1. EL COLONIALISMO
Introducción:
El colonialismo es el dominio territorial, económico y cultural establecido durante largo
tiempo sobre un pueblo extranjero que se ve sometido al país dominante.
Aunque este término existe desde la época de la Antigua Grecia, hay variantes en su
significado, pues en el caso de las antiguas colonias griegas o en el de América se usaba
más bien la palabra “colonización” en vez de colonialismo, ya que en estos casos los
territorios colonizados no estaban subordinados a la metrópoli, y a todos los habitantes de
estos primeros se les consideraba como otros ciudadanos más de la potencia europea.
En la edad contemporánea se identifica más con la dominación política de gentes de otra
raza que habitan en un territorio separado por el mar de la potencia colonial, que
generalmente suele ser un país europeo.
El colonialismo europeo moderno comenzó en el siglo XV con los viajes de los
portugueses a lo largo de la costa oeste de África. Junto con los españoles, fueron
los primeros en establecer sus colonias en ultramar, y se aferraron a ellas incluso
después de que su fuerza imperialista se hubiera perdido. Sin embargo, el
colonialismo alcanzó su momento de máxima importancia desde finales del siglo
XIX hasta mediados del XX.
Los países europeos que más protagonismo tuvieron en este proceso fuero
Inglaterra, Francia y Alemania, que se repartieron el continente africano, (donde tan
sólo quedaron dos países independientes: Liberia y Abisinia) e intentaron extender
sus zonas de influencia por diferentes zonas del mundo como Europa Oriental,
Oriente Medio, Extremo Oriente o el Caribe. Países como Italia, España, Portugal y
Bélgica también intentaron llevarse su parte en este reparto, aunque no
consiguieron tantos territorios.
Contexto histórico:
En el último tercio del siglo XIX se vivía en Europa un momento de prosperidad económica
y de grandes avances técnicos y científicos.
Respecto a los progresos científicos y técnicos, estos habían alcanzado a todos los
sectores: nuevas fuentes de energía cobraron importancia (la electricidad y el petróleo),
aparecieron también nuevas industrias (las electrotécnicas y químicas), nuevos medios de
comunicación (telégrafo y teléfono) y avances en los medios de transporte. Todos estos
avances aceleraron el desarrollo del comercio y de la economía.
Por otra parte, debido a la expansión del capitalismo, a todos estos progresos técnicos y
como consecuencia al aumento de la productividad, existía un gran apogeo del capital, que
por supuesto no era igual en todos los países del viejo continente: en primer lugar estaban
Gran Bretaña y Alemania, que eran los que más riqueza habían acumulado, seguidos de
Francia; Italia y Rusia se encontraban todavía en vías de desarrollo.
Debido a esta situación de bienestar económico, se invertía en los procesos de
producción, en las infraestructuras urbanas, en grandes edificios, etc. y estas inversiones
crecientes modificaron las estructuras económicas.
De la concentración de la producción y de los capitales surge la formación de grandes
monopolios que luchan por el control de las fuentes de materias primas y de los mercados
(capitalismo monopolista). Cuando los bancos se vinculan a estos grandes monopolios
mediante su financiación (pues ellos solos no pueden con las grandes cantidades de
capital que se maneja), surge el capitalismo financiero.
2. Este nuevo sistema económico tuvo como consecuencia el aumento de la producción, de
la renta nacional, del nivel de vida y de la capacidad de consumo de los trabajadores.
El uso creciente de las máquinas en el ámbito agrario hizo que la mano de obra necesaria
fuera cada vez menor, por lo que la gente se vio obligada a emigrar a las ciudades en
busca de trabajo, mejores salarios y calidad de vida, formándose así el nuevo proletariado
industrial. Estos trabajadores, además de vivir más años debido a la mejora de la higiene y
al avance de los servicios sanitarios, estaban mejor cualificados, pues el número de
personas que acudía a la escuela y a las universidades iba en aumento, lo que explica el
desarrollo científico y la mejora en la calidad de los profesionales y empresarios de esta
época.
Éste éxodo rural trae consigo un desarraigo cultural que en numerosas ocasiones provocó
el malestar de los trabajadores, ya que al pasar del campo a la ciudad, perdían su
identidad y su comunidad, y todo lo que habían aprendido en sus lugares de origen les era
inútil para ganarse la vida. Aumentaba su inseguridad, la pérdida del trabajo pasaba a ser
una posibilidad constante en sus vidas, y como consecuencia, la posibilidad de perder la
vivienda y el alimento, cosa que no ocurría en el campo, pues allí las casas, aunque
pobres en muchos casos, eran de su propiedad, y aun en las ocasiones más extremas
podían recurrir a los alimentos que ellos mismos cultivaban.
