado, en su calidad
de ser – hombre.
91. El Concilio Vaticano II en la Constitución
Gaudium et Spes 26, al proponer “la naturaleza
y el fin de la comunidad política”, formula la
síntesis de estas definiciones anteriores:
“el bien común –esto es, el conjunto de
condiciones de la vida social que hacen
posible a las asociaciones y a cada uno de
sus miembros el logro más pleno y más
fácil de la propia perfección”.
92. Principios morales (que guían la búsqueda práctica) del Bien Común
• Bien particular y bien común no se contraponen
• Este principio es consecuencia de una verdad incuestionable
de la antropología cristiana que afirma que el carácter personal
del hombre no se opone a la dimensión social de la persona.
• Si el ser humano integra la individualidad y la socialidad, es
evidente que la propiedad personal, el derecho de asociación,
la libertad de enseñanza y, en general, todos los derechos del
individuo en orden a la convivencia, no pueden oponerse a las
exigencias de la vida social en la comunidad del Estado.
93. Juan Pablo II habla de la aparente antinomia entre los términos bien individual y bien
común, para concluir que no sólo no son contradictorios, sino que se implican
mutuamente.
• El verdadero bien de cada individuo humano no está en la búsqueda de su
provecho privado, y el bien de la colectividad no resulta de la negación de
sus diversos componentes. Concluye el Papa:
• “La persona, pues, se ordena al bien común porque la sociedad, a su vez,
está ordenada a la persona y a su bien, estando ambas subordinadas al
bien supremo, que es Dios. Partiendo de estos supremos principios es
como puede encontrarse la luz necesaria para plantear rectamente las
relaciones entre la esfera privada y pública y para superar los eventuales
contrastes que se presenten”. JUAN PABLO II. Discurso a la Unión Italiana
de juristas católicos. 7 de diciembre de 1979. En: Insegnamenti 1979, II72,
1337.
94. Contraponer bien particular y bien común
es optar por una antropología insuficiente,
que desatendería alguna de las
dimensiones reales del ser del hombre.
Por eso, negar a los individuos la capacidad
de poseer bienes particulares, por ejemplo,
es manifestación de un grave error
antropológico de los socialismos reales.
95. • En San Ambrosio encontramos también la interrelación bien
común – bien particular:
“Según la voluntad de Dios y el vínculo de la naturaleza, debemos
auxiliarnos recíprocamente, competir con obras virtuosas, poner,
por decirlo así, todas las utilidades en medio, y para usar las
palabras de la Sagrada Escritura, prestarnos ayuda unos a otros, ya
con el afecto, o con nuestro trabajo, o con el dinero, o con nuestras
obras, o de cualquier otro modo, para que entre nosotros se
incremente el beneficio de la sociedad. Nadie se aparte de estos
deberes por el temor del peligro… Grande es el esplendor de la
justicia, que nacida para otros más bien que para sí, fomenta
nuestra comunidad y nuestra sociedad. Ocupa un lugar tan elevado,
que todas las cosas están sujetas a su juicio, presta apoyo a otros,
dispensa las riquezas, no rehusa los trabajos, acepta los peligros
ajenos”. SAN AMBROSIO. De officiis ministrorum. I, XXVIII, 135. PL
16, 67.
96. Igualdad de los particulares ante el bien común
• Este principio demanda que no se han de favorecer los derechos
individuales frente a otros derechos también particulares, situados
en el mismo orden y en relación a los mismos bienes.
• Es decir, que la doctrina ética en torno al bien común demanda lo
que se denomina igualdad de derechos e igualdad de
oportunidades.
• En consecuencia se condena todo favoritismo.
• Así, por ejemplo, en el campo económico se ha de ventilar el caso
de los monopolios sobre bienes de consumo y en el campo político
se ha de exigir la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
• La doctrina ética sobre el bien común establece la igualdad radical
de todos los ciudadanos a disfrutar de las condiciones que le
permitan alcanzar su perfección, sin favoritismos que conllevan
siempre algún tipo de injusticia, dado que se priva a unos de
derechos que son patrimonio de todos.
97. Limitación de derechos particulares frente a las demandas del
bien común
• El bien común no es un bien colectivo.
