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“Por amor al arte o El trío más mentado”
                       Comedia dramática para dos actrices.
                                  Daniel Dagna



Personajes:
Tita es Tita, Manolo y Bettina
Azucena es Azucena, Teresa y Ercilia
Antonio Cortijo es silueta, voz y guitarra



      Para su representación es aconsejable contar con un escenario giratorio.
      Caso contrario se debe contar con dos espacios escénicos. En éste caso y
      si se logra mantener el centro de atención del público en las escenas, se
      podría representar con un actor-músico en vivo.


Escenario A: “Camarín”
Dos caballetes de madera sostienen un tablón. Un par de sillas de bar. Un espejo
roto, borroso, casi inútil, cuelga en una pared. En un rincón se apilan bártulos
viejos y rotos. Delante de ellos un perchero de pie. La madera descascarada y
algo raída lo hace ver como en desuso.


Escenario B1: “Living comedor”
Una mesa de bar con dos sillas similares a la que había en el camarín. Dos cubos
juntos, cubiertos con un pedazo de tela, simulan un pequeño sillón.


Escenario B2: “Cementerio”
Una silla cubierta por una tela color gris simula la lápida de una tumba. En ella
una cruz pintada, las siglas Q.E.P.D. y el nombre de la difunta: Ercilia Logripo y
una fecha inteligible de su defunción. Unos cubos cubiertos con telas simulan la
tumba. Unas flores frescas descansan apoyadas sobre la supuesta lápida.




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ESCENA UNO: Escenario A: “Camarín”
         Luz mortecina. Ruidos de roedores que en ciertos momentos se dejarán
         oír. El zumbido de los mosquitos sedientos recorriendo el espacio. Entra
         Tita al lugar. Lo observa con un claro gesto de asco. Mira con especial
         atención la montaña de bártulos.
         Tita tiene cincuenta y cinco años, es corpulenta y algo tosca en sus
         movimientos. Trata de vender la imagen de una mujer segura y dispuesta a
         todo. Usa excesivo maquillaje y viste llamativamente.
Tita:-            En este lugar ya estuvimos antes. Estoy casi segura. Estos pueblos son
         todos iguales; las mismas calles, la misma gente, una no distingue uno del otro;
         pero, ¡éste lugar es único! ¡Esta ratonera es inconfundible! Con razón que me
         sonaba el nombre del pueblo. ¿Cuándo estuvimos aquí? (Deja la caja sobre el
         tablón y observando el espejo): ¡Sí, en el 37! Junio del 37... (Mata un
         mosquito) ¡Hacía un frío de morirse pero no había estos insectos insoportables!
         (Pasa un dedo sobre el tablón de madera) Desde que le pasé un trapo nadie
         tuvo la osadía de hacerlo. (Deja su vestuario sobre una silla y se dispone a
         limpiar el tablón) El mismo espejo de porquería. El mismo perchero, las mismas
         sillas... La misma montaña de trastos inútiles y para peor, el mismo público. Una
         veintena de borrachos, cinco o seis putas y un “gringo estúpido” que le arroja
         margaritas a la chancha...
         Aparece Azucena, trae consigo su vestuario y otra caja. Tiene la misma
         edad que Tita. Es muy femenina y cuidadosa de su imagen. Se maquilla y
         viste discretamente. Sus movimientos son finos y delicados casi como
         estudiados. Deja la caja sobre el tablón.
Azucena:-      Antonio ya encontró con quien tomarse una grapa...
Tita:-         (Enfrentándola): ¿Por qué no me dijiste que era aquí?
Azucena:-      (Colgando su vestuario en el perchero) ¿Hubieras venido?
Tita:-         ¡Ni loca!
Azucena:-      Sobra la respuesta.
Tita:-         ¿Por cuánto vinimos esta vez? Porque supongo, supongo, que nos van a
         pagar, no lo haremos “por amor al arte”, supongo...
Azucena:- (Extrae de su caja un espejo) Supones bien. Alojamiento, comida y la
     mitad de los que se recaude...
Tita:-         (Tomando en sus manos el espejo que trajo Azucena) Te viniste
         preparada.
Azucena:-      Me lo acaban de prestar...
Tita:-         ¿Quién? Digo, si puede saberse...
Azucena:-      (Inventando): El dueño del lugar...
Tita:-         En junio del 37 cuando vinimos no sacamos ni para el pasaje a Selva y
         eso que ésa otra “gran ciudad” queda a solo dieciocho kilómetros. Recuerdo que
         en esa oportunidad nos llevó un “señor” amigo tuyo en su flamante “Ford A”…




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Azucena:- Empezá a maquillarte porque después te quejás diciendo que nunca te
       alcanza el tiempo…
Tita:-        ¡Es la última vez que hago de hombre! ¡Detesto disfrazarme de hombre!
       ¡No lo soy ni lo quiero ser! Además nadie se cree que soy un hombre…
Azucena:-        Debe ser porque se nota que no te gusta hacerlo…
Tita:-           ¡Escuchen a Leonidas Barletta hablando de teatro!
Azucena:- Después de todo vos elegiste ésta obra y el reparto de personajes fue por
     sorteo.
Tita:-           ¿Lo del sorteo en teatro, te lo enseñó Barletta o Berta Singerman?
Azucena:-        ¡No! Fue una brillante idea de “la gran estrella”: ¡Tita Muñoz!
Tita:-          ¡Mentira! Yo no dije que sorteáramos, es más, nunca dije que me gustaba
         la obra…
Azucena:-        ¡¿Ah no?! ¿Y quién trajo el folletín?
Tita:-          Yo lo traje por indicación tuya. ¡Nunca había leído nada de ese autor! ¡Es
         más, ni sabía quién era! La idea fue tuya: escribió una obra para dos personajes,
         podemos acortarla un poco, total, el escritor cuando se va a enterar. ¡Ves! En
         eso tuviste razón, hace más de un año que la venimos haciendo, en casi dos
         pueblos por semana, a dos funciones por pueblo, son casi veinte por mes,
         doscientas por año; y el autor ni se enteró de que le destruimos la obra y el
         público ni se enteró como se llama la obra original, ni la adaptación, o lo que sea
         lo que hacemos…
Azucena:- No quiero seguir discutiendo, siempre ocurre lo mismo, en las “doscientas
     funciones anuales” ocurre lo mismo, toda la ebullición que te generan las
     actuaciones las descargás en el camarín y da la “casualidad” que la única
     persona que siempre está aquí soy yo. ¡Para mi tampoco es grato estar metida
     en esta pocilga! (Mata un mosquito que estaba apunto de picarla en el
     cuello) ¡Maldito aprendiz de Drácula! (A Tita): ¿Por qué no te fijás entre esos
     bártulos si no hay una espiral?
Tita:-         ¡Ni loca remuevo esos trastos ruinosos! Tu “amiga” ya debe ser abuela y
         debe vivir ahí con toda su familia…
         Azucena a medio vestir va hacia la montaña de bártulos y vuelve con un
         espiral espanta mosquitos.
Azucena:-        (Dándoselo a Tita): ¿Podés encenderlo?
         Tita busca los fósforos dentro de su pequeña cartera de mano. Luego de
         intentar con varios fósforos que fallan logra encender el espiral espanta
         mosquitos. Deja la caja sobre el tablón.
Tita:-           (Agudizando el oído en busca del supuesto sonido): ¿Las escuchás?
Azucena:-        Yo no escucho nada…
Tita:-           ¿Podés correr el perchero? Dale, haceme ese favor, ponelo de aquel
         lado…
Azucena:-        ¡Porque no terminás de vestirte y te dejás de embromar!
Tita:-           No me digas que no las escuchás… deben ser como tres…



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Azucena, sabiendo que Tita no cesará en su insistencia, va hacia el
         perchero y lo traslada.
Azucena:-      Ojalá sean tres, esta noche tenemos cena, una para cada uno…
         Azucena vuelve a su lugar y continúa maquillándose.
Tita:-         (Sin disimular su desagrado): No hagás chistes con eso que se me
         revuelve el estómago...
         Tita mira hacia el rincón donde están los bártulos y comienza a palidecer.
         No emite sonido alguno. Pierde toda su compostura e imagen. Se pone de
         pie y se apretuja contra Azucena. Intenta subirse a la silla. Con un dedo
         señala hacia la montaña de bártulos.
Tita:-         (Casi sin emitir sonido): Ahí… Están…
         Azucena intenta sostenerla antes de que se desmaye y caiga al piso. A
         duras penas la sostiene. Con una mano arroja el espiral espanta mosquitos
         hacia la montaña de bártulos. Luego, con mucha dificultad logra sentarla.
Azucena:-      ¡Esperá que voy por un vaso de algo fuerte! (Intenta salir)
Tita:-         ¡No!...No me dejés sola…
Azucena:-      ¡Está bien! No me voy.
         Azucena extrae de su caja un frasco de perfume y luego se lo coloca en la
         nariz a Tita.
Azucena:-      ¡Olé! ¡Dale! ¡Olé!, esto te va a recomponer…
         Tita huele el perfume y lentamente van subiéndole los colores al rostro. En
         ningún momento descuida la zona por donde andan las supuestas ratas. Al
         no verlas, su estado emocional cambia, se recompone y vuelve a ser la de
         antes. Se quita el perfume de delante de sus narices.
Tita:-          (Tratando de sostener su imagen de mujer segura): ¡Ya está bien! Te
         dije que las escuchaba. Qué estaban ahí. ¡Qué son un montón! (Va hacia la
         puerta del camarín y se queda de pie en el lugar) ¡Llamalo al Gordo imbécil
         dueño de esta pocilga y qué se las coma! Yo en estas condiciones no puedo
         actuar. ¡Me dan asco…, encima ese olor repugnante de tu perfume barato! (Está
         a punto de llorar de nervios. Se contiene)
Azucena:- (Lentamente, va hacia ella. La abraza tiernamente) Bueno, bueno, yo te
     entiendo más de lo que vos crees… (Le seca las lágrimas) Ya se te corrió todo
     el maquillaje…
         Azucena gira sobre sí misma y perdiendo un poco su postura, se enfrenta
         a la montaña de bártulos, donde supuestamente se esconden las ratas.
         Zapatea el piso con gran decisión y con actitud muy desafiante.
Azucena:-      ¡Fuera animales inmundos! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera! ¡Fuera!
Tita:-         (Atónita y sin dejar de mirar hacia los bártulos, con seguridad
         disfrazada): Hay humo...
Azucena:- (Agachándose) Es el espiral… (Lo deja sobre el tablón de madera)
     Dale vení y volvé a maquillarte.




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Tita permanece inmóvil. Luego de observarla, muda todas sus cosas al
         lugar donde estaba sentada anteriormente Tita.
Azucena:- (Llamándola) ¡Dale, vení! Si había, seguro que se pegaron tal cagaso,
     que huyeron como ratas por tirante.
Tita:-         (Cortante, sin moverse de la puerta) ¿¡Cómo si había!? ¡Hay, yo las vi!
Azucena:- (Corrigiéndose): ¡Pero, por supuesto! ¡Seguro que hay! Mirá si voy a
     dudar de lo que viste. Sentate del lado de la puerta, no creo que les haya
     quedado ganas de aparecer, pero si te sentís más segura del lado de la puerta…
     (Va hacia los bártulos)
Tita:-         (Observa inquieta a su amiga) ¿Qué vas a hacer ahora?
         Azucena extrae de entre ellos una escoba vieja y la lleva hacia la
         improvisada mesa de maquillaje.
Azucena:-      Por si se quieren hacer las vivas…
         Azucena deja la escoba apoyada en el tablón, exactamente en el medio de
         los dos lugares y vuelve a tomar asiento.
Azucena:-      Tita, más garantías no te puedo ofrecer…
         Tita, tal vez para no perder demasiado su imagen, va hacia su nuevo lugar.
         Con disimulo mira hacia los bártulos.
Tita:-         Gracias por ayudarme…
Azucena:-      Para algo sirven las amigas…
Tita:-         (Aún está de pie) Me dan mucho asco. No es miedo, imaginate si alguien
         con éste cuerpo le puede tener temor a un bichito tan insignificante.
         Azucena observa el recorrido de un mosquito e intenta matarlo con una
         pequeña toalla.
Azucena:-      Hay cientos de hijos de Drácula…
Tita:-         (Se sienta) Gracias…
Azucena:- (Cambiando de tema): Antonio ya debe estar por comenzar su primera
     entrada.
Tita:-         ¿Quiere decir que sólo faltan diez minutos?
Azucena:-      Eso parece y el pescado sin vender…
Tita:-         Azucena, ¿te puedo hacer una pregunta?
Azucena:-      Sí…
Tita:-         ¿Por qué volvimos a éste pueblo?
         Desde off y ante muy tibios aplausos se escucha la voz de Antonio. Él es
         un hombre de cerca de 60 años. Su voz está gastada de tanto tabaco y
         alcohol; sus graves, sus matices, transmiten bohemia, estaño y tango.
         Mucho tango.
Antonio:- (Desde off): Señoras y señores tengan ustedes muy buenas noches.
     (Desde off se escucha el saludo de alguien del público. Algunos tibios
     aplausos) Quien les habla: Antonio Cortijo, en nombre del trío: “Por amor al


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arte” Trío que integro con mucho placer desde hace varios años, agradece sus
         generosos aplausos. Hoy, luego de una extensa gira por nuestro país y de varios
         países limítrofes, a pedido del querido público de esta hermosa y pujante
         localidad, nos presentamos nuevamente aquí. (Azucena y Tita emulando la
         voz de Antonio, casi a coro y sin taparlo del todo, han repetido hasta aquí
         casi todos los textos pronunciados por él) Hace sólo 48 horas nos hemos
         enterado de una triste noticia… (Tita y Azucena han escuchado éste último
         párrafo con mucha sorpresa)
Azucena:-      Ya se puso en curda.
Antonio:- En la ciudad de Buenos Aires se disparó un tiro en el corazón un gran
     patriota…
Azucena:-      ¿De qué está hablando?
Antonio:-      Lisandro De La Torre decidió que hasta acá llegaba…
Tita:-         Era por eso que estaba insoportable…
Azucena:- No es momento para hablar de eso. ¡¿Y ahora, quién levanta éste
     muerto?!
Antonio:-      Sepan disculpar mi enorme tristeza… (Pausa cargada)
Azucena:-      ¿Por qué ese silencio? ¡¿Qué está pasando?!
Antonio:- (Tratando de recomponerse): Pero como el espectáculo debe continuar
     y si ustedes me lo permiten, quiero dedicar nuestro humilde espectáculo a ese
     gran hombre que de seguro quedará en la historia de nuestra patria como un
     ciudadano íntegro, honrado y decente...
Azucena:- (No logra salir de su asombro y de su preocupación): No lo puedo
     creer...
Antonio:-      Ahora les voy a entregar una hermosa página escrita por…
Azucena:-      ¡Por fin arrancó!
Tita:-         (Algo conmovida por Antonio): Es un artista…
Antonio:- Don Enrique Santos Discepolo y que el mismo intitulara: “Esta noche me
     emborracho” (Se escuchan los primeros acordes de la guitarra)
Azucena:- (Desaprobando la elección de Antonio): Después de la noticia que dio
     debería haber empezado con algo más alegre…
Tita:-         Hace lo que puede pobre… está descorazonado…
Azucena:-      Si no hubiera bebido antes de cantar…
         Breve silencio entre Tita y Azucena. Continúan maquillándose o
         vistiéndose. La guitarra y la voz de Antonio se escuchan como fondo
         musical.
Tita:-         No me contestaste la pregunta que te hice…
Azucena:-      Con lo de Antonio ya me olvidé: ¿qué querías saber?
Tita:-         ¿Por qué volvimos aquí?
Azucena:-      Porque respondieron a mi carta…



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Tita:-         ¿Quién?
Azucena:-      ¿Quién qué?
Tita:-         ¿Quién respondió tu carta?
Azucena:- No veo a que viene semejante interrogatorio. Vivo escribiendo cartas a
     todas las personas que conocimos en nuestras giras. Las cartas y las llegadas
     por sorpresa a cada pueblo han sido nuestra forma de vendernos durante estos
     últimos tres años.
Tita:-          Bueno, calmate y bajá la voz que te pueden oír. Te hice una simple
         pregunta. No veo porque tenés que ponerte tan nerviosa. Salvo que los motivos
         por los cuales estemos aquí no sean solamente los de dar una función de teatro.
Azucena:- (Esquivando el tema): Disculpame, no quise contestarte mal,
     perdoname. Ponete de pie que quiero ver como te vestiste. (Tita casi sin darse
     cuenta se pone de pie y Azucena le ordena la ropa) Siempre dejás una parte
     de la camisa fuera del pantalón.
         Tita, mientras Azucena le arregla la ropa, ella de un manotazo atrapa un
         mosquito. Abre su mano y quitándoselo de encima con un claro gesto de
         asco.
Tita:-         Creo que maté a Drácula…
Azucena:- Si hubieras matado al Drácula de los mosquitos acabarías con la especie.
     (Observa a Tita) Mirándote bien, hubieras sido un lindo hombre…
Tita:-         Sin mofarse que el horno no está para bollos…
         Desde el off se escuchan unos tibios y ralos aplausos. Sobre la voz de
         Antonio y sin prestarles demasiada atención, Azucena y Tita, continuaran
         con lo suyo.
Antonio:- (Desde off): Gracias por sus inmerecidos aplausos y ahora para no
     perder la continuidad del espectáculo, les haré escuchar la hermosísima página
     escrita también por Don Enrique Santos Discepolo y que se intitula:…
Azucena:-      (Emulando la voz de Antonio): ¡Cambalache!
Antonio:-      (Al unísono con Azucena): ¡Cambalache!
         Se dejan oír los primeros acordes de la guitarra de Antonio. La música y el
         canto acompañan la escena.
Tita:-         ¡Nos quedan sólo tres minutos!
Azucena:-      En el estado en que se encuentra Antonio seguro que son muchos más.
Tita:-         ¡Cómo la tenés con Antonio! (Busca algo en su caja) ¡Qué toma mucho,
         qué canta mal, qué elige mal los temas, qué “esto” qué “aquello”! ¿No viste los
         bigotes?
Azucena:-      Es increíble, no hay dudas de que no te gusta usarlos…
Tita:-          (Busca afanosamente) ¿Dónde los habré dejado? ¿Fijáte si no están en
         tu caja?
Azucena:- Ahora comienza la escena, como dice Antonio: (Imitando a Antonio):
     “intitulada: ¿Dónde está el bendito bigote?”