Este malestar generalizado hizo que las masas comenzaran a pensar que el sistema
capitalista era el culpable de todos sus problemas, creándose así un pensamiento
anticapitalista que ayudó a impulsar con gran fuerza ideologías revolucionarias tales como
el marxismo o el anarquismo.
En la Europa de esta época se desarrolló una mentalidad de rivalidad y competencia entre
las naciones, que provocó su división, y aislamiento.
Los bajos precios de los productos agrícolas, y sobre todo del trigo ruso y americano,
(debidos a la gran cantidad de producción en las zonas de origen y al bajo coste de su
transporte) provocó un movimiento proteccionista en toda Europa, (menos en Inglaterra,
Holanda y Dinamarca) que garantizaba el desarrollo del comercio propio, y favorecía la
concentración de grandes empresas privadas. Este movimiento provocó una serie de
guerras aduaneras, y la exacerbación del sentimiento nacionalista. Alemania fue quien
puso el primer arancel, en 1879, y en 1892 ya casi todos los países habían instaurado
nuevos aranceles mucho más altos. El nacionalismo tiene una relación directa con este
aislacionismo económico, y que constituyó su justificación política.
El nacionalismo fue otro movimiento ideológico de gran importancia en la Europa de esta
época. Sin embargo, la ideología nacionalista de esta época no era la misma que surgió en
la Revolución Francesa y que luego se mantuvo en el resto de Europa.
Originariamente, el concepto de nación estaba vinculado al de democracia, y se refería al
conjunto de ciudadanos de un país (todos libres e iguales en derechos y deberes) que
voluntariamente construían un Estado para gobernarlos, con el fin del beneficio común.
Este nacionalismo fue la base de las independencias de Estados Unidos y de toda
América latina.
En los procesos de unificación de Italia y Alemania, sin embargo, apareció el concepto
romántico de nacionalismo, que apelaba al volksgeist o espíritu del pueblo, y que no sólo
unía a los que compartían ciudadanía, sino también a los tenían la misma lengua, cultura e
historia.
Cada vez más presionados por los sindicatos y partidos obreros, los gobiernos europeos
recurrieron al nacionalismo como instrumento tranquilizador de las masas, culpando a los
3. capitalistas extranjeros de problemas económicos internos como el paro, (tal como ocurre
hoy en día en países como Argentina y Cuba) o haciendo olvidar el bajo nivel de vida a
medida que se conseguían triunfos coloniales en otros continentes.
El prestigio nacional y la autodefensa provocó el rearme, sobre todo el naval, pues
dominar los mares significaba dominar el mundo.
Causas:
Las causas que explican este proceso histórico son muchas y de muy diferente
índole, aunque unas más decisivas que otras. Existen causas sociales, económicas
e ideológicas, que son las siguientes:
La revolución demográfica había conducido a los países europeos a un estado de
superpoblación (450 millones de habitantes en 1914) que amenazaba el nivel de vida de la
burguesía por las crecientes exigencias de las masas y provocaba una tasa de paro muy
alta que causó un malestar generalizado en la sociedad. La solución era emigrar a
las colonias, y así lo hicieron gran cantidad de europeos en estos años de expansión,
aunque con muy distintos objetivos: la clase obrera buscaba trabajo y mejores condiciones
de vida; los nuevos funcionarios pretendían subir un escalafón en la sociedad; la burguesía
industrial iba en busca de terrenos para desarrollar sus industrias, y el clero viajó a las
nuevas tierras con la misión de evangelizar a la población nativa (misión civilizadora).
No obstante, la presión demográfica es una de las muchas razones que resultaron no ser
certeras, pues la mayoría de los inmigrantes del viejo continente encontraban los climas de
las colonias demasiado opresivos, y gran parte de ellos prefería ir a países independientes
como Estados Unidos o Argentina, que finalmente fueron los que más europeos acogieron.
Tras la segunda revolución industrial y con la expansión del capitalismo aumentó la
productividad de los trabajadores, por lo que la producción también se acrecentó. De
hecho, en la Europa de esta época se producía más de lo que se podía consumir dentro
de un mismo país, y debido a las políticas proteccionistas que habían impuesto la mayoría
de los gobiernos, los excedentes tampoco podían ser vendidos en el resto de Europa .
