Una historia de amistad en el Siglo XVI entre un mahometano y un español que surgió en Potosí (hoy Bolivia), el emporio más rico de plata de la historia, que nos lleva a Europa, Asia y África y nos presenta un panorama mundial impresionante de esa época.
1. 1
EL CAPITÁN ZAPATA
Una historia de profunda amistad en un mundo
de conquistadores, sultanes, almirantes y piratas
a fines del Siglo XVI que empezó en Potosí
(Bolivia) y abarcó a todo el mundo.
Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela (1676 - 1736), historiador
potosino que escribió la Historia de la Villa Imperial de Potosí "durante
treinta años arduos y fríos", no sólo elaboró una obra de incomparable
belleza y acuciosidad, sino que ha descrito como ningún otro autor de
su época, historias que nos recuerdan las hazañas más
extraordinarias de los aventureros de todos los tiempos.
La historia del Capitán Zapata es justamente una de esas epopeyas
universales, en las que la aventura y la piratería se entremezclan con
la riqueza, Potosí con centros imperiales de Europa, Asia y África, la
desventura y el sufrimiento con la amistad y la lealtad.
En esta versión contamos la historia libremente, pero fiel al texto
original.
Por: Carlos Rodrigo Zapata C. (1)
"Por felicísimo año tuvieron los moradores de Potosí éste de 1562, en el cual se
descubrieron muy ricos metales en las minas de su admirable cerro", así empieza su
relato Bartolomé. "En la veta Rica se descubrió metal de plata blanca tan poderoso que
las hebras que sobresalían de la tierra en los trozos eran de grosor de un dedo, y tan
fina y resplandeciente se mostraba que parecía estar bruñida".
2. 2
Un año antes de estos descubrimientos, había arribado a la Villa Imperial de Potosí un individuo de nombre
Georgio Zapata quien, como muchos otros, llegó en pos de hacer fortuna rápida. Mostrando papeles escritos en
lengua italiana, en los que se relataban algunas hazañas de armas en las que había participado, y otros en los
que se le confería los títulos de Alferéz y Capitán, ganó rápidamente la confianza de los pobladores de la Villa.
3. 3
Su primer y más íntimo amigo fue Rodrigo Peláez, proveniente de los reinos de España, quien trabajaba como
asalariado de un alemán, Gaspar Boti, hombre próspero, poseedor de importantes vetas. Al poco tiempo de su
estadía en Potosí se fue a vivir con Peláez a quien ayudaba en las labores de mina, "tirando de salario 20 pesos
cada semana".
La experiencia de esta vida demuestra que "al que siempre le asiste felicidad, todo le sucede prósperamente",
de tal modo que un día estando Georgio Zapata en el Cerro Rico, apartóse de su compañero Don Rodrigo y
comenzó a catear una mina abandonada y descubrió que tenía una ley muy alta. Extrajo algunas muestras que
mostró a Don Rodrigo, minero más experimentado, y entre ambos festejaron el hallazgo que le comunicaron
prontamente a Boti como muestra de agradecimiento, "pues ambos lo tenían por señor y por amigo" y
resolvieron explotar la mina juntos entre los tres, "aunque sin dar a entender a la Villa que la tenían", para no
despertar la codicia de sus vecinos. Los cronistas de la época cuentan que pudieron hacerlo muy bien, pues las
minas de Gaspar Boti, conocidas por su gran riqueza, se hallaban muy próximas a la veta recién descubierta.
El Capitán Zapata, Peláez y Boti explotaron la mina por muchos años, sacando en ese período de tiempo
"muchos millones de plata que liberalmente repartieron mucha parte entre sus amigos y paisanos", quedando
los tres muy ricos. "Pasados 10 años de posesión y continua saca de poderosos metales de aquella rica mina
falleció Gaspar Boti". El Capitán Zapata continuó con la explotación de la mina que "se hizo conocida con
nombre de Zapatera, por haber sido descubierta y labrada por el dicho Capitán Zapata" y sacó a relucir su
prosperidad y gran fortuna "sin descaecer un punto de la amistad de Don Rodrigo". "Hízose tan estimado en
toda esta Villa que no se tenía por noble quien no solicitaba su amistad. Y a la verdad, de él se dice que era
dotado de muchas excelencias y virtudes morales, y en las cosas de las armas, esfuerzo, valentía, destreza y
disciplina militar fue aventajadísimo".