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Tita:-         (Buscando en la caja de Azucena) Y dale con Antonio, si no fuera
         porque es morocho y a vos te gustan de rubios a colorados, diría que estás
         enamorada de él.
Azucena:- Dejá de decir pavadas y no desordenés mis cosas. Siempre los guardás
     en el mismo lugar para no olvidarte y siempre te olvidás…
         Tita deja de revolver la caja de Azucena. Mete su mano derecha en el
         bolsillo del saco que lleva puesto y extrae de él un hermoso bigote postizo.
Tita:-         Yo no lo guardé acá.
Azucena:- ¿Ah no? ¿Y quién si no? (Emulándola): “Los voy a dejar en el bolsillo
     derecho del saco y en el bolsillo izquierdo…” (Tita mete su mano izquierda en
     el bolsillo izquierdo del saco y saca un pequeño pomo) “… el pegamento”
Tita:-         (Sin poder continuar negando, conteniendo la risa): Pero no fue a mí a
         quien se le ocurrió… fue a la señora “Barletta”
         Intenta pegarse los bigotes sin agregarles pegamento.
Azucena:- ¡Hay Tita, Tita…! La verdad que una de las cosas más importantes que
     me pasó en la vida fue conocerte. (Le toma el rostro a Tita con sus dos
     manos) ¡Te quedan muy varoniles esos bigototes! Pegátelos bien...
Tita:-         (Se quita los bigotes de un tirón e intenta ponérselos a Azucena)
         ¡Mejor andá probándotelos vos…
Azucena:-      ¡Salí que se me corre el maquillaje!
Tita:-         ¡En Selva la que los va a usar sos vos!
Azucena:-      A Selva no vamos…
Tita:-          ¿Cómo que no? Si de Selva te contestaron. Esa carta yo la leí. Mañana a
         la noche tenemos función…
Azucena:-      Después lo hablamos, dale, ponete los bigotes que ya nos toca entrar…
         Desde el off proviene el sonido de unos tibios y ralos aplausos.
Antonio:-      (Desde off): Gracias, muchas gracias. El aplauso…
Azucena:- (Al unísono con Antonio y emulándolo): Es el alimento del alma del
     artista.
Antonio:-      Es el alimento del alma del artista.
Tita:-          No quiero que hablemos después…
Antonio:-      Ahora los voy a dejar con el plato fuerte de la noche…
Tita:-         Quiero saber ahora mismo porque no vamos a ir a Selva.
Antonio:-      Está noche las dos famosísimas actrices: Azucena Eidel y Tita Muñoz…
Azucena:- Después lo hablamos… ahora terminemos de prepararnos para disfrutar
     nuestra última función…
Antonio:-… interpretarán para todo el público presente la obra intitulada…
Tita:-         Lo decís de una manera que me asusta…
Antonio:-      “Un balde al balde” escrita y dirigida por ellas mismas…


                                                                                8
Tita:-         ¿Qué querés decir con la última función?
Antonio:- Señoras y señores cuando se enciendan las candilejas: ¡recibámoslas
     con un fortísimo aplauso! (Desde off se dejan escuchar unos tibios
     aplausos)
Azucena:-      Vos dijiste que no la querías hacer más.
Tita:-         Siempre digo lo mismo y la termino haciendo. ¿Por qué vinimos a Ceres?
                                                                             Apagón.


ESCENA DOS: Escenario B1: “Living comedor”
         Aparece Manolo en escena. Trae consigo un balde de lata y lo deja sobre la
         mesa. Manolo es TITA. Ella en todo momento mantiene un comportamiento
         bien varonil y su voz suena tratando de mantener la gravedad de la voz
         masculina, salvo cuando se indique lo contrario. Lleva lo bigotes postizos
         y una boina negra sobre su cabeza. Se mira detenidamente a un espejo
         imaginario.
Manolo:-    (Con un marcado acento gallego): Joder como pasa el tiempo.
     (Señalándose el entrecejo) Que dos años atrás ésta arruga no había hecho
     surco. Tengo los ojos hundidos de dormir poco. (Se acomoda la boina) Hasta
     hace poco la usaba solo por gusto, ahora, para cubrir la caída del cabello. (Mira
     hacia el cielo) ¡Me estás mirando Juana! ¡Seguro que sí! ¡Esta velada de
     seguro que no te la pierdes por nada en el mundo! (Corrigiéndose): Incluido el
     cielo y sus alrededores. No se si hago bien o mal, pero, no logro acomodarme
     solo. Tú me ves como doy vueltas y vueltas en la cama. Es que tú sabes Juana,
     es que soy un cabrón bravío, no me basto solo, no me hallo sin una mujer a mí
     costado... (Se escuchan golpes a la puerta. Se vuelve a mirar en el espejo y
     se acomoda la boina) Ya está aquí. (Mira hacia el cielo) Deséame suerte,
     Juana. (Suenan nuevamente los golpes, ahora con mayor insistencia.
     Alzando la voz): ¡Estoy marchando! (Como para sí): Joder con el apuro. (Sale)
         La escena queda desierta por unos instantes. Se escuchan voces que
         provienen del off.
Manolo:-       (Desde off): ¿Cómo está?
Teresa:-       (Desde off. Con un dejo de acento italiano): Bien, bien....
Manolo:-       (Desde off): Pasa por aquí.
Teresa:-       (Desde off): Pronto, pronto...
         Aparece Manolo seguido de Teresa. Una joven que debería tener 24 años.
         Con traje sastre azul, un pequeño sombrero haciendo juego y velillo sobre
         el rostro. Teresa, por supuesto, es Azucena. Ella intentará, a pesar de
         doblar en edad al personaje, de asumir el comportamiento de una joven en
         esas circunstancias. La joven disimula en todo momento su necesidad
         sexual. La voz que utiliza Azucena para componer a Teresa es más
         aflautada que la propia. Tiene un ligero acento italiano. Como alguien que
         ha venido desde Italia siendo muy niña.
Manolo:-   ¿Tenía miedo de venir? Quítese ese sombrero que aquí dentro no hay
     nada que esconder. (Amaga sacarse la boina, duda y se la deja puesta)


                                                                                 9
Teresa:-     (Quitándose el sombrero con el velillo) Miedo propiamente, no. Pero no
      sería grato que en casa lo supieran.
Manolo:-  ¡Joder mujer que por algo usamos anillos! ¿Acaso no estamos
     comprometidos?
Teresa:-     (Observa el departamento y su mirada se fija en el balde) Cherto...
      pero... no por eso mis padres me autorizarían a venir...
Manolo:-  En la época en que vivimos casi todas las mujeres solteras, en edad de
     merecer...
Teresa:-     ¿Qué quiere decir con edad de merecer?
Manolo:-    (No se anima a decir lo que quisiera decir): Bueno que, una mujer
     como usted, a los 24 años, que está muy guapa, y que bueno está como para...
     Bueno que usted me entiende mujer, ¿no? (Ella le hace creer que no
     entiende. Él para no decir lo que debería, cambia de tema): Pues lo que yo
     quería decir es que en la época en que vivimos, las mujeres de su edad, ya sean
     solas o acompañadas, algunas por sus madres la primera vez, otras por alguna
     amiga, han entrado una vez a la casa de un hombre solo. Digamos solo, no
     soltero, ya que éste puede estar viudo y no es soltero, digamos, me sigue usted
     en el razonamiento, ¿no?
Teresa:-    Yo me he tomado el atrevimiento de venir sola la primera vez y la verdad,
      que no sé que pensar...
Manolo:-   Joder Teresa, que sólo se adelantó una visita. Las otras solteras, en edad
     de merecer, bueno, digamos que las mujeres como usted, que a su edad… la
     segunda visita siempre la hacen sin acompañante.
Teresa:-     Yo me atreví porque confío en usted...
Manolo:-     Confiar, en que confía precisamente, si puede saberse... ¿Gustaría un
     licorcito?
Teresa:-     No sé si debo... el alcohol se sube a la cabeza...
Manolo:-   (Le sirve) Joder mujer que aquí estoy yo para protegerla...
     (Proponiéndole un brindis) ¡A vuestra salud!
Teresa:-    Y a la suya... (Beben) Es agradable su casa. (Observa el balde y no se
      atreve a preguntar que es lo que hace en ese lugar)
Manolo:-     (Por la casa): ¿Le gusta?
Teresa:-   Es grata… (En clara alusión al balde intenta hacer una pregunta):
      ¿Qué está haciendo…?
Manolo:-     (Para evitar la pregunta): Usted decía que confía en mí.
Teresa:-    (Se olvida por un momento del balde. Sin encontrar las palabras
      justas): Cherto… Yo quiero decir que... Tengo confianza en usted... Confío en
      que sabrá entender... (Encontró la frase justa. La dice de corrido): Confío en
      que sabrá comportarse con una dama.
Manolo:-    Con una dama, que además es mi prometida, esto quiere decir: una dama
     con fecha de casamiento. Y además, esa fecha de casamiento la tiene
     precisamente con quien habla. O sea con Manuel González. Que vengo a ser yo
     mismo. El que viste y calza. ¿Le puedo hacer una pregunta, Teresa?


                                                                            10
Teresa:-     Por supuesto Manolo.
Manolo:-     ¿Sabe usted por qué la he citado aquí, en mi humilde morada?
Teresa:-     (Escondiendo lo que cree): No, la verdad, ninguna sospecha...
Manolo:-  Pues bien, la pondré al tanto. La he hecho venir para pedirle una prueba
     de amor.
Teresa:-     ¿Usted también?
Manolo:-     ¿Qué quiere decir con: usted también?
Teresa:-    (No sabiendo como salir del paso): No es que, lo que quise decir, es
      que, bueno según me contaron, mejor dicho... todas mis amigas dicen...
      (Encuentra el texto indicado): ¡Mi madre me contó que todos los hombres sólo
      piensan en eso!
Manolo:-     ¿A que se refiere, con eso?
Teresa:-     (Dudando): A la... a la... porquería...
Manolo:-    Sepa usted que por esa porquería estamos los dos en el mundo. ¡Joder
     mujer! ¡Que el sexo no tiene nada de malo!
Teresa:-     (Colocándose el sombrero para ocultar su supuesto rubor): Yo no
      estoy acostumbrada a escuchar esas palabras...
Manolo:-     Hora de ir acostumbrándose. ¡Pronto seremos marido y mujer y follar
     vamos a follar! ¡Y cómo! ¡Y es que a mí me gusta hacerlo a toda hora y en todo
     lugar! (Mira hacia el cielo y se persigna) ¡Qué por aquí qué por allá! ¡Qué así y
     qué asa! ¡Qué asa y qué así! ¡Follar! ¡Follar! ¡Follar hace bien a la cabeza!
Teresa:-     (Con vergüenza exagerada): Qué cosas dice, Manolo...
Manolo:-    ¡Follar! (En un descriptivo gesto): Como dicen usted: ¡Fare el amore e
     no la güera!
Teresa:-    (Va hacia lo que cree que es la salida) Me va a perdonar Manuel pero
      yo me retiro.
Manolo:-     (La deja ir hasta la puerta) ¿A dónde va?
Teresa:-     (Con seguridad): Me voy a casa.
Manolo:-  (Señalándole el otro lateral) La salida queda por aquí. Esa puerta la
     conduce a mi cama.
Teresa:-    (Confundida): Estoy tan, tan sin saber que hacer, ni que decir... (Va
      hacia la salida)
Manolo:-   (La intercepta y la toma de la cintura) Joder mujer. Disculpe mi modo
     de hablar. Es que estamos solos. Es la primera vez que no tenemos testigos.
Teresa:-     Ya hemos estado solos muchas veces...
Manolo:-     ¿En dónde?
Teresa:-     En casa de mis padres.
Manolo:-   Con las presencias invisibles de Doña Catalina y de Don Vittorio en la
     habitación de al lado. Aquí estamos, como dicen ustedes: “veramente” solos.
Teresa:-     Cherto.


                                                                             11
Manolo:-     Teresa, ¿está dispuesta?
Teresa:-     ¿A qué?
Manolo:-     A darme “una prueba de amor”.
Teresa:-     (Dudando): Es qué... no sé si debo...
Manolo:-     ¿Sabe que prueba de amor darme?
Teresa:-     Por supuesto, no soy idiota...
Manolo:-   ¡Joder mujer que nunca quise decir semejante cosa! Bueno vamos,
     adelante…
Teresa:-     (A punto de quitarse algo de ropa): Aquí o en... (Señala la habitación)
Manolo:-   ¡Ah, no mujer! ¡Eso sí que no! Follar lo podemos hacer en cualquier
     momento. Perdón, no quise decir follar, perdón, no debo decirlo, es que a mí
     tampoco me hace nada bien decirlo, es que llevo tanto tiempo...solo. (Cambia
     de tema abruptamente) ¡Es que yo quiero una verdadera prueba de amor!
     ¡Joder, esa se la darías a cualquiera! (Se abofetea el rostro. Pierde la voz
     masculina. Es Tita quien habla) ¡Maldito mosquito!
Teresa:-     (Dándose cuenta del error de Tita): ¡Qué está diciendo Manolo!
Manolo:-   (Tita retoma el comportamiento masculino): ¡Es que yo quiero una
     verdadera prueba de amor! ¡Joder, esa se la darías a cualquiera!
Teresa:-    (Retoma su actuación, con mucha furia contenida): ¡Yo no soy
      ninguna, yo no soy ninguna, ninguna de esas!
Manolo:-     ¡Joder Teresa! Que de eso estoy seguro. Estoy comprometido con usted.
     Y la quiero. ¡Y mucho! Si después de lo de Juana y habiendo pasado tanto
     tiempo solo, la he elegido a usted es por algo. Yo sé que es usted una mujer de
     fiar. (Se acerca a Teresa y le da una cálida caricia en el rostro)
Manolo:-    (Dando la caricia a Tita se le escapa su propia voz) Teresa mía… (Tita
     corrige su voz y vuelve a la de Manolo) Teresa mía, yo la he hecho venir para
     decirle que la quiero; pero, dudo de su sinceridad.
Teresa:-     Pero...
Manolo:-    No me interrumpa. Suponiendo que usted ahora, como prueba de amor,
     se entregara a mí, a cambio de esa prueba de amor, que duraría, sin incluir
     naturalmente el tiempo de desvestirse y vestirse, un minuto, ya que yo que llevo
     años sin follar de seguro que me voy mirando nomás...
Teresa:-    (Se coloca el sombrero y mata un mosquito casi con rabia) ¡Pero que
      dice Manuel!
Manolo:-   Disculpe Teresa, disculpe, pero que me la imagino despojada de ropas y
     es que... disculpe mujer... Volviendo al tema: yo en pago de ese minuto, tengo
     que darle otra prueba de amor cuyas consecuencias económicas serán efectivas
     para usted para toda la vida… es decir… el matrimonio.
Teresa:-    ¡Cherto!, Manolo…, no lo puedo negar. Pero, puedo hacerle una
      pregunta. ¿Qué queda para la abandonada?
Manolo:-   ¡Joder Teresa! Que en los tiempos que corren las únicas mujeres que se
     casan son las que han pasado por varias manos. Ellas aprovechan el


                                                                            12
conocimiento que les confiere la conducta ilegal, para proporcionarse un
      marido…
Teresa:-    ¿Qué está queriendo decir?
Manolo:-     ¡Qué éste no es el caso! ¡No lo digo por usted mujer! Estoy hablando en
     general. No es mi culpa que el mundo donde vivimos condene la libertad sexual
     de la mujer. (Sin proponérselo vuelve a caer en su excitación sexual): Ahora
     bien, que hay tías que aprovechan toda su experiencia sexual para atrapar a los
     tíos y llevarlos al altar, de eso no cabe ninguna duda. Los tíos abrumados por
     tanta pasión carnal caen en sus redes, es que el hombre es débil ante la fuerza
     del sexo y no puede luchar contra eso. Necesita fo… Perdón. (Cambia de
     actitud) Ahora bien, ¿dónde habíamos quedado?
Teresa:-    En que la mujer, a cambio de un minuto, exige del hombre una prueba de
      amor que dura toda una eternidad.
Manolo:-    Pues bien, ¿qué prueba de amor puede dar una mujer que, en vez de
     durar un minuto, dure una eternidad?
Teresa:-    (Piensa): Ninguna.
Manolo:-   ¡Joder mujer! Ha dicho usted una gran verdad. Pues bien, de acuerdo a lo
     manifestado, no puede dar ninguna prueba de amor. ¡Fuera de la que ya
     sabemos, esta de follar y follar! Perdón, no debí decirlo es que... (Tratando de
     cambiar radicalmente de actitud): Usted, Teresa, es una mujer a la que
     gustoso le daría una prueba de amor. Dígame, si yo fuera pobre, ¿Se casaría
     conmigo?
Teresa:-    Creo que sí.
Manolo:-    Entonces me quiere. Pero, ¿no encuentra una sola prueba?
Teresa:-    No encuentro.
Manolo:-    ¿Por qué no la encuentra?
Teresa:-     Por que esa prueba no existe. Habría que inventarla expresamente para
      usted.
Manolo:-    ¡Joder mujer! Que yo la he inventado.
Teresa:-    ¿Cuál es, si puede saberse?
Manolo:-    He vendido el “Bar Manolillo”.
Teresa:-    ¿Cherto?
Manolo:-    En treinta mil pesos lo he vendido.
Teresa:-    Desde que lo conozco quiso venderlo.
Manolo:-    Espere aquí solo unos minutos...
      Al punto en que Tita se está por retirar de escena Azucena la llama.
Teresa:-    (Desde Azucena): ¡Manuel!
Manolo:-    (Desde Tita): ¿Sí?
Teresa:-    (Desde Azucena, le hace señas que significan: “¡No te olvidés de los
      fósforos!” Recomponiendo en algo su personaje): ¿Espero aquí?



                                                                             13
Manolo:-  (Desde Tita, sin comprender las señas y por lo bajo, para no ser
     escucha por el público): ¿Qué pasa ahora?
Teresa:-    (Prueba con otras señas. Recomponiendo el personaje, desde
      Teresa): Regrese pronto...
Manolo:-  (Comprende por fin y le hace un gesto como: ¡Ya sé tarada!
     Recompone el personaje, desde Manolo): ¡No lo puedo creer! Regreso en un
     momento… (Sale de escena)
Teresa:-      (Disimulando el mal momento): Si es así espero...
       Manolo regresa a escena y trae consigo, de las orejas, un bulto de tela.
       Deposita el bulto al lado del balde. Con mucha parsimonia y ante la atenta
       mirada de ella comienza a desanudar las orejas del bulto. Deja al
       descubierto una montaña de dinero.
Manolo:-      Mí querida Teresa, aquí tiene usted los treinta mil pesos.
Teresa:-    (Con asombro) Nunca había visto tantos billetes juntos y tan prolijitos,
      uno encima del otro...
Manolo:-      ¡Joder que ni uso tienen! Y ahora va la prueba...
       Manolo, fajo por fajo, va depositando los billetes dentro del balde. Teresa
       lo observa sin entender en que consiste la prueba de amor.
Manolo:-    (Contado de a miles): Un mil, dos mil, tres mil, doce mil, quince mil,
     veinte mil, veintidós mil, veintiséis mil, veintinueve y treinta... ¡Treinta mil pesos!
Teresa:-     (Entrando en el juego y contando junto a Manolo): Veintidós mil,
      veintiséis mil, veintinueve y treinta… ¡Treinta mil pesos!
Manolo:-   (Extrae la caja de fósforos del bolsillo del saco, la oculta a la vista de
     Teresa) Mujer, ¿no le despierta curiosidad?
Teresa:-      ¡Sí!, nunca había visto tantos billetes juntos...
Manolo:-      ¡Y menos dentro de un balde!
Teresa:-      ¿No me diga que los va a lavar?
       Manolo le muestra ostentosamente la caja de fósforos. Luego intenta
       encender uno y otro y el tercero enciende.
Manolo:-    ¡Joder mujer! El dinero es sucio y su suciedad no la quita el agua. (Arroja
     el fósforo dentro del balde) ¡Sólo el fuego lo limpia!
       Teresa queda absorta y mira impávida el acto. Un resplandor dorado con
       tintes rojizos ilumina el living. Manolo se aleja para observar el
       espectáculo que ha creado.
Teresa:-      Manuel, ¿por qué hace esto?
Manolo:-      Esta es mi prueba de amor.
Teresa:-      ¿Cuál?
Manolo:-    ¡Joder mujer! Todavía no comprende. Ahora soy pobre. El “Bar Manolillo”
     se está esfumando. (Se arrima al balde) Ya es casi ceniza.
Teresa:-   (Viendo arder el dinero) ¡Manolo! ¿Qué ha hecho, mi Manolo?...
      Hombre... ¡Manuel mi querido Manuel!