Pero era necesario dar salida a estos productos y la única solución posible fue buscar
mercados fuera del continente; las colonias parecían el lugar idóneo para encontrarlos.
Aunque países como Gran Bretaña mantenían una política librecambista, tenían todos los
mercados europeos cerrados a sus productos, por lo que se vieron en la misma situación,
y también tuvieron que recurrir a las colonias.
Así es como la Europa industrializada contribuyó a la división internacional del trabajo,
exportando productos industriales e importando materias primas y alimentos, que era lo
que se necesitaba en los estados industriales en aquellos momentos.
Sin embargo, aunque en un principio este fue un factor importante en la expansión
colonial, la mayoría de los intercambios acabaron realizándose con Estados Unidos y
dentro de la propia Europa, ya que en las colonias no se encontraron mercados que
pudieran satisfacer las necesidades europeas del momento, pues la mayor parte de las
colonias tenían poblaciones pobres y poco pobladas, por lo que al final no jugaron un
papel muy importante en este aspecto.
Asimismo, existía capital sobrante cuyo mejor uso sería exportarlo para mantener un alto
grado de rentabilidad, pues la mano de obra en las colonias era muy barata. Además en
las colonias se daban todas las condiciones para invertir en plantaciones, minas y
comunicaciones, que reportarían un gran beneficio para los inversores. Sin embargo esta
teoría también resultó errónea, como se demostró pasado el tiempo: exceptuando las
minas, el capital no rendía más en los nuevos territorios, ya que, aunque la mano de obra
4. era más barata que en las metrópolis, también era menos productiva, debido a su bajo
grado de formación, y se carecía de paz y orden social, de redes de transporte y
comunicación, de sistemas legales eficaces, etc. Por eso la mayor parte del capital acabó
invertido también en Estados Unidos.
La obtención de materias primas es un factor que, aunque en general fue secundario, tuvo
su importancia en la expansión territorial de ciertos países; estos encontraban territorios
muy ricos de donde podían sacar gratuitamente ciertos materiales que en otro caso
hubieran tenido que comprar a precio de monopolio. Un ejemplo es el caso de Inglaterra,
que encontró en la India y en Egipto lugares idóneos para abastecerse de algodón; Bélgica
invirtió en minas en El Congo, y Francia, por su parte, se proveyó de seda que había en
sus colonias de Oriente.
Pero aunque las colonias no fueran a resultar beneficiosas económicamente para Europa,
sin duda algunos capitalistas, (como los que invirtieron en minas, o simplemente los que sí
creían en los beneficios que podrían aportar) diplomáticos, políticos y militares instaron a
los gobiernos continuar con su expansión territorial.
En realidad, la causa principal y verdaderamente importante fue el nacionalismo, que
condujo a una política de prestigio en la que todos los países competían por el reparto del
mundo. Los éxitos obtenidos por la política de fuerza en la consolidación de nuevos
estados hizo popular la creencia de que sólo los pueblos con “voluntad de poder” podrían
ejercer el dominio sobre los “pueblos inferiores”. Conseguir y mantener un imperio daba
poder político y reputación, que aparte de todo, era lo que mantenía contentas a las masas
populares. Por eso, aunque las colonias no hayan cumplido la función económica que en
un principio se preveía, parece que si cumplieron la función político-militar que se les había
confiado, pues los imperios británico y francés tuvieron un papel decisivo en la victoria de
los aliados en la I y en la II Guerra Mundial.
A partir del nacionalismo surgió “la conciencia de la misión”, según la cual una raza a
pueblo tiene la obligación de “civilizar” a otros pueblos inferiores a él, cambiando su
sistema político y económico, desarrollando las estructuras de acuerdo a sus intereses, y
propagando sus costumbres, concepciones filosóficas y religiosas, modas, etc., pensando
en capacitarlos para “valerse por sí mismos en las circunstancias del mundo moderno”.
Esto ocurría cuando se pensaba en el bien de las gentes colonizadas, pero cuando no, el
colonialismo se basaba en los derechos del colonizador y en su supuesta superioridad
racial. De ahí es de donde nace el racismo, pues incluso antropólogos y científicos de la
época consideraban intelectualmente inferiores a la suya razas como la negra, y hasta
creían poder demostrarlo empíricamente.
Aunque menos importante, el espíritu de aventura que impulsaron ciertas obras de
literatura desde mediados de siglo (como las de Julio Verne) en el viejo continente también
es destacable. África comenzó a ser explorada a partir de los grandes ríos, y también de
los desiertos. Dos grandes exploradores de este continente fueron Livingstone y Stanley.
