1. Postergar
obstáculo del
crecimiento personal
E
n ese impulso casi natural que tenemos
cuando escuchamos hablar de alguna persona
que se ha destacado en un campo específico
como el deporte, los negocios, la ciencia,
etc., lo más común es atribuírselo a las
circunstancias, la genética, o bien a la
suerte. Sin entender que el éxito no es algo
mágico o una idea aislada, es más bien un
proceso para alcanzar metas a corto, mediano
y largo plazo, este proceso se acompaña por
el esfuerzo sostenido que implica anhelar un
fin con determinación.
Pero ¿por qué no logramos concretar nuestras
metas? Tal vez porque a la hora de realizar
esos pequeños esfuerzos día a día, nos autosaboteamos de la manera más común y
procrastinamos.
Pero, ¿qué es procrastinar? Es postergar o aplazar acciones importantes por tareas
secundarias o irrelevantes y agradables. La revista el Malpensante da una explicación
muy clara: <En inglés se usa mucho la palabra procrastinate: dejar para mañana. Se
traduce a veces por aplazar, diferir, posponer, postergar o relegar. Por otra parte,
posponer, postergar y relegar implican, en primer lugar, “dar menos importancia” (a
una de las personas o cuestiones que esperan), y secundariamente “dejar para después
”. Aplazar y diferir significan “dejar para otra fecha” (definida o no), pero no
necesariamente como un hábito personal (Zaid, 2011, pág. 1)> No se trata solamente de
ese “dejar pasar” las cosas para no caer en el estrés; o pasar para mañana algunas
actividades por cansancio o por saturación de actividades.
Es ese conjunto de
acciones improductivas e innecesarias que se realizan dentro de un patrón de conducta
que nos lleva a posponer las tareas importantes y las relevamos por pequeñas tareas
secundarias que se desvían de la meta establecida o bien, no tienen ninguna conexión
y son una pérdida de tiempo sin razón aparente. Según Juan Manuel Bulacio1, son tres
2. tipos de estímulos los que nos hacen postergar: los irrelevantes, los amenazantes y
los desafiantes.
La mejor respuesta frente a los estímulos irrelevantes es la “no respuesta”, es
decir ignorándolos. La no respuesta es disfuncional e inadecuada, ya que inmoviliza
al individuo hacia la resolución y adopta la forma engañosa de la postergación (Rua,
2012).
El economista conductual Dan Ariely en su libro Las ventajas del deseo (2011) afirma
que esto sucede porque las acciones a realizarse en el momento tienen un “efecto
negativo inmediato” por el contrario de los “efectos positivos a largo plazo”.
Esto hace que las personas no sean capaces de realizar tareas a corto plazo que le
serán beneficiosas al cabo de un tiempo, a pesar de la conciencia, pues a menudo
prefieren evitar el hacer inmediatamente ciertas cosas que parecen desagradables
(levantarse temprano para realizar ejercicio, por ejemplo) que saben que serán buenas
en el futuro (estar delgado y sano).
Desde una perspectiva más lógica deberíamos tomar las decisiones que más nos
benefician basadas en el deber, discriminando todas las opciones de que disponemos y
calculando cuidadosamente la opción que más favorece a nuestros intereses. Pero
desafortunadamente esta raza humana tan evolucionada racionalmente, no lo hace, de lo
contrario ¿cómo explicas que no hayas renunciado a ese trabajo que por cualquier lado
que lo veas no te conviene y sabes bien que deberías arriesgarte a tomar una nueva
iniciativa que te beneficiaría en tu desarrollo laboral y económico? o ¿que hayas
dejado para el último día, cuando la fila es enorme, el pago del auto o el banco?
Podemos identificar en las personas que tienden a establecer un patrón de
postergación, ciertas características similares:
• Establecen el mínimo esfuerzo: Su lema (escusa) es “trabajo bajo presión”, en
realidad quienes dicen esto, son personas que no tienen disciplina y dejan todo al
final, evitan al máximo el establecer un plan de trabajo con alcances y limitaciones
que den productos de calidad, y terminan realizando el trabajo porque ya no les queda
otra opción.
• Falta de pasión: Es necesario tener convicciones que nos emocionen y que no solo
estén reflejadas en deseos, sino en intenciones con mayor rigor y disciplina. Las
personas con falta de esa pasión por lo regular tienden a postergar en su vida
cotidiana.
• Perfeccionista: Estas personas por lo regular se fijan de manera obsesiva en los
detalles, temen mucho a la falla lo que los lleva a no disfrutar el proceso, y por el
exceso de rigidez muchas veces el producto final tiende a no ser el esperado.
• Crítico: Frecuentemente es duro en los comentarios hacia los otros, por lo cual no
le gusta ser protagonista de los procesos que él mismo criticó y se ve autolimitado
por sus mismos comentarios al arriesgarse en proyectos nuevos.
3. • Controlador: Trata de tener a su alcance todos los hilos de su entorno para
observar de cerca el comportamiento de las personas que le rodean, sin embargo estos
excesos hacen que aplace decisiones importantes porque no quiere perder el control.
• Soñador de grandes proyectos: Estas personas se pasan hablando de sus ideas y sus
grandes proyectos pero en realidad nunca realizan ninguna acción porque les parecen
poco relevantes en relación con sus grandes sueños. La procrastinación es una
epidemia que va en aumento considerando actualmente una cifra de alrededor de un 25 %
(una de cuatro personas) piensa en postergar habitualmente, así como cada trabajador
pierde dos horas de productividad de una jornada de ocho en actividades que aplazan
sus objetivos (Piqueras, 2013). Influye en gran medida que los entornos actuales de
conectividad también favorecen un ambiente de tentaciones que nos invitan a placeres
inmediatos que llevan a postergar deberes y obligaciones, pues parte de este acceso a
la información por medio de un Smartphone, la televisión o el internet nos mantienen
en un efecto multitareas que consideramos obligatorio. Lo anterior lleva a pensar que
la serenidad y la paciencia para tomar decisiones y enfocarse en una sola tarea es
una pérdida de tiempo, sin embargo muchas veces terminamos haciendo un poco de todo y
nada de lo mismo, cansados de esta serie de tareas pequeñas que no repercuten en
ganancias directas y con expectativas poco reales. Esto mismo va mermando el
optimismo y la confianza en sí mismo justificando la rutina y rechazando proyectos
nuevos o ambiciosos. Es importante entender que un elemento clave es el tiempo, el
cual es finito. Es importante hacerse consciente de ello pues esto nos lleva a
establecer un patrón de organización y periodos limitados para cada tarea con plazos
específicos con un inicio y un fin (Milhaud, 2011). Es importante incluir en este
proyecto específico pequeñas tareas que nos resultan placenteras, así como aquellas
otras que no son de lo más agradables pero que tenemos que realizar; la combinación
de ambas ayudará a concretar acciones sostenidas sobre una meta. Es indispensable la
simplificación de ciertas tareas, pues muchas veces quienes complicamos un proyecto
somos nosotros mismos, en lugar de enfocarnos a un solo elemento buscamos resolver
cinco al mismo tiempo. Y qué decir de la disciplina, eso que implica el trabajo
diario, pues siempre será más fácil construir una casa realizando un muro cada
determinado tiempo que hacerla de un día para otro.