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REINO CONGELADO: 56 paginas, Times New Roman 12, justificado. 2015
PERSONAJES
Lenzedia: ex-princesa del minúsculo reino de Vulpendia. Seductora, manipuladora,
mentirosa y rebelde, la palabra “escrúpulos” no figura en su diccionario. Perdió su
derecho al trono cuando Vulpendia fue invadida y ahora que está exiliada tiene tiempo
para estudiar su pasión: la magia.
Zintuden: Soldado de fortuna pelirrojo. Escolta de la princesa, son tal para cual. Bueno
con el arco y la espada, fanfarrón, bebedor y ligero de dedos.
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REINO CONGELADO
Por el camino del bosque iba refunfuñando un desaliñado pelirrojo.
- ¡Puñetera Lenzedia, joder, siempre metiéndose en líos, habiendo tantos reinos
ella tenía que venir precisamente a uno que se esta yendo al carajo!.
Zintuden recordó como había llegado a esta conclusión: primero vio humo entre los
árboles. Se acercó con cuidado, pues sabía por experiencia que no convenía mezclarse
en festividades con hogueras de por medio.
Aquello no se parecía en nada a una fiesta, era más bien una tragedia en medio de un
claro del bosque: granjas en llamas, se fijo un poco más, entre los sembrados de
legumbres y maíz se veían los cuerpos del ganado destripados.
- Oh, oh, - pensó Zintuden - ¿Dónde me he metido?
Avanzando detrás de los troncos se acercó un poco más, se metió en un maizal muy
buen cuidado, se ve que los granjeros hacían bien su trabajo hasta que algún cabron
aficionado al fuego les interrumpía. Llego hasta una vaca muerta, se habían llevado
todas sus tripas.
Se acerco con cuidado, se asomó a las ventanas, todas las granjas estaban vacías,
revueltas, no supo en principio si debido al pillaje, a una huida apresurada o a las dos
cosas.
Encontró una horca tirada al lado de los establos, con unas ligeras modificaciones
Zintuden consiguió una lanza-bastón.
Ahora caminaba más firme y más seguro. Pero no dejaba de refunfuñar.
Los árboles cada vez clareaban más y el sol estaba en lo alto, Zintuden vio brillar unas
lagunas y se acercó a llenar la cantimplora. Estaba en ello cuando un zumbido le asustó,
levantó la vista y vio al abejorro más grande que ha parido abejorra, del tamaño de un
pie, zumbando alrededor suyo, con malas intenciones.
Zintu agarró su bastón y le soltó un mandoble, pero el bicho era rápido y solo consiguió
enfurecerle más, si es que un abejorro puede estar furioso, que lo dudo.
Entonces los juncos de la laguna le hablaron.
- ¡Eh, ven aquí!
Tenía más confianza en los juncos que en el abejorro, así que estaba yendo cuando el
aguijonero se le vino en picado, rodó de bruces contra el suelo encharcado y evitó el
primer envite, pero ya se le venía encima otra vez, entonces le pareció que los juncos
disparaban una red que atrapó al insecto.
Le faltó tiempo para levantarse y volver a tirarse al suelo con todo el peso de su cuerpo,
pero esta vez justo encima del abejorro, que hizo un ruido muy gracioso al
espachurrarse bajo el culo pecoso de Zintuden.
2
De entre los juncos salio un tipo veterano con unas patillas enormes y un poncho verde,
el dueño de la red, supuso bien Zintuden.
- Ha estado cerca.
- Y tanto, ¿Qué coño es?
- Un abejorro de las montañas, allí arriba estos insectos crecen muchísimo.
- Pues gracias por librarme de él – dijo tendiendo la mano – me llamo Zintuden,
vengo del oeste.
- Yo soy Edgaar, granjero erudito.
- Y buen pescador – dijo Zintu señalando la red.
- Es el único medio de acabar con estos bichos, esquivan los palos en el aire, son
una pesadilla desde que los krugs los soltaron.
- ¿Krugs?, ¿Quiénes son esos?
- Una tribu salvaje de gente rubia y gorda que habita cerca de aquí en los valles de
las montañas, toda su cultura, sus intereses y su religión se basa en la cerveza,
¡cerveza! Es su grito de guerra y la única pena que tienen es que esta bebida no
les llene el estomago, por eso la complementan comiendo todo tipo de
embutidos de tripas, sobre todo de cerdo. Hablan raro y escupiendo, son más
brutos que una piedra con acne, pero, eso sí, trabajan que da gusto, y en
cualquier cosa, desgraciadamente suelen contratarles como mercenarios
quemagranjas.
- Cerveza y salchichas, ahora entiendo lo de la vaca destripada.
- ¡Nos lo han robado todo!, al menos mis vecinos tuvieron tiempo de huir a las
cuevas antes de que llegasen arrasando con todo.
- Pero ¿Por qué no les has acompañado?
- Mi granja esta cerca de aquí, allí tengo mis libros, pensaba ir a buscarlos en
cuanto los krugs se alejasen lo suficiente.
- ¿Y lo han hecho?
- Espero que sí.
- Con eso no es suficiente. Te acompañare.
- La compañía se agradece.
Los dos salieron del refugio que ofrecían los juncos y siguieron el camino descendente.
- ¿Y cual es tu historia? – se interesó Edgaar.
- Una mujer.
- Como siempre.
- Esta es una mujer tremenda.
- Debe de serlo.
- Estábamos viajando juntos cuando resultó que ella ya había hecho planes.
- Las mujeres siempre hacen planes.
3
- Resulta que no era un viaje de placer, como yo había pensado, ella quería venir a
Ehb a estudiar con el gran mago No Se Quien, tuvimos una fuerte discusión
cuando estábamos en un extraño castillo que allí arriba, en la frontera (una
historia que contaré a su debido tiempo) total, que ella me abandona y prosigue
su camino, yo al principio estaba encantado de estar solo, pero. . .
- Sí, ya se lo que pasa con ese pero.
- Exacto, total, que la sigo las huellas y me encuentro con que este reino esta patas
arriba. Unos granjeros me dijeron que la habían alojado hace tres días y luego
había tomado este camino, les compadezco, las pocas monedas que habrán
ganado no compensan aguantar su carácter.
- No te creas, con tanto viajero que sale últimamente, es casi mejor dejar las
labores del campo para después; se gana más dinero con los alojamientos y las
comidas que cultivando la tierra.
- Ah, ¿y desde cuando hay tanto viajero?
- Desde que corrió la voz de que ya no sacrificábamos extranjeros a nuestros
dioses.
- Aha, claro, eso se agradece.
Los troncos de los árboles chirriaban pero los pájaros se callaban. Había algo en el aire
que no acababa de gustar a Zintuden cuando por fin apareció la granja de Edgaar, era
grande y sólida, de dos alturas.
El más joven se acercó primero a fisgar, como no vio nada ni dentro ni por los
alrededores hizo una seña al dueño para que se uniese a el.
- Parece que tenías razón, esos krugs se han ido.
- Entremos.
Edgaar parecía ansioso por hacerlo así que Zintuden no se opuso, dentro estaba todo
revuelto, pero por lo menos no había quemaduras, se habían llevado casi todo, pero no
los libros, que llenaban todo el suelo. Edgaar se abalanzó sobre ellos y comenzó a
ordenarlos.
- Parece que los krugs no se interesan por las letras.
- En absoluto, les repugnan, dicen que son palabras muertas.
- ¿Tienes comida?
- Puede quedar algo en el sótano.
Como al sótano se accedía por una estrecha puerta Zintuden dejo su lanza apoyada a su
lado, decisión de la que se iba a arrepentir muy pronto.
Al bajar por las escaleras le extrañó que uno de los peldaños estuviese hundido, pero al
llegar abajo atisbó en la penumbra la razón de aquel.
Sentado sobre un saco estaba un tipo gordo como varios sacos y vestido a la moda
bárbara, llevaba el pelo afeitado a excepción de una cresta que corría salvaje en medio
4
de su cráneo y tenía una expresión obtusa, acentuada por sus papos abultados y los
hilillos de saliva que le caían de la boca.
Cuatro ojos se miraron de esta forma: dos ojos contra otros dos ojos, pero todos muy
redondos y sorprendidos.
Zintuden maldijo su descuido y desenvainó su cuchillo de monte, ese que nunca se
dejaba olvidado.
El krug gordo (pues era un krug) se levantó del saco, desparramando la comida que
tenía sobre el regazo y levantó su mano derecha, que tenía un hacha de acero adherida.
Ese sería el preciso momento de inicio de una desigual batalla en la que nuestro héroe, a
pesar de la inferioridad de su armamento, debería salir victorioso. Pero lo que ocurrió
fue que el krug se empezó a convulsionar, se llevo la mano a la garganta, su boca dijo
algo así como:
- ¡Arrrrghhh! (repetidas veces).
Su rostro se puso, rojo, luego azul, luego morado, poco antes de caer muerto al suelo del
sótano.
Poco después, Zintuden y Edgaar comentaron sentados frente a una taza de te, lo
incierta que era la vida: en un momento eres un krug lleno de vida y energía destructora
y al siguiente momento eres un triste cadáver atragantado con un trozo de salchicha.
5
2.
Por el camino del bosque, al atardecer, iban caminando un desaliñado pelirrojo y un
granjero patilludo. Caminar por el espeso pinar bajo la lluvia no era nada relajante,
cualquier sombra, cualquier ruido, les ponía los pelos como escarpias.
Los salvajes krugs seguían por aquellos andurriales y Zintuden había insistido para que
Edgaar se quedase en su granja. Pero el grajero y erudito había dicho que llevarle al
puente era lo mínimo que podía hacer después de haberle librado de aquel okupa krug.
Había sido la suerte la que los había unido, si Edgaar no hubiese encontrado a Zintu, si
no le hubiese llevado a su granja y si este no hubiese tenido hambre no habría bajado al
sótano ni descubierto al krug, el cual no se habría sobresaltado, atragantándose con la
salchicha y muriendo entre espasmos.
Deslizándose como sombras encontraron una luz, cerca de donde debería estar el
puente, aproximándose vieron que brillaba en la mano de un hombre que estaba
agachado sobre un talud, por allí olía a humo.
- ¡Skartis! – llamo Edgaar al reconocer a un paisano - ¿Qué haces con ese candil?,
¡ estas llamando la atención de los krugs!
- No, no, los krugs están ahí abajo – Dijo Skartis señalando con la luz.
En el fondo del precipicio se veían, en medio de una gran mancha roja, una mezcolanza
de tablas rotas y cuerpos aplastados.
Skartis les explico que además de tener una granja cerca de allí, el se ocupaba de
mantener el puente y lo había visto todo: al parecer los krugs iban en carros hacia
Stonebridge con intención de saquearla, pero también querían quemar el puente, lo malo
es que se hicieron un lío y prendieron fuego al puente mientras estaban sobre él.
- Menos mal que la chica iba en la otra carreta – comentó de pasada Skartis.
- ¿La chica?, ¿Cómo era? – una alarma sonó en el cabezo de Zintuden.
- Una rubia con muy mal genio. – Dijo Skartis, recordando los gritos, los codazos
y las patadas.
- ¡Es ella!
- Pues se la llevaron a las criptas.
- ¿Cómo lo sabes?
- Lo iban gritando, los krugs no son demasiado discretos con sus asuntos.
Entonces Zintuden supo que tendría que correr. Quedaba poco para anochecer.
El camino a la cripta estaba señalado por unas estatuas extrañamente limpias que
brillaban con una luz interior, mágica sin duda.
- Son las imágenes de los héroes de Ehb que están enterrados en las criptas – Se
apresuró a señalar Edgaar.
6
La entrada a las criptas era en superficie un edificio pequeño de tejado triangular con
escalones que descendían amenazantes.
- Nosotros no pasamos de aquí, lo siento, pero no somos guerreros y esas criptas
son un lugar a donde no entras por gusto, a no ser que seas masoquista, entonces
sí que entras.
- Muchas gracias por vuestra ayuda, tomad, esto es vuestro – Zintuden se rascó
los bolsillos – oro que le quite al krug, por los desperfectos.
- Gracias, amigo, eres muy generoso.
- ¿Yo?, no, es que no quiero que me tintineen los bolsillos ahí dentro, me pondría
muy nervioso.
La pronaos estaba decorada con columnas adosadas y hornacinas para los exvotos. Las
figuritas representaban a orantes o sacerdotisas, en Ehb la religión estaba en manos de
las mujeres. Un arco de medio punto señalaba el inicio de las tumbas, la puerta de
piedra giro obediente. A la luz de la antorcha lo primero que llamo la atención de
Zintuden fueron los muebles de madera intactos, bancos y baúles perfectamente
conservados, no tenía tiempo de adivinar la razón: allí no había insectos ni ninguna
clase de vida, allí todo estaba muerto y permanecía muerto.
El suelo reseco crujía al son de sus pasos, las sombras bailaban al meneo de su antorcha,
agobio, oscuridad, múltiples desvíos donde tan solo su instinto animal ( o quizás los
números grabados sobre los dinteles) le permitió encontrar el camino.
Pero una cosa gris y flaca estaba en medio.
Muchos se hubiesen asustado al ver el esqueleto, pero a Zintuden solo le produjo un
momento de adrenalina que se extinguió al recordar lo que Lenzedia le había contado
sobre los esqueletos andantes: no eran de verdad, no estaban hechos de huesos, lo cual
era lógico porque ¿Cómo iban a desplazarse unos huesos sin músculos que los
empujasen?. En realidad los esqueletos no llegaban a ser ni siquiera fantasmas, eran
medio fantasmas que surgían de los vapores que desprendían los huesos de los
enterrados combinados con algún tipo de magia negra. No eran demasiado peligrosos a
no ser que te dejases llevar por el pánico, cosa que ocurría frecuentemente a quienes no
tenían un amiguito, en este caso, amiguita con conocimientos sobre la naturaleza y
hábitos de las criaturas fantasmales.
Zintu se pegó al muro de piedra y avanzó deprisa para esquivar al esqueleto, que al
principio intentó seguirle pero pronto se quedó atrás, ya que nunca se separaban mucho
de su tumba.
Iba a seguir cuando vio un brillo sobre un pedestal a su derecha. Se acercó a curiosear y
resultó que era un libro de tapas brillantes. No tenía tiempo para eso, aunque, por otra
parte, Lenzedia nunca le perdonaría haber dejado allí un libro misterioso, lo metería en
7
el zurrón. Entre tanto, el esqueleto le había seguido, algo muy inusual, y aun más que
diese un salto, Zintuden, sorprendido, tiro el libro al suelo.
Fue algo instantáneo, en cuanto el libro se abrió por el medio, el esqueleto se convirtió
en una nube de polvo que voló hacia sus hojas y desapareció.
- La leche. – fue lo único que se le ocurrió decir a Zintuden.
Se acercó al libro, lo cogió con precaución, lo volteó, lo abrió y lo sacudió como se
sacude un sombrero con porquería, pero no cayó nada de él, así que se lo volvió a
guardar y siguió su camino.
Lenzedia estaba perdiendo la razón a pasos agigantados, pensaba que no volvería a ver
la luz del sol ni sentir el viento en su cara. Comprendía que se había convertido en una
esclava subterránea.
La vigilaban constantemente.
Trabajaba sin descanso entre lapidas y sarcófagos.
Estaba sucia y hambrienta.
Ahora se daba cuenta de su grave error: Cuando aquellos bárbaros se dejaron caer sobre
el pueblo turístico donde se había alojado no debió presumir de ser hechicera.
La oyeron, la entendieron, pero en lugar de respetarla y temerla, la pusieron un cepo en
los brazos y la tiraron a una carreta que pareció salir volando.
Mordió y pateo, pero a los krugs eso les divertía, incluso la jaleaban escupiéndole
cerveza a la jeta.
Estaba intentando soplarse la espuma rancia de los ojos cuando notó que la bajaban del
carro y después todo fue oscuridad y confusión, todo muy críptico, porque estaban en
una cripta.
El krug que hablaba un poco de Ciudadano la dijo que tradujese las lapidas labradas con
letras mágicas. Este tipo de letras tenían la particularidad de retorcerse como serpientes
liquidas así que era difícil pillar lo que decían.
Ahora mismo no sabia si eso era una H o una A, no podía concentrarse con tan poca luz
y con . . . ruido.
¿Ruido? Si, un cuerpo había golpeado contra el suelo piedroso.
Se froto los ojos cansados, se oyó otro ZUM y otro golpe.
No era su fantasía.
¿Dónde estaban los krugs?. Miedo, mucho y aprisa, se apoderó de ella porque, a fin de
cuentas, ¿Qué más aparte de los krugs podría haber en aquella cripta?, nada bueno, eso
seguro, ni hadas ni elfos rubitos ni unicornios de colores se distinguen por habitar en las
criptas.
Quizás había llegado el momento de intentar escapar
Se acurrucó más contra la esquina.
Una sombra que no apestaba a krug bastó para hacerla gritar.
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- AAAHHHH.
- Lenze, ¡que soy yo!
- ¿Zintuden?
Se lanzó sobre él como una torta se lanza a la boca, le abrazó como un mordisco y se lo
comió a besos. Zintu estaba de lo más satisfecho y hubiese seguido así un buen rato u
horas más, pero entonces los curiosos dedos de Lenzi palparon el zurrón que él traía.
- ¿Qué me has traído, Zintu?
- Pues, no se si te interesara, he encontrado un libro por ahí abajo.
- ¿un libro?, ¿en la cripta? – A Lenzedia empezó a brotarle la baba como un
torrente.
- Pero, espera, le puse al fondo, antes de dártelo tengo mas cosas.
- ¿Qué cosas?, ¿Qué cosas?
- Un gorro azul para la lluvia, póntelo, un chaleco para el frío, te hará falta al salir
al aire, una daga, te será muy útil, ah, la cantimplora.
- ¡¡¡El libro!!!, ¡dámelo de una puta vez!
- Vale, vale, aquí esta, mira que bonito.
- Un libro de hechizos, maravilloso.
- Vaya, por si no te gustara bastante jugar con fuego.
Zintuden se dio la vuelta y pusose en cuclillas dejándola por imposible.
- ¿Qué coño haces? - dijo ella extrañada.
- Estoy registrando los cadáveres.
- Deja tus ansias necrofílicas por una vez y respóndeme a una pregunta.
- ¿Cuál?
- ¿Lo has hecho alguna vez sobre un sarcófago?
9
3.
Ciudad de Stonebridge, una mañana silenciosa y gris, un poco deprimente, pero la
noche había sido peor: fuego, flechas, pillaje, cortesía de los krugs que se habían dejado
caer por la costa.
Ahora el humo de las granjas quemadas se confundía con la bruma, una bruma que
podría esconder otra incursión, por eso Ordus vigilaba sobre las puertas de la muralla,
único paso hacia la ciudad por el oeste.
Lo que Ordus vio aparecer por el camino del oeste no fue un ejercito, ni una banda, ni
siquiera un equipo. Fueron dos figuras las que venían con paso firme y sin prisas.
No se lo creía. Por eso consultó a su compañero.
- Señor, ¿le importaría mirar hacia la playa?, creo que tenemos visita.
- Sin duda, señor, aunque no parecen krugs.
- Eso mismo me había parecido a mí.
- Los krugs siempre caminan como si sujetasen un pesado garrote en cada mano.
- Y muchas veces es así.
Mientras, la pareja ya había llegado hasta las puertas. Iban sucios hasta las cachas, se
quitaron las capuchas.
- Señor y señora, deténganse.
- Somos . . . – empezó a decir Zintuden.
- La princesa Lenzedia de Vulpendia y su escolta.
- Oh, vaya, pues, permítanme invitarles a una taza de te – dijo Ordus.
Lenze sonrio satisfecha.
- ¿Ves como hay que decir las cosas?
La casa de Ordus tenía chimenea y muebles de estilo civilizado (no troncos huecos de
árbol como se había puesto de moda últimamente) tenía hasta una alfombra.
Ordus les sirvió el prometido te y les puso en antecedentes : la noche anterior una
numerosa banda de krugs habían atacado la ciudad desde la playa. Afortunadamente los
ciudadanos contaban con las maquinas de guerra, una catapulta y una ballesta, que junto
con los arqueros habían puesto en fuga a los salvajes.
La ciudad había resistido pero las granjas habían sido abandonadas y ahora todas las
casas de murallas adentro estaban llenas de refugiados, incluido el templo de Azunite.
Si necesitaban ayuda les aconsejo ir y hablar con la sacerdotisa.
- Ya, pero antes quisiéramos hablar con el alcalde.
- Lo están haciendo.
- Uhu.
Ordus les interrogó sobre todo lo que habían visto en las granjas y en las criptas. Tomó
nota y se despidió, no quería abandonar su puesto en las murallas durante mucho
tiempo.
10
Zintuden y Lenzedia, con el deber cumplido, se dirigieron hacia el templo.
En el centro de la plaza había una fuente rodeada de un cantil de piedra, al menos agua
no faltaría allí.
La ciudad de Stonebridge debía ser preciosa en otras circunstancias, encajada entre los
acantilados y las colinas, bien protegida, con su playa y su puerto, pero ahora estaba en
horas bajas.
Muchos paisanos se afanaban en reparar los cuatro molinos construidos sobre sillares de
piedra que aprovechaban la corriente de aire entre el mar y la tierra, aunque no tuviesen
nada que moler.
- ¡Eh! ¿no íbamos al templo?
- Por favor, Zintu, allí se refugia la plebe, antes de plantearme la posibilidad de
hacinarme con ella quiero intentar pillar una cama en la posada.
La posada de Ethan era un amplio edificio amarillento de dos plantas y desván donde se
hacía la vida social de la ciudad. Una gran barra en forma de L distribuía entre las
abarrotadas mesas lo poco que quedaba en la despensa.
- La posada esta llena – dijo Ethan nada más verles sentarse a la barra.
- Le advierto que soy una princesa.
- Y yo le advierto que esta muy buena.
- ¿Qué?
- La tarta de higos.
- Ah, pues tráigame un trozo.
- Lo mismo para mí.
Pagaron la nutritiva tarta con oro krug, cuando estaban apurando las migas, Ethan
volvió a hablarles.
- Otra advertencia, señor y señora, nuestros vecinos de las granjas tienen prioridad
a la hora de ser acogidos, y son muchos, no encontraran sitio donde quedarse.
- Es comprensible – dijo Zintuden con flema. Ella no le contradijo.
Camino del templo, Lenzedia expreso su opinión libremente.
- ¡Vaya mierda de pueblo!, pero tienes razón, la hospitalidad empieza con los de
uno.
En el templo tampoco había sitio, además allí se atendía a los heridos, lo cual no era
plato de gusto.
- ¿Qué tal esta, amigo? – le pregunto Zintuden a un sargento con la cara recién
cortada.
- Como decimos en Stonebridge: “la guerra es bella, pero sus consecuencias son
horribles”.
11
Lenzedia no entendía de magia curativa (la más complicada de todas las magias) así que
invito a Zintu a salir de allí.
- ¿Algún plan?
- Déjame pensar, mmm, vamos al molino, si tampoco hay sitio al menos
podremos comprar algún pan.
Subieron las escaleras del molino y en cuanto entraron dentro sintieron en sus gargantas
que el aire estaba cargado de polvo y harina, casi fue un alivio cuando la atractiva
molinera les dijo:
- Aquí no podéis quedaros, en cuanto al pan, no se . .
- ¿Se debe a que somos extranjeros? – pregunto Lenzedia con retintín.
- No, se debe a que no habéis demostrado estar aquí para ayudar, en estos tiempos
no se puede uno fiar de nadie.
- Aha, ya entiendo, nosotros estamos dispuestos a ayudar si con ello . . .
- La cuestión es ¿Hay alguien que necesite nuestra ayuda?
- ¿sabéis matar bichos? – dijo la molinera después de pensarlo un rato.
- Nos llaman los Matabichos, señora – respondió Zintuden muy ufano.
- Entonces . . .
La molinera les explico que la comida estaba escaseando de tal manera que ella estaba
allí barriendo la harina que se había salido de los sacos para aprovecharla (de ahí la
polvadera) no había que hacerle ascos a nada y mucho menos a los peces que se
acercaban a la playa, pero había un problema, los krugs habían soltado unos bichos
carnívoros llamados scrabas que se habían instalado en la arena de la costa y no dejaban
acercarse a nadie.
- La milicia ha intentado matarlos a flechazos, pero esos asquerosos se entierran
bajo la arena y no hay manera.
- Mmm, creo que lo que necesitáis es un poco de magia.
La molinera nunca había visto un espectáculo de magia y salio detrás de aquellos dos
extranjeros con la esperanza de ver algo nuevo.
Varios vecinos la vieron salir del molino y la preguntaron si había tenido algún
problema con aquellos dos forasteros.
- No, pero dicen que van a hacer magia.
Observada ahora por un grupo de vecinos, Lenzi se puso a cuatro patas y pego la cara a
la arena, pero junto al límite de la arena dura, no quería que uno de esos bichos
carnívoros la diese un bocado. La playa no era muy grande y enseguida vio a uno de
ellos. Mas exactamente vio su aura, todos los animales desprenden una, y esta flotaba
sobre la arena, delatando a su poseedor.
- ¿Puedes conseguir una jabalina o algo parecido? – pregunto a Zintuden.
- ¡¿Alguien me presta una jabalina o algo parecido?!, ah, gracias.
Lenzedia abrió su zurrón y sacó con cuidadoso amor el libro de la cripta.
12
- Veamos si eres tan bueno como pareces.
La mano siniestra sobre el libro y la diestra sobre la arena señalando al aura del bicho.
En cuanto pronuncio las palabras un enorme escarabajo del tamaño de un perro grande
emergió de la arena chirriando como un loco.
Zintuden, también como un loco, le acribillo a lanzazos hasta que quedo hecho puré de
bicho.
Una hora y pico después los pescadores de Stonebridge estaban en la playa y Zintuden y
Lenzedia ya tenían donde quedarse por la noche.
