1. O PASO DO TEMPO
Hace apenas una semana he perdido a mi abuelo, el padre de mi madre, un libro
lleno de historias y anécdotas.
Me he pasado el día rebuscando por cajones y armarios alguna foto, vídeo o
simplemente un papel del banco que él hubiera firmado para poder recordarlo.
Estaba a punto de rendirme y dejar la búsqueda por imposible cuando al darle una
patada al armarito de su habitación a causa de la frustración, se me cayó encima
una pequeña libreta. La recogí del suelo, estaba llena de polvo a causa de sus años,
la humedad le había pasado factura y apenas se reconocía el color que había
tenido.
La abrí más o menos por la mitad y de ella cayó una foto; tenía a una mujer joven,
rubia y muy guapa. Lo más espectacular de esa foto era el fondo, parecía sacado de
un cuento de hadas. Por lo que ponía en su parte trasera supuse que ella era mi
abuela, aunque no ponía absolutamente nada de dónde fue sacada.
Me tumbé en la cama y comencé a leer por la primera página que estaba legible a
pesar de sus cicatrices por los años. Al principio, escrito en azul, estaba la fecha en
la que había escrito su entrada “28 de mayo de 2016”. A continuación explicaba
cómo había conocido a mi abuela y hablaba del sitio donde había crecido. Contaba
todo con mucho detalle, pero al pasar las páginas me di cuenta de que hablaba
mucho de un lugar en concreto, más tarde caí en la cuente de que ese lugar era el
de la foto por sus descripciones, pero no decía su nombre en ningún sitio.
Empezaba hablando de los árboles, los describía como gigantes y ancianos, y citaba
numerosos ejemplares como el eucalipto y el pino.
Seguía por los peces, hablaba de las vedas de pesca, de la cantidad de tipos que
había y lo bien que se lo pasaba nadando con sus amigos entre ellos en el río. Pero,
¿de que río se trataba? ¿Dónde estaba ese lugar tan mágico que visitaba tan a
menudo mi abuelo cuando era joven?
Me levanté rápidamente de la cama y me metí la libreta en el bolso, cogí mi
chaqueta y salí a la calle. A lo mejor mi madre sí sabía dónde estaba ese
maravilloso lugar y no perdía nada preguntándole.
Unos minutos más tarde llegué a su casa, entré sin llamar a la puerta y me dirigí al
salón, en el que como sospechaba se encontraban mis padres.
Después de saludos y besos procedí a sentarme en el sofá al lado derecho de mi
madre y comenzar con el interrogatorio.
2. Ella me contó que mi abuelo vivía en una pequeña aldea llamada Ponte Nafonso y
que ese río y esa vegetación de la que él hablaba era el Tambre y sus alrededores.
Éste se encontraba en Galicia, donde el pasó su niñez. Prosiguió contándome que
poco más tarde de casarse con mi abuela se mudaron a Asturias, donde
actualmente residimos.
Sin pensármelo dos veces me levanté bruscamente del sofá y me despedí de mis
padres rápidamente sin dar explicaciones. Ahora que sabía dónde se encontraba
ese lugar tenía que visitarlo fuese como fuese.
Llegué a mi casa y cogí el ordenador, compré los primeros billetes que vi, aunque
no eran los mejores. Metí en la maleta solo lo necesario y partí cara el aeropuerto
en el que tenía que coger el avión solo 2 horas mas tarde.
Varias horas después de salir de Asturias aterricé en Santiago de Compostela y
consulte en Internet cómo se llegaba a Ponte Nafonso.
Cogí un taxi hasta allí y luego seguí el trayecto andando, no tenía muy claro a
dónde tenía que dirigirme, entonces me dediqué a preguntarle a los vecinos de
aquel lugar. Todos me guiaron bastante bien y después de aproximadamente 45
minutos llegué a lo que parecía la entrada de mi destino.
