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17 Cartas de amor
1
17 Cartas de amor
Jackeline C. Lucas
17 Cartas de amor
2
Para mi madre Mónica y mi padre Juanjo.
Mis mejores amigos Romina y Franco.
Mis hermanos Javier y Jesica.
17 Cartas de amor
3
“Pero llegamos tarde,
te vi me viste.
nos reconocimos enseguida,
pero tarde.
Maldita sea la hora
que encontré lo que soñé
Tarde.”
-Tarde (sin daños a terceros). Ricardo Arjona.
17 Cartas de amor
4
Índice
Prólogo……………………………………………………………….Pág. 5
Carta número 1…………………………………………………..Pág. 13
Carta número 2…………………………………………………..Pág. 30
Carta número 3…………………………………………………..Pág. 41
Carta número 4…………………………………………………..Pág. 50
Carta número 5…………………………………………………..Pág. 62
Carta número 6…………………………………………………..Pág. 77
Carta número 7…………………………………………………..Pág. 92
Carta número 8………………………………………………….Pág. 110
Carta número 9………………………………………………….Pág. 128
Carta número 10……………………………………………….Pág. 149
Carta número 11……………………………………………….Pág. 168
Carta número 12……………………………………………….Pág. 186
Carta número 13……………………………………………….Pág. 202
Carta número 14……………………………………………….Pág. 218
Carta número 15……………………………………………….Pág. 232
Carta número 16……………………………………………….Pág. 249
Carta número 17……………………………………………….Pág. 266
Epílogo……………………………………………………………….Pág. 268
17 Cartas de amor
5
Prólogo
Elizabeth volvía cansada a su casa después de un largo
día en el trabajo. Sus pacientes le daban poco minutos
libres los cuales los ocupaba para analizar todos los
casos que le llegaban al consultorio, pero no se
arrepentía de nada, amaba la profesión que había
elegido, saber que había ayudado a alguien con
problemas a encontrar un poco de luz la reconfortaba
siempre cuando se sentía agotada.
Al llegar a su casa advierte que le está esperando un
paquete en la puerta, extrañada lo levanta y observa
que tenía por remitente a su mejor amigo Ángel. Se
preguntaba que le podría haber mandado, quizás fuera
algún regalo, algo para saber que el siempre estaría
presente mas allá de que se encontraban a kilómetros
de distancia y no se veían desde hace un año.
Elizabeth mentiría si dijera que no extrañaba a Ángel, él
era su mejor amigo desde los 10 años cuando él fue el
único que le habló al ingresar al colegio. Todos sus
compañeros la trataban mal por su aspecto pero Ángel
nunca lo hizo, el se mostró amigable desde el principio
y por eso se convirtió en el mejor amigo que tenía,
desde esa primera vez que se vieron se convirtieron en
inseparables, salvo ese año en el que ella se había
17 Cartas de amor
6
mudado a otra ciudad por cuestiones laborales, esa fue
la primera vez en diecisiete años de amistad que se
habían separado por tanto tiempo y si bien seguían en
contacto por medio de las redes sociales, para Elizabeth
no era lo mismo que tenerlo cerca, ya que cuando se
encontraba triste o superada por sus problemas solo le
hacía falta el abrazo de su amigo para sentirse mejor,
ahora solo se tenía que conformar con una video
llamada que no era lo mismo que tenerlo a su lado.
La verdad es que ella quería muchísimo a Ángel, era la
persona más importante en su vida. Cada día que
pasaba lo extrañaba más, pero bueno solo era cuestión
de acostumbrarse a estar sin su fiel apoyo.
Abrió el paquete esperando algún regalo típico de su
amigo, un portarretratos con una foto de ambos, un
libro o un perfume, pero no se encontró con nada de lo
que se imaginaba, dentro de la caja se encontraban
una gran cantidad de cartas, 17 para ser exactos. Pero
lo que más le llamo la atención a Elizabeth fue la
pequeña nota que encontró por encima de todas
aquellas cartas. La cual decía
“Lizi:
Estas cartas te las escribí todos los días durante este
último año, allí encontrarás plasmado todo lo que
17 Cartas de amor
7
siento por ti. Esta es mi forma de confesarte todo lo
que me vengo callando desde hace diecisiete años.
Con cariño Ángel”
Elizabeth al principio no comprendió que quería decir
con aquella carta, pero pronto cayó en la cuenta sobre
el significado que tenía. No podía creerlo, ¿su mejor
amigo enamorado de ella?, no podría ser verdad, ellos
no eran más que amigos, ella lo veía como un
hermano. No albergaba ningún sentimiento hacia el
salvo el de un gran cariño. Sin leer las cartas Elizabeth
llamó a Ángel para aclararle la cuestión. Al segundo
tono su amigo atendió
-¡Hola Liz!- dijo su amigo contento
-¿Ángel que es esto que me mandaste?
-¿Lo leíste?- preguntó Ángel, Elizabeth noto un poco de
preocupación en su voz
-No hace falta que lo lea Ángel, sabes que es lo que
siento por ti, eres mi mejor amigo en el mundo y te
quiero muchísimo, pero ese es el único sentimiento que
tengo- Elizabeth oyó un suspiro desde el otro lado de la
línea.
-Sabía que iba a obtener esa respuesta, pero no quería
hacer nada hasta que supieras lo que siento por ti.
Sospeché que la nota te iba a hacer entender sobre lo
17 Cartas de amor
8
que se trataban las cartas, pero lo mismo quiero que
las conserves así tengas un pequeño recuerdo sobre lo
que siempre sentí.
-Los siento mucho Ángel, de verdad te quiero mucho,
pero no de la forma que a ti te gustaría, pero
¿Seguimos siendo amigos?
Ángel se dio cuenta que Elizabeth no había entendido lo
que él quiso decirle, pero prefirió no aclararle nada, ya
iba a entender tarde o temprano y lo iba a perdonar,
esa era la única esperanza que tenía
-¿Estás ahí Ángel? ¿Estás enojado?
-Ehh, no, no estoy enojado para nada, de verdad- dijo
Ángel procurando mantener un tono de voz normal
-¿Seguimos siendo amigos?
-Siempre
-Te quiero muchísimo, espero que lo sepas.
-Y yo te amo, me tengo que ir adiós.
Y colgó el teléfono antes de oír la contestación de
Elizabeth, lo último de la lista ya estaba hecho, le
confesó que la amaba y al saber que no era
correspondido ya no había nada que trabara sus planes.
Elizabeth quedó preocupada, temía haber perdido a su
único mejor amigo, lo notó raro en el teléfono, pero
17 Cartas de amor
9
supuso que ya se le iba a pasar. Decidió irse a dormir
sin abrir ninguno de los sobres que se encontraban
dentro de aquella caja. Planeaba llamarlo al otro día,
cuando estuviera más calmado, pero lo que no sabía
era que ya no iba a tener ninguna posibilidad de volver
a hablar con él.
A la mañana siguiente la despertó el timbre incesante
de su teléfono, a regañadientes se levantó de la cama
para atender.
-¿Diga?
-¿Elizabeth?- dijo la voz desde el otro lado de la línea
-Si soy yo, ¿Quién habla?
-Soy Carmen, la mamá de Ángel- Elizabeth reconoció la
voz de la madre de su mejor amigo, pero noto que se
encontraba quebrada, como si estuviera aguantando las
lágrimas
-Hola Carmen, ¿Como está?, ¿ocurre algo?
-Veras lo que pasa es que Ángel…
A Elizabeth se le cayó el teléfono de las manos, no
podía creer lo que estaba escuchando, no podía ser
verdad. Todo era un sueño, nada más que un sueño del
que pronto despertaría. Ángel no podía estar muerto,
era imposible.
17 Cartas de amor
10
Lagrimas caían por sus mejillas, su mejor amigo ya no
estaba, nunca más volvería a escuchar su dulce voz, no
volvería a sentir esos abrazos tan reconfortantes, ni sus
bromas por teléfono, ni su risa tan contagiosa.
Elizabeth se negaba a aceptar la verdad, su amigo
nunca la abandonaría, nunca lo haría.
“¿Qué voy a hacer sin él?” se repetía la pregunta en su
cabeza, no se podía imaginar un mundo sin su querido
Ángel, ese chico que siempre había estado allí para ella,
que siempre la había aceptado tal cual era más allá de
sus problemas. ¿Cómo iba a seguir adelante sin el
apoyo de Ángel? El era la persona más importante que
tenía desde que sus padres murieron, el era su ángel
guardián como ella siempre le decía y ahora se había
convertido en uno real.
Elizabeth tomó el primer avión que la llevo hacia donde
se iba a ofrecer el entierro, no podía creer que la
primera vez que iría a su hogar luego de un año de
ausencia fuera para enterrar a su mejor amigo. Le
resultaba imposible de creer. Se quedó en el
cementerio hasta que todos se fueron, necesitaba un
tiempo a solas para despedirse de aquel amigo que
siempre estuvo para ella.
17 Cartas de amor
11
Se arrodillo en su tumba y sin poder contenerse
comenzó a llorar como hace mucho que no lo hacía, las
lágrimas caían incesantes sobre sus mejillas
-No puedo creer lo que hiciste Ángel, la verdad es que
no te entiendo. ¿Por qué tomaste esa decisión sin
pensar en nosotros? ¿Acaso no pensaste en mi?, Ángel
no sabes cuánto te necesito, no sabes lo mucho que me
haces falta, siempre fuiste mi mejor amigo y saber que
ya no te veré más me mata- Elizabeth volvió a sollozar
antes de continuar- Te voy a extrañar mi angelito de la
guarda, siempre vas a estar en mi mente y en mi
corazón, te quiero muchísimo y espero que por fin
hayas encontrado la paz que necesitabas, esa paz que
yo no supe darte como amiga que era. Te voy a
extrañar Ángel, adiós para siempre.
Y llorando se fue del lugar donde su mejor amigo
descansaría eternamente.
Ya en el hotel se desplomo sobre su cama, no había
parado de llorar desde el entierro, parecía que sus
lágrimas eran inagotables, ya no le quedaba nada, no
tenía a sus padres y ahora había perdido al único amigo
que tenía, al mejor amigo que podría haber tenido. Solo
le quedaban sus fotos, sus recuerdos y aquellas 17
cartas que le había mandado y que ella se había
negado a leer.
17 Cartas de amor
12
Se levanto de la cama y sacó de su valija aquella caja
que contenía los sentimientos más profundos de su
amigo, abrió la primera carta y al leerla no pudo
contener las lágrimas que le brotaban de sus ojos.
17 Cartas de amor
13
Carta número 1
“Querida Lizi:
Seguro que esto te resultará raro, no todos
los días te llega un paquete con 17 cartas en su interior
y menos de tu mejor amigo del que seguro crees que
sabes todo, y eso puede ser cierto, pero hay una cosa,
un gran y enorme secreto que no sabes sobre mí.
Ese secreto lo vengo guardando desde hace 17 años,
desde el primer día que atravesaste la puerta de mi
salón con tu hermosa sonrisa, si es así, desde el primer
día que te vi quede completamente enamorado de ti y
con cada año que pasaba te amaba más y más. Nunca
te lo dije por temor a perderte, porque para mí siempre
fue mejor tenerte como amiga que no tenerte.
No te das una idea de lo que me costó tomar la
decisión de decirte todo lo que siento, busqué miles de
formas de hacerlo y esta me resultó la más factible, ya
que al no mirarte evitaría que me arrepintiera de
decirte todo esto, y también resulta mejor escribirte
esto para lograr contarte todos los detalles de este
intenso amor. Espero que aceptes esta caja y que leas
lo que hay en su interior.
17 Cartas de amor
14
¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? Por mi parte
yo lo recuerdo con lujos de detalles, cuando cierro los
ojos las imágenes aparecen en mi cabeza como si se
tratara de una película que quedó grabada a fuego en
mi cerebro.
Ese día estabas absolutamente preciosa, cuando
apareciste por aquella puerta fue como si el mundo se
silenciara a mi alrededor, eras como un pequeño ángel,
uno hermoso, más de lo que alguien se podría
imaginar.
Por si no recuerdas ese día permíteme, por favor,
refrescarte un poco la memoria, quiero que a partir de
estas cartas tu recuerdes cada momento significativo
en nuestra amistad, pero principalmente quiero que
vuelvas a vivir estos momentos desde mi mirada así
logres comprender por qué se me hizo tan fácil amarte
desde el primer día.
Esa vez, hace ya diecisiete años fue el día en el que mi
vida cambió por completo. Yo me encontraba sentado
solo en un banco compartido ya que, como bien sabes,
nunca se me dio muy bien todo esto de la socialización,
estaba sumergido en un pequeño cuento, no prestaba
atención a los murmullos ni a la lección de la maestra,
hasta que un tímido golpe en la puerta me saco de mi
ensoñación.
17 Cartas de amor
15
Mi mirada se dirigió al lugar de donde provenía dicho
sonido, no daba crédito a lo que estaba observando.
Eras como un ángel con tus cabellos dorados que
llegaban hasta la cintura recogidos en una media cola,
tus ojos azules como el mar demostraban el terror que
sentías y con la timidez con la que parecía te dejabas
llevar; tus manos presionaban fuertemente sobre el
corazón todos tus cuadernos como si fueran un escudo
que te protegerían de cualquier cosa que quisiera
hacerte daño. Tus mangas se resbalaron de tus brazos
mostrando pequeñas marcas que asomaban en tu
perfecta piel blanca, marcas que a diferencia de hacerte
menos hermosa realzaban esa perfección que mis ojos
siempre vieron en ti.
Quizás era muy joven como para comprender porque
mi corazón se paralizó cuando te vi, porque todo el
mundo desapareció dejándonos solo a nosotros dos y
porque dejé olvidado ese cuento que tanto me estaba
atormentado últimamente.
Ya desde ese día tenías el poder de hacerme olvidar
todo lo que me rodeaba, tu presencia volvía
insignificante las cosas.
Recuerdo que al no haber asientos disponibles la
maestra dispuso que te sentaras a mi lado, parecías
flotar cuando te acercabas hacia mi lugar y mi corazón
17 Cartas de amor
16
palpitaba a mil por hora, parecía a punto de salirme del
pecho. Yo había procurado no mirarte, fijando mi vista
en aquella hoja donde intentaba escribir mi cuento, te
sentaste a mi lado y yo te ignoré de manera evidente.
Así pasó la primera hora, recuerdo que siempre me
reclamaste el no haberte prestado atención ese día,
pero siempre estuviste equivocada, mis cinco sentidos
estuvieron puestos en ti.
Recuerdo verte absorta en un dibujo que estabas
realizando con mucho empeño. Ese día descubrí los
gestos típicos de cuando te concentras. Presionabas con
fuerza el lápiz contra la hoja que hasta parecía que se
iba a romper, fruncías el ceño de una manera muy
graciosa y sacabas la lengua hacia el costado. Cuando
te equivocabas y tenías que borrar lanzabas un gran
suspiro de frustración. Eras la viva imagen de la
concentración.
Así que te equivocaste, claro que te prestaba atención,
para mí no existía nadie más en ese salón de clases. El
problema era que no sabía cómo acercarme a ti, era
muy tímido, creí que una hermosa criatura como tú
jamás me haría caso, jamás querría a un chico como yo
y, en parte, sé que tuve la razón ya que nunca te
fijaste en mí más que como un amigo…”
17 Cartas de amor
17
Elizabeth recordaba aquel día como si no hubieran
pasado tantos años, ese suceso fue un antes y un
después en su vida.
…
Aquel era el tercer colegio al que iba en un término de
dos años, no duraba en ninguno porque sus
compañeros nunca la aceptaban, siempre la aislaban y
la trataban mal. A los 10 años Elizabeth era una niña
muy solitaria que se escondía del mundo con ropa que
le tapaban sus brazos y con la mirada siempre en el
suelo.
Ese día cuando se abrió la puerta de aquel salón de
clases el cuerpo de Elizabeth se encontraba tenso,
temía a lo que se podía encontrar, sus brazos
temblaban ante el temor, para procurar que nadie
notara aquello sujetó sus libros con fuerza sobre su
corazón sin notar que sus mangas se habían resbalado
mostrando así aquellas cicatrices que eran las pruebas
de años de sufrimiento.
Sus compañeros al ver aquello comenzaron a
murmurar por lo bajo, riéndose de la pobre niña nueva.
Elizabeth al ver el motivo de sus risas bajó rápidamente
las mangas para procurar que no sean visibles, pero ya
era tarde, aquellos niños tan crueles las habían visto y
comenzaban a burlarse de aquello. Todos menos una
17 Cartas de amor
18
sola persona, un niño que se encontraba al fondo del
salón con la mirada fija en ella, aquellos ojos grises la
tranquilizaron por completo. Cuando la maestra le dijo
que se sentara al lado de aquel niño tan extraño, que
no se reía de ella, Elizabeth se sentía feliz. Tenía la
sensación de que algo iba a cambiar en ese año.
Pero durante toda la hora de clases ese maravilloso
chico no le había dirigido la palabra, se encontraba
concentrado escribiendo algo, así que ella hizo lo
mismo, sacó su cuaderno de dibujo y comenzó a
realizar trazos sin parar aislándose así del mundo
entero. Cuando terminó admiró su obra, era el retrato
de aquel chico que se encontraba a su lado, con la
mirada fija en aquella hoja y con una lapicera en la
mano, al ver su dibujo Elizabeth deseó con todas sus
fuerzas que aquel niño tan diferente se hiciera su
amigo.
Por suerte su pedido había sido escuchado.
…
“… ¿Recuerdas nuestra primera charla?, estábamos en
el recreo, yo me había quedado en el salón procurando
terminar por fin mi cuento.
Cuando salí para comprarme un refresco te vi
acurrucada debajo de las escaleras, llorando un mar de
lágrimas. Mi corazón se hizo más pequeño al verte de
17 Cartas de amor
19
esa forma, sin saber porqué me vi acercándome hacia
dónde estabas. En silencio me senté a tu lado y te
escuché sollozar, cuando te hubiste calmado me animé
a preguntarte que te sucedía pero no respondías, solo
te limitaste a abrazarme y yo me quedé petrificado, no
estaba acostumbrado a que nadie me tocara. Al parecer
tú te diste cuenta y me soltaste de inmediato y
secándote las lágrimas me contaste que nuestros
compañeros se habían burlado de tu apariencia, esa
que a mí me parecía perfecta, y que habían pactado no
acercarse para no contagiarse.
Me habías dicho que no tenías ningún amigo y yo, por
extraño que me haya parecido, te dije que a mí me
encantaría ser tu amigo, que no me importaba tu
apariencia ni tus cicatrices, y como prueba de que
hablaba en serio te había regalado un chocolate. Tu
abriste los ojos como platos y me miraste con
incredulidad y en tus hermosos ojos azules noté la
esperanza que nacía en tu interior. Me sonreíste y
aceptaste el chocolate…”
Las lágrimas no cesaban de caer por las mejillas de
Elizabeth, no podía creer como Ángel se acordaba de
tantos detalles sobre su primer encuentro. Ella siempre
había recordado ese día porque fue el momento más
significativo de su vida.
17 Cartas de amor
20
Para Elizabeth ese día era aquel en el que Dios le había
mandado un angelito a cuidar de ella. Y ahora saber
que su mejor amigo lo recordaba también como algo
significativo por alguna razón había llenado de felicidad
su corazón.
…
El timbre que indicaba el comienzo del primer receso
había sonado, Elizabeth se levantó muy despacio de su
mesa procurando ser la última en salir de allí, procuró
que su dibujo quedara bien guardada y antes de irse se
fijó en su compañero que seguía concentrado en
aquella hoja. Al ver que no tenía intenciones de
levantarse, Elizabeth se fue.
Cuando salió se encontró con un grupo de sus
compañeros que la miraban fijamente, la niña bajó la
mirada escondiendo sus ojos de aquellas personas e
intentaba mantener sus mangas bien abajo, comenzó a
caminar hacia el centro del patio cuando una voz la
detuvo.
-¿Qué te pasó en los brazos?
Elizabeth no contestó, seguía con la mirada baja,
temiendo a lo que venía a continuación.
-¿Por qué no contestas?-preguntó uno de aquellos
niños
17 Cartas de amor
21
-Es que no lo ves, es un monstruo y los monstruos no
hablan-le contestó otro
-Tienes razón, no hay que acercarnos, seguro que es
contagioso.
Todos los compañeros asintieron al mismo tiempo y
comenzaron a reírse, señalando a Elizabeth y cantando
al unísono “monstruo feo, monstruo feo”. En un
momento ya no lo resistió y se fue corriendo, se refugió
debajo de unas escaleras, allí comenzó a llorar
desconsoladamente.
No sabía hacia cuanto tiempo se encontraba allí,
llorando, quizás habían pasado minutos u horas, la
verdad que no lo sabía. Una voz a su lado la sobresalto.
-Oye, ¿Qué te pasa?- le preguntó aquel maravilloso
niño de ojos grises.
Elizabeth no sabía en qué momento había llegado ese
niño, pero le estaba agradecida. En lugar de contestarle
lo abrazó, este se tensó ante su contacto así que lo
soltó inmediatamente y secándose las lágrimas con el
dorso de su brazo le dijo.
-Los chicos se burlan de mi, dicen que soy un monstruo
y muy contagioso así que nadie se acerca a mi.-Le dijo
volviendo a llorar.- No tengo amigos
-Yo puedo ser tu amigo.-Le contestó titubeante.
17 Cartas de amor
22
-¿De verdad?-Preguntó Elizabeth con los ojos brillando
de la emoción.
Éste se limitó a asentir y regalarle un chocolate, como
muestra de que hablaba en serio.
…
Elizabeth se levantó de la mesa, fue al baño a secarse
las lágrimas, se preparó un café bien cargado ya que
estaba decidida a pasar la noche en vela leyendo la
carta de Ángel, y recordando junto a él todo aquello por
lo que pasaron. Ese día, como nunca, se encontraba
interesada por conocer los sentimientos de su mejor
amigo.
Volvió a tomar la carta y acariciándola suavemente se
dispuso a continuar leyendo.
…
“… A partir de ese día supe que íbamos a ser grandes
amigos. Tú fuiste la primera persona con la que me
atreví a entablar una amistad después de dos años, yo
no confiaba en absolutamente nadie.
Como bien sabes me costaba abrirme a las personas,
me refugiaba en mis libros y en mis escritos, pero tu
tenias algo muy especial, había algo en tu persona que
me empujaba a confiar en ti.
17 Cartas de amor
23
Continuamos sentados bajo las escaleras hablando,
quizás cosas triviales, como cual era nuestro color
favorito o que sabor de helado nos gustaba más.
Ese día pude conocer cosas sobre ti, cosas que para
muchos resultarían tontas, pero que para mí eran muy
importantes. Yo quería conocer absolutamente todo
sobre tu vida, y quería contarte todo sobre la mía.
Yo quería contarte todo sobre mi, y lo hice, te conté
absolutamente todo…”
Elizabeth sonrió, había algo que él había mantenido en
secreto durante 17 años. En todo ese tiempo no se
había atrevido a confesarle sus sentimientos. ¿Acaso le
tenía miedo? ¿O estaba tan seguro de su rechazo que
no se animó a declararse?
Sintió una punzada de culpa, ahora creía entender
porque Ángel había tomado aquella decisión, pero
procuró no sacar ninguna conclusión acerca de eso.
Primero debía leer las 17 cartas.
“… pero lamentablemente había algunos secretos que
los guardé para mí, pero que ahora que por fin tomé el
valor que necesitaba procuraré contártelos a lo largo de
estas cartas. Espero que sepas entender porque decidí
callarme y desearía que me perdonases.
El primer secreto es que ese día, apenas volví a casa
tomé un papel color rojo y allí escribí todo lo que me
17 Cartas de amor
24
contaste sobre ti, así nunca correría el riesgo de
olvidarme algún detalle importante.
Ahora que lo veo en perspectiva, es medio obsesivo de
mi parte, incluso vergonzoso, Dios no tendría que
habértelo contado. Pero bueno, prometí contarte todo y
aquí estoy, confesándote lo más vergonzoso que hice
en mi vida.
Por si no me crees por favor revisa el sobre que se
encuentra al final de la caja, yo te estaré esperando
amor mío, no continúes leyendo si no abriste el otro
sobre…”
Buscó el paquete y tomó el último sobre, lo abrió y se
encontró con una hoja color roja doblada en cuatro. La
desplego y no pudo contener las lágrimas.
COSAS IMPORTANTES DE ELIZABETH
CUMPLEAÑOS: 21 de noviembre
COLOR FAVORITO: rojo (preferencia escarlata)
CANTANTE FAVORITO: Ricardo Arjona
(importante: averiguar quién es y escuchar alguna
canción suya)
17 Cartas de amor
25
COMIDA FAVORTIA: hamburguesa con muuuuchas
papas fritas
HOBBIE: leer (perfecto) y dibujar
DULCE FAVORITO: cualquier tipo de chocolate (creo
que es chocoadicta)
SABOR DE HELADO FAVORITO: dulce de leche
(¡Igual que yo!)
QUE QUIERE SER DE GRANDE: sicologa (creo que
le gusta los locos)
MEJORES AMIGOS: no tiene (espero convertirme en
uno)
QUE LE GUSTA QUE LE REGALEN: nada de ropa,
solo libros, lápices, pinceles, lienzos (importante no
olvidar esto)
La joven psicóloga no paraba de llorar, no podía creer
que Ángel hubiera hecho eso, para nada resultó
obsesivo. Era un gesto hermoso de un nene de diez
años.