Era una cuadra pero ¿Qué más da?. Así lo comentó Zintuden cuando estaban
acurrucados en ella.
- ¿Lo ves? Llegamos como extranjeros, nadie nos quería y desconfiaban de
nosotros, pero demostrando que queremos ayudar hemos conseguido su respeto
y su agradecimiento, ese es el camino.
- Pero ante todo hay que darle las gracias a alguien . . . al maravilloso libro
críptico, ¡ay librito, como te quiero! – mimoseo Lenzedia abrazando sus viejas
pero brillantes tapas.
- Eso es una cochinada, una desviación, ¡amar los libros!, ¡puaj!, ¿a quien se le
ocurre?
13
4.
Aunque el sol ya estaba en lo alto sobre la ciudad de Stonebridge, no calentaba nada.
Lenzedia recordó que ayer al caer la tarde la temperatura bajo rápidamente. Cuando
fueron a las murallas para ver como estaba la situación se lo comentaron al alcalde
Ordus, que estaba acompañado por Gyo, un veterano arquero.
- Hace frío aquí ¿no? Me refiero, para esta época del año.
- Sí, se debe al cambio climático.
- Efectivamente, el cambio climático – Corroboró Gyo con total seguridad.
- ¿Qué es eso? – pregunto Lenzedia con su tono “especial inocencia”, había
captado que Gyo la miraba disimuladamente el escote.
- Cada vez hace más frío, es por culpa de los pájaros, cada vez hay más pájaros y
con sus vuelos provocan corrientes de aire que enfrían el reino, además su
plumaje refleja el calor del sol hacia arriba, estamos pensando en como acabar
con ellos.
- ¡Que cosa!, pero ¿seguro que es por los pájaros?
- Segurísimo, señora, lo han dicho los mas altos eruditos del reino reunidos en
consejo.
- A mi me parece que uno dijo una chorrada y los demás, como no tenían ni idea,
se unieron a ella – apuntó Zintuden, que se atrevió a formular lo que Lenzedia
pensaba íntimamente.
Ordus iba a replicar cuando un grito mucho más apremiante le detuvo.
- ¡Los krugs han vuelto!, pero son muchísimos y traen maquinas de asedio.
En pocos minutos se formó una buena en toda la ciudad.
Zintuden y Lenzedia vieron que Ordus hacía una piña con los hombres de su círculo de
confianza, se sacaba su pipa, la encendía y debatía las opciones.
- Quizás lo más sensato sería pedir refuerzos, los más cercanos serían los de la
Villa-en-la-mina, pero los ciudadanos de Stonebridge tenemos nuestro honor, no
podemos ir a suplicar a esos enanos hasta que la situación sea desesperada.
- Pffff – respondió Zintuden.
- Señor alcalde – una lucecita acababa de brillar en la cabeza de Lenzedia –
nosotros no somos ciudadanos de Stonebridge, no tenemos honor, podemos
suplicar y arrodillarnos ante los enanos hasta hartarnos.
- ¿Cómo?, bien, no se, esa sería una solución.
- Una solución muy sensata, si me permite decirlo, señor – dijo uno de los
allegados del alcalde.
- Si, pero, ejem – dijo otro en voz mas baja – hay un pequeño problema desde mi
punto de vista, no podemos confiar ciegamente en dos extranjeros ¿verdad?,
alguien debería acompañarles.
14
Los dos citados no oyeron esto último porque ya se habían alejado en dirección a la
tienda de “todo a tres”.
- Lenze, ¿estas trastornada? – pregunto Zintuden que no estaba acostumbrado a
que Lenzedia se ofreciese voluntaria para misiones de paz.
- Cállate, ya has oído, vienen con maquinas de asedio, hay que salir de aquí
inmediatamente, ¿y si vienen a por mí?, ya ves lo interesados que estaban en que
les tradujese aquellas lapidas, no me extrañaría nada. En todo caso, es la primera
regla en las ciudades bajo asedio: huir. Y además así, secundariamente, damos el
aviso a los enanos.
- Pero no sabemos como ir hasta allí.
- Eso puede arreglarse.
Unos minutines después.
- Gyo, ¿no podría guiarnos hasta las minas?, su ciudad necesita ayuda y yo
también le estaría muy agradecida.
- Bueno, yo, ehr – Gyo pego su espalda contra la pared de troncos de Ethan´s,
Lenzi prácticamente se le había echado encima y sus tetas le rozaban, los krugs
estaban a punto de llegar y no había tiempo para sutilidades.
Los hombres somos previsibles, ¡mucho!. Gyo habló poco después con Ordus y accedió
gustoso a su idea de guiarles hasta Villa-en-la-Mina.
- Lenzi, ¿Por qué eres tan mala? – Zintuden formuló una pregunta completamente
ociosa.
- No soy mala, - protestó Lenzedia - mírame bien, este cuerpo que tengo, ¿Qué te
parece? Yo creo que es un cuerpo diseñado especialmente para atraer, seducir,
cautivar y destrozar el corazón a los hombres, si dios padre me dio este cuerpo,
¿Quién soy yo para llevarle la contraria?
Antes de salir tuvieron que solucionar que equipo llevarían. Cuestiones como:
- Esa armadura es de mujer, no pienso vestirme con ella.
- ¿Van a comprar una mula?
- No, ya tenemos a esta, ¡ay! – coscorrón de Lenzi.
Una pequeña algarabía se reunió junto a la Puerta de las Colinas, que era como
llamaban a la puerta norte, más para despedir a Gyo que a ellos, pensaba Lenzedia.
15
5.
Vigilar era un aburrimiento, en un primer momento, el krug vigía estaba cansado pero
no demasiado, después algo le llego por el aire y cayo en una suave modorra, pero el
pensó que era normal, finalmente se quedo profundamente dormido, pero eso fue
cuando recibió un garrotazo en la cabeza.
Zintuden se había acercado gateando por el matorral y ahora avisó a sus dos
acompañantes para que subiesen al puesto de vigía desde el que se dominaba el camino
a la mina. A Gyo no le gustó lo que vio:
- Lo que me temía, los krugs han ocupado el paso y las colinas, es imposible
pasar.
- Entonces volvamos a Stonebridge y esperemos allí sentados a que esto se
resuelva por si solo.
Gyo buscó algún rastro de sarcasmo en la propuesta de Zintuden, pero no lo encontró.
- Me temo que eso de esperar sentados no entra dentro del carácter de los
stonebridgelinos, hay que avisar a la mina e incluso a Graten cuanto antes.
- Pero acabas de decir . . .
- Hay otra alternativa, pasar por debajo, cruzando los subterráneos de la ciudad
imperial abandonada, allí es imposible que haya krugs.
- ¿Por qué estas tan seguro, Gyo?
- Oh, ellos le tienen pánico al hombre-araña.
- Ah, – Zintu se rascó la cabeza – entonces todo arreglado, seguro que ese
hombre-araña es la leche de amable, ¡con ese nombre tiene que serlo!
- Me temo que no. Veréis, el hombre-araña es, o mejor dicho, era un poderoso
mago que se llamaba Petrus Parkete, tenia la delirante teoría de que mediante sus
hechizos podría adquirir las habilidades de una araña, como trepar por los muros
y hacer primorosos bordados, pero en lugar de eso se convirtió en un engendro.
Muchos lo han visto rondar por estas colinas y no todos estaban borrachos.
- ¿Un poderoso mago, dices?, ¡quiero verle!
Una hora y media más tarde el deseo de Lenzedia se cumplió.
Le vio muy muy de cerca, estaba oscuro, pero el engendro estaba justo encima de ella,
con sus ojos múltiples clavándose en los suyos, su boca babeando sobre sus pechos y
seis patas de araña recorriendo su cuerpo, pero lo peor eran las dos patas restantes, que
no eran patas, sino manos frías y húmedas que la palpaban con una lujuria enfermiza,
entonces la cogieron del cuello, levantaron su cabeza y sintió una lengua sobre los ojos.
Pero Lenzedia supo que no acabaría de aquella forma.
El libro, estaba tirado en el suelo delante de ella, vio brillar sus letras débilmente. Si
pudiese . . .
16
Movió lentamente la rodilla sin que el engendro lo advirtiese y se impulsó con su bota
contra el viscoso pecho, su mano consiguió posarse sobre el libro, pero el monstruo era
demasiado rápido, la golpeó en el brazo, ella solo consiguió aferrarse al libro con la
punta de los dedos, el arácnido tiró de ella y ella arrastró el libro por el suelo, las tapas
se abrieron y entonces sucedió algo imprevisible.
Unas volutas de humo amarillo brotaron de las páginas del libro, primero eran tenues,
después se hicieron más densas, polvo, después, arena, después cachitos grises que se
fueron uniendo uno a uno hasta formar un esqueleto humano: el esqueleto de la cripta.
Al parecer, el hombre araña quería seguir siendo el amo de la ciudad subterránea y no
admitía que ningún otro monstruo le hiciese sombra porque se lanzo contra el esqueleto,
despreocupándose de Lenzedia y tirándola al suelo como una cosa usada.
Sin embargo su ataque no hizo ningún daño, el esqueleto era un espectro, una cosa
gaseosa que no sufría. El brujo araña lo supo demasiado tarde y en su mente empezó a
formarse un recuerdo:
El recuerdo de alguien que le decía que tendría un recuerdo, esto era inquietante ¿no?.
“Algún día te acordaras de mi, y sabrás que es el día de tu muerte”, le dijo aquel
estúpido caballero al que asesino junto a su prometida largos años ha, que curioso, ahora
se acordaba de él, ¿no le habían enterrado como un héroe en la cripta sagrada?.
La asociación de palabras cripta-esqueleto le vino a su afilada mente aracnida-brujeril y
eso era aun más inquietante. El caballero había conseguido volver para vengarse, ¿pero
como era eso posible?
Mientras, Lenze no sabía nada de estas antiguas disputas y decidió que ese era el
momento ideal para salir por patas de allí.
Había unas escaleras de piedra, sin duda llevarían a alguna parte, ni siquiera en un lugar
tan asqueroso la gente construiría escaleras solo por tocar las pelotas. Rodó silenciosa y
velozmente por el suelo mohoso, era un truco muy útil que había aprendido en alguna
taberna, pero lo importante es que ninguno de los monstruos la hizo caso, y lo ultimo
que oyó antes de esfumarse por la escalera fue el grito rabioso y moribundo del mago
araña.
Tropezó, se llenó la cara de telarañas, pero siguió subiendo hasta que sus ojos
distinguieron algo más de luz en la penumbra, y luego, voces.
El reencuentro fue emocionante y Lenze lloró en brazos de Zintu, es que con la edad se
iba haciendo más tierna. Les contó todo lo sucedido.
- Ese arañón casi te come, ¿ves lo que pasa por no hacerme caso?
- Oye, parece que fuese tu esclava.
- No, Lenze, eres mi chica para todo y no te cambiaría por nada.
- ¿Ni siquiera por una arquera de nivel 15?
- Ni por un ejército de arqueras.
- Ay, ¡que cosas tan bonitas dices!
17
6.
Silencio. El bosque que crecía sobre las colinas, silencioso, las colinas que rodeaban la
mies, quietas; la mies que rodeaba las casas, silenciosa; las casas de grandes vigas,
estáticas.
Villa-en-la-mina estaba desierta. No había nadie a quien dar el mensaje.
Tan solo había la posibilidad de gritarlo hacia la boca, grande, oscura y amenazante de
la mina que se abría al final de la calle principal.
El trío avanzó, también silenciosos, mirando por todas las ventanas, nada.
Gyo estaba hundido, al verle así Lenzedia intentó encender alguna luz a la esperanza.
- A lo mejor están todos trabajando dentro, sí, porque los enanos son muy
trabajadores ¿no?
- No, aquí ha pasado algo, algo malo.
Tan solo pronunciar estas palabras un rápido “tak tak tak” resonó desde la bocamina,
Zintu se olvidó de pensar en la posibilidad de que hubiese algo de valor en las casas y
sacó su espada, Gyo su arco y Lenzi no tuvo tiempo de concentrarse lo suficiente para
lanzar un hechizo porque un macizo y humeante enano salio de la mina en aquel preciso
instante.
Al ver a tres desconocidos en actitud amenazante en medio de la calle de su villa el
enano, viéndose sin armas, se agachó a coger piedras para tirárselas, pero luego se lo
pensó mejor. Sabía que los auténticos enemigos estaban dentro de la mina.
- ¿Quiénes sois y que hacen tres finolis aquí?
(finolis es el apelativo que dan los enanos a quienes no son enanos)
- Suelta esas piedras.
- Soltad vosotros las armas.
Convencer a un enano de que esta en inferioridad de condiciones es una tarea
completamente inútil, así que Lenzi, que lo sabe muy bien, pasa a la diplomacia.
- Venimos de Stonebridge a pedir ayuda contra los krugs. – ante la mala cara que
pone Gyo Lenzi rectifica – pero lo hacemos por propia voluntad, no porque nos
lo hayan pedido.
- Ahora te toca a ti – dice Zintu dirigiendo una burlona reverencia al enano.
- Me llamo Gloer, soy guardia minero.
- ¿Eim? ¿guardia?
- Soy el que cuida que los demás mineros no se maten entre ellos.
- Ah, ¿y eso ocurre con frecuencia?
- No voy a decirte que no. Precisamente estábamos en medio de una pelea cuando
llegaron los krugs, los muy cerdos nos cogieron desprevenidos, yo he
18
conseguido escapar llevándome a algunos por delante, pero la mayoría de mis
colegas están ahora encerrados al fondo de la mina.
- La mina atraviesa la montaña ¿no? – pregunto Gyo.
- Si, claro, pero no esta permitida la entrada.
- ¿En que estas pensando, Gyo?
- Atajando por la mina llegaríamos a Graten en poco tiempo, es la capital y allí
esta la legión, encontraríamos refuerzos seguros.
A Lenzi la idea le pareció de perlas, en Graten era donde vivía el mago maestro con el
que quería estudiar.
A Gloer no le hizo ninguna gracia el comentario, se puso chulo.
- Os lo he dicho, es una mina privada, no esta permitida la entrada a los no-
enanos, además sin un guía . . .
- Oye, esta no es una visita turística, tenemos prisa por llegar a Graten, así que no
nos vengas con prohibiciones.
- Bien dicho, Lenzi, los enanos no entienden de diplomacia – secundó Zintu sin
sospechar los motivos de su compañera.
- ¿Ah si? – Gloer se puso en posición de comenzar una pelea estilo enano, pero al
parecer se lo pensó un poco mejor, sonrió malévolamente y se apartó de ellos –
pues si tantas ganas tenéis de entrar, hacedlo, venga.
- Este repentino cambio de actitud es sospechoso – dijo Lenzi, acariciándose la
barbilla - . . . pero nos favorece, así que ¡vamos a la mina!
Tras la boca, un corto túnel desembocaba en una gran bóveda donde se almacenaban en
perfecto orden enano (cuadriculado) vagonetas, picos, mazas, travesaños y demás
material. Lo que no había eran candiles.
- seguro que están en alguno de estos túneles secundarios – dijo Gyo que parecía
conocer mejor el asunto de la minería.
Como había muchos, decidieron separarse y buscar por separado, una estrategia que
siempre ha funcionado de maravilla en las historias que se cuentan al lado de la lumbre.
Lenzedia se metió por uno de los túneles laterales y avanzó por el hasta que se encontró
con una zona inundada, no supo que hacer hasta que vio que había algunas rocas que
sobresalían de la oscura superficie, se acercó con cuidado, quizás pudiese saltar sobre
ellas, aunque, fijándose con mas atención, vio que estaban cubiertas de una especie de
líquenes marrones, podría resbalar fácilmente.
Entonces una roca saltó sobre ella, tenía bigotes y dos ojos rojos.
Lenzedia corrió como el diablo hacia el túnel principal.
- ¡Zintu!, ¡vámonos de aquí!
19
Gloer se había sentado al sol, esperando, primero oyó los gritos y poco después oyó los
pasos a la carrera que se aproximaban a la entrada del túnel.
- ¡Ja!, ya sabía yo que no iríais muy lejos, larguiruchos.
- Las ratas . . . ¡ había ratas! – jadeó Lenzedia blanca como la leche – eran …
grandes, ¡GRANDES!.
- Si, idiotas, ya se que hay ratas y si no conocéis el camino os encontrareis con
cosas aun peores allí abajo.
Cuando recuperó el aliento Lenzi solo tuvo una cosa que decir:
- Vale, enano, lo siento, tenias razón, puedes acompañarnos.
- ¡Pues vamos alla!, ¡sin tregua!, aun quedan muchos krugs que machacar.
En la imaginación de los tres humanos no cabía una mina de un tamaño semejante,
túneles, raíles, depósitos, grandes filones, cavernas naturales de techos espinosos,
cúpulas negras e insondables.
- Menudas maquinas – señalo admirado Gyo.
- Solo los enanos sabemos construirlas y repararlas.
Junto a una pared había unos enormes depósitos cilíndricos de metal que llamaron la
atención de Zintu.
- ¿Qué hay en esos tanques?
- Cerveza . . .¡oye! deja ese grifo.
Entre la cabezonería de Zintu o la de un enano no se sabe cual hubiese ganado porque
en aquel momento un resplandor en la vuelta del túnel les avisó de que no estaban solos.
Un tropel de krugs portando antorchas y armas entró en la sala de los tanques, pero no
fue eso lo que casi hizo salir de su escondite a Gloer, fue la visión de todo el oro y
piedras preciosas que se llevaban. Afortunadamente allí estaba también escondido Zintu
para recordarle que no merecía la pena.
A partir de ahí, fueron encontrándose con más grupos de krugs, pero no fue difícil
esquivarles, primero porque las minas ofrecían una gran variedad de escondites para un
grupo tan pequeño y segundo, porque los krugs eran tan ruidosos y estaban tan
ocupados (y divertidos) saqueando que lo último que les preocupaba era que tuviesen
visita.
Siguieron descendiendo y Lenze se paró para beber de la cantimplora, se asustó al ver
que unos ojos rojos la miraban desde una grieta de la cueva. Debió gritar porque sus
compañeros acudieron inmediatamente y el bicho, que era la cosa más rara que habían
visto en su vida, se esfumó deslizándose entre las sombras.
- ¿Qué clase de criatura es esa, un demonio? - preguntó Lenze a Gloer.
- Un ángel, más bien, lo digo porque estas criaturas vinieron del cielo, hace
muchos muchos años, cayó de lo alto un gran escudo de metal, envuelto en
llamas, dicen que era el escudo de un gigante que habitaba entre las nubes,
20
también dicen los viejos que estas criaturas estaban dibujadas sobre la superficie
del escudo, pero cobraron vida y se refugiaron en las cuevas, donde se han
reproducido.
- ¿Son peligrosos?
- No, pero tampoco sirven para comer.
Llegaron a una gran zanja, una zanja monstruosa, que podría haberse llamado cañón, de
no ser porque no era obra natural sino de excavación de los enanos. Paradojas de la
vida, la zanja que tanto se habían afanado en profundizar, ahora les servía de prisión.
En efecto, Lenzi se asomó y pudo ver a un gran número de enanos, todos ellos en
distintos grados de enfado, pero sin poder hacer nada al respecto.
Gloer señalo a unas grúas como las que se usan en los puertos fluviales para descargar y
cargar las bodegas de los barcos que estaban colocadas al borde de la zanja.
- Usando esas podemos sacarlos.
Los cuatro se acercaron a las grúas, por lo visto, Gyo también sabía manejarlas, pero
Lenze estaba preocupada por otra cosa.
- Espera, en cuanto vean moverse estos armatostes, los enanos seguro que
comenzaran a armar alboroto, y no queremos eso.
- No, supongo que no, ¿que sugieres?
Lenze no emprendía ningún viaje sin llevar con ella su lápiz de ojos, lo saco, pero en
vez de retocarse escribió el siguiente mensaje “Silencio, pasa la voz” en una tabla que
arrojó seguidamente a la zanja.
En otras circunstancias el impacto de la tabla sobre la cabeza de un enano hubiese
comenzado una pelea monumental, pero sin cerveza y sin comida los ánimos no estaban
muy propicios para peleas, y los enanos pueden ser muy disciplinados cuando es
necesario.
Poco a poco la marea de enanos fue susurrando el mensaje y lazando su atención por
encima de sus cabezas, donde Gloer, ayudado por Zintu y Gyo estaban empezando a
mover las grúas.
Zintu se ofreció para bajar el primero y ayudar a subir a los enanos.
- ¡Gloer, creo que aquí abajo esta tu hermano! – berreó Zintuden.
Los dos hermanos se abrazaron con la fuerza de dos osos, aunque pareciesen ositos, más
bien. Al ver la escena a Lenzi se le cayó una lágrima.
- Es emocionante. Creo que me voy volviendo más sensible con los años.
Las grúas fueron sacando a todos los prisioneros y cuando salieron los últimos:
- Bueno, ahora que estamos rodeados de enanos llenos de una ira vengativa ¿cual
es el siguiente paso? - se pregunto Zintu.
- ¡Conseguir armas! – dijeron Gloer y su hermano a coro.
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Avanzaron todo lo silenciosamente que se puede avanzar con un tropel de enanos
siguiéndote los pasos, que no es moco de pavo. Asomándose a una esquina del túnel
vieron una cavidad rectangular bien iluminada: El arsenal.
Allí estaban expuestas a la luz de las teas multitud y variedad de hachas, espadas, lanzas
y demás material contundente.
- Vaya, ¿con que podríamos distraer la atención de esos guardias mientras
llegamos a las armas?
- Zintu, después de tantos años te conozco bien y creo que ya tienes la respuesta a
esa pregunta.
Los krugs se quedaron alelados al ver aparecer a una rubia en pelotas.
Pues sí, Lenze estaba como vino al mundo pero claro, con bastantes mas pelos en la
cabeza, kilos de peso y centímetros de altura en su escultural cuerpo.
Los hombres somos la mar de previsibles, y los hombres krugs mucho más todavía:
primero parpadearon incrédulos, luego se pegaron codazos entre ellos, alguno soltó una
risita babosa y al final todos se acercaron para ver más de cerca aquella aparición que
parecía haberse extraviado en su mina.
Zintuden y los enanos salieron de entre las sombras y arremetieron contra la armería
como niños (y un adulto) contra una bolsa de caramelos.
Mientras, Lenzi, su grupo de enanos, y Gyo, que en principio había protestado con la
idea del señuelo desnudo y luego había insistido en quedarse con ella para proteger su
virtud, recibían a los krugs cachondos con una lluvia de piedras a la cabeza, algunas de
las cuales hacían un efecto bumerang a efectos de la magia del libro.
El mas gordi-alto de los krugs tenia un enorme escudo, protegido con el, se burló de las
piedras y arremetió contra Lenzi, que reculó y terminó por tropezar con una piedra y
probando el suelo, ya se veía aplastada por el doble peso del krug y su escudo de hierro
cuando vio como sus mineros, con las manos desnudas saltaban como una jauría encima
del bestia, se quito a uno, se quito a dos, pero acabó por sucumbir bajo una montaña de
enanos, Lenzi no vio ni supo lo que paso allí debajo, ni quiso saberlo. Su atención ya
iba dirigida a otro de los krug, este era alto y delgado, que se las arreglo para esquivar
las piedras y parecía que conseguiría dar la alarma al enfilar un oscuro túnel que le
conduciría hacia sus camaradas de pillaje.
- Allí! – gritó a quien pudiera interesar.
Afortunadamente Zintu y Gyo estuvieron interesados y dispararon sus arcos hacia la
oscuridad, uno de ellos o quizás los dos acertaron, lo confirmó un grito.
Los enanos se parecen en cierto modo a los ibéricos, son generosos y hospitalarios con
los amigos, pero si se les traiciona o ataca sin motivo, su venganza no tiene límite.
Podéis imaginaros lo que paso con los krugs, os daré una pista: no fue agradable.
22
Cuando todo acabó, Gyo, Zintu y Lenze se plantearon seguir con su misión y así se lo
dijeron a quien ya consideraban un amigo, Gloer.
- Yo me quedo aquí, ahora tenemos un duro trabajo que hacer, limpiar las
interminables galerías, reparar las pesadas maquinas, sacar los cadáveres de los
krugs, quitar la sangre y demás restos orgánicos, ¿seguro que no queréis
quedaros a ayudar?
La propuesta era profundamente tentadora, pero Lenze no necesitó pensárselo mucho
para responder en nombre del grupo.
- Gracias por la propuesta, Gloer, nos encantaría, de verdad de la buena, pero
debemos llegar lo antes posible a Graten y avisar al gobernador.
Gloer, su hermano y sus compadres comprendieron y se mostraron agradecidos con los
tres finolis que les habían liberado de la zanja.
- El gobernador es amigo de los enanos, enseñadle este amuleto, por si acaso no se
fia de vosotros...
Para salir al otro lado de la montaña se usaba el elevador. Accionado por misteriosos
mecanismos el gran artefacto gruñó, chirrió y acabó subiendo por el túnel vertical, por
fin otra vez a la superficie, pero todo lo que habían pasado no le prepararía para la cosa
extraordinaria que iban a ver allá arriba.
Nada más llegar un cosquilleo en la piel les dijo que había algo que no andaba bien, el
cosquilleo era más bien, un tembleque, era frío.
Una gran luz blanca les dio la bienvenida, pero no era del sol.
La luz blanca venía del suelo.
¡Estaba todo nevado!
- Mierda, ¡es el cambio climático!
- Sí, pero esta nevada en plena primavera no la han provocado los pájaros – dijo
Lenzedia burlona. Poco después una bola blanca impactaba en su cabeza.
- Confirmo que esto es nieve y no mierda de pájaro – aseveró Zintuden
escondiendo la mano.
El camino hasta Graten era largo y ahora se veía entorpecido por la nieve, decidieron
que lo primero era buscar refugio para pasar la noche y alcanzar su destino al día
siguiente. No mucho más allá encontraron una granja a cuya puerta llamaron en busca
de hospitalidad, pero no hubo nadie que los abriese, visto lo visto entraron sin más
formalidades.