• Santo Tomás enseña que entre el bien común y el bien
particular no existe una simple diferencia cuantitativa, sino
cualitativa o formal, pues “una es la razón del bien común y
otra la del bien singular, lo mismo que se distinguen el todo y
la parte”. SANTO TOMÁS DE AQUINO. O.C. II – II, q. 58, a. 7 ad
2.
98. No obstante, en determinadas
circunstancias, los derechos del individuo
pueden y en ocasiones deben limitarse a
favor del bien de la comunidad, dado que
la prioridad social sobre los bienes
particulares no busca la destrucción de
estos bienes, sino su mejor
aprovechamiento.
99. • Es el caso de las limitaciones de la propiedad privada
cuando lo exige el bien de la comunidad:
• “Quedando siempre a salvo la esencia de los derechos
primarios y fundamentales, como el de la propiedad,
algunas veces el bien común impone restricciones a
estos derechos”. PIO XI. Firmissimam constantiam. 22.
• Esta circunstancia también puede repetirse siempre
que los bienes particulares obstaculicen el bien común.
• Tal situación se cumple en los múltiples que plantea,
por ejemplo, la ecología.
• A este respecto, es legítimo imponer ciertas
condiciones a las industrias con el fin de evitar la
contaminación.
100. De igual modo, se justifica la expropiación de ciertos bienes
particulares cuando lo demanda el bien de la sociedad.
• Por ejemplo, expropiar unos terrenos de propiedad
privada cuando es necesario para trazar una vía de
comunicación que beneficia a todos.
• Como enseña Santo Tomás:
“Si un mismo bien puede valer para un solo hombre o
para toda la sociedad, evidentemente es mucho mejor y
más perfecto decidirse por lo que es bueno para ésta que
por lo que es para aquél. No cabe duda de que el amor
que debe existir entre los hombres autoriza a procurar
también lo que es bueno para uno sólo. Pero es mucho
mejor y más divino que se actúe en beneficio de todos.
SANTO TOMÁS DE AQUINO. In Ethicorum. I, 2, 3.
101. La aplicación del bien común en grados diversos
• El bien común debe redundar en beneficio de todos los
ciudadanos, pero en grados diversos.
• Como es lógico, la preferencia ha de estar a favor de los más
débiles y de los más necesitados.
102. Al respecto señala Juan XXIII:
• “… todos los miembros de la comunidad deben participar en el bien común
por razón de su propia naturaleza, aunque en grados diversos, según las
categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano. Por este motivo, los
gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el bien común redunde
en provecho de todos, sin preferencia alguna por persona o grupo social
determinado, como lo establece ya nuestro predecesor, de inmortal
memoria, León XIII: No se puede permitir en modo alguno que la autoridad
civil sirva el interés de uno o de pocos, porque está constituida para el bien
común de todos. Sin embargo, razones de justicia y de equidad pueden
exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado de los
ciudadanos más débiles, que puedan hallarse en condiciones de
inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos
intereses”. JUAN XXIII. Pacem in terris. n. 56.
103. El Amor de Preferencia a los Pobres
• Esta cuestión es tratada en el documento de la
Congregación para la Doctrina de la Fe sobre Libertad
cristiana y liberación, Libertatis conscientia, de 22 de
marzo de 1986:
“La pobreza que Jesús declaró bienaventurada es aquella
hecha a base de desprendimiento, de confianza en Dios,
de sobriedad y disposición a compartir con otros”.
Libertatis conscientia, 66.
• Esta virtud es condición necesaria para poder vivir la
opción preferencial por los pobres. Cfr., ibidem, n.68.
• También puede considerarse una circunstancia de la
persona, que admite muchas formas diversas, no sólo
la indigencia material.
104. En el contexto de la opción preferencial por los pobres, más que una circunstancia
social, la pobreza constituye una categoría teológica.
• Como veremos a continuación, la opción preferencial por los pobres, proclamada
como propia por la Iglesia, tiene una profunda raíz evangélica.
• ¿Quiénes son los pobres?:
• Los que carecen de medios materiales para el desarrollo de la propia vida
• Las víctimas de la opresión injusta, de la marginación social, por racismo, xenofobia,
nacionalismo, etc.;
• Las personas que sufren enfermedades físicas y síquicas, vejez, incapacidades
diversas, ignorancia, etc.;
• Todas aquellas personas que padecen de forma especialmente clara las
consecuencias del pecado.
