1. “Por amor al arte o El trío más mentado”
Comedia dramática para dos actrices.
Daniel Dagna
Personajes:
Tita es Tita, Manolo y Bettina
Azucena es Azucena, Teresa y Ercilia
Antonio Cortijo es silueta, voz y guitarra
Para su representación es aconsejable contar con un escenario giratorio.
Caso contrario se debe contar con dos espacios escénicos. En éste caso y
si se logra mantener el centro de atención del público en las escenas, se
podría representar con un actor-músico en vivo.
Escenario A: “Camarín”
Dos caballetes de madera sostienen un tablón. Un par de sillas de bar. Un espejo
roto, borroso, casi inútil, cuelga en una pared. En un rincón se apilan bártulos
viejos y rotos. Delante de ellos un perchero de pie. La madera descascarada y
algo raída lo hace ver como en desuso.
Escenario B1: “Living comedor”
Una mesa de bar con dos sillas similares a la que había en el camarín. Dos cubos
juntos, cubiertos con un pedazo de tela, simulan un pequeño sillón.
Escenario B2: “Cementerio”
Una silla cubierta por una tela color gris simula la lápida de una tumba. En ella
una cruz pintada, las siglas Q.E.P.D. y el nombre de la difunta: Ercilia Logripo y
una fecha inteligible de su defunción. Unos cubos cubiertos con telas simulan la
tumba. Unas flores frescas descansan apoyadas sobre la supuesta lápida.
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2. ESCENA UNO: Escenario A: “Camarín”
Luz mortecina. Ruidos de roedores que en ciertos momentos se dejarán
oír. El zumbido de los mosquitos sedientos recorriendo el espacio. Entra
Tita al lugar. Lo observa con un claro gesto de asco. Mira con especial
atención la montaña de bártulos.
Tita tiene cincuenta y cinco años, es corpulenta y algo tosca en sus
movimientos. Trata de vender la imagen de una mujer segura y dispuesta a
todo. Usa excesivo maquillaje y viste llamativamente.
Tita:- En este lugar ya estuvimos antes. Estoy casi segura. Estos pueblos son
todos iguales; las mismas calles, la misma gente, una no distingue uno del otro;
pero, ¡éste lugar es único! ¡Esta ratonera es inconfundible! Con razón que me
sonaba el nombre del pueblo. ¿Cuándo estuvimos aquí? (Deja la caja sobre el
tablón y observando el espejo): ¡Sí, en el 37! Junio del 37... (Mata un
mosquito) ¡Hacía un frío de morirse pero no había estos insectos insoportables!
(Pasa un dedo sobre el tablón de madera) Desde que le pasé un trapo nadie
tuvo la osadía de hacerlo. (Deja su vestuario sobre una silla y se dispone a
limpiar el tablón) El mismo espejo de porquería. El mismo perchero, las mismas
sillas... La misma montaña de trastos inútiles y para peor, el mismo público. Una
veintena de borrachos, cinco o seis putas y un “gringo estúpido” que le arroja
margaritas a la chancha...
Aparece Azucena, trae consigo su vestuario y otra caja. Tiene la misma
edad que Tita. Es muy femenina y cuidadosa de su imagen. Se maquilla y
viste discretamente. Sus movimientos son finos y delicados casi como
estudiados. Deja la caja sobre el tablón.
Azucena:- Antonio ya encontró con quien tomarse una grapa...
Tita:- (Enfrentándola): ¿Por qué no me dijiste que era aquí?
Azucena:- (Colgando su vestuario en el perchero) ¿Hubieras venido?
Tita:- ¡Ni loca!
Azucena:- Sobra la respuesta.
Tita:- ¿Por cuánto vinimos esta vez? Porque supongo, supongo, que nos van a
pagar, no lo haremos “por amor al arte”, supongo...
Azucena:- (Extrae de su caja un espejo) Supones bien. Alojamiento, comida y la
mitad de los que se recaude...
Tita:- (Tomando en sus manos el espejo que trajo Azucena) Te viniste
preparada.
Azucena:- Me lo acaban de prestar...
Tita:- ¿Quién? Digo, si puede saberse...
Azucena:- (Inventando): El dueño del lugar...
Tita:- En junio del 37 cuando vinimos no sacamos ni para el pasaje a Selva y
eso que ésa otra “gran ciudad” queda a solo dieciocho kilómetros. Recuerdo que
en esa oportunidad nos llevó un “señor” amigo tuyo en su flamante “Ford A”…
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3. Azucena:- Empezá a maquillarte porque después te quejás diciendo que nunca te
alcanza el tiempo…
Tita:- ¡Es la última vez que hago de hombre! ¡Detesto disfrazarme de hombre!
¡No lo soy ni lo quiero ser! Además nadie se cree que soy un hombre…
Azucena:- Debe ser porque se nota que no te gusta hacerlo…
Tita:- ¡Escuchen a Leonidas Barletta hablando de teatro!
Azucena:- Después de todo vos elegiste ésta obra y el reparto de personajes fue por
sorteo.
Tita:- ¿Lo del sorteo en teatro, te lo enseñó Barletta o Berta Singerman?
Azucena:- ¡No! Fue una brillante idea de “la gran estrella”: ¡Tita Muñoz!
Tita:- ¡Mentira! Yo no dije que sorteáramos, es más, nunca dije que me gustaba
la obra…
Azucena:- ¡¿Ah no?! ¿Y quién trajo el folletín?
Tita:- Yo lo traje por indicación tuya. ¡Nunca había leído nada de ese autor! ¡Es
más, ni sabía quién era! La idea fue tuya: escribió una obra para dos personajes,
podemos acortarla un poco, total, el escritor cuando se va a enterar. ¡Ves! En
eso tuviste razón, hace más de un año que la venimos haciendo, en casi dos
pueblos por semana, a dos funciones por pueblo, son casi veinte por mes,
doscientas por año; y el autor ni se enteró de que le destruimos la obra y el
público ni se enteró como se llama la obra original, ni la adaptación, o lo que sea
lo que hacemos…
Azucena:- No quiero seguir discutiendo, siempre ocurre lo mismo, en las “doscientas
funciones anuales” ocurre lo mismo, toda la ebullición que te generan las
actuaciones las descargás en el camarín y da la “casualidad” que la única
persona que siempre está aquí soy yo. ¡Para mi tampoco es grato estar metida
en esta pocilga! (Mata un mosquito que estaba apunto de picarla en el
cuello) ¡Maldito aprendiz de Drácula! (A Tita): ¿Por qué no te fijás entre esos
bártulos si no hay una espiral?
Tita:- ¡Ni loca remuevo esos trastos ruinosos! Tu “amiga” ya debe ser abuela y
debe vivir ahí con toda su familia…
Azucena a medio vestir va hacia la montaña de bártulos y vuelve con un
espiral espanta mosquitos.
Azucena:- (Dándoselo a Tita): ¿Podés encenderlo?
Tita busca los fósforos dentro de su pequeña cartera de mano. Luego de
intentar con varios fósforos que fallan logra encender el espiral espanta
mosquitos. Deja la caja sobre el tablón.
Tita:- (Agudizando el oído en busca del supuesto sonido): ¿Las escuchás?
Azucena:- Yo no escucho nada…
Tita:- ¿Podés correr el perchero? Dale, haceme ese favor, ponelo de aquel
lado…
Azucena:- ¡Porque no terminás de vestirte y te dejás de embromar!
Tita:- No me digas que no las escuchás… deben ser como tres…
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4. Azucena, sabiendo que Tita no cesará en su insistencia, va hacia el
perchero y lo traslada.
Azucena:- Ojalá sean tres, esta noche tenemos cena, una para cada uno…
Azucena vuelve a su lugar y continúa maquillándose.
Tita:- (Sin disimular su desagrado): No hagás chistes con eso que se me
revuelve el estómago...
Tita mira hacia el rincón donde están los bártulos y comienza a palidecer.
No emite sonido alguno. Pierde toda su compostura e imagen. Se pone de
pie y se apretuja contra Azucena. Intenta subirse a la silla. Con un dedo
señala hacia la montaña de bártulos.
Tita:- (Casi sin emitir sonido): Ahí… Están…
Azucena intenta sostenerla antes de que se desmaye y caiga al piso. A
duras penas la sostiene. Con una mano arroja el espiral espanta mosquitos
hacia la montaña de bártulos. Luego, con mucha dificultad logra sentarla.
Azucena:- ¡Esperá que voy por un vaso de algo fuerte! (Intenta salir)
Tita:- ¡No!...No me dejés sola…
Azucena:- ¡Está bien! No me voy.
Azucena extrae de su caja un frasco de perfume y luego se lo coloca en la
nariz a Tita.
Azucena:- ¡Olé! ¡Dale! ¡Olé!, esto te va a recomponer…
Tita huele el perfume y lentamente van subiéndole los colores al rostro. En
ningún momento descuida la zona por donde andan las supuestas ratas. Al
no verlas, su estado emocional cambia, se recompone y vuelve a ser la de
antes. Se quita el perfume de delante de sus narices.
Tita:- (Tratando de sostener su imagen de mujer segura): ¡Ya está bien! Te
dije que las escuchaba. Qué estaban ahí. ¡Qué son un montón! (Va hacia la
puerta del camarín y se queda de pie en el lugar) ¡Llamalo al Gordo imbécil
dueño de esta pocilga y qué se las coma! Yo en estas condiciones no puedo
actuar. ¡Me dan asco…, encima ese olor repugnante de tu perfume barato! (Está
a punto de llorar de nervios. Se contiene)
Azucena:- (Lentamente, va hacia ella. La abraza tiernamente) Bueno, bueno, yo te
entiendo más de lo que vos crees… (Le seca las lágrimas) Ya se te corrió todo
el maquillaje…
Azucena gira sobre sí misma y perdiendo un poco su postura, se enfrenta
a la montaña de bártulos, donde supuestamente se esconden las ratas.