17 Cartas de amor
26
Una pequeña luz se encendió en el corazón de
Elizabeth, pero no supo interpretar que significaba.
Se secó las lágrimas, dio un sorbo a su café que ya se
encontraba helado, se acurrucó en el sofá y se dispuso
a continuar leyendo.
…
“… Espero que no te hayas reído tanto al ver esta
pequeña muestra de obsesión mía, comprende que
estaba enamorado por primera vez en mi vida y no
sabía cómo actuar.
En esa semana nos transformamos en grandes amigos,
no hacíamos nada separados. Recuerdo que, en el
colegio, nos trataban como si fuéramos mutantes, pero
nosotros hacíamos oídos sordos a todos esos
comentarios.
Un día te había preguntado a que se debían tus
cicatrices, la curiosidad me estaba matando porque
esas no eran marcas producidas por una enfermedad,
mi mamá me lo había dicho, eso había sido infringido
por un tercero o por vos misma, y la verdad me
torturaba el hecho de que alguien te estuviera
lastimando. Así que saqué valor de donde no tenía y te
lo pregunté, nunca me habría imaginado que tuvieras
tan mal carácter, me golpeaste el hombro y te fuiste
corriendo con tu dorado cabello agitándose en el viento
17 Cartas de amor
27
mientras te alejabas. Yo estaba congelado, no sabía
como de algo tan pequeño salía tanta fuerza…”
Elizabeth no pudo evitar reírse, recordaba ese día como
si hubiera sido ayer.
…
Estaban sentados debajo de las escaleras, su lugar
especial, compartiendo un chocolate aunque ella se
estaba comiendo la mayor parte sin darse cuenta. No
hablaban mucho y ella ya se iba acostumbrando al
silencio de su amigo, pero ese día decidió abrir la boca.
-¿Te puedo preguntar algo Liz?- Ella siempre odió que
le dijeran así, pero había algo en la forma en la que
Ángel pronunciaba ese diminutivo que le encantaba.
-Aja- fue lo único que contestó, estaba extrañada que
su amigo quisiera iniciar una conversación.
-¿Cómo te hiciste esas cicatrices?
Elizabeth había quedado petrificada dejando a medio
camino el chocolate, sin saber porque se enojó con
Ángel y lo golpeó en el hombro con todas sus fuerzas y
se fue corriendo dejando solo a su mejor amigo.
Recuerda que ella no estaba lista para hablar con nadie
sobre el origen de aquellas marcas, pero era raro que
se hubiera molestado tanto ya que estaba
acostumbrada a las constantes burlas y preguntas
17 Cartas de amor
28
acerca de sus cicatrices. Lo que nunca había entendido,
a pesar de haber pasado tantos años, fue porque se
había molestado por el hecho de que Ángel se haya
fijado en aquello que la hacía tan horrible.
No llegó a comprender porque nunca había querido que
el notara sus defectos, siempre había intentado ser
perfecta ante los ojos de su amigo. Y ese día ella creyó
que Ángel la veía igual que los demás, un monstruo
lleno de cicatrices, y eso de verdad le había dolido en lo
más profundo.
…
Elizabeth había cambiado de humor repentinamente.
De reírse ante el recuerdo a ponerse triste al recordar
los pensamientos que la habían inundado ese día.
“… Cuando te fuiste supe que había preguntado algo
que no debía y me arrepentí al instante. No te iba a
presionar para que me cuentes algo si no estabas lista
para ello.
Había pasado una semana y tú no te acercabas a
hablarme, creí que no me ibas a volver a dirigir la
palabra nunca más. Tenía miedo de haber perdido a la
única amiga que tenía, no entendía porque te habías
vuelto tan imprescindible en mi vida en tan poco
tiempo.
17 Cartas de amor
29
Y si, antes que lo digas en voz alta, se que estás
pensando porque, si te extrañaba tanto, no me había
acercado y te confieso que no lo hice por temor a tu
reacción, no sabía cómo ibas a actuar, o si yo iba a
decir alguna otra tontería. Así que me limité a esperar a
que tú te acercaras.
Pasaron dos semanas y continuabas sin hablarme,
hasta que un viernes a la tarde, cuando yo me
encontraba sentado afuera de mi casa escribiendo, vi
como un ángel se acercaba, un bello angelito de
cabellos dorados. Yo me hice el que no se había dado
cuenta y continué escribiendo, pero, como siempre me
pasaba, mis cinco sentidos estaban puestos en ti.
Te sentaste a mi lado y sin decir ni una palabra me
diste un chocolate y yo acepté sabiendo que eso era
una ofrenda de paz. En ese momento te juro que mi
corazón comenzó a latir nuevamente.
Ese día me prometí a mi mismo que nunca haría nada
por lastimarte o hacer que te alejaras de mí.
Bueno, esos es todo por ahora amor mío, hasta la
próxima carta.
Te ama… Tu Ángel.”
Elizabeth sujeto con fuerza sobre su corazón aquella
primera carta, se acurrucó en el sofá y se sumió en un
sueño profundo.
17 Cartas de amor
30
Carta número 2
Elizabeth se encontraba debajo de las escaleras de su
antiguo colegio, no entendía que hacía allí pero se
encontraba llorando, cuando un pequeño niño de
cabello negro azabache y ojos grises se le acercó y se
sentó a su lado. Este pequeño esperó hasta que ella
terminara de llorar, cuando se hubo calmado ese
precioso niño, que a ella tanto le recordaba a Ángel, le
pregunto
-Oye, ¿Qué te pasa?
Y sin darse cuenta ella se vio respondiendo
-Mi mejor amigo murió y me dejó sola
-Tranquila, el nunca te dejaría sola, estoy seguro que
esté donde esté siempre te estará cuidando.
-Pero ya no está a mi lado y nunca podré saber porque
tomó esa decisión y ni si yo podría haberlo salvado- al
decir esto Elizabeth volvió a llorar.
-Si quieres saber esas respuestas continúa leyendo las
cartas
El pequeño niño le dejó un chocolate en el regazo, se
levanto y se fue corriendo.
17 Cartas de amor
31
Elizabeth se despertó sorprendida, era un sueño muy
vívido el que había tenido. Ese hermoso niño le había
recordado mucho a Ángel a la edad de 10 años, aunque
pensándolo bien, realmente era su mejor amigo que
una vez más había aparecido para consolarla, aunque
solo haya sido en sueños.
Se levanto decidida de la cama, se dirigió al baño a
darse una ducha. Una vez hubo salido se vistió y
procuró salir, no sin antes tomar la segunda carta.
Había decidido que las leería en lugares especiales que
había compartido con Ángel.
Con paso decidido se dirigió hacia el parque donde
pasaban horas en los columpios charlando o
simplemente meciéndose. Ese era su lugar especial
cuando tenían 11 años.
Elizabeth se sentó en uno de los columpios y comenzó a
impulsarse cerrando los ojos, imaginándose que Ángel
estaba allí a su lado. Sintió como que alguien la
columpiaba con una manera muy similar a la que lo
hacía su mejor amigo, abrió los ojos para buscarlo pero
el lugar estaba desierto.
Un poco decepcionada sacó la carta de su bolso, la
admiró un segundo y procedió a leer.
“Querida Liz:
17 Cartas de amor
32
Amor mío, antes de comenzar con la carta quiero
aclararte que en cada una de ellas encontrarás los
sucesos especiales que marcaron cada año de nuestra
amistad. Son hechos que a mí me marcaron y que
lograron que te amara mas con cada año que pasaba.
Como te imaginarás, en esta carta hablaré de nuestro
segundo año de amistad. Ese hermoso año en el que
decidí, por fin, contarle a alguien ajeno a mi familia mi
más profundo secreto.
Yo siempre había sido muy tímido, no confiaba en nada
y no permitía que me tocaran. Nadie entendía que
había de malo en mí ya que hasta los ocho años yo
había sido un nene normal. Siempre recordé el día en el
que les conté a mis amigos lo que me había pasado y
porque no asistí a clases por más de tres meses.
Cuando les hube contado ellos se rieron de mí y me
llamaron marica, a partir de ese día quedé
absolutamente solo. Mis amigos me habían dado la
espalda y yo no podía soportar tener a alguien cerca.
Me había convertido en un solitario, y me gustaba, de
verdad que lo hacía.
Pero cuando te conocí, mi angelito, todo cambió. Por
primera vez en dos años había aceptado tener a alguien
cerca, fuiste mi salvación, el ángel que Dios me había
17 Cartas de amor
33
mandado para que siguiera en este lugar que ya no
tenía sentido para mi…”
Elizabeth ahogó un pequeño grito, así que él desde esa
edad ya pensaba en el suicidio. No entendía porque
nunca se lo había contado, ella lo habría ayudado con
mucho gusto, nunca hubiera querido que su Ángel
luchara solo con ese sentimiento.
“… Antes de continuar con los recuerdos hay algo que
debo aclararte, o mejor dicho confesarte, este es otro
de los secretos que nunca te conté.
Una semana antes de contarte todo yo había pensado
en acabar con mi vida, se que tan solo tenía 11 años,
que no entendía nada sobre la vida y la muerte. Pero
tú, más que nadie, sabes lo horrible que es sentirte tan
solo, no encajar en ninguna parte y, a demás de todo,
no soportar que ni tus padres te toquen, era un calvario
que había decidido ponerle fin antes que hablara
contigo.
No sé que habrá pasado por mi mente el día que te
confesé todo, ¿recuerdas que fue el día que
descubrimos ese hermoso juego de columpios que
pronto se convertiría en nuestro lugar especial?...”
Como olvidar ese día, habían salido a dar un paseo por
la cuadra cuando vieron los columpios, ella lo retó a
una carrera hacia ellos y comenzaron a mecerse.
17 Cartas de amor
34
Elizabeth recuerda como Ángel tenía la mirada perdida,
como que algo estaba pasando por su cabeza así que
no pudo contenerse y le pregunto
-¿Qué te pasa Ángel?
-No me pasa nada
-No me mientas, ¿Qué te pasa?
Ángel se había quedado en silencio como pensando que
decir o como hacerlo. Elizabeth estaba a punto de
intervenir cuando él la interrumpió.
-Liz si te lo cuento, ¿me prometes que no dejarás de
ser mi amiga?
-Te lo prometo
-Bueno- dijo con un enorme suspiro- vos sabes que yo
soy un chico muy callado y que no tengo amigos y a
demás no dejo que nadie se acerque ¿verdad?
-Aja
-No siempre fui así
-¿De verdad?- Elizabeth no había podido creerlo, su
amigo nunca había sido sociable y ella pensaba que era
algo de nacimiento, así que se sorprendió cuando él le
contó lo sucedido
-Si, yo a los ocho años tenía amigos, siempre
jugábamos juntos, hasta que un día que estábamos
17 Cartas de amor
35
jugando al futbol en la calle un hombre se acercó para
jugar con nosotros y luego nos prometió que íbamos a
ir a tomar un helado a su casa. Así que cuando
terminamos mis amigos se tenían que ir y yo no quería
dejar al hombre solo porque no quería que se sintiera
triste.
Elizabeth se mantenía en silencio, parecía que le
costaba confesar aquello, y ella no lograba comprender
que le quería decir. Luego de un corto silencio prosiguió
- Cuando quedamos solos el me ofreció ir a su casa al
frente para tomar el helado y yo acepte, cuando
entramos a su casa el cerró la puerta y me dijo que no
tenía que tener miedo, yo no entendía nada- en ese
momento su voz se quebró- se acercó, me acarició la
mejilla y me dijo que era muy lindo. Comenzó a
acariciarme- tragó saliva- ahí abajo y yo me hice para
atrás, el me agarró fuerte y me dijo que no tenía que
resistirme, me bajó los pantalones y de ahí no recuerdo
nada.- dijo esto y comenzó a derramar unas pocas
lágrimas.
-¿Qué te hizo?
Luego de un silencio muy largo que solo era
interrumpido por los sollozos de Ángel dijo
-Me violó
17 Cartas de amor
36
Ella al principio no entendía la palabra, hasta que
recordó que una vez la había escuchado en la televisión
y le preguntó a su papá que significaba, él le había
explicado que querían decir cuando utilizaban ese
término.
Cuando Elizabeth comprendió que quería decir su
amigo abrió mucho los ojos, no sabía que decir así que
simplemente lo abrazó. Ángel por alguna extraña razón
se vio devolviendo aquel abrazo con mucha fuerza.
Pasado un rato él se apartó y comenzó a secarse las
pocas lágrimas que tenía en sus mejillas.
-Soy un tonto por llorar así.
-Está bien que llores.-Le contestó Elizabeth.
-No, no está bien, yo me prometí que nunca volvería a
llorar, nadie volverá a hacerme llorar.
Elizabeth no sabía que contestar a aquello, así que
para volver a pisar terreno seguro le dijo
-¿Te diste cuenta que me dejaste que te abrazara?
-Si.-Contestó tímidamente.- Yo no dejo que nadie me
abrace, le tengo miedo a que me toquen, pero contigo
es diferente.
-¿No te molesta mi abrazo?-Preguntó Elizabeth
extrañada.
17 Cartas de amor
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-No, me hace sentir bien.- Contestó poniéndose
colorado en el momento.
Ella sonrió y se acercó a él y lo abrazó con muchas
fuerzas.
-Hace mucho tiempo que quería hacer esto.-le dijo
sonriendo y volviendo a sentarse en el columpio.
Ángel se levantó y se ubicó detrás de ella y comenzó a
columpiarla. Elizabeth se encontraba feliz, y mientras
se balanceaba no podía evitar reír.
…
Ese recuerdo la llenaba de tristeza, las lágrimas volvían
a descender por sus mejillas. Aunque ya habían pasado
16 años desde que Ángel le había confesado aquello no
podía evitar la tristeza y el odio que sentía ante lo que
le habían hecho a ese niño tan tierno y bueno. Le
habían quitado su inocencia y su confianza en la gente.
“… Tenía mucho miedo a contártelo, temía que te
alejaras de mi vida. Tú habías sido ese pequeño rayo
de luz en la oscuridad que era mi vida.
Cuando me abrazaste me sentí seguro por primera vez
en tres años, yo le temía al contacto pero había algo en
tus brazos que me relajaban. Desde ese día supe que
era a ti donde pertenecía. Tu abrazo a diferencia de
resultarme incomodo, se me hacía reconfortante.
17 Cartas de amor
38
Y sé que tú no lo sabes, pero ese día me salvaste la
vida. Si no fuera por tu abrazo y por tu comprensión yo
habría optado por acabar con todo mi dolor. Si yo
continué fue por ti, Elizabeth, tú eras el cable que me
mantenía conectado a este mundo.
Analizándolo bien, creo que ya desde ese entonces
sabía que haría cualquier cosa por ti, y si me quedé fue
porque te amaba y había albergado la esperanza de
que tu también sintieras algo por mi…”
Elizabeth miró al cielo y le agradeció en silencio a Ángel
por haberse quedado, porque sin él ella no habría
podido seguir. Era su roca, su sostén, sin él la vida
habría sido vacía.
Pero a la vez lo maldijo porque no tenía derecho a
dejarla sola, ella lo necesitaba, quizás más que al aire
que respiraba. Se estremeció ante ese pensamiento, no
sabía la magnitud que tenían los sentimientos hacia su
mejor amigo, ¿acaso sentía algo más hacia él que un
cariño puramente platónico? Eliminó rápidamente ese
pensamiento de su cabeza, era algo absurdo, ella no
podía estar enamorada de él ¿verdad?
Para no seguir pensando en eso continuó leyendo la
carta, quería ver que más tenía Ángel para decirle
17 Cartas de amor
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“… Luego de confesarte todo y saber que me
comprendías y no me juzgabas me quitó un gran peso
de encima.
Tú, amor mío, me diste la confianza que necesitaba
para poder abrirme más a esta amistad y no recurrir
constantemente al silencio, y por eso te voy a estar
eternamente agradecido.
A partir de ese día el columpio se volvió en nuestro
lugar habitual, allí hablábamos de todo, yo te podía
contar todo sobre mi vida, ya que habías demostrado
que aceptarías todo lo que te contara y nunca me
juzgarías.
Ese columpio es muy especial para mí, recuerdo que te
sabía columpiar y que vos te reías con todas tus fuerzas
al elevarte. Ese era el sonido más hermoso que había
escuchado en mi vida, siempre me había encantado
escucharte reír y me prometí a mi mismo que trataría
siempre de sacarte una sonrisa, en la medida que se
me fuera posible.
Mi misión ya no era solamente cuidarte, en ese año se
agregó una más: procurar verte sonreír, porque el
mundo se iluminaba con solo una sonrisa tuya.
Hasta la próxima carta amor mío
Te ama… Tu Ángel”
17 Cartas de amor
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Elizabeth sonrió al leer el último fragmento de la carta,
miró al cielo y dijo
-Una vez más cumpliste con tu misión.
Guardó la carta, cerró los ojos e imaginando que volvía
a tener 11 años comenzó a balancearse como si Ángel
la estuviera columpiando.
17 Cartas de amor
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Carta numero 3
Al día siguiente Elizabeth había llamado a la clínica
donde trabajaba para poder pedir una licencia de dos
semanas, no podía sentarse en su consultorio a
escuchar problemas ajenos cuando no podía ni con los
propios. Por suerte en el trabajo le concedieron su
petición.
Quería pasara esas dos semanas en su pueblo, sola con
las cartas de Ángel, quería leerlas con paciencia,
absorbiendo cada una de las palabras que tenía que
decirle su amigo.
Ese día se dirigió a la heladería donde, en el verano de
su tercer año de amistad, se había convertido en el
lugar donde iban a pasar el rato todos los días. Ya que
Ángel le había especificado que en cada una de las
cartas se haría alusión a cada año de amistad, Elizabeth
procuró ir a aquellos lugares que habían marcado sus
días con él.
Se sentó en la mesa que siempre había compartido con
Ángel y pidió, como de costumbre, un helado de dulce
de leche. Luego de saborear la primera cucharada tomó
el tercer sobre tratando de adivinar que había marcado
a Ángel en aquel año.
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“Querida Liz:
Aquí estoy de nuevo escribiéndote esta tercera carta.
Te confieso que cada vez que tomo un papel para
escribirte una nueva, mi mente se inunda de recuerdos,
de palabras que quiero decirte, palabras que hace 17
años vengo callando.
Espero poder expresar todos mis sentimientos en estas
cartas y explicarte con lujos de detalles como siempre
me hiciste feliz. Y este es el tema de la carta, sobre la
felicidad que me brindaste en el tercer año de amistad.
Lo que hizo especial ese verano fue que tú no te
habías ido como las veces anteriores. Lo que más feliz
me hizo fue que te quedaste y por fin iba a pasar un
verano acompañado, no iba a estar solo…”
Elizabeth recordó ese verano, por un lado fue especial
porque estuvo acompañada por Ángel, pero por el otro
fue muy triste porque ese año su mamá había
empeorado y con ella la cantidad de marcas que
adornaban la piel de Elizabeth.
“… Recuero que en la segunda semana de las
vacaciones yo me encontraba tumbado en el césped del
jardín de mi casa leyendo un poco, cuando sentí que
una mirada se clavaba en mí, a regañadientes levante
la vista y te vi. Como siempre estabas preciosa, tus
17 Cartas de amor
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hermosos cabellos recogidos en una coleta despejaban
tus perfectos rasgos.
Toda tu belleza se veía opacada por unas lágrimas que
descendían sobre tus mejillas. Me levanté bruscamente
y te pregunté qué sucedía, y como era típico en ti
cuando estabas triste, no respondiste y te lanzaste a
mis brazos para poder verter más lágrimas, te devolví
el abrazo con fuerza, esa era mi forma de protegerte…”
…
Era la segunda semana de vacaciones y Elizabeth se
encontraba empacando sus cosas para el viaje, estaba
concentrada escuchando a Ricardo Arjona cuando su
padre irrumpió en la habitación.
-Cielo, ¿tienes un momento?
Elizabeth se dio la vuelta para enfrentarse a su padre,
pero apenas lo vio supo que algo no andaba bien.
-¿Pasó algo papá?- éste tomó las manos de su hija con
lágrimas que brillaban en sus ojos. Un miedo le recorrió
por el cuerpo pero decidió quedarse callada esperando
que su padre hablara.
Pasado un momento que a Elizabeth le pareció eterno
su padre comenzó a hablar.
-Cariño, me temo que este año no podremos viajar
como teníamos previsto
17 Cartas de amor
44
-¿Le pasó algo a mamá?- a Elizabeth no le importaba
las vacaciones, lo único que le había pasado por la
cabeza en ese momento fue su madre.
-Tu mamá volvió a sufrir otro ataque- Suspiró- Al
parecer no estaba tomando la medicación.
-¿Pero está bien?
-Los médicos lograron estabilizarla, pero no debemos
correr el riesgo de que vuelva a recaer, tenemos que
cuidarle.
Lágrimas comenzaron a brotarle, su padre se las iba
secando a medida que caían, cuando pudo articular
palabras le preguntó
-¿Algún día se pondrá bien?
-Lo dudo mi cielo, es una enfermedad que puede ser
controlada, pero no curada.
-Eso quiere decir que morirá- dijo en un susurro
Elizabeth, su padre la abrazó y besando el cabello de su
hija le dijo
-Todos morimos en algún momento, venimos a la tierra
con los días contados, pero no te preocupes cariño, yo
haré todo lo posible para lograr que tu madre siga con
nosotros un largo tiempo.
-¿Me lo juras?- dijo ella abrazándolo con fuerza. El la
tomó por los hombros y mirándola a los ojos le dijo
17 Cartas de amor
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-Te lo juro por mi vida.
Pasado un rato el padre de Elizabeth se fue al hospital
para ver como seguía su mujer. Como no tenía ganas
de desempacar, la pequeña de 12 años se puso sus
pantalones deportivos, una remera, se hizo una coleta
y se dispuso a correr para olvidarse de todo.
Sin darse cuenta se encontró frente a la casa de Ángel,
lo vio recostado en el césped leyendo, la visión de su
amigo la llenó de paz. Ángel alzó la mirada de su libro,
su expresión denotaba sorpresa, se levantó
rápidamente y le preguntó.
-Liz ¿Qué pasa?
Esas tres palabras fueron suficientes, se acercó a su
amigo y lo abrazó con fuerzas, vertiendo todas las
lágrimas que tenía.
“… Recuerdo que me habías dicho que estabas triste
porque no te ibas de viaje, por supuesto no te creí
porque tu no eras una chica superficial, pero decidí no
decirte nada porque ya estabas lo suficientemente mal
como para que yo te lo recordara.
Por suerte pude distraerte de lo que sea te estuviera
afectando. Ya que estabas vestida de forma deportiva
saqué mi pelota que, durante mucho tiempo, estuvo
guardada porque yo había desarrollado un gran temor a
ese deporte y te convencí para que jugáramos al futbol.
17 Cartas de amor
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Fue una tarde absolutamente perfecta, solo nos
detuvimos para tomar un jugo que mi madre nos había
preparado. Por fin tu perfecta sonrisa había vuelto y yo
estaba dichoso por verla nuevamente, sabía que tu
tristeza no había desaparecido, pero me alegró el hecho
de que te hice olvidar por un momento de ella.
Bueno amor mío, ahora llega el momento de una
nueva confesión. Estoy seguro que sonara egoísta de
mi parte, pero resulta que yo estaba muy feliz de que
te quedaras, se que estabas triste, pero saber que la
persona por la que sonreía y por la que me levantaba
cada mañana se encontraría todo el verano a mi lado
me llenaba de una profunda alegría, y me había
propuesto contagiarte un poco de ella para que te la
pasaras tan bien como yo la estaba pasando. Espero
haber cumplido mi propósito…”
Elizabeth sonrió al leer esto, como siempre Ángel había
cumplido con su misión. A pesar de que su madre había
estado muy mal en ese año, ese verano también
resultó perfecto para ella. Su amigo sabía cómo hacerla
olvidar de todo lo malo que pasaba en su vida, y lo que
más le gustaba a Elizabeth es que Ángel nunca le
preguntaba el motivo de su tristeza, solo se limitaba a
estar a su lado y a hacerla reír cada vez que tenía
oportunidad.
17 Cartas de amor
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Intentó tomar una cucharada de su helado pero éste ya
estaba derretido. Ese era el efecto que tenían en ella
las cartas de Ángel, la hacían olvidar de todo lo que la
rodeaba.
“… El resto del verano fue absolutamente perfecto,
claro que eso se debía a que tú te encontrabas a mi
lado.
Lo único que había opacado esa perfección fue cuando,
un día en la heladería, tú levantaste la mano y se te
corrió la manga, en ese momento visualicé unas
marcas en tu brazo, y no eran cicatrices, eran heridas
recientes…”
Elizabeth cerró los ojos al recordar aquello, al recordar
el dolor que había sentido en aquel verano.
…
Con el pasar de las vacaciones Elizabeth se sentía cada
vez más triste, su madre había empeorado y su padre
casi ni se encontraba cerca de ella. Se sentía sola en
aquella casa tan grande, extrañaba a su mamá, pero
principalmente extrañaba a su padre que siempre había
estado ahí para ella, para reconfortarla cuando se
sentía triste.
Si bien cuando estaba con Ángel la angustia
desaparecía, a la hora de volver a su hogar,
absolutamente sola, la tristeza volvía de la peor
17 Cartas de amor
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manera. El silencio era su peor enemigo y en esa casa
abundaba el silencio.
