Realizada por María Sánchez, 1ºBIE

1. Adaptación la escena VI del acto II de la obra Traidor, inconfeso y mártir de
José Zorrilla, por María Sánchez.
Durante el día anterior, el pequeño motel en Valladolid había sido visitado por tres
personas: un misterioso hombre de negocios, un guardaespaldas, y su madre, subjefa
del Cártel de Madrid. Los tres pedían lo mismo: que al caer la noche, llegado al motel un
hombre de edad adulta, de cabello negro, sonrisa triste y andar grave, se le hospedase
a él y a la bella y joven muchacha que lo acompañaba junto a un sirviente, con la mayor
de las atenciones y corriendo el gasto de su cuenta. Pero cada cual tenía sus razones
para esperar la llegada de este sujeto, cuyo nombre es Gabriel Espinosa. El primero es
un misterio, el segundo, César de Santillana, había sido encargado por su madre de
vigilar a Gabriel ya que iba a ser detenido.La tercera, una mujer, Rodri de Santillana,
madre de César y subjefa de la mafia, tendía una emboscada a Gabriel. Lo que no se
espera Rodri de Santillana es que su propio hijo esté dispuesto a ayudar al que ella
planea apresar sólo por amor a la muchacha, Aurora, hija del criminal.
Con facilidad es detenido Gabriel Espinosa y obligado a declarar en una sala del motel
por su increíble parecido con un Capo portugués, Sebastián, muerto ya y de cuya
resurrección existe una leyenda. Siendo el Capo Sebastián una amenaza para el
imperio de la droga del Capo Felipe en España y Portugal, el objetivo es asegurarse de
que un humilde pastelero en Madrigal, es tan sólo un impostor y no el Capo real...
ESCENA VI, ACTO II.
Rodri, Gabriel. La escena transcurre en el cuarto de un motel.
Gabriel está apoyado en la pared del fondo. Rodri está apoyada en el marco de la
puerta.
Rodri: ¡Camello!
Gabriel: Pico más alto
Rodri: ¿Consiglieri?
Gabriel: Todavía más alto
Rodri: Me vas a perdonar si no te aplico tu verdadero cargo.

2. Pero hablemos un rato y de hoy en adelante no lo equivocaré, porque espero que aquí y
estando los dos a solas me digas la jerarquía que ocupas.
Gabriel: Su señoría (Con gesto de burla hacia Rodri) hace bien en esperarlo ya que
sabiendo quién es usted, por dios, debo hablar sin reparo.
Rodri: Eso es lo que quiero, que hables claro.
Gabriel: Ya verás.
Rodri: Pues entonces dime, señor Gabriel.
(Va a sentarse a la mesa)
Gabriel: Un momento, señorita.
Rodri: ¿Qué?
Gabriel: ¿Vas a sentarte?
Rodri: Sí (Se sienta)
(Gabriel arrastra con mucha calma una silla y la coloca frente a la mesa de Rodri)
¿Qué haces?
Gabriel: Lo mismo que tú, me siento.
Rodri: Yo soy Subjefa del Cártel de Madrid.
Gabriel: Sí, pero no sabes quién soy yo y si estoy bien o mal sentado aquí delante de ti.
Rodri: ¿Supongo que me darás buenas razones para la actitud tan atrevida que estás
teniendo conmigo?
Gabriel: Eso es lo que me propongo.
Rodri: Pues prosigo.
Gabriel: Sigue.
Rodri: La primera duda que me asalta al escucharte es la de que te falta un nombre
digno de tu alto rango.
Gabriel: Lo tengo.
Rodri: Pues no lo sé.
Gabriel: Gabriel Espinosa.
Rodri: ¿Un pastelero en Madrigal, un pueblo de Ávila?