Zapatea el piso con gran decisión y con actitud muy desafiante.
Azucena:- ¡Fuera animales inmundos! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera! ¡Fuera!
Tita:- (Atónita y sin dejar de mirar hacia los bártulos, con seguridad
disfrazada): Hay humo...
Azucena:- (Agachándose) Es el espiral… (Lo deja sobre el tablón de madera)
Dale vení y volvé a maquillarte.
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5. Tita permanece inmóvil. Luego de observarla, muda todas sus cosas al
lugar donde estaba sentada anteriormente Tita.
Azucena:- (Llamándola) ¡Dale, vení! Si había, seguro que se pegaron tal cagaso,
que huyeron como ratas por tirante.
Tita:- (Cortante, sin moverse de la puerta) ¿¡Cómo si había!? ¡Hay, yo las vi!
Azucena:- (Corrigiéndose): ¡Pero, por supuesto! ¡Seguro que hay! Mirá si voy a
dudar de lo que viste. Sentate del lado de la puerta, no creo que les haya
quedado ganas de aparecer, pero si te sentís más segura del lado de la puerta…
(Va hacia los bártulos)
Tita:- (Observa inquieta a su amiga) ¿Qué vas a hacer ahora?
Azucena extrae de entre ellos una escoba vieja y la lleva hacia la
improvisada mesa de maquillaje.
Azucena:- Por si se quieren hacer las vivas…
Azucena deja la escoba apoyada en el tablón, exactamente en el medio de
los dos lugares y vuelve a tomar asiento.
Azucena:- Tita, más garantías no te puedo ofrecer…
Tita, tal vez para no perder demasiado su imagen, va hacia su nuevo lugar.
Con disimulo mira hacia los bártulos.
Tita:- Gracias por ayudarme…
Azucena:- Para algo sirven las amigas…
Tita:- (Aún está de pie) Me dan mucho asco. No es miedo, imaginate si alguien
con éste cuerpo le puede tener temor a un bichito tan insignificante.
Azucena observa el recorrido de un mosquito e intenta matarlo con una
pequeña toalla.
Azucena:- Hay cientos de hijos de Drácula…
Tita:- (Se sienta) Gracias…
Azucena:- (Cambiando de tema): Antonio ya debe estar por comenzar su primera
entrada.
Tita:- ¿Quiere decir que sólo faltan diez minutos?
Azucena:- Eso parece y el pescado sin vender…
Tita:- Azucena, ¿te puedo hacer una pregunta?
Azucena:- Sí…
Tita:- ¿Por qué volvimos a éste pueblo?
Desde off y ante muy tibios aplausos se escucha la voz de Antonio. Él es
un hombre de cerca de 60 años. Su voz está gastada de tanto tabaco y
alcohol; sus graves, sus matices, transmiten bohemia, estaño y tango.
Mucho tango.
Antonio:- (Desde off): Señoras y señores tengan ustedes muy buenas noches.
(Desde off se escucha el saludo de alguien del público. Algunos tibios
aplausos) Quien les habla: Antonio Cortijo, en nombre del trío: “Por amor al
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6. arte” Trío que integro con mucho placer desde hace varios años, agradece sus
generosos aplausos. Hoy, luego de una extensa gira por nuestro país y de varios
países limítrofes, a pedido del querido público de esta hermosa y pujante
localidad, nos presentamos nuevamente aquí. (Azucena y Tita emulando la
voz de Antonio, casi a coro y sin taparlo del todo, han repetido hasta aquí
casi todos los textos pronunciados por él) Hace sólo 48 horas nos hemos
enterado de una triste noticia… (Tita y Azucena han escuchado éste último
párrafo con mucha sorpresa)
Azucena:- Ya se puso en curda.
Antonio:- En la ciudad de Buenos Aires se disparó un tiro en el corazón un gran
patriota…
Azucena:- ¿De qué está hablando?
Antonio:- Lisandro De La Torre decidió que hasta acá llegaba…
Tita:- Era por eso que estaba insoportable…
Azucena:- No es momento para hablar de eso. ¡¿Y ahora, quién levanta éste
muerto?!
Antonio:- Sepan disculpar mi enorme tristeza… (Pausa cargada)
Azucena:- ¿Por qué ese silencio? ¡¿Qué está pasando?!
Antonio:- (Tratando de recomponerse): Pero como el espectáculo debe continuar
y si ustedes me lo permiten, quiero dedicar nuestro humilde espectáculo a ese
gran hombre que de seguro quedará en la historia de nuestra patria como un
ciudadano íntegro, honrado y decente...
Azucena:- (No logra salir de su asombro y de su preocupación): No lo puedo
creer...
Antonio:- Ahora les voy a entregar una hermosa página escrita por…
Azucena:- ¡Por fin arrancó!
Tita:- (Algo conmovida por Antonio): Es un artista…
Antonio:- Don Enrique Santos Discepolo y que el mismo intitulara: “Esta noche me
emborracho” (Se escuchan los primeros acordes de la guitarra)
Azucena:- (Desaprobando la elección de Antonio): Después de la noticia que dio
debería haber empezado con algo más alegre…
Tita:- Hace lo que puede pobre… está descorazonado…
Azucena:- Si no hubiera bebido antes de cantar…
Breve silencio entre Tita y Azucena. Continúan maquillándose o
vistiéndose. La guitarra y la voz de Antonio se escuchan como fondo
musical.
Tita:- No me contestaste la pregunta que te hice…
Azucena:- Con lo de Antonio ya me olvidé: ¿qué querías saber?
Tita:- ¿Por qué volvimos aquí?
Azucena:- Porque respondieron a mi carta…
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7. Tita:- ¿Quién?
Azucena:- ¿Quién qué?
Tita:- ¿Quién respondió tu carta?
Azucena:- No veo a que viene semejante interrogatorio. Vivo escribiendo cartas a
todas las personas que conocimos en nuestras giras. Las cartas y las llegadas
por sorpresa a cada pueblo han sido nuestra forma de vendernos durante estos
últimos tres años.
Tita:- Bueno, calmate y bajá la voz que te pueden oír. Te hice una simple
pregunta. No veo porque tenés que ponerte tan nerviosa. Salvo que los motivos
por los cuales estemos aquí no sean solamente los de dar una función de teatro.
Azucena:- (Esquivando el tema): Disculpame, no quise contestarte mal,
perdoname. Ponete de pie que quiero ver como te vestiste. (Tita casi sin darse
cuenta se pone de pie y Azucena le ordena la ropa) Siempre dejás una parte
de la camisa fuera del pantalón.
Tita, mientras Azucena le arregla la ropa, ella de un manotazo atrapa un
mosquito. Abre su mano y quitándoselo de encima con un claro gesto de
asco.
Tita:- Creo que maté a Drácula…
Azucena:- Si hubieras matado al Drácula de los mosquitos acabarías con la especie.
(Observa a Tita) Mirándote bien, hubieras sido un lindo hombre…
Tita:- Sin mofarse que el horno no está para bollos…
Desde el off se escuchan unos tibios y ralos aplausos. Sobre la voz de
Antonio y sin prestarles demasiada atención, Azucena y Tita, continuaran
con lo suyo.
Antonio:- (Desde off): Gracias por sus inmerecidos aplausos y ahora para no
perder la continuidad del espectáculo, les haré escuchar la hermosísima página
escrita también por Don Enrique Santos Discepolo y que se intitula:…
Azucena:- (Emulando la voz de Antonio): ¡Cambalache!
Antonio:- (Al unísono con Azucena): ¡Cambalache!
Se dejan oír los primeros acordes de la guitarra de Antonio. La música y el
canto acompañan la escena.
Tita:- ¡Nos quedan sólo tres minutos!
Azucena:- En el estado en que se encuentra Antonio seguro que son muchos más.
Tita:- ¡Cómo la tenés con Antonio! (Busca algo en su caja) ¡Qué toma mucho,
qué canta mal, qué elige mal los temas, qué “esto” qué “aquello”! ¿No viste los
bigotes?
Azucena:- Es increíble, no hay dudas de que no te gusta usarlos…
Tita:- (Busca afanosamente) ¿Dónde los habré dejado? ¿Fijáte si no están en
tu caja?
Azucena:- Ahora comienza la escena, como dice Antonio: (Imitando a Antonio):
“intitulada: ¿Dónde está el bendito bigote?”
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8. Tita:- (Buscando en la caja de Azucena) Y dale con Antonio, si no fuera
porque es morocho y a vos te gustan de rubios a colorados, diría que estás
enamorada de él.
Azucena:- Dejá de decir pavadas y no desordenés mis cosas. Siempre los guardás
en el mismo lugar para no olvidarte y siempre te olvidás…
Tita deja de revolver la caja de Azucena. Mete su mano derecha en el
bolsillo del saco que lleva puesto y extrae de él un hermoso bigote postizo.
Tita:- Yo no lo guardé acá.
Azucena:- ¿Ah no? ¿Y quién si no? (Emulándola): “Los voy a dejar en el bolsillo
derecho del saco y en el bolsillo izquierdo…” (Tita mete su mano izquierda en
el bolsillo izquierdo del saco y saca un pequeño pomo) “… el pegamento”
Tita:- (Sin poder continuar negando, conteniendo la risa): Pero no fue a mí a
quien se le ocurrió… fue a la señora “Barletta”
Intenta pegarse los bigotes sin agregarles pegamento.