Una única habitación ocupaba toda la casa, no había muebles propiamente dichos sino
cajas de madera, en la pared del fondo estaba la chimenea y sobre ella habían construido
una plataforma de madera a modo de segundo piso, donde descansaban unos jergones.
- ¿Creéis que esta granja está abandonada? – se preguntó Lenzi.
23
- Es difícil distinguir si esta abandonada o simplemente los dueños son pobres de
solemnidad – respondió Gyo.
- O que son muy descuidados – añadió Zintu.
La intuición femenina de Lenzi tenía algo más que decir sobre algo que llamó su
atención al bajar la vista.
- Esa trampilla del suelo me da muy mala espina.
La abrieron con sumo cuidado, ante la eventualidad de que hubiese muertos vivientes,
una familia de caníbales o alguna de esas cosas que habitan en los sótanos de los
cuentos baratos, pero no había nada, a excepción de espacio, espacio era lo que sobraba
allí abajo.
- ¡Menudo sótano!
- Mucho sótano para tan poca granja – evaluó Lenzi.
- Ah, vosotros sois del oeste, no sabéis que en Ehb la mayoría de las cabañas y de
las granjas están construidas sobre los restos de construcciones anteriores, de la
época del imperio, ya veis, a ras de suelo no quedaba gran cosa, solo ruinas, pero
debajo es otro cantar, las construcciones imperiales subterráneas se mantienen
aun sólidas, por eso los granjeros de la primera migración aprovecharon para
levantar sus granjas sobre ellas, es muy útil tener un gran subterráneo bajo la
casa, sirve de almacén, silo, granero o refugio.
Lenzi pidió a Gyo que siguiese contándoles.
- Los tesoros más valiosos del antiguo imperio no son ni el oro ni las joyas,
cualquier artefacto o enser de aquella época es más apreciado por los
comerciantes, ¡esta zona esta trufada de ellos!, basta con dar dos paletadas en un
túnel para hallar algo, pero ¿sabéis lo más gracioso?, según las crónicas, los
antiguos vivían acongojados por lo que ellos llamaban basura, ¡menudos
idiotas!.
Antes de irse a dormir vieron un extraño resplandor azulado emerger de los montes
nevados, no era una aurora boreal, no era nada que hubiesen visto antes.
24
7.
Graten debía de ser la ciudad más inconquistable de Ehb, según vio Zintuden, y ahora
con la llegada del inesperado frío aun más, los ya de por si vertiginosos terraplenes que
rodeaban su camino de acceso ahora estaba cubiertos de traicionera nieve, las murallas
de piedra y gruesos troncos desanimaban a cualquier invasor, las torres de vigilancia
veían ahora cualquier cosa que no fuese blanca mucho más destacada.
Enseguida vieron por eso a aquel tipo con cara de duro parado a las puertas de la ciudad.
- ¡Hola tio!, me llamo Zintuden, ¿que tal van las cosas por aquí?
- ¡Hola!, me llamo Boryev, estos estúpidos legionarios no me dejan pasar, dicen
que no les gusta mi cara.
- Puedes decir que vienes con nosotros.
- Gracias, pero a vosotros tampoco os dejaran pasar, están en estado de alerta.
- ¿Con que fin?, ¿krugs? – sospecho Gyo.
- ¿Krugs?, no lo se, pero el otro día encontraron a dos pastores y a todo su rebaño
convertidos en estatuas de hielo, y algunos mercaderes han desaparecido.
Eran señales funestas, Lenzi y Zintu se miraron entre ellos, ¿cambio climático?, ¡y una
mierda!, había algo maligno detrás de todo aquello.
- Tenemos un amuleto enano, nos dejaran pasar – dijo Lenzedia convencida.
Así fue. A veces un pequeño gesto u objeto marcan la diferencia.
La ciudad era grande y estaba en problemas, como una ballena varada en la playa. Una
capa de sucia nieve y barro cubría las calles, era aun peor pues a sus habitantes se les
veía poco habituados a bregar con el semi solido elemento.
Avanzaron por una larga callejuela de piedra, entre casas de madera y ladrillo, gente de
todas las razas, todas sonándose los mocos, ninguna parecía muy contenta, excepto un
grupo de crios y unos perros, que jugaban encantados, los niños y los perros tienen
muchas cosas en común.
Tras pasar un curioso puente de hierro que cruzaba el canal que partía la ciudad en dos
llegaron a donde querían.
En la sede de gobierno unos legionarios plantados en las escaleras les impidieron pasar
y esta vez el amuleto enano no sirvió, pero no era culpa de nadie, resulta que el
gobernador Ibsen estaba fuera, ocupándose seguramente de alguno de esos sucios
asuntos políticos. Debían buscar un sitio bueno y caliente para esperarle.
- He estado en Graten más veces, el mejor sitio es aquel grande de la plaza. Yo
tengo que irme, he quedado con mi primo.
- Gracias, Boryev.
- No, gracias a vosotros, ¡y suerte!
El Suertudo Huggins era la mayor posada y el centro de la vida social de Graten, al
entrar se notaba un calor muy agradable pues justo en el centro del salón había un hueco
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en el suelo rodeado de un circulo de piedra y en el centro unas rojas brasas que también
servían para que algunos parroquianos asasen algún bocado.
Zintuden, sin fijarse demasiado en la decoración, enfiló directo hacia la barra.
- Bueno, antes de hablar con el gobernador, al que quiero dar buena impresión
voy a tomarme 4 o 5 cervezas, a ver si se me aclaran las ideas, ¡uy!, ¿Qué son
estos trapos que hay en el suelo?
Pero los trapos se agitaron y se quejaron, dándole un susto.
- Tranquilo, es Lorun de Vito, un viejo enano borracho – le informó la camarera.
- No es muy caritativo dejarle aquí en el suelo hecho un asco – Observó Lenzedia.
- Fue el quien hizo todos estos destrozos en el local – la bien dotada chica señaló
las quemaduras de las paredes – ih!, solo por eso ya merecería que le dejase a la
intemperie para que se congelase, lo único que me impide hacerlo es . . .
- ¿Qué?
- Ahí donde le ves, este viejo salvo Graten, una vez hace muchos años, fue
nuestro héroe, por entonces era un gran mago de fuego, aunque ya ves que en
ocasiones lo sigue siendo – La camarera señaló otra vez las quemaduras.
- Así que le dejas que se refugie aquí.
- Si, todo Graten tiene una deuda con él, y él con todo Graten, creo que nos debe
dinero a todos los gratinados.
- Pues mira por donde, a nosotros no nos vendría nada mal un mago de fuego.
Gyo estuvo de acuerdo con la idea de Lenzi.
- Fuego contra hielo, eso es elemental.
Zintu le invita a un par de copas y poco después, de una forma bastante fácil y barata el
mago enano ya forma parte del grupo y lo pasa en grande contándole su percepción de
la magia al escote de Lenzedia.
- Hay un mágico equilibrio en la naturaleza, una alternancia de luz y sombra, de
hielo y fuego, y esa es la verdadera magia, si este equilibrio se rompe, Lenzedia,
se produce el caos y la discordia.
El Suertudo Huggins estaba situado en la plaza mayor de la ciudad, así que cuando una
combinación de movimiento de los parroquianos y ruidos del exterior les alertaron de
que algo pasaba la pareja de extranjeros salio a ver.
Era el gobernador Ibsen, vestido de pieles y altivez, que regresaba a caballo con su
escolta.
- ¿Ese es el gobernador? - A lenzi no le gusto la primera impresión.
- Tiene cara de …
- Inteligente – interrumpió tajante Lenzi al adivinar que Zintu iba a decir “tonto” o
“idiota”.
- Lo es, es un sabio – dijo un tipo que pasaba por allí.
26
- Muchos pasan por sabios gracias a la ignorancia de los demás – susurró Lenzi al
oído de Zintu.
Salieron mostrando el amuleto enano en alto y el gobernador enseguida se fijó en ellos,
les hizo acercarse y le contaron con todo detalle la situación en Stonebridge y en la
Villa-en-la-mina.
- Son asuntos muy graves, me reuniré con el consejo y tomaremos las medidas
adecuadas para …. ( la aburrida y confusa chachara política de siempre)
- Gobernador, también quería preguntarle sobre el maestro Merik.
- Princesa, lo siento, Merik Desapareció poco antes de que cayese la primera
nevada, se ve que las desgracias nunca vienen solas.
De vuelta a la posada Huggins Lenzi soltó sus temores.
- No me gusta. Yo no creo que todo esto sea una casualidad, justo cuando a
Graten más falta le haría la ayuda de un gran mago, va y desaparece.
- Un poco raro sí que es, pero el idiota del gobernador no parece que opine lo
mismo. Y mientras, La Mina, Stonebridge y los demás pueblos siguen sin recibir
ayuda.
- No esta haciendo nada, ni tiene intención de hacerlo, lo que deberíamos hacer
seria reunirnos con los poderes civiles de la ciudad.
- ¿Poderes civiles?
- Si, ya sabes, los vip ... los administradores – Zintuden siguió con su gesto de no
entender – las fuerzas dinámicas de la sociedad ... los hombres de provecho…
- No te sigo.
Lenzi dio un largo y áspero suspiro que sonó como el eructo de un troll.
- Vale: el carnicero, el herrero y el boticario.
- Joder, Lenzi, ahora hablas claro.
Dentro de la posada les esperaban Gyo y Boryev con una afortunada coincidencia: el
primo de Boryev era el carnicero de la ciudad. 1/3 del trabajo ya estaba hecho. Para
festejarlo pidieron todos salchichas con patatas y comiendo siguieron conspirando, que
es como mejor se conspira.
- No hay herrero, hay herreras.
El primo de Boryev, un tipo con pinta de jabalí llamado Spoto, prosiguió con la
explicación.
- El maestro herrero no tuvo hijos, tuvo tres hijas, pero era muy cabezota y no
estaba dispuesto a que la tradición familiar se perdiese, así que ahora tenemos
tres herreras en Graten.
- Eso es loable – apuntó Lenzi.
- Si, hay que armar a las mujeres – afirmó Zintu.
- Me refiero a no encasillar a las hijas, Zintu.
- ¿Y del boticario que me decís? – prosiguió Gyo.
27
- Es rico, su hijo es el capitán más popular de la legión, es tan guapo y musculado
que todo el mundo cree que es por las pócimas que le da su padre.
- ¿Esas pócimas de que color son? – preguntó Lenze.
- Rojas.
- Que curioso, en nuestra tierra también son rojas.
- Siempre son rojas – afirmó tajante Gyo.
Lenze almacenó en su memoria: boticario y además rico. Convenía conocerle, todo el
mundo sabe que en “Los Reinos” sean de hadas, de princesas, de bárbaros o de
dragones, lo más importante es la salud y el oro.
- Bueno, ahora que estamos con la tripa llena, caballeros, ¿Por qué no damos una
ronda por la ciudad?
- Yo tengo que volver a la carnicería – dijo Spoto – los animales no se van a
destripar solos; bueno, a veces sí que lo hacen si juntas a varios vivos, sobre
todo si están en celo, pero lo dejan todo hecho un asco.
Spoto se fue, pero en ese mismo momento llego Lorun, se había lavado y peinado:
Efectos que tiene Lenzedia sobre hombres y enanos.
La herrería era la que quedaba más cerca, situada en un sótano de piedra en penumbra,
daba gusto porque se estaba calentito en un día tan frío. A Zintu también se le calentó la
imaginación al ver a las tres hermanas, musculadas sucias, sudorosas, dándole al fuelle,
al martillo y a las tenazas.
Se llamaban Rubi, Gema y Zafira.
Se mostraron desconfiadas hasta que vieron que su amigo Lorun estaba con el grupo, es
que el conocimiento del fuego une mucho.
El pequeño mago les explicó la situación sin escatimar elogios a Zintuden y Lenzedia:
- …Desde luego es una vergüenza para esta puta ciudad que sean dos finolis
forasteros con pinta de pervertidos los únicos que están dispuestos a mover un
poco las cosas.
- Esta claro que no podemos seguir así. Contad con nosotras – dijo Rubi, la
hermana mayor y la más grande – este frío va fatal para el negocio, nadie nos
había comentado que en Stonebridge pasa igual.
Ahora le tocaba al boticario. Rubi se ofreció para acompañarles, dejando a sus hermanas
a cargo de la fragua.
La casa de salud era un edifico que destacaba entre los demás, pues era grande y
redondo, como la torre de un castillo pero de poca altura.
Al ser preguntado por Lenzi ante esta cuestión Lorun la informó.
- Pascoco estudió de joven en oriente, vino de allí con ideas raras, entre ellas que
las esquinas de las casas dan mala suerte, aunque él lo llama yuyu.
A lo mejor no era una idea tan descabellada, porque Lenzi se sintió muy a gusto nada
más entrar allí.
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Era un negocio limpio y a la vez apestoso, por las muchas hierbas y cosas muertas que
había bajo su techo, expuestas en frascos y cestas, sobre estanterías que circulaban por
las paredes circulares, de todos los olores, sabores, texturas, y colores, aunque
predominase el color rojo, como todo el mundo sabe.
Pascoco era un larguirucho muy moreno de piel y muy blanco de pelo, vestía todo de un
radiante azul cielo, pero más que radiante se mostró desolado ante las noticias que le
contaron. Tenía muchos amigos en Stonebridge..
- ¡Krugs, nieve, granjas quemadas!. Esto es el fin de los tiempos, se veía venir.
- No seas agorero, boticario – Gruñó lorun.
- Si este frío sigue pegando así no tendrá nada de agorero.
Ante las palabras de Lenzi todos guardaron silencio. Era algo que asustaba a todos, un
invierno largo, un invierno que siguiese y siguiese y siguiese.
- Vamos, digo yo que habrá que avisar al rey – dijo Rubi, que era muy
monárquica.
- Ah, vaya, ¿aquí ya habéis llegado al grado de finura suficiente para tener rey? –
preguntó Lenzi exprimiendo a tope su tono ácido limonazo.
- Si, tenemos a nuestro amado rey que nos gobierna desde hace 237 años – replicó
Rubi mientras sus paisanos y también Gyo asentían.
- Ehem, querida, querrás decir que tenéis monarquía desde hace 237 años, ¿Qué
numero de rey hace este?
- El 1º.
- ¿Cómo? – Lenzi hizo una cosa que odiaba hacer: poner cara de tonta.
Rubi la herrera siguió contando.
- Sí, ya esta un poco viejo y no sale de su castillo, pero es el mismo, el bravo
monarca que derrotó a los imperiales en la famosa batalla del 0-1.
- Que curioso nombre – se rio Zintu.
- Son los hombres que quedaron en pie por cada bando.
- El rey se ha vuelto un poco, mmm, huraño con los años – dijo Lorun haciendo
gestos indescifrables con sus peludas manos.
- ¡Oye!, no hables mal del rey – protestó Rubi.
- Es la verdad, odia las visitas – confirmó Pascoco encogiéndose de hombros.
Lenzi tuvo una revelación.
- Me ofrezco voluntaria, soy princesa: ¡una visita de sangre real no le molestara!
Todos se mostraron complacidos con la idea, pero esta vez, ninguno se ofreció a
acompañarles, ni siquiera la monárquica Rubi, que, a cambio, les dio indicaciones
precisas y un consejo:
- El castillo no esta lejos, si salís ahora podéis estar de vuelta antes de que
anochezca. Ya os han contado lo de los desaparecidos, ¿no?
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- Tened cuidado. Mientras, nosotros contactaremos con más gente. Hay muchos
agriados con el gobernador Ivbisen – dijo Pascoco en tono confidencial.
Cuando iban a los establos a alquilar las mulas, Zintu interrogó a Lenzi sobre su súbito
interés por el rey.
- ¿Qué mosca te ha picado, Lenzi?
- Alguien que tiene 400 años es digno de verse, además si puede haber una
mínima posibilidad de robarle la formula de su eterna juventud …
- Yo me conformo con el braguero.
- Como quieras, pero en 400 años imagínate la fortuna que habrá amasado nuestro
misterioso monarca, ese castillo debe rebosar monedas de oro.
- No se hable más, te acompaño.
El castillo del rey estaba muy a las afueras de Graten, en medio de los campos de
cultivo, ahora improductivos por el frío. Era una enorme estructura de un estilo
desconocido para Zintu y Lenzi, pero se les parecía al castillo de un chatarrero.
Las almenas estaban llenas de lo que parecían tubos de metal que apuntaban al cielo y
algún que otro escudo redondo, de esos que pasaron de moda hace ya muchas batallas.
Rastro de sirvientes o guardias, no había ninguno.
El patio estaba lleno de chatarra.
Las cuadras, llenas de chatarra.
Sin embargo, cuando entraron a la torre del homenaje, se encontraron con que … había
aun más chatarra.
Como nadie les recibía se cansaron de esperar al cabo de tres largos bostezos y
decidieron subir las escaleras pegadas al muro. Al otro lado había un estrecho y largo
pasillo, al fondo se veía un armatoste, una vieja armadura de talla gordobestia.
Zintu se acercó para ver si la reliquia conservaría alguna pieza de utilidad, cuando la
armadura habló:
- ¡Buenos días!
A Lenzi casi se le sale en corazón por la boca del susto. La pareja retrocedió y se puso
en guardia.
- ¿Quién esta ahí?– preguntó Lenzi intrigada.
- Yo.
- ¿Quién eres?
- Yo soy yo.
La voz sonaba extraña, vibrante y aguda como la rueda de un carro viejo. Lenze intentó
sacarle algo en claro.
- ¿Eres humano?.
- No lo se.
- ¿Estas dentro de la armadura?
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- No te entiendo.
Aquello era para agotar la paciencia de un santo, o de alguien no tan santo, como era el
caso de Zintu.
- ¿Vas a dejarnos pasar, sí o no?
- Sí, bienvenidos a “La Corte” – respondió la cosa levantando una mano que era
un cacharro que señalaba hacia delante.
- Vale, así que eres una especie de maquina ¿o que?
- Autómata guía para guiarles, si quieren.
- ¿Hay más como tú?
- Sí, los guías estamos repartidos por todo el castillo, si requieren nuestros
servicios griten ¡GUIA!.
La explicación les dejo fríos, pero es que en la Corte hacia frío. De una puerta lateral
salio un chico desgarbado pero grande y sanote vestido con un elegante jubón negro que
les cerró el paso, aun así les resultó agradable entre tanto cacharro ver a alguien con
sangre en las venas.
- Buenos días, venimos a ver al rey.
- No se puede pasar.
- Soy princesa, chaval – aun después de haberse llevado muchas desilusiones con
su titulo, Lenzi seguía creyendo firmemente que las dos palabras “soy princesa”
podían abrirla todas las puertas.
- El rey no recibe.
Una voz que te metía el miedo en los huesos, quizás porque resonaba en tus huesos,
salio de la cámara real.
- ¡Edelmiro, déjales pasar!
A lo mejor fue casualidad pero el autómata guía salio pitando de regreso a su puesto. El
chico Edelmiro les abrió la puerta que tenía clavadas grandes letras doradas con la
inscripción “EL REY”.
Si esperaban encontrarse a un rey guerrero no quedaron defraudados, el monarca iba
cubierto por una armadura negra de pies a cabeza, medía cerca de dos metros y parecía
llevar la palabra “peligroso” escrita a fuego del infierno por todo su cuerpo.
Estaba sentado en un trono fabricado, ¿lo adivinareis, gente?, en chatarra, delante del
cual había una mesa redonda construida en chatarra también, las paredes estaban
forradas de chatarra e incluso de algunas rocas de minerales.
- Pero bueno, si son Zintuden y la princesa Lenzedia.
Ya no sonaba aterrador, pero sí inquietante. Habían tenido muchas sorpresas, pero esta
se llevaba la palma.
- ¿Nos conoce?
- Vosotros viajasteis a las Malas Tierras, os tengo fichados.
- ¿ficha…que?
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- Es un tecnicismo, quiero decir … bueno da igual, vamos al grano, ¿tenéis alguna
información nueva acerca de este tiempo tan anómalo?, no me molesta el frío,
pero no me gusta la nieve.
Zintu y Lenzi le contaron todo su viaje y sus incidencias, los krugs, el secuestro de
Lenzi, el sitio de Stonebridge, la batalla de la mina, la nieve por todas partes y todo lo
demás, pero esta vez para variar no fueron exagerados, la imponente presencia del rey
negro les empujaba a ser bastante exactos.
- Creo que hay una conspiración en marcha. Algo caótico y maligno esta
provocando este invierno. Habéis sido útiles y valientes al venir a informarme
personalmente.
- Encantados de ayudarle, majestad.
Lenzi soltó esta frase de compromiso como quien se suena los mocos, algo mecánico y
rutinario, la pobre no sabía las consecuencias que tendría.
- Perfecto, porque eso es lo que vais a hacer.
- ¿Eeeeeeeh?
- Yo no puedo salir ahora del castillo, veréis, os contare mi secreto, se que habéis
viajado muy lejos, así que supongo que tendréis una mente abierta, es lo que da
el viajar, yo lo hacía, pero me estoy yendo por las ramas, a lo que iba, yo soy
una maquina, no soy de carne y hueso, esto que llevo no es una armadura, soy
yo mismo.
Lenzi y Zintu se miraron, pero mientras Lenzi eligió un silencio cauteloso, Zintu soltó
lo primero que se le vino a la cabeza.
- Ah, es usted como el del pasillo.
Mal hecho, el rey se levantó de su asiento y tronó como una tormenta de acero.
- ¡No, idiota!, yo soy mucho mas evolucionado y complejo que esa chatarra
digital.
- Lo siento – se apresuró a calmar Zintuden.
- Discúlpenos, majestad, lo ultimo que queríamos era ofenderle.
Para reafirmar sus palabras Lenzi le soltó un codazo a Zintu.
- Bueno, vale ya, – el rey se sentó de nuevo y entro en detalles – durante 400 años
he estado cuidando de este reino, y de esta capital, haciendo obra pública,
impartiendo justicia y manteniendo unos impuestos razonables; no os ofendáis,
pero los humanos sois idiotas, no sabéis lo que os conviene, pero las maquinas
somos diferentes, no nos dejamos llevar por tonterías como las pasiones y los
vicios, he gobernado con principios matemáticos para lograr el mayor bienestar
al más bajo coste, pero tras 400 años mis pilas nucleares, de lo que me alimento,
por así decirlo, se están agotando, me queda poco tiempo, por eso estoy
educando a este chaval, ¡Edelmiro, ven aca!, para que se enfunde en una
armadura igual a la mía y se haga pasar por mi, así la paz se mantendrá.
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Edelmiro entró dudoso, ahora que se fijaron más en él, el chaval, además de buena talla,
tenía una mirada penetrante.
- Os cuento esto para que sepáis que Edelmiro es mi mano derecha.
- Señor, ¿es conveniente contarles todo eso a unos extraños?
- Tranquilo, Edelmiro, estos dos son de fiar. Pero a lo que iba, Krugs, nieve,
magia negra, las lapidas de las criptas, la gente que desparece, son demasiadas
cosas para computar y no veo relación entre ellas, necesito mas datos y vosotros
vais a proporcionármelos.
- No se como, majestad, a fin de cuentas nosotros acabamos de llegar a este reino.
- Precisamente por eso, patanes, ¿no os dais cuenta que sois unos factores
independientes?
- Gracias, majestad, nunca nos habían llamado eso.
- Vale, según mis gráficos la bajada de temperatura y la nieve siguen un patrón de
mancha de aceite cuyo epicentro esta situado en las montañas Euro.
- Eeerrrh – dijo Zintu.
- Uhuuu – dijo Lenzi.
- No habéis entendido nada, ¿cierto?
- Ciertísimo.
- ¡Que vayáis a la cordillera Euro y os enteréis de que coño pasa!
- Ahora si lo hemos entendido.
- Pero antes, debo daros una cosa – se giro hacia Edelmiro – hazme el favor,
tráeme el hacha, pero no la mala, la buena.
El futuro heredero del trono regresó poco después con un labry, un hacha doble y
redonda de color azul brillante, realmente un arma que te dejaba helado.
- ¡Aha, sé que es eso!, un arma mágica, estoy segura que este pedazo de hacha de
hielo dará un inmenso poder a quien la empuñe, ¿a que si?
Lenze nunca dejaba pasar una oportunidad para demostrar sus estudios. Y a veces para
meter la pata.
- ¡Pues no!, ya no tiene ningún poder especial pero es muy bonita y brilla como
una bombilla de 100 watios. Veréis, os contare su historia, hace muchos, pero
que muchos años, el capullo del príncipe Satro y su gran amigo el enano
Dinamot andaban buscando algún arma mágica, entraron en la cueva prohibida,
Dinamot leyó perfectamente las inscripciones que, en letra bien grande,
advierten que el hacha esta maldita. Además hay un espectro guardián que les
dice de viva voz que el precio a pagar por tomar el hacha es enorme. Y aun así,
el idiota del príncipe va y la coge sin dudarlo.
- ¿Y que pasó?
- Lo de siempre, el príncipe se vuelve loco, la oscuridad le consume, mata a su
amigo, etc, etc, etc.
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- No pienso coger esa cosa – dijo Zintuden ante tal perspectiva.
- No hay peligro, esta descargada, Edelmiro la ha cogido, ¿no?, pues tu también
puedes, te será muy útil, no necesitareis antorchas.
- La verdad es que es bella como Lenzi – dijo Zintu acercando la mano – y
afilada, como Lenzi – dijo Zintu tras agarrarla.
- Pero sed discretos, explorad y venid a informar, no os metáis en líos; además
estaréis solos porque mandaré a lo que queda de la legión a Villa-En-La-Mina,
así desde sus túneles podrán llegar más rápido a todos los rincones del reino y
sofocar la revuelta de los krugs.
- Majestad, aun a riesgo de parecer atrevida me gustaría haceros una pregunta,
veréis, vine a vuestro hermoso reino con la intención de estudiar con el mago
Merik, ¿no tendréis idea de su paradero?