“De manera particular, la Iglesia se vuelve con afecto maternal hacia los niños que, a
causa de la maldad humana, no verán jamás la luz, así como hacia las personas
ancianas solas y abandonadas”. Ibidem, 68.
105. • Cualquiera de estas condiciones de indigencia:
“es el signo manifiesto de la debilidad congénita en
que se encuentra el hombre tras el primer pecado y
de la necesidad de salvación. Por ello, la miseria
humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que
la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los
'más pequeños de sus hermanos' (cfr. Mt 25,
40.45). También por ello, los oprimidos por la
miseria son objeto de un amor de preferencia por
parte de la Iglesia que, desde los orígenes, y a pesar
de los fallos de muchos de sus miembros, no ha
cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y
liberarlos”. Ibidem.
106. Por consiguiente, hablar de “opción
preferencial por los pobres” como
tarea de la Iglesia no significa otra cosa
que el mandato de la caridad tal como
es expresado por San Pablo: "llevad los
unos las cargas de los otros y así
cumpliréis la ley de Cristo" (Gal 6,2).
107. • No puede interpretarse como opción exclusiva, lo
que supondría negar la universalidad del
mandato de la caridad y la adopción de una
postura partidista, es decir, a favor de una parte y
en contra de la otra:
"La opción preferencial por los pobres, lejos de ser
un signo de particularismo o de sectarismo,
manifiesta la universalidad del ser y de la misión de
la Iglesia. Dicha opción no es exclusiva. Esta es la
razón por la que la Iglesia no puede expresarla
mediante categorías sociológicas e ideológicas
reductivas, que harían de esta preferencia una
opción partidista y de naturaleza conflictiva."
Ibidem.
108. ¿Por qué la opción preferencial por los pobres?
“La Iglesia amando a los pobres da también
testimonio de la dignidad del hombre. Afirma
claramente que éste vale más por lo que es que
por lo que posee. Atestigua que esa dignidad no
puede ser destruida cualquiera que sea la
situación de miseria, de desprecio, de rechazo, o
de impotencia a la que un ser humano se vea
reducido. Se muestra solidaria con quienes no
cuentan en una sociedad que les rechaza
espiritualmente y, a veces, físicamente”. Ibidem.
109. ¿Cómo lleva adelante la Iglesia la Opción preferencial por los
pobres?
"Lo ha hecho mediante innumerables
obras de beneficencia que siempre y en
todo lugar continúan siendo
indispensables. Además, mediante su
doctrina social, cuya aplicación urge, la
Iglesia ha tratado de promover cambios
estructurales en la sociedad con el fin de
lograr condiciones de vida dignas de la
persona humana" Libertatis conscientia, n.
68.
110. El bien común abarca a todo el hombre.
• El bien común debe cubrir las diversas facetas que incluye
la vida humana.
• Es evidente que los derechos del bien común que han de
reivindicarse en primer lugar para cubrir las necesidades
materiales, que son, de ordinario, las más urgentes.
• Pero no pueden limitarse a ellas, dado que existen otras
que son más necesarias, tales como las que cubren el
amplio campo de la vida familiar, moral, religiosa, etc.
111. Doctrina formulada en la Pacem in terris:
“El bien común abarca a todo el hombre, es decir, tanto las
exigencias del cuerpo como a las del espíritu. De lo cual se sigue
que los gobernantes deben procurar dicho bien por las vías
adecuadas y escalonadamente, de tal forma que, respetando el
recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad
material y al mismo tiempo los bienes del espíritu”. JUAN XXIII.
Mater et magistra. n. 57.
112. Es evidente que, según la ética católica, no se excluyen del bien
común las exigencias de la vida eterna, tal como se nos enseña:
“El hombre, por tener un cuerpo y un alma
inmortal, no puede satisfacer sus necesidades
ni conseguir en esta vida mortal su perfecta
felicidad. Esta es la razón de que el bien
común deba procurarse por tales vías y con
tales medios, que no sólo no pongan
obstáculos a la salvación eterna del hombre,
sino que, por el contrario, le ayuden a
conseguirla”. JUAN XXIII. Pacem in terris. n.