Azucena:- ¡Hay Tita, Tita…! La verdad que una de las cosas más importantes que
me pasó en la vida fue conocerte. (Le toma el rostro a Tita con sus dos
manos) ¡Te quedan muy varoniles esos bigototes! Pegátelos bien...
Tita:- (Se quita los bigotes de un tirón e intenta ponérselos a Azucena)
¡Mejor andá probándotelos vos…
Azucena:- ¡Salí que se me corre el maquillaje!
Tita:- ¡En Selva la que los va a usar sos vos!
Azucena:- A Selva no vamos…
Tita:- ¿Cómo que no? Si de Selva te contestaron. Esa carta yo la leí. Mañana a
la noche tenemos función…
Azucena:- Después lo hablamos, dale, ponete los bigotes que ya nos toca entrar…
Desde el off proviene el sonido de unos tibios y ralos aplausos.
Antonio:- (Desde off): Gracias, muchas gracias. El aplauso…
Azucena:- (Al unísono con Antonio y emulándolo): Es el alimento del alma del
artista.
Antonio:- Es el alimento del alma del artista.
Tita:- No quiero que hablemos después…
Antonio:- Ahora los voy a dejar con el plato fuerte de la noche…
Tita:- Quiero saber ahora mismo porque no vamos a ir a Selva.
Antonio:- Está noche las dos famosísimas actrices: Azucena Eidel y Tita Muñoz…
Azucena:- Después lo hablamos… ahora terminemos de prepararnos para disfrutar
nuestra última función…
Antonio:-… interpretarán para todo el público presente la obra intitulada…
Tita:- Lo decís de una manera que me asusta…
Antonio:- “Un balde al balde” escrita y dirigida por ellas mismas…
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9. Tita:- ¿Qué querés decir con la última función?
Antonio:- Señoras y señores cuando se enciendan las candilejas: ¡recibámoslas
con un fortísimo aplauso! (Desde off se dejan escuchar unos tibios
aplausos)
Azucena:- Vos dijiste que no la querías hacer más.
Tita:- Siempre digo lo mismo y la termino haciendo. ¿Por qué vinimos a Ceres?
Apagón.
ESCENA DOS: Escenario B1: “Living comedor”
Aparece Manolo en escena. Trae consigo un balde de lata y lo deja sobre la
mesa. Manolo es TITA. Ella en todo momento mantiene un comportamiento
bien varonil y su voz suena tratando de mantener la gravedad de la voz
masculina, salvo cuando se indique lo contrario. Lleva lo bigotes postizos
y una boina negra sobre su cabeza. Se mira detenidamente a un espejo
imaginario.
Manolo:- (Con un marcado acento gallego): Joder como pasa el tiempo.
(Señalándose el entrecejo) Que dos años atrás ésta arruga no había hecho
surco. Tengo los ojos hundidos de dormir poco. (Se acomoda la boina) Hasta
hace poco la usaba solo por gusto, ahora, para cubrir la caída del cabello. (Mira
hacia el cielo) ¡Me estás mirando Juana! ¡Seguro que sí! ¡Esta velada de
seguro que no te la pierdes por nada en el mundo! (Corrigiéndose): Incluido el
cielo y sus alrededores. No se si hago bien o mal, pero, no logro acomodarme
solo. Tú me ves como doy vueltas y vueltas en la cama. Es que tú sabes Juana,
es que soy un cabrón bravío, no me basto solo, no me hallo sin una mujer a mí
costado... (Se escuchan golpes a la puerta. Se vuelve a mirar en el espejo y
se acomoda la boina) Ya está aquí. (Mira hacia el cielo) Deséame suerte,
Juana. (Suenan nuevamente los golpes, ahora con mayor insistencia.
Alzando la voz): ¡Estoy marchando! (Como para sí): Joder con el apuro. (Sale)
La escena queda desierta por unos instantes. Se escuchan voces que
provienen del off.
Manolo:- (Desde off): ¿Cómo está?
Teresa:- (Desde off. Con un dejo de acento italiano): Bien, bien....
Manolo:- (Desde off): Pasa por aquí.
Teresa:- (Desde off): Pronto, pronto...
Aparece Manolo seguido de Teresa. Una joven que debería tener 24 años.
Con traje sastre azul, un pequeño sombrero haciendo juego y velillo sobre
el rostro. Teresa, por supuesto, es Azucena. Ella intentará, a pesar de
doblar en edad al personaje, de asumir el comportamiento de una joven en
esas circunstancias. La joven disimula en todo momento su necesidad
sexual. La voz que utiliza Azucena para componer a Teresa es más
aflautada que la propia. Tiene un ligero acento italiano. Como alguien que
ha venido desde Italia siendo muy niña.
Manolo:- ¿Tenía miedo de venir? Quítese ese sombrero que aquí dentro no hay
nada que esconder. (Amaga sacarse la boina, duda y se la deja puesta)
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10. Teresa:- (Quitándose el sombrero con el velillo) Miedo propiamente, no. Pero no
sería grato que en casa lo supieran.
Manolo:- ¡Joder mujer que por algo usamos anillos! ¿Acaso no estamos
comprometidos?
Teresa:- (Observa el departamento y su mirada se fija en el balde) Cherto...
pero... no por eso mis padres me autorizarían a venir...
Manolo:- En la época en que vivimos casi todas las mujeres solteras, en edad de
merecer...
Teresa:- ¿Qué quiere decir con edad de merecer?
Manolo:- (No se anima a decir lo que quisiera decir): Bueno que, una mujer
como usted, a los 24 años, que está muy guapa, y que bueno está como para...
Bueno que usted me entiende mujer, ¿no? (Ella le hace creer que no
entiende. Él para no decir lo que debería, cambia de tema): Pues lo que yo
quería decir es que en la época en que vivimos, las mujeres de su edad, ya sean
solas o acompañadas, algunas por sus madres la primera vez, otras por alguna
amiga, han entrado una vez a la casa de un hombre solo. Digamos solo, no
soltero, ya que éste puede estar viudo y no es soltero, digamos, me sigue usted
en el razonamiento, ¿no?
Teresa:- Yo me he tomado el atrevimiento de venir sola la primera vez y la verdad,
que no sé que pensar...
Manolo:- Joder Teresa, que sólo se adelantó una visita. Las otras solteras, en edad
de merecer, bueno, digamos que las mujeres como usted, que a su edad… la
segunda visita siempre la hacen sin acompañante.
Teresa:- Yo me atreví porque confío en usted...
Manolo:- Confiar, en que confía precisamente, si puede saberse... ¿Gustaría un
licorcito?
Teresa:- No sé si debo... el alcohol se sube a la cabeza...
Manolo:- (Le sirve) Joder mujer que aquí estoy yo para protegerla...
(Proponiéndole un brindis) ¡A vuestra salud!
Teresa:- Y a la suya... (Beben) Es agradable su casa. (Observa el balde y no se
atreve a preguntar que es lo que hace en ese lugar)
Manolo:- (Por la casa): ¿Le gusta?
Teresa:- Es grata… (En clara alusión al balde intenta hacer una pregunta):
¿Qué está haciendo…?
Manolo:- (Para evitar la pregunta): Usted decía que confía en mí.
Teresa:- (Se olvida por un momento del balde. Sin encontrar las palabras
justas): Cherto… Yo quiero decir que... Tengo confianza en usted... Confío en
que sabrá entender... (Encontró la frase justa. La dice de corrido): Confío en
que sabrá comportarse con una dama.
Manolo:- Con una dama, que además es mi prometida, esto quiere decir: una dama
con fecha de casamiento. Y además, esa fecha de casamiento la tiene
precisamente con quien habla. O sea con Manuel González. Que vengo a ser yo
mismo. El que viste y calza. ¿Le puedo hacer una pregunta, Teresa?
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11. Teresa:- Por supuesto Manolo.
Manolo:- ¿Sabe usted por qué la he citado aquí, en mi humilde morada?
Teresa:- (Escondiendo lo que cree): No, la verdad, ninguna sospecha...
Manolo:- Pues bien, la pondré al tanto. La he hecho venir para pedirle una prueba
de amor.
Teresa:- ¿Usted también?
Manolo:- ¿Qué quiere decir con: usted también?
Teresa:- (No sabiendo como salir del paso): No es que, lo que quise decir, es
que, bueno según me contaron, mejor dicho... todas mis amigas dicen...
(Encuentra el texto indicado): ¡Mi madre me contó que todos los hombres sólo
piensan en eso!
Manolo:- ¿A que se refiere, con eso?
Teresa:- (Dudando): A la... a la... porquería...
Manolo:- Sepa usted que por esa porquería estamos los dos en el mundo. ¡Joder
mujer! ¡Que el sexo no tiene nada de malo!
Teresa:- (Colocándose el sombrero para ocultar su supuesto rubor): Yo no
estoy acostumbrada a escuchar esas palabras...
Manolo:- Hora de ir acostumbrándose. ¡Pronto seremos marido y mujer y follar
vamos a follar! ¡Y cómo! ¡Y es que a mí me gusta hacerlo a toda hora y en todo
lugar! (Mira hacia el cielo y se persigna) ¡Qué por aquí qué por allá! ¡Qué así y
qué asa! ¡Qué asa y qué así! ¡Follar! ¡Follar! ¡Follar hace bien a la cabeza!
Teresa:- (Con vergüenza exagerada): Qué cosas dice, Manolo...
Manolo:- ¡Follar! (En un descriptivo gesto): Como dicen usted: ¡Fare el amore e
no la güera!
Teresa:- (Va hacia lo que cree que es la salida) Me va a perdonar Manuel pero
yo me retiro.
Manolo:- (La deja ir hasta la puerta) ¿A dónde va?
Teresa:- (Con seguridad): Me voy a casa.