3. Gabriel: Sí.
Rodri: (Con tono de burla) Pues ponte en pie, pastelero.
(Gabriel se levanta)
Así. Ante la Subjefa sólo se sienta quien ocupa un rango alto.
Gabriel: Como es mi caso.
(Se vuelve a sentar)
Rodri: (Le tengo que dejar ir por donde quiera, y a ver qué pasa.)
Gabriel: (Creo que mis acciones empiezan a desconcertarla.)
Rodri: Entonces, ¿por qué si ocupas un cargo tan alto, eliges un oficio tan bajo?
Gabriel: Por ganarme la vida, como tu vives de servir a tu Capo.
Rodri: Pero mi poder y mi negocio no deshonran.
Gabriel: No, no lo creo así. Pero yo no sabía hacer otra cosa que no fuesen pasteles.
Rodri: (No es tonto este tal Gabriel.)
Gabriel: (Muy lista es esta tal Rodri.)
Rodri: (Por aquí no consigo nada, pero ya le pillaré por algún lado.) ¡Caballero!
Gabriel: Dime.
Rodri: Me gustaría contarte una relación que te llamará la atención.
Gabriel: Espero que sea, por lo ingeniosa, discreta y curiosa la invención más
ingeniosa que has tenido, Santillana.
Rodri: Pues escúchame bien. Buen trabajador, más que jefe, allá en el límite entre las
fronteras de dos bandos murió el Capo Sebastián. ¿Supongo que siendo una historia
tan pública habrás oído algo?
Gabriel: ¡Si supieses qué mal se me da esto de retener cosas en la memoria!
Rodri: En tu horno no me extraña que no te lleguen las noticias.
Gabriel: Sé que con su muerte pasó de un salto el negocio de la droga de Portugal a
España.
Rodri: Exacto; pero hoy los novatos del negocio, por sacudir las normas, se empeñan
en decir a los bandos que las siguen que ha sido una usurpación y pregonan la

4. afortunada resurreción de un Capo muerto en un tiroteo entre los moros y los
portugueses.
Gabriel: ¡Oye! No está mal pensado.
Rodri: No; pero la dificultad estaba en encontrar al Capo resucitado. Se le buscó mucho
y únicamente se dió con un tal Gabriel Espinosa, un pastelero de Madrigal.
Gabriel: Vamos, ya caigo; el error de mi parecido te hizo creer que soy...
Rodri: (Interrumpiéndole) Un impostor.
Gabriel: ¿Y eso quién lo dice?
Rodri: Lo digo yo, y el Capo Felipe, y todo el mundo.
Gabriel: Pues miente todo el mundo, miente el Capo y mientes tú, Rodri.
Rodri: Tu audacia es inútil; tengo testigos por doquier ahí fuera que te acusan de ser un
impostor.
Gabriel: ¡Pues vaya! Pero me vas a permitir que te lo discuta; para llamarme impostor,
esa impostura, amiga, tiene que ser mía y no suya. ¿Y dónde hay hombre que pueda
jurar que yo haya dicho que soy el Capo Sebastián?
Rodri: Tú mismo no.
Gabriel: Pues entonces dejadme en paz. Si me parezco a un Capo y la gente con me
confunde con él, te conviene llamar a esa gente para interrogarla, no a mí.
Rodri: ¡Espinosa!
Gabriel: Rodri, aunque eres muy hábil mandando e interrogando, te queda mucho que
aprender para habértelas conmigo. ¿Cree tu altiveza, buena segunda al mando, que si
fuese yo el que vosotros pensáis estarías ahí sentada con tu cabeza cubierta?
(Rodri se levanta y se descubre conforme va hablando Gabriel.)
Rodri de Santillana, si fuese yo el que vosotros creéis ya habrías salido por la ventana.
Rodri: (Como que me llamo Rodri de Santillana que me ha alterado. ¿Si al final
tendrán razones los que cuentan lo de la resurrección?)
Gabriel: (¡Pobre Sottocapo!) (Con gesto de burla y tono impregnado de desdén al
pronunciar el rango de su interrogadora en italiano).
Rodri: (No me habría atrevido a decir palabras tan arrogantes) Señor... Si en mala
hora...
Gabriel: No te pongas ni tan bajo como ahora ni tan alto como antes.

