El arte paleocristiano se caracterizó por expresionismo, figuras planas sin fondos y simbolismo para representar ideas en lugar de la realidad. Las primeras obras cristianas se encontraban en las catacumbas de Roma con frescos que mostraban escenas bíblicas de forma sencilla. El arte bizantino continuó este estilo y se desarrolló en la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, utilizando materiales como piedra, ladrillo y hormigón en composiciones abstractas.