59.
113. El Bien Común internacional
• Dada la internacionalización de las relaciones
sociales, es evidente que la doctrina acerca del
bien común de estos últimos años trasciende los
límites de las geografías nacionales para
extenderse a la comunidad mundial.
• La universalización del concepto del bien común
se subraya con Pío XII.
• El Papa fundamenta su doctrina en el hecho de
que las naciones constituyen una comunidad
universal de pueblos.
114. “A estas sociedades pertenecen en primer lugar la
familia, el Estado y también la Sociedad de los
Estados, porque el bien común, fin esencial de cada
uno de ellos, no puede existir ni ser concebido sin
su relación intrínseca con la unidad del género
humano. Bajo este aspecto, la unión indisoluble de
los Estados es un postulado natural, es un hecho
que se les impone y al cual ellos, aunque a veces
con vacilaciones, se someten como a la voz de la
naturaleza, esforzándose también por dar a su
unión una regulación exterior estable, una
organización”. PÍO XII. La decimaterza. 24 de
diciembre de 1951. n. 26.
115. • Esta doctrina adquiere una formulación muy
clara en la enseñanza de Juan XXIII, el cual
afirma que, desde el individuo hasta los
Estados, todos han de tener a la vista su
finalidad universal:
“Deben coordinarse, de una parte, los individuos
y los Estados, y de otra, la comunidad mundial
de todos los pueblos, cuya constitución es una
exigencia urgente al bien común universal”.
JUAN XXIII. Pacem in terris. n. 7.
116. El bien común universal debe seguir los mismos criterios éticos que el bien
común que se asigna al de los Estados particulares:
“Es necesario recordar que también en la ordenación de las relaciones
internacionales la autoridad debe ejercerse de forma que promueva el
bien común de todos, ya que para esto precisamente se ha
establecido”. Ibidem. n. 84.
• Parece lógico que tal bien común internacional demande, a su vez,
que exista una autoridad también internacional, que haga eficaz la
gerencia de ese bien común universalmente participado:
“Y como hoy el bien común de todos los pueblos plantea problemas
que afectan a todas las naciones, y como semejantes problemas
solamente puede afrontarlos una autoridad pública cuyo poder,
estructura y medios sean suficientemente amplios y cuyo radio de
acción tenga un alcance mundial, resulta, en consecuencia, que, por
imposición del mismo orden moral, es preciso constituir una autoridad
pública general”. Ibidem. n. 137.
117. Esta vocación universal del bien común es destacada en la enseñanza del Catecismo de
la Iglesia Católica, que reasume los documentos anteriores del Magisterio:
“Las interdependencias humanas se intensifican. Se
extienden poco a poco a toda la tierra. La unidad de la
familia humana que agrupa a seres que poseen una misma
dignidad natural, implica un bien común universal. Este
requiere una organización de la comunidad de naciones
capaz de ‘proveer a las diferentes necesidades de los
hombres, tanto en los campos de la vida social, a los que
pertenecen la alimentación, la salud, la educación..., como
en no pocas situaciones particulares que pueden surgir en
algunas partes, como son... socorrer en sus sufrimientos a
los refugiados dispersos por todo el mundo o de ayudar a
los emigrantes y a sus familias’ (GS 84, 2).” CATECISMO DE
LA IGLESIA CATÓLICA 1911
118. El Principio de Solidaridad
• El principio de solidaridad es uno de los principios
básicos de la DSI.
• Según él, el desarrollo integral del hombre todo y de
todos los hombres sólo es posible mediante el desarrollo
solidario de la humanidad.
• La palabra solidaridad tiene un origen jurídico en las
llamadas, en el derecho romano, obligaciones “in
solidum” o solidarias, que se caracterizan porque en ellas
un conjunto de personas son responsables todas de toda
una deuda, que, por tanto, puede ser reclamada
totalmente de cualquiera de ellas.
• Así como en estas obligaciones rige el principio de “todos
de todo”, la solidaridad considerada como valor o virtud
social se rige por el principio de “todos para todos”.
119. ¿Qué es la solidaridad?