- No lo se, y es una cuestión que me inquieta sobremanera. Siempre fue un buen
consejero y un nunca me dio motivo de queja, pero Merik estaba especializado
en la magia de hielo.
- ¿Quiere usted decir que Merik puede estar detrás de todo este caos?
- Mi programa matemático dice que hay altas probabilidades de que así sea, pero
no tengo conclusiones definitivas.
Tras despedirse respetuosamente del rey mecánico, también sin darle un momento la
espalda, salieron de su despacho y Edelmiro les acompañó hasta las mulas.
- No defrauden a su majestad, ni cuenten nuestro secreto, es un rey sabio y justo,
pero no olvida.
- Tú le aprecias, se ve – Lenze le miró a los ojos.
- Ha sido un padre para mí.
Lenze no se atrevió a hablar hasta que dejaron la sombra del castillo.
- ¡Dioses, Zintu!, ¡sabe quienes somos, sabe como nos llamamos, sabe por donde
nos movemos!, son argumentos muy persuasivos, por eso creo que deberíamos
hacer lo que dice.
- Si, y además, no se, yo no entiendo mucho de estas cosas, pero a lo mejor es lo
correcto.
- Supongo que si. ¡Una maquina, ¡una maquina!, que cosas hay que ver.
- ¡Venga ya, Lenzi!, como bien dijo El Maquina, hemos estado en las Malas
Tierras, ya no nos asustamos de nada.
- Eso es cierto, ¿a que sí?- dijo Lenzi hablándole a la mula – eres muy guapa y
muy buena, sí, sí que lo eres.
Lenzi la acarició el cuello y el animal cabeceó complacido.
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8.Ya era de noche cuando atravesaron las puertas del Suertudo Huggins.
Entre la multitud les esperaba una pequeña pero muy grata sorpresa.
- ¡Pero si es Gloer!
El guardia minero venía con todo su equipo y acompañado de dos colegas.
- Hola finolis, ¿Qué que hago aquí?, quería ver que habíais llegado sin novedad a
Graten. ¿Las cosas por la Mina?, no pasa nada, nos recuperaremos.
Había otra sorpresa no tan grata. La recibieron de Spoto y Boryev, que también bebían
en la posada. El señor carnicero les puso cara de circunstancias.
- El gobernador se ha enterado de vuestra entrevista con el rey y esta que trina.
- Y también se sube por las paredes.
Spoto miró a su primo.
- Creo que ya lo han entendido, Boryev.
Lenze sabe por experiencia que una buena relación con los políticos trae consecuencias
festivas, como banquetes opíparos y dinero en sacas, en cambio una mala relación con
ellos suele acabar en calabozos infectos.
- Vaya, espero que no este demasiado enfadado.
- Bueno, podrás comprobarlo por ti misma, os ha mandado llamar – dijo Spoto
encogiéndose de hombros.
- ¡¿Como?! – se sobresaltó Lenzi.
- ¿Como?, pues por medio de unos guardias que os escoltaran hasta …
- Quiero decir que no es justo, ¡la idea de visitar al rey fue...
- Tuya, puedes leerlo unas paginas más atrás – dijo Zintu.
- Ah, mierda es verdad.
La noticia de que unos extranjeros habían conseguido tener una entrevista con el
misterioso y respetado monarca corrió como un lagarto por toda la ciudad y un rato
después llegaron Pascoco, Rubi, Lorun y más gente interpretada por extras sin dialogo.
Zintu y Lenzi se dispusieron a informar al pueblo, así que contaron lo que había
sucedido brevemente y omitiendo muchos detalles:
El rey, un tipo muy humano y muy humanitario (hicieron hincapié en esto) se
preocupaba por su pueblo y tenía pistas fiables de que algo se estaba cociendo, o más
bien, congelando, en los montes Euro. Por eso les había encomendado una misión de
exploración.
- Se quedo tan impresionado con mis viajes, mis habilidades y lo guapa que soy
que no vio motivo para seguir buscando.
Hay que decir que Lenze había sido invitada a cerveza negra repetidamente y que ella,
no deseando contrariar a unos oyentes tan numerosos y entregados, había aceptado
todas las veces.
- Si, pero ¿a quien le dio el hacha legendaria?, ¡a mi, fue a mi!
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A Zintu le había pasado lo mismo. En algún momento de la jarana hablaron de lo
divertida que iba a ser su expedición a las montañas Euro y a ella se unieron Rubi,
Gloer, Lorun, Boryev y Gyo. El motivo: sinceramente, ninguno en particular, son cosas
que pasan durante una noche etílica.
Lo importante es que eran siete y ese número daba suerte.
Al día siguiente Zintu y Lenze se despertaron en una habitación de la posada y apenas
les dio tiempo de adecentarse y tomar la leche con manteca del desayuno cuando los
prometidos guardias llegaron y les llevaron hasta la sede de gobierno donde el
gobernador vivía a cuerpo de rey, como pudieron comprobar.
Gloer les había informado que el gobernador Ibsen se había enriquecido gracias a su
participación en empresas que comerciaban con los enanos de La Mina.
A lo mejor también se había contagiado de la brusquedad enana porque no habían
terminado de beber el licor con aceitunas del aperitivo cuando empezó el interrogatorio.
- ¿De que hablaron con el rey?
- Bueno, de una cosa y otra. Fue más bien una visita de cortesía – dijo Lenze con
vaguedad estudiada.
- Puede que los reyes extranjeros reciban visitas de cortesía, el nuestro no.Alguna
vez tenía que ser la primera – sonrió Zintu.
- ¿Me toman por tonto?
- Eso jamás.
El gobernador se apoyo en su mesa con una actitud mucho mas grave.
- Están forzando su suerte.
- Nosotros no tenemos suerte, más bien tenemos una relación de amistad con el
rey – puntualizó Zintu.
- Sí, y estamos bastante seguros que no querrá usted enfadar a su insigne y
enorme monarca – recordó Lenze.
- Eso ha sonado a amenaza.
- Vaya, no sabía que estuviese hablando con alguien del gremio, ¡usted es
adivino!
- Creo que hemos empezado con mal pie esta conversación.
- Si usted lo dice será verdad – Zintu había captado la debilidad del gobernador.
Entonces Ibsen se puso a hablar como el político que era.
- La comunicación es muy importante, hablando se entiende la gente, hay que
negociar.
- Pues claro que sí, usted nos da lo que le pidamos y quedaremos contentos.
- ¿Por qué creen que voy a hacer eso?
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- Por que entonces nos iremos y será usted quien quede contento, a fin de cuentas
es lo que quiere, quedarse sentado en su sillón sin hacer na…nada que
perjudique a Graten, ¿no es eso?
- Bueno, podría decirse que si.
- Y eso es bueno. Ocupar ese sillón es un trabajo duro y alguien debe hacerlo.
- Me alegra que lo comprendan, los políticos somos muy mal vistos, ¡sin motivo!
El gobernador empezó entonces a contarles sus penas, lo descontentos que estaban los
gratinados, lo desagradecidos que eran, y todo fue mucho más relajado. Aunque esta
claro que las negociaciones nunca hubiesen llegado a buen puerto sin la sombra del rey
cerniéndose sobre ellas.
Zintu y Lenzi pasaron el resto del día mimando a las mulas que habían conseguido y
probando la comida y la bebida de las alforjas... para asegurarse de que estaban en
perfectas condiciones.
La mañana de la partida se presentó aun más fría de lo ya habitual. Ya estaban los siete
junto a las mulas, listos y preparados para salir cuando se presentó una señora gritando.
- ¡Rubi!, ¿Dónde vas con esta gente? – Era grandota y tenía el pelo de punta.
- Mama, no me montes escenas. Vamos a montes Euro, ¡por fin voy a tener una
aventura! – contestó Rubi mirando al cielo.
- Te lo prohíbo – la primera fase de las madres, la prohibición.
- No puedes, mama, ya no soy una niña.
- Pero ¿es que vas a dejarme sola? – la segunda fase, dar pena.
- Tienes a Gema y Zafira.
- ¿Vas bien abrigada?, ¿llevas bastantes bocadillos? – la tercera fase, el agobio.
De camino a la montaña hablaron mucho y se encontraron con mucha gente, pero todas
ellas fueron cosas intrascendentes para la historia así que ¿para que gastar papel
contándolas?.
Seguir el rastro fue fácil, incluso cuando no hubo piedras, ni migas de pan, ni cadáveres
que señalaran el camino, lo único que tuvieron que hacer fue fijarse en el grosor de la
nieve y en el hielo sobre las rocas.
Cuando vieron que cierta ladera estaba cubierta dos veces, primero por una capa de
nubes tormentosas y segundo por una masa de pinos y abetos congelados supieron que
no se hallaban muy lejos del epicentro de la helada.
Mas adelante vieron un enorme agujero en la montaña y allí que se fueron.9.
Las cavernas de hielo eran todo un mundo. Las piedras cristalinas se perdían en la
bruma y no se veía el fondo de los precipicios. A Zintuden se le ocurrió usar la luz del
hacha mágica, la enfocó hacia abajo y vio espantado como el fondo parecía la espalda
de un monstruoso erizo de hielo, quien cayese allí quedaría ensartado y congelado.
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El techo estaba lleno de carámbanos grandes como árboles que a veces se unían con el
suelo formando columnas que en algunos espacios formaban bosques de hielo en
penumbra.
Fue aquí donde encontraron a los primeros.
Primero fue un crujido, luego un chirrido, y luego un movimiento captado por el rabillo
del ojo. No estaban solos en las cavernas.
Eran tres figuras con forma de hombre pero formadas por hielo, crujían y algo brillaba
en su interior. Una gran fuerza se desprendía de ellos, ¡y hablaban!
- ¡¿Qué os trae a nuestro dominio?!, el deseo de una muerte atroz, creo yo.
Los muy cabrones no se andaban por las ramas, así que Zintu respondió en el mismo
tono helado.
- Yo inventé esa amenaza, así que menos lobos, ¿Quiénes sois?
- La pregunta correcta sería ¿De dónde sois?
Mientras Zintuden y las figuras se enzarzaban en esta charla filosófica. Lenzedia
preguntó en tono bajito y agachado.
- ¿Qué clase de monigotes son estos?, ¿son trolls?
- No, son elementales del hielo – dijo Lorun que parecía saber de que hablaba.
Lenzedia recordó lo que había leído en los libros prohibidos: existen mundos invisibles
por debajo del mundo real, en uno que esta muy pero que muy abajo habitan los
elementales. Nadie sabe bien si están vivos o tienen conciencia o que puñetas es lo que
hacen allí, pero a veces se abre una puerta de forma fortuita o invocada por un hechicero
de alto nivel y pueden pasar a nuestro mundo, es entonces cuando se producen las olas
de incendios (en el caso de los elementales de fuego), o los ahogamientos consecutivos,
(en el caso de elementales del agua), o las olas de frío, pero esto no es una ola de frío
normal, esto se ha salido de madre.
- No queremos líos. ¿Por qué no hablamos de manera civilizada? – propuso Gyo.
- ¿Con que fin? – gruñeron.
- Quizás podríais contarnos algo sobre la desaparición del mago Merik – Saltó
Lenzi que estaba impaciente por meter baza.
- Oh, por supuesto que sí. Actualmente el mago Merik es nuestro invitado, es por
su magia que hemos obtenido mucho más poder.
- ¡Oh, no!, entonces era cierto, Merik es vuestro líder.
Los helados se miraron entre ellos y se pusieron indignados, pero que muy indignados,
uno de ellos escupió escarcha en el suelo.
- ¡¿Cómo?!, NOOOOO, Merik no es nuestro líder, vosotros los humanos siempre
os creéis que debe de haber un humano detrás de todo ¿verdad?, si la cosecha es
mala es que debe haber una bruja invocando, si un rey se muere es que algún
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conspirador le ha envenenado, si hace mucho calor es culpa de los pedos que
salen de vuestro culo, claro, como os creéis el centro del universo no os entra en
la cabeza que pueda haber cosas que se os escapen de las manos, eso es, cosas
como nosotros.
- Pero ¡acabáis de decirnos que Merik esta con vosotros! – Lenzi demostró que no
estaba sorda.
- Claro, venid a verle, queremos que veáis a que se ha visto reducido el mejor de
vuestros magos.
Los helados les condujeron hasta una parte de la caverna donde el suelo parecía de
cristal de tan liso que era el hielo. Por debajo de este hielo corrían chiribitas azuladas
que salían de un gran bloque de hielo que presidía todo el centro de la cavidad.
Lenzedia se acercó allí con un mal presentimiento y vio una escena muy triste.
Una figura estaba atrapada dentro del bloque de hielo, tenía la piel azul y los ojos y la
boca aun abiertos en una mueca de miedo y asco, vestía un elegante abrigo de visón y
el gorro alto que usan todos los magos enamorados de si mismos, aun asía una especie
de libro en la mano, Lenzedia había visto suficientes grabados de magos famosos para
conocerle: era Merik.
- En cuanto se enteró de donde estaba nuestra guarida el muy idiota vino a
estudiarnos con un lápiz y una libreta – dijo el helado 1 riéndose – Jajaja –
algunos cubitos cayeron de su boca.
- Pero fuimos nosotros los que le estudiamos a él – dijo el helado 2.
- Es más, le estudiamos tan a fondo que le absorbimos todo su ser, todos sus
conocimientos, su carácter y su forma de hablar – dijo el helado 3 gesticulando
en una danza macabra.
- Puede decirse que todos nosotros somos Merik – concluyó el helado 1.
Lenzi miró al suelo, claro, las chiribitas azules eran la magia de Merik.
Lorun se excitó al comprender.
- Ya decía yo que me sonaban de algo, sus palabras, su chulería, sus cabezas
picudas, estos fantoches de hielo se han modelado usando a Merik como si fuese
el molde de un polo.
Como para confirmar sus palabras un helado número cuatro se unió a sus colegas.
- Para demostraros nuestra generosidad, os proponemos un trato justo y ventajoso
para casi todo el mundo: los dos magos – señalaron a Lenzi y Lorun – se quedan
con nosotros y todos los demás podéis marcharos con total libertad.
Zintu se quedo pensativo y le pegó un codazo a Lenzi.
- Si estos tipos se parecen a Merik, debía de estar un poco loco. ¡Y tú querías
estudiar con él!
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Zintu también hizo una señal sutil hacia una grieta en la pared de hielo por la que salía
claridad, Lenze lo entendió y fue susurrando la consigna a los demás: abrirse paso hacia
la vía de escape.
Los elementales se dirigieron a Gloer, que apretó su maza-pica-carne dispuesto a
convertirla en una maza-pica-hielo.
- Tú, enano, estas muy lejos de tu casa, seguro que la añoras, vuelve a ella ahora
que estas a tiempo.
- De eso nada – replicó Gloer hinchando el pecho –, como todo buen enano yo
pago mis deudas. Cuando los krugs asaltaron la villa de la mina y capturaron a
mis amigos y a mi hermano pensé que no lograría salir de allí con vida, pensé
que estaba solo, que no había esperanza. Pero entonces llegaron ellos,
compartieron su comida, me dieron ropa y armas, me acompañaron a lo más
profundo de la mina.
Cuando un enano toma una decisión, esa es su ultima palabra, incluso los elementales lo
sabían, así que pasaron a hablar con Gyo.
- ¿Y tu, costero?, demasiado alejado del mar, ¿acaso no estas loco por escapar de
estas montañas?
- La verdad es que no, Zintu y la princesa Lenzi, a pesar de ser extranjeros y ser
un poco raros, han demostrado ser gente de fiar, nos ayudaron a acabar con la
plaga que había en nuestra playa y luego se ofrecieron amablemente a ser
nuestros mensajeros. Por eso no pienso abandonarles.
Parecía que iban a pasar a Lorun , pero no.
- A ti no te decimos nada, siempre hemos sentido cierta envidia de ti, ocultándolo
con una capa de desprecio. Ah, no, espera, eso es lo que pensaba Merik.
- No es algo que me sorprenda.
- Pero si aquí esta también nuestra herrera favorita, Rubi – dijo Helado Nº 1.
Ante tanta familiaridad ella puso cara de asco.
- ¿No deberías estar trabajando, so zángana? – dijo Helado Nº 2.
- Trabajando ¿con que material?, tanta nieve arruinará el comercio si no hacemos
algo, y no esperéis asustarme, aunque estuviese asustada al rojo vivo jamás lo
admitiría delante de cinco hombres.
- ¿Y tú que? – dijeron un poco dubitativos al acercarse a Boryev.
- Oh, yo estoy hecho todo un traidor.
- ¡Fantástico!, ¡por fin hemos encontrado al traidor que hay en todos los grupos de
aventureros!
- Si, pero yo no traiciono a lo tonto, yo estoy esperando el momento adecuado
para traicionar y este no lo es, porque, fijaos, yo aquí no veo oro, ni joyas, ni
cosas valiosas con las que podáis pagar mi traición, así que, sintiéndolo mucho,
lo dejaré para más adelante.
40
- ¡Traidor! – clamó el helado 1.
- Os lo acabo de decir.
Aquella situación se estaba poniendo muy fea, de momento solo eran cuatro, pero
usando un poco de su toque mágico, Lenzi pudo percibir que había mas escondidos
entre las sombras. No creía que negociar sirviese de mucho, pero por intentarlo…
- Os proponemos otro trato aun mejor, fácil y sin complicaciones, vosotros paráis
esta tontería del invierno en primavera, las temperaturas vuelven a subir y
volvéis a la dimensión helada de la que (supongo que) habéis venido.
Los elementales no se lo pensaron ni un ratito, ni siquiera tuvieron que debatir, es la
ventaja de tener los mismos conocimientos y las mismas opiniones.
- No, humana, no pensamos volver, tenemos planes – la risa del helado Nº 1 era
crujiente y grimosa.
- Exacto, gracias a Merik hemos conocido la existencia de todo un nuevo mundo
ahí fuera y muy pronto caeremos como una helada sobre vuestras villas, lo
reduciremos todo a hielo.
El helado Nº 2 le dio pie al helado Nº 3.
- Odiamos el fuego que todo lo transforma, que todo lo cambia, nosotros no
cambiamos, por eso extinguiremos el fuego de vuestra vida.
Gracias a estos discursitos el comando había tenido tiempo de sobra para repartirse los
objetivos.
- Lorun, tú mandas – dijo Zintu enseñando los dientes.
- ¡Fuego a discreción!
Y eso es lo que hubo, Lorun estaba completamente transformado, del patético enano
borracho tirado por el suelo había pasado a ser el poderoso enano mago de fuego que
tiraba bolas de fuego como si fuesen escupitajos.
Zintu sabía que lo más importante era despejar el camino hacia la grieta así que indicó a
Gloer que se uniesen para realizar un doble ataque contra el elemental que se interponía
entre ambos. Dado que los enanos siempre prefieren atacar de cara Zintu hizo un rápido
giro y atacó por la espalda, esgrimiendo su hacha con las dos manos. Por un momento
sintió miedo de que el golpe del arma de hielo aumentase la salud del elemental en lugar
de herirlo, había oído muchas de esas chorradas entre los monjes bestiólogos.
Afortunadamente se equivocaban, el hachazo casi partió en dos al hombre de hielo.
Volaron las bolas de fuego, los hachazos y las esquirlas de hielo, ¡confusión total! Aun
más porque se estaba formando mucho vapor de la combinación del fuego y el hielo.
Una de las criaturas de hielo decidió atacar a las damas, pero Rubi contaba con un arma
secreta, y no me refiero a la seducción, me refiero a una cadena con una pesada estrella
de metal en su extremo que volteo en el aire. Lenzi no era ni de lejos tan buena como
Lorun pero llevar su querido libro encima la daba una gran mejora, vio la furia en el
41
rostro de Rubi y no quiso quedarse atrás. Le envió un gran chorro de aire caliente a los
pies que le hizo resbalar y cuando estuvo despatarrado la estrella de Rubi le arrancó la
cabeza de cuajo.
Todos corrieron hacia la grieta, Boryev y Gyo unieron sus escudos delante de ella para
desviar los carámbanos que les lanzaban sin cesar. La grieta era estrecha y pronto se
apelotonaron todos dentro. Las armas y los escudos hacían un ruido muy skiable al
rascar contra las paredes. Yendo siempre hacia la luz, la party se encontró en una
abertura colgada de la ladera de un monte.
Daba vértigo para cualquiera que no fuese snowboarder extremo.
¡Mierda, cuantos anglicismos estoy usando en este párrafo!
Parte de la nieve acumulada junto al agujero se había convertido en un bloque de hielo
que se mantenía allí precariamente. Lenzi tuvo una idea.
Sí, podría haber descrito mucho más detalladamente la pelea y la posterior huida del
comando de Zintu y Lenzi a través de una grieta de la montaña, pero tengo que guardar
algo de material para la batalla final que se avecina.
Los animales también lo estaban pasando mal con el cambio climático, un ciervo estaba
en una de las laderas de los montes Euro escarbando insistentemente en la nieve para
llevarse algo a su estomago de rumiante cuando algo le sobresaltó, un ruido muy bronco
y una gran cantidad de nieve caían desde un agujero en la montaña hacia él,
afortunadamente los ciervos no tienen nada de lentos así que le dio tiempo de sobra para
salir corriendo, pero de muy mal humor.
- Frío, poca comida, y ahora avalanchas, ¿Qué será lo próximo? – pensó.
Del trozo de hielo del tamaño de una habitación de hotel barato que coronaba la masa de
nieve se apearon los siete exploradores comandados por Zintu y Lenzi. Esta última se
sacudió la nieve de su abrigo, resopló como una cafetera y avisó a sus amigos
gratinados:
- Al rey le va a costar mucho creer toda esta mierda, así que la próxima vez que le
veamos nos acompañáis todos vosotros.
- De eso nada. Yo no quiero ver al rey – replicó Rubi.
- ¡Pero si eres la mas monárquica de todos nosotros!, bueno, exceptuándome a mi,
que para eso soy princesa.
Rubi explicó sus motivos.
- Tengo al rey muy mitificado, por eso mismo no quiero verle en persona. ¿Puede
ir mi hermana en mi lugar?
- Eres rara, Rubi.
42
En cambio los demás aceptaron encantados, sobre todo Gloer, que nunca se había
codeado con reyes.
Decidieron buscar donde habían dejado atadas a las mulas y salir de allí pitando, antes
de que alguien decidiese salir a perseguirles.
De momento, lo único que salía de la montaña era un viento helado.
43
10.
- ¡Majestad, son elementales de hielo, se ocultan en las cavernas de hielo de los
montes Euro, han congelado a Merik!
Esto es lo que gritó Lenze en cuanto asomó la cabeza en la sala del trono.
- Y lo peor es que están revoltosos, dicen que quieren cubrirlo tooooooodo de
hielo – dijo Zintu abriendo los brazos en cruz.
- Vale, un resumen muy bueno – gruñó el monarca – pero ahora ¡detalladlo!
Entonces le contaron toda su aventura, desde la entrevista con el gobernador, la partida
de Graten y la búsqueda por los montes Euro hasta encontrar las cavernas de hielo y lo
que moraba allí.
De vez en cuando Lorun, Gloer, Boryev y Gyo interrumpían la historia para hacer su
aportación. Zafira no decía nada pero no porque no hubiese participado en la incursión,
que no lo había hecho, sino porque estaba mirando a Edelmiro, el secreto futuro
monarca. La chica apuntaba alto sin saberlo siquiera.
Edelmiro por su parte se mantenía quieto y a la expectativa. El chico no recibía muchas
visitas femeninas en el castillo.
- ¿Por qué habéis traído a tanta gente?, ah ya, supongo que para apoyar vuestro
relato.
- Espero que no le moleste – Lenze tenía claro que con el rey maquina había que
andar con mucha diplomacia y a ella tenía montones de diplomacia – si eso, ¡les
echamos ahora mismo!
Edelmiro y Zafira, que se habían ido acercando el uno a la otra, la miraron muy mal.
- No, déjalos. ¿Vieron el hacha?
- ¿Cómo? – era una pregunta rara, incluso para un rey maquina que era
intrínsecamente raro.
- Que si lo elementales vieron el hacha que llevabais.
- Sí, supongo que sí, y alguno la tocó – respondió Zintu.
- ¿Os preguntaron por ella?, ¿intentaron quitárosla?
Zintuden repasó todos los momentos en la fría compañía de los elementales.
- Pues no, la verdad es que no.
- Ya le digo, se mostraban más interesados en Lenzedia y en mi – dijo Lorun.
- Bien, eso es lo que me interesaba saber.
Lenze frunció el ceño bastante mosqueada.
- Majestad, no se ofenda pero, parece como si nos hubiese mandado a las cavernas
de hielo con el hacha como cebo.
- De eso nada, lo que he hecho es descartar posibilidades e incertidumbres.
- Ah, si es asi… - Lenzi no sabia que replicar, sonaba tan razonable.
El rey se explicó.
44
- Temía que Merik, por traición o por descuido, le hubiese hablado del hacha a
gente peligrosa e indeseable.
- Pero es inofensiva, ¿no? – dijo Lenzedia y luego pensó – (bueno, todo lo
“inofensiva” que puede ser un hacha afilada, me refiero a los bonus de poder y
todo eso).
- Es que Merik no sabía que estaba descargada, me costó mucho trabajo
encontrarla e inutilizarla. No tenéis ni idea de la cantidad de caudillos bárbaros,
príncipes oscuros y hechiceros pirados que han estado tras ella durante años.
Ahora sé que detrás de esto no hay ninguna antigua amenaza, ni tampoco un
intento de quitarme mi corona y que la ola de frío no esta relacionada con el
hacha, pues no hay nadie buscándola. Deduzco que lo que os contaron los
elementales es cierto, ya sabéis, a veces las catástrofes vienen de forma natural.
- Pero ¿y los krugs?
