1. ¿POR QUÉ NOS ATACA LA BAJA PRODUCTIVIDAD?
Manfred Nolte
Diversas publicaciones recientes, entre ellas las firmadas por el Banco Central
Europeo y el Banco de España vuelven a poner el acento en la decisiva
importancia de la productividad de los factores no solo para la evolución
ordinaria de la economía sino para explicar por qué unos países han sido más
proclives que otros al azote la crisis y la mayor dificultad que experimentaránpara
salir de esta trampa inesperada que llamamos Covid19. Otros estudios han
aprovechado para evidenciar que la baja productividad, al igual que el alto grado
de paro estructural, pertenecen al ADN de nuestra piel de toro, algo de lo que nos
es altamente difícil despojarnos y que nos sitúan en desventaja para la diaria
competencia europea y global. En todocaso, la desaceleración de la productividad
en España ha desencadenado un animado debate sobre sus causas y remedios.
Una interesante incursión histórica del Profesor Prados de la Escosura muestra
la radiografía de la productividad laboral de nuestro país a lo largo de los últimos
170 años y su influencia en la productividad total de los factores. Como es sabido
la productividad es la medida de la producción o de la renta nacional por cada
factor utilizado. Así consideramos la productividad del trabajo, del capital o la
conjunta que es la total de los factores. Señala el autor la diferente contribución
en el tiempo de la productividad laboral en el crecimiento del PIB de nuestra
economía. Representó3/5 partes del aumento habido entre1850y 1950,para ser
el factor exclusivo en la aceleración del PIB del 6,2% en la ‘época dorada’ entre
1954 y 1975. Con un tercio contribuyó al crecimiento del 3,7% del PIB entre la
fecha de la adhesión española a la Unión europea de 1985 y la crisis de Wall
Street. A partir de ahí el crecimiento del PIB ha sido debido al aumento del
número de personas que acceden a un nuevo empleo, sin respuesta por parte de
la productividad. Todo ello está ligado a circunstancias cíclicas como la evolución
del sector manufacturero, la disponibilidad de electricidad, las innovaciones
2. tecnológicas y la reasignación de sectores productivos, entre otros factores
históricos, sociales e institucionales.
En las últimas dos décadas, la productividad total de los factores ha caído un
10,5% según un reciente informe de IVIE, en contraste con aumentos de la Unión
Europea (+4,5%), Alemania (+8,5%) o Estados Unidos (+9,2%). Dichos datos
coinciden fundamentalmente con los aportados por la base estadística de ‘The
Conference Board’. La menor productividad de un sistema retrasa en tiempo de
crisis la reasignación sectorial de los trabajadores. También en España se están
registrando estas limitaciones.
Siempre es oportuno volver sobre el célebre recordatorio del Nobel Paul
Krugman, cuando afirma que “la capacidad de un país para mejorar su nivel de
vida a lo largo del tiempo depende, casi enteramente, de su capacidad para que la
producción por trabajador empleado aumente”. Y es que una economía que
aspire a ver crecer su renta per cápita tiene que generar más bienes y servicios
con igual número de trabajadores además de promover la dotación de capital per
cápita al sistema, para la incorporación del progreso tecnológico y contribuir a la
mejora de la productividad total de los factores. Paralelamente si se aspira a
mantener unos precios estables en el sistema y la productividad no crece,
tampoco podrán aumentarse los salarios, ya que ello procuraría presiones
inflacionistas volviéndose contra la propia capacidad de compra de los salarios
monetarios. Productividad, costes y salarios guardan además una relación crítica
con la competitividad del sistema, base de la supervivencia y posible expansión
internacional de una zona.
Resulta sorprendente, que en lo que se refiere a España, las causas estructurales,
cíclicas o sectoriales que determinan nuestra baja productividad sean bastante
conocidas.
La estructura empresarial en España con una proporción desequilibrada de
Pymes en relación con la media europea – cerca del 90% de las empresas
españolas tiene menos de 10 trabajadores, muchas de ellas familiares- constituye
una de las primeras causas de nuestro retraso en eficiencia productiva, debido a
la baja inversión de reposición y en I+D+i y a la baja profesionalización de sus
gestores y de su equipo humano. Por el contrario, la OCDE muestra que la
productividad de las grandes empresas españolas está alineada con las de los
países desarrollados por su capacidad homologable en inversión para la
innovación y la creación de economías de escala de las que las pymes carecen. En
conjunto la inversión el I+D+i (1,25% del PIB) se sitúa muy por debajo de la de
Alemania (3,2%) o la eurozona (2,2% del PIB).
Algo similar sucede con el modelo educativo y en general con el afán de nuestro
tejido humano por el estudio y el acopio de habilidades culturales y productivas
de toda índole. Según Eurostat, el 40,5% de los autónomos y el 35,1% de los
empresarios españoles carecen de estudios, frente al 24,8% de los autónomos y
el 20,1% de los empresarios europeos. En general, los ciudadanos españoles
estamos muy alejados en espíritu de superación intelectual en comparación con
europeos y asiáticos. Los contratos temporales suelen ser de muy corta duración
y ofrecen escasos incentivos -tanto a los trabajadores como a los empleadores-
para invertir en formación, lo cual, a su vez, obstaculiza el crecimiento de la
3. productividad. En cuanto al apalancamiento del balance, las empresas más
pequeñas tienen más restricciones para obtener financiación ajena que son, por
tanto, más dependiente de los fondos propios y mas vulnerables ante reveses
cíclicos, lo que estimula la contratación temporal. Tampoco puede olvidarse la
relación impuestos – productividad: cuanto mayor es la cuña impositiva menor
será la cantidad de fondos propios disponibles por la empresa para financiar
nueva inversión, aspecto que juega contra la pequeña empresa.