“determinación firme y perseverante de empeñarse
por el bien común; es decir, por el bien de todos y
cada uno, para que todos seamos verdaderamente
responsables de todos”. JUAN PABLO II. Sollicitudo
rei socialis. 38 f.
• La naturaleza de la solidaridad se puede
considerar desde un punto de vista humano o
cristiano.
• Humanamente, este principio se desprende a la
vez de la personalidad y socialidad del ser
humano.
120. Se rechazan como principios ordenadores
de la sociedad:
- El individualismo, que niega la naturaleza
social de la persona, y en la sociedad no ve
más que una asociación finalista para
equilibrar mecánicamente los intereses
individuales, y
- El colectivismo, que priva al hombre de su
dignidad personal y le degrada a mero
objeto de procesos sociales y, sobre todo,
económicos.
121. ¿En qué se basa?
• Este principio se basa por una parte
en la unión recíproca ónticamente
dada del individuo y la sociedad y,
por otra, significa la responsabilidad
moral resultante de esta situación
óntica.
• Es, por tanto, a la vez, un principio
óntico y ético.
122. • La interdependencia humana
exige la solidaridad.
• La vida social solo es posible
en la medida en que los
miembros de las sociedades se
preocupan unos de otros y
contribuyen al bien común.
123. Desde el punto de vista cristiano
• En primer lugar, Jesús es el
ejemplo supremo de solidaridad
con los hombres y su ley, según
San Pablo, es la solidaridad:
“Ayudaos mutuamente a llevar
vuestras cargas, y así cumpliréis
la ley de Cristo” (Gal 6,2).
124. • En segundo lugar, Juan Pablo II la considera
como: “Una dimensión singularmente
significativa del amor cristiano” y como:
“una virtud humana y cristiana, expresión de la
caridad, alma de todas las relaciones posibles
entre los hombres, que debe convertirse cada
vez más en el criterio fundamental de las
opciones políticas y de los programas
económicos”. JUAN PABLO II. Homilía en Parma
el 06 de junio de 1988. N. 6.
125. El Principio de Solidaridad en la DSI
La doctrina de la solidaridad ya estaba presente
explícitamente en la DSI desde la Quadragesimo
anno de Pío XI, pues muchos de sus
colaboradores se inspiraban en la escuela del
solidarismo.
Para Pío XI, la economía debe basarse en el
principio de la solidaridad social y no en la
competencia desenfrenada, tanto en el interior
de las naciones, como en las relaciones
internacionales (QA 87 – 88).
126. La Congregación para la Doctrina de la Fe:
“Las personas son los sujetos activos y responsables de la vida
social. A dicho fundamento, que es la dignidad del hombre,
están íntimamente ligados el principio de solidaridad y el
principio de subsidiariedad. En virtud del primero, el hombre
debe contribuir con sus semejantes al bien común de la
sociedad, a todos los niveles. Con ello, la doctrina social de la
Iglesia se opone a todas las formas de individualismo social o
político. En virtud del segundo, ni el Estado ni sociedad alguna
deberán jamás sustituir la iniciativa y la responsabilidad de las
personas y de los grupos sociales intermedios en los niveles
en los que éstos pueden actuar, ni destruir el espacio
necesario para su libertad. De este modo, la doctrina social de
la Iglesia se opone a todas las formas de colectivismo”.
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Instrucción
sobre la libertad cristiana y la liberación. n. 73.
127. Juan Pablo II en la Sollicitudo rei socialis.
• Insiste en la tesis de la urgencia de sustituir las
relaciones hegemónicas por las relaciones solidarias,
como único camino para eliminar los imperialismos
(SRS 26 – 39).
• Solo la solidaridad puede vencer “los mecanismos
perversos y las estructuras de pecado” (SRS 39 – 40).
• El desarrollo solidario, dice el Papa, al retornar a la
doctrina de Pablo VI, es la clave para garantizar la paz
(Mensaje para el día mundial de la paz, 1987).
• La Centesimus annus vuelve a asumir el tema de la
Sollicitudo rei socialis: “Para superar la mentalidad
individualista hoy día tan difundida, se requiere un
compromiso concreto de solidaridad” (CA 49).