- Esa era la otra incógnita, pero la he resuelto. Los krugs viven cerca de las
montañas y son los primeros en darse cuenta de que tanta nieve y frío no es
normal. En la mitología krug el dios bueno es el dios de la cerveza y el dios
malvado en es dios del hielo, los krugs tienen un santuario de piedra dedicado a
él muy cerca de los montes Euro, gracias a la legión he tenido noticia de que
unos chamanes krug tuvieron una ceremonia en este templo y volvieron muy
alterados, los pobres salvajes estarán todos cagados de miedo y de muy mal
humor, por eso se han lanzado al saqueo.
A Lenzi no le gusto un pelo rubio que el rey se compadeciese así de los piojosos krugs
que tan mal la habían tratado en las criptas, supuso que para una maquina todo era
relativo.
- Pero a mi me secuestraron.
- Para que les tradujeses las inscripciones antiguas que hablan de una antigua edad
de hielo. Los krug y los elementales de hielo no son aliados, ha sido una causa
efecto indeseada. Suele pasar, este es un mundo pequeño y todo esta conectado.
Hablar con el rey, y sobre todo entender lo que decía era una ardua tarea para todos los
presentes así que decidieron callar como discretos, menos Zintuden, que era el menos
discreto de todos.
- Pero ¿y que hacemos con ellos?
- Fundidles, coño.
- Pero, señor, ¡son de hielo!, son muy poderosos – Gyo era el mas precavido.
- No es para tanto, mientras estabais hablando he hecho unos cálculos en segundo
plano, soy muy bueno haciendo multitarea, esos bichejos son de hielo y son
duros, pero son lentos y pesados, además ya sabéis cual es su punto débil.
Zintu se quedo pensando.
- ¿Las mujeres?
45
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  • 1. REINO CONGELADO: 56 paginas, Times New Roman 12, justificado. 2015 PERSONAJES Lenzedia: ex-princesa del minúsculo reino de Vulpendia. Seductora, manipuladora, mentirosa y rebelde, la palabra “escrúpulos” no figura en su diccionario. Perdió su derecho al trono cuando Vulpendia fue invadida y ahora que está exiliada tiene tiempo para estudiar su pasión: la magia. Zintuden: Soldado de fortuna pelirrojo. Escolta de la princesa, son tal para cual. Bueno con el arco y la espada, fanfarrón, bebedor y ligero de dedos. - - - - - - - - 1
  • 2. REINO CONGELADO Por el camino del bosque iba refunfuñando un desaliñado pelirrojo. - ¡Puñetera Lenzedia, joder, siempre metiéndose en líos, habiendo tantos reinos ella tenía que venir precisamente a uno que se esta yendo al carajo!. Zintuden recordó como había llegado a esta conclusión: primero vio humo entre los árboles. Se acercó con cuidado, pues sabía por experiencia que no convenía mezclarse en festividades con hogueras de por medio. Aquello no se parecía en nada a una fiesta, era más bien una tragedia en medio de un claro del bosque: granjas en llamas, se fijo un poco más, entre los sembrados de legumbres y maíz se veían los cuerpos del ganado destripados. - Oh, oh, - pensó Zintuden - ¿Dónde me he metido? Avanzando detrás de los troncos se acercó un poco más, se metió en un maizal muy buen cuidado, se ve que los granjeros hacían bien su trabajo hasta que algún cabron aficionado al fuego les interrumpía. Llego hasta una vaca muerta, se habían llevado todas sus tripas. Se acerco con cuidado, se asomó a las ventanas, todas las granjas estaban vacías, revueltas, no supo en principio si debido al pillaje, a una huida apresurada o a las dos cosas. Encontró una horca tirada al lado de los establos, con unas ligeras modificaciones Zintuden consiguió una lanza-bastón. Ahora caminaba más firme y más seguro. Pero no dejaba de refunfuñar. Los árboles cada vez clareaban más y el sol estaba en lo alto, Zintuden vio brillar unas lagunas y se acercó a llenar la cantimplora. Estaba en ello cuando un zumbido le asustó, levantó la vista y vio al abejorro más grande que ha parido abejorra, del tamaño de un pie, zumbando alrededor suyo, con malas intenciones. Zintu agarró su bastón y le soltó un mandoble, pero el bicho era rápido y solo consiguió enfurecerle más, si es que un abejorro puede estar furioso, que lo dudo. Entonces los juncos de la laguna le hablaron. - ¡Eh, ven aquí! Tenía más confianza en los juncos que en el abejorro, así que estaba yendo cuando el aguijonero se le vino en picado, rodó de bruces contra el suelo encharcado y evitó el primer envite, pero ya se le venía encima otra vez, entonces le pareció que los juncos disparaban una red que atrapó al insecto. Le faltó tiempo para levantarse y volver a tirarse al suelo con todo el peso de su cuerpo, pero esta vez justo encima del abejorro, que hizo un ruido muy gracioso al espachurrarse bajo el culo pecoso de Zintuden. 2
  • 3. De entre los juncos salio un tipo veterano con unas patillas enormes y un poncho verde, el dueño de la red, supuso bien Zintuden. - Ha estado cerca. - Y tanto, ¿Qué coño es? - Un abejorro de las montañas, allí arriba estos insectos crecen muchísimo. - Pues gracias por librarme de él – dijo tendiendo la mano – me llamo Zintuden, vengo del oeste. - Yo soy Edgaar, granjero erudito. - Y buen pescador – dijo Zintu señalando la red. - Es el único medio de acabar con estos bichos, esquivan los palos en el aire, son una pesadilla desde que los krugs los soltaron. - ¿Krugs?, ¿Quiénes son esos? - Una tribu salvaje de gente rubia y gorda que habita cerca de aquí en los valles de las montañas, toda su cultura, sus intereses y su religión se basa en la cerveza, ¡cerveza! Es su grito de guerra y la única pena que tienen es que esta bebida no les llene el estomago, por eso la complementan comiendo todo tipo de embutidos de tripas, sobre todo de cerdo. Hablan raro y escupiendo, son más brutos que una piedra con acne, pero, eso sí, trabajan que da gusto, y en cualquier cosa, desgraciadamente suelen contratarles como mercenarios quemagranjas. - Cerveza y salchichas, ahora entiendo lo de la vaca destripada. - ¡Nos lo han robado todo!, al menos mis vecinos tuvieron tiempo de huir a las cuevas antes de que llegasen arrasando con todo. - Pero ¿Por qué no les has acompañado? - Mi granja esta cerca de aquí, allí tengo mis libros, pensaba ir a buscarlos en cuanto los krugs se alejasen lo suficiente. - ¿Y lo han hecho? - Espero que sí. - Con eso no es suficiente. Te acompañare. - La compañía se agradece. Los dos salieron del refugio que ofrecían los juncos y siguieron el camino descendente. - ¿Y cual es tu historia? – se interesó Edgaar. - Una mujer. - Como siempre. - Esta es una mujer tremenda. - Debe de serlo. - Estábamos viajando juntos cuando resultó que ella ya había hecho planes. - Las mujeres siempre hacen planes. 3
  • 4. - Resulta que no era un viaje de placer, como yo había pensado, ella quería venir a Ehb a estudiar con el gran mago No Se Quien, tuvimos una fuerte discusión cuando estábamos en un extraño castillo que allí arriba, en la frontera (una historia que contaré a su debido tiempo) total, que ella me abandona y prosigue su camino, yo al principio estaba encantado de estar solo, pero. . . - Sí, ya se lo que pasa con ese pero. - Exacto, total, que la sigo las huellas y me encuentro con que este reino esta patas arriba. Unos granjeros me dijeron que la habían alojado hace tres días y luego había tomado este camino, les compadezco, las pocas monedas que habrán ganado no compensan aguantar su carácter. - No te creas, con tanto viajero que sale últimamente, es casi mejor dejar las labores del campo para después; se gana más dinero con los alojamientos y las comidas que cultivando la tierra. - Ah, ¿y desde cuando hay tanto viajero? - Desde que corrió la voz de que ya no sacrificábamos extranjeros a nuestros dioses. - Aha, claro, eso se agradece. Los troncos de los árboles chirriaban pero los pájaros se callaban. Había algo en el aire que no acababa de gustar a Zintuden cuando por fin apareció la granja de Edgaar, era grande y sólida, de dos alturas. El más joven se acercó primero a fisgar, como no vio nada ni dentro ni por los alrededores hizo una seña al dueño para que se uniese a el. - Parece que tenías razón, esos krugs se han ido. - Entremos. Edgaar parecía ansioso por hacerlo así que Zintuden no se opuso, dentro estaba todo revuelto, pero por lo menos no había quemaduras, se habían llevado casi todo, pero no los libros, que llenaban todo el suelo. Edgaar se abalanzó sobre ellos y comenzó a ordenarlos. - Parece que los krugs no se interesan por las letras. - En absoluto, les repugnan, dicen que son palabras muertas. - ¿Tienes comida? - Puede quedar algo en el sótano. Como al sótano se accedía por una estrecha puerta Zintuden dejo su lanza apoyada a su lado, decisión de la que se iba a arrepentir muy pronto. Al bajar por las escaleras le extrañó que uno de los peldaños estuviese hundido, pero al llegar abajo atisbó en la penumbra la razón de aquel. Sentado sobre un saco estaba un tipo gordo como varios sacos y vestido a la moda bárbara, llevaba el pelo afeitado a excepción de una cresta que corría salvaje en medio 4
  • 5. de su cráneo y tenía una expresión obtusa, acentuada por sus papos abultados y los hilillos de saliva que le caían de la boca. Cuatro ojos se miraron de esta forma: dos ojos contra otros dos ojos, pero todos muy redondos y sorprendidos. Zintuden maldijo su descuido y desenvainó su cuchillo de monte, ese que nunca se dejaba olvidado. El krug gordo (pues era un krug) se levantó del saco, desparramando la comida que tenía sobre el regazo y levantó su mano derecha, que tenía un hacha de acero adherida. Ese sería el preciso momento de inicio de una desigual batalla en la que nuestro héroe, a pesar de la inferioridad de su armamento, debería salir victorioso. Pero lo que ocurrió fue que el krug se empezó a convulsionar, se llevo la mano a la garganta, su boca dijo algo así como: - ¡Arrrrghhh! (repetidas veces). Su rostro se puso, rojo, luego azul, luego morado, poco antes de caer muerto al suelo del sótano. Poco después, Zintuden y Edgaar comentaron sentados frente a una taza de te, lo incierta que era la vida: en un momento eres un krug lleno de vida y energía destructora y al siguiente momento eres un triste cadáver atragantado con un trozo de salchicha. 5
  • 6. 2. Por el camino del bosque, al atardecer, iban caminando un desaliñado pelirrojo y un granjero patilludo. Caminar por el espeso pinar bajo la lluvia no era nada relajante, cualquier sombra, cualquier ruido, les ponía los pelos como escarpias. Los salvajes krugs seguían por aquellos andurriales y Zintuden había insistido para que Edgaar se quedase en su granja. Pero el grajero y erudito había dicho que llevarle al puente era lo mínimo que podía hacer después de haberle librado de aquel okupa krug. Había sido la suerte la que los había unido, si Edgaar no hubiese encontrado a Zintu, si no le hubiese llevado a su granja y si este no hubiese tenido hambre no habría bajado al sótano ni descubierto al krug, el cual no se habría sobresaltado, atragantándose con la salchicha y muriendo entre espasmos. Deslizándose como sombras encontraron una luz, cerca de donde debería estar el puente, aproximándose vieron que brillaba en la mano de un hombre que estaba agachado sobre un talud, por allí olía a humo. - ¡Skartis! – llamo Edgaar al reconocer a un paisano - ¿Qué haces con ese candil?, ¡ estas llamando la atención de los krugs! - No, no, los krugs están ahí abajo – Dijo Skartis señalando con la luz. En el fondo del precipicio se veían, en medio de una gran mancha roja, una mezcolanza de tablas rotas y cuerpos aplastados. Skartis les explico que además de tener una granja cerca de allí, el se ocupaba de mantener el puente y lo había visto todo: al parecer los krugs iban en carros hacia Stonebridge con intención de saquearla, pero también querían quemar el puente, lo malo es que se hicieron un lío y prendieron fuego al puente mientras estaban sobre él. - Menos mal que la chica iba en la otra carreta – comentó de pasada Skartis. - ¿La chica?, ¿Cómo era? – una alarma sonó en el cabezo de Zintuden. - Una rubia con muy mal genio. – Dijo Skartis, recordando los gritos, los codazos y las patadas. - ¡Es ella! - Pues se la llevaron a las criptas. - ¿Cómo lo sabes? - Lo iban gritando, los krugs no son demasiado discretos con sus asuntos. Entonces Zintuden supo que tendría que correr. Quedaba poco para anochecer. El camino a la cripta estaba señalado por unas estatuas extrañamente limpias que brillaban con una luz interior, mágica sin duda. - Son las imágenes de los héroes de Ehb que están enterrados en las criptas – Se apresuró a señalar Edgaar. 6
  • 7. La entrada a las criptas era en superficie un edificio pequeño de tejado triangular con escalones que descendían amenazantes. - Nosotros no pasamos de aquí, lo siento, pero no somos guerreros y esas criptas son un lugar a donde no entras por gusto, a no ser que seas masoquista, entonces sí que entras. - Muchas gracias por vuestra ayuda, tomad, esto es vuestro – Zintuden se rascó los bolsillos – oro que le quite al krug, por los desperfectos. - Gracias, amigo, eres muy generoso. - ¿Yo?, no, es que no quiero que me tintineen los bolsillos ahí dentro, me pondría muy nervioso. La pronaos estaba decorada con columnas adosadas y hornacinas para los exvotos. Las figuritas representaban a orantes o sacerdotisas, en Ehb la religión estaba en manos de las mujeres. Un arco de medio punto señalaba el inicio de las tumbas, la puerta de piedra giro obediente. A la luz de la antorcha lo primero que llamo la atención de Zintuden fueron los muebles de madera intactos, bancos y baúles perfectamente conservados, no tenía tiempo de adivinar la razón: allí no había insectos ni ninguna clase de vida, allí todo estaba muerto y permanecía muerto. El suelo reseco crujía al son de sus pasos, las sombras bailaban al meneo de su antorcha, agobio, oscuridad, múltiples desvíos donde tan solo su instinto animal ( o quizás los números grabados sobre los dinteles) le permitió encontrar el camino. Pero una cosa gris y flaca estaba en medio. Muchos se hubiesen asustado al ver el esqueleto, pero a Zintuden solo le produjo un momento de adrenalina que se extinguió al recordar lo que Lenzedia le había contado sobre los esqueletos andantes: no eran de verdad, no estaban hechos de huesos, lo cual era lógico porque ¿Cómo iban a desplazarse unos huesos sin músculos que los empujasen?. En realidad los esqueletos no llegaban a ser ni siquiera fantasmas, eran medio fantasmas que surgían de los vapores que desprendían los huesos de los enterrados combinados con algún tipo de magia negra. No eran demasiado peligrosos a no ser que te dejases llevar por el pánico, cosa que ocurría frecuentemente a quienes no tenían un amiguito, en este caso, amiguita con conocimientos sobre la naturaleza y hábitos de las criaturas fantasmales. Zintu se pegó al muro de piedra y avanzó deprisa para esquivar al esqueleto, que al principio intentó seguirle pero pronto se quedó atrás, ya que nunca se separaban mucho de su tumba. Iba a seguir cuando vio un brillo sobre un pedestal a su derecha. Se acercó a curiosear y resultó que era un libro de tapas brillantes. No tenía tiempo para eso, aunque, por otra parte, Lenzedia nunca le perdonaría haber dejado allí un libro misterioso, lo metería en 7
  • 8. el zurrón. Entre tanto, el esqueleto le había seguido, algo muy inusual, y aun más que diese un salto, Zintuden, sorprendido, tiro el libro al suelo. Fue algo instantáneo, en cuanto el libro se abrió por el medio, el esqueleto se convirtió en una nube de polvo que voló hacia sus hojas y desapareció. - La leche. – fue lo único que se le ocurrió decir a Zintuden. Se acercó al libro, lo cogió con precaución, lo volteó, lo abrió y lo sacudió como se sacude un sombrero con porquería, pero no cayó nada de él, así que se lo volvió a guardar y siguió su camino. Lenzedia estaba perdiendo la razón a pasos agigantados, pensaba que no volvería a ver la luz del sol ni sentir el viento en su cara. Comprendía que se había convertido en una esclava subterránea. La vigilaban constantemente. Trabajaba sin descanso entre lapidas y sarcófagos. Estaba sucia y hambrienta. Ahora se daba cuenta de su grave error: Cuando aquellos bárbaros se dejaron caer sobre el pueblo turístico donde se había alojado no debió presumir de ser hechicera. La oyeron, la entendieron, pero en lugar de respetarla y temerla, la pusieron un cepo en los brazos y la tiraron a una carreta que pareció salir volando. Mordió y pateo, pero a los krugs eso les divertía, incluso la jaleaban escupiéndole cerveza a la jeta. Estaba intentando soplarse la espuma rancia de los ojos cuando notó que la bajaban del carro y después todo fue oscuridad y confusión, todo muy críptico, porque estaban en una cripta. El krug que hablaba un poco de Ciudadano la dijo que tradujese las lapidas labradas con letras mágicas. Este tipo de letras tenían la particularidad de retorcerse como serpientes liquidas así que era difícil pillar lo que decían. Ahora mismo no sabia si eso era una H o una A, no podía concentrarse con tan poca luz y con . . . ruido. ¿Ruido? Si, un cuerpo había golpeado contra el suelo piedroso. Se froto los ojos cansados, se oyó otro ZUM y otro golpe. No era su fantasía. ¿Dónde estaban los krugs?. Miedo, mucho y aprisa, se apoderó de ella porque, a fin de cuentas, ¿Qué más aparte de los krugs podría haber en aquella cripta?, nada bueno, eso seguro, ni hadas ni elfos rubitos ni unicornios de colores se distinguen por habitar en las criptas. Quizás había llegado el momento de intentar escapar Se acurrucó más contra la esquina. Una sombra que no apestaba a krug bastó para hacerla gritar. 8
  • 9. - AAAHHHH. - Lenze, ¡que soy yo! - ¿Zintuden? Se lanzó sobre él como una torta se lanza a la boca, le abrazó como un mordisco y se lo comió a besos. Zintu estaba de lo más satisfecho y hubiese seguido así un buen rato u horas más, pero entonces los curiosos dedos de Lenzi palparon el zurrón que él traía. - ¿Qué me has traído, Zintu? - Pues, no se si te interesara, he encontrado un libro por ahí abajo. - ¿un libro?, ¿en la cripta? – A Lenzedia empezó a brotarle la baba como un torrente. - Pero, espera, le puse al fondo, antes de dártelo tengo mas cosas. - ¿Qué cosas?, ¿Qué cosas? - Un gorro azul para la lluvia, póntelo, un chaleco para el frío, te hará falta al salir al aire, una daga, te será muy útil, ah, la cantimplora. - ¡¡¡El libro!!!, ¡dámelo de una puta vez! - Vale, vale, aquí esta, mira que bonito. - Un libro de hechizos, maravilloso. - Vaya, por si no te gustara bastante jugar con fuego. Zintuden se dio la vuelta y pusose en cuclillas dejándola por imposible. - ¿Qué coño haces? - dijo ella extrañada. - Estoy registrando los cadáveres. - Deja tus ansias necrofílicas por una vez y respóndeme a una pregunta. - ¿Cuál? - ¿Lo has hecho alguna vez sobre un sarcófago? 9
  • 10. 3. Ciudad de Stonebridge, una mañana silenciosa y gris, un poco deprimente, pero la noche había sido peor: fuego, flechas, pillaje, cortesía de los krugs que se habían dejado caer por la costa. Ahora el humo de las granjas quemadas se confundía con la bruma, una bruma que podría esconder otra incursión, por eso Ordus vigilaba sobre las puertas de la muralla, único paso hacia la ciudad por el oeste. Lo que Ordus vio aparecer por el camino del oeste no fue un ejercito, ni una banda, ni siquiera un equipo. Fueron dos figuras las que venían con paso firme y sin prisas. No se lo creía. Por eso consultó a su compañero. - Señor, ¿le importaría mirar hacia la playa?, creo que tenemos visita. - Sin duda, señor, aunque no parecen krugs. - Eso mismo me había parecido a mí. - Los krugs siempre caminan como si sujetasen un pesado garrote en cada mano. - Y muchas veces es así. Mientras, la pareja ya había llegado hasta las puertas. Iban sucios hasta las cachas, se quitaron las capuchas. - Señor y señora, deténganse. - Somos . . . – empezó a decir Zintuden. - La princesa Lenzedia de Vulpendia y su escolta. - Oh, vaya, pues, permítanme invitarles a una taza de te – dijo Ordus. Lenze sonrio satisfecha. - ¿Ves como hay que decir las cosas? La casa de Ordus tenía chimenea y muebles de estilo civilizado (no troncos huecos de árbol como se había puesto de moda últimamente) tenía hasta una alfombra. Ordus les sirvió el prometido te y les puso en antecedentes : la noche anterior una numerosa banda de krugs habían atacado la ciudad desde la playa. Afortunadamente los ciudadanos contaban con las maquinas de guerra, una catapulta y una ballesta, que junto con los arqueros habían puesto en fuga a los salvajes. La ciudad había resistido pero las granjas habían sido abandonadas y ahora todas las casas de murallas adentro estaban llenas de refugiados, incluido el templo de Azunite. Si necesitaban ayuda les aconsejo ir y hablar con la sacerdotisa. - Ya, pero antes quisiéramos hablar con el alcalde. - Lo están haciendo. - Uhu. Ordus les interrogó sobre todo lo que habían visto en las granjas y en las criptas. Tomó nota y se despidió, no quería abandonar su puesto en las murallas durante mucho tiempo. 10
  • 11. Zintuden y Lenzedia, con el deber cumplido, se dirigieron hacia el templo. En el centro de la plaza había una fuente rodeada de un cantil de piedra, al menos agua no faltaría allí. La ciudad de Stonebridge debía ser preciosa en otras circunstancias, encajada entre los acantilados y las colinas, bien protegida, con su playa y su puerto, pero ahora estaba en horas bajas. Muchos paisanos se afanaban en reparar los cuatro molinos construidos sobre sillares de piedra que aprovechaban la corriente de aire entre el mar y la tierra, aunque no tuviesen nada que moler. - ¡Eh! ¿no íbamos al templo? - Por favor, Zintu, allí se refugia la plebe, antes de plantearme la posibilidad de hacinarme con ella quiero intentar pillar una cama en la posada. La posada de Ethan era un amplio edificio amarillento de dos plantas y desván donde se hacía la vida social de la ciudad. Una gran barra en forma de L distribuía entre las abarrotadas mesas lo poco que quedaba en la despensa. - La posada esta llena – dijo Ethan nada más verles sentarse a la barra. - Le advierto que soy una princesa. - Y yo le advierto que esta muy buena. - ¿Qué? - La tarta de higos. - Ah, pues tráigame un trozo. - Lo mismo para mí. Pagaron la nutritiva tarta con oro krug, cuando estaban apurando las migas, Ethan volvió a hablarles. - Otra advertencia, señor y señora, nuestros vecinos de las granjas tienen prioridad a la hora de ser acogidos, y son muchos, no encontraran sitio donde quedarse. - Es comprensible – dijo Zintuden con flema. Ella no le contradijo. Camino del templo, Lenzedia expreso su opinión libremente. - ¡Vaya mierda de pueblo!, pero tienes razón, la hospitalidad empieza con los de uno. En el templo tampoco había sitio, además allí se atendía a los heridos, lo cual no era plato de gusto. - ¿Qué tal esta, amigo? – le pregunto Zintuden a un sargento con la cara recién cortada. - Como decimos en Stonebridge: “la guerra es bella, pero sus consecuencias son horribles”. 11
  • 12. Lenzedia no entendía de magia curativa (la más complicada de todas las magias) así que invito a Zintu a salir de allí. - ¿Algún plan? - Déjame pensar, mmm, vamos al molino, si tampoco hay sitio al menos podremos comprar algún pan. Subieron las escaleras del molino y en cuanto entraron dentro sintieron en sus gargantas que el aire estaba cargado de polvo y harina, casi fue un alivio cuando la atractiva molinera les dijo: - Aquí no podéis quedaros, en cuanto al pan, no se . . - ¿Se debe a que somos extranjeros? – pregunto Lenzedia con retintín. - No, se debe a que no habéis demostrado estar aquí para ayudar, en estos tiempos no se puede uno fiar de nadie. - Aha, ya entiendo, nosotros estamos dispuestos a ayudar si con ello . . . - La cuestión es ¿Hay alguien que necesite nuestra ayuda? - ¿sabéis matar bichos? – dijo la molinera después de pensarlo un rato. - Nos llaman los Matabichos, señora – respondió Zintuden muy ufano. - Entonces . . . La molinera les explico que la comida estaba escaseando de tal manera que ella estaba allí barriendo la harina que se había salido de los sacos para aprovecharla (de ahí la polvadera) no había que hacerle ascos a nada y mucho menos a los peces que se acercaban a la playa, pero había un problema, los krugs habían soltado unos bichos carnívoros llamados scrabas que se habían instalado en la arena de la costa y no dejaban acercarse a nadie. - La milicia ha intentado matarlos a flechazos, pero esos asquerosos se entierran bajo la arena y no hay manera. - Mmm, creo que lo que necesitáis es un poco de magia. La molinera nunca había visto un espectáculo de magia y salio detrás de aquellos dos extranjeros con la esperanza de ver algo nuevo. Varios vecinos la vieron salir del molino y la preguntaron si había tenido algún problema con aquellos dos forasteros. - No, pero dicen que van a hacer magia. Observada ahora por un grupo de vecinos, Lenzi se puso a cuatro patas y pego la cara a la arena, pero junto al límite de la arena dura, no quería que uno de esos bichos carnívoros la diese un bocado. La playa no era muy grande y enseguida vio a uno de ellos. Mas exactamente vio su aura, todos los animales desprenden una, y esta flotaba sobre la arena, delatando a su poseedor. - ¿Puedes conseguir una jabalina o algo parecido? – pregunto a Zintuden. - ¡¿Alguien me presta una jabalina o algo parecido?!, ah, gracias. Lenzedia abrió su zurrón y sacó con cuidadoso amor el libro de la cripta. 12