Recorría la casa por completo, viendo el espacio vacío
en cada rincón, buscaba recuerdos de días felices pero
nunca los encontraba, en su casa solo se encontraba la
tristeza. Su ritual de cada día era sentarse en alguna
habitación y comenzar a dibujar todo lo que allí se
encontraba, pero en lugar de dibujar la habitación vacía
agregaba imágenes de ella junto con sus padres, con
sonrisas en sus labios y la felicidad impresa en sus
ojos. Elizabeth fabricaba sus propios recuerdos felices.
Luego de aquello se dirigía a su habitación y pegaba
aquel dibujo a su pared, observándolo por mucho
tiempo deseando que fuera todo verdad. Pero al ver
que sería imposible se recostaba en su cama y lloraba
por una vida llena de felicidad que nunca conocería.
Cuando la tristeza ya sobrepasaba su límite Elizabeth
tomaba un cúter del cajón de su mesa de luz y se
realizaba cortes en sus brazos que le permitían
concentrarse en el dolor físico y no en el de su corazón.
…
“…Mi pecho sintió una punzada de dolor al imaginarme
que alguien estuviera haciéndote daño, pero no dije
nada porque esto era algo que me tenías que contar
por voluntad propia, así que me guardé todo el dolor y
17 Cartas de amor
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el odio que sentía hacia cualquiera que te estuviera
lastimando.
Aguardé a que me lo dijeras, pero ese día nunca llegó.
Por lo menos en ese verano.
Bueno amor mío, eso es todo lo que tengo que decirte
en esta carta, así que hasta la próxima mi principessa.
Te ama… Tu Ángel”
17 Cartas de amor
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Carta numero 4
Elizabeth no pudo pegar un ojo en toda la noche, los
recuerdos la inundaban, no podía sacarse de la cabeza
las cartas de Ángel. Estas le despertaban sentimientos
que no sabía que tenía, aunque no podía determinar
que significaban, era tan fácil comprender los
sentimientos de sus pacientes pero era tan difícil
comprender los propios.
Al ver que no había ninguna posibilidad de dormir
durante esa noche decidió levantarse, se puso una bata
color rosa y se fue a preparar un café, se sentó en el
sofá con la taza en la mano, al apoyar sus codos en la
pequeña mesa una de sus mangas se resbaló de sus
brazos y pudo visualizar una de sus tantas cicatrices.
En ese momento apareció en su mente el día en el que
descubrió esa forma de escapar del dolor en el que se
había convertido su vida.
…
Fue a los 9 años cuando internaron por primera vez a
su mamá, Elizabeth se encontraba levantando los
trozos de vidrios que había en el suelo, producto de uno
de los tantos ataques de su madre, cuando se cortó el
dedo. Fue un pequeño momento de dolor, Elizabeth
17 Cartas de amor
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observaba embelesada como el líquido color carmesí se
derramaba, gota por gota hasta caer al suelo. Con ese
primer corte sintió que algo se liberaba en su interior.
Era muy pequeña como para entender la magnitud de
lo que, en ese momento, se iba a convertir en su
pequeña vía de escape.
La nena de 9 años tomó un trozo de vidrio y se encerró
en su habitación, se arremangó la manga de su
camiseta y se hizo el primer corte en su brazo, este
había sido más doloroso y por ende también más
liberador.
Realizaba este ritual cada vez que se sentía triste que,
lamentablemente, eran casi todos los días. Pero ese
hábito había comenzado a cesar cuando conoció a
Ángel, él siempre le hacía olvidar de todo, intentaba
constantemente hacerla reír y eso, menguaba su deseo
de ver correr la sangre de sus brazos.
…
Elizabeth tomó lo último de su café y, sin resistirse, sin
pensar en ir a un lugar especial tomó la cuarta carta de
su amigo, en ese momento, con el recuerdo de su
antiguo dolor, necesitaba de sus palabras para no
recaer en viejas costumbres.
“Querida Liz:
17 Cartas de amor
52
Yo nunca creí en mi fortaleza, o mejor
dicho no sabía que la tenía hasta que ese grupo de
insensibles quisieron hacerte daño.
Perdón amor mío por comenzar de esta manera la
carta, pero como me conoces sabes que cuando se
viene una idea a mi cabeza, o en este caso un
recuerdo, tengo que escribirlo inmediatamente. Como
ahora no puedo o no tengo tiempo para reescribir esta
carta espero que logres comprender lo que quiero
decirte…”
Elizabeth quedó pensativa ante aquella primera parte
de la carta, ¿Por qué Ángel no tenía tiempo para
reescribir aquello?
Por supuesto sabía que Ángel, al tener alma de
escritor, no podía dejar ninguna idea librada al azar,
todo lo que aparecía en su mente debía ser anotado en
su pequeña libreta, ese lugar donde tenía mil
anotaciones de diferentes cosas y que solo él entendía.
¿Por qué no anotó allí aquello?, ¿acaso tenía una fecha
límite para escribir esas 17 cartas? Elizabeth entendía
cada vez menos todo aquello, así que continuó leyendo,
esperando que allí estuvieran plasmadas las respuestas
que necesitaba.
“…Volviendo al tema de esta carta, debo decirte que,
gracias a ti, yo descubrí la fuerza que llevo dentro mío.
17 Cartas de amor
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No sé si tu recordaras, amor mío, pero yo como cada
cosa especial que pasamos juntos, lo tengo grabado a
fuego en mi cabeza.
Nunca olvidaré el terror que reflejaban tus ojos aquel
día, y mucho menos olvidaré la forma en la que te
encontré mas tarde en tu casa. Creo que jamás sentí
tanto odio como aquella vez.
Hasta el día de hoy tengo pesadillas sobre aquel
suceso, sobre como no supe defenderte de aquellos
animales que teníamos de compañeros, como fui el
espectador de esa maldita tortura que te hicieron
pasar. Tuve que ver cómo te hacías daño a ti misma
para poder reaccionar, tuve que observar cómo te
brotaba la sangre de tus bellos brazos para comprender
el daño que te estaban causando. Nunca me perdonaré
el no haberte ayudado a tiempo…”
-Tú fuiste el único que me ayudó Ángel-dijo Elizabeth
entre sollozos.
Esta carta le había abierto una herida, una que ya
pensaba que tenía curada. Cerró los ojos con fuerza y
visualizó aquel horrible día.
…
Había empezado la mañana como cualquier otra,
desayunó sola ya que su padre se había ido a trabajar
muy temprano, se terminó de preparar y se fue al
17 Cartas de amor
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colegio. Como siempre sus compañeros la ignoraron de
manera muy evidente. Todo era muy normal, hasta que
llego el recreo.
Elizabeth se encontraba, como siempre, debajo de las
escaleras hablando tonteras con Ángel, cuando dos de
sus compañeras se les acercaron y con una sonrisa
maliciosa en sus labios, una de ellas dijo:
-Hola monstruito
-¿Cómo está la hija de Chucky?- preguntó la otra.
Elizabeth se limitó a ignorarlas, bajó la mirada y no la
despegó del suelo.
-¿No sabes hablar o tienes la lengua cortada?- al decir
esto las dos compañeras comenzaron a reírse como
tontas.
Una de ellas la quiso tomar del brazo, pero Elizabeth
intentó apartarlo bruscamente, lamentablemente la
manga de su camisa se corrió dejando a la vista sus
marcas más recientes. Al verlas, sus maliciosas
compañeras incrementaron las burlas.
-¡Acérquense, acérquense! Nos encontramos ante la
presencia de algo nunca antes visto, de algo cuya
existencia no se conocía. ¡Acérquense para contemplar
a la hija de Chucky!-dijo una de ellas en forma circense
17 Cartas de amor
55
Al escucharla sus compañeros se fueron acercando a
observar, como si de un pequeño espectáculo se
tratara. Algunos solo reían, otros quedaban en silencio
y, los más crueles, se encargaban de tirarle el cabello o
escribirle frases groseras en la ropa. Sin decir palabras
Elizabeth solo se limitó a llorar.
Ángel no pudo contenerse más y se levantó
bruscamente para enfrentarse a aquellos espectadores,
alzando la voz les dijo:
-¡Déjenla en paz!
Uno de ellos, el ex amigo de Ángel, le contestó
-Tu no te metas marica- dicho esto lo empujó.
Ese pequeño toque dejó paralizado a Ángel, no estaba
preparado para que alguien lo rozara, se quedó
congelado sin poder reaccionar, observando cómo
torturaban a su mejor amiga.
Elizabeth había retrocedido hacia la esquina de las
escaleras y se ubicó en posición fetal llorando
desconsoladamente, ¿Qué había hecho para merecer
aquello?, las burlas seguían resonando en sus oídos, se
los tapó con las manos intentando acallar aquellas
palabras tan hirientes.
17 Cartas de amor
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-Por favor cállense, por favor cállense- repetía ese
mantra una y otra vez entre sollozos. Al escuchar eso
sus compañeros aumentaron las burlas.
-Miren como llora
-Aii, ¿la bebé quiere a su mamita?
-No me digas que ya te volviste loca
-Aparte de monstruosa, loca. No sé qué haces en este
colegio
Uno de ellos le levantó la cabeza y le escribió en la
frente, con letras bien grandes, la palabra “LOCA”.
Parecía que esa tortura no tenía fin, con los oídos aún
tapados seguía recitando su mantra. Sin darse cuenta,
todo estaba en silencio y solo una voz se escuchaba.
-¿Elizabeth?- a escuchar esa voz abrió lentamente los
ojos y se encontró con la imagen de la directora que la
observaba con cara preocupada.- Cariño ya todo pasó,
intenta relajarte.
Poco a poco se fue secando las lágrimas e intentando
relajarse, pero no podía sacarse de la cabeza esas
palabras tan hirientes.
-Debido a lo ocurrido te puedes ir a tu casa, ¿quieres
que llame a tu papá?
17 Cartas de amor
57
-No gracias, puedo ir sola, ya estoy mucho mejor
aparte no vivo muy lejos de aquí.
Elizabeth se secó las lágrimas de sus ojos, ingresó a su
salón de clases para recoger sus cosas. Al entrar todas
las miradas se dirigieron hacia ella, era consciente que
estaba hecha un desastre, con toda la ropa escrita y
con la palabra “Loca” que aún resaltaba en su frente.
A paso lento y con la mirada baja se dirigió hacia su
asiento y comenzó a acomodar sus cosas, cuando se
dispuso a colgarse la mochila la mano de su amigo le
sostuvo su muñeca.
-¿Estás bien?-Le preguntó con los ojos rebosantes de
preocupación.
Ella se limitó a negar con la cabeza como respuesta,
tenía miedo de hablar porque si lo hacían las lágrimas
volverían a brotar.
-Esta tarde iré a verte.
Elizabeth asintió, se colgó la mochila, se dio media
vuelta y se fue. Durante todo el camino hacia su casa
revivía en su mente todos los acontecimientos
sucedidos momentos antes, pero reprimía sus lágrimas
hasta llegar a su casa.
Como era de esperar su padre estaba trabajando, así
que se dirigió directamente hacia el cuarto de baño, se
17 Cartas de amor
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miró en el espejo, al verse de aquella forma no pudo
reprimir las lágrimas, era un absoluto desastre. Abrió el
grifo de agua y comenzó a limpiarse con mucha fuerza
aquella palabra de su frente, ya las lágrimas eran un
mar imposible de controlar, no entendía porque le
habían hecho aquello, porque la habían humillado de
aquella manera.
Elizabeth era consciente de que no era una niña
normal, tuvo que madurar de golpe por causa de su
complicada realidad, sabía que no era como los demás
niños y eso era lo que más la entristecía, que no podía
vivir una vida normal y los demás se daban cuenta de
aquello por eso la torturaban, por eso se burlaban de
ella. Nunca podría encajar en la sociedad porque la
misma sociedad nunca se lo permitiría, porque su
realidad no lo haría.
Sin poder reprimir aquel dolor tomó la máquina de
afeitar de su padre y arrancó el filo que este contenía,
sin pensarlo dos veces realizó un profundo corte en su
brazo, el dolor la embargó de repente. Ahora su cuerpo
sentía lo mismo que su alma.
…
Volviendo al presente Elizabeth corrió por un vaso de
agua, tenía la boca seca, se volvió a sentar y continuó
leyendo la carta de Ángel.
17 Cartas de amor
59
“…Cuando Enrique me tocó quedé paralizado, no podía
reaccionar. Quisiera haberte ayudado, te veía tan
indefensa en aquel rincón que mi corazón se partió en
dos.
Intenté que mi cerebro le mandara señales a mi
cuerpo para reaccionar, pero me parecía imposible.
Solo observé cómo te maltrataban, no hice nada al
respecto y hasta el día de hoy me siento muy culpable
y te pido perdón.
Lo que empeoró todo fue cuando, esa tarde, fui a
visitarte y te encontré en tu habitación llorando un mar
de lágrimas, mientras que con un cúter te rasgabas tu
perfecta piel. Eso me obligó a reaccionar por fin, abrí la
puerta con todas mis fuerzas y entré a tu habitación,
arranqué de tus manos aquel objeto y lo avente lo más
lejos posible, te obligué a mirarme pero tú no me dijiste
nada, solo me abrazaste y yo te repetía una y otra vez
que no lo volvieras a hacer, que todos los que te había
obligado a hacer aquello la pagarían, yo me encargaría
de eso…”
Elizabeth sonrió, pero no una sonrisa producto de un
buen recuerdo, porque era claro que aquello no lo era.
Sino que era una sonrisa de agradecimiento a la
persona que la había ayudado a enfrentar lentamente
17 Cartas de amor
60
su problema. Si no hubiera sido por Ángel no sabía
cómo habría terminado todo.
…
Elizabeth se había trasladado del baño a su habitación,
allí arrodillada en el suelo se hería ambos brazos,
viendo caer lentamente la sangre al suelo. No era
consciente de que alguien había entrado a su casa
hasta que vio una mano que le arrancaba el cúter y lo
aventaba lejos. Cuando alzó la mirada se encontró con
los ojos grises de su amigo.
-¡¿Qué estás haciendo?!-Preguntó entre gritos Ángel.
Ella no contestó, se limitó a llorar, solamente a eso. Al
ver que ella no contestaba la abrazó, sin importarle
mancharse con la sangre de Elizabeth.
-¿Por qué te haces esto?
-Porque es la única forma de olvidarme del dolor de mi
alma.-Contestó Elizabeth entre sollozos, sin
desprenderse de sus brazos.
Allí en el suelo abrazando a su mejor amigo se sintió
en paz, una paz que hacía mucho tiempo no
experimentaba. Ángel era la mejor cura contra el dolor
de en su alma. Lo había descubierto en ese momento
pero nunca se lo había dicho.
…
17 Cartas de amor
61
“…Esa tarde mi dediqué a curarte las heridas una por
una y te obligue a prometerme que nunca más lo
harías, por supuesto sabía que no lo prometías en serio
pero yo me encargaría que cumplieras.
Ya a la noche te acostaste para dormir y me susurrarte
algo que no logré comprender muy bien. Observé cómo
te quedaste dormida y ese día me prometí que nunca
dejaría que alguien volviera a hacerte daño.
Aunque debo admitir que algo positivo salió de todo ese
maldito drama, y es que aquello me hizo sentirme más
cerca de ti y, a partir de ese día, supe que nunca me
iba a separar de tu lado.
TE AMA…TU ÁNGEL”
Elizabeth se secó las lágrimas y se fue a la cama, unos
segundos antes de rendirse al sueño susurro las
mismas palabras que aquel día, esperando que esta vez
Ángel la oyera.
-Gracias mi ángel guardián
17 Cartas de amor
62
Carta numero 5
El sonido de su celular despertó a Elizabeth que, a
regañadientes, se levantó para contestar. “Micaela” se
leía en la pantalla luminosa, esa chica era muy buena
amiga suya pero hacía más de un año que no se veían
ni hablaban.
-¿Hola?-contestó Elizabeth
-¡Elizabeth! ¿Cómo estás?
-Bien, va un poco dormida ¿vos como estas?, ¿pasó
algo?
-Me enteré de lo de Ángel, ¿Cómo lo vas llevando?
Claro, se tendría que haber imaginado que ella la
llamaría, durante muchos años Micaela había sido muy
amiga de ambos, pero nunca pudo integrarse del todo,
ya que entre Elizabeth y Ángel había algo muy especial
que no permitía que nadie se acercara lo suficiente.
-Intento sobrellevarlo, es muy difícil comprender que
ya no está ¿sabes?
-Sí, lo sé, a mí también me cuesta muchísimo aceptar
todo esto. Yo estaba de viaje cuando pasó. La verdad
es que todavía no comprendo nada, no había ninguna
señal.
17 Cartas de amor
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-¿Tu lo veías últimamente?- preguntó extrañada
Elizabeth, su amigo no le había dicho nada al respecto.
-Sí, durante este último año nos hicimos muy unidos
-Ah- fue lo único que podía contestar Elizabeth muda
ante la sorpresa.
<<Durante este año me encontró un reemplazo
fácilmente>> pensó, pero inmediatamente lo alejó de
su mente, claro que Ángel no la había reemplazado, eso
era imposible. Pero no podía negar esa sensación de
celos que crecía en su interior, intentó ignorarlo pero no
pudo ¿Qué significaba aquello?
-¿Sigues en la ciudad o ya te fuiste?-preguntó su amiga
desde el otro lado de la línea
-Sigo aquí por otras dos semanas, tengo asuntos
pendiente- o mejor dicho, un solo asunto pendiente,
conocer los sentimientos de Ángel.
-¡Excelente! ¿Quieres tomar un café en uno de estos
días?
-Me encantaría, yo te llamo ¿Está bien?
-Claro, estaré esperando tu llamada… besos
-Besos
Y así terminó la conversación, Elizabeth no tenía
ningún deseo de hablar con Micaela, no es que no le
17 Cartas de amor
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callera bien, es que ahora al saber que ella estuvo en
aquel último año muy cerca de Ángel le molestaba y
mucho.
No entendía porque aborrecía la imagen de ellos dos
juntos, así que para sacarse eso de la mente decidió
llamar a uno de sus pacientes que, al ver la cantidad de
llamadas perdidas suyas, supuso que se encontraba en
una crisis.
Llegado el mediodía se fue al local de hamburguesas
favoritas de Ángel para almorzar. Una vez que hubo
ordenado sacó el quinto sobre y comenzó a leer.
“Querida Liz:
‘Tu mi piano, mi papel, mi tinta china, verso y
todo. Mi mejor musa, mi guitarra y mis intentos
de canción. Mi alfabeto en español, mi mejor
inspiración…’1
Estoy completamente seguro de que reconociste la
canción de Ricardo Arjona, este es el fragmento que
mejor expresa lo que tú siempre significaste para mí.
Tú fuiste mi inspiración, cuando apareciste en mi vida
comencé a escribir mucho mejor. Claro que mis
mejores escritos eran aquellos que trataban sobre ti.
1
Fragmento canción “Tu”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Lados B”
17 Cartas de amor
65
¿Recuerdas aquel concurso literario que gané en
nuestro nuevo colegio?...”
Se había olvidado por completo de ese concurso y que
raro que lo hubiera hecho, ya que esa fue la “primera
salida al público”, por así decirlo, que había tenido
Ángel.
Elizabeth recordaba que en ese año había cambiado de
colegio, no podía seguir siendo compañeros de esas
personas que, cada vez que tenían la oportunidad, se
burlaban de ellos o le hacían la vida imposible.
Por suerte en ese nuevo colegio todos la trataban bien,
Elizabeth pudo hacerse amiga de casi todos sus
compañeros, por fin Ángel y ella habían encontrado un
lugar que no los juzgaban por ser diferentes. Claro que
ninguno de ellos se comparaba con su Ángel, nadie
nunca lo haría.
“…Era la última semana antes de las vacaciones y
estábamos nosotros y nuestra amiga Micaela en el
recreo, tu y ella se encontraban charlando alegremente
y yo, como siempre aislado, me encontraba
escribiendo, cuando la directora colocó un cartel en la
puerta de nuestro salón de clases y como siempre tu,
mi pequeña curiosa, te acercaste a leer que contenía.
Extremadamente emocionada viniste corriendo hacia
mí contando que se trataba de un concurso de historias
17 Cartas de amor
66
cortas para chicos de nuestra edad y me sugeriste que
yo participara. Por supuesto que yo no quería, nadie iba
a leer algo escrito por mí, lo consideraba algo muy
personal, como una puerta para que conozcan mi alma.
Pero tú como siempre me insististe muchísimo para
que participara y, no sé porque sospecho que tú sabías
que haría cualquier cosa por ti. Te aprovechaste de eso
angelito…”
Elizabeth sonrió abiertamente, claro que sabía que lo
iba a convencer, el siempre la escuchaba y hacía todo
lo que ella le aconsejara. Por esa vez fue un poco más
difícil, pero no imposible.
…
-¡Ángel!, a que no sabes lo que dice el cartel-dijo
Elizabeth muy emocionada.
-La verdad es que no-respondió Ángel en un tono que
denotaba indiferencia.
Elizabeth molesta ante la actitud de su amigo se cruzó
de brazos y lo observó fijamente, él continuaba
escribiendo sin problema alguno. Pero lentamente el
aludido fue levantando la mirada hasta que sus ojos
grises quedaron posados en los ojos azules de ella.
-¿Qué pasa Liz?, ¿Por qué me miras así?-preguntó
Ángel preocupado
17 Cartas de amor
67
-Porque eres muy mal educado-contestó Elizabeth con
el seño fruncido. Su amigo abrió los ojos como platos.
-¿Por qué mal educado?
-Porque yo venía súper emocionada a contarte una
linda noticia y tú me ignoraste.-dicho esto se dio media
vuelta y le dio la espalda.
Ángel la hizo girar para poder abrazarla, cuando
estuvo en sus brazos le dijo al oído.
-No sabía que era tan importante ¿Me perdonas
angelito?
Como siempre cuando Ángel la llamaba de esa forma y
la abrazaba para pedirle perdón ella no podía no
hacerlo, simplemente era imposible. Suspirando
contestó.
-Sí, te perdono, ¿pero ahora me vas a escuchar?
-Por supuesto-contestó con una gran sonrisa en el
rostro.
Ángel la soltó y se volvió a sentar al lado de Micaela.
<<Mierda nos olvidamos que ella estaba aquí>> pensó
Elizabeth, no sabía porque pero casi siempre se
olvidaba de los demás cuando Ángel se encontraba
cerca.
17 Cartas de amor
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-Micaela, tu si quieres escuchar ¿verdad?- le preguntó
como para que no pensara que la ignoraron aunque en
realidad si haya sido así.
-Claro que si-contestó su amiga con una hermosa
sonrisa.
Ahora que sus dos amigos la escuchaban procedió a
contar lo del concurso y a sugerirle a Ángel de que
participara.
-Para nada.-Dijo su amigo con un tono de voz que
demostraba que estaba decidido- Ni lo sueñes
-¿Por qué no?- preguntó Elizabeth.
-Porque no, nadie va a leer nada que yo haya escrito.
Sabes que considero algo muy personal eso.
-Pero seguro que ganarás, escribes muy bien.-Intervino
Micaela poniendo su mano en el brazo de Ángel, éste se
tensó ante su contacto él continuaba sin soportar que
alguien lo tocara, salvo que se tratara de Elizabeth.
Para ayudarlo en esa situación lo tomó de la mano y lo
obligó a levantarse, lo abrazó con fuerzas y le dijo.
-Vamos, participa en el concurso, yo se que tienes un
gran futuro en esto, pero no vas a triunfar si no le
muestras al mundo tu talento.- Lo miró a los ojos y
haciendo un puchero dijo- Hazlo por mí… por favor.
17 Cartas de amor
69
-No me hagas eso.-Contestó Ángel abrazándola con
más fuerzas- Sabes que no me puedo negar cuando me
pides las cosas así.
Elizabeth dejó de abrazarlo y con una sonrisa triunfal
en los labios comenzó a saltar y a gritar.
-¡Te convencí!, ¡Soy una genia!- volviéndolo a abrazar
le dijo al oído.- Se que ganarás, yo creo en ti mi Ángel.
…
“..Tú siempre confiaste en mí, en mi talento, siempre
creíste que algún día triunfaría en el ámbito literario.
Estoy seguro que si no hubiera sido por ti yo no me iba
a dedicar a esto qué es lo que más amo en el mundo,
después de ti claro está amor mío.
Y no solamente fuiste mi gran apoyo, también fuiste
mi musa. Cada vez que cierro los ojos y te imagino con
tus hermosos cabellos dorados cayendo cual cascada
por tus hombros, con una mano extendida hacia mí,
pidiéndome que me acerque mas y mas a ti mientras
que tus ojos azules como el mar no cesan de mirarme y
tu sonrisa de dientes perfectos que me dan la confianza
que tanto necesito, las palabras vienen solas y mi
mente imagina miles de historias, de aventuras y de
realidades diferentes donde la protagonista es una
joven hermosa de cabellos dorados, ojos azules; una
17 Cartas de amor
70
sonrisa arrebatadora y, principalmente, con un corazón
enorme.
Si, es así, la protagonista de todos mis escritos siempre
fuiste tú. Todas eran distintas adaptaciones tuyas, ya
que tu siempre fuiste la protagonista de mi vida no
podía no convertirte una en mis historias.
Ese pequeño escrito, con el cual participé en aquel
concurso hace ya 12 años, hablaba todo sobre ti, por
eso me negué a que tu lo leyeras, no quería que te
enteraras de mis sentimientos más profundos y
recuerdo que te enojaste mucho ya que no era propio
de mi el ocultarte cosas…”
Cuando Ángel apareció en su casa una tarde de
sábado, sin previo aviso, Elizabeth supuso que venía
con una noticia sobre el concurso, ya que sabía que
pronto iban a anunciar a los ganadores.
