4. ¿Cómo hablar de Dios en
nuestro tiempo?
La primera respuesta es que
podemos hablar de Dios,
porque primero Él habló con
nosotros.
Dios se preocupa por
nosotros, nos ama, ha
entrado personalmente en la
realidad de nuestra historia,
se ha comunicado hasta
encarnarse.
5. En Jesús de Nazaret
encontramos el rostro de
Dios, que ha bajado de su
cielo para sumergirse en el
mundo de los hombres.
No hablamos de un Dios
abstracto, una hipótesis, sino
de un Dios concreto, que ha
entrado y está presente en
la historia; el Dios de
Jesucristo como respuesta a
la pregunta fundamental del
por qué y del cómo vivir.
6. El método de Dios es el de la
humildad --Dios se ha hecho
uno de nosotros--, es el
método de la Encarnación en
la simple casa de Nazaret y en
la gruta de Belén.
Necesitamos la recuperación
de la simplicidad, un retorno a
lo esencial del anuncio: la
Buena Nueva de un Dios que
es real y concreto, que se
interesa por nosotros, un
Dios-Amor que se acerca a
nosotros en Jesucristo.
7. Hay que hablar de Dios con
gran sencillez y sin egoísmo.
Hemos de ser anunciadores de
Cristo, no de nosotros mismos.
Hay que obrar como el apóstol
San Pablo, que no se contenta
con proclamar unas palabras,
sino que implica la totalidad de
su vida en la gran obra de la fe.
Nuestro modo en que vivimos
la fe y la caridad se convierten
en un hablar de Dios en el
presente.
8. Un lugar privilegiado para
hablar de Dios es la familia, la
primera escuela para
comunicar la fe a las nuevas
generaciones.
Hay que aprovechar las
oportunidades favorables para
introducir en familia el
discurso de la fe y para hacer
madurar una reflexión crítica
respecto a las muchas
influencias a las que están
sometidos los niños.
9. La comunicación de la fe
siempre debe tener un tono de
alegría.
Es la alegría pascual, que no
calla u oculta la realidad del
dolor, del sufrimiento, de la
fatiga, de los problemas, de la
incomprensión y de la muerte
misma, pero puede ofrecer
criterios para la interpretación
de todo, desde la perspectiva
de la esperanza cristiana.
10. Hablar de Dios significa
entender con la palabra y con
la vida que Dios no es un
competidor de nuestra
existencia, sino que es el
verdadero garante de la
grandeza de la persona
humana.
Es comunicar lo que es
esencial: el Dios de Jesucristo,
que nos ha mostrado un amor
tan grande hasta encarnarse,
morir y resucitar para
nosotros.
11. Año de la Fe:
Del 11 octubre 2012
al 24 noviembre 2013
Redescubrir la
alegría de creer