3. Con este texto Freud separa al delirio de las histerias
y retoma lo que hasta ahora había
planteado. El delirio contiene algo de verdad
y va a agregar: eso verdadero que estuvo
por largo tiempo reprimido va a conseguir abrirse
paso hasta la conciencia y llegará en
forma desfigurada, lo acompaña un gran sentimiento
de convencimiento, a lo que
añade: la función de este sustituto desfigurado
es proteger al yo de cualquier crítica.
“El delirio y los sueños en la Gradiva de
W. Jensen” (1906-1908)
4. A lo que apunta Freud es al carácter de equivocidad
que se encuentra en la formación
del sueño y del delirio. Solamente un proceso
donde se juegue la verdad,
es posible
que presente equivocaciones.
5. Freud resalta dos características
principales en el delirio.
Una es la expresión de tal
estado patológico en lo anímico y no
en lo corporal
y la otra es el lugar en el que las
fantasías alcanzan su poder supremo
convirtiéndose en creencias
inamovibles. Tales
fantasías influyen en el actuar de los
enfermos.
En el caso del cuento de W. Jensen,
Freud dice que de lo que se trata es de
fantasías delirantes.
Fantasías que son
resultado de un compromiso entre dos
estados anímicos.
6. Es a partir de aquí que Freud plantea a las fantasías
como precursoras del delirio, es
decir, la fantasía ya no es la delirante.
Ellas son sustitutas de recuerdos reprimidos en
los que una vez que la censura cede,
éstos llegan a la conciencia de manera
desfigurada. Estos recuerdos devienen en fantasías y
después en delirios. Freud
vuelve al punto: el delirio tiene relación con recuerdos infantiles reprimidos.
7. En “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”
(1908)
Freud va a añadir
que la base de las formaciones delirantes de los paranoicos
son componentes sadomasoquistas de la pulsión sexual,
al igual que en las fantasías inconscientes de los
histéricos.
Es decir, por un lado equipara las fantasías de los histéricos con
las
fantasías de los delirantes paranoicos
y por otro agrega un nuevo componente al delirio:
la pulsión sexual.