1. SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO“UN NUEVO RETOÑO” Siempre puede brotar un renuevo, incluso en el tronco viejo, sobre todo, si nos dejamos mover por el Espíritu Santo. Podemos lograr este milagro: que brote renuevos en el mundo y renuevos maravillosos en la Iglesia. 1.- BROTARA UN RENUEVO. De lo que está seco puede brotar un renuevo. El Espíritu de Dios nos puede sorprender y nos sorprenderá siempre. Abraham y Sara se sorprendieron ante el retoño de su hijo Isaac. Moisés se sorprendió ante la pascua libradora: ¿Quién podrá escapar de la esclavitud de Nabucodonosor? Son las sorpresas del Espíritu. Y vendrá también la gran sorpresa del regreso a Jerusalén…
2. Podemos, por lo mismo, pensar en nuevos maravillosos renuevos: una humanidad y un mundo nuevos en que no haya víctimas ni verdugos, donde el lobo se hará cordero y el león comerá hierva; donde no habrá injusticias ni miserias, donde los pequeños y los débiles serán los preferidos. Pero hará falta un hombre lleno del Espíritu, un enviado y un ungido por el Espíritu. Es Jesús, Dios y hombre, que viene a salvarnos. ¡Que venga el Mesías! Es la profecía que anunciamos. Eran las promesas de Dios, que debían cumplirse. Dios es generoso en sus dones y en sus promesas. Y finalmente llega la plenitud de los tiempos, el Mesías esperado. Cristo es el amén de Dios, desborda deseos y esperanzas. Inaugurará un tiempo de paz, pero no solo para un pueblo, sino para todos los pueblos. También esto fue una gran sorpresa. Todo en Cristo es cumplimiento y sorpresa.
3. 2.- RENOVACION CONTINUADA. Un renuevo brotará. La profecía de Isaías vale para siempre. También después de Cristo los renuevos no dejarán de brotar en cualquier momento. Tenemos fe en el Espíritu vivificante que alienta sin cesar, cada día y cada momento. A lo largo de los siglos, en la historia de la Iglesia, podemos admirar cantidad de renuevos y renovaciones, incluso cuando las cosas parecían más desesperadas: tantos nacimientos de reformas, instituciones y personas verdaderamente providenciales, llenos del Espíritu, que siguen iluminando al mundo y haciendo el bien. Imposible e interminable sería enumerar tantos brotes de santidad, tantos profetas de la justicia y de la caridad, tantos evangelizadores, tantos mártires de la fe y del amor, tantos maestros de oración y de las cosas de Dios.
4. Surgen como respuesta a una necesidad, como fruto espontáneo de la gracia, sorprendiendo a todos, cuando nadie lo esperaba, ni pensaba en ello. Recientemente el Espíritu nos ha sorprende con la celebración del gran Concilio Vaticano II y la elección de los últimos Papas: Juan Pablo II y Benedicto XVI…. Son los vientos del Espíritu que brotan del tronco viejo para sorprender favorablemente. El Espíritu Santo sorprende cada día en la Iglesia y en el mundo, en las instituciones, en las personas, aunque muchas veces se trate de cosas pequeñas y cotidianas. Pueda ser que te sientas vacío, como árbol seco y sin fruto. Pero lo cierto es que sigue sembrando y te están sembrando. Es que el Espíritu alienta tu trabajo.
5. Pueda ser que te sientas como un árbol herido por el dolor, doblado por la enfermedad y el sufrimiento. Parece que ya no puedes hacer más. Pero los demás están contigo y te animan para dejar el temor. Aceptas el ánimo que te brindan y aceptas comulgar con Cristo en su Pasión. No eres un árbol truncado, sino un árbol transformado por el Espíritu. Pueda ser que se detecten síntomas de vejez en el mundo, en la Iglesia y en nosotros mismos. Parece ser que las personas envejecen, incluso los sacerdotes, tu mismo te sientes viejo, no tanto por la edad, sino por el cansancio, la rutina y el conformismo. Pero hay siempre esperanzas de brotes nuevos. Necesitamos abrirnos al soplo del Espíritu. No importa la edad, cualquiera es buena. Importa más la fuerza interior, la capacidad de ser mejores, el afán de superación, la disponibilidad y la docilidad al Espíritu del Señor.
6. Para esto viene el Señor. Dios es el que viene a ti y tú, en vez de recibirlo, le huyes. Al huir de Dios, huyes de ti mismo y así nunca podrás realizarte ni ser feliz. Al abrirnos a Dios por su Espíritu es empezar a ser nosotros mismos y empezar a ser verdaderamente libres y felices.