                                                                                   14
Teresa se abalanza al cuello de Manolo, lo estrecha entre sus brazos y lo
      besa en el rostro.
Teresa:-     Manolo… Manolo querido… hoy he aprendido a quererte. ¡Qué alma, qué
      alma! ¡Y yo que dudaba y que escuchaba todo lo que me decían: “¡Tené
      cuidado Teresa! ¡El gallego sólo quiere la porquería! ¡Teresa, que si no es con
      vos, lo hará con la gallega de la panadería!” Y yo dudaba… Dudaba de su amor.
      Y ahora… ahora ¿qué mujer habrá recibido una prueba de amor semejante?
Manolo:-     Tienes que perdonarme mujer, dudaba…
Teresa:-     Usted tiene que perdonarme. Estaremos juntos toda la vida, en las
      buenas y en las malas, ante la salud y la enfermedad… (Mira la hoguera) ¡Qué
      curioso, a pesar de ser tan sucio, produce una ceniza blanca…!
Manolo:-     Tendremos muchas alegrías en la vida…
Teresa:-     ¡Cherto! Pero como ésta, ninguna…
Manolo:-     (Enigmático): ¡Joder mujer! ¡Puedo darte una alegría mayor!
Teresa:-     (Enternecida): No sabes lo que dices Manolo
Manolo:-   Yo sé siempre lo que digo. (Categórico, señalando el balde): Eran sólo
     papeles.
Teresa:-    Pero marcan la diferencia entre el pobre y el rico. Si es necesario volveré
      a coser para fuera.
Manolo:-   ¡Joder mujer, he dicho que eran sólo papeles! Que no he vendido “El
     Manolillo”
Teresa:-     Pobre mí querido ya ni sabe lo que dice...
Manolo:-   ¡Mujer, Manuel González siempre sabe lo que dice y lo que hace! ¡Qué no
     he vendido el Bar! ¡Joder!
Teresa:-     (Sin entender): Pero, entonces, ha quemado sus ahorros...
Manolo:-     Sólo papeles, billetes falsos que me ha facilitado un tío que tiene una
     imprenta a la vuelta del Bar. Se me ha ocurrido esta prueba por que dudaba, Me
     decía: ¡Joder Manolo, que Teresa es mucho más joven que tú! ¡Muy bonita por
     cierto! Una mujer que puede follar con hombres más guapos que tú. ¿Qué te
     pudo haber visto? ¡Eres un tío algo viejo para ella! ¡Viudo, desaliñado, grueso
     ¡¿No será tu dinero?!
      Teresa toma su sombrero y se lo pone. Luego, se encamina lentamente
      hacia la puerta de calle.
Teresa:-     (Destruida emocionalmente): Bueno…, es tarde, Tita…
      Las dos actrices pierden el comportamiento de sus personajes.
Azucena/Teresa:- (Desbordada por la emoción. Se corrige): Manolo. Adiós…
      Las lágrimas de Azucena dejan estupefacta a Tita. Daría la sensación de
      que Azucena está cambiando la obra.
Tita/Manolo:- ¿Cómo adiós?
Azucena/Teresa:- (Intenta rearmar su personaje. Aun no logra dominar su
emoción): Bueno…, “se finita la comedia”.


                                                                              15
Ambas actrices retoman los comportamientos de sus personajes y logran
         finalizar la obra.
Teresa:-       Sos un hombre…, un hombre como todos…
Manolo:-       (Con dolor): ¿Qué dices Mujer?
Teresa:-    (Fría y triste): ¡Cherto! Eres propiamente una basura, un “stronzo”,
      propiamente un tramposo...
Manolo:-       ¡Joder mujer ni piensas lo que dices!
Teresa:-    ¡Qué pena…! Me has roto para siempre… y porque sí. ¡Un tramposo!
      (Mirando visiblemente al público, como dirigiendo el texto a alguien en
      particular): ¡Yo no podría querer a un tramposo! (Se quita el anillo de
      compromiso y lo arroja al balde) ¡Qué pena! ¡“Santa Viryene”, qué pena!
         Teresa sale de escena. Manolo queda inmóvil y luego alza su mirada al
         cielo.
Manolo:-       (Meneando la cabeza): ¡Ay Juana!, no hiciste nada para ayudarme...
         Apagón. Vuelven las luces y las actrices saludan al público. Desde la
         platea vuela hacia el escenario una flor. La margarita cae a los pies de
         Azucena. Tita se arranca con bronca el bigote postizo y sale.


               Apagón.


ESCENA TRES: Escenario A: “Camarín”
         Tita primero y luego Azucena aparecen en el camarín. Azucena lleva la flor
         en su mano y la deja sobre el tablón de madera. Se sienta en su lugar y se
         mira en el espejo de mano. Tita arroja la boina hacia cualquier parte. Y casi
         con violencia deja la caja de fósforos sobre el tablón.
Tita:-         (Emulando la voz de Manolo, con bronca): ¡Joder mujer con las cerillas!
Azucena:-      Creí que te las habías olvidado…
Tita:-          (Furiosa): Una vez cometí el error de olvidármelos. Suficiente para que
         vos tengás que recordármelo todo el tiempo. ¡Como hoy te olvidaste de
         decírmelo en el camarín no encontrás mejor lugar que hacerlo delante del
         público!
Azucena:-      Sólo quise ayudar...
Tita.-         ¿Ayudar? Podrías preguntarme en que necesito ayuda... ¿Y vos?, ¿desde
         cuándo sos una actriz que llora de verdad en el escenario? ¡¿Qué diablos te
         pasó por la cabeza?!
Azucena:-      No sé…
Tita:-         ¡Yo sí lo sé! ¡La culpa la tiene esa maldita margarita!
         De un manotazo mata un mosquito.
Azucena:- ¿Qué estás diciendo? ¿Pretendés saberlo todo? Ni yo sé lo que me
     ocurrió y ahora resulta que vos podés entrar dentro de mi cabeza y saberlo.



                                                                                16
Tita:-         La culpa la tiene el “gringo” dueño del Ford A verde oscuro…
Azucena: ¡Qué sabés vos! Por qué no te ocupás de tus cosas. Empezá a
     maquillarte que todavía nos falta la segunda parte…
         Desde el off proviene el sonido de unos tibios aplausos.
Antonio:- (Desde off): Gracias, muchas gracias. El aplauso es el alimento del alma
     del artista.
Azucena:-      (Se seca las lágrimas) Dentro de diez minutos otra vez a escena…
Tita:-         Si no me respondés la pregunta que quedó en el aire desde hace media
         hora no pienso salir a escena.
Antonio:- (Desde off): Y ahora, luego de que ustedes respetable público,
     disfrutaran de estas estupendas y magistrales actrices…
Azucena:-      Ya te la contesté…
Tita:-         No querida.
Antonio:-  … y mientras esperamos que se cambien para que nos deleiten
     nuevamente…
Tita:-         ¿Por qué dijiste que a Selva no vamos?
Antonio:- …voy a tener el placer de acompañarlos nuevamente con mi guitarra y mi
     voz…
Azucena:-      A esa pregunta mi respuesta fue: lo hablamos más tarde…
Antonio:- … en esta oportunidad les voy a interpretar la bonita página que el
     maestro Discepolo intitulara: “Yira-yira”
         Se escuchan los primeros acordes de la guitarra. La voz y la música
         quedan de fondo.
Tita:-         ¡Ya es más tarde!
Azucena:-      Aun no. Más tarde es después de la función.
Tita:-         También dijiste que esta era tu última función.
Azucena:-      (Comienza a desvestirse) Yo no dije eso.
Tita:-         (Comienza a desvestirse) Dijiste eso.
Azucena:- Yo dije: “ahora terminemos de prepararnos para disfrutar nuestra última
     función”. Vos dijiste que no querías hacer más de hombre.
Tita:-         ¡No lo dijiste por eso! Me estás tratando como si yo fuera una tonta.
Azucena:-      Nunca haría algo semejante
Tita:-          Si lo de: “la última función” lo unimos con que: “no vamos a ir a Selva” y lo
         unimos con: “éste pueblo” y con: “esa margarita” y con el: “Ford A” y con el
         “gringo” dueño del…
Azucena:- (Conciliadora): Terminá de vestirte, te prometo que después de la
     función hablamos todo lo que quieras…
Tita:-         Yo no puedo actuar si no sé donde estoy parada.




                                                                                   17
Azucena:- Tita, por favor, disfrutemos de esta función, por favor, es muy importante
     para mí.
Tita:-        ¡¿Y a mí qué?! ¡Claro! ¡A mí que me parta un rayo! No señorita: ¡Para mí
         es muy importante saber la verdad!
Azucena:-        ¿Querés saber la verdad?
Tita:-           ¡Quiero escucharla de tu boca, porque la verdad ya la sé! ¿Te quedás
         aquí?
Azucena:-        Si…
Tita:-           ¿Me estás embromando?
Azucena:-        No…
Tita:-           ¿Por qué?
Azucena:-        Por… por amor…
Tita:-           ¿Por amor? ¡Por amor! ¡Por amor! ¡Y por tú amor me hiciste venir hasta
         aquí!, ¡hasta éste pueblo!, con el pobre de Antonio destruido…
Azucena:- Quería que lo hiciéramos por última vez, los tres juntos, como estos tres
     últimos años, en tantos pueblos, durante tantas noches…
Tita:-           ¿Por qué no me lo dijiste?
Azucena:-        No me animé…
Tita:-         Una muestra más de tu eterno egoísmo. Siempre pensando en vos.
         Deberías habérmelo dicho. Yo hubiera tenido la oportunidad de…
Azucena:- No estaríamos acá, juntas y actuando. Juntas y haciendo lo que tanto
     amamos. Nos hubiéramos peleado. No me mirés así, seguro que nos
     hubiéramos peleado a muerte. ¡Al punto de no vernos más! Sin poder
     despedirnos en el escenario…
Tita:-           ¡¿Y vos que sabés si yo me quería despedir así?!
Azucena:-        (Ilusionada): Creí que sí.
Tita:-           (Cortante): ¡Mentira! Sólo pensaste en vos.
         Desde off se dejan escuchar unos tibios aplausos.
Antonio:- (Desde off): Gracias, son ustedes muy amables. Y más aun sabiendo
     respetar el dolor que me invade por la muerte de un gran patriota…
         Tita ya se vistió. Lleva puesto un largo vestido, blusa y sacón de lana de
         color negro.
Tita:-           (Mirándose en el espejo.) Ahora ya poco importa.
Antonio:- (Continuando): Y ahora mi respetable público y para ir cerrando mi
     participación en esta velada, les voy a interpretar del entrañable Discepolo una
     bonita página que el intitulara: “Que vachaché”
         Se escuchan los acordes y la voz de Antonio seguirá como música
         ambiental. Tita da un manotazo en el aire y mata a un mosquito.
Tita:-         ¡Ahora no importa! Tita Muñoz va a actuar para el público de éste pueblo.
         ¡Se va a despedir de éste pueblo para siempre!


                                                                               18
Azucena:- (Viste sobria pero elegantemente) No lo digás de esa manera. Vas a
     volver y yo estaré aplaudiéndote desde la platea.
Tita:-          (Irónica): No voy a tener ese placer. ¡Seguro que no! Para cuando el
         gordo imbécil dueño de éste lugar me contrate, seguro que vos ya no vivís más
         acá. ¡Seguro que no! Ya te habrás mudado con “tu gringo”, con “tus vacas” y “tu
         Ford A” verde oscuro, a “tu pueblito”. De vuelta a la casita de “tus viejos”, de
         dónde nunca deberías haber salido. Actuando en hidish, para tu colectividad, en
         “El Kadima”. Compartiendo el escenario con “tus Isaac y tus Abrahán” y tus…
Azucena:- (Conciliadora): No intentes herirme. Te conozco Tita. Te conozco mucho.
     Sé que me querés y todo lo que me decís lo decís de bronca. Porque me bajo
     del carro. Porque no puedo seguir más. ¿Vos creés que estoy totalmente
     segura?
Tita:-         Ya no me interesa.
         Tita de un manotazo mata otro mosquito.
Azucena:- Igual te quiero decir lo que siento, lo que me pasa: ¡No!, no estoy segura
     de nada, ¡de nada! Mejor dicho sí, de algo estoy segura, de que como actriz
     hasta acá llegué. En la radio no pasé de clak. (Gesticula una risa sorda, un
     aplauso donde las manos no se encuentran) En el cine sólo conseguí
     pequeños e insignificantes papeluchos, la mayoría de ellos ni siquiera quedaron
     filmados y en el Teatro, bueno en el teatro, lo más importante: “Por amor al arte”
     y el hambre y los fríos y las angustias…
Tita:-         Claro, para vos estos últimos tres años sólo fueron eso…
         Se escuchan los chillidos de las ratas. Ambas miran hacia la montaña de
         bártulos.
Azucena:- ¡Sabés que no! ¡Sabés que sos mi amiga del alma! ¡Y de cómo te voy a
     extrañar! También sabés que ya no nos llama nadie, que nadie nos quiere
     contratar, que caemos siempre a los mismos lugares y que los que fueron
     nuestros amigos, algunos nos esquivan y otros no saben como decirnos de que
     ya no nos pueden ayudar más… Y que ya estamos grandes… Y que yo estoy
     sola… En cambio vos tenés a tu mamá...
Tita:-         (Mirando hacia los bártulos) Mi mamá es una gallega insoportable...
Azucena:-      ... y a Antonio…
Tita:-         (Continúa mirando hacia los bártulos) Antonio es casado.
Azucena:-      Pero te ama y tarde o temprano se va a decidir por vos.
         Las ratas chillan cada vez más fuerte.
Azucena:- Esta es mi última oportunidad. Es un buen hombre, honesto, trabajador y
     me ama. Hace cuatro años que me espera. Vos sabés que fue varias veces a
     buscarme a Buenos Aires.
         Se escuchan más fuertes los chillidos de las ratas. Tita mira con bronca
         hacia los bártulos. Luego observa la escoba que permanece apoyada en el
         tablón.
Tita:-         ¿Estás lista para salir a escena?
Azucena:-      Vos lo sabés Tita. Sabés que no te miento…


                                                                                19
Tita desaforada, toma la escoba y se abalanza contra los bártulos. A
         escobazo limpio desordena todo el lugar. Golpea enfurecida el piso con la
         escoba tratando de matar las ratas. Arroja la escoba entre los
         desordenados bártulos y comienza a dar fuertes pisotones en el piso.
         Desde el off se escuchan los clásicos: ¡shhh!, exigiendo silencio.
Tita:-         ¡Basta ratas de mierda! ¡Basta! ¡No las soporto más! ¡No puedo más! ¡No
         puedo más!
         Azucena viene hacia ella y la abraza fuertemente. Ambas se confunden en
         un tierno y largo abrazo. En el preciso momento en que el abrazo cobra su
         mayor intensidad, desde off viene el sonido de algunos tibios aplausos.
Antonio:-      (Desde off) Gracias, muchas gracias por sus cálidos aplausos.
Tita:-         ¿Vas a poder vivir en el medio del campo?
Azucena:-      Lo tengo que intentar...
Antonio:- Y ahora, para finalizar su actuación el trío: “Por amor al arte” tiene el
     honor de presentar ante usted nuestro último estreno.
Tita:-         ¿Vas a poder vivir sin el teatro?
Azucena:-      Lo voy a intentar.
         Ambas sin dejar de abrazarse y de acariciarse repetirán los textos al
         unísono con Antonio.
Antonio:- (Continuando): Escrita por quien les habla: Antonio Cortijo e interpretada
     por las brillantes actrices: Azucena Eidel y Tita Muñoz… la breve comedia
     dramática intitulada: “¡¿Y ahora, quién levanta éste muerto?!”.
         Las actrices secan sus lágrimas y se preparan para entrar a escena.
Antonio:-      Recibamos con un fuerte aplauso a las intérpretes…
         Desde Off se dejan escuchar los ralos y tibios aplausos.

                                                                          Apagón.


ESCENA CUATRO: Escenario B2: “Cementerio”
         El espacio escénico permanece desierto por unos instantes. Aparece
         Ercilia con un pequeño ramo de flores en su mano. Ercilia, es una mujer de
         más de sesenta años y es encarnada por Azucena. Viste la misma falda
         que vistiera cuando actuaba de Teresa. Lleva puesto un saco azul y un
         sombrero haciendo juego y un pequeño velillo le cubre el rostro. Su andar
         es cansino y suave. Sus manos tiemblan por el mal de Parkinson y ella
         disimula el temblor jugando con los botones de su camisa o de su saco.
Ercilia:-      Qué raro que se siente una estando aquí…
         Busca, entre tumbas esparcidas por el escenario, una tumba en particular.
Ercilia:-    Si el sepulturero no me indicó mal… (Se detiene delante de la única
       tumba simulada) Aquí está. (Leyendo la lápida): Ercilia Logripo 25 de
       diciembre… el año ya ni se lee… Pasaron tantos… (Detiene su mirada en el
       ramo de flores que lleva consigo) Alguien aun te recuerda… Y te recuerda


                                                                               20
bien. (Se inclina y toca las flores que se encuentran en la lápida) Están
       frescas. Dos o tres días…
       Bettina, sin ser vista por Ercilia, aparece en escena y se queda
       observándola. Bettina, que es interpretada por Tita, es una mujer algo
       mayor que Ercilia. Viste como de entre-casa. Absolutamente de negro. Un
       crucifijo de plata pende en su cuello. Lleva un pañuelo del mismo color
       cubriéndole la cabeza. Trae en sus manos un pequeño jarrón, un balde (el
       mismo que usara Manolo) con agua, unos trapos y una escoba.
       Ercilia deposita su ramo de flores, tratando de que estas queden apoyadas
       contra la supuesta lápida. La tela que cubre la silla se acomoda a las flores
       que se le apoyan.
Ercilia:-    Orquídeas… dos ramos de orquídeas…
       Ercilia se pega una bofetada en su propio cuello, se observa la mano y con
       un gesto de asco deja caer el mosquito que mató.
Bettina:-    Adoraba las orquídeas…
       Ercilia descubre que no estaba sola. Queda asombrada ante la presencia
       de Bettina.
Ercilia:-    (Sin lograr frenar su impulso): Bet… (Corrigiéndose): Buenas tardes…
       Las dos mujeres se miran por unos instantes. Ercilia duda y baja su
       cabeza. Bettina deja el balde y la escoba por algún lado.
Bettina:-    ¿Quién es usted?
Ercilia:-    (Piensa velozmente y duda en que contestar): Alguien…
       Bettina coloca el jarrón al lado de la lápida y sus flores dentro de él.
Bettina:-    Pero, ¿quién?
Ercilia:-    Una vieja conocida…
Bettina:-    ¿De quién?
Ercilia:-    (Logrando una respuesta que cree definitiva): Del pueblo.
Bettina:-    ¿Hace muchos años que se fue?
Ercilia:-    A fines del 15.
       Bettina enjuaga el trapo en el balde y luego lo estruja.
Bettina:-    Cuando murió la pobre Ercilia…
Ercilia:-    Estuve tratando de leer el año…
Bettina:-    (Limpiando la lápida) 25 de diciembre de 1915. Desde ese año no se
      festejaron más “Navidades ni Años Nuevos”. Papá nunca cerró esa herida…
Ercilia:-    (Nostálgica): Papá…
Bettina:-    No se animó ni a mirarla. Fue la única vez que en éste pueblo se hizo un
      velatorio con el cajón cerrado.
Ercilia:-    ¿Para no mirarla?




