2.
La muerte de Sócrates fue la señal de
dispersión para sus discípulos y amigos, cuya
mayor parte se retiró a su patria respectiva.
Cuéntese entre ellos Euclides, que estableció en
Megara, su patria, una escuela
apellidada megárica y también erística, a causa
de su afición a las disputas dialécticas, en las
cuales sobresalieron los discípulos y sucesores
de Euclides, particularmente Eubulides de
Mileto y Estilpon de Megara.
3.
Los representantes y continuadores principales
de la escuela megárica, fueron, además de
Eubulides y Estilpón, ya citados, Alexino o
Alexio de Elea, y Diodoro, por
sobrenombre Kronos, natural de Jaso, en
Caria, y discípulo de Apolonio, quien lo había
sido de Eubulides. Parece que Diodoro vivió y
enseñó en Egipto, bajo el reinado de Tolomeo
Soter.
4.
La escuela megárica, según se infiere de lo que
dejamos indicado, debe considerarse como un
ensayo de conciliación, o más bien de fusión
entre la Filosofía eleática y la socrática. El
ser uno de los antiguos eleáticos, se transforma
en el ser bien para los megáricos, y se identifica
con la razón suprema y con Dios.
5.
Los megáricos eran maestros de la "erística"
(arte de discutir). Tenían un especial gusto por
las paradojas y las sutilezas lógicas, y las
dominaban con virtuosismo. Diodoro
Cronos, por ejemplo, reelaboró las aporías de
Zenón de Elea para negar el movimiento. Se
destacaron también (como luego lo harían los
estoicos) en el estudio del Cálculo
Proposicional
6.
. El antes nombrado Diodoro Cronos —a
quien Aristóteles cita críticamente— afirmaba que
sólo puede hablarse del ser en tanto que ser actual
(teoría relacionada con su negación del
movimiento) y que nada puede decirse del ser
meramente posible. Al afirmar que sólo es posible
lo que efectivamente es o será, suprimía el
fantasmal mundo de lo posible que admitía
Aristóteles y lo posible se convertía en un modo de
lo real. De todos modos su erística fue decayendo
hasta diluirse en mera charlatanería engañosa,
como la del "Argumento del Cornudo": “Tu tienes
lo que no has perdido. No has perdido los cuernos, luego
tú tienes cuernos.”
7.
Por influencia de los eletas, sostuvieron una tajante
separación entre el mundo sensible de la apariencia y el
inteligible o real, a tal punto que Estilpón de Megara
llegó a criticar a Platón su pretensión de explicar el
mundo sensible por el inteligible estableciendo de ese
modo una relación entre ambos. Por su raíz socrática,
buscaban la verdad (entendida como el bien), más allá
de lo inmediatamente presente. Combinando ambas
fuentes, identificaron el bien (Sócrates) con lo uno e
inmóvil (Parménides) y lo denominaron "Dios",
"sabiduría" o "entendimiento". Para ellos, el ser inmóvil
del que hablaba Parménides no era sino el bien del que
hablaba Sócrates. De este modo las ideas de Sócrates
adquirieron un marcado carácter metafísico.
8.
9.
La escuela megárica es una de las denominadas
“escuelas socráticas menores”. Sus comienzos
se remontan a la enseñanza de Euclides de
Megara, activo entre el siglo V y el IV antes de
Cristo. Euclides fue amigo y discípulo cercano
de Sócrates, y acompañó a su maestro en el
trágico momento de su condena mortal, tal y
como dejó constancia de ello, Platón, en el
diálogo Fedón. Incluso Euclides aparece como
narrador en el diálogo Teeteto, si bien Platón
nunca lo menciona como filósofo.
10.
La enseñanza de Sócrates, sin formar una escuela en el
sentido propio de la palabra, dio origen a escuelas múltiples
y muy diferentes entre sí, en relación con la manera de
apreciar la enseñanza del maestro, y en relación también con
el carácter y circunstancias especiales de sus oyentes.
Algunos de estos eran de avanzada edad, y vinieron a su
escuela con opiniones y convicciones científicas formadas ya
de antemano, como Cherefón, Antístenes y Gritón. Había
otros, que, si acudían a las lecciones de Sócrates, era
solamente con fines políticos, y con el deseo de aprender el
arte de gobernar, o, mejor dicho, de dominar a los
hombres, como Jenofonte, Cricias y Alcibíades. Así es que su
maestro, el cual poseía a maravilla el arte de atraer los
hombres, comunicándoles a la vez provechosa
enseñanza, cuando se entretenía con estos, enderezaba sus
discursos a sus fines e inclinaciones personales, discutiendo
sobre el fin y constitució