Manolo:- (Señalándole el otro lateral) La salida queda por aquí. Esa puerta la
conduce a mi cama.
Teresa:- (Confundida): Estoy tan, tan sin saber que hacer, ni que decir... (Va
hacia la salida)
Manolo:- (La intercepta y la toma de la cintura) Joder mujer. Disculpe mi modo
de hablar. Es que estamos solos. Es la primera vez que no tenemos testigos.
Teresa:- Ya hemos estado solos muchas veces...
Manolo:- ¿En dónde?
Teresa:- En casa de mis padres.
Manolo:- Con las presencias invisibles de Doña Catalina y de Don Vittorio en la
habitación de al lado. Aquí estamos, como dicen ustedes: “veramente” solos.
Teresa:- Cherto.
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12. Manolo:- Teresa, ¿está dispuesta?
Teresa:- ¿A qué?
Manolo:- A darme “una prueba de amor”.
Teresa:- (Dudando): Es qué... no sé si debo...
Manolo:- ¿Sabe que prueba de amor darme?
Teresa:- Por supuesto, no soy idiota...
Manolo:- ¡Joder mujer que nunca quise decir semejante cosa! Bueno vamos,
adelante…
Teresa:- (A punto de quitarse algo de ropa): Aquí o en... (Señala la habitación)
Manolo:- ¡Ah, no mujer! ¡Eso sí que no! Follar lo podemos hacer en cualquier
momento. Perdón, no quise decir follar, perdón, no debo decirlo, es que a mí
tampoco me hace nada bien decirlo, es que llevo tanto tiempo...solo. (Cambia
de tema abruptamente) ¡Es que yo quiero una verdadera prueba de amor!
¡Joder, esa se la darías a cualquiera! (Se abofetea el rostro. Pierde la voz
masculina. Es Tita quien habla) ¡Maldito mosquito!
Teresa:- (Dándose cuenta del error de Tita): ¡Qué está diciendo Manolo!
Manolo:- (Tita retoma el comportamiento masculino): ¡Es que yo quiero una
verdadera prueba de amor! ¡Joder, esa se la darías a cualquiera!
Teresa:- (Retoma su actuación, con mucha furia contenida): ¡Yo no soy
ninguna, yo no soy ninguna, ninguna de esas!
Manolo:- ¡Joder Teresa! Que de eso estoy seguro. Estoy comprometido con usted.
Y la quiero. ¡Y mucho! Si después de lo de Juana y habiendo pasado tanto
tiempo solo, la he elegido a usted es por algo. Yo sé que es usted una mujer de
fiar. (Se acerca a Teresa y le da una cálida caricia en el rostro)
Manolo:- (Dando la caricia a Tita se le escapa su propia voz) Teresa mía… (Tita
corrige su voz y vuelve a la de Manolo) Teresa mía, yo la he hecho venir para
decirle que la quiero; pero, dudo de su sinceridad.
Teresa:- Pero...
Manolo:- No me interrumpa. Suponiendo que usted ahora, como prueba de amor,
se entregara a mí, a cambio de esa prueba de amor, que duraría, sin incluir
naturalmente el tiempo de desvestirse y vestirse, un minuto, ya que yo que llevo
años sin follar de seguro que me voy mirando nomás...
Teresa:- (Se coloca el sombrero y mata un mosquito casi con rabia) ¡Pero que
dice Manuel!
Manolo:- Disculpe Teresa, disculpe, pero que me la imagino despojada de ropas y
es que... disculpe mujer... Volviendo al tema: yo en pago de ese minuto, tengo
que darle otra prueba de amor cuyas consecuencias económicas serán efectivas
para usted para toda la vida… es decir… el matrimonio.
Teresa:- ¡Cherto!, Manolo…, no lo puedo negar. Pero, puedo hacerle una
pregunta. ¿Qué queda para la abandonada?
Manolo:- ¡Joder Teresa! Que en los tiempos que corren las únicas mujeres que se
casan son las que han pasado por varias manos. Ellas aprovechan el
12
13. conocimiento que les confiere la conducta ilegal, para proporcionarse un
marido…
Teresa:- ¿Qué está queriendo decir?
Manolo:- ¡Qué éste no es el caso! ¡No lo digo por usted mujer! Estoy hablando en
general. No es mi culpa que el mundo donde vivimos condene la libertad sexual
de la mujer. (Sin proponérselo vuelve a caer en su excitación sexual): Ahora
bien, que hay tías que aprovechan toda su experiencia sexual para atrapar a los
tíos y llevarlos al altar, de eso no cabe ninguna duda. Los tíos abrumados por
tanta pasión carnal caen en sus redes, es que el hombre es débil ante la fuerza
del sexo y no puede luchar contra eso. Necesita fo… Perdón. (Cambia de
actitud) Ahora bien, ¿dónde habíamos quedado?
Teresa:- En que la mujer, a cambio de un minuto, exige del hombre una prueba de
amor que dura toda una eternidad.
Manolo:- Pues bien, ¿qué prueba de amor puede dar una mujer que, en vez de
durar un minuto, dure una eternidad?
Teresa:- (Piensa): Ninguna.
Manolo:- ¡Joder mujer! Ha dicho usted una gran verdad. Pues bien, de acuerdo a lo
manifestado, no puede dar ninguna prueba de amor. ¡Fuera de la que ya
sabemos, esta de follar y follar! Perdón, no debí decirlo es que... (Tratando de
cambiar radicalmente de actitud): Usted, Teresa, es una mujer a la que
gustoso le daría una prueba de amor. Dígame, si yo fuera pobre, ¿Se casaría
conmigo?
Teresa:- Creo que sí.
Manolo:- Entonces me quiere. Pero, ¿no encuentra una sola prueba?
Teresa:- No encuentro.
Manolo:- ¿Por qué no la encuentra?
Teresa:- Por que esa prueba no existe. Habría que inventarla expresamente para
usted.
Manolo:- ¡Joder mujer! Que yo la he inventado.
Teresa:- ¿Cuál es, si puede saberse?
Manolo:- He vendido el “Bar Manolillo”.
Teresa:- ¿Cherto?
Manolo:- En treinta mil pesos lo he vendido.
Teresa:- Desde que lo conozco quiso venderlo.
Manolo:- Espere aquí solo unos minutos...
Al punto en que Tita se está por retirar de escena Azucena la llama.
Teresa:- (Desde Azucena): ¡Manuel!
Manolo:- (Desde Tita): ¿Sí?
Teresa:- (Desde Azucena, le hace señas que significan: “¡No te olvidés de los
fósforos!” Recomponiendo en algo su personaje): ¿Espero aquí?
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14. Manolo:- (Desde Tita, sin comprender las señas y por lo bajo, para no ser
escucha por el público): ¿Qué pasa ahora?
Teresa:- (Prueba con otras señas. Recomponiendo el personaje, desde
Teresa): Regrese pronto...
Manolo:- (Comprende por fin y le hace un gesto como: ¡Ya sé tarada!
Recompone el personaje, desde Manolo): ¡No lo puedo creer! Regreso en un
momento… (Sale de escena)
Teresa:- (Disimulando el mal momento): Si es así espero...
Manolo regresa a escena y trae consigo, de las orejas, un bulto de tela.
Deposita el bulto al lado del balde. Con mucha parsimonia y ante la atenta
mirada de ella comienza a desanudar las orejas del bulto. Deja al
descubierto una montaña de dinero.
Manolo:- Mí querida Teresa, aquí tiene usted los treinta mil pesos.
Teresa:- (Con asombro) Nunca había visto tantos billetes juntos y tan prolijitos,
uno encima del otro...
Manolo:- ¡Joder que ni uso tienen! Y ahora va la prueba...
Manolo, fajo por fajo, va depositando los billetes dentro del balde. Teresa
lo observa sin entender en que consiste la prueba de amor.
Manolo:- (Contado de a miles): Un mil, dos mil, tres mil, doce mil, quince mil,
veinte mil, veintidós mil, veintiséis mil, veintinueve y treinta... ¡Treinta mil pesos!
Teresa:- (Entrando en el juego y contando junto a Manolo): Veintidós mil,
veintiséis mil, veintinueve y treinta… ¡Treinta mil pesos!
Manolo:- (Extrae la caja de fósforos del bolsillo del saco, la oculta a la vista de
Teresa) Mujer, ¿no le despierta curiosidad?
Teresa:- ¡Sí!, nunca había visto tantos billetes juntos...
Manolo:- ¡Y menos dentro de un balde!
Teresa:- ¿No me diga que los va a lavar?
Manolo le muestra ostentosamente la caja de fósforos. Luego intenta
encender uno y otro y el tercero enciende.
Manolo:- ¡Joder mujer! El dinero es sucio y su suciedad no la quita el agua. (Arroja
el fósforo dentro del balde) ¡Sólo el fuego lo limpia!
Teresa queda absorta y mira impávida el acto. Un resplandor dorado con
tintes rojizos ilumina el living. Manolo se aleja para observar el
espectáculo que ha creado.
Teresa:- Manuel, ¿por qué hace esto?
Manolo:- Esta es mi prueba de amor.
Teresa:- ¿Cuál?
Manolo:- ¡Joder mujer! Todavía no comprende. Ahora soy pobre. El “Bar Manolillo”
se está esfumando. (Se arrima al balde) Ya es casi ceniza.
Teresa:- (Viendo arder el dinero) ¡Manolo! ¿Qué ha hecho, mi Manolo?...
Hombre... ¡Manuel mi querido Manuel!
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15. Teresa se abalanza al cuello de Manolo, lo estrecha entre sus brazos y lo
besa en el rostro.