                                                                             21
Bettina:-   Era un espanto. Según me dijeron... ¡Bah!, según me dijo Mamá. Ella fue
      a reconocerla, sola fue... Papá sufría del corazón... ¿Usted no sabe como pasó?
Ercilia:-    (Mintiendo): No. Sólo me enteré que había muerto…
Bettina:-   Fue un accidente terrible, ¡bah!, se cree que fue un accidente, yo siempre
      sospeché. No le iban muy bien las cosas a la pobre Ercilia.
Ercilia:-    (Evitando mirar demasiado a Bettina) ¿A no? ¿Y, por qué si puede
       saberse?
Bettina:-    Yo creo que sufría de una enfermedad incurable y ya no podía seguir
      viviendo con eso…
Ercilia:-    (Muy interesada): ¿Enfermedad?
Bettina:-    (Ha terminado de limpiar la lápida) Sí. (Dando su diagnóstico): Tenía
      el diablo en el cuerpo. (Aseverando): ¡Desde chiquita! A los nueve años yo la
      encontré con el hijo de Doña Mercedes, dele darse besos y tocarse por todos
      lados. El chico debía de tener diez u once años. (Enjuaga el trapo en el balde)
Ercilia:-    (Como para sí): Estaban jugando, descubriéndose…
       Ercilia espanta un mosquito que le revolotea cerca del rostro. Bettina toma
       la escoba y barre sobre la tumba.
Bettina:-    ¿Jugando? ¡Desnudos estaban! ¡Dios me libre y guarde y la tenga en la
      Santa Gloria! (Se persigna y besa el crucifijo que le pende) Eso no es un
      juego. Y menos para jugarlo a esa edad. ¡Nueve años! Recién había tomado la
      primera comunión. (Se persigna repetidamente) ¡Todo el pueblo se enteró!
      Alfonso, así se llamaba el hijo de Doña Mercedes, ¡se lo contó en secreto a un
      amigo y éste a otro y éste a otro y a otro hasta que llegó a oídos del Cura y ahí,
      todo el pueblo se enteró!
Ercilia:-    (Como para sí): Pobre Ercilia…
Bettina:-    ¡Pupila al Colegio Santa Eucaristía del Sagrado Corazón!
Ercilia:-    Pupila, con nueve años. Sin ver a su papá, a su pueblo…
Bettina:-    Cuando regresó, a los doce o trece años, creíamos que ya estaba curada.
      ¡Bah! ¡Qué va a estar curada! ¡Otra vez con el Alfonso! Pobre papá, estuvo
      preso una semana por golpear al chico. Pero el chico no tenía la culpa y la
      verdad, yo creo que la pobre Ercilia tampoco, era el Diablo. ¡El mismo Diablo! Se
      le había metido en el cuerpo. (Bettina barre la tapa de la tumba) Desde que
      era bebé. El Diablo se le fue metiendo por el chupete. Tenía más de cuatro años
      y no había manera de sacarle el chupete. Mamá se lo mojaba con la caca de las
      gallinas, ella igual se lo metía en la boca y desafiante le decía a mi pobre madre:
      ¡Qué rico! ¡Qué rico que está! ¡Ponele más! ¡Dale, ponele más! (Como si lo
      estuviera viendo): ¡Era el diablo el que contestaba! (Se persigna y besa el
      crucifijo que le pende del cuello) El diablo se iba apoderando de ella... poco a
      poco... pobre Ercilia…
Ercilia:-    (Contesta no pudiendo creer lo que oye): Pobre Ercilia.
Bettina:-    (De un manotazo caza un mosquito) ¿Y usted, de dónde la conocía?
Ercilia:-    (La pregunta la toma de sorpresa): De… de... fuimos... estuvimos
       juntas… pupilas… pupilas en el Colegio Santa Eucaristía...


                                                                               22
Bettina:-   (Barre alrededor de la tumba) ¡Ah! Usted también... ¿Y usted?, disculpe,
      no sé si debo preguntárselo o no...
Ercilia:-    Pregunte…
Bettina:-    ¿Qué enfermedad tenía?
Ercilia:-    (Segura): ¡Ninguna! (Bajando el tono en la respuesta, inventándola):
       Mis padres creían que era la mejor educación…
Bettina:-   ¿La mejor educación? Mire que yo soy muy creyente, pero la verdad, creo
      que eso de vivir encerrado. ¡Bah! No creo que sea bueno estar encerrado tanto
      tiempo. Salvo que el encierro cure. Aunque ya ve, no siempre lo logra…
Ercilia:-    ¿Y cómo fue el “supuesto” accidente?
Bettina:-    ¿A usted le dijeron que no fue un accidente?
Ercilia:-    Usted me lo dijo…
Bettina:-   ¿Yo se lo dije? En realidad, accidente lo que se dice accidente fue, ¡y qué
      accidente! Pero, fue sobrenatural. (Deja de barrer) El Diablo terminó con ella. O
      mejor dicho, Dios le gano la batalla al Diablo y se llevó a mi pobre hermanita con
      Él.
       Bettina se persigna y besa el crucifijo que le pende del cuello. Estruja el
       trapo y comienza a limpiar la tapa de la tumba.
Bettina:-     Hacía unos años que Alfonso se había ido del pueblo. Vivía en la ciudad.
      Dicen que le iba muy bien, que había hecho plata y todo. Nunca supe porque
      papá la dejaba ir a ella a la ciudad. Mamá quería que fuera yo, pero él insistía e
      insistía. ¡Bah! De cualquier otra manera el Diablo hubiera logrado que se
      mantuviera esa unión en el pecado.
Ercilia:-    Perdón, ¿y eso qué tiene que ver con el accidente?
Bettina:-    ¡Todo tiene que ver con todo! (Mata un mosquito de un manotazo) La
      última enfermedad grave que tuvo fue la del juego. Papá la llevó a ella para que
      lo ayudara en la panadería. Daba la casualidad que cuando quedaba sola
      siempre se vendía poco. Yo sospechaba de Ercilia. Estaba casi segura de que
      robaba plata del cajón. Yo se lo decía a mamá y ella a papá, pero papá nada.
      ¡Qué la panadería es mía! ¡Qué yo sé lo que hago! ¡Qué es mentira! ¡Qué nunca
      faltó una moneda! Yo estaba segura. ¡Bien segura! Lo que no tengo bien claro
      es porque yo estaba tan segura de que se jugaba la plata. El 23 de diciembre…
Ercilia:-    La víspera de la navidad…
Bettina:-   (Continuando con su relato): … de 1915, revolviendo sus cosas
      encontré un montón de billetes de lotería viejos. Le conté a mamá. ¡Se ahogaba,
      no podía respirar del odio, le agarraron las palpitaciones! Pobre mamá, a pesar
      de sus palpitaciones murió después que papá...
Ercilia:-    Varios años después, yerba mala...
Bettina:-   (Sin escuchar a Ercilia): Él que parecía un roble... fuimos con mamá y lo
      despertamos de su siesta. ¡Se levantó cómo loco! ¡Por supuesto que el diablo
      negaba todo! Dijo que esos billetes no eran de ella, que seguro que eran míos,
      que averiguáramos en el pueblo, que ella no jugaba y menos con el dinero




                                                                               23
ajeno. Mamá obligó a papá a que averiguara. Pero ella nunca había comprado
       ningún billete en el pueblo.
       Ercilia poco a poco irá perdiendo el control y el disimulo de su mal de
       Parkinson.
Ercilia:-    (Con certeza): Los compraba en la ciudad, cuando iba a encargar las
       bolsas de harina.
Bettina:-    (Sin darse cuenta de lo que ha dicho Ercilia, reafirmándolo): ¡Sí! ¡Los
      compraba en la ciudad! ¡Los compraba en la ciudad! Papá la había puesto como
      encargada de comprar la harina, la levadura y esas cosas. Cada quince días
      viajaba a la ciudad. Allí se encontraba con Alfonso y hacían de las suyas. Estoy
      segura de que Papá lo sabía. El era cómplice del diablo.
       Ercilia, sin esconderse de Bettina y aunque ella no lo registre, se abofetea
       el cuello y mata un mosquito.
Ercilia:-    No hables así de Papá...
Bettina:-    (Sigue destilando odio): ¡El Diablo se hacia traer hasta la plaza! Y
      llegaba en el mismo horario que el tren.
Ercilia:-    (Desafiante): ¿Y eso cómo lo supiste Bettina?
       Bettina no registra que Ercilia la llamó por su nombre, ni que se quitó el
       sombrero y el velillo que cubría en parte su rostro. Y mucho menos que la
       está mirando fijamente a los ojos.
Bettina:-   Una madrugada esperé detrás de un árbol a que llegara el tren y para mi
      sorpresa la vi bajar de ese auto...
       Bettina estruja el trapo y luego lo tira dentro del balde.
Ercilia:-    Estabas siempre donde no debías...
Bettina:-   (Continúa con su relato): ... estaba radiante, con un hermoso ramo de
      orquídeas...
Ercilia:-    (Continúa con su relato): ...viviendo la vida de los demás.
Bettina:-    Y yo que creía qué sólo yo la había visto. ¡Bah! No sólo yo lo sabía. Más
      de una de esas a las que les llamábamos “bisagras”, porque vivían pegadas a
      las ventanas, la vieron llegar. (Recordando con rabia): ¡Qué vergüenza estar
      en boca de todo el pueblo! (Regresando al relato del accidente): Durante la
      noche Dios había descargado agua con mucha furia. Como para lavar todos los
      pecados del mundo. La lluvia fue torrencial. Esa mañana el tren llegó, pero ellos
      no. Los caminos estaban a la miseria. El automóvil en que venían se
      desbarrancó. Murieron los dos, carbonizados. A Alfonso se lo pudo reconocer
      pero a Ercilia, pobre, el fuego la devoro desde afuera hacia adentro… Sólo el
      fuego espanta al Diablo.
       Bettina se persigna y besa la cruz que le pende del cuello. Luego, toma la
       escoba en un brazo y el balde en el otro. Ya está lista para guardarlos
       donde corresponde.
Ercilia:-    Bettina, ¿y si no era ella la que viajaba con Alfonso?
Bettina:-    (Registra que la llamó por su nombre): ¿Cómo sabe mi nombre?



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Ercilia:-     (Mirándola fijamente) No sé sólo tu nombre. También sé que sos la
       sofocante sombra, la inagotable y asfixiante hermana mayor que no la dejaba
       respirar. ¡Pobre Ercilia! Perseguida día y noche por la alcahueta de su hermana.
Bettina:-    (Deja el balde y la escoba y se planta ante Ercilia) ¡Usted me está
      faltando el respeto!
Ercilia:-    No Bettina, la que nunca tuvo respeto por nada ni nadie fuiste vos...
Bettina:-   ¡A mí no me tutee! El haber sido compañerita de mi hermana no le da
      derecho.
Ercilia:-     ¡Mirame a lo ojos! ¡Fijá tu vista en mis ojos! Pasaron cerca de veinticinco
       años. El cuerpo envejece, el cabello se vuelve gris, el rostro se cubre de huellas,
       pero los ojos...
       Bettina mira fijamente a Ercilia y queda perpleja. No pudiendo creer lo que
       ve. Sus brazos caen a los costados de su cuerpo. A partir de este momento
       comienza a tener dificultades respiratorias.
Bettina:-    Esos ojos... (Se persigna)
Ercilia:-    No era yo quien venía con Alfonso. Tal vez él ni venía hacia aquí, lo más
       seguro es que andaba de paso regresando a Rafaela…
       Bettina toma la cruz de plata con una mano y la antepone entre ella y
       Ercilia. Tal vez para evitar que el diablo se le acerque. Luego, cómo viendo
       a un fantasma, se deja caer sentada sobre la tumba. Sus ojos se agrandan
       para poder ver lo que no cree estar viendo.
Ercilia:-      (El mal de Parkinson se le hace incontrolable) Aquella madrugada que
       me viste bajar de un automóvil no era Alfonso el que manejaba, pero no importa,
       esa es otra historia que no tengo ganas de contarte. Igual a vos y a Mamá nunca
       les interesaron mis historias. A ustedes les gustaban las historias que armaban
       de lo que suponían que eran mis historias. (Con ironía): ¡Qué pena mi dulce
       hermanita! ¡Qué pena grande que Mamá haya muerto sin volver a verme! Y que
       yo no la pudiera llorar en su velorio... (Con odio): ¡Ojalá estuviera aquí ese
       monstruo de madre que tuve! ¡Ojalá! Hoy se podría dar cuenta que; la enfermita,
       la poseída, ¡esa!, ¡esta, qué tenés ante tus ojos!, ¡pudo escribir y vivir su propia
       historia!
Bettina:-    (Sin poder salir de su asombro): Entonces...
       Bettina registra que está sentada sobre una tumba, con muchísima
       dificultad intenta reincorporarse al mismo tiempo en que se persigna.
Ercilia:-    Esa Navidad gané “La Lotería” y me fui para no volver.
       Bettina sin haberse reincorporado del todo vuelve a caer sentada sobre la
       tumba. Sin abandonar el comportamiento de su personaje, Tita, mata un
       mosquito que se había apoyado sobre su brazo.
Ercilia:-     (Su angustia y dolor irá “in crescendo”): Después me enteré de lo de
       Alfonso, ¡pobre Alfonso!, y a pesar de mi gran dolor, eso me vino como anillo al
       dedo. Estaba segura de que contaba con “dos grandes escritoras” capaces de
       cerrar una historia sobrenatural con ribetes monstruosos.
Bettina:-    (Respira con mucha dificultad. Mira hacia el cielo. Se persigna con
      insistencia) Perdón Dios mío, perdón... (Intenta reincorporarse) No puedo...


                                                                                 25
no puedo mantenerme en pie. (Se abandona definitivamente sobre la tumba)
       Todo me da vueltas... Veo todo nublado...
Ercilia:-      Siempre viste todo nublado. Incluso, creo que no eran tus ojos los que
       veían. ¡Eso es, sí! ¡“Tú madre” se metía en tus ojos! Mirabas sólo, por y para
       ella... Una sola pregunta más: ¿por qué me traías flores?
Bettina:-    (Ya casi no logra respirar) Me duele mucho el pecho...
Ercilia:-     ¿¡La culpa no te dejaba dormir!? ¿¡Es por eso!? Viviste siempre con la
       culpa de haberme arrojado a “ese barranco”.
Bettina:-  (Respira con mucha más dificultad. Se toma el pecho con ambas
      manos) El pecho, siento como un hielo filoso abriéndome el pecho...
Ercilia:-     (Tratando de herirla de muerte) Sin ser hija del que creíste siempre
       fuera tu padre, heredaste la debilidad de su corazón, lo único que heredaste de
       ese buen hombre...
Bettina:-   (Lo que acaba de oír es demasiado para ella, aumenta su dificultad
      respiratoria, su cuerpo se contrae por los dolores) ¿Qué me estás diciendo?
Ercilia:-    ¡Vos sí que eras la socia del diablo! El pobre de Papá, por amor, se casó
       con una mujer embarazada por otro y ella a ese acto de amor lo pagó con odio.
       Odio hacia él y hacia mí....
Ercilia:-    (En un hilo de aire): Ayudame... me estoy rompiendo...
Ercilia:-    Te estoy ayudando Bettina, estoy dejando que te rompas...
Bettina:-     (Se toma el rostro con ambas manos, ya no puede más, mira a su
      media hermana y luego lanza un grito ahogado con violencia inusitada):
      ¡¡¡Ercilia!!! (Cae muerta sobre la tumba)
       Ercilia se queda observándola. Lentamente logra controlar su Parkinson.
       Sus manos juegan con los botones de su blusa. Se coloca el sombrero y el
       velillo. Luego le acomoda los brazos a Bettina sobre el pecho. Por último,
       su mano temblorosa le cierra los ojos.
Ercilia:-    (Descorazonada): Y pensar que yo sólo venía a agradecerle a quien
       ocupa mi lugar.
       Apagón. Se encienden las luces y las actrices saludan al público. Desde la
       platea vuela una margarita que cae a los pies de Azucena. Ella se agacha y
       la toma entre sus manos.
Azucena:- (Sigue con el mismo dolor con que su personaje transitara el final de
     la escena): No voy a poder Humberto. ¡No voy a poder Humberto! (Sale
     corriendo hacia el camarín)
       Tita queda sola en escena, atónita, sin saber que hacer. Duda, luego saluda
       al público y sale detrás de Azucena.
                                                                          Apagón


ESCENA CINCO: Escenario A: “Camarín”
       Aparece Azucena, está desconsolada, abrumada. Se deja caer en una silla.
       Al instante entra Tita.


