Este documento proporciona recomendaciones para que las familias y maestros establezcan criterios educativos unificados para ayudar a los estudiantes a desarrollar hábitos y actitudes positivas. Recomienda crear horarios para distribuir el tiempo de manera efectiva, fomentar la responsabilidad en las tareas, desarrollar el respeto y la autoestima, y unificar los criterios entre la familia y la escuela.
1. RECOMENDACIONES, ORIENTACIONES, CRITERIOS UNIFICADOS ENTRE
FAMILIAS Y MAESTROS/AS
Consideramos necesario que entre la familia y la escuela se acuerden, y se consensúen unos mismos
criterios educativos para favorecer en vuestros hijos hábitos y actitudes positivas, para ello os
proponemos los siguientes aspectos:
• CREACIÓN DE HÁBITOS DE TRABAJO:
- Elaborar conjuntamente con los hijos/as un horario para distribuir la tarde, de forma efectiva.
- Buscar un lugar y un tiempo fijo para trabajar y estudiar.
- Controlar, negociar y acordar el tiempo y los contenidos de lo que ven en la televisión y/o en
Internet.
- Adecuar las actividades extraescolares de la tarde (fútbol, baile, clases de inglés, música, etc.) al
tiempo realmente disponible y a sus necesidades escolares, que consideramos lo verdaderamente
importante e inaplazable.
• RESPONSABILIDAD PARA CON SUS TAREAS Y SUS OBLIGACIONES:
- Controlar el “horario de clase”, para que no falte, no olvide frecuentemente el material para
trabajar, pero sin convertirse en su gestor directo, dejar autonomía con responsabilidad por parte
de los chicos/as.
- Controlar, a través de la agenda, las tareas que llevan para hacer en casa: actividades que no se
terminan en clase, ESTUDIAR, fichas de cálculo, fichas de problemas, composición de textos,
lectura,…
- Proponernos conseguir que el hacer los deberes, estudiar y repasar sea una tarea cotidiana, una
costumbre, un hábito.
- Transmitir la preocupación por el “progreso individual” y no hacer comparaciones con
resultados de otras personas o entre el grupo. Cada alumno trabaja de manera propia y no todos
son iguales, haciéndoles ver que no se sientan superiores, ni inferiores a ningún otro.
- No preocuparse por una mala nota, tarea o exámen puntual, sino por el proceso y la evolución.
- No excusarle cuando no entienda una tarea, deben salir del centro con todas las dudas resueltas.
Los maestros/as estamos encantados de dejar todo “clarito”.
- Tratar asuntos que les preocupen a los chicos o las familias personalmente con el tutor, eso
evitará malos entendidos, o si no a través de la agenda, evitar “corrillos”, dar opiniones sin tener
todos los datos, y cuidar el descredito hacia los profesores en presencia de otras personas, sin
haber puesto en común una “problemática concreta” que pudiera ocurrir con cualquier maestro/a.
- Lo que se escribe en las notas de la agenda es personal y no le interesa al niño/a de al lado.
- Hacerles entender que en ocasiones el maestro/a habla generalizando, aunque ese no sea su
problema o dificultad.
• DESARROLLAR ACTITUDES Y VALORES IMPORTANTES PARA LA CONVIVENCIA:
- Respeto a sus compañeros y a sus maestros/as, animándoles a solucionar los conflictos mediante
el diálogo. No debemos ejercer de portavoces de nuestros hijos/as. Ellos deben dar las oportunas
explicaciones y aprender a asumir las consecuencias de sus actos. A veces sin quererlo, ellos se
ven muy respaldados y esto limita la autonomía propia de su edad.
- Ofrecerles siempre la visión positiva de las cosas, no permitir el derrotismo, la excusa, o la
justificación de lo que les ha ocurrido atendiendo a “que todos van contra mi”, “es que me tiene
manía”,…
- Hacerles ver que para la buena convivencia en clase, en el centro,… son necesarias unas
mínimas normas, que deben respetarse.
• FOMENTAR LA AUTOESTIMA:
- Valorar sus trabajos, sus esfuerzos y sus logros.
- Acostumbrarles a que se resuelvan por si mismos sus problemas, dialogando con los profesores o
con sus compañeros.
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2. - Exigirles el cumplimiento de algunas obligaciones adecuadas a su edad, (recoger su habitación,
su ropa, algunas compras sencillas y cercanas, poner la mesa para comer, etc.).
Reglas de oro para conseguir este proceso (o al menos parte):
1. Ser más perseverantes que ellos.
Muchas veces sabemos lo que hay que hacer, pero no tenemos fuerza para llevarlo a la
práctica, para superar su cabezonería, ahí está su fuerza y nuestra debilidad.
Cuando nos mentalizamos de verdad, cuando vemos que el niño necesita sentir nuestra
seguridad, captar nuestra paciencia y sentir nuestra perseverancia conseguimos vencer los
obstáculos, para que el niño se tranquilice, se calme, se relaje y empiece a sentirse bien
colaborando, mostrándose más sociable, siendo más generoso, etc.
2. Los discursos sirven de poco.
Los discursos más que inútiles, muchas veces son contraproducentes. Los niños
no reaccionan ante nuestras palabras, sino ante nuestros hechos.
3. ¡Hay que intervenir: no volvamos a decir –Esta es la última vez!
¿Habéis visto la cara de los niños cuando oyen esto?; expresan sorpresa, alivio y escepticismo.
Piensan ¡Uhf, ya ha pasado el peligro, que tontos son, ni ellos mismo se creen lo que están
diciendo!
Nuestro estado emocional en esos momentos suele ser de estar cansados, abatidos, a veces
derrotados, intentando creernos lo que estamos diciendo, pero sin fuerzas y entonces nos
justificamos diciendo “esta vez lo pasamos, pero será la última vez que lo hagan”.
Para que un niño cambie su actitud, previamente debe ver un cambio claro en la de los adultos.
Deberá comprobar que son capaces de llevar a efecto lo que tantas veces se le ha indicado, que
han empezado a actuar con hechos y no con palabras.
4. Hay que unificar criterios.
Es difícil ponerse de acuerdo con uno mismo, a veces, pero con el “equipo familiar”, es
indispensable.
Es importante tener criterios claros, pero es más trascendente actuar de forma coordinada, sin
fisuras, para que no se salgan con la suya. Desde pequeño, el niño/a, observa y utiliza la falta de
unidad de los adultos que le rodean (madre/padre, familia/abuelos, familia/ profesor) y provoca
que discutan, que alguno ceda o le lleve la contraria al otro. Esas contradicciones tienen como
resultado la confusión en el niño, pero esto rápidamente lo transforma en inseguridad, en
manipulación y lo más grave en tiranía.
5. A veces tenemos que asumir papeles incómodos, nada agradables.
Todos intentamos llegar a acuerdos, pero cuando encontramos chicos/as con bajo nivel de
autocontrol es necesario asumir papeles incómodos, que nos desgastan, pero que no podemos
evitar, si queremos ayudarles.
Cuando hay acuerdo entre los adultos que le rodean, la situación es menos traumática y más
eficaz, pero desgraciadamente no siempre se da esa circunstancia.
Nadie puede sustituirnos en esta tarea, pero en función de cómo actuemos y de la seguridad que
mostremos, la crisis se resolverá mejor o peor, aunque nos sea desagradable el papel que
tenemos que adoptar.
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