5. Rodri: (Me asombra tanta clase y altivez.)
Gabriel, o quien sea que eres, me manda mi Capo que digas de una vez quién eres.
Gabriel: Soy una sombra. Y para que acabemos con esto y te vayas, Santillana, te voy
a dar cuenta exacta de quién soy.
Nací donde Dios quiso que lo hiciese; en una familia poderosa, lo que se refleja en mí;
Respecto a quién es mi familia me importa callarme ese detalle y a ti saber eso no te
importa.
No obstante, préstame atención porque mi relación va a ser tan complicada como corta.
En cuanto llegué a la juventud, en seguida y con temeridad ciega me fui de casa y en el
hemisferio más remoto, fui muy influyente al convertirme en dueño de una gran
empresa, era mi imperio. En estos negocios tuve yo bajo mis órdenes a cientos de
hombres leales, todos reconocían mi trabajo. Siendo famoso en América y Asia,
acumulé más poder, dinero y seguidores que estrellas hay en el cielo.
Borracho de tanta riqueza dejé a esa gente y el negocio atrás para poder disfrutar
tranquilo mi poder y mi grandeza y me cambié el nombre a Mariano de Alba,
convirtiéndome en la mano derecha del Duque de Alba en Italia. Cambié sólo un poco
mi estilo de vida. Allí es donde me gané esta herida en mi cabeza (La muestra.) Sea la
verdad dicha, al que me la hizo le abrí yo con mi pistola las puertas de la otra vida. Plata
o plomo, ¿no es así?
Rodri: Después no sentirías nada de lástima.
Gabriel: ¡Fue en un fatal desliz!...
Rodri: (Mirándole la frente) No está nada mal la cicatriz.
Gabriel: La cuchillada fue buena. No me tumbó, sin embargo; la rabia me mantenía en
pie y luché todavía bastante tiempo hasta caer.
Pero volvamos a lo que te contaba, al final harto de mi oficio allí, pedí licencia al Duque
de Alba para salir del servicio y me la dio. Mírala. (Le da un papel.)
Rodri: Es su firma: para el gran señor...
Gabriel: Para mí. Di, pues, vuelta hacia el Cártel más importante del territorio español,
el de Madrid, para hacer unos negocios y me sirvió de mucho en él mi buena fama y mi
lujosa postura. Por esos tiempos, nadie hablaba de ti y a mi tu Capo me recibía con los
brazos abiertos.
Rodri: (¡Por dios, fue en esa época cuando vino el Capo del Cártel de Portugal a
nuestro territorio! ¿Será entonces este hombre?) ¿Quién demostró estar más contento
con tu presencia?

6. Gabriel: No tengo por qué ocultarlo; el Consigliere de Medellín me halagó tanto que no
le supe corresponder como era mi obligación.
Rodri: ¿Y fue en Madrid donde te halagó tanto?
Gabriel: No: esto fue en Guadalupe.
Rodri: ¿En ese pueblo?
Gabriel: Sí.
Rodri: No recuerdo que allí...
Gabriel: En Guadalupe vi al Capo de Madrid con el de Portugal. Después... abre un
paréntesis aquí, Santillana y pon en él todo lo malo que quieras. Te basta con saber que
perdí mi fortuna y mi gloria sin que me quedase ni un sólo buen recuerdo, ni un amigo.
Anduve por el extranjero sin destino como un bandido y mendigándome el pan. Pero el
desengaño puede domar hasta el ánimo más feroz. Llegué arrepentido a Roma en una
pequeña lancha. Visité a Su Santidad debido a los privilegios de mi apellido; le confesé
todo y piadosamente me absolvió de los pecados que abrasaban mi pensamiento y mi
conciencia a cambio de que viajase a visitar el Santo Sepulcro.
Rodri: ¿Y lo hicistes?
Gabriel: Lo juro por mi nombre. Y aún fue a más: Su Santidad me ordenó que
renunciara a mi rango en la jerarquía y que echara mi nombre en la eternidad. Por eso
no te lo digo. Le arrojé penitente dentro de ella y le olvidé para siempre, Santillana.
Rodri: ¡Interesante relato! Y si es cierto...
Gabriel: Lo es tanto que tengo testimonio del Santo Padre en este papel. Me conviene
que lo leas. (Le da otro papel).
Rodri: Te lo tomo. No pone tu nombre.
Gabriel: ¿Cómo lo va a poner si me la dio cuando ya había renunciado a él?
Rodri: Prosigue.
Gabriel: El Papa, apiadándose de mi en sus santos juicios, decidió utilizar mis servicios
y me envió al poderoso Estado de Venecia del cual fui protector; mira este papel de una
poderosa señora en el que figura la patente. (Le da otro papel).
Volví al negocio; controlaba desde mi barco y trabajaba en las costas del norte de África
y en un enfrentamiento con unos antiguos compañeros de trabajo perdí los dos dedos
de esta mano; pero mandé hundir su barco y los cogí presos. Por eso siempre llevo la
mano metida en el guante.
Rodri: ¿Y dónde está ahora ese guante?