                                                                               26
Azucena:- No voy a poder. Tengo mucho miedo. No voy a lograrlo. ¡No me sé la
     letra!
Tita:-          ¿¡De qué letra me hablás!? ¿¡Estás chiflada!? ¡La vida no tiene letra! Es
         pura improvisación…
Azucena:- Yo no sé improvisar, no me va a salir, ¡no voy a ser feliz viendo crecer las
     vacas!
Tita:-         ¡No lo sabés! No lo podés saber ahora, ¿cuándo viste nacer un ternero?
         (Azucena la mira sin saber que decirle) ¡Nunca! Y como nunca lo viste nacer
         tampoco lo viste crecer, ¡ni siquiera te lo podés imaginar! Justo vos te lo vas a
         imaginar, justo vos, ¡si vos tenés menos imaginación que un piojo!
Azucena:- ¡No necesito tener imaginación para saber lo que quiero hacer! ¡No la
     necesito! ¡No quiero ver crecer terneros que de grandes van a ser vacas y que
     van a dar leche! ¡No me interesa! ¡No necesito imaginación para eso! ¡Sé lo
     quiero y lo que no quiero!
Tita:-          ¡Qué vas a saber! ¡Qué vas a saber vos! ¡Tenés miedo! ¡Eso es lo que
         tenés! ¡Tenés un cagaso bárbaro! ¡Te quemaste muchas veces con leche y
         ahora lo ves a Humberto como si fuera una vaca enorme! Pero él no es ninguna
         vaca, ¡es un flor de toro! Un pedazo de hombre enamorado como un
         adolescente. Tirándole margaritas a su enamorada. A ver si me entendés: ¡Te
         ama! ¡T e a m a! ¡Y vos lo amás!
Azucena:- Ponete de acuerdo querés, hace un rato me decías que era una estúpida
     que iba a terminar actuando en hidish en el Kadima…
Tita:-         ¡Hace un rato estaba enojada! Pero viéndote actuar me di cuenta de que
         estás muerta de amor. ¡Sólo una actriz enamorada puede actuar tan mal! Llorar
         en escena, llorar de verdad, ¿dónde se vio?, ¿dónde viste eso? ¿Quién te
         enseñó eso? Ninguna buena actriz muestra sus verdaderas emociones en
         escena. Salvo una actriz que se está despidiendo del teatro. Tal como lo hiciste
         vos esta misma noche.
Azucena:-      No voy a poder… tengo mucho miedo…
Tita:-          (La abraza tiernamente) ¿Y quién no? ¡No es sencillo! ¿Quién te dijo que
         lo era? ¿Vos creés que para mí lo es?, ¡no!, ¡no lo es! Estoy con el hombre que
         amo sólo cuando estamos de gira. El resto de los días vivo dudando. Dudo de si
         realmente me ama. Dudo de si no me está usando. De si está conmigo para no
         dormir solo en una triste pieza de un hotelucho de pueblo. Dudo y no dudo y
         tengo miedo y no lo tengo y lloro y me río y aquí me ves, sigo apostando, sigo
         jugando a esto de vivir, de vivir como se puede, de vivir el día a día como viene.
         ¡Y vos lo vas a intentar! (Le toma el rostro entres sus manos y mirándola
         fijamente a los ojos): Ahora mismo vas a salir por esa puerta y te vas a tirar a
         los brazos de ese gringo enamorado. ¡Y te vas a acurrucar entre sus brazos!
         Bien pegadita a ese corazón enorme que ahora estás llenando de angustia.
         Azucena llora de alegría y de miedo. Tita suavemente la puso de pie y casi
         sin resistencia por parte de Azucena, van yendo hacia la puerta.
Tita:-         (Emulando a Manolo): ¡Pues, andando mujer, joder! ¡Andando! ¡A poner
la otra mejilla! ¡A dar pelea! ¡Vamos a escena de una vez y para siempre! (Salen)
                                                                             Apagón final