Abrió la puerta y se encontró con aquellos ojos grises
tan especiales y una sonrisa de triunfo en los labios,
con solo verlo Elizabeth supo cual había sido el
resultado. Sin pensarlo dio un grito de felicidad y se
abalanzó sobre Ángel, este abrió sus brazos con mucho
gusto para recibir el abrazo de su amor platónico.
Giraron en el lugar riendo como tontos, cuando por fin
se separaron Elizabeth dijo.
-Sabía que ganarías.
17 Cartas de amor
71
-Tú siempre confiaste en mi y eso que no leíste mi
relato.-Le contestó con una sonrisa.
-Se acerca de tu talento, no hace falta que lo lea para
saber que es maravilloso.-Hizo una breve pausa y lo
miró fijamente-Ahora me dejaras leerlo ¿verdad?
-Perdón, pero no.
-¿Por qué no?-Preguntó enojada.
-Porque no, este no es el momento para que leas la
historia. Quizás más adelante.
-Como quieras.-Contestó Elizabeth mirando hacia otro
lado.
Ángel la abrazó y le dijo al oído:-No te enojes por
favor angelito… te prometo que más adelante lo vas a
leer.
…
“…Bueno amor mío, llegó la hora de que leas esa
historia que escribí hace tantos años y quiero que sepas
que esa historia te pertenece, como todas aquellas que
alguna vez escribí.
Espero que te guste amor mío.
Te Ama…Tu Ángel.”
Elizabeth tomó la hoja adjunta a la carta y la sostuvo
un momento sobre su corazón, pero no la leyó en ese
17 Cartas de amor
72
momento. Quería leerla en un lugar tranquilo donde el
murmullo de la gente no la distrajera. Deseaba
absorber cada palabra de aquella historia.
Pago la cuenta y comenzó a caminar sin rumbo, hasta
que se encontró en el lago. <<El lugar perfecto>>
pensó Elizabeth, se sentó en la orilla inspiró aquel aire
profundamente y, sintiendo la presencia de Ángel a su
lado se dispuso a leer aquella historia que hacía 12
años que la tenía intrigada.
“Leandro se encontraba arrodillado en el suelo de una
calle desierta, su ropa estaba rasgada. Moretones y
cortes se encontraban dispersos por todo su cuerpo,
pero él ya no sentía ningún dolor.
Le habían quitado su capacidad de sentir, un gran
vacío dominaba su alma, un vacío que pensó que nunca
se iba a llenar. Con dificultad se levantó del suelo y,
haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban,
comenzó a caminar hacia un lugar que no sabía que
buscaba.
17 Cartas de amor
73
Leandro caminó por horas cayéndose cuando el
cansancio o su cuerpo ya no podían más, pero, como
había aprendido de Cristo, ante cada caída se levantaba
aunque le costara horrores, él quería vencer el dolor, no
dejarlo ganar. No quería que aquellos que buscaban que
se rindiera, que cayera muerto por las heridas
producidas, ganaran.
Si iba a morir lo haría con dignidad, no preso de la
humillación que le hicieron vivir. Siguió caminando
hasta llegar al puente, justo cuando ya comenzaba a
amanecer, se apoyó en la barandilla y observó a la
ciudad iluminada por las primeras luces del día. Era
simplemente hermoso.
Se tomó un minuto para grabar esa última imagen en
su cabeza y, con un profundo suspiro, procedió a
subirse a la barandilla, contento porque por una vez en
su vida iba a tomar una decisión por él mismo.
17 Cartas de amor
74
Cerró los ojos y cuando se dispuso a saltar una voz
dulce como el chocolate lo detuvo.
-No lo hagas, por favor.
Leandro lentamente abrió los ojos y giró la cabeza para
ver de dónde provenía aquella voz. Se sorprendió al ver
a esa hermosa criatura que lo observaba con la cara
llena de preocupación. Intentando ignorarla volvió a
mirar hacia el vacío.
-Vete, nada cambiará mi decisión.-contestó él
-Yo sé que es difícil continuar pero no puedes acabar
así con tu vida, ¿no pensarás en la gente que te quiere
y necesita?
-Nadie me necesita.-Contestó Leandro cerrando los
ojos nuevamente.
-Yo te necesito.-Dijo aquella extraña chica.
Sorprendido ante esas palabras volvió a girar la cabeza
y la vio allí parada con sus hermosos cabellos dorados
17 Cartas de amor
75
que caían por sus hombros, unos ojos azules como el
mar que lo miraban con preocupación y una mano
extendida en su dirección.
Sin saber muy bien porque, Leandro se vio sujetando su
mano y volviendo a pisar el suelo de aquel puente sin
despegar en ningún momento los ojos de aquel ángel
que apareció para salvarlo.
Cuando estuvo a salvo ese angelito de cabellos dorados
le regaló una sonrisa que derretiría a cualquiera y sin
decir ni una sola palabra lo abrazó. Leandro se quedó
sorprendido, hacía mucho tiempo que nadie le regalaba
aquella muestra de afecto y sin comprenderlo se vio
devolviendo aquel abrazo con mucho entusiasmo.
-¿Quién eres angelito?-Le preguntó sin soltarla en
ningún momento.
-Soy Elizabeth.-Contestó ella sobre su pecho-Por favor
no me dejes nunca… te necesito.
17 Cartas de amor
76
Sin ser consciente de ello Leandro se vio contestando
-Nunca te dejaré mi Elizabeth.
Ángel Abbatucci.”
Elizabeth se secó una lágrima que se le escapó y,
mirando hacia un costado, pretendiendo que Ángel
estaba a su lado dijo:
-Ahora entiendo porque ganaste, es absolutamente
hermoso. Me llegó al alma… Te quiero Ángel.
Y como respuesta una pequeña brisa le acarició la piel.
Con una sonrisa en el rostro cerró los ojos y se recostó
en la arena.
17 Cartas de amor
77
Carta número 6
La sensación del agua sobre sus pies despertó a
Elizabeth, le costó un poco comprender que se había
quedado dormida en la arena. Estirándose se fijo la
hora en su reloj y vio que pasaban de la 8 de la noche.
-Dormí por mucho tiempo.-Exclamó a nadie en
particular.
Tomó su bolso y se dirigió al hotel para darse un baño
y revisar unos trabajos que le habían enviado por
correo. Cuando hubo terminado con todo se debatió
entre acostarse a dormir o leer la sexta carta
acompañada por su fiel compañero: el café.
-No te desesperes Elizabeth, las cartas de Ángel
seguirán allí mañana.-Se dijo a sí misma, así que a
regañadientes se preparó para dormir.
Una vez en la cama sintió como que algo le hacía falta.
Pensando se dio cuenta de que se trataba aquello, se
levantó y se fue a buscar la caja que tenía guardada en
su bolso aún sin deshacer, de allí extrajo la sexta carta
y apresuradamente volvió a la cama, abrazando con
fuerza aquel sobre se quedó profundamente dormida.
…
17 Cartas de amor
78
Una suave mano le acariciaba su mejilla, lentamente
abrió los ojos y se encontró con Ángel que la observaba
con aquella hermosa sonrisa de dientes perfectos.
-Estás aquí.-Murmuró Elizabeth
-Nunca me fui completamente angelito-Le contestó sin
borrar la sonrisa de su rostro.-Eres hermosa cuando
duermes, ¿lo sabías?
Ella sonrió bajando la mirada hacia la sabana
sintiéndose tímida de repente. Aquello era muy raro,
Ángel siempre le había dicho cosas lindas y ella nunca
se sintió tímida.
-Seguro que parezco una loca con todo el pelo revuelto.
-Siempre fuiste una loca, con o sin el pelo revuelto-
contestó Ángel con una sonrisa irónica.
-Jaja que gracioso.-Replicó ella fulminándolo con la
mirada.
-Angelito, solo vine a ver si estabas bien… ahora me
tengo que ir.
-¿Por qué? Recién llegas… yo te extrañé mucho.-
Contestó haciendo un puchero.
Él le acarició lentamente el labio, lo cual provocó que
el rostro de Elizabeth se tornara de un rojo intenso,
17 Cartas de amor
79
-Sabes que nunca me resisto cuando pones esa cara,
pero me es imposible quedarme. Solo te digo que
continúes leyendo las cartas y recuerda que cada vez
que abras un sobre yo estaré a tu lado aunque no me
puedas ver.
Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de
Elizabeth.
-¿Por qué lo hiciste?-Preguntó entre sollozos y
volviendo a bajar la mirada hacia la sábana.
Ángel la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo, fue
secando cada lágrima que se le escapaba. Estuvieron
así por un largo rato, ojos grises contra ojos azules.
Ángel fue el primero en romper el contacto deslizando
su mirada a los labios de Elizabeth y suspirando dijo:
-Solo lee las cartas.
Y dicho esto se fue acercando lentamente hasta que
sus labios estuvieron unidos por completo. Elizabeth sin
pensarlo dos veces le devolvió el beso colocando sus
manos el cuello de su amigo. Nunca se había sentido
tan bien en su vida. Él la tomó por la cintura y la acercó
más a su cuerpo con un fervor que ella no sabía que
tenía.
Elizabeth sintió como si el mundo hubiera desaparecido
a su alrededor, no quería dejar de besarlo nunca, pero
17 Cartas de amor
80
Ángel cortó aquel maravilloso beso y acariciándole
dulcemente la mejilla le dijo en un susurro.
-Te amo mi hermoso angelito.
Con estas últimas palabras Elizabeth se despertó, todo
había sido un sueño, pero tan real que le era imposible
pensar que todo hubiera sido producto de su
imaginación. Alzó su mano para tocarse los labios,
todavía sentía el hormigueo que había provocado el
beso de Ángel. << ¿Qué habrá significado ese
sueño?>> se preguntó a sí misma.
Pasado unos segundos volteo su cabeza hacia donde
Ángel había estado, en su lugar se encontraba la carta.
Elizabeth la tomó y sin esperar ni un segundo más la
abrió.
“Querida Liz:
Cada día que pasa me emociono más al
escribirte, desde la primera carta los recuerdos no
cesaron de llegar y si, es verdad que tenemos muchos
recuerdos feos, pero para mí son perfectos porque tú
estabas en ellos.
El suceso que recuerdo en esta carta es sumamente
especial para mí, quizá el más hermoso, junto con el
que leerás en la carta número 7.
17 Cartas de amor
81
Pero no te preocupes amor mío, porque no adelantaré
nada aquí. La carta de esta ocasión va a tratar sobre
tus 15 años, el día que con mas ansias esperabas, creo
que nunca te había visto tan emocionada desde que te
conocía, y la verdad es que verte de esa forma me
encantaba ya que gracias a la preparación de ese
evento tú te olvidabas de los problemas que llenaban tu
realidad. La tristeza que siempre veía en tus ojos
desaparecían en el momento en el que comenzabas a
hablar de tu gran fiesta, el brillo en tus ojos
demostraba la felicidad que sentías al poder cumplir tu
sueño de cuando eras una nena y yo estaba feliz por
poder ser parte de todo eso.
Te quiero agradecer por dejarme participar en ese día
tan especial para ti, la verdad es que fui
completamente feliz a tu lado en ese hermoso evento.
Lo único que lamento de esto es el hecho de que me
vieras solo como un amigo, quizás como un hermano,
pero nunca como algo más que eso…”
Sus 15 años, el momento más esperado por Elizabeth,
por supuesto que lo recordaba.
Ella siempre había soñado con ese día pero nunca lo
había visto posible porque hasta cosa de dos años
antes ella solamente tenía un solo amigo, el mejor de
17 Cartas de amor
82
todos, de eso no había dudas. Pero con una sola
persona no podía realizar la fiesta que tanto anhelaba.
Por suerte en su nuevo colegio pudo hacer muchos
amigos, los suficientes como para festejar sus dulces
15 años.
Elizabeth sonrió ante ese recuerdo, la verdad es que
sus 15 fueron inolvidables.
“…Ante la ausencia de tu madre, que por motivos que
no me habías explicado hasta el momento, no se
encontraba presente me pediste ayuda, justo a mí que
era un desastre para esas cosas.
Pero nunca dudé en ayudarte y por suerte ante
nuestra incapacidad de organizar una buena fiesta se
nos ocurrió algo de verdad grandioso… ¿Lo
recuerdas?...”
-Como olvidarlo-murmuró Elizabeth.
…
Los dos amigos se encontraban en la mesa del
comedor de ella con muchas revista desparramados por
todas partes. Ángel golpeó su cabeza contra la mesa de
manera muy dramática.
-¡Me rindo!-Exclamó
-Vamos, no puedes rendirte, algo seguro
encontraremos.-Respondió Elizabeth sin apartar los
17 Cartas de amor
83
ojos de una revista de vestidos de fiesta.-Solo tengo
que encontrar el vestido y el color, al decidir eso lo
demás será muy fácil.
-Estoy cansado, aquí no hay nada que sea de tu
agrado.
-Entonces vístete con lo que tienes puesto y perfecto.-
Dijo Ángel con la frente aún apoyada en la mesa.
Elizabeth levantó la mirada de su revista y se quedó
observando fijamente a su amigo, éste al sentir los ojos
clavados en él levantó finalmente la cabeza.
-¿Qué?-Preguntó
-¿De verdad quieres que me ponga esto?-Dijo Elizabeth
señalando su ropa.
Ángel la miró de arriba abajo, cuando volvió a subir la
mirada lo hizo lentamente, comenzando por sus
zapatillas deportivas negras, su short negro y su
remera entallada color rojo. Éste se quedó demasiado
tiempo con la vista posada allí.
Al notar eso Elizabeth levantó sus brazos y tapó sus
pechos.
-¿Qué miras pervertido?-Dijo enojada.
Él la volvió a mirar a los ojos con una sonrisa en sus
labios y dijo.
17 Cartas de amor
84
-No estoy mirando lo que tu mente sucia cree.
-¿Entonces?
-Estoy observando la inscripción de tu camiseta “I Love
Books” y se me ocurrió una idea.
-¿A sí?-Preguntó Elizabeth sin creer ni una sola palabra-
¿Cuál?
-¿Si, en lugar de elegir un color, tu eligieras la temática
de un libro?
-No te sigo-contestó sin comprender absolutamente
nada.
-Que hagas la ornamentación de tu libro favorito y tu
vestido sería lo que use la protagonista del libro, o algo
similar.
Los ojos de Elizabeth brillaron al entender lo que su
amigo quiso decirle.
-¡Me encanta!-Exclamó- Lo puedo hacer sobre “Romeo
y Julieta”2
, mi libro favorito.-Dijo comenzando a
revolver las revistas y hojearlas rápidamente.
-¿Qué haces?-Preguntó Ángel extrañado.
2
Romeo y Julieta es una tragedia de William Shakespeare. Cuenta la
historia de dos jóvenes enamorados que, a pesar de la oposición de
sus familias, rivales entre sí, deciden casarse de forma clandestina y
vivir juntos.
17 Cartas de amor
85
Elizabeth continuó revolviendo todo hasta que
encontró lo que buscaba. Satisfecha se apoyó en el
respaldo de su silla con los brazos cruzados y le dijo a
su amigo.
-Mira.
Él se acercó a su lado y observó el vestido que
aparecía en la revista, sonriendo besó en la mejilla a
Elizabeth.
-Es perfecto.
“…Luego de la tortura que fue el elegir el tema de tu
vestido lo siguiente fue muy fácil, y muy divertido
también.
Recuerdo que el salón era la representación exacta de
la obra de Shakespeare, con el balcón donde se produjo
el encuentro clandestino entre Romeo y Julieta. Mi
parte favorita de la obra, por ese balcón tú aparecerías
para deslumbrar al mundo con tu belleza.
Nunca había visto a una quinceañera más hermosa que
tu amor mío, recuerdo que ese vestido color rosa viejo
al estilo princesa pero con un toque de Julieta te
quedaba pintado, ni a la modelo de la revista le
quedaba tan bien como a ti.
Tu hermoso cabello, que siempre me encantó, se
encontraba semirrecogido hacia un costado con bucles
17 Cartas de amor
86
que caían sobre tus hombros y un maquillaje sencillo
que resaltaban tus perfectos rasgos y tus bellos ojos
azules. La verdad que Julieta no era nadie a tu lado.
Cuando te fui a ver antes de que comience la fiesta, la
imagen que vi me impactó. La forma en la que te
encontrabas era digna de ser escrita, el contraste entre
tu imagen física, como la de una princesa tan bella y
perfecta, y las lágrimas que corrían por tus mejillas
deshaciendo tu maquillaje era absolutamente poético…”
Elizabeth sonrió ante el recuerdo, solo Ángel podía
encontrarla hermosa cuando era un absoluto desastre.
Recordaba que él se encontraba muy guapo, tenía 15
años y era el chico más lindo que había conocido, con
su traje, camisa y corbata, todo color negro, que
resaltaba por completo su piel blanca. El cabello
revuelto por las veces que sus manos pasaban por allí y
con aquellos ojos grises que parecían poder ver su
alma. Hasta la fecha Elizabeth no había conocido a
alguien tan bello como él.
…
Ella se encontraba en la habitación trasera del salón
preparándose para su fiesta cuando la imagen que vio
en el espejo le mostró lo horrenda que se veía, sin
poder contenerse Elizabeth comenzó a llorar, se sentó
17 Cartas de amor
87
en la silla y con el rostro hundido en sus dos manos
comenzó a verter todas las lágrimas que tenía.
Una voz proveniente de la puerta le preguntó.
-Oye, ¿Qué pasa?
Elizabeth no respondió y continuó llorando. Ángel se
acercó y la abrazó.
-¿Por qué estas llorando angelito?
-Estoy horrible.-Contestó ella entre sollozos
-¿Qué estás diciendo? Yo aquí estoy viendo a una
hermosa chica con un hermoso vestido.
Bruscamente Elizabeth se puso de pie y echando fuego
por los ojos dijo.
-¿Es que acaso no me ves?
-No te entiendo.
-Mira mis brazos.-Extendió uno de ellos hacia donde se
encontraba su amigo.- Estas asquerosas marcas me
hacen parecer un monstruo.
Ya enojado ante aquella actitud ángel le dijo.
-¡Nunca más vuelvas a tratarte de esa manera! ¡Tú no
eres ningún monstruo!
Elizabeth bajó la mirada todavía llorando, Ángel la
tomó por la barbilla obligándola a mirarlo.
17 Cartas de amor
88
-Quiero que se te quede grabado en la cabeza que tú
eres hermosa, perfecta y que esas cicatrices en tus
brazos solo resaltan tu belleza, porque con ellas
muestras que caíste pero que tuviste la suficiente
fuerza para levantarte y continuar hacia adelante.-En
ese instante la abrazó.-Nunca te avergüences de tus
marcas porque ellas ti hicieron lo que eres ahora.
-¿Y que soy ahora?-Le preguntó a su amigo
abrazándolo con más fuerza.
-Eres la persona a la cual admiro profundamente, y te
admiro no solo por tu belleza, sino porque yo fui el
testigo de cómo te hundiste en lo más profundo, yo vi
como la sangré corría por tus brazos y también fui el
testigo de cómo tu sola te levantaste y le mostraste al
mundo que, a pesar haber caído en lo más profundo de
los pozos no te quedaste allí, sino que, poco a poco,
comenzaste a salir.
Elizabeth continuó sollozando sobre el traje de Ángel,
él la tomó por los hombros y secándole lentamente las
lágrimas de sus mejillas le dijo.
-Como tu ídolo dice… “Hoy es un buen día para olvidar todas
aquellas cosas que me hicieron llorar y dejarlas atrás lo mejor será
empezar”3
así que hazle caso y olvídate del dolor del
3
Fragmento de “Olvidarte”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Sin daños
a terceros”
17 Cartas de amor
89
pasado para disfrutar tu día y todos los que vendrán
después.
Ella lo besó dulcemente en la mejilla y lo volvió a
abrazar.
-Gracias Ángel, eres el mejor.
-No tienes nada que agradecer… ahora quiero que te
seques esas lágrimas y abras mi regalo.
Con una hermosa sonrisa en el rostro Ángel le entregó
su regalo, Elizabeth lo abrió y no pudo ocultar la
sonrisa de su rostro.
-Yo sabía que ibas a tener una crisis, así que te compre
eso.
En el paquete se encontraban unos preciosos guantes
color rosa viejo que llegaban hasta cerca de la axila,
eran perfectos para ocultar las cicatrices y contrastaban
con su vestido.
Sin decir ni una sola palabra se los puso y miró su
reflejo en el espejo, ahora si se encontraba perfecta.
Lágrimas de felicidad brotaron de sus ojos y solo pudo
decir.
-Son perfectos, gracias.
“…Yo era consciente de que te iba a disgustar el ver tus
brazos tan expuestos así que no dudé en comprarte
aquellos guantes.
17 Cartas de amor
90
Al ver tu cara de felicidad ya me sentía completo. Eras
una Julieta perfecta y a mí me hubiera encantado ser tu
Romeo.
Te voy a contar un secreto, hasta el día de hoy
mantengo guardada aquella fotografía nuestra bailando
el vals en tu fiesta. Cada vez que estoy con falta de
inspiración tomo esa fotografía y recuerdo aquel
momento. Como mi brazo se aferraba a tu cintura y
nuestras manos se encontraban entrelazadas, tu
perfume se sentía en el ambiente y nuestros ojos se
encontraban fijos en los del otro, como si nadie se
encontrara a nuestro alrededor.
Recuerdo como tus ojos brillaban llenos de felicidad
repitiendo miles de veces la palabra gracias y como
gracias a mi te veías hermosa.
Pero esa belleza que mostraste no tenía nada que ver
conmigo, tú tenías luz propia, yo solamente te había
regalado unos guantes, por eso en ese momento opté
por recitarte una frase de Romeo. “El brillo de su rostro
afrenta al del sol. No merece la tierra tan soberano prodigio. Parece entre
las otras como palomas entre grajos (…) Nunca como esta vieron mis
ojos…”4
4
Fragmento de “Romeo y Julieta”
17 Cartas de amor
91
Cada vez que evoco esa escena la inspiración vuelve a
mí, porque tu belleza aquel día solo era comparable con
el de aquella princesa de los cuentos.
Te Ama… Tu Ángel.”
-Mi Ángel, gracias a ti tuve un cumpleaños inolvidable…
gracias por ser parte de mi vida.-Dijo Elizabeth al aire,
esperando que Ángel estuviera allí para escucharla
como le había prometido en su sueño.
17 Cartas de amor
92
Carta número 7
Luego de haber leído esa última carta Elizabeth se
dispuso a ir hacia la ducha, necesitaba un baño
relajante para así poder aclarar un poco sus ideas.
Mientras el agua descendía por su cuerpo la cabeza de
Elizabeth no paraba de pensar, tenía muchas preguntas
que se iban incrementando a medida que avanzaba con
las cartas.
La pregunta que mas rondaba por su mente era: <<
¿Por qué decidió decirme todo esto cuando tuvo 17
años para hacerlo?>> y a esa la seguía otra << ¿Por
qué quiso decírmelo por medio de cartas?>>.
Si bien en aquellas cartas Ángel le decía que lo hacía
porque no se iba a animar a hacerlo de frente,
Elizabeth sospechaba que había otro motivo oculto.
-¿Pero cuál?- se preguntó a ella misma.
De repente una idea asomó por su cabeza, o mejor
dicho una frase, <<Durante este año nos hicimos muy
unidos>>, las palabras de su amiga Micaela le dieron
una posibilidad. Si era verdad lo que ella decía.
-¡Seguro algo debe saber!
17 Cartas de amor
93
Rápidamente salió de la ducha, se tapó con una toalla
y fue a buscar su celular, buscó entre sus contactos el
nombre de Micaela y sin demorar ni un segundó marcó
su número, al tercer tono su amiga contestó.
-¡Hola Elizabeth!
-Hey, ¿Cómo estas Mica?- Preguntó Elizabeth.
-Bien, en un descanso del trabajo ¿y tú?
-Estuve mejor.-Hizo una breve pausa y continuó-¿Sigue
en pie lo del café?
-Por supuesto que sí, ¿Cuándo puedes?
-¿Te parece bien esta tarde?
-¡Perfecto!-Contestó una entusiasmada Micaela
<< ¿Está tan contenta siendo que Ángel murió hace
muy poco?>> pensó Elizabeth
-Bueno, nos encontramos en mi hotel y de aquí vamos
¿Quieres?
-¡Claro! Mándame por mensaje el hotel en el que te
alojas. A las 5 en punto estaré allí. Besos amiga
-Chau.-Contestó secamente Elizabeth, no se
encontraba de ningún humor para soportar tanto
entusiasmo, y menos para fingirlo.
Desde que Ángel había muerto Elizabeth solamente
sonreía de verdad cuando leía sus cartas y recordaba
17 Cartas de amor
94
viejos tiempos. Fuera de eso el mundo se había vuelto
opaco, los colores solo volvían cuando abría un nuevo
sobre, solo así sentía que la felicidad volvía a hacer su
aparición, pero cuando terminaba de leer la oscuridad
se apoderaba de todo.
Se vistió y se maquilló, ya había hecho un plan acerca
de cómo ocuparía su tiempo antes de la hora en la que
se encontraría con Micaela.
Como un homenaje para su mejor amigo se fue de
compras, iba a recorrer todas las librerías de la ciudad
para abastecerse de libros. Eso era lo que ellos siempre
hacían para divertirse. Comprar libros era una hermosa
forma de recordar a Ángel.
