1. ¿Dónde está el fallo?
El amor y las buenas intenciones no evitan que a veces nos equivoquemos al educar a los
hijos. Los errores pueden ayudar si encontramos el modo de convertirlos en aciertos.
EL ERROR: NO PONERLE LÍMITES
“Mi hija Lorena (30 meses) tiene mucho genio y si no le dejo hacer algo se coge una rabieta. Sé que
debería decirle ‘no’ más a menudo, pero no quiero pasarme el día discutiendo.” María.
A veces, nuestro afán por no herir los sentimientos de nuestro hijo, la falta de tiempo o el deseo de
evitarle los momentos tristes nos hacen olvidar que para ser feliz, aparte de nuestro cariño, necesita
los ‘noes’. Un niño sin limitaciones se convierte en un adulto inseguro y sin autoestima. En cambio,
los límites le dan seguridad y le hacen sentir que nos importa, que velamos por él y que le frenamos
cuando él no sabe hacerlo (aún debe aprender el autocontrol).
ASÍ ACERTARÁS:
- No claudiques ante sus rabietas. Si algo no te gusta, házselo saber, y si se enfada y llora,
permítele desahogarse, pero sin dar tu brazo a torcer. Si realmente se comporta mal, llévale aparte
unos minutos o retírale algún privilegio.
- No pretendas ser su amigo. Él te necesita como madre o como padre. Esto implica prohibiciones
que le disgustarán, pero que en el fondo te agradecerá: los niños quieren que sus padres no
esquiven los conflictos y se involucren.
- No lo razones todo. Ni tampoco apeles demasiado a su razonamiento (¿no lo entiendes?). En
general es bueno explicarle el porqué de las normas (le resultará más fácil hacerte caso), pero
también habrá situaciones en las que deberá obedecer sin más.
EL ERROR: SOBREPROTEGERLE
“Laura, mi hija pequeña (2 años), se empeña en intentar vestirse sola, pero no le dejo porque tarda
siglos y, además, como casi nunca lo logra hacer bien,se pone de mal humor.” Begoña.
Como padres queremos que nuestro hijo sea feliz e intentamos ahorrarle frustraciones y allanarle el
camino. Pero así no le damos la oportunidad de intentar cosas... y de equivocarse. La vida tiene
altibajos y debe vivirlos (y cometer errores) para adquirir experiencia. La sobreprotección crea niños
inmaduros y ansiosos, que no conocen la frustración y no saben manejar este sentimiento. Tu hijo
crecerá mejor y tendrá mayor autoestima si le otorgas autonomía.
ASÍ ACERTARÁS:
- Espera antes de ayudarle. Piensa si de verdad necesita tu ayuda o puede hacerlo por sí solo,
aunque le cueste. Si le dejas intentarlo y lo logra, aumentará su autoestima. Así, además, mejoran
los problemas del sueño: si durante el día el niño supera momentos difíciles, también lo hará por la
noche.
- Acepta su independencia. A todos nos gusta sentirnos útiles, a los niños también. Puede que sigas
viendo a tu hijo como tu pequeñín indefenso. Reflexiona un momento si te resistes a darle más
autonomía: si es así y te das cuenta, podrás optar por otra actitud.
- Habla con tu pareja. Normalmente hay un miembro de la pareja que da más autonomía al niño o
tiene distinta percepción del peligro (suele ser papá). Hablad del tema: la visión de uno servirá
como empujón al otro.
EL ERROR: PERDER LOS ESTRIBOS
“Hace poco me enfadé tanto con mi hijo Alberto que empecé a gritarle sin parar y terminé
asustándole. Después me sentía fatal conmigo misma.” Carlota.
Nos pasa a todos: los niños despliegan mucha energía y son agotadores, por lo que es imposible que
mantengamos siemprela calma. Pero conviene aprender de las veces en que perdemos los estribos,
para que ocurra sólo en contadas ocasiones. Debemos enseñar a nuestro hijo a lidiar con situaciones
difíciles y mantener el autocontrol. Si no, el mundo se torna imprevisible y aterrador para él. Y esto
se consigue dándole ejemplo.
ASÍ ACERTARÁS:
- Analiza qué te hace estallar. Quizá vayas acumulando enfados hasta que explotas; si es así,
corrige al niño a tiempo. O quizás se deba a que tienes demasiado trabajo, a que hay tensiones de
pareja... Busca remedios que no afecten a tu hijo.
- Reconoce las señales de la tormenta. Hay signos que te avisan de que vas a perder los estribos:
alterarte a la mínima, verlo todo negro… Si aparecen, actúa cuanto antes: pide ayuda, organiza una
escapada con tu pareja...
- Habla con tu hijo tras el altercado. “Lo siento” es una frase muy útil en el vocabulario de cualquier
padre. Y cuando la utilizas con tu hijo, le enseñas que los adultos también se equivocan y que
rectificar es de sabios.