                                                                                  27
Daniel Dagna




               28

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  • 1. “Por amor al arte o El trío más mentado” Comedia dramática para dos actrices. Daniel Dagna Personajes: Tita es Tita, Manolo y Bettina Azucena es Azucena, Teresa y Ercilia Antonio Cortijo es silueta, voz y guitarra Para su representación es aconsejable contar con un escenario giratorio. Caso contrario se debe contar con dos espacios escénicos. En éste caso y si se logra mantener el centro de atención del público en las escenas, se podría representar con un actor-músico en vivo. Escenario A: “Camarín” Dos caballetes de madera sostienen un tablón. Un par de sillas de bar. Un espejo roto, borroso, casi inútil, cuelga en una pared. En un rincón se apilan bártulos viejos y rotos. Delante de ellos un perchero de pie. La madera descascarada y algo raída lo hace ver como en desuso. Escenario B1: “Living comedor” Una mesa de bar con dos sillas similares a la que había en el camarín. Dos cubos juntos, cubiertos con un pedazo de tela, simulan un pequeño sillón. Escenario B2: “Cementerio” Una silla cubierta por una tela color gris simula la lápida de una tumba. En ella una cruz pintada, las siglas Q.E.P.D. y el nombre de la difunta: Ercilia Logripo y una fecha inteligible de su defunción. Unos cubos cubiertos con telas simulan la tumba. Unas flores frescas descansan apoyadas sobre la supuesta lápida. 1
  • 2. ESCENA UNO: Escenario A: “Camarín” Luz mortecina. Ruidos de roedores que en ciertos momentos se dejarán oír. El zumbido de los mosquitos sedientos recorriendo el espacio. Entra Tita al lugar. Lo observa con un claro gesto de asco. Mira con especial atención la montaña de bártulos. Tita tiene cincuenta y cinco años, es corpulenta y algo tosca en sus movimientos. Trata de vender la imagen de una mujer segura y dispuesta a todo. Usa excesivo maquillaje y viste llamativamente. Tita:- En este lugar ya estuvimos antes. Estoy casi segura. Estos pueblos son todos iguales; las mismas calles, la misma gente, una no distingue uno del otro; pero, ¡éste lugar es único! ¡Esta ratonera es inconfundible! Con razón que me sonaba el nombre del pueblo. ¿Cuándo estuvimos aquí? (Deja la caja sobre el tablón y observando el espejo): ¡Sí, en el 37! Junio del 37... (Mata un mosquito) ¡Hacía un frío de morirse pero no había estos insectos insoportables! (Pasa un dedo sobre el tablón de madera) Desde que le pasé un trapo nadie tuvo la osadía de hacerlo. (Deja su vestuario sobre una silla y se dispone a limpiar el tablón) El mismo espejo de porquería. El mismo perchero, las mismas sillas... La misma montaña de trastos inútiles y para peor, el mismo público. Una veintena de borrachos, cinco o seis putas y un “gringo estúpido” que le arroja margaritas a la chancha... Aparece Azucena, trae consigo su vestuario y otra caja. Tiene la misma edad que Tita. Es muy femenina y cuidadosa de su imagen. Se maquilla y viste discretamente. Sus movimientos son finos y delicados casi como estudiados. Deja la caja sobre el tablón. Azucena:- Antonio ya encontró con quien tomarse una grapa... Tita:- (Enfrentándola): ¿Por qué no me dijiste que era aquí? Azucena:- (Colgando su vestuario en el perchero) ¿Hubieras venido? Tita:- ¡Ni loca! Azucena:- Sobra la respuesta. Tita:- ¿Por cuánto vinimos esta vez? Porque supongo, supongo, que nos van a pagar, no lo haremos “por amor al arte”, supongo... Azucena:- (Extrae de su caja un espejo) Supones bien. Alojamiento, comida y la mitad de los que se recaude... Tita:- (Tomando en sus manos el espejo que trajo Azucena) Te viniste preparada. Azucena:- Me lo acaban de prestar... Tita:- ¿Quién? Digo, si puede saberse... Azucena:- (Inventando): El dueño del lugar... Tita:- En junio del 37 cuando vinimos no sacamos ni para el pasaje a Selva y eso que ésa otra “gran ciudad” queda a solo dieciocho kilómetros. Recuerdo que en esa oportunidad nos llevó un “señor” amigo tuyo en su flamante “Ford A”… 2
  • 3. Azucena:- Empezá a maquillarte porque después te quejás diciendo que nunca te alcanza el tiempo… Tita:- ¡Es la última vez que hago de hombre! ¡Detesto disfrazarme de hombre! ¡No lo soy ni lo quiero ser! Además nadie se cree que soy un hombre… Azucena:- Debe ser porque se nota que no te gusta hacerlo… Tita:- ¡Escuchen a Leonidas Barletta hablando de teatro! Azucena:- Después de todo vos elegiste ésta obra y el reparto de personajes fue por sorteo. Tita:- ¿Lo del sorteo en teatro, te lo enseñó Barletta o Berta Singerman? Azucena:- ¡No! Fue una brillante idea de “la gran estrella”: ¡Tita Muñoz! Tita:- ¡Mentira! Yo no dije que sorteáramos, es más, nunca dije que me gustaba la obra… Azucena:- ¡¿Ah no?! ¿Y quién trajo el folletín? Tita:- Yo lo traje por indicación tuya. ¡Nunca había leído nada de ese autor! ¡Es más, ni sabía quién era! La idea fue tuya: escribió una obra para dos personajes, podemos acortarla un poco, total, el escritor cuando se va a enterar. ¡Ves! En eso tuviste razón, hace más de un año que la venimos haciendo, en casi dos pueblos por semana, a dos funciones por pueblo, son casi veinte por mes, doscientas por año; y el autor ni se enteró de que le destruimos la obra y el público ni se enteró como se llama la obra original, ni la adaptación, o lo que sea lo que hacemos… Azucena:- No quiero seguir discutiendo, siempre ocurre lo mismo, en las “doscientas funciones anuales” ocurre lo mismo, toda la ebullición que te generan las actuaciones las descargás en el camarín y da la “casualidad” que la única persona que siempre está aquí soy yo. ¡Para mi tampoco es grato estar metida en esta pocilga! (Mata un mosquito que estaba apunto de picarla en el cuello) ¡Maldito aprendiz de Drácula! (A Tita): ¿Por qué no te fijás entre esos bártulos si no hay una espiral? Tita:- ¡Ni loca remuevo esos trastos ruinosos! Tu “amiga” ya debe ser abuela y debe vivir ahí con toda su familia… Azucena a medio vestir va hacia la montaña de bártulos y vuelve con un espiral espanta mosquitos. Azucena:- (Dándoselo a Tita): ¿Podés encenderlo? Tita busca los fósforos dentro de su pequeña cartera de mano. Luego de intentar con varios fósforos que fallan logra encender el espiral espanta mosquitos. Deja la caja sobre el tablón. Tita:- (Agudizando el oído en busca del supuesto sonido): ¿Las escuchás? Azucena:- Yo no escucho nada… Tita:- ¿Podés correr el perchero? Dale, haceme ese favor, ponelo de aquel lado… Azucena:- ¡Porque no terminás de vestirte y te dejás de embromar! Tita:- No me digas que no las escuchás… deben ser como tres… 3
  • 4. Azucena, sabiendo que Tita no cesará en su insistencia, va hacia el perchero y lo traslada. Azucena:- Ojalá sean tres, esta noche tenemos cena, una para cada uno… Azucena vuelve a su lugar y continúa maquillándose. Tita:- (Sin disimular su desagrado): No hagás chistes con eso que se me revuelve el estómago... Tita mira hacia el rincón donde están los bártulos y comienza a palidecer. No emite sonido alguno. Pierde toda su compostura e imagen. Se pone de pie y se apretuja contra Azucena. Intenta subirse a la silla. Con un dedo señala hacia la montaña de bártulos. Tita:- (Casi sin emitir sonido): Ahí… Están… Azucena intenta sostenerla antes de que se desmaye y caiga al piso. A duras penas la sostiene. Con una mano arroja el espiral espanta mosquitos hacia la montaña de bártulos. Luego, con mucha dificultad logra sentarla. Azucena:- ¡Esperá que voy por un vaso de algo fuerte! (Intenta salir) Tita:- ¡No!...No me dejés sola… Azucena:- ¡Está bien! No me voy. Azucena extrae de su caja un frasco de perfume y luego se lo coloca en la nariz a Tita. Azucena:- ¡Olé! ¡Dale! ¡Olé!, esto te va a recomponer… Tita huele el perfume y lentamente van subiéndole los colores al rostro. En ningún momento descuida la zona por donde andan las supuestas ratas. Al no verlas, su estado emocional cambia, se recompone y vuelve a ser la de antes. Se quita el perfume de delante de sus narices. Tita:- (Tratando de sostener su imagen de mujer segura): ¡Ya está bien! Te dije que las escuchaba. Qué estaban ahí. ¡Qué son un montón! (Va hacia la puerta del camarín y se queda de pie en el lugar) ¡Llamalo al Gordo imbécil dueño de esta pocilga y qué se las coma! Yo en estas condiciones no puedo actuar. ¡Me dan asco…, encima ese olor repugnante de tu perfume barato! (Está a punto de llorar de nervios. Se contiene) Azucena:- (Lentamente, va hacia ella. La abraza tiernamente) Bueno, bueno, yo te entiendo más de lo que vos crees… (Le seca las lágrimas) Ya se te corrió todo el maquillaje… Azucena gira sobre sí misma y perdiendo un poco su postura, se enfrenta a la montaña de bártulos, donde supuestamente se esconden las ratas. Zapatea el piso con gran decisión y con actitud muy desafiante. Azucena:- ¡Fuera animales inmundos! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera! ¡Fuera! Tita:- (Atónita y sin dejar de mirar hacia los bártulos, con seguridad disfrazada): Hay humo... Azucena:- (Agachándose) Es el espiral… (Lo deja sobre el tablón de madera) Dale vení y volvé a maquillarte. 4
  • 5. Tita permanece inmóvil. Luego de observarla, muda todas sus cosas al lugar donde estaba sentada anteriormente Tita. Azucena:- (Llamándola) ¡Dale, vení! Si había, seguro que se pegaron tal cagaso, que huyeron como ratas por tirante. Tita:- (Cortante, sin moverse de la puerta) ¿¡Cómo si había!? ¡Hay, yo las vi! Azucena:- (Corrigiéndose): ¡Pero, por supuesto! ¡Seguro que hay! Mirá si voy a dudar de lo que viste. Sentate del lado de la puerta, no creo que les haya quedado ganas de aparecer, pero si te sentís más segura del lado de la puerta… (Va hacia los bártulos) Tita:- (Observa inquieta a su amiga) ¿Qué vas a hacer ahora? Azucena extrae de entre ellos una escoba vieja y la lleva hacia la improvisada mesa de maquillaje. Azucena:- Por si se quieren hacer las vivas… Azucena deja la escoba apoyada en el tablón, exactamente en el medio de los dos lugares y vuelve a tomar asiento. Azucena:- Tita, más garantías no te puedo ofrecer… Tita, tal vez para no perder demasiado su imagen, va hacia su nuevo lugar. Con disimulo mira hacia los bártulos. Tita:- Gracias por ayudarme… Azucena:- Para algo sirven las amigas… Tita:- (Aún está de pie) Me dan mucho asco. No es miedo, imaginate si alguien con éste cuerpo le puede tener temor a un bichito tan insignificante. Azucena observa el recorrido de un mosquito e intenta matarlo con una pequeña toalla. Azucena:- Hay cientos de hijos de Drácula… Tita:- (Se sienta) Gracias… Azucena:- (Cambiando de tema): Antonio ya debe estar por comenzar su primera entrada. Tita:- ¿Quiere decir que sólo faltan diez minutos? Azucena:- Eso parece y el pescado sin vender… Tita:- Azucena, ¿te puedo hacer una pregunta? Azucena:- Sí… Tita:- ¿Por qué volvimos a éste pueblo? Desde off y ante muy tibios aplausos se escucha la voz de Antonio. Él es un hombre de cerca de 60 años. Su voz está gastada de tanto tabaco y alcohol; sus graves, sus matices, transmiten bohemia, estaño y tango. Mucho tango. Antonio:- (Desde off): Señoras y señores tengan ustedes muy buenas noches. (Desde off se escucha el saludo de alguien del público. Algunos tibios aplausos) Quien les habla: Antonio Cortijo, en nombre del trío: “Por amor al 5
  • 6. arte” Trío que integro con mucho placer desde hace varios años, agradece sus generosos aplausos. Hoy, luego de una extensa gira por nuestro país y de varios países limítrofes, a pedido del querido público de esta hermosa y pujante localidad, nos presentamos nuevamente aquí. (Azucena y Tita emulando la voz de Antonio, casi a coro y sin taparlo del todo, han repetido hasta aquí casi todos los textos pronunciados por él) Hace sólo 48 horas nos hemos enterado de una triste noticia… (Tita y Azucena han escuchado éste último párrafo con mucha sorpresa) Azucena:- Ya se puso en curda. Antonio:- En la ciudad de Buenos Aires se disparó un tiro en el corazón un gran patriota… Azucena:- ¿De qué está hablando? Antonio:- Lisandro De La Torre decidió que hasta acá llegaba… Tita:- Era por eso que estaba insoportable… Azucena:- No es momento para hablar de eso. ¡¿Y ahora, quién levanta éste muerto?! Antonio:- Sepan disculpar mi enorme tristeza… (Pausa cargada) Azucena:- ¿Por qué ese silencio? ¡¿Qué está pasando?! Antonio:- (Tratando de recomponerse): Pero como el espectáculo debe continuar y si ustedes me lo permiten, quiero dedicar nuestro humilde espectáculo a ese gran hombre que de seguro quedará en la historia de nuestra patria como un ciudadano íntegro, honrado y decente... Azucena:- (No logra salir de su asombro y de su preocupación): No lo puedo creer... Antonio:- Ahora les voy a entregar una hermosa página escrita por… Azucena:- ¡Por fin arrancó! Tita:- (Algo conmovida por Antonio): Es un artista… Antonio:- Don Enrique Santos Discepolo y que el mismo intitulara: “Esta noche me emborracho” (Se escuchan los primeros acordes de la guitarra) Azucena:- (Desaprobando la elección de Antonio): Después de la noticia que dio debería haber empezado con algo más alegre… Tita:- Hace lo que puede pobre… está descorazonado… Azucena:- Si no hubiera bebido antes de cantar… Breve silencio entre Tita y Azucena. Continúan maquillándose o vistiéndose. La guitarra y la voz de Antonio se escuchan como fondo musical. Tita:- No me contestaste la pregunta que te hice… Azucena:- Con lo de Antonio ya me olvidé: ¿qué querías saber? Tita:- ¿Por qué volvimos aquí? Azucena:- Porque respondieron a mi carta… 6
  • 7. Tita:- ¿Quién? Azucena:- ¿Quién qué? Tita:- ¿Quién respondió tu carta? Azucena:- No veo a que viene semejante interrogatorio. Vivo escribiendo cartas a todas las personas que conocimos en nuestras giras. Las cartas y las llegadas por sorpresa a cada pueblo han sido nuestra forma de vendernos durante estos últimos tres años. Tita:- Bueno, calmate y bajá la voz que te pueden oír. Te hice una simple pregunta. No veo porque tenés que ponerte tan nerviosa. Salvo que los motivos por los cuales estemos aquí no sean solamente los de dar una función de teatro. Azucena:- (Esquivando el tema): Disculpame, no quise contestarte mal, perdoname. Ponete de pie que quiero ver como te vestiste. (Tita casi sin darse cuenta se pone de pie y Azucena le ordena la ropa) Siempre dejás una parte de la camisa fuera del pantalón. Tita, mientras Azucena le arregla la ropa, ella de un manotazo atrapa un mosquito. Abre su mano y quitándoselo de encima con un claro gesto de asco. Tita:- Creo que maté a Drácula… Azucena:- Si hubieras matado al Drácula de los mosquitos acabarías con la especie. (Observa a Tita) Mirándote bien, hubieras sido un lindo hombre… Tita:- Sin mofarse que el horno no está para bollos… Desde el off se escuchan unos tibios y ralos aplausos. Sobre la voz de Antonio y sin prestarles demasiada atención, Azucena y Tita, continuaran con lo suyo. Antonio:- (Desde off): Gracias por sus inmerecidos aplausos y ahora para no perder la continuidad del espectáculo, les haré escuchar la hermosísima página escrita también por Don Enrique Santos Discepolo y que se intitula:… Azucena:- (Emulando la voz de Antonio): ¡Cambalache! Antonio:- (Al unísono con Azucena): ¡Cambalache! Se dejan oír los primeros acordes de la guitarra de Antonio. La música y el canto acompañan la escena. Tita:- ¡Nos quedan sólo tres minutos! Azucena:- En el estado en que se encuentra Antonio seguro que son muchos más. Tita:- ¡Cómo la tenés con Antonio! (Busca algo en su caja) ¡Qué toma mucho, qué canta mal, qué elige mal los temas, qué “esto” qué “aquello”! ¿No viste los bigotes? Azucena:- Es increíble, no hay dudas de que no te gusta usarlos… Tita:- (Busca afanosamente) ¿Dónde los habré dejado? ¿Fijáte si no están en tu caja? Azucena:- Ahora comienza la escena, como dice Antonio: (Imitando a Antonio): “intitulada: ¿Dónde está el bendito bigote?” 7
  • 8. Tita:- (Buscando en la caja de Azucena) Y dale con Antonio, si no fuera porque es morocho y a vos te gustan de rubios a colorados, diría que estás enamorada de él. Azucena:- Dejá de decir pavadas y no desordenés mis cosas. Siempre los guardás en el mismo lugar para no olvidarte y siempre te olvidás… Tita deja de revolver la caja de Azucena. Mete su mano derecha en el bolsillo del saco que lleva puesto y extrae de él un hermoso bigote postizo. Tita:- Yo no lo guardé acá. Azucena:- ¿Ah no? ¿Y quién si no? (Emulándola): “Los voy a dejar en el bolsillo derecho del saco y en el bolsillo izquierdo…” (Tita mete su mano izquierda en el bolsillo izquierdo del saco y saca un pequeño pomo) “… el pegamento” Tita:- (Sin poder continuar negando, conteniendo la risa): Pero no fue a mí a quien se le ocurrió… fue a la señora “Barletta” Intenta pegarse los bigotes sin agregarles pegamento. Azucena:- ¡Hay Tita, Tita…! La verdad que una de las cosas más importantes que me pasó en la vida fue conocerte. (Le toma el rostro a Tita con sus dos manos) ¡Te quedan muy varoniles esos bigototes! Pegátelos bien... Tita:- (Se quita los bigotes de un tirón e intenta ponérselos a Azucena) ¡Mejor andá probándotelos vos… Azucena:- ¡Salí que se me corre el maquillaje! Tita:- ¡En Selva la que los va a usar sos vos! Azucena:- A Selva no vamos… Tita:- ¿Cómo que no? Si de Selva te contestaron. Esa carta yo la leí. Mañana a la noche tenemos función… Azucena:- Después lo hablamos, dale, ponete los bigotes que ya nos toca entrar… Desde el off proviene el sonido de unos tibios y ralos aplausos. Antonio:- (Desde off): Gracias, muchas gracias. El aplauso… Azucena:- (Al unísono con Antonio y emulándolo): Es el alimento del alma del artista. Antonio:- Es el alimento del alma del artista. Tita:- No quiero que hablemos después… Antonio:- Ahora los voy a dejar con el plato fuerte de la noche… Tita:- Quiero saber ahora mismo porque no vamos a ir a Selva. Antonio:- Está noche las dos famosísimas actrices: Azucena Eidel y Tita Muñoz… Azucena:- Después lo hablamos… ahora terminemos de prepararnos para disfrutar nuestra última función… Antonio:-… interpretarán para todo el público presente la obra intitulada… Tita:- Lo decís de una manera que me asusta… Antonio:- “Un balde al balde” escrita y dirigida por ellas mismas… 8
  • 9. Tita:- ¿Qué querés decir con la última función? Antonio:- Señoras y señores cuando se enciendan las candilejas: ¡recibámoslas con un fortísimo aplauso! (Desde off se dejan escuchar unos tibios aplausos) Azucena:- Vos dijiste que no la querías hacer más. Tita:- Siempre digo lo mismo y la termino haciendo. ¿Por qué vinimos a Ceres? Apagón. ESCENA DOS: Escenario B1: “Living comedor” Aparece Manolo en escena. Trae consigo un balde de lata y lo deja sobre la mesa. Manolo es TITA. Ella en todo momento mantiene un comportamiento bien varonil y su voz suena tratando de mantener la gravedad de la voz masculina, salvo cuando se indique lo contrario. Lleva lo bigotes postizos y una boina negra sobre su cabeza. Se mira detenidamente a un espejo imaginario. Manolo:- (Con un marcado acento gallego): Joder como pasa el tiempo. (Señalándose el entrecejo) Que dos años atrás ésta arruga no había hecho surco. Tengo los ojos hundidos de dormir poco. (Se acomoda la boina) Hasta hace poco la usaba solo por gusto, ahora, para cubrir la caída del cabello. (Mira hacia el cielo) ¡Me estás mirando Juana! ¡Seguro que sí! ¡Esta velada de seguro que no te la pierdes por nada en el mundo! (Corrigiéndose): Incluido el cielo y sus alrededores. No se si hago bien o mal, pero, no logro acomodarme solo. Tú me ves como doy vueltas y vueltas en la cama. Es que tú sabes Juana, es que soy un cabrón bravío, no me basto solo, no me hallo sin una mujer a mí costado... (Se escuchan golpes a la puerta. Se vuelve a mirar en el espejo y se acomoda la boina) Ya está aquí. (Mira hacia el cielo) Deséame suerte, Juana. (Suenan nuevamente los golpes, ahora con mayor insistencia. Alzando la voz): ¡Estoy marchando! (Como para sí): Joder con el apuro. (Sale) La escena queda desierta por unos instantes. Se escuchan voces que provienen del off. Manolo:- (Desde off): ¿Cómo está? Teresa:- (Desde off. Con un dejo de acento italiano): Bien, bien.... Manolo:- (Desde off): Pasa por aquí. Teresa:- (Desde off): Pronto, pronto... Aparece Manolo seguido de Teresa. Una joven que debería tener 24 años. Con traje sastre azul, un pequeño sombrero haciendo juego y velillo sobre el rostro. Teresa, por supuesto, es Azucena. Ella intentará, a pesar de doblar en edad al personaje, de asumir el comportamiento de una joven en esas circunstancias. La joven disimula en todo momento su necesidad sexual. La voz que utiliza Azucena para componer a Teresa es más aflautada que la propia. Tiene un ligero acento italiano. Como alguien que ha venido desde Italia siendo muy niña. Manolo:- ¿Tenía miedo de venir? Quítese ese sombrero que aquí dentro no hay nada que esconder. (Amaga sacarse la boina, duda y se la deja puesta) 9