Era "alto de cuerpo, bien proporcionado en sus miembros, de grandes fuerzas y de muy hermoso y grave gesto,
manso, benigno, liberal y muy afable y alegre, limosnero y caritativo", pero "por faltarle nuestra santa fe
católica se condenaría".
Al cabo de más de 15 años de permanencia en la Villa, el Capitán Zapata decidió retornar a su patria con su
gran fortuna. En ese período de tiempo había "rescatado hasta 12 arrobas de oro fino de la ciudad de La Paz y
provincia de los Chichas". "Despidióse de todos los vecinos, repartió liberalmente mucha cantidad de plata
entre los amigos y otros pobres forasteros", y sin revelar verdaderamente quién era y de dónde venía, partió de
la gran Villa "con la cantidad de oro que he referido y otros dos millones de plata", pero no a España o Italia,
pues de ningún lugar, villa, ni ciudad de dichos reinos era oriundo, sino "a la Turquía, pues había nacido y
criádose en Constantinopla: turco de nación aunque habido en una cristiana griega, según se supo después por
sus mismas cartas, y su propio nombre era Emir Cigala". Enterados los vecinos de la Villa de esta noticia,
quedaron muy sorprendidos, pues ni Rodrigo Peláez que había sido "tan su amigo y compañero de cuarto y
mesa.... jamás en 15 años de tan conforme amistad no le vio acción ni le oyó palabra contraria a nuestra santa
fe".
4. 4
Llegó, pues, Emir Cigala muy rico de vuelta a Turquía, "a la corte de Constantinopla, patria suya y cruel
madrastra de la cristiandad", donde tiranizaba e imperaba Amurates, Sultán de los turcos, "a quien fue a besar
la mano Emir Cigala, que en Potosí era el Capitán Zapata".
"Diole cuenta a su gran señor de todos los sucesos que había tenido en 17 años que había faltado de
Constantinopla, y la mucha plata que había sacado del Cerro de Potosí". Le mostró un retrato de la forma de
este riquísimo Cerro, y diole del oro que traía de La Paz, rescatado con la plata extraída. Amurates, admirado
de la extraordinaria riqueza de su Emir, le hizo muchas honras y le nombró general de las galeras turcas.
Pocos años después del retorno de Emir Cigala de la Villa Imperial de Potosí, falleció Amurates, el Gran Sultán
de los turcos. El sucesor de Amurates, el Sultán Mahomet, hizo a Cigala uno de sus Visires. En su nueva
investidura, tomó Agria junto al nuevo Sultán en octubre de 1588 y "después continuó Cigala la guerra en
servicio de Mahomet y en daño de algunas cristianas provincias, por lo cual (dice el mismo Cigala en una carta
que después escribió a esta Villa) consiguió ser Rey de Argel...".
Mientras todo lo referido acontecía con Emir Cigala que en Potosí se hacía pasar por el Capitán Zapata, ocurrió
que el viejo amigo de Cigala, don Rodrigo Peláez, después de algunos años también decidió retornar a su tierra
natal.
"Con un crecidísimo caudal llegó a su patria que era la ciudad de Oviedo", donde por muchos años "estuvo
gozando de sus riquezas". En 1596, hallándose Don Rodrigo en la ciudad de Cádiz, aprontándose a partir al
Perú en viaje de negocios con una "porción considerable de ropa", aconteció que se anunció una invasión
encabezada por el Almirante de Inglaterra, quien dirigía una fuerza compuesta por 20.000 ingleses,
holandeses y franceses. Inicialmente intentó atacar Lisboa, pero Don Diego Bochero, quien comandaba las
fuerzas portuguesas distribuidas en 18 navíos, salióle al frente y el almirante inglés no se atrevió a pelear".