  • 13. - Veamos si eres tan bueno como pareces. La mano siniestra sobre el libro y la diestra sobre la arena señalando al aura del bicho. En cuanto pronuncio las palabras un enorme escarabajo del tamaño de un perro grande emergió de la arena chirriando como un loco. Zintuden, también como un loco, le acribillo a lanzazos hasta que quedo hecho puré de bicho. Una hora y pico después los pescadores de Stonebridge estaban en la playa y Zintuden y Lenzedia ya tenían donde quedarse por la noche. Era una cuadra pero ¿Qué más da?. Así lo comentó Zintuden cuando estaban acurrucados en ella. - ¿Lo ves? Llegamos como extranjeros, nadie nos quería y desconfiaban de nosotros, pero demostrando que queremos ayudar hemos conseguido su respeto y su agradecimiento, ese es el camino. - Pero ante todo hay que darle las gracias a alguien . . . al maravilloso libro críptico, ¡ay librito, como te quiero! – mimoseo Lenzedia abrazando sus viejas pero brillantes tapas. - Eso es una cochinada, una desviación, ¡amar los libros!, ¡puaj!, ¿a quien se le ocurre? 13
  • 14. 4. Aunque el sol ya estaba en lo alto sobre la ciudad de Stonebridge, no calentaba nada. Lenzedia recordó que ayer al caer la tarde la temperatura bajo rápidamente. Cuando fueron a las murallas para ver como estaba la situación se lo comentaron al alcalde Ordus, que estaba acompañado por Gyo, un veterano arquero. - Hace frío aquí ¿no? Me refiero, para esta época del año. - Sí, se debe al cambio climático. - Efectivamente, el cambio climático – Corroboró Gyo con total seguridad. - ¿Qué es eso? – pregunto Lenzedia con su tono “especial inocencia”, había captado que Gyo la miraba disimuladamente el escote. - Cada vez hace más frío, es por culpa de los pájaros, cada vez hay más pájaros y con sus vuelos provocan corrientes de aire que enfrían el reino, además su plumaje refleja el calor del sol hacia arriba, estamos pensando en como acabar con ellos. - ¡Que cosa!, pero ¿seguro que es por los pájaros? - Segurísimo, señora, lo han dicho los mas altos eruditos del reino reunidos en consejo. - A mi me parece que uno dijo una chorrada y los demás, como no tenían ni idea, se unieron a ella – apuntó Zintuden, que se atrevió a formular lo que Lenzedia pensaba íntimamente. Ordus iba a replicar cuando un grito mucho más apremiante le detuvo. - ¡Los krugs han vuelto!, pero son muchísimos y traen maquinas de asedio. En pocos minutos se formó una buena en toda la ciudad. Zintuden y Lenzedia vieron que Ordus hacía una piña con los hombres de su círculo de confianza, se sacaba su pipa, la encendía y debatía las opciones. - Quizás lo más sensato sería pedir refuerzos, los más cercanos serían los de la Villa-en-la-mina, pero los ciudadanos de Stonebridge tenemos nuestro honor, no podemos ir a suplicar a esos enanos hasta que la situación sea desesperada. - Pffff – respondió Zintuden. - Señor alcalde – una lucecita acababa de brillar en la cabeza de Lenzedia – nosotros no somos ciudadanos de Stonebridge, no tenemos honor, podemos suplicar y arrodillarnos ante los enanos hasta hartarnos. - ¿Cómo?, bien, no se, esa sería una solución. - Una solución muy sensata, si me permite decirlo, señor – dijo uno de los allegados del alcalde. - Si, pero, ejem – dijo otro en voz mas baja – hay un pequeño problema desde mi punto de vista, no podemos confiar ciegamente en dos extranjeros ¿verdad?, alguien debería acompañarles. 14
  • 15. Los dos citados no oyeron esto último porque ya se habían alejado en dirección a la tienda de “todo a tres”. - Lenze, ¿estas trastornada? – pregunto Zintuden que no estaba acostumbrado a que Lenzedia se ofreciese voluntaria para misiones de paz. - Cállate, ya has oído, vienen con maquinas de asedio, hay que salir de aquí inmediatamente, ¿y si vienen a por mí?, ya ves lo interesados que estaban en que les tradujese aquellas lapidas, no me extrañaría nada. En todo caso, es la primera regla en las ciudades bajo asedio: huir. Y además así, secundariamente, damos el aviso a los enanos. - Pero no sabemos como ir hasta allí. - Eso puede arreglarse. Unos minutines después. - Gyo, ¿no podría guiarnos hasta las minas?, su ciudad necesita ayuda y yo también le estaría muy agradecida. - Bueno, yo, ehr – Gyo pego su espalda contra la pared de troncos de Ethan´s, Lenzi prácticamente se le había echado encima y sus tetas le rozaban, los krugs estaban a punto de llegar y no había tiempo para sutilidades. Los hombres somos previsibles, ¡mucho!. Gyo habló poco después con Ordus y accedió gustoso a su idea de guiarles hasta Villa-en-la-Mina. - Lenzi, ¿Por qué eres tan mala? – Zintuden formuló una pregunta completamente ociosa. - No soy mala, - protestó Lenzedia - mírame bien, este cuerpo que tengo, ¿Qué te parece? Yo creo que es un cuerpo diseñado especialmente para atraer, seducir, cautivar y destrozar el corazón a los hombres, si dios padre me dio este cuerpo, ¿Quién soy yo para llevarle la contraria? Antes de salir tuvieron que solucionar que equipo llevarían. Cuestiones como: - Esa armadura es de mujer, no pienso vestirme con ella. - ¿Van a comprar una mula? - No, ya tenemos a esta, ¡ay! – coscorrón de Lenzi. Una pequeña algarabía se reunió junto a la Puerta de las Colinas, que era como llamaban a la puerta norte, más para despedir a Gyo que a ellos, pensaba Lenzedia. 15
  • 16. 5. Vigilar era un aburrimiento, en un primer momento, el krug vigía estaba cansado pero no demasiado, después algo le llego por el aire y cayo en una suave modorra, pero el pensó que era normal, finalmente se quedo profundamente dormido, pero eso fue cuando recibió un garrotazo en la cabeza. Zintuden se había acercado gateando por el matorral y ahora avisó a sus dos acompañantes para que subiesen al puesto de vigía desde el que se dominaba el camino a la mina. A Gyo no le gustó lo que vio: - Lo que me temía, los krugs han ocupado el paso y las colinas, es imposible pasar. - Entonces volvamos a Stonebridge y esperemos allí sentados a que esto se resuelva por si solo. Gyo buscó algún rastro de sarcasmo en la propuesta de Zintuden, pero no lo encontró. - Me temo que eso de esperar sentados no entra dentro del carácter de los stonebridgelinos, hay que avisar a la mina e incluso a Graten cuanto antes. - Pero acabas de decir . . . - Hay otra alternativa, pasar por debajo, cruzando los subterráneos de la ciudad imperial abandonada, allí es imposible que haya krugs. - ¿Por qué estas tan seguro, Gyo? - Oh, ellos le tienen pánico al hombre-araña. - Ah, – Zintu se rascó la cabeza – entonces todo arreglado, seguro que ese hombre-araña es la leche de amable, ¡con ese nombre tiene que serlo! - Me temo que no. Veréis, el hombre-araña es, o mejor dicho, era un poderoso mago que se llamaba Petrus Parkete, tenia la delirante teoría de que mediante sus hechizos podría adquirir las habilidades de una araña, como trepar por los muros y hacer primorosos bordados, pero en lugar de eso se convirtió en un engendro. Muchos lo han visto rondar por estas colinas y no todos estaban borrachos. - ¿Un poderoso mago, dices?, ¡quiero verle! Una hora y media más tarde el deseo de Lenzedia se cumplió. Le vio muy muy de cerca, estaba oscuro, pero el engendro estaba justo encima de ella, con sus ojos múltiples clavándose en los suyos, su boca babeando sobre sus pechos y seis patas de araña recorriendo su cuerpo, pero lo peor eran las dos patas restantes, que no eran patas, sino manos frías y húmedas que la palpaban con una lujuria enfermiza, entonces la cogieron del cuello, levantaron su cabeza y sintió una lengua sobre los ojos. Pero Lenzedia supo que no acabaría de aquella forma. El libro, estaba tirado en el suelo delante de ella, vio brillar sus letras débilmente. Si pudiese . . . 16
  • 17. Movió lentamente la rodilla sin que el engendro lo advirtiese y se impulsó con su bota contra el viscoso pecho, su mano consiguió posarse sobre el libro, pero el monstruo era demasiado rápido, la golpeó en el brazo, ella solo consiguió aferrarse al libro con la punta de los dedos, el arácnido tiró de ella y ella arrastró el libro por el suelo, las tapas se abrieron y entonces sucedió algo imprevisible. Unas volutas de humo amarillo brotaron de las páginas del libro, primero eran tenues, después se hicieron más densas, polvo, después, arena, después cachitos grises que se fueron uniendo uno a uno hasta formar un esqueleto humano: el esqueleto de la cripta. Al parecer, el hombre araña quería seguir siendo el amo de la ciudad subterránea y no admitía que ningún otro monstruo le hiciese sombra porque se lanzo contra el esqueleto, despreocupándose de Lenzedia y tirándola al suelo como una cosa usada. Sin embargo su ataque no hizo ningún daño, el esqueleto era un espectro, una cosa gaseosa que no sufría. El brujo araña lo supo demasiado tarde y en su mente empezó a formarse un recuerdo: El recuerdo de alguien que le decía que tendría un recuerdo, esto era inquietante ¿no?. “Algún día te acordaras de mi, y sabrás que es el día de tu muerte”, le dijo aquel estúpido caballero al que asesino junto a su prometida largos años ha, que curioso, ahora se acordaba de él, ¿no le habían enterrado como un héroe en la cripta sagrada?. La asociación de palabras cripta-esqueleto le vino a su afilada mente aracnida-brujeril y eso era aun más inquietante. El caballero había conseguido volver para vengarse, ¿pero como era eso posible? Mientras, Lenze no sabía nada de estas antiguas disputas y decidió que ese era el momento ideal para salir por patas de allí. Había unas escaleras de piedra, sin duda llevarían a alguna parte, ni siquiera en un lugar tan asqueroso la gente construiría escaleras solo por tocar las pelotas. Rodó silenciosa y velozmente por el suelo mohoso, era un truco muy útil que había aprendido en alguna taberna, pero lo importante es que ninguno de los monstruos la hizo caso, y lo ultimo que oyó antes de esfumarse por la escalera fue el grito rabioso y moribundo del mago araña. Tropezó, se llenó la cara de telarañas, pero siguió subiendo hasta que sus ojos distinguieron algo más de luz en la penumbra, y luego, voces. El reencuentro fue emocionante y Lenze lloró en brazos de Zintu, es que con la edad se iba haciendo más tierna. Les contó todo lo sucedido. - Ese arañón casi te come, ¿ves lo que pasa por no hacerme caso? - Oye, parece que fuese tu esclava. - No, Lenze, eres mi chica para todo y no te cambiaría por nada. - ¿Ni siquiera por una arquera de nivel 15? - Ni por un ejército de arqueras. - Ay, ¡que cosas tan bonitas dices! 17
  • 18. 6. Silencio. El bosque que crecía sobre las colinas, silencioso, las colinas que rodeaban la mies, quietas; la mies que rodeaba las casas, silenciosa; las casas de grandes vigas, estáticas. Villa-en-la-mina estaba desierta. No había nadie a quien dar el mensaje. Tan solo había la posibilidad de gritarlo hacia la boca, grande, oscura y amenazante de la mina que se abría al final de la calle principal. El trío avanzó, también silenciosos, mirando por todas las ventanas, nada. Gyo estaba hundido, al verle así Lenzedia intentó encender alguna luz a la esperanza. - A lo mejor están todos trabajando dentro, sí, porque los enanos son muy trabajadores ¿no? - No, aquí ha pasado algo, algo malo. Tan solo pronunciar estas palabras un rápido “tak tak tak” resonó desde la bocamina, Zintu se olvidó de pensar en la posibilidad de que hubiese algo de valor en las casas y sacó su espada, Gyo su arco y Lenzi no tuvo tiempo de concentrarse lo suficiente para lanzar un hechizo porque un macizo y humeante enano salio de la mina en aquel preciso instante. Al ver a tres desconocidos en actitud amenazante en medio de la calle de su villa el enano, viéndose sin armas, se agachó a coger piedras para tirárselas, pero luego se lo pensó mejor. Sabía que los auténticos enemigos estaban dentro de la mina. - ¿Quiénes sois y que hacen tres finolis aquí? (finolis es el apelativo que dan los enanos a quienes no son enanos) - Suelta esas piedras. - Soltad vosotros las armas. Convencer a un enano de que esta en inferioridad de condiciones es una tarea completamente inútil, así que Lenzi, que lo sabe muy bien, pasa a la diplomacia. - Venimos de Stonebridge a pedir ayuda contra los krugs. – ante la mala cara que pone Gyo Lenzi rectifica – pero lo hacemos por propia voluntad, no porque nos lo hayan pedido. - Ahora te toca a ti – dice Zintu dirigiendo una burlona reverencia al enano. - Me llamo Gloer, soy guardia minero. - ¿Eim? ¿guardia? - Soy el que cuida que los demás mineros no se maten entre ellos. - Ah, ¿y eso ocurre con frecuencia? - No voy a decirte que no. Precisamente estábamos en medio de una pelea cuando llegaron los krugs, los muy cerdos nos cogieron desprevenidos, yo he 18
  • 19. conseguido escapar llevándome a algunos por delante, pero la mayoría de mis colegas están ahora encerrados al fondo de la mina. - La mina atraviesa la montaña ¿no? – pregunto Gyo. - Si, claro, pero no esta permitida la entrada. - ¿En que estas pensando, Gyo? - Atajando por la mina llegaríamos a Graten en poco tiempo, es la capital y allí esta la legión, encontraríamos refuerzos seguros. A Lenzi la idea le pareció de perlas, en Graten era donde vivía el mago maestro con el que quería estudiar. A Gloer no le hizo ninguna gracia el comentario, se puso chulo. - Os lo he dicho, es una mina privada, no esta permitida la entrada a los no- enanos, además sin un guía . . . - Oye, esta no es una visita turística, tenemos prisa por llegar a Graten, así que no nos vengas con prohibiciones. - Bien dicho, Lenzi, los enanos no entienden de diplomacia – secundó Zintu sin sospechar los motivos de su compañera. - ¿Ah si? – Gloer se puso en posición de comenzar una pelea estilo enano, pero al parecer se lo pensó un poco mejor, sonrió malévolamente y se apartó de ellos – pues si tantas ganas tenéis de entrar, hacedlo, venga. - Este repentino cambio de actitud es sospechoso – dijo Lenzi, acariciándose la barbilla - . . . pero nos favorece, así que ¡vamos a la mina! Tras la boca, un corto túnel desembocaba en una gran bóveda donde se almacenaban en perfecto orden enano (cuadriculado) vagonetas, picos, mazas, travesaños y demás material. Lo que no había eran candiles. - seguro que están en alguno de estos túneles secundarios – dijo Gyo que parecía conocer mejor el asunto de la minería. Como había muchos, decidieron separarse y buscar por separado, una estrategia que siempre ha funcionado de maravilla en las historias que se cuentan al lado de la lumbre. Lenzedia se metió por uno de los túneles laterales y avanzó por el hasta que se encontró con una zona inundada, no supo que hacer hasta que vio que había algunas rocas que sobresalían de la oscura superficie, se acercó con cuidado, quizás pudiese saltar sobre ellas, aunque, fijándose con mas atención, vio que estaban cubiertas de una especie de líquenes marrones, podría resbalar fácilmente. Entonces una roca saltó sobre ella, tenía bigotes y dos ojos rojos. Lenzedia corrió como el diablo hacia el túnel principal. - ¡Zintu!, ¡vámonos de aquí! 19
  • 20. Gloer se había sentado al sol, esperando, primero oyó los gritos y poco después oyó los pasos a la carrera que se aproximaban a la entrada del túnel. - ¡Ja!, ya sabía yo que no iríais muy lejos, larguiruchos. - Las ratas . . . ¡ había ratas! – jadeó Lenzedia blanca como la leche – eran … grandes, ¡GRANDES!. - Si, idiotas, ya se que hay ratas y si no conocéis el camino os encontrareis con cosas aun peores allí abajo. Cuando recuperó el aliento Lenzi solo tuvo una cosa que decir: - Vale, enano, lo siento, tenias razón, puedes acompañarnos. - ¡Pues vamos alla!, ¡sin tregua!, aun quedan muchos krugs que machacar. En la imaginación de los tres humanos no cabía una mina de un tamaño semejante, túneles, raíles, depósitos, grandes filones, cavernas naturales de techos espinosos, cúpulas negras e insondables. - Menudas maquinas – señalo admirado Gyo. - Solo los enanos sabemos construirlas y repararlas. Junto a una pared había unos enormes depósitos cilíndricos de metal que llamaron la atención de Zintu. - ¿Qué hay en esos tanques? - Cerveza . . .¡oye! deja ese grifo. Entre la cabezonería de Zintu o la de un enano no se sabe cual hubiese ganado porque en aquel momento un resplandor en la vuelta del túnel les avisó de que no estaban solos. Un tropel de krugs portando antorchas y armas entró en la sala de los tanques, pero no fue eso lo que casi hizo salir de su escondite a Gloer, fue la visión de todo el oro y piedras preciosas que se llevaban. Afortunadamente allí estaba también escondido Zintu para recordarle que no merecía la pena. A partir de ahí, fueron encontrándose con más grupos de krugs, pero no fue difícil esquivarles, primero porque las minas ofrecían una gran variedad de escondites para un grupo tan pequeño y segundo, porque los krugs eran tan ruidosos y estaban tan ocupados (y divertidos) saqueando que lo último que les preocupaba era que tuviesen visita. Siguieron descendiendo y Lenze se paró para beber de la cantimplora, se asustó al ver que unos ojos rojos la miraban desde una grieta de la cueva. Debió gritar porque sus compañeros acudieron inmediatamente y el bicho, que era la cosa más rara que habían visto en su vida, se esfumó deslizándose entre las sombras. - ¿Qué clase de criatura es esa, un demonio? - preguntó Lenze a Gloer. - Un ángel, más bien, lo digo porque estas criaturas vinieron del cielo, hace muchos muchos años, cayó de lo alto un gran escudo de metal, envuelto en llamas, dicen que era el escudo de un gigante que habitaba entre las nubes, 20
  • 21. también dicen los viejos que estas criaturas estaban dibujadas sobre la superficie del escudo, pero cobraron vida y se refugiaron en las cuevas, donde se han reproducido. - ¿Son peligrosos? - No, pero tampoco sirven para comer. Llegaron a una gran zanja, una zanja monstruosa, que podría haberse llamado cañón, de no ser porque no era obra natural sino de excavación de los enanos. Paradojas de la vida, la zanja que tanto se habían afanado en profundizar, ahora les servía de prisión. En efecto, Lenzi se asomó y pudo ver a un gran número de enanos, todos ellos en distintos grados de enfado, pero sin poder hacer nada al respecto. Gloer señalo a unas grúas como las que se usan en los puertos fluviales para descargar y cargar las bodegas de los barcos que estaban colocadas al borde de la zanja. - Usando esas podemos sacarlos. Los cuatro se acercaron a las grúas, por lo visto, Gyo también sabía manejarlas, pero Lenze estaba preocupada por otra cosa. - Espera, en cuanto vean moverse estos armatostes, los enanos seguro que comenzaran a armar alboroto, y no queremos eso. - No, supongo que no, ¿que sugieres? Lenze no emprendía ningún viaje sin llevar con ella su lápiz de ojos, lo saco, pero en vez de retocarse escribió el siguiente mensaje “Silencio, pasa la voz” en una tabla que arrojó seguidamente a la zanja. En otras circunstancias el impacto de la tabla sobre la cabeza de un enano hubiese comenzado una pelea monumental, pero sin cerveza y sin comida los ánimos no estaban muy propicios para peleas, y los enanos pueden ser muy disciplinados cuando es necesario. Poco a poco la marea de enanos fue susurrando el mensaje y lazando su atención por encima de sus cabezas, donde Gloer, ayudado por Zintu y Gyo estaban empezando a mover las grúas. Zintu se ofreció para bajar el primero y ayudar a subir a los enanos. - ¡Gloer, creo que aquí abajo esta tu hermano! – berreó Zintuden. Los dos hermanos se abrazaron con la fuerza de dos osos, aunque pareciesen ositos, más bien. Al ver la escena a Lenzi se le cayó una lágrima. - Es emocionante. Creo que me voy volviendo más sensible con los años. Las grúas fueron sacando a todos los prisioneros y cuando salieron los últimos: - Bueno, ahora que estamos rodeados de enanos llenos de una ira vengativa ¿cual es el siguiente paso? - se pregunto Zintu. - ¡Conseguir armas! – dijeron Gloer y su hermano a coro. 21
  • 22. Avanzaron todo lo silenciosamente que se puede avanzar con un tropel de enanos siguiéndote los pasos, que no es moco de pavo. Asomándose a una esquina del túnel vieron una cavidad rectangular bien iluminada: El arsenal. Allí estaban expuestas a la luz de las teas multitud y variedad de hachas, espadas, lanzas y demás material contundente. - Vaya, ¿con que podríamos distraer la atención de esos guardias mientras llegamos a las armas? - Zintu, después de tantos años te conozco bien y creo que ya tienes la respuesta a esa pregunta. Los krugs se quedaron alelados al ver aparecer a una rubia en pelotas. Pues sí, Lenze estaba como vino al mundo pero claro, con bastantes mas pelos en la cabeza, kilos de peso y centímetros de altura en su escultural cuerpo. Los hombres somos la mar de previsibles, y los hombres krugs mucho más todavía: primero parpadearon incrédulos, luego se pegaron codazos entre ellos, alguno soltó una risita babosa y al final todos se acercaron para ver más de cerca aquella aparición que parecía haberse extraviado en su mina. Zintuden y los enanos salieron de entre las sombras y arremetieron contra la armería como niños (y un adulto) contra una bolsa de caramelos. Mientras, Lenzi, su grupo de enanos, y Gyo, que en principio había protestado con la idea del señuelo desnudo y luego había insistido en quedarse con ella para proteger su virtud, recibían a los krugs cachondos con una lluvia de piedras a la cabeza, algunas de las cuales hacían un efecto bumerang a efectos de la magia del libro. El mas gordi-alto de los krugs tenia un enorme escudo, protegido con el, se burló de las piedras y arremetió contra Lenzi, que reculó y terminó por tropezar con una piedra y probando el suelo, ya se veía aplastada por el doble peso del krug y su escudo de hierro cuando vio como sus mineros, con las manos desnudas saltaban como una jauría encima del bestia, se quito a uno, se quito a dos, pero acabó por sucumbir bajo una montaña de enanos, Lenzi no vio ni supo lo que paso allí debajo, ni quiso saberlo. Su atención ya iba dirigida a otro de los krug, este era alto y delgado, que se las arreglo para esquivar las piedras y parecía que conseguiría dar la alarma al enfilar un oscuro túnel que le conduciría hacia sus camaradas de pillaje. - Allí! – gritó a quien pudiera interesar. Afortunadamente Zintu y Gyo estuvieron interesados y dispararon sus arcos hacia la oscuridad, uno de ellos o quizás los dos acertaron, lo confirmó un grito. Los enanos se parecen en cierto modo a los ibéricos, son generosos y hospitalarios con los amigos, pero si se les traiciona o ataca sin motivo, su venganza no tiene límite. Podéis imaginaros lo que paso con los krugs, os daré una pista: no fue agradable. 22
  • 23. Cuando todo acabó, Gyo, Zintu y Lenze se plantearon seguir con su misión y así se lo dijeron a quien ya consideraban un amigo, Gloer. - Yo me quedo aquí, ahora tenemos un duro trabajo que hacer, limpiar las interminables galerías, reparar las pesadas maquinas, sacar los cadáveres de los krugs, quitar la sangre y demás restos orgánicos, ¿seguro que no queréis quedaros a ayudar? La propuesta era profundamente tentadora, pero Lenze no necesitó pensárselo mucho para responder en nombre del grupo. - Gracias por la propuesta, Gloer, nos encantaría, de verdad de la buena, pero debemos llegar lo antes posible a Graten y avisar al gobernador. Gloer, su hermano y sus compadres comprendieron y se mostraron agradecidos con los tres finolis que les habían liberado de la zanja. - El gobernador es amigo de los enanos, enseñadle este amuleto, por si acaso no se fia de vosotros... Para salir al otro lado de la montaña se usaba el elevador. Accionado por misteriosos mecanismos el gran artefacto gruñó, chirrió y acabó subiendo por el túnel vertical, por fin otra vez a la superficie, pero todo lo que habían pasado no le prepararía para la cosa extraordinaria que iban a ver allá arriba. Nada más llegar un cosquilleo en la piel les dijo que había algo que no andaba bien, el cosquilleo era más bien, un tembleque, era frío. Una gran luz blanca les dio la bienvenida, pero no era del sol. La luz blanca venía del suelo. ¡Estaba todo nevado! - Mierda, ¡es el cambio climático! - Sí, pero esta nevada en plena primavera no la han provocado los pájaros – dijo Lenzedia burlona. Poco después una bola blanca impactaba en su cabeza. - Confirmo que esto es nieve y no mierda de pájaro – aseveró Zintuden escondiendo la mano. El camino hasta Graten era largo y ahora se veía entorpecido por la nieve, decidieron que lo primero era buscar refugio para pasar la noche y alcanzar su destino al día siguiente. No mucho más allá encontraron una granja a cuya puerta llamaron en busca de hospitalidad, pero no hubo nadie que los abriese, visto lo visto entraron sin más formalidades. Una única habitación ocupaba toda la casa, no había muebles propiamente dichos sino cajas de madera, en la pared del fondo estaba la chimenea y sobre ella habían construido una plataforma de madera a modo de segundo piso, donde descansaban unos jergones. - ¿Creéis que esta granja está abandonada? – se preguntó Lenzi. 23
