Mensaje de Cuaresma 2006 de los obispos del Paraguay
1. Mensaje de Cuaresma 2006 de los Obispos del Paraguay
Queridos hermanos y hermanas:
El tiempo de la cuaresma que vivimos es propicio para un encuentro más íntimo
con el Señor y de los cristianos entre sí. Este momento de la vida de la Iglesia nos
invita a comenzar un caminar, como es propio de los discípulos de Jesús, quienes
siguiendo a su Maestro y amigo, escuchan su voz, aceptan sus enseñanzas, y se
convierten entestigos vivientes en medio del pueblo.
La Cuaresma nos motiva a hablar con el Señor y a decirle con palabras sencillas
pero muy sentidas: "Habla Señor, que tu Iglesia escucha".
Animados por esta actitud de escucha, los Obispos y los Superiores Mayores de
religiosos y religiosas del Paraguay nos hemos reunido para compartir juntos el
contenido del documento de participación en preparación para la V Conferencia
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
Con el tema: "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en
Él tengan vida", se pone en marcha un movimiento que quiere concentrarse en
Jesús de Nazareth que se proclama: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn
14, 6).
Jesús es el camino que nos indica el sendero a recorrer. Es su sendero, es su
estilo de vida, es la meta de todo hijo e hija de Dios. Él es la verdad anunciada
cuando inicia su misión después de su experiencia de ayuno y oración en el
desierto: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca; hagan
penitencia y crean en el Evangelio" (Mc 1, 15). Con ello, Jesús anuncia que es
necesario cambiar de vida, de mentalidad, llegar a una conciencia pura y a una
acción comprometida con el Reino de Dios. Siendo Él la Vida nos indica el camino
de la conversión para que todos nuestros pueblos tengan vida.
Como nos dice el Santo Padre, la cuaresma es un tiempo privilegiado de la
peregrinación interior para que nosotros, losObispos, juntamente con nuestro
pueblo, nos encontremos con Cristo, quien es el centro de nuestra vida. (Cfr.
Benedicto XVI. Mensaje de cuaresma). A partir de ese encuentro debemos salir
motivados para anunciar con la fuerza de nuestra fe y con el vigor de nuestro amor
un tiempo de esperanza para construir con nuestro puebloel Reino de Dios
anunciado por Jesús.
"Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas" (Mt 9, 36). Hoy, como siempre,
nuestra gente necesita de la compasión de Jesús. Para ello es necesario
convertirse sintiendo con nuestro pueblo sus penas y dificultades, sus gozos y
esperanzas.Solamentela fuerza del Evangelio puede iluminar la vida de las
personas que sufren tantos desengaños y frustraciones.
2. La sociedad paraguaya de hoy, en particular, debe sentirse interpelada por los
valores del Reino de Dios, que son absolutamente incompatibles con los
enfrentamientos y las agresiones de personas y de grupos; con las injusticias y
abusos derivados del egoísmo y del interés utilitario que no tiene en cuenta la
situación de los demás.Con valores como la verdad, el amor, la justicia, la
honestidad, debemos desarrollar aquellas actitudes y acciones que incidan en la
sociedad y la cambien desde dentro. Es urgente consolidar la institucionalidad de
una sociedad marcada por una agobiante desarticulación en sus organismos
constitutivos; una sociedad fragmentada por causa del relativismo jurídico que, no
solo quita la seguridad de las leyes, sino también agrava la situación de una
población sufrida y cada vez más empobrecida.
La vivencia de nuestra fe cristiana debe impulsarnos a respetar y a defender los
fundamentos, los principios y las normas de nuestra nacionalidad; porque la fe
ilumina, viene en ayuda de la ciencia y de la razón para darle el sentido más
profundo y último a la persona y a la comunidad humana. Defender los principios y
las normas es amar a la patria y tener caridad, como nos dice el Papa Benedicto
XVI en su reciente encíclica "Dios es amor".
La práctica de la caridad desarrolla el auténtico patriotismo, que nos lleva a
trabajar por la justicia y nos abre a las exigencias del bien común. Por eso, el
Papa nos recuerda que la Iglesia no debe ni puede emprender por cuenta propia
la empresa política. Pero también nos dice que no puede ni debe quedar al
margen en la lucha por la Justicia. (Cfr."Dios es amor", No. 28).
De estas expresiones aparece con claridad la gravísima responsabilidad que tiene
el Estado y toda la dirigencia política para implantar la justicia como servidora del
bien común. Este bien común tiene expresiones muy concretas. El pueblo
manifiesta sus anhelos de una política participativa y no excluyente, de un mayor
bienestar temporal que le asegure la solución de sus necesidades básicas, a
saber:
el arraigo en su propia patria para evitar la búsqueda de soluciones en otros
países;
la seguridad de un trabajo digno que equilibre los polos causados por la
mala distribución de la riqueza;
una justicia que no tenga resquicios de favoritismos a personas o sectores
de la sociedad y sin exclusión de los más necesitados;
una justicia que evite la implantación de la impunidad;
una justicia independiente de otros poderes.
Así como Jesús estuvo cerca del pobre, del desvalido, del enfermo, del
marginado, así debemos ser los discípulos y misioneros de Jesucristo. Con ese
mismo espíritu, las instituciones y organizaciones de nuestra sociedad nacional
deben empeñarse para resolver los problemas acuciantes de nuestro pueblo
porque eso es caridad, es auténtico amor patriótico.
3. Si bien el llamado de Jesús a la conversión nos indica que por medio de ella
debemos construir el Reino de Dios, asimismo, con las fuerzas espirituales,
morales e intelectuales, debemos comprometernos en la construcción de un
Paraguay transformado. Por eso, es de actualidad y de suma urgencia elaborar un
"Proyecto País" que fije objetivos, priorice soluciones a situaciones impostergables
y señale rumbos que favorezcan el desarrollo integral.
Que este tiempo cuaresmal nos recuerde que "la victoria de Cristo sobre todo mal
que oprime al hombre, nos quiere guiar precisamente a la salvación integral".
(Benedicto XVI, Mensaje de cuaresma 2006).
La conversión a Cristo, a nuestros hermanos, a nuestro pueblo, nos afianza en el
Camino, viviendo la Verdad que nos hace libres para gozar de la Vida y la vida en
abundancia que nuestro país necesita.
Con los ojos de Cristo, miremos nuestro presente y futuro y con el amor
quenuestro pueblo se merece, trabajemos con esperanza para luchar contra los
males del momento presente. El Paraguay que queremos es posible y todos
debemos empeñarnos en realizarlo.
En el espíritu de la celebración de los 50 años de la creación de la Conferencia
Episcopal Paraguaya, los Obispos nos comprometemos a acompañar a nuestro
pueblo, como siempre, en la consecución de este anhelo.
Confiamos en la intercesión de nuestros santos mártires Roque González de
Santa Cruz, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, discípulos y misioneros de
Cristo para que nuestro pueblo tenga vida.
Que María la Virgen de los Milagros de Caacupé, Madre de Dios y Madre de todos
los paraguayos, nos aliente en esta peregrinación que emprendemos como lglesia
junto a nuestro querido pueblo.
Con sincero afecto impartimos nuestra bendición paternal.
Asunción, 10 de marzo del 2006.
Firman los Obispos del Paraguay