Teresa:- Manolo… Manolo querido… hoy he aprendido a quererte. ¡Qué alma, qué
alma! ¡Y yo que dudaba y que escuchaba todo lo que me decían: “¡Tené
cuidado Teresa! ¡El gallego sólo quiere la porquería! ¡Teresa, que si no es con
vos, lo hará con la gallega de la panadería!” Y yo dudaba… Dudaba de su amor.
Y ahora… ahora ¿qué mujer habrá recibido una prueba de amor semejante?
Manolo:- Tienes que perdonarme mujer, dudaba…
Teresa:- Usted tiene que perdonarme. Estaremos juntos toda la vida, en las
buenas y en las malas, ante la salud y la enfermedad… (Mira la hoguera) ¡Qué
curioso, a pesar de ser tan sucio, produce una ceniza blanca…!
Manolo:- Tendremos muchas alegrías en la vida…
Teresa:- ¡Cherto! Pero como ésta, ninguna…
Manolo:- (Enigmático): ¡Joder mujer! ¡Puedo darte una alegría mayor!
Teresa:- (Enternecida): No sabes lo que dices Manolo
Manolo:- Yo sé siempre lo que digo. (Categórico, señalando el balde): Eran sólo
papeles.
Teresa:- Pero marcan la diferencia entre el pobre y el rico. Si es necesario volveré
a coser para fuera.
Manolo:- ¡Joder mujer, he dicho que eran sólo papeles! Que no he vendido “El
Manolillo”
Teresa:- Pobre mí querido ya ni sabe lo que dice...
Manolo:- ¡Mujer, Manuel González siempre sabe lo que dice y lo que hace! ¡Qué no
he vendido el Bar! ¡Joder!
Teresa:- (Sin entender): Pero, entonces, ha quemado sus ahorros...
Manolo:- Sólo papeles, billetes falsos que me ha facilitado un tío que tiene una
imprenta a la vuelta del Bar. Se me ha ocurrido esta prueba por que dudaba, Me
decía: ¡Joder Manolo, que Teresa es mucho más joven que tú! ¡Muy bonita por
cierto! Una mujer que puede follar con hombres más guapos que tú. ¿Qué te
pudo haber visto? ¡Eres un tío algo viejo para ella! ¡Viudo, desaliñado, grueso
¡¿No será tu dinero?!
Teresa toma su sombrero y se lo pone. Luego, se encamina lentamente
hacia la puerta de calle.
Teresa:- (Destruida emocionalmente): Bueno…, es tarde, Tita…
Las dos actrices pierden el comportamiento de sus personajes.
Azucena/Teresa:- (Desbordada por la emoción. Se corrige): Manolo. Adiós…
Las lágrimas de Azucena dejan estupefacta a Tita. Daría la sensación de
que Azucena está cambiando la obra.
Tita/Manolo:- ¿Cómo adiós?
Azucena/Teresa:- (Intenta rearmar su personaje. Aun no logra dominar su
emoción): Bueno…, “se finita la comedia”.
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16. Ambas actrices retoman los comportamientos de sus personajes y logran
finalizar la obra.
Teresa:- Sos un hombre…, un hombre como todos…
Manolo:- (Con dolor): ¿Qué dices Mujer?
Teresa:- (Fría y triste): ¡Cherto! Eres propiamente una basura, un “stronzo”,
propiamente un tramposo...
Manolo:- ¡Joder mujer ni piensas lo que dices!
Teresa:- ¡Qué pena…! Me has roto para siempre… y porque sí. ¡Un tramposo!
(Mirando visiblemente al público, como dirigiendo el texto a alguien en
particular): ¡Yo no podría querer a un tramposo! (Se quita el anillo de
compromiso y lo arroja al balde) ¡Qué pena! ¡“Santa Viryene”, qué pena!
Teresa sale de escena. Manolo queda inmóvil y luego alza su mirada al
cielo.
Manolo:- (Meneando la cabeza): ¡Ay Juana!, no hiciste nada para ayudarme...
Apagón. Vuelven las luces y las actrices saludan al público. Desde la
platea vuela hacia el escenario una flor. La margarita cae a los pies de
Azucena. Tita se arranca con bronca el bigote postizo y sale.
Apagón.
ESCENA TRES: Escenario A: “Camarín”
Tita primero y luego Azucena aparecen en el camarín. Azucena lleva la flor
en su mano y la deja sobre el tablón de madera. Se sienta en su lugar y se
mira en el espejo de mano. Tita arroja la boina hacia cualquier parte. Y casi
con violencia deja la caja de fósforos sobre el tablón.
Tita:- (Emulando la voz de Manolo, con bronca): ¡Joder mujer con las cerillas!
Azucena:- Creí que te las habías olvidado…
Tita:- (Furiosa): Una vez cometí el error de olvidármelos. Suficiente para que
vos tengás que recordármelo todo el tiempo. ¡Como hoy te olvidaste de
decírmelo en el camarín no encontrás mejor lugar que hacerlo delante del
público!
Azucena:- Sólo quise ayudar...
Tita.- ¿Ayudar? Podrías preguntarme en que necesito ayuda... ¿Y vos?, ¿desde
cuándo sos una actriz que llora de verdad en el escenario? ¡¿Qué diablos te
pasó por la cabeza?!
Azucena:- No sé…
Tita:- ¡Yo sí lo sé! ¡La culpa la tiene esa maldita margarita!
De un manotazo mata un mosquito.
Azucena:- ¿Qué estás diciendo? ¿Pretendés saberlo todo? Ni yo sé lo que me
ocurrió y ahora resulta que vos podés entrar dentro de mi cabeza y saberlo.
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17. Tita:- La culpa la tiene el “gringo” dueño del Ford A verde oscuro…
Azucena: ¡Qué sabés vos! Por qué no te ocupás de tus cosas. Empezá a
maquillarte que todavía nos falta la segunda parte…
Desde el off proviene el sonido de unos tibios aplausos.
Antonio:- (Desde off): Gracias, muchas gracias. El aplauso es el alimento del alma
del artista.
Azucena:- (Se seca las lágrimas) Dentro de diez minutos otra vez a escena…
Tita:- Si no me respondés la pregunta que quedó en el aire desde hace media
hora no pienso salir a escena.
Antonio:- (Desde off): Y ahora, luego de que ustedes respetable público,
disfrutaran de estas estupendas y magistrales actrices…
Azucena:- Ya te la contesté…
Tita:- No querida.
Antonio:- … y mientras esperamos que se cambien para que nos deleiten
nuevamente…
Tita:- ¿Por qué dijiste que a Selva no vamos?
Antonio:- …voy a tener el placer de acompañarlos nuevamente con mi guitarra y mi
voz…
Azucena:- A esa pregunta mi respuesta fue: lo hablamos más tarde…
Antonio:- … en esta oportunidad les voy a interpretar la bonita página que el
maestro Discepolo intitulara: “Yira-yira”
Se escuchan los primeros acordes de la guitarra. La voz y la música
quedan de fondo.
Tita:- ¡Ya es más tarde!
Azucena:- Aun no. Más tarde es después de la función.
Tita:- También dijiste que esta era tu última función.
Azucena:- (Comienza a desvestirse) Yo no dije eso.
Tita:- (Comienza a desvestirse) Dijiste eso.
Azucena:- Yo dije: “ahora terminemos de prepararnos para disfrutar nuestra última
función”. Vos dijiste que no querías hacer más de hombre.
Tita:- ¡No lo dijiste por eso! Me estás tratando como si yo fuera una tonta.
Azucena:- Nunca haría algo semejante
Tita:- Si lo de: “la última función” lo unimos con que: “no vamos a ir a Selva” y lo
unimos con: “éste pueblo” y con: “esa margarita” y con el: “Ford A” y con el
“gringo” dueño del…
Azucena:- (Conciliadora): Terminá de vestirte, te prometo que después de la
función hablamos todo lo que quieras…
Tita:- Yo no puedo actuar si no sé donde estoy parada.
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18. Azucena:- Tita, por favor, disfrutemos de esta función, por favor, es muy importante
para mí.
Tita:- ¡¿Y a mí qué?! ¡Claro! ¡A mí que me parta un rayo! No señorita: ¡Para mí
es muy importante saber la verdad!
Azucena:- ¿Querés saber la verdad?
Tita:- ¡Quiero escucharla de tu boca, porque la verdad ya la sé! ¿Te quedás
aquí?
Azucena:- Si…
Tita:- ¿Me estás embromando?
Azucena:- No…
Tita:- ¿Por qué?
Azucena:- Por… por amor…
Tita:- ¿Por amor? ¡Por amor! ¡Por amor! ¡Y por tú amor me hiciste venir hasta
aquí!, ¡hasta éste pueblo!, con el pobre de Antonio destruido…
Azucena:- Quería que lo hiciéramos por última vez, los tres juntos, como estos tres
últimos años, en tantos pueblos, durante tantas noches…
Tita:- ¿Por qué no me lo dijiste?
Azucena:- No me animé…
Tita:- Una muestra más de tu eterno egoísmo. Siempre pensando en vos.
Deberías habérmelo dicho. Yo hubiera tenido la oportunidad de…
Azucena:- No estaríamos acá, juntas y actuando. Juntas y haciendo lo que tanto
amamos. Nos hubiéramos peleado. No me mirés así, seguro que nos
hubiéramos peleado a muerte. ¡Al punto de no vernos más! Sin poder
despedirnos en el escenario…
Tita:- ¡¿Y vos que sabés si yo me quería despedir así?!
Azucena:- (Ilusionada): Creí que sí.
Tita:- (Cortante): ¡Mentira! Sólo pensaste en vos.
Desde off se dejan escuchar unos tibios aplausos.
Antonio:- (Desde off): Gracias, son ustedes muy amables. Y más aun sabiendo
respetar el dolor que me invade por la muerte de un gran patriota…
Tita ya se vistió. Lleva puesto un largo vestido, blusa y sacón de lana de
color negro.