  • 24. - Es difícil distinguir si esta abandonada o simplemente los dueños son pobres de solemnidad – respondió Gyo. - O que son muy descuidados – añadió Zintu. La intuición femenina de Lenzi tenía algo más que decir sobre algo que llamó su atención al bajar la vista. - Esa trampilla del suelo me da muy mala espina. La abrieron con sumo cuidado, ante la eventualidad de que hubiese muertos vivientes, una familia de caníbales o alguna de esas cosas que habitan en los sótanos de los cuentos baratos, pero no había nada, a excepción de espacio, espacio era lo que sobraba allí abajo. - ¡Menudo sótano! - Mucho sótano para tan poca granja – evaluó Lenzi. - Ah, vosotros sois del oeste, no sabéis que en Ehb la mayoría de las cabañas y de las granjas están construidas sobre los restos de construcciones anteriores, de la época del imperio, ya veis, a ras de suelo no quedaba gran cosa, solo ruinas, pero debajo es otro cantar, las construcciones imperiales subterráneas se mantienen aun sólidas, por eso los granjeros de la primera migración aprovecharon para levantar sus granjas sobre ellas, es muy útil tener un gran subterráneo bajo la casa, sirve de almacén, silo, granero o refugio. Lenzi pidió a Gyo que siguiese contándoles. - Los tesoros más valiosos del antiguo imperio no son ni el oro ni las joyas, cualquier artefacto o enser de aquella época es más apreciado por los comerciantes, ¡esta zona esta trufada de ellos!, basta con dar dos paletadas en un túnel para hallar algo, pero ¿sabéis lo más gracioso?, según las crónicas, los antiguos vivían acongojados por lo que ellos llamaban basura, ¡menudos idiotas!. Antes de irse a dormir vieron un extraño resplandor azulado emerger de los montes nevados, no era una aurora boreal, no era nada que hubiesen visto antes. 24
  • 25. 7. Graten debía de ser la ciudad más inconquistable de Ehb, según vio Zintuden, y ahora con la llegada del inesperado frío aun más, los ya de por si vertiginosos terraplenes que rodeaban su camino de acceso ahora estaba cubiertos de traicionera nieve, las murallas de piedra y gruesos troncos desanimaban a cualquier invasor, las torres de vigilancia veían ahora cualquier cosa que no fuese blanca mucho más destacada. Enseguida vieron por eso a aquel tipo con cara de duro parado a las puertas de la ciudad. - ¡Hola tio!, me llamo Zintuden, ¿que tal van las cosas por aquí? - ¡Hola!, me llamo Boryev, estos estúpidos legionarios no me dejan pasar, dicen que no les gusta mi cara. - Puedes decir que vienes con nosotros. - Gracias, pero a vosotros tampoco os dejaran pasar, están en estado de alerta. - ¿Con que fin?, ¿krugs? – sospecho Gyo. - ¿Krugs?, no lo se, pero el otro día encontraron a dos pastores y a todo su rebaño convertidos en estatuas de hielo, y algunos mercaderes han desaparecido. Eran señales funestas, Lenzi y Zintu se miraron entre ellos, ¿cambio climático?, ¡y una mierda!, había algo maligno detrás de todo aquello. - Tenemos un amuleto enano, nos dejaran pasar – dijo Lenzedia convencida. Así fue. A veces un pequeño gesto u objeto marcan la diferencia. La ciudad era grande y estaba en problemas, como una ballena varada en la playa. Una capa de sucia nieve y barro cubría las calles, era aun peor pues a sus habitantes se les veía poco habituados a bregar con el semi solido elemento. Avanzaron por una larga callejuela de piedra, entre casas de madera y ladrillo, gente de todas las razas, todas sonándose los mocos, ninguna parecía muy contenta, excepto un grupo de crios y unos perros, que jugaban encantados, los niños y los perros tienen muchas cosas en común. Tras pasar un curioso puente de hierro que cruzaba el canal que partía la ciudad en dos llegaron a donde querían. En la sede de gobierno unos legionarios plantados en las escaleras les impidieron pasar y esta vez el amuleto enano no sirvió, pero no era culpa de nadie, resulta que el gobernador Ibsen estaba fuera, ocupándose seguramente de alguno de esos sucios asuntos políticos. Debían buscar un sitio bueno y caliente para esperarle. - He estado en Graten más veces, el mejor sitio es aquel grande de la plaza. Yo tengo que irme, he quedado con mi primo. - Gracias, Boryev. - No, gracias a vosotros, ¡y suerte! El Suertudo Huggins era la mayor posada y el centro de la vida social de Graten, al entrar se notaba un calor muy agradable pues justo en el centro del salón había un hueco 25
  • 26. en el suelo rodeado de un circulo de piedra y en el centro unas rojas brasas que también servían para que algunos parroquianos asasen algún bocado. Zintuden, sin fijarse demasiado en la decoración, enfiló directo hacia la barra. - Bueno, antes de hablar con el gobernador, al que quiero dar buena impresión voy a tomarme 4 o 5 cervezas, a ver si se me aclaran las ideas, ¡uy!, ¿Qué son estos trapos que hay en el suelo? Pero los trapos se agitaron y se quejaron, dándole un susto. - Tranquilo, es Lorun de Vito, un viejo enano borracho – le informó la camarera. - No es muy caritativo dejarle aquí en el suelo hecho un asco – Observó Lenzedia. - Fue el quien hizo todos estos destrozos en el local – la bien dotada chica señaló las quemaduras de las paredes – ih!, solo por eso ya merecería que le dejase a la intemperie para que se congelase, lo único que me impide hacerlo es . . . - ¿Qué? - Ahí donde le ves, este viejo salvo Graten, una vez hace muchos años, fue nuestro héroe, por entonces era un gran mago de fuego, aunque ya ves que en ocasiones lo sigue siendo – La camarera señaló otra vez las quemaduras. - Así que le dejas que se refugie aquí. - Si, todo Graten tiene una deuda con él, y él con todo Graten, creo que nos debe dinero a todos los gratinados. - Pues mira por donde, a nosotros no nos vendría nada mal un mago de fuego. Gyo estuvo de acuerdo con la idea de Lenzi. - Fuego contra hielo, eso es elemental. Zintu le invita a un par de copas y poco después, de una forma bastante fácil y barata el mago enano ya forma parte del grupo y lo pasa en grande contándole su percepción de la magia al escote de Lenzedia. - Hay un mágico equilibrio en la naturaleza, una alternancia de luz y sombra, de hielo y fuego, y esa es la verdadera magia, si este equilibrio se rompe, Lenzedia, se produce el caos y la discordia. El Suertudo Huggins estaba situado en la plaza mayor de la ciudad, así que cuando una combinación de movimiento de los parroquianos y ruidos del exterior les alertaron de que algo pasaba la pareja de extranjeros salio a ver. Era el gobernador Ibsen, vestido de pieles y altivez, que regresaba a caballo con su escolta. - ¿Ese es el gobernador? - A lenzi no le gusto la primera impresión. - Tiene cara de … - Inteligente – interrumpió tajante Lenzi al adivinar que Zintu iba a decir “tonto” o “idiota”. - Lo es, es un sabio – dijo un tipo que pasaba por allí. 26
  • 27. - Muchos pasan por sabios gracias a la ignorancia de los demás – susurró Lenzi al oído de Zintu. Salieron mostrando el amuleto enano en alto y el gobernador enseguida se fijó en ellos, les hizo acercarse y le contaron con todo detalle la situación en Stonebridge y en la Villa-en-la-mina. - Son asuntos muy graves, me reuniré con el consejo y tomaremos las medidas adecuadas para …. ( la aburrida y confusa chachara política de siempre) - Gobernador, también quería preguntarle sobre el maestro Merik. - Princesa, lo siento, Merik Desapareció poco antes de que cayese la primera nevada, se ve que las desgracias nunca vienen solas. De vuelta a la posada Huggins Lenzi soltó sus temores. - No me gusta. Yo no creo que todo esto sea una casualidad, justo cuando a Graten más falta le haría la ayuda de un gran mago, va y desaparece. - Un poco raro sí que es, pero el idiota del gobernador no parece que opine lo mismo. Y mientras, La Mina, Stonebridge y los demás pueblos siguen sin recibir ayuda. - No esta haciendo nada, ni tiene intención de hacerlo, lo que deberíamos hacer seria reunirnos con los poderes civiles de la ciudad. - ¿Poderes civiles? - Si, ya sabes, los vip ... los administradores – Zintuden siguió con su gesto de no entender – las fuerzas dinámicas de la sociedad ... los hombres de provecho… - No te sigo. Lenzi dio un largo y áspero suspiro que sonó como el eructo de un troll. - Vale: el carnicero, el herrero y el boticario. - Joder, Lenzi, ahora hablas claro. Dentro de la posada les esperaban Gyo y Boryev con una afortunada coincidencia: el primo de Boryev era el carnicero de la ciudad. 1/3 del trabajo ya estaba hecho. Para festejarlo pidieron todos salchichas con patatas y comiendo siguieron conspirando, que es como mejor se conspira. - No hay herrero, hay herreras. El primo de Boryev, un tipo con pinta de jabalí llamado Spoto, prosiguió con la explicación. - El maestro herrero no tuvo hijos, tuvo tres hijas, pero era muy cabezota y no estaba dispuesto a que la tradición familiar se perdiese, así que ahora tenemos tres herreras en Graten. - Eso es loable – apuntó Lenzi. - Si, hay que armar a las mujeres – afirmó Zintu. - Me refiero a no encasillar a las hijas, Zintu. - ¿Y del boticario que me decís? – prosiguió Gyo. 27
  • 28. - Es rico, su hijo es el capitán más popular de la legión, es tan guapo y musculado que todo el mundo cree que es por las pócimas que le da su padre. - ¿Esas pócimas de que color son? – preguntó Lenze. - Rojas. - Que curioso, en nuestra tierra también son rojas. - Siempre son rojas – afirmó tajante Gyo. Lenze almacenó en su memoria: boticario y además rico. Convenía conocerle, todo el mundo sabe que en “Los Reinos” sean de hadas, de princesas, de bárbaros o de dragones, lo más importante es la salud y el oro. - Bueno, ahora que estamos con la tripa llena, caballeros, ¿Por qué no damos una ronda por la ciudad? - Yo tengo que volver a la carnicería – dijo Spoto – los animales no se van a destripar solos; bueno, a veces sí que lo hacen si juntas a varios vivos, sobre todo si están en celo, pero lo dejan todo hecho un asco. Spoto se fue, pero en ese mismo momento llego Lorun, se había lavado y peinado: Efectos que tiene Lenzedia sobre hombres y enanos. La herrería era la que quedaba más cerca, situada en un sótano de piedra en penumbra, daba gusto porque se estaba calentito en un día tan frío. A Zintu también se le calentó la imaginación al ver a las tres hermanas, musculadas sucias, sudorosas, dándole al fuelle, al martillo y a las tenazas. Se llamaban Rubi, Gema y Zafira. Se mostraron desconfiadas hasta que vieron que su amigo Lorun estaba con el grupo, es que el conocimiento del fuego une mucho. El pequeño mago les explicó la situación sin escatimar elogios a Zintuden y Lenzedia: - …Desde luego es una vergüenza para esta puta ciudad que sean dos finolis forasteros con pinta de pervertidos los únicos que están dispuestos a mover un poco las cosas. - Esta claro que no podemos seguir así. Contad con nosotras – dijo Rubi, la hermana mayor y la más grande – este frío va fatal para el negocio, nadie nos había comentado que en Stonebridge pasa igual. Ahora le tocaba al boticario. Rubi se ofreció para acompañarles, dejando a sus hermanas a cargo de la fragua. La casa de salud era un edifico que destacaba entre los demás, pues era grande y redondo, como la torre de un castillo pero de poca altura. Al ser preguntado por Lenzi ante esta cuestión Lorun la informó. - Pascoco estudió de joven en oriente, vino de allí con ideas raras, entre ellas que las esquinas de las casas dan mala suerte, aunque él lo llama yuyu. A lo mejor no era una idea tan descabellada, porque Lenzi se sintió muy a gusto nada más entrar allí. 28
  • 29. Era un negocio limpio y a la vez apestoso, por las muchas hierbas y cosas muertas que había bajo su techo, expuestas en frascos y cestas, sobre estanterías que circulaban por las paredes circulares, de todos los olores, sabores, texturas, y colores, aunque predominase el color rojo, como todo el mundo sabe. Pascoco era un larguirucho muy moreno de piel y muy blanco de pelo, vestía todo de un radiante azul cielo, pero más que radiante se mostró desolado ante las noticias que le contaron. Tenía muchos amigos en Stonebridge.. - ¡Krugs, nieve, granjas quemadas!. Esto es el fin de los tiempos, se veía venir. - No seas agorero, boticario – Gruñó lorun. - Si este frío sigue pegando así no tendrá nada de agorero. Ante las palabras de Lenzi todos guardaron silencio. Era algo que asustaba a todos, un invierno largo, un invierno que siguiese y siguiese y siguiese. - Vamos, digo yo que habrá que avisar al rey – dijo Rubi, que era muy monárquica. - Ah, vaya, ¿aquí ya habéis llegado al grado de finura suficiente para tener rey? – preguntó Lenzi exprimiendo a tope su tono ácido limonazo. - Si, tenemos a nuestro amado rey que nos gobierna desde hace 237 años – replicó Rubi mientras sus paisanos y también Gyo asentían. - Ehem, querida, querrás decir que tenéis monarquía desde hace 237 años, ¿Qué numero de rey hace este? - El 1º. - ¿Cómo? – Lenzi hizo una cosa que odiaba hacer: poner cara de tonta. Rubi la herrera siguió contando. - Sí, ya esta un poco viejo y no sale de su castillo, pero es el mismo, el bravo monarca que derrotó a los imperiales en la famosa batalla del 0-1. - Que curioso nombre – se rio Zintu. - Son los hombres que quedaron en pie por cada bando. - El rey se ha vuelto un poco, mmm, huraño con los años – dijo Lorun haciendo gestos indescifrables con sus peludas manos. - ¡Oye!, no hables mal del rey – protestó Rubi. - Es la verdad, odia las visitas – confirmó Pascoco encogiéndose de hombros. Lenzi tuvo una revelación. - Me ofrezco voluntaria, soy princesa: ¡una visita de sangre real no le molestara! Todos se mostraron complacidos con la idea, pero esta vez, ninguno se ofreció a acompañarles, ni siquiera la monárquica Rubi, que, a cambio, les dio indicaciones precisas y un consejo: - El castillo no esta lejos, si salís ahora podéis estar de vuelta antes de que anochezca. Ya os han contado lo de los desaparecidos, ¿no? 29
  • 30. - Tened cuidado. Mientras, nosotros contactaremos con más gente. Hay muchos agriados con el gobernador Ivbisen – dijo Pascoco en tono confidencial. Cuando iban a los establos a alquilar las mulas, Zintu interrogó a Lenzi sobre su súbito interés por el rey. - ¿Qué mosca te ha picado, Lenzi? - Alguien que tiene 400 años es digno de verse, además si puede haber una mínima posibilidad de robarle la formula de su eterna juventud … - Yo me conformo con el braguero. - Como quieras, pero en 400 años imagínate la fortuna que habrá amasado nuestro misterioso monarca, ese castillo debe rebosar monedas de oro. - No se hable más, te acompaño. El castillo del rey estaba muy a las afueras de Graten, en medio de los campos de cultivo, ahora improductivos por el frío. Era una enorme estructura de un estilo desconocido para Zintu y Lenzi, pero se les parecía al castillo de un chatarrero. Las almenas estaban llenas de lo que parecían tubos de metal que apuntaban al cielo y algún que otro escudo redondo, de esos que pasaron de moda hace ya muchas batallas. Rastro de sirvientes o guardias, no había ninguno. El patio estaba lleno de chatarra. Las cuadras, llenas de chatarra. Sin embargo, cuando entraron a la torre del homenaje, se encontraron con que … había aun más chatarra. Como nadie les recibía se cansaron de esperar al cabo de tres largos bostezos y decidieron subir las escaleras pegadas al muro. Al otro lado había un estrecho y largo pasillo, al fondo se veía un armatoste, una vieja armadura de talla gordobestia. Zintu se acercó para ver si la reliquia conservaría alguna pieza de utilidad, cuando la armadura habló: - ¡Buenos días! A Lenzi casi se le sale en corazón por la boca del susto. La pareja retrocedió y se puso en guardia. - ¿Quién esta ahí?– preguntó Lenzi intrigada. - Yo. - ¿Quién eres? - Yo soy yo. La voz sonaba extraña, vibrante y aguda como la rueda de un carro viejo. Lenze intentó sacarle algo en claro. - ¿Eres humano?. - No lo se. - ¿Estas dentro de la armadura? 30
  • 31. - No te entiendo. Aquello era para agotar la paciencia de un santo, o de alguien no tan santo, como era el caso de Zintu. - ¿Vas a dejarnos pasar, sí o no? - Sí, bienvenidos a “La Corte” – respondió la cosa levantando una mano que era un cacharro que señalaba hacia delante. - Vale, así que eres una especie de maquina ¿o que? - Autómata guía para guiarles, si quieren. - ¿Hay más como tú? - Sí, los guías estamos repartidos por todo el castillo, si requieren nuestros servicios griten ¡GUIA!. La explicación les dejo fríos, pero es que en la Corte hacia frío. De una puerta lateral salio un chico desgarbado pero grande y sanote vestido con un elegante jubón negro que les cerró el paso, aun así les resultó agradable entre tanto cacharro ver a alguien con sangre en las venas. - Buenos días, venimos a ver al rey. - No se puede pasar. - Soy princesa, chaval – aun después de haberse llevado muchas desilusiones con su titulo, Lenzi seguía creyendo firmemente que las dos palabras “soy princesa” podían abrirla todas las puertas. - El rey no recibe. Una voz que te metía el miedo en los huesos, quizás porque resonaba en tus huesos, salio de la cámara real. - ¡Edelmiro, déjales pasar! A lo mejor fue casualidad pero el autómata guía salio pitando de regreso a su puesto. El chico Edelmiro les abrió la puerta que tenía clavadas grandes letras doradas con la inscripción “EL REY”. Si esperaban encontrarse a un rey guerrero no quedaron defraudados, el monarca iba cubierto por una armadura negra de pies a cabeza, medía cerca de dos metros y parecía llevar la palabra “peligroso” escrita a fuego del infierno por todo su cuerpo. Estaba sentado en un trono fabricado, ¿lo adivinareis, gente?, en chatarra, delante del cual había una mesa redonda construida en chatarra también, las paredes estaban forradas de chatarra e incluso de algunas rocas de minerales. - Pero bueno, si son Zintuden y la princesa Lenzedia. Ya no sonaba aterrador, pero sí inquietante. Habían tenido muchas sorpresas, pero esta se llevaba la palma. - ¿Nos conoce? - Vosotros viajasteis a las Malas Tierras, os tengo fichados. - ¿ficha…que? 31
  • 32. - Es un tecnicismo, quiero decir … bueno da igual, vamos al grano, ¿tenéis alguna información nueva acerca de este tiempo tan anómalo?, no me molesta el frío, pero no me gusta la nieve. Zintu y Lenzi le contaron todo su viaje y sus incidencias, los krugs, el secuestro de Lenzi, el sitio de Stonebridge, la batalla de la mina, la nieve por todas partes y todo lo demás, pero esta vez para variar no fueron exagerados, la imponente presencia del rey negro les empujaba a ser bastante exactos. - Creo que hay una conspiración en marcha. Algo caótico y maligno esta provocando este invierno. Habéis sido útiles y valientes al venir a informarme personalmente. - Encantados de ayudarle, majestad. Lenzi soltó esta frase de compromiso como quien se suena los mocos, algo mecánico y rutinario, la pobre no sabía las consecuencias que tendría. - Perfecto, porque eso es lo que vais a hacer. - ¿Eeeeeeeh? - Yo no puedo salir ahora del castillo, veréis, os contare mi secreto, se que habéis viajado muy lejos, así que supongo que tendréis una mente abierta, es lo que da el viajar, yo lo hacía, pero me estoy yendo por las ramas, a lo que iba, yo soy una maquina, no soy de carne y hueso, esto que llevo no es una armadura, soy yo mismo. Lenzi y Zintu se miraron, pero mientras Lenzi eligió un silencio cauteloso, Zintu soltó lo primero que se le vino a la cabeza. - Ah, es usted como el del pasillo. Mal hecho, el rey se levantó de su asiento y tronó como una tormenta de acero. - ¡No, idiota!, yo soy mucho mas evolucionado y complejo que esa chatarra digital. - Lo siento – se apresuró a calmar Zintuden. - Discúlpenos, majestad, lo ultimo que queríamos era ofenderle. Para reafirmar sus palabras Lenzi le soltó un codazo a Zintu. - Bueno, vale ya, – el rey se sentó de nuevo y entro en detalles – durante 400 años he estado cuidando de este reino, y de esta capital, haciendo obra pública, impartiendo justicia y manteniendo unos impuestos razonables; no os ofendáis, pero los humanos sois idiotas, no sabéis lo que os conviene, pero las maquinas somos diferentes, no nos dejamos llevar por tonterías como las pasiones y los vicios, he gobernado con principios matemáticos para lograr el mayor bienestar al más bajo coste, pero tras 400 años mis pilas nucleares, de lo que me alimento, por así decirlo, se están agotando, me queda poco tiempo, por eso estoy educando a este chaval, ¡Edelmiro, ven aca!, para que se enfunde en una armadura igual a la mía y se haga pasar por mi, así la paz se mantendrá. 32
  • 33. Edelmiro entró dudoso, ahora que se fijaron más en él, el chaval, además de buena talla, tenía una mirada penetrante. - Os cuento esto para que sepáis que Edelmiro es mi mano derecha. - Señor, ¿es conveniente contarles todo eso a unos extraños? - Tranquilo, Edelmiro, estos dos son de fiar. Pero a lo que iba, Krugs, nieve, magia negra, las lapidas de las criptas, la gente que desparece, son demasiadas cosas para computar y no veo relación entre ellas, necesito mas datos y vosotros vais a proporcionármelos. - No se como, majestad, a fin de cuentas nosotros acabamos de llegar a este reino. - Precisamente por eso, patanes, ¿no os dais cuenta que sois unos factores independientes? - Gracias, majestad, nunca nos habían llamado eso. - Vale, según mis gráficos la bajada de temperatura y la nieve siguen un patrón de mancha de aceite cuyo epicentro esta situado en las montañas Euro. - Eeerrrh – dijo Zintu. - Uhuuu – dijo Lenzi. - No habéis entendido nada, ¿cierto? - Ciertísimo. - ¡Que vayáis a la cordillera Euro y os enteréis de que coño pasa! - Ahora si lo hemos entendido. - Pero antes, debo daros una cosa – se giro hacia Edelmiro – hazme el favor, tráeme el hacha, pero no la mala, la buena. El futuro heredero del trono regresó poco después con un labry, un hacha doble y redonda de color azul brillante, realmente un arma que te dejaba helado. - ¡Aha, sé que es eso!, un arma mágica, estoy segura que este pedazo de hacha de hielo dará un inmenso poder a quien la empuñe, ¿a que si? Lenze nunca dejaba pasar una oportunidad para demostrar sus estudios. Y a veces para meter la pata. - ¡Pues no!, ya no tiene ningún poder especial pero es muy bonita y brilla como una bombilla de 100 watios. Veréis, os contare su historia, hace muchos, pero que muchos años, el capullo del príncipe Satro y su gran amigo el enano Dinamot andaban buscando algún arma mágica, entraron en la cueva prohibida, Dinamot leyó perfectamente las inscripciones que, en letra bien grande, advierten que el hacha esta maldita. Además hay un espectro guardián que les dice de viva voz que el precio a pagar por tomar el hacha es enorme. Y aun así, el idiota del príncipe va y la coge sin dudarlo. - ¿Y que pasó? - Lo de siempre, el príncipe se vuelve loco, la oscuridad le consume, mata a su amigo, etc, etc, etc. 33
  • 34. - No pienso coger esa cosa – dijo Zintuden ante tal perspectiva. - No hay peligro, esta descargada, Edelmiro la ha cogido, ¿no?, pues tu también puedes, te será muy útil, no necesitareis antorchas. - La verdad es que es bella como Lenzi – dijo Zintu acercando la mano – y afilada, como Lenzi – dijo Zintu tras agarrarla. - Pero sed discretos, explorad y venid a informar, no os metáis en líos; además estaréis solos porque mandaré a lo que queda de la legión a Villa-En-La-Mina, así desde sus túneles podrán llegar más rápido a todos los rincones del reino y sofocar la revuelta de los krugs. - Majestad, aun a riesgo de parecer atrevida me gustaría haceros una pregunta, veréis, vine a vuestro hermoso reino con la intención de estudiar con el mago Merik, ¿no tendréis idea de su paradero? - No lo se, y es una cuestión que me inquieta sobremanera. Siempre fue un buen consejero y un nunca me dio motivo de queja, pero Merik estaba especializado en la magia de hielo. - ¿Quiere usted decir que Merik puede estar detrás de todo este caos? - Mi programa matemático dice que hay altas probabilidades de que así sea, pero no tengo conclusiones definitivas. Tras despedirse respetuosamente del rey mecánico, también sin darle un momento la espalda, salieron de su despacho y Edelmiro les acompañó hasta las mulas. - No defrauden a su majestad, ni cuenten nuestro secreto, es un rey sabio y justo, pero no olvida. - Tú le aprecias, se ve – Lenze le miró a los ojos. - Ha sido un padre para mí. Lenze no se atrevió a hablar hasta que dejaron la sombra del castillo. - ¡Dioses, Zintu!, ¡sabe quienes somos, sabe como nos llamamos, sabe por donde nos movemos!, son argumentos muy persuasivos, por eso creo que deberíamos hacer lo que dice. - Si, y además, no se, yo no entiendo mucho de estas cosas, pero a lo mejor es lo correcto. - Supongo que si. ¡Una maquina, ¡una maquina!, que cosas hay que ver. - ¡Venga ya, Lenzi!, como bien dijo El Maquina, hemos estado en las Malas Tierras, ya no nos asustamos de nada. - Eso es cierto, ¿a que sí?- dijo Lenzi hablándole a la mula – eres muy guapa y muy buena, sí, sí que lo eres. Lenzi la acarició el cuello y el animal cabeceó complacido. 34
