1. Era una pequeña niña, con su pelo lacio que pocas veces se peinaba,
se levantaba en las mañanas con el canto del yigüirro, apenas se
asomaba el sol se lanzaba por la ventana para ir en busca de los
terneros, escuchaba el grito de su madre cuando le decía: ¿Y dónde
están sus zapatos?-No escuchaba, no volvía a ver, solo quería brincar,
correr y sentir el viento fresco de la mañana; cada cosa que
encontraba en el camino lo disfrutaba, mientras buscaba los terneros.
Para ella lo más importante era ser libre, no le interesaban los
zapatos, porque cada vez que brincaba la suisa le podía ganar a
todos los que con ella jugaban, cuando caminaba por encima del
corral sus dedos se volvían como tentáculos de pulpo y así podía
mantenerse por largo tiempo caminando sobre él.
Llegó el día más esperado por la pequeña Susanita, ir a la escuela,
solo que se le presentó el problema más grande, tenía que ponerse
sus zapatos; lo hizo y se fue, disfrutó el día y de regreso a su casa
encontró en el potrero su caballo Riel, tiró sus cuadernos al suelo, se
quitó sus zapatos y corrió tras su caballo, cuando lo montó galopaba
por las praderas sin importar que el tiempo pasara. De regreso a casa
su madre le dice: “Susanita, tus hermanos recogieron tus cuadernos”
pero ella cansada no se preocupó solo se tiró a la cama y se durmió.
Al día siguiente se levantó igual que siempre, se lanzó por la ventana
hacer las cosas de todos los días, porque tenía que ir a la escuela,
pero de pronto sintió una gran preocupación, empezó a buscar y
buscar, se metió debajo de la cama y no encontró nada, llegó su
mamá y le preguntó: ¿Qué estás buscando mi amor?-Y ella con cara
de asustada dijo: ¿Y dónde están mis zapatos?-Su madre le contestó,
no los he visto, y de pronto la niña de pelo lacio recordó ¡en el potrero
se quedaron!- Se levantó como un resorte y corrió, llevándose entre
sus pies descalzos las gallinas, los perros y todo lo que se le
atravesara con tal de llegar a encontrar sus zapatos.
Buscó y buscó sin poder encontrar los zapatos y caminaba de un lugar
a otro, de pronto sintió en sus pies algo duro y dijo: “mis zapatos”-Se
agachó y tomó entre sus manos lo que quedaba de un zapato; las
vacas se lo habían comido. Se sintió triste porque tenía que decirle a
su mamá lo que había pasado, pero pensó: “y que importa mis
2. zapatos” así iré a la escuela, Susanita puso el turbo a sus pies y
empezó a correr.
Así iba a la escuela y no importaba que se burlaran de ella, pasó el
tiempo y sus padres pudieron comprarle otro par de zapatos, pero con
condiciones “debes cuidarlos Susanita y no dejarlos votados en
cualquier lugar”-muy emocionada les dijo “si, si lo haré mamá”.
Eran las cinco de la mañana, cuando “muuuu” hacía la vaca y “meee”
contestaba el ternero, y la extrovertida niña dejaba sus cobijas para ir
al corral, tomaba su balde y su banco y como la mejor vaquera
amarraba la vaca, la maneaba y se sentaba en su banco a ordeñar,
jalaba y jalaba y nada que salía leche, se apuró tanto que pellizco la
vaca y brincó y pateo y regó el poquito de leche que tenía, pero no se
preocupó, solo se escuchaban las carcajadas de Susanita al ver el
balde todo arrugado de la patada que le había pegado la vaca, eso era
una fiesta para ella.
Todos los días quería hacer algo diferente, así que colgó los mecates
y corría para el baño porque de nuevo tenía que ir a la escuela, ya
pasaban sus vecinos y la esperaban, ella feliz mostró a sus
compañeros sus nuevos zapatos y a caminar por quince minutos para
llegar a la escuela por un potrero donde había ganado y caballos,
donde la que más rápido caminaba era la niña de los pelos parados,
porque todo le precisaba; no podía perder tiempo. De pronto, cuando
pasaba por la plazoleta tuvo una gran idea: “de regreso a la casa
podríamos hacer una monta de terneros” y siguió caminando con una
sonrisa que radiaba de alegría de solo imaginarse como lo iban a
disfrutar, y de una pequeña idea, una gran realidad.
De regreso a su casa, consiguió unos mecates y se subió al portón de
la entrada a la finca e invitó a todos sus amigos a la gran monta de
terneros. Esta niña era a todo dar, hizo que cada uno escogiera un
ternero, porque ella sabía que no iba a perder, buscó el más pequeño
para que no brincara mucho y manos a la obra; lo primero que hizo fue
quitarse sus zapatos, ponerlos en una cepa de zacate y a montar sea
dicho, entre llantos, golpes y risas terminó la gran monta.
Regresaron a casa después de haber disfrutado un rato a lo grande,
¡tremenda regañada!-Y a dormir. Llegó el nuevo día y Susanita no se
levantó como lo hacía todos los días, era tarde y su mamá le ayudó
alistarse para ir a la escuela, pero gran sorpresa, no encontraba sus
3. zapatos, se rascó la cabeza y pensó: “no puede ser, los dejé
olvidados” y patitas pa´ que te quiero, a correr se ha dicho, buscó,
buscó y buscó y no encontró nada, su corazón latía cada vez más
rápido, tenía un mal presentimiento, de pronto vio una vaca que
mascaba y mascaba como comiendo chicle, sus ojitos se hicieron
grandes y más grandes, y cuando abrió su boca, dijo: ¿Y dónde están
mis zapatos?...............Fin
Autora: Emily Campos Alfaro
Quinto grado
Escuela: Líder El Carmen