A medida que caminaba por la ciudad se topó con la
librería favorita de su mejor amigo, miró por el vidrio y
una escena se le vino a la cabeza.
…
Era un día de verano en el que los dos se encontraban
muy aburridos en casa de Ángel, estaban recostados en
el césped mirando el cielo, sin decir ni una sola palabra.
-¿Si damos un paseo?-Preguntó Ángel rompiendo el
silencio
-Claro.-Contesto ella con una gran sonrisa en los labios.
17 Cartas de amor
95
Ambos se levantaron, se limpiaron el césped de sus
ropas y se dirigieron a dar un paseo. Mientras
caminaban se toparon con una gran librería, Elizabeth
vio como los ojos de Ángel brillaban ante tal visión. Sin
decir ni una sola palabra ingresó a aquel local, como si
una fuerza extraña lo obligara. Ella sin saber que
sucedía entro detrás de su amigo.
Definitivamente era una gran librería, había libros de
todos los tipos, divididos en diversas secciones,
comenzó a caminar por todo el local embelesada por
aquella visión. Tomó un libro de la estantería y se
dispuso a leer. Se encontraba tan absorta en la lectura
que no se dio cuenta quien se encontraba detrás suyo.
Cuando una mano se posó en su hombro Elizabeth dio
un respingo y se giró para encontrarse con la mirada
llena de entusiasmo de su amigo, al observarlo bien no
pudo contener una carcajada.
-¿Te llevarás todo eso?-Preguntó señalando la gran pila
de libros que sostenía Ángel.
-¿Tu qué crees?, este lugar es el paraíso
Elizabeth volvió a soltar una carcajada, cuando se
tranquilizó dirigió una mirada llena de ternura hacia su
amigo.
-Pareces un nene en una dulcería.
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  • 2. 17 Cartas de amor 2 Para mi madre Mónica y mi padre Juanjo. Mis mejores amigos Romina y Franco. Mis hermanos Javier y Jesica.
  • 3. 17 Cartas de amor 3 “Pero llegamos tarde, te vi me viste. nos reconocimos enseguida, pero tarde. Maldita sea la hora que encontré lo que soñé Tarde.” -Tarde (sin daños a terceros). Ricardo Arjona.
  • 4. 17 Cartas de amor 4 Índice Prólogo……………………………………………………………….Pág. 5 Carta número 1…………………………………………………..Pág. 13 Carta número 2…………………………………………………..Pág. 30 Carta número 3…………………………………………………..Pág. 41 Carta número 4…………………………………………………..Pág. 50 Carta número 5…………………………………………………..Pág. 62 Carta número 6…………………………………………………..Pág. 77 Carta número 7…………………………………………………..Pág. 92 Carta número 8………………………………………………….Pág. 110 Carta número 9………………………………………………….Pág. 128 Carta número 10……………………………………………….Pág. 149 Carta número 11……………………………………………….Pág. 168 Carta número 12……………………………………………….Pág. 186 Carta número 13……………………………………………….Pág. 202 Carta número 14……………………………………………….Pág. 218 Carta número 15……………………………………………….Pág. 232 Carta número 16……………………………………………….Pág. 249 Carta número 17……………………………………………….Pág. 266 Epílogo……………………………………………………………….Pág. 268
  • 5. 17 Cartas de amor 5 Prólogo Elizabeth volvía cansada a su casa después de un largo día en el trabajo. Sus pacientes le daban poco minutos libres los cuales los ocupaba para analizar todos los casos que le llegaban al consultorio, pero no se arrepentía de nada, amaba la profesión que había elegido, saber que había ayudado a alguien con problemas a encontrar un poco de luz la reconfortaba siempre cuando se sentía agotada. Al llegar a su casa advierte que le está esperando un paquete en la puerta, extrañada lo levanta y observa que tenía por remitente a su mejor amigo Ángel. Se preguntaba que le podría haber mandado, quizás fuera algún regalo, algo para saber que el siempre estaría presente mas allá de que se encontraban a kilómetros de distancia y no se veían desde hace un año. Elizabeth mentiría si dijera que no extrañaba a Ángel, él era su mejor amigo desde los 10 años cuando él fue el único que le habló al ingresar al colegio. Todos sus compañeros la trataban mal por su aspecto pero Ángel nunca lo hizo, el se mostró amigable desde el principio y por eso se convirtió en el mejor amigo que tenía, desde esa primera vez que se vieron se convirtieron en inseparables, salvo ese año en el que ella se había
  • 6. 17 Cartas de amor 6 mudado a otra ciudad por cuestiones laborales, esa fue la primera vez en diecisiete años de amistad que se habían separado por tanto tiempo y si bien seguían en contacto por medio de las redes sociales, para Elizabeth no era lo mismo que tenerlo cerca, ya que cuando se encontraba triste o superada por sus problemas solo le hacía falta el abrazo de su amigo para sentirse mejor, ahora solo se tenía que conformar con una video llamada que no era lo mismo que tenerlo a su lado. La verdad es que ella quería muchísimo a Ángel, era la persona más importante en su vida. Cada día que pasaba lo extrañaba más, pero bueno solo era cuestión de acostumbrarse a estar sin su fiel apoyo. Abrió el paquete esperando algún regalo típico de su amigo, un portarretratos con una foto de ambos, un libro o un perfume, pero no se encontró con nada de lo que se imaginaba, dentro de la caja se encontraban una gran cantidad de cartas, 17 para ser exactos. Pero lo que más le llamo la atención a Elizabeth fue la pequeña nota que encontró por encima de todas aquellas cartas. La cual decía “Lizi: Estas cartas te las escribí todos los días durante este último año, allí encontrarás plasmado todo lo que
  • 7. 17 Cartas de amor 7 siento por ti. Esta es mi forma de confesarte todo lo que me vengo callando desde hace diecisiete años. Con cariño Ángel” Elizabeth al principio no comprendió que quería decir con aquella carta, pero pronto cayó en la cuenta sobre el significado que tenía. No podía creerlo, ¿su mejor amigo enamorado de ella?, no podría ser verdad, ellos no eran más que amigos, ella lo veía como un hermano. No albergaba ningún sentimiento hacia el salvo el de un gran cariño. Sin leer las cartas Elizabeth llamó a Ángel para aclararle la cuestión. Al segundo tono su amigo atendió -¡Hola Liz!- dijo su amigo contento -¿Ángel que es esto que me mandaste? -¿Lo leíste?- preguntó Ángel, Elizabeth noto un poco de preocupación en su voz -No hace falta que lo lea Ángel, sabes que es lo que siento por ti, eres mi mejor amigo en el mundo y te quiero muchísimo, pero ese es el único sentimiento que tengo- Elizabeth oyó un suspiro desde el otro lado de la línea. -Sabía que iba a obtener esa respuesta, pero no quería hacer nada hasta que supieras lo que siento por ti. Sospeché que la nota te iba a hacer entender sobre lo
  • 8. 17 Cartas de amor 8 que se trataban las cartas, pero lo mismo quiero que las conserves así tengas un pequeño recuerdo sobre lo que siempre sentí. -Los siento mucho Ángel, de verdad te quiero mucho, pero no de la forma que a ti te gustaría, pero ¿Seguimos siendo amigos? Ángel se dio cuenta que Elizabeth no había entendido lo que él quiso decirle, pero prefirió no aclararle nada, ya iba a entender tarde o temprano y lo iba a perdonar, esa era la única esperanza que tenía -¿Estás ahí Ángel? ¿Estás enojado? -Ehh, no, no estoy enojado para nada, de verdad- dijo Ángel procurando mantener un tono de voz normal -¿Seguimos siendo amigos? -Siempre -Te quiero muchísimo, espero que lo sepas. -Y yo te amo, me tengo que ir adiós. Y colgó el teléfono antes de oír la contestación de Elizabeth, lo último de la lista ya estaba hecho, le confesó que la amaba y al saber que no era correspondido ya no había nada que trabara sus planes. Elizabeth quedó preocupada, temía haber perdido a su único mejor amigo, lo notó raro en el teléfono, pero
  • 9. 17 Cartas de amor 9 supuso que ya se le iba a pasar. Decidió irse a dormir sin abrir ninguno de los sobres que se encontraban dentro de aquella caja. Planeaba llamarlo al otro día, cuando estuviera más calmado, pero lo que no sabía era que ya no iba a tener ninguna posibilidad de volver a hablar con él. A la mañana siguiente la despertó el timbre incesante de su teléfono, a regañadientes se levantó de la cama para atender. -¿Diga? -¿Elizabeth?- dijo la voz desde el otro lado de la línea -Si soy yo, ¿Quién habla? -Soy Carmen, la mamá de Ángel- Elizabeth reconoció la voz de la madre de su mejor amigo, pero noto que se encontraba quebrada, como si estuviera aguantando las lágrimas -Hola Carmen, ¿Como está?, ¿ocurre algo? -Veras lo que pasa es que Ángel… A Elizabeth se le cayó el teléfono de las manos, no podía creer lo que estaba escuchando, no podía ser verdad. Todo era un sueño, nada más que un sueño del que pronto despertaría. Ángel no podía estar muerto, era imposible.
  • 10. 17 Cartas de amor 10 Lagrimas caían por sus mejillas, su mejor amigo ya no estaba, nunca más volvería a escuchar su dulce voz, no volvería a sentir esos abrazos tan reconfortantes, ni sus bromas por teléfono, ni su risa tan contagiosa. Elizabeth se negaba a aceptar la verdad, su amigo nunca la abandonaría, nunca lo haría. “¿Qué voy a hacer sin él?” se repetía la pregunta en su cabeza, no se podía imaginar un mundo sin su querido Ángel, ese chico que siempre había estado allí para ella, que siempre la había aceptado tal cual era más allá de sus problemas. ¿Cómo iba a seguir adelante sin el apoyo de Ángel? El era la persona más importante que tenía desde que sus padres murieron, el era su ángel guardián como ella siempre le decía y ahora se había convertido en uno real. Elizabeth tomó el primer avión que la llevo hacia donde se iba a ofrecer el entierro, no podía creer que la primera vez que iría a su hogar luego de un año de ausencia fuera para enterrar a su mejor amigo. Le resultaba imposible de creer. Se quedó en el cementerio hasta que todos se fueron, necesitaba un tiempo a solas para despedirse de aquel amigo que siempre estuvo para ella.
  • 11. 17 Cartas de amor 11 Se arrodillo en su tumba y sin poder contenerse comenzó a llorar como hace mucho que no lo hacía, las lágrimas caían incesantes sobre sus mejillas -No puedo creer lo que hiciste Ángel, la verdad es que no te entiendo. ¿Por qué tomaste esa decisión sin pensar en nosotros? ¿Acaso no pensaste en mi?, Ángel no sabes cuánto te necesito, no sabes lo mucho que me haces falta, siempre fuiste mi mejor amigo y saber que ya no te veré más me mata- Elizabeth volvió a sollozar antes de continuar- Te voy a extrañar mi angelito de la guarda, siempre vas a estar en mi mente y en mi corazón, te quiero muchísimo y espero que por fin hayas encontrado la paz que necesitabas, esa paz que yo no supe darte como amiga que era. Te voy a extrañar Ángel, adiós para siempre. Y llorando se fue del lugar donde su mejor amigo descansaría eternamente. Ya en el hotel se desplomo sobre su cama, no había parado de llorar desde el entierro, parecía que sus lágrimas eran inagotables, ya no le quedaba nada, no tenía a sus padres y ahora había perdido al único amigo que tenía, al mejor amigo que podría haber tenido. Solo le quedaban sus fotos, sus recuerdos y aquellas 17 cartas que le había mandado y que ella se había negado a leer.
  • 12. 17 Cartas de amor 12 Se levanto de la cama y sacó de su valija aquella caja que contenía los sentimientos más profundos de su amigo, abrió la primera carta y al leerla no pudo contener las lágrimas que le brotaban de sus ojos.
  • 13. 17 Cartas de amor 13 Carta número 1 “Querida Lizi: Seguro que esto te resultará raro, no todos los días te llega un paquete con 17 cartas en su interior y menos de tu mejor amigo del que seguro crees que sabes todo, y eso puede ser cierto, pero hay una cosa, un gran y enorme secreto que no sabes sobre mí. Ese secreto lo vengo guardando desde hace 17 años, desde el primer día que atravesaste la puerta de mi salón con tu hermosa sonrisa, si es así, desde el primer día que te vi quede completamente enamorado de ti y con cada año que pasaba te amaba más y más. Nunca te lo dije por temor a perderte, porque para mí siempre fue mejor tenerte como amiga que no tenerte. No te das una idea de lo que me costó tomar la decisión de decirte todo lo que siento, busqué miles de formas de hacerlo y esta me resultó la más factible, ya que al no mirarte evitaría que me arrepintiera de decirte todo esto, y también resulta mejor escribirte esto para lograr contarte todos los detalles de este intenso amor. Espero que aceptes esta caja y que leas lo que hay en su interior.
  • 14. 17 Cartas de amor 14 ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? Por mi parte yo lo recuerdo con lujos de detalles, cuando cierro los ojos las imágenes aparecen en mi cabeza como si se tratara de una película que quedó grabada a fuego en mi cerebro. Ese día estabas absolutamente preciosa, cuando apareciste por aquella puerta fue como si el mundo se silenciara a mi alrededor, eras como un pequeño ángel, uno hermoso, más de lo que alguien se podría imaginar. Por si no recuerdas ese día permíteme, por favor, refrescarte un poco la memoria, quiero que a partir de estas cartas tu recuerdes cada momento significativo en nuestra amistad, pero principalmente quiero que vuelvas a vivir estos momentos desde mi mirada así logres comprender por qué se me hizo tan fácil amarte desde el primer día. Esa vez, hace ya diecisiete años fue el día en el que mi vida cambió por completo. Yo me encontraba sentado solo en un banco compartido ya que, como bien sabes, nunca se me dio muy bien todo esto de la socialización, estaba sumergido en un pequeño cuento, no prestaba atención a los murmullos ni a la lección de la maestra, hasta que un tímido golpe en la puerta me saco de mi ensoñación.
  • 15. 17 Cartas de amor 15 Mi mirada se dirigió al lugar de donde provenía dicho sonido, no daba crédito a lo que estaba observando. Eras como un ángel con tus cabellos dorados que llegaban hasta la cintura recogidos en una media cola, tus ojos azules como el mar demostraban el terror que sentías y con la timidez con la que parecía te dejabas llevar; tus manos presionaban fuertemente sobre el corazón todos tus cuadernos como si fueran un escudo que te protegerían de cualquier cosa que quisiera hacerte daño. Tus mangas se resbalaron de tus brazos mostrando pequeñas marcas que asomaban en tu perfecta piel blanca, marcas que a diferencia de hacerte menos hermosa realzaban esa perfección que mis ojos siempre vieron en ti. Quizás era muy joven como para comprender porque mi corazón se paralizó cuando te vi, porque todo el mundo desapareció dejándonos solo a nosotros dos y porque dejé olvidado ese cuento que tanto me estaba atormentado últimamente. Ya desde ese día tenías el poder de hacerme olvidar todo lo que me rodeaba, tu presencia volvía insignificante las cosas. Recuerdo que al no haber asientos disponibles la maestra dispuso que te sentaras a mi lado, parecías flotar cuando te acercabas hacia mi lugar y mi corazón
  • 16. 17 Cartas de amor 16 palpitaba a mil por hora, parecía a punto de salirme del pecho. Yo había procurado no mirarte, fijando mi vista en aquella hoja donde intentaba escribir mi cuento, te sentaste a mi lado y yo te ignoré de manera evidente. Así pasó la primera hora, recuerdo que siempre me reclamaste el no haberte prestado atención ese día, pero siempre estuviste equivocada, mis cinco sentidos estuvieron puestos en ti. Recuerdo verte absorta en un dibujo que estabas realizando con mucho empeño. Ese día descubrí los gestos típicos de cuando te concentras. Presionabas con fuerza el lápiz contra la hoja que hasta parecía que se iba a romper, fruncías el ceño de una manera muy graciosa y sacabas la lengua hacia el costado. Cuando te equivocabas y tenías que borrar lanzabas un gran suspiro de frustración. Eras la viva imagen de la concentración. Así que te equivocaste, claro que te prestaba atención, para mí no existía nadie más en ese salón de clases. El problema era que no sabía cómo acercarme a ti, era muy tímido, creí que una hermosa criatura como tú jamás me haría caso, jamás querría a un chico como yo y, en parte, sé que tuve la razón ya que nunca te fijaste en mí más que como un amigo…”
  • 17. 17 Cartas de amor 17 Elizabeth recordaba aquel día como si no hubieran pasado tantos años, ese suceso fue un antes y un después en su vida. … Aquel era el tercer colegio al que iba en un término de dos años, no duraba en ninguno porque sus compañeros nunca la aceptaban, siempre la aislaban y la trataban mal. A los 10 años Elizabeth era una niña muy solitaria que se escondía del mundo con ropa que le tapaban sus brazos y con la mirada siempre en el suelo. Ese día cuando se abrió la puerta de aquel salón de clases el cuerpo de Elizabeth se encontraba tenso, temía a lo que se podía encontrar, sus brazos temblaban ante el temor, para procurar que nadie notara aquello sujetó sus libros con fuerza sobre su corazón sin notar que sus mangas se habían resbalado mostrando así aquellas cicatrices que eran las pruebas de años de sufrimiento. Sus compañeros al ver aquello comenzaron a murmurar por lo bajo, riéndose de la pobre niña nueva. Elizabeth al ver el motivo de sus risas bajó rápidamente las mangas para procurar que no sean visibles, pero ya era tarde, aquellos niños tan crueles las habían visto y comenzaban a burlarse de aquello. Todos menos una
  • 18. 17 Cartas de amor 18 sola persona, un niño que se encontraba al fondo del salón con la mirada fija en ella, aquellos ojos grises la tranquilizaron por completo. Cuando la maestra le dijo que se sentara al lado de aquel niño tan extraño, que no se reía de ella, Elizabeth se sentía feliz. Tenía la sensación de que algo iba a cambiar en ese año. Pero durante toda la hora de clases ese maravilloso chico no le había dirigido la palabra, se encontraba concentrado escribiendo algo, así que ella hizo lo mismo, sacó su cuaderno de dibujo y comenzó a realizar trazos sin parar aislándose así del mundo entero. Cuando terminó admiró su obra, era el retrato de aquel chico que se encontraba a su lado, con la mirada fija en aquella hoja y con una lapicera en la mano, al ver su dibujo Elizabeth deseó con todas sus fuerzas que aquel niño tan diferente se hiciera su amigo. Por suerte su pedido había sido escuchado. … “… ¿Recuerdas nuestra primera charla?, estábamos en el recreo, yo me había quedado en el salón procurando terminar por fin mi cuento. Cuando salí para comprarme un refresco te vi acurrucada debajo de las escaleras, llorando un mar de lágrimas. Mi corazón se hizo más pequeño al verte de
  • 19. 17 Cartas de amor 19 esa forma, sin saber porqué me vi acercándome hacia dónde estabas. En silencio me senté a tu lado y te escuché sollozar, cuando te hubiste calmado me animé a preguntarte que te sucedía pero no respondías, solo te limitaste a abrazarme y yo me quedé petrificado, no estaba acostumbrado a que nadie me tocara. Al parecer tú te diste cuenta y me soltaste de inmediato y secándote las lágrimas me contaste que nuestros compañeros se habían burlado de tu apariencia, esa que a mí me parecía perfecta, y que habían pactado no acercarse para no contagiarse. Me habías dicho que no tenías ningún amigo y yo, por extraño que me haya parecido, te dije que a mí me encantaría ser tu amigo, que no me importaba tu apariencia ni tus cicatrices, y como prueba de que hablaba en serio te había regalado un chocolate. Tu abriste los ojos como platos y me miraste con incredulidad y en tus hermosos ojos azules noté la esperanza que nacía en tu interior. Me sonreíste y aceptaste el chocolate…” Las lágrimas no cesaban de caer por las mejillas de Elizabeth, no podía creer como Ángel se acordaba de tantos detalles sobre su primer encuentro. Ella siempre había recordado ese día porque fue el momento más significativo de su vida.
  • 20. 17 Cartas de amor 20 Para Elizabeth ese día era aquel en el que Dios le había mandado un angelito a cuidar de ella. Y ahora saber que su mejor amigo lo recordaba también como algo significativo por alguna razón había llenado de felicidad su corazón. … El timbre que indicaba el comienzo del primer receso había sonado, Elizabeth se levantó muy despacio de su mesa procurando ser la última en salir de allí, procuró que su dibujo quedara bien guardada y antes de irse se fijó en su compañero que seguía concentrado en aquella hoja. Al ver que no tenía intenciones de levantarse, Elizabeth se fue. Cuando salió se encontró con un grupo de sus compañeros que la miraban fijamente, la niña bajó la mirada escondiendo sus ojos de aquellas personas e intentaba mantener sus mangas bien abajo, comenzó a caminar hacia el centro del patio cuando una voz la detuvo. -¿Qué te pasó en los brazos? Elizabeth no contestó, seguía con la mirada baja, temiendo a lo que venía a continuación. -¿Por qué no contestas?-preguntó uno de aquellos niños
  • 21. 17 Cartas de amor 21 -Es que no lo ves, es un monstruo y los monstruos no hablan-le contestó otro -Tienes razón, no hay que acercarnos, seguro que es contagioso. Todos los compañeros asintieron al mismo tiempo y comenzaron a reírse, señalando a Elizabeth y cantando al unísono “monstruo feo, monstruo feo”. En un momento ya no lo resistió y se fue corriendo, se refugió debajo de unas escaleras, allí comenzó a llorar desconsoladamente. No sabía hacia cuanto tiempo se encontraba allí, llorando, quizás habían pasado minutos u horas, la verdad que no lo sabía. Una voz a su lado la sobresalto. -Oye, ¿Qué te pasa?- le preguntó aquel maravilloso niño de ojos grises. Elizabeth no sabía en qué momento había llegado ese niño, pero le estaba agradecida. En lugar de contestarle lo abrazó, este se tensó ante su contacto así que lo soltó inmediatamente y secándose las lágrimas con el dorso de su brazo le dijo. -Los chicos se burlan de mi, dicen que soy un monstruo y muy contagioso así que nadie se acerca a mi.-Le dijo volviendo a llorar.- No tengo amigos -Yo puedo ser tu amigo.-Le contestó titubeante.
  • 22. 17 Cartas de amor 22 -¿De verdad?-Preguntó Elizabeth con los ojos brillando de la emoción. Éste se limitó a asentir y regalarle un chocolate, como muestra de que hablaba en serio. … Elizabeth se levantó de la mesa, fue al baño a secarse las lágrimas, se preparó un café bien cargado ya que estaba decidida a pasar la noche en vela leyendo la carta de Ángel, y recordando junto a él todo aquello por lo que pasaron. Ese día, como nunca, se encontraba interesada por conocer los sentimientos de su mejor amigo. Volvió a tomar la carta y acariciándola suavemente se dispuso a continuar leyendo. … “… A partir de ese día supe que íbamos a ser grandes amigos. Tú fuiste la primera persona con la que me atreví a entablar una amistad después de dos años, yo no confiaba en absolutamente nadie. Como bien sabes me costaba abrirme a las personas, me refugiaba en mis libros y en mis escritos, pero tu tenias algo muy especial, había algo en tu persona que me empujaba a confiar en ti.
  • 23. 17 Cartas de amor 23 Continuamos sentados bajo las escaleras hablando, quizás cosas triviales, como cual era nuestro color favorito o que sabor de helado nos gustaba más. Ese día pude conocer cosas sobre ti, cosas que para muchos resultarían tontas, pero que para mí eran muy importantes. Yo quería conocer absolutamente todo sobre tu vida, y quería contarte todo sobre la mía. Yo quería contarte todo sobre mi, y lo hice, te conté absolutamente todo…” Elizabeth sonrió, había algo que él había mantenido en secreto durante 17 años. En todo ese tiempo no se había atrevido a confesarle sus sentimientos. ¿Acaso le tenía miedo? ¿O estaba tan seguro de su rechazo que no se animó a declararse? Sintió una punzada de culpa, ahora creía entender porque Ángel había tomado aquella decisión, pero procuró no sacar ninguna conclusión acerca de eso. Primero debía leer las 17 cartas. “… pero lamentablemente había algunos secretos que los guardé para mí, pero que ahora que por fin tomé el valor que necesitaba procuraré contártelos a lo largo de estas cartas. Espero que sepas entender porque decidí callarme y desearía que me perdonases. El primer secreto es que ese día, apenas volví a casa tomé un papel color rojo y allí escribí todo lo que me
  • 24. 17 Cartas de amor 24 contaste sobre ti, así nunca correría el riesgo de olvidarme algún detalle importante. Ahora que lo veo en perspectiva, es medio obsesivo de mi parte, incluso vergonzoso, Dios no tendría que habértelo contado. Pero bueno, prometí contarte todo y aquí estoy, confesándote lo más vergonzoso que hice en mi vida. Por si no me crees por favor revisa el sobre que se encuentra al final de la caja, yo te estaré esperando amor mío, no continúes leyendo si no abriste el otro sobre…” Buscó el paquete y tomó el último sobre, lo abrió y se encontró con una hoja color roja doblada en cuatro. La desplego y no pudo contener las lágrimas. COSAS IMPORTANTES DE ELIZABETH CUMPLEAÑOS: 21 de noviembre COLOR FAVORITO: rojo (preferencia escarlata) CANTANTE FAVORITO: Ricardo Arjona (importante: averiguar quién es y escuchar alguna canción suya)
  • 25. 17 Cartas de amor 25 COMIDA FAVORTIA: hamburguesa con muuuuchas papas fritas HOBBIE: leer (perfecto) y dibujar DULCE FAVORITO: cualquier tipo de chocolate (creo que es chocoadicta) SABOR DE HELADO FAVORITO: dulce de leche (¡Igual que yo!) QUE QUIERE SER DE GRANDE: sicologa (creo que le gusta los locos) MEJORES AMIGOS: no tiene (espero convertirme en uno) QUE LE GUSTA QUE LE REGALEN: nada de ropa, solo libros, lápices, pinceles, lienzos (importante no olvidar esto) La joven psicóloga no paraba de llorar, no podía creer que Ángel hubiera hecho eso, para nada resultó obsesivo. Era un gesto hermoso de un nene de diez años.