  • 35. 8.Ya era de noche cuando atravesaron las puertas del Suertudo Huggins. Entre la multitud les esperaba una pequeña pero muy grata sorpresa. - ¡Pero si es Gloer! El guardia minero venía con todo su equipo y acompañado de dos colegas. - Hola finolis, ¿Qué que hago aquí?, quería ver que habíais llegado sin novedad a Graten. ¿Las cosas por la Mina?, no pasa nada, nos recuperaremos. Había otra sorpresa no tan grata. La recibieron de Spoto y Boryev, que también bebían en la posada. El señor carnicero les puso cara de circunstancias. - El gobernador se ha enterado de vuestra entrevista con el rey y esta que trina. - Y también se sube por las paredes. Spoto miró a su primo. - Creo que ya lo han entendido, Boryev. Lenze sabe por experiencia que una buena relación con los políticos trae consecuencias festivas, como banquetes opíparos y dinero en sacas, en cambio una mala relación con ellos suele acabar en calabozos infectos. - Vaya, espero que no este demasiado enfadado. - Bueno, podrás comprobarlo por ti misma, os ha mandado llamar – dijo Spoto encogiéndose de hombros. - ¡¿Como?! – se sobresaltó Lenzi. - ¿Como?, pues por medio de unos guardias que os escoltaran hasta … - Quiero decir que no es justo, ¡la idea de visitar al rey fue... - Tuya, puedes leerlo unas paginas más atrás – dijo Zintu. - Ah, mierda es verdad. La noticia de que unos extranjeros habían conseguido tener una entrevista con el misterioso y respetado monarca corrió como un lagarto por toda la ciudad y un rato después llegaron Pascoco, Rubi, Lorun y más gente interpretada por extras sin dialogo. Zintu y Lenzi se dispusieron a informar al pueblo, así que contaron lo que había sucedido brevemente y omitiendo muchos detalles: El rey, un tipo muy humano y muy humanitario (hicieron hincapié en esto) se preocupaba por su pueblo y tenía pistas fiables de que algo se estaba cociendo, o más bien, congelando, en los montes Euro. Por eso les había encomendado una misión de exploración. - Se quedo tan impresionado con mis viajes, mis habilidades y lo guapa que soy que no vio motivo para seguir buscando. Hay que decir que Lenze había sido invitada a cerveza negra repetidamente y que ella, no deseando contrariar a unos oyentes tan numerosos y entregados, había aceptado todas las veces. - Si, pero ¿a quien le dio el hacha legendaria?, ¡a mi, fue a mi! 35
  • 36. A Zintu le había pasado lo mismo. En algún momento de la jarana hablaron de lo divertida que iba a ser su expedición a las montañas Euro y a ella se unieron Rubi, Gloer, Lorun, Boryev y Gyo. El motivo: sinceramente, ninguno en particular, son cosas que pasan durante una noche etílica. Lo importante es que eran siete y ese número daba suerte. Al día siguiente Zintu y Lenze se despertaron en una habitación de la posada y apenas les dio tiempo de adecentarse y tomar la leche con manteca del desayuno cuando los prometidos guardias llegaron y les llevaron hasta la sede de gobierno donde el gobernador vivía a cuerpo de rey, como pudieron comprobar. Gloer les había informado que el gobernador Ibsen se había enriquecido gracias a su participación en empresas que comerciaban con los enanos de La Mina. A lo mejor también se había contagiado de la brusquedad enana porque no habían terminado de beber el licor con aceitunas del aperitivo cuando empezó el interrogatorio. - ¿De que hablaron con el rey? - Bueno, de una cosa y otra. Fue más bien una visita de cortesía – dijo Lenze con vaguedad estudiada. - Puede que los reyes extranjeros reciban visitas de cortesía, el nuestro no.Alguna vez tenía que ser la primera – sonrió Zintu. - ¿Me toman por tonto? - Eso jamás. El gobernador se apoyo en su mesa con una actitud mucho mas grave. - Están forzando su suerte. - Nosotros no tenemos suerte, más bien tenemos una relación de amistad con el rey – puntualizó Zintu. - Sí, y estamos bastante seguros que no querrá usted enfadar a su insigne y enorme monarca – recordó Lenze. - Eso ha sonado a amenaza. - Vaya, no sabía que estuviese hablando con alguien del gremio, ¡usted es adivino! - Creo que hemos empezado con mal pie esta conversación. - Si usted lo dice será verdad – Zintu había captado la debilidad del gobernador. Entonces Ibsen se puso a hablar como el político que era. - La comunicación es muy importante, hablando se entiende la gente, hay que negociar. - Pues claro que sí, usted nos da lo que le pidamos y quedaremos contentos. - ¿Por qué creen que voy a hacer eso? 36
  • 37. - Por que entonces nos iremos y será usted quien quede contento, a fin de cuentas es lo que quiere, quedarse sentado en su sillón sin hacer na…nada que perjudique a Graten, ¿no es eso? - Bueno, podría decirse que si. - Y eso es bueno. Ocupar ese sillón es un trabajo duro y alguien debe hacerlo. - Me alegra que lo comprendan, los políticos somos muy mal vistos, ¡sin motivo! El gobernador empezó entonces a contarles sus penas, lo descontentos que estaban los gratinados, lo desagradecidos que eran, y todo fue mucho más relajado. Aunque esta claro que las negociaciones nunca hubiesen llegado a buen puerto sin la sombra del rey cerniéndose sobre ellas. Zintu y Lenzi pasaron el resto del día mimando a las mulas que habían conseguido y probando la comida y la bebida de las alforjas... para asegurarse de que estaban en perfectas condiciones. La mañana de la partida se presentó aun más fría de lo ya habitual. Ya estaban los siete junto a las mulas, listos y preparados para salir cuando se presentó una señora gritando. - ¡Rubi!, ¿Dónde vas con esta gente? – Era grandota y tenía el pelo de punta. - Mama, no me montes escenas. Vamos a montes Euro, ¡por fin voy a tener una aventura! – contestó Rubi mirando al cielo. - Te lo prohíbo – la primera fase de las madres, la prohibición. - No puedes, mama, ya no soy una niña. - Pero ¿es que vas a dejarme sola? – la segunda fase, dar pena. - Tienes a Gema y Zafira. - ¿Vas bien abrigada?, ¿llevas bastantes bocadillos? – la tercera fase, el agobio. De camino a la montaña hablaron mucho y se encontraron con mucha gente, pero todas ellas fueron cosas intrascendentes para la historia así que ¿para que gastar papel contándolas?. Seguir el rastro fue fácil, incluso cuando no hubo piedras, ni migas de pan, ni cadáveres que señalaran el camino, lo único que tuvieron que hacer fue fijarse en el grosor de la nieve y en el hielo sobre las rocas. Cuando vieron que cierta ladera estaba cubierta dos veces, primero por una capa de nubes tormentosas y segundo por una masa de pinos y abetos congelados supieron que no se hallaban muy lejos del epicentro de la helada. Mas adelante vieron un enorme agujero en la montaña y allí que se fueron.9. Las cavernas de hielo eran todo un mundo. Las piedras cristalinas se perdían en la bruma y no se veía el fondo de los precipicios. A Zintuden se le ocurrió usar la luz del hacha mágica, la enfocó hacia abajo y vio espantado como el fondo parecía la espalda de un monstruoso erizo de hielo, quien cayese allí quedaría ensartado y congelado. 37
  • 38. El techo estaba lleno de carámbanos grandes como árboles que a veces se unían con el suelo formando columnas que en algunos espacios formaban bosques de hielo en penumbra. Fue aquí donde encontraron a los primeros. Primero fue un crujido, luego un chirrido, y luego un movimiento captado por el rabillo del ojo. No estaban solos en las cavernas. Eran tres figuras con forma de hombre pero formadas por hielo, crujían y algo brillaba en su interior. Una gran fuerza se desprendía de ellos, ¡y hablaban! - ¡¿Qué os trae a nuestro dominio?!, el deseo de una muerte atroz, creo yo. Los muy cabrones no se andaban por las ramas, así que Zintu respondió en el mismo tono helado. - Yo inventé esa amenaza, así que menos lobos, ¿Quiénes sois? - La pregunta correcta sería ¿De dónde sois? Mientras Zintuden y las figuras se enzarzaban en esta charla filosófica. Lenzedia preguntó en tono bajito y agachado. - ¿Qué clase de monigotes son estos?, ¿son trolls? - No, son elementales del hielo – dijo Lorun que parecía saber de que hablaba. Lenzedia recordó lo que había leído en los libros prohibidos: existen mundos invisibles por debajo del mundo real, en uno que esta muy pero que muy abajo habitan los elementales. Nadie sabe bien si están vivos o tienen conciencia o que puñetas es lo que hacen allí, pero a veces se abre una puerta de forma fortuita o invocada por un hechicero de alto nivel y pueden pasar a nuestro mundo, es entonces cuando se producen las olas de incendios (en el caso de los elementales de fuego), o los ahogamientos consecutivos, (en el caso de elementales del agua), o las olas de frío, pero esto no es una ola de frío normal, esto se ha salido de madre. - No queremos líos. ¿Por qué no hablamos de manera civilizada? – propuso Gyo. - ¿Con que fin? – gruñeron. - Quizás podríais contarnos algo sobre la desaparición del mago Merik – Saltó Lenzi que estaba impaciente por meter baza. - Oh, por supuesto que sí. Actualmente el mago Merik es nuestro invitado, es por su magia que hemos obtenido mucho más poder. - ¡Oh, no!, entonces era cierto, Merik es vuestro líder. Los helados se miraron entre ellos y se pusieron indignados, pero que muy indignados, uno de ellos escupió escarcha en el suelo. - ¡¿Cómo?!, NOOOOO, Merik no es nuestro líder, vosotros los humanos siempre os creéis que debe de haber un humano detrás de todo ¿verdad?, si la cosecha es mala es que debe haber una bruja invocando, si un rey se muere es que algún 38
  • 39. conspirador le ha envenenado, si hace mucho calor es culpa de los pedos que salen de vuestro culo, claro, como os creéis el centro del universo no os entra en la cabeza que pueda haber cosas que se os escapen de las manos, eso es, cosas como nosotros. - Pero ¡acabáis de decirnos que Merik esta con vosotros! – Lenzi demostró que no estaba sorda. - Claro, venid a verle, queremos que veáis a que se ha visto reducido el mejor de vuestros magos. Los helados les condujeron hasta una parte de la caverna donde el suelo parecía de cristal de tan liso que era el hielo. Por debajo de este hielo corrían chiribitas azuladas que salían de un gran bloque de hielo que presidía todo el centro de la cavidad. Lenzedia se acercó allí con un mal presentimiento y vio una escena muy triste. Una figura estaba atrapada dentro del bloque de hielo, tenía la piel azul y los ojos y la boca aun abiertos en una mueca de miedo y asco, vestía un elegante abrigo de visón y el gorro alto que usan todos los magos enamorados de si mismos, aun asía una especie de libro en la mano, Lenzedia había visto suficientes grabados de magos famosos para conocerle: era Merik. - En cuanto se enteró de donde estaba nuestra guarida el muy idiota vino a estudiarnos con un lápiz y una libreta – dijo el helado 1 riéndose – Jajaja – algunos cubitos cayeron de su boca. - Pero fuimos nosotros los que le estudiamos a él – dijo el helado 2. - Es más, le estudiamos tan a fondo que le absorbimos todo su ser, todos sus conocimientos, su carácter y su forma de hablar – dijo el helado 3 gesticulando en una danza macabra. - Puede decirse que todos nosotros somos Merik – concluyó el helado 1. Lenzi miró al suelo, claro, las chiribitas azules eran la magia de Merik. Lorun se excitó al comprender. - Ya decía yo que me sonaban de algo, sus palabras, su chulería, sus cabezas picudas, estos fantoches de hielo se han modelado usando a Merik como si fuese el molde de un polo. Como para confirmar sus palabras un helado número cuatro se unió a sus colegas. - Para demostraros nuestra generosidad, os proponemos un trato justo y ventajoso para casi todo el mundo: los dos magos – señalaron a Lenzi y Lorun – se quedan con nosotros y todos los demás podéis marcharos con total libertad. Zintu se quedo pensativo y le pegó un codazo a Lenzi. - Si estos tipos se parecen a Merik, debía de estar un poco loco. ¡Y tú querías estudiar con él! 39
  • 40. Zintu también hizo una señal sutil hacia una grieta en la pared de hielo por la que salía claridad, Lenze lo entendió y fue susurrando la consigna a los demás: abrirse paso hacia la vía de escape. Los elementales se dirigieron a Gloer, que apretó su maza-pica-carne dispuesto a convertirla en una maza-pica-hielo. - Tú, enano, estas muy lejos de tu casa, seguro que la añoras, vuelve a ella ahora que estas a tiempo. - De eso nada – replicó Gloer hinchando el pecho –, como todo buen enano yo pago mis deudas. Cuando los krugs asaltaron la villa de la mina y capturaron a mis amigos y a mi hermano pensé que no lograría salir de allí con vida, pensé que estaba solo, que no había esperanza. Pero entonces llegaron ellos, compartieron su comida, me dieron ropa y armas, me acompañaron a lo más profundo de la mina. Cuando un enano toma una decisión, esa es su ultima palabra, incluso los elementales lo sabían, así que pasaron a hablar con Gyo. - ¿Y tu, costero?, demasiado alejado del mar, ¿acaso no estas loco por escapar de estas montañas? - La verdad es que no, Zintu y la princesa Lenzi, a pesar de ser extranjeros y ser un poco raros, han demostrado ser gente de fiar, nos ayudaron a acabar con la plaga que había en nuestra playa y luego se ofrecieron amablemente a ser nuestros mensajeros. Por eso no pienso abandonarles. Parecía que iban a pasar a Lorun , pero no. - A ti no te decimos nada, siempre hemos sentido cierta envidia de ti, ocultándolo con una capa de desprecio. Ah, no, espera, eso es lo que pensaba Merik. - No es algo que me sorprenda. - Pero si aquí esta también nuestra herrera favorita, Rubi – dijo Helado Nº 1. Ante tanta familiaridad ella puso cara de asco. - ¿No deberías estar trabajando, so zángana? – dijo Helado Nº 2. - Trabajando ¿con que material?, tanta nieve arruinará el comercio si no hacemos algo, y no esperéis asustarme, aunque estuviese asustada al rojo vivo jamás lo admitiría delante de cinco hombres. - ¿Y tú que? – dijeron un poco dubitativos al acercarse a Boryev. - Oh, yo estoy hecho todo un traidor. - ¡Fantástico!, ¡por fin hemos encontrado al traidor que hay en todos los grupos de aventureros! - Si, pero yo no traiciono a lo tonto, yo estoy esperando el momento adecuado para traicionar y este no lo es, porque, fijaos, yo aquí no veo oro, ni joyas, ni cosas valiosas con las que podáis pagar mi traición, así que, sintiéndolo mucho, lo dejaré para más adelante. 40
  • 41. - ¡Traidor! – clamó el helado 1. - Os lo acabo de decir. Aquella situación se estaba poniendo muy fea, de momento solo eran cuatro, pero usando un poco de su toque mágico, Lenzi pudo percibir que había mas escondidos entre las sombras. No creía que negociar sirviese de mucho, pero por intentarlo… - Os proponemos otro trato aun mejor, fácil y sin complicaciones, vosotros paráis esta tontería del invierno en primavera, las temperaturas vuelven a subir y volvéis a la dimensión helada de la que (supongo que) habéis venido. Los elementales no se lo pensaron ni un ratito, ni siquiera tuvieron que debatir, es la ventaja de tener los mismos conocimientos y las mismas opiniones. - No, humana, no pensamos volver, tenemos planes – la risa del helado Nº 1 era crujiente y grimosa. - Exacto, gracias a Merik hemos conocido la existencia de todo un nuevo mundo ahí fuera y muy pronto caeremos como una helada sobre vuestras villas, lo reduciremos todo a hielo. El helado Nº 2 le dio pie al helado Nº 3. - Odiamos el fuego que todo lo transforma, que todo lo cambia, nosotros no cambiamos, por eso extinguiremos el fuego de vuestra vida. Gracias a estos discursitos el comando había tenido tiempo de sobra para repartirse los objetivos. - Lorun, tú mandas – dijo Zintu enseñando los dientes. - ¡Fuego a discreción! Y eso es lo que hubo, Lorun estaba completamente transformado, del patético enano borracho tirado por el suelo había pasado a ser el poderoso enano mago de fuego que tiraba bolas de fuego como si fuesen escupitajos. Zintu sabía que lo más importante era despejar el camino hacia la grieta así que indicó a Gloer que se uniesen para realizar un doble ataque contra el elemental que se interponía entre ambos. Dado que los enanos siempre prefieren atacar de cara Zintu hizo un rápido giro y atacó por la espalda, esgrimiendo su hacha con las dos manos. Por un momento sintió miedo de que el golpe del arma de hielo aumentase la salud del elemental en lugar de herirlo, había oído muchas de esas chorradas entre los monjes bestiólogos. Afortunadamente se equivocaban, el hachazo casi partió en dos al hombre de hielo. Volaron las bolas de fuego, los hachazos y las esquirlas de hielo, ¡confusión total! Aun más porque se estaba formando mucho vapor de la combinación del fuego y el hielo. Una de las criaturas de hielo decidió atacar a las damas, pero Rubi contaba con un arma secreta, y no me refiero a la seducción, me refiero a una cadena con una pesada estrella de metal en su extremo que volteo en el aire. Lenzi no era ni de lejos tan buena como Lorun pero llevar su querido libro encima la daba una gran mejora, vio la furia en el 41
  • 42. rostro de Rubi y no quiso quedarse atrás. Le envió un gran chorro de aire caliente a los pies que le hizo resbalar y cuando estuvo despatarrado la estrella de Rubi le arrancó la cabeza de cuajo. Todos corrieron hacia la grieta, Boryev y Gyo unieron sus escudos delante de ella para desviar los carámbanos que les lanzaban sin cesar. La grieta era estrecha y pronto se apelotonaron todos dentro. Las armas y los escudos hacían un ruido muy skiable al rascar contra las paredes. Yendo siempre hacia la luz, la party se encontró en una abertura colgada de la ladera de un monte. Daba vértigo para cualquiera que no fuese snowboarder extremo. ¡Mierda, cuantos anglicismos estoy usando en este párrafo! Parte de la nieve acumulada junto al agujero se había convertido en un bloque de hielo que se mantenía allí precariamente. Lenzi tuvo una idea. Sí, podría haber descrito mucho más detalladamente la pelea y la posterior huida del comando de Zintu y Lenzi a través de una grieta de la montaña, pero tengo que guardar algo de material para la batalla final que se avecina. Los animales también lo estaban pasando mal con el cambio climático, un ciervo estaba en una de las laderas de los montes Euro escarbando insistentemente en la nieve para llevarse algo a su estomago de rumiante cuando algo le sobresaltó, un ruido muy bronco y una gran cantidad de nieve caían desde un agujero en la montaña hacia él, afortunadamente los ciervos no tienen nada de lentos así que le dio tiempo de sobra para salir corriendo, pero de muy mal humor. - Frío, poca comida, y ahora avalanchas, ¿Qué será lo próximo? – pensó. Del trozo de hielo del tamaño de una habitación de hotel barato que coronaba la masa de nieve se apearon los siete exploradores comandados por Zintu y Lenzi. Esta última se sacudió la nieve de su abrigo, resopló como una cafetera y avisó a sus amigos gratinados: - Al rey le va a costar mucho creer toda esta mierda, así que la próxima vez que le veamos nos acompañáis todos vosotros. - De eso nada. Yo no quiero ver al rey – replicó Rubi. - ¡Pero si eres la mas monárquica de todos nosotros!, bueno, exceptuándome a mi, que para eso soy princesa. Rubi explicó sus motivos. - Tengo al rey muy mitificado, por eso mismo no quiero verle en persona. ¿Puede ir mi hermana en mi lugar? - Eres rara, Rubi. 42
  • 43. En cambio los demás aceptaron encantados, sobre todo Gloer, que nunca se había codeado con reyes. Decidieron buscar donde habían dejado atadas a las mulas y salir de allí pitando, antes de que alguien decidiese salir a perseguirles. De momento, lo único que salía de la montaña era un viento helado. 43
  • 44. 10. - ¡Majestad, son elementales de hielo, se ocultan en las cavernas de hielo de los montes Euro, han congelado a Merik! Esto es lo que gritó Lenze en cuanto asomó la cabeza en la sala del trono. - Y lo peor es que están revoltosos, dicen que quieren cubrirlo tooooooodo de hielo – dijo Zintu abriendo los brazos en cruz. - Vale, un resumen muy bueno – gruñó el monarca – pero ahora ¡detalladlo! Entonces le contaron toda su aventura, desde la entrevista con el gobernador, la partida de Graten y la búsqueda por los montes Euro hasta encontrar las cavernas de hielo y lo que moraba allí. De vez en cuando Lorun, Gloer, Boryev y Gyo interrumpían la historia para hacer su aportación. Zafira no decía nada pero no porque no hubiese participado en la incursión, que no lo había hecho, sino porque estaba mirando a Edelmiro, el secreto futuro monarca. La chica apuntaba alto sin saberlo siquiera. Edelmiro por su parte se mantenía quieto y a la expectativa. El chico no recibía muchas visitas femeninas en el castillo. - ¿Por qué habéis traído a tanta gente?, ah ya, supongo que para apoyar vuestro relato. - Espero que no le moleste – Lenze tenía claro que con el rey maquina había que andar con mucha diplomacia y a ella tenía montones de diplomacia – si eso, ¡les echamos ahora mismo! Edelmiro y Zafira, que se habían ido acercando el uno a la otra, la miraron muy mal. - No, déjalos. ¿Vieron el hacha? - ¿Cómo? – era una pregunta rara, incluso para un rey maquina que era intrínsecamente raro. - Que si lo elementales vieron el hacha que llevabais. - Sí, supongo que sí, y alguno la tocó – respondió Zintu. - ¿Os preguntaron por ella?, ¿intentaron quitárosla? Zintuden repasó todos los momentos en la fría compañía de los elementales. - Pues no, la verdad es que no. - Ya le digo, se mostraban más interesados en Lenzedia y en mi – dijo Lorun. - Bien, eso es lo que me interesaba saber. Lenze frunció el ceño bastante mosqueada. - Majestad, no se ofenda pero, parece como si nos hubiese mandado a las cavernas de hielo con el hacha como cebo. - De eso nada, lo que he hecho es descartar posibilidades e incertidumbres. - Ah, si es asi… - Lenzi no sabia que replicar, sonaba tan razonable. El rey se explicó. 44
  • 45. - Temía que Merik, por traición o por descuido, le hubiese hablado del hacha a gente peligrosa e indeseable. - Pero es inofensiva, ¿no? – dijo Lenzedia y luego pensó – (bueno, todo lo “inofensiva” que puede ser un hacha afilada, me refiero a los bonus de poder y todo eso). - Es que Merik no sabía que estaba descargada, me costó mucho trabajo encontrarla e inutilizarla. No tenéis ni idea de la cantidad de caudillos bárbaros, príncipes oscuros y hechiceros pirados que han estado tras ella durante años. Ahora sé que detrás de esto no hay ninguna antigua amenaza, ni tampoco un intento de quitarme mi corona y que la ola de frío no esta relacionada con el hacha, pues no hay nadie buscándola. Deduzco que lo que os contaron los elementales es cierto, ya sabéis, a veces las catástrofes vienen de forma natural. - Pero ¿y los krugs? - Esa era la otra incógnita, pero la he resuelto. Los krugs viven cerca de las montañas y son los primeros en darse cuenta de que tanta nieve y frío no es normal. En la mitología krug el dios bueno es el dios de la cerveza y el dios malvado en es dios del hielo, los krugs tienen un santuario de piedra dedicado a él muy cerca de los montes Euro, gracias a la legión he tenido noticia de que unos chamanes krug tuvieron una ceremonia en este templo y volvieron muy alterados, los pobres salvajes estarán todos cagados de miedo y de muy mal humor, por eso se han lanzado al saqueo. A Lenzi no le gusto un pelo rubio que el rey se compadeciese así de los piojosos krugs que tan mal la habían tratado en las criptas, supuso que para una maquina todo era relativo. - Pero a mi me secuestraron. - Para que les tradujeses las inscripciones antiguas que hablan de una antigua edad de hielo. Los krug y los elementales de hielo no son aliados, ha sido una causa efecto indeseada. Suele pasar, este es un mundo pequeño y todo esta conectado. Hablar con el rey, y sobre todo entender lo que decía era una ardua tarea para todos los presentes así que decidieron callar como discretos, menos Zintuden, que era el menos discreto de todos. - Pero ¿y que hacemos con ellos? - Fundidles, coño. - Pero, señor, ¡son de hielo!, son muy poderosos – Gyo era el mas precavido. - No es para tanto, mientras estabais hablando he hecho unos cálculos en segundo plano, soy muy bueno haciendo multitarea, esos bichejos son de hielo y son duros, pero son lentos y pesados, además ya sabéis cual es su punto débil. Zintu se quedo pensando. - ¿Las mujeres? 45