2. EL ERROR: CRITICARLE DEMASIADO
“Mi hijo Sergio (5 años) es muy movido y está todo el día haciendo tonterías. Yo siempre le digo que
tiene que ser menos payaso, pero mi marido piensa que soy demasiado dura con él.” Esther.
El niño forma su autoconcepto tomando como base lo que le decimos. Si le criticamos mucho,
terminará pensando mal de sí mismo y se volverá inseguro; temerá aprender cosas nuevas y su
desarrollo se resentirá. Además, las buenas conductas se fomentan más elogiando las correctas que
criticando las incorrectas. Pero tampoco conviene irse al extremo contrario y decirle que todo lo
hace bien. Hay que dosificar los elogios para que sean realmente eficaces.
ASÍ ACERTARÁS:
- Evita criticarle si actúa sin mala idea. Generalmente, los niños actúan movidos por su afán innato
por explorar. Así, la trastada de un bebé cuando se quita el pañal y embadurna la pared refleja falta
de madurez, más que un deseo de hacer algo malo.
- Critica su conducta, no a él mismo. Es mejor decir “pegar no está bien” en vez de “no haces más
que pegar, qué malo eres”. Así siente que le quieres, que te gusta cómo es y que lo que no
apruebas es lo que ha hecho.
- No le elogies por todo. Hacerlo le lleva a depender de la aprobación externa. El niño está motivado
para intentar cosas por sí solo. Si las logra, se siente orgulloso y compartir con él esta vivencia es el
mejor elogio. Para encontrar el equilibrio, aplica esta regla: una crítica por tres elogios.
EL ERROR: NO CONSIDERAR SU EDAD
“El otro día estuvimos en el parque y mi hija Sofía (18 meses) no quiso dejarle el cubo a otra niña.
Me enfadé con ella, porque no quiero que sea egoísta.” Carlos.
A un niño menor de 2 años no se le puede pedir que comparta sus juguetes (todavía no conoce el
sentido del “yo”) ni que esté sentado quieto en la consulta del médico (está en la edad de querer
explorar y tocar). Pero a un niño de 5 años, sí se le pueden pedir estas cosas. Adaptar las exigencias
a su nivel madurativo evita muchos sinsabores. El niño tiene su ritmo de crecimiento y madurez y
los padres tienen que respetarlo.
ASÍ ACERTARÁS:
- Obsérvale. Y reflexiona sobre lo que es capaz de dar y hacer según su edad y su carácter. Si tienes
dudas, consulta con tu pareja, con otros padres o en libros.
- Respeta sus retrocesos. Casi todos los niños sufren alguna regresión en cosas que ya tenían
superadas debido a tensiones (como la llegada de un hermanito) o a la adquisición de un
aprendizaje. Si tu hijo vuelve a hacerse pis cuando ya controlaba los esfínteres, acepta la situación y
exígele menos temporalmente.
- Evita ser demasiado condescendiente. Retrocesos aparte, su autonomía aumentará con el tiempo.
Es bueno que tus expectativas sobre sus avances (usar el váter, comer con cuchara...) vayan siendo
mayores cada vez.
EL ERROR: NO PRESTAR ATENCIÓN A SUS SENTIMIENTOS
“La otra noche mi hija me dijo que su amiga Silvia no quería jugar con ella.Yo le expliqué que no
pasaba nada, que había más niñas en su clase. Pero no conseguí animarla.” Pedro.
Muchas veces nuestra reacción cuando el niño nos cuenta un problema es quitarle importancia,
pensando que así lo olvidará. Pero no percibimos que lo que necesita es que lo comprendamos. Si
rechazamos lo que siente le trasmitimos que no es importante y le impedimos conocerse mejor a sí
mismo.
ASÍ ACERTARÁS:
- Haz que se sienta comprendido. “Mi hermanito es un llorón”, dice María, de 3 años. Su mamá la
abraza y responde: “Sé que preferirías que estuviera contigo. Lo entiendo, los bebés requieren
mucho tiempo”. Eso es lo que María necesita ahora que tiene celos.
- Une comprensión y firmeza. Si tu hijo no quiere irse a la cama, puedes decirle: “Entiendo que te
estás divirtiendo, pero es tu hora de acostarte”. Así demuestras que le comprendes pero que eres
firme con las normas.
- Resuelve el problema de base. Piensa en las razones del mal comportamiento de tu hijo y dedícale
un rato en exclusiva, repitiéndole cuánto le quieres... Su actitud irá cambiando.
EL ERROR: CASTIGARLE MUCHO
“Ya no sé qué hacer con Natalia (4 años). Se pasa el día haciendo trastadas y al final está todo el
día castigada. Pero de ninguna manera consigo que cambie de actitud.” Gracia.
Cuando castigamos a nuestro hijo por alguna conducta que desaprobamos, estamos prestando
atención a su comportamiento negativo. Y aunque no sea agradable, no deja de ser atención, algo
que los niños valoran mucho y reclaman continuamente de sus padres. Por eso a veces los castigos
continuos hacen perdurar la conducta incorrecta en el niño, que se siente el centro de atención.