  • 26. 17 Cartas de amor 26 Una pequeña luz se encendió en el corazón de Elizabeth, pero no supo interpretar que significaba. Se secó las lágrimas, dio un sorbo a su café que ya se encontraba helado, se acurrucó en el sofá y se dispuso a continuar leyendo. … “… Espero que no te hayas reído tanto al ver esta pequeña muestra de obsesión mía, comprende que estaba enamorado por primera vez en mi vida y no sabía cómo actuar. En esa semana nos transformamos en grandes amigos, no hacíamos nada separados. Recuerdo que, en el colegio, nos trataban como si fuéramos mutantes, pero nosotros hacíamos oídos sordos a todos esos comentarios. Un día te había preguntado a que se debían tus cicatrices, la curiosidad me estaba matando porque esas no eran marcas producidas por una enfermedad, mi mamá me lo había dicho, eso había sido infringido por un tercero o por vos misma, y la verdad me torturaba el hecho de que alguien te estuviera lastimando. Así que saqué valor de donde no tenía y te lo pregunté, nunca me habría imaginado que tuvieras tan mal carácter, me golpeaste el hombro y te fuiste corriendo con tu dorado cabello agitándose en el viento
  • 27. 17 Cartas de amor 27 mientras te alejabas. Yo estaba congelado, no sabía como de algo tan pequeño salía tanta fuerza…” Elizabeth no pudo evitar reírse, recordaba ese día como si hubiera sido ayer. … Estaban sentados debajo de las escaleras, su lugar especial, compartiendo un chocolate aunque ella se estaba comiendo la mayor parte sin darse cuenta. No hablaban mucho y ella ya se iba acostumbrando al silencio de su amigo, pero ese día decidió abrir la boca. -¿Te puedo preguntar algo Liz?- Ella siempre odió que le dijeran así, pero había algo en la forma en la que Ángel pronunciaba ese diminutivo que le encantaba. -Aja- fue lo único que contestó, estaba extrañada que su amigo quisiera iniciar una conversación. -¿Cómo te hiciste esas cicatrices? Elizabeth había quedado petrificada dejando a medio camino el chocolate, sin saber porque se enojó con Ángel y lo golpeó en el hombro con todas sus fuerzas y se fue corriendo dejando solo a su mejor amigo. Recuerda que ella no estaba lista para hablar con nadie sobre el origen de aquellas marcas, pero era raro que se hubiera molestado tanto ya que estaba acostumbrada a las constantes burlas y preguntas
  • 28. 17 Cartas de amor 28 acerca de sus cicatrices. Lo que nunca había entendido, a pesar de haber pasado tantos años, fue porque se había molestado por el hecho de que Ángel se haya fijado en aquello que la hacía tan horrible. No llegó a comprender porque nunca había querido que el notara sus defectos, siempre había intentado ser perfecta ante los ojos de su amigo. Y ese día ella creyó que Ángel la veía igual que los demás, un monstruo lleno de cicatrices, y eso de verdad le había dolido en lo más profundo. … Elizabeth había cambiado de humor repentinamente. De reírse ante el recuerdo a ponerse triste al recordar los pensamientos que la habían inundado ese día. “… Cuando te fuiste supe que había preguntado algo que no debía y me arrepentí al instante. No te iba a presionar para que me cuentes algo si no estabas lista para ello. Había pasado una semana y tú no te acercabas a hablarme, creí que no me ibas a volver a dirigir la palabra nunca más. Tenía miedo de haber perdido a la única amiga que tenía, no entendía porque te habías vuelto tan imprescindible en mi vida en tan poco tiempo.
  • 29. 17 Cartas de amor 29 Y si, antes que lo digas en voz alta, se que estás pensando porque, si te extrañaba tanto, no me había acercado y te confieso que no lo hice por temor a tu reacción, no sabía cómo ibas a actuar, o si yo iba a decir alguna otra tontería. Así que me limité a esperar a que tú te acercaras. Pasaron dos semanas y continuabas sin hablarme, hasta que un viernes a la tarde, cuando yo me encontraba sentado afuera de mi casa escribiendo, vi como un ángel se acercaba, un bello angelito de cabellos dorados. Yo me hice el que no se había dado cuenta y continué escribiendo, pero, como siempre me pasaba, mis cinco sentidos estaban puestos en ti. Te sentaste a mi lado y sin decir ni una palabra me diste un chocolate y yo acepté sabiendo que eso era una ofrenda de paz. En ese momento te juro que mi corazón comenzó a latir nuevamente. Ese día me prometí a mi mismo que nunca haría nada por lastimarte o hacer que te alejaras de mí. Bueno, esos es todo por ahora amor mío, hasta la próxima carta. Te ama… Tu Ángel.” Elizabeth sujeto con fuerza sobre su corazón aquella primera carta, se acurrucó en el sofá y se sumió en un sueño profundo.
  • 30. 17 Cartas de amor 30 Carta número 2 Elizabeth se encontraba debajo de las escaleras de su antiguo colegio, no entendía que hacía allí pero se encontraba llorando, cuando un pequeño niño de cabello negro azabache y ojos grises se le acercó y se sentó a su lado. Este pequeño esperó hasta que ella terminara de llorar, cuando se hubo calmado ese precioso niño, que a ella tanto le recordaba a Ángel, le pregunto -Oye, ¿Qué te pasa? Y sin darse cuenta ella se vio respondiendo -Mi mejor amigo murió y me dejó sola -Tranquila, el nunca te dejaría sola, estoy seguro que esté donde esté siempre te estará cuidando. -Pero ya no está a mi lado y nunca podré saber porque tomó esa decisión y ni si yo podría haberlo salvado- al decir esto Elizabeth volvió a llorar. -Si quieres saber esas respuestas continúa leyendo las cartas El pequeño niño le dejó un chocolate en el regazo, se levanto y se fue corriendo.
  • 31. 17 Cartas de amor 31 Elizabeth se despertó sorprendida, era un sueño muy vívido el que había tenido. Ese hermoso niño le había recordado mucho a Ángel a la edad de 10 años, aunque pensándolo bien, realmente era su mejor amigo que una vez más había aparecido para consolarla, aunque solo haya sido en sueños. Se levanto decidida de la cama, se dirigió al baño a darse una ducha. Una vez hubo salido se vistió y procuró salir, no sin antes tomar la segunda carta. Había decidido que las leería en lugares especiales que había compartido con Ángel. Con paso decidido se dirigió hacia el parque donde pasaban horas en los columpios charlando o simplemente meciéndose. Ese era su lugar especial cuando tenían 11 años. Elizabeth se sentó en uno de los columpios y comenzó a impulsarse cerrando los ojos, imaginándose que Ángel estaba allí a su lado. Sintió como que alguien la columpiaba con una manera muy similar a la que lo hacía su mejor amigo, abrió los ojos para buscarlo pero el lugar estaba desierto. Un poco decepcionada sacó la carta de su bolso, la admiró un segundo y procedió a leer. “Querida Liz:
  • 32. 17 Cartas de amor 32 Amor mío, antes de comenzar con la carta quiero aclararte que en cada una de ellas encontrarás los sucesos especiales que marcaron cada año de nuestra amistad. Son hechos que a mí me marcaron y que lograron que te amara mas con cada año que pasaba. Como te imaginarás, en esta carta hablaré de nuestro segundo año de amistad. Ese hermoso año en el que decidí, por fin, contarle a alguien ajeno a mi familia mi más profundo secreto. Yo siempre había sido muy tímido, no confiaba en nada y no permitía que me tocaran. Nadie entendía que había de malo en mí ya que hasta los ocho años yo había sido un nene normal. Siempre recordé el día en el que les conté a mis amigos lo que me había pasado y porque no asistí a clases por más de tres meses. Cuando les hube contado ellos se rieron de mí y me llamaron marica, a partir de ese día quedé absolutamente solo. Mis amigos me habían dado la espalda y yo no podía soportar tener a alguien cerca. Me había convertido en un solitario, y me gustaba, de verdad que lo hacía. Pero cuando te conocí, mi angelito, todo cambió. Por primera vez en dos años había aceptado tener a alguien cerca, fuiste mi salvación, el ángel que Dios me había
  • 33. 17 Cartas de amor 33 mandado para que siguiera en este lugar que ya no tenía sentido para mi…” Elizabeth ahogó un pequeño grito, así que él desde esa edad ya pensaba en el suicidio. No entendía porque nunca se lo había contado, ella lo habría ayudado con mucho gusto, nunca hubiera querido que su Ángel luchara solo con ese sentimiento. “… Antes de continuar con los recuerdos hay algo que debo aclararte, o mejor dicho confesarte, este es otro de los secretos que nunca te conté. Una semana antes de contarte todo yo había pensado en acabar con mi vida, se que tan solo tenía 11 años, que no entendía nada sobre la vida y la muerte. Pero tú, más que nadie, sabes lo horrible que es sentirte tan solo, no encajar en ninguna parte y, a demás de todo, no soportar que ni tus padres te toquen, era un calvario que había decidido ponerle fin antes que hablara contigo. No sé que habrá pasado por mi mente el día que te confesé todo, ¿recuerdas que fue el día que descubrimos ese hermoso juego de columpios que pronto se convertiría en nuestro lugar especial?...” Como olvidar ese día, habían salido a dar un paseo por la cuadra cuando vieron los columpios, ella lo retó a una carrera hacia ellos y comenzaron a mecerse.
  • 34. 17 Cartas de amor 34 Elizabeth recuerda como Ángel tenía la mirada perdida, como que algo estaba pasando por su cabeza así que no pudo contenerse y le pregunto -¿Qué te pasa Ángel? -No me pasa nada -No me mientas, ¿Qué te pasa? Ángel se había quedado en silencio como pensando que decir o como hacerlo. Elizabeth estaba a punto de intervenir cuando él la interrumpió. -Liz si te lo cuento, ¿me prometes que no dejarás de ser mi amiga? -Te lo prometo -Bueno- dijo con un enorme suspiro- vos sabes que yo soy un chico muy callado y que no tengo amigos y a demás no dejo que nadie se acerque ¿verdad? -Aja -No siempre fui así -¿De verdad?- Elizabeth no había podido creerlo, su amigo nunca había sido sociable y ella pensaba que era algo de nacimiento, así que se sorprendió cuando él le contó lo sucedido -Si, yo a los ocho años tenía amigos, siempre jugábamos juntos, hasta que un día que estábamos
  • 35. 17 Cartas de amor 35 jugando al futbol en la calle un hombre se acercó para jugar con nosotros y luego nos prometió que íbamos a ir a tomar un helado a su casa. Así que cuando terminamos mis amigos se tenían que ir y yo no quería dejar al hombre solo porque no quería que se sintiera triste. Elizabeth se mantenía en silencio, parecía que le costaba confesar aquello, y ella no lograba comprender que le quería decir. Luego de un corto silencio prosiguió - Cuando quedamos solos el me ofreció ir a su casa al frente para tomar el helado y yo acepte, cuando entramos a su casa el cerró la puerta y me dijo que no tenía que tener miedo, yo no entendía nada- en ese momento su voz se quebró- se acercó, me acarició la mejilla y me dijo que era muy lindo. Comenzó a acariciarme- tragó saliva- ahí abajo y yo me hice para atrás, el me agarró fuerte y me dijo que no tenía que resistirme, me bajó los pantalones y de ahí no recuerdo nada.- dijo esto y comenzó a derramar unas pocas lágrimas. -¿Qué te hizo? Luego de un silencio muy largo que solo era interrumpido por los sollozos de Ángel dijo -Me violó
  • 36. 17 Cartas de amor 36 Ella al principio no entendía la palabra, hasta que recordó que una vez la había escuchado en la televisión y le preguntó a su papá que significaba, él le había explicado que querían decir cuando utilizaban ese término. Cuando Elizabeth comprendió que quería decir su amigo abrió mucho los ojos, no sabía que decir así que simplemente lo abrazó. Ángel por alguna extraña razón se vio devolviendo aquel abrazo con mucha fuerza. Pasado un rato él se apartó y comenzó a secarse las pocas lágrimas que tenía en sus mejillas. -Soy un tonto por llorar así. -Está bien que llores.-Le contestó Elizabeth. -No, no está bien, yo me prometí que nunca volvería a llorar, nadie volverá a hacerme llorar. Elizabeth no sabía que contestar a aquello, así que para volver a pisar terreno seguro le dijo -¿Te diste cuenta que me dejaste que te abrazara? -Si.-Contestó tímidamente.- Yo no dejo que nadie me abrace, le tengo miedo a que me toquen, pero contigo es diferente. -¿No te molesta mi abrazo?-Preguntó Elizabeth extrañada.
  • 37. 17 Cartas de amor 37 -No, me hace sentir bien.- Contestó poniéndose colorado en el momento. Ella sonrió y se acercó a él y lo abrazó con muchas fuerzas. -Hace mucho tiempo que quería hacer esto.-le dijo sonriendo y volviendo a sentarse en el columpio. Ángel se levantó y se ubicó detrás de ella y comenzó a columpiarla. Elizabeth se encontraba feliz, y mientras se balanceaba no podía evitar reír. … Ese recuerdo la llenaba de tristeza, las lágrimas volvían a descender por sus mejillas. Aunque ya habían pasado 16 años desde que Ángel le había confesado aquello no podía evitar la tristeza y el odio que sentía ante lo que le habían hecho a ese niño tan tierno y bueno. Le habían quitado su inocencia y su confianza en la gente. “… Tenía mucho miedo a contártelo, temía que te alejaras de mi vida. Tú habías sido ese pequeño rayo de luz en la oscuridad que era mi vida. Cuando me abrazaste me sentí seguro por primera vez en tres años, yo le temía al contacto pero había algo en tus brazos que me relajaban. Desde ese día supe que era a ti donde pertenecía. Tu abrazo a diferencia de resultarme incomodo, se me hacía reconfortante.
  • 38. 17 Cartas de amor 38 Y sé que tú no lo sabes, pero ese día me salvaste la vida. Si no fuera por tu abrazo y por tu comprensión yo habría optado por acabar con todo mi dolor. Si yo continué fue por ti, Elizabeth, tú eras el cable que me mantenía conectado a este mundo. Analizándolo bien, creo que ya desde ese entonces sabía que haría cualquier cosa por ti, y si me quedé fue porque te amaba y había albergado la esperanza de que tu también sintieras algo por mi…” Elizabeth miró al cielo y le agradeció en silencio a Ángel por haberse quedado, porque sin él ella no habría podido seguir. Era su roca, su sostén, sin él la vida habría sido vacía. Pero a la vez lo maldijo porque no tenía derecho a dejarla sola, ella lo necesitaba, quizás más que al aire que respiraba. Se estremeció ante ese pensamiento, no sabía la magnitud que tenían los sentimientos hacia su mejor amigo, ¿acaso sentía algo más hacia él que un cariño puramente platónico? Eliminó rápidamente ese pensamiento de su cabeza, era algo absurdo, ella no podía estar enamorada de él ¿verdad? Para no seguir pensando en eso continuó leyendo la carta, quería ver que más tenía Ángel para decirle
  • 39. 17 Cartas de amor 39 “… Luego de confesarte todo y saber que me comprendías y no me juzgabas me quitó un gran peso de encima. Tú, amor mío, me diste la confianza que necesitaba para poder abrirme más a esta amistad y no recurrir constantemente al silencio, y por eso te voy a estar eternamente agradecido. A partir de ese día el columpio se volvió en nuestro lugar habitual, allí hablábamos de todo, yo te podía contar todo sobre mi vida, ya que habías demostrado que aceptarías todo lo que te contara y nunca me juzgarías. Ese columpio es muy especial para mí, recuerdo que te sabía columpiar y que vos te reías con todas tus fuerzas al elevarte. Ese era el sonido más hermoso que había escuchado en mi vida, siempre me había encantado escucharte reír y me prometí a mi mismo que trataría siempre de sacarte una sonrisa, en la medida que se me fuera posible. Mi misión ya no era solamente cuidarte, en ese año se agregó una más: procurar verte sonreír, porque el mundo se iluminaba con solo una sonrisa tuya. Hasta la próxima carta amor mío Te ama… Tu Ángel”
  • 40. 17 Cartas de amor 40 Elizabeth sonrió al leer el último fragmento de la carta, miró al cielo y dijo -Una vez más cumpliste con tu misión. Guardó la carta, cerró los ojos e imaginando que volvía a tener 11 años comenzó a balancearse como si Ángel la estuviera columpiando.
  • 41. 17 Cartas de amor 41 Carta numero 3 Al día siguiente Elizabeth había llamado a la clínica donde trabajaba para poder pedir una licencia de dos semanas, no podía sentarse en su consultorio a escuchar problemas ajenos cuando no podía ni con los propios. Por suerte en el trabajo le concedieron su petición. Quería pasara esas dos semanas en su pueblo, sola con las cartas de Ángel, quería leerlas con paciencia, absorbiendo cada una de las palabras que tenía que decirle su amigo. Ese día se dirigió a la heladería donde, en el verano de su tercer año de amistad, se había convertido en el lugar donde iban a pasar el rato todos los días. Ya que Ángel le había especificado que en cada una de las cartas se haría alusión a cada año de amistad, Elizabeth procuró ir a aquellos lugares que habían marcado sus días con él. Se sentó en la mesa que siempre había compartido con Ángel y pidió, como de costumbre, un helado de dulce de leche. Luego de saborear la primera cucharada tomó el tercer sobre tratando de adivinar que había marcado a Ángel en aquel año.
  • 42. 17 Cartas de amor 42 “Querida Liz: Aquí estoy de nuevo escribiéndote esta tercera carta. Te confieso que cada vez que tomo un papel para escribirte una nueva, mi mente se inunda de recuerdos, de palabras que quiero decirte, palabras que hace 17 años vengo callando. Espero poder expresar todos mis sentimientos en estas cartas y explicarte con lujos de detalles como siempre me hiciste feliz. Y este es el tema de la carta, sobre la felicidad que me brindaste en el tercer año de amistad. Lo que hizo especial ese verano fue que tú no te habías ido como las veces anteriores. Lo que más feliz me hizo fue que te quedaste y por fin iba a pasar un verano acompañado, no iba a estar solo…” Elizabeth recordó ese verano, por un lado fue especial porque estuvo acompañada por Ángel, pero por el otro fue muy triste porque ese año su mamá había empeorado y con ella la cantidad de marcas que adornaban la piel de Elizabeth. “… Recuero que en la segunda semana de las vacaciones yo me encontraba tumbado en el césped del jardín de mi casa leyendo un poco, cuando sentí que una mirada se clavaba en mí, a regañadientes levante la vista y te vi. Como siempre estabas preciosa, tus
  • 43. 17 Cartas de amor 43 hermosos cabellos recogidos en una coleta despejaban tus perfectos rasgos. Toda tu belleza se veía opacada por unas lágrimas que descendían sobre tus mejillas. Me levanté bruscamente y te pregunté qué sucedía, y como era típico en ti cuando estabas triste, no respondiste y te lanzaste a mis brazos para poder verter más lágrimas, te devolví el abrazo con fuerza, esa era mi forma de protegerte…” … Era la segunda semana de vacaciones y Elizabeth se encontraba empacando sus cosas para el viaje, estaba concentrada escuchando a Ricardo Arjona cuando su padre irrumpió en la habitación. -Cielo, ¿tienes un momento? Elizabeth se dio la vuelta para enfrentarse a su padre, pero apenas lo vio supo que algo no andaba bien. -¿Pasó algo papá?- éste tomó las manos de su hija con lágrimas que brillaban en sus ojos. Un miedo le recorrió por el cuerpo pero decidió quedarse callada esperando que su padre hablara. Pasado un momento que a Elizabeth le pareció eterno su padre comenzó a hablar. -Cariño, me temo que este año no podremos viajar como teníamos previsto
  • 44. 17 Cartas de amor 44 -¿Le pasó algo a mamá?- a Elizabeth no le importaba las vacaciones, lo único que le había pasado por la cabeza en ese momento fue su madre. -Tu mamá volvió a sufrir otro ataque- Suspiró- Al parecer no estaba tomando la medicación. -¿Pero está bien? -Los médicos lograron estabilizarla, pero no debemos correr el riesgo de que vuelva a recaer, tenemos que cuidarle. Lágrimas comenzaron a brotarle, su padre se las iba secando a medida que caían, cuando pudo articular palabras le preguntó -¿Algún día se pondrá bien? -Lo dudo mi cielo, es una enfermedad que puede ser controlada, pero no curada. -Eso quiere decir que morirá- dijo en un susurro Elizabeth, su padre la abrazó y besando el cabello de su hija le dijo -Todos morimos en algún momento, venimos a la tierra con los días contados, pero no te preocupes cariño, yo haré todo lo posible para lograr que tu madre siga con nosotros un largo tiempo. -¿Me lo juras?- dijo ella abrazándolo con fuerza. El la tomó por los hombros y mirándola a los ojos le dijo
  • 45. 17 Cartas de amor 45 -Te lo juro por mi vida. Pasado un rato el padre de Elizabeth se fue al hospital para ver como seguía su mujer. Como no tenía ganas de desempacar, la pequeña de 12 años se puso sus pantalones deportivos, una remera, se hizo una coleta y se dispuso a correr para olvidarse de todo. Sin darse cuenta se encontró frente a la casa de Ángel, lo vio recostado en el césped leyendo, la visión de su amigo la llenó de paz. Ángel alzó la mirada de su libro, su expresión denotaba sorpresa, se levantó rápidamente y le preguntó. -Liz ¿Qué pasa? Esas tres palabras fueron suficientes, se acercó a su amigo y lo abrazó con fuerzas, vertiendo todas las lágrimas que tenía. “… Recuerdo que me habías dicho que estabas triste porque no te ibas de viaje, por supuesto no te creí porque tu no eras una chica superficial, pero decidí no decirte nada porque ya estabas lo suficientemente mal como para que yo te lo recordara. Por suerte pude distraerte de lo que sea te estuviera afectando. Ya que estabas vestida de forma deportiva saqué mi pelota que, durante mucho tiempo, estuvo guardada porque yo había desarrollado un gran temor a ese deporte y te convencí para que jugáramos al futbol.
  • 46. 17 Cartas de amor 46 Fue una tarde absolutamente perfecta, solo nos detuvimos para tomar un jugo que mi madre nos había preparado. Por fin tu perfecta sonrisa había vuelto y yo estaba dichoso por verla nuevamente, sabía que tu tristeza no había desaparecido, pero me alegró el hecho de que te hice olvidar por un momento de ella. Bueno amor mío, ahora llega el momento de una nueva confesión. Estoy seguro que sonara egoísta de mi parte, pero resulta que yo estaba muy feliz de que te quedaras, se que estabas triste, pero saber que la persona por la que sonreía y por la que me levantaba cada mañana se encontraría todo el verano a mi lado me llenaba de una profunda alegría, y me había propuesto contagiarte un poco de ella para que te la pasaras tan bien como yo la estaba pasando. Espero haber cumplido mi propósito…” Elizabeth sonrió al leer esto, como siempre Ángel había cumplido con su misión. A pesar de que su madre había estado muy mal en ese año, ese verano también resultó perfecto para ella. Su amigo sabía cómo hacerla olvidar de todo lo malo que pasaba en su vida, y lo que más le gustaba a Elizabeth es que Ángel nunca le preguntaba el motivo de su tristeza, solo se limitaba a estar a su lado y a hacerla reír cada vez que tenía oportunidad.