Entré muy confiada esperándome unos parajes espectaculares como describía mi
abuelo en su diario, pero cuando entré me lleve una gran sorpresa, debido que los
árboles estaban totalmente cortados y ya no había casi rastro de los peces de los
que mi abuelo hablaba, había una escasa vegetación debido a la basura que se
encontraba en el suelo contaminado y miles de millones de atrocidades más.
Se me hizo un nudo en el estómago y me caí al suelo por la gran desilusión que me
había llevado. Segundos más tarde noté que unas manos intentaban levantarme
pero, ¿cómo podía ser? Si ese lugar estaba totalmente desierto y en ruinas.
Recuperé las fuerzas y me levanté. Descubrí que a mi lado se encontraba un
anciano con la cara bastante tristona. Le pregunté si vivía en este lugar y me
contestó que vivía cerca y que pasaba allí la mayoría del tiempo. Entonces
pregunté casi de carrerilla por qué los árboles estaban cortados, por qué ya no
había peces y el río ya no era potable y por qué no había ya ninguna de las flores
sobre las que escribía mi abuelo. ¿Por qué todo aquello había desaparecido?
Él miró hacia abajo, carraspeó un poco la garganta y empezó a hablar.
Me contó que esos árboles fueron cortados por una empresa en menos de un año
para hacer papel, que el agua estaba contaminada debido a una central que habían
hecho cerca de él y que por ese motivo ya no había peces. Continuó hablándome de
las flores y arbustos, contándome que la gente tiraba basura a sus pies, las
3. arrancaba a diestro y siniestro y acabaron extinguiéndose por completo. ”Nosotros
hemos destrozado este lugar” dijo cerrando su triste discurso.
Me quedé totalmente sin palabras, ¿cómo podía haber pasado todo esto en tan
poco tiempo? Solo habían pasado 40 años desde que mi abuelo escribió todo
aquello que yo leí, era horrible.
Salí de ese lugar lo antes que pude y me alojé en la habitación de un hotel de la
zona. Me senté en una silla y me puse a pensar qué podría hacer para remediar
todo aquello, para que ese lugar fuera el de antes. Después de mucho tiempo
dándole vueltas se me ocurrió una idea. Cogí folios, lápices de colores que llevaba
en la maleta y la libreta de mi abuelo de mi bolso y dibujé a la izquierda como era
el Tambre hace 40 años y a la derecha cómo es ahora. Lo fotocopié en color y lo
pegué por todas partes.
Observé meses y meses cómo la gente reaccionaba a mis carteles, casi nadie
reparaba en ellos y los que lo hacían eran para arrancarlos para colgar el nuevo
papel de las elecciones, hasta que un día un hombre se paró, estuvo cerca de 5
minutos observando el dibujo y luego apuntó el número teléfono que yo misma
había escrito hace meses. Nadie me llamó en los últimos días y mis esperanzas de
que alguien llamara se desvanecían por momentos, pero exactamente una semana
y un día después de aquello, recibí una llamada. Se trataba de un hombre que
acababa de montar una organización para salvar el medioambiente y que ya lo
tenía todo preparado y resuelto pero le faltaba un proyecto para darse a conocer,
me dijo que el mío era perfecto y que le encantaría trabajar conmigo.
Acepté y poco después de aquello nos reunimos, lo planeamos todo perfectamente
y nos pusimos manos a la obra.
Empezamos haciendo protestas para que la central cerrara y el agua se depurara
de nuevo haciendo que los peces volvieran al río, sacamos los restos de los árboles
que aún se encontraban allí y plantamos unos nuevos, a los que cuidábamos todos
los días. También recogimos toda la basura que había en el suelo para que los
arbustos y flores pudieran volver a crecer, etc.
En menos años de los que pensaba todo volvió a la normalidad, el Tambre era
precioso de nuevo y mucha gente lo visitaba. Aún así, nos aseguramos de que nadie
volviera a destrozarlo de nuevo.