128. En la doctrina social católica: El principio de solidaridad fue
explicado y fundamentado sobre todo por Heinrich Pesch,
Gustav Gundlach y Oswald von Nell – Breuning.
• Estos eruditos dieron a su sistema científico
– social el nombre de solidarismo.
• Sin embargo, no todos los sociólogos
católicos están de acuerdo con esta escuela,
aunque se reconozca indudablemente la
importancia y vigencia del principio de
solidaridad.
129. El Principio de Subsidiariedad
• La palabra subsidiariedad se remonta al
latín subsidium, que significa “ayuda
desde la reserva”.
• En el lenguaje militar romano, por
ejemplo, se contraponen a las cohortes
que luchan en el frente (en la prima
acies) las cohortes de reserva dispuestas
en la retaguardia (las subsidiarii
cohortes).
130. • Aplicada a la sociedad, subsidiariedad significa
intervención complementaria y auxiliar de las
formaciones sociales mayores a favor de los
individuos y de las pequeñas comunidades.
• Es uno de los principios básicos de la DSI que
regula las relaciones del Estado, por una parte,
con las personas y grupos intermedios o
comunidades, por otro.
• Según este principio, el Estado debe ayudar a
los miembros del cuerpo social, pero sin
impedirles que hagan lo que pueden realizar
por sí mismos.
131. Fundamentación del Principio de Subsidiariedad
• El principio de subsidiariedad encuentra su
fundamentación tanto en la libertad y
dignidad del ser humano como en la
estructura y peculiaridad de las pequeñas
comunidades, que tienen tareas y derechos
que no pueden ser cumplidos adecuadamente
por formaciones sociales más amplias.
• El fundamento de este principio se encuentra
en la anterioridad natural de las personas y de
las comunidades sobre el Estado.
132. • Las personas y los grupos como la familia,
las comunidades locales y profesionales,
las comunidades de trabajo, los grupos
religiosos son anteriores al Estado, porque
se han constituido antes que apareciera
éste.
• Poseen, pues, derechos y deberes
naturales de los cuales no deben ser
despojados por el hecho de que difieren al
Estado la administración del bien común.
133. Por este principio, en la relación del Estado con las personas y comunidades, debe
ayudarlas en la consecución de sus fines, para eso:
• Orientarlas armonizando sus esfuerzos dentro de los imperativos
del bien común;
• Suplirlas en sus deficiencias en el cumplimiento de sus deberes;
• Nunca, por consiguiente, eliminarlas, sustituyéndose a ellas.
• El principio vale para la comunidad nacional, cuyo órgano de poder
es el Estado, para con las personas y comunidades que la integran.
• El Estado ayuda y orienta a la familia en el desempeño de sus
funciones, tiene el deber de suspender la autoridad paterna
siempre que su abuso atente contra la vida y la dignidad de los
hijos.
134. En este punto es preciso hacer dos reflexiones:
• A. El principio de la subsidiariedad protege, por una parte, la
identidad y la vida propia de los individuos y de las pequeñas
comunidades ante los abusos de las formaciones sociales más
amplias, de modo que, en este sentido, acentúa en un cierto
sentido la autonomía.
• B. La subsidiariedad significa, de otra parte, “Ayuda de arriba
hacia abajo”, lo cual en ocasiones se pasa por alto
tendenciosamente.
• Esta intervención auxiliar de las formaciones sociales mayores
puede venir exigida por dos razones:
• primera, porque los individuos o pequeñas comunidades
fallen en sus tareas, con culpa o sin ella y,
• segunda, porque se trate de tareas que sólo pueden ser
cumplidas por formaciones sociales más amplias.
135. También Santo Tomás de Aquino toca el tema de la
subsidiariedad cuando comentando a Aristóteles, dice que la
exagerada unificación y uniformidad amenaza la existencia de la
“sociedad compuesta de muchas formaciones”, exactamente lo
mismo “que desaparecen la sinfonía y armonía de las voces
cuando todas cantan en el mismo tono”.
SANTO TOMÁS DE AQUINO. In Pol. II, 5.
• Del principio de la subsidiariedad se deriva el
dualismo de Estado y Sociedad, que es
característico de la doctrina social de la
Iglesia.
• Este dualismo es condición de la libertad
individual.