Tita:- (Mirándose en el espejo.) Ahora ya poco importa.
Antonio:- (Continuando): Y ahora mi respetable público y para ir cerrando mi
participación en esta velada, les voy a interpretar del entrañable Discepolo una
bonita página que el intitulara: “Que vachaché”
Se escuchan los acordes y la voz de Antonio seguirá como música
ambiental. Tita da un manotazo en el aire y mata a un mosquito.
Tita:- ¡Ahora no importa! Tita Muñoz va a actuar para el público de éste pueblo.
¡Se va a despedir de éste pueblo para siempre!
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19. Azucena:- (Viste sobria pero elegantemente) No lo digás de esa manera. Vas a
volver y yo estaré aplaudiéndote desde la platea.
Tita:- (Irónica): No voy a tener ese placer. ¡Seguro que no! Para cuando el
gordo imbécil dueño de éste lugar me contrate, seguro que vos ya no vivís más
acá. ¡Seguro que no! Ya te habrás mudado con “tu gringo”, con “tus vacas” y “tu
Ford A” verde oscuro, a “tu pueblito”. De vuelta a la casita de “tus viejos”, de
dónde nunca deberías haber salido. Actuando en hidish, para tu colectividad, en
“El Kadima”. Compartiendo el escenario con “tus Isaac y tus Abrahán” y tus…
Azucena:- (Conciliadora): No intentes herirme. Te conozco Tita. Te conozco mucho.
Sé que me querés y todo lo que me decís lo decís de bronca. Porque me bajo
del carro. Porque no puedo seguir más. ¿Vos creés que estoy totalmente
segura?
Tita:- Ya no me interesa.
Tita de un manotazo mata otro mosquito.
Azucena:- Igual te quiero decir lo que siento, lo que me pasa: ¡No!, no estoy segura
de nada, ¡de nada! Mejor dicho sí, de algo estoy segura, de que como actriz
hasta acá llegué. En la radio no pasé de clak. (Gesticula una risa sorda, un
aplauso donde las manos no se encuentran) En el cine sólo conseguí
pequeños e insignificantes papeluchos, la mayoría de ellos ni siquiera quedaron
filmados y en el Teatro, bueno en el teatro, lo más importante: “Por amor al arte”
y el hambre y los fríos y las angustias…
Tita:- Claro, para vos estos últimos tres años sólo fueron eso…
Se escuchan los chillidos de las ratas. Ambas miran hacia la montaña de
bártulos.
Azucena:- ¡Sabés que no! ¡Sabés que sos mi amiga del alma! ¡Y de cómo te voy a
extrañar! También sabés que ya no nos llama nadie, que nadie nos quiere
contratar, que caemos siempre a los mismos lugares y que los que fueron
nuestros amigos, algunos nos esquivan y otros no saben como decirnos de que
ya no nos pueden ayudar más… Y que ya estamos grandes… Y que yo estoy
sola… En cambio vos tenés a tu mamá...
Tita:- (Mirando hacia los bártulos) Mi mamá es una gallega insoportable...
Azucena:- ... y a Antonio…
Tita:- (Continúa mirando hacia los bártulos) Antonio es casado.
Azucena:- Pero te ama y tarde o temprano se va a decidir por vos.
Las ratas chillan cada vez más fuerte.
Azucena:- Esta es mi última oportunidad. Es un buen hombre, honesto, trabajador y
me ama. Hace cuatro años que me espera. Vos sabés que fue varias veces a
buscarme a Buenos Aires.
Se escuchan más fuertes los chillidos de las ratas. Tita mira con bronca
hacia los bártulos. Luego observa la escoba que permanece apoyada en el
tablón.
Tita:- ¿Estás lista para salir a escena?
Azucena:- Vos lo sabés Tita. Sabés que no te miento…
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20. Tita desaforada, toma la escoba y se abalanza contra los bártulos. A
escobazo limpio desordena todo el lugar. Golpea enfurecida el piso con la
escoba tratando de matar las ratas. Arroja la escoba entre los
desordenados bártulos y comienza a dar fuertes pisotones en el piso.
Desde el off se escuchan los clásicos: ¡shhh!, exigiendo silencio.
Tita:- ¡Basta ratas de mierda! ¡Basta! ¡No las soporto más! ¡No puedo más! ¡No
puedo más!
Azucena viene hacia ella y la abraza fuertemente. Ambas se confunden en
un tierno y largo abrazo. En el preciso momento en que el abrazo cobra su
mayor intensidad, desde off viene el sonido de algunos tibios aplausos.
Antonio:- (Desde off) Gracias, muchas gracias por sus cálidos aplausos.
Tita:- ¿Vas a poder vivir en el medio del campo?
Azucena:- Lo tengo que intentar...
Antonio:- Y ahora, para finalizar su actuación el trío: “Por amor al arte” tiene el
honor de presentar ante usted nuestro último estreno.
Tita:- ¿Vas a poder vivir sin el teatro?
Azucena:- Lo voy a intentar.
Ambas sin dejar de abrazarse y de acariciarse repetirán los textos al
unísono con Antonio.
Antonio:- (Continuando): Escrita por quien les habla: Antonio Cortijo e interpretada
por las brillantes actrices: Azucena Eidel y Tita Muñoz… la breve comedia
dramática intitulada: “¡¿Y ahora, quién levanta éste muerto?!”.
Las actrices secan sus lágrimas y se preparan para entrar a escena.
Antonio:- Recibamos con un fuerte aplauso a las intérpretes…
Desde Off se dejan escuchar los ralos y tibios aplausos.
Apagón.
ESCENA CUATRO: Escenario B2: “Cementerio”
El espacio escénico permanece desierto por unos instantes. Aparece
Ercilia con un pequeño ramo de flores en su mano. Ercilia, es una mujer de
más de sesenta años y es encarnada por Azucena. Viste la misma falda
que vistiera cuando actuaba de Teresa. Lleva puesto un saco azul y un
sombrero haciendo juego y un pequeño velillo le cubre el rostro. Su andar
es cansino y suave. Sus manos tiemblan por el mal de Parkinson y ella
disimula el temblor jugando con los botones de su camisa o de su saco.
Ercilia:- Qué raro que se siente una estando aquí…
Busca, entre tumbas esparcidas por el escenario, una tumba en particular.
Ercilia:- Si el sepulturero no me indicó mal… (Se detiene delante de la única
tumba simulada) Aquí está. (Leyendo la lápida): Ercilia Logripo 25 de
diciembre… el año ya ni se lee… Pasaron tantos… (Detiene su mirada en el
ramo de flores que lleva consigo) Alguien aun te recuerda… Y te recuerda
20
21. bien. (Se inclina y toca las flores que se encuentran en la lápida) Están
frescas. Dos o tres días…
Bettina, sin ser vista por Ercilia, aparece en escena y se queda
observándola. Bettina, que es interpretada por Tita, es una mujer algo
mayor que Ercilia. Viste como de entre-casa. Absolutamente de negro. Un
crucifijo de plata pende en su cuello. Lleva un pañuelo del mismo color
cubriéndole la cabeza. Trae en sus manos un pequeño jarrón, un balde (el
mismo que usara Manolo) con agua, unos trapos y una escoba.
Ercilia deposita su ramo de flores, tratando de que estas queden apoyadas
contra la supuesta lápida. La tela que cubre la silla se acomoda a las flores
que se le apoyan.
Ercilia:- Orquídeas… dos ramos de orquídeas…
Ercilia se pega una bofetada en su propio cuello, se observa la mano y con
un gesto de asco deja caer el mosquito que mató.
Bettina:- Adoraba las orquídeas…
Ercilia descubre que no estaba sola. Queda asombrada ante la presencia
de Bettina.
Ercilia:- (Sin lograr frenar su impulso): Bet… (Corrigiéndose): Buenas tardes…
Las dos mujeres se miran por unos instantes. Ercilia duda y baja su
cabeza. Bettina deja el balde y la escoba por algún lado.
Bettina:- ¿Quién es usted?
Ercilia:- (Piensa velozmente y duda en que contestar): Alguien…
Bettina coloca el jarrón al lado de la lápida y sus flores dentro de él.
Bettina:- Pero, ¿quién?
Ercilia:- Una vieja conocida…
Bettina:- ¿De quién?
Ercilia:- (Logrando una respuesta que cree definitiva): Del pueblo.
Bettina:- ¿Hace muchos años que se fue?
Ercilia:- A fines del 15.
Bettina enjuaga el trapo en el balde y luego lo estruja.
Bettina:- Cuando murió la pobre Ercilia…
Ercilia:- Estuve tratando de leer el año…
Bettina:- (Limpiando la lápida) 25 de diciembre de 1915. Desde ese año no se
festejaron más “Navidades ni Años Nuevos”. Papá nunca cerró esa herida…
Ercilia:- (Nostálgica): Papá…
Bettina:- No se animó ni a mirarla. Fue la única vez que en éste pueblo se hizo un
velatorio con el cajón cerrado.
Ercilia:- ¿Para no mirarla?
21
22. Bettina:- Era un espanto. Según me dijeron... ¡Bah!, según me dijo Mamá. Ella fue
a reconocerla, sola fue... Papá sufría del corazón... ¿Usted no sabe como pasó?
Ercilia:- (Mintiendo): No. Sólo me enteré que había muerto…
Bettina:- Fue un accidente terrible, ¡bah!, se cree que fue un accidente, yo siempre
sospeché. No le iban muy bien las cosas a la pobre Ercilia.
Ercilia:- (Evitando mirar demasiado a Bettina) ¿A no? ¿Y, por qué si puede
saberse?