  • 47. 17 Cartas de amor 47 Intentó tomar una cucharada de su helado pero éste ya estaba derretido. Ese era el efecto que tenían en ella las cartas de Ángel, la hacían olvidar de todo lo que la rodeaba. “… El resto del verano fue absolutamente perfecto, claro que eso se debía a que tú te encontrabas a mi lado. Lo único que había opacado esa perfección fue cuando, un día en la heladería, tú levantaste la mano y se te corrió la manga, en ese momento visualicé unas marcas en tu brazo, y no eran cicatrices, eran heridas recientes…” Elizabeth cerró los ojos al recordar aquello, al recordar el dolor que había sentido en aquel verano. … Con el pasar de las vacaciones Elizabeth se sentía cada vez más triste, su madre había empeorado y su padre casi ni se encontraba cerca de ella. Se sentía sola en aquella casa tan grande, extrañaba a su mamá, pero principalmente extrañaba a su padre que siempre había estado ahí para ella, para reconfortarla cuando se sentía triste. Si bien cuando estaba con Ángel la angustia desaparecía, a la hora de volver a su hogar, absolutamente sola, la tristeza volvía de la peor
  • 48. 17 Cartas de amor 48 manera. El silencio era su peor enemigo y en esa casa abundaba el silencio. Recorría la casa por completo, viendo el espacio vacío en cada rincón, buscaba recuerdos de días felices pero nunca los encontraba, en su casa solo se encontraba la tristeza. Su ritual de cada día era sentarse en alguna habitación y comenzar a dibujar todo lo que allí se encontraba, pero en lugar de dibujar la habitación vacía agregaba imágenes de ella junto con sus padres, con sonrisas en sus labios y la felicidad impresa en sus ojos. Elizabeth fabricaba sus propios recuerdos felices. Luego de aquello se dirigía a su habitación y pegaba aquel dibujo a su pared, observándolo por mucho tiempo deseando que fuera todo verdad. Pero al ver que sería imposible se recostaba en su cama y lloraba por una vida llena de felicidad que nunca conocería. Cuando la tristeza ya sobrepasaba su límite Elizabeth tomaba un cúter del cajón de su mesa de luz y se realizaba cortes en sus brazos que le permitían concentrarse en el dolor físico y no en el de su corazón. … “…Mi pecho sintió una punzada de dolor al imaginarme que alguien estuviera haciéndote daño, pero no dije nada porque esto era algo que me tenías que contar por voluntad propia, así que me guardé todo el dolor y
  • 49. 17 Cartas de amor 49 el odio que sentía hacia cualquiera que te estuviera lastimando. Aguardé a que me lo dijeras, pero ese día nunca llegó. Por lo menos en ese verano. Bueno amor mío, eso es todo lo que tengo que decirte en esta carta, así que hasta la próxima mi principessa. Te ama… Tu Ángel”
  • 50. 17 Cartas de amor 50 Carta numero 4 Elizabeth no pudo pegar un ojo en toda la noche, los recuerdos la inundaban, no podía sacarse de la cabeza las cartas de Ángel. Estas le despertaban sentimientos que no sabía que tenía, aunque no podía determinar que significaban, era tan fácil comprender los sentimientos de sus pacientes pero era tan difícil comprender los propios. Al ver que no había ninguna posibilidad de dormir durante esa noche decidió levantarse, se puso una bata color rosa y se fue a preparar un café, se sentó en el sofá con la taza en la mano, al apoyar sus codos en la pequeña mesa una de sus mangas se resbaló de sus brazos y pudo visualizar una de sus tantas cicatrices. En ese momento apareció en su mente el día en el que descubrió esa forma de escapar del dolor en el que se había convertido su vida. … Fue a los 9 años cuando internaron por primera vez a su mamá, Elizabeth se encontraba levantando los trozos de vidrios que había en el suelo, producto de uno de los tantos ataques de su madre, cuando se cortó el dedo. Fue un pequeño momento de dolor, Elizabeth
  • 51. 17 Cartas de amor 51 observaba embelesada como el líquido color carmesí se derramaba, gota por gota hasta caer al suelo. Con ese primer corte sintió que algo se liberaba en su interior. Era muy pequeña como para entender la magnitud de lo que, en ese momento, se iba a convertir en su pequeña vía de escape. La nena de 9 años tomó un trozo de vidrio y se encerró en su habitación, se arremangó la manga de su camiseta y se hizo el primer corte en su brazo, este había sido más doloroso y por ende también más liberador. Realizaba este ritual cada vez que se sentía triste que, lamentablemente, eran casi todos los días. Pero ese hábito había comenzado a cesar cuando conoció a Ángel, él siempre le hacía olvidar de todo, intentaba constantemente hacerla reír y eso, menguaba su deseo de ver correr la sangre de sus brazos. … Elizabeth tomó lo último de su café y, sin resistirse, sin pensar en ir a un lugar especial tomó la cuarta carta de su amigo, en ese momento, con el recuerdo de su antiguo dolor, necesitaba de sus palabras para no recaer en viejas costumbres. “Querida Liz:
  • 52. 17 Cartas de amor 52 Yo nunca creí en mi fortaleza, o mejor dicho no sabía que la tenía hasta que ese grupo de insensibles quisieron hacerte daño. Perdón amor mío por comenzar de esta manera la carta, pero como me conoces sabes que cuando se viene una idea a mi cabeza, o en este caso un recuerdo, tengo que escribirlo inmediatamente. Como ahora no puedo o no tengo tiempo para reescribir esta carta espero que logres comprender lo que quiero decirte…” Elizabeth quedó pensativa ante aquella primera parte de la carta, ¿Por qué Ángel no tenía tiempo para reescribir aquello? Por supuesto sabía que Ángel, al tener alma de escritor, no podía dejar ninguna idea librada al azar, todo lo que aparecía en su mente debía ser anotado en su pequeña libreta, ese lugar donde tenía mil anotaciones de diferentes cosas y que solo él entendía. ¿Por qué no anotó allí aquello?, ¿acaso tenía una fecha límite para escribir esas 17 cartas? Elizabeth entendía cada vez menos todo aquello, así que continuó leyendo, esperando que allí estuvieran plasmadas las respuestas que necesitaba. “…Volviendo al tema de esta carta, debo decirte que, gracias a ti, yo descubrí la fuerza que llevo dentro mío.
  • 53. 17 Cartas de amor 53 No sé si tu recordaras, amor mío, pero yo como cada cosa especial que pasamos juntos, lo tengo grabado a fuego en mi cabeza. Nunca olvidaré el terror que reflejaban tus ojos aquel día, y mucho menos olvidaré la forma en la que te encontré mas tarde en tu casa. Creo que jamás sentí tanto odio como aquella vez. Hasta el día de hoy tengo pesadillas sobre aquel suceso, sobre como no supe defenderte de aquellos animales que teníamos de compañeros, como fui el espectador de esa maldita tortura que te hicieron pasar. Tuve que ver cómo te hacías daño a ti misma para poder reaccionar, tuve que observar cómo te brotaba la sangre de tus bellos brazos para comprender el daño que te estaban causando. Nunca me perdonaré el no haberte ayudado a tiempo…” -Tú fuiste el único que me ayudó Ángel-dijo Elizabeth entre sollozos. Esta carta le había abierto una herida, una que ya pensaba que tenía curada. Cerró los ojos con fuerza y visualizó aquel horrible día. … Había empezado la mañana como cualquier otra, desayunó sola ya que su padre se había ido a trabajar muy temprano, se terminó de preparar y se fue al
  • 54. 17 Cartas de amor 54 colegio. Como siempre sus compañeros la ignoraron de manera muy evidente. Todo era muy normal, hasta que llego el recreo. Elizabeth se encontraba, como siempre, debajo de las escaleras hablando tonteras con Ángel, cuando dos de sus compañeras se les acercaron y con una sonrisa maliciosa en sus labios, una de ellas dijo: -Hola monstruito -¿Cómo está la hija de Chucky?- preguntó la otra. Elizabeth se limitó a ignorarlas, bajó la mirada y no la despegó del suelo. -¿No sabes hablar o tienes la lengua cortada?- al decir esto las dos compañeras comenzaron a reírse como tontas. Una de ellas la quiso tomar del brazo, pero Elizabeth intentó apartarlo bruscamente, lamentablemente la manga de su camisa se corrió dejando a la vista sus marcas más recientes. Al verlas, sus maliciosas compañeras incrementaron las burlas. -¡Acérquense, acérquense! Nos encontramos ante la presencia de algo nunca antes visto, de algo cuya existencia no se conocía. ¡Acérquense para contemplar a la hija de Chucky!-dijo una de ellas en forma circense
  • 55. 17 Cartas de amor 55 Al escucharla sus compañeros se fueron acercando a observar, como si de un pequeño espectáculo se tratara. Algunos solo reían, otros quedaban en silencio y, los más crueles, se encargaban de tirarle el cabello o escribirle frases groseras en la ropa. Sin decir palabras Elizabeth solo se limitó a llorar. Ángel no pudo contenerse más y se levantó bruscamente para enfrentarse a aquellos espectadores, alzando la voz les dijo: -¡Déjenla en paz! Uno de ellos, el ex amigo de Ángel, le contestó -Tu no te metas marica- dicho esto lo empujó. Ese pequeño toque dejó paralizado a Ángel, no estaba preparado para que alguien lo rozara, se quedó congelado sin poder reaccionar, observando cómo torturaban a su mejor amiga. Elizabeth había retrocedido hacia la esquina de las escaleras y se ubicó en posición fetal llorando desconsoladamente, ¿Qué había hecho para merecer aquello?, las burlas seguían resonando en sus oídos, se los tapó con las manos intentando acallar aquellas palabras tan hirientes.
  • 56. 17 Cartas de amor 56 -Por favor cállense, por favor cállense- repetía ese mantra una y otra vez entre sollozos. Al escuchar eso sus compañeros aumentaron las burlas. -Miren como llora -Aii, ¿la bebé quiere a su mamita? -No me digas que ya te volviste loca -Aparte de monstruosa, loca. No sé qué haces en este colegio Uno de ellos le levantó la cabeza y le escribió en la frente, con letras bien grandes, la palabra “LOCA”. Parecía que esa tortura no tenía fin, con los oídos aún tapados seguía recitando su mantra. Sin darse cuenta, todo estaba en silencio y solo una voz se escuchaba. -¿Elizabeth?- a escuchar esa voz abrió lentamente los ojos y se encontró con la imagen de la directora que la observaba con cara preocupada.- Cariño ya todo pasó, intenta relajarte. Poco a poco se fue secando las lágrimas e intentando relajarse, pero no podía sacarse de la cabeza esas palabras tan hirientes. -Debido a lo ocurrido te puedes ir a tu casa, ¿quieres que llame a tu papá?
  • 57. 17 Cartas de amor 57 -No gracias, puedo ir sola, ya estoy mucho mejor aparte no vivo muy lejos de aquí. Elizabeth se secó las lágrimas de sus ojos, ingresó a su salón de clases para recoger sus cosas. Al entrar todas las miradas se dirigieron hacia ella, era consciente que estaba hecha un desastre, con toda la ropa escrita y con la palabra “Loca” que aún resaltaba en su frente. A paso lento y con la mirada baja se dirigió hacia su asiento y comenzó a acomodar sus cosas, cuando se dispuso a colgarse la mochila la mano de su amigo le sostuvo su muñeca. -¿Estás bien?-Le preguntó con los ojos rebosantes de preocupación. Ella se limitó a negar con la cabeza como respuesta, tenía miedo de hablar porque si lo hacían las lágrimas volverían a brotar. -Esta tarde iré a verte. Elizabeth asintió, se colgó la mochila, se dio media vuelta y se fue. Durante todo el camino hacia su casa revivía en su mente todos los acontecimientos sucedidos momentos antes, pero reprimía sus lágrimas hasta llegar a su casa. Como era de esperar su padre estaba trabajando, así que se dirigió directamente hacia el cuarto de baño, se
  • 58. 17 Cartas de amor 58 miró en el espejo, al verse de aquella forma no pudo reprimir las lágrimas, era un absoluto desastre. Abrió el grifo de agua y comenzó a limpiarse con mucha fuerza aquella palabra de su frente, ya las lágrimas eran un mar imposible de controlar, no entendía porque le habían hecho aquello, porque la habían humillado de aquella manera. Elizabeth era consciente de que no era una niña normal, tuvo que madurar de golpe por causa de su complicada realidad, sabía que no era como los demás niños y eso era lo que más la entristecía, que no podía vivir una vida normal y los demás se daban cuenta de aquello por eso la torturaban, por eso se burlaban de ella. Nunca podría encajar en la sociedad porque la misma sociedad nunca se lo permitiría, porque su realidad no lo haría. Sin poder reprimir aquel dolor tomó la máquina de afeitar de su padre y arrancó el filo que este contenía, sin pensarlo dos veces realizó un profundo corte en su brazo, el dolor la embargó de repente. Ahora su cuerpo sentía lo mismo que su alma. … Volviendo al presente Elizabeth corrió por un vaso de agua, tenía la boca seca, se volvió a sentar y continuó leyendo la carta de Ángel.
  • 59. 17 Cartas de amor 59 “…Cuando Enrique me tocó quedé paralizado, no podía reaccionar. Quisiera haberte ayudado, te veía tan indefensa en aquel rincón que mi corazón se partió en dos. Intenté que mi cerebro le mandara señales a mi cuerpo para reaccionar, pero me parecía imposible. Solo observé cómo te maltrataban, no hice nada al respecto y hasta el día de hoy me siento muy culpable y te pido perdón. Lo que empeoró todo fue cuando, esa tarde, fui a visitarte y te encontré en tu habitación llorando un mar de lágrimas, mientras que con un cúter te rasgabas tu perfecta piel. Eso me obligó a reaccionar por fin, abrí la puerta con todas mis fuerzas y entré a tu habitación, arranqué de tus manos aquel objeto y lo avente lo más lejos posible, te obligué a mirarme pero tú no me dijiste nada, solo me abrazaste y yo te repetía una y otra vez que no lo volvieras a hacer, que todos los que te había obligado a hacer aquello la pagarían, yo me encargaría de eso…” Elizabeth sonrió, pero no una sonrisa producto de un buen recuerdo, porque era claro que aquello no lo era. Sino que era una sonrisa de agradecimiento a la persona que la había ayudado a enfrentar lentamente
  • 60. 17 Cartas de amor 60 su problema. Si no hubiera sido por Ángel no sabía cómo habría terminado todo. … Elizabeth se había trasladado del baño a su habitación, allí arrodillada en el suelo se hería ambos brazos, viendo caer lentamente la sangre al suelo. No era consciente de que alguien había entrado a su casa hasta que vio una mano que le arrancaba el cúter y lo aventaba lejos. Cuando alzó la mirada se encontró con los ojos grises de su amigo. -¡¿Qué estás haciendo?!-Preguntó entre gritos Ángel. Ella no contestó, se limitó a llorar, solamente a eso. Al ver que ella no contestaba la abrazó, sin importarle mancharse con la sangre de Elizabeth. -¿Por qué te haces esto? -Porque es la única forma de olvidarme del dolor de mi alma.-Contestó Elizabeth entre sollozos, sin desprenderse de sus brazos. Allí en el suelo abrazando a su mejor amigo se sintió en paz, una paz que hacía mucho tiempo no experimentaba. Ángel era la mejor cura contra el dolor de en su alma. Lo había descubierto en ese momento pero nunca se lo había dicho. …
  • 61. 17 Cartas de amor 61 “…Esa tarde mi dediqué a curarte las heridas una por una y te obligue a prometerme que nunca más lo harías, por supuesto sabía que no lo prometías en serio pero yo me encargaría que cumplieras. Ya a la noche te acostaste para dormir y me susurrarte algo que no logré comprender muy bien. Observé cómo te quedaste dormida y ese día me prometí que nunca dejaría que alguien volviera a hacerte daño. Aunque debo admitir que algo positivo salió de todo ese maldito drama, y es que aquello me hizo sentirme más cerca de ti y, a partir de ese día, supe que nunca me iba a separar de tu lado. TE AMA…TU ÁNGEL” Elizabeth se secó las lágrimas y se fue a la cama, unos segundos antes de rendirse al sueño susurro las mismas palabras que aquel día, esperando que esta vez Ángel la oyera. -Gracias mi ángel guardián
  • 62. 17 Cartas de amor 62 Carta numero 5 El sonido de su celular despertó a Elizabeth que, a regañadientes, se levantó para contestar. “Micaela” se leía en la pantalla luminosa, esa chica era muy buena amiga suya pero hacía más de un año que no se veían ni hablaban. -¿Hola?-contestó Elizabeth -¡Elizabeth! ¿Cómo estás? -Bien, va un poco dormida ¿vos como estas?, ¿pasó algo? -Me enteré de lo de Ángel, ¿Cómo lo vas llevando? Claro, se tendría que haber imaginado que ella la llamaría, durante muchos años Micaela había sido muy amiga de ambos, pero nunca pudo integrarse del todo, ya que entre Elizabeth y Ángel había algo muy especial que no permitía que nadie se acercara lo suficiente. -Intento sobrellevarlo, es muy difícil comprender que ya no está ¿sabes? -Sí, lo sé, a mí también me cuesta muchísimo aceptar todo esto. Yo estaba de viaje cuando pasó. La verdad es que todavía no comprendo nada, no había ninguna señal.
  • 63. 17 Cartas de amor 63 -¿Tu lo veías últimamente?- preguntó extrañada Elizabeth, su amigo no le había dicho nada al respecto. -Sí, durante este último año nos hicimos muy unidos -Ah- fue lo único que podía contestar Elizabeth muda ante la sorpresa. <<Durante este año me encontró un reemplazo fácilmente>> pensó, pero inmediatamente lo alejó de su mente, claro que Ángel no la había reemplazado, eso era imposible. Pero no podía negar esa sensación de celos que crecía en su interior, intentó ignorarlo pero no pudo ¿Qué significaba aquello? -¿Sigues en la ciudad o ya te fuiste?-preguntó su amiga desde el otro lado de la línea -Sigo aquí por otras dos semanas, tengo asuntos pendiente- o mejor dicho, un solo asunto pendiente, conocer los sentimientos de Ángel. -¡Excelente! ¿Quieres tomar un café en uno de estos días? -Me encantaría, yo te llamo ¿Está bien? -Claro, estaré esperando tu llamada… besos -Besos Y así terminó la conversación, Elizabeth no tenía ningún deseo de hablar con Micaela, no es que no le
  • 64. 17 Cartas de amor 64 callera bien, es que ahora al saber que ella estuvo en aquel último año muy cerca de Ángel le molestaba y mucho. No entendía porque aborrecía la imagen de ellos dos juntos, así que para sacarse eso de la mente decidió llamar a uno de sus pacientes que, al ver la cantidad de llamadas perdidas suyas, supuso que se encontraba en una crisis. Llegado el mediodía se fue al local de hamburguesas favoritas de Ángel para almorzar. Una vez que hubo ordenado sacó el quinto sobre y comenzó a leer. “Querida Liz: ‘Tu mi piano, mi papel, mi tinta china, verso y todo. Mi mejor musa, mi guitarra y mis intentos de canción. Mi alfabeto en español, mi mejor inspiración…’1 Estoy completamente seguro de que reconociste la canción de Ricardo Arjona, este es el fragmento que mejor expresa lo que tú siempre significaste para mí. Tú fuiste mi inspiración, cuando apareciste en mi vida comencé a escribir mucho mejor. Claro que mis mejores escritos eran aquellos que trataban sobre ti. 1 Fragmento canción “Tu”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Lados B”
  • 65. 17 Cartas de amor 65 ¿Recuerdas aquel concurso literario que gané en nuestro nuevo colegio?...” Se había olvidado por completo de ese concurso y que raro que lo hubiera hecho, ya que esa fue la “primera salida al público”, por así decirlo, que había tenido Ángel. Elizabeth recordaba que en ese año había cambiado de colegio, no podía seguir siendo compañeros de esas personas que, cada vez que tenían la oportunidad, se burlaban de ellos o le hacían la vida imposible. Por suerte en ese nuevo colegio todos la trataban bien, Elizabeth pudo hacerse amiga de casi todos sus compañeros, por fin Ángel y ella habían encontrado un lugar que no los juzgaban por ser diferentes. Claro que ninguno de ellos se comparaba con su Ángel, nadie nunca lo haría. “…Era la última semana antes de las vacaciones y estábamos nosotros y nuestra amiga Micaela en el recreo, tu y ella se encontraban charlando alegremente y yo, como siempre aislado, me encontraba escribiendo, cuando la directora colocó un cartel en la puerta de nuestro salón de clases y como siempre tu, mi pequeña curiosa, te acercaste a leer que contenía. Extremadamente emocionada viniste corriendo hacia mí contando que se trataba de un concurso de historias
  • 66. 17 Cartas de amor 66 cortas para chicos de nuestra edad y me sugeriste que yo participara. Por supuesto que yo no quería, nadie iba a leer algo escrito por mí, lo consideraba algo muy personal, como una puerta para que conozcan mi alma. Pero tú como siempre me insististe muchísimo para que participara y, no sé porque sospecho que tú sabías que haría cualquier cosa por ti. Te aprovechaste de eso angelito…” Elizabeth sonrió abiertamente, claro que sabía que lo iba a convencer, el siempre la escuchaba y hacía todo lo que ella le aconsejara. Por esa vez fue un poco más difícil, pero no imposible. … -¡Ángel!, a que no sabes lo que dice el cartel-dijo Elizabeth muy emocionada. -La verdad es que no-respondió Ángel en un tono que denotaba indiferencia. Elizabeth molesta ante la actitud de su amigo se cruzó de brazos y lo observó fijamente, él continuaba escribiendo sin problema alguno. Pero lentamente el aludido fue levantando la mirada hasta que sus ojos grises quedaron posados en los ojos azules de ella. -¿Qué pasa Liz?, ¿Por qué me miras así?-preguntó Ángel preocupado
  • 67. 17 Cartas de amor 67 -Porque eres muy mal educado-contestó Elizabeth con el seño fruncido. Su amigo abrió los ojos como platos. -¿Por qué mal educado? -Porque yo venía súper emocionada a contarte una linda noticia y tú me ignoraste.-dicho esto se dio media vuelta y le dio la espalda. Ángel la hizo girar para poder abrazarla, cuando estuvo en sus brazos le dijo al oído. -No sabía que era tan importante ¿Me perdonas angelito? Como siempre cuando Ángel la llamaba de esa forma y la abrazaba para pedirle perdón ella no podía no hacerlo, simplemente era imposible. Suspirando contestó. -Sí, te perdono, ¿pero ahora me vas a escuchar? -Por supuesto-contestó con una gran sonrisa en el rostro. Ángel la soltó y se volvió a sentar al lado de Micaela. <<Mierda nos olvidamos que ella estaba aquí>> pensó Elizabeth, no sabía porque pero casi siempre se olvidaba de los demás cuando Ángel se encontraba cerca.
  • 68. 17 Cartas de amor 68 -Micaela, tu si quieres escuchar ¿verdad?- le preguntó como para que no pensara que la ignoraron aunque en realidad si haya sido así. -Claro que si-contestó su amiga con una hermosa sonrisa. Ahora que sus dos amigos la escuchaban procedió a contar lo del concurso y a sugerirle a Ángel de que participara. -Para nada.-Dijo su amigo con un tono de voz que demostraba que estaba decidido- Ni lo sueñes -¿Por qué no?- preguntó Elizabeth. -Porque no, nadie va a leer nada que yo haya escrito. Sabes que considero algo muy personal eso. -Pero seguro que ganarás, escribes muy bien.-Intervino Micaela poniendo su mano en el brazo de Ángel, éste se tensó ante su contacto él continuaba sin soportar que alguien lo tocara, salvo que se tratara de Elizabeth. Para ayudarlo en esa situación lo tomó de la mano y lo obligó a levantarse, lo abrazó con fuerzas y le dijo. -Vamos, participa en el concurso, yo se que tienes un gran futuro en esto, pero no vas a triunfar si no le muestras al mundo tu talento.- Lo miró a los ojos y haciendo un puchero dijo- Hazlo por mí… por favor.
  • 69. 17 Cartas de amor 69 -No me hagas eso.-Contestó Ángel abrazándola con más fuerzas- Sabes que no me puedo negar cuando me pides las cosas así. Elizabeth dejó de abrazarlo y con una sonrisa triunfal en los labios comenzó a saltar y a gritar. -¡Te convencí!, ¡Soy una genia!- volviéndolo a abrazar le dijo al oído.- Se que ganarás, yo creo en ti mi Ángel. … “..Tú siempre confiaste en mí, en mi talento, siempre creíste que algún día triunfaría en el ámbito literario. Estoy seguro que si no hubiera sido por ti yo no me iba a dedicar a esto qué es lo que más amo en el mundo, después de ti claro está amor mío. Y no solamente fuiste mi gran apoyo, también fuiste mi musa. Cada vez que cierro los ojos y te imagino con tus hermosos cabellos dorados cayendo cual cascada por tus hombros, con una mano extendida hacia mí, pidiéndome que me acerque mas y mas a ti mientras que tus ojos azules como el mar no cesan de mirarme y tu sonrisa de dientes perfectos que me dan la confianza que tanto necesito, las palabras vienen solas y mi mente imagina miles de historias, de aventuras y de realidades diferentes donde la protagonista es una joven hermosa de cabellos dorados, ojos azules; una
  • 70. 17 Cartas de amor 70 sonrisa arrebatadora y, principalmente, con un corazón enorme. Si, es así, la protagonista de todos mis escritos siempre fuiste tú. Todas eran distintas adaptaciones tuyas, ya que tu siempre fuiste la protagonista de mi vida no podía no convertirte una en mis historias. Ese pequeño escrito, con el cual participé en aquel concurso hace ya 12 años, hablaba todo sobre ti, por eso me negué a que tu lo leyeras, no quería que te enteraras de mis sentimientos más profundos y recuerdo que te enojaste mucho ya que no era propio de mi el ocultarte cosas…” Cuando Ángel apareció en su casa una tarde de sábado, sin previo aviso, Elizabeth supuso que venía con una noticia sobre el concurso, ya que sabía que pronto iban a anunciar a los ganadores. Abrió la puerta y se encontró con aquellos ojos grises tan especiales y una sonrisa de triunfo en los labios, con solo verlo Elizabeth supo cual había sido el resultado. Sin pensarlo dio un grito de felicidad y se abalanzó sobre Ángel, este abrió sus brazos con mucho gusto para recibir el abrazo de su amor platónico. Giraron en el lugar riendo como tontos, cuando por fin se separaron Elizabeth dijo. -Sabía que ganarías.