  • 10. Teresa:- (Quitándose el sombrero con el velillo) Miedo propiamente, no. Pero no sería grato que en casa lo supieran. Manolo:- ¡Joder mujer que por algo usamos anillos! ¿Acaso no estamos comprometidos? Teresa:- (Observa el departamento y su mirada se fija en el balde) Cherto... pero... no por eso mis padres me autorizarían a venir... Manolo:- En la época en que vivimos casi todas las mujeres solteras, en edad de merecer... Teresa:- ¿Qué quiere decir con edad de merecer? Manolo:- (No se anima a decir lo que quisiera decir): Bueno que, una mujer como usted, a los 24 años, que está muy guapa, y que bueno está como para... Bueno que usted me entiende mujer, ¿no? (Ella le hace creer que no entiende. Él para no decir lo que debería, cambia de tema): Pues lo que yo quería decir es que en la época en que vivimos, las mujeres de su edad, ya sean solas o acompañadas, algunas por sus madres la primera vez, otras por alguna amiga, han entrado una vez a la casa de un hombre solo. Digamos solo, no soltero, ya que éste puede estar viudo y no es soltero, digamos, me sigue usted en el razonamiento, ¿no? Teresa:- Yo me he tomado el atrevimiento de venir sola la primera vez y la verdad, que no sé que pensar... Manolo:- Joder Teresa, que sólo se adelantó una visita. Las otras solteras, en edad de merecer, bueno, digamos que las mujeres como usted, que a su edad… la segunda visita siempre la hacen sin acompañante. Teresa:- Yo me atreví porque confío en usted... Manolo:- Confiar, en que confía precisamente, si puede saberse... ¿Gustaría un licorcito? Teresa:- No sé si debo... el alcohol se sube a la cabeza... Manolo:- (Le sirve) Joder mujer que aquí estoy yo para protegerla... (Proponiéndole un brindis) ¡A vuestra salud! Teresa:- Y a la suya... (Beben) Es agradable su casa. (Observa el balde y no se atreve a preguntar que es lo que hace en ese lugar) Manolo:- (Por la casa): ¿Le gusta? Teresa:- Es grata… (En clara alusión al balde intenta hacer una pregunta): ¿Qué está haciendo…? Manolo:- (Para evitar la pregunta): Usted decía que confía en mí. Teresa:- (Se olvida por un momento del balde. Sin encontrar las palabras justas): Cherto… Yo quiero decir que... Tengo confianza en usted... Confío en que sabrá entender... (Encontró la frase justa. La dice de corrido): Confío en que sabrá comportarse con una dama. Manolo:- Con una dama, que además es mi prometida, esto quiere decir: una dama con fecha de casamiento. Y además, esa fecha de casamiento la tiene precisamente con quien habla. O sea con Manuel González. Que vengo a ser yo mismo. El que viste y calza. ¿Le puedo hacer una pregunta, Teresa? 10
  • 11. Teresa:- Por supuesto Manolo. Manolo:- ¿Sabe usted por qué la he citado aquí, en mi humilde morada? Teresa:- (Escondiendo lo que cree): No, la verdad, ninguna sospecha... Manolo:- Pues bien, la pondré al tanto. La he hecho venir para pedirle una prueba de amor. Teresa:- ¿Usted también? Manolo:- ¿Qué quiere decir con: usted también? Teresa:- (No sabiendo como salir del paso): No es que, lo que quise decir, es que, bueno según me contaron, mejor dicho... todas mis amigas dicen... (Encuentra el texto indicado): ¡Mi madre me contó que todos los hombres sólo piensan en eso! Manolo:- ¿A que se refiere, con eso? Teresa:- (Dudando): A la... a la... porquería... Manolo:- Sepa usted que por esa porquería estamos los dos en el mundo. ¡Joder mujer! ¡Que el sexo no tiene nada de malo! Teresa:- (Colocándose el sombrero para ocultar su supuesto rubor): Yo no estoy acostumbrada a escuchar esas palabras... Manolo:- Hora de ir acostumbrándose. ¡Pronto seremos marido y mujer y follar vamos a follar! ¡Y cómo! ¡Y es que a mí me gusta hacerlo a toda hora y en todo lugar! (Mira hacia el cielo y se persigna) ¡Qué por aquí qué por allá! ¡Qué así y qué asa! ¡Qué asa y qué así! ¡Follar! ¡Follar! ¡Follar hace bien a la cabeza! Teresa:- (Con vergüenza exagerada): Qué cosas dice, Manolo... Manolo:- ¡Follar! (En un descriptivo gesto): Como dicen usted: ¡Fare el amore e no la güera! Teresa:- (Va hacia lo que cree que es la salida) Me va a perdonar Manuel pero yo me retiro. Manolo:- (La deja ir hasta la puerta) ¿A dónde va? Teresa:- (Con seguridad): Me voy a casa. Manolo:- (Señalándole el otro lateral) La salida queda por aquí. Esa puerta la conduce a mi cama. Teresa:- (Confundida): Estoy tan, tan sin saber que hacer, ni que decir... (Va hacia la salida) Manolo:- (La intercepta y la toma de la cintura) Joder mujer. Disculpe mi modo de hablar. Es que estamos solos. Es la primera vez que no tenemos testigos. Teresa:- Ya hemos estado solos muchas veces... Manolo:- ¿En dónde? Teresa:- En casa de mis padres. Manolo:- Con las presencias invisibles de Doña Catalina y de Don Vittorio en la habitación de al lado. Aquí estamos, como dicen ustedes: “veramente” solos. Teresa:- Cherto. 11
  • 12. Manolo:- Teresa, ¿está dispuesta? Teresa:- ¿A qué? Manolo:- A darme “una prueba de amor”. Teresa:- (Dudando): Es qué... no sé si debo... Manolo:- ¿Sabe que prueba de amor darme? Teresa:- Por supuesto, no soy idiota... Manolo:- ¡Joder mujer que nunca quise decir semejante cosa! Bueno vamos, adelante… Teresa:- (A punto de quitarse algo de ropa): Aquí o en... (Señala la habitación) Manolo:- ¡Ah, no mujer! ¡Eso sí que no! Follar lo podemos hacer en cualquier momento. Perdón, no quise decir follar, perdón, no debo decirlo, es que a mí tampoco me hace nada bien decirlo, es que llevo tanto tiempo...solo. (Cambia de tema abruptamente) ¡Es que yo quiero una verdadera prueba de amor! ¡Joder, esa se la darías a cualquiera! (Se abofetea el rostro. Pierde la voz masculina. Es Tita quien habla) ¡Maldito mosquito! Teresa:- (Dándose cuenta del error de Tita): ¡Qué está diciendo Manolo! Manolo:- (Tita retoma el comportamiento masculino): ¡Es que yo quiero una verdadera prueba de amor! ¡Joder, esa se la darías a cualquiera! Teresa:- (Retoma su actuación, con mucha furia contenida): ¡Yo no soy ninguna, yo no soy ninguna, ninguna de esas! Manolo:- ¡Joder Teresa! Que de eso estoy seguro. Estoy comprometido con usted. Y la quiero. ¡Y mucho! Si después de lo de Juana y habiendo pasado tanto tiempo solo, la he elegido a usted es por algo. Yo sé que es usted una mujer de fiar. (Se acerca a Teresa y le da una cálida caricia en el rostro) Manolo:- (Dando la caricia a Tita se le escapa su propia voz) Teresa mía… (Tita corrige su voz y vuelve a la de Manolo) Teresa mía, yo la he hecho venir para decirle que la quiero; pero, dudo de su sinceridad. Teresa:- Pero... Manolo:- No me interrumpa. Suponiendo que usted ahora, como prueba de amor, se entregara a mí, a cambio de esa prueba de amor, que duraría, sin incluir naturalmente el tiempo de desvestirse y vestirse, un minuto, ya que yo que llevo años sin follar de seguro que me voy mirando nomás... Teresa:- (Se coloca el sombrero y mata un mosquito casi con rabia) ¡Pero que dice Manuel! Manolo:- Disculpe Teresa, disculpe, pero que me la imagino despojada de ropas y es que... disculpe mujer... Volviendo al tema: yo en pago de ese minuto, tengo que darle otra prueba de amor cuyas consecuencias económicas serán efectivas para usted para toda la vida… es decir… el matrimonio. Teresa:- ¡Cherto!, Manolo…, no lo puedo negar. Pero, puedo hacerle una pregunta. ¿Qué queda para la abandonada? Manolo:- ¡Joder Teresa! Que en los tiempos que corren las únicas mujeres que se casan son las que han pasado por varias manos. Ellas aprovechan el 12
  • 13. conocimiento que les confiere la conducta ilegal, para proporcionarse un marido… Teresa:- ¿Qué está queriendo decir? Manolo:- ¡Qué éste no es el caso! ¡No lo digo por usted mujer! Estoy hablando en general. No es mi culpa que el mundo donde vivimos condene la libertad sexual de la mujer. (Sin proponérselo vuelve a caer en su excitación sexual): Ahora bien, que hay tías que aprovechan toda su experiencia sexual para atrapar a los tíos y llevarlos al altar, de eso no cabe ninguna duda. Los tíos abrumados por tanta pasión carnal caen en sus redes, es que el hombre es débil ante la fuerza del sexo y no puede luchar contra eso. Necesita fo… Perdón. (Cambia de actitud) Ahora bien, ¿dónde habíamos quedado? Teresa:- En que la mujer, a cambio de un minuto, exige del hombre una prueba de amor que dura toda una eternidad. Manolo:- Pues bien, ¿qué prueba de amor puede dar una mujer que, en vez de durar un minuto, dure una eternidad? Teresa:- (Piensa): Ninguna. Manolo:- ¡Joder mujer! Ha dicho usted una gran verdad. Pues bien, de acuerdo a lo manifestado, no puede dar ninguna prueba de amor. ¡Fuera de la que ya sabemos, esta de follar y follar! Perdón, no debí decirlo es que... (Tratando de cambiar radicalmente de actitud): Usted, Teresa, es una mujer a la que gustoso le daría una prueba de amor. Dígame, si yo fuera pobre, ¿Se casaría conmigo? Teresa:- Creo que sí. Manolo:- Entonces me quiere. Pero, ¿no encuentra una sola prueba? Teresa:- No encuentro. Manolo:- ¿Por qué no la encuentra? Teresa:- Por que esa prueba no existe. Habría que inventarla expresamente para usted. Manolo:- ¡Joder mujer! Que yo la he inventado. Teresa:- ¿Cuál es, si puede saberse? Manolo:- He vendido el “Bar Manolillo”. Teresa:- ¿Cherto? Manolo:- En treinta mil pesos lo he vendido. Teresa:- Desde que lo conozco quiso venderlo. Manolo:- Espere aquí solo unos minutos... Al punto en que Tita se está por retirar de escena Azucena la llama. Teresa:- (Desde Azucena): ¡Manuel! Manolo:- (Desde Tita): ¿Sí? Teresa:- (Desde Azucena, le hace señas que significan: “¡No te olvidés de los fósforos!” Recomponiendo en algo su personaje): ¿Espero aquí? 13
  • 14. Manolo:- (Desde Tita, sin comprender las señas y por lo bajo, para no ser escucha por el público): ¿Qué pasa ahora? Teresa:- (Prueba con otras señas. Recomponiendo el personaje, desde Teresa): Regrese pronto... Manolo:- (Comprende por fin y le hace un gesto como: ¡Ya sé tarada! Recompone el personaje, desde Manolo): ¡No lo puedo creer! Regreso en un momento… (Sale de escena) Teresa:- (Disimulando el mal momento): Si es así espero... Manolo regresa a escena y trae consigo, de las orejas, un bulto de tela. Deposita el bulto al lado del balde. Con mucha parsimonia y ante la atenta mirada de ella comienza a desanudar las orejas del bulto. Deja al descubierto una montaña de dinero. Manolo:- Mí querida Teresa, aquí tiene usted los treinta mil pesos. Teresa:- (Con asombro) Nunca había visto tantos billetes juntos y tan prolijitos, uno encima del otro... Manolo:- ¡Joder que ni uso tienen! Y ahora va la prueba... Manolo, fajo por fajo, va depositando los billetes dentro del balde. Teresa lo observa sin entender en que consiste la prueba de amor. Manolo:- (Contado de a miles): Un mil, dos mil, tres mil, doce mil, quince mil, veinte mil, veintidós mil, veintiséis mil, veintinueve y treinta... ¡Treinta mil pesos! Teresa:- (Entrando en el juego y contando junto a Manolo): Veintidós mil, veintiséis mil, veintinueve y treinta… ¡Treinta mil pesos! Manolo:- (Extrae la caja de fósforos del bolsillo del saco, la oculta a la vista de Teresa) Mujer, ¿no le despierta curiosidad? Teresa:- ¡Sí!, nunca había visto tantos billetes juntos... Manolo:- ¡Y menos dentro de un balde! Teresa:- ¿No me diga que los va a lavar? Manolo le muestra ostentosamente la caja de fósforos. Luego intenta encender uno y otro y el tercero enciende. Manolo:- ¡Joder mujer! El dinero es sucio y su suciedad no la quita el agua. (Arroja el fósforo dentro del balde) ¡Sólo el fuego lo limpia! Teresa queda absorta y mira impávida el acto. Un resplandor dorado con tintes rojizos ilumina el living. Manolo se aleja para observar el espectáculo que ha creado. Teresa:- Manuel, ¿por qué hace esto? Manolo:- Esta es mi prueba de amor. Teresa:- ¿Cuál? Manolo:- ¡Joder mujer! Todavía no comprende. Ahora soy pobre. El “Bar Manolillo” se está esfumando. (Se arrima al balde) Ya es casi ceniza. Teresa:- (Viendo arder el dinero) ¡Manolo! ¿Qué ha hecho, mi Manolo?... Hombre... ¡Manuel mi querido Manuel! 14
  • 15. Teresa se abalanza al cuello de Manolo, lo estrecha entre sus brazos y lo besa en el rostro. Teresa:- Manolo… Manolo querido… hoy he aprendido a quererte. ¡Qué alma, qué alma! ¡Y yo que dudaba y que escuchaba todo lo que me decían: “¡Tené cuidado Teresa! ¡El gallego sólo quiere la porquería! ¡Teresa, que si no es con vos, lo hará con la gallega de la panadería!” Y yo dudaba… Dudaba de su amor. Y ahora… ahora ¿qué mujer habrá recibido una prueba de amor semejante? Manolo:- Tienes que perdonarme mujer, dudaba… Teresa:- Usted tiene que perdonarme. Estaremos juntos toda la vida, en las buenas y en las malas, ante la salud y la enfermedad… (Mira la hoguera) ¡Qué curioso, a pesar de ser tan sucio, produce una ceniza blanca…! Manolo:- Tendremos muchas alegrías en la vida… Teresa:- ¡Cherto! Pero como ésta, ninguna… Manolo:- (Enigmático): ¡Joder mujer! ¡Puedo darte una alegría mayor! Teresa:- (Enternecida): No sabes lo que dices Manolo Manolo:- Yo sé siempre lo que digo. (Categórico, señalando el balde): Eran sólo papeles. Teresa:- Pero marcan la diferencia entre el pobre y el rico. Si es necesario volveré a coser para fuera. Manolo:- ¡Joder mujer, he dicho que eran sólo papeles! Que no he vendido “El Manolillo” Teresa:- Pobre mí querido ya ni sabe lo que dice... Manolo:- ¡Mujer, Manuel González siempre sabe lo que dice y lo que hace! ¡Qué no he vendido el Bar! ¡Joder! Teresa:- (Sin entender): Pero, entonces, ha quemado sus ahorros... Manolo:- Sólo papeles, billetes falsos que me ha facilitado un tío que tiene una imprenta a la vuelta del Bar. Se me ha ocurrido esta prueba por que dudaba, Me decía: ¡Joder Manolo, que Teresa es mucho más joven que tú! ¡Muy bonita por cierto! Una mujer que puede follar con hombres más guapos que tú. ¿Qué te pudo haber visto? ¡Eres un tío algo viejo para ella! ¡Viudo, desaliñado, grueso ¡¿No será tu dinero?! Teresa toma su sombrero y se lo pone. Luego, se encamina lentamente hacia la puerta de calle. Teresa:- (Destruida emocionalmente): Bueno…, es tarde, Tita… Las dos actrices pierden el comportamiento de sus personajes. Azucena/Teresa:- (Desbordada por la emoción. Se corrige): Manolo. Adiós… Las lágrimas de Azucena dejan estupefacta a Tita. Daría la sensación de que Azucena está cambiando la obra. Tita/Manolo:- ¿Cómo adiós? Azucena/Teresa:- (Intenta rearmar su personaje. Aun no logra dominar su emoción): Bueno…, “se finita la comedia”. 15
  • 16. Ambas actrices retoman los comportamientos de sus personajes y logran finalizar la obra. Teresa:- Sos un hombre…, un hombre como todos… Manolo:- (Con dolor): ¿Qué dices Mujer? Teresa:- (Fría y triste): ¡Cherto! Eres propiamente una basura, un “stronzo”, propiamente un tramposo... Manolo:- ¡Joder mujer ni piensas lo que dices! Teresa:- ¡Qué pena…! Me has roto para siempre… y porque sí. ¡Un tramposo! (Mirando visiblemente al público, como dirigiendo el texto a alguien en particular): ¡Yo no podría querer a un tramposo! (Se quita el anillo de compromiso y lo arroja al balde) ¡Qué pena! ¡“Santa Viryene”, qué pena! Teresa sale de escena. Manolo queda inmóvil y luego alza su mirada al cielo. Manolo:- (Meneando la cabeza): ¡Ay Juana!, no hiciste nada para ayudarme... Apagón. Vuelven las luces y las actrices saludan al público. Desde la platea vuela hacia el escenario una flor. La margarita cae a los pies de Azucena. Tita se arranca con bronca el bigote postizo y sale. Apagón. ESCENA TRES: Escenario A: “Camarín” Tita primero y luego Azucena aparecen en el camarín. Azucena lleva la flor en su mano y la deja sobre el tablón de madera. Se sienta en su lugar y se mira en el espejo de mano. Tita arroja la boina hacia cualquier parte. Y casi con violencia deja la caja de fósforos sobre el tablón. Tita:- (Emulando la voz de Manolo, con bronca): ¡Joder mujer con las cerillas! Azucena:- Creí que te las habías olvidado… Tita:- (Furiosa): Una vez cometí el error de olvidármelos. Suficiente para que vos tengás que recordármelo todo el tiempo. ¡Como hoy te olvidaste de decírmelo en el camarín no encontrás mejor lugar que hacerlo delante del público! Azucena:- Sólo quise ayudar... Tita.- ¿Ayudar? Podrías preguntarme en que necesito ayuda... ¿Y vos?, ¿desde cuándo sos una actriz que llora de verdad en el escenario? ¡¿Qué diablos te pasó por la cabeza?! Azucena:- No sé… Tita:- ¡Yo sí lo sé! ¡La culpa la tiene esa maldita margarita! De un manotazo mata un mosquito. Azucena:- ¿Qué estás diciendo? ¿Pretendés saberlo todo? Ni yo sé lo que me ocurrió y ahora resulta que vos podés entrar dentro de mi cabeza y saberlo. 16
  • 17. Tita:- La culpa la tiene el “gringo” dueño del Ford A verde oscuro… Azucena: ¡Qué sabés vos! Por qué no te ocupás de tus cosas. Empezá a maquillarte que todavía nos falta la segunda parte… Desde el off proviene el sonido de unos tibios aplausos. Antonio:- (Desde off): Gracias, muchas gracias. El aplauso es el alimento del alma del artista. Azucena:- (Se seca las lágrimas) Dentro de diez minutos otra vez a escena… Tita:- Si no me respondés la pregunta que quedó en el aire desde hace media hora no pienso salir a escena. Antonio:- (Desde off): Y ahora, luego de que ustedes respetable público, disfrutaran de estas estupendas y magistrales actrices… Azucena:- Ya te la contesté… Tita:- No querida. Antonio:- … y mientras esperamos que se cambien para que nos deleiten nuevamente… Tita:- ¿Por qué dijiste que a Selva no vamos? Antonio:- …voy a tener el placer de acompañarlos nuevamente con mi guitarra y mi voz… Azucena:- A esa pregunta mi respuesta fue: lo hablamos más tarde… Antonio:- … en esta oportunidad les voy a interpretar la bonita página que el maestro Discepolo intitulara: “Yira-yira” Se escuchan los primeros acordes de la guitarra. La voz y la música quedan de fondo. Tita:- ¡Ya es más tarde! Azucena:- Aun no. Más tarde es después de la función. Tita:- También dijiste que esta era tu última función. Azucena:- (Comienza a desvestirse) Yo no dije eso. Tita:- (Comienza a desvestirse) Dijiste eso. Azucena:- Yo dije: “ahora terminemos de prepararnos para disfrutar nuestra última función”. Vos dijiste que no querías hacer más de hombre. Tita:- ¡No lo dijiste por eso! Me estás tratando como si yo fuera una tonta. Azucena:- Nunca haría algo semejante Tita:- Si lo de: “la última función” lo unimos con que: “no vamos a ir a Selva” y lo unimos con: “éste pueblo” y con: “esa margarita” y con el: “Ford A” y con el “gringo” dueño del… Azucena:- (Conciliadora): Terminá de vestirte, te prometo que después de la función hablamos todo lo que quieras… Tita:- Yo no puedo actuar si no sé donde estoy parada. 17
  • 18. Azucena:- Tita, por favor, disfrutemos de esta función, por favor, es muy importante para mí. Tita:- ¡¿Y a mí qué?! ¡Claro! ¡A mí que me parta un rayo! No señorita: ¡Para mí es muy importante saber la verdad! Azucena:- ¿Querés saber la verdad? Tita:- ¡Quiero escucharla de tu boca, porque la verdad ya la sé! ¿Te quedás aquí? Azucena:- Si… Tita:- ¿Me estás embromando? Azucena:- No… Tita:- ¿Por qué? Azucena:- Por… por amor… Tita:- ¿Por amor? ¡Por amor! ¡Por amor! ¡Y por tú amor me hiciste venir hasta aquí!, ¡hasta éste pueblo!, con el pobre de Antonio destruido… Azucena:- Quería que lo hiciéramos por última vez, los tres juntos, como estos tres últimos años, en tantos pueblos, durante tantas noches… Tita:- ¿Por qué no me lo dijiste? Azucena:- No me animé… Tita:- Una muestra más de tu eterno egoísmo. Siempre pensando en vos. Deberías habérmelo dicho. Yo hubiera tenido la oportunidad de… Azucena:- No estaríamos acá, juntas y actuando. Juntas y haciendo lo que tanto amamos. Nos hubiéramos peleado. No me mirés así, seguro que nos hubiéramos peleado a muerte. ¡Al punto de no vernos más! Sin poder despedirnos en el escenario… Tita:- ¡¿Y vos que sabés si yo me quería despedir así?! Azucena:- (Ilusionada): Creí que sí. Tita:- (Cortante): ¡Mentira! Sólo pensaste en vos. Desde off se dejan escuchar unos tibios aplausos. Antonio:- (Desde off): Gracias, son ustedes muy amables. Y más aun sabiendo respetar el dolor que me invade por la muerte de un gran patriota… Tita ya se vistió. Lleva puesto un largo vestido, blusa y sacón de lana de color negro. Tita:- (Mirándose en el espejo.) Ahora ya poco importa. Antonio:- (Continuando): Y ahora mi respetable público y para ir cerrando mi participación en esta velada, les voy a interpretar del entrañable Discepolo una bonita página que el intitulara: “Que vachaché” Se escuchan los acordes y la voz de Antonio seguirá como música ambiental. Tita da un manotazo en el aire y mata a un mosquito. Tita:- ¡Ahora no importa! Tita Muñoz va a actuar para el público de éste pueblo. ¡Se va a despedir de éste pueblo para siempre! 18
  • 19. Azucena:- (Viste sobria pero elegantemente) No lo digás de esa manera. Vas a volver y yo estaré aplaudiéndote desde la platea. Tita:- (Irónica): No voy a tener ese placer. ¡Seguro que no! Para cuando el gordo imbécil dueño de éste lugar me contrate, seguro que vos ya no vivís más acá. ¡Seguro que no! Ya te habrás mudado con “tu gringo”, con “tus vacas” y “tu Ford A” verde oscuro, a “tu pueblito”. De vuelta a la casita de “tus viejos”, de dónde nunca deberías haber salido. Actuando en hidish, para tu colectividad, en “El Kadima”. Compartiendo el escenario con “tus Isaac y tus Abrahán” y tus… Azucena:- (Conciliadora): No intentes herirme. Te conozco Tita. Te conozco mucho. Sé que me querés y todo lo que me decís lo decís de bronca. Porque me bajo del carro. Porque no puedo seguir más. ¿Vos creés que estoy totalmente segura? Tita:- Ya no me interesa. Tita de un manotazo mata otro mosquito. Azucena:- Igual te quiero decir lo que siento, lo que me pasa: ¡No!, no estoy segura de nada, ¡de nada! Mejor dicho sí, de algo estoy segura, de que como actriz hasta acá llegué. En la radio no pasé de clak. (Gesticula una risa sorda, un aplauso donde las manos no se encuentran) En el cine sólo conseguí pequeños e insignificantes papeluchos, la mayoría de ellos ni siquiera quedaron filmados y en el Teatro, bueno en el teatro, lo más importante: “Por amor al arte” y el hambre y los fríos y las angustias… Tita:- Claro, para vos estos últimos tres años sólo fueron eso… Se escuchan los chillidos de las ratas. Ambas miran hacia la montaña de bártulos. Azucena:- ¡Sabés que no! ¡Sabés que sos mi amiga del alma! ¡Y de cómo te voy a extrañar! También sabés que ya no nos llama nadie, que nadie nos quiere contratar, que caemos siempre a los mismos lugares y que los que fueron nuestros amigos, algunos nos esquivan y otros no saben como decirnos de que ya no nos pueden ayudar más… Y que ya estamos grandes… Y que yo estoy sola… En cambio vos tenés a tu mamá... Tita:- (Mirando hacia los bártulos) Mi mamá es una gallega insoportable... Azucena:- ... y a Antonio… Tita:- (Continúa mirando hacia los bártulos) Antonio es casado. Azucena:- Pero te ama y tarde o temprano se va a decidir por vos. Las ratas chillan cada vez más fuerte. Azucena:- Esta es mi última oportunidad. Es un buen hombre, honesto, trabajador y me ama. Hace cuatro años que me espera. Vos sabés que fue varias veces a buscarme a Buenos Aires. Se escuchan más fuertes los chillidos de las ratas. Tita mira con bronca hacia los bártulos. Luego observa la escoba que permanece apoyada en el tablón. Tita:- ¿Estás lista para salir a escena? Azucena:- Vos lo sabés Tita. Sabés que no te miento… 19