Bettina:- Yo creo que sufría de una enfermedad incurable y ya no podía seguir
viviendo con eso…
Ercilia:- (Muy interesada): ¿Enfermedad?
Bettina:- (Ha terminado de limpiar la lápida) Sí. (Dando su diagnóstico): Tenía
el diablo en el cuerpo. (Aseverando): ¡Desde chiquita! A los nueve años yo la
encontré con el hijo de Doña Mercedes, dele darse besos y tocarse por todos
lados. El chico debía de tener diez u once años. (Enjuaga el trapo en el balde)
Ercilia:- (Como para sí): Estaban jugando, descubriéndose…
Ercilia espanta un mosquito que le revolotea cerca del rostro. Bettina toma
la escoba y barre sobre la tumba.
Bettina:- ¿Jugando? ¡Desnudos estaban! ¡Dios me libre y guarde y la tenga en la
Santa Gloria! (Se persigna y besa el crucifijo que le pende) Eso no es un
juego. Y menos para jugarlo a esa edad. ¡Nueve años! Recién había tomado la
primera comunión. (Se persigna repetidamente) ¡Todo el pueblo se enteró!
Alfonso, así se llamaba el hijo de Doña Mercedes, ¡se lo contó en secreto a un
amigo y éste a otro y éste a otro y a otro hasta que llegó a oídos del Cura y ahí,
todo el pueblo se enteró!
Ercilia:- (Como para sí): Pobre Ercilia…
Bettina:- ¡Pupila al Colegio Santa Eucaristía del Sagrado Corazón!
Ercilia:- Pupila, con nueve años. Sin ver a su papá, a su pueblo…
Bettina:- Cuando regresó, a los doce o trece años, creíamos que ya estaba curada.
¡Bah! ¡Qué va a estar curada! ¡Otra vez con el Alfonso! Pobre papá, estuvo
preso una semana por golpear al chico. Pero el chico no tenía la culpa y la
verdad, yo creo que la pobre Ercilia tampoco, era el Diablo. ¡El mismo Diablo! Se
le había metido en el cuerpo. (Bettina barre la tapa de la tumba) Desde que
era bebé. El Diablo se le fue metiendo por el chupete. Tenía más de cuatro años
y no había manera de sacarle el chupete. Mamá se lo mojaba con la caca de las
gallinas, ella igual se lo metía en la boca y desafiante le decía a mi pobre madre:
¡Qué rico! ¡Qué rico que está! ¡Ponele más! ¡Dale, ponele más! (Como si lo
estuviera viendo): ¡Era el diablo el que contestaba! (Se persigna y besa el
crucifijo que le pende del cuello) El diablo se iba apoderando de ella... poco a
poco... pobre Ercilia…
Ercilia:- (Contesta no pudiendo creer lo que oye): Pobre Ercilia.
Bettina:- (De un manotazo caza un mosquito) ¿Y usted, de dónde la conocía?
Ercilia:- (La pregunta la toma de sorpresa): De… de... fuimos... estuvimos
juntas… pupilas… pupilas en el Colegio Santa Eucaristía...
22
23. Bettina:- (Barre alrededor de la tumba) ¡Ah! Usted también... ¿Y usted?, disculpe,
no sé si debo preguntárselo o no...
Ercilia:- Pregunte…
Bettina:- ¿Qué enfermedad tenía?
Ercilia:- (Segura): ¡Ninguna! (Bajando el tono en la respuesta, inventándola):
Mis padres creían que era la mejor educación…
Bettina:- ¿La mejor educación? Mire que yo soy muy creyente, pero la verdad, creo
que eso de vivir encerrado. ¡Bah! No creo que sea bueno estar encerrado tanto
tiempo. Salvo que el encierro cure. Aunque ya ve, no siempre lo logra…
Ercilia:- ¿Y cómo fue el “supuesto” accidente?
Bettina:- ¿A usted le dijeron que no fue un accidente?
Ercilia:- Usted me lo dijo…
Bettina:- ¿Yo se lo dije? En realidad, accidente lo que se dice accidente fue, ¡y qué
accidente! Pero, fue sobrenatural. (Deja de barrer) El Diablo terminó con ella. O
mejor dicho, Dios le gano la batalla al Diablo y se llevó a mi pobre hermanita con
Él.
Bettina se persigna y besa el crucifijo que le pende del cuello. Estruja el
trapo y comienza a limpiar la tapa de la tumba.
Bettina:- Hacía unos años que Alfonso se había ido del pueblo. Vivía en la ciudad.
Dicen que le iba muy bien, que había hecho plata y todo. Nunca supe porque
papá la dejaba ir a ella a la ciudad. Mamá quería que fuera yo, pero él insistía e
insistía. ¡Bah! De cualquier otra manera el Diablo hubiera logrado que se
mantuviera esa unión en el pecado.
Ercilia:- Perdón, ¿y eso qué tiene que ver con el accidente?
Bettina:- ¡Todo tiene que ver con todo! (Mata un mosquito de un manotazo) La
última enfermedad grave que tuvo fue la del juego. Papá la llevó a ella para que
lo ayudara en la panadería. Daba la casualidad que cuando quedaba sola
siempre se vendía poco. Yo sospechaba de Ercilia. Estaba casi segura de que
robaba plata del cajón. Yo se lo decía a mamá y ella a papá, pero papá nada.
¡Qué la panadería es mía! ¡Qué yo sé lo que hago! ¡Qué es mentira! ¡Qué nunca
faltó una moneda! Yo estaba segura. ¡Bien segura! Lo que no tengo bien claro
es porque yo estaba tan segura de que se jugaba la plata. El 23 de diciembre…
Ercilia:- La víspera de la navidad…
Bettina:- (Continuando con su relato): … de 1915, revolviendo sus cosas
encontré un montón de billetes de lotería viejos. Le conté a mamá. ¡Se ahogaba,
no podía respirar del odio, le agarraron las palpitaciones! Pobre mamá, a pesar
de sus palpitaciones murió después que papá...
Ercilia:- Varios años después, yerba mala...
Bettina:- (Sin escuchar a Ercilia): Él que parecía un roble... fuimos con mamá y lo
despertamos de su siesta. ¡Se levantó cómo loco! ¡Por supuesto que el diablo
negaba todo! Dijo que esos billetes no eran de ella, que seguro que eran míos,
que averiguáramos en el pueblo, que ella no jugaba y menos con el dinero
23
24. ajeno. Mamá obligó a papá a que averiguara. Pero ella nunca había comprado
ningún billete en el pueblo.
Ercilia poco a poco irá perdiendo el control y el disimulo de su mal de
Parkinson.
Ercilia:- (Con certeza): Los compraba en la ciudad, cuando iba a encargar las
bolsas de harina.
Bettina:- (Sin darse cuenta de lo que ha dicho Ercilia, reafirmándolo): ¡Sí! ¡Los
compraba en la ciudad! ¡Los compraba en la ciudad! Papá la había puesto como
encargada de comprar la harina, la levadura y esas cosas. Cada quince días
viajaba a la ciudad. Allí se encontraba con Alfonso y hacían de las suyas. Estoy
segura de que Papá lo sabía. El era cómplice del diablo.
Ercilia, sin esconderse de Bettina y aunque ella no lo registre, se abofetea
el cuello y mata un mosquito.
Ercilia:- No hables así de Papá...
Bettina:- (Sigue destilando odio): ¡El Diablo se hacia traer hasta la plaza! Y
llegaba en el mismo horario que el tren.
Ercilia:- (Desafiante): ¿Y eso cómo lo supiste Bettina?
Bettina no registra que Ercilia la llamó por su nombre, ni que se quitó el
sombrero y el velillo que cubría en parte su rostro. Y mucho menos que la
está mirando fijamente a los ojos.
Bettina:- Una madrugada esperé detrás de un árbol a que llegara el tren y para mi
sorpresa la vi bajar de ese auto...
Bettina estruja el trapo y luego lo tira dentro del balde.
Ercilia:- Estabas siempre donde no debías...
Bettina:- (Continúa con su relato): ... estaba radiante, con un hermoso ramo de
orquídeas...
Ercilia:- (Continúa con su relato): ...viviendo la vida de los demás.
Bettina:- Y yo que creía qué sólo yo la había visto. ¡Bah! No sólo yo lo sabía. Más
de una de esas a las que les llamábamos “bisagras”, porque vivían pegadas a
las ventanas, la vieron llegar. (Recordando con rabia): ¡Qué vergüenza estar
en boca de todo el pueblo! (Regresando al relato del accidente): Durante la
noche Dios había descargado agua con mucha furia. Como para lavar todos los
pecados del mundo. La lluvia fue torrencial. Esa mañana el tren llegó, pero ellos
no. Los caminos estaban a la miseria. El automóvil en que venían se
desbarrancó. Murieron los dos, carbonizados. A Alfonso se lo pudo reconocer
pero a Ercilia, pobre, el fuego la devoro desde afuera hacia adentro… Sólo el
fuego espanta al Diablo.
Bettina se persigna y besa la cruz que le pende del cuello. Luego, toma la
escoba en un brazo y el balde en el otro. Ya está lista para guardarlos
donde corresponde.
Ercilia:- Bettina, ¿y si no era ella la que viajaba con Alfonso?
Bettina:- (Registra que la llamó por su nombre): ¿Cómo sabe mi nombre?
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25. Ercilia:- (Mirándola fijamente) No sé sólo tu nombre. También sé que sos la
sofocante sombra, la inagotable y asfixiante hermana mayor que no la dejaba
respirar. ¡Pobre Ercilia! Perseguida día y noche por la alcahueta de su hermana.
Bettina:- (Deja el balde y la escoba y se planta ante Ercilia) ¡Usted me está
faltando el respeto!
