Este poema rinde homenaje a los sesenta granaderos de Mendoza que defendieron la nación argentina. En la primera estrofa, un arriero se arrodilla ante el Cristo Redentor y ruega por las almas de los valientes granaderos. La segunda estrofa describe cómo la Virgen de Cuyo bendijo al general San Martín y a la provincia de Mendoza por ser la cuna de los héroes granaderos. El poema finaliza pidiendo que Dios bendiga las almas de los granaderos que defendieron la patria.