136. La Subsidiariedad en el Magisterio de la Iglesia
• León XIII, sin usar el término, apela de hecho al
principio de subsidiariedad cuando insiste en el
deber del Estado de intervenir en la cuestión de la
justicia del salario contra el patrono que defrauda
al obrero (RN 36).
137. Es Pío XI el primero en referirse explícitamente a la
función subsidiaria del Estado:
“Es verdad, y lo prueba la historia palmariamente, que la
mudanza de las condiciones sociales hace que muchas cosas que
antes hacían aun las asociaciones pequeñas, hoy no las pueden
ejecutar si no las grandes colectividades. Y, sin embargo, queda
en la filosofía social fijo y permanente, aquel principio, que ni
puede ser suprimido ni alterado: Como que no es lícito quitar a
los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria
pueden realizar para encomendarlo a una comunidad, así
también es injusto, y al mismo tiempo de grave perjuicio y
perturbación del recto orden social, abocar a una sociedad
mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar
comunidades menores e inferiores. Todo influjo social debe, por
su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social,
nunca absorberlos o destruirlos”. PÍO XI. Quadragesimo anno. n.
80.
138. Pablo VI es el primero en dar al principio de
subsidiariedad una extensión mundial:
“Así como las relaciones entre los
individuos, familias y cuerpos intermedios
y los poderes públicos… son regulados por
el principio de subsidiariedad, así a la luz
del mismo principio deben regularse las
relaciones entre los poderes públicos de las
comunidades nacionales y los poderes
públicos de la comunidad mundial”. PABLO
VI. Populorum progressio. n. 48.
139. La Naturaleza de la Teología Moral Social
Objeto Material de la Teología Moral Social
A partir de la dignidad de la persona humana y
sus exigencias morales de comportamiento en la
vida social y política, se considera que el objeto
material de la Teología Moral Social está
compuesto de la siguiente manera:
• La vida social del hombre.
• Las instituciones sociopolíticas que rigen su
existencia.
140. En primer lugar, la vida moral del ser humano
en el ámbito económico – político demanda que
el individuo atienda su actividad social, de forma
que supere cualquier tipo de moral
individualista.
• En consecuencia, gran parte de los temas de
moral social se refieren al cumplimiento de los
deberes del propio estado, es decir, si se tiene
en cuenta la función social de la profesión.
141. San Pedro Crisólogo, acerca de la vida moral de los
cristianos en la sociedad de su tiempo:
“El jefe, el militar, el gobernador de las provincias… todos ellos han
de dar razón de si se han excedido en el poder… Quien ostenta la
autoridad ha de considerar si no omitió la misericordia, si fue de tal
modo ponderado que mantuvo siempre la balanza de su poder en
el fiel, si procuró el bien de todos, si se ocupó de la tranquilidad de
los ciudadanos, si de tal modo templó los impuestos que no faltara
a los militares lo suficiente ni arruinara a los contribuyentes.
Asimismo, el jefe dará cuentas a Dios, si ofreció a los que obedecían
el ejemplo de la virtud, si estuvo vigilante en los peligros, si fue
infatigable en las peleas, si buscó la paz de todos con su propio
trabajo. Igualmente el soldado dará cuenta si obedeció a sus jefes,
si atropelló a alguien, si se contentó con su sueldo. El juez dará
cuenta también de sus juicios al juez supremo”. SAN PEDRO
CRISÓLOGO. Sermo XXVI. PL 52, 272.
142. En segundo lugar. La moral social ha de elaborar la doctrina
moral que enjuicie las instituciones económicas y políticas en
las que se desenvuelve la vida de los ciudadanos.
“Por tanto, hay que destacar que un mundo dividido en
bloques, presididos a su vez por ideologías rígidas,
donde en lugar de la interdependencia y la solidaridad
dominan diferentes formas de imperialismo, no es más
que un mundo sometido a estructuras de pecado. La
suma de factores negativos, que actúan contrariamente
a una verdadera conciencia del bien común universal y
de la exigencia de favorecerlo, parece crear, en las
personas e instituciones, un obstáculo difícil de
superar”. JUAN PABLO II. Sollicitudo rei socialis. n. 36.