Ercilia:- No Bettina, la que nunca tuvo respeto por nada ni nadie fuiste vos...
Bettina:- ¡A mí no me tutee! El haber sido compañerita de mi hermana no le da
derecho.
Ercilia:- ¡Mirame a lo ojos! ¡Fijá tu vista en mis ojos! Pasaron cerca de veinticinco
años. El cuerpo envejece, el cabello se vuelve gris, el rostro se cubre de huellas,
pero los ojos...
Bettina mira fijamente a Ercilia y queda perpleja. No pudiendo creer lo que
ve. Sus brazos caen a los costados de su cuerpo. A partir de este momento
comienza a tener dificultades respiratorias.
Bettina:- Esos ojos... (Se persigna)
Ercilia:- No era yo quien venía con Alfonso. Tal vez él ni venía hacia aquí, lo más
seguro es que andaba de paso regresando a Rafaela…
Bettina toma la cruz de plata con una mano y la antepone entre ella y
Ercilia. Tal vez para evitar que el diablo se le acerque. Luego, cómo viendo
a un fantasma, se deja caer sentada sobre la tumba. Sus ojos se agrandan
para poder ver lo que no cree estar viendo.
Ercilia:- (El mal de Parkinson se le hace incontrolable) Aquella madrugada que
me viste bajar de un automóvil no era Alfonso el que manejaba, pero no importa,
esa es otra historia que no tengo ganas de contarte. Igual a vos y a Mamá nunca
les interesaron mis historias. A ustedes les gustaban las historias que armaban
de lo que suponían que eran mis historias. (Con ironía): ¡Qué pena mi dulce
hermanita! ¡Qué pena grande que Mamá haya muerto sin volver a verme! Y que
yo no la pudiera llorar en su velorio... (Con odio): ¡Ojalá estuviera aquí ese
monstruo de madre que tuve! ¡Ojalá! Hoy se podría dar cuenta que; la enfermita,
la poseída, ¡esa!, ¡esta, qué tenés ante tus ojos!, ¡pudo escribir y vivir su propia
historia!
Bettina:- (Sin poder salir de su asombro): Entonces...
Bettina registra que está sentada sobre una tumba, con muchísima
dificultad intenta reincorporarse al mismo tiempo en que se persigna.
Ercilia:- Esa Navidad gané “La Lotería” y me fui para no volver.
Bettina sin haberse reincorporado del todo vuelve a caer sentada sobre la
tumba. Sin abandonar el comportamiento de su personaje, Tita, mata un
mosquito que se había apoyado sobre su brazo.
Ercilia:- (Su angustia y dolor irá “in crescendo”): Después me enteré de lo de
Alfonso, ¡pobre Alfonso!, y a pesar de mi gran dolor, eso me vino como anillo al
dedo. Estaba segura de que contaba con “dos grandes escritoras” capaces de
cerrar una historia sobrenatural con ribetes monstruosos.
Bettina:- (Respira con mucha dificultad. Mira hacia el cielo. Se persigna con
insistencia) Perdón Dios mío, perdón... (Intenta reincorporarse) No puedo...
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26. no puedo mantenerme en pie. (Se abandona definitivamente sobre la tumba)
Todo me da vueltas... Veo todo nublado...
Ercilia:- Siempre viste todo nublado. Incluso, creo que no eran tus ojos los que
veían. ¡Eso es, sí! ¡“Tú madre” se metía en tus ojos! Mirabas sólo, por y para
ella... Una sola pregunta más: ¿por qué me traías flores?
Bettina:- (Ya casi no logra respirar) Me duele mucho el pecho...
Ercilia:- ¿¡La culpa no te dejaba dormir!? ¿¡Es por eso!? Viviste siempre con la
culpa de haberme arrojado a “ese barranco”.
Bettina:- (Respira con mucha más dificultad. Se toma el pecho con ambas
manos) El pecho, siento como un hielo filoso abriéndome el pecho...
Ercilia:- (Tratando de herirla de muerte) Sin ser hija del que creíste siempre
fuera tu padre, heredaste la debilidad de su corazón, lo único que heredaste de
ese buen hombre...
Bettina:- (Lo que acaba de oír es demasiado para ella, aumenta su dificultad
respiratoria, su cuerpo se contrae por los dolores) ¿Qué me estás diciendo?
Ercilia:- ¡Vos sí que eras la socia del diablo! El pobre de Papá, por amor, se casó
con una mujer embarazada por otro y ella a ese acto de amor lo pagó con odio.
Odio hacia él y hacia mí....
Ercilia:- (En un hilo de aire): Ayudame... me estoy rompiendo...
Ercilia:- Te estoy ayudando Bettina, estoy dejando que te rompas...
Bettina:- (Se toma el rostro con ambas manos, ya no puede más, mira a su
media hermana y luego lanza un grito ahogado con violencia inusitada):
¡¡¡Ercilia!!! (Cae muerta sobre la tumba)
Ercilia se queda observándola. Lentamente logra controlar su Parkinson.
Sus manos juegan con los botones de su blusa. Se coloca el sombrero y el
velillo. Luego le acomoda los brazos a Bettina sobre el pecho. Por último,
su mano temblorosa le cierra los ojos.
Ercilia:- (Descorazonada): Y pensar que yo sólo venía a agradecerle a quien
ocupa mi lugar.
Apagón. Se encienden las luces y las actrices saludan al público. Desde la
platea vuela una margarita que cae a los pies de Azucena. Ella se agacha y
la toma entre sus manos.
Azucena:- (Sigue con el mismo dolor con que su personaje transitara el final de
la escena): No voy a poder Humberto. ¡No voy a poder Humberto! (Sale
corriendo hacia el camarín)
Tita queda sola en escena, atónita, sin saber que hacer. Duda, luego saluda
al público y sale detrás de Azucena.
Apagón
ESCENA CINCO: Escenario A: “Camarín”
Aparece Azucena, está desconsolada, abrumada. Se deja caer en una silla.
Al instante entra Tita.
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27. Azucena:- No voy a poder. Tengo mucho miedo. No voy a lograrlo. ¡No me sé la
letra!
Tita:- ¿¡De qué letra me hablás!? ¿¡Estás chiflada!? ¡La vida no tiene letra! Es
pura improvisación…
Azucena:- Yo no sé improvisar, no me va a salir, ¡no voy a ser feliz viendo crecer las
vacas!
Tita:- ¡No lo sabés! No lo podés saber ahora, ¿cuándo viste nacer un ternero?
(Azucena la mira sin saber que decirle) ¡Nunca! Y como nunca lo viste nacer
tampoco lo viste crecer, ¡ni siquiera te lo podés imaginar! Justo vos te lo vas a
imaginar, justo vos, ¡si vos tenés menos imaginación que un piojo!
Azucena:- ¡No necesito tener imaginación para saber lo que quiero hacer! ¡No la
necesito! ¡No quiero ver crecer terneros que de grandes van a ser vacas y que
van a dar leche! ¡No me interesa! ¡No necesito imaginación para eso! ¡Sé lo
quiero y lo que no quiero!
Tita:- ¡Qué vas a saber! ¡Qué vas a saber vos! ¡Tenés miedo! ¡Eso es lo que
tenés! ¡Tenés un cagaso bárbaro! ¡Te quemaste muchas veces con leche y
ahora lo ves a Humberto como si fuera una vaca enorme! Pero él no es ninguna
vaca, ¡es un flor de toro! Un pedazo de hombre enamorado como un
adolescente. Tirándole margaritas a su enamorada. A ver si me entendés: ¡Te
ama! ¡T e a m a! ¡Y vos lo amás!
Azucena:- Ponete de acuerdo querés, hace un rato me decías que era una estúpida
que iba a terminar actuando en hidish en el Kadima…
Tita:- ¡Hace un rato estaba enojada! Pero viéndote actuar me di cuenta de que
estás muerta de amor. ¡Sólo una actriz enamorada puede actuar tan mal! Llorar
en escena, llorar de verdad, ¿dónde se vio?, ¿dónde viste eso? ¿Quién te
enseñó eso? Ninguna buena actriz muestra sus verdaderas emociones en
escena. Salvo una actriz que se está despidiendo del teatro. Tal como lo hiciste
vos esta misma noche.
Azucena:- No voy a poder… tengo mucho miedo…
Tita:- (La abraza tiernamente) ¿Y quién no? ¡No es sencillo! ¿Quién te dijo que
lo era? ¿Vos creés que para mí lo es?, ¡no!, ¡no lo es! Estoy con el hombre que
amo sólo cuando estamos de gira. El resto de los días vivo dudando. Dudo de si
realmente me ama. Dudo de si no me está usando. De si está conmigo para no
dormir solo en una triste pieza de un hotelucho de pueblo. Dudo y no dudo y
tengo miedo y no lo tengo y lloro y me río y aquí me ves, sigo apostando, sigo
jugando a esto de vivir, de vivir como se puede, de vivir el día a día como viene.
¡Y vos lo vas a intentar! (Le toma el rostro entres sus manos y mirándola
fijamente a los ojos): Ahora mismo vas a salir por esa puerta y te vas a tirar a
los brazos de ese gringo enamorado. ¡Y te vas a acurrucar entre sus brazos!
Bien pegadita a ese corazón enorme que ahora estás llenando de angustia.
Azucena llora de alegría y de miedo. Tita suavemente la puso de pie y casi
sin resistencia por parte de Azucena, van yendo hacia la puerta.
Tita:- (Emulando a Manolo): ¡Pues, andando mujer, joder! ¡Andando! ¡A poner
la otra mejilla! ¡A dar pelea! ¡Vamos a escena de una vez y para siempre! (Salen)
Apagón final
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