En Asia se penetró a través de Siberia; en 1909 se exploró por primera vez el polo norte y
en 1911 el polo sur.
Otra causa es que todos los países buscaban puntos estratégicos, bien comerciales o bien
políticos, como es el caso de Gibraltar y Suez, puntos marítimos muy importantes que
fueron colonizados por Inglaterra, y que incluso hoy en día conservan el valor que tuvieron
en esta época.
Síntesis:
5. El colonialismo europeo es sin duda el aspecto más característico del último tercio del siglo
XIX y primera mitad del XX. Sus causas son muchas y complejas, aunque aquí se hayan
sintetizado bastante. Básicamente son las siguientes: la superpoblación, el excedente de
capital, la búsqueda de materias primas y de mercados, el sentimiento civilizador y el
nacionalismo.
Conclusiones:
En ocasiones se ha dicho que la razón del estancamiento económico del Tercer Mundo se
debe a los efectos del colonialismo, pues excepto China, todos los países de este Tercer
Mundo fueron colonias europeas en alguna época. Sin embargo, países como Estados
Unidos y Canadá entre otros, (algunos de los más ricos del mundo actualmente)
pertenecieron a Inglaterra hasta el siglo XVIII, por lo que esta teoría se ve descartada. Más
bien parece que la razón fundamental fue la retirada apresurada y prematura que hicieron
las potencias coloniales de sus imperios en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial,
pues en esta época se produjo un total rechazo hacia el colonialismo, y se convirtió en
algo mal visto que solo podía ser enmendado con la concesión inmediata de la
independencia.
Tampoco las metrópolis consiguieron las ventajas económicas que preveían, por lo que las
consecuencias de este proceso no resultaron positivas para ninguna de las dos partes,
aunque lo fueron menos aún para las colonias, como sostiene el historiador económico
Gabriel Tortella.
Bibliografía:
CAMERON, Rondo. Historia económica mundial desde el paleolítico hasta el presente.
Madrid- Alianza, 1991, págs. 346-348.
KINDER, Hermann; y HILGEMANN, Werner. Atlas histórico mundial. Madrid.- Istmo, 1983,
tomo II, págs. 110-135.
SILLS, David L. Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. Madrid- Aguilar, 1979,
volumen 2, págs. 445-454.
TORTELLA, Gabriel. La revolución del siglo XX. Madrid- Taurus, 2000, págs. 51- 74.
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6. El colonialismo europeo es sin duda el aspecto más característico del último tercio del siglo
XIX y primera mitad del XX. Sus causas son muchas y complejas, aunque aquí se hayan
sintetizado bastante. Básicamente son las siguientes: la superpoblación, el excedente de
capital, la búsqueda de materias primas y de mercados, el sentimiento civilizador y el
nacionalismo.
Conclusiones:
En ocasiones se ha dicho que la razón del estancamiento económico del Tercer Mundo se
debe a los efectos del colonialismo, pues excepto China, todos los países de este Tercer
Mundo fueron colonias europeas en alguna época. Sin embargo, países como Estados
Unidos y Canadá entre otros, (algunos de los más ricos del mundo actualmente)
pertenecieron a Inglaterra hasta el siglo XVIII, por lo que esta teoría se ve descartada. Más
bien parece que la razón fundamental fue la retirada apresurada y prematura que hicieron
las potencias coloniales de sus imperios en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial,
pues en esta época se produjo un total rechazo hacia el colonialismo, y se convirtió en
algo mal visto que solo podía ser enmendado con la concesión inmediata de la
independencia.
Tampoco las metrópolis consiguieron las ventajas económicas que preveían, por lo que las
consecuencias de este proceso no resultaron positivas para ninguna de las dos partes,
aunque lo fueron menos aún para las colonias, como sostiene el historiador económico
Gabriel Tortella.
Bibliografía:
CAMERON, Rondo. Historia económica mundial desde el paleolítico hasta el presente.
Madrid- Alianza, 1991, págs. 346-348.
KINDER, Hermann; y HILGEMANN, Werner. Atlas histórico mundial. Madrid.- Istmo, 1983,
tomo II, págs. 110-135.
SILLS, David L. Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. Madrid- Aguilar, 1979,
volumen 2, págs. 445-454.
TORTELLA, Gabriel. La revolución del siglo XX. Madrid- Taurus, 2000, págs. 51- 74.
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