  • 71. 17 Cartas de amor 71 -Tú siempre confiaste en mi y eso que no leíste mi relato.-Le contestó con una sonrisa. -Se acerca de tu talento, no hace falta que lo lea para saber que es maravilloso.-Hizo una breve pausa y lo miró fijamente-Ahora me dejaras leerlo ¿verdad? -Perdón, pero no. -¿Por qué no?-Preguntó enojada. -Porque no, este no es el momento para que leas la historia. Quizás más adelante. -Como quieras.-Contestó Elizabeth mirando hacia otro lado. Ángel la abrazó y le dijo al oído:-No te enojes por favor angelito… te prometo que más adelante lo vas a leer. … “…Bueno amor mío, llegó la hora de que leas esa historia que escribí hace tantos años y quiero que sepas que esa historia te pertenece, como todas aquellas que alguna vez escribí. Espero que te guste amor mío. Te Ama…Tu Ángel.” Elizabeth tomó la hoja adjunta a la carta y la sostuvo un momento sobre su corazón, pero no la leyó en ese
  • 72. 17 Cartas de amor 72 momento. Quería leerla en un lugar tranquilo donde el murmullo de la gente no la distrajera. Deseaba absorber cada palabra de aquella historia. Pago la cuenta y comenzó a caminar sin rumbo, hasta que se encontró en el lago. <<El lugar perfecto>> pensó Elizabeth, se sentó en la orilla inspiró aquel aire profundamente y, sintiendo la presencia de Ángel a su lado se dispuso a leer aquella historia que hacía 12 años que la tenía intrigada. “Leandro se encontraba arrodillado en el suelo de una calle desierta, su ropa estaba rasgada. Moretones y cortes se encontraban dispersos por todo su cuerpo, pero él ya no sentía ningún dolor. Le habían quitado su capacidad de sentir, un gran vacío dominaba su alma, un vacío que pensó que nunca se iba a llenar. Con dificultad se levantó del suelo y, haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban, comenzó a caminar hacia un lugar que no sabía que buscaba.
  • 73. 17 Cartas de amor 73 Leandro caminó por horas cayéndose cuando el cansancio o su cuerpo ya no podían más, pero, como había aprendido de Cristo, ante cada caída se levantaba aunque le costara horrores, él quería vencer el dolor, no dejarlo ganar. No quería que aquellos que buscaban que se rindiera, que cayera muerto por las heridas producidas, ganaran. Si iba a morir lo haría con dignidad, no preso de la humillación que le hicieron vivir. Siguió caminando hasta llegar al puente, justo cuando ya comenzaba a amanecer, se apoyó en la barandilla y observó a la ciudad iluminada por las primeras luces del día. Era simplemente hermoso. Se tomó un minuto para grabar esa última imagen en su cabeza y, con un profundo suspiro, procedió a subirse a la barandilla, contento porque por una vez en su vida iba a tomar una decisión por él mismo.
  • 74. 17 Cartas de amor 74 Cerró los ojos y cuando se dispuso a saltar una voz dulce como el chocolate lo detuvo. -No lo hagas, por favor. Leandro lentamente abrió los ojos y giró la cabeza para ver de dónde provenía aquella voz. Se sorprendió al ver a esa hermosa criatura que lo observaba con la cara llena de preocupación. Intentando ignorarla volvió a mirar hacia el vacío. -Vete, nada cambiará mi decisión.-contestó él -Yo sé que es difícil continuar pero no puedes acabar así con tu vida, ¿no pensarás en la gente que te quiere y necesita? -Nadie me necesita.-Contestó Leandro cerrando los ojos nuevamente. -Yo te necesito.-Dijo aquella extraña chica. Sorprendido ante esas palabras volvió a girar la cabeza y la vio allí parada con sus hermosos cabellos dorados
  • 75. 17 Cartas de amor 75 que caían por sus hombros, unos ojos azules como el mar que lo miraban con preocupación y una mano extendida en su dirección. Sin saber muy bien porque, Leandro se vio sujetando su mano y volviendo a pisar el suelo de aquel puente sin despegar en ningún momento los ojos de aquel ángel que apareció para salvarlo. Cuando estuvo a salvo ese angelito de cabellos dorados le regaló una sonrisa que derretiría a cualquiera y sin decir ni una sola palabra lo abrazó. Leandro se quedó sorprendido, hacía mucho tiempo que nadie le regalaba aquella muestra de afecto y sin comprenderlo se vio devolviendo aquel abrazo con mucho entusiasmo. -¿Quién eres angelito?-Le preguntó sin soltarla en ningún momento. -Soy Elizabeth.-Contestó ella sobre su pecho-Por favor no me dejes nunca… te necesito.
  • 76. 17 Cartas de amor 76 Sin ser consciente de ello Leandro se vio contestando -Nunca te dejaré mi Elizabeth. Ángel Abbatucci.” Elizabeth se secó una lágrima que se le escapó y, mirando hacia un costado, pretendiendo que Ángel estaba a su lado dijo: -Ahora entiendo porque ganaste, es absolutamente hermoso. Me llegó al alma… Te quiero Ángel. Y como respuesta una pequeña brisa le acarició la piel. Con una sonrisa en el rostro cerró los ojos y se recostó en la arena.
  • 77. 17 Cartas de amor 77 Carta número 6 La sensación del agua sobre sus pies despertó a Elizabeth, le costó un poco comprender que se había quedado dormida en la arena. Estirándose se fijo la hora en su reloj y vio que pasaban de la 8 de la noche. -Dormí por mucho tiempo.-Exclamó a nadie en particular. Tomó su bolso y se dirigió al hotel para darse un baño y revisar unos trabajos que le habían enviado por correo. Cuando hubo terminado con todo se debatió entre acostarse a dormir o leer la sexta carta acompañada por su fiel compañero: el café. -No te desesperes Elizabeth, las cartas de Ángel seguirán allí mañana.-Se dijo a sí misma, así que a regañadientes se preparó para dormir. Una vez en la cama sintió como que algo le hacía falta. Pensando se dio cuenta de que se trataba aquello, se levantó y se fue a buscar la caja que tenía guardada en su bolso aún sin deshacer, de allí extrajo la sexta carta y apresuradamente volvió a la cama, abrazando con fuerza aquel sobre se quedó profundamente dormida. …
  • 78. 17 Cartas de amor 78 Una suave mano le acariciaba su mejilla, lentamente abrió los ojos y se encontró con Ángel que la observaba con aquella hermosa sonrisa de dientes perfectos. -Estás aquí.-Murmuró Elizabeth -Nunca me fui completamente angelito-Le contestó sin borrar la sonrisa de su rostro.-Eres hermosa cuando duermes, ¿lo sabías? Ella sonrió bajando la mirada hacia la sabana sintiéndose tímida de repente. Aquello era muy raro, Ángel siempre le había dicho cosas lindas y ella nunca se sintió tímida. -Seguro que parezco una loca con todo el pelo revuelto. -Siempre fuiste una loca, con o sin el pelo revuelto- contestó Ángel con una sonrisa irónica. -Jaja que gracioso.-Replicó ella fulminándolo con la mirada. -Angelito, solo vine a ver si estabas bien… ahora me tengo que ir. -¿Por qué? Recién llegas… yo te extrañé mucho.- Contestó haciendo un puchero. Él le acarició lentamente el labio, lo cual provocó que el rostro de Elizabeth se tornara de un rojo intenso,
  • 79. 17 Cartas de amor 79 -Sabes que nunca me resisto cuando pones esa cara, pero me es imposible quedarme. Solo te digo que continúes leyendo las cartas y recuerda que cada vez que abras un sobre yo estaré a tu lado aunque no me puedas ver. Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Elizabeth. -¿Por qué lo hiciste?-Preguntó entre sollozos y volviendo a bajar la mirada hacia la sábana. Ángel la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo, fue secando cada lágrima que se le escapaba. Estuvieron así por un largo rato, ojos grises contra ojos azules. Ángel fue el primero en romper el contacto deslizando su mirada a los labios de Elizabeth y suspirando dijo: -Solo lee las cartas. Y dicho esto se fue acercando lentamente hasta que sus labios estuvieron unidos por completo. Elizabeth sin pensarlo dos veces le devolvió el beso colocando sus manos el cuello de su amigo. Nunca se había sentido tan bien en su vida. Él la tomó por la cintura y la acercó más a su cuerpo con un fervor que ella no sabía que tenía. Elizabeth sintió como si el mundo hubiera desaparecido a su alrededor, no quería dejar de besarlo nunca, pero
  • 80. 17 Cartas de amor 80 Ángel cortó aquel maravilloso beso y acariciándole dulcemente la mejilla le dijo en un susurro. -Te amo mi hermoso angelito. Con estas últimas palabras Elizabeth se despertó, todo había sido un sueño, pero tan real que le era imposible pensar que todo hubiera sido producto de su imaginación. Alzó su mano para tocarse los labios, todavía sentía el hormigueo que había provocado el beso de Ángel. << ¿Qué habrá significado ese sueño?>> se preguntó a sí misma. Pasado unos segundos volteo su cabeza hacia donde Ángel había estado, en su lugar se encontraba la carta. Elizabeth la tomó y sin esperar ni un segundo más la abrió. “Querida Liz: Cada día que pasa me emociono más al escribirte, desde la primera carta los recuerdos no cesaron de llegar y si, es verdad que tenemos muchos recuerdos feos, pero para mí son perfectos porque tú estabas en ellos. El suceso que recuerdo en esta carta es sumamente especial para mí, quizá el más hermoso, junto con el que leerás en la carta número 7.
  • 81. 17 Cartas de amor 81 Pero no te preocupes amor mío, porque no adelantaré nada aquí. La carta de esta ocasión va a tratar sobre tus 15 años, el día que con mas ansias esperabas, creo que nunca te había visto tan emocionada desde que te conocía, y la verdad es que verte de esa forma me encantaba ya que gracias a la preparación de ese evento tú te olvidabas de los problemas que llenaban tu realidad. La tristeza que siempre veía en tus ojos desaparecían en el momento en el que comenzabas a hablar de tu gran fiesta, el brillo en tus ojos demostraba la felicidad que sentías al poder cumplir tu sueño de cuando eras una nena y yo estaba feliz por poder ser parte de todo eso. Te quiero agradecer por dejarme participar en ese día tan especial para ti, la verdad es que fui completamente feliz a tu lado en ese hermoso evento. Lo único que lamento de esto es el hecho de que me vieras solo como un amigo, quizás como un hermano, pero nunca como algo más que eso…” Sus 15 años, el momento más esperado por Elizabeth, por supuesto que lo recordaba. Ella siempre había soñado con ese día pero nunca lo había visto posible porque hasta cosa de dos años antes ella solamente tenía un solo amigo, el mejor de
  • 82. 17 Cartas de amor 82 todos, de eso no había dudas. Pero con una sola persona no podía realizar la fiesta que tanto anhelaba. Por suerte en su nuevo colegio pudo hacer muchos amigos, los suficientes como para festejar sus dulces 15 años. Elizabeth sonrió ante ese recuerdo, la verdad es que sus 15 fueron inolvidables. “…Ante la ausencia de tu madre, que por motivos que no me habías explicado hasta el momento, no se encontraba presente me pediste ayuda, justo a mí que era un desastre para esas cosas. Pero nunca dudé en ayudarte y por suerte ante nuestra incapacidad de organizar una buena fiesta se nos ocurrió algo de verdad grandioso… ¿Lo recuerdas?...” -Como olvidarlo-murmuró Elizabeth. … Los dos amigos se encontraban en la mesa del comedor de ella con muchas revista desparramados por todas partes. Ángel golpeó su cabeza contra la mesa de manera muy dramática. -¡Me rindo!-Exclamó -Vamos, no puedes rendirte, algo seguro encontraremos.-Respondió Elizabeth sin apartar los
  • 83. 17 Cartas de amor 83 ojos de una revista de vestidos de fiesta.-Solo tengo que encontrar el vestido y el color, al decidir eso lo demás será muy fácil. -Estoy cansado, aquí no hay nada que sea de tu agrado. -Entonces vístete con lo que tienes puesto y perfecto.- Dijo Ángel con la frente aún apoyada en la mesa. Elizabeth levantó la mirada de su revista y se quedó observando fijamente a su amigo, éste al sentir los ojos clavados en él levantó finalmente la cabeza. -¿Qué?-Preguntó -¿De verdad quieres que me ponga esto?-Dijo Elizabeth señalando su ropa. Ángel la miró de arriba abajo, cuando volvió a subir la mirada lo hizo lentamente, comenzando por sus zapatillas deportivas negras, su short negro y su remera entallada color rojo. Éste se quedó demasiado tiempo con la vista posada allí. Al notar eso Elizabeth levantó sus brazos y tapó sus pechos. -¿Qué miras pervertido?-Dijo enojada. Él la volvió a mirar a los ojos con una sonrisa en sus labios y dijo.
  • 84. 17 Cartas de amor 84 -No estoy mirando lo que tu mente sucia cree. -¿Entonces? -Estoy observando la inscripción de tu camiseta “I Love Books” y se me ocurrió una idea. -¿A sí?-Preguntó Elizabeth sin creer ni una sola palabra- ¿Cuál? -¿Si, en lugar de elegir un color, tu eligieras la temática de un libro? -No te sigo-contestó sin comprender absolutamente nada. -Que hagas la ornamentación de tu libro favorito y tu vestido sería lo que use la protagonista del libro, o algo similar. Los ojos de Elizabeth brillaron al entender lo que su amigo quiso decirle. -¡Me encanta!-Exclamó- Lo puedo hacer sobre “Romeo y Julieta”2 , mi libro favorito.-Dijo comenzando a revolver las revistas y hojearlas rápidamente. -¿Qué haces?-Preguntó Ángel extrañado. 2 Romeo y Julieta es una tragedia de William Shakespeare. Cuenta la historia de dos jóvenes enamorados que, a pesar de la oposición de sus familias, rivales entre sí, deciden casarse de forma clandestina y vivir juntos.
  • 85. 17 Cartas de amor 85 Elizabeth continuó revolviendo todo hasta que encontró lo que buscaba. Satisfecha se apoyó en el respaldo de su silla con los brazos cruzados y le dijo a su amigo. -Mira. Él se acercó a su lado y observó el vestido que aparecía en la revista, sonriendo besó en la mejilla a Elizabeth. -Es perfecto. “…Luego de la tortura que fue el elegir el tema de tu vestido lo siguiente fue muy fácil, y muy divertido también. Recuerdo que el salón era la representación exacta de la obra de Shakespeare, con el balcón donde se produjo el encuentro clandestino entre Romeo y Julieta. Mi parte favorita de la obra, por ese balcón tú aparecerías para deslumbrar al mundo con tu belleza. Nunca había visto a una quinceañera más hermosa que tu amor mío, recuerdo que ese vestido color rosa viejo al estilo princesa pero con un toque de Julieta te quedaba pintado, ni a la modelo de la revista le quedaba tan bien como a ti. Tu hermoso cabello, que siempre me encantó, se encontraba semirrecogido hacia un costado con bucles
  • 86. 17 Cartas de amor 86 que caían sobre tus hombros y un maquillaje sencillo que resaltaban tus perfectos rasgos y tus bellos ojos azules. La verdad que Julieta no era nadie a tu lado. Cuando te fui a ver antes de que comience la fiesta, la imagen que vi me impactó. La forma en la que te encontrabas era digna de ser escrita, el contraste entre tu imagen física, como la de una princesa tan bella y perfecta, y las lágrimas que corrían por tus mejillas deshaciendo tu maquillaje era absolutamente poético…” Elizabeth sonrió ante el recuerdo, solo Ángel podía encontrarla hermosa cuando era un absoluto desastre. Recordaba que él se encontraba muy guapo, tenía 15 años y era el chico más lindo que había conocido, con su traje, camisa y corbata, todo color negro, que resaltaba por completo su piel blanca. El cabello revuelto por las veces que sus manos pasaban por allí y con aquellos ojos grises que parecían poder ver su alma. Hasta la fecha Elizabeth no había conocido a alguien tan bello como él. … Ella se encontraba en la habitación trasera del salón preparándose para su fiesta cuando la imagen que vio en el espejo le mostró lo horrenda que se veía, sin poder contenerse Elizabeth comenzó a llorar, se sentó
  • 87. 17 Cartas de amor 87 en la silla y con el rostro hundido en sus dos manos comenzó a verter todas las lágrimas que tenía. Una voz proveniente de la puerta le preguntó. -Oye, ¿Qué pasa? Elizabeth no respondió y continuó llorando. Ángel se acercó y la abrazó. -¿Por qué estas llorando angelito? -Estoy horrible.-Contestó ella entre sollozos -¿Qué estás diciendo? Yo aquí estoy viendo a una hermosa chica con un hermoso vestido. Bruscamente Elizabeth se puso de pie y echando fuego por los ojos dijo. -¿Es que acaso no me ves? -No te entiendo. -Mira mis brazos.-Extendió uno de ellos hacia donde se encontraba su amigo.- Estas asquerosas marcas me hacen parecer un monstruo. Ya enojado ante aquella actitud ángel le dijo. -¡Nunca más vuelvas a tratarte de esa manera! ¡Tú no eres ningún monstruo! Elizabeth bajó la mirada todavía llorando, Ángel la tomó por la barbilla obligándola a mirarlo.
  • 88. 17 Cartas de amor 88 -Quiero que se te quede grabado en la cabeza que tú eres hermosa, perfecta y que esas cicatrices en tus brazos solo resaltan tu belleza, porque con ellas muestras que caíste pero que tuviste la suficiente fuerza para levantarte y continuar hacia adelante.-En ese instante la abrazó.-Nunca te avergüences de tus marcas porque ellas ti hicieron lo que eres ahora. -¿Y que soy ahora?-Le preguntó a su amigo abrazándolo con más fuerza. -Eres la persona a la cual admiro profundamente, y te admiro no solo por tu belleza, sino porque yo fui el testigo de cómo te hundiste en lo más profundo, yo vi como la sangré corría por tus brazos y también fui el testigo de cómo tu sola te levantaste y le mostraste al mundo que, a pesar haber caído en lo más profundo de los pozos no te quedaste allí, sino que, poco a poco, comenzaste a salir. Elizabeth continuó sollozando sobre el traje de Ángel, él la tomó por los hombros y secándole lentamente las lágrimas de sus mejillas le dijo. -Como tu ídolo dice… “Hoy es un buen día para olvidar todas aquellas cosas que me hicieron llorar y dejarlas atrás lo mejor será empezar”3 así que hazle caso y olvídate del dolor del 3 Fragmento de “Olvidarte”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Sin daños a terceros”
  • 89. 17 Cartas de amor 89 pasado para disfrutar tu día y todos los que vendrán después. Ella lo besó dulcemente en la mejilla y lo volvió a abrazar. -Gracias Ángel, eres el mejor. -No tienes nada que agradecer… ahora quiero que te seques esas lágrimas y abras mi regalo. Con una hermosa sonrisa en el rostro Ángel le entregó su regalo, Elizabeth lo abrió y no pudo ocultar la sonrisa de su rostro. -Yo sabía que ibas a tener una crisis, así que te compre eso. En el paquete se encontraban unos preciosos guantes color rosa viejo que llegaban hasta cerca de la axila, eran perfectos para ocultar las cicatrices y contrastaban con su vestido. Sin decir ni una sola palabra se los puso y miró su reflejo en el espejo, ahora si se encontraba perfecta. Lágrimas de felicidad brotaron de sus ojos y solo pudo decir. -Son perfectos, gracias. “…Yo era consciente de que te iba a disgustar el ver tus brazos tan expuestos así que no dudé en comprarte aquellos guantes.
  • 90. 17 Cartas de amor 90 Al ver tu cara de felicidad ya me sentía completo. Eras una Julieta perfecta y a mí me hubiera encantado ser tu Romeo. Te voy a contar un secreto, hasta el día de hoy mantengo guardada aquella fotografía nuestra bailando el vals en tu fiesta. Cada vez que estoy con falta de inspiración tomo esa fotografía y recuerdo aquel momento. Como mi brazo se aferraba a tu cintura y nuestras manos se encontraban entrelazadas, tu perfume se sentía en el ambiente y nuestros ojos se encontraban fijos en los del otro, como si nadie se encontrara a nuestro alrededor. Recuerdo como tus ojos brillaban llenos de felicidad repitiendo miles de veces la palabra gracias y como gracias a mi te veías hermosa. Pero esa belleza que mostraste no tenía nada que ver conmigo, tú tenías luz propia, yo solamente te había regalado unos guantes, por eso en ese momento opté por recitarte una frase de Romeo. “El brillo de su rostro afrenta al del sol. No merece la tierra tan soberano prodigio. Parece entre las otras como palomas entre grajos (…) Nunca como esta vieron mis ojos…”4 4 Fragmento de “Romeo y Julieta”
  • 91. 17 Cartas de amor 91 Cada vez que evoco esa escena la inspiración vuelve a mí, porque tu belleza aquel día solo era comparable con el de aquella princesa de los cuentos. Te Ama… Tu Ángel.” -Mi Ángel, gracias a ti tuve un cumpleaños inolvidable… gracias por ser parte de mi vida.-Dijo Elizabeth al aire, esperando que Ángel estuviera allí para escucharla como le había prometido en su sueño.
  • 92. 17 Cartas de amor 92 Carta número 7 Luego de haber leído esa última carta Elizabeth se dispuso a ir hacia la ducha, necesitaba un baño relajante para así poder aclarar un poco sus ideas. Mientras el agua descendía por su cuerpo la cabeza de Elizabeth no paraba de pensar, tenía muchas preguntas que se iban incrementando a medida que avanzaba con las cartas. La pregunta que mas rondaba por su mente era: << ¿Por qué decidió decirme todo esto cuando tuvo 17 años para hacerlo?>> y a esa la seguía otra << ¿Por qué quiso decírmelo por medio de cartas?>>. Si bien en aquellas cartas Ángel le decía que lo hacía porque no se iba a animar a hacerlo de frente, Elizabeth sospechaba que había otro motivo oculto. -¿Pero cuál?- se preguntó a ella misma. De repente una idea asomó por su cabeza, o mejor dicho una frase, <<Durante este año nos hicimos muy unidos>>, las palabras de su amiga Micaela le dieron una posibilidad. Si era verdad lo que ella decía. -¡Seguro algo debe saber!
  • 93. 17 Cartas de amor 93 Rápidamente salió de la ducha, se tapó con una toalla y fue a buscar su celular, buscó entre sus contactos el nombre de Micaela y sin demorar ni un segundó marcó su número, al tercer tono su amiga contestó. -¡Hola Elizabeth! -Hey, ¿Cómo estas Mica?- Preguntó Elizabeth. -Bien, en un descanso del trabajo ¿y tú? -Estuve mejor.-Hizo una breve pausa y continuó-¿Sigue en pie lo del café? -Por supuesto que sí, ¿Cuándo puedes? -¿Te parece bien esta tarde? -¡Perfecto!-Contestó una entusiasmada Micaela << ¿Está tan contenta siendo que Ángel murió hace muy poco?>> pensó Elizabeth -Bueno, nos encontramos en mi hotel y de aquí vamos ¿Quieres? -¡Claro! Mándame por mensaje el hotel en el que te alojas. A las 5 en punto estaré allí. Besos amiga -Chau.-Contestó secamente Elizabeth, no se encontraba de ningún humor para soportar tanto entusiasmo, y menos para fingirlo. Desde que Ángel había muerto Elizabeth solamente sonreía de verdad cuando leía sus cartas y recordaba
  • 94. 17 Cartas de amor 94 viejos tiempos. Fuera de eso el mundo se había vuelto opaco, los colores solo volvían cuando abría un nuevo sobre, solo así sentía que la felicidad volvía a hacer su aparición, pero cuando terminaba de leer la oscuridad se apoderaba de todo. Se vistió y se maquilló, ya había hecho un plan acerca de cómo ocuparía su tiempo antes de la hora en la que se encontraría con Micaela. Como un homenaje para su mejor amigo se fue de compras, iba a recorrer todas las librerías de la ciudad para abastecerse de libros. Eso era lo que ellos siempre hacían para divertirse. Comprar libros era una hermosa forma de recordar a Ángel. A medida que caminaba por la ciudad se topó con la librería favorita de su mejor amigo, miró por el vidrio y una escena se le vino a la cabeza. … Era un día de verano en el que los dos se encontraban muy aburridos en casa de Ángel, estaban recostados en el césped mirando el cielo, sin decir ni una sola palabra. -¿Si damos un paseo?-Preguntó Ángel rompiendo el silencio -Claro.-Contesto ella con una gran sonrisa en los labios.
  • 95. 17 Cartas de amor 95 Ambos se levantaron, se limpiaron el césped de sus ropas y se dirigieron a dar un paseo. Mientras caminaban se toparon con una gran librería, Elizabeth vio como los ojos de Ángel brillaban ante tal visión. Sin decir ni una sola palabra ingresó a aquel local, como si una fuerza extraña lo obligara. Ella sin saber que sucedía entro detrás de su amigo. Definitivamente era una gran librería, había libros de todos los tipos, divididos en diversas secciones, comenzó a caminar por todo el local embelesada por aquella visión. Tomó un libro de la estantería y se dispuso a leer. Se encontraba tan absorta en la lectura que no se dio cuenta quien se encontraba detrás suyo. Cuando una mano se posó en su hombro Elizabeth dio un respingo y se giró para encontrarse con la mirada llena de entusiasmo de su amigo, al observarlo bien no pudo contener una carcajada. -¿Te llevarás todo eso?-Preguntó señalando la gran pila de libros que sostenía Ángel. -¿Tu qué crees?, este lugar es el paraíso Elizabeth volvió a soltar una carcajada, cuando se tranquilizó dirigió una mirada llena de ternura hacia su amigo. -Pareces un nene en una dulcería.