3. ASÍ ACERTARÁS:
- Muestra que desapruebas su acción. Ante todo, tu hijo quiere tu amor. Tu cara de desaprobación y
tu tono serio ya son razones para dejar la mala conducta.
- Apela a su empatía. “¿Cómo te sentirías tú si él te pegara a ti?”. Este modo de corregir es más
educativo que un castigo.
- Reconoce sus buenos actos. Prueba a decir: “¡Qué bien has ordenado el cuarto!”. A veces un
simple “gracias”es muy efectivo.
- Limita los castigos. Castígale cuando ningún aviso surta efecto. Aplica la pausa obligada (unos
minutos al pasillo), la silla de pensar o la retirada de un privilegio inmediatamente después de la
trastada.
EL ERROR: SOBORNARLE
“Mi hija Alejandra siempre ha sido mala comedora y conseguir que termine su plato es todo un
triunfo. Sólo lo logro algunas veces, cuando le prometo que si lo acaba tendrá un helado de postre.”
Todos hemos recurrido alguna vez a este tipo de promesas, pero con ellas enseñamos al niño que
cada colaboración merece una recompensa, cuando en realidad es su obligación portarse bien. Esto
no fomenta la responsabilidad ni la convivencia en la familia, un espacio donde la obediencia y las
obligaciones no pueden estar sujetas a la ley de la reciprocidad.
ASÍ ACERTARÁS:
- Sé explícita. Di lo que quieres sin rodeos: “Cariño, ven enseguida, tengo prisa”. Si le cuesta pasar
de una actividad a otra, avísale con antelación (“en 15 minutos nos vamos”) y recuérdaselo a los 5
minutos. No se sentirá presionado y le costará menos obedecer.
- Ten presente que quiere agradarte. Confía en esta motivación interna de tu hijo y verás cómo los
sobornos no son necesarios. Es cuestión de no acostumbrarle a ello.
- No te agobies. El lógico que alguna vez recurras a un soborno, y más en una situación
embarazosa. No se convertirá en una costumbre si le explicas que fue una ocasión especial. Los
niños aceptan bien los acuerdos e incluso cierto grado de incoherencia.
EL ERROR: DARLE MENSAJES CONFUSOS
“Siempre que nuestro hijo deja los juguetes tirados por el suelo, mi marido recurre a la ironía:
‘¡Hombre, qué bien, tenemos una juguetería en casa!’. Lo hace para demostrarle que no le gusta,
pero yo creo que el niño así no lo entiende”. Mercedes.
A veces, cuando nos dirigimos a nuestro hijo, nuestra cara y nuestro tono de voz reflejan una cosa y
nuestras palabras otra distinta.El problema es que el niño aún no entiende la ironía, pero como es
muy sensible, percibe nuestras emociones y sabe que algo no cuadra. Si estos mensajes son
frecuentes, empezará a dudar de lo que siente.
ASÍ ACERTARÁS:
- Sé honesta. “Cariño, esto no me gusta nada. Ven, lo recogemos”. El niño entiende la situación:
cuando vuelves del trabajo no te gusta ver el salón desorganizado.
- Explícale las cosas. No le digas que no pasa nada cuando estás nerviosa por algo. Es más útil
explicárselo:“Sí, estoy nerviosa pero no tiene nada que ver contigo, cielo”. Incluso en caso de
enfermedad, divorcio... es mejor admitir el problema.
- Analiza tus mensajes. A veces recurrimos a la ironía cuando una faceta del niño nos decepciona. Él
se siente mal: nota que tú lo desapruebas, pero no entiende por qué. Deja que tu pareja se ocupe
de las tareas en las que esté implicada esa faceta que no te gusta.
EL ERROR: CUESTIONAR LAS NORMAS
“Cuando vamos al parque, mi mujer no deja que nuestro hijo se suba al tobogán más alto. A mí me
fastidia que sea tan miedosa, y siempre discutimos por este tema delante del niño.” Ricardo.
No es necesario ocultar al niño que papá y mamá tienen distintas opiniones de vez en cuando: así
aprende que las diferencias se solucionan. Pero discutir delante de él sobre las directrices educativas
le confunde y merma su seguridad. Es bueno que cada progenitor se relacione de un modo distinto
con su hijo, siempre que mantengan la coherencia.
ASÍ ACERTARÁS:
- Hablad sobre las normas en privado. Cuando estéis solos, fijad directrices en cuanto a la hora de
dormir, las comidas, su seguridad y los posibles castigos.
- No desautorices a tu pareja. Si no estás de acuerdo en algo, no le desacredites delante del niño: le
causaría una mala sensación, ya que para él sois sus héroes.
- Admite que cada uno tiene un modo distinto de relacionarse con el niño. Y es positivo, ya que le
ayuda a vivir experiencias distintas. Además, es imposible e innecesario buscar una uniformidad en
todo. Y no es un problema mientras coincidáis en los temas principales y seáis coherentes con las
normas.