1. — ¿Qué hay, Javier? ¿Qué estás haciendo?
— Pues aquí nomás, echando una fumadita.
Ya sabes, lejos de mi casa para que mis papás no
me vean.
— ¡Caray!, si tu mamá fuma, ¿o no?
— Sí, pero me ha dicho que no fume. ¡Qué!… ¿tú
no
fumas? Se me hace que eres de los que también le
entran a uno o dos cigarritos al salir de la
escuela.
— ¡Ni pensarlo! Sé que el cigarro causa muchos
problemas. Mis maestros han hablado de esos
temas. A ver, dime, ¿por qué fumas?
— ¿De veras te interesa saber?
— Sí.
— ¡Eso no le interesa a nadie!
— Pero a mí sí… Porque soy tu amigo.
— ¡Párale! No vayas a empezar con un
sermón.
— Bueno, ¿y de dónde sacas el dinero
para comprar
tu vicio?
— Eso es fácil, nunca falta quien te regale
uno.
A veces hasta pido que me dejen darle una
fumadita al cigarro de algún cuate.
— Yo nunca he fumado.
— Pues… ¡ándale, anímate!
— Mmm, no sé…
— ¿Qué hay, Javier? ¿Qué estás haciendo?
— Pues aquí nomás, echando una fumadita.
Ya sabes, lejos de mi casa para que mis papás no
me vean.
— ¡Caray!, si tu mamá fuma, ¿o no?
— Sí, pero me ha dicho que no fume. ¡Qué!… ¿tú
no
fumas? Se me hace que eres de los que también le
entran a uno o dos cigarritos al salir de la
escuela.
— ¡Ni pensarlo! Sé que el cigarro causa muchos
problemas. Mis maestros han hablado de esos
temas. A ver, dime, ¿por qué fumas?
— ¿De veras te interesa saber?
— Sí.
— ¡Eso no le interesa a nadie!
— Pero a mí sí… Porque soy tu amigo.
— ¡Párale! No vayas a empezar con un
sermón.
— Bueno, ¿y de dónde sacas el dinero
para comprar
tu vicio?
— Eso es fácil, nunca falta quien te regale
uno.
A veces hasta pido que me dejen darle una
fumadita al cigarro de algún cuate.
— Yo nunca he fumado.
— Pues… ¡ándale, anímate!
— Mmm, no sé…
— ¿Qué hay, Javier? ¿Qué estás haciendo?
— Pues aquí nomás, echando una fumadita.
Ya sabes, lejos de mi casa para que mis papás no
me vean.
— ¡Caray!, si tu mamá fuma, ¿o no?
— Sí, pero me ha dicho que no fume. ¡Qué!… ¿tú
no
fumas? Se me hace que eres de los que también le
entran a uno o dos cigarritos al salir de la
escuela.
— ¡Ni pensarlo! Sé que el cigarro causa muchos
problemas. Mis maestros han hablado de esos
temas. A ver, dime, ¿por qué fumas?
— ¿De veras te interesa saber?
— Sí.
— ¡Eso no le interesa a nadie!
— Pero a mí sí… Porque soy tu amigo.
— ¡Párale! No vayas a empezar con un
sermón.
— Bueno, ¿y de dónde sacas el dinero
para comprar
tu vicio?
— Eso es fácil, nunca falta quien te regale
uno.
A veces hasta pido que me dejen darle una
fumadita al cigarro de algún cuate.
— Yo nunca he fumado.
— Pues… ¡ándale, anímate!
— Mmm, no sé…