Pasó inmediatamente al Algarve y de allí se dirigió a Cádiz, ciudad donde por falta de prevención y una
dirección adecuada, cundió rápidamente la confusión y el caos, y fue tomada el 1 de julio del año referido.
"Los ingleses usaron a su voluntad. Excusada cosa es contar lástimas, sacrilegios y otros daños que padeció
esta ciudad, pues siendo herejes se dice todo". Una vez concluida su misión de asalto y destrucción, los
ingleses retornaron a su reino.
"En este lamentable saco perdió Don Rodrigo Peláez no sólo toda su hacienda, más también la libertad", pues
Fujino de Praet, cabo francés que formaba parte de la fuerza expedicionaria inglesa, "lo llevó cautivo con otros
dos mozos de aquella ciudad". Luego de entrar con ellos a Londres en la gran marcha triunfal, retornó a
Francia.
Estando Don Rodrigo en la ciudad de Tolón al servicio del mencionado cabo, llegaron allí dos emisarios, de
nombre Rustán y Maiheneto, enviados por el Gran Turco con unas cartas dirigidas al rey de Francia. "Y como
tenían desde antes amistad estos dos turcos con el Fujino, éste les presentó con otras joyas aquellos tres
españoles cautivos", pasando de este modo a ser esclavos de los emisarios turcos. "Cúpole a Don Rodrigo el
5. 5
tener por su señor a Maiheneto (que lo trató muy mal este bárbaro el tiempo que con él estuvo) hasta que
volviendo de Francia lo vendió a unos moros africanos que topó en el camino, los cuales iban a Argel donde lo
llevaron como esclavo".
Así se inició la tercera esclavitud de Don Rodrigo. Apenas llegado a Argel fue vendido en subasta pública a
Cara Cigala, hermano de Emir Cigala quien seguía siendo Rey de Argel. "Y como viviesen juntos en palacio los
dos hermanos, pudo Emir Cigala ver a Don Rodrigo", demacrado y envejecido, a quien reconoció a primera
vista, más no el cristiano al mahometano.
Apartándolo de la gente, lo condujo Emir Cigala a un jardín, y le preguntó si lo reconocía. "Respondió Don
Rodrigo que no. Díjole entonces Emir Cigala: Pues, ¿sólo en 20 años has borrado de tu memoria una tan
estrecha amistad como la que tuvimos? ¿No conoces al Capitán Zapata con quien fuiste por tiempo de 10 años
minador en el Cerro de Potosí?" Recién entonces pudo reconocerlo Don Rodrigo y se inclinó a besarle los pies,
pero Cigala no lo permitió, "antes sí lo sentó a su lado después de haberle dado muchos abrazos".
Comenzaron a contarse uno al otro todo lo ocurrido a cada uno, desde el momento que se separaron en la Villa
Imperial de Potosí. "Dióle cuenta Cigala de cómo siempre había profesado la ley de Mahoma" y la había
6. 6
mantenido en reserva durante los 15 años que permanecieron juntos. También le contó de sus desventuras y
triunfos al lado de los Sultanes Turcos, Amurates y Mahomet. Luego de asegurarle la recuperación de su
libertad y de obsequiarle "muchas preseas de oro", le pidió que "cuando se fuese a España escribiese a la Villa
Imperial de Potosí todo lo que le había oído y visto por sus ojos; y que, aunque de contraria ley, estaba muy
agradecido al verdadero Dios, a sus vecinos y al Cerro".
Pidióle Don Rodrigo una carta "de su mano y sello", para que remitida a la Villa Rica fuese de mayor crédito.
"Todo se lo concedió, que cuando la amistad de los amigos es firme y verdadera nada se excusa de lo que el
uno al otro se pide". Llegando a España escribió Don Rodrigo a Potosí, adjuntando la carta de Emir Cigala,
"escrita en muy buen castellano, aunque con algunas cláusulas en arábigo, cuya fecha es de 20 de junio del
año de 1598".
Bartolomé, el historiador potosino, concluye su relato, agregando: "He excusado el poner aquí la copia de dicha
carta, por evitar prolijidad y porque me parece es bastante lo que queda dicho".
----------------------
(1) Economista, experto en planificación territorial. Boliviano.