143. La virtud de la justicia.
• En nuestros días la palabra "justicia" es uno de los términos más
invocados en la vida social.
• Sistemas políticos y económicos, programas sociales y movimientos
culturales han convertido la "justicia" como la palabra clave de sus
declaraciones, de modo que constituye uno de los eslóganes más
socorridos de nuestro tiempo.
• Así, las diversas ideologías han forzado lo que con él se expresa, de
forma que el término mismo de "justicia" recibe diversas acepciones.
• Ello connota cambios reales de contenido según la interpretación que
de él hacen los diversos sistemas económicos y los programas
políticos.
• "El concepto de "justicia" entendido en el sentido de "dar a cada uno
lo suyo" que de entrada parecía tan claro- se ha desdoblado, según las
diversas interpretaciones de "lo suyo", en "justicia del estado de
posesión", "justicia de rendimiento" y "justicia social", que puede
entenderse a su vez como "justicia de oportunidades" o "justicia de
necesidades".
144. • Este equívoco pluralismo conceptual fue descrito así por el
Papa Juan XXIII:
"Aunque el término justicia y la expresión exigencias de la
justicia andan en boca de todos, sin embargo, estas palabras
no tienen en todos la misma significación; más aún, con
muchísima frecuencia, la tienen contraria. Por tanto, cuando
esos hombres de Estado hacen un llamamiento a la justicia o a
las exigencias de la justicia, no solamente discrepan sobre el
significado de tales palabras, sino que además les sirven a
menudo de motivo para graves altercados; de todo lo cual se
sigue que arraigue en ellos la convicción de que, para
conseguir los propios derechos e intereses, no queda ya otro
camino que recurrir a la violencia, semilla siempre de
gravísimos males" JUAN XXIII. Mater et Magistra 206.
145. Definición de la Justicia
• Como es sabido, Santo Tomás de Aquino
estructura el tratado teológico de la moral
sobre las virtudes.
• Este es el esquema que propone en la Suma
Teológica(Síntesis de la I – II, q. 55):
"La virtud humana es un hábito que perfecciona
al hombre para obrar el bien. Pero en el
hombre hay dos principios de acciones
humanas: la inteligencia o razón y los
apetitos".
146. Por consiguiente, se dan dos clases de virtudes: las
intelectuales y las morales. Las principales (cardinales)
morales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza
(I-II, q. 58, a. 3).
• En relación con la justicia, escribe:
• "La justicia es la más importante por estar más próxima a la
razón y porque se relaciona a los demás" (I-II, q. 66, a. 4).
• Inspirándose en la Etica de Aristóteles, la Suma Teológica
dedica un amplio espacio al estudio de esta virtud.
• Es el tratado más extenso dentro de los siete dedicados al
estudio de las virtudes.
• Si bien sólo las cuestiones 57- 79, con 111 artículos, están
dedicadas a la materia específica de la justicia, pues las
restantes estudian virtudes adjuntas y, de hecho,
constituyen tratados autónomos.
147. Santo Tomás define así a la justicia:
• "Justicia es el hábito según el cual uno, con constante
y perpetua voluntad, da a cada cual su derecho".
• "Iustitia est habitus secundum quem aliquis constanti
et perpetua voluntate ius suum unicuique tribuit". S.
Th., II-II, q. 58, a. 1.
148. El recurre en este artículo a la definición de Aristóteles, y
concluye a continuación con esta afirmación:
• "Y esta definición es casi igual a aquella que pone el
Filósofo en V Ethic., diciendo que "la justicia es el hábito
según el cual se dice que uno es operativo en la elección
de lo justo".
• Pero el Aquinate acude también al pensamiento romano.
• Así glosa la definición del jurista Ulpiano (+ 228), que se
había hecho clásica entre los Padres:
• "La voluntad constante de dar a cada uno lo suyo".
• "Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum
cuique tribuendi". ULPIAN, Digest, lib. I, tit. I, 10. Ulpiano,
a su vez, la asume del Derecho Romano, Corpus Iuris
Civilis Institutionis, 1,1.
149. Es sentencia compartida que la
novedad de Tomás de Aquino no se
encuentra en la definición, dado
que sigue la tradición desde
Aristóteles, sino en la síntesis y
articulación alcanzada.