7. Gabriel: Tus hombres me lo han quitado. Prosigo. Contento, puse rumbo a Venecia y
me topé con un barco de un argelino; decidí abordarle, y por despojo del sangriento día,
rescaté a una niña desgraciada a la que defendía con valentía un anciano y a quien
seguro que iba a vender como esclava el argelino.
Rodri: ¿Esa niña es Aurora?
Gabriel: Que se supone que es mi hija.
Rodri: ¿No tenía familia?
Gabriel: La tiene.
Rodri: ¿Y por qué todavía no se la has devuelto?
Gabriel: Necesito presentar documentos que prueben que es ella y mientras tanto,
quiero tenerla conmigo.
Rodri: ¿Y dónde están los documentos?
Gabriel: Llegarán pronto, porque me interesa dársela a su padre cuanto antes.
Rodri: Creéis que él os dará...
Gabriel: Al contrario; las riquezas son para ella.
Rodri: Pues no serán pocas.
Gabriel: ¡No habrá quien pretenda competir con ella! Tiene millones en hacienda y
millones en pedrería.
Rodri: En Venecia.
Rodri: ¿Estarán en el poder?...
Gabriel: Del Estado. Es ahijada del Senado y su familia tendrá que devolvérsela sana y
salva a Venecia, rica y libre, como la quiere el marqués Mariano de Alba. Ya sabes
nuestra historia. A que viene a Madrigal y a qué voy yo a Portugal, tendrás que
indagarlo, si puedes. No sabrás nada más de mí; nadie sabe más que esto de mí. Solo
Dios tiene la llave del corazón de Espinosa y si tu Cártel quiere saber más de lo que
digo tendrás que llevarme a Madrid; el Capo me conoce, Rodri.
Rodri: (Su altivez me confunde y su elegancia me asombra. ¿No será verdad lo de la
resurrección? Si miente lo hace con tanto aplomo y fe que a este paso le daré por el
Capo Sebastián. Pero tengo que llegar al fondo de este misterio; no dirán que fui la
marioneta de nadie.) (Llama Rodri a un guardia y habla en secreto con él, que vuelve a
marcharse.)

8. Gabriel: (¿Secretos con el consejero? Estoy bien informado: hay testimonios
contradictorios, tenemos careo; la recopilación es sorprendente.)
Tras interrogatorios exhaustivos ya en Medina del Campo en los que Gabriel Espinosa
se niega a cooperar para revelar su auténtica identidad y testimonios de personas de
renombre que en él ven reflejado al Capo portugués, una misiva esperando órdenes es
enviada a Madrid.
Mientras, César tendrá que confirmar sus sospechas: Aurora no es hija de Gabriel, y
está enamorada de su padre adoptivo. Para la felicidad de esta, acercándose el día,
tras tres meses, de la sentencia final, descubre que los sentimientos de amor también
en Gabriel traspasan la barrera del cariño filial.
LLegado el día de la decisión final, habiendo sembrado de dudas, admiración, confusión
y miedo a la Subjefa Rodri y sin mostrar un ápice de tristeza más que por dejar a
Aurora, lee Gabriel de Espinosa la sentencia de Felipe: morir por impostor es el destino
del pastelero de Madrigal. Pero antes de irse, un reliquiario y una carta confía a Rodri
con la condición de que no vea su interior antes de que él muerto esté. Ahorcado
Gabriel, Rodri, Aurora y César descubren la verdad con la que no habían dado: Gabriel
Espinosa era el Capo Sebastián y Aurora era la hija biológica de la Subjefa Rodri, que la
había abandonado nada más nacer.
Tres desdichados cierran esta apasionada historia, pues ya se sabe que hay secretos
que es mejor no revelar.