  • 20. Tita desaforada, toma la escoba y se abalanza contra los bártulos. A escobazo limpio desordena todo el lugar. Golpea enfurecida el piso con la escoba tratando de matar las ratas. Arroja la escoba entre los desordenados bártulos y comienza a dar fuertes pisotones en el piso. Desde el off se escuchan los clásicos: ¡shhh!, exigiendo silencio. Tita:- ¡Basta ratas de mierda! ¡Basta! ¡No las soporto más! ¡No puedo más! ¡No puedo más! Azucena viene hacia ella y la abraza fuertemente. Ambas se confunden en un tierno y largo abrazo. En el preciso momento en que el abrazo cobra su mayor intensidad, desde off viene el sonido de algunos tibios aplausos. Antonio:- (Desde off) Gracias, muchas gracias por sus cálidos aplausos. Tita:- ¿Vas a poder vivir en el medio del campo? Azucena:- Lo tengo que intentar... Antonio:- Y ahora, para finalizar su actuación el trío: “Por amor al arte” tiene el honor de presentar ante usted nuestro último estreno. Tita:- ¿Vas a poder vivir sin el teatro? Azucena:- Lo voy a intentar. Ambas sin dejar de abrazarse y de acariciarse repetirán los textos al unísono con Antonio. Antonio:- (Continuando): Escrita por quien les habla: Antonio Cortijo e interpretada por las brillantes actrices: Azucena Eidel y Tita Muñoz… la breve comedia dramática intitulada: “¡¿Y ahora, quién levanta éste muerto?!”. Las actrices secan sus lágrimas y se preparan para entrar a escena. Antonio:- Recibamos con un fuerte aplauso a las intérpretes… Desde Off se dejan escuchar los ralos y tibios aplausos. Apagón. ESCENA CUATRO: Escenario B2: “Cementerio” El espacio escénico permanece desierto por unos instantes. Aparece Ercilia con un pequeño ramo de flores en su mano. Ercilia, es una mujer de más de sesenta años y es encarnada por Azucena. Viste la misma falda que vistiera cuando actuaba de Teresa. Lleva puesto un saco azul y un sombrero haciendo juego y un pequeño velillo le cubre el rostro. Su andar es cansino y suave. Sus manos tiemblan por el mal de Parkinson y ella disimula el temblor jugando con los botones de su camisa o de su saco. Ercilia:- Qué raro que se siente una estando aquí… Busca, entre tumbas esparcidas por el escenario, una tumba en particular. Ercilia:- Si el sepulturero no me indicó mal… (Se detiene delante de la única tumba simulada) Aquí está. (Leyendo la lápida): Ercilia Logripo 25 de diciembre… el año ya ni se lee… Pasaron tantos… (Detiene su mirada en el ramo de flores que lleva consigo) Alguien aun te recuerda… Y te recuerda 20
  • 21. bien. (Se inclina y toca las flores que se encuentran en la lápida) Están frescas. Dos o tres días… Bettina, sin ser vista por Ercilia, aparece en escena y se queda observándola. Bettina, que es interpretada por Tita, es una mujer algo mayor que Ercilia. Viste como de entre-casa. Absolutamente de negro. Un crucifijo de plata pende en su cuello. Lleva un pañuelo del mismo color cubriéndole la cabeza. Trae en sus manos un pequeño jarrón, un balde (el mismo que usara Manolo) con agua, unos trapos y una escoba. Ercilia deposita su ramo de flores, tratando de que estas queden apoyadas contra la supuesta lápida. La tela que cubre la silla se acomoda a las flores que se le apoyan. Ercilia:- Orquídeas… dos ramos de orquídeas… Ercilia se pega una bofetada en su propio cuello, se observa la mano y con un gesto de asco deja caer el mosquito que mató. Bettina:- Adoraba las orquídeas… Ercilia descubre que no estaba sola. Queda asombrada ante la presencia de Bettina. Ercilia:- (Sin lograr frenar su impulso): Bet… (Corrigiéndose): Buenas tardes… Las dos mujeres se miran por unos instantes. Ercilia duda y baja su cabeza. Bettina deja el balde y la escoba por algún lado. Bettina:- ¿Quién es usted? Ercilia:- (Piensa velozmente y duda en que contestar): Alguien… Bettina coloca el jarrón al lado de la lápida y sus flores dentro de él. Bettina:- Pero, ¿quién? Ercilia:- Una vieja conocida… Bettina:- ¿De quién? Ercilia:- (Logrando una respuesta que cree definitiva): Del pueblo. Bettina:- ¿Hace muchos años que se fue? Ercilia:- A fines del 15. Bettina enjuaga el trapo en el balde y luego lo estruja. Bettina:- Cuando murió la pobre Ercilia… Ercilia:- Estuve tratando de leer el año… Bettina:- (Limpiando la lápida) 25 de diciembre de 1915. Desde ese año no se festejaron más “Navidades ni Años Nuevos”. Papá nunca cerró esa herida… Ercilia:- (Nostálgica): Papá… Bettina:- No se animó ni a mirarla. Fue la única vez que en éste pueblo se hizo un velatorio con el cajón cerrado. Ercilia:- ¿Para no mirarla? 21
  • 22. Bettina:- Era un espanto. Según me dijeron... ¡Bah!, según me dijo Mamá. Ella fue a reconocerla, sola fue... Papá sufría del corazón... ¿Usted no sabe como pasó? Ercilia:- (Mintiendo): No. Sólo me enteré que había muerto… Bettina:- Fue un accidente terrible, ¡bah!, se cree que fue un accidente, yo siempre sospeché. No le iban muy bien las cosas a la pobre Ercilia. Ercilia:- (Evitando mirar demasiado a Bettina) ¿A no? ¿Y, por qué si puede saberse? Bettina:- Yo creo que sufría de una enfermedad incurable y ya no podía seguir viviendo con eso… Ercilia:- (Muy interesada): ¿Enfermedad? Bettina:- (Ha terminado de limpiar la lápida) Sí. (Dando su diagnóstico): Tenía el diablo en el cuerpo. (Aseverando): ¡Desde chiquita! A los nueve años yo la encontré con el hijo de Doña Mercedes, dele darse besos y tocarse por todos lados. El chico debía de tener diez u once años. (Enjuaga el trapo en el balde) Ercilia:- (Como para sí): Estaban jugando, descubriéndose… Ercilia espanta un mosquito que le revolotea cerca del rostro. Bettina toma la escoba y barre sobre la tumba. Bettina:- ¿Jugando? ¡Desnudos estaban! ¡Dios me libre y guarde y la tenga en la Santa Gloria! (Se persigna y besa el crucifijo que le pende) Eso no es un juego. Y menos para jugarlo a esa edad. ¡Nueve años! Recién había tomado la primera comunión. (Se persigna repetidamente) ¡Todo el pueblo se enteró! Alfonso, así se llamaba el hijo de Doña Mercedes, ¡se lo contó en secreto a un amigo y éste a otro y éste a otro y a otro hasta que llegó a oídos del Cura y ahí, todo el pueblo se enteró! Ercilia:- (Como para sí): Pobre Ercilia… Bettina:- ¡Pupila al Colegio Santa Eucaristía del Sagrado Corazón! Ercilia:- Pupila, con nueve años. Sin ver a su papá, a su pueblo… Bettina:- Cuando regresó, a los doce o trece años, creíamos que ya estaba curada. ¡Bah! ¡Qué va a estar curada! ¡Otra vez con el Alfonso! Pobre papá, estuvo preso una semana por golpear al chico. Pero el chico no tenía la culpa y la verdad, yo creo que la pobre Ercilia tampoco, era el Diablo. ¡El mismo Diablo! Se le había metido en el cuerpo. (Bettina barre la tapa de la tumba) Desde que era bebé. El Diablo se le fue metiendo por el chupete. Tenía más de cuatro años y no había manera de sacarle el chupete. Mamá se lo mojaba con la caca de las gallinas, ella igual se lo metía en la boca y desafiante le decía a mi pobre madre: ¡Qué rico! ¡Qué rico que está! ¡Ponele más! ¡Dale, ponele más! (Como si lo estuviera viendo): ¡Era el diablo el que contestaba! (Se persigna y besa el crucifijo que le pende del cuello) El diablo se iba apoderando de ella... poco a poco... pobre Ercilia… Ercilia:- (Contesta no pudiendo creer lo que oye): Pobre Ercilia. Bettina:- (De un manotazo caza un mosquito) ¿Y usted, de dónde la conocía? Ercilia:- (La pregunta la toma de sorpresa): De… de... fuimos... estuvimos juntas… pupilas… pupilas en el Colegio Santa Eucaristía... 22
  • 23. Bettina:- (Barre alrededor de la tumba) ¡Ah! Usted también... ¿Y usted?, disculpe, no sé si debo preguntárselo o no... Ercilia:- Pregunte… Bettina:- ¿Qué enfermedad tenía? Ercilia:- (Segura): ¡Ninguna! (Bajando el tono en la respuesta, inventándola): Mis padres creían que era la mejor educación… Bettina:- ¿La mejor educación? Mire que yo soy muy creyente, pero la verdad, creo que eso de vivir encerrado. ¡Bah! No creo que sea bueno estar encerrado tanto tiempo. Salvo que el encierro cure. Aunque ya ve, no siempre lo logra… Ercilia:- ¿Y cómo fue el “supuesto” accidente? Bettina:- ¿A usted le dijeron que no fue un accidente? Ercilia:- Usted me lo dijo… Bettina:- ¿Yo se lo dije? En realidad, accidente lo que se dice accidente fue, ¡y qué accidente! Pero, fue sobrenatural. (Deja de barrer) El Diablo terminó con ella. O mejor dicho, Dios le gano la batalla al Diablo y se llevó a mi pobre hermanita con Él. Bettina se persigna y besa el crucifijo que le pende del cuello. Estruja el trapo y comienza a limpiar la tapa de la tumba. Bettina:- Hacía unos años que Alfonso se había ido del pueblo. Vivía en la ciudad. Dicen que le iba muy bien, que había hecho plata y todo. Nunca supe porque papá la dejaba ir a ella a la ciudad. Mamá quería que fuera yo, pero él insistía e insistía. ¡Bah! De cualquier otra manera el Diablo hubiera logrado que se mantuviera esa unión en el pecado. Ercilia:- Perdón, ¿y eso qué tiene que ver con el accidente? Bettina:- ¡Todo tiene que ver con todo! (Mata un mosquito de un manotazo) La última enfermedad grave que tuvo fue la del juego. Papá la llevó a ella para que lo ayudara en la panadería. Daba la casualidad que cuando quedaba sola siempre se vendía poco. Yo sospechaba de Ercilia. Estaba casi segura de que robaba plata del cajón. Yo se lo decía a mamá y ella a papá, pero papá nada. ¡Qué la panadería es mía! ¡Qué yo sé lo que hago! ¡Qué es mentira! ¡Qué nunca faltó una moneda! Yo estaba segura. ¡Bien segura! Lo que no tengo bien claro es porque yo estaba tan segura de que se jugaba la plata. El 23 de diciembre… Ercilia:- La víspera de la navidad… Bettina:- (Continuando con su relato): … de 1915, revolviendo sus cosas encontré un montón de billetes de lotería viejos. Le conté a mamá. ¡Se ahogaba, no podía respirar del odio, le agarraron las palpitaciones! Pobre mamá, a pesar de sus palpitaciones murió después que papá... Ercilia:- Varios años después, yerba mala... Bettina:- (Sin escuchar a Ercilia): Él que parecía un roble... fuimos con mamá y lo despertamos de su siesta. ¡Se levantó cómo loco! ¡Por supuesto que el diablo negaba todo! Dijo que esos billetes no eran de ella, que seguro que eran míos, que averiguáramos en el pueblo, que ella no jugaba y menos con el dinero 23
  • 24. ajeno. Mamá obligó a papá a que averiguara. Pero ella nunca había comprado ningún billete en el pueblo. Ercilia poco a poco irá perdiendo el control y el disimulo de su mal de Parkinson. Ercilia:- (Con certeza): Los compraba en la ciudad, cuando iba a encargar las bolsas de harina. Bettina:- (Sin darse cuenta de lo que ha dicho Ercilia, reafirmándolo): ¡Sí! ¡Los compraba en la ciudad! ¡Los compraba en la ciudad! Papá la había puesto como encargada de comprar la harina, la levadura y esas cosas. Cada quince días viajaba a la ciudad. Allí se encontraba con Alfonso y hacían de las suyas. Estoy segura de que Papá lo sabía. El era cómplice del diablo. Ercilia, sin esconderse de Bettina y aunque ella no lo registre, se abofetea el cuello y mata un mosquito. Ercilia:- No hables así de Papá... Bettina:- (Sigue destilando odio): ¡El Diablo se hacia traer hasta la plaza! Y llegaba en el mismo horario que el tren. Ercilia:- (Desafiante): ¿Y eso cómo lo supiste Bettina? Bettina no registra que Ercilia la llamó por su nombre, ni que se quitó el sombrero y el velillo que cubría en parte su rostro. Y mucho menos que la está mirando fijamente a los ojos. Bettina:- Una madrugada esperé detrás de un árbol a que llegara el tren y para mi sorpresa la vi bajar de ese auto... Bettina estruja el trapo y luego lo tira dentro del balde. Ercilia:- Estabas siempre donde no debías... Bettina:- (Continúa con su relato): ... estaba radiante, con un hermoso ramo de orquídeas... Ercilia:- (Continúa con su relato): ...viviendo la vida de los demás. Bettina:- Y yo que creía qué sólo yo la había visto. ¡Bah! No sólo yo lo sabía. Más de una de esas a las que les llamábamos “bisagras”, porque vivían pegadas a las ventanas, la vieron llegar. (Recordando con rabia): ¡Qué vergüenza estar en boca de todo el pueblo! (Regresando al relato del accidente): Durante la noche Dios había descargado agua con mucha furia. Como para lavar todos los pecados del mundo. La lluvia fue torrencial. Esa mañana el tren llegó, pero ellos no. Los caminos estaban a la miseria. El automóvil en que venían se desbarrancó. Murieron los dos, carbonizados. A Alfonso se lo pudo reconocer pero a Ercilia, pobre, el fuego la devoro desde afuera hacia adentro… Sólo el fuego espanta al Diablo. Bettina se persigna y besa la cruz que le pende del cuello. Luego, toma la escoba en un brazo y el balde en el otro. Ya está lista para guardarlos donde corresponde. Ercilia:- Bettina, ¿y si no era ella la que viajaba con Alfonso? Bettina:- (Registra que la llamó por su nombre): ¿Cómo sabe mi nombre? 24
  • 25. Ercilia:- (Mirándola fijamente) No sé sólo tu nombre. También sé que sos la sofocante sombra, la inagotable y asfixiante hermana mayor que no la dejaba respirar. ¡Pobre Ercilia! Perseguida día y noche por la alcahueta de su hermana. Bettina:- (Deja el balde y la escoba y se planta ante Ercilia) ¡Usted me está faltando el respeto! Ercilia:- No Bettina, la que nunca tuvo respeto por nada ni nadie fuiste vos... Bettina:- ¡A mí no me tutee! El haber sido compañerita de mi hermana no le da derecho. Ercilia:- ¡Mirame a lo ojos! ¡Fijá tu vista en mis ojos! Pasaron cerca de veinticinco años. El cuerpo envejece, el cabello se vuelve gris, el rostro se cubre de huellas, pero los ojos... Bettina mira fijamente a Ercilia y queda perpleja. No pudiendo creer lo que ve. Sus brazos caen a los costados de su cuerpo. A partir de este momento comienza a tener dificultades respiratorias. Bettina:- Esos ojos... (Se persigna) Ercilia:- No era yo quien venía con Alfonso. Tal vez él ni venía hacia aquí, lo más seguro es que andaba de paso regresando a Rafaela… Bettina toma la cruz de plata con una mano y la antepone entre ella y Ercilia. Tal vez para evitar que el diablo se le acerque. Luego, cómo viendo a un fantasma, se deja caer sentada sobre la tumba. Sus ojos se agrandan para poder ver lo que no cree estar viendo. Ercilia:- (El mal de Parkinson se le hace incontrolable) Aquella madrugada que me viste bajar de un automóvil no era Alfonso el que manejaba, pero no importa, esa es otra historia que no tengo ganas de contarte. Igual a vos y a Mamá nunca les interesaron mis historias. A ustedes les gustaban las historias que armaban de lo que suponían que eran mis historias. (Con ironía): ¡Qué pena mi dulce hermanita! ¡Qué pena grande que Mamá haya muerto sin volver a verme! Y que yo no la pudiera llorar en su velorio... (Con odio): ¡Ojalá estuviera aquí ese monstruo de madre que tuve! ¡Ojalá! Hoy se podría dar cuenta que; la enfermita, la poseída, ¡esa!, ¡esta, qué tenés ante tus ojos!, ¡pudo escribir y vivir su propia historia! Bettina:- (Sin poder salir de su asombro): Entonces... Bettina registra que está sentada sobre una tumba, con muchísima dificultad intenta reincorporarse al mismo tiempo en que se persigna. Ercilia:- Esa Navidad gané “La Lotería” y me fui para no volver. Bettina sin haberse reincorporado del todo vuelve a caer sentada sobre la tumba. Sin abandonar el comportamiento de su personaje, Tita, mata un mosquito que se había apoyado sobre su brazo. Ercilia:- (Su angustia y dolor irá “in crescendo”): Después me enteré de lo de Alfonso, ¡pobre Alfonso!, y a pesar de mi gran dolor, eso me vino como anillo al dedo. Estaba segura de que contaba con “dos grandes escritoras” capaces de cerrar una historia sobrenatural con ribetes monstruosos. Bettina:- (Respira con mucha dificultad. Mira hacia el cielo. Se persigna con insistencia) Perdón Dios mío, perdón... (Intenta reincorporarse) No puedo... 25
  • 26. no puedo mantenerme en pie. (Se abandona definitivamente sobre la tumba) Todo me da vueltas... Veo todo nublado... Ercilia:- Siempre viste todo nublado. Incluso, creo que no eran tus ojos los que veían. ¡Eso es, sí! ¡“Tú madre” se metía en tus ojos! Mirabas sólo, por y para ella... Una sola pregunta más: ¿por qué me traías flores? Bettina:- (Ya casi no logra respirar) Me duele mucho el pecho... Ercilia:- ¿¡La culpa no te dejaba dormir!? ¿¡Es por eso!? Viviste siempre con la culpa de haberme arrojado a “ese barranco”. Bettina:- (Respira con mucha más dificultad. Se toma el pecho con ambas manos) El pecho, siento como un hielo filoso abriéndome el pecho... Ercilia:- (Tratando de herirla de muerte) Sin ser hija del que creíste siempre fuera tu padre, heredaste la debilidad de su corazón, lo único que heredaste de ese buen hombre... Bettina:- (Lo que acaba de oír es demasiado para ella, aumenta su dificultad respiratoria, su cuerpo se contrae por los dolores) ¿Qué me estás diciendo? Ercilia:- ¡Vos sí que eras la socia del diablo! El pobre de Papá, por amor, se casó con una mujer embarazada por otro y ella a ese acto de amor lo pagó con odio. Odio hacia él y hacia mí.... Ercilia:- (En un hilo de aire): Ayudame... me estoy rompiendo... Ercilia:- Te estoy ayudando Bettina, estoy dejando que te rompas... Bettina:- (Se toma el rostro con ambas manos, ya no puede más, mira a su media hermana y luego lanza un grito ahogado con violencia inusitada): ¡¡¡Ercilia!!! (Cae muerta sobre la tumba) Ercilia se queda observándola. Lentamente logra controlar su Parkinson. Sus manos juegan con los botones de su blusa. Se coloca el sombrero y el velillo. Luego le acomoda los brazos a Bettina sobre el pecho. Por último, su mano temblorosa le cierra los ojos. Ercilia:- (Descorazonada): Y pensar que yo sólo venía a agradecerle a quien ocupa mi lugar. Apagón. Se encienden las luces y las actrices saludan al público. Desde la platea vuela una margarita que cae a los pies de Azucena. Ella se agacha y la toma entre sus manos. Azucena:- (Sigue con el mismo dolor con que su personaje transitara el final de la escena): No voy a poder Humberto. ¡No voy a poder Humberto! (Sale corriendo hacia el camarín) Tita queda sola en escena, atónita, sin saber que hacer. Duda, luego saluda al público y sale detrás de Azucena. Apagón ESCENA CINCO: Escenario A: “Camarín” Aparece Azucena, está desconsolada, abrumada. Se deja caer en una silla. Al instante entra Tita. 26
  • 27. Azucena:- No voy a poder. Tengo mucho miedo. No voy a lograrlo. ¡No me sé la letra! Tita:- ¿¡De qué letra me hablás!? ¿¡Estás chiflada!? ¡La vida no tiene letra! Es pura improvisación… Azucena:- Yo no sé improvisar, no me va a salir, ¡no voy a ser feliz viendo crecer las vacas! Tita:- ¡No lo sabés! No lo podés saber ahora, ¿cuándo viste nacer un ternero? (Azucena la mira sin saber que decirle) ¡Nunca! Y como nunca lo viste nacer tampoco lo viste crecer, ¡ni siquiera te lo podés imaginar! Justo vos te lo vas a imaginar, justo vos, ¡si vos tenés menos imaginación que un piojo! Azucena:- ¡No necesito tener imaginación para saber lo que quiero hacer! ¡No la necesito! ¡No quiero ver crecer terneros que de grandes van a ser vacas y que van a dar leche! ¡No me interesa! ¡No necesito imaginación para eso! ¡Sé lo quiero y lo que no quiero! Tita:- ¡Qué vas a saber! ¡Qué vas a saber vos! ¡Tenés miedo! ¡Eso es lo que tenés! ¡Tenés un cagaso bárbaro! ¡Te quemaste muchas veces con leche y ahora lo ves a Humberto como si fuera una vaca enorme! Pero él no es ninguna vaca, ¡es un flor de toro! Un pedazo de hombre enamorado como un adolescente. Tirándole margaritas a su enamorada. A ver si me entendés: ¡Te ama! ¡T e a m a! ¡Y vos lo amás! Azucena:- Ponete de acuerdo querés, hace un rato me decías que era una estúpida que iba a terminar actuando en hidish en el Kadima… Tita:- ¡Hace un rato estaba enojada! Pero viéndote actuar me di cuenta de que estás muerta de amor. ¡Sólo una actriz enamorada puede actuar tan mal! Llorar en escena, llorar de verdad, ¿dónde se vio?, ¿dónde viste eso? ¿Quién te enseñó eso? Ninguna buena actriz muestra sus verdaderas emociones en escena. Salvo una actriz que se está despidiendo del teatro. Tal como lo hiciste vos esta misma noche. Azucena:- No voy a poder… tengo mucho miedo… Tita:- (La abraza tiernamente) ¿Y quién no? ¡No es sencillo! ¿Quién te dijo que lo era? ¿Vos creés que para mí lo es?, ¡no!, ¡no lo es! Estoy con el hombre que amo sólo cuando estamos de gira. El resto de los días vivo dudando. Dudo de si realmente me ama. Dudo de si no me está usando. De si está conmigo para no dormir solo en una triste pieza de un hotelucho de pueblo. Dudo y no dudo y tengo miedo y no lo tengo y lloro y me río y aquí me ves, sigo apostando, sigo jugando a esto de vivir, de vivir como se puede, de vivir el día a día como viene. ¡Y vos lo vas a intentar! (Le toma el rostro entres sus manos y mirándola fijamente a los ojos): Ahora mismo vas a salir por esa puerta y te vas a tirar a los brazos de ese gringo enamorado. ¡Y te vas a acurrucar entre sus brazos! Bien pegadita a ese corazón enorme que ahora estás llenando de angustia. Azucena llora de alegría y de miedo. Tita suavemente la puso de pie y casi sin resistencia por parte de Azucena, van yendo hacia la puerta. Tita:- (Emulando a Manolo): ¡Pues, andando mujer, joder! ¡Andando! ¡A poner la otra mejilla! ¡A dar pelea! ¡Vamos a escena de una vez y